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1 Precios de los alimentos y calidad de vida Presentación para la Conferencia Anual de FIEL-Noviembre de 2009 Marcela Cristini, Nuria Susmel y Guillermo Bermúdez En los últimos años las políticas de intervención en los mercados alimentarios distorsionaron los precios relativos y la disponibilidad de estos productos en la Argentina. Nuestro análisis muestra que entre un 20 y 40% de la población está sujeta a vulnerabilidad alimentaria tanto por su nivel actual de ingresos como por el impacto de un aumento de precios de los alimentos en el futuro. Este aumento será el resultado de corregir la actual represión de precios originada en las políticas de control directo que han reducido la oferta de alimentos básicos como la carne vacuna, el trigo, el maíz y los productos lácteos. Introducción: La disponibilidad de alimentos a precios accesibles es una condición básica de la calidad de vida. En países como la Argentina, donde la producción excede largamente al consumo, esa condición suele darse por descontada para el promedio poblacional, sin dejar de reconocer que un porcentaje de hogares puedan enfrentarse problemas muy graves de pobreza, que lleven a la falta de cobertura en los niveles nutricionales básicos. A lo largo de nuestra historia, sin embargo, se ha hablado frecuentemente del conflicto creado por los llamados “bienes salario”. Hasta fines de los años 70, se llamaba así a los alimentos básicos para la población local, como el pan de trigo y la carne vacuna. Dada su condición de “exportables, estos productos podían llevar a caídas muy significativas del poder de compra de la población suscitadas en aumentos significativos de los precios internacionales. Esta hipótesis fue perdiendo fuerza a medida que la Argentina avanzaba en su proceso de industrialización. Por entonces, la oferta de alimentos comenzó a hacerse más sofisticada y se fue alejando de la canasta básica, para ofrecer al consumidor una canasta mucho más variada. Las ideas de la competencia por los alimentos entre exportaciones y consumo interno redujeron su influencia aún más a partir de la década de los 80 con la introducción de los oleaginosos como productos exportables principales. La hipótesis de los bienes-salario fue paulatinamente abandonada en los 90 cuando, además, la estabilidad macroeconómica suavizó el ciclo ganadero. Lamentablemente, luego de la crisis de 2001-02, la reintroducción de las retenciones por motivos fiscales y la falta de comprensión acerca del rol y funcionamiento del sector agroindustrial en la Argentina, han llevado a situaciones extremas de reducción de oferta y descapitalización sectorial, con desaparición de productores agropecuarios, creando problemas que subsistirán en el futuro inmediato. Este documento breve se concentra en uno de estos problemas, el relacionado con la evolución del precio de los alimentos y el poder de compra de la población de menores ingresos. En la primera sección se traza un panorama de la evolución de los precios relativos de los alimentos de la Argentina y se explora el comportamiento de los

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CONFERENCIA ANUAL FIEL 200907 - Marcela Cristini 2

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Precios de los alimentos y calidad de vida

Presentación para la Conferencia Anual de FIEL-Noviembre de 2009

Marcela Cristini, Nuria Susmel y Guillermo Bermúdez

En los últimos años las políticas de intervención en los mercados alimentarios

distorsionaron los precios relativos y la disponibilidad de estos productos en

la Argentina. Nuestro análisis muestra que entre un 20 y 40% de la población

está sujeta a vulnerabilidad alimentaria tanto por su nivel actual de ingresos

como por el impacto de un aumento de precios de los alimentos en el futuro.

Este aumento será el resultado de corregir la actual represión de precios

originada en las políticas de control directo que han reducido la oferta de

alimentos básicos como la carne vacuna, el trigo, el maíz y los productos

lácteos.

Introducción:

La disponibilidad de alimentos a precios accesibles es una condición básica de la

calidad de vida. En países como la Argentina, donde la producción excede largamente al

consumo, esa condición suele darse por descontada para el promedio poblacional, sin

dejar de reconocer que un porcentaje de hogares puedan enfrentarse problemas muy

graves de pobreza, que lleven a la falta de cobertura en los niveles nutricionales básicos.

A lo largo de nuestra historia, sin embargo, se ha hablado frecuentemente del conflicto

creado por los llamados “bienes salario”. Hasta fines de los años 70, se llamaba así a los

alimentos básicos para la población local, como el pan de trigo y la carne vacuna. Dada

su condición de “exportables”, estos productos podían llevar a caídas muy significativas

del poder de compra de la población suscitadas en aumentos significativos de los

precios internacionales. Esta hipótesis fue perdiendo fuerza a medida que la Argentina

avanzaba en su proceso de industrialización. Por entonces, la oferta de alimentos

comenzó a hacerse más sofisticada y se fue alejando de la canasta básica, para ofrecer al

consumidor una canasta mucho más variada. Las ideas de la competencia por los

alimentos entre exportaciones y consumo interno redujeron su influencia aún más a

partir de la década de los 80 con la introducción de los oleaginosos como productos

exportables principales. La hipótesis de los bienes-salario fue paulatinamente

abandonada en los 90 cuando, además, la estabilidad macroeconómica suavizó el ciclo

ganadero.

Lamentablemente, luego de la crisis de 2001-02, la reintroducción de las retenciones por

motivos fiscales y la falta de comprensión acerca del rol y funcionamiento del sector

agroindustrial en la Argentina, han llevado a situaciones extremas de reducción de

oferta y descapitalización sectorial, con desaparición de productores agropecuarios,

creando problemas que subsistirán en el futuro inmediato.

Este documento breve se concentra en uno de estos problemas, el relacionado con la

evolución del precio de los alimentos y el poder de compra de la población de menores

ingresos. En la primera sección se traza un panorama de la evolución de los precios

relativos de los alimentos de la Argentina y se explora el comportamiento de los

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principales precios locales de los alimentos, incluyendo el efecto de la reciente crisis

internacional. En la sección segunda se muestran algunos escenarios alternativos para

medir el impacto de la corrección de los precios relativos de los alimentos en la calidad

de vida de la población. Por último, en la tercera sección se sintetiza la situación actual

y se la relaciona con el rol de la Argentina como productor mundial de alimentos. Las

conclusiones principales se enuncian en la cuarta y última sección.

1. La evolución de los precios relativos en la Argentina: el precio de los

alimentos.

Los precios de una economía de mercado son las señales más importantes para la

asignación eficiente de los recursos productivos y, en ese carácter, conducen una gran

variedad de información en forma sintética tanto para los consumidores como para las

empresas. La comparación sistemática entre los precios de los distintos productos, es

decir, la evolución de los precios relativos va modificando los patrones de consumo y

los patrones de inversión. En países como la Argentina, que han enfrentado crisis

macroeconómicas recurrentes, los precios relativos muestran cambios drásticos

asociados, en general, a las correcciones del tipo de cambio. En términos generales, el

camino hacia las crisis va acompañado de un aumento de los precios de los bienes no

transables (los servicios) en desmedro de los bienes transables (los productos

exportables e importables), lesionando la competitividad de las empresas. Además,

debido a que los precios suelen ser rígidos a los recortes nominales (en particular, el

salario), estos cambios también han sido acompañados por procesos inflacionarios, que

lesionan el poder de compra de las familias. En estos procesos de alta inflación, los

precios relativos suelen desordenarse, pierden su capacidad informativa y la economía

reduce su crecimiento hasta que se alcanza la estabilización macroeconómica con una

nueva corrección de precios.

Por lo dicho, la evolución de los precios relativos tiene un valor muy importante para el

sistema en el largo plazo. Esa evolución, en un país pequeño como la Argentina,

significa que los precios relativos deben reflejar necesariamente los cambios

internacionales para mantener la competitividad de la economía y su crecimiento.

Por diversas razones, económicas y políticas, sin embargo, varios gobiernos se han

embarcado en políticas de precios que terminaron siendo distorsivas de los precios

relativos y que perduraron por un plazo lo suficientemente prolongado como para

afectar la oferta y demanda de productos.

En los últimos años las políticas públicas han avanzado en el control, administración y

“orientación” de los precios, produciendo distorsiones de diversa índole. Las más graves

de ellas, seguramente, en el caso de los alimentos y los servicios públicos incluyendo la

energía.

Para ver cómo se han reflejado esas distorsiones en los hechos se presentan a

continuación dos gráficos que muestran la evolución de los precios minoristas1 con

respecto a dos puntos en el tiempo: el año 93 y el año 2005. Las barras horizontales

1 Los precios minoristas corresponden al IPC informado por el INDEC hasta mediados de 2007 y desde

allí se utilizaron fuentes provinciales y propias de FIEL para la actualización. Los rubros de educación y

vivienda, se omitieron para concentrar el análisis en hogares de menor nivel de ingresos que no hacen uso

de la educación privada y que son propietarios de la vivienda, aunque muchas veces en condición

habitacional precaria, que es la situación más generalizada en la Argentina

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muestran las variaciones que en el caso de “deshacerse” harían volver a los precios

relativos en cada uno de esos años. Se observan precios “adelantados” que han

mejorado su posición relativa y precios “atrasados” que la han empeorado con respecto

al año de referencia.

Un primer problema es adjudicar alguna relevancia a los precios relativos utilizados

como base. En la economía del año 93, por ejemplo, no había celulares ni internet en el

patrón de consumo, los precios de los alimentos a nivel internacional estaban muy

deprimidos y la Argentina comenzaba un cambio estructural en la provisión de servicios

básicos que se reflejaba en las señales de precios. El año 2005, por su parte, refleja un

conjunto de precios relativos con fuerte intervención del Estado que aplica retenciones

diferenciales al comercio exterior, lo que recorta el nivel de los precios mayoristas

internos, deprimiendo el precio de los exportables respecto de los importables y de los

servicios. Estos últimos a su vez, reflejan sólo en parte los ajustes dado el sistema de

subsidios a varios de los servicios públicos. Por lo tanto, ninguno de los años tomados

como referencia parece conformar un conjunto de precios relativos de largo plazo para

la economía. Pese a lo dicho hasta aquí, y por falta de mejor criterio, se pueden aceptar

estos puntos de partida para empezar el análisis para luego introducir los cambios

necesarios para su adecuación al largo plazo.

Gráfico 1

Fuente: elaboración propia en base a datos INDEC, fuentes provinciales y fuente propia

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4

Gráfico 2

Fuente: elaboración propia en base a datos INDEC, fuentes provinciales y fuente propia.

Un primer análisis de la composición de los precios muestra que los precios relativos

sufrieron cambios con respecto a la base de los 90 pero que se mantienen bastante más

alineados con la base del 2005. En el caso de los alimentos, notablemente, no ha habido

un cambio importante relativo al promedio, que mide el poder de compra general de la

población. Este es un hecho llamativo dado que se había adelantado que la base del 93

se caracterizaba por muy bajos precios internacionales de los alimentos y la base del

2005, tanto por la aplicación de las retenciones como por la situación de los mercados

internacionales, no registraba aún el nuevo nivel relativo mundial de los alimentos que

se puso claramente de manifiesto recién entre el 2006 y 2007. Por lo tanto, y puesto que

los precios internacionales de los alimentos han crecido en los últimos años, cabe

preguntarse cómo es que ese fenómeno sólo se ha reflejado parcialmente en los precios

locales al consumidor.

Para contestar ese interrogante se comienza esta explicación recordando la evolución de

los precios en los mercados mundiales, a partir de las dos bases seleccionadas.

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5

Gráfico 3

Fuente: Elaboración propia en base a IFS-IMF.

Gráfico 4

Fuente: Elaboración propia en base a IFS-IMF.

La comparación de los gráficos cuenta dos aspectos muy interesantes para nuestro

patrón exportador. Por un lado, el precio del petróleo, puede más alto que en el pasado,

ha fluctuado con la demanda. Por otro, los precios de las commodities alimentarias se

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mantienen “adelantados” en las dos bases elegidas. En cuanto a los precios

internacionales de los alimentos, las mejoras en la productividad industrial permitieron

que la industria de los alimentos enjugara parte de los aumentos de sus insumos hasta

recientemente, cuando tanto la fortaleza de la demanda como las restricciones climáticas

y tecnológicas que afectaron la oferta, crearon condiciones de precios de commodities

agropecuarias que no pudieron ser absorbidas por los márgenes de la industria de los

alimentos. En síntesis, los precios mundiales muestran un cambio de precios relativos a

favor de las commodities agrícolas que se “filtra” al precio mayorista de los alimentos,

encareciéndolos.

Como segundo aspecto del análisis, esos aumentos deberían haberse reflejado en los

precios al por mayor de la Argentina. Para analizar este aspecto se seleccionó un

conjunto comparable de precios que se muestran en los dos gráficos siguientes. Allí se

observa que la transmisión de los precios internacionales al mercado local no ha sido

completa. Los productos agropecuarios aparecen como los más “rezagados” y varios

productos manufacturados, la mayoría exportables, como los más “adelantados”

respecto del nivel general.

Gráfico 5

Fuente: Elaboración propia en base a INDEC.

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7

Gráfico 6

Fuente: Elaboración propia en base a INDEC.

Ahora bien, las dos piezas del rompecabezas, los precios relativos mayoristas y los

minoristas de la Argentina dicen que, mientras los productores de productos primarios

del agro no cobran los precios internacionales (mayoristas agropecuarios rezagados) y

las manufacturas de alimentos a nivel mayorista tampoco los cobran; al nivel minorista,

los consumidores se encuentran en una situación en la que los alimentos cuestan

relativamente más, aunque no mucho más, que en el 93 y en el 2005.

Esta distorsión no podrá mantenerse de largo plazo sin afectar el crecimiento local al

generar señales equivocada para asignar inversiones y consumos. Los precios relativos

externos deberán reflejarse, en algún momento, en los precios internos mayoristas, para

mantener el incentivo a la producción. Por último, este aumento deberá reflejarse, a su

vez, en los precios minoristas. Ahora bien, los precios al consumidor ya han hecho parte

de ese recorrido, aunque probablemente no por las razones internacionales aducidas sino

debido a que reflejaron un aumento generalizado de costos locales, que también afectó a

otras industrias. También se han producido “filtraciones” por la aplicación de algunas

políticas ineficaces como las de controles de precios y, convalidaciones de precios más

altos por aumentos generalizados en el consumo.

Hasta el momento, son varias medidas de políticas públicas las que vienen restringiendo

el pasaje de los aumentos de los precios internacionales a los precios locales. En efecto,

la Argentina separó su mercado interno alimentario del mercado internacional, con el

doble propósito de mantener bajo el precio de los alimentos y transferir la renta

agropecuaria hacia el gobierno en forma de impuestos. En particular, se usaron las

retenciones, que separaron el nivel de precios local e internacional (pero no su

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evolución), y el cierre de los mercados de exportación, que sí logró separar la evolución

internacional de la interna. Las autoridades han puesto también en funcionamiento un

intrincado sistema de subsidios en algunos casos como los feedlots de carne vacuna o

las plantas avícolas, con alcances muy limitados. Como se verá, todas estas medidas han

traído consecuencias graves sobre el abastecimiento de los productos.

Vale la pena repasar la situación de alguno de los productos centrales en la canasta de

consumo: la carne vacuna, el pan, los lácteos y los productos de granja.

En los ocho gráficos que siguen, se muestra la evolución de los precios internacionales

y locales, mayoristas y minoristas, por un lado, y los consumos per cápita y algún

indicador de oferta, por el otro. En el caso de la carne vacuna el indicador de oferta

elegido fue el porcentaje de hembras en faena (inversa) que mide el grado de

liquidación de las existencias y, por consiguiente, de la futura restricción de oferta; en el

del pan, la producción de trigo per capita; en el de pollos y cerdos, la producción de

maíz per capita considerado como uno de los insumos importantes para su producción y

en lácteos, la producción de leche fluida per capita.

En todos los casos el patrón es semejante, los precios internacionales crecen más que los

precios mayoristas y los precios al consumidor crecen, en parte, debido al aumento de

costos generalizado para el sector alimentos. Las ofertas caen debido al desaliento que

causan las medidas de control de precios y cierre de mercados externos y los consumos

suben al ritmo del poder de compra convalidando los aumentos de precios.

Estos ejemplos cierran la paradoja entre precios internacionales altos, mayoristas

deprimidos y minoristas ya algo “adelantados” que se mostró a lo largo del análisis. La

consecuencia de las políticas distorsivas se ve en la oferta de los productos que empieza

a mermar mientras los precios minoristas se mantienen en la medida en que se mantiene

el poder de compra general. En este panorama, en algún momento en el futuro

inmediato alguno de los alimentos centrales a la canasta de consumo se hará más escaso

y su precio deberá subir con independencia de lo que ocurra con los precios

internacionales. 2

(Ver en páginas siguientes gráficos 7 a 15- Fuente: elaboración propia sobre datos

INDEC, SAGPYA, Informe Ganadero, Márgenes Agropecuarios, Bolsa de Comercio de

Rosario)

2 Este esquema de controles y prohibiciones ha afectado no sólo a la carne sino que también ha diezmado

la producción de trigo y de maíz y ha producido graves penalidades sobre la producción de leche. En

2003, las producciones a nivel primarios de estos alimentos eran de 12.301 miles de toneladas de trigo,

15.044 de maíz y 7.9 millones de litros de leche fluida. En la campaña 2008/2009, por la influencia de

una caída en el área sembrada y la sequía, se alcanzaron producciones de trigo y maíz de 8.500 miles de

toneladas y 13 millones de toneladas, en cada caso. Para la campaña 2009/10 se espera una cosecha de 7

millones de toneladas de trigo y de 13 para maíz. Es decir, no habría una recuperación post-sequía como

se esperaba y estos volúmenes estarían cercanos a los que deben volcarse al consumo local, limitando el

saldo exportable. En el caso de la producción lechera, la última información provista por el Ministerio de

Agricultura, Ganadería y Pesca, correspondiente al año 2007, da cuenta de una producción de 6.8

millones de litros.

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2. La canasta de consumo: escenarios alternativos

Las recomendaciones de la OMS (Organización Mundial de la Salud) establecen un

aporte calórico de 2000 a 2500 Kcal/día para un varón adulto y de 1500 a 2000 kcal/día

para las mujeres. La FAO considera que el desarrollo económico se alcanza con un

nivel promedio de calorías diarias de entre 2700 y 3000. Tanto la Argentina como los

países latinoamericanos reseñados en el cuadro nro. 1, muestran un nivel de calorías

bastante cercano al límite inferior de la FAO. Los países europeos, cercanos a nuestra

cultura, reflejados en la estadística, sobrepasan el límite superior, dada su condición de

economías afluentes.

Al interior de este promedio, las canastas de consumo son diferentes. La Argentina por

ejemplo, se destaca por el consumo de carne vacuna y cereales, mientras que Colombia

se caracteriza por el consumo de pollo y su relativamente menor consumo de cereales,

que debe importar ya que no los produce en cantidad suficiente. En los países

desarrollados, en contraste, los consumos de alimentos se hacen mucho más variados y

se alejan de estos elementos básicos.

El caso paradigmático de la carne vacuna:

Hasta los años 80, el consumo de carne y sus precios fueron factores de alta sensibilidad para el

consumo popular. Su producción estaba sujeta a marcados ciclos de negocios que determinaban

épocas de liquidación de existencias que se traducían en los mercados como abundancia de la oferta y

precios bajos, seguidas por fases de recuperación y recomposición de existencias caracterizadas por

restricciones en la oferta de la mitad del stock constituido por hembras (futuros vientres) y fuertes

aumentos de precios. En gran medida estos ciclos se vinculaban a la inestabilidad macroeconómica y

al uso del ganado como reserva de valor. En los 90, con la mayor estabilidad macroeconómica, los

ciclos se suavizaron y los problemas de precios y abastecimiento se circunscribieron a temas

estacionales y climáticos.

En los últimos años, luego de un breve período de recomposición de existencias y mejora productiva,

el surgimiento de las oportunidades de exportación y la posible amenaza de un aumento de precios,

llevó a un conjunto de intervenciones en los mercados cárnicos. Se buscó controlar precios con

acuerdos, se intervino en la comercialización del Mercado de Liniers con valores orientativos, se

limitaron y hasta prohibieron las exportaciones de carne y dado el aumento de los granos, se subsidió

a los feed-lots con el fin de mantener un abastecimiento fluido a los grandes centros de consumo.

Varias de estas medidas han sido altamente discrecionales. Algunas medidas fueron permanentes,

otras transitorias, pero todas crearon una gran incertidumbre sobre los resultados de un negocio que

requiere de dos a tres años de maduración en la inversión.

La consecuencia de la mayor presión impositiva y la incertidumbre fue una importante causa de

reducción del stock ganadero, acentuada por los precios relativos favorables a la producción agrícola

y por los efectos de la sequía.

La desaparición de productores ganaderos (unos 4300 sólo en la Provincia de Buenos Aires desde

2003) y la disminución del stock en toda la zona pampeana (6% en el último año) anticipan

problemas para el abastecimiento en el futuro inmediato. Algunos analistas discuten si la restricción

de oferta se observará en los próximos meses o a inicios del próximo año.

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Cuadro 1

Cabe preguntarse, a la luz de lo expuesto sobre la evolución de los precios de los

alimentos y el aumento de su consumo, cuáles son las consecuencias presentes y futuras

para los consumidores de una corrección de las políticas distorsivas.

Como primera aproximación se calculó la canasta de consumo correspondiente a los

años 96-97, última encuesta de ingresos y gastos de las familias publicada, a los precios

de 2009, por decil de ingreso. A este conjunto de canastas se las comparó con el ingreso

medio por decil del 2007, último dato publicado por el INDEC, actualizado por el

Índice de Variación Salarial que publica la misma fuente.

Gráfico 15

0

2,000

4,000

6,000

8,000

10,000

12,000

1er decil 2do decil 3er decil 4to decil 5to decil 6to decil 7mo decil

8vo decil 9no decil 10mo decil

Ingreso de los hogares y valor de la canasta de consumo Por decil de Ingreso

$ de Septiembre 2009

Canasta de Consumo

Ingreso Familiar

Fuente: elaboración propia sobre datos INDEC

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Un primer problema que aparece en el análisis de estos datos es que recién el octavo

decil está en condiciones de comprar la canasta completa. Se puede pensar que el Ïndice

de variación salarial subestima lo que ocurre para la población en general, que

comprende no sólo asalariados sino a los cuentapropistas y pasivos. Con todo, las

diferencias hasta el cuarto decil son lo suficientemente grandes como para alertar sobre

la imposibilidad de ese 40% de la población de mantener su patrón de consumo.

Para ese 40% se puede suponer que en la medida en que deba recortar sus gastos elegirá

hacerlo hacia los bienes básicos de la canasta, que incluyen a los alimentos y a los

servicios básicos. Por lo tanto, a continuación, se calculó una canasta de consumo

“reducida”, donde se excluyeron los gastos de esparcimiento, mantenimiento de la

vivienda, educación privada, etc. El nuevo cálculo indica que el valor de la canasta es

aún mayor al de la canasta completa actualizada del 96-97.

Gráfico 16

Fuente: elaboración propia sobre datos INDEC

Este era un resultado esperado ya que varios de los productos excluidos corresponden a

servicios que se mantuvieron rezagados respecto del promedio y que, además, los

alimentos a nivel minorista han tenido un aumento (modesto) frente al promedio.

Otra alternativa sería pensar que los consumidores de los primeros cuatro deciles han

aumentado su probabilidad de caer en la pobreza y, en los casos más severos, en la

indigencia, y entonces cabe compararlos con las canastas “teóricas” respectivas.

Nuevamente, al estar las canastas de pobreza e indigencia concentradas en alimentos,

sus valores son relativamente altos (ver gráfico 17). En ese caso, el primero y segundo

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decil estarían modificando su canasta sin poder alcanzar, no obstante, los niveles

alimentarios y de calidad de vida de la canasta de pobreza.

Gráfico 17

Fuente: elaboración propia sobre datos INDEC

En síntesis las familias, que pueden haber “maniobrado” su presupuesto pasando de

primeras a segundas marcas de alimentos y concentrándose en los alimentos básicos,

estarán en el mejor de los casos, para un 20 a un 40% de la población en una situación

alimentaria vulnerable.

A la conclusión anterior hay que sumar ahora el análisis de precios de la primera

sección, en el que se indicaba que se enfrentan problemas potenciales de oferta y un

eventual acomodamiento de precios a los precios internacionales que podría llevar a un

aumento de los precios de los alimentos minoristas.

Un ejercicio sencillo consiste en ver qué aumento de precios mayoristas correspondería

a un acomodamiento de los precios locales a los niveles internacionales y trasladar ese

aumento al nivel minorista, para aplicarlo a las canastas de la población vulnerable. Los

productos seleccionados son, nuevamente, la carne vacuna, el trigo y el maíz y los

lácteos. Esos resultados se muestran en el cuadro siguiente.

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1er decil 2do decil 3er decil 4to decil

Alimentos seleccionados 5.4 5.2 4.6 4.3

Alimentos total 2.9 2.8 2.4 2.2

Canasta de Consumo 2.3 2.1 1.7 1.5

Alimentos seleccionados 10.8 10.4 9.3 8.7

Alimentos total 5.9 5.6 4.8 4.3

Canasta de Consumo 4.5 4.3 3.4 2.9

Alimentos seleccionados 8.5 8.3 7.3 6.8

Alimentos total 4.7 4.5 3.8 3.4

Canasta de Consumo 3.6 3.4 2.7 2.3

Alimentos seleccionados 8.8 8.6 7.6 7.1

Alimentos total 4.8 4.6 3.9 3.5

Canasta de Consumo 3.7 3.5 2.8 2.4

Alimentos seleccionados 14.2 13.8 12.2 11.4

Alimentos total 7.8 7.4 6.3 5.7

Canasta de Consumo 6.0 5.7 4.5 3.9

Alimentos seleccionados 12.0 11.7 10.3 9.5

Alimentos total 6.5 6.3 5.3 4.7

Canasta de Consumo 5.1 4.8 3.8 3.2

50% en carnes / 100 % en lácteos y trigo

50 % a precios al consumidor

100 % a precios al consumidor

50% en carnes / 100 % en lácteos y trigo

Impacto sobre el consumo de los hogares a partir del passthrough de precios de

exportacion a precios mayoristas

Escenarios alternativos

En % - Por decil de Ingresos

Sin modificación de retenciones

Con modificación de retenciones

50 % a precios al consumidor

100 % a precios al consumidor

Fuente: elaboración propia sobre datos INDEC y FMI

Ahora bien, es muy probable que ante un aumento de los precios, los consumidores aún

en los rangos de ingresos más altos recorten su consumo, presionando menos sobre la

oferta y que los integrantes de la cadena de comercialización reduzcan en parte sus

márgenes. De este modo, los aumentos del cuadro pueden no realizarse completamente

en la economía real, pero sí se manifestarán como presiones en los mercados

produciendo ajustes y acomodamientos, con consecuencias para los hogares de menores

ingresos.

En la primera parte del cuadro, se supone que los precios internacionales se trasladan a

los locales minoristas bajo tres hipótesis alternativas (50% que es lo que se ha

observado en los mercados internacionales en promedio; 100%, como caso extremo; y

una mezcla de ambos porcentajes, según el punto de partida de la oferta del producto,

ofertas más afectadas en el período anterior requerirán señales de precios muy claras en

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el período siguiente para llevar a cabo inversiones y aumentar sus volúmenes). En la

segunda parte del cuadro se suma al “sinceramiento” de precios anterior, la reducción a

cero de las retenciones a la exportación.

Si se concentra la atención en el primer decil de ingresos, el más pobre, el aumento del

valor de la canasta fluctúa entre un 2,3% y un 6% real. Es decir que, para poder compra

la nueva canasta de consumo en ese decil, se debería producir un aumento equivalente

de ingresos reales. Como se logrará este aumento depende de la evolución del resto de

los precios y de los ingresos nominales. Sin embargo, en una economía donde el ingreso

per capita ha crecido un 1,8% anual como promedio en los años que van entre 1993 y

2009, este aumento potencial del precio de los alimentos aparece como difícil de

financiar y suma una preocupación adicional a las políticas públicas, particularmente a

las sociales.

3. Consideraciones finales sobre el rol de la Argentina como productor mundial

de alimentos

En los 40 años que van entre 1960 y 2000, la población mundial se incrementó en 3.000

millones, alcanzando hacia el 2000 los 6.071 millones. Este crecimiento poblacional a

un ritmo medio anual del 1.7% fue acompañado de un creciente proceso de

urbanización de la población a nivel global; la población urbana pasó de representar el

33% hacia comienzos de la década de los sesentas a algo más del 47% de la población

total hacia fines de siglo. Estos dos hechos adquieren relevancia en materia de

alimentaria por dos razones, la primera y más evidente se refiere a que una mayor

población necesita mayores volúmenes de alimentos para subsistir, y la segunda se

refiere a los cambios en los patrones productivos y de alimentación de la población. En

cuanto a la evolución del patrón alimentario global, en cuatro décadas el consumo anual

per capita de cereales se incrementó en 18 kilogramos, el de oleaginosas en 2

kilogramos, y el de carne vacuna mostró cierta estabilidad. A escala global, este

aumento en los consumos per capita conjuntamente con el aumento de la población hizo

que el consumo mundial de cereales se elevara en 521 millones de toneladas y el de

oleaginosas y carnes en alrededor de 27 millones de toneladas en cada caso; puesto en

otros términos, el consumo mundial de cereales en 2000 era 2.28 veces el de 1960,

mientras que el de oleaginosas era de 2.8 veces y el de carnes se había duplicado.

Mientras que en 1960 el mundo consumía 2.253 calorías diarias por persona, hacia 2000

consumía 2.789 calorías diarias. Finalmente, merece mencionarse que de acuerdo a

estimaciones de la División de Población de las Naciones Unidas, hacia 2030 el 61% de

la población mundial habitará en ciudades, y la población total alcanzará a los 8.000

millones.

Los aumentos de consumo han sido abastecidos, mayoritariamente vía aumentos de la

producción local. Mientras el comercio de cereales se ha mantenido en torno de un 10-

12% de una producción mundial creciente, las oleaginosas que se transforman en aceite

y alimentos para animales, en particular aves y cerdos, aumentó desde niveles del 15 al

20%.

Esta mirada panorámica permite hacer, al menos, un par de comentarios sobre la

oportunidad de negocios agroindustrial. En primer lugar, no es igual para todos los

productos y, en los últimos años, ha favorecido significativamente más a los

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oleaginosos asociados a la producción de aceites y carnes, más relacionados a mejoras

en el consumo derivadas de aumentos en el ingreso, más que del mero acceso a una

alimentación adecuada. En segundo lugar, la presión sobre los precios desatará muy

probablemente una nueva onda de respuestas tecnológicas como la de la revolución

verde. Esta revolución explica el impresionante crecimiento de Asia, observable en el

primer gráfico, por la mejora en los rendimientos del arroz. Su gestor fue el premio

Nobel de la Paz Norman Borlaug, que acaba de fallecer, y que legó a la humanidad nada

menos que el haber salvado de la muerte por hambre a más de 240 millones de

personas. Si esa ampliación de la producción fue posible entre los 60 y 70, con

tecnologías sencillos pero bajo los incentivos adecuados, también podemos confiar en

que una tecnología más potente como la actual, vuelva a lograrlo en el presente.

La Argentina viene desertando de los mercados internacionales agroalimentarios en un

contexto en el que el mundo discute los problemas de crisis en el precio de los

alimentos y seguridad alimentaria. Desde países como Brasil, se descuenta una buena

oportunidad para aprovechar estos cambios favorables a los alimentos en el comercio

mundial. Brasil, con un sentido de largo plazo y sin dejar pasar un minuto se ha ido

construyendo un espacio de liderazgo en un número cada vez más amplio de productos

agroindustriales. Ello no ha significado, por otro lado, que el país perdiese su condición

de fuerte exportador de productos industriales.

4. Consideraciones finales

Las diferencias en las preferencias, los niveles de ingreso y la disponibilidad de cada

tipo de alimento se reflejan en precios relativos diferentes entre los componentes de la

canasta alimentaria entre países, reduciéndose la importancia del gasto en alimentos en

la canasta total de consumo a medida que aumentan los ingresos medios de la

población.

No obstante, estos promedios esconden las dificultades que, potencialmente, puede

crear un aumento generalizado del precio de los alimentos en los niveles de ingreso más

bajos de la sociedad. Las poblaciones vulnerables difieren por países, siendo muy

reducidas para los países avanzados y para aquéllos que, como Chile han puesto un

fuerte énfasis en los programas de reducción de la pobreza.

Aparece claramente, entonces, que tanto la disponibilidad como los precios de los

alimentos son importantes y que su importancia se vuelve básica en la definición del

poder de compra de los estratos sociales de ingresos bajos.

En el caso de la Argentina, proveedor excedentario de alimentos, ninguno de estos

aspectos debería crear amenazas o desafíos ni a la sociedad ni a las políticas. Sin

embargo, los desaciertos en las políticas agroindustriales de los últimos años y el

aumento de la pobreza abren una duda razonable sobre las dificultades que podemos

enfrentar en el futuro inmediato. Los ejercicios realizados han permitido cuantificar en

parte la amenaza que se enfrenta.

En este contexto, la repetición de una política de control de precios y oferta tendría

graves consecuencias para el abastecimiento futuro y para la sostenibilidad del sistema

agropecuario en su conjunto. Como alternativa, la formulación de una política

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inteligente de abastecimiento para el consumo local y el aprovechamiento de las

oportunidades de exportación es un camino que está disponible según se sigue de los

ejemplos de Uruguay y Brasil.

Para el próximo bienio la Argentina enfrenta el doble problema de mantener los

consumos internos de los alimentos a precios accesibles y seguir siendo un proveedor

confiable internacional.

Nuestro análisis sugiere que:

Un porcentaje importante de la población entre un 20 y un 40%, se encuentra en

condiciones de vulnerabilidad de su canasta alimentaria.

Los precios mayoristas de los productos agropecuarios y de los alimentos no

reflejan la situación internacional debido a fuertes distorsiones de política.

La corrección de los precios involucra aumentos de valor de la canasta de

consumo que, para no afectar la calidad de vida más allá de las situación actual,

deberán ser acompañados de aumentos reales de ingresos más importantes de los

que han sido usuales en nuestra historia reciente.

La situación excede los temas sectoriales, e involucra en su solución tanto a la política

macroeconómica como a las sociales. Por su parte, las políticas agroindustriales deberán

ser lo suficientemente creativas como para cumplir con los dos objetivos de abastecer al

mercado local y aumentar las exportaciones sin crear, como recientemente, conflictos

para el futuro.

Referencias seleccionadas:

-Alfaro, D. y M. Olivera. 2009. Las políticas comerciales de América Latina ante las

variaciones de precios de los alimentos. Instituto de Economía. Serie Documentos de

Trabajo DT 01/09. Universidad de la República. Montevideo.

-Britos, S. y R. Costa. Seguridad alimentaria y nutricional y políticas públicas. El caso

argentino 2001-2007. FAO- Iniciativa América Latina Sin Hambre.

-Farm Foundation. What´s Driving Food Prices. March 2009.

- von Braun, J. El aumento en el precio de los alimentos ¿qué hacer?. IFPRI Perspectiva

de Políticas Alimentarias • Abril 2008