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Precios de los alimentos y calidad de vida
Presentación para la Conferencia Anual de FIEL-Noviembre de 2009
Marcela Cristini, Nuria Susmel y Guillermo Bermúdez
En los últimos años las políticas de intervención en los mercados alimentarios
distorsionaron los precios relativos y la disponibilidad de estos productos en
la Argentina. Nuestro análisis muestra que entre un 20 y 40% de la población
está sujeta a vulnerabilidad alimentaria tanto por su nivel actual de ingresos
como por el impacto de un aumento de precios de los alimentos en el futuro.
Este aumento será el resultado de corregir la actual represión de precios
originada en las políticas de control directo que han reducido la oferta de
alimentos básicos como la carne vacuna, el trigo, el maíz y los productos
lácteos.
Introducción:
La disponibilidad de alimentos a precios accesibles es una condición básica de la
calidad de vida. En países como la Argentina, donde la producción excede largamente al
consumo, esa condición suele darse por descontada para el promedio poblacional, sin
dejar de reconocer que un porcentaje de hogares puedan enfrentarse problemas muy
graves de pobreza, que lleven a la falta de cobertura en los niveles nutricionales básicos.
A lo largo de nuestra historia, sin embargo, se ha hablado frecuentemente del conflicto
creado por los llamados “bienes salario”. Hasta fines de los años 70, se llamaba así a los
alimentos básicos para la población local, como el pan de trigo y la carne vacuna. Dada
su condición de “exportables”, estos productos podían llevar a caídas muy significativas
del poder de compra de la población suscitadas en aumentos significativos de los
precios internacionales. Esta hipótesis fue perdiendo fuerza a medida que la Argentina
avanzaba en su proceso de industrialización. Por entonces, la oferta de alimentos
comenzó a hacerse más sofisticada y se fue alejando de la canasta básica, para ofrecer al
consumidor una canasta mucho más variada. Las ideas de la competencia por los
alimentos entre exportaciones y consumo interno redujeron su influencia aún más a
partir de la década de los 80 con la introducción de los oleaginosos como productos
exportables principales. La hipótesis de los bienes-salario fue paulatinamente
abandonada en los 90 cuando, además, la estabilidad macroeconómica suavizó el ciclo
ganadero.
Lamentablemente, luego de la crisis de 2001-02, la reintroducción de las retenciones por
motivos fiscales y la falta de comprensión acerca del rol y funcionamiento del sector
agroindustrial en la Argentina, han llevado a situaciones extremas de reducción de
oferta y descapitalización sectorial, con desaparición de productores agropecuarios,
creando problemas que subsistirán en el futuro inmediato.
Este documento breve se concentra en uno de estos problemas, el relacionado con la
evolución del precio de los alimentos y el poder de compra de la población de menores
ingresos. En la primera sección se traza un panorama de la evolución de los precios
relativos de los alimentos de la Argentina y se explora el comportamiento de los
2
principales precios locales de los alimentos, incluyendo el efecto de la reciente crisis
internacional. En la sección segunda se muestran algunos escenarios alternativos para
medir el impacto de la corrección de los precios relativos de los alimentos en la calidad
de vida de la población. Por último, en la tercera sección se sintetiza la situación actual
y se la relaciona con el rol de la Argentina como productor mundial de alimentos. Las
conclusiones principales se enuncian en la cuarta y última sección.
1. La evolución de los precios relativos en la Argentina: el precio de los
alimentos.
Los precios de una economía de mercado son las señales más importantes para la
asignación eficiente de los recursos productivos y, en ese carácter, conducen una gran
variedad de información en forma sintética tanto para los consumidores como para las
empresas. La comparación sistemática entre los precios de los distintos productos, es
decir, la evolución de los precios relativos va modificando los patrones de consumo y
los patrones de inversión. En países como la Argentina, que han enfrentado crisis
macroeconómicas recurrentes, los precios relativos muestran cambios drásticos
asociados, en general, a las correcciones del tipo de cambio. En términos generales, el
camino hacia las crisis va acompañado de un aumento de los precios de los bienes no
transables (los servicios) en desmedro de los bienes transables (los productos
exportables e importables), lesionando la competitividad de las empresas. Además,
debido a que los precios suelen ser rígidos a los recortes nominales (en particular, el
salario), estos cambios también han sido acompañados por procesos inflacionarios, que
lesionan el poder de compra de las familias. En estos procesos de alta inflación, los
precios relativos suelen desordenarse, pierden su capacidad informativa y la economía
reduce su crecimiento hasta que se alcanza la estabilización macroeconómica con una
nueva corrección de precios.
Por lo dicho, la evolución de los precios relativos tiene un valor muy importante para el
sistema en el largo plazo. Esa evolución, en un país pequeño como la Argentina,
significa que los precios relativos deben reflejar necesariamente los cambios
internacionales para mantener la competitividad de la economía y su crecimiento.
Por diversas razones, económicas y políticas, sin embargo, varios gobiernos se han
embarcado en políticas de precios que terminaron siendo distorsivas de los precios
relativos y que perduraron por un plazo lo suficientemente prolongado como para
afectar la oferta y demanda de productos.
En los últimos años las políticas públicas han avanzado en el control, administración y
“orientación” de los precios, produciendo distorsiones de diversa índole. Las más graves
de ellas, seguramente, en el caso de los alimentos y los servicios públicos incluyendo la
energía.
Para ver cómo se han reflejado esas distorsiones en los hechos se presentan a
continuación dos gráficos que muestran la evolución de los precios minoristas1 con
respecto a dos puntos en el tiempo: el año 93 y el año 2005. Las barras horizontales
1 Los precios minoristas corresponden al IPC informado por el INDEC hasta mediados de 2007 y desde
allí se utilizaron fuentes provinciales y propias de FIEL para la actualización. Los rubros de educación y
vivienda, se omitieron para concentrar el análisis en hogares de menor nivel de ingresos que no hacen uso
de la educación privada y que son propietarios de la vivienda, aunque muchas veces en condición
habitacional precaria, que es la situación más generalizada en la Argentina
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muestran las variaciones que en el caso de “deshacerse” harían volver a los precios
relativos en cada uno de esos años. Se observan precios “adelantados” que han
mejorado su posición relativa y precios “atrasados” que la han empeorado con respecto
al año de referencia.
Un primer problema es adjudicar alguna relevancia a los precios relativos utilizados
como base. En la economía del año 93, por ejemplo, no había celulares ni internet en el
patrón de consumo, los precios de los alimentos a nivel internacional estaban muy
deprimidos y la Argentina comenzaba un cambio estructural en la provisión de servicios
básicos que se reflejaba en las señales de precios. El año 2005, por su parte, refleja un
conjunto de precios relativos con fuerte intervención del Estado que aplica retenciones
diferenciales al comercio exterior, lo que recorta el nivel de los precios mayoristas
internos, deprimiendo el precio de los exportables respecto de los importables y de los
servicios. Estos últimos a su vez, reflejan sólo en parte los ajustes dado el sistema de
subsidios a varios de los servicios públicos. Por lo tanto, ninguno de los años tomados
como referencia parece conformar un conjunto de precios relativos de largo plazo para
la economía. Pese a lo dicho hasta aquí, y por falta de mejor criterio, se pueden aceptar
estos puntos de partida para empezar el análisis para luego introducir los cambios
necesarios para su adecuación al largo plazo.
Gráfico 1
Fuente: elaboración propia en base a datos INDEC, fuentes provinciales y fuente propia
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Gráfico 2
Fuente: elaboración propia en base a datos INDEC, fuentes provinciales y fuente propia.
Un primer análisis de la composición de los precios muestra que los precios relativos
sufrieron cambios con respecto a la base de los 90 pero que se mantienen bastante más
alineados con la base del 2005. En el caso de los alimentos, notablemente, no ha habido
un cambio importante relativo al promedio, que mide el poder de compra general de la
población. Este es un hecho llamativo dado que se había adelantado que la base del 93
se caracterizaba por muy bajos precios internacionales de los alimentos y la base del
2005, tanto por la aplicación de las retenciones como por la situación de los mercados
internacionales, no registraba aún el nuevo nivel relativo mundial de los alimentos que
se puso claramente de manifiesto recién entre el 2006 y 2007. Por lo tanto, y puesto que
los precios internacionales de los alimentos han crecido en los últimos años, cabe
preguntarse cómo es que ese fenómeno sólo se ha reflejado parcialmente en los precios
locales al consumidor.
Para contestar ese interrogante se comienza esta explicación recordando la evolución de
los precios en los mercados mundiales, a partir de las dos bases seleccionadas.
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Gráfico 3
Fuente: Elaboración propia en base a IFS-IMF.
Gráfico 4
Fuente: Elaboración propia en base a IFS-IMF.
La comparación de los gráficos cuenta dos aspectos muy interesantes para nuestro
patrón exportador. Por un lado, el precio del petróleo, puede más alto que en el pasado,
ha fluctuado con la demanda. Por otro, los precios de las commodities alimentarias se
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mantienen “adelantados” en las dos bases elegidas. En cuanto a los precios
internacionales de los alimentos, las mejoras en la productividad industrial permitieron
que la industria de los alimentos enjugara parte de los aumentos de sus insumos hasta
recientemente, cuando tanto la fortaleza de la demanda como las restricciones climáticas
y tecnológicas que afectaron la oferta, crearon condiciones de precios de commodities
agropecuarias que no pudieron ser absorbidas por los márgenes de la industria de los
alimentos. En síntesis, los precios mundiales muestran un cambio de precios relativos a
favor de las commodities agrícolas que se “filtra” al precio mayorista de los alimentos,
encareciéndolos.
Como segundo aspecto del análisis, esos aumentos deberían haberse reflejado en los
precios al por mayor de la Argentina. Para analizar este aspecto se seleccionó un
conjunto comparable de precios que se muestran en los dos gráficos siguientes. Allí se
observa que la transmisión de los precios internacionales al mercado local no ha sido
completa. Los productos agropecuarios aparecen como los más “rezagados” y varios
productos manufacturados, la mayoría exportables, como los más “adelantados”
respecto del nivel general.
Gráfico 5
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC.
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Gráfico 6
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC.
Ahora bien, las dos piezas del rompecabezas, los precios relativos mayoristas y los
minoristas de la Argentina dicen que, mientras los productores de productos primarios
del agro no cobran los precios internacionales (mayoristas agropecuarios rezagados) y
las manufacturas de alimentos a nivel mayorista tampoco los cobran; al nivel minorista,
los consumidores se encuentran en una situación en la que los alimentos cuestan
relativamente más, aunque no mucho más, que en el 93 y en el 2005.
Esta distorsión no podrá mantenerse de largo plazo sin afectar el crecimiento local al
generar señales equivocada para asignar inversiones y consumos. Los precios relativos
externos deberán reflejarse, en algún momento, en los precios internos mayoristas, para
mantener el incentivo a la producción. Por último, este aumento deberá reflejarse, a su
vez, en los precios minoristas. Ahora bien, los precios al consumidor ya han hecho parte
de ese recorrido, aunque probablemente no por las razones internacionales aducidas sino
debido a que reflejaron un aumento generalizado de costos locales, que también afectó a
otras industrias. También se han producido “filtraciones” por la aplicación de algunas
políticas ineficaces como las de controles de precios y, convalidaciones de precios más
altos por aumentos generalizados en el consumo.
Hasta el momento, son varias medidas de políticas públicas las que vienen restringiendo
el pasaje de los aumentos de los precios internacionales a los precios locales. En efecto,
la Argentina separó su mercado interno alimentario del mercado internacional, con el
doble propósito de mantener bajo el precio de los alimentos y transferir la renta
agropecuaria hacia el gobierno en forma de impuestos. En particular, se usaron las
retenciones, que separaron el nivel de precios local e internacional (pero no su
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evolución), y el cierre de los mercados de exportación, que sí logró separar la evolución
internacional de la interna. Las autoridades han puesto también en funcionamiento un
intrincado sistema de subsidios en algunos casos como los feedlots de carne vacuna o
las plantas avícolas, con alcances muy limitados. Como se verá, todas estas medidas han
traído consecuencias graves sobre el abastecimiento de los productos.
Vale la pena repasar la situación de alguno de los productos centrales en la canasta de
consumo: la carne vacuna, el pan, los lácteos y los productos de granja.
En los ocho gráficos que siguen, se muestra la evolución de los precios internacionales
y locales, mayoristas y minoristas, por un lado, y los consumos per cápita y algún
indicador de oferta, por el otro. En el caso de la carne vacuna el indicador de oferta
elegido fue el porcentaje de hembras en faena (inversa) que mide el grado de
liquidación de las existencias y, por consiguiente, de la futura restricción de oferta; en el
del pan, la producción de trigo per capita; en el de pollos y cerdos, la producción de
maíz per capita considerado como uno de los insumos importantes para su producción y
en lácteos, la producción de leche fluida per capita.
En todos los casos el patrón es semejante, los precios internacionales crecen más que los
precios mayoristas y los precios al consumidor crecen, en parte, debido al aumento de
costos generalizado para el sector alimentos. Las ofertas caen debido al desaliento que
causan las medidas de control de precios y cierre de mercados externos y los consumos
suben al ritmo del poder de compra convalidando los aumentos de precios.
Estos ejemplos cierran la paradoja entre precios internacionales altos, mayoristas
deprimidos y minoristas ya algo “adelantados” que se mostró a lo largo del análisis. La
consecuencia de las políticas distorsivas se ve en la oferta de los productos que empieza
a mermar mientras los precios minoristas se mantienen en la medida en que se mantiene
el poder de compra general. En este panorama, en algún momento en el futuro
inmediato alguno de los alimentos centrales a la canasta de consumo se hará más escaso
y su precio deberá subir con independencia de lo que ocurra con los precios
internacionales. 2
(Ver en páginas siguientes gráficos 7 a 15- Fuente: elaboración propia sobre datos
INDEC, SAGPYA, Informe Ganadero, Márgenes Agropecuarios, Bolsa de Comercio de
Rosario)
2 Este esquema de controles y prohibiciones ha afectado no sólo a la carne sino que también ha diezmado
la producción de trigo y de maíz y ha producido graves penalidades sobre la producción de leche. En
2003, las producciones a nivel primarios de estos alimentos eran de 12.301 miles de toneladas de trigo,
15.044 de maíz y 7.9 millones de litros de leche fluida. En la campaña 2008/2009, por la influencia de
una caída en el área sembrada y la sequía, se alcanzaron producciones de trigo y maíz de 8.500 miles de
toneladas y 13 millones de toneladas, en cada caso. Para la campaña 2009/10 se espera una cosecha de 7
millones de toneladas de trigo y de 13 para maíz. Es decir, no habría una recuperación post-sequía como
se esperaba y estos volúmenes estarían cercanos a los que deben volcarse al consumo local, limitando el
saldo exportable. En el caso de la producción lechera, la última información provista por el Ministerio de
Agricultura, Ganadería y Pesca, correspondiente al año 2007, da cuenta de una producción de 6.8
millones de litros.
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2. La canasta de consumo: escenarios alternativos
Las recomendaciones de la OMS (Organización Mundial de la Salud) establecen un
aporte calórico de 2000 a 2500 Kcal/día para un varón adulto y de 1500 a 2000 kcal/día
para las mujeres. La FAO considera que el desarrollo económico se alcanza con un
nivel promedio de calorías diarias de entre 2700 y 3000. Tanto la Argentina como los
países latinoamericanos reseñados en el cuadro nro. 1, muestran un nivel de calorías
bastante cercano al límite inferior de la FAO. Los países europeos, cercanos a nuestra
cultura, reflejados en la estadística, sobrepasan el límite superior, dada su condición de
economías afluentes.
Al interior de este promedio, las canastas de consumo son diferentes. La Argentina por
ejemplo, se destaca por el consumo de carne vacuna y cereales, mientras que Colombia
se caracteriza por el consumo de pollo y su relativamente menor consumo de cereales,
que debe importar ya que no los produce en cantidad suficiente. En los países
desarrollados, en contraste, los consumos de alimentos se hacen mucho más variados y
se alejan de estos elementos básicos.
El caso paradigmático de la carne vacuna:
Hasta los años 80, el consumo de carne y sus precios fueron factores de alta sensibilidad para el
consumo popular. Su producción estaba sujeta a marcados ciclos de negocios que determinaban
épocas de liquidación de existencias que se traducían en los mercados como abundancia de la oferta y
precios bajos, seguidas por fases de recuperación y recomposición de existencias caracterizadas por
restricciones en la oferta de la mitad del stock constituido por hembras (futuros vientres) y fuertes
aumentos de precios. En gran medida estos ciclos se vinculaban a la inestabilidad macroeconómica y
al uso del ganado como reserva de valor. En los 90, con la mayor estabilidad macroeconómica, los
ciclos se suavizaron y los problemas de precios y abastecimiento se circunscribieron a temas
estacionales y climáticos.
En los últimos años, luego de un breve período de recomposición de existencias y mejora productiva,
el surgimiento de las oportunidades de exportación y la posible amenaza de un aumento de precios,
llevó a un conjunto de intervenciones en los mercados cárnicos. Se buscó controlar precios con
acuerdos, se intervino en la comercialización del Mercado de Liniers con valores orientativos, se
limitaron y hasta prohibieron las exportaciones de carne y dado el aumento de los granos, se subsidió
a los feed-lots con el fin de mantener un abastecimiento fluido a los grandes centros de consumo.
Varias de estas medidas han sido altamente discrecionales. Algunas medidas fueron permanentes,
otras transitorias, pero todas crearon una gran incertidumbre sobre los resultados de un negocio que
requiere de dos a tres años de maduración en la inversión.
La consecuencia de la mayor presión impositiva y la incertidumbre fue una importante causa de
reducción del stock ganadero, acentuada por los precios relativos favorables a la producción agrícola
y por los efectos de la sequía.
La desaparición de productores ganaderos (unos 4300 sólo en la Provincia de Buenos Aires desde
2003) y la disminución del stock en toda la zona pampeana (6% en el último año) anticipan
problemas para el abastecimiento en el futuro inmediato. Algunos analistas discuten si la restricción
de oferta se observará en los próximos meses o a inicios del próximo año.
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Cuadro 1
Cabe preguntarse, a la luz de lo expuesto sobre la evolución de los precios de los
alimentos y el aumento de su consumo, cuáles son las consecuencias presentes y futuras
para los consumidores de una corrección de las políticas distorsivas.
Como primera aproximación se calculó la canasta de consumo correspondiente a los
años 96-97, última encuesta de ingresos y gastos de las familias publicada, a los precios
de 2009, por decil de ingreso. A este conjunto de canastas se las comparó con el ingreso
medio por decil del 2007, último dato publicado por el INDEC, actualizado por el
Índice de Variación Salarial que publica la misma fuente.
Gráfico 15
0
2,000
4,000
6,000
8,000
10,000
12,000
1er decil 2do decil 3er decil 4to decil 5to decil 6to decil 7mo decil
8vo decil 9no decil 10mo decil
Ingreso de los hogares y valor de la canasta de consumo Por decil de Ingreso
$ de Septiembre 2009
Canasta de Consumo
Ingreso Familiar
Fuente: elaboración propia sobre datos INDEC
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Un primer problema que aparece en el análisis de estos datos es que recién el octavo
decil está en condiciones de comprar la canasta completa. Se puede pensar que el Ïndice
de variación salarial subestima lo que ocurre para la población en general, que
comprende no sólo asalariados sino a los cuentapropistas y pasivos. Con todo, las
diferencias hasta el cuarto decil son lo suficientemente grandes como para alertar sobre
la imposibilidad de ese 40% de la población de mantener su patrón de consumo.
Para ese 40% se puede suponer que en la medida en que deba recortar sus gastos elegirá
hacerlo hacia los bienes básicos de la canasta, que incluyen a los alimentos y a los
servicios básicos. Por lo tanto, a continuación, se calculó una canasta de consumo
“reducida”, donde se excluyeron los gastos de esparcimiento, mantenimiento de la
vivienda, educación privada, etc. El nuevo cálculo indica que el valor de la canasta es
aún mayor al de la canasta completa actualizada del 96-97.
Gráfico 16
Fuente: elaboración propia sobre datos INDEC
Este era un resultado esperado ya que varios de los productos excluidos corresponden a
servicios que se mantuvieron rezagados respecto del promedio y que, además, los
alimentos a nivel minorista han tenido un aumento (modesto) frente al promedio.
Otra alternativa sería pensar que los consumidores de los primeros cuatro deciles han
aumentado su probabilidad de caer en la pobreza y, en los casos más severos, en la
indigencia, y entonces cabe compararlos con las canastas “teóricas” respectivas.
Nuevamente, al estar las canastas de pobreza e indigencia concentradas en alimentos,
sus valores son relativamente altos (ver gráfico 17). En ese caso, el primero y segundo
14
decil estarían modificando su canasta sin poder alcanzar, no obstante, los niveles
alimentarios y de calidad de vida de la canasta de pobreza.
Gráfico 17
Fuente: elaboración propia sobre datos INDEC
En síntesis las familias, que pueden haber “maniobrado” su presupuesto pasando de
primeras a segundas marcas de alimentos y concentrándose en los alimentos básicos,
estarán en el mejor de los casos, para un 20 a un 40% de la población en una situación
alimentaria vulnerable.
A la conclusión anterior hay que sumar ahora el análisis de precios de la primera
sección, en el que se indicaba que se enfrentan problemas potenciales de oferta y un
eventual acomodamiento de precios a los precios internacionales que podría llevar a un
aumento de los precios de los alimentos minoristas.
Un ejercicio sencillo consiste en ver qué aumento de precios mayoristas correspondería
a un acomodamiento de los precios locales a los niveles internacionales y trasladar ese
aumento al nivel minorista, para aplicarlo a las canastas de la población vulnerable. Los
productos seleccionados son, nuevamente, la carne vacuna, el trigo y el maíz y los
lácteos. Esos resultados se muestran en el cuadro siguiente.
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1er decil 2do decil 3er decil 4to decil
Alimentos seleccionados 5.4 5.2 4.6 4.3
Alimentos total 2.9 2.8 2.4 2.2
Canasta de Consumo 2.3 2.1 1.7 1.5
Alimentos seleccionados 10.8 10.4 9.3 8.7
Alimentos total 5.9 5.6 4.8 4.3
Canasta de Consumo 4.5 4.3 3.4 2.9
Alimentos seleccionados 8.5 8.3 7.3 6.8
Alimentos total 4.7 4.5 3.8 3.4
Canasta de Consumo 3.6 3.4 2.7 2.3
Alimentos seleccionados 8.8 8.6 7.6 7.1
Alimentos total 4.8 4.6 3.9 3.5
Canasta de Consumo 3.7 3.5 2.8 2.4
Alimentos seleccionados 14.2 13.8 12.2 11.4
Alimentos total 7.8 7.4 6.3 5.7
Canasta de Consumo 6.0 5.7 4.5 3.9
Alimentos seleccionados 12.0 11.7 10.3 9.5
Alimentos total 6.5 6.3 5.3 4.7
Canasta de Consumo 5.1 4.8 3.8 3.2
50% en carnes / 100 % en lácteos y trigo
50 % a precios al consumidor
100 % a precios al consumidor
50% en carnes / 100 % en lácteos y trigo
Impacto sobre el consumo de los hogares a partir del passthrough de precios de
exportacion a precios mayoristas
Escenarios alternativos
En % - Por decil de Ingresos
Sin modificación de retenciones
Con modificación de retenciones
50 % a precios al consumidor
100 % a precios al consumidor
Fuente: elaboración propia sobre datos INDEC y FMI
Ahora bien, es muy probable que ante un aumento de los precios, los consumidores aún
en los rangos de ingresos más altos recorten su consumo, presionando menos sobre la
oferta y que los integrantes de la cadena de comercialización reduzcan en parte sus
márgenes. De este modo, los aumentos del cuadro pueden no realizarse completamente
en la economía real, pero sí se manifestarán como presiones en los mercados
produciendo ajustes y acomodamientos, con consecuencias para los hogares de menores
ingresos.
En la primera parte del cuadro, se supone que los precios internacionales se trasladan a
los locales minoristas bajo tres hipótesis alternativas (50% que es lo que se ha
observado en los mercados internacionales en promedio; 100%, como caso extremo; y
una mezcla de ambos porcentajes, según el punto de partida de la oferta del producto,
ofertas más afectadas en el período anterior requerirán señales de precios muy claras en
16
el período siguiente para llevar a cabo inversiones y aumentar sus volúmenes). En la
segunda parte del cuadro se suma al “sinceramiento” de precios anterior, la reducción a
cero de las retenciones a la exportación.
Si se concentra la atención en el primer decil de ingresos, el más pobre, el aumento del
valor de la canasta fluctúa entre un 2,3% y un 6% real. Es decir que, para poder compra
la nueva canasta de consumo en ese decil, se debería producir un aumento equivalente
de ingresos reales. Como se logrará este aumento depende de la evolución del resto de
los precios y de los ingresos nominales. Sin embargo, en una economía donde el ingreso
per capita ha crecido un 1,8% anual como promedio en los años que van entre 1993 y
2009, este aumento potencial del precio de los alimentos aparece como difícil de
financiar y suma una preocupación adicional a las políticas públicas, particularmente a
las sociales.
3. Consideraciones finales sobre el rol de la Argentina como productor mundial
de alimentos
En los 40 años que van entre 1960 y 2000, la población mundial se incrementó en 3.000
millones, alcanzando hacia el 2000 los 6.071 millones. Este crecimiento poblacional a
un ritmo medio anual del 1.7% fue acompañado de un creciente proceso de
urbanización de la población a nivel global; la población urbana pasó de representar el
33% hacia comienzos de la década de los sesentas a algo más del 47% de la población
total hacia fines de siglo. Estos dos hechos adquieren relevancia en materia de
alimentaria por dos razones, la primera y más evidente se refiere a que una mayor
población necesita mayores volúmenes de alimentos para subsistir, y la segunda se
refiere a los cambios en los patrones productivos y de alimentación de la población. En
cuanto a la evolución del patrón alimentario global, en cuatro décadas el consumo anual
per capita de cereales se incrementó en 18 kilogramos, el de oleaginosas en 2
kilogramos, y el de carne vacuna mostró cierta estabilidad. A escala global, este
aumento en los consumos per capita conjuntamente con el aumento de la población hizo
que el consumo mundial de cereales se elevara en 521 millones de toneladas y el de
oleaginosas y carnes en alrededor de 27 millones de toneladas en cada caso; puesto en
otros términos, el consumo mundial de cereales en 2000 era 2.28 veces el de 1960,
mientras que el de oleaginosas era de 2.8 veces y el de carnes se había duplicado.
Mientras que en 1960 el mundo consumía 2.253 calorías diarias por persona, hacia 2000
consumía 2.789 calorías diarias. Finalmente, merece mencionarse que de acuerdo a
estimaciones de la División de Población de las Naciones Unidas, hacia 2030 el 61% de
la población mundial habitará en ciudades, y la población total alcanzará a los 8.000
millones.
Los aumentos de consumo han sido abastecidos, mayoritariamente vía aumentos de la
producción local. Mientras el comercio de cereales se ha mantenido en torno de un 10-
12% de una producción mundial creciente, las oleaginosas que se transforman en aceite
y alimentos para animales, en particular aves y cerdos, aumentó desde niveles del 15 al
20%.
Esta mirada panorámica permite hacer, al menos, un par de comentarios sobre la
oportunidad de negocios agroindustrial. En primer lugar, no es igual para todos los
productos y, en los últimos años, ha favorecido significativamente más a los
17
oleaginosos asociados a la producción de aceites y carnes, más relacionados a mejoras
en el consumo derivadas de aumentos en el ingreso, más que del mero acceso a una
alimentación adecuada. En segundo lugar, la presión sobre los precios desatará muy
probablemente una nueva onda de respuestas tecnológicas como la de la revolución
verde. Esta revolución explica el impresionante crecimiento de Asia, observable en el
primer gráfico, por la mejora en los rendimientos del arroz. Su gestor fue el premio
Nobel de la Paz Norman Borlaug, que acaba de fallecer, y que legó a la humanidad nada
menos que el haber salvado de la muerte por hambre a más de 240 millones de
personas. Si esa ampliación de la producción fue posible entre los 60 y 70, con
tecnologías sencillos pero bajo los incentivos adecuados, también podemos confiar en
que una tecnología más potente como la actual, vuelva a lograrlo en el presente.
La Argentina viene desertando de los mercados internacionales agroalimentarios en un
contexto en el que el mundo discute los problemas de crisis en el precio de los
alimentos y seguridad alimentaria. Desde países como Brasil, se descuenta una buena
oportunidad para aprovechar estos cambios favorables a los alimentos en el comercio
mundial. Brasil, con un sentido de largo plazo y sin dejar pasar un minuto se ha ido
construyendo un espacio de liderazgo en un número cada vez más amplio de productos
agroindustriales. Ello no ha significado, por otro lado, que el país perdiese su condición
de fuerte exportador de productos industriales.
4. Consideraciones finales
Las diferencias en las preferencias, los niveles de ingreso y la disponibilidad de cada
tipo de alimento se reflejan en precios relativos diferentes entre los componentes de la
canasta alimentaria entre países, reduciéndose la importancia del gasto en alimentos en
la canasta total de consumo a medida que aumentan los ingresos medios de la
población.
No obstante, estos promedios esconden las dificultades que, potencialmente, puede
crear un aumento generalizado del precio de los alimentos en los niveles de ingreso más
bajos de la sociedad. Las poblaciones vulnerables difieren por países, siendo muy
reducidas para los países avanzados y para aquéllos que, como Chile han puesto un
fuerte énfasis en los programas de reducción de la pobreza.
Aparece claramente, entonces, que tanto la disponibilidad como los precios de los
alimentos son importantes y que su importancia se vuelve básica en la definición del
poder de compra de los estratos sociales de ingresos bajos.
En el caso de la Argentina, proveedor excedentario de alimentos, ninguno de estos
aspectos debería crear amenazas o desafíos ni a la sociedad ni a las políticas. Sin
embargo, los desaciertos en las políticas agroindustriales de los últimos años y el
aumento de la pobreza abren una duda razonable sobre las dificultades que podemos
enfrentar en el futuro inmediato. Los ejercicios realizados han permitido cuantificar en
parte la amenaza que se enfrenta.
En este contexto, la repetición de una política de control de precios y oferta tendría
graves consecuencias para el abastecimiento futuro y para la sostenibilidad del sistema
agropecuario en su conjunto. Como alternativa, la formulación de una política
18
inteligente de abastecimiento para el consumo local y el aprovechamiento de las
oportunidades de exportación es un camino que está disponible según se sigue de los
ejemplos de Uruguay y Brasil.
Para el próximo bienio la Argentina enfrenta el doble problema de mantener los
consumos internos de los alimentos a precios accesibles y seguir siendo un proveedor
confiable internacional.
Nuestro análisis sugiere que:
Un porcentaje importante de la población entre un 20 y un 40%, se encuentra en
condiciones de vulnerabilidad de su canasta alimentaria.
Los precios mayoristas de los productos agropecuarios y de los alimentos no
reflejan la situación internacional debido a fuertes distorsiones de política.
La corrección de los precios involucra aumentos de valor de la canasta de
consumo que, para no afectar la calidad de vida más allá de las situación actual,
deberán ser acompañados de aumentos reales de ingresos más importantes de los
que han sido usuales en nuestra historia reciente.
La situación excede los temas sectoriales, e involucra en su solución tanto a la política
macroeconómica como a las sociales. Por su parte, las políticas agroindustriales deberán
ser lo suficientemente creativas como para cumplir con los dos objetivos de abastecer al
mercado local y aumentar las exportaciones sin crear, como recientemente, conflictos
para el futuro.
Referencias seleccionadas:
-Alfaro, D. y M. Olivera. 2009. Las políticas comerciales de América Latina ante las
variaciones de precios de los alimentos. Instituto de Economía. Serie Documentos de
Trabajo DT 01/09. Universidad de la República. Montevideo.
-Britos, S. y R. Costa. Seguridad alimentaria y nutricional y políticas públicas. El caso
argentino 2001-2007. FAO- Iniciativa América Latina Sin Hambre.
-Farm Foundation. What´s Driving Food Prices. March 2009.
- von Braun, J. El aumento en el precio de los alimentos ¿qué hacer?. IFPRI Perspectiva
de Políticas Alimentarias • Abril 2008
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