05.1 Neptuno, el Último Gigante

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1 PROYECTO TECNOLÓGICO GRUPO 02 | NEPTUNO UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE HONDURAS FACULTAD DE CIENCIAS ESPACIALES DEPARTAMENTO DE ASTRONOMÍA Y ASTROFÍSICA PROYECTO TECNOLÓGICO DEL AULA: PTA 02: Astronomía Para Novatos DAAF/AN-111/PTA-02 NEPTUNO EL ÚLTIMO GIGANTE Antes de ser descubierto por William Herschel en 1781, el planeta Urano ya había sido detectado, aunque fue confundido con una estrella. Gracias a los datos que se poseían, se pudo calcular su órbita. Observaciones continuadas a lo largo de las siguientes décadas mostraron que Urano se desviaba de su trayectoria prevista, perturbación que fue explicada por la existencia de un octavo planeta más lejano, todavía sin descubrir. A partir de esa hipótesis, uno de los mejores “mecánicos celestes” franceses, Urban Jean Joseph Le Verrier (1811-1877), del Observatorio de París, calculó en 1845 la posición del planeta invisible. El 23 de septiembre de 1846, J. Galle y H. L. d´Arrest, astrónomos del Observatorio de Berlín, hallaron un astro desconocido cerca de donde Le Verrier había previsto que estaría el planeta. Fue llamado Neptuno. Es justo reconocer que el astrónomo inglés John Couch Adams (1819-1892), de la Universidad de Cambridge, también calculó la existencia de Neptuno entre 1843 y 1845, y en una posición muy cercana a la predicha por el científico francés. Sin embargo, distintos problemas retrasaron su búsqueda, por lo que el crédito final fue para Galle y la predicción de Le Verrier. Urano y los primeros asteroides se habían hallado por casualidad, pero Neptuno fue encontrado en una posición calculada matemáticamente a partir de las perturbaciones gravitatorias observadas en la órbita de Urano, por lo que su descubrimiento supuso uno de los mayores triunfos de la mecánica celeste newtoniana.

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1 PROYECTO TECNOLÓGICO GRUPO 02 | NEPTUNO

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE HONDURAS

FACULTAD DE CIENCIAS ESPACIALES

DEPARTAMENTO DE ASTRONOMÍA Y ASTROFÍSICA

PROYECTO TECNOLÓGICO DEL AULA:

PTA 02: Astronomía Para Novatos

DAAF/AN-111/PTA-02

NEPTUNO

EL ÚLTIMO GIGANTE Antes de ser descubierto por William Herschel en 1781, el planeta Urano ya había

sido detectado, aunque fue confundido con una estrella. Gracias a los datos que

se poseían, se pudo calcular su órbita. Observaciones continuadas a lo largo de las

siguientes décadas mostraron que Urano se desviaba de su trayectoria prevista,

perturbación que fue explicada por la existencia de un octavo planeta más lejano,

todavía sin descubrir.

A partir de esa hipótesis, uno de los mejores “mecánicos celestes” franceses, Urban

Jean Joseph Le Verrier (1811-1877), del Observatorio de París, calculó en 1845 la

posición del planeta invisible. El 23 de septiembre de 1846, J. Galle y H. L. d´Arrest,

astrónomos del Observatorio de Berlín, hallaron un astro desconocido cerca de

donde Le Verrier había previsto que estaría el planeta. Fue llamado Neptuno.

Es justo reconocer que el astrónomo inglés John Couch Adams (1819-1892), de la

Universidad de Cambridge, también calculó la existencia de Neptuno entre 1843 y

1845, y en una posición muy cercana a la predicha por el científico francés. Sin

embargo, distintos problemas retrasaron su búsqueda, por lo que el crédito final fue

para Galle y la predicción de Le Verrier. Urano y los primeros asteroides se habían

hallado por casualidad, pero Neptuno fue encontrado en una posición calculada

matemáticamente a partir de las perturbaciones gravitatorias observadas en la

órbita de Urano, por lo que su descubrimiento supuso uno de los mayores triunfos

de la mecánica celeste newtoniana.

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Apenas un siglo y medio después, el último planeta gigante del Sistema Solar fue

visitado por primera, y hasta ahora única vez, por una sonda espacial el 29 de

agosto de 1989. Se trataba de la Voyager 2, el explorador interplanetario más

exitoso hasta la fecha, pues desde su lanzamiento en 1977 ha visitado los cuatro

planetas gaseosos: Júpiter en 1979, Saturno en 1981, Urano en 1986 y Neptuno en

1989. Actualmente, este vehículo espacial de la NASA todavía funciona y sigue

retransmitiendo datos desde la frontera más externa del Sistema Solar. De hecho,

gran parte del conocimiento actual sobre Neptuno procede de la misión Voyager

2, aunque desde entonces estudios realizados con el Telescopio Espacial Hubble y

otros grandes observatorios terrestres han permitido aumentar este bagaje.

Situado a una distancia media del Sol unas treinta veces mayor que la que separa

la Tierra de nuestra estrella, Neptuno es el último y más lejano de los planetas

gaseosos gigantes del Sistema Solar. Con 49.532 km de diámetro, es también el más

pequeño de esta familia, pero se da la circunstancia de que su densidad (1,64

g/cm³) es superior a la de Urano y Saturno, por lo que se especula con que su

hipotético núcleo rocoso debe tener un tamaño mayor que el de ellos, con una

masa probablemente similar a la de la Tierra.

La composición interna de Neptuno es análoga a la de Urano: una mezcla de hielo

y roca con un 15% de hidrógeno y algo de helio. Al igual que Urano, parece ser

bastante homogéneo en la distribución interna del material. La atmósfera está

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compuesta en su mayor parte de hidrógeno, helio y una pequeña cantidad de

metano, gas que absorbe la luz roja del Sol produciendo el característico tono

azulado de las nubes de Neptuno, tan evidente en las imágenes del Voyager 2.

Como los otros planetas gigantes, Neptuno posee fuertes vientos en bandas

latitudinales, mostrando ocasionalmente grandes tormentas de tipo ciclónico. La

velocidad de los vientos, además, es la más alta registrada en el Sistema Solar:

alcanza los 2.000 km/h. ¿Por qué esta elevada velocidad, a pesar de su enorme

distancia al Sol? En teoría es la radiación de la estrella el motor principal para

calentar la atmósfera y generar los vientos. Neptuno, de un modo parecido a sus

compañeros gaseosos, posee una fuente interna de calor que radia al exterior el

doble de la energía que recibe del Sol. Sin embargo, esta fuente de calor tampoco

parece suficiente para explicar los potentes vientos. Junto a su peculiar campo

magnético –en ángulo con su eje de rotación, y descentrado del núcleo del

planeta, exactamente igual que Urano– son dos de las grandes cuestiones que

plantea a los astrónomos.

El sobrevuelo cercano de la Voyager 2, apenas a 5.000 km del polo Norte

neptuniano, permitió añadir seis satélites más a los dos ya conocidos (actualmente

la suma total de sus lunas es trece), además de confirmar la existencia de un

sistema de anillos oscuros en torno al planeta, intuidos parcialmente desde la Tierra.

Entre los satélites, destaca Tritón el cual, con 2.700 Km de diámetro, posee una

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atmósfera extremadamente tenue y, lo más curioso y totalmente inesperado, una

especie de géiseres activos. Estos expulsan quizás nitrógeno líquido (la temperatura

de Tritón, a esas enormes distancias del Sol, es de unos 235 grados bajo cero),

habiendo observado Voyager 2 unos chorros de hasta ocho kilómetros de altura.

Este "criovulcanismo", como lo denominan los geólogos planetarios, es uno de los

mayores misterios del Sistema Solar.

Neptuno, aunque no sea visible sin instrumentos, es relativamente sencillo de

localizar con prismáticos si sabemos dónde y cuándo mirar. A lo largo de este mes

de septiembre, se encuentra en medio de la constelación zodiacal de Capricornio,

visible desde primeras horas de la noche mirando hacia el sur. Una fecha

interesante para intentar encontrarlo es la noche del viernes 24 de septiembre (justo

el 158º aniversario de su descubrimiento), cuando la Luna Creciente se hallará en

Capricornio, bastante próxima a la posición del planeta.

En el mapa adjunto se nombran las principales estrellas de la parte oriental de la

constelación con su magnitud entre paréntesis. Son visibles a simple vista y pueden

ayudarnos a localizar a Neptuno. Las demás, más débiles, también sirven para

ubicarlo. El planeta –dentro del círculo en el mapa– se encontrará a las 22 horas de

ese día (hora peninsular) a unos 30 grados de altura sobre el horizonte, y a un

acimut de 163 grados (o sea, dirección SSE). Con una magnitud de 7,9, parecerá

una simple estrella en el límite de detección de unos binoculares normales de 50

mm. Es casi imprescindible que éstos se apoyen en un trípode u otro tipo de sujeción

estable.

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El uso de un pequeño telescopio ayudará bastante a localizarla, pero su lejanía (en

ese momento, a 29,4 Unidades Astronómicas, o casi 4.400 millones de kilómetros de

distancia) determina que su tamaño angular aparente apenas supere los dos

segundos de arco, por lo que el disco del planeta será casi invisible. Esta misma

lejanía hace que el año de Neptuno, el tiempo que tarda en rodear el Sol, sea de

casi 165 años terrestres, por lo que se da la paradoja de que todavía no ha

transcurrido un año neptuniano desde que Galle y Arrest lo descubrieran en 1846.

Esta efeméride se cumplirá en 2011. ¿Se habrá planeado para entonces una nueva

misión espacial a este lejano y fascinante mundo?

EL AUTOR Ángel Gómez Roldán es Divulgador científico especializado en astronomía y

ciencias del espacio, y director de la revista "AstronomíA".

GLOSARIO Órbita

Gravedad

Sistema solar

Sol

Campo magnético

Helio

Hidrógeno

Nitrógeno

Perturbaciones

BIBLIOGRAFÍA:

Gómez Roldán, Ángel. CaosYCiencia.com 23-09-2004 “Neptuno, el Último

Gigante”. Disponible en:

http://www.caosyciencia.com/ideas/articulo.php?id=230904

[Consulta: 17-04-2015]