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Arcoíris

Cuerpo B

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Karol Chipana Cruzado

Comunicación de Moda

0116162

Comunicación Oral y Escrita

Prof. Pedro Guillaume Dozo

2021 - 1

Proyecto Integrador

Arcoíris

Cuerpo B

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Arcoíris

“Urge que la tierra se llene de cantores, poetas, soñadores, hombres y mujeres que nos digan que

la vida merece la pena vivirla. Todos llevamos en el alma un cantor, un poeta, un soñador” –

Desconocido

n la ciudad más importante de la sierra del Perú, a 3 280 msnm, entre los distritos

de San Agustín de Cajas y San Pedro de Saño, con un cielo único donde sus

nubes son como grandes motas de algodón, se respira un aire tan puro, lejano

de los ruidos de bocinas y el tráfico que se vive en la capital, se encuentra Hualhuas. Lugar

reconocido como la “Cuna de Artesanos” en la región, a pesar de que la situación actual

haga dudar a muchos de ello, al menos es lo que era en el pasado. Un lugar con

tradiciones. Entre sus bailes se destacan la “Chonguinada” y los “Avelinos” los cuales son

parte de la tradición de las familias locales y su descendencia.

En el número 856 del Jr. San José, encuentras la casa de Lucio, con su techo a dos aguas,

característico de todas las casas del pueblo, cercada con una pared no tan alta, con una

rejita que al pasar te encuentras con el jardincito, que en el pasado estuvo lleno de rosas

de diversos colores y un arbolito de manzano que con mucho cariño cuidó Elsa, su esposa.

Tienen un balcón donde se observa la puna llena de árboles que forman un bosque de

eucaliptos en un camino que parece nunca terminar y muy cerca de la plaza principal del

pueblo.

Él es el hermano intermedio de tres, tiene un hermano y una hermana. De niño, él era

introvertido, tímido, generoso, estudioso, responsable y un amante del deporte. El que más

disfrutaba era el fútbol. Uno de sus sueños era llegar a jugar en el Estadio Nacional. Nació

en un hogar cálido y rodeado de artesanos. Cada familia contaba con 2 ó 3 telares donde

realizaban sus tejidos a base de lana de oveja y alpaca. Sus conocimientos de tejido

pasaban de generación en generación y él no fue la excepción.

A medida que fue creciendo, perdió la timidez, era muy amigable, respetuoso e

independiente. Trabajó en la mina de Huarón y por cuestiones del destino tuvo la

oportunidad de conocer al amor de su vida, se casó joven y tuvo seis hijos. Algo curioso

con respecto a los nombres de sus pequeños es que solo la mayor tuvo la suerte de que

su nombre empezara con G ya que de los cinco restantes fueron con E. Todos muy

cortitos, a lo mucho de 4 letras, según Lucio para que no olvidaran escribir sus nombres

en sus exámenes. Siempre fue muy dedicado a su familia y con ellos continuó la tradición

de la textilería. Para la realización de los diversos tejidos como mantas, tapices, cortinas

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entre otros la herramienta principal era el telar, un equipo manual de madera, que tenía

una serie de hilos que parecían una tela de araña. Para adquirir la materia prima, se

trasquilaban alpacas y ovejas que eran criadas en las alturas de Huancavelica, Ayacucho

y Puno, siendo muy selectivos con la lana, pasando luego a realizar el hilado en la rueca

o pushka, una técnica ancestral de los artesanos, convirtiendo así la lana en hilos de

diversos grosores para los diferentes trabajos, para almacenarlos en madejas, lavarlos y

así tenerlo disponible para el tejido. Los colores de la lana de alpaca se mantenían

naturales e intactas, como el blanco, negro, café, habano y gris. La variedad de colores

era gracias a la lana de oveja, que para teñirla se hacía uso de plantas y hierbas, como la

retama, de la que se obtiene el color amarillo; la cochinilla, que se obtiene de la penca de

la tuna, da el color rojo en diversas variedades entre otros. Con ayuda del alumbre, los

colores quedaban fijados en la lana. Siempre apostando por lo natural. La inspiración de

sus diseños eran las diferentes culturas de sus antepasados y la naturaleza. Una vez

realizado el boceto y con todos los elementos listos, era hora de empezar a tejer, donde

pies y manos trabajan en paralelo.

Esta actividad junto con la agricultura, eran las actividades de las cuales subsistía la

población de Hualhuas. En el caso de Lucio, adicional al tejido, con seis hijos al hombro y

por su amor en querer brindarles algo mejor, tuvo que recurrir a otro trabajo, es por ello

por lo que se desempeñó en tareas administrativas en un colegio cerca al pueblo. Estos

tejidos eran vendidos los días domingo en diferentes ferias artesanales de Huancayo, la

capital, ubicado a 12 km., donde turistas extranjeros asistían a comprar, ya que conocían

la calidad del producto. Eran muy bien cotizados en su época.

Todo iba bien hasta los años 70. La situación cambió para los pobladores, su materia prima

empezó a escasear con la llegada de la industrialización de los hilos para consumo

nacional y la venta de tintes industriales. Era tiempo de organizarse y no darse por vencido,

era momento para luchar por lo que habían trabajado. Fue así como motivó a un grupo de

artesanos a unirse para pedir ayuda a las autoridades. Se contactaron con el Ministerio de

Industria explicándoles su situación y solicitando su ayuda en las gestiones necesarias

para seguir contando con la materia prima. Pasó el tiempo, y la dejadez de estas

organizaciones los dejó de nuevo en situación de escasez. Lo poco que podían conseguir

a través de proveedores era impagable. Estos se aprovechaban de la situación difícil que

los artesanos estaban viviendo. La situación estaba tornándose cada vez más complicada.

Lucio no podía quedarse de brazos cruzados y volvió a contactarse con el Ministerio de

Industria, pero esta vez con un nuevo plan, los artesanos querían tener la oportunidad de

ir a las zonas de crianzas de alpacas para comprar algunas y llevarlas a Hualhuas para

que pudieran tener la materia prima a su alcance. Este fue un plan exitoso, se compraron

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alpacas machos, hembras y tiernos. Para el pueblo, este era un día de fiesta. Habían

logrado algo que jamás habían pensado, ahora tendrían sus propias alpacas. Para ello se

organizaron, buscaron un lugar en Hualhuas que cumpliera con las condiciones

ambientales para ellos, quienes se harían cargo de la crianza, del alimento, construyeron

una casita para los cuidadores. En una puna cercana, cercaron el lugar. Consideraron

todos los detalles necesarios. Lucio hizo coordinaciones hasta con el Ministerio de

Transporte para que hicieran un camino que facilitara la llegada hasta la puna. Todos

salieron al recibimiento de los animales y con algarabía los guiaron hasta su nuevo hogar.

Los pobladores no podían contener su alegría. “¡Traeré a las alpacas por esta puerta y tú

por la otra!”, era un ejemplo de un trabajo en equipo. Lo único que buscaba con todo esta

era el progreso de su pueblo. Más oportunidad para todos de salir adelante y que el talento

del pueblo siga siendo reconocido.

Llegó los años 80 y con esto, una crisis social. El terrorismo estaba en su etapa más álgida,

era el inicio de la época más sanguinaria de la historia del país. Estos grupos querían

liderar cada pueblo, tenían el afán de aniquilar a toda persona, a toda autoridad que

buscaba la prosperidad de los pueblos, atacaban bienes privados y del estado, a la

población civil de bajos recursos y a los militares. No querían dirigentes en una comunidad

y mucho menos de uno que sea simpatizante del partido Aprista. Lucio era uno de ellos.

Entre los años 85 y 88, fue amenazado en muchas oportunidades, solo y con la comunidad

presente en una reunión en la puna; estos grupos ya estaban incursionando a nivel

nacional. Una tarde, el cielo lucía gris, parecía que una tormenta se avecinaba, el pueblo

se encontraba reunido para supervisar la producción y los animales, como solían hacerlo

cada dos semanas, cuando de pronto aparecieron ellos, armados y encapuchados,

características conocidas de estos grupos subversivos. Tomaron por la fuerza al alcalde y

a otros dirigentes, entre ellos se encontraba Lucio, y los arrodillaron en el centro de todos

los presentes. Fue un momento de tensión, nadie sabía cómo iba a terminar, esos minutos

se hicieron eternos. Los ataron de manos, les vendaron los ojos y los apuntaron con sus

ametralladoras en la cabeza. El objetivo era fusilarlos. Sus vidas pendían de un hilo. Eran

5 contra los presentes, no se amilanaron y protestaron por la vida de sus representantes.

Estaban muertos de miedo, sabían que esta situación podía escaparse de sus manos,

pero no les importó. Gritaron: “ellos no son corruptos”, “por favor, no lo hagan”, “solo

quieren el bienestar de nuestro pueblo”. ¿Los mataron después de escuchar este pedido?

No, pero a cambio de ello se llevaron todos sus animales y les ordenaron renunciar a sus

cargos porque no querían escuchar más de la existencia de dirigentes en Hualhuas y se

fueron. Todos los presentes volvieron a sus casas con sentimientos encontrados, no

tenían materia prima para seguir trabajando, pero estaban con vida. Lucio no comentó

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nada a su familia para no preocuparla. Pasaron los días, Lucio seguía yendo a trabajar,

pero no dejaba de pensar que habían pasado tantas dificultades y estaban un paso atrás

nuevamente. Por un momento, pensó en tirar la toalla, pero sabía que esa no era una

opción para él. Terco y fiel a su convicción tenía que pensar en una nueva estrategia que

beneficiara a todos. Fue así como se nace “Arcoíris”, la Asociación de Artesanos de

Hualhuas, que fue registrada en el Ministerio de Industria, buscando de esta manera el

apoyo del gobierno. Fue un éxito, el trabajo se incrementó y empezaron su participación

en diversas ferias de la región logrando de esta manera que sus productos empezaran a

venderse también en el exterior. Todo iba de viento en popa.

Una noche fría de febrero, en casa, Lucio y una de sus menores hijas, Ela, con quién solía

tejer por las noches, se encontraba hilando y él trabajando en el telar, acompañados por

el sonido de la llovizna. De repente Ela decidió poner un poco de agua a calentar para

preparar unos cafés. Tomó la tetera, estaba por abrir la puerta de la habitación que daba

a la escalera exterior de la casa, cuando vio una sombra a través de los vidrios de la puerta,

quedó anonadada. Su papá se levantó del telar y le dijo: “tranquila, no te asustes y

obedece a todo lo que te dicen”. De pronto golpearon la puerta bruscamente, eran ellos

nuevamente. Abrió la puerta e ingresaron 3, vestidos con uniformes de faena, guantes y

pasamontañas que solo dejaban ver sus ojos rojos de poco dormir, armados con

metralletas y con una actitud autoritaria, a quién Lucio les dijo: “Vamos a conversar

tranquilos, mi hija no sabe nada, con calma, ¿qué pasa?”. Ellos respondieron de manera

agresiva y soez. Dos de ellos lo apuntaron a él y el otro a su hija. “¿Por qué nos

traicionaste?”, era todo lo que repetían. Lucio se encontraba confundido, no entendía a

qué se referían y respondía: “yo no los traicioné. Yo nunca los traicioné”. Enfurecidos, lo

empujaron fuera de la habitación a él y a su hija e insistían: “tú nos traicionaste”. Fue

cuando desde el balcón pudo apreciar la casa rodeada de muchos más de ellos y en el

jardín había otros más. De dos patadas, él y su hija estaban abajo. En medio del jardín,

entre el arbolito de manzano y las rosas, a él lo hicieron arrodillarse mientras apuntaban

en el pecho a su hija que se encontraba contra una pared llorando desconsoladamente

consternada y con la cabeza llena de ideas por lo que venía pasando en pueblos aledaños,

donde los terroristas mataban a dirigentes dejando sus cuerpos atados a postes o

colgados de árboles. Nuevamente el mismo discurso: “Tú nos traicionaste”, a lo cual él

seguía respondiendo que no. Llenos de ira empezaron a patearlo, a golpearlo, cabeza,

espalda, estómago. Él seguía gritando: “yo no los traicioné, nunca los traicioné”. Su hija,

pedía que por favor no le pegaran más, hasta que Lucio les dijo: “mátenme si quieren, pero

yo no los traicioné”. Un silencio repentino, lo levantaron y junto con su hija los sacaron de

la casa para llevarlos a la plaza central que estaba a pocos metros de ahí. El tiempo

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pasaba y se sentían rozando a la muerte. Los vecinos, encerrados en sus casas a oscuras

escuchaban lo sucedido y sin poder hacer algo. Él y ella estaban separados por unos 20

metros, rodeados por alrededor de 40 de ellos “aquí te vamos a matar porque nos

traicionaste”, le dijeron a lo que Lucio respondió: “no, no y no”, cuando de pronto un vecino

encendió un farol en su balcón, fue un rayo de luz entre tanta oscuridad. Ellos le gritaron

un mensaje ofensivo acompañado de un disparo al aire. Sentían que sus minutos estaban

contados, era angustiante. Sin entender que idea cruzó por sus cabezas, los regresaron a

casa. Registraron todo dejándolo de cabeza, le pidieron su arma y él se negó de poseer

una, fue cuando su hija recordó que una semana antes él se la había entregado y le pidió

que la escondiera, en ese instante entendió que él sabía que vendrían a buscarlo.

Exhaustos de no encontrar algo que les fuera útil en casa se presentaron indicando que

eran de Sendero Luminoso y los obligaron a leer y cantar el himno de su líder. Temblando

de miedo lo hicieron, pidiendo en sus mentes que esto terminara pronto. Amenazaron con

volver en 15 días, tenían detalles acerca de cada uno sus hijos y sabían que dos de ellos

eran militares por lo cuál le exigieron que les consiguieran armas, medicinas y dinero.

Herido y maltrecho fue como lo dejaron. Desconfianza, susto e incertidumbre es lo único

que sentían. Esto fue la gota que derramó el vaso, era hora de partir, no podía exponer a

su familia a pesar del amor que sentía por su tierra. En Lima se encontró con Elsa, su

esposa e iniciaron una nueva vida en casa de su hijo Ego. A los días, los alcanzó también

su hija Ela acompañada de su nieto. Fue un cambio inesperado, pero este no fue motivo

para dejar de tejer, lo siguió haciendo con sus dos hijas menores y su esposa. Sin poder

volver a Hualhuas por muchos años siguió trabajando por el desarrollo de la asociación.

Viajó a Alemania, Francia, España e Italia promoviendo los tejidos hualhuinos. Con el

pasar del tiempo los hijos de muchos artesanos partieron en búsqueda de mejores

oportunidades dejando un número reducido de artesanos activos. Lucio dio todo por su

pueblo: trabajó por la artesanía, gestionó la construcción del jardín de niños, fundó la

Asociación de Avelinos. Interesado siempre en promover la educación, la cultura y el

folklore. Fue un ejemplo para el pueblo donde siempre preguntaba alguien por él, aunque

no lo conociera recordándolo con cariño y respeto, como para su familia. Su amor

incondicional por Elsa es algo a destacar. Fue la voluntad de Dios que hace 5 años lo

detuvo, dejándolo con la frustración haber hecho más, y no sus ganas de alcanzar sus

sueños.

El arcoíris aparece siempre para prometer un destello de esperanza de que todo es

posible. Si te propones algo y das el primer paso, el mundo conspirará para ayudarte a

lograrlo. Por cierto, olvidé mencionar que en su juventud logró cumplir su sueño de llegar

a jugar en el Estadio Nacional.