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Salarios, Vida Cotidiana y Condiciones de Vida en Bogotá durante la primera mitad del siglo XX. María del Pilar López Uribe [email protected] 1

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Salarios, Vida Cotidiana y Condiciones de Vida en Bogotá durante la primera

mitad del siglo XX.

María del Pilar López Uribe

[email protected]

1

“Estábamos acostumbrados a la miseria. Los presidentes de la República ganaban $200 mensuales y por la tarde salían a pasear en el atrio de la catedral en charla con sus amigos,

como unos buenos alcaldes de villorrio. En las puertas de los cuarteles, los oficiales, sentados en taburetes y cubiertos con enormes sombreros de jipijapa, sucias y largas barbas y con las

medias caídas sobre los botines de resorte desbocados, cogían por la mano a la sirvienta que paseaba y la enamoraban tranquilamente. Las mulas de carga movían todo el comercio de

importación y exportación por los caminos absurdos que abrieron nuestros abuelos los españoles. Los buques del Magdalena los alumbraba una ahumada linterna y en los vasos de la mesa ponían agua tan turbia, que al poco rato de servida dejaba en el asiento medio dedo de barro. En los riscos de nuestras montañas, y donde no son riscos también, los campesinos

negros, indios, blancos y mezclados, trabajaban por medio real al día, no tenían una muda de ropa y aguantaban sus hambres en silencio, esperando la hora en que los reclutaran para

las matanzas. Y todo eso pasó. Se acabó el déficit perpetuo de la tesorería nacional. Hubo dinero. El

gobierno inició muchas obras públicas. Más de veinticinco mil individuos han sido movilizados de sus ranchos de miseria a los campamentos de esas obras, donde el trabajo y

la soledad les permiten comer y vestirse. Y ha crecido la riqueza pública y se ha transformado todo”1.

1 Tablanca, Luís, “La vida cara” en El Tiempo, 19 de octubre de 1927.

2

Agradecimientos

Quisiera agradecer los comentarios de Decsi Arévalo, Alejandro Gaviria, Salomón Kalmanovitz, José Antonio Ocampo, Fabio Sánchez, Miguel Urrutia y Fabio Zambrano. Todos ellos ayudaron a contribuir y mejorar sustancialmente el trabajo. Igualmente, agradezco a Miguel Espinosa por su infinito apoyo y por ser mi fuente de inspiración; a Loly Gaitán por su compañía en los largos días de archivo y de biblioteca; a Mauricio Ruiz por siempre estar en la mejor disposición para escucharme y discutir conmigo cada nueva idea y a Dianita Quintero y Dianita Güiza por su constante positivismo y colaboración. Por último, quisiera agradecerle a los seres más maravillosos del mundo: mis padres; sin su apoyo, consejos, disciplina y amor no hubiera logrado la mayor parte de los retos a los he me enfrentado. Para ellos y para Miguel es este libro.

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Introducción

1. Discursos sobre la degeneración racial, sobre la modernidad y sobre las necesidades de cambio en las costumbres.

2. Cambios y permanencias en la vida cotidiana bogotana.

2.1 La Ciudad.

2.1.1 Los Servicios Públicos.

2.1.1.1. El agua.

2.1.1.2. La luz.

2.1.1.3. El Teléfono.

2.1.2 El Transporte.

2.2 La vida Cotidiana de los Bogotanos.

2.2.1 La Vivienda y los Alquileres.

2.2.2 El Vestido.

2.2.3. La Alimentación.

2.2.4 El Tiempo Libre.

3. Cambio en las condiciones de vida en Bogotá durante la primera mitad del siglo XX.

3.1. Revisión de la literatura.

3.1.1. Evidencia internacional sobre salarios, precios y condiciones de vida.

3.1.2. Evidencia sobre salarios, precios y condiciones de vida en Colombia.

3.2 Fuentes Primarias Cuantitativas.

3.3 El Índice de Precios.

3.4 Los Salarios Reales.

3.5 Las Relaciones de Bienestar.

4. Diferenciales Salariales.

5. Algunos determinantes no monetarios de los cambios en el salario nominal y en las condiciones de vida durante la primera mitad del siglo XX.

5.1 La industrialización.

5.2 Las migraciones rurales-urbanas.

5.3 Las políticas educativas.

Conclusiones.

4

Introducción

A comienzos del siglo XX, las ciudades colombianas, incluida Bogotá, se habían

mantenido al margen de los cambios tecnológicos que las grandes naciones del mundo

habían incorporado en sus sociedades y en especial, en su economía. Para ese entonces,

el discurso modernizador y la economía capitalista ya habían transformado las ciudades

europeas y estaban comenzando a tener gran impacto en las capitales suramericanas. Sin

embargo, la capital colombiana seguía manteniendo gran parte de las costumbres y

hábitos de la colonia.

Los intentos por implementar un sistema de producción económico basado en el

capitalismo industrial y que pretendían restarle participación a la agricultura dentro de la

economía nacional, se remontan al período radical y a las élites liberales del siglo XIX.

En aquél momento, los discursos políticos indicaban una resignación frente a la

posibilidad de progreso, relacionados principalmente con la raza y su baja capacidad

intelectual. Sin embargo, durante el Olimpo radical se empezaron a buscar formas de

impulsar las aspiraciones de fomento industrial a través de lo que ellos consideraban

que era una de las causas del atraso del país: el sistema de enseñanza. De igual forma, se

hicieron infructuosos intentos por reducir las barreras comerciales existentes desde el

régimen colonial.

Posteriormente, durante la hegemonía conservadora, se intentó avanzar en esta

iniciativa. En la exposición de motivos ante el parlamento de la ley 39 de 1903, el

entonces ministro de Instrucción Pública, Antonio Jose Uribe, insistió en que el sistema

de enseñanza era parte del origen de las guerras civiles que el país había sufrido y atacó

la herencia colonial de los letrados recalcando la necesidad de obreros cualificados.2

Esta necesidad de trabajadores calificados, que para aquél entonces era bastante

deficiente, se daba por parte de una nueva élite que buscaba acelerar el incipiente

desarrollo industrial que el país hasta ahora comenzaba.

No obstante, no era suficiente con generar obreros más capacitados. Tal como

Castro-Gómez lo plantea, esta nueva élite también buscaba acabar con las tradiciones

coloniales que diferenciaban a la sociedad de acuerdo a sus grupos étnicos y así buscar

nuevos sistemas de representación y diferenciación acorde con ese capitalismo

2 SILVA, Renán, “La educación en Colombia, 1880-1930” en Nueva Historia de Colombia, Editorial Planeta, Bogotá, 1989. El énfasis es mío.

5

industrial que querían implementar y que para ese entonces ya había transformado parte

del mundo exterior3. Este nuevo sistema de representación debía basarse en los

elementos que regían al nuevo sistema-mundo moderno y a la producción capitalista de

bienes. Este cambio obligaba a las nuevas élites a darle una mayor importancia a

aspectos económicos, lo que implicaba un rompimiento con ese pasado colonial en el

que predominaba el linaje. El nuevo sistema de representación debía estar ligado a una

sociedad de clases basado en el ingreso.

Sin embargo, la implementación de este nuevo sistema económico capitalista

conllevaba paralelamente, tal como Uribe lo menciona, al surgimiento de una clase

obrera, cuyo control debía estar en manos de las clases altas. Para aplicar este control

era necesario racionalizar el espacio urbano y a su vez, generar cambios en las

costumbres y en las prácticas sociales del pueblo, con el fin de romper con los hábitos

coloniales y generar una nueva identificación con los planteamientos de la modernidad

y el capitalismo. Esto se materializó, por ejemplo, en los barrios obreros cuyo “objetivo

era producir un ambiente urbano en el que los trabajadores se sintieran parte de ese

proyecto de industrialización haciendo suyos los objetivos de la biopolítica estatal”4.

La idea era que los individuos, pertenecientes tanto a la élite como a la clase

obrera, se reconocieran como “objetos modernos” a partir de las diferentes obras de

infraestructura y de los nuevos bienes de consumo que estaban relacionados con la

modernización5. No obstante, este reconocimiento coexistía con una estructura de

dominio, que más que relacionado con la estructura colonial estaba ligado a aspectos

económicos y monetarios. De esta manera, todos los proyectos modernizadores tuvieron

un efecto paralelo pero externo, dado por los salarios. El ingreso que la clase obrera

obtenía podía no ser suficiente para materializar ese nuevo estereotipo moderno, lo que

en últimas terminó agrandando la brecha entre la élite y la clase obrera, pues el primer

grupo alcanzó a satisfacer las nuevas necesidades de consumo dadas por la

implementación industrial y la apertura del país hacía mercados de importación,

mientras que el segundo grupo, al pretender identificarse con ese “objeto moderno”,

pudo generar nuevas necesidades que no se pudieron concretar en la realidad. Éstas no

se pudieron consolidar por las restricciones presupuestales a las que estaban ligados, lo

3 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, “El advenimiento del Homo Urbano, Biopolítica y planificación urbana en Bogotá”, mimeo, 2008. 4 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, op. cit,. p. 75 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, op. cit., p. 14.

6

que iría más allá de los argumentos tradicionales que plantean una resistencia al cambio

de las tradiciones coloniales, como generalmente se argumenta6.

El concepto de “objeto-sujeto moderno” que Castro Gómez ha sugerido para

Bogotá durante la primera mitad del siglo XX está ligado a las definiciones cambiantes

de “necesidades” y “expectativas” que Thompson ha planteado para el contexto de la

Inglaterra en el siglo XVIII7. Los fuertes cambios estructurales que se presentaron en

Inglaterra durante ese siglo generaron cambios en las “necesidades” de los individuos,

lo que a su vez iban restándole importancia al poder de las “expectativas”

consuetudinarias. Este cambio en las “necesidades” y este aumento en la importancia de

las “expectativas” materiales (que se contrarresta con una pérdida de importancia en la

valoración que se hace de las satisfacciones culturales tradicionales) crecían

paralelamente a medida que la idea de “objeto-sujeto moderno” era más evidente en los

individuos.

Sin embargo, no se puede decir con certeza, a diferencia de lo que plantea

Castro-Gómez, que primero se escenificó simbólicamente el capitalismo moderno y

luego se implementó con “éxito” por medio de un estado que intentaba convertirse en

capitalista8. Las restricciones presupuestales de los individuos pudieron obligarlos a

mantener sus antiguos modos de vida y así imposibilitarlos a adoptar el capitalismo

moderno dentro de su cotidianidad.

Si bien la exposición industrial de 1910 pudo escenificar un “capitalismo

imaginario” que anunciaba y preparaba las subjetividades del capitalismo real9, las

condiciones materiales de ese capitalismo real sólo se dieron tiempo después y peor aún,

sólo pudieron ser aprovechadas por aquellos que contaban con los recursos necesarios

para materializar la identificación con ese nuevo estilo de vida capitalista que se estaba

intentando implementar. El sistema capitalista está ligado a la aparición de nuevas y

6 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, op. cit., p. 3.7 THOMPSON, Edward, Tradición, revuelta y consciencia de clase, Editorial Crítica, Barcelona, 1979.8 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, op. cit., p. 29. A comienzos de siglo, el Estado era débil y no tenía mucha influencia sobre la sociedad. El Estado pudo contribuir a la implementación del modelo capitalista, pero éste se impuso por el contacto con el exterior y por los impulsos de los empresarios privados. El Estado intentó impulsar el desarrollo económico e industrial por medio de la protección industrial y del desarrollo de instituciones tales como el código de comercio, la sociedad anónima, etc.9 CASTRO-GÓMEZ, Santiago, “Señales en el cielo, espejos en la tierra, La exhibición del Centenario y los laberintos de la interpelación”, mimeo, 2008.

7

cambiantes necesidades de consumo que implican nuevos o mayores gastos que no

pueden ser aprovechados por todos los individuos de una sociedad. Así, a pesar de la

existencia de un hábitat moderno, de unas mejores condiciones higiénicas y de la

creación de formas alternativas de diversión, la conversión del capitalismo imaginario al

real no se pudo dar de manera homogénea ni completa en la sociedad bogotana durante

la primera mitad del siglo XX. Aquello individuos que no pudieron avanzar

económicamente al mismo ritmo que el Estado estaba intentando imponer, quedaron

rezagados bajo un manto híbrido entre la estructura colonial y la estructura moderna, a

la cual algunos querían pertenecer.

Esto afectó negativamente las diferencias en las condiciones de vida, pues

mientras unos grupos pudieron ampliar su conjunto de posibilidades de consumo y así

satisfacer sus nuevas necesidades; otros grupos quedaron estancados e imposibilitados

frente a estas nuevas posibilidades. Lo anterior generó un mayor distanciamiento y una

mayor segregación en la estructura de clases que se estaba consolidando.

Quizá esa imposibilidad económica de acceder a las condiciones materiales

relacionadas con el consumo y los modos de vida capitalista fue lo que retrasó la

identificación completa de la sociedad como sujetos modernos durante la primera mitad

del siglo XX, lo que iría más allá de la resistencia impuesta por los individuos que se

negaban a romper con el pasado y la tradición colonial.

El proceso de modernización y el sistema capitalista que la élite colombiana quiso

implementar desde comienzo del siglo XX, requería cambios en las necesidades de

consumo y en las formas de vida y costumbres del “pueblo”, lo que implicaba nuevos o

mayores gastos. Este proyecto no se pudo implementar con éxito en las clases de

ingresos bajos durante la primera mitad del siglo XX pues ellos siguieron manteniendo

sus tradicionales hábitos. Esta investigación plantea que una de las causas de este

fracaso fueron las restricciones presupuestales y el estancamiento en las condiciones de

vida de los grupos sociales de ingresos bajos, lo que los pudo obligar a mantener sus

antiguos modos de vida y a su vez les impidió adoptar el capitalismo moderno dentro de

su cotidianidad.

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1. Discursos sobre la degeneración racial, sobre la modernidad y sobre las

necesidades de cambio en las costumbres.

Desde la época de la independencia, las élites y los intelectuales intentaron asociar

el atraso de Colombia y su incapacidad para convertirse en un país civilizado con el

problema racial. Las clasificaciones que por entonces se hacían ubicaban a la “raza

blanca” en la cúspide de la pirámide. La raíz del problema nacional y la imposibilidad

intelectual de los colombianos estaban ligadas al concepto de “raza”.

Desde mediados del siglo XIX, y con mayor fuerza desde los primero años del siglo

XX, existió un deseo por parte del Estado colombiano “progresista” de transformar la

dotación racial y las prácticas sociales del pueblo10. La experiencia europea y el nuevo

proceso de “reacomodamiento” que estaba surgiendo en la sociedad occidental

inquietaron a la élite política nacional, que se empezó a apropiar de este discurso.

La antigua “representación del pueblo” ligada al aspecto biológico y étnico empezó

a cambiar con las nuevas “reformas sociales” que la misma sociedad occidental fue

impulsando. De la misma manera, el papel del Estado dentro de esta polémica sobre la

degeneración de la raza empezó a ser más activa. Las transformaciones que se estaban

presentando en el contexto internacional, con la Primera Guerra Mundial y la revolución

Mexicana y Bolchevique, cambiaron la visión tradicional de las élites políticas e

intelectuales colombianas, que buscaron evolucionar en la misma vía que los

acontecimientos de la época y que las nuevas fuerzas y sujetos que esta corriente de

“modernidad” estaba trayendo.

Con esta coyuntura, el Estado debía cambiar su campo de acción, y así, empezar a

tener una mayor preocupación por los aspectos “sociales” y por conseguir una mayor

participación del “pueblo” en la economía y la política nacional; lo que iba en dirección

opuesta a la tradicional ideología racista.

Miguel Jiménez López, un médico conservador de la década de los veinte, planteó

como la “degeneración”, que es el resultado de la mezcla entre españoles, amerindios y

africanos, era la principal causa de las enfermedades sociales. No sólo el individuo

como ser particular estaba degenerado por los estigmas físicos y las enfermedades

10 CALVO, Oscar Iván y SAADE Marta, La Ciudad en Cuarentena, Chicha, patología social y profilaxis, Ministerio de Cultura, Premio Departamental de Historia, Departamento de Cundinamarca, Bogotá, 2002.

9

mentales; el colectivo también se había degenerado como consecuencia, entre otras, de

las variaciones climáticas, la desnutrición, la ausencia de normas higiénicas, la falta de

educación, la debilidad moral y la pigmentación de la piel. Otro causante de este

proceso degenerativo era la pobreza material, que se materializaba en el pueblo como el

principal obstáculo del desarrollo. Jiménez López proponía verdaderas “reformas

sociales” enfocadas principalmente a cambiar la base racial del pueblo colombiano. En

este sentido buscó implementar políticas de inmigración de mano de obra europea, lo

que finalmente no se consolidó11. Esta necesidad de cambiar la base racial del pueblo

colombiano por uno de raza blanca europea estaba relacionada con la necesidad de

separar al pueblo de sus “costumbres” y de sus tradicionales “formas de vida”, las que

eran vistas como emanaciones enfermizas de la raza nacional.

Los planteamientos de Jiménez López se discutieron numerosas veces durante las

dos primeras décadas del siglo XX. La polémica sobre la decadencia racial se congregó

particularmente en 1920 durante un ciclo de conferencias llamado “Los problemas

raciales en Colombia”. En ella también participó Luís López de Mesa, ministro de

relaciones exteriores entre 1938 y 1942, quien planteó que la degeneración de la raza se

debía principalmente a la “miseria del pueblo” ligada a los aspectos de mugre, falta de

alimentos y de higiene y moral. En su trabajo titulado El Factor Étnico, López de Mesa

sugiere las consecuencias catastróficas de mezclas de indígenas y africanos para la el

espíritu y la riqueza del país, pues la mezcla de “sangres empobrecidas y de culturas

inferiores” generaría individuos inadaptables y débiles mentalmente que impedirían el

avance hacía la “civilización”12. Él consideraba que uno de los grandes problemas del

país era la formación de una raza y su cultura. Para solucionar esto, López de Mesa

recomendaba seleccionar ciertas razas europeas que ya fueran “cultas y creadoras de

riqueza” para que ayudaran a corregir los defectos del carácter del colombiano13.

Proponía la creación de un ideal de raza, en donde se le debía hacer entender al pueblo

que era más que raza o que un grupo que ocupaba un territorio, y que por el contrario,

era una cultura y “el espíritu que una nación va informando con el tiempo e

introducciones con caracteres peculiares suyos en el cauce gigantesco de la historia

11 HENDERSON, James, La modernización en Colombia, Los años de Laureano Gómez, 1889-1965, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2006, p.123. 12 LÓPEZ DE MESA, Luis, Obra Selectas, Cámara de Representantes de Colombia, Bogotá, 1981, p. 380.13 LÓPEZ DE MESA, Luis, La sociedad contemporánea y otros escritos, Bogotá, Editorial Minerva, 1937, p. 89-91.

10

universal”14. De igual forma, insiste en la necesidad de impulsar la industria según las

posibilidades y en instruir a los campesinos y aldeanos en el uso más eficiente de la

tierra.

Algunos políticos colombianos compartían este discurso. Uno de ellos era Rafael

Reyes quien en 1919 instaba a que en Colombia se incentivara la inmigración de ciertos

países (incluida la japonesa) y se prohibiera la entrada de chinos e hindúes, “razas que

han sido degeneradas por el servilismo”15. En general, se mantenía la preocupación por

la idea de la “pureza de la sangre” que había sido traído desde el siglo XVI por los

conquistadores españoles16. Laureano Gómez también planteó su preocupación por la

debilidad de la “cultura colombiana”, mezcla de españoles, de africanos y de indígenas

americanos, la cual era vista como “un producto artificial, una frágil planta de

invernadero, que requiere cuidado y atención inteligente, minuto tras minuto, para que

no sucumba a las condiciones adversas”17. Reclamaba el desaprovechamiento de los

recursos naturales con los que contaba el país por la incapacidad y bruteza de su

pueblo18. Para eso proponía la intervención del Estado, con el fin de servir de guía en el

uso más adecuado de los recursos.

El discurso de la decadencia racial tuvo contradictores en los planteamientos de

Simón Araujo y Calixto Torres. Ellos no veían en las características biológicas de los

colombianos la causa de sus deficiencias en la capacidad intelectual sino que, por el

contrario, éstas recaían sobre el mal manejo del Estado. Para conseguir que el pueblo

prosperara intelectual y moralmente, era necesaria la intervención del Estado en obras

de infraestructura, de sanidad, de educación y de industrialización. Parte de la situación

crítica por la que estaba atravesando el pueblo se debía al deterioro del medio ambiente

y de la alimentación. En especial, el alcoholismo y el chichismo eran consideradas

prácticas alimenticias “insanas” que ayudaban al empeoramiento de la raza. Bajo esta

14 LÓPEZ DE MESA, op. cit., p.92. Uno de los factores a los que alude para conformar la cultura nacional está relacionado con la posición geográfica de la nación. López de Mesa, Luis, La soledad contemporánea y otros escritos, Bogotá, Editorial Minerva, 1937, p.118-119.15 REYES, Rafael, Escritos Varios, Arconvar, Bogotá, 1920, p. 159.16 HENDERSON, James, op. cit., p.124.17 GÓMEZ, Laureano, Interrogantes sobre el progreso de Colombia, Bogotá, Editorial Minerva, p. 50-57.18 El ejemplo que pone sobre lo sencillo que es explotar las minas de esmeraldas deja bastante clara su posición frente a la incapacidad del pueblo colombiano: “Debajo de los flamantes avisos de nuestras oficinas de propaganda debiera colocarse una sentencia, que sería exacta: “Las primeras minas de esmeraldas del mundo poseídas por un pueblo imbécil, que no ha sabido sacar ningún provecho de su propiedad”. GÓMEZ, Laureano, Interrogantes sobre el progreso de Colombia, Bogotá, Editorial Minerva, p. 58.

11

mirada, era necesario cambiar las bases alimenticias del pueblo para obtener el progreso

material y social de la nación.

Jorge Bejarano presentó una visión mucho más optimista del pueblo colombiano. Él

planteó que éste ya no estaba condenado al atraso por sus características biológicas y

climáticas, sino que las posibilidades de progreso ahora podían estar ligadas a las

características sociopolíticas de la sociedad y que estas deficiencias podían ser

corregidas. Todo estaba en manos del Estado, quien ante tanta indiferencia había

permitido mantener las “prácticas sociales populares” que habían terminado alterando

las características biológicas y morales del pueblo, entre otras el sostenimiento de

ciertos “vicios” como el consumo de alcohol y de las malas costumbres alimenticias.

Las costumbres tradicionales enfermaban al pueblo y a su vez impedían la

consolidación de una “raza sana”. En una conferencia dictada en 1936, Bejarano planteó

la influencia que el vestido y el calzado podían tener sobre la personalidad y la salud del

individuo y sus efectos sobre la economía nacional. Reiteradamente se comparaba con

países desarrollados como Inglaterra y Francia, que habían implantado el uso

obligatorio del uniforme y de los zapatos en la vida cotidiana de los individuos19. Sin

embargo, se resaltó que los pobres y las clases obreras no habían querido implementar

el uso del calzado y del vestido porque no tenían recursos suficientes para generar este

gasto20. Pese a esto, se insistía en que las prendas de vestir iban a tener una fuerte

influencia social, que iban a marcar diferencias sociales y a tener repercusiones en los

vicios alcohólicos:

“El obrero o la sirvienta que visten con decencia, está absolutamente

demostrado que no vuelven a entrar a la chichería, porque ya ese vestido

les da cierto nivel social y cierta personalidad bien distintas del medio

que predomina en la taberna donde se expende el licor que ha

perseguido por tanto tiempo a nuestras razas del altiplano”21.

Igualmente, en esta conferencia se resaltó la necesidad de cambiar las

costumbres higiénicas del pueblo con el fin de evitar infecciones, especialmente las

gastro-intestinales. Estas infecciones eran las que más preocupaban al Estado, por sus

fatales consecuencias “sobre la raza, el individuo y la economía nacional”. El Estado 19 BEJARANO, Jorge, La influencia del vestido y del zapato en la personalidad y salud del individuo, Conferencias culturales del municipio, 1936, p.5-7. 20 BEJARANO, Jorge, op. cit, p. 15.21 BEJARANO, Jorge, op. cit, p. 9.

12

debía intervenir, pues de manera agregada el país se veía perjudicado por las malas

costumbres higiénicas y por la forma de vestir del pueblo, lo que afectaba

negativamente la economía nacional y a su vez impedía el desarrollo del país. La

intervención del Estado en este asunto quedó en evidencia cuando en 1936, el alcalde de

Bogotá, Jorge Eliecer Gaitán, prohibió el uso de la ruana y las alpargatas en los choferes

del transporte público de la ciudad22.

Es así como se da el cambio de un discurso basado en la dotación biológica a

uno basado en las condiciones del ambiente y de los comportamientos de los sujetos.

Bajo esta nueva visión, el desarrollo se conseguiría a través de la implementación de

reformas que permitieran cambiar los aspectos que impedían el progreso moral y

material. Principalmente, lo relacionado con el cambio de la indumentaria de uso común

de los obreros (la ruana, las alpargatas y el sombrero), con el cambio de las prácticas

alimenticias (más carne y más granos) y con la eliminación total del consumo de la

chicha y las chicherías.

Bajo esta misma línea, Lucas Caballero presentó sus planteamientos. Al igual

que sus contemporáneos, Caballero planteó la necesidad de ampliar las acciones del

Estado a través de Instituciones y de políticas basadas en el discurso de modernidad que

ya habían sido implementados en la sociedad occidental. Esta nueva nación dirigida

hacia el progreso debía concentrar sus objetivos en la “transformación de las prácticas

sociales populares y de las formas de vida de los trabajadores”. Para esto se requerían

políticas de higiene pública, campañas de temperancia, propaganda masiva, acción

coercitiva del Estado y mejoras en la instrucción pública.

Era claro que debía haber una transformación en las prácticas sociales populares.

Sin embargo, en lugar de integrar lo “tradicional” con lo “moderno”, lo que se intentó

implementar fue una política que acabara con las formas de vida hereditarias del pueblo.

Esto era necesario pues iba en contravía con el ideal de eficiencia para el progreso

material, biológico y moral que los saberes modernos predicaban y con los nuevos

proyectos de industrialización que el Estado estaba impulsando.

El surgimiento del proceso de industrialización y la necesidad de avances

económicos del país se veían afectados por el estado de “degeneración” del pueblo y por

su incapacidad laboral. De esta forma, las nuevas ideas de industria moderna

22 REGISTRO MUNICIPAL, Decreto 425 de 1936.

13

relacionadas con el trabajo asalariado exigían disciplinar a los trabajadores por parte de

los empresarios y del Estado y por medio de la organización del tiempo no laboral. La

importancia que el uso del tiempo libre estaba adquiriendo estaba ligada a temores de la

élite. Por un lado, se preocupaban por aquellos espacios de diversión, como las

chicherías o las plazas de mercado en donde se desarrollaban prácticas sociales

populares que podían generar desordenes laborales. Por otro lado, existía intranquilidad

sobre la utilización del tiempo de ocio de los trabajadores, es decir, el tiempo utilizado

en recreación y entretenimiento. Por ejemplo, el tiempo dedicado al consumo de alcohol

era un período dedicado a actividades improductivas y un desperdicio en términos

económicos, pues no se estaba generando valor en el sentido capitalista del término.

De esta manera, todos los elementos que caracterizaban la vida del trabajador,

como la alimentación, los espacios de socialización, el uso del espacio público, el

consumo de alcohol y los juegos estaban relacionados y unificados alrededor de las

prácticas populares. Así, el proceso de industrialización, la constitución del mercado

laboral y la ampliación de los circuitos comerciales necesariamente implicaba una

crítica a las formas que los trabajadores hacían parte de la dinámica económica y social

de la ciudad23. Existía una necesidad de implantar las características de una economía

capitalista e industrializada, por ejemplo consolidando un mercado interno y

expandiendo la producción, la demanda y el consumo; lo que iba en contravía con las

prácticas populares tradicionales como las chicherías, donde se generaba una economía

cerrada a nuevos intercambios y a estas nuevas formas capitalistas que intentaban ser

predominantes. La visión moral biológica que planteaban los médicos y que era

compartida por las élites del gobierno argumentaba que las diferencias sociales

existentes se debían a la falta de competitividad de los obreros dentro de la lucha por la

supervivencia24.

La literatura de la época muestra un cambio en su mirada hacía el avance y el

progreso. En un comienzo se pensó que los colombianos estaban condenados al atraso

por la raza de su pueblo. Bajo esta mirada, Colombia nunca hubiera podido ser un país

moderno y desarrollado. Posteriormente, empezaron a surgir nuevos pensamientos y

tendencias sobre el tema. Si había una salida, pero el Estado debía intervenir para poder

23 CALVO, Oscar Iván y SAADE Marta, La Ciudad en Cuarentena, Chicha, patología social y profilaxis, Ministerio de Cultura, Premio Departamental de Historia, Departamento de Cundinamarca, Bogotá, 2002, p. 94. 24 CALVO, Oscar Iván y SAADE Marta, op. cit, p. 99.

14

llegar a ella. La razón del estancamiento se empezó a ligar con las condiciones del

medio ambiente y con el comportamiento de los sujetos. El campo de acción del Estado

debía ampliarse. Por un lado, a través de sus instituciones debía implementar un

discurso de modernidad que se vería reflejado en obras de infraestructura y en políticas

de sanidad, educación e industrialización.

Por otro lado, el Estado debía comprometerse a solucionar el segundo obstáculo:

el comportamiento de los sujetos. Las reformas que se debían implementar para resolver

este problema debían tener como objetivo el cambio “de las prácticas sociales

populares y de las formas de vida de los trabajadores”. Éstas hacían referencia al

cambio de la indumentaria de uso común, de las prácticas alimenticias y de la abolición

de vicios, como la chicha. El camino hacia la modernidad y el progreso no sólo estaba

conectado con una mayor inversión del Estado. También se necesitaba cambiar las

costumbres y hábitos del pueblo para poder prosperar.

2. Cambios y permanencias en la vida cotidiana bogotana.

Es común encontrar dentro de la historiografía colombiana estudios sobre los

principales cambios que se presentaron en la sociedad bogotana durante los primeros

15

cincuenta años del siglo XX. La ciudad vivió una transición de una sociedad

precapitalista, agraria y tradicional hacía una capitalista, industrial, urbana y moderna.

A pesar del imponente cambio de la ciudad y de las transformaciones que el entorno

internacional estaba desarrollando en el ámbito económico, político y social; las

costumbres de antaño en los hogares bogotanos, particularmente en los de ingresos

bajos, se mantuvieron y se resistieron fuertemente al cambio que se les estaba

intentando imponer.

En general, la ciudad “dio un salto de la mula al avión”25. A comienzo de siglo, los

bogotanos vivían con las mismas características que sus antepasados en la colonia;

viajaban a pie o en el lomo de los animales. La ciudad estaba incomunicada de las

demás regiones, y el país en general estaba aislado del resto del mundo26. Cincuenta

años después, algunos comenzaron a transportarse en avión, automóvil o en tranvía

eléctrico. Las aldeas coloniales se transformaron en ciudades modernas con gran

cantidad de pobladores viviendo en la miseria. Sin embargo, los ricos y los pobres

siguieron viviendo de manera muy diferente, lo que para aquel entonces parecía normal.

La consolidación del café en el mercado mundial y el aumento en las exportaciones

permitieron que surgiera una incipiente base industrial con nuevas fábricas y con un

proletariado moderno. Durante este proceso, el elemento clave fue el desplazamiento de

los artesanos hacía las fábricas y la imposición de relaciones de producción capitalistas.

Estos cambios tomaron tiempo, al igual que la diferenciación entre las nuevas y las

tradicionales formas de organización de la producción27.

Durante este período, también se vivieron fuertes cambios en las relaciones de

producción. Se pasó de una sociedad cuasi feudal a una capitalista; donde los artesanos

y peones se convirtieron en obreros y trabajadores asalariados. La transición del sistema

tradicional al capitalista fue a un ritmo lento. El proceso, por las características de la

sociedad bogotana, no generó una desaparición total de los medios y de las relaciones

de producción antiguas; lo que terminó generando un ambiente en el que ambos

sistemas de producción existían paralelamente.

25 ARCHILA, Mauricio, Cultura e identidad obrera, CINEP, Bogotá, 1991.26 Sin embargo, jovenes de clase alta y algunos políticos viajaban a estudiar o trabajar al exterior, lo que permitía que algunas ideas llegaran rápidamente.27 LONG, Gary, The dragon finally came: industrial capitalism, radical artisans and the liberal party in Colombia, 1910-1948, Tesis Doctoral, Universidad de Pittsburgh, 1995, p. 5.

16

Durante la época de la Regeneración se intentó implementar un nuevo orden social,

ligado a la moral, la religión y al control de la vida familiar, al tiempo que se buscaba el

camino hacia el progreso dentro de lo tradicional. Sin embargo, hacia la década de los

veinte, la sociedad ya había comenzado a transformarse. Había surgido la clase obrera y

la pequeña burguesía, y el orden que se intentaba consolidar no hacia tanto énfasis en la

moral y la religiosidad sino en la capacidad de trabajo y en los hábitos que retardaban la

explotación capitalista.

Después de 1930, los gobiernos liberales intentaron implementar más políticas que

llevaran a la modernización de la sociedad y al desarrollo económico. Para este período,

las clases obreras y burguesas ya se habían consolidado y tenían más peso y poder

dentro de la sociedad. La élite miraba con otros ojos a estos grupos, quienes a su vez

aumentaban paulatinamente su participación dentro del nuevo sistema. El pueblo

también fue ganando importancia dentro de la política nacional con el surgimiento y

consolidación de sindicatos y de partidos socialistas. El período liberal termina en 1945

y en 1948, con el asesinato de Gaitán, el pueblo se ha incorporado completamente

dentro de la política y finalmente se han reconocido sus posibilidades de protesta. Para

mediados del siglo XX, ha terminado el proceso de transición hacia el capitalismo y

comienza la consolidación de este sistema y la completa modernización de la ciudad.

Al mismo tiempo que estos cambios materiales y políticos se desarrollaban, la

mentalidad de la sociedad bogotana se fue transformando y fue permeando lentamente

las características que el nuevo sistema intentaba imponer. Esta transformación

paulatina implicó cambios en las formas de actuar, de habitar, de divertirse y de

relacionarse. Las clases con mayores recursos, buscaban implementar las costumbres de

las sociedades más desarrolladas y a su vez, buscaban transformar las costumbres y los

hábitos del pueblo de acuerdo al patrón de las sociedades modernas y ya

industrializadas. Sin embargo, estos grupos populares empezaron a interiorizar de una

manera rezagada y a un ritmo diferente los cambios que la sociedad capitalista buscaba

imponer en sus formas de vida y en su rutina. Al final del período, los hogares con bajos

ingresos mantuvieron sus antiguas costumbres, específicamente las relacionadas con la

comida, el vestido, el comportamiento y el tiempo libre.

Para lograr la consolidación del proceso de modernización era necesario mejorar la

infraestructura de la ciudad; invirtiendo en vías de comunicación, en mejorar los

17

servicios públicos y en desarrollar nuevas industrias. No obstante, estos cambios físicos

no eran suficientes para implementar este nuevo proyecto. También era necesario

generar transformaciones en los modos de vida, en los hábitos de consumo y en las

formas de actuar del pueblo, lo que era visto como uno de los principales obstáculos

para la modernización28. Tal como se ha mencionado anteriormente; a comienzos del

siglo XX, el pueblo era percibido como una concentración repleta de vicios y de malos

hábitos.

2.1. La ciudad.

Bogotá, como principal centro político y social, fue uno de los ejes del proceso de

modernización del país. A comienzos de siglo, la ciudad no había cambiado mucho con

respecto a la época colonial. Sin embargo, durante los primeros cincuenta años del siglo

XX Bogotá se transformó.

Los servicios públicos y el transporte también tuvieron importantes cambios. A

comienzos de siglo, las calles de la ciudad estaban llenas de desperdicios y basuras; la

idea del baño diario no existía en la gran mayoría de pobladores y los servicios públicos

eran casi inexistentes29. Las basuras invadían las calles, lo que se agravaba en épocas de

invierno por la falta de alcantarillado y en el verano por los fuertes olores. Los lugares

donde los bogotanos se alimentaban eran sucios y antihigiénicos y se convirtieron en

importantes focos de infección. Las tasas de mortalidad siguieron siendo altas durante

las tres primeras décadas del siglo, y en 1930, la expectativa promedio de vida nacional

era de sólo 34.2 años30.

Los problemas higiénicos se mantuvieron hasta bien entrada la década de los

cuarenta. Las epidemias de gripa, tuberculosis, viruela etc.… eran recurrentes en la

ciudad; al igual que las enfermedades bronquiales y el desaseo. Sin embargo, durante

los primeros cincuenta años la población creció a un ritmo considerable; pasando de

78.000 habitantes en 1898 a 250.000 en 1930 y a casi 550.000 en 195031. El aumento 28 LLANO, María Clara; CAMPUZANO, Marcela, La chicha, una bebida fermentada a través de la historia, Ican-Colcultura, Bogotá, 1994, p. 66. 29REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, “La vida doméstica en las ciudades republicanas” en Historia de la vida cotidiana en Colombia, Castro, Beatriz (editora), Editorial Norma, Bogotá, 2005. 30 JIMENO, Myriam, “Los procesos de colonización. Siglo XX”, en TIRADO, Álvaro, ed, Nueva Historia de Colombia, Vol. 3, Bogotá, Editorial Planeta, 1989, p. 375.31 Censos de Población y Anuario General de Estadística. Este crecimiento no parece muy alto si se comparaba relativamente con otras capitales latinoamericanas. Por ejemplo, en 1895 Buenos Aires ya contaba con 677.000 habitantes y para 1930 había alcanzado la cifra de 2.000.000 de habitantes. De igual forma, Ciudad de México tenía 330.000 habitantes en 1900 y un millón en 1930. IRIARTE, Alfredo,

18

paulatino del presupuesto de la ciudad permitió la implementación de costosos

proyectos que mejoraron la calidad del agua y el servicio de luz de los bogotanos32. Sin

embargo, los resultados de estas políticas no se vieron inmediatamente y sólo hasta la

década de los cuarenta los efectos de estas campañas se empezaron a percibir con más

fuerza en la población.

Gráfica N° 1 Tasa de Mortalidad en Bogotá, 1900-1950.

18981900

19021904

19061908

19101912

19141916

19181920

19221924

19261928

19301932

19341936

19381940

19421944

19461948

19500

1

2

3

4

5

6

Años

%

Guerra de los Mil Días

Epidemia de Gripa

Fuente: Registro Municipal y cálculos de la autora.

La gráfica N°1 muestra el porcentaje de la población que moría anualmente. En

ésta se percibe el aumento en la mortalidad durante la Guerra de los Mil Días (1899-

1902) y la peste de gripa (1918). Una vez superada esta epidemia, el porcentaje de la

población que moría empezó a descender; pasando del 2.8% en 1922 a casi el 2% en

1930. No obstante, durante la década de los treinta parece haber un estancamiento en la

tasa de mortalidad, lo que implicaría que las condiciones de vida de la población en

general no mejoraron en este período. La recuperación y mejora definitiva se percibe

desde mediados de la década de los cuarenta cuando la tasa de mortalidad empieza a

descender con fuerza. Lo anterior indica que las mejoras en la salubridad de la

población, que para ese entonces moría principalmente de tos ferina, sólo se vinieron a

reflejar en la mitad del siglo XX. Es decir, las estadísticas muestran que en los primeros

Breve Historia de Bogotá, Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1988, p. 169. 32 JARAMILLO, Samuel, Ciento veinte años de servicios públicos, CINEP, Bogotá, 1995.

19

cincuenta años del siglo las condiciones de vida de la población no tuvieron grandes

mejoras33.

La gráfica N° 2, que presenta la tasas de mortalidad infantil (número de muertos

menores de un año/nacimientos (bautizos)), señala mejoras en las condiciones de

higiene de la población únicamente desde la década de los cuarenta. Si bien se parte de

un punto muy alto, 1919, como consecuencia de la epidemia de gripa que se presentó en

la ciudad por esa época, existe una fuerte estabilidad en la tasa de mortalidad infantil

entre 1920 y 1940, lo que indica que los esfuerzos por mejorar las condiciones de vida

de la población con políticas de salubridad y campañas de higiene no fueron muy

exitosas.

Gráfica N°2 Tasa de mortalidad infantil en Bogotá, 1919-1950

19191920

19211922

19231924

19251926

19271928

19291930

19311932

19331934

19351936

19371938

19391940

19411942

19431944

19451946

19471948

19491950

0

5

10

15

20

25

30

35

Años

%

Gran Depresión

Fuente: Anuario Municipal de Estadística y cálculos de la autora.

Durante toda la primera mitad del siglo XX, las principales causas de muerte en

menores de un año estuvieron ligadas al aparato respiratorio y digestivo34. Diarrea,

enteritis y bronconeumonía predominaron en la población infantil. Éstas se originaron

principalmente por las malas condiciones higiénicas en que vivían las familias, las

malas condiciones del agua, la pobreza de la población y las condiciones climáticas de

la ciudad.

2.1.1 Los Servicios Públicos33 Anuario Municipal de Estadística, 1950.34 Anuario Municipal de Estadística, 1950.

20

2.1.1.1. El agua.

El principal problema de la ciudad a comienzos de siglo era el abastecimiento de

agua, pues se seguían implementando mecanismos rudimentarios que no compensaban

el crecimiento de la población y la mayor demanda de agua. A pesar de que el primer

acueducto de la ciudad fue inaugurado en 1886, este sistema no realizaba ningún

sistema de purificación al agua y su cubrimiento era muy restringido por los altos

costos35. Así, en 1887 el acueducto servía a 2810 hogares, cuando en la ciudad existían

alrededor de 11.852 hogares. No obstante los problemas que existían en el suministro de

agua, algunas personas se quejaron del desperdicio que daban de este líquido los

establecimientos públicos e industriales y las residencias que contaban con el servicio36.

Ante este problema, se pedía educar a las personas para darle un mejor uso al agua.

En 1900 no existía una buena regulación al servicio del acueducto. Éste

pertenecía a una empresa privada que la administraba sin ningún control por parte de las

autoridades. En esta medida, la empresa no vigilaba el uso del agua, pues ésta se pagaba

por tubo y no por cantidad suministrada; lo que facilitaba el desperdicio del líquido.

Un experimento con una casa en la Calle 13ª mostró que durante las diez horas

del día en que el agua está libre, el tubo de 3/8 pulgadas derrama 6 metros cúbicos o 333

cántaras. Una residencia para lavado y todo lo demás de 8 habitaciones necesita 10 o 20

metros cúbicos, lo que quiere decir que el tubo de 3/8 pulgadas alcanzaría para 16

residencias. Hay 300 llaves descuidadas en tubos de 3/8 y el desperdicio diario del agua

serviría para cubrir 4500 residencias, muchas más de las que hoy reciben agua (3200

pajas)37.

Si para 1901 el principal tanque surtidor del acueducto, fuera de las aguas del río

del Arzobispo, daba para el consumo de 9.800.000 litros y si el acueducto suministraba

3200 pajas de agua, se debían estar gastando alrededor de 3000 litros por paja en

promedio. Esto muestra que debía haber como mínimo 300 llaves permanentes abiertas

35 En sus inicios, el agua era proveído por una compañía privada única, cuyo propietario era el Señor Ramón B. Jimeno. Esta empresa tomaba el agua de los ríos Arzobispo y San Francisco y prestaba un servicio irregular e ineficiente, IRIARTE, Alfredo, Breve Historia de Bogotá, Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1988, p. 181. 36 “Agua”, en La Opinión, 24 de diciembre de 1901. 37 “El agua en Bogotá” en La Opinión, 25 de diciembre de 1901.

21

de agua, lo que hubiera sido suficiente para 4500 nuevas instalaciones y para 40.000

habitantes38.

A comienzos de siglo el problema del agua estaba ligado al desperdicio del

líquido. Esto requería de la intervención del Estado, de la empresa del acueducto o

incluso de la Iglesia con el fin de corregir esta costumbre sobre su uso e inculcar así a

los consumidores sobre el pecado de desperdiciar agua39.

A pesar de los problemas sobre el mal uso, la presión con la que llegaba el agua

a las residencias o establecimientos era baja y poca, lo que generaba reclamos a la

empresa proveedora. Sumado a esto, el Estado autorizaba aumentos de tarifas, lo que

terminaba desestimulando aún más su uso entre hogares de bajos ingresos. Por ejemplo,

en 1902 la tarifa de agua se duplicó por el aumento general de los precios y se estipuló

que para tubos de 3/8 pulgadas sería de 3 pesos mensuales; para un tubo de ½ pulgadas

de 5 pesos mensuales; para un tubo de ¾ pulgadas de 8 pesos mensuales y para un tubo

de 1 pulgada de 10 pesos mensuales40. Si se tiene en cuenta que en 1902 el portero del

concejo municipal ganaba entre 50 y 60 pesos al mes, el pago mensual por agua, sin

contar el costo de instalar el tubo, sería alrededor del 5%, lo que para aquél entonces se

consideraba alto e innecesario.

En 1914 el acueducto quedo a cargo del municipio. El proceso de

municipalización se debió en primera instancia a la deficiente calidad del servicio

prestaba por la empresa privada encargada y en segundo lugar, a la tendencia

internacional de una municipalización de los servicios públicos. En 1924, el municipio

contrató a la Casa Ullen & Co para mejorar el acueducto. Esta compañía hizo

estimaciones sobre la cantidad de agua que necesitaba la ciudad a partir de proyecciones

de la población de los últimos censos. A partir de estas valoraciones se comenzaron a

realizar obras de almacenamiento, purificación y distribución del líquido41. Sin

embargo, estas proyecciones fueron insuficientes dado el alto crecimiento de la

población y la mayor demanda por instalaciones de agua.

38 “El agua en Bogotá” en La Opinión, 25 de diciembre de 1901.39 Sin contar el problema de la calidad del agua, que para aquél entonces estaba llena de bacterias e infecciones. 40 Estas cuotas se reducen a $2, 3, 4 y 6 pagando en los primeros diez días de cada mes y además, tienen un descuento del 10% para los que paguen anualidad anticipada; de modo que el duplicado de ahora es en realidad el triplicado de precio, “Acueducto” en La Patria, 14 de julio de 1902. 41 PRECIADO, Jair, LEAL, Robert Orlando y ALMANZA Cecilia, Historia Ambiental de Bogotá, Siglo XX, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, 2005, p. 66-67.

22

Los procesos de purificación que inició la administración municipal incluyeron

la utilización del cloro, quizá la innovación más importante de la época. No obstante lo

beneficios que este cambio traía en la salud de los bogotanos, esta iniciativa no fue

recibida con gran acogida. De hecho, el acueducto empezó a aplicar el cloro con

prevención con el fin de no generar una fuerte reacción por parte de los consumidores.

Sin embargo, la población se dio cuenta de esto rápidamente hasta el punto en que

informes de prensa denunciaban que el nuevo color del agua estaba causando

envenenamientos y trastornos terribles. Esto generó una lucha entre quienes abogaban

por las mejoras en la calidad del agua y quienes querían seguir bebiendo agua

contaminada42. La dirección técnica de la cloruración de aguas escribió lo siguiente:

“Con motivo de la oposición que algunos vecinos de Chapinero hicieron

en meses pasados a este procedimiento de desinfección, el señor doctor

Hoyos Frade, médico del barrio, a nombre de todos ellos, pidió al señor

Alcalde de la ciudad que hiciera practicar, por personas distintas de

nosotros, análisis químicos y bacteriológicos de las aguas para ver de

encontrar resultados distintos en que se pudieran apoyar las objeciones

que habían hecho al sistema”43

En la década de los treinta la ciudad siguió sufriendo por la escasez de agua. La

prensa de la época seguía reclamando soluciones urgentes a este problema44. Sumado a

esto, se seguía desperdiciando bastante agua por parte de personas que mantenían las

llaves del agua abiertas innecesariamente. Esto se debía a que, al igual que a comienzos

de siglo, en la década de los treinta lo usuarios pagaban un costo mensual fijo sin

importar cuánto gastaran. Para solucionar este problema, el municipio empezó a instalar

contadores de agua, lo que inmediatamente redujo el consumo.

Sin embargo, el problema de siempre persistía. La ciudad seguía creciendo en

grandes proporciones y las capacidades instaladas no daban abasto para la demanda de

agua de los capitalinos. El Gobierno nacional entró como socio del municipio y en 1934

42 Las mejoras no se hicieron esperar. Entre 1919 y 1920, cuando aún no se aplicaba cloro en el agua, el número de muertos por fiebre tifoidea fueron 412 y 411 respectivamente. En 1921, cuando se comenzó a utilizar el cloro, el número de muertes por esta enfermedad disminuyó a 88, IRIARTE, Alfredo, Breve Historia de Bogotá, Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1988, p. 211-212. 43 “Dirección Técnica de la cloruración de las aguas” en Registro Municipal, 15 de septiembre de 1922, citado por URREGO, Miguel Ángel, Sexualidad, Matrimonio y Familia en Bogotá, 1880-1930, Fundación Universidad Central, Bogotá, p.95.44 Titulares de prensa en El Tiempo entre 1927 y 1931 muestran esta angustia.

23

se comenzó a trabajar en el proyecto de represamiento del río Tunjuelo, en un sistema

de conducción de 24 kilómetros hasta el alto de Vitelma y en una planta de tratamiento

convencional. Estos trabajos se terminaron en 1938, cuando la planta de Vitelma

comenzó a enviar a la ciudad diariamente 50.000 metros cúbicos de agua purificada45.

A pesar de los avances que se presentaron durante este tiempo, la escasez de

agua siguió siendo un problema en la capital. No sólo los veranos que vivía la ciudad

generaban insuficiencia en la provisión del líquido. Las ampliaciones que se hacían a las

instalaciones siguieron siendo limitadas para contrarrestar el aumento exponencial de la

ciudad en la década de los cuarenta.

En 1949 el acueducto de la ciudad seguía siendo deficiente. La sequía presentada

en ese año obligó a suministrar el agua por turnos en ciertas horas del día. En ese año, se

proveía el servicio a 53.000 usuarios aproximadamente, lo que implicaba que no se

prestara el servicio a cabalidad en los barrios del norte o en las industrias que lo

demandaban. Esto sin contar que en nuevos barrios ubicados en la periferia de la ciudad

ni siquiera se contara con el servicio del acueducto46. El acuerdo 10 de 1949, expedido

por el municipio, intentó solucionar este problema ampliando el sistema de acueducto.

Sin embargo, como las rentas del acueducto no alcanzaron para financiar las nuevas

obras, el concejo municipal decidió elevar las tarifas del acueducto a los usuarios47.

Gráfica N° 3 Número de habitantes por cada instalación del acueducto, 1930-1950.

1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500

2

4

6

8

10

12

14

16

18

20

45 PRECIADO, Jair, LEAL, Robert Orlando y ALMANZA Cecilia, op. cit., p.p. 226-227.46 OSORIO, Luís Enrique, “Los servicios públicos de Bogotá” en Revista Sábado, 24 de mayo de 1947.47 CONCEJO MUNICIPAL, El problema del agua en Bogotá, Acuerdo 10 de 1949, Imprenta Nacional, Bogotá, 1949.

24

Fuente: Anuario Municipal de Estadística y Cálculos de la autora.

A pesar de las preocupaciones que la empresa de acueducto tenía por la

ampliación y el mejoramiento del servicio de agua, las obras que se realizaban siempre

fueron insuficientes al crecimiento de la población. La gráfica N° 3 indica el número de

personas por cada instalación del servicio de acueducto en la ciudad. Tal como se

indica, en 1930 había una instalación, bien sea en hogares, industrias o establecimientos,

por cada 17 habitantes. Esta cantidad no parece crecer durante esta década y sólo hasta

finales de los treinta, con la inauguración de la nueva planta de Vitelma, se genera un

crecimiento en la provisión del servicio. Sin embargo, ésta pierde el impulso durante la

década de los cuarenta, probablemente por la explosión demográfica que se vivió en ese

período; lo que generó una fuerte desaceleración. Para 1950, la situación había

mejorado con respecto a 1930 pero seguía siendo alarmante. En este año, existía una

instalación del servicio de acueducto por cada 10 habitantes. A pesar de las mejoras en

las instalaciones, el servicio seguía llegando a pocas personas, y si se tiene en cuenta

que estas instalaciones incluían industrias y establecimientos, el panorama debió ser

mucho peor a lo que muestran las estadísticas.

2.1.1.2. La luz.

En 1876 se inauguró en Bogotá el servicio de alumbrado público con base en el

gas. Para 1881 este servicio ya cubría las calles y plazas de 68 cuadras y servía a 90

instalaciones domésticas. Sólo hasta 1890 se estrenó en la ciudad la Energía eléctrica en

reemplazo del gas. Al igual que el sistema de acueducto, la empresa de energía eléctrica

comenzó en manos privadas. Los incumplimientos de pagos por parte del Estado

hicieron que esta empresa se concentrara más en la provisión del servicio a industrias,

talleres o casas en lugar del alumbrado público. Mientras en 1905 eran pocas las calles

que estaban iluminadas, en la noche había más de 10.000 focos en residencias48. En

1909 este número había subido a 22.167 focos y en 1918 a 63.512 lámparas49.

Las negociaciones entre el municipio y la empresa de Energía Eléctrica

permitieron que se empezaran a instalar más lámparas de alumbrado público. En 1920,

la fuerte demanda del servicio eléctrico llevó a que la empresa decidiera ampliar sus

instalaciones. Como consecuencia de esto, la empresa aumentó sus tarifas desde el 1 de

julio de este año. Las quejas por el alza en las tarifas no se hicieron esperar. Los 48 IRIARTE, Alfredo, op. cit, p. 183.49 PUYO, F Historia de Bogotá, Vol. 3, Villegas Editores, Bogotá, 1988.

25

periódicos retaron a la empresa a justificar el aumento con cifras, a lo que éstas

respondieron con una inexplicable negación50. Se recogieron firmas que buscaron

denunciar a la empresa frente al Estado, argumentando que el monopolio que ésta tenía

le permitía escapar de un control por parte del gobierno. Estos reclamos tuvieron efecto.

El 19 de abril de 1920 se anunció la cancelación de la iniciativa del alza de las tarifas.

El surgimiento de la Compañía Nacional de Electricidad en 1920 le quitó el

monopolio a la compañía Samper de energía eléctrica, lo que terminó con la unificación

de ambas empresas en 1926 con el nombre de “Empresas Unidas de Energía Eléctrica”.

Esto llevó a nuevas alzas en las tarifas de energía eléctrica. Justo después de la

unificación de las empresas, se decidió reducir en un 10% la tarifa para pagos en los

cinco primeros días del mes. Sin embargo, en noviembre de 1927 decidieron aumentar

el precio de los medidores de energía; elevando en un 50% la tarifa para las cocinas

eléctricas. Las quejas van más allá, pues también se habla de la ineficiencia en la

instalación de nuevas lámparas y en la lentitud para prestar el servicio51.

El buen manejo de las finanzas de la empresa y la disminución que se estaba

presentando en el nivel de precios permitieron que la empresa bajara las tarifas,

particularmente en el barrio obrero. A pesar de estas rebajas, no se logró estimular el

uso de las estufas eléctricas y de otros electrodomésticos, debido al temor de las

personas de aumentar sus costos. Esto terminó prolongando el uso de las cocinas de

carbón y retrasando la llegada masiva de refrigeradores domésticos. En 1944, sólo el

2% de los suscriptores de energía tenían estufas o calentadores de electricidad52.

Nuevamente, todo esto demuestra que los intentos por cambiar los hábitos de consumo

y las costumbres de las clases bajas hacia unas más modernas, se vieron limitadas por

los ingresos y gastos de las familias.

La gráfica N° 4 indica la cantidad de kilowatios por hora consumidos en

promedio por un habitante en Bogotá entre 1930-1950. Ésta refleja el consumo de

energía per cápita en Bogotá. Esta estadística puede estar sobreestimada porque incluye

la energía demandada por parte de industrias y establecimientos. Sin ésta, la cantidad de

energía consumida por habitante sería más baja. Sin embargo, su tendencia puede ser

una buena guía de la demanda del servicio. Este indicador muestra un estancamiento del

50 Titulares de El Tiempo y El Espectador muestran los constantes reclamos. 51 “Los costos de la luz”, en El Tiempo, 30 de noviembre de 1927.52 IRIARTE, Alfredo, op. cit, p. 229 y Puyo, F Historia de Bogotá, Vol. 3, Villegas Editores, Bogotá, 1988.

26

consumo de energía durante la década de los treinta. Decreció un poco como

consecuencia de la caída en precios y la contracción de la demanda a comienzos de esta

década, pero luego se recuperó hasta volver al punto inicial, 15 k.W.h por habitante.

Sólo hasta mediados de los cuarenta, el consumo de energía se disparó y en tan sólo 5

años pasó de 20 a casi 35 k.W.h.

Gráfica N°4 Cantidad de k.W.h por habitante 1930-1950.

1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500

5

10

15

20

25

30

35

Fuente: Anuario Municipal de Estadística y Cálculos de la autora.

Durante la Segunda Guerra Mundial la importación de bombillas se resntringió,

lo que disminuyó un poco el consumo. Concluida la guerra, la demanda de energía se

volvió a disparar. Sin embargo, en épocas de sequías o de fuertes veranos se restringía

el abastecimiento de energía. En los veranos de 1947 y 1948, se restringió fuertemente

el consumo eléctrico a los habitantes de la capital.

El suministro de energía eléctrica se veía como una de las principales trabas al

desarrollo de Bogotá. Se argumentaba que si se proveyera más energía, aumentaría el

número de fábricas y a su vez la producción de la ciudad. Las comparaciones con

Medellín no se hacían esperar. En 1947, mientras en esta ciudad, con 200.000

habitantes, la planta de Guadalupe desarrollaba 40.000 kilovatios y la de Río Grande

esperaba desarrollar 250.000; en Bogotá, que tenía 550.000 habitantes, se desarrollaban

25.000 kilovatios. Además, los pronósticos para ese entonces indicaban que la demanda

iba en aumento, no sólo por la mayor población sino también por el aumento en la

producción53.

53 OSORIO, Luís Enrique, “Los servicios públicos de Bogotá” en Revista Sábado, 24 de mayo de 1947.

27

Gráfica N° 5 Número de habitantes por lámpara del alumbrado público, 1930-

1950.

1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500

10

20

30

40

50

60

Fuente: Anuario Municipal de Estadística y Cálculos de la autora.

La gráfica N° 5 muestra que las cantidades de lámparas públicas instaladas en la

ciudad mejoraron únicamente a comienzos de los treinta, cuando se instalaron en mayor

cantidad con relación al crecimiento de la población. El número de bombillas por

habitante tuvo un estancamiento desde mediados de los treinta hasta los cincuenta, lo

que demuestra que a pesar de las instalaciones que se hacían año a año, éstas no fueron

suficientes para suplir la llegada a la ciudad de nuevos pobladores y el crecimiento

acelerado de la ciudad en este período de tiempo. La ciudad crecía más de lo que la

empresa lo podía hacer.

2.1.1.3. El Teléfono.

El servicio telefónico se estableció en Bogotá en 1881 con una línea que

comunicó al Palacio Nacional con la oficina de correos. El sistema se expandió a la

ciudad en 1884. Cuatro años más tarde, la capital tenía 250 abonados54. Para ese

entonces, el aparato telefónico era asociado con un lujo e incluso con miedo. Sin

embargo, en 1892 se repartió el primer directorio telefónico.

Al comenzar el siglo XX, la empresa cambió de dueño, pasando a manos de

George O. Odell, quien obtuvo un contrato por cincuenta años para la empresa conocida

como The Bogotá Telephone Company. El servicio de la nueva empresa se estableció

54 JARAMILLO, Samuel, Ciento veinte años de servicios públicos, CINEP, Bogotá, 1995, p.16-18.

28

en 1906 y creció rápidamente hasta alcanzar en 1938 12.000 líneas55. Este aparato, por

sus altos costos, se solía relacionar con los sectores de mayores ingresos o con las

actividades comerciales.

Gráfica N° 6 Número de habitantes por aparato telefónico, 1930-1950.

1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 195015

17

19

21

23

25

27

29

Fuente: Anuario Municipal de Estadística y Cálculos de la autora.

La gráfica N° 6 indica el número de habitantes por aparato telefónico en Bogotá

para el período 1930-1950. Tal como se muestra, parece que existió un fuerte

crecimiento en las instalaciones de teléfonos desde comienzos de los treinta hasta

mediados de los cuarenta. Sin embargo, desde 1946, se presenta una fuerte caída debido

a que la población creció a un nivel mucho más rápido que el que presentó la instalación

de teléfonos en los establecimientos u hogares. Las denuncias de la época muestran que

el proceso de instalación era bastante lento y que cuando se terminaban de instalar miles

de teléfonos, la ciudad ya estaba demandando otros miles56.

A pesar de que el servicio telefónico se expandió con fuerza, siguió siendo un

lujo para la mayor cantidad de habitantes, lo que impidió que creciera a un mayor ritmo;

pues no sólo existía el costo de cada llamada, sino también un costo de instalación.

Sumado a lo anterior, durante la década de los cuarenta se dieron ciertos reclamos por el

mal servicio telefónico57.

Paralelamente al aumento en el número de teléfonos instalados en la ciudad, el

oficio de la operadora apareció. Este trabajo fue una nueva fuente de empleo para la 55 URREGO, Miguel Ángel, op. cit., p.98.56 OSORIO, Luís Enrique, “Los servicios Públicos en Bogotá”, en Revista Sábado, 24 de mayo de 1947. 57 OSORIO, Luís Enrique, op. cit.

29

mujer. Este trabajo era visto como rudo y mal remunerado. Las telefonistas debían

atender 200 llamadas al día y exponerse a los malos tratos por la imposibilidad de servir

tan rápido y eficientemente como a los usuarios les gustaría. Igualmente, su

remuneración era baja, pues ganaban aproximadamente un 70% de lo que un portero de

la época ganaba58.

Estos tres servicios aparecieron tempranamente y su lanzamiento no está muy

desfasado de su introducción en las principales ciudades del mundo59. No obstante, se

debe resaltar que anteriormente el consumo de estos servicios no era considerado

indispensable, a diferencia de lo que ocurre actualmente, pues se trataban de servicios

costosos cuyo cubrimiento era bastante limitado.

En el mismo sentido, la calidad de los servicios públicos de las familias ricas era

superior a la de la gran mayoría de los bogotanos. Por ejemplo, a comienzos de siglo

algunas de estas casas contaban con “mercedes de agua”, que consistían en la

instalación de tuberías de agua con las que podían obtener el líquido directamente y ya

para la década de los treinta, las casas de la élite empezaron a contar con plomería,

aparatos sanitarios y papel higiénico. Antes de este período, la mayoría de las personas

pertenecientes a estas familias hacían sus necesidades al aire libre o en los ríos. Las

ideas que se empezaron a promulgar sobre las enfermedades que se obtenían por la falta

del baño diario en los manuales de higiene a comienzos de siglo hicieron que la clase

alta y rica empezara a tener como costumbre diaria el baño del cuerpo60. Sin embargo,

esta costumbre se generalizó en las clases bajas hasta la década de los treinta.

2.1.2 El transporte.

Bogotá también experimentó importantes cambios en el área del transporte. En

1910 comenzó a transitar, aunque con lentitud, el tranvía por la ciudad61. En 1921 se

inauguró el servicio de buses entre Bogotá y Chapinero y durante esa década, algunas

vías de la capital fueron asfaltadas, lo que generó durante este tiempo el empleo de gran

cantidad de mano de obra no calificada. En 1912, en Bogotá había cien automóviles, en 58 En 1927 una telefonista ganaba 35 pesos mientras que un portero ganaba 50 pesos, “Para acabar con la iniquidad” en El Tiempo, 7 de diciembre de 1927.59 Sin embargo, con el alcantarillado ocurrió lo contrario. En Bogotá apareció tardíamente. 60 REYES, Catalina y GONZALEZ, Lina María, “La vida doméstica en las ciudades republicanas” en Historia de la vida cotidiana en Colombia, Castro, Beatriz (editora), Editorial Norma, Bogotá, 2005. 61 Los carros de los tranvías son descritos en la década de los veinte como cómodos y elegantes, y resaltan el bajo precio (10 centavos por pasaje) que se paga por el servicio, El Tiempo, Diciembre 15 de 1922.

30

1922 había 360 automóviles, 220 coches, 4 autobuses, 46 autocamiones y 1080 carros

de resortes y para 1927 en la capital había 1143 automóviles, 720 coches, 50 autobuses,

375 autocamiones y 2112 carros de resorte62. Se debe resaltar que a pesar de que habían

aumentado el número de automóviles, para ese entonces no se había podido disminuir el

uso de los carros de resorte, los cuales contribuían al deterioro y daño de las calles. No

obstante, para 1950 el crecimiento en el número de vehículos que estaban en circulación

había sido bastante alto, pues en este año la capital ya contaba con 11884 automóviles,

1522 autobuses y 5055 camiones. No es clara la cantidad de carros de resorte que

seguían circulando en la capital, pero los registros presentados en los diferentes retenes

de la capital en este año indican que seguían transitando en grandes proporciones63. En

1913 se dio el primer vuelo nacional que cubrió la ruta Bogotá-Medellín. A partir de

aquí, la capital empezó una conexión con el mundo, que llevo a que en 1950 se hicieran

14.721 vuelos comerciales que transportaron 146.384 pasajeros. Para ese entonces la

mayor cantidad de vuelos se hacían hacía Caracas y Nueva York y en menor proporción

a Miami y Lima64.

La gráfica N°7 indica el número de viajes promedio por tranvía por año en la

capital. Ésta nos indica que un año después de empezar a funcionar este sistema de

transporte en la capital, un habitante usaba este servicio para desplazarse 30 veces al

año y que para 1950, un bogotano en promedio viajaba en tranvía 92 veces al año. Para

este año ya existían 14 líneas en la ciudad que cubrían diferentes rutas desde el centro

hasta la Avenida Chile, Chapinero, El Retiro, Las Cruces o San Francisco entre otras65.

El año de mayor uso de este servicio fue 1946 cuando alcanzó un máximo promedio de

126 veces al año por habitante.

El aumento en el número de viajes por habitante a lo largo del tiempo es

resultado de la expansión que sufrió la ciudad durante este período, que amplío las

distancias entre lugares y obligó al uso del transporte público para el cumplimiento de

obligaciones o citas. Para este momento la gente ya había dejado de vivir cerca a los

62 “Interesantes datos sobre el desarrollo de Bogotá” en El Tiempo, 28 de octubre de 1927.63 En 1949, seguían habiendo en la ciudad 1856 carros de resorte, Anuario Municipal de Estadística, 1950.64 Los capitalinos estaban conectados con diferentes ciudades del mundo tales como Toronto, Panamá, Roma, Managua, Quito, México, La Habana y Aruba entre otros, en donde en algunos casos se hacía un único vuelo anual, Anuario Municipal de Estadística, 1950.65 Tal parece que las líneas más usadas eran la que iba de de la Avenida Chile hasta la Hortúa, de las Cruces hasta la Calle 67 y de San Fernando hasta San Francisco, Anuario de Estadística Municipal, 1950.

31

sitios de trabajo o a los lugares de recreación, lo que les exigía el uso de buses urbanos o

del tranvía municipal.

No existen estadísticas sobre el precio del pasaje del tranvía, únicamente se sabe

que en 1922 un viaje costaba 0.1 pesos, lo que equivalía a una sexta parte del jornal de

un peón para ese año (que era de 0.6 pesos). Esta relación indica que para los

trabajadores no calificados, el costo de usar el tranvía en ese año era bastante alto si se

tienen en cuenta los demás gastos.

Gráfica N° 7 Número de viajes promedio por habitante en tranvía, 1911-1950.

19111913

19151917

19191921

19231925

19271929

19311933

19351937

19391941

19431945

19471949

0

20

40

60

80

100

120

140

Fuente: Boletín de Estadística Municipal, Anuario General de Estadística y Cálculos de la autora

Paralelamente al mayor uso de automóviles y de transporte público, el número

de muertes y heridos por accidentes de tránsito aumentó, pasando de 58 muertos y 364

heridos en 1942 a 125 y 1645 respectivamente en 1950. Se rescata que la mayor

cantidad de víctimas estaban entre los 10 y los 20 años de edad66.

Gracias a las mejoras en el transporte capitalino y al aumento en la riqueza

nacional, nuevos patrones residenciales empezaron a surgir. Tradicionalmente, las

familias adineradas habían vivido en casas de dos pisos de estilo colonial en el centro de

la ciudad. Para la segunda década del siglo, estas familias empezaron a mudarse a

nuevos barrios residenciales ubicados al norte y a las afueras de la ciudad, cerca a

Chapinero. Para los grupos de ingresos medios, se estaban empezando a desarrollar

nuevos barrios exclusivos para ellos, con precios razonables en los alquileres y compras

66 Anuario Municipal de Estadística, 1950.

32

y cercanos a la línea del tranvía para facilitar su desplazamiento hacía el trabajo. Los

pobres seguían viviendo en el centro de la ciudad.

Este desplazamiento de un sector de la población hacía el norte rompió con el

esquema tradicional donde tanto los ricos como los pobres vivían en una misma y

cercana proximidad. Igualmente, la nueva arquitectura implantada en las casas

residenciales de los hogares construidos para los ricos era una expresión de la nueva

apertura de la clase alta bogotana y de su deseo de imitar a las sociedades que ellos

consideraban “civilizadas”. La influencia europea, particularmente la inglesa y francesa,

llevaron a una seria transformación estética de la arquitectura de la ciudad. Intentando

imitar el estilo republicano, se proyectaron la construcción de parques, bulevares,

jardines, casas y edificios con las características que este estilo imponía.

2.2 La vida cotidiana de los bogotanos.

En 1900 la sociedad bogotana mantenía las mismas formas de vida que durante

la época colonial. Las diferencias existentes entre grupos estaban ligadas a aspectos

económicos y étnicos. Es decir, las familias ricas y blancas vivían de una forma

diferente a las de ingresos medios, pobres, mestizas e indias67. Durante el siglo XIX, la

principal diferencia entre los grupos sociales estaba ligada al grupo étnico. Sin embargo,

el ingreso también se convirtió en un elemento diferenciador. Esto implicaba que

aspectos como la vivienda y su ubicación en la ciudad, el vestido o el tipo de recreación

que mantenían fueran referentes de diferenciación social.

Las clases altas intentaban parecerse a la aristocracia europea no sólo en la

forma de vestir, sino también en sus ideas sobre el progreso y la modernización de la

ciudad. Ellos pensaban que el gran impedimento que la ciudad tenía para avanzar en ese

camino hacia el progreso recaía sobre los malos hábitos del analfabeto pueblo. Así, para

salir adelante se debían cambiar las costumbres, los modos de vestir, de comer, de

trabajar, de divertirse y de usar la ciudad que el pueblo tenía. Sin embargo, al debatir el

problema de la pobreza, los hombres públicos no se referían a él en términos

socioeconómicos sino en términos morales68; lo que contradecía la idea de acabar con la

pobreza para avanzar hacia el progreso económico.

2.2.1 La vivienda y los alquileres.

67 Reyes, Catalina y González, Lina María, op. cit. 68 Henderson, James, op.cit, p. 130.

33

A comienzos del siglo XX, los grupos sociales de ingresos altos, medios y bajos

convivían dentro del mismo espacio, en el mismo barrio y en algunos casos separados

únicamente por una entrada o piso. Las casas de las familias con ingresos altos

mantenían la arquitectura colonial del siglo XIX, siendo grandes, espaciosas, de incluso

dos pisos y hechas de adobe y teja. Era común que las casas se subdividieran.

Generalmente, el primer piso se arrendaba a personas pobres y el segundo piso quedaba

como vivienda para el propietario del inmueble.

La decoración de la casa perteneciente a la familia rica incluía porcelanas,

imágenes religiosas, tocadores y pianos. La parte más importante de la casa era la sala,

en donde atendían a las visitas y se realizaban las reuniones con su círculo social. Las

familias pobres no tenían ninguno de estos accesorios, e incluso en algunos casos

reemplazaban las camas por esteras o hamacas. Poco a poco la cocina se fue

transformando e higienizando, e incluso a mediados de los treinta aparece la nevera. En

el caso de los pobres éstas se encontraban afuera de la casa. Los solares, que antes se

usaban para huertas y frutales se fueron convirtiendo en jardines. La mayoría de estas

casas contaban con zonas que tenían funciones específicas: zona de servicio, cuarto de

las sirvientas, despensa, lavaderos, biblioteca, cuarto de costura entre otros69. Por otro

lado, las casas de los pobres eran descritas como ranchos con pisos de tierra y con una

sola habitación que cumplía todas las funciones de sala, cocina y dormitorio70. Alcides

Arguedas, un diplomático boliviano que vivió en la capital en 1930, así las describe:

“Las casitas de barrios pobres son de barro con techo de paja o de lata y

su aspecto es sórdido y miserable. Paredes retorcidas y desconchadas;

puertas con remiendos, ventanas sin vidrios. En el piso, ni madera ni

ladrillo y sólo la tierra apelmazada. Las callejas pendientes, son

muladares infectos; en los jardines donde florecen los rojos geranios, se

acumulan las basuras, y, sobre cuerdas y alambres, se ponen a secar las

ropas remendadas, desflecadas y hechas girones…¡Verdaderas basuras

de miseria…!”71

Era normal que se señalaran el mal estado de la vivienda como una causa de las

enfermedades y de la mortalidad. La corrección de este problema era necesaria si se 69 Urrego, Miguel Ángel, op. cit, p.243.70 Reyes, Catalina y González, Lina María, op. cit. 71 Arguedas, Alcides, La danza de las sombras, Bogotá, Banco de la República – Talleres Gráficos, 1983, p.209.

34

quería avanzar hacia el progreso y la modernidad. De esta manera, se hicieron algunos

esfuerzos con la construcción de barrios obreros en donde las casas contaban con más

comodidades e higiene, pero éstos fueron insuficientes para la cantidad de población

que la ciudad tenía y recibía año tras año.

Pero ¿cómo se podía corregir este problema con los ingresos que las familias

pobres recibían? En 1892 el precio de una habitación en la parte alta de la ciudad

(Belén, Agua nueva o San Diego) de alrededor de 3 metros de largo por 3.5 metros de

ancho en donde dormían aproximadamente seis personas era de 2 pesos mensuales.

Este precio podía alcanzar los 10 pesos si la casa estaba dentro de la ciudad. A finales

de la década de los treinta, la situación no había cambiado mucho72. En 1936, las piezas

obreras tenían en promedio ocho metros cuadrados y el servicio de agua y luz estaba

incluido en los gastos de arriendo. Por una pieza, una familia pagaba en promedio 8.5

pesos mensuales. Generalmente, esta habitación era parte de una casa de inquilinato, en

donde vivían entre 20 y 40 familias, cada una con un promedio de cinco miembros.

Dentro de cada habitación, las familias cocinaban y era extraño encontrar ventanas, lo

que hacía que la luz y el aire entraran únicamente por la puerta. En estos casos había

para todas las familias de la casa un inodoro y una sola pluma de agua, lo que hacía que

el estado higiénico de las piezas fuera bastante deficiente73. En 1939, con un jornal de 1

a 1.3 pesos debían pagar por el arrendamiento de una pieza de tres por cuatro metros,

sin pavimento, ni sanitario, con derecho a lavaderos, agua y hornilla alrededor de 6

pesos mensuales74.

Si se sigue el índice de costo de vida de la clase obrera desarrollado por la

contraloría desde 1936, el costo del arriendo en 1950 habría subido un 300% con

respecto al año inicial. Si partimos de que el valor promedio de una habitación en

arriendo era de 8.5 pesos en 1936, este valor habría subido a 25.5 pesos en 1950. Con

ingresos de 40, 50 o 60 pesos al mes en este año, ¿sería posible para una familia

arrendar más de una pieza o mejorar las condiciones de la única habitación que ocupan?

Uno de los casos más ilustrativos es el de Paseo Bolívar. En 1935 en este barrio

vivían 16.979 personas que ocupaban 2.239 habitaciones y habían 4.447 familias (2

familias por vivienda), que pagaban un arriendo mensual por hogar de 34 pesos 72 Vanegas, R, Estudio sobre nuestra clase obrera. Bogotá: Imprenta de Torres Amaya, 1892.73 Contraloría General de la República, Las condiciones económico-sociales y el costo de la vida de la clase media en Bogotá, Bogotá, Imprenta Nacional, 1937.74 “La deficiencia de alimentación del pueblo bajo de la capital” en El Tiempo, 7 de febrero de 1939.

35

mensuales75. Si un portero ganaba alrededor de 60 pesos al mes, ¿podría gastar la mitad

de su ingreso arrendando una habitación para su familia? Más que un deseo de la clase

política por mejorar el hacinamiento y las condiciones higiénicas de las viviendas de las

familias pobres, sus ingresos eran insuficientes para cambiar sus hábitos.

Sumado a esto, la fuerte afluencia de inmigrantes a la ciudad y el crecimiento de

la población disminuían la disponibilidad de habitaciones y viviendas, que no eran

suficientes para suplir la demanda a pesar de que se construían varias años tras año 76, lo

que facilitaba el hacinamiento de las familias y dificultaba su traslado hacía una mejor

vivienda.

Gráfica N°8 Número de habitantes por cada vivienda nueva, 1930-1950.

1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500

100

200

300

400

500

600

700

Fuente: Anuario General de Estadística, Cálculos de la autora.

La gráfica N° 8 indica el número de habitantes por cada vivienda nueva que se

construía cada año. Tal como se muestra, el número de personas que había por cada

vivienda nueva que se construía no varío mucho entre 1930 y 1950. A comienzos de los

treinta habían alrededor de 400 personas por cada vivienda nueva, cifra que aumenta

durante 1931-1932 por la disminución de los precios de los bienes y salarios, lo que

desincentivó la construcción y aumentó el desempleo. En 1950 este valor no había

cambiado sustancialmente, pues durante ese año había cerca de 300 personas por cada

vivienda nueva construida. Lo anterior demuestra que a pesar de la expansión que vivió

75 Puyo, F op. cit.76 Por ejemplo, en 1922 se construyeron en Bogotá 69 casas y se cubrió con ellas un área de 13.000 metros cuadrados y en 1926 se alcanzaron a edificar 388 casas y un área total de 95.000 metros cuadrados. Entre estos años se presentó un aumento del 400% en el número de casas y de 584% en los metros construidos, “Interesantes datos sobre el desarrollo de Bogotá” en El Tiempo, 28 de octubre de 1927.

36

la ciudad y el aumento de su población, el sector de la construcción no reaccionó

eficientemente a ese cambio con un aumento en la oferta de viviendas. Esto explicaría

las continuas quejas sobre los altos arriendos y el hacinamiento en que muchas familias

siguieron viviendo hasta mediados del siglo XX.

Incluso en algunas ocasiones se alcanzó a denunciar que los alquileres de la

finca raíz de primera clase no pasaban del 6% ó 7% anual del valor del inmueble,

mientras que los alquileres de las casas pequeñas, las tiendas y de las habitaciones del

proletariado eran del 1%, 1.5% y en algunos casos hasta 2% mensual, lo que se

agravaba por las malas condiciones higiénicas en que se encontraban estos lugares77.

Es constante encontrar reclamos y el planteamiento de soluciones ante los altos

arriendos. Por ejemplo, en 1922 un artículo publicado en El Tiempo hace alusión a la

imposibilidad de encontrar una casa para arrendar que no cueste menos de 35 pesos

mensuales78. En 1924, el tema vuelve a cobrar bastante importancia. En aquél momento

se planteó la posibilidad de que el Gobierno Central entrara a regular el precio de los

alquileres, pues existían personas que tomaban una casa por 60 u 80 pesos para

posteriormente subarrendar las piezas de estas propiedades y así recoger el doble de la

suma que les costaba el arriendo inicial79.

Otra de las soluciones planteadas fue la posibilidad de que la empresa del

Ferrocarril de Cundinamarca trajera dos carros de gasolina que prestaran su servicio a

los habitantes de las poblaciones cercanas a la sabana como Madrid, Mosquera o

Fontibón. Esto les permitiría a los trabajadores almorzar en sus pueblos y regresar

regularmente a sus ocupaciones; descongestionando a Bogotá y permitiendo que

muchas familias se establecieran definitivamente en lugares cercanos a esta línea del

Ferrocarril80.

La solución más recurrente al problema de los altos arriendos era la construcción

de nuevas viviendas obreras, pues se creía que la principal causa del aumento era el

desequilibrio entre oferta y demanda de habitaciones, lo que generaba escasez, precios

altos y especulación de propietarios e intermediarios. Para resolver este asunto se

debían dar exenciones de impuestos a las nuevas construcciones y a su vez rebajar los

77 “Los alquileres y la vida cara” en El Tiempo, 28 de febrero de 1924.78 “Sueldos Reducidos” en El Tiempo, 24 de noviembre de 1922.79 “Los alquileres y la vida cara” en El Tiempo, 28 de febrero de 1924. 80 “Para tener habitación barata” en El Tiempo, 19 de marzo de 1924.

37

fletes y los derechos de aduana para los materiales. Adicionalmente, se debía

suministrar dinero en buenas condiciones y a un interés razonable. En 1927, el banco

Agrícola abrió préstamos para construcciones a 30 años por sumas cuyo límite superior

era de 30.000 pesos, con una amortización gradual y a un interés anual del 8%. La

posibilidad de nuevos préstamos era el resultado del mayor acceso a crédito que el

Estado colombiano y el Banco tenían en los mercados extranjeros; lo que inyectaba

mayor capital al banco y la posibilidad de prestar a una menor tasa81. Años después, con

la gran depresión el crédito se volvió a restringir y las posibilidades de préstamos para

vivienda a tasas razonables se redujeron.

A diferencia de lo ocurrido durante el siglo XIX y las dos primeras décadas del

siglo XX, para la década de los treinta, la clase alta empezó a desplazarse del centro

hacía el Norte, con el fin de separarse y diferenciarse aún más de los demás grupos

sociales. Los contrastes entre las viviendas eran sorprendentes. Mientras la élite vivían

en la comodidad, los lujos y la sofisticación intentando imitar a las sociedades

burguesas europeas; las familias de ingresos bajos intentaban sobrevivir en la miseria.

Incluso, uno de los principales problemas de los años treinta fue la vivienda para los

obreros y los sectores populares. A medida que la clase alta se desplazaba hacia el norte

y dejaba desocupada sus antiguas casas; éstas eran invadidas por inmigrantes y se

convertían en casas de inquilinato, en donde familias de hasta 13 miembros se

hacinaban en una sola habitación.

La vivienda y el alquiler fue un asunto importante tanto para trabajadores como

empleadores, ya que ésta podía tener un efecto importante sobre la moralidad y la

productividad82. La iniciativa de mejorar las viviendas de los trabajadores tuvo su mayor

esfuerzo en la construcción de barrios obreros en ciertos sectores de la ciudad, como el

barrio “San Francisco Javier”. Esta fue una política que surgió con fuerza a comienzos

de la década de los veinte y que se mantuvo hasta la década de los cuarenta, período en

el que se construyeron alrededor de 550 habitaciones obreras por año83. Sin embargo,

fue mucho lo que se planteó y poco lo que se realizó, pues estas construcciones fueron

insuficientes para albergar la abundante migración de población provinciana que llegaba

81 “Por las habitaciones baratas” en El Tiempo, 25 de octubre de 1927. 82 “Las casas para obreros: Discurso del doctor Alfonso Robledo, pronunciado ayer, con motivo de la inauguración de algunas casas nuevas construidas en el barrio “San Francisco Javier””, en El Tiempo, 9 de diciembre de 1919. 83 Anuario General de Estadística, 1950.

38

a la capital, lo que se reflejó en que para 1950 muchos de los habitantes de la capital

seguirían viviendo hacinados y en condiciones sanitarias lamentables.

2.2.2 El Vestido.

Al igual que lo sucedido durante la época de la Colonia, el vestido siguió siendo

un elemento de diferenciación social durante la primera mitad del siglo XX. La

identificación de los sectores sociales se marcaba aún más por el tipo de zapatos o de

vestido que se usara. Igualmente, se empezó a asociar cada evento u ocasión con una

indumentaria particular. De este modo, existían diferencias en el vestir cuando se quería

ir a la Iglesia un domingo, a una fiesta familiar, a una visita o a un paseo, especialmente

dentro de los grupos sociales con mayores ingresos.

A finales del siglo, el vestido de las clases inferiores era de mala calidad y

provenían principalmente de telas ordinarias de lana hechas en el país con las que se

elaboraban los pantalones y las ruanas. También, por aquella época se usaban alpargatas

de algodón y fique. En un año los gastos en vestido de un hombre de mediana estatura

correspondientes a 2 pares de pantalones, 2 sacos, 1 ruana, 2 camisas, 1 sombrero 3

alpargatas ascendían a 21 pesos y los de una mujer de mediana estatura que compra dos

vestidos al año eran de 17,40 pesos84. Si el jornal medio de un trabajador era de 1.2

pesos diarios y trabajaba alrededor de 250 días al año, el gasto en vestido era de un poco

más del 10% de su ingreso anual.

Durante los primeros cincuenta años del siglo XX, las relaciones sociales entre

grupos no sufrieron grandes cambios y a pesar de las duras condiciones de la ciudad, la

clase alta pretendía sentirse en una ciudad europea. Las publicidades que se encuentran

en revistas como Cromos, El Gráfico y Sábado y en periódicos como El Tiempo y El

Espectador muestran de manera explícita la fuerte influencia europea en la élite:

sombreros, paños y telas importadas con las que la clase alta quería vestirse85. De esta

manera, se empezó a asociar lo extranjero con la buena calidad y como una forma de

atraer clientes. 84En 1892, el vestido del hombre incluía 10 varas de manta para pantalones y saco (1.6 pesos), una ruana (3 pesos), un género para forros, camisas y calzoncillos (3,4 pesos), un sombrero (4 pesos) y 36 pares de alpargatas a 25 centavos cada una (9 pesos). El vestido de la mujer consistía en 11 varas de zaraza para dos enaguas exteriores (2,2 pesos), 1,5 varas de paño para una mantilla (5,6 pesos), 10 varas de género para enaguas interiores (2 pesos), 8 varas de género para dos camisas y para ruedos (1,6 varas) y 24 pares de alpargatas a 25 centavos cada una (6 pesos). VANEGAS, Ramón, op. cit. 85 En muchas de estas referencias se resalta, con el fin de atraer más clientes, que son bienes importados y que son referentes de “modernidad”.

39

A medida que el país se abría al exterior, la importación de prendas de vestir

empezó a ser más recurrente, incluso algunos almacenes se empezaron a especializar en

la importación de vestidos y accesorios. Empezaron a utilizarse nuevos términos como

la seda, el cuero y el paño inglés, y se empezó a medir la idea de “estar a la moda” con

objetos como relojes, paraguas, guantes, calzonarias, etc86. Paralelamente a la mayor

demanda de estos artículos por parte de la clase alta, sus precios también se

incrementaban.

Si bien, no existen datos precisos sobre los precios de estos artículos para todos

los años, los aranceles que éstos pagaban en el momento de importarse indican un

aumento sustancial desde finales del siglo XIX hasta mediados de los treinta. Por

ejemplo, los guantes de algodón pagaban en 1886 0.9 pesos por kilogramo importado,

en 1913 2,5 pesos y en 1931 2,1 pesos; los de lino pagaban en 1886 1 peso por

kilogramo, en 1913 3 pesos y en 1931 2,1 pesos, los de seda pagaban en 1886 1,2 pesos,

en 1913 6 pesos y en 1931 5 pesos y los de cuero pagaban en 1886 1,2 pesos, en 1913 4

pesos y en 1931 5 pesos. Igualmente la ropa de paño importada pasó de pagar 1.2 pesos

por kilogramo importado en 1886 a 2.08 en 1931 y los sombreros de lana o paño

pasaron de 1 peso en 1886 a 2.45 en 193187.

La moda empezó a cambiar con fuerza durante la década de los treinta. En este

tiempo se empezaron a usar faldas que llegaban al límite de la rodilla y se comenzó a

usar la media de seda. El auge de esta prenda llegó a tal límite, que la revista Cromos

citó en 1940 lo siguiente:

“El auge de los almacenes de medias de seda en la capital de Colombia

es una cosa alarmante. En todos los almacenes, aún en los de artículos

para hombre, se vende medias para mujer…En Bogotá, desde la dama

rica hasta la empleadilla de almacén de modestísimo sueldo, se gasta el

lujo de la media velada”88.

Todos estos materiales iban en contravía con la moda del siglo XIX, en donde se

destacaban las blusas de cuello alto y de manga larga y las faldas anchas que caían hasta

los tobillos. En cambio, ahora se estaban empezando a usar blusas escotadas, guantes de

86 URREGO, Miguel Ángel, op. cit, p.261.87 Leyes de Aduanas: Ley 36 de 1886, Ley 117 de 1913 y Ley 62 de 1931, Diario Oficial.88 Revista Cromos, 10 de agosto de 1940, citado en Urrego, Miguel Ángel, op. cit, p.261.

40

cuero, zapatos de tacón, collares largos y vestidos ligeros y cortos89. Por el contrario, los

hombres mantuvieron en términos generales sus tradicionales vestidos. Sin embargo, en

las clases altas cobraba cada vez más importancia el origen del paño y el uso de la

corbata, el chaleco, el sobretodo, el reloj y el paraguas.

Las grandes transformaciones que las formas de vestir sufrieron en las clases

superiores contrasta con la estabilidad que se mantuvo en las clases bajas. Estas familias

compraban ropa irregularmente, especialmente en diciembre y semana santa90. En este

grupo, el vestido del pueblo siguió siendo la tradicional ruana o poncho y las alpargatas

o los pies descalzos; a pesar de los esfuerzos que el Estado y la clase política hicieron

por cambiar estas formas de vestir91. El decreto 425 de 1936 dictado por el alcalde Jorge

Eliécer Gaitán intentó prohibir el uso de la ruana y las alpargatas por parte de los

choferes de taxis y buses. Estas prendas eran usadas por los más pobres y estaban muy

arraigadas en las costumbres y en la cultura popular, lo que terminó generando una

huelga de protesta contra esta iniciativa. La Asociación Nacional de Choferes condenó

el decreto como una violación de sus derechos y se lanzaron a la calle a protestar. Este

incidente terminó cuando el presidente López Pumarejo le ordenó al gobernador de

Cundinamarca que relevara de su puesto a Gaitán, el 14 de febrero de 193792.

Tal parece que el pueblo no cambio sus costumbres al vestir. En 1929 Arguedas

los describe de la siguiente manera:

“La gente del pueblo, en su mayoría, no gastan calzado. Van, o con

alpargatas, o con los pies desnudos. Se les ve flacas, pálidas, con las

carnes pobres y flácidas, triste la mirada, cansado el continente. Los

hombres se cubren con la ruana, negro ponchillo de lana que a veces usan

los mismos estancieros acomodados…”93

En 1930 un peón ganaba entre 0.8 y 1 peso como jornal. Ese mismo año un par

de medias costaba alrededor de 0.5 pesos, un flux ordinario de ropa interior costaba de

7.6 pesos, una franela costaba alrededor de 0.37 pesos, un par de zapatos negros “finos”

hechos a máquina en Bogotá costaban 5.95 pesos y una camisa de hombre fabricada en

89 URREGO, Miguel Ángel, op. cit, p.262.90 “La vida obrera en Bogotá” en Revista del mes financiero y económico, 1938. 91 “La vida obrera en Bogotá”, op. cit.92 GREEN, John, ““Días de emoción espectacular”: choque cultural, intriga política y la huelga de choferes de Bogotá en 1937”, en Historia Crítica, N° 24, julio-diciembre, 2002, pp. 27-47. 93 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 76.

41

Bogotá tenía un valor de 2.5 pesos94. Si bien se podían conseguir zapatos que no fueran

clasificados como “finos” más baratos, para un obrero seguía siendo muy costoso

comprar prendas de vestir consideradas más “modernas”. Incluso lo era para un Maestro

albañil que para esa época ganaba 1,7 pesos de jornal. Esto puede explicar porque las

clases populares continuaron vistiendo sus trajes habituales. Estas compras implicaban

nuevos y mayores gastos, que en ocasiones fueron vistos como innecesarios.

A finales de la década de los cuarenta, la clase trabajadora y los obreros seguían

utilizando la indumentaria tradicional. José Antonio Osorio Lizarazo, en su libro El Día

del Odio, describe cómo las personas de ingreso bajos seguían usando ruanas y

alpargatas en 1948: “Los obreros, cubiertos con sus ruanas, que bloqueaban la puerta

de la chichería, trataron de detenerlas....”95. Uno de los personajes centrales de la

historia, el Alacrán, es descrito como “sucio, cubierto con una ruana haraposa, calzado

con unas alpargatas desflecadas”96. Igualmente, la protagonista del libro, Tránsito, en

algunas oportunidades hace alusión a su deseo por usar su “ruana nueva”97. Todo lo

anterior indica que a pesar de los esfuerzos del Estado por cambiar la forma de vestir de

las clases populares por unas que se adaptaran más con la idea de modernidad, éstas

siguieron manteniendo sus tradicionales vestidos.

2.2.3 La alimentación.

La idea de modernidad y la necesidad de cambio para el progreso requerían que

los hábitos de consumo y de alimentación de las clases bajas, asociados con la baja

productividad y la poca inteligencia, se transformaran. Se buscaba que la población

tuviera rutinas de alimentación más saludables. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de

la clase política y dirigente por cambiar estas costumbres y de las políticas encaminadas

a la sustitución de alimentos cotidianos por otros más saludables; el pueblo siguió

consumiendo sus productos tradicionales. En 1945, Luis Enrique Osorio lo plasmó de la

siguiente forma:

“Al encargarse del municipio, el alcalde Llinás actuó ante todo como

médico. Dióse cuenta de que en los restaurantes escolares…se

alimentaban de forma deficiente, siguiendo no sin cierta flaqueza en el

94 BOLETÍN DE COMERCIO E INDUSTRIA, Octubre-Noviembre, 1930.95 OSORIO Lizarazo, José Antonio, El Día del odio, Editorial Santillana, Bogotá, 1998, p. 58.96 OSORIO Lizarazo, José Antonio, op. cit., p. 7897 OSORIO Lizarazo, José Antonio, op. cit, p. 91

42

menú la tradición alimenticia que nos dejaron los españoles y que es

pobre aún en los más ricos manteles y las más sonoras Bodas de

Camacho. Cuando quiso imponer, a través de las escuelas públicas un

sistema dietético que reñía con nuestras tradiciones alimenticias, no

faltaron protestas conservadoras. Hubo hasta quienes me dijeran que el

menú en boga era el mismo que habían usado los próceres de la

Independencia…”98

Se pensaba que para corregir la alimentación del pueblo era necesaria la

intervención del Estado. La nutrición y la alimentación debían ser actividades de salud

pública99. Se resaltaba que mientras en otros países, los estados tomaban medidas para

mejorar la alimentación del pueblo, en Colombia esto estaba completamente

descuidado100:

“Los Estados Unidos van a ganar la guerra, porque hace cuatro siglos

que comen bien, y a eso deben su progreso industrial, sus trescientas

universidades, su dinero y su idealismo…Nosotros no obramos con

rapidez, no pensamos con arresto, no afrontamos grandes problemas

porque la mente no encuentra respaldo en el aparato digestivo”101.

Se pedía revisar “el menú” de las clases populares e intervenir para cambiarlo102.

Se recalcaba que la chicha, el guarapo y las bebidas populares tenían pésimas

condiciones higiénicas y que el problema no sólo era la pobreza del menú sino “la

escogencia absurda de los alimentos”, pues a veces sólo tenían dos comidas y éstas

eran a base de chicha, agua de panela y changua103. Un lector escribió a El Tiempo en

1939: “Al pueblo hay que ponerlo en condiciones de que compre una alimentación

mejor, y hay que educarlo para que aprenda a seleccionar sus comidas”104. Se debía

educar al pueblo, a través del Estado y se debían cambiar los precios de los alimentos,

con el fin de hacerlos más asequibles al pueblo. Primero, por tradición indígena, el

pueblo estaba acostumbrado a consumir ciertos alimentos, como la chicha, que eran 98 OSORIO, Luis Enrique, “Bogotá en 1950. Síntesis de las preocupaciones urbanas que animan al alcalde Llinás” en Revista Sábado, 21 de abril de 1945.99 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 2 de febrero de 1939.100 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 2 de febrero de 1939.101 OSORIO, Luis Enrique, “Bogotá en 1950. Síntesis de las preocupaciones urbanas que animan al alcalde Llinás” en Revista Sábado, 21 de abril de 1945.102 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 2 de febrero de 1939.103 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.104 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.

43

considerados indispensables y que no alimentaban mucho105. Segundo, una libra de

carne en 1939 costaba 30 centavos, una botella de leche 9 centavos y la docena de

huevos 4 centavos; si el jornal de un obrero es de 80 centavos a 1 peso; ¿cómo podría un

obrero comer carne todos los días? Una buena alimentación costaría un jornal diario,

pero así no tendría suficiente para suplir otros gastos106.

Desde finales del siglo XIX, la alimentación se asociaba con la fortaleza física y

moral y con los progresos de la industria. Las deficiencias de grasa hacían que el obrero

fuera lento y perezoso, porque instintivamente tendía a economizar reservas que no eran

suplidas por sus dietas. Así, el rendimiento en su trabajo era bajo y se generaba una

pérdida real de dinero. Igualmente, la academia nacional de medicina consideraba que la

alimentación del pueblo era muy importante para el futuro de la raza y que la mayoría

de las enfermedades evitables como la lepra, el cáncer, la tuberculosis o la anemia

tropical estaban relacionadas con la precaria y mal balanceada dieta alimenticia de los

bogotanos107.

El consumo de alimentos dependía de la riqueza. Los trabajadores bogotanos de

finales de siglo XIX comían dos veces al día, generalmente en las tabernas. La primera

comida era a las 9:30 a.m. y consistía en un plato de sopa, mazamorra, pan y un vaso de

chicha. La segunda comida era a las 2:30 p.m. y consistía en lo mismo que la primera

comida más 1 ó 2 papas y algo de arroz. Generalmente, la carne que se consumía en

ambas comidas era aproximadamente de 1 a 2 onzas. Estas comidas costaban 25

centavos, lo que equivalía a más de la mitad del jornal diario de un obrero108.

Los productos básicos de alimentación a finales del siglo XIX para una familia

obrera bogotana incluían arroz, carne, chicha, maíz, panela, papas, legumbres y sal. Los

productos que se consumían en mayor cantidad eran la papa, la panela y el maíz con 22

kilos, 5 kilos y 6 kilos respectivamente al mes109. Si bien en aquél entonces se consumía

con cierta frecuencia café y aguardiente, la chicha era por excelencia la principal bebida

de la población. Para aquél momento, la cerveza ni siquiera estaba en el gasto de una

familia.

105 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.106 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 3 de febrero de 1939.107 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.108 VANEGAS, Ramón, op. cit. 109 VANEGAS, Ramón, op. cit.

44

Posteriormente, en una encuesta realizada a 225 familias obreras en 1936

indicaba que cerca del 66% de los gastos de una familia se dedicaban a su alimentación.

Así, se relacionaba un mayor ingreso con un aumento del consumo de los alimentos de

origen animal y con unas mejores condiciones de vida y por el contrario, un menor

ingreso estaba ligado con un aumento en el consumo de los alimentos de origen vegetal

y con peores condiciones de vida. Para este año, el consumo de productos tradicionales

como papa, maíz, panela y arroz seguía siendo el más alto e importante. Una familia de

cinco miembros consumía al mes en promedio 6 kilos de arroz, 5 kilos de maíz, 3 kilos

de cuchuco de maíz, 45 kilos de papas y 7 kilos de panela. Consumían en menores

cantidades otros productos como pan, trigo, leche, habas, arvejas, azúcar, chocolate y

sal. La chicha seguía siendo la bebida predilecta de la población con alrededor de 28

botellas consumidas al mes frente al consumo de 6 botellas de cerveza en el mismo

lapso.

En 1939 el profesor Barriga Villalba estudió el “régimen dietético del pueblo de

Bogotá” al investigar los alimentos consumidos durante treinta días en 302 familias con

1502 individuos. En este trabajo se concluyó que existía una carencia de alimentos de

origen animal, de grasas e hidratos de carbono, de alimentos protectores y de vitaminas

antirraquíticas. Igualmente se recalcó que el “consumo desmesurado de bebidas

fermentadas por el pueblo obrero” se debía a la necesidad de suplir las calorías que no

le da su pequeña ración110. Además, se recalcó que la alimentación de la clase obrera en

Bogotá se caracterizaba por un insignificante consumo de carne, leche, huevos y

hortalizas, de una total ausencia de pescado y de un considerable consumo de almidones

y grasas111.

Ese mismo año, 1939, se realizó un concurso en los barrios del sur de la capital

organizado por Hernando Caja y cuyo nombre era Alimento Sano. En este concurso se

repartía un formulario con treinta preguntas en el que se solicitaban datos sencillos

como el número de comidas diarias, el régimen alimenticio, las condiciones de higiene

entre otras. Dos mil formularios se llenaron en las casas obreras de los barrios Eduardo

Santos, El Vergel, Luna Park, Restrepo, Olaya Herrera, Santander y Libertador112.

110 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.111 BEJARANO, Jorge, “La alimentación del Pueblo” en El Tiempo, 10 de febrero de 1939.112 “La deficiencia de alimentación del pueblo bajo de la capital” en El Tiempo, 7 de febrero de 1939.

45

Aquí se concluyó que las familias de estos barrios podían dividirse en dos

grupos: familias de obreros –trabajadores a jornal- y familias de empleados. Las

respuestas de las familias de los obreros reflejaban una miseria severa y unas malas

condiciones higiénicas. Dos o tres comidas hacían las familias obreras (conformadas

por cuatro o cinco miembros). De éstas, la mayor parte desayunaba changua, otro tanto

lo hacía con agua de panela y un pequeño grupo desayunaba con chocolate o caldos. En

el almuerzo lo que más se consumía era la mazamorra de maíz y la carne era un lujo en

casi todas las familias. La comida, prácticamente en el 100% de la encuesta, seguía

siendo únicamente la chicha. El maíz, el trigo, la papa, el arroz y el plátano seguían

siendo los bienes básicos. Casi ninguna consumía habas, arveja, garbanzo, fríjol, lenteja,

cebada y avena; y en algunas se consumían yuca, arracacha y verduras113.

Los líquidos de mayor consumo eran los fermentados y el agua de panela. El

43% de las respuestas indicaban que no bebían agua, quizá debido a su costo por su

escasez. Lo mismo ocurría con el café, que por su alto precio en el mercado no era

consumido por estas familias. Algunas familias desayunaban con chocolate, pero éste

era un lujo en las onces o en un horario diferente al desayuno. Parece que los huevos, la

leche y el pan eran otro lujo y que las antiguas mogollas de salvado, tan populares en

otro tiempo, desaparecieron por completo de la dieta alimenticia de estas familias.

Menos del 10% de las familias obreras consumían frutas. Aquellas que si lo hacían

únicamente compraban naranjas y bananos. Las casas de “clase media” si consumían

carne de res, aunque en muy pequeñas proporciones (menos de cuatro onzas por

persona) mientras que en las demás era un lujo114.

El consumo de carne, asociado a mayor energía y calorías y por tanto a una

mayor productividad, seguía siendo muy bajo. Si bien este producto aparece en la

canasta de alimentos desde finales del siglo XIX, no se consumió en grandes cantidades

por las familias bogotanas. En 1892, una familia de cinco miembros consumía en

promedio 15 kilos de carne de res al mes. En 1936, esa cantidad parece haberse

reducido a 10.5 kilos al mes y sólo alrededor del 30% de los alimentos que éstas

consumían tenían origen animal. Para hacerse una idea de la baja cantidad de consumo

de este alimento, es necesario compararse con otros países. Las estadísticas indican que

113 “La deficiencia de alimentación del pueblo bajo de la capital” en El Tiempo, 7 de febrero de 1939. 114 En la encuesta no se menciona el consumo de aves, pues para aquél entonces no era común consumir este tipo de carne, “La deficiencia de alimentación del pueblo bajo de la capital” en El Tiempo, 7 de febrero de 1939.

46

para esa época, la carne de res era el 40% de la alimentación de los obreros europeos y

las familias obreras de Buenos Aires consumían tres veces más carne que las

bogotanas115. Así mismo:

“Si se relaciona el consumo en Colombia con el de países como

Francia, el Brasil y la Argentina, cuyos respectivos consumos son de 40

kilos por habitante al año, se observa la manifiesta desproporción de

consumo en nuestro país que tiene como razón sustantiva el exiguo

salario y la escasa ocupación suficientemente remunerativa116”.

Los departamentos de Antioquia y Cundinamarca generaron la mayor demanda

de carne de res en el país durante la primera mitad del siglo XX como consecuencia del

constante y mayor crecimiento de la población en estas zonas. El mercado bogotano se

abastecía principalmente del Tolima, lo que lo hacía depender de la estabilidad política

y social de esa región117.

Gráfica N° 9. Consumo de carne promedio por persona al mes, 1930-1950 (en

kilos).

1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19502.0

2.5

3.0

3.5

4.0

4.5

5.0

Fuente: Anuario Municipal de Estadística y cálculos de la autora.

115 “La vida obrera en Bogotá” en Revista del mes financiero y económico, 1938. 116 HERRÁN, Alberto, “La Ganadería en 1944”, en Colombia en Cifras en 1944, Ediciones Internacionales, Bogotá, 1944, p. 108.117 FLÓREZ-MALAGÓN, Alberto, “El mercado de la carne a finales del siglo XIX y primera parte del siglo XX” en El Poder de la Carne, Universidad Javeriana, Bogotá, 2008, pp. 206-208.

47

La gráfica N° 9 presenta la cantidad de kilos consumidos en promedio por una

persona en Bogotá al mes entre 1930 y 1950. Ésta indica que durante estos veinte años,

el consumo de carne per cápita mensual osciló entre 3,5 kilos y 4 kilos al mes. La

gráfica muestra que no hubo un crecimiento sostenido en el consumo de carne de res

durante este tiempo, lo que indicaría que las ideas modernizadoras de incentivar más el

consumo de carne en la población no se establecieron con fuerza y no fueron exitosas.

Por ejemplo, se debe recordar coyunturas como la supuesta epidemia de anemia

tropical en la segunda década del siglo XX (que desencadenaba fatiga e inapetencia)

que fue atacada por el gobierno a través del fomento del consumo de carne entre la

población:

“Se han trasladado a los otros poblados de la República gran cantidad

de habitantes de las regiones del Meta, Casanare, San Martín y de otras

en las cuales la alimentación de sus moradores consistía en legumbres o

animales de caza o pesca. Ahora, con el trabajo abundante y los salarios

remunerativos, esos ciudadanos reclaman una buena comida a base de

carne de vacunos. Esta observación es de carácter universal. La

curación de los habitantes enfermos de Anemia Tropical es otra de las

causas que inciden en el aumento del consumo de carne”118.

La cantidad consumida por persona empeora cuando se tienen en cuenta otros

cálculos y otras formas de medición que diferencian la carne pulpa del total de la masa

animal:

“Si se toma como base tal dato (el de población), se llega a la

conclusión de que el consumo de carne pulpa de bovino por habitante y

por año fue de 18 kilos 300 gramos, y el consumo diario, por habitante

de 50 gramos. Algunos de manera muy optimista, han publicado que el

índice de consumo de carne de vacuno en Colombia es de 25 kilos por

habitante, por año; creemos que ese dato ha sido tomado teniendo en

cuenta el peso promedio de las canales y no el peso aproximado de

carne pulpa de cada res, descontando el hueso, las mermas, los

118 REVISTA NACIONAL DE AGRICULTURA, “La industria del ganado vacuno en Colombia”, Sep-oct de 1926, citado en FLÓREZ-MALAGÓN, Alberto, “El mercado de la carne a finales del siglo XIX y primera parte del siglo XX” en El Poder de la Carne, Universidad Javeriana, Bogotá, 2008, pp. 222-223.

48

desperdicios y el sebo que se destina en nuestro país, a la elaboración

de productos industriales…”119

El precio de la carne era central para explicar los cambios en el consumo. Por

ejemplo, el aumento en el consumo per cápita de carne que se presentó a comienzos de

los treinta fue consecuencia de una disminución de los precios por la deflación que se

presentó en ese momento, lo que llevo a que aquellos que mantuvieron sus ingresos

aumentaran el consumo de carne de res. Durante la década de los cuarenta, el precio de

la carne de res aumentó a un ritmo más rápido que los demás precios de los bienes de

consumo tradicionales como la papa, lo que podría estar ligado a ese estancamiento en

el consumo de carne que se presentó durante esta década.

Las bebidas tradicionales consumidas por los bogotanos en cantinas y bares

desde comienzos de siglo se mantuvieron en el tiempo y siguieron siendo un elemento

diferenciador por ingresos. El pueblo siguió consumiendo chicha (fermento de maíz de

simple elaboración casera) y aguardiente mientras la gente de clase alta bebía whisky,

brandy o champaña120. A pesar de las intensas campañas que se comenzaron a realizar

desde el siglo XIX con el fin de desestimular el consumo de chicha, ésta siguió siendo

la principal bebida en las familias de ingresos bajos. Esto se corrobora con la encuesta

realizada a las familias obreras bogotanas en 1939.

Si bien no hay datos precisos sobre el precio de la chicha, se puede decir que el

precio de la cerveza era casi tres veces más alto que el de la bebida fermentada, lo que

significaba un costo muy alto para un obrero. Por ejemplo, en 1927 el jornal de un

obrero era 0.8 pesos. Ese mismo año, el valor de la cerveza de Bavaria más barata

llamada “La Pola” era de 0.13 con envase. Si se tiene en cuenta que un obrero se

tomaba al día alrededor de cinco cervezas, este valor alcanzaría 0.65 peso; casi su

jornal121. Mientras tanto, ese año un vaso de chicha costaba alrededor de 0.04 pesos lo

que generaba una gran diferencia en costos para un trabajador que consumía más de una

botella o un vaso al día.

Los hombres, en su tiempo libre, siguieron consumiendo en grandes

proporciones este líquido. Por ejemplo, durante el primer trimestre de 1929 en Bogotá

119 HERRÁN, Alberto, “La Ganadería en 1944”, en Colombia en Cifras en 1944, Ediciones Internacionales, Bogotá, 1944, p. 108.120 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 43.121 EL TIEMPO, 18 de octubre de 1927.

49

se consumieron 72.000 botellas de aguardiente, 780 botellas de crema, 496 botellas de

brandy y 7 millones de litros de chicha122. En los cuarenta el panorama no había

cambiado mucho: en 1941 el departamento de Cundinamarca consumió 83 millones de

litros de chicha, en 1942 86 millones de litros y durante los tres primeros meses de 1943

21 millones de litros de esta bebida; lo que demuestra que en la década de los cuarenta

el consumo de chicha seguía siendo bastante elevado123.

La gráfica N° 10 muestra el consumo de chicha y cerveza promedio por

habitante entre 1936 y 1950. Se debe resaltar que los datos sobre el consumo de chicha

deben estar subestimados, pues muchas chicherías permanecieron clandestinas y se

escapaban a cualquier control o censo que hicieran las autoridades hasta finales de los

cuarenta. Tal como la gráfica indica en 1938 el consumo de chicha por persona era

alrededor de 87 litros mientras el de cerveza era de 33 litros, casi tres veces más.

El consumo de chicha se mantuvo por encima del de la cerveza hasta mediados

de la década del cuarenta, cuando la campaña por acabar el consumo de chicha se

intensificó y se empezaron a expedir mayores decretos y leyes encarecer su precio y

finalmente para eliminarla124. A pesar de que la élite capitalina luchó por erradicar las

chicherías (sitios donde se consumía esta bebida) desde el siglo XIX, es sólo hasta

mediados de los cuarenta que el consumo de chicha comienza a decrecer mientras que el

de cerveza aumenta a un ritmo mucho más alto. Desde el siglo XIX, se argumentaba

que la chicha “embrutecía y aniquilaba lentamente la población” y se resaltaba las

condiciones antihigiénicas. En la década de los veinte, se intentó promocionar una

bebida hecha higiénicamente, la “maizola”, que fue un fracaso porque la gente no la

consumió125. Desde ese momento, la élite empezó a controlar con mayor rigor las

condiciones sanitarias de las chicherías, restringió sus horarios de venta y apoyó el

consumo de la cerveza. A pesar de que el consumo de cerveza aumentó con el tiempo,

fue sólo hasta la década del cuarenta, cuando la chicha se prohibió definitivamente, que

la cerveza logró sobrepasar a la tradicional bebida.

Gráfica N° 10 Consumo de Chicha y Cerveza per cápita en Bogotá, 1936-1950.

122 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 44.123 “Cien millones de litros de chicha consumen al año tres departamentos” en Revista Sábado, 24 de julio de 1943. 124 ARCHILA, Mauricio, “El uso del tiempo libre de los obreros” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Vol 18-19, pp. 148-149.125 ARCHILA, Mauricio, op. cit. p. 149.

50

0

20

40

60

80

100

120

140

1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950

Litr

os p

er c

ápita

Consumo de Chicha per cápita Consumo de Cerveza per cápita

Fuente: Anuario Municipal de Estadística y cálculos de la autora.

Sin embargo, las descripciones de la época muestran como hasta finales de los

cuarenta, las chicherías y la chicha seguían siendo parte esencial de la vida cotidiana de

los obreros capitalinos:

“Más adelante pasaron frente a una chichería, anunciada por la presencia

de grupos en animada conversación. Por el ambiente flotaba el típico olor

acre de los cereales fermentados. Las puertas de las chicherías eran el

único lugar en donde el impulso sociable del bajo pueblo de Bogotá

encontraba oportunidad de expresarse y ante ellas se reunían los obreros

al salir del trabajo….Tránsito se dejó conducir dócilmente al interior.

Devoraron de pie, un plato de papas cocidas con un trozo de carne y

bebieron un jarro de chicha…¿Quere que le traiga algo más? Algo’e

comer….s me quisiera alcanzar más que juera un pan y un vasito’e chicha

allí de la esquina….”126

Todo lo anterior indica que a pesar de los intentos por erradicar el

consumo de chicha desde el siglo XIX, fue sólo hasta la década de los cuarenta

que éste se redujo, como resultado de todas las prohibiciones que se le estipularon.

Sin embargo, no se acabó definitivamente su consumo. Como lo muestra Osorio

Lizarazo, a mediados del siglo XX se seguía con el tradicional consumo de esta

126 OSORIO LIZARAZO, José Antonio, op. cit, p.56 y 81.

51

bebida por parte de las clases populares. La causa de la persistencia de la chicha

pudo haber sido el menor costo que tenía frente a su sustituto, la cerveza.

2.2.4 El Tiempo libre.

A comienzos del siglo XX, las diversiones de los capitalinos eran iguales a las

del siglo XIX. En aquél momento, el principal espectáculo visto por los bogotanos, sin

distinción de ingresos, eran las corridas de toros. Asimismo, la participación de toda la

población en el ambiente público se daba por medio de bailes, paseos o fiestas.

Coexistían dentro de un mismo espacio las familias de ingresos altos y bajos, pues

vivían en los mismos barrios y además no diferenciaban entre lo público y lo privado, lo

que hacía que durante el día no se cerraran las puertas de las casas ni las ventanas.

Alcides Arguedas describe las mezclas en las calles bogotanas así:

“Los tranvías pasan en ambos sentidos, rebosando de gente y, junto al

indio de poncho negro y corto (ruana) y pie desnudo o con alpargatas

de fibra, se ve a la dama perfumada y elegante con lindo traje de

París.127”

Sin embargo, a pesar de la existencia en un mismo espacio de todos los grupos

sociales, existían “impresionantes” diferencias de nivel social entre la masa del pueblo

y las clases dirigentes de la política, el comercio, la banca y la industria que se fueron

delimitando aún más con el tiempo128.

La fuerte influencia de las ideas burguesas en la clase alta bogotana condujo a

una mayor diferenciación de este grupo frente al pueblo y las clases populares. Este

distanciamiento no sólo se vería reflejado en el vestido, la comida o la localización de la

vivienda; también se manifestaría en el uso del tiempo libre. Por ejemplo, la élite creó

unos sitios de reunión diferentes a los del pueblo. Los clubes se convirtieron en los

nuevos centros de sociabilidad, los que a su vez les permitían practicar deportes y hacer

lujosas fiestas129. Los caballeros que asistían a las reuniones del Gun Club, uno de los

más exclusivos, vestían de manera elegante con lo último de la moda traída de

Londres130. Los cafés también aparecieron dentro de la vida social de la élite bogotana y

127 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 71.128 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 75.129 REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, op. cit.130 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 40.

52

se convirtieron rápidamente en centros de reunión y tertulia de los hombres. Mientras

tanto, los pobres seguían socializando y compartiendo su tiempo libre en las chicherías.

El ritmo de vida era lento, monótono y estaba regido por las campanas de la

iglesia. Entre la una y las tres de la tarde, todo se cerraba para ir a almorzar y para la

siesta. Nuevamente, todo se cerraba a las 4:30 p.m. para ir a la iglesia, la alameda o para

reunirse a “tertuliar” en algún lugar. Generalmente los hombres ricos asistían a estos

lugares solos y allá tomaban algún trago como brandy o whisky131. En las clases

populares, las chicherías eran sitios de reunión tanto para hombres como para

mujeres.132

La recreación de la élite también cambió. En su urgencia por marcar diferencias

con el pueblo, la élite bogotana trajo desde Inglaterra la afición a las carreras de caballos

y comenzó a fomentar la hípica, con el fin de incentivar un espectáculo más limpio y

exclusivo. Otros deportes que se empezaron a implementar en las clases altas fueron el

tenis, el polo y el golf133. En contraste, hasta los años veinte el único deporte que

practicaban los sectores populares era el tejo y el único que era espectáculo era el

boxeo. Ambos eran considerados “salvajes” y “bárbaros” por las élites134. El baile siguió

siendo una de las principales distracciones de esta clase. Sin embargo, ésta era vista

como una actividad que incitaba a la mala vida y a mayores muertes en la población135.

Si bien el cine fue una recreación bien recibida tanto en las clases populares

como en las clases altas, el tipo de cine que les gustaba a ambos grupos era bien

diferente. Mientras entre los obreros, el mexicano era el favorito, entre las clases altas el

americano era el preferido136. Por ejemplo, el día del estreno de la película “El Circo” de

Charles Chaplin en Bogotá se presentó en simultánea en el Teatro Olympia y en el

Teatro Faenza. Mientras al primer teatro asistía la gente de bajos recursos y la entrada

costaba 0.80 pesos, al segundo asistía la gente adinerada y el precio de la entrada era

tres veces más alta. A pesar de estar agotadas las entradas mucho antes del estreno, esta

película no le gustó a los espectadores, especialmente a los que asistieron al Teatro

131 REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, op. cit. 132 PUYO, F Historia de Bogotá, Vol. 3, Villegas Editores, Bogotá, 1988.133 PUYO, F, op. cit. 134 ARCHILA, Mauricio, “El uso del tiempo libre de los obreros” en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Vol 18-19, p.165.135 “Datos importantes sobre Bogotá” en El Tiempo, 2 de diciembre de 1919. 136 ARCHILA, Mauricio, op. cit, p. 164.

53

Olympia, quienes terminaron generando disturbios y destruyendo el teatro ante su

inconformidad137.

De igual forma, la idea de lo “privado” vino a consolidarse en los grupos de

ingresos altos a mediados de los treinta, cuando se empezó a fortalecer la sociedad

burguesa y capitalista. Anteriormente, era común que en las casas bogotanas no se

cerraran las puertas durante el día, lo que facilitaba la comunicación con los vecinos y el

permanente contacto con el espacio exterior. El deseo de imitar las costumbres

burguesas y su interés por diferenciarse de las personas con ingresos bajos y de los

inmigrantes campesinos que llegaban a la ciudad hicieron que en las clases altas la vida

privada se diferenciara de la pública, lo que se reflejó en que en sus casas cerraran las

puertas y las ventanas138. Sin embargo, esta no fue una costumbre que las familias de

ingresos bajos empezaran aplicar con fuerza, lo que incluso se puede alcanzar a percibir

hoy en día en algunos barrios populares de la ciudad, donde aún persiste la idea de

mantener una fuerte comunicación con el vecino a través de la apertura de puertas y

ventanas.

Las mujeres de clases altas gastaban parte de su tiempo en actividades artísticas

como pintura, costura y música. Por otra parte, las mujeres pobres no se podían quedar

en el hogar siendo normal que se emplearan como sirvientas o lavanderas. No obstante,

las mujeres sin importar la clase social, eran las encargadas de hacer el mercado. Los

hábitos y costumbres de las mujeres de este grupo eran menos rígidos que los de las

mujeres de clase alta y tenían más libertad y menos controles sociales. Por otro lado, los

hombres de este grupo social eran vistos como individuos finos, orgullosos y con humor

agudo y despiadado. Generalmente, estas familias contaban con una gran servidumbre,

en donde se contaba, generalmente, con una cocinera, una dentrodera, una carguera, una

nodriza, un paje y un jardinero. Así, sus costumbres eran estrictas y trataban de imitar a

las sociedades europeas en los lujos que querían tener139.

Gráfica N° 11 Número de asistencia a espectáculos públicos por persona por año,

1930-1950.

137 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 179-180.138 REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, op. cit. 139 REYES, Catalina y GONZÁLEZ, Lina María, op. cit.

54

1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 19500

5

10

15

20

25

Fuente: Anuario Municipal de Estadística y cálculos de la autora.

La gráfica N° 11 indica el número de veces promedio que un bogotano asistía al

año a un espectáculo público. No existen datos antes de 1930, pero después de este año

se presenta una tendencia creciente hasta 1950, lo que indica una participación más

activa de los capitalinos en eventos. Dentro de estos espectáculos se incluían las

funciones de cine, teatro, corridas de toros, carreras de caballos, conciertos,

conferencias, recitales poéticos, circos, deportes, exhibiciones y galleras. El principal

espectáculo público era la presentación de las películas cinematográficas, que

representaba cerca del 90% del total de los eventos. A pesar de la mayor participación

de la población en espectáculos públicos y del mayor número de presentaciones de

compañías extranjeras en la capital, Bogotá seguía siendo descrita como una ciudad

“aburrida”, en donde las únicas diversiones eran el cine o tomar “tinto” en un café. Sin

embargo, en ese momento se recalcaba que existían diversiones que a comienzos de

siglo no había como la pasión por el deporte, la radio y el cine140.

140 ARGUEDAS, Alcides, op. cit, p. 228-232.

55

3. Cambio en las condiciones de vida en Bogotá durante la primera mitad del siglo

XX.

3.1. Revisión de la literatura.

3.1.1. Evidencia internacional sobre salarios, precios y condiciones de vida.

Dentro de la amplia bibliografía internacional existente se pueden reconocer

trabajos que han estudiado los cambios en los niveles de precios y de salarios para

períodos largos de tiempo y para épocas en las que no se contaba con fuentes

tradicionales ni con material estadístico consolidado y sistemático.

Las investigaciones más completas son las relacionadas con Estados Unidos y

Gran Bretaña, pues éstas incluyen diversos estudios de casos de acuerdo a los períodos

de tiempo y a las regiones de cada país. Los diferentes trabajos de Adams y Margo141

sobre algunas regiones de Estados Unidos para períodos entre 1790 y 1860 indican que

antes de la Guerra Civil americana los salarios reales de los trabajadores permanecieron

relativamente estables, lo que revela una flexibilidad de los salarios nominales frente a

los precios142. De igual forma, el diferencial salarial entre los trabajadores calificados y

no calificados disminuyó en este tiempo. Bowley estudia las tasas de crecimiento de los

salarios en Estados Unidos entre 1860 y 1891 y demuestra que en promedio los salarios

reales aumentaron un 60%, lo que contrasta con la relativa estabilidad que éstos

tuvieron durante la primera mitad del siglo XIX143. Para el siglo XX, Piketty y Saez

concluyen que las desigualdades salariales permanecieron estables durante todo este

siglo a pesar de los fuertes choques coyunturales que permitieron el beneficio o

perjuicio de sectores particulares en épocas determinadas de tiempo144.

En el caso de Gran Bretaña los estudios sobre salarios y condiciones de vida se

remontan al siglo XIII. Clark comparó el salario real con la población y comprobó que

141 ADAMS Jr, Donald. “Prices and wages in antebellum America: The West Virginia experience”, en Journal of Economic History, Vol. 52, N° 1, pp. 206-216, 1992, ADAMS Jr, Donald. “Prices and wages in Maryland, 1750-1850” en Journal of Economic History, Vol. 46, N° 3, pp. 625-645, 1986, ADAMS Jr, Donald. “Wage rates in Philadelphia, 1790-1830”, en The Journal of Economic History, Vol. 27, N° 4, pp. 608-610, 1967 y MARGO, Robert. “Wages and labor markets before the Civil War” en American Economic Review, Vol. 88, N° 2, pp. 51-56, 1998.142Este aumento en los salarios reales también puede ir asociado a mayor productividad de los trabajadores.143 Bowley, A.L “Comparison of the rates of increase of wages in the United States and in Great Britain, 1860-1891”, en The Economic Journal, Vol. 5, N° 19, pp. 369-383, 1895.144 Piketty, Thomas y Saez, E. “Income Inequality in the United States, 1913-1998” en The Quarterly Journal of Economics, Vol. CXVIII, Issue 1, pp. 1-39, 2003.

56

desde 1200 hasta 1600 no se presentó un crecimiento de la productividad145. Sólo a

partir del siglo XVII se dio un crecimiento constante pero pequeño en la productividad,

que contrastó con un leve deterioro de los salarios reales desde 1500 hasta mediados del

siglo XVII146. Desde el siglo XVIII hasta el último tercio del siglo XIX no se presentó

ningún avance en el nivel de los salarios reales y éstos sólo comenzaron a aumentar

dramáticamente desde 1870 hasta comienzos de la Primera Guerra Mundial147. Superado

este conflicto, los salarios reales ingleses empezaron a crecer hasta 1929, cuando

disminuyeron los salarios nominales a un menor ritmo que el costo de vida de los

trabajadores, demostrando así cierta rigidez de los primeros frente a los segundos148.

Las investigaciones para otros países europeos son más escasas aunque igual de

relevantes a las anteriores. Una de estas es el trabajo de Malamina, quien analiza los

salarios y la productividad en Italia desde 1270 hasta 1913. Su principal conclusión es

que los niveles de salarios de los trabajadores italianos antes de la Primera Guerra

Mundial eran iguales a los que tenían en el siglo XV, con la diferencia de que para 1913

estaban trabajando 700 horas más por año149. Por otro lado, Mironov construye un

índice general de precios y salarios con el fin de estimar el poder de compra de los

salarios en San Petersburgo durante el período 1703 y 1913. Aquí se muestra que

durante estos dos siglos los salarios nominales de los trabajadores aumentaron 9,1 veces

mientras su valor real aumento 1,67 veces150. Para Europa Oriental, Pamuk calcula los

salarios reales urbanos para Constantinopla-Estambul entre 1100 y 2000 y muestra que

145 Clark, Gregory. “The condition of the working class in England, 1209-2004” en Journal of Political Economy, Vol. 113, N° 6, pp. 1307-1340, 2005.146 Phelps, E.H y Hopkins, Sheila. “Builders’ Wage-Rates, Prices and Population: Some Further Evidence”, Economica, Vol. 26, N° 101, 1959 y Woodward, Donald. “Wage Rates and Living Standards in Pre-Industrial England”, Past and Present, N° 91, pp. 28-46, 1981.147 Allen, Robert, “The great divergence in European Wages and prices from the middle ages to the first World War”, en Explorations in Economic History, Vol. 38, N° 4, pp. 411-447, 2001 y Bowley, A.L “Comparison of the rates of increase of wages in the United States and in Great Britain, 1860-1891”, en The Economic Journal, Vol. 5, N° 19, pp. 369-383, 1895. Bowley también muestra que los salarios reales en Gran Bretaña aumentaron un 70% entre 1860 y 1891, ibid.148 Tucker, Rufus. “Real Wages of the Artisans in London, 1729-1935” en Journal of the American Statistical Association, Vol. 31, N° 193, pp.73-84, 1936 y Allen, Robert, “The great divergence in European Wages and prices from the middle ages to the first World War”, en Explorations in Economic History, Vol. 38, N° 4, pp. 411-447, 2001. 149 Malamina, P “Labour, productivity, wages in Italy, 1270-1913” en Towards a Global History of prices and wage, mimeo, 2004.150MIRONOV, Boris. “Prices and wages in St. Petersburg for three centuries (1703-2003)” en Towards a Global History of prices and wages, mimeo, 2004.

57

el aumento más importante del salario real en Turquía durante ese milenio ocurrió sólo

después de 1950, cuando se presentó un crecimiento económico más acelerado151.

En conclusión, la evidencia empírica internacional muestra que antes de la

Primera Guerra Mundial los salarios reales se mantuvieron relativamente estables en

Europa debido a una flexibilidad de los salarios nominales frente a los precios y a un

estancamiento de la productividad. Sin embargo, el crecimiento de los salarios reales

comenzó antes en los países más desarrollados, lo que demuestra que las mejoras en las

condiciones de vida se experimentaron primero en los lugares que tenían un crecimiento

económico alto. Por otro lado, el siglo XX significó avances importantes en los salarios

reales, pues en general éstos aumentaron durante el siglo. Sin embargo, se presentó una

estabilidad en las diferencias salariales, lo que indica que no se consiguieron

importantes logros en materia de desigualdad.

3.1.2. Evidencia sobre salarios, precios y condiciones de vida en Colombia.

Dentro de la extensa bibliografía que se puede encontrar sobre salarios y precios

en Colombia, son pocos los trabajos que estudian épocas relativamente largas y que

utilizan fuentes diferentes a las tradicionales. Estas investigaciones se concentran en

períodos más recientes y desconocen lo relacionado con el salario real y la desigualdad

salarial antes de la mitad del siglo XX.

La investigación de Urrutia y Berry utiliza series de salarios para varios grupos

de trabajadores y se basa en información sobre la distribución funcional en el tiempo

para estudiar los cambios en la distribución del ingreso desde los años treinta hasta los

sesenta152. De aquí, ellos concluyen que la distribución del ingreso del sector no agrícola

empeoró desde mediados de la década de los treinta hasta algún momento en la década

de los cincuenta, y luego mejoró hasta mediados de la década de los sesenta para luego

mantenerse constante; concluyendo que la diferenciación salarial no cambió

significativamente entre los años treinta y los sesenta.

Las explicaciones a este fenómeno se basan en la rápida industrialización y en la

creación de nuevas industrias por el proteccionismo del Estado durante los cuarenta y

comienzos de los cincuenta. Además, argumentan que durante este período se presentó

151 Pamuk, Sevket. “Urban real wages in Constantinople- Istanbul, 1100-2000” en Towards a Global History of prices and wages, mimeo, 2004.152 Urrutia, Miguel, y Berry Albert La distribución del Ingreso en Colombia, Editorial La Carreta, Medellín, 1975.

58

una rápida migración rural-urbana y una sustitución de importaciones que pudieron

llevar al empeoramiento del diferencial. Para el período de mejora de la distribución, su

hipótesis plantea que el estancamiento de la economía y el déficit de la balanza de pagos

no permitieron continuar con el rápido avance de la industria en gran escala y que por

tanto, los establecimientos pequeños crecieron relativamente más rápido. Además,

señalan que la enseñanza primaria comenzó a expandirse rápidamente durante la década

de los cincuenta y pudo haber empezado a contribuir a una mayor igualdad en la década

siguiente. Los autores concluyen que aunque la distribución del ingreso se mantuvo

constante entre los años treinta y sesenta, se puede afirmar que en términos absolutos

casi todos los sectores de la población mejoraron sus salarios y sus condiciones de

vida153.

El trabajo de Londoño estudia la distribución del ingreso en Colombia para el

período 1938-1988154. Su principal resultado es que esta distribución no fue inercial,

sino que por el contrario, la desigualdad salarial fluctuó mucho durante ese período.

Basado en una recopilación de fuentes de diferentes procedencias, como las Encuestas

de Hogares y las series de salarios calculadas por la Contraloría General de la

República, Londoño halló un coeficiente de Gini que demostró que la desigualdad

aumentó entre los treinta y los sesenta, luego alcanzó un máximo a finales de la década

de los sesenta y finalmente disminuyó de forma continua los últimos veinte años. Por

último, este autor sustenta que la transformación estructural del mercado laboral es un

factor determinante de la desigualdad del ingreso en Colombia, pues la mano de obra es

el único factor productivo que tiene una dispersión paralela a las fluctuaciones de la

distribución global.

En conclusión, los dos trabajos comparten la idea de que la desigualdad empeoró

desde la década de los treinta hasta los cincuenta pero no concuerdan con lo sucedido

desde los cincuenta hasta los sesenta, pues mientras el trabajo de Urrutia y Berry

sustenta que mejoró durante este período, el trabajo de Londoño propone lo contrario.

3.2 Fuentes Primarias Cuantitativas

153 Sin embargo, el trabajo de Berry (1972) sobre determinantes del cambio en la distribución del ingreso plantea un empeoramiento de esta distribución entre 1930 y 1950 como consecuencia del creciente tamaño del sector no agrícola cuyo ingreso promedio era más alto que el de la agricultura y del menor crecimiento económico en el empleo de los trabajadores no calificados, especialmente en agricultura. 154 Londoño, Juan Luis. La distribución del Ingreso en Colombia durante el siglo XX, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1995.

59

Los datos de salarios nominales y precios de alimentos en Bogotá para el

período 1900-1950 se obtuvieron de múltiples y diversas fuentes. Un primer grupo de

fuentes primarias estadísticas contiene información sobre salarios de empleados

públicos en instituciones a nivel nacional y municipal. Los datos sobre salarios del

gobierno nacional se recogieron de las Liquidaciones Nacionales de Presupuesto (1900-

1901, 1906, 1909, 1913-1914, 1917-1950) y se complementaron con las diferentes

leyes y decretos referenciados en el Diario Oficial. Los datos sobre salarios del gobierno

distrital se recogieron de las Cartas de Avisos (1907-1928) relacionadas con pagos de la

administración y de los presupuestos presentados en el Registro Municipal (1900-1903,

1909-1950). Adicionalmente, la información sobre salarios privados proviene del

trabajo de Urrutia y Arrubla155, de la Memoria del Ministro de Hacienda de 1916 y del

Anuario de Estadística Municipal de 1936.

Un segundo grupo de fuentes primarias contiene información relacionada con

los precios de alimentos. Los datos de 1900-1924 provienen de una búsqueda rigurosa

en periódicos y revistas de la época156. Para el período 1925-1950, la información sobre

precios se recogió del Boletín de Estadística Municipal (1925-1930) y el Anuario de

Estadística de Bogotá (1931-1950) y se contrastó con la información reseñada en ciertos

periódicos.

Los datos de precios que se usaron provienen de información recogida en las

principales plazas de mercado de la ciudad y son representativos en la medida en que

reflejan pagos al detal de fuentes no institucionales157. Como no se presenta información

para todos los meses de todos los años antes de 1925, el valor que se utilizó cada año es

un promedio anual de los meses que se tienen datos, lo que permitió capturar las

variaciones del precio de un bien durante el año158.

155 URRUTIA, Miguel y ARRUBLA, Mario Compendio de Estadísticas Históricas de Colombia. Bogotá: Universidad Nacional, 1970.156 Dentro de los periódicos consultados se encuentran El Mercurio (1901), El Colombiano (1902), El Nuevo Tiempo (1902-1907), El Orden Público (1900), El Comercio (1901), El Republicano (1907), El Reporter (1905), La Mañana (1909-1910), Rigoletto (1911), El Diario Nacional (1915, 1918-1921, 1923), El Tiempo (1922-1924) y El Debate (1927). Las revistas y boletines consultados durante este período incluyen la Revista Nacional de Agricultura (1906, 1912-1915, 1920-1921) y el Boletín de Estadística Municipal (1917-1918). 157 Los Anuarios, Boletines, periódicos y la Revista Nacional de Agricultura hacen alusión a los precios de la Plaza Central de Mercado a través de los reportes que hacían algunos comisionistas de alimentos ligados a la Plaza de Mercado, como la Agencia General de Víveres de Montoya, Patiño y Cia y la Agencia de Víveres Zurriago y Cia. 158 Sin embargo, al comparar la tendencia del índice del promedio anual con el índice en el que se utiliza sólo el dato de un mes particular no se encuentran grandes diferencias.

60

Toda la información de salarios nominales y precios se convirtió a la unidad

“pesos-oro”. Si bien esta moneda rigió desde 1905, el papel moneda del Banco Nacional

(1886), los billetes del Banco Central (1905) y las diferentes monedas metálicas

siguieron estando en circulación hasta 1916, cuando se reglamentó obligatoriamente el

cambio. Los salarios públicos aparecen en pesos-oro desde 1905 y los precios desde

1916, lo que hizo necesario convertir a esta unidad los cuatro primeros años en el caso

de los salarios y los quince primeros años en el caso de los precios.

3.3 El índice de precios.

Los precios se estudian para construir un deflactor de los salarios nominales que

permita observar los cambios en el tiempo del poder de compra y de las condiciones de

vida de los trabajadores. En Colombia no existe un índice de precios confiable durante

las dos primeras décadas del siglo XX y sólo con la aparición del Banco de la República

en 1923 se empezaron a realizar los primeros esfuerzos de recolección sistemática de

datos sobre precios de alimentos. Únicamente el trabajo de Pardo Pardo159 presenta un

índice de precios para Bogotá desde 1870 hasta 1965. Sin embargo, este índice no ha

sido muy utilizado pues la metodología ni la forma cómo se obtuvieron los datos son

claras, lo que ha hecho dudar su validez160.

La canasta de bienes se construyó siguiendo el estudio que realizó la Contraloría

General de la Nación en 1936 sobre el costo mensual de la vida obrera de una familia

promedio de cinco miembros (dos adultos y tres niños). Esta canasta fue escogida en

lugar de las presentadas por Vanegas o Jaramillo por el detalle con el cual se presentan

las cantidades de todos los artículos y por la manera como reflejan el consumo típico de

las familias obreras a partir de sus miembros y sus edades161.

A pesar de que este índice sólo tiene en cuenta el precio de los alimentos y deja de

lado los gastos en vivienda y vestido, éstos últimos no representan un porcentaje muy

alto de los gastos mensuales de una familia promedio en Bogotá. Tal como lo indica

Abrisqueta162 sobre los datos recogidos por la Contraloría en 1936, la tabla N° 1 muestra 159 PARDO, Alberto. Geografía económica y humana de Colombia. Tercer Mundo editores, Bogotá, 1972.160 El trabajo de Pérez utiliza la misma fuente primaria de precios que Pardo Pardo y resalta que ninguno de los libros citados por este autor se encontró en el Archivo General de la Beneficencia de Cundinamarca. PÉREZ, L. H. Volver el jornal Comida: la historia del precio de los alimentos en Bogotá, 1900-1950, Universidad Nacional, Bogotá,2004. 161 VANEGAS, Ramón, op. cit y JARAMILLO, Esteban, La carestía de la Vida, Imprenta Nacional, Bogotá, 1927. 162 ABRISQUETA, Francisco de “El desarrollo de Bogotá y las investigaciones del costo de vida obrera: análisis sobre la recolección de precio para el cálculo de los índices del costo de vida obrera en Bogota”,

61

que los alimentos y el combustible representan cerca del 72% del gasto de una familia,

mientras que el 28% restante se distribuye entre la vivienda, los vestidos y los gastos

diversos163.

Tabla Nº 1 Distribución de Gastos de una familia obrera bogotana en 1937.

Distribución de GastosAlimentos 65,60%Vivienda, Agua y Luz 17,90%

Fuente: Contraloría de la República (1937)

La tabla Nº 2 muestra los artículos incluidos en el índice de precios de

consumo164. La canasta que se utilizó contiene únicamente combustibles y bienes

básicos agrícolas, la mayoría de consumo tradicional y permanente en el tiempo, lo que

favoreció el interés de aplicarla durante los cincuenta años del estudio165.

Tabla Nº 2 Índice de precios: Canasta de artículos de consumo (cantidades por

mes).

en Anales de Economía y Estadística, Suplemento N° 5, Bogotá, 1946.163 Dentro de los gastos diversos se encuentran el transporte, el jabón, el lavado de la ropa, los periódicos y revistas, la educación, los cortes de cabello, las diversiones cinematográficas y los sindicatos e instituciones gremiales. 164 Poveda argumenta que durante esta época las familias no cambiaron el consumo de los seis productos tradicionales (arroz, papa, maíz, panela, yuca y plátano). POVEDA, Gabriel, Historia Económica de Colombia en el siglo XX, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 2005.165 En un comienzo esta canasta incluía el pan como producto de consumo. Sin embargo, ante la imposibilidad de conseguir información sobre el precio del pan, se utilizó la harina de trigo como proxy dándole una mayor participación dentro del consumo de la familia.

62

Artículo Cantidada) Pan y cereales

Arroz 6 KilosMaíz 5 KilosHarina de Trigo 4 KilosCebada 2 Kilos

b) Carne Carne y hueso 10,5 Kilos

c) Productos de lecheLeche 15 botellasManteca de Cerdo 1 KiloManteca Vegetal 1 KiloHuevos 16 Unidades

d) CombustibleCarbón Vegetal 1 Cargae) Tubérculos, legumbres, frutas

Papas 45 KilosHabas 3 KilosArvejas 5 KilosPlátanos 20 Unidades

f) Alimentos Diversos

Fuente: Contraloría Nacional de la República (1937)

El trabajo exploró tres posibles índices: un índice de seis productos básicos

(Arroz, Maíz, Papa, Panela, Plátano y Carne de Res), un índice de Laspeyres y un índice

Geométrico. El gráfico Nº 12 muestra el comportamiento de los tres índices para el

período 1900-1950 y permite concluir que no existen grandes diferencias en las

tendencias que muestran a lo largo del tiempo.

Gráfico Nº 12. Índices de Precios en Bogotá, 1900-1950 (1923=100)

0.00

100.00

200.00

300.00

400.00

500.00

600.00

Índice de 6 productos Índice Laspeyres Índice Geométrico

Fuente: Periódicos, Anuarios y Boletines de la época, cálculos de la autora.

Sin embargo, se optó por utilizar el índice geométrico, al que llamaremos desde

ahora Índice López-Uribe, para calcular los salarios reales pues éste permite que el

63

consumo varíe de acuerdo al precio del bien y no permite la sustitución entre bienes, a

diferencia del índice de Laspeyres donde las cantidades relativas consumidas son

fijas166. Este índice se calculó siguiendo la ecuación:

Índice de preciost=∏i=1

N

( pit×qi )αit

donde 0≤α≤1

Donde pit es el precio del bien i en el año t, qi es la cantidad del bien i y αit es la

participación del bien i en el gasto total de la canasta en el período t.

El gráfico Nº 13 compara el índice López-Uribe, calculado a partir de las fuentes

anteriormente citadas, con los índices del Banco de la República y de Pardo Pardo167. El

índice del Banco de la República aparece desde 1923 y recoge cantidades fijas de

alimentos (1 @ de cada producto) sin tener en cuenta una canasta. El índice de Pardo

Pardo (1972) existe desde el siglo XIX, pero sólo desde 1909 el autor parece hacer la

conversión de papel moneda a pesos oro, por lo que antes no puede ser claramente

comparable.

Gráfico Nº 13. Comparación entre índices de precios en Bogotá, 1900-1950 (1923=100)

0.00

50.00

100.00

150.00

200.00

250.00

300.00

350.00

400.00

450.00

500.00

Índice Banrep Índice Pardo Pardo Índice López-Uribe

166 El índice geométrico se relaciona con las preferencias Cobb-Douglas, en donde se mantienen los supuestos de que la elasticidad precio-demanda del bien es 1 y las elasticidades precio-demanda cruzadas son 0. Para el caso del índice de Laspeyres las preferencias son del tipo Leontief donde las preferencias se relacionan con proporciones fijas. El índice de los 6 productos utiliza ponderaciones fijas en el tiempo al estilo de Laspeyres. 167 Revista del Bando de la República, 1927-1950 y PARDO PARDO, Alberto, op. cit.

64

Fuente: Índice Banrep: Revista del Banco de la República, Índice Pardo Pardo: Pardo Pardo (1972) e Índice López Uribe: Periódicos, Anuarios y Boletines de la época, cálculos de la autora.

El gráfico Nº 13 muestra un comportamiento similar de los tres índices y permite

diferenciar cuatro períodos de acuerdo a la tendencia que ellos presentan. La primera

etapa comienza después de la hiperinflación de la guerra de los Mil Días hasta 1920 y se

caracteriza por una relativa estabilidad en el nivel de precios. Como consecuencia del

desastre económico y monetario que trajo la guerra, el gobierno de Rafael Reyes

implementó políticas de estabilización de precios que buscaron mejorar las rentas del

Estado y reactivar la economía168; lo que se evidencia con la caída del 80% del valor de

la canasta en términos reales desde 1905 hasta 1907. Los gobiernos posteriores

quisieron mantener este objetivo de estabilización ante la necesidad constante de

aumentar las rentas y de recuperar la confianza de la gente en el valor del papel

moneda169. La estabilidad del índice de precios durante esta década indica que estas

estrategias tuvieron éxito a pesar de que en el contexto mundial tomó lugar la Primera

Guerra Mundial (1914-1918) y en el ámbito local se presentó una fuerte peste de gripa

en 1918170.

Una segunda etapa toma lugar durante toda la década de 1920 cuando el índice

de precios presentó una tendencia al alza y aumentó en promedio a un 5% anual.

Existen dos interpretaciones para explicar este fenómeno. Por un lado, el aumento en el

nivel de precios pudo haber sido resultado de cuestiones monetarias, debido a que se

presentó un crecimiento desproporcionado de los medios de pago en relación al

aumento de la producción171. 168 La caída de los precios internacionales del café en 1898 provocó una crisis fiscal que se intentó superar por medio de las emisiones de papel moneda. Éstas fueron moderadas por un tiempo, pero desde 1899 con la guerra de los Mil Días los gastos del gobierno aumentaron y los flujos comerciales cayeron lo que condujo a un aumento desmesurado de la emisión hasta 1902. BUSTAMANTE, D, Efectos económicos del papel moneda durante la Regeneración, La Carreta Medellín, 1980. Para el final de la hiperinflación en 1903 los precios se habían multiplicado por 40 con respecto a 1899 y sólo hasta 1905 se fijó una tasa de $100 por peso oro que permitió estabilizar los precios, OCAMPO, José Antonio “Regímenes monetarios variables en una economía preindustrial Colombia, 1850-1933” en Sánchez, Fabio. (Editor) Ensayos de Historia Monetaria y Bancaria de Colombia, Tercer Mundo Editores Bogotá, 1994. Por otro lado, la deflación que se presentó entre 1905 y 1907 estuvo asociada con una revaluación de la tasa de cambio real que compensó la sobredevaluación durante los primeros años de la guerra. Uno de los intentos de estabilización del gobierno de Reyes fue la creación del Banco Central cuyo objetivo era la emisión de los billetes nuevos y la conversión de los antiguos. 169 Esta desconfianza se hace evidente en los recurrentes artículos de periódicos donde se menciona el tema. En particular, llama la atención el artículo “La conversión del Billete III, Causas del agio-descrédito” en El Nuevo Tiempo, Octubre 4 de 1902 y “La cuestión Monetaria” en El Diario de Colombia, 7 de julio de 1910. 170 Cabe resaltar que se presentó un pequeño ciclo entre 1912 y 1915 que tuvo su cima en 1914. 171 URIBE, Carlos (1926) La Carestía de la Vida, Bogotá, Editorial de Cromos. Uribe también muestra que la producción, medida a través de cantidades exportadas, aumentó entre 1916 y 1925 un 70% mientras la moneda circulante aumentó durante el mismo período 162.5%.

65

Por otro lado, existe la visión de que la causa de este crecimiento en los precios

se pudo deber a cuestiones de oferta y demanda del mercado. Esta ha sido la visión más

utilizada pues durante esta década, especialmente entre 1925-1928 en el período

conocido como “la prosperidad al debe”, el país recibió una gran cantidad de ingresos

por el pago de 25 millones de dólares que Estados Unidos realizó a Colombia como

indemnización por la pérdida de Panamá172, lo que sumado a la entrada de mayores

flujos de capital, permitió el crecimiento de la inversión, tanto privada como pública173 y

del gasto corriente del Estado, lo que se vio reflejado en la inversión en obras públicas y

en infraestructura social y ferroviaria174.

Este aumento del gasto y de la inversión contribuyó al aumento de precios pues

desplazó grandes cantidades de mano de obra no calificada a las ciudades, lo que limitó

la oferta agrícola y forzó los precios de los alimentos hacía arriba175. De igual forma, la

migración aumentó la población de la ciudad en un 50% lo que presionó aún más la

demanda interna de alimentos al alza176. A pesar del aumento en el área de tierra

cultivada que se presentó desde comienzos de siglo, la oferta no respondió igual que la

demanda pues constantemente se presentaron problemas en las cosechas que generaron

grandes pérdidas en los artículos de primera necesidad y escasez de víveres177. Otra de

las razones por la que la oferta no aumentó fue por el gran número de intermediarios y

de especuladores, quienes poniendo trabas y sobrecostos al comercio ayudaban al

encarecimiento de los artículos en la ciudad178.

172 La magnitud de este pago se puede apreciar claramente si se tiene en cuenta que el presupuesto nacional de 1925 era de 38 millones de pesos y que para aquél momento el tipo de cambio era de 1,01 pesos por 1 dólar (Tovar, 1984).173 En 1923 se contrató a la misión Kemmerer con el fin de incentivar el comercio, la inversión y el crédito y de restituir la confianza del país a nivel internacional López, Alejandro y Téllez, Juana. “Una Historia de los años veinte para los noventa” en Borradores Semanales de Economía, N° 24, 1995. 174 HENDERSON, James, op.cit. López y Téllez muestran que a pesar del aumento en los ingresos corrientes del gobierno durante 1924-1928 el déficit fiscal como porcentaje del PIB aumentó, López y Téllez, op. cit175 Cabe resaltar que todos los artículos consultados en periódicos y revistas de comienzos de la década de 1920 argumentan que el alza en los precios se debió a las malas cosechas; La Revista Nacional de Agricultura hace alusiones frecuentes a las pérdidas de cosechas por los prolongados veranos e inviernos que se vivían en el país y para los cuales el gobierno no estaba en capacidad de contrarrestar sus efectos. De igual forma, el periódico El Diario Nacional entre 1919-1922 presentaba recurrentemente en sus primeras páginas quejas por la carestía de los productos y el alza de los precios. 176 La población estimada en Bogotá a partir de los censos de 1918 y 1928 era de 157.766 habitantes en 1920 y en 1930 ésta había aumentado a 240.356 habitantes, Anuario Municipal de Estadística, 1950.177 Según Poveda la oferta agrícola de bienes básicos pasó de 4274 toneladas en 1900 a 7775 toneladas en 1930, POVEDA, Gabriel, op. cit. 178 En los periódicos se resalta mucho la influencia que estos tenían sobre el aumento de los precios y en algunas ocasiones se animó al gobierno a tomar medidas por medio del control de precios. Ver El Diario Nacional del 24 de enero de 1920, 14 de febrero de 1920, 17 de febrero de 1920, 12 de marzo de 1919, 3 de enero de 1921, 5 de enero de 1921, 26 de febrero de 1922.

66

La prolongada escasez de artículos llevó al gobierno a tomar ciertas medidas. En

1920 decretó una supresión transitoria de los derechos de importación de algunos

alimentos básicos con el fin de contrarrestar el alza en sus precios y así estabilizarlos179.

Sin embargo, la gráfica Nº 4 indica que esta medida no fue eficaz, pues los precios

siguieron aumentando entre 1919 y 1921. Una vez reestablecidos los aranceles se

presentó una leve caída en el nivel de los precios hasta 1923. A partir de este año

comienza un nuevo ciclo de alzas de precios que alcanzó su punto máximo en 1926

cuando los precios aumentaron un 50% en términos reales con respecto a 1923.

Al igual que lo sucedido en 1920, el gobierno estableció por medio del decreto

952 de 1927 la “Ley de Emergencia”, en la que se rebajaban los aranceles aduaneros de

productos agrícolas con el fin de contrarrestar la subida de los precios por la falta de

víveres. Esta medida suavizó los precios durante ese año y disparó las importaciones

hasta 1930. Sin embargo, no se puede decir con precisión por qué las medidas sólo

tuvieron efectos en el muy corto plazo y por qué no permitieron el estancamiento de los

precios por un período de tiempo más prolongado.180

La tercera fase, entre 1929 y 1932, se caracterizó por una caída constante en el

nivel de precios. Desatada la crisis económica de 1929, se presentó un déficit de balanza

de pagos que generó una severa contracción monetaria y fiscal181. El gobierno reaccionó

de manera contradictoria frente a este fenómeno. Por un lado, buscó compensar la caída

en la oferta monetaria y en los precios y proteger la agricultura, derogando en 1931 la

ley de emergencia de 1927. Sin embargo, ese mismo año el Gobierno nacional creó en

las principales ciudades las Juntas de Control de Alimentos, cuyo objetivo era estipular

el precio de los principales víveres con el fin de evitar la especulación y el alza

179 El decreto 196 de 1920 establecía que entre el 10 de febrero y el 20 de julio se suprimían los derechos de importación del arroz, el azúcar, las papas, los fríjoles, los garbanzos, las arvejas, las habas, las lentejas, el maíz, la manteca de cerdo, los huevos, las galletas y las diferentes harinas. 180 Como el país se estaba rigiendo bajo el patrón oro, la tasa de cambio era fija y la oferta monetaria y los precios dependían de las variaciones en el sector externo, LÓPEZ, Alejandro y TÉLLEZ, Juana, op. cit. Después del desastre monetario de la primera década del siglo XX, el temor de una nueva aparición del curso forzoso y del papel moneda era latente, lo que se evidencia en la gran cantidad de artículos de periódicos relacionados con las cuestiones y los problemas monetarios.181OCAMPO, José Antonio “La economía colombiana en la década del treinta” en Ocampo, José Antonio y Montenegro, Santiago. (Editores) Crisis Mundial, Protección e industrialización, Editorial Normal, pp. 19-55, Bogotá, 2007. Ocampo también argumenta que la inversión y los gastos de lo gobierno nacional y departamental disminuyeron en un 66% entre 1928-29 y 1931-32 por la caída de los recaudos aduaneros y de los flujos de capital.

67

injustificada en los precios182. Al final, el gobierno evitó el alza e indirectamente apoyó

la deflación que se presentó desde 1929 hasta 1932.

La última etapa, entre 1933 y 1950, se identifica con una tendencia creciente del

índice de precios y del nivel del costo de vida. El aumento de los aranceles a finales de

1931 y la fuerte devaluación real que sufrió el peso entre 1932-1935 estimularon la

demanda interna y presionaron los precios de los alimentos hacía arriba183. Este

encarecimiento se detuvo entre 1934-1938 durante el gobierno de López Pumarejo de

“La Revolución en Marcha”, cuando se emprendieron políticas de estabilización y de

equilibrio fiscal que permitieron que los precios se mantuvieran relativamente

estables184. Sin embargo, en su último año de gobierno el costo de los alimentos sufrió

un aumento de casi el 40% con respecto al año anterior.

A pesar de los esfuerzos del gobierno por contener el aumento de los precios, el

comienzo de la Segunda Guerra Mundial trajo al país un desabastecimiento general de

bienes de consumo y de materias primas importadas, que llevó a una insuficiencia de

bienes185. Para hacerle frente a la situación, el gobierno nacional comenzó un proceso de

sustitución de importaciones que ayudó a generar empleo y a abastecer los mercados

internos, lo que se reflejó en una pequeña disminución del índice de precios entre 1939

y 1940186.

Desde 1941 hasta 1950 el país recibió una gran entrada de divisas como

consecuencia de grandes movimientos de inversión privada y de aumentos en los

ingresos de los cafeteros, lo que sumado al aumento del gasto público, generó un

proceso inflacionario desde 1943187. Desde una visión monetaria, Arévalo argumenta 182 La creación de estas juntas se dio por medio de los decretos 1715, 1731, 1887 y 1971 de 1931. Sin embargo, los precios ya estaban a la baja por la recesión, por lo que se puede asumir que esta medida fue de pura presentación política. 183 En 1933 se suspende la convertibilidad del dólar, lo que llevó al gobierno a mantener su tasa de cambio con respecto al dólar y a abandonar la paridad del patrón oro, OCAMPO, José Antonio, op. cit. 184 TOVAR, Bernardo. La intervención del económica del Estado en Colombia, 1914-1936, Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1984.185 POVEDA, Gabriel, op. cit.186 MISAS, Gabriel. “De la sustitución de importaciones a la apertura económica. La difícil consolidación industrial” en Misas, Gabriel (Editor) Desarrollo Económico y social en Colombia, siglo XX, Universidad Nacional, pp. 111-134, Bogotá, 2001.Un primer proceso de sustitución de importaciones comenzó a finales de la década de 1930 y terminó en 1951. Durante este tiempo se promulgaron políticas de desarrollo industrial que buscaron impulsar la industria manufacturera en el país. Sin embargo, la etapa de auge del proceso de sustitución de importaciones es entre 1951 y 1970 cuando se toman importantes acciones para elevar los aranceles y se implementa una política monetaria basada en el crédito de fomento a las actividades industriales, MISAS, Gabriel, op. cit..187 OCAMPO, José Antonio “Crisis mundial y Cambio estructural, 1929-1945” en OCAMPO, José Antonio (Editor) Historia Económica de Colombia. Siglo Veintiuno Editores, pp. 209-242, Bogotá, 1988.

68

que fue el aumento en las reservas internacionales como consecuencia del descenso en

las importaciones lo que contribuyó al aumento en los precios188. Sin embargo, el

gobierno planteó una solución basado en un problema de oferta y demanda en el

mercado, pues creó en 1943 la Oficina de Control de Precios con el objetivo de

controlar el alza en los precios y la especulación. No obstante, a pesar de estos esfuerzos

de congelamientos de precios entre 1943 y 1944 el costo de los alimentos siguió

aumentando y sólo se estabilizó en 1945 cuando se normalizó el comercio189.

Con el final de la Segunda Guerra Mundial se determinó la supresión del control

de precios por parte del Estado, aunque siguieron estando vigilados por el Instituto

Nacional de Abastecimiento190. Una vez liberados los precios, estos comenzaron a subir

de nuevo, lo que se reflejó en el aumento del 25% en el índice de precios entre 1945 y

1946. Para corregir esto, el Estado creó la Oficina Reguladora de Mercados y Precios y

las Juntas de Control en 1946 y La Oficina Nacional de Precios en 1947191.

Nuevamente, estas medidas tuvieron efectos sólo en el corto plazo pues lograron reducir

el precio de los alimentos sólo en 1947. Éstos continuaron subiendo sustancialmente

desde este año hasta 1950. Esta última década fue la de mayor inflación pues el índice

de precios aumentó en promedio a un 35% anual. De igual forma, lo que se percibe en

esta fase es que los controles de precios por parte del gobierno fueron efectivos sólo en

el corto plazo y que en algunas ocasiones tuvieron efectos rezagados.

Asimismo, es importante contrastar el comportamiento de los precios de los

alimentos, con el fin de observar cuáles fueron los que más afectaron el índice. El

gráfico Nº 14 compara en el tiempo el precio nominal de la carne y la papa, los

alimentos que en cantidad más contribuyen a la canasta de bienes. El precio de una

arroba de papa muestra cierta estabilidad a lo largo del tiempo, con oscilaciones entre

0,4 y 2,0 pesos oro entre 1900 y 1943; y un posterior crecimiento constante hasta 1950

cuando alcanza un valor 6,27 pesos oro. El pequeño período de inflación antes de la

gran depresión de 1929 y de deflación de 1930-1932 y 1938-1940 no tiene un efecto

188 ARÉVALO, Decsi. La relación Estado-Mercado en la experiencia sobre control de precios en Colombia, 1943-1967, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2001. 189 La Ley 7 de 1943 creó la Oficina de Control de Precios con el fin de atacar la especulación y el aumento de los medios de pago. Sumado a esto, la resolución del 10 de julio de 1943 permitió congelar a los precios del 15 de junio los precios de vestuario, alimentos importados etc. 190 ARÉVALO, Decsi. op.cit. El decreto 2010 del 18 de agosto de 1945 suprimió la Oficina de Control de Precios.191 El decreto 387 de 1946 restableció el control de precios y el decreto 3513 de ese mismo año creó el Departamento de Control de Mercados y Precios. El decreto 2004 del 17 de junio de 1947 creó la Oficina Nacional de Precios.

69

muy fuerte en el precio de la papa y por el contrario permanece prácticamente invariable

durante estos períodos. Sin embargo, la ola inflacionaria de la década de 1940 repercute

fuertemente en el precio de este artículo, considerado un bien de consumo tradicional, lo

que pudo afectar principalmente a las clases con menores ingresos.

Gráfico Nº 14. Precio de la Carne y la Papa en Bogotá, 1900-1950 (en pesos oro)

1900

1902

1904

1906

1908

1910

1912

1914

1916

1918

1920

1922

1924

1926

1928

1930

1932

1934

1936

1938

1940

1942

1944

1946

1948

1950

0

2

4

6

8

10

12

14

16

18

1 @ CARNE 1 @ DE PAPA

Peso

s O

ro

Fuente: Periódicos, Anuarios y Boletines de la época, cálculos de la autora.

El precio de la carne presenta un comportamiento diferente. Si bien son escasos

los datos de este alimento antes de 1921, a partir de este año se presenta un ciclo que

alcanza un máximo en 1928. Posteriormente, el precio de la carne sufre una caída

constante hasta 1932, cuando se recupera y empieza a crecer permanentemente hasta

1950, aunque con un pequeño período de deflación entre 1938-1940. Sin embargo,

durante todo el período el precio de la carne aumentó a un ritmo mucho más rápido que

el precio de la papa, lo que la convirtió en un bien más lujoso y de menos alcance para

la población más pobre, pues pasó de tener una diferencia de 1 peso oro con respecto al

precio de la papa en 1933 a casi 10 pesos oro en 1950.

3.4 Los Salarios Reales

Si bien no se cuenta con una información completa de los salarios nominales

privados en Bogotá durante este período, la información recopilada por Urrutia y

Arrubla192 sobre los sueldos de la Fábrica Fenicia de 1905 a 1947 y del sector de la

192 URRUTIA, Miguel y ARRUBLA, Mario, op. cit.

70

construcción entre 1932 y 1941 y los datos encontrados en la Memoria de Hacienda de

1916 y en el Anuario de de Estadística Nacional de 1936 sobre los jornales de todas las

empresas bogotanas permiten observar las diferencias entre los salarios del sector

público y privado.

Tabla Nº 3. Jornales de Peones en el Sector Público y Privado, 1916 y 1936.

1916 1936Sector Público - Distrito 0,4 1,5

Sector PrivadoFábrica Fenicia 0,35 1,06Industria Harinera 0,55 1,225Compañía de Chocolates Chávez y Equitativa 0,45 1,4Fábrica Germania 0,35 1,775Compañía de Luz y Molino Moderno 0,3 1,25Fábrica El Sol 0,2 1,25Fábrica de Cervezas 1,2 1,75Fábrica El Gallo 0,35Jabonería Inglesa 0,4 1,5Fábrica El Faro 0,5Fábrica de galletas y bizcochos de A de J Martínez 0,5 1,5Fábrica La Marsellesa 0,2Fábrica Tequendama 0,4 1,4Fábrica Posada y Tobón 0,2 0,85Fábrica Bogotá 0,2 1,5Destilería al Vapor 0,5 1,1Empresa de Curtidos de Arcesio Mejía y Compañía 0,5 1,55Fábrica Faenza 0,3 1,25Fábrica Nacional de molduras y marcos dorados 1Fábrica La Estrella 0,35 1,4Fábrica de pastas para sopa 0,5 1,1Fábrica nacional de fósforos de Vidiella y Compañía 0,4 1,25Fábrica La Especial 0,35 1,4Fábrica de Cal de Rodríguez Hermanos 0,5 1,1

Fuente: Memoria de Hacienda, 1916, URRUTIA, Miguel y ARRUBLA, Mario, op. cit, Anuario Estadístico de 1936

y Cartas de Avisos de 1916.

La tabla Nº 3 muestra el jornal promedio de un peón en el sector público y en las

empresas del sector privado en Bogotá en 1916 y en 1936193. Tal como esta tabla lo

indica, en 1916 los jornales del sector privado tuvieron una gran dispersión pues

variaron entre 0,15 y 1,2 de acuerdo a la industria. Sin embargo, al comparar el jornal

promedio de un peón del sector privado con el encontrado en la Secretaría de Obras

Públicas del distrito en 1916 no se encuentran grandes diferencias; siendo el privado

sólo 0,02 pesos más alto que el público.

193 Cuando se calcula el jornal más frecuente en el sector privado éste es de 0.5 en 1916 y de 1.5 en 1936 lo que comprueba aún más que las diferencias entre los salarios del sector público y privado son bastante pequeñas.

71

En 1936 el jornal del peón en el sector público era 0,2 pesos más alto que el

privado, teniendo este grupo una variación entre 0,85 y 1,75. Ahora bien, no sólo la

diferencia entre el sector público y privado se agrandó en este tiempo sino que se

invirtió, pues el gobierno empezó a pagar jornales más altos. Sin embargo, las

diferencias entre los dos sectores no son tan grandes, lo que muestra que la evolución de

los salarios del sector público puede ser una buena aproximación del comportamiento

que presentaron los mismos en el privado y del funcionamiento del mercado laboral en

la ciudad.

Esta investigación recopiló información de salarios nominales de

aproximadamente dos mil empleados del gobierno distrital y nacional y de las

instituciones a su cargo. No obstante, como se abarca un período de cincuenta años con

fuertes cambios en el tamaño del estado, no todas las series son continúas durante el

tiempo de estudio, pues muchos de los oficios no existían desde comienzos de siglo y

sólo aparecieron con el surgimiento de nuevas entidades o la ampliación de las

existentes. Por esta razón, se escogieron las series de salarios más completas.

Siguiendo a Abbott y Bowley194, la información seleccionada de salarios por

oficios se dividió de acuerdo a tres grupos: calificados, medianamente calificados y

no calificados. Éste último comprende aquellas personas:

“sin educación, sin un entrenamiento técnico, sin destreza general o sin

una fuerza excepcional. Ellos no son incapacitados, ni lisiados en mente o

en cuerpo, pero todo su equipo consiste solamente en cierto grado de

fuerza física y en alguna medida en una paciencia laboral…Ellos son en

alto grado unos trabajadores no especializados…Ellos son una especie de

lanza-libre en el mundo laboral, hombres que buscan un “trabajo” sin

tener en cuenta su carácter.195”

Así mismo, se deben distinguir entre las personas que “han aprendido un oficio

y aquellas que realizan sólo trabajo no especializado”196. De esta manera, los

trabajadores calificados son los que tienen educación o preparación técnica para

194 ABBOTT, E. “The wages of Unskilled Labor in the United States 1850-1900”, en Journal of Political Economy, Vol. 13, N° 3, pp. 321-367, 1905 y BOWLEY, A.L. “Wages in the United States and Europe”, en The Economic Journal, Vol. 9, N° 33, pp. 136-140, 1899.195 ABBOTT, E, op. cit. 196 BOWLEY, A.L, op. cit.

72

ejercer su trabajo; los trabajadores medianamente calificados no reciben educación

para ejercer un oficio particular, pero por otros medios lo aprenden y así ejercen un

oficio específico; y los trabajadores no calificados son lo que no tienen ningún tipo de

preparación o requerimiento determinado para ejercer197.

Sin importar el tipo de calificación que tuvieran los oficios, a lo largo de todo el

período el movimiento de los salarios nominales fue muy similar. Aparte de la

hiperinflación a comienzos del siglo XX, que terminó por aumentar los salarios los

primeros años y posteriormente reestablecerlos a sus niveles anteriores198, los salarios

nominales mantuvieron hasta mediados de la década de 1920 la misma estabilidad que

presentaron durante el siglo XIX199, lo que muestra una rigidez de los salarios frente a

los precios200. No obstante, la mayor flexibilidad la tienen los salarios de los

trabajadores menos calificados, pues éstos presentaron una pequeña tendencia creciente

en este período.

A mediados de la década de 1920, los salarios nominales de todos los oficios

empezaron a crecer hasta 1930, cuando los rezagos de la deflación que se presentó

desde 1929 los empujó a la baja. Sin embargo, la caída en los salarios no se mostró de

manera homogénea en todos los grupos, pues la magnitud de la caída varió entre ellos.

Entre 1930 y 1932 los sueldos de los trabajadores calificados descendieron

aproximadamente un 30%, mientras que los medianamente calificados y los no

calificados tuvieron una reducción del 15%. Después de la caída, los salarios no se

recuperaron y por el contrario, durante toda la década permanecieron estables y fijos a

pesar de que los precios estaban aumentando. Sólo a partir de 1943 los salarios

nominales empezaron a aumentar permanentemente hasta 1950, cuando crecieron en

promedio entre un 100 y un 200% comparado con 1943. 197 Por ejemplo, dentro del primer grupo se encuentran los abogados, los ingenieros, los jueces, los médicos, los veterinarios, los contadores y los administradores; dentro del segundo grupo se encuentran los escribientes, los oficiales mayores, los herreros, los archiveros, los cocineros y las costureras y dentro del tercer grupo se encuentran lo peones, los porteros, los carteros y las empleadas del servicio. De igual forma, aquellos cargos como presidente, alcalde o ministro son considerados calificados a pesar de que no requieren una preparación específica para ejercerlos, pues se espera que aquellos que ocupan estos puestos tengan algún tipo de formación académica. 198 En 1903, los sueldos nacionales aumentaron en un 80% con respecto a su valor en 1902. Sin embargo, en 1905 el decreto número 1088 rebajó los sueldos de los empleados públicos de la siguiente forma: los de más de $150 un 25%, entre $100 y $150 un 20%; entre $40 y $100 un 15% y los menores a $40 no sufrieron ningún descuento. Estos sueldos empezaron a aumentar a partir del decreto número 399 del 31 de marzo de 1906 de tal forma que lo sueldos mayores a $150 se les reducía sólo en un 12%, los que se encontraban entre $100 y $150 en un 10% y entre $40 y $100 un 7%. Posteriormente, con el decreto número 515 del 4 de mayo de 1906 los sueldos volvieron a los valores que tenían en 1905. 199 URRUTIA, Miguel. Precios y salarios urbanos en el siglo XIX, Mimeo, Bogotá, 2007. 200 Sólo los decretos número 591 de 1908 y 23 de 1915 redujeron los salarios. El primero redujo todos los sueldos en un 15% y el segundo, a raíz de la mala situación fiscal, los redujo en un 5%.

73

La evolución de los salarios reales es una buena alternativa para estudiar los

cambios en las condiciones de vida a través del tiempo, siendo hoy en día una de las

fuentes de información más confiable sobre el nivel del costo de vida y el vehículo más

conveniente para hacer comparaciones entre países. El salario real es igual al salario

nominal dividido por el índice de precios del consumidor:

Salario Re al=( SalarioNo min alÍndicedeprecios )×100

De esta manera, una caída en el salario real lleva a una caída en el bienestar del

hogar pues esto hace que se reduzca el poder adquisitivo de la familia o el tiempo

dedicado al ocio, ya que es necesario ofrecer más trabajo para comprar la misma

cantidad de bienes y así compensar el empeoramiento en las condiciones de vida por la

disminución del ingreso.

La gráfica Nº 15 muestra un comportamiento homogéneo de los salarios reales

de seis oficios calificados durante todo el período. Los comienzos de la década de 1910

beneficiaron a estos empleados pues sus salarios reales aumentaron. Sin embargo, esta

mejora disminuyó rápidamente hasta volver a los niveles iníciales y posteriormente

mantenerse estables durante el resto de esta década y comienzos de la siguiente. Para

mediados de la década de 1920 y hasta 1932, todos los salarios reales aumentaron entre

2 y 3 veces, lo que mejoró sustancialmente el poder adquisitivo de los trabajadores

calificados. A partir de 1932 el salario real empezó a disminuir paulatinamente hasta

1946 cuando éstos, a excepción del contador, empezaron una leve tendencia al alza. Así,

para 1950 las condiciones de vida de los trabajadores calificados habían mejorado

lentamente y su poder adquisitivo había aumentado poco con respecto a comienzos del

siglo XX.

Gráfico Nº 15 Salario Real: Trabajadores Calificados.

74

0

100

200

300

400

500

600

700

Años

Sala

rio R

eal

Secretario del Concejo Personero MunicipalTesorero Municipal Ingeniero del Ministerio de Obras PúblicasAbogado del Ministerio de Relaciones Exteriores Contador del Ministerio de Hacienda

Fuente: Cálculos de la autora.

Los salarios reales de los cinco trabajadores medianamente calificados del

gobierno nacional y distrital también tuvieron un comportamiento similar durante toda

la época de estudio (ver gráfico Nº 16). Una relativa estabilidad durante las dos

primeras décadas del siglo y un aumentó entre 2 y 3 veces desde 1926 hasta 1932. A

partir de este año, una caída paulatina que toca su sima en 1947 y que, posteriormente se

recupera levemente para luego volver a caer201. A diferencia de los trabajadores

calificados, los empleados medianamente calificados no vieron ninguna mejora en su

poder adquisitivo durante estos cincuenta años, lo que los llevo a comenzar la segunda

parte del siglo XX con las mismas condiciones de vida que tenían en 1910.

A pesar de que el cargo del escribiente pudo haber estado sometido a dos

tendencias que afectaran negativamente su salario como son cambio técnico (aparición

de la máquina de escribir) e ingreso de las mujeres a la fuerza laboral; los salarios reales

de este oficio se movieron paralelamente a los demás salarios de los medianamente

calificados. Lo anterior invalidaría alguna distorsión de este cálculo frente a los hechos

para los demás trabajadores de esta clasificación.

Gráfico Nº 16 Salario Real: Trabajadores Medianamente Calificados.

201 A excepción del oficial mayor del concejo quien comenzó la década de 1950 con una mejora en su salario real, quizá por la mayor importancia que estaba teniendo su cargo dentro de la organización del concejo municipal.

75

0

50

100

150

200

250

300

350

400

Años

Sala

rio R

eal

Oficial Mayor del Concejo Cajero de la Tesoreria Escribiente de la TesoreriaOficial Mayor del Ministerio de Hacienda Escribiente del Ministerio de Hacienda

Fuente: Cálculos de la autora.

Los salarios reales de los cuatros trabajadores no calificados no presentan un

patrón tan homogéneo como los grupos anteriores (ver gráfico Nº 17). La inestabilidad

de los porteros y el conserje durante la década de 1910 contrasta con la completa

estabilidad del salario real de los peones en esta época. Al igual que en los otros grupos

de oficios, en 1926 los salarios reales de estos trabajadores empezaron a crecer y se

duplicaron o triplicaron en 1932, cuando comenzó un progresivo descenso hasta 1946 y

una pequeña recuperación en 1947 que se pierde completamente los siguientes tres

años. De manera global se puede decir que los trabajadores no calificados mantuvieron

sus condiciones de vida y su poder adquisitivo durante todo este período, es decir, ni

mejoraron ni empeoraron.

Gráfico Nº 17 Salario Real: Trabajadores No Calificados.

0

20

40

60

80

100

120

140

Años

Sala

rio R

eal

Portero del Concejo Peon de la Alcaldía Portero del Ministerio de Hacienda Conserje del Ministerio de Hacienda

Fuente: Cálculos de la autora.

76

En conclusión, los salarios reales de los trabajadores permanecieron sin grandes

cambios durante las dos primeras décadas del siglo XX, a pesar del pequeño aumento en

el nivel de precios a comienzos de los veinte. La rigidez de los salarios nominales y la

disminución de los precios que se presentó desde 1927 permitieron que los salarios

reales comenzaran a subir sustancialmente desde 1926 hasta 1932, duplicándolos o

triplicándolos durante este tiempo, lo que debió conducir a un aumento considerable del

desempleo urbano para ajustar por cantidades el incremento en estos salarios. Los

mecanismos por los cuales los trabajadores participan de los beneficios del crecimiento

de la economía están relacionados con la elasticidad del salario frente a los cambios en

los precios. A pesar de que durante este tiempo los salarios nominales se redujeron, los

precios lo hicieron aún más, lo que deja claro la rigidez y el rezago de los primeros

frente a los segundos.

Sin embargo, esta rigidez en los salarios nominales del sector público pudo estar

ligada a razones políticas o a presiones sindicales. Para demostrar esto se debe comparar

el comportamiento de los salarios nominales del sector privado durante este período. Al

estudiar la evolución de algunos salarios nominales del sector privado como los de la

Fábrica Fenicia y la Hacienda de Quito de la Sabana de Bogotá202 se encuentra que en

estos últimos la rigidez de los salarios nominales fue sólo un poco menor. Desde 1927,

año en que los precios empiezan a caer, hasta 1930, los jornales de los peones de la

fábrica Fenicia fueron alrededor de 1 peso y el jornal del mayordomo de la Hacienda de

Quito de 0.57 pesos203. Sólo a partir de 1931 éstos comenzaron a disminuir; únicamente

un año antes que los del sector público. Lo anterior demuestra que también existieron

rigideces de salarios nominales en el sector privado y que por tanto, las presiones que

algunos grupos sindicales pudieron tener sobre el gobierno no fueron tan fuertes durante

este período.

Desde inicios de los treinta en el concejo de Bogotá se presentó una fuerte

tendencia liberal a mejorar las condiciones de los trabajadores del municipio, lo que

sumado a las acciones sindicales que se empezaban a presentar durante ese momento

(más fuerte en el sector público que en el privado) pudieron incidir en una diminución

de los salarios nominales más suave desde 1932.

202 URRUTIA, Miguel y ARRUBLA, Mario, op. cit. 203 Incluso, este jornal se mantuvo desde 1921.

77

Superada la deflación en 1932, los precios comenzaron a crecer hasta 1950204, lo

que sumado a las rigideces nominales, condujo a una caída del salario real durante la

década de 1930 y la primera parte de la década de 1940. Esto contradice la hipótesis

planteada por Udall de que los salarios reales aumentaron durante todo la década de

1930 y que sólo disminuyeron a comienzos de los cuarenta205.

A pesar de que la ley 6ª de 1945 legitimó las asociaciones de trabajadores en

defensa de sus intereses y normalizó el número de horas de trabajo y los pagos

dominicales, las relaciones entre el movimiento obrero y el gobierno se deterioraron206,

lo que por un lado perjudicó aún más los salarios reales ante los aumentos constantes en

precios y por el otro, mejoró las posibilidades de empleo207.

Sólo hasta mediados de la década de 1940 los salarios nominales rompieron con

las rigideces que se venían presentando desde el siglo XIX y comenzaron a ser más

flexibles, lo que llevo a que, a pesar de que los precios seguían aumentando a tasas muy

altas todos los años, los salarios reales no se vieran afectados sustancialmente. Lo

anterior contrasta con el mayor deterioro de las relaciones entre el gobierno conservador

y los movimientos obreros y con el abandono paulatino desde 1946 de las negociaciones

políticas como estrategia para reclamar mejores condiciones208. Además, demuestra que

las negociaciones colectivas y las amenazas de un levantamiento de masas contra el

gobierno tuvieron un efecto positivo en la flexibilización de los salarios nominales pues

el poder ejecutivo se veía forzado a servir como conciliador ante los empleadores con

el fin de evitar protestas y huelgas que pusieran en riesgo el régimen209.

Tabla Nº 4. Salarios reales promedio por quinquenios.

204 Con excepción del pequeño período 1938-1940 cuando se presentó una disminución.205 UDALL, A. T. Migration and Employment in Bogotá, Colombia, Yale University, New Haven, 1973.206 URRUTIA, Miguel, Historia del Sindicalismo en Colombia, Ediciones Uniandes, Bogotá, 1976. URRUTIA207Urrutia también aclara que antes de 1945 el único instrumento efectivo por parte de los trabajadores era la negociación política, pues los gobiernos liberales necesitaban del apoyo obrero para contrarrestar cualquier intento de golpe militar por parte de los conservadores, URRUTIA, Miguel, op. cit.208 Urrutia señala que desde 1946 se presentaron varias huelgas que fueron declaradas ilegales por el gobierno y que debilitaron las relaciones obrero-patronales y las relaciones entre el movimiento obrero y el gobierno, URRUTIA, Miguel, op. cit.Esto contrasta con la hipótesis de Bresciani-Turroni que estudian Kessel y Alchian según la cual la caída en los salarios reales durante épocas de inflación se debe a que los empleados dan “créditos” a sus empleadores. Bajo esta visión se supone que la tasa de salarios representa la productividad marginal de los trabajadores y además que los salarios son pagados después de que se realiza el trabajo, lo que hace que los trabajadores estén extendiendo un crédito a sus empleadores y así incurran en una pérdida, KENSEL, R.A y ALCHIAN A.A “The meaning and validity of the inflation-induced lag of wages behind prices” en American Economic Review, Vol. 50, N° 1, pp.43-66, 1960. 209 URRUTIA, Miguel, op. cit.

78

CALIFICADOS

Secretario del Concejo

Personero Municipal

Abogado de la Personería

Tesorero Municipal

Ingeniero del Ministerio de

Obras Públicas

Abogado delMinisterio de

RelacionesExteriores

1910-1914 157.08 163.781 75.189 163.781 193.079 150.651915-1919 171.631 171.57 121.412 181.832 202.354 132.4031920-1924 142.287 197.481 100.565 219.172 194.172 97.086

MEDIANAMENTE CALIFICADOSOficial

Mayor del Concejo

Escribiente del Concejo

Escribiente de la

PersoneríaCajero de la

Tesorería

Escribiente de la

Tesorería

Oficial Mayordel Ministeriode Hacienda

1910-1914 57.309 48.335 46.866 54.593 93.7411915-1919 100.437 77.199 43.699 53.961 81.5961920-1924 103.752 100.565 51.384 66.854 58.251 77.668

NO CALIFICADOS

Portero del Concejo

Portero de la Personería

Peón de la Alcaldía

Portero del Ministerio de

Hacienda

Conserje delMinisterio de

Hacienda1910-1914 32.445 11.811 61.6411915-1919 40.47 14.029 68.741920-1924 51.876 40 15.145 50.4841925-1929 62.286 44.857 18.432 47.365

Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.

La tabla Nº 4 presenta los salarios reales promediados por quinquenios para

todos los oficios. Tal como esta tabla lo muestra, las condiciones de vida promedio de

todos los grupos económicos mejoraron levemente, pues a mediados del siglo XX su

poder adquisitivo era sólo un poco mayor con respecto al que tenían comienzos de

siglo210. De esta manera, no se puede asegurar que los avances en salud, servicios

públicos y educación que se presentaron en estos cincuenta años mejoraron las

210 Sin embargo, se presenta la excepción del Oficial Mayor del Ministerio de Hacienda cuyo salario real empeora a mediados del siglo.

79

condiciones de vida de las personas en términos de ingresos, pues su poder adquisitivo

en este lapso cambió muy poco211.

3.5 Las Relaciones de Bienestar.

Las relaciones de bienestar miden las condiciones de vida de los hogares al

comparar los ingresos de una familia con la canasta de bienes básicos de consumo y su

gasto en vivienda. Siguiendo a Allen212, esta relación se calculó a partir de la ecuación:

Re lación de bienestar it=( Salario1 it+Salario2it

Canasta de bienest+ Arriendot)

Donde Salario1it es el salario del oficio i en el año t, asumiendo que pertenece al

del jefe cabeza del hogar; Salario2it es el 34.6% del salario1it que corresponde a la

participación de la mujer en el ingreso del hogar en el año t de acuerdo al oficio i213;

canasta de bienest es el conjunto de alimentos básicos que están incluidos en la canasta

presentada en la tabla Nº 2 y para los cuales se tiene información en los años en los que

se calculó esta relación214 y Arriendot equivale a la proporción fija del 18% del gasto

total de la familia, asumiendo que los alimentos abarcan todo ese gasto215.

Se debe tener en cuenta que al hacer supuestos arbitrarios sobre el tamaño de la

familia (cinco miembros: padre, madre y tres hijos) y sobre la persona que gana el

salario (el hombre siendo la cabeza de hogar y la mujer ayudando de manera secundaria

con los gastos de la familia) estas relaciones de bienestar se convierten en índices de

salarios reales con una nueva escala. Sin embargo, esta escala hace explícitos los

supuestos que generalmente son implícitos cuando se tratan a los salarios reales como

211 Cuando se analiza la evolución de los salarios reales de esta manera se concluye, a diferencia del estudio anual, que las condiciones de vida de los trabajadores medianamente calificados mejoraron con respecto a las que tenían a comienzos del siglo. 212 ALLEN, Robert, “The great divergence in European Wages and prices from the middle ages to the first World War”, en Explorations in Economic History, Vol. 38, N° 4, pp. 411-447, 2001.213 La encuesta de la Contraloría General de la República de 1936 indica que las mujeres contribuían con el 34,6% del ingreso del hogar. Asumiendo que el hombre es el jefe del hogar y el que contribuye con mayores ingresos, el salario de la mujer en cada familia correspondería a este porcentaje.214 Los alimentos para los que se tiene información todos los años de estudio y que además están incluidos en la canasta de la Tabla Nº 2 son: Arroz, Azúcar, Cacao, Café, Carne, Cebada, Harina de Trigo, Maíz, Papa, Panela, Sal y Trigo. 215 Siguiendo la encuesta de la Contraloría General de la República de 1936 se tiene que el arriendo equivale al 18% del gasto total de la familia. Esto se toma como una valor fijo todos los años de estudio a pesar de que durante este período la participación femenina aumento. En el trabajo realizado en 1892 este porcentaje era alrededor del 17%.

80

medidas de los estándares de vida y además, permite observar aspectos sobre la

demanda del consumidor y la salud216.

Así, una relación de bienestar de 1.00 indica que el mantenimiento de unas

condiciones de vida apenas aceptables requiere que todo el ingreso de la familia se gaste

en vivienda y alimentos básicos y por tanto, que no haya excedente para gastar en

ciertos bienes “lujosos”. Una relación de bienestar mayor a 1.00 indica que la familia

tiene ingresos extras por encima de sus necesidades básicas pudiendo comprar más

bienes tradicionales o “lujosos”. Un valor menor a 1.00 implica que la familia no puede

permitirse unas condiciones de vida aceptables bajo los supuestos planteados (Allen,

2001). Ante esto, las familias podían responder trabajando más horas o disminuyendo la

cantidad de comida, lo que probablemente la empujaría a una desnutrición por la

disminución de las calorías consumidas217.

Tabla Nº 5 Relaciones de Bienestar.

Años Oficial Mayor Escribiente Peón Portero Conserje

1906 9,31 5,58   4,451910 8,96 5,04 0,87 3,391915 6,40 5,18 1,08 5,181920 5,24 3,27 1,02 3,401925 4,30 2,69 1,05 3,23

Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.

La tabla Nº 5 presenta las relaciones de bienestar en diez diferentes años del

período de estudio para cinco oficios medianamente calificados y no calificados: oficial

mayor, escribiente, peón, portero y conserje. Se observa que los dos trabajos

medianamente calificados, el oficial mayor y el escribiente, tienes relaciones de

bienestar mucho mayores a 1 en todos los años de estudio, lo que indica cierta

estabilidad y condiciones de vida aceptables. En lo referente a los trabajadores no

calificados, en algunos períodos las relaciones del conserje, el peón y el portero son

muy cercanas a 1 e incluso menores, como es el caso del peón en 1910, lo que indica

que las condiciones de vida de estos hogares no eran muy buenas. Además, las

216 ALLEN, Robert, op. cit.217 FOGEL, R. The Escape from Hunger and Premature Death, 1700-2100, Cambridge University Press, Cambridge, 2004.

81

relaciones del portero y el conserje, si bien se mantuvieron por encima de uno, en 1950

disminuyeron con relación al valor que tenían en 1906. Únicamente el peón logró

mejorar con respecto a su nivel inicial, aunque este valor se mantuvo bastante bajo.

La lectura horizontal de la tabla Nº 5 muestra que desde comienzos de siglo XX

hasta mediados de la década de 1920 las condiciones de vida de estos cinco oficios

disminuyeron, lo que se refuerza entre 1915 y 1920 por los estragos de la Primera

Guerra Mundial y de la peste de gripa que se presentó en la ciudad. Durante el período

de deflación de los treinta estas condiciones mejoraron sustancialmente, en algunos

casos triplicándose, aunque posteriormente se presentó una caída en el bienestar de los

trabajadores de la que no se lograron recuperar los siguientes años. Las condiciones de

vida, medidas en términos de relaciones de bienestar, de los hogares medianamente

calificados y no calificados no mejoraron en esos cincuenta años. Sin embargo, se

mantuvieron por encima del nivel básico de subsistencia, lo que unido a las políticas del

Estado en términos de higiene y salubridad, se pudieron ver reflejados en los avances en

salud y en expectativa de vida que experimentaron los ciudadanos de la ciudad durante

este tiempo218.

4. Diferenciales Salariales.

Los cambios en los salarios relativos son un reflejo de las variaciones en las

desigualdades del ingreso en el tiempo. Estos cambios son más claros si se comparan a

partir de las clasificaciones establecidas previamente (calificados, medianamente

calificados y no calificados), pues éstas están directamente relacionadas con los niveles

de salarios (alto, medio y bajo).

Los grupos que se escogieron para comparar fueron Calificados-Medianamente

Calificados (Abogado-Escribiente, Contador-Escribiente e Ingeniero-Oficial Mayor);

Calificados-No calificados (Abogado-Portero y Contador-Conserje); y Medianamente

Calificados-No calificados (Escribiente-Portero y Escribiente-Conserje). Se destaca que

a pesar de que no se presenta un patrón único en las tres tendencias, sí se pudieron

establecer ciertas características.

218 Por ejemplo, Meisel y Vega concluyen que Bogotá fue un caso exitoso en la mejora de la calidad de vida medida por la estatura de las personas, pues entre 1910-1914 y 1985 el promedio en la estatura adulta de las mujeres nacidas en la ciudad aumentó en más del 7% y el de los hombres en cerca del 5%, lo que indica que para 1950 ya se observaban avances en esta materia, MEISEL Adolfo y VEGA, Margarita. La calidad de vida biológica en Colombia, Antropometría histórica 1870-2003, Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER), Bogotá, 2007.

82

La gráfica Nº 18 muestra la diferenciación salarial entre los trabajadores calificados

y medianamente calificados. Ésta presentó una caída permanente durante toda la década

de 1910 como consecuencia de la reducción en los salarios nominales de ambos grupos,

siendo más fuerte en los empleados calificados. Para la década de 1920, la tendencia se

invierte pues la diferenciación salarial entre estos trabajadores aumenta sustancialmente,

doblando su valor durante estos diez años. Con la caída en los precios y los salarios a

comienzos de la década de 1930, la diferenciación empieza a caer periódicamente hasta

1945, cuando los precios y los salarios vuelven a empezar su tendencia al alza. Sin

embargo, estos aumentos nominales no afectan la relación salarial de este grupo de la

misma forma que sucedió en la década de 1920, lo que permite comenzar la mitad del

siglo XX sin grandes avances en la reducción de la diferenciación salarial entre los

trabajadores calificados y medianamente calificados, pues esta relación se mantiene

igual con respecto a la primera década del siglo219.

Gráfico Nº 18 Diferenciación Salarial entre trabajadores calificados y medianamente calificados.

0

1

2

3

4

5

6

Años

Dife

renc

iaci

ón S

alar

ial

Ingeniero-Oficial Mayor Abogado-Escribiente Contador-Escribiente

Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.

El segundo grupo estudia la proporción entre los salarios de los trabajadores

calificados y no calificados (ver gráfica Nº 19). Ésta presentó tendencias relativamente

estables a lo largo del período. Durante la década de 1910 esta relación se mantuvo

constante a pesar de la reducción en los ingresos nominales que se mencionó

anteriormente. En la siguiente década esta proporción aumentó, incluso más fuerte que

lo presentado en el primer grupo, como consecuencia del aumento en precios y en

219 Sin embargo, se debe resaltar que la relación entre el Ingeniero y el Oficial Mayor permaneció muy estable durante todo el período.

83

salarios. A diferencia del grupo anterior, la deflación de la década de 1930 permitió una

reducción en el diferencial salarial que se mantuvo hasta 1950. Sin embargo, se observa

que no se presentaron cambios contundentes en la diferenciación entre salarios, y por el

contrario, éstos permanecieron en los mismos valores en lo que se encontraban a

comienzos de siglo, siendo el salario de los trabajadores calificados aproximadamente el

doble del de los no calificados.

Gráfico Nº 19 Diferenciación salarial entre trabajadores calificados y no calificados.

Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.

Sin embargo, la relación Ingeniero-Peón mostró una tendencia fuertemente

decreciente durante los cincuenta años, pues en 1950 ésta había disminuido en una

cuarta parte con respecto al valor de 1910. Esto se pudo deber a la mayor oferta de

ingenieros y a la mejor remuneración nominal del peón frente a los demás oficios, pues

su salario tuvo crecimientos más altos que los demás, a pesar de la gran cantidad de

personas no calificadas que llegaron a la ciudad durante todo este período220. Berry

plantea que durante este tiempo aumentó la desigualdad del ingreso221. Por el contrario,

la baja pero cada vez más creciente participación de los ingenieros en el mercado

laboral contribuyó a la reducción permanente de ésta, a medida que el número de

trabajadores calificados aumentaba. En este caso, se puede concluir que hubo una

mejora en el diferencial salarial entre estos dos oficios entre 1910 y 1950, debido tanto a

220 SCHULTZ, Paul, “Rural-Urban Migration in Colombia”, en The Review of Economic and Statistics, Vol. 53, 1971, pp. 157-163.221 BERRY, Albert. “Some Determinants of Changing Income Distribution in Colombia: 1930-1970”, Discussion Paper N° 137, Yale University Economic Growth Center, New Haven, 1972.

84

una mejor remuneración del peón como a una menor apreciación de los ingenieros. (Ver

gráfica N° 20).

Gráfica N° 20 Diferenciación Salarial entre Ingenieros y Peones.

19111913

19151917

19191921

19231925

19271929

19311933

19351937

19391941

19431945

19471949

0

5

10

15

20

25

Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.

El tercer grupo estudia la diferenciación salarial entre los trabajadores

medianamente calificados y los no calificados (ver gráfica Nº 21). Este grupo, al igual

que el anterior, presenta un patrón estable durante todo el período, sin tendencias claras

ni grandes cambios. En general, durante los cincuenta años esta relación osciló entre 1 y

2, lo que demuestra la inexistencia de grandes diferencias entre los salarios nominales

de los trabajadores medianamente calificados y los no calificados y permite concluir que

la prima de ganancia de aprender algún oficio especializado fue muy baja y poco

valorada. Al igual que lo visto en los dos grupos anteriores, la desigualdad salarial de

este grupo terminó en los mismos valores con los que había comenzado el siglo XX.

Gráfico Nº 21 Diferenciación Salarial entre trabajadores medianamente calificados y no calificados.

85

Fuente: Cartas de avisos, Registro Municipal, Liquidaciones de Presupuesto, Diario Oficial, Cálculos de la autora.

En general, las tendencias que se presentaron variaron de acuerdo al

comportamiento de los precios. Es claro que en los dos primeros grupos las tendencias

inflacionarias presionaban las diferenciaciones salariales al alza y las deflacionarias a la

baja, lo que muestra una correlación entre precios y desigualdad de salarios222. Sin

embargo, la última década mostró una menor sensibilidad de la diferenciación salarial

con respecto al aumento en los precios, lo que se demuestra en el menor incremento de

esta relación en proporción al aumento en precios. Es de resaltar la relativa estabilidad

frente a los choques de precios del diferencial del último grupo (medianamente

calificado y no calificado), debido principalmente a la pequeña diferencia de ingresos

entre ellos, que hacía que cualquier cambio en los salarios nominales se sintiera de

forma similar en ambos grupos.

Gráfica N° 22. Relación Salarios reales de peones del distrito / PIB real per cápita (pesos de 1975).

222 Esta correlación es negativa para todos las relaciones excepto para la de escribiente-peón. Para las relaciones oficial mayor-peón e ingeniero-peón esta correlación alcanza valores de -0.69 y -0.57 respectivamente.

86

0

0.02

0.04

0.06

0.08

0.1

0.12

Fuente: GRECO, El crecimiento económico colombiano en el siglo XX, Banco de la República, Bogotá, 2002; Cartas

de aviso, Registro Municipal.

La gráfica N°22 presenta la relación entre los salarios reales de los peones del

distrito y el PIB real per cápita del país. Desde 1905 hasta 1926 se observan pocas

fluctuaciones, lo que indica una relativa estabilidad en la participación de los salarios no

calificados en el PIB per cápita (asumiendo que éste es la suma de salarios, rentas y

ganancias). Entre 1926 y 1933 la participación de los salarios de los no calificados

aumentó como consecuencia de una caída en el PIB per cápita y un estancamiento de

los jornales de los trabajadores. A partir de 1933 el PIB per cápita se recuperó mientras

que los salarios de los peones siguieron estables, lo que redujo su participación en el

producto total. Sólo hasta 1946 la contribución de los salarios sobre el PIB vuelve a

aumentar, aunque no alcanza a retornar a los niveles que tenía en 1933. Sin embargo,

para 1950 los asalariados no calificados habían mejorado su posición relativa a los

rentistas y capitalistas.

87

5. Algunos determinantes no monetarios de los cambios en el salario nominal y en

las condiciones de vida durante la primera mitad del siglo XX.

Durante estos cincuenta años el país experimentó importantes cambios

estructurales que determinaron el crecimiento económico del momento y de las décadas

siguientes. Algunos de estos cambios fueron resultado de políticas públicas que

buscaban ubicar al país en una senda segura hacía el desarrollo y hacía una mayor

participación dentro del mercado mundial. De la misma manera, otras transformaciones

provinieron del ambiente político y social que la coyuntura del país brindaba en

determinados momentos del tiempo. En conjunto, estos aspectos ayudaron a establecer

el comportamiento del mercado laboral en Bogotá, y por ende los cambios en los

salarios nominales y en el diferencial salarial entre oficios. Entre ellos se debe resaltar:

el proceso de industrialización a comienzos de la década de los veinte, la fuerte ola

migratoria rural-urbana que comenzó en los veinte y se mantuvo las dos siguientes

décadas y las políticas educativas que comenzaron desde comienzos del siglo XX y que

tomaron más fuerza a mediados de la década de los treinta.

5.1. La industrialización.

A comienzos del siglo XX Bogotá no contaba con un desarrollo industrial

importante. Durante las dos primeras décadas se percibe el desarrollo de ciertos centros

de producción que se dedicaron principalmente a la producción de alimentos y bebidas.

En la segunda década del siglo, esta tendencia empezó a cambiar por las fuertes

inversiones en la construcción de carreteras y ferrocarriles que permitieron una

ampliación del mercado interno y una mayor comunicación con otras regiones del país.

Esto permitió que al finalizar esta década Bogotá contara con el 36% de las fábricas del

país, seguido por Medellín con el 21%, Barranquilla con el 16% y Cali con el 8.5%223.

Durante esta década aumentaron los flujos de capitales extranjeros y la inversión

pública y privada. Sumado a esto, se implementaron nuevas técnicas de producción y se

mejoraron las que estaban establecidas. Esto llevó a cambios importantes en el mercado

laboral bogotano, pues con la apertura de nuevas industrias se demandaron más

trabajadores y con la aplicación de tecnología más sofisticada se empezaron a solicitar

empleados más especializados y con una mayor preparación, lo que terminó afectando

el mercado laboral y la estructura salarial de los oficios.

223 OSPINA, Luis. Industria y protección en Colombia, 1810-1930, Faes, 1979, Medellín.

88

Contrario a lo planteado por Echavarría, quien resalta que por la “oferta

ilimitada de mano de obra” durante la década de 1920 y comienzos de 1930 los salarios

eran excesivamente bajos durante el proceso de acumulación de capital en la industria y

las condiciones de la población eran de “subsistencia”224; se demostró que durante este

período de rápida industrialización, los salarios reales de todos los trabajadores se

duplicaron o triplicaron sin importar la calificación del oficio225. Lo que se percibió en

esta época de industrialización fue un aumento de los salarios nominales como resultado

de una mayor demanda que no era suplida por el mercado, tanto de mano de obra

calificada como no calificada. Sin embargo, durante la época de deflación a comienzos

de los treinta, el aumento sustancial en el salario real de los trabajadores repercutió en

un mayor desempleo.

5.2. Las migraciones rurales-urbanas.

Si bien no existen trabajos que muestren qué tan fuerte fue el proceso

migratorio a comienzos del siglo XX, se pueden resaltar los conflictos agrarios que se

presentaron durante las primeras décadas y que estuvieron ligados a la desestructuración

de la hacienda y a la lucha por la tenencia de tierras. Igualmente, desde la década de los

veinte las migraciones del campo hacia las ciudades comenzaron a presentarse con

mayor intensidad como consecuencia de las mejores oportunidades y de los salarios que

se podían obtener en las zonas urbanas.

También afectaron este proceso el crecimiento de la población (ver gráfica Nº

23) y la educación, en la medida en que las personas con cierto nivel educativo podían

acceder a mejores oportunidades de empleo en la ciudad, no sólo por la mayor demanda

de empleos calificados sino también porque los retornos a la educación eran mayores en

las zonas urbanas que en el campo226.

224Echavarría plantea que fue esta oferta de mano ilimitada la que condujo a un salario de subsistencia y a una apropiación de las ganancias del cambio técnico y de la inversión por parte de los capitalistas industriales, ECHAVARRÍA, Juan José, op. cit.225 Este aumento se puede deber a factores externos que llevaron a caídas de precios más profundas que de salarios nominales, y por ende, aumentaron los salarios reales. Sin embargo, en otro trabajo muestra que los salarios reales en las manufacturas, a diferencia de los de la agricultura y la construcción, se duplicaron entre 1925 y 1950, ECHAVARRÍA, Juan José. Crisis e industrialización, las lecciones de los treinta, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1999.226SCHULTZ, Paul, “Rural-Urban Migration in Colombia”, en The Review of Economic and Statistics, Vol. 53, 1971, pp. 157-163. Schultz plantea que otra de las causas de la fuerte ola migratoria que se presentó antes de los cincuenta fue la incidencia de la violencia rural.

89

Bogotá, como capital y como centro político y económico de gran importancia,

fue la ciudad que más población inmigrante recibió. Esto generó cambios de gran

magnitud en el mercado laboral que terminaron aumentando significativamente la oferta

de mano de obra no calificada y presionando aparentemente los salarios urbanos, en su

mayoría de trabajadores no calificados, hacia abajo puesto que la población que llegó a

la ciudad proveniente de las zonas rurales era en su mayoría no era especializada. De

igual forma, la gran cantidad de trabajadores que migraron hacia las ciudades desde la

década de 1920 provocó una reducción en la producción agrícola que presionó los

precios de los alimentos hacia arriba y aumentó el nivel del costo de vida.

Gráfico Nº 23. Población Total de Bogotá, 1900-1950.

0

100,000

200,000

300,000

400,000

500,000

600,000

700,000

Fuente: Censos de población, Anuarios de Estadística Municipal.

Aunque la mayoría de empresas conseguían la mano de obra localmente, este

proceso se agotó prontamente. La tasa de migración en relación a la década anterior se

redujo en los treinta, lo que llevo a que se tuvieran que ofrecer mayores salarios para

atraer mano de obra de las zonas rurales227. Sin embargo, los salarios reales cayeron

desde mediados de la década como consecuencia de la rigidez de éstos frente al

aumento en los precios. En los cuarenta cuando los salarios nominales perdieron su

rigidez, se empezaron a ajustar más rápido a cambios en precios. En esta década, el

proceso de industrialización había perdido ritmo, lo que frenó el crecimiento de la

demanda. Pese a que los salarios nominales crecieron sustancialmente en los cuarenta,

los precios y la oferta laboral también lo hicieron. Esto presionó los salarios reales de

todos los trabajadores hacía abajo. No obstante, el efecto del aumento en los precios fue

227 ECHAVARRÍA, Juan José, op. cit.

90

más fuerte que el generado por el aumento de la fuerza laboral, lo que impidió que los

diferenciales salariales empeoraran.

La evidencia confirma que la migración interregional en Colombia respondió a

fuerzas del mercado que empujaron a la fuerza laboral rural hacía las ciudades puesto

que en el campo los ingresos por trabajo eran bajos y la oferta de trabajo estaba

creciendo relativamente rápido. Además, se señala que aunque los ingresos de la mano

de obra urbana se estancaron durante la década de los cincuenta, seguían siendo mucho

más altos que los del campo228.

El trabajo de Udall229 hace algunas generalizaciones importantes de la migración

rural-urbana en Bogotá para el período 1920-1965 y concluye, contrario a lo que aquí se

demuestra, que los salarios reales aumentaron rápidamente en las áreas urbanas durante

1920 y 1940 cuando las ciudades empezaron a aumentar su tamaño de manera

acelerada. Así, este autor sugiere que ese aumento de los salarios atrajo a grandes

cantidades de trabajadores rurales a Bogotá y que esto puedo contribuir a

empeoramiento del diferencial salarial entre trabajadores calificados y no calificados.

Sin embargo, esta investigación demuestra que a pesar del aumento constante de mano

de obra no calificada que se presentó en Bogotá entre 1930 y 1950 los diferenciales

salariales no empeoraran.

5.3. Las políticas de educación.

La ley 39 de octubre de 1903 abordó el tema educativo como una de las causas

del atraso del país y como el origen de las guerras civiles. Ésta recalcaba la necesidad de

tener obreros calificados que permitieran generar el desarrollo industrial al país230. Sin

embargo, los esfuerzos por preparar gente calificada durante las primeras décadas no

fueron suficientes, pues una gran porción de la población no tuvo acceso a la educación

y los que la tuvieron recibieron mayor influencia de la iglesia católica y poca

preparación para salir a participar en el mercado laboral.

Gráfico Nº 24 Porcentaje de la población que sabía y no sabía leer.228 SCHULTZ, Paul, op. cit. 229 UDALL, op. cit.230 Esta ley determinó como las bases del sistema educativo en Colombia la educación moral, religiosa y con una orientación industrial con el fin de preparar a sus estudiantes para el trabajo en la industria, la agricultura y el comercio.

91

0

10

20

30

40

50

60

70

1912 1918 1938 1951

Saben Leer No Saben Leer No se sabe

Fuente: Censos de población

Para la tercera y cuarta década del siglo las reformas educativas que se

adelantaron fueron coherentes con las ideas reformistas que los gobiernos liberales

querían implantar. Los promotores de estas reformas le agregaron a las políticas

educativas fuertes motivaciones económicas y sociales buscando adaptarlas al proceso

de desarrollo económico y de industrialización que se estaba presentando. También en

aquél entonces se pensaba que la educación sería el instrumento de cambio capaz de

transformar la estructura social en una más igualitaria y con mayores posibilidades de

ascenso social. A pesar de que estas reformas no fueron tan efectivas, el alfabetismo

aumentó en esos años, lo que indica que más personas estaban acudiendo a escuelas

básicas (Ver gráfico Nº 24).

La escasez de ingenieros en la ciudad hasta la década de 1930 por la falta de

escuelas técnicas impidió una formación superior en este campo que llevó a la

importación de estos empleados y a una mejor remuneración231. El nivel educativo y el

capital humano jugaron un papel importante en la determinación del salario nominal

pues las empresas, a medida que iban adoptando nueva tecnología, empezaron a buscar

231 Helg muestra que para 1925 entre 1500 y 2000 se encontraban inscritos en los establecimientos públicos y privados de de formación profesional, mientras que habían casi 25000 en enseñanza secundaria, HELG, Aline, La educación en Colombia, 1918-1957, Plaza y Janés Editores, Bogotá, 2005. Por otro lado, Berry muestra que entre 1930 y 1950 el rápido crecimiento de la manufactura y la sustitución de importaciones mejoraron la educación y el entrenamiento promedio de los trabajadores de cuello blanco pues el número de ingenieros y de otras profesiones mejoró, BERRY, Albert. “Some Determinants of Changing Income Distribution in Colombia: 1930-1970”, Discussion Paper N° 137, Yale University Economic Growth Center, New Haven, 1972.. Además, parte de los pocos ingenieros que trabajaban en el país eran extranjeros. Este es el caso de Bavaria, que entre 1900 y 1920 sólo contrató un Ingeniero Mecánico colombiano siendo los demás técnicos y maestros cerveceros alemanes VALERO, E. A, Empresas, tecnología y gestión en tres fábricas bogotanas, 1880-1920, Escuela de Administración de Negocios, centro de investigaciones, Bogotá, 1999.

92

más a los trabajadores más calificados estando dispuestas a pagar mejores salarios por

las personas más educadas o capacitadas232. Con el surgimiento de nuevos institutos y

universidades que permitieron la preparación de más ingenieros en el país, la oferta de

estos trabajadores aumentó en la ciudad y condujo a una reducción en su valoración con

relación a los demás oficios dentro del mercado laboral233. Sin embargo, este aumento

en la oferta de trabajadores especializados no se refleja en los diferenciales a mediados

del siglo XX pues no se perciben fuertes reducciones en las desigualdades entre los

calificados y los medianamente y no calificados.

Conclusiones.

Los importantes cambios que sufrió Bogotá durante los primeros cincuenta años

del siglo XX transformaron su economía, su urbanidad y su sociedad y permitieron que

se convirtiera en un importante eje de impulso para el desarrollo económico del país. La

ciudad no sólo transformó su infraestructura sino también sus sistemas de transporte y la

provisión de sus servicios públicos. A pesar de las mejoras en los servicios de

acueducto, energía y telefonía, éstos no fueron suficientes para compensar el fuerte

crecimiento de la población, lo que hacía que cualquier avance en este campo fuera

insuficiente ante el aumento creciente en la demanda.

La idea de modernidad, tan en boga en el mundo en aquella época y tan

impulsada en la ciudad por la élite política, implicaba la necesidad de cambios, no sólo

en el aspecto físico de la ciudad sino también en los hábitos de alimentación y de vestir

del pueblo pues éstos eran vistos como un factor de atraso y de impedimento hacía el

desarrollo económico. El Estado intentó ser el promotor de ese cambio a través de

campañas educativas y de ciertas leyes y decretos. Sin embargo, las costumbres y los

232 ECHAVARRÍA, Juan José, op. cit233 Durante el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo (1934-1938) se promovieron políticas de modernización e integración de la educación. Una de éstas era la diversificación y especialización de las formaciones técnicas y científicas por medio de la construcción de nuevas escuelas normales y la reformación de la Universidad Nacional. A pesar de que estas políticas no cumplieron con las expectativas, se presentó un cambio profundo en la orientación de la instrucción pública en el país HELG, Aline, op. cit. Esto se refleja en el número de establecimientos de educación universitaria en 1935. Para este año ya existían cinco escuelas de jurisprudencia, dos de ingeniería, dos de medicina, dos de odontología, dos de veterinaria, dos de agricultura, once de artes y oficios, 3 de bellas artes y catorce de comercio (Anuario Estadístico de Cundinamarca, 1935). La menor valoración de los trabajadores calificados se evidencia en los menores aumentos que éstos reciben en 1950 en comparación con los aumentos de los empleados medianamente calificados y no calificados.

93

hábitos del pueblo no cambiaron al ritmo que el Estado quería y por el contrario, en

ocasiones esos mantuvieron con más fuerza. Literatura y prensa de la época muestran

como las prácticas cotidianas de las clases bajas se mantuvieron hasta mediados del

siglo XX.

Trabajos como los de Castro-Gómez, Puyo y Reyes y Gonzalez han intentado

explicar este fenómeno y han argumentado que esto fue el resultado de una resistencia

por parte de estos grupos ante el cambio y a un esfuerzo por mantener sus antiguas

tradiciones. Sin embargo, nunca se ha intentado dar una explicación basada en el nivel

de ingreso. Si bien una de las razones de las permanencias de las costumbres coloniales

pudo haber sido la idea de perpetuar estas tradiciones, otra de las explicaciones de esta

estabilidad puede estar relacionada a estancamientos en los niveles reales de ingresos; lo

que les impediría acceder a los nuevos productos o hábitos que la modernidad estaba

intentando implantar.

La importancia que este tema tenía en aquella sociedad es palpable en los

recurrentes titulares de prensa sobre la carestía de la vida, la vida cara, el costo de la

vida y los salarios. Sin embargo, los cambios en los niveles de costo de vida y de

salarios reales no han sido estudiados anteriormente para Bogotá y para Colombia ya

que la dispersión de las fuentes y la falta de sistematización de los datos no han

despertado el interés de los investigadores ni en economía ni en historia.

Esta investigación construyó una base de datos de salarios y de precios con

nuevas fuentes que permitieron describir y analizar los cambios en las condiciones de

vida y en los diferenciales salariales en Bogotá para diferentes oficios durante la

primera mitad del siglo XX. Se hizo una comparación entre los oficios y se mostró

cómo evolucionó la desigualdad de ingresos laborales entre los grupos económicos de la

ciudad concluyendo que la diferenciación salarial entre estos tres grupos (calificados,

medianamente calificados y no calificados) no sufrió importantes cambios con respecto

a la primera década del siglo XX.

De igual forma, al contrastar los salarios nominales con el costo de vida se

calcularon los salarios reales y las relaciones de bienestar de los distintos sectores

económicos y oficios. Tal como esta evidencia muestra, los tres tipos de trabajadores no

mejoraron sustancialmente sus condiciones de vida con respecto a las que tenían a

comienzos del siglo.

94

La rigidez de los salarios nominales durante gran parte de la primera mitad del

siglo XX va asociada a un rezago de éstos con respecto a los niveles de precios que se

presentaban en la economía. Esta estabilidad llevo a que los cambios en los precios

(tanto aumentos como caídas) golpearan de una manera más fuerte el costo de vida y el

poder adquisitivo de los trabajadores. Esto se evidencia durante la época de deflación a

finales de la década de 1920 y comienzos de 1930 cuando se presentó el aumento más

grande de los salarios reales que llevo a que éstos se duplicaran o triplicaran en tan sólo

cinco años. La posterior flexibilización de los salarios nominales a mediados de la

década de 1940 permitió que los grandes aumentos en el nivel de precios no golpearan

tan fuertemente los salarios reales de los distintos oficios.

En general, este trabajo demuestra que, dadas las grandes transformaciones que

tuvo la sociedad, las condiciones de vida y el poder adquisitivo de los trabajadores

calificados, medianamente calificados y no calificados en Bogotá no tuvieron grandes

avances durante la primera mitad del siglo XX.

Lo anterior podría explicar por qué las clases de ingresos bajos no cambiaron sus

hábitos de consumo, ya que al no tener más ingreso real les impedía acceder al consumo

de nuevos bienes relacionados con la modernidad y el desarrollo y que a su vez eran

más caros. En resumen, las restricciones presupuestales del pueblo bogotano pudieron

haber impedido el cambio, lo que iría más allá del deseo de mantener sus antiguas

tradiciones.

95

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