© popi 2014 el salvador de las...

13
el salvador de las madres © popi 2014

Transcript of © popi 2014 el salvador de las...

1

el salvador de las madres© popi 2014

2

Semmelweis,o el trágico destino

de los héroes de verdad

Ya os he hablado en alguna ocasión de La navaja de Ockham: es un principio metodo-

lógico y filosófico atribuido a Guillermo de Oc-kham (1280-1349), según el cual, «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta».En ciencia, este principio se utiliza como una regla general para guiar a los científicos en el desarrollo de modelos teóricos, y no como un árbitro entre modelos. No se considera un princi-pio irrefutable, y ciertamente no es un resultado científico. Pero seríamos mucho más felices y nuestra sociedad sería más justa, si un princi-pio tan sencillo lo aplicáramos más a menudo en nuestro día a día. Richard Dawkins sostiene que la mayor con-tribución que puede hacer la ciencia por el de-sarrollo cognitivo del ciudadano medio es que incorpore a su vida cotidiana lo que supone el experimento doble ciego, otra herramienta científica de primera magnitud. Con el experimento doble ciego, ese que nos permite eliminar de cualquier investigación el sesgo subjetivo, nos evitaríamos la totalidad de los timos pseudo-científicos, por ejemplo. En este curso hemos visto que, a veces, damos categoría de ciencia a algo que no lo es (pseu-do-ciencias y creencias), y hemos visto qué su-cede cuando cometemos el error de considerar,

por ejemplo, a la Biblia como un texto científico. Todos conocemos históricos ataques furibundos a la razón desde el palco de la creencia. Y tam-bién os he hablado de que la sinrazón hace ex-traños compañeros de viaje, como es el caso de la teoría de la evolución que, entre sus efectos más sorprendentes y no intencionados, está el de poner de acuerdo al Vaticano y al estalinismo más radical. (Caso Lysenko).

Lo que hoy tratamos no es un ataque a la ciencia desde extrañas orillas arcanas, sino

desde la propia ciencia: más en concreto y aquí está la clave, desde las personas que practican la ciencia. En el caso de la historia sobre Sem-melweis que vas a leer, te va a costar compren-der cómo se comportaron muchas personas que allí salen con nombres y apellidos, ante las evi-dencias presentadas. Pero así fue.Resulta sorprendente en el ser humano la resis-tencia, por llamarlo de algún modo, a adoptar medidas y soluciones claras, sencillas y obvias, a problemas acuciantes y terribles. Pero si crees que eso es algo que pertenece al pasado, te equivocas.

Los derechos de las mujeres siempre han sido negados a lo largo de la historia de la

humanidad y ha habido que cogerlos, uno a uno y por la fuerza, pues los que los tenían secues-trados no estaban por la labor de restituirlos sin más. Se ha luchado, y se lucha, por derechos tan básicos como la ciudadanía, el voto, la igual-dad… pero, en mi humilde opinión, el desprecio más absoluto y execrable hacia la mujer a lo lar-go de la historia (y mira que hay bastante donde elegir) es el que se dio en la Europa del siglo XIX y que hoy vas a conocer.

Estremece comprobar el nulo valor que da-ban a la vida de una madre en aquel no

tan lejano siglo XIX. Que hubiera tasas de mor-talidad post- parto del 90% parecía no incomo-dar en absoluto a la sociedad de la época. Si la madre moría, además, el niño quedaba huérfano porque el padre se desentendía del “paquete”. Esto hizo que los orfanatos fueran edificios cada vez más grandes y sobre-saturados, casi algo icónico, como algo que fotografiar o vender en forma de souvenir de Europa. Incluso la literatu-ra de la época está influenciada por dicha situa-ción, baste recordar Oliver Twist de Dickens, así

3

como las obras de Balzac, Thackeray, Disraeli o Galdós, en los que la situación de abandono de los menores huérfanos está muy presente.

Semmelweis no pudo soportarlo. En el len-guaje de hoy, diríamos que “se lo llevaban

los demonios”, que “le salía el bicho”, cada vez que, en plena noche, escuchaba el sonido de la campanilla que precedía al capellán para dar la extrema unción a otra mujer, a una madre ino-cente. Él tenía la solución a todo ese horror, era obvia, barata y sencilla de aplicar. Hay quienes conjeturan que el desinterés por los descubri-mientos irrefutables de Semmelweis se agravó por dos causas: morían mujeres, no hombres, y en cumplimiento de la orden de parir con dolor (Génesis 3:16), y que los médicos consideraban ofensivo la insinuación de que eran sucios.Su obra, publicada en 1860, ”De la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerpe-ral”, es un extraordinario ejemplo de observa-ción metódica, raciocinio y reflexión, además de uno de los más auténticos casos de compromiso

personal con la vocación de médico. Y lo que hoy nos parece tan evidente, representó en su momento un cambio de visión asimilado por casi nadie. Más adelantada la segunda mitad del si-glo XIX, Pasteur y Koch, aclararán finalmente los postulados básicos de la enfermedad como pro-ducto de la infección bacteriana. La importancia del aporte de Semmelweis a la obstetricia no ha sido aún superado siquiera por los avances de las nuevas tecnologías genéticas de los últimos años del siglo XX y XXI. Los héroes verdaderos no llevan espada, no se llaman Sigfrido, ni corren detrás de un balón: son personas como Ignaz Phillipp Semmelweis:

“El deber más alto de la medicina es salvar la vida humana amenazada,

y es en la rama de la obstetricia donde este deber es más obvio”

4

el salvador de las madres

© popi 2014

Esta es la historia de Ignacio Felipe Semmelweis (1818-1865), médico húngaro que consiguió disminuir drásticamente la mortalidad entre

las mujeres que daban a luz en su hospital.

Semmelweis, hijo de un tendero de comestibles de origen germano, se formó en la Universidad de Pest.

En 1837 viaja a Viena para licenciarse en Derecho, pero su participación en una autopsia le anima a cursar estudios de medicina con los más insignes médicos austríacos: Joseph Skoda, Carl von Rokitansky y Ferdinand von Hebra. En 1844 se licencia y pasa a trabajar con Rokitansky, dedicándose al estudio de la infección en el campo

de la cirugía.

5

si nos preguntaran cuál crees que es el avance científico que más ha hecho por la salud de toda la humanidad, segura-mente, nadie respondería que hábitos de higiene tan prosaicos como

lavarse las manos

... lavarse las manos ...

os parecerá increíble, pero a mediados del siglo xix, la mitad de las mujeres morían tras dar a luz en las maternidades de Europa y América. estar embarazada era lo más parecedo a una

sentencia de muerte.

Con 28 años, Semmelweis obtiene el doc-torado en obstetricia y es nombrado asis-tente del profesor Klein, en la Maternidad

del Hospicio General de Viena.

juventud, ganas de hacer las cosas bien y un gran amor por la vida, todo eso reprersentaba el joven Semmelweis.

6

S e m m e l w e i s no puede saberlo, pero Los últimos años del siglo XIX serán de gran t r a s c e n d e n c i a para el desarrollo de la medicina contemporánea : Virchow postula la teoría de "omnis cellula e cellula" y explica a los organismos vivos como estructuras formadas por

células.

muy pronto, nace en él una gran inquietud... “Todo lo que aquí se hace me parece muy inútil; los fallecimientos se suceden de la forma más simple. Se continúa operando, sin embargo, sin tratar de saber verdaderamente por qué tal enfermo sucumbe antes

que otros en casos idénticos”.

a finales de este siglo se comienza a emplear el éter para sedar a los pacientes de cirugía. y Robert Koch...

... Luis Pasteur...

... y Joseph Lister demostrarán inequívocamente las causas de los

procesos infecciosos.

7

pero aún faltaban años para todas esas magníficas teorías se impusieran, y a mediados del xix sólo podía intuirse la existencia de los microorga-nismos a través de sus efectos y del olor que despedían. Semmelweis observa con preocupación el gran número de parturientas que mueren

entre fuertes dolores, fiebre y una intensa fetidez.

La Maternidad de Viena disponía de dos salas de partos: En la sala dirigida por el dr. Klein, la mortalidad media era del 30%, pero cuando Semmelweis entra en plantilla, la cifra estaba en un 96%. Semmelweis se fija en que La “sala Klein” es más frecuentada por los estu-diantes de medicina, que estos atendían a las parturientas después de sus sesiones de medicina forense en el pabellón de anatomía. la sala

dirigida por el dr Bartch está atendida por matronas y ninguna madre muere....

... pero cuando los estudiantes visitan dicha sala, las mujeres

empiezan a morir.

8

en aquella época, sólo los pobres daban a luz en maternidades. Los ricos lo hacían en sus casas y los indigentes, en plena calle.

"No puedo dormir ya. El desesperante so-nido de la campanilla que precede al sacer-dote, ha penetrado para siempre en la paz de mi alma. Todos los horrores, de los que diaria-mente soy impoten-te testigo, me hacen la vida imposible. No puedo permanecer en la situación actual, donde todo es os-curo, donde lo único categórico es el nú-mero de muertos".

Semmelweis sospecha que los estudian-tes transportan algún tipo de “materia putrefacta” desde los cadáveres hasta las mujeres, siendo ese el origen de la fiebre

puerperal.

te equivocas, es la brusquedad de estudiantes realizando los exámenes vaginales ¡sobre todo los extranjeros! voy a expulsar

a unos cuantos, y verás...

dr klein, ¡partículas de cadáveres adheridas a las manos de estudiantes! ¡hasta las mujeres que paren en la calle tienen más posibilidades de sobrevivir que las que dan a luz aquí, con

nosotros!

Klein expulsa a 22 estudiantes, pero no mejora la situación entre las mujeres embarazadas. Se conservan algunas cartas de esta época de Semmelweis a

su amigo Markusovsky:

9

En octubre de 1846, Semmelweis decide instalar un lavabo a la entrada de la sala de partos y enseña y obliga a los estudiantes a lavarse las manos antes

de examinar a las mujeres embarazadas..

El doctor Klein se nie-ga a aceptar esta medida y el día 20 de ese mismo mes, Semmelweis es

despedido..

muy disgustado, Semmelweis opta por irse de viaje por Europa con su amigo Markusovsky, desea evadirse, olvidarse dede tanta muerte injusta,

pero no puede...

De vuelta a casa conoce la noticia de la muerte de un pro-fesor de anatomía, tras producirse una herida durante una disección y desarrollar unos síntomas similares a los de la

fiebre puerperal.

Este hecho hizo que la identidad de este mal con la infección de la que morían las madres se impusiera tan bruscamente en su espíritu que desde entonces dejó de buscar por otros sitios.

y la mortalidad cae al 0,23%.

es admitido en la “sala Bratch y obliga a lavarse con cloruro cálcico a cualquiera

que vaya a examinar a las embarazadas

Desodorar las manos, todo el problema radica en eso

10

En palabras del profesor Hébra:"Cuando se haga la His-toria de los errores humanos se encontrarán difí-cilmente ejemplos de esta clase y provocará asombro que hombres tan competentes, tan especializados,

pudiesen, en su propia ciencia...

Markusovsky encuentra a Semmelweis me-ses después viviendo en la miseria, hambriento y

con un brazo y una pierna fracturados,

Por vanidad o por envidia, los principales médicos europeos rechazan su descubrimiento. Sólo cinco profesores le mos-trarán apoyo público: Skoda, Rokitansky, Hébra, Heller

y Helm.

¡queda usted expulsado de la maternidad, y mucho cuidado con lo que va diciendo por ahí de la higiene de

los médicos...!

... ser tan ciegos, tan estúpidos”.

11

mientras, los médicos de otros hospitales, en los que siguen muriendo madres, ignoran sus recomendaciones. semmelweis les escribe esta carta:

CARTA ABIERTA A TODOS LOS PROFESORES

DE OBSTETRICIA"Me habría gustado mucho que mi descubrimien-to fuese de orden físico, porque se explique la luz como se explique, no por eso deja de alum-brar, en nada depende de los físicos. Mi descu-brimiento, ¡ay!, depende de los médicos. Y con

esto ya está todo dicho...

... ¡Asesinos! Llamo yo a todos los que se oponen a las normas que he prescrito para evitar la fiebre puerperal. ¡Contra ellos, me levanto como resuelto adversario, tal como debe uno alzarse contra los partidarios de un crimen! Para mí, no hay otra forma de tratarles que como asesinos.

¡Y todos los que tengan el corazón en su sitio pensarán como yo! No es necesario cerrar las sa-las de maternidad para que cesen los desastres que deploramos, sino que conviene echar a los tocólogos, ya que son ellos los que se

comportan como auténticas epidemias"

Gracias a él es aceptado en la Maternidad de San Roque de Budapest, y pasará los próximos años escribiendo en secreto su principal obra: “De la etiología, el concepto y la profilaxis de la

fiebre puerperal.”

En 1854 es nombrado pro-fesor de la Maternidad del clínico de la Universidad

de Pest,

y a partir de ese momento, desaparece la mortalidad por sepsis puerperal en

el clínico de pest.

12

¿te sorprende? ¿qué harías tú ante la muerte de tanta madre por la estupidez de unos médicos que se ne-garon a ver más allá de sus ombligos?

¿qué puede sentir alguien que sabe cómo parar tanto dolor y muerte, pero que es

ignorado y despreciado?

este gesto empeora su situación pública y comienza un período de declive intelectual, en el que incluso llega a pegar carteles por las paredes de su ciudad en los que ad-vierte a las mujeres embarazadas del riesgo

que corren si acuden a los médicos.

continuó trabajando en la sepsis, y muchos de los protocolos que hoy se aplican en los quirófanos de todo el mundo son debidos a sus

magníficos estudios. en 1857, mostarba mal aspecto físico y problemas nerviosos: cada conversación la llevaba al tema de las fiebres puerperales, se volvió irritable y bebía. se cree que llegó a este estado por agotamiento y estrés excesivo. otros autores hablan de un alzheimer prematuro como

posible causa de su deterioro

En 1865, mediante engaños, fue llevado a un asilo para enfermos mentales. Se resistió, fue golpeado y le pusieron una camisa de fuerza.

y allí, entre golpe y golpe lo sumergie-ron una y otra vez en agua fría y le aplicaron laxantes.

... su maravillosa mente sucumbió...

13

A su sepelio en Viena fueron muy pocas personas. Las sociedades médicas y científicas ignoraron su muerte.

La antigua Universidad de Budapest se lla-ma hoy en día Universidad Semmelweis.

En Austria y Hungría hay clínicas gi-necoobstétricas que llevan su nombre.

Semmelweis Society es una asociación dedicada a proteger a médicos que puedan ser tratados injustamente por las juntas de calificación hospitalarias.

El rostro de Semmelweis ha aparecido en monedas y sellos en varios países.

Sobre Semmelweis se han hecho obras literarias, dramas teatrales y pe-lículas de cine y televisión. en Hun-gría, Alemania, Austria, Estados Unidos, Francia, Holanda y Polonia. Destaca That Mothers Might Live (1938-MGM )gana-dora del Oscar para cortometrajes.

En 1891, sus restos se trasladaron a Budapest y, en 1964, fueron llevados a la casa donde nació, que ha sido declarada monumento histórico y museo.

El Hospicio General de Viena, escena-rio de tanto dolor, es actualmente un edi-ficio rosa con verja negra; en su interior puede verse la estatua de un hombre sobre un pedestal que representa al profesor Semmelweis. Bajo la efigie se ha colocado una placa con esta inscripción:

“El salvador de las madres”

a p r o v e c h a n d o cierta “mejoría” sale del asilo y se dirige al pabellón de

anatomía...

tras tres semanas de fie-bre y los mismos síntomas que los de las mujeres que tantas veces vio morir, él mismo fallece a

los 47 años.

... donde, delante de los alumnos, abre un ca-dáver y utiliza después el mismo bisturí para provo-

carse una herida.

usuario
Sello