Post on 25-Dec-2015
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Todo empezó un día cualquiera con una taza de café entre las manos, unas manos frías
congeladas por culpa del duro invierno que empezaba a despuntar. Él me cogio de la mano y
me dijo con su calida voz "Entremos, te invito a un café".
¡Qué delicia de café! En la vida había probado una bebida como la que nos sirvieron en aquel
bar-cafetería de una ciudad del extrarradio. A partir de aquel miércoles comencé a desgustar
toda clase de cafés, eso sí, siempre acompañados de sus besos, que endulzan hasta la bebida
más amarga.