Texto: José Román Flecha Andrés Dios con nosotros. Ciclo A – Madrid 2001.

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Texto: José Román Flecha Andrés

Dios con nosotros. Ciclo A – Madrid 2001

¡ Cuántas palabras para no decir nada!

¡Cuántas disputas para inventar un estado de crispación!

Mil veces hemos sentido la nausea que provoca la superficialidad. Anhelamos un alimento sólido. Una palabra de gracia y de luz.

Nos gustaría que alguien nos hablara de lo que vale y permanece para siempre.

Cada vez que sentimos en el alma esa sed de sentido y de luz, estamos

anhelando dejarnos invadir por la fuerza y la luz del Espíritu de Dios.

“Las almas sencillas sienten al Padre y al Hijo reinando en nosotros como en su templo, complaciéndose en ver la obra renovadora que va produciendo el Espíritu Santo, al que quieren que atendamos como a director, consejero, consolador y maestro”. (J.G.Arintero)

El Espíritu de Dios es a la vez inefable y elocuente. Es el silencio más hondo y la palabra más veraz. Es inaferrable y cercano. Como el viento y como el fuego.

Espíritu de la Verdad

El Espíritu Santo. El gran desconocido de nuestras catequesis

de Dios. Y sin embargo el Espíritu está presente en las

Escrituras, como principio de vida y

de gracia, como fuente de amor y de

concordia, como prenda de verdad

y de unidad.

Jesús había sido movido por él a lo largo de su vida. Y antes de su muerte lo anunció a sus discípulos.

“Cuando venga el Espíritu de la verdad dará testimonio de mí”

(Jn 15,26)

Como si no se pudiera creer en Jesús sin haber recibido la luz del Espíritu.

“Cuando venga el espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena.” (Jn. 16,13)

Como si los pliegues de la verdad hubieran de ser desplegados por él a lo largo de la

historia.

Y una vez resucitado y triunfador de la

muerte, ese es el don que Jesús dejaría

a sus discípulos amedrentados:

“ Recibid el Espíritu Santo”.

Y ese don se habría de convertir en prenda de

perdón y de reconciliación

para todos los creyentes.

Es una jornada para reaprender la oración más urgente:

¡Ven, Espíritu ¡Ven, Espíritu Santo!Santo!¡Ven, Espíritu Santo!

Líbranos de nuestra altanería y nuestras seguridades. Ven a recordarnos la Buena Noticia de Jesús y a abrir nuestras mentes a la fe en su palabra y en su misterio.

¡Ven, Espíritu ¡Ven, Espíritu Santo!Santo!¡Ven, Espíritu Santo!

Líbranos de nuestros desalientos y nuestra presunción. Ven a desvelarnos los horizontes de verdad a los que nos

encamina y guía la esperanza.

¡Ven, Espíritu Santo!¡Ven, Espíritu ¡Ven, Espíritu Santo!Santo!

Líbranos de nuestra soledad

y nuestros desacuerdos.

Ven a convocarnos en

el amor y la concordia, en el entendimiento y la generosidad.

Porque tú eres nuestro defensor y consolador, dulce huésped del alma, viento y fuego de Dios, Señor y dador de vida, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.