Oracion para el jueves santo

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Aquel peregrino,

que se atrevió a ser amigo por los caminos…

Ahora se asoma a Jerusalén, la ciudad Santa

¡Cuántos recuerdos! ¡De toda una vida!

De niño, año tras año, con sus padres…

¡A Jerusalén! ¡A la fiesta!

“Vamos a la casa del Señor”,

se decían unos a otros por los caminos

¡Jerusalén! ¡Qué ciudad más bonita!

Con sus palacios, sus calles, sus puertas.

Con su templo, orgullo de todos los pueblos

Todas las tribus recorriendo sus calles,

comprando en sus mercados,

gozando de la vida

Y en los labios de todos: ¡Shalom!

¡Paz! ¡Paz para Jerusalén!

¡Jerusalén!

Visitada por la

palabra de los

profetas,

cantada en la

boca de los

poetas.

¡Jerusalén! Levantada y arrasada tantas veces.

Ayer y ahora…

Con tantas heridas en sus calles,

en sus palacios,

en su templo, en sus gentes.

¡Jerusalén! ¡Cimentada sobre el Monte Santo!

La preferida de Yahvé, la escogida como novia.

Su memoria honda: el amor fiel de Dios.

Su pecado: dar una y otra vez la espalda al amor.

“Como un joven se casa con su novia,

así se desposa el que te construyó;

la alegría que encuentra el marido con su esposa

la encuentra tu Dios contigo”.

Jerusalén, símbolo de la nueva Jerusalén…

Preparada para las bodas,

llena de la presencia luminosa de Dios

¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!

Jerusalén, ¡una ciudad para la danza!

¡Todas mis fuentes están en ti!

A esta ciudad entra Jesús…

con sentimientos muy fuertes

en su corazón.

Quiere celebrar la Pascua con los suyos.

¡Lleva tanto tiempo imaginando la entrega!

La entrega no se improvisa, se prepara en el corazón.

Busca un lugar para la cena.

Manda que lo tengan todo preparado.

Pudo ser la casa de la familia de Marcos,

o la casa de José de Arimatea.

Hacia allí se

dirige Jesús

con sus

amigos

por las

calles de

Jerusalén.

Se masca la

tragedia

o, mejor,

se respira

amor

entregado

Lugar del Cenáculo: Descálzate porque es un lugar sagradoSe instalan en el piso de arriba de la casa,

en una sala donde se recibía

y agasajaba a los huéspedes.

Quiere

hablar

de amor

con una

intensidad

ni antes ni

después

oída.

Como tantas familias judías

se disponen a comer el cordero pascual,

recuerdo liberador de Dios con su pueblo.

Pero hay

algo nuevo:

su propia

entrega,

como

cordero

que quita el

pecado del

mundo.

Jesús parte el pan y lo reparte.

Entrega el vino para que todos beban.

¡Ama hasta el extremo!

La Palabra de Jesús

se hace gesto de amor.

“Tomad y comed… esto es mi cuerpo”.

“Tomad y bebed… esta es mi sangre”.

Jesús se hace paz para todo conflicto,

amor para todo odio,

vida para toda muerte.

Y se hace siervo por amor…

Lava los pies a sus amigos,

manchados por el miedo…

La sombra crece. En la plenitud del amor,

se hace fuerte la traición.

Uno de los suyos se va del amor.

En ese mismo

Cenáculo,

Jesús

resucitado,

el primer día

de la semana,

se apareció a

los suyos.

El Cenáculo es la casa del Espíritu.

Allí deja caer sus lámparas de fuego

en Pentecostés.

Con María y las mujeres del camino, en medio

El Cenáculo

es el centro vital de la comunidad

de los amigos de Jesús

Más allá del ajetreo de los que van y vienen,

el alma vibra, el corazón arde.

Con tanto

amor

entregado

de Jesús

sembrado,

es posible

soñar un

mundo de

hermanas y

hermanos.

Es posible creer en paisajes que todavía no existen.

Es posible dar la mano

y llamar hermano, hermana a quien está a tu lado.

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