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INFORME HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA TORRE DEL CASTILLO DE MONTROY PAG 1
INFORME HISTÓRICO ARTÍSTICO
C A S T I L L O D E M O N T R O Y
Gráfico del valle de Alcalans por Antonio José Cabanilles (1795)
José Luis Tomás Tortajada
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HISTORIA. ......................................................................................................................................... 3
DESCRIPCIÓN. ................................................................................................................................ 8
CONCLUSIÓN. .............................................................................................................................. 13
BIBLIOGRAFÍA. .............................................................................................................................. 14
ANEXO. FOTOGRAFÍAS ............................................................................................................... 15
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ANTECEDENTES. MARCO LEGAL Y URBANÍSTICO.
El objeto del presente trabajo es la realización de un Informe Histórico Artístico sobre
el Castillo de Montroy.
Marco legal y urbanístico.
Por lo que respecta a la situación de la torre y de su sistema defensivo con respecto a
la ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español, éstos se incluyen en la declaración
genérica que su Disposición Adicional Segunda hace para los bienes a que se contrae
el Decreto de 22 de abril de 1949 sobre protección de los castillos, por lo que son
objeto de la protección patrimonial que la citada ley establece, aunque no tienen
incoación o declaración expresa como Bien de Interés Cultural.
En virtud de dicha declaración genérica, el castillo de Montroy está sujeto al régimen
de Bien de Interés Cultural, definido en la ley 4/1998, de 11 de junio, de la Generalitat
Valenciana, del Patrimonio Cultural Valenciano, en la categoría de Monumento
(artículo 26).
HISTORIA.
El castillo de Montroy se encuentra en lo alto de un estratégico cerro (216 m) de la
hoya de Montroy, que junto con la hoya de Turís, la hoya de Llombay, y el llano de
Carlet forman la vall d’Alcalà. Ésta se desarrolla siguiendo el curso del río Magro, que
los musulmanes llamaron wädï-l-Qal’ä, “el río del Castillo”, nombre que hacía
referencia al enorme castillo del siglo XI que dominaba la comarca.
Es muy probable que ya en la edad del bronce estuviera ocupado el cerro por algún
poblado de reducido tamaño, similar a los muchos que se han identificado en los
promontorios de la ribera de Júcar, si bien no queda vestigio alguno que apoye esta
suposición, pues habría sido eliminado por las edificaciones de épocas posteriores.
Este poblado habría pertenecido a la tipología de poblados iberos fortificados, cuyo
ejemplo más notable en la comarca es la antigua ciudadela de Turiaso en La
Carència, dentro del término de Turís. Ésta, al igual que Montroy, se encuentra
dominando la antigua Vía Heraclea de los íberos y los cartagineses, importante vía de
comunicación entre la vega del Turia y la Ribera del Júcar, camino del sur. Dicha vía
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es anterior a la Vía Augusta de los romanos, que discurría desde Cádiz hasta Ampurias
a lo largo de todo el litoral mediterráneo, comunicando Valencia, ciudad de
fundación más tardía (s. II a. C.)
La dominación romana se caracterizó por un largo periodo de estabilidad, llamada
pax romana, en todos sus territorios, que favoreció las economías locales basadas en
la agricultura y la ganadería, y con ello la proliferación de poblaciones en los llanos, e
incluso la refundación de poblaciones fortificadas de épocas anteriores, lo que llevó
al abandono de muchos poblados ibéricos como la misma Turiaso.
No obstante, la inseguridad que se creó en todo el territorio del antiguo imperio
romano a raíz de su caída empujó a muchos habitantes de poblados de llanura a huir
a las sierras donde pudieron fortificarse y vivir de economías mucho más precarias
basadas la caza, la recolección y la agricultura de subsistencia. Es probable que el
cerro del Castillo de Montroy fuera entonces refugio de los habitantes de la comarca.
La fundación del pueblo en un contexto de inseguridad y crisis sería la única
explicación de la presencia de la alquería árabe de Montroy en lo alto de una colina,
lugar más fácil de defender. De esta manera, se encuentra alejada de las tierras de
cultivo, y de la acequia Madre que discurre a los pies de la colina, y cuya construcción
probablemente sea posterior.
Así, durante el siglo IX, ya en época islámica debió existir un hisn, o poblado fortificado,
en la planicie que corona el cerro de Montroy, subordinado a la capital regional del
momento, Jazïrat Xüqar, Alzira. Comenzaba una época de esplendor agropecuario y
mercantil en el que se desarrollaron los importantes sistemas islámicos de regadío. Con
el objeto de aportar abono para las huertas, y de guardar el ganado, se construyó
seguramente en este momento el gran corral de la alquería, Rahal en árabe, y que
en el futuro sería la población de Real.
A lo largo de todo este período, el establecimiento militar más importante de la
comarca era el importante castillo de los Alcalans, del que solo quedan vestigios
arqueológicos. Se trataba de una fortaleza ocupada por una guarnición militar
encargada del cobro de las tasas que gravaban la producción agrícola y ganadera
(de ganado trashumante sobretodo) en toda la cuenca del río Magro. También
protagonizó episodios bélicos, como la batalla de Montroy (1093) en plena época de
taifas, en la que el Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar, se presentó con objeto
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extorsionar al Alcaide del castillo. No conocemos el desarrollo de los
aconteciomientos, pero sí sabemos que el Cid consiguió su propósito secuestrando al
mencionado Alcaide.
En 1129 se produjo la destrucción del castillo de Alcalà, como consecuencia de la
batalla entre una hueste Aragonesa comandada por el rey Pedro I el Batallador, que
habiéndose aliado con un Alcaide hispanoárabe rebelde al gobierno almorávide de
Sevilla, se enfrentó a un ejército proveniente de Marruecos enviado por éste al efecto
de reducir la rebelión.
En 1172, en pleno dominio Almohade, cuando los Aragoneses estaban conquistando
las tierras de Teruel, y los Castellanos estaban a las puertas de Cuenca (que cayó en
1177), el califa decidió incrementar el sistema defensivo del territorio del Shark
AlAndalus (subdivisión administrativa del imperio almohade que comprendía todo el
territorio peninsular en su poder), reparando las murallas existentes y edificando nuevas
torres y castillos. Para ello, se diseñó para Valencia un doble anillo defensivo. El primero
se desarrollaba entre 6 y 13 kilómetros de distancia alrededor de Valencia. Existían
edificaciones más pequeñas que dependían de otras más grandes complementando
el sistema defensivo. El segundo cinturón defensivo se situaba a unos 25 kilómetros de
distancia, y a éste pertenecían las torres de Alèdua, la Espioca, Benifaió, Macastre, y
el mismo castillo de Montroy, o el de Montserrat. De hecho, la torre de Benifaió es de
similar composición a la de Montroy, lo que hace suponer que fue obra del mismo
maestro de obra.
En la torre almohade de Montroy debió destacarse una pequeña guarnición militar
subordinada al alcaide del castillo de Buñol. Después de la destrucción del castillo de
Alcalá, seguramente era el núcleo defensivo principal de la hoya, cuyos dominios
comprendían Montroy, Montserrat y Real.
Tal y como se recoge en la Crónica de Jaume I, parece que una de las principales
misiones de este tipo de torres debió ser dar señales de alarma ante cualquier
eventualidad a otras edificaciones defensivas no muy distantes, mediante humo
durante el día o fuego durante la noche.
A partir del siglo XIII, la conquista cristiana de Jaume I (1238), dividió el valle de Alcalá
en cinco señoríos feudales, a saber, la baronía de Turís (con Turís, Serra y Fondos,
despoblados estos últimos en el siglo XV), la baronía de Rahal y después condado de
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Real (con Real y Montserrat), la baronía de Torralba (con Llombai, Catadau, Alfarb, y
Alèdua, despoblado en 1609), la baronía y después condado de Carlet, y la
encomienda de Montroy perteneciente a la orden de San Juan del Hospital y
posteriormente a la Orden de Montesa.
La alquería de Montroy junto con la de Real, fue donada el 27 de abril de 1238 al noble
aragonés Don Rodrigo de Lizana, importante caballero del rey Don Jaime I, cuya
participación en la conquista del territorio valenciano debió ser significativa, hasta el
punto de ser nombrado gobernador de la ciudad de Valencia, inmediatamente
después de su conquista. En 1240 Don Eximén de Tovía recibió en donación el castillo
de Montserrat. Desde ese momento la hoya de Montroy quedaría dividida en dos
señoríos, el de Montroy, y el de Rahal-Montserrat, futuro condado de Real.
Don Rodrigo de Lizana, con el fin de favorecer las órdenes militares, donaría en 1241
Buñol, Macastre y Montroy al noble castellano fray Pedro de Egea, en representación
de la orden militar del Hospital de San Juan de Jerusalén (posteriormente Orden de
Malta), fundada con motivo de las cruzadas, y cuyo propósito era la defensa Tierra
Santa y la protección de los peregrinos.
Montroy se incluiría en una sola encomienda con Silla y Sueca, administrada por un
solo comendador. En ese momento la aljama, o comunidad islámica de Montroy
estaba formada por una veintena de familias, cuyas costumbres, leyes, religión y
mezquita se respetaron.
En 1319, con motivo de la reciente disolución de la Orden del Temple (1317), se creó
en Valencia una orden militar autóctona, la Orden de Santa María de Montesa, con
sede en castillo de Montesa. Todos los bienes del Temple y de los caballeros
Hospitalarios, se asignaron a la nueva Orden, que se convirtió en el principal señorío
del país. La séptima encomienda de la Orden de Montesa sería la de Silla y Montroy,
que fue dividida en dos en 1588, con motivo de la afluencia de nuevos miembros en
la orden, a raíz de la bula papal del mismo año que convertía a Felipe II y sus sucesores
en maestros perpetuos de las órdenes militares de las Españas. La nueva encomienda
independiente de Montroy era sumamente humilde, y quedaba vacante de
comendador con frecuencia.
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Durante todos estos años, la torre formó parte de la residencia señorial, donde se
hospedaba el comendador en sus visitas. El palacio había sido construido en el recinto
interior del castillo, y alrededor de éste se fueron edificando otras viviendas.
En octubre de 1609 se promulgó el decreto de expulsión de los moriscos, que fueron
embarcados en los Graos de Valencia, Dènia, etc., y enviados a África. Multitud de
poblaciones del Reino de Valencia quedaron abandonadas, ya que sus habitantes
eran en su totalidad moriscos. Entre ellas estaba Montroy, o Alèdua.
Desde 1611 el nuevo comendador de Montroy sería fray Bertomeu Vives i Ferrer, cuyo
cometido primero fue repoblar la encomienda con nuevos colonos. Con gran penuria,
y hasta 1623 no convenció a nadie para ir repoblar Montroy, pero ese año selló un
contrato con un habitante de Real, Pere Castelló, para habitar y trabajar en Montroy.
Éste decidió construir su vivienda junto a la Acequia Madre, dando lugar así al nuevo
Montroy que se conoce actualmente.
El nuevo núcleo de población fue creciendo a ritmo muy variable y con grandes
altibajos a lo largo de todo el siglo XVII, y ya de modo firme y continuado a partir del
siglo XVIII. Para ello se reutilizaron los materiales de los edificios abandonados por los
moriscos, práctica habitual a lo largo de toda la historia de las ciudades. Por este
motivo los vestigios moriscos fueron casi totalmente eliminados, con la excepción de
la torre del castillo, y solo debieron quedar los cimientos de las construcciones, que
quedaron enterrados por los depósitos del tiempo.
Desde entonces el desuso de la torre, ubicada además en un punto de incómodo
acceso, ha provocado una progresiva pérdida de interés por su conservación, lo que
ha conducido a su estado actual de deterioro.
A finales de los años 1960, el castillo de Montroy, que era propiedad estatal, salió a
subasta y pasó a propiedad privada. Sin embargo, el primer ayuntamiento
democrático lo adquirió por compraventa y poco a poco también ha ido comprando
los terrenos circundantes.
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DESCRIPCIÓN.
Desde la refundación de Montroy al pie del farallón, tras la expulsión de los moriscos
en 1609, el deterioro del núcleo original de la alquería fortificada fue continuo,
probablemente debido sobretodo a la reutilización de materiales de construcción
para las nuevas edificaciones. Hasta tal punto ha sido importante, que del núcleo
original de Montroy, incluido su castillo, apenas queda la torre, muy degradada, y los
arranques de los muros que componían el recinto fortificado.
El actual castillo data de finales del siglo XII, época en la que el califa almohade
decidió mejorar la red de defensas de los territorios del Shark Al-Andalus ante el
avance de la amenaza castellana y aragonesa. Para ello se construyeron algunas
edificaciones defensivas de nueva planta y se mejoraron las existentes. De entre las
nuevas edificaciones se puede citar la torre Espioca, el castillo de Alèdua, o la torre
de Benifaió, que se especula que podría incluso ser obra del mismo maestro de obra.
Del castillo almohade de Montroy se sabe, gracias a las descripciones antiguas y a los
restos existentes de los arranques sobre las rocas, que contaba con sistema defensivo
importante formado dos recintos amurallados:
- El más exterior es una barbacana o albacara (al-baqqär), o recinto avanzado
de defensa. Consiste en una serie de muros aislados de unos 70 cm de
anchura, el más grande de los cuales tiene unos 6,60 m de longitud;
- Una muralla anexa a la torre más fortificada, que correspondía a la última
defensa inmediata a la puerta de la torre, y donde se almacenaban los bienes
y las vituallas necesarias para soportar un asedio. Esta muralla parte de la
esquina Noroeste y llega a la esquina Noreste pasando por delante de la
fachada Sur, que es donde se encuentra la citada puerta de acceso.
También se sabe, en base a las descripciones que han llegado, que el palacio señorial,
donde se hospedaba el comendador cuando, ya en época cristiana visitaba la
población morisca se construyó en el recinto interior del castillo, e incluía la torre a la
que se accedía mediante una escalera de ocho escalones. Este palacio era un
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edificio espacioso, de una sola planta, con una cocina bastante ancha, una gran
chimenea, pesebre y horno.
La única estructura en buen estado es una balsa rectangular de 3,90 m x 2,50 m de la
que se conservan los muros largos y una parte de los cortos. Las caras internas están
enlucidas con mortero de cal. Se especula que podría tratarse de restos de la antigua
mezquita donde se realizaban las abluciones diarias.
La torre subsistente es un edificio de planta rectangular de 7,70 m x 9,90 m en el
arranque actual, si bien los muros tienen una ligera inclinación hacia dentro, por lo que
en la coronación actual los lados miden 6,25 m x 8,35 m. Tiene una altura aproximada
de 21 m, no obstante debido a los desprendimientos la coronación actual, ni es
regular, ni corresponde con la original.
La técnica constructiva es similar a la de otras torres próximas, como la de Alèdua, en
Llombai. Se trata de una estructura formada por gruesos muros de carga, construidos
con la técnica del tapial, de espesor aproximado 1,7 m en el arranque, que se reduce
con la altura.
Aún se pueden observar las huellas de los elementos de encofrado de cada uno de
los módulos de tapia, tales como las agujas formadas por tablas planas de madera
que no atravesaban el muro, y que se anclaban a éste mediante pasadores de
madera verticales. También quedan restos de estos elementos de anclaje, e
igualmente quedan algunos restos de los encofrados de cañas y barro, adosados al
intradós de algunas bóvedas, y los huecos en los muros donde se apoyaban las
cimbras.
En origen el acceso a la torre se realizaba a través de una escalera móvil de madera,
si bien la acumulación de materiales procedentes de desprendimientos de la propia
torre, y de otras construcciones anejas, como la barbacana adosada a ella, hoy en
día el acceso se realiza casi a pie llano.
El interior de la torre está formado por cuatro niveles sobre la rasante original, uno bajo
la planta de acceso, sin ventanas, y dos sobre el ésta, iluminados. Los niveles se
desarrollan con bóvedas de tapia excepto la bóveda de cubierta, que es de ladrillo,
de construcción probablemente posterior.
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Todas las plantas responden a un mismo esquema: dos salas correspondientes a
sendas crujías, que se hallan separadas por un sistema de arcos de diafragma
superpuestos de medio punto, en una de las cuales, la que alberga la puerta de
acceso exterior, está la escalera de acceso a las plantas superiores.
El primer nivel contiene un aljibe a un lado y al otro un almacén de vituallas y otros
útiles, aquél se cubre con una bóveda que aún persiste y permite el acceso a la torre,
mientras que éste se cubría, probablemente, con un entramado de madera hoy
desaparecido.
En el segundo nivel, o de acceso, se encuentra la prisión a un lado, y a la otra parte,
sobre el aljibe, una cámara con seis garitas o pequeñas ventanas para albergar a los
soldados. En esta cámara se halla la puerta de acceso así como el arranque de la
escalera que lleva a las otras plantas. La escalera se apoya en el muro opuesto al
acceso, y atraviesa la bóveda. Tiene un primer tramo macizo, junto al arco central, y
el segundo en bóveda adosada al muro. A partir de aquí el resto de tramos se
desarrollan también en dos tramos contiguos abovedados a montacaballo. Se trata
de una escalera muy vertical debido a escaso espacio para su desarrollo, esto es, del
ancho de una bóveda. Hoy está en gran parte derruida, lo que hace peligroso el
acceso a las planta superiores.
En el tercer nivel de la torre, se ubicaba la chimenea con la cocina, y una ventana. Al
lado de la cocina existía una estancia de uso de almacén de vituallas y utensilios
culinarios.
En el cuarto nivel existían dos cámaras cubiertas con bóveda de ladrillo y tres
ventanas. La función de estas cámaras era de habitación.
Sobre esta planta se encontraba la cubierta transitable, desde la que se divisa todo el
valle de Alcalans. Debía estar descubierta, a excepción de una cubierta de cañas
que protegía la puerta de acceso. Por la descripción que hace el comendador de
Montroy en 1693 había un remate almenado y torreones en la parte superior de la
torre, si bien con “torreones” puede referirse a un palomar de ladrillo que se cita a
principios del siglo XVII, y por lo tanto sería un elemento extraño a la torre original. La
cubierta evacuaba las aguas pluviales por una bajante cerámica que, atravesando
las bóvedas, acababa en el aljibe, con objeto de almacenar agua ante eventuales
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lances bélicos de tipo asedio. De dicho conducto persisten algunas piezas que se
empotraban en las bóvedas.
Estado actual de los elementos conservados.
Los elementos conservados visibles, a excepción de la torre, son muy pocos y se
encuentran en un estado asaz deteriorado. La zona oeste del entorno de la torre, está
muy degradado debido al sistemático desmonte que se realizó en la loma hasta hace
bien pocos años. La extracción de materiales para la construcción y la conversión de
las explanadas en huertas amenazaba con hacer desaparecer toda la colina. Este
proceso se detuvo con la compra de terrenos tanto de la torre como de los
circundantes por parte del Ayuntamiento, que comenzó su recuperación.
Los construcciones defensivas circundantes de la torre que se encuentran en suelo
con régimen de Protección Histórico – Artística, están casi totalmente derruidos, y solo
conservan los arranques de los muros. También se observan montículos que podrían
proceder de derrumbes, lo que permitiría la recuperación de las trazas del sistema
defensivo tras un estudio arqueológico.
En cuanto a la torre, su sistema constructivo de tapia de piedra (a base de muros
portantes de gran espesor hechos de tongadas de arena y cal, con piedras
embebidas), así como su geometría tronco – piramidal, hacen de ella un elemento
muy estable. Ha sufrido relativamente poca erosión, y si bien se observan algunos
derrumbes parciales, conserva prácticamente íntegra su volumetría original.
A pesar de la mencionada estabilidad y durabilidad de la torre, es patente un activo
proceso de degradación, detallado más adelante, y que es necesario detener antes
de que arrruine la edificación.
En el exterior de la torre se pueden observar una serie de patologías debidas
fundamentalmente a dos grupos de causas: la acción de los agentes atmosféricos,
fundamentalmente el agua, y la acción humana. Principalmente cabe citar las
siguientes:
La parte superior de la torre ha sido afectada en su totalidad por los agentes
atmósféricos por su mayor exposición a éstos, y derrumbes importantes no han dejado
restos de los merlones que citan las fuentes documentales. También han crecido
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plantas sobre la antigua cubierta, que es necesario arrancar, pues las raíces deterioran
los elementos constructivos que les sirven de soporte.
La costra de cal ha desaparecido en amplias zonas de las fachadas, especialmente
en la parte superior, lo que acelera notablemente el deterioro de los paños, que
pierden el mortero dejando sueltas las piedras.
En las fachadas opuestas este – oeste, existen sendas grietas que afectan a todo el
espesor del muro y recorren verticalmente la torre, partiéndola en dos. Estas grietas
arrancan de la coronación y llegan hasta cerca de la base, buscando los huecos,
puntos débiles de los paños, aunque su espesor no es demasiado grande, lo que
indica que las dos partes en que queda dividida la torre no han sufrido gran
desplazamiento relativo.
La base de la torre se encuentra también muy erosionada, pero no solo a causa de
los agentes atmosféricos, sino también por la ascensión capilar de la humedad y por
la acción humana. Las esquinas, sobretodo la Sureste, son las partes más erosionadas
de la base. En esta esquina se advierte una antigua reparación hecha con sillares
tomados con morteros de cal.
En la cara norte aparece un hueco parcialmente cegado.
El interior de la torre está mejor conservado, por su mejor protección frente a los
agentes atmosféricos, aunque la acción humana ha sido más intensa por ser más
accesible a ésta (grafitis, desperdicios de origen humano, etc.)
Sin embargo las estructuras abovedadas, menos estables que los gruesos muros, se
hallan derruidas en gran parte, debido a la acción del agua que ha actuado sin
control durante siglos. Por ello, el aljibe está relleno en gran parte de escombros y de
basura.
La bajante cerámica que conducía el agua al aljibe ha desaparecido en gran parte
de su recorrido.
Existen también roturas de la fábrica de menor importancia por su naturaleza
superficial, en aristas y paños.
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Las dos grietas mencionadas en el exterior se manifiestan también en el interior.
Las dos bóvedas de ladrillo superiores, que podrían ser de construcción posterior al del
resto de la torre, muestran grietas y perforaciones.
De las cuatro bóvedas interiores de tapial, solo una se conserva, aunque muy
deteriorada. Las otras tres están rotas en su tramo central debido a la acción del agua
que ha entrado por la cubierta rota.
Las escaleras conservan parte de su trazado, sobretodo en el arranque, donde no usa
estructura de bóveda, sino que es un macizado. El recorrido adosado a los muros
perimetrales ha sido sin embargo derruido en su parte exterior, y los escalones que
quedan están muy deteriorados, y hacen muy peligrosa su utilización.
CONCLUSIÓN.
El castillo de Montroy está sometido al régimen de Bien de Interés Cultural, según la LEY
4/1998, de 11 de junio, de la Generalitat Valenciana, del Patrimonio Cultural
Valenciano, con categoría de Monumento, por declaración genérica, según la la ley
16/1985 del Patrimonio Histórico Español.
Como edificación histórica, el interés del Castillo de Montroy se puede explicar desde
diversos puntos de vista:
1. Histórico. Por ser el núcleo fundacional de la población, antes de su refundación
a los pies de la colina.
2. Arqueológico. Precisamente por tratarse del enclave del Montroy original
puede arrojar datos sobre su pasado, y esclarecer su relación con el “nuevo” Montroy,
así como con el conjunto del valle y de las poblaciones vecinas.
3. Paisajístico. La torre del castillo fue desde su construcción el icono
representativo del municipio. Desde esta perspectiva se puede señalar un doble valor
paisajístico que hacen sumamente interesante una intervención integrada con el
conjunto inmediato: La torre como elemento perteneciente al paisaje del valle de
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Alcalà desde tiempo inmemorial; y el paisaje inmediato como elemento perteneciente
a la torre, y que necesita de ella para ser puesto en valor. Y si bien la alquería fortificada
morisca que complementaba la torre ha desaparecido, el poder evocador de su
entorno inmediato confiere a su recuperación un gran valor cultural, histórico,
didáctico e incluso moral.
4. Urbanístico. El entorno de la torre del castillo es elemento que remata el parque
urbano previsto a su alrededor. Su recuperación supone la creación de un polo que
deja entre éste y el núcleo urbano los terrenos intermedios de la loma, que de este
modo pueden revalorizarse como zona de recreo previa a un pequeño parque
arqueológico que podría ser el entorno inmediato del castillo, cuya torre podría
albergar algún uso didáctico y constituir un mirador privilegiado sobre el valle de Alcalà.
Concluyendo, cabe decir que la intervención en la torre y su entorno inmediato es una
deuda histórica con los antiguos habitantes moriscos de Montroy, y con los actuales
habitantes que tienen derecho a recuperar su pasado. Por consiguiente es una
necesidad moral y una oportunidad única, ya que pocos pueblos tienen esta
posibilidad de revalorizar su patrimonio.
BIBLIOGRAFÍA.
BAZZANA, André – CRESSIER, Patrice – GUICHARD, Pierre. Les chateaus ruraux
d’AlAndalus. Histoire et archéologie des husun du sud-est de l’Espagne. Publications de
la Casa de Velázquez, Madrid, 1988.
BEÜT BELENGUER, Emilio. Artículo “Montroy” de la gran Enciclopedia de la Región
Valenciana. Valencia, 1972, t. 7, pg 208-209.
CAVANILLES, Antonio Josef. Observaciones sobre la historioa natural, geografía,
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HUICI, Ambrosio – CABANES, Mª Desamparados. Documentos de Jaime I de Aragón.
Valencia-Zaragoza, 1976-1988.
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PIQUERAS, Juan – SANCHIS, Carmen. La organización histórica del territorio valenciano.
Colección Territori, num. 2, Generalitat Valenciana, Valencia, 1992.
SOLER, Abel – YAGO, Ramón. Montroy, geografía, historia, patrimonio. Ayuntamiento de
Montroy, 2004.
ANEXO. FOTOGRAFÍAS
Se adjuntan imágenes fotográficas de la torre del castillo de Montroy, y de los
alrededores.
Imagen aérea de la zona del castillo, sombreado a la derecha. Al pie de la colina se
encuentra el núcleo urbano de Montroy, al centro arriba, y a la derecha, cruzando el
río Magro, el núcleo de Real de Montroy.
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Imagen del castillo llegando desde el pueblo, por el lado norte de la torre.
Fachadas Sur, con el acceso, y este. Se observa la erosión de la base.
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Fachada Oeste. Se observa la grieta que parte verticalmente la torre.
Fachada Norte.
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Detalle del principio de la escalera.
Imagen inferior de las bóvedas Estas roturas han contribuido al deterioro de las zonas
interiores.