Post on 19-Sep-2018
Delegación Diocesana de Orientación Social-Justicia y Paz «PARÁBOLA DEL AMOR DEL PADRE»
HOJA IV. AÑO 2013
Un sacerdote de una Parroquia, en su actividad pastoral desarrollada en el barrio y por ello muy conocido en la feligresía, llegó a tener mucha confianza con un grupo de drogadictos que en un principio atentaba contra la seguridad de la Parroquia y su entorno. El sacerdote habló con ellos, los acogió y tanta confianza, llegaron a tener que se convirtieron en los guardianes del entorno parroquial. Un día, uno de ellos, que se había inyectado droga, se le presentó y abrazándose a él, le dijo: “Cura, ayúdame que me muero”. El sacerdote lo llevó en su coche al hospital. “Revelada en Cristo la verdad acerca de Dios como «Padre de la misericordia», nos permite «verlo» especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad”. (DIVES IN MISERICORDIA)
TESTIMONIO
Un año más, ofrecemos unas sugerencias de contenido social para este tiempo litúrgico.
Dios creador de cielo y tierra, ha elegido ser, primero y
por encima de todo, un Padre. • Como Padre, quiere que sus hijos sean libres, libres
para amar. Esa libertad incluye la posibilidad de que se marchen de casa, de que vayan a «un país lejano» y de que allí lo pierdan todo. El corazón del Padre conoce todo el dolor que traerá consigo esta elección, pero su amor no le deja impedírselo.
• Como Padre quiere que los que estén en casa disfruten de su presencia y de su afecto. Pero sólo quiere ofrecer amor que pueda ser recibido libremente.
• Como Padre la única autoridad que reclama para sí es la autoridad de la compasión. Esa autoridad le viene de permitir que los pecados de sus hijos penetren en su corazón.
“Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, y, profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó, y lo cubrió de besos” (Lc 15, 20)
Dios aparece, por una parte, como origen de lo que es, como presencia que garantiza a los hombres, socialmente organizados, las condiciones fundamentales de la vida, poniendo a su disposición los bienes necesarios; por otra parte aparece también como medida de lo que debe ser, como presencia que interpela la acción humana –tanto en el plano personal como en el plano social-‐ acerca del uso de esos mismos bienes en la relación con los demás hombres. En toda experiencia religiosa, por tanto, se revelan como elementos importantes, tanto la dimensión del don y de la gratuidad, captada como algo que subyace a la experiencia que la persona humana hace de su existir junto con los demás en el mundo, como las repercusiones de esta dimensión sobre la conciencia del hombre, que se siente interpelado a administrar convivial y responsablemente el don recibido. Testimonio de esto es el reconocimiento universal de la regla de oro, con la que se expresa, en el plano de las relaciones humanas, la interpelación que llega al hombre del Misterio: «Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos» (Mt 7,12) (CDSI nº 20)
El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada “del hijo pródigo”, cuyo centro es “el Padre misericordioso”, • la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; • la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; • la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las
algarrobas que comían los cerdos; • la reflexión sobre los bienes perdidos; • el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; • la acogida generosa del padre; • la alegría del padre: todo esto son rasgos propios del proceso de la conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el Corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.
(Catecismo de la Iglesia católica. Nº 1439)
REFLEXIÓN
“El reconocimiento de las propias culpas levanta y ennoblece al pecador, mientras que el que intenta disimularlas, las agrava. En la confesión de los pecados se halla implícito el reconocimiento de las faltas y la verdadera contrición; si las disimulas, es señal de obstinación culpable”. (Tertuliano. Sobre la Penitencia VIII, 4-‐X)
Naciones Unidas ha descrito la propuesta de diálogo formulada por el líder de la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y de la Revolución Siria (CNFORS), Moaz al Jatib, como “lo más prometedor que se ha escuchado recientemente en Siria”. “Diría que, dado los horrores que ha soportado el pueblo sirio (…), cualquier oportunidad que tengamos de seguir el camino político en lugar del militar merece una oportunidad”, ha dicho el subsecretario general de la ONU para Asuntos Políticos, Jeffrey Feltman. Asimismo, el diario pro gubernamental Alt Watan, que es utilizado en ocasiones como portavoz del Ejecutivo, señaló: “A pesar de su importancia, los comentarios de Al Jatib llegan dos años tarde. Durante este tiempo nuestros mejores jóvenes han muerto, han sufrido heridas o se han exiliado, mientras que hemos perdido nuestra estructura eléctrica y de combustible, así como varias posiciones a nivel militar” JUAN PABLO II nos anima a sacar una conclusión importante de esta parábola: JUAN PABLO II nos anima a sacar una conclusión importante de esta parábola:
El amor es más grande que el pecado, que la debilidad, que la “vanidad de la creación”, más fuerte que la muerte; es amor siempre dispuesto a aliviar y a perdonar, siempre dispuesto a ir al encuentro con el hijo pródigo, siempre a la búsqueda de la “manifestación de los hijos de Dios”, que están llamados a la gloria. Esta revelación del amor es definida también misericordia, y tal revelación del amor y de la misericordia tiene en la historia del hombre una forma y un nombre: se llama Jesucristo. (REDEMPTOR HOMINIS, II, 9)
“Lo más prometedor que se ha escuchado recientemente en Siria”.