HOJA IV AÑO 2013 - alianzajm.org · En’ la’ confesión’ de’ los’ pecados’ se’...

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Delegación Diocesana de Orientación Social-Justicia y Paz «PARÁBOLA DEL AMOR DEL PADRE» H OJA IV . AÑO 2013 Un sacerdote de una Parroquia, en su actividad pastoral desarrollada en el barrio y por ello muy conocido en la feligresía, llegó a tener mucha confianza con un grupo de drogadictos que en un principio atentaba contra la seguridad de la Parroquia y su entorno. El sacerdote habló con ellos, los acogió y tanta confianza, llegaron a tener que se convirtieron en los guardianes del entorno parroquial. Un día, uno de ellos, que se había inyectado droga, se le presentó y abrazándose a él, le dijo: “Cura, ayúdame que me muero”. El sacerdote lo llevó en su coche al hospital. “Revelada en Cristo la verdad acerca de Dios como «Padre de la misericordia», nos permite «verlo» especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad”. (DIVES IN MISERICORDIA) TESTIMONIO Un año más, ofrecemos unas sugerencias de contenido social para este tiempo litúrgico. Dios creador de cielo y tierra, ha elegido ser, primero y por encima de todo, un Padre. Como Padre, quiere que sus hijos sean libres, libres para amar. Esa libertad incluye la posibilidad de que se marchen de casa, de que vayan a «un país lejano» y de que allí lo pierdan todo. El corazón del Padre conoce todo el dolor que traerá consigo esta elección, pero su amor no le deja impedírselo. Como Padre quiere que los que estén en casa disfruten de su presencia y de su afecto. Pero sólo quiere ofrecer amor que pueda ser recibido libremente. Como Padre la única autoridad que reclama para sí es la autoridad de la compasión. Esa autoridad le viene de permitir que los pecados de sus hijos penetren en su corazón. “Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, y, profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó, y lo cubrió de besos” (Lc 15, 20) Dios aparece, por una parte, como origen de lo que es, como presencia que garantiza a los hombres, socialmente organizados, las condiciones fundamentales de la vida, poniendo a su disposición los bienes necesarios; por otra parte aparece también como medida de lo que debe ser, como presencia que interpela la acción humana –tanto en el plano personal como en el plano social acerca del uso de esos mismos bienes en la relación con los demás hombres. En toda experiencia religiosa, por tanto, se revelan como elementos importantes, tanto la dimensión del don y de la gratuidad, captada como algo que subyace a la experiencia que la persona humana hace de su existir junto con los demás en el mundo, como las repercusiones de esta dimensión sobre la conciencia del hombre, que se siente interpelado a administrar convivial y responsablemente el don recibido. Testimonio de esto es el reconocimiento universal de la regla de oro, con la que se expresa, en el plano de las relaciones humanas, la interpelación que llega al hombre del Misterio: «Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos» (Mt 7,12) (CDSI nº 20)

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Delegación Diocesana de Orientación Social-Justicia y Paz «PARÁBOLA  DEL  AMOR  DEL  PADRE»

HOJA IV. AÑO 2013

  Un  sacerdote  de  una  Parroquia,  en  su  actividad  pastoral  desarrollada  en  el  barrio  y  por  ello  muy  conocido  en  la  feligresía,  llegó  a  tener  mucha  confianza  con  un  grupo  de  drogadictos  que  en  un  principio  atentaba  contra  la  seguridad  de  la  Parroquia  y  su  entorno.  El  sacerdote  habló  con  ellos,  los  acogió  y  tanta  confianza,  llegaron  a  tener  que  se  convirtieron  en  los  guardianes  del  entorno  parroquial.     Un   día,   uno   de   ellos,   que   se   había   inyectado  droga,  se  le  presentó  y  abrazándose  a  él,  le  dijo:    “Cura,  ayúdame  que  me  muero”.    El  sacerdote  lo  llevó  en  su  coche  al  hospital. “Revelada   en   Cristo   la   verdad   acerca   de   Dios   como   «Padre   de   la   misericordia»,   nos   permite   «verlo»  especialmente  cercano  al  hombre,  sobre  todo  cuando  sufre,  cuando  está  amenazado  en  el  núcleo  mismo  de  su  existencia  y  de  su  dignidad”.  (DIVES  IN  MISERICORDIA)        

     

TESTIMONIO

 

Un   año   más,   ofrecemos   unas   sugerencias   de  contenido  social  para  este  tiempo  litúrgico.  

 Dios  creador  de  cielo  y  tierra,  ha  elegido  ser,  primero  y  

por  encima  de  todo,  un  Padre.  • Como   Padre,   quiere   que   sus   hijos   sean   libres,   libres  

para  amar.  Esa  libertad  incluye  la  posibilidad  de  que  se  marchen  de  casa,  de  que  vayan  a  «un  país  lejano»  y  de  que   allí   lo   pierdan   todo.   El   corazón   del   Padre   conoce  todo  el  dolor  que  traerá  consigo  esta  elección,  pero  su  amor  no  le  deja  impedírselo.    

• Como  Padre  quiere  que  los  que  estén  en  casa  disfruten  de  su  presencia  y  de  su  afecto.  Pero  sólo  quiere  ofrecer  amor  que  pueda  ser  recibido  libremente.  

• Como  Padre   la  única  autoridad  que  reclama  para  sí  es  la  autoridad  de  la  compasión.  Esa  autoridad  le  viene  de  permitir   que   los   pecados   de   sus   hijos   penetren   en   su  corazón.  

 

   “Cuando  aún  estaba   lejos,  su  padre   lo  vio,  y,  profundamente   conmovido,   salió   corriendo   a  su  encuentro,  lo  abrazó,  y  lo  cubrió  de  besos”  (Lc  15,  20)                    

  Dios  aparece,  por  una  parte,  como  origen  de  lo  que  es,  como  presencia  que  garantiza  a   los  hombres,  socialmente   organizados,   las   condiciones   fundamentales   de   la   vida,   poniendo   a   su   disposición   los   bienes  necesarios;  por  otra  parte  aparece  también  como  medida  de  lo  que  debe  ser,  como  presencia  que  interpela  la  acción  humana  –tanto  en  el  plano  personal  como  en  el  plano  social-­‐  acerca  del  uso  de  esos  mismos  bienes  en  la   relación   con   los   demás   hombres.   En   toda   experiencia   religiosa,   por   tanto,   se   revelan   como   elementos  importantes,   tanto   la  dimensión  del  don  y  de   la  gratuidad,   captada  como  algo  que  subyace  a   la  experiencia  que  la  persona  humana  hace  de  su  existir   junto  con  los  demás  en  el  mundo,  como  las  repercusiones  de  esta  dimensión   sobre   la   conciencia   del   hombre,   que   se   siente   interpelado   a   administrar   convivial   y  responsablemente  el  don  recibido.    Testimonio  de  esto  es  el  reconocimiento  universal  de  la  regla  de  oro,  con  la  que  se  expresa,  en  el  plano  de  las  relaciones  humanas,  la  interpelación  que  llega  al  hombre  del  Misterio:  «Todo  cuanto  queráis  que  os  hagan  los  hombres,  hacédselo  también  vosotros  a  ellos»  (Mt  7,12)  (CDSI  nº  20)

  El  proceso  de   la  conversión  y  de   la  penitencia   fue  descrito  maravillosamente  por   Jesús  en   la  parábola  llamada  “del  hijo  pródigo”,  cuyo  centro  es  “el    Padre  misericordioso”,  • la  fascinación  de  una  libertad  ilusoria,  el  abandono  de  la  casa  paterna;  • la  miseria  extrema  en  que  el  hijo  se  encuentra  tras  haber  dilapidado  su  fortuna;  • la  humillación  profunda  de  verse  obligado  a  apacentar  cerdos,  y  peor  aún,   la  de  desear  alimentarse  de   las  

algarrobas  que  comían  los  cerdos;  • la  reflexión  sobre  los  bienes  perdidos;  • el  arrepentimiento  y  la  decisión  de  declararse  culpable  ante  su  padre,  el  camino  del  retorno;  • la  acogida  generosa  del  padre;    • la  alegría  del  padre:  todo  esto  son  rasgos  propios  del  proceso  de  la  conversión.       El  mejor  vestido,  el  anillo  y  el  banquete  de  fiesta  son  símbolos  de  esta  vida  nueva,  pura,  digna,  llena  de  alegría  que  es  la  vida  del  hombre  que  vuelve  a  Dios  y  al  seno  de  su  familia,  que  es  la  Iglesia.  Sólo  el  Corazón  de  Cristo,  que  conoce   las  profundidades  del  amor  de  su  Padre,  pudo  revelarnos  el  abismo  de  su  misericordia  de  una  manera  tan  llena  de  simplicidad  y  de  belleza.    

(Catecismo  de  la  Iglesia  católica.  Nº  1439)  

     

 

REFLEXIÓN  

“El   reconocimiento   de   las   propias   culpas   levanta   y   ennoblece   al   pecador,  mientras   que   el   que  intenta   disimularlas,   las   agrava.   En   la   confesión   de   los   pecados   se   halla   implícito   el  reconocimiento  de   las   faltas  y   la  verdadera  contrición;   si   las  disimulas,  es   señal  de  obstinación  culpable”.  (Tertuliano.  Sobre  la  Penitencia  VIII,  4-­‐X)  

    Naciones   Unidas   ha   descrito   la   propuesta   de   diálogo   formulada   por   el   líder   de   la   Coalición  Nacional  para  las  Fuerzas  de  la  Oposición  y  de  la  Revolución  Siria  (CNFORS),  Moaz  al  Jatib,  como  “lo  más  prometedor  que  se  ha  escuchado  recientemente  en  Siria”.       “Diría   que,   dado   los   horrores   que   ha   soportado   el   pueblo   sirio   (…),   cualquier   oportunidad   que  tengamos   de   seguir   el   camino   político   en   lugar   del   militar   merece   una   oportunidad”,   ha   dicho   el  subsecretario  general  de  la  ONU  para  Asuntos  Políticos,  Jeffrey  Feltman.       Asimismo,  el  diario  pro  gubernamental  Alt  Watan,  que  es  utilizado  en  ocasiones  como  portavoz  del  Ejecutivo,  señaló:  “A  pesar  de  su  importancia,  los  comentarios  de  Al  Jatib  llegan  dos  años  tarde.         Durante  este  tiempo  nuestros  mejores  jóvenes  han  muerto,  han  sufrido  heridas  o  se  han  exiliado,  mientras  que  hemos  perdido  nuestra  estructura  eléctrica  y  de  combustible,  así  como  varias  posiciones  a  nivel  militar”    JUAN  PABLO  II  nos  anima  a  sacar  una  conclusión  importante  de  esta  parábola:          JUAN  PABLO  II  nos  anima  a  sacar  una  conclusión  importante  de  esta  parábola:  

         

El  amor  es  más  grande  que  el  pecado,  que   la  debilidad,  que   la  “vanidad  de   la  creación”,  más  fuerte   que   la   muerte;   es   amor   siempre   dispuesto   a   aliviar   y   a   perdonar,   siempre   dispuesto   a   ir   al  encuentro  con  el  hijo  pródigo,  siempre  a  la  búsqueda  de  la  “manifestación  de  los  hijos  de  Dios”,  que  están  llamados  a  la  gloria.  Esta  revelación  del  amor  es  definida  también  misericordia,  y  tal  revelación  del   amor   y   de   la   misericordia   tiene   en   la   historia   del   hombre   una   forma   y   un   nombre:   se   llama  Jesucristo.  (REDEMPTOR  HOMINIS,  II,  9)  

“Lo  más  prometedor  que  se  ha  escuchado  recientemente  en  Siria”.