Post on 30-Jan-2016
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Karen Dianné Sierra Paredes
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Ejercer la ética valiosamente
implica poder equivocarse. De
esos errores debemos
aprender.
Ejercer la ética es asumir
una responsabilidad. La de
actuar. Y también la de
responder por esa
actuación.
¿Qué entendemos por ética? No
vamos a complicar el asunto
prolongando el debate acerca de la
diferencia de la ética con la moral.
Vamos a convenir en una noción
sencilla: entendemos por ética una
guía axiológica para tomar
libremente decisiones. Esto supone,
en primer lugar, un componente
básico: la libertad de elección, y
luego, el valor de elegir, esto es,
decidir virtuosamente.
Para que nuestra Educación
Superior trascienda necesitamos un
cambio en:
INNOVACIÓN
VOLUNTAD DE CAMBIO
TRADICIÓN
FORMACIÓN DEONTOLÓGICA
Se deben de considerara formación y
práctica de valores profesionales, su
apropiación reflexiva y crítica. Así
mismo promover en el estudiante los
valores éticos de la profesión y su
compromiso con la sociedad.
Como docentes universitarios
estamos conscientes que la
universidad tiene sus compromisos
con el país. Se solía decir no hace
mucho que nuestras universidades
debían responder a los
requerimientos del mercado,
obviando el compromiso
fundamental: el pais. Era el modelo
neoliberal de la universidad, cuyo
discurso persiste aún en algunos
ámbitos trasnochados. A esa
concepción de la universidad
supeditada a la lógica del mercado se
opone una visión que destaca el
compromiso social de la universidad.
Esta visión corresponde a un modelo
humanista, fundamentado en valores
que sirven para orientar el
desempeño de los profesionales. Es
Karen Dianné Sierra Paredes
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La formación humanística es una
formación integral, no una
formación por fragmentos.
Demandamos profesionales con
visión integral, y también
integradora, de la cultura y de los
conocimientos.
ésta la visión que demanda un
horizonte ético para la universidad y
que defiende una presencia central
de las humanidades.
No se trata de hacer grandes cambios
curriculares ni nuevas reformas de
estudio, sino de incorporar en los
planes de cada asignatura contenidos
y objetivos terminales de naturaleza
ética, pero con carácter actitudinal y
procedimental.
Tal vez la sociedad actual esté
mostrando mayores niveles de
exigencia en relación con la calidad
de la formación universitaria, y
quizás le esté exigiendo que aborde
su tarea desde una perspectiva más
pedagógica y universitaria y menos
formal e interesada.
Nuestra propuesta respecto a la
necesidad de una formación ética en
la universidad se ubica en el debate
sobre los contenidos de aprendizaje y
sobre los estilos docentes del
profesorado. Este debate genera
procesos de reflexión acerca de la
práctica docente, los contenidos que
se enseñan, las formas a través de las
que se evalúa, y las actitudes que
muestra el profesorado en las formas
de abordar su tarea y sus relaciones
con los estudiantes.
Entre las necesidades a las que la
universidad debe dar respuesta están
la adaptación a la sociedad de la
información y de las tecnologías; la
integración al fenómeno de la
globalización y el análisis de su
impacto en los diferentes ámbitos de
la ciencia, la tecnología, la economía
y el mundo del trabajo; la atención a
la diversidad de los estudiantes y la
preocupación por alcanzar la
excelencia académica; la rendición de
cuentas de los recursos públicos
recibidos, y el el establecimiento de
metas, prioridades e indicadores en
función de cuyos logros obtener más
recursos.
Sabemos que la educación en valores
y los valores que hay que resaltar en
la educación superior garantizan el
futuro en la educación, nosotros los
educadores somos los amigos de
esos pueblos. Esta tarea educativa no
es posible son la cooperación de las
instituciones, en este caso la
universidad, por ello es
imprescindible trabajar de la mano,
acompañando el proceso de
formación integral desde un proyecto
de vida. Por eso, este estudio busca
resaltar y aportar los valores que hay
que resaltar desde el quehacer
educativo y aportar a la educación
Karen Dianné Sierra Paredes
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superior un aspecto por seguir
trabajando.
La universidad ha sido, desde sus
orígenes, la encargada de formar
profesionales y especialistas en
diversas áreas del conocimiento, y
hoy debería ser también la encargada
de la formación de auténticos
ciudadanos, responsables y
comprometidos éticamente con la
realidad social que les rodea.
Vale la pena cuestionarse el sentido y
el significado que tiene la formación
del siglo XXI. En lo que se refiere al
sentido que adquiere la formación,
consideramos que se haya en
estrecha relación con dos grandes
realidades sociales. Por un lado, con
el nuevo paradigma social, la
sociedad de la comunicación y de la
información. La nueva sociedad ya no
demanda el mismo profesional de
antes. La figura profesional ya no
corresponde con la de una persona
llena de conocimientos, que
desempeñaba en su trabajo una serie
de funciones y/o actuaciones
profesionales en buena medida
cerradas y repetitivas en buena
medida. Incluirse en un modelo
profesional en continuo movimiento,
sin espacio y sin tiempo asegurado,
con continuas y aceleradas
incorporaciones de nuevos
conocimientos y técnicas de trabajo,
demanda un profesional con la
«cabeza bien organizada», que
conozca una disciplina pero que sepa
aprenderla y de forma autónoma, que
sea capaz de aprehender unos
contenidos pero también de
desaprender los obsoletos y adquirir
otros nuevos.
Los valores los expresamos en la
convicción razonada de que algo es
bueno o malo, y una vez
interiorizados se convierten en
normas y pautas de
comportamientos. Los valores están
íntimamente vinculados a la idea que
se tenga del hombre y de la sociedad;
de ahí que hablemos de valores
individuales y colectivos, de ideales,
de convicciones, aspiraciones,
sentimientos, actitudes y creencias
compartidas.
Son los valores en relación a la
educación lo que las bases
estructurales son a un edificio. Puede
ser que los problemas que hoy
presenta la educación superior en el
sector salud, se deban a que nos faltó
un buen fundamento en el proceso
desarrollado; posiblemente nos
hemos fundamentado en arenas
movedizas (conocimientos,
memorización, normas), y no hemos
colocado el cemento armado de los
valores y principios fundamentales
éticos y morales sobre los cuales
tendrían más sentido las normas y los
conocimientos.
Promover en el estudiante
los valores éticos de la
profesión y su compromiso
con la sociedad
Karen Dianné Sierra Paredes
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CONCLUSIONES
El enfoque de aprendizaje
ético en la universidad
propone atender el desarrollo
integral del estudiante, no solo
en su manera personal de
aprender y abordar el ejercicio
de su profesión, sino en su
forma de pensar y de
comportarse como ciudadano.
La ética profesional en la
formación del universitario es
un referente fundamental;
implica considerar los valores
profesionales, su apropiación
de manera reflexiva y crítica, y,
en definitiva, promover en el
estudiante los valores éticos
de la profesión que va a
desempeñar, así como su
compromiso con la sociedad.
Los docentes universitarios
debemos defender la
formación de profesionales
acordes con el nuevo
paradigma social, que
desarrollen las habilidades y/o
capacidades necesarias para
construir el conocimiento que
les sea útil y de la forma más
significativa posible, es decir,
personas que sepan qué decir
o hacer respecto a su área de
conocimiento y cómo decirlo o
hacerlo en cada momento o
situación concreta.