Post on 04-Dec-2015
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EL JUEGO DE LA REPRESENTACIONES
Jimmy: el actor; Sandra: la políticaMtr. Ramiro Mac Donald (*)
semiólogo social
Introducción
El domingo 25 de octubre se registrará la Segunda Vuelta Electoral en Guatemala. La contienda por alcanzar la presidencia de la república es entre Jimmy Morales,
candidato del Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación) y Sandra Torres, del partido Unión Nacional de la Esperanza (UNE).
Jimmy Morales proviene de un ámbito distinto al de la política. Su profesión ha sido
actor de televisión, aunque acredita estudios académicos superiores. Hasta hace un
año aparecía en un popular programa dominical como comediante, por el cual es
conocido ampliamente en sectores urbanos, pues fue coprotagonista de cortos
cómicos junto a su hermano. Es poseedor de una exitosa empresa de producciones
televisivas, que comercializa espacios mediáticos. Ante la sorpresa generalizada,
Morales logró colocarse a la cabeza en la primera vuelta como el candidato más
votado. El otro elemento novedoso es que una mujer madura, Sandra Torres, disputa
esta segunda ronda electoral al lograr el segundo lugar en la preferencia a nivel
nacional. Su caudal se ubica en las zonas rurales y las áreas más deprimidas de los
centros urbanos. Ella pertenece a un partido calificado de corrupto que hizo gobierno,
encabezado por su exesposo Álvaro Colom. Visto así, el balotaje 2015 es un suceso
político inusual que tiene aristas comunicativas muy peculiares, y por ser poseedor de
una fuerte carga simbólica puede ser analizado semióticamente.
¿Qué representan los candidatos?
La actividad política, se afirma, es considerada como el arte de realizar lo imposible y
los actuales candidatos están haciendo precisamente eso: buscar la presidencia de la
república, en un episodio político que hace apenas unos meses parecía poco probable.
Así también, ambos candidatos pueden ser calificados como signos políticos, porque
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están jugando un papel, representando símbolos en la campaña electoral. Este aspecto
ideológico de imitación de la realidad símbolica fue explicado por Roland Barthes,
quien señaló que las imágenes las podemos leer desde un mensaje suplementario
porque poseen un mensaje denotado, que es el propio análogon, y un mensaje
connotado, que es, en cierta manera, el modo en que la sociedad interpreta ese
fenómeno comunicativo. Recordamos que la imagen es una especie de análogon de la
realidad, como decía Umberto Eco. Esto implica que el receptor de estas imágenes
políticas, es el que tiñe el sentido final del mensaje o quien interpreta lo que
representa cada candidato. Por lo tanto, nos interesa descubrir ese sentido
(secundario, connotado) que tienen los signos políticos (personificados en Morales y
Torres) que juegan esta segunda vuelta. Recordemos que los signos siempre
representan a otra cosa, es decir, están en lugar de algo. Ese algo, en este caso
concreto es el aspecto político (lo connotado). Como se afirmó, de mano de la
semiótica intentaremos descubrir ese contenido por medio de los significados que
proyectan dichos significantes políticos. En el fondo, el tema político pasa por la falta
de claridad sobre el tema comunicacional y la representación a través de las imágenes,
pues una gran mayoría cree todavía que esas señales políticas que perciben, a través
de los signos más representativos, son la misma realidad. Vana ilusión de las masas
urbanas todavía hoy en pleno siglo XXI.
El juego que cada uno juega
Jimmy Morales está desempeñando un verdadero modelo protagónico en esta
campaña, que indiscutiblemente es la más importante “actuación” de su vida. Como
actor profesional, Morales está acostumbrado a desempeñar papeles cómicos, pero
ahora lo hace con tal seriedad que dejó pasmado a todos sus contrincantes. La
pregunta surge: ¿En este juego de representaciones, Jimmy está personificando al
candidato a la presidencia, interpretando nada más que un papel más o asume el
protagonismo de verdadero candidato en la realidad política del país? Resulta que
Morales se ha “metido” tanto en el personaje que una mayoría terminó votando por
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este joven artista de TV, hoy político, en el más relevante reto dramático que afronta
en la vida.
Por su parte, Sandra Torres está viviendo el papel de una política profesional: seria, no
confronta, impulsa un hábil discurso conciliador. Busca proyectar la imagen de mujer
estadista, aunque aún le falta mucho camino. Tal vez, porque todavía no logra
despegarse de una idea popularmente arraigada, que es la exesposa de un presidente
en funciones de quien intentó divorciarse para postularse a la primera magistratura,
aunque el poder electoral se dio cuenta que con esa “jugada” estaba pretendiendo un
fraude de ley. Torres no pudo siquiera lanzarse en la contienda anterior. Y tampoco
Morales logró alcanzar la alcaldía de Mixco. Aunque esas jugadas políticas de hace
cuatro años no fueran exitosas para ambos, los catapultó como figuras públicas hoy de
primer orden. Pregunta: ¿Sandra, la exesposa que hoy interpreta el papel de candidata
a la presidencia, logrará un buen desempeño ahora que se lo permitió la ley y podrá
demostrar ser poseedora de capacidad propia y no endosada? Ambos candidatos
tienen en su cuerpo y voz los vehículos de comunicación más eficaces para proyectar
la imagen que les han diseñado sus asesores.
La cuestión crucial, entonces, sería: ¿los actuales candidatos presidenciales están
personificando un papel simplemente, son actores desempeñando una labor (actantes
de un programa narrativo, según Greimas) o por el contrario, son auténticos
representantes de corrientes políticas que están interesados en llegar al poder?.
Simbólicamente, jugar significa desempeñar el papel que los seres humanos ejecutan
en el escenario de la vida. Conviene recalcar que la palabra “ilusión” se deriva de la
expresión latina “jugar o representar un juego”. ¿Es este juego político toda una
ilusión, un sueño, una esperanza, una ficción montada por el sistema de democracia
representativa? Otra pregunta: ¿Cómo captamos esta realidad política, este juego del
balotaje? Respuesta clara: a través de los medios de información, por medio de las
imágenes visuales y auditivas que percibimos. Es decir, por los signos que logramos
decodificar desde esas imágenes.
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Umberto Eco señaló que los signos siempre nos hacen conocer algo más, porque no
solo representan lo que transmiten, en una primera lectura. Por eso, un análisis sobre
estos signos políticos se realizará no solo sobre lo que aparece literalmente en las
imágenes, sino en aquello que nosotros fijamos o proyectamos sobre ella, consciente o
inconscientemente. Cada quien, pues, resultará dándole sentido a lo que observa,
percibe, escucha. Vale recordar que la imagen de las pantallas no es la verdadera
imagen de la realidad. La realidad la enriquecemos con la imagen y la imagen se
enriquece con la realidad. Hay una relación de complementariedad. Albert Galera ha
recordado que el lenguaje humano es el lugar de encuentro entre el ser humano y la
realidad. Es, en todo caso, en esos diversos lenguajes que captamos la realidad política
de este evento electoral tan peculiar que estamos a punto de concluir.
El cuerpo no miente
Desde la semiótica, los cuerpos humanos son considerados signos, porque comunican
sentimientos, emociones. Se pueden interpretar estos fenómenos como una
comunicación no verbal. Y está formada por lo que se consideran verdaderos sistemas
de comunicación, se estima que los más importantes son: el paralingüístico, el
kinésico y el proxémico. Cuando los protagonistas están representando papeles
importantes, sobre esas imágenes proyectadas, es posible leer significados profundos,
ya que socialmente adquieren características de personalidades simbólicas y por lo
tanto es posible decodificarlas.
El marco referencial planeado permite la siguiente interpretación, mezclando un poco
estos lenguajes no verbales. Morales tiene preparación profesional en actuación.
Maneja su expresión corporal con propiedad y ha educado su voz. Torres carece de
esta instrucción específica. Él sabe cómo hablarle a las cámaras. A ella se le complica
un poco. Él estuvo durante 17 años produciendo/actuando en programas cómicos
para hacer reír a la población, frente a las pantallas de televisión abierta. A ella su
actuación reciente en la política nacional, la arrastró una imagen negativa, que ha
logrado suavizar notablemente. Se le acusó de “mangonear” a su exmarido, de ser el
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poder tras el trono, de arrebatarle al vicepresidente Espada la función de
coordinación del gabinete ministerial. Ella, por su desempeño político en el gobierno
de Álvaro Colom, fue duramente criticada. A tal grado, que trascendió en un Wikileaks
que la embajada estadounidense la catalogaba como eficiente funcionara, pero
abrasiva. Ese concepto, sin embargo, la redimió ante muchos sectores que la miraban
como la Evita Perón, versión chapina. Un papel demasiado grande para sus
capacidades de actuación, por lo visto. Pero lo que no te hunde en política te eleva. Y
ahora el papel que viene jugando, en la presente campaña, es el de la madre-
compasiva-piadosa que vela por los marginados, por los desprotegidos del sistema y
sus votos están ubicados especialmente en el área rural. Casi un millón de
guatemaltecos terminaron por la colocar en el segundo lugar de preferencias en la
primera vuelta.
Estos son los retratos de ambos políticos, en este momento crucial, a pocos días del
evento electoral. Nadie apeas seis meses antes, podría haber imaginado este final
inesperado. El actor cómico y la exprimera dama peleando en el balotaje político
2015. Ahora, ambos han jugado sus mejores cartas, pero el cuerpo de cada quien los
ha delatado. Como símbolos que son, en este juego de representación electorales, los
candidatos se lanzaron ante audiencias presenciales masivas o ausentes pero
mediadas por los canales de televisión, las radios y los medios impresos. También por
internet y sus múltiples canales. Y sus signos se revelan en las siguientes líneas.
¿Señales claras?
Los cuerpos físicos de estos políticos han emitido claras señales de lo que son, aunque
él está mejor preparado para aparentar (con mayor posibilidad de que la gente le
crea). Esto es debido a su larga experiencia en actuaciones. Ella a penas si alcanza a
representar lo que pretende ser: una política profesional. Él sí logra proyectar
seguridad, algunas veces. Sus 17 años viviendo vidas diferentes a las suyas,
encarnando personalidades extrañas, han dado como resultado a un actor versátil. En
cambio ella, se ha venido preparando para interpretar el papel de la candidata
presidencial, pero proyecta algunos temores que son derivados, seguramente de esas
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debilidades histriónicas. Recordemos que Eco señala que todo lo que no te sirve para
mentir, no es útil para comunicar. Aquí, en la política guatemalteca, se cumple esta
premisa.
Jimmy Morales se presenta ante diversos públicos con un discurso limpio, producto de
su prodigiosa memoria de actor, entrenada durante años, porque si lograba
interpretar el guión rápido (a la primera de cambio) ganaba tiempo y dinero.
Recordemos que era rl gerente de la productora de sus programas, junto a su
hermano. El problema es que mientras ha logrado perfilar bastante bien su discurso,
su puesta en escena, el contenido es a veces vago y repetitivo. Los analistas lo
consideran débil ideológicamente. Se le cataloga como un político “light”. Su pulcra
actuación hacen olvidar esa faceta, muchas veces, pues denota seguridad en sus
apariciones e impacta positivamente, en especial entre las capas medias y bajas. Su
juventud y simpatía le ayudan en este cometido. En el rostro, recordaba P. Fabbri, se
concretan tres significados: los del saber, del poder y del querer. En Jimmy se marca la
apariencia que sabe, que puede… pero en especial que quiere ser presidente.
En tanto, en cada presentación pública que hace Sandra Torres y en especial ante las
cámaras de televisión, se le reconoce a una mujer que ha madurado políticamente,
que ha ido adquiriendo la buena capacidad de proyectarse, definir una mejor imagen
que antes y que ha logrado que se olvide un poco la “sandrofobia” (despertada por
ciertos medios de comunicación adversos) y que fue instalándose en algunos
segmentos medios y de clases poderosas, hasta convertirse en viral. Como positivo ha
sido calificado el contenido y nivel explicativo de su discurso, pues ha mejorado
mucho. Se ha suavizado aquella imagen de mujer controladora que tenía hasta hace
cuatro años. Tal vez el nuevo look más juvenil que proyecta hoy ha penetrado en
sectores que tradicionalmente la rechazaban. En el empresarial y el juvenil urbano
encontraba sus mayores enemigos. Hoy la toleran, por lo menos. Su imagen física,
incluso, es menos agresiva, pues aprendió a sonreír. Sus formas discursivas parecen
haber encontrado un buen cauce para parecer más convincente. Menos “áspera” como
la consideró la Embajada de EEUU hace cuatro años.
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Él, como actor, maneja su cuerpo con elegancia kinésica y genera señales de certeza en
su mirada, que clava amablemente en las cámaras. Fotografía bien, dicen los técnicos.
Ella refleja todavía muchas dudas desde su rostro, del que saltan constantes
expresiones de incertezas. Él se posesiona favorablemente del papel del candidato
presidencial. Se fue acostumbrando a ello. Se lo cree y lo hace magistralmente, aunque
también “mete la pata” porque su preparación política es muy reciente. Y cada vez que
ella aparece en pantalla, su mente estará pensado que quiere, que sí quiere
representar un papel digno, pero su cuerpo se niega de repente. Kinésicamente sale
no muy bien calificada. Y, a veces, queda mal. Demasiados signos de inseguridades
aparecen en sus ojos que se ven disminuidos, manifestando una sensación de estar
haciendo lo posible… pero con miedo que la “cachen” en alguna falsedad. Su mirada
transparenta ese terror escénico que experimentan aquellos que no son actores
profesionales. Los medios registran constantes titubeos en sus expresiones faciales,
son tantos que demuestra torpeza actoral y termina por proyectar poca seguridad
personal. El cuerpo no le responde, la voz (en momentos claves) se le quiebra. Se
confunde al pronunciar palabras. Y su rostro expresa incógnitas que no logra disipar,
ni reparar en ese momento y termina trasmitiendo algún grado de desconfianza.
En tanto, el cuerpo del actor Jimmy Morales emite signos corporales de plenitud y
concordancia con lo que quiere transmitir, Sandra Torres se desafina, se pierde. Su
humanidad casi se congela cuando debe emitir una opinión sobre algún tema que no
maneja, ni controla, por lo complejo. Pero cuando domina un asunto, sus ojos verdes
brillan y se traslada total control debido a sus expresiones corporales. Lástima que
demasiadas veces su garganta se convierte en un nudo atorsonante y termine por
emitir señales inequívocas de tener profundas dudas ¿existenciales?.
En cambio, él está preparado para dominar esas inquietudes que aquejan la aquejan a
ella y no se siente incómodo en escenarios públicos, debido a su indudable experiencia
de haber interpretados centenares de papeles cómicos. Pero lo que hoy pretende, es
hace el papel más serio y convincente de su carrera. Aunque los contenidos formales
de sus guiones políticos muchas veces resultan grandes para su capacidad intelectual;
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su mente, a veces, le juega malas pasadas. Ejemplo: al entrar en terrenos pantanosos
se le ocurre inventar palabras inexistentes. Algunas cómicas como “chantajiosa” o
“pistolización”. Este extraño síntoma ha generado serias dudas sobre su capacidad
para dirigir los destinos de un país tan complicado como Guatemala, porque en
actuación a eso se le llama improvisación. ¿Resultará este elemento positivo o
negativo para sus votantes el 25 de octubre? ¿Y para la política nacional?
Conclusiones
Ambos contendientes han asumido, según sus capacidades, las respectivas
interpretaciones que les ha tocado jugar en la arena política. Pero como personas de
carne y hueso sufren un tremendo desgaste emocional cada vez que se presentan
públicamente, puesto que son sometidos a fuertes presiones mediáticas. Ellos dos
saben que cada gesto suyo puede ser mal interpretado, que cada “buena o mala
mirada” va a ser amplificada por millares de veces (por los medios informativos) y
que cada acción u omisión será escrutada por todos los analistas políticos. A ambos
les encantan las cámaras y la luces de los reflectores, pero así como estos
instrumentos tecnológicos pueden ser sus buenos amigos… se pueden convertir
(fácilmente) en sus peores enemigos.
Ambos han definido sus propios guiones ¿o se los han definido sus asesores de la
forma más conveniente? Simbólicamente representan a dos corrientes opuestas.
Jimmy Morales ha venido perfeccionando el papel ideológico del joven conservador,
apegado a los valores más tradicionales de la sociedad guatemalteca. Simpatizantes
con las posturas derechistas lo ven con buenos ojos y le apoyan. Por supuesto que lo
prefieren los grandes empresarios, quienes saben que pueden hacer buenos negocios
con este neófito en política. A Sandra Torres le ha quedado bien jugar con una postura
más cercana a las corrientes de centroizquierda, dada su militancia en la cúpula de la
UNE. Los antimilitaristas la prefieren a ella, ante un contrincante considerado de
extrema derecha. Esta corriente, estima que es una mejor carta a jugar en los
próximos años, porque piensan que es peligroso retroceder democráticamente. Y esto
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se daría si Morales alcanza a ganar, ante la evidente presencia de los ideólogos y
fundadores del FCN-Nación, consideran los distintos matices de la izquierda.
Los desempeños de ambos candidatos pueden significarse como buenos, regulares o
malos de acuerdo a cada tema que han abordado en las últimas semanas, porque como
son signos políticos la sociedad los ha tenido bajo la lupa, tal vez como pocas veces
había ocurrido. Mal que bien, en esta ocasión, el imaginario de los guatemaltecos
jugará un papel más decisivo que nunca. Y aunque hay apatía electoral, alguno de los
dos debe ganar la presidencia el 25 de octubre. Los candidatos no convencen por sus
credenciales de poca monta, según los sectores más críticos. Y las opiniones están muy
dividas. Hay un sector que señala que no va ir a votar. Otro grupo más pequeños
señala que irá a marcar nulo en la papeleta, como muestra de repudio por que ambos
representan la continuidad de un sistema corrupto y que urge su transformación total.
Y la masa de votantes solo tiene la opción de demarcarse por él o por ella.
Cada vez que estos dos actores políticos se presenten públicamente, hay muchas
cámaras y micrófonos para captar sus imágenes y sus voces. Muchos teléfonos
celulares inteligentes, también lo hacen. Esas imágenes y esos audios dicen mucho,
mucho más de lo que los mismos políticos en contienda quisieran. Y seguramente les
gustaría evitar las malas valoraciones. Pero eso, eso no se puede en estos dorados
años de comunicaciones instantáneas. Es más, las redes sociales han estado jugando
un papel preponderante, saturados de mensajes “anti” más que todo, porque la WEB
representa un lugar para las diatribas más que para los cumplidos. Desde internet
todos los días se suben mensajes negativos en contra de ambos contendiente y casi no
se registran elementos positivos, tal vez porque al representar los niveles más altos
económicamente, pueden ser los perfiles mejor informados y más críticos de la
sociedad. Pero también, porque las redes sociales virtuales se han convertido en una
especie de mercado de chismografía al por mayor.
La semiótica tiene la tarea de desnudar esos signos que, durante la presenta campaña
electoral, han emitido Morales y Torres. Inconscientes algunos, totalmente
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intencionados otros, lo que se ha buscado es reinterpretarlos y descubrir sus aciertos
y fallas; sus debilidades como trampas y aquellos pequeños o grandes triunfos
derivados de las fortalezas de cada quien. Porque han sido actores que se
posicionaron políticamente con el afán de alcanzar el más alto poder político. Ambos
han utilizado una serie de simbologías que en muchas ocasiones son simples
manipuleos de signos desgastados y no representan la realidad de esos mensajes. Por
eso, el cuerpo puede ser el lugar de lectura de lo que realmente sienten estos dos
políticos (y todos los demás aspirantes a cargos públicos) ante lo cual resulta
relevante una lectura adecuada, de connotación (de segundas intenciones) y no de
simples signos denotados. Y, para finalizar, debemos recordar que una realidad muy
diferente es el discurso político que plantean estos actantes porque obedece a
programas narrativos bien definidos (buscar influir en los votantes) y otra muy
distinta es la verdadera realidad.
---------(*) Ramiro Mac Donald, guatemalteco, candidato a Doctor en Comunicación Social por la Universidad de las Artes, las Ciencias y la Comunicación UNIACC, de Santiago, Chile; Magister Artium en Comunicación para el Desarrollo y Licenciado en Ciencias de la Comunicación y por la Universidad Nacional de San Carlos de Guatemala. Fue Coordinador Académico del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rafael Landívar y ahora es Académico Docente en el área de Teorías de Comunicación y Semiótica. Por 10 años fue articulista semanal en el vespertino La Hora, desde donde desentrañaba la realidad nacional con una visión semiótica. Su opinión es consultada constantemente por medios de información. Actualmente es activo miembro de colectivos político-académicos.
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