El enamorado del cielo · un tiraje de xxx ejemplares, en impresora y Encuadernadora Progreso, S.A....

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El enamorado del cielo

Emilio Chuayffet Chemor

Secretario de Educación Pública

Alma Carolina Viggiano Austria

Directora General del Consejo Nacional

de Fomento Educativo

Edición

Dirección de Comunicación y Cultura

Versión escrita Rubén Fischer Martínez (El

enamorado del cielo)

Ilustración Alain Espinosa (El enamorado del cielo)

Primera edición: 1989 Décimo

cuarta reimpresión: 2014

D.R. © CONSEJO NACIONAL DE FOMENTO EDUCATIVO

Av. insurgentes Sur 421, col. Hipódromo CP 6100,

México, D.F. www.conafe .gob.mx

ISBN 978-968-29-2515-3

IMPRESO EN MÉXICO.

Esta obra se terminó de imprimir en junio de 2014, con

un tiraje de xxx ejemplares, en impresora y

Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V. (IEPSA),

Calzada San Lorenzo 244, col. Paraje San Juan, CP

09830, México, D.F.

El enamorado

del cielo Autor: Rubén Fischer

Ilustraciones: Alain

Espinosa

Para Empezar a Leer

En lo alto de un árbol vivían las hijas del

tecolote: seis pájaras muy bonitas

Muy cerca, desde su cueva, las miraba un

coyote que era muy enamorado. –Esas

pájaras están locas, ten cuidado con ellas

–le decía su nana coyota, pero el coyote ni

la oía.

4

Así cada noche el animal iba a aullar bajo

el árbol, para ver si algunas de las hijas del

tecolote se enamoraba de él.

Un día las pájaras se enojaron y se

escondieron en el cielo. El coyote las buscó

por todas partes pero no las encontró.

Una tarde las hijas del tecolote le gritaron

desde el cielo

¡Acá estamos, coyote chillón!

¿Cómo voy a llegar hasta allá? –se

preguntó. En eso los pájaros bajaron en

cinto y el coyote lo tomó con el hocico.

Pasaron varios días y el coyote no llegaba

al cielo. –¡Jalen más rápido! –pensaba

desesperado. Las pájaras jalaban y jalaban

el cinto, muy sonrientes.

Ya casi agarraba a una de ellas, cuando

otra cortó el cinto y ¡el coyote viene para

abajo!

10

Cuando el coyote llegó al suelo ya se

había muerto, ya estaba seco y sus huesos

se regaron por todo el cerro.

11

La nana lo andaba buscando cuando se

tropezó con los huesos. Los olió, se dio

cuenta de que eran los de su nieto coyote

y llorando los recogió.

En la cueva molió los huesos en un metate

y los guardó en una olla de barro. Luego

lloró durante cuatro noches.

Cansada de tanto llorar se quedó

dormida, hasta que la despertó el aullido

de muchos coyotes.

–¿Por qué aullarán tantos coyotes –se

preguntó– si el único que aullaba se murió?

Se asomó a la olla de barro y estaba vacía.

Los huesos molidos habían escapado.

15

Del polvo de los huesos del coyote

enamorado nacieron muchos coyotes y a

veces se les ve aullándole al cielo.

16

FIN