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CHINAEN LA AMÉRICA

COLONIAL

BIENES, MERCADOS, COMERCIO Y CULTURA DEL CONSUMO DESDE MÉXICO

HASTA BUENOS AIRES

Editorial Biblos

M A R I A N O B O N I A L I A N

CHINAEN LA AMÉRICA

COLONIAL

BIENES, MERCADOS, COMERCIO Y CULTURA DEL CONSUMO DESDE MÉXICO

HASTA BUENOS AIRES

Bonialian, Mariano China en la América colonial: bienes, mercados, comercio y cultura del consumo desde México hasta Buenos Aires / Mariano Bonialian; con prólogo de Josep Fontana. – 1ª ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblos-Instituto Mora (México), 2014. 263 pp.; 23 x 16 cm. - (Filosofía)

ISBN 978-987-691-283-9

1. Historia Americana. 2. Comercio. I. Fontana, Josep, prolog. II. Título CDD 909

Diseño de tapa: Luciano Tirabassi U.Imagen de tapa: Mapa en papel bambú de 1763, atribuido a Mo Yi Tong. Una contro-vertida interpretación ubica su realización original en 1418, por el navegante Zheng He; hipótesis rechazada por la comunidad académica de historiadores. Los contornos casi perfectos de los continentes, en especial el perfil costero americano, obligan a dudar de su autenticidad, aun para aquella primera fecha. Se incluye la imagen no sólo debido a su belleza estética sino porque advierte la estrecha relación, tanto representativa y simbóli-ca como geográfica, de un mundo integrado donde China y América eran piezas clave de la temprana mundialización.Armado: Ana Souza

Primera edición, 2014

D. R. © Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis MoraCalle Plaza Valentín Gómez Farías N° 12, San Juan Mixcoac, 03730, México, D. F.www.mora.edu.mx

D. R. © Editorial BiblosPasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Airesinfo@editorialbiblos.com / www.editorialbiblos.comHecho el depósito que dispone la Ley 11.723

ISBN 978-987-691-283-9 Editorial BiblosISBN 978-607-9294-40-3 Instituto Mora

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la trans-misión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Impreso en México/Printed in Mexico

Debo nombrar a muchos maestros, colegas y amigos que me alentaron a reunir en un libro varios de los trabajos que realicé en los últimos años. Quiero reconocer al profesor Josep Fontana, que mostró un since-ro interés por mis trabajos hasta el punto de aceptar mi ofrecimiento de realizar el prólogo de esta obra. Mi agradecimiento se extiende también a Carlos Marichal, Óscar Mazín, Guillermina del Valle Pavón, Johanna Von Grafenstein, Alejandro Daniel Falco, Graciela Márquez, Nicolás Kwiatkowski, Stefan Rinke, Carlos Martínez Shaw y Bernd Hausber-ger. Todos ellos me regalaron parte de su tiempo realizando agudas observaciones sobre algunas de las problemáticas que aparecen en los textos. Una mención especial al maestro, colega y amigo José Emilio Burucúa, quien me alentó en las primeras exploraciones de la investi-gación y apostó por mí en momentos de gran incertidumbre. También mi agradecimiento a Emelina Nava García por la confección del mapa.

Gran parte del acervo documental en el cual se apoyan los argu-mentos de China en la América colonial se realizó gracias a una beca posdoctoral otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Cien-tíficas y Técnicas (Conicet, Argentina). También mi agradecimiento a esta institución. No puedo dejar de mencionar al Instituto Mora de la ciudad de México, a su planta directiva y su personal editorial, quienes mostraron plena disposición para la edición de esta obra. Agradezco a los evaluadores anónimos que a través de agudas y exigentes observa-ciones me ayudaron a mejorar el trabajo. Claro está que los eximo de toda responsabilidad sobre los planteos e interpretaciones que apare-cen aquí.

Quiero dedicar el libro a Paula Zagalsky; compañera que en momen-tos delicados de la vida me apuntaló para no renunciar a este proyecto.

Agradecimientos

PrólogoJosep Fontana ..................................................................................... 11

Introducción ..................................................................................... 17

I. Periferia centralizada: México y el modelo comercial con China, España y el Perú ......................................................... 27México: corazón mercantil del imperio .............................................. 271580-1640: México y el auge de la plata potosina ............................. 351680-1740: México y el colapso de las ferias de Portobello ............... 561779-1784: México y el modelo legal en el contexto de “libre comercio” .................................................................................... 74Conclusiones ........................................................................................ 82

II. La ruta hispanoamericana de la seda china ........................ 87La ruta de la seda: desde Filipinas hasta Santiago de Chile o Buenos Aires ..................................................................................... 89Razones del ingreso de seda china por Hispanoamérica ................ 106

III. Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires durante el siglo xviii ......................................... 119Horizontes planetarios para el estudio de realidades coloniales .... 119Las fuentes: los inventarios .............................................................. 123La “feria de Pekín” en el Perú colonial: comercio y consumo (1680-1740) ......................................................................................... 128Buenos Aires, Córdoba y los ejes geohistóricos del imperio ............ 135El boom de las telas y los tejidos de China por Córdoba y Buenos Aires ..................................................................................... 140

Índice

De Lima hacia Córdoba: el caso del capitán Buitrón y Mujica ....... 149Vajilla, loza y cerámica china (1750-1800) ...................................... 157Loza y seda chinas en manos de los jesuitas ................................... 168Occidentalizando lo oriental, orientalizando lo occidental: la metamorfosis de los bienes ........................................................... 172Conclusiones ...................................................................................... 181

Conclusiones generales ................................................................ 185

Apéndice documental Nº 1 ................................................................ 187Apéndice documental Nº 2 ................................................................ 191Apéndice documental Nº 3 ................................................................ 196Glosario de términos para el Apéndice documental Nº 3 ................. 247

Archivos ........................................................................................... 249

Bibliografía ..................................................................................... 251

El eurocentrismo que ha dominado tradicionalmente la investigación histórica ha llevado a buscar los orígenes de la civilización en el Medi-terráneo y la modernidad en la expansión de Europa por el Atlántico, ignorando un foco esencial del desarrollo de la cultura humana, que es el área marítima que comprende los mares de China, el océano Índico y el Pacífico occidental. El espacio del Índico que se extiende desde las costas orientales de África hasta el sudeste asiático, que penetra hacia el Mediterráneo por el mar Rojo y hacia el Próximo Oriente por el golfo Pérsico, ha sido desde los orígenes de la civilización un lugar de navega-ción frecuente, gracias a la regularidad de los monzones, que soplan de sur a norte en verano, y de norte a sur en invierno, y que hacen posible recorridos a larga distancia.

Hace dos mil años, por los inicios de la era cristiana, se produjo en el Índico “un espectacular florecimiento de civilización y comercio a lar-ga distancia… en que el tráfico marítimo evolucionó del transporte de pequeñas cantidades de productos de lujo al movimiento anual de mi-llares de pequeñas embarcaciones que llevaban tanto artículos de lujo como productos de consumo cotidiano”, en una densa red de tráficos que iban desde Madagascar hasta el sur de China.1 Estos intercambios llegaron a adquirir tanta importancia que se ha dicho que entre 1250 y 1350 estaba en plena formación un mercado mundial, uno de cuyos focos vitales era el que se extendía de las costas de África a Insulindia y a las etapas de las caravanas del Asia Central, y que tenía como sus dos motores esenciales la economía china y la cultura islámica.2

1. McPherson, The Indian Ocean, 1993.

2. Abu-Lughod, Before European Hegemony, 1989.

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Prólogo

Josep Fontana

Josep Fontana

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En un extremo de este circuito estaban las ciudades-estado del este de África, como Kilwa, una población con mezquitas y palacios, habi-tada por gentes de las más diversas procedencias, que debía su impor-tancia al hecho de controlar la producción de oro del interior de África (del reino de Monomatapa, del cual se conservan las grandes ruinas de Zimbabue, la “gran casa de piedra”) y cuyos comerciantes llegaban has-ta el sudeste asiático, donde intercambiaban sus productos por los de China. En el otro extremo de esta ruta estaba precisamente China, la que el viajero musulmán Ibn Batuta nos ha descripto como una ciudad comercial que era “la mayor que mis ojos han visto en toda la tierra, con una longitud que equivale a tres días de marcha”. Se componía de seis recintos protegidos por una gran muralla exterior, en uno de los cuales vivían judíos, cristianos y zoroastrianos, y en otro, los musul-manes. Era una época en que China había roto su aislamiento y en que grandes juncos que podían transportar hasta cuatrocientos pasajeros frecuentaban los puertos del sur de la India. Más adelante, cuando el comercio exterior chino se replegó, los contactos se realizaron en los puertos de las ciudades comerciales de Malasia, como Melaka, que a fines del siglo xv contaba con una población que se ha estimado de entre cincuenta mil y doscientos mil habitantes, adonde acudían centenares de comerciantes de Arabia, Persia, Indonesia, India y China: una ciu-dad en la que se hablaban 84 lenguas y que era posiblemente el mayor centro comercial del mundo en aquella época. Del siglo xiv al xvi estos flujos, controlados esencialmente por navegantes y comerciantes mu-sulmanes, llegaron a su momento de mayor florecimiento. Los tráficos se extendían a mercancías de consumo como cobre, hierro, arroz o ca-ballos, transportados en grandes embarcaciones que llevaban también peregrinos: musulmanes que iban a la Meca, hindúes que se dirigían a Benarés, budistas en viaje hacia Sri Lanka e incluso cristianos asiáti-cos, nestorianos fundamentalmente, que iban a Etiopía, siguiendo las huellas de Santo Tomás.

Cuando los españoles llegaron a contactar con este sistema, a partir de su instalación en Filipinas, traían consigo la plata de las Indias, que se insertó en la compleja circulación monetaria del Asia oriental, mo-vida por la insaciable apetencia de plata de China, lo que era, a su vez, una muestra de la capacidad de su economía para exportar mercan-cías.3 El peso mexicano se convirtió así en una moneda de circulación

3. Hamashita, China, 2008.

Prólogo

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mundial, como antecedente del dólar (no hay que olvidar que el signo con el que representamos habitualmente el dólar no es más que una simplificación del reverso de la moneda española, con las dos columnas del estrecho de Gibraltar que figuran a ambos lados del escudo y la cartela del “plus ultra”). De la amplitud de la circulación de estos pesos dan buena prueba las monedas acuñadas en México a fines del siglo xviii que llegaron posteriormente a España, a partir de la apertura de la ruta comercial de Cádiz a Manila, y que circularon por el país llevando impresas las marcas características de los banqueros chinos.

A este ejercicio de repensar la evolución de la economía mundial, y el papel del imperio español en ella, ha contribuido Mariano Ardash Bonialian con diversos trabajos, entre los que destaca su libro El Pa-cífico hispanoamericano: política y comercio asiático en el imperio es-pañol, 1680-1784. La centralidad de lo marginal, donde reivindica la importancia que tuvo hasta la primera mitad del siglo xviii el tráfico en el Pacífico, no sólo por cuanto se refiere al galeón de Manila, sino por la redistribución posterior de las mercancías hacia los puertos del sur.

Un mercado del Pacífico americano que ignoraban de hecho los go-bernantes españoles, como puede verse por los planteamientos que hacía Rodríguez Campomanes en sus “Apuntaciones” de 1788.4 En aquellos momentos había cesado ya el viejo sistema de los galeones a Portobelo, cuyas mercancías cruzaban el istmo y proveían el sur a través de Lima. Desde la paz de Aquisgrán, que había dado fin a la “guerra de la Oreja de Jenkins”, el comercio se efectuaba en registros por el Cabo de Hornos, lo cual había estimulado el tráfico en “la Mar del Sur”, aunque siguiese controlado por el Consulado de Lima, algo que Rodríguez Campomanes aspiraba a transformar, con el fin de “aumen-tar aquel tráfico interno, removiendo el monopolio del consulado”.5 Los gobernantes españoles parecían ignorar el desarrollo que había alcan-zado el comercio en esta área, sobre todo después de la legalización del

4. “Apuntaciones de lo que importa averiguar para resolver con acierto el gran problema de si conviene a la España en el comercio de las Indias occidentales seguir el sistema antiguo o una libertad indefinida”, en Rodríguez Campomanes, Inéditos políticos, 1996, pp. 7-60.

5. Sobre las limitaciones a que el control de los comerciantes peruanos sometía las activi-dades económicas de los de Chile, Ramírez Necochea, “Antecedentes”, 2007, ii, pp. 68-73 y 100-110.

Josep Fontana

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tráfico entre Acapulco, Filipinas y Perú entre 1779 y 1783, con motivo del bloqueo del Atlántico durante la guerra angloespañola en ocasión de la independencia de los Estados Unidos. Hasta tal punto que Rodríguez Campomanes, que era consciente del importante papel que tenía el con-trabando para suplir las deficiencias del aprovisionamiento que llegaba a las colonias desde la metrópoli, consideraba necesario diseñar una política adecuada a las necesidades de expansión en este espacio, para lo cual había que comenzar estudiando mejor los puertos del Pacífico, “con los ríos navegables que hay a la banda del norte” (puesto que era precisamente “la internación por los ríos” la que, en su opinión, había facilitado la penetración del comercio de los extranjeros) e “indagar los hechos y artículos que forman el comercio de la Mar del Sur”, puesto que “serían muy aventuradas las providencias que estuviesen destitui-das de estas luces”.6

Esta nueva contribución de Bonialian sobre China en la América colonial. Bienes, mercados, comercio y cultura del consumo desde Méxi-co hasta Buenos Aires profundiza en temas como el de la importancia de México como “corazón mercantil del Imperio”, en un análisis a largo plazo que muestra la forma en que la metrópoli fue perdiendo el control del ámbito peruano, que pasaría a ser dominado desde la Nueva Espa-ña. Su aporte más innovador es seguramente el que viene a rebatir la imagen tradicional de un comercio asiático limitado a productos de lujo para el consumo de las clases superiores, para sostener, por el contra-rio, que “gran parte de los bienes chinos que se consumían en la Améri-ca colonial se asocian a una cultura de consumo cotidiano en la que sus elementos articuladores se centran en la baratura de los precios de los objetos, su sencillez, su adaptación para responder a los hábitos locales americanos y su mediana u ordinaria calidad”. Sólo así puede explicar-se la amplitud de su difusión, que llevaba a un observador a decir en la Lima de 1745 que “parece haberse abierto la feria de Pekín”. Una difusión que corrobora muy especialmente su estudio sobre “Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires durante el siglo xviii”, elaborado a partir de una base de datos en que ha recogido toda una serie de informaciones, tomadas de inventarios y testamentos, sobre la presencia de artículos chinos, en especial tejidos y cerámica, en la gobernación de Tucumán y en Buenos Aires.

6. Una ignorancia que llega al extremo en lo que se refiere a Filipinas, donde reconoce que “el tráfico interior de las Indias e islas Filipinas es casi del todo desconocido a la nación”.

Prólogo

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Las consecuencias a que nos lleva este replanteamiento apuntan a mucho más que a una simple revisión del papel y la importancia del comercio con China. Hace tiempo que sabemos que la imagen del comercio colonial que nos proporcionan las cifras oficiales registra-das por la administración española no es fiable, como lo demuestra el contraste que existe entre la caída del tráfico de metales preciosos oficialmente registrados en el siglo xvii (a fines del cual había queda-do reducido al 10% de las cifras de su inicio), y el hecho de que entre estas mismas fechas de comienzo y fin del siglo hayan aumentado de manera espectacular las exportaciones de Holanda e Inglaterra hacia los mercados asiáticos de unos metales preciosos que habían de ser en su mayor parte de origen americano, que pasaron de 3 millones de pe-sos al año hacia 1600 a más de 6 millones hacia 1700. Si el grifo ame-ricano se hubiese cerrado, como sugieren las cifras oficiales españolas, este aumento sería imposible y Europa se hubiera encontrado en 1700 falta de circulación monetaria y con sus tráficos intercontinentales colapsados, lo cual no sucedió.7

Más necesitada aún de revisión está la imagen que tenemos del fun-cionamiento económico de las colonias, que no puede entenderse si no enriquecemos los datos del tráfico con la metrópoli con los que han de proporcionarnos un mejor conocimiento de los intercambios intercolo-niales e intracoloniales. Es ésta la línea a que apuntan los plantea-mientos de Bonialian al sostener que “la vía del comercio oriental [...] constituyó un engranaje necesario y clave para poner en marcha un gran tejido mercantil integrado por circuitos comerciales del Atlántico y del Pacífico plenamente articulados”.

Los trabajos de investigación de Bonialian nos aportan así elemen-tos muy valiosos para la necesaria revisión de la imagen global de la economía colonial americana.

Barcelona, 2013

7. Attman, The Bullion, 1981; Bernal, La financiación, 1993; Morineau, Incroyables ga-zettes, 1985; Everaert, De internationale, 1973; Álvarez Nogal, “Las remesas”, 1998, Nº 2, pp. 453-488.

En mayo de 2012, al recorrer la ciudad de San Francisco (Estados Unidos), tuve interés en visitar el famoso Chinatown, el barrio chino más antiguo de América del Norte y donde se encuentra su comuni-dad más numerosa fuera de Asia. Recorriendo sus tiendas y comer-cios, me asombré de los variados objetos que estaban en venta. Había finísimos muebles antiguos que sólo podían ser adquiridos por turistas con importantes fondos en sus tarjetas bancarias y familiarizados con un consumo refinado. En un humilde comercio vecino, a sólo diez pasos de aquella lujosa tienda, otro comercio chino ofertaba en dos canastos separados tejidos de seda y porcelana que cualquier trabajador de la ciudad, a pesar de su reducido salario, podía llegar a comprar. Días des-pués, a miles de kilómetros de San Francisco, en la pequeña ciudad de La Falda, ubicada en la provincia de Córdoba, de la República Argen-tina, dos mujeres pasaban caminando por su reducido centro comercial conversando sobre los artículos disponibles en los negocios de ropa. Les escuché decir algunas frases que en el día de hoy nos resultarían muy familiares: “¡Todo por 2 pesos!... debe ser chino” o “qué barata es esta camisa, estará hecha en China ¿será de buena calidad?...”. Estas situa-ciones cotidianas nos sugieren reflexiones sobre el fenómeno histórico de la mundialización. El mundo actual se globaliza cada vez con mayor intensidad. Los ojos de políticos y líderes económicos del mundo capi-talista posan con asombro la atención en el crecimiento exponencial de la economía china y en su papel de liderazgo alcanzado en el concierto mundial. Sin embargo, cuando desandamos el camino a través de la in-vestigación histórica, se puede comprender que la “invasión” y el actual consumo masivo de productos chinos por los mercados de todo el mundo no son un fenómeno nuevo de estos tiempos. Aunque nos resulte asom-broso, muchas de las características que hoy notamos como singulares,

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Introducción

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como la de una supuesta e inédita penetración de la economía china en América o la de un imperialismo asiático que devora mercados mundia-les, superando la gravitación generada por la eurozona y por Norteamé-rica, son más bien expresiones de disputas geopolíticas y estratégicas internacionales que hunden sus raíces en el pasado.

La historiografía reciente comienza a reconocer la necesidad de asociar los procesos históricos del Antiguo Régimen o de lo colonial al escenario imperial o mundial. Para llegar a construir una historia de larga duración con horizontes planetarios –que aquí nos compete pues contemplamos casi tres siglos– resulta indispensable valorar los apor-tes que desde varias décadas nos viene ofreciendo una historiografía dedicada al universo de lo local y regional. La rígida oposición historia mundial/historia local, con la que lamentablemente nos estamos fami-liarizando en estos tiempos, nos obliga a pensar que ambos relatos his-tóricos son dicotómicos, irreconciliables; premisa completamente falsa. Al fin de cuentas, una forma de hacer historia se alimenta de la otra, se necesitan mutuamente. Más que entidades antagónicas estaríamos en presencia de dos formas complementarias de comprender el pasado. El problema se presenta con los estudios históricos que parten de una mi-rada contemporánea aplicando la noción errática de espacio nacional; elemento analítico que se corresponde ciertamente a otra circunstancia histórica.

Nuevas categorías historiográficas aportan renovada luz para com-prender la naturaleza y la dinámica de los espacios hispanoamericanos. Nos referimos a las nociones de eje geohistórico o nodo espacial que parecen acomodarse bastante bien a las explicaciones de cada territorio de las Indias en su “procesos de incorporación” a la monarquía hispá-nica. Son términos que no sólo se desligan de la perspectiva nacional, sino que dan cuenta de la cosmovisión de los contemporáneos y de la complejidad histórica de la época. Complejidad que se percibe cuando vemos que cada reino o espacio cuenta con poder, con una autonomía política que no cumple necesariamente con las directrices que se vier-ten desde lo que se entendería como “centro” político imperial.1 Habría que considerar también el crecimiento de los trabajos rastreando redes sociales, económicas y culturales que se expanden por el territorio del

1. Mazín y Ruiz Ibáñez, Las Indias Occidentales, 2012. Sobre el concepto de eje geohistó-rico véase el ensayo de Carmagnani que aparece en esta misma compilación: “La organi-zación”, 2012, pp. 331-356.

Introducción

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imperio. Nos encontramos aquí con una noción analítica que, al igual que la categoría de eje geohistórico, manifiesta la enorme cuota de po-der e influencia de las elites locales en cada reino de las Indias al dis-poner de mallas sociales centradas en las colonias y que superan la frontera imperial y escapan al control de la ley o del poder central.2 La noción de red parte de la historia local, pero nos ofrece pistas históricas para el análisis de procesos más amplios y generales. Como se verá, el presente libro comparte de algún modo estas formas de historiar; ese interés desdoblado y contradictorio que asumimos por lo general y lo individual, por lo grande y por lo pequeño al mismo tiempo.

China en la América colonial intenta acercar aspectos de la cultura material asiática que llegan a plasmarse sobre la realidad hispanoame-ricana. Viene a profundizar algunas de las problemáticas expuestas en un libro anterior: El Pacífico.3 Allí tuvimos la oportunidad de explorar el oculto universo de circuitos comerciales que unen Hispanoamérica con el espacio asiático y el curso que va tomando entre 1680 y 1784 la política económica española con el fin de contrarrestar sus efectos sobre el Atlántico. Un tema tan amplio como el que trata El Pacífico necesa-riamente abre un abanico de interrogantes. El libro que nos convoca en esta oportunidad no sólo intenta responder varias de estas líneas que quedaron abiertas, sino que también aspira a revisar críticamente al-gunos de los postulados señalados en su momento en El Pacífico. Eso sí, se insiste en colocar como punto de perspectiva ese entorno geopolítico para llegar a reconocer que la cultura económica hispanoamericana se nutre del mundo asiático oriental de una manera asombrosa, directa y determinante.

Todavía no nos hemos percatado de la importante influencia econó-mica que logra generar el imperio chino de las dinastías Ming o Ching en las experiencias históricas del mundo hispanoamericano. A diferen-cia del sistema europeo, donde la expansión territorial, la formación de imperios comerciales y los intercambios de larga distancia constituyen mecanismos de competencia interestatal, la vía de desarrollo de la Chi-na se presenta como la antítesis. En los siglos que aquí nos ocupan, China no muestra interés por la expansión oceánica y prioriza el co-

2. Ibarra y Valle Pavón (coords.), Redes sociales, 2007; Yun Casalilla (ed.), Las redes del Imperio, 2008.

3. Bonialian, El Pacífico, 2012.

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mercio local, doméstico, antes que el de larga distancia.4 Lo asombroso de todo esto es que a pesar de esta vía egocéntrica de desarrollo político y económico, su cultura material se “exporta” y llega a jugar un papel destacado tanto en la realidad colonial americana como en la europea. Aquí se estudiará el aspecto hispanoamericano de este gran fenómeno mundial, profundizando en sus resultados más concretos vinculados a la circulación y al consumo de productos procedentes de Asia. Se deja de lado la indagación en torno a las condiciones de producción y de cir-culación de esos bienes en la propia China y los agentes responsables para su salida hacia América.5

China en la América colonial es una recopilación de tres trabajos. Entre ellos se traza una temática común, un hilo conductor que da sen-tido a su publicación colectiva. Se destaca la lógica de circulación de una variada canasta de artículos chinos por diferentes mercados hispa-noamericanos y la cultura económica gestada en torno a su consumo. Se atienden los actores económicos y políticos responsables de su en-trada al continente, los mercados por donde circulan, así como también las razones que motivan su comercialización frente a una legislación que intenta prohibirlo durante gran parte del período colonial. Es un mundo poco revelado o al menos no tuvo gran reconocimiento por los propios contemporáneos. Los trabajos se trazan por diferentes espacios coloniales como la Nueva España, Panamá, el Perú, la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires (lo que será luego de 1776 el virreinato del Río de la Plata). Aquel conjunto de problemáticas se aborda en el marco de los juegos de intercambios que se desatan por el imperio, en una relación de tensión-complementariedad entre las fuerzas económicas trasatlánticas y transpacíficas.

El trabajo inicial se titula “Periferia centralizada: México y el mo-delo comercial con China, España y Perú”. Lo ubicamos como texto in-augural porque nos ayudará a comprender de manera más integral los restantes trabajos del libro. En él se propone una forma de incorporar el comercio chino en el armado de la estructura mercantil que se cons-truye por toda la América hispana colonial. Se ocupa de desentrañar el funcionamiento de un inédito modelo mercantil a escala continen-tal con epicentro en la Nueva España, en el cual el comercio de China

4. Arrighi, “Estados”, 2005, pp. 339-352.

5. Parte de la problemática sobre la circulación marítima se aborda en Bonialian, El Pacífico, 2012.

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practicado entre las islas Filipinas y el puerto de Acapulco cumple un papel destacado y gravitante. Intentamos argumentar que el comercio asiático –lejos de ser un elemento marginal o excepcional de las lógicas mercantiles coloniales– constituye un engranaje necesario y clave para poner en marcha no sólo los circuitos oficiales de comercio, sino también los flujos ilegales que germinan por cada rincón del imperio. El comer-cio asiático forma parte de un gran tejido mercantil hispanoamericano plenamente integrado y articulado entre los circuitos del Atlántico y del Pacífico. Pensamos que el comercio asiático ya no puede definirse como un complemento auxiliar, como accesorio, del comercio ultramari-no. Cumple en él un rol protagónico al ser una pieza crucial para dina-mizar los circuitos trasatlánticos hacia la Nueva España y los que ésta genera con el Perú. Notaremos que gracias a esta inédita estructura comercial se logra generar una poderosa corriente de mercancías asiá-ticas y europeas que van desde la propia Nueva España hacia el Perú por la Mar del Sur. Una corriente mercantil con la fuerza y la capacidad para reemplazar la vía de intercambios directos que enlazan España con Portobelo en su función de abastecimiento de productos extranjeros sobre el espacio colonial del Perú. Veremos que la razón de la existencia y del desarrollo de la estructura comercial a escala imperial se explica-ría porque compromete los intereses de las corporaciones consulares del imperio, a pesar de que tal tejido no llega a tener, al menos hasta mitad del siglo xviii, el reconocimiento oficial de la Corona española.

El segundo de los trabajos, “La ruta hispanoamericana de la seda china”, expone el largo camino que se edifica en torno a la seda asiática durante los tres siglos coloniales. Un trayecto que iba desde Filipinas, pasando por México, Centroamérica, Ecuador, Perú hasta alcanzar di-ferentes puntos de la América del Sur, como la ciudad de Santiago de Chile y Buenos Aires. Es una pieza clave que daría identidad al mundo colonial del Pacífico y que vendría a motorizar, por esa misma área de las Indias, a la estructura de comercio que se expone en el primer traba-jo del presente libro. El análisis nos presenta a la ruta de la seda como una verdadera plataforma de movimiento de bienes que permite aceitar las relaciones de intercambio entre puertos del Pacífico y los mercados internos coloniales de Hispanoamérica. Ella no se manifiesta de ma-nera explícita; es decir, no se reconoce institucionalmente. Funciona de manera informal, encubierta, aprovechándose de las prácticas de intercambio de corta y media distancia que se generan en torno a otros objetos de producción local y mundial. Lo cierto es que la ruta de la seda china alcanza una fuerza intrínseca tan poderosa que logra condicionar

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los ritmos y las vías de los flujos trasatlánticos establecidos entre Espa-ña y América. Las últimas páginas del texto se ocupan de identificar y fundamentar las razones de su nacimiento y desarrollo. Una de aque-llas razones estaría en el tipo de consumidor al cual responde; elemento nodal para comprender su magnitud.

El último texto, “Los objetos de China en la cultura material de Cór-doba y Buenos Aires durante el siglo xviii”, estudia la cultura económi-ca que giraba en torno de los bienes chinos en espacios marginales del imperio. Allí se propone que la cultura material de lo asiático no es un fenómeno social reducido a los espacios de México y del Perú. Apoya-do en un riguroso apéndice documental, se comprueba que la fuerza económica de lo chino supera las fronteras de las economías regiona-les, las administrativas y también las políticas, alcanzando rincones que podríamos considerar “periféricos” del espacio continental, como la gobernación de Tucumán y Buenos Aires. Hacia mitad del siglo xviii Lima es considerada como una “feria de Pekín”. El calificativo no sólo se explicaría por los bienes asiáticos que circulan y se consumen en la propia ciudad, sino también en contar con un excedente de ellas que la convierten en un punto redistribuidor hacia otros mercados regio-nales, alcanzando incluso el puerto atlántico de Buenos Aires. Consi-derando las transformaciones de la coyuntura mercantil que vive el imperio español durante el siglo xviii, en el trabajo se identifican las diferentes vías de ingreso que hicieron posible el consumo de telas y cerámica asiática -tanto las edificadas por el espacio del Pacífico como las del Atlántico- y los actores o grupos sociales que participan en su tráfico y consumo. Un apartado particular merecerá el fenómeno de la “metamorfosis” de los bienes orientales; esa suerte de juego que el fenómeno de la mundialización provoca en los bienes, ya sea occiden-talizando lo oriental u orientalizando lo occidental.

Ahora bien, China en la América colonial invita a un diálogo con una valiosa historiografía de vertientes diferentes ¿Cómo lograr enu-merar todos los trabajos históricos que aportan reflexiones sobre te-mas tan variados? ¿De qué manera reseñar de la manera más sinté-tica posible la rica y multifacética historiografía abocada a la historia del comercio, a la historia del consumo, a la historia del Pacífico, de China o aun, a la historia colonial de cada espacio hispanoamericano? Nos resulta imposible tan sólo presentar aquí el aporte que nos brin-da cada texto con diferente impronta. El lector encontrará al final de este libro una extensa bibliografía que analiza los diferentes espacios y problemáticas. No obstante, y con el inevitable riesgo de incurrir en

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algún olvido, nos tomamos el atrevimiento de citar algunas obras que resultan pilares fundamentales al momento de pensar la problemá-tica. Entre las grandes obras sobre la historia del comercio atlántico mencionemos a Morineau, Incroyables, 1985; Bernal y Martínez Ruiz, La financiación, 1993; Everaert, De internationale, 1973; García-Ba-quero González, Cádiz y el Atlántico, 1976; los dos trabajos de García Fuentes, El comercio, 1980 y Los peruleros, 1997; y Walker, Política española, 1979. Los trabajos sobre la historia del Pacífico que conside-ran no sólo el contacto de China con México, sino también con el Perú están: Chaunu, Les Philippines, 1960; y el famoso escrito de Schurz, The Manila Galleon, 1959; también citemos a Bernal, “La Carrera”, 2004; Spate, El lago español, 2006; Borah, Comercio y navegación, 1975; Yuste, Emporios, 2007; Iwasaki Cauti, Extremo Oriente, 1992; Malamud Rikles, Cádiz y Saint Maló, 1986; y Navarro García, “El co-mercio”, 1965. Sobre la historia económica novohispana: Borah, Silk Raising, 1943; Hoberman, Mexico’s, 1991; Romano, Coyunturas, 1993; y Carmagnani, “La organización”, 2012. En el caso de la historiografía económica colonial sobre el Perú y Buenos Aires: Céspedes del Castillo, Lima y Buenos Aires, 1947; Paz-Soldán, El Tribunal, 1956, y junto con Céspedes del Castillo, Virreinato, 1955; Assadourian, El sistema, 1982; Suárez, Desafíos, 2001; Lohman Villena, Historia marítima, 1973; Moutoukias, Contrabando, 1988; y Tandeter, “El eje Potosí”, 1991. So-bre la historia general de China: Hamashita, China, 2008; Feng y Shi, Perfiles, 2001; Impey, Chinoiserie, 1977. Trabajos sobre historia de la mundialización: Pomeranz y Topik, The World, 2006; Gruzinsky, Las cuatro partes, 2010. Finalmente, para una aproximación general sobre la historia de la cultura material y el consumo: Smith, Investigación, 1958; Bauer, Goods, 2001; McKendrick, Brewer y Plumb, The Birth, 1982, De Vries, La revolución, 2009; Torras y Yun, Consumo, 1999; Carmagnani, Las islas, 2012; Curiel, “Consideraciones”, 1992; y Porro, Astiz y Rospide, Aspectos, 1982. Claro está que los aportes historiográ-ficos no se agotan en este breve listado.

Este conjunto de corrientes historiográficas son fundamentales en el intento por demostrar la honda gravitación de los bienes chinos como portadores de valor en la cultura material hispanoamericana. Una no-table influencia que se plasma en la extensa geografía continental que trasciende el virreinato de la Nueva España y no se ata a los límites pautados por la legislación española. Ahora bien, el tema es identificar las razones de esta expansión; los motivos que alientan a que sedas, porcelana y otros objetos del Asia franqueen confines locales, regionales

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y administrativos. Se abre así un abanico de interrogantes que vale la pena instalar sobre la mesa de debate. Primero: ¿cómo explicar que la ropa de la China y otros objetos del Oriente se movilicen y se con-suman desde Cantón hasta rincones remotos de la región sudamerica-na, haciendo caso omiso a la legislación peninsular? Segundo: se sabe que por el lado atlántico también arriban de manera legal y frecuente finos y distinguidos artículos europeo; entonces ¿es la sed de consu-mir unos exquisitos y exóticos objetos orientales lo que explicaría la puesta en marcha de una titánica circulación por todo el continente? Tercero, ¿debemos tomar de manera acrítica esa enorme cantidad de denuncias que sostienen la fuerte y exitosa competencia que generan los bienes asiáticos sobre los artículos europeos llegados por el franco atlántico hispanoamericano? O más bien ¿estaríamos en presencia de dos enormes corrientes económicas oceánicas, la Atlántica y la Pacífica, que vendrían a complementarse al responder a dos tipos diferentes de mercados consumidores? Los textos aquí reunidos intentan responder a este conjunto de interrogantes.

Es un hecho comúnmente aceptado por la historiografía que las im-portaciones de bienes asiáticos realizadas por el puerto de Acapulco con-sisten en objetos lujosos y suntuarios destinados a los círculos de elite de la sociedad colonial. Las investigaciones de Curiel y Abby Sue Fisher para el caso del espacio novohispano, Kuwayama atendiendo la eviden-cia de cerámica china en el Perú y Porro Girardi, Astiz y Rospide sobre los objetos de lujo para la región de Buenos Aires dan cuenta de este es-cenario.6 Nadie podría negar el fenómeno. Los testamentos e inventarios de grandes familias novohispanas y peruanas confirman el fenómeno. Pero si nos conformamos con este dibujo histórico, estaríamos pintando un cuadro incompleto y parcial que no alcanzaría a descifrar las pro-fundas lógicas de conexión que se establecen entre los continentes. Si conceptualizamos los productos chinos como bienes de elite y reduci-dos a un marco geográfico particular de Hispanoamérica, estaríamos haciendo una lectura aislada de una gran problemática. Porque sería arriesgado sostener que tan sólo un consumo de elite de bienes chinos

6. Fisher, “Trade Textiles”, 2006, pp. 184-185; Curiel, “Consideraciones”, 1992, pp. 127-160; Kuwayama, “Cerámica china”, 2000-2001, pp. 20-29; Porro Girardi, Astiz y Rospide, Aspectos, 2 vols., 1982. El escenario de suntuosidad de los géneros asiáticos es una visión general que también se encuentra en estudios sobre historia europea y mundial. Véase por ejemplo: Gruzinsky, Las cuatro partes, 2010; Berg, “New commodities”, 1999, pp. 63-87, y McKendrick, Brewer y Plumb, The Birth, 1982.

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fabrique una gigantesca red de circulación como la que develaremos en el presente libro.

En efecto, nuestra hipótesis nodal va en una dirección opuesta a aquella imagen. La relación económica que se desprende de China ha-cia la América colonial no estaría asentada sobre unos pocos y aislados mercados de elite. Los bienes chinos no estarían dirigidos sólo y exclu-sivamente a mercados de lujo. Lo asiático tendría una fuerza mucho más poderosa en las Indias Occidentales y un efecto de arrastre sobre sus mercados que todavía no llegamos a valorar en su justa dimen-sión. Gran parte de los bienes chinos que se consumen en la América colonial se asocia a una cultura masiva del consumo, en la que sus ele-mentos articuladores se centran en la baratura de los precios de los objetos, su sencillez, su adaptación para responder a los hábitos locales americanos y su mediana u ordinaria calidad. El consumo amplio, que abrazaría a diferentes grupos sociales, desde los más privilegiados has-ta medianos y bajos recursos, aparece como una de las razones funda-mentales para explicar la perdurable conexión intercontinental entre China y América. Este elemento no debería pasar inadvertido pues nos permite repensar el papel que asumen diferentes sectores sociales en las instancias de producción, circulación y consumo que hacen al fenó-meno de la mundialización moderna y colonial. Si China en la América colonial logra que el lector reflexione sobre estos temas, nos sentiremos plenamente satisfechos.

Para finalizar, valdría presentar un párrafo particular sobre los archivos consultados, el tipo de fuentes que se utilizan, su cuerpo heurístico y la metodología de investigación propuesta. Se revela in-formación de los siguientes centros archivísticos: Archivo General de Indias de Sevilla (agi), el Histórico Nacional de Madrid (ahn), un pu-ñado de expedientes rescatados del sitio web de la Biblioteca Nacio-nal de Francia (bnf), Archivo General de la Nación de México (agnm), Archivo Nacional de Lima (anl), Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba de la Argentina (ahpc) y el Archivo General de la Nación de Buenos Aires también de la Argentina (agn). Se consideran fuentes de naturaleza oficial y particular. Las fuentes sobre memorias de vi-rreyes, correspondencia y cartas que circulan entre comerciantes y/o funcionarios políticos de diferente rango, Diarios de viajes, Bienes de Difuntos y comisos forman parte del cuerpo documental más im-portante de los ensayos 1 y 2. El tercer capítulo, el más extenso del libro, coloca al inventario como principal metodología para nuestra exploración histórica. Los expedientes referidos a testamentos, cartas

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dotales, inventarios patrimoniales y comerciales se rescatan de los ramos Sucesiones, Escribanías y Protocolos ubicados en los archivos de la Provincia de Córdoba y el de la Nación de la ciudad de Buenos Aires. En las líneas iniciales del trabajo se ofrecen las razones de esta elección para rastrear la influencia de los bienes asiáticos por la Go-bernación de Tucumán y Buenos Aires.

¿Quién podrá dar guarismos a tus riquezas,número a tus famosos mercaderes,de más verdad y fe que sutilezas?

¿Quién de tus ricas flotas de los haberes,de que entran llenas y se van cargadas,dirá, si tú la suma de ellas eres?

En ti se junta España con la China,Italia con Japón y finalmente un mundo entero en trato y disciplina

Bernardo de Balbuena, “Grandeza mexicana”, Siglo de Oro en las Selvas de Erífiles, Madrid, impreso Ibarra, 1821 [1608] cap. v, p. 55.

México: corazón mercantil del imperio

En 1604 Bernardo de Balbuena (1568-1627) escribe “Grandeza mexica-na”, considerado uno de los poemas que inaugura la poesía hispanoa-mericana. Fascinado por el esplendor de la actividad económica que se respira en el suelo novohispano, el poeta no duda en colocar a México como metrópoli del mundo y del imperio; el centro en donde se almace-nan las riquezas del planeta gracias a su estratégica posición geográ-fica que logra enlazar China por el Pacífico y Europa por el Atlántico. Muchos historiadores de nuestro pasado reciente coinciden en valorizar el principio de centralidad mexicana que Balbuena traza en sus líneas

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Periferia centralizada: México y el modelo comercial con China, España y el Perú

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en los años iniciales del siglo xvii. Tal el caso de Chaunu (1960), al re-marcar el alcance que desde finales del siglo xvi llega a tener la ruta te-rrestre que conecta Veracruz, ciudad de México y Acapulco en la movi-lización de personas, objetos y metales preciosos.1 Chaunu nos dice que desde aquellas tempranas décadas coloniales la edificación de la Nueva España, la gran base para la vida de las relaciones, se hace posible por la intersección de los denominados caminos “de Castilla” (Veracruz-ciu-dad de México) y “de China” (Acapulco-ciudad de México); un verdadero eje transversal este-oeste que acopla y ata definitivamente al espacio virreinal con la economía mundial.2 Vale también rescatar el concep-to de eje geohistórico que recientemente nos ofrece Carmagnani en su comprensión sobre las dinámicas económicas, sociales y políticas que se asientan en el recorrido Veracruz-Ciudad de México-Acapulco. El eje se nos presenta como una realidad colonial escasamente institucionali-zada, de tipo informal, producto de la negociación entre la Corona y el poder local, detentado fundamentalmente por el tribunal del Consulado de la ciudad de México.3 La hipótesis de eje geohistórico que presenta Carmagnani es una importante herramienta conceptual para compren-der el modelo comercial que en estas líneas vamos a desarrollar.

En efecto, apropiándonos de la fina prosa de Balbuena y rescatando estas perspectivas analíticas contemporáneas, el siguiente ensayo expo-ne lo que podríamos denominar un modelo comercial de alcance imperial y mundial cuyo polo concéntrico, el corazón, se encuentra en la Nueva España, particularmente en la ciudad de México. Para captar la natu-raleza y el verdadero sentido del modelo nos resulta necesario despo-jarnos de los rígidos marcos interpretativos que colocan al eje atlántico-peninsular como punto nodal para comprender cualquier fenómeno que sucede dentro de las fronteras de las Indias Occidentales. El complejo mercantil que presentamos en estas páginas sitúa a México como “om-bligo” del imperio. Su papel central se debe, en gran medida, al notable dinamismo que presentan aquellos caminos “de Castilla” y “China”. El modelo funciona durante gran parte del período colonial y, con efectos de contracción o de complementariedad, se aprovecha y se desarrolla en simultaneidad con el régimen oficial de la Carrera de Indias.

1. Chaunu, “Veracruz”, 1960, pp. 521-557.

2. Ibid., p. 521.

3. Carmagnani, “La organización”, 2012, pp. 331-356.

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Años atrás, tuvimos la oportunidad de exponer parte de las carac-terísticas del tejido para un período preciso: 1680-1740.4 El aporte que haremos en estas líneas será el de identificar nuevas particularidades, profundizar otras mencionadas y, por sobre todo, reconocer que el fun-cionamiento de la estructura es de larga duración al comprobar su exis-tencia en otros períodos históricos: desde 1580 a 1640, el mencionado 1680-1740 y en los breves años que van de 1779 a 1784. Si bien el estu-dio concentrará el análisis en estas tres precisas coyunturas, momen-tos en que el tejido se encuentra activo, valdrá la pena realizar breves consideraciones sobre las causas que llevan a que el sistema mercantil con epicentro en México deje de funcionar en las restantes coyuntu-ras: 1640-1680 y 1740-1779. Presentar estos períodos donde el tejido se “adormece” nos ayudará a no perder la mirada sobre un proceso de larga duración y estructural, articulada en torno a las continuidades/discontinuidades entre cada coyuntura. Para que el lector tenga mayor claridad de lo que aquí vamos a exponer, a continuación presentamos la periodización o coyunturas de nuestro ensayo:

• 1580-1640:México y el auge de la plata potosina.• 1640-1680:Estabilidaddelsistemabipolartrasatlántico.• 1680-1740:MéxicoyelcolapsodelasferiasdePortobelo.• 1740-1779:NavíosderegistroyelcomerciooficialporelCabode

Hornos.• 1779-1783:Méxicoyelmodelolegalenelcontextode“libreco-

mercio”.

Mientras que en la primera, la tercera y la quinta coyuntura el mo-delo funciona en su plenitud, en la segunda y en la cuarta decae o se encuentra pasivo. Antes de detenernos a analizar la puesta en marcha del modelo en cada una de esas coyunturas, sería útil responder dos interrogantes fundamentales: ¿por qué definimos la estructura como un modelo? ¿Cuáles son las variables históricas de análisis y los procesos estructurales que permiten su existencia y su desarrollo? Definimos la estructura como un modelo porque representa un sistema con un claro perfil internacional y, por ende, imperial. Estamos en presencia de un amplio tejido de relaciones económicas con alto grado de coherencia, con sentido propio y, sobre todo, plenamente reconocido por los agen-

4. Bonialian, “México”, 2011, pp. 5-28.

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tes económicos y políticos que le dan vida. Los circuitos comerciales intercoloniales y aun transcontinentales que presenta la América es-pañola pueden concebirse, en una primera instancia, como fenómenos inconexos e independientes. Pero, en la realidad y adoptando una mira-da más amplia, ellos llegan a conformar un “todo económico”; como un entretejido comercial con gran sentido de articulación. Una articulación donde, como mencionamos, la ciudad de México, con sus rutas que se ramifican hacia los puertos de Acapulco y de Veracruz, es el centro del modelo comercial. Lo caracterizamos como semiclandestino para los dos primeros períodos porque en varias décadas que lo vemos funcionar el complejo comercial se articula a través de flujos formales e ilícitos. En la última coyuntura de “libre comercio”, el modelo se desarrolla por el plano de la legalidad pues cuenta con la autorización y la promoción de la Corona borbónica española.

Ahora bien, comencemos por identificar los circuitos comerciales ofi-ciales del modelo. Por ambos puntos costeros mexicanos confluyen los dos flujos interoceánicos que son, quizá, los que mayor repercusión ge-neran en el escenario mercantil hispanoamericano. Nos referimos a la flota de Veracruz que une Sevilla-Cádiz con Veracruz y el eje transpa-cífico que por medio de las navegaciones del galeón de Manila conectan Filipinas con el puerto de Acapulco. A pesar de las regulaciones legales y los permisos estipulados, estos circuitos que promueven el ingreso a México de mercadería extranjera –castellana, europea y asiática– funcionan con notable dinámica y asiduidad, hasta el punto de lograr comercializar mercadería “fuera de registro”, salteando las instancias de control aduanero. En términos más precisos, si bien son conductos autorizados por España, sus cargamentos superan los topes dictados por los reglamentos comerciales.

¿México, como el mercado consumidor más trascendente de la Amé-rica colonial, vive una relación de complementariedad o más bien esta-mos en presencia de una competencia entre estos circuitos de importa-ción interoceánicos? Existe una muy arraigada interpretación historio-gráfica –la cual apoyamos en su momento– que sostiene la permanente rivalidad entre las rutas del Pacífico y del Atlántico por ver cuál de las dos logra imponerse sobre las plazas consumidoras de la Nueva Es-paña.5 Los informes del consulado de Sevilla y de Cádiz (1717) y las

5. Entre una abundante cantidad de trabajos mencionemos los de: Yuste, Emporios, 2007; Bernal, “La carrera”, 2004, pp. 485-525; Bonialian, El Pacífico, 2012, pp. 175-198.

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políticas económicas impuestas por el Consejo de Indias regulando –o cerrando en coyunturas particulares– el comercio transpacífico son las pruebas documentales más utilizadas por los historiadores al momento de justificar el fenómeno.6 Al margen de la parcialidad que pueda te-ner la voz del flotista, existen otras señales documentales que insisten sobre la exitosa circulación y consumo de la mercadería china en detri-mento de los artículos europeos. Según estos relatos, la disputa mer-cantil se daría principalmente alrededor de los bienes importados de carácter suntuario, y habrían sido los artículos chinos los que lograron imponerse en las plazas de consumo refinado.

Sin desacreditar el posible foco de conflicto y competencia que se suscita en esta reducida esfera social consumidora, el caso parece ser más complejo. En el transcurso del trabajo se ofrecerán pruebas que señalan la vulgaridad, la breve duración y el bajo precio de uno de los rubros dominantes de importación por la vía transpacífica: el tex-til chino. Esos documentos –que, como enseguida veremos son de im-pronta oficial, como informes de virreyes y funcionarios coloniales de menor rango o de naturaleza privada, como correspondencia de mer-caderes– señalan que los productos europeos son más exquisitos, de mayor calidad y, por ende, más costosos, mientras que los procedentes de China, más baratos y para “gente pobre”. A la ventaja de tener un menor costo de producción y de comercialización con respecto a los tejidos europeos se debe tener en cuenta que las telas y los tejidos traídos de China y que ingresan a América son de primera, segunda y tercera calidad. Podríamos aceptar el concepto de telas asiáticas para el consumo de lujo, pero al tener calidades diferenciadas y brindar una oferta variada en sus precios logra ser un producto accesible para múltiples grupos sociales. La pregunta por responder ya no sería si los bienes asiáticos son de elite o no, sino que, particularmente a partir de la segunda mitad del siglo xvii, cuando la producción textil europea co-mienza una crisis y se despenaliza el consumo de elite, un arco social mucho más amplio se integra a una cultura del consumo que antes se reservaba a círculos selectos.7 El consumo del tejido chino no tiene esa forma de consumo jerárquica y estamental como sí presentan los bienes europeos.

6. Álvarez de Abreu, Extracto, 1977.

7. Carmagnani, Las islas, 2012, pp. 122-138.

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Todos aquellos atributos que mencionamos, que hacen a la oferta de los bienes chinos, facilitan la expansión de su consumo por toda la Amé-rica colonial, superando la barrera legal del mapa novohispano. Como enseguida publicaremos, hay indicios importantes para sostener que gran parte del cargamento de la nao de China va dirigido a un consu-mo cotidiano, considerando diversas clases sociales; bien diferentes al exclusivo mercado suntuario que se nutre de bienes occidentales, más onerosos, traídos por la flota española de Veracruz. Y aquí comenza-mos a dilucidar aquel interrogante mencionado en las primeras líneas. Nuestra respuesta es que ambos flujos funcionarían simultáneamente y con una dinámica aceptable porque son complementarios; es decir, responden a dos tipos diferentes de mercados de consumo: lo asiático para un consumo social ampliado y lo europeo para una reducida capa social de españoles. Ésta será una problemática que intentaremos ar-gumentar a lo largo del ensayo.

Retomemos, entonces, los principios medulares del modelo. El prin-cipio de complementariedad, más punzante y gravitante que el de la competencia, promueve por ambos flujos niveles de comercialización que están por encima de los límites estipulados por la legislación, alen-tando así el fraude, lo que se conoce como el tráfico “fuera de registro”. Ello genera un escenario de saturación en la circulación de bienes que excede la capacidad de consumo del mercado novohispano, que supera los niveles de monetización de los agentes para realizar el intercambio. En muchas situaciones, el sobreabasto de artículos resulta una práctica voluntaria y estimulada tanto por los gachupines de las flotas como por los grandes comerciantes mexicanos de la ciudad de México inscriptos en el Consulado. Ya nos ocuparemos de conocer los reales intereses que se esconden detrás esta práctica. Por el momento, lo importante es re-conocer que la oferta desmedida de mercancías europeas y asiáticas produce particulares situaciones: una oferta en demasía de artículos importados por las tiendas callejeras para el consumo de elite y masivo, el almacenamiento del sobrante, de los rezagos, en los depósitos de las casas de los mercaderes, falta de circulante y la tendencia recurrente a la caída de sus precios.

Ahora bien, cuando la oferta de productos extranjeros supera una demanda poco monetizada, México logra desprender un tercer circuito –en este caso intercolonial y luego de 1604 ilícito– que se dirige desde su costa del Pacífico hacia los puertos del espacio peruano. Una parte considerable de las importaciones mexicanas compuestas de merca-derías castellanas, europeas y asiáticas se reexpide hacia diferentes

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puertos de Ecuador, Perú y Chile gracias a la navegación de embar-caciones limeñas que se dirigen hacia el occidente novohispano por la Mar del Sur, particularmente hacia el puerto de Acapulco. Con plata y otras mercancías para el intercambio, los navíos del Perú se trasladan hacia la Nueva España no sólo en busca de los géneros chinos que ante el arribo de la nao de China se intercambian en la feria de Acapulco, sino también para alcanzar aquellas mercaderías extranjeras –tanto asiáticas como europeas– que se encuentran en los depósitos de los al-maceneros mexicanos con precios realmente accesibles; esa canasta de productos que les han sobrado luego de responder al consumo del mer-cado interno novohispano. Las razones peruanas en desviar capitales comerciales hacia México en perjuicio del centro oficial de Portobelo son variadas y específicas de cada coyuntura. Pero hay motivos que se repiten en el tiempo. Entre ellas se pueden mencionar las siguientes: el desabastecimiento de artículos extranjeros para el consumo masivo y de elite en los mercados del interior del Perú, los bajos costos de comercialización y de flete en la ruta de la Mar del Sur frente a los ele-vados gravámenes de la vía de Tierra Firme y la posibilidad de acceder a artículos orientales que de otra manera no podrían llegar al Perú.

Vale a esta altura de la exposición hacer una breve mención a la fluctuación de los precios de los productos asiáticos y europeos en suelo novohispano. Es evidente que la introducción en demasía de los bienes asiáticos y europeos –esto es: una importación superior a lo que pue-den digerir sus mercados internos– provoca la baja de sus precios. Pero también puede suceder que la disminución de los precios esté asociada a la falta de plata o moneda para el intercambio, lo que nos lleva a pensar que para que funcione el tejido, México pretende contar con un nivel aceptable de monetización, sea de producción propia o externa. Otra variable que contribuye aún más a la disminución de los valores es la lentitud de las compras que hacen los comerciantes novohispanos de los artículos traídos por la flota. Éstos especulan con las urgencias del retorno de los flotistas que intentan disminuir los gastos con estancias cortas.

Sea cual sea la razón, lo cierto es que ante la baja de los precios de los artículos importados por los mercaderes de la ciudad de México vemos aparecer al perulero en las costas del Pacífico novohispano para adquirirlos. Como decíamos, ellos ofrecen al almacenero plata (amone-dada, barra o en pasta), cacao de Guayaquil, azogue de Huancavelica, vino y aceite. El despacho hacia el Perú de los géneros de Castilla, de Europa y de China será rígidamente monitoreado por los comerciantes

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y las autoridades novohispanas. Cuando la misma vía de reexportación de esos artículos desde México hacia Perú sea tan intensa y desme-dida generando un nuevo (y opuesto) escenario mercantil signado por la escasez y el encarecimiento de los artículos por el espacio novohis-pano, los almaceneros sacarán provecho con mejores y más rentables ventas en su espacio y al mismo tiempo denunciarán, ya de manera institucional, sobre la presencia ilegal de los peruanos en el virreinato. Así, el perulero deberá esperar una futura abundancia de mercaderías en México para volver a operar. En resumidas cuentas, el comercian-te mexicano continuará poniendo en marcha el complejo comercial a escala imperial siempre y cuando controle (y equilibre) la relación de oferta-demanda de mercancías o ese juego de saturación-carestía que condiciona la variable precios.

Hasta aquí hemos trazado un breve esquema del modelo desde el nivel de las importaciones y el consumo. Nos estamos aproximando a sólo una cara de la moneda. Para percibir en su integridad el funcio-namiento del tejido hispanoamericano también debemos atender su perfil exportador; esto es, los caminos de salida de la plata peruana y mexicana hacia el exterior. El caso lo trataremos con mayor puntua-lidad en las siguientes páginas, cuando se aborden cada una de las coyunturas, pero anunciemos en estas líneas que luego de llegar al virreinato novohispano por las aguas de la Mar del Sur, el metálico del Perú ya sea en moneda, en pasta o en barra escala en las costas occidentales novohispanas para saldar el pago de las mercaderías ex-tranjeras. Así, la plata peruana pasa a manos del comerciante novo-hispano y luego de internarse en ese suelo, inicia, junto con la plata mexicana, dos posibles travesías: a) se reexpide hacia España por vía de la flota de Veracruz, o b) se embarca en el galeón de Manila para su viaje hacia Filipinas/China. Ya podemos suponer que el camino oficial de la plata peruana por el eje geohistórico El Callao-Portobelo-España que estará vigente hasta 1740 sufrirá consecuencias nefastas con el escape del metálico andino por la Mar del Sur y el ingreso de bienes europeos procedentes de México para responder al consumo de los mercados del Perú.

El flujo de metálico peruano por el Pacífico y luego reexpedido hacia España por Veracruz y hacia China por Acapulco resulta ser más in-tenso en la primera coyuntura (1580-1620) que en los dos períodos pos-teriores en que funciona el modelo. Ello se debe al notable crecimiento de la producción de plata potosina y a la necesidad novohispana, escasa en plata en esos tempranos tiempos de la colonia, de mercantilizar sus

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mercados. En el período siguiente (1680-1740) el panorama resulta di-ferente. En un contexto de estancamiento de la producción minera del Perú y cuando comience a repuntar en las primeras décadas del siglo xviii la producción de plata mexicana, la exportación hacia la Nueva España del excedente de cacao de Guayaquil y de azogue de Huan-cavelica se convertirán en medios de cambio fundamentales para que los peruanos logren adquirir los géneros extranjeros existentes en el espacio novohispano. Esto no quiere decir que la plata peruana no siga exportándose hacia las costas del Pacífico mexicano. Pero sí se hará presente una canasta exportadora más diversificada desde el Perú. Por lo tanto, el modelo que presentamos no siempre requiere plata; puede haber intercambios de productos sin la necesidad de un proceso de mo-netización previo en los espacios hispanoamericanos.

Considerando todas las referencias enunciadas, es momento de ana-lizar los procesos específicos y los actores particulares que dan vida al modelo mercantil en cada una de aquellas tres coyunturas históricas.

1580-1640: México y el auge de la plata potosina

La línea comercial regular entre México y Filipinas conocida como el Galeón de Manila inicia su actividad formal a partir de 1573. La seduc-ción por contar con una amplia puerta hacia los bienes de China y del Oriente motiva a que, pocos años después, el 14 de abril de 1579, la Coro-na española autorice el tráfico directo y libre entre el archipiélago orien-tal y México, Guatemala, Tierra Firme y el Perú. Un mundo mercantil con una notable riqueza de productos y metales comienza a encandilar a los hombres de negocios de las Indias Occidentales. De inmediato, em-piezan a sentirse los coletazos que el flamante triángulo comercial entre Filipinas, México y Perú provoca sobre la “joven” arquitectura marítima española del Atlántico. La Corona española y los comerciantes sevillanos notan que la plena libertad mercantil por el área del Pacífico produce, al menos, dos problemas fundamentales: que los desvíos de plata potosina por el Pacífico ponen en peligro el foco oficial de intercambio por Portobe-lo y que los artículos chinos van desplazando de los mercados americanos a los europeos.

Reconociendo estos daños incipientes pero concretos, la política comercial toma vertiginosamente un curso opuesto y restrictivo. En 1582, apenas cinco años después de esa sorprendente pero no menos “anacrónica” medida de libre comercio decretada entre China y toda la

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América española, Felipe ii dicta una real cédula en la que prohíbe no sólo la navegación directa entre las Filipinas y el Perú, sino también la reexportación hacia el espacio sudamericano de los artículos chinos que llegan a Acapulco con la nao de China.8 Ante la falta de cumplimiento, la medida vuelve a reiterarse en 1591, 1593 y 1604.9 En la disposición de esta última fecha se pone como plazo dos años para el consumo de los artículos chinos que siguen circulando y consumiéndose en el espacio del Perú.10 En esos casi veinticinco años que van desde la autorización para un libre tráfico entre América y China (1579) hasta la prohibición definitiva para que el Perú se mantenga marginado de cualquier con-tacto con el Extremo Oriente (1604), la elite mercantil limeña se dedica a invertir de manera sistemática el abundante capital de metálico que le ofrecen sus minas para la compra de bienes chinos. El extraordina-rio auge que vive por estos tiempos la producción de plata en Potosí, la moneda de cambio más estimada en el mundo asiático, convierte a los peruanos en los principales impulsores para motorizar el comercio intercontinental por el Pacífico, ya sea escalando en Acapulco o nave-gando directamente hacia Cantón y Filipinas.

La movilidad peruana adquiere múltiples vías y se proyecta por todos los rincones del imperio. Ante un escenario de escasez de mer-cancías extranjeras para sus plazas de consumo y la suba vertiginosa de la producción de plata en el complejo potosino por la introducción del método de amalgama por mercurio, los peruleros, ricos en dinero, se deciden por salir de su espacio y generar o al menos ser protagonis-tas de múltiples vías mercantiles –tanto ilegales como legales– que se hilvanan por el Atlántico y el Pacífico. Como lo ha demostrado García Fuentes, desde 1580 hasta 1630 los peruanos, cargados de plata, se embarcan en el galeón de Tierra Firme rumbo a España para adquirir sin mediadores los productos manufacturados europeos que se encuen-tran en el mercado hispalense. Saltean así la intermediación de los cargadores sevillanos y ponen en duda el control absoluto que, hasta entonces, los sevillanos gozan sobre la ruta que va hacia la plaza de Portobelo.11 Por otro lado, como de manera excelente lo demuestran los

8. Álvarez, “E la nave va”, 2013, pp. 25-84; agi, Filipinas, 6, s/n fs.

9. agn, Reales Cédulas Duplicados, vol. 180, legajo 3, Nº 55 y Nº 17, fs. 6-6v.

10. agi, Filipinas, 1, Nº 66, fs. 4-23.

11. García Fuentes, Los peruleros, 1997.

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trabajos de Iwasaki Cauti, los mercaderes de Lima también abren por estas décadas un camino directo hacia China, eludiendo el foco portua-rio de Acapulco. Es un derrotero que si tomamos en cuenta el caso del navío Nuestra Señora de la Cinta de 1583 podemos percibir del enorme movimiento de riqueza en plata y bienes orientales que circulan por la ruta.12

En su Descripción de 1620, el comerciante portugués Pedro León de Portocarrero, que llega realizar un enorme registro de las situa-ción económica del Perú, escribe que por la “calle más principal” de Lima, la calle de los mercaderes, hay “por lo menos cuarenta tiendas surtidas de mercaderías de cuantas riquezas tiene el mundo”. Los puestos son de los grandes mercaderes de la ciudad que “envían su dinero a emplear a España y a México y hay algunos que tienen trato con la gran China”.13 En esta intensa movilidad, los peruanos y sus barcos tejen esa segunda vía de apertura relatada por Portocarrero y es la que aquí más nos interesa porque resulta una pieza clave del tejido comercial que estamos presentando: la navegación hacia Aca-pulco.

Reconocidos trabajos brindan pruebas de cómo los mercaderes y consignatarios de Lima adquieren en Acapulco los artículos orienta-les traídos por el galeón de Manila.14 Esto es evidente, y aquí vamos a ofrecer datos adicionales que confirman el fenómeno. Pero concebir este particular flujo sólo como una suerte de brazo extendido del comercio de la China sería de una lectura parcial e incompleta. Si nuestra meta es armar el rompecabezas del modelo comercial “alternativo” al oficial, es necesario partir de la premisa de que las navegaciones peruanas hacia México por la Mar del Sur tienen un doble propósito: adquirir los bienes chinos que son baratos y para “gente pobre”, pero también alcanzar gran parte de los productos castellanos y europeos reservados para un mercado más distinguido. Pasemos a desarrollar el problema conside-rando, en primer lugar, qué tipo de género chino se envía al Perú en

12. Iwasaki Cauti, Extremo Oriente, 1992.

13. “Descripción general del reino del Perú, en particular de Lima”, bnf, Manuscritos, Espagnol 280, Nº 5057, fs. 80-81.

14. La lista es extensa. Entre los más reconocidos: Schurz, “Mexico, Peru”, 1918, pp. 389-402. Borah, Comercio y navegación, 1975. Ramos, Minería y comercio, 1970. Jara, “Las conexiones”, 2000, pp. 35-69. Suárez, Comercio y fraude, 1995. Valle Pavón, “Los merca-deres”, 2005, pp. 213-240. Flores, “El secreto”, 1995, pp. 377-409.

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esta primera coyuntura para luego entrever cómo los peruleros se inter-nan y compran los artículos europeos en México.

No cabe duda de que uno de los grupos que mayor indiferencia sufre en este giro mercantil son los oficiales reales de Panamá. Guardianes del comercio oficial por Portobelo, estos funcionarios no ahorrarán nin-gún detalle para denunciar el fenómeno mercantil que transcurre por las aguas de la Mar del Sur. En 1591, informan:

Las mercaderías de China que vienen a estos reinos y al Perú entendemos que causan mucho daño a los reales derechos porque como de allí se traen especial cosas de seda a muy baratos precios sin llevar otra cosa hacen perder la reputación a las mercaderías de flota y vienen a valer menos […] bien es verdad que se visten y remedian con ellos gente pobre porque es más barato con lo de Castilla pero no tan buena ni con mucho.15

Casi veinte años después, en 1610, el propio virrey novohispano, el “joven” Luis de Velasco, envía una carta al Consejo de Indias en la que resalta similares características de la ropa china que incursiona a Mé-xico y al Perú, y el fuerte efecto de arrastre que genera sobre el mercado laboral novohispano:

La ropa que viene de la china, los lienzos, son convenientes para la gente de servicio y pobre de ambos reinos por ser baratos y de tanto provecho como los que de ahí se traen que cuestan tres doblado. También viene cantidad de seda en mazo que aquí se beneficia en que se ocupa y gana la comida gran suma de gente de españoles, indios, mujeres y muchachos pobres que faltándole este subsidio han de morir de hambre.16

Podríamos decir que la alta rentabilidad del comercio asiático recae en el factor precio y en la posibilidad de abastecer un mercado amplio y “po-pular” en el Perú. Valdría rescatar aquí una cita que nos brinda Woodrow Borah. En 1594, el virrey del Perú, Hurtado de Mendoza, no se asombra de la avalancha de tejidos chinos que llegan desde México y lo explica to-mando como referencia en los costos diarios del vestir de la gente:

15. agi, Panamá, 33, Nº 146, f. 3.

16. agi, México, 27, Nº 66, f. 7.

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Un hombre puede vestir a su mujer con sedas chinas por dos-cientos reales [25 pesos] mientras que no podría proporcionarle vestidos con seda española por doscientos pesos.17

Desde la prohibición de 1604, los comisos de los artículos de China en el Perú son un acto recurrente, multando a sus promotores y rema-tando la mercadería para su distribución por el espacio, a pesar de que la ley estipula su envío a la Casa de Contratación.18 La baja calidad de los productos, su precio barato y su consumo entre los “pobres” es lo que le permite percibir en 1610 al presidente de la audiencia de Panamá, Francisco Valverde de Mercado, su distribución por cada puerto y rin-cón del espacio peruano:

La ciudad de Lima como las demás partes están llenas de mercaderías de China en tiendas públicas con harta publicidad y unas naos que fueron pasando por el mes de febrero pasado las fueron dejando por todos los valles de donde se distribuye al distrito y ciudad de Quito, a la gobernación de Popayán, Yagual-songo, Piura, Saña y Trujillo.19

Hasta aquí Valverde de Mercado notifica la “avalancha” hacia los mercados del Perú de objetos chinos; lo que todos ya saben. Pero las líneas siguientes dirigidas al Consejo de Indias dan cuenta de un dato revelador:

Es verdad asentada y que no tiene razón de dudar ninguna

que los que van a emplear a México no podían sanear sus cau-dales si no trajesen la mitad de su empleo en cosas de China con lo cual viene a crecer de manera que ganan aventajadamente de los que vienen a emplear en las flotas de las mercaderías de Es-paña.20

No puede ser más clara la premisa de Valverde. Lo que sale de Aca-pulco hacia el Perú no son sólo bienes chinos sino también artículos

17. Borah, Comercio y navegación, 1975, p. 122. Véase también agi, Lima, 33, f. 43.

18. agi, Panamá, 16, R. 8, Nº 91, fs. 9-11.

19. agi, Panamá, 16, R. 2, Nº 23, f. 11.

20. agi, Panamá, 16, R. 2, Nº 23, f. 14.

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europeos llegados a México por Veracruz. Los cargamentos de los na-víos que van hacia el Perú se dividen en partes prácticamente exactas de géneros de China y de efectos de Castilla (o europeos). Más aún, si interpretamos en profundidad el postulado de Valverde podemos su-poner que el principal objetivo del intercambio perulero son los bienes castellanos/europeos que se encuentran en México y que el empleo de los géneros chinos sería para saldar los costos de comercialización. Así, el tráfico desde México hacia el Perú por la Mar del Sur genera réditos para quienes invierten en la compra de mercaderías europeas importa-das por la flota de Veracruz. Tres años antes de esta importante carta, en 1607, Francisco Valverde le recomienda al Consejo de Indias que para cortar de tajo la contratación de Nueva España con el Perú:

México debe contentarse con las que puede gastar porque la contratación reducida a una honesta limitación dará lugar a que los vasallos que viven en Lima vuelvan a encaminar sus contrata-ciones con seguras ganancias por el camino ordinario.21

Cuando Valverde se refiere a una “honesta limitación” en la contra-

tación de México está pensando en cumplir los límites de permiso de co-mercio impuestos por la legislación sobre los dos flujos interoceánicos: el transpacífico y el transatlántico. Y aquí nuevamente nos encontra-mos con la raíz del modelo: la importación en exceso de los bienes chi-nos, europeos y castellanos a suelo novohispano. Mientras se importe más de lo que necesita, México se convertirá en punto de redistribución continental y los peruanos no sólo irán a sus puertos occidentales, sino que pretenderán internarse en el virreinato en busca de artículos con precios convenientes.

Retrocedamos un poco en el tiempo. En 1589, el Cabildo de la ciudad de México le dirige una carta al virrey Manrique de Zuñiga, primer mar-qués de Villamanrique, donde se le informa la internación de un grupo de mercaderes limeños para realizar grandes compras de partidas llegadas en las flotas españolas. El hecho es un suceso que se viene repitiendo desde años atrás, desde los tiempos en que el comercio estaba autorizado (1579). Pero la denuncia de 1589 se torna oficial en México porque la aparición de los peruanos en el territorio novohispano está provocando un alza en la demanda de los artículos europeos antes que los propios

21. agi, Panamá, 15, R.8, Nº 87, f.1.

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almaceneros logren fijar los precios a su conveniencia.22 A pesar de la pro-hibición impuesta desde 1582, los barcos del Perú continúan arribando al puerto de Acapulco y a otros puertos menores del occidente novohis-pano con la consecuente internación de los consignatarios y mercaderes sudamericanos. Según una cita recuperada por Valle de Pavón, el virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza, informa que entre 1593 y los pri-meros tres meses de 1594 “una docena de barcos habían zarpado rumbo a México, dejando esta colonia limpia de plata”.23

Pero no debemos interpretar estos procesos como actos ilícitos que provocan la protesta de todos los protagonistas. Las autoridades y los comerciantes de México aceptan la presencia perulera siempre y cuan-do haya sobra de bienes en el virreinato. No es raro que estos prota-gonistas estuvieron casi siempre. Así, en 1606, el Consulado obtiene el respaldo del Cabildo para pedir que se revocara de la normatividad expedida en 1604 la prohibición de comerciar la plata andina. La cor-poración mercantil sostiene que el metal blanco es el único producto del que disponen los peruanos para pagar las mercaderías europeas importadas, obteniendo España el beneficio de que la plata andina se cargue en las flotas rumbo a Castilla.24 El Consulado le demuestra al Consejo de Indias que si bien la plata andina transita por caminos que no están permitidos, al fin de cuentas llega con las flotas mexicanas que salen desde Veracruz. Ya nos ocuparemos del flujo metalífero. Por aho-ra, retengamos la solicitud de la corporación sobre el ingreso de plata peruana ya que existe mucha ropa de China que no tiene mercado en México mientras en el virreinato andino se necesita de ella.

Uno de los pocos testimonios institucionales donde se explicita la pro-blemática es en la Real cédula del 9 de marzo de 1607. En ella la Corona española confirma que el proceso de cierre para los contactos mercantiles entre ambos virreinatos de tres años atrás obedece a esa particular dua-lidad del flujo, a impedir que el Perú construya una relación de depen-dencia mercantil con México:

Por cuanto he sido informado que de las provincias de Nueva España se navegan y llevan a las del Perú muchas mercaderías de las que van a Nueva España en las flotas y a vueltas de las

22. Navarro García, “El comercio interamericano”, 1965, p. 19.

23. Valle Pavón, “Los mercaderes”, 2005, p. 227.

24. Hoberman, Mexico’s merchant, 1991, pp. 216-219.

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otras de las de China con que se hinche la tierra de aquellos géne-ros y no tienen salida las que se llevan en las flotas de la provincia de Tierra Firme y con que se dificulta el despacho de las dichas flotas.25

La legislación demuestra un pleno conocimiento de lo que sucede en la realidad pero realmente es poco eficaz o no tiene la capacidad para amedrentar a los responsables que ponen en movimiento los cir-cuitos del tejido que aquí estudiamos. Más adelante veremos que mu-chos de los que ponen en marcha el tejido son ricos mercaderes que integran los consulados de comercio y que ostentan gran poder en el imperio. Lo que ahora vale saber es que México se “hincha de géneros” y logra reexpedirlos al Perú, cuestionando el esquema bipolar de la Carrera de Indias española que intenta sostenerse en las escuadras de Veracruz y en los galeones de Tierra Firme. Chaunu nos brinda una cita de enorme importancia sobre este punto. En 1609, dos años después de aquella Real cédula, cuando el mercado mexicano se en-cuentra nuevamente saturado de mercancías extranjeras, los comer-ciantes sevillanos que han invertido en las flotas destinadas a México a cargo del general Gutiérrez Garibay se lamentan de que “estando cerrada la puerta de Acapulco por el Perú por donde había mucho consumo las ventas serían muy inferiores a lo común”.26

En el mismo año una similar interpretación la ofrece el virrey de México, Velasco, para quien “con ser ya partida de flota está todo tan quieto por no haber venido este año la del Perú ni los mercaderes de allí”.27 La breve cita recuperada por Chaunu y el parecer del virrey son notablemente útiles para comprender algunas piezas del tejido comer-cial que nos ocupa porque dan cuenta del conocimiento que tienen los cargadores sevillanos sobre el flujo reexportador al Perú vía México. Más aún, nos brinda señales de una mayor apuesta a la inversión en las flotas por los cargadores sevillanos y un menosprecio o desinterés a los galeones de Portobelo. Efecto que la centralidad mexicana causa sobre el mundo comercial transatlántico. Está el interrogante si los cargado-res sevillanos se lamentan por no poder realizar el trato directo con los peruleros, si es que éstos logran internarse en suelo novohispano, o por

25. agn, Reales Cédulas Duplicado, vol. 80, Nº 88, s/n fs.

26. Chaunu, Seville et Atlantique, 1955-1959, t. v, pp. 291-292.

27. agi, México, 27, N. 66, f. 6.

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el simple hecho de verse reducidas las operaciones con los almaceneros mexicanos que son, sin duda, los que deciden cuándo hacer circular las mercaderías por el interior del virreinato y en qué momento, si es que sobran, reexpedirlas hacia el Perú.

Ahora bien, todo hace suponer que el flujo de mercaderías extranje-ras desde México al Perú continúa hasta 1634; año en que una nueva Real cédula suspende cualquier tipo de contacto mercantil entre ambos espacios. Habíamos afirmado que la disposición de 1604 prohíbe el en-vío de artículos chinos y europeos de Acapulco al Perú, pero permite que tres naves hagan el viaje cada año para comercializar sólo produc-tos de fabricación local. En 1609, el permiso se reduce a dos navíos de 200 toneladas cada uno, con la posibilidad de enviar a Acapulco 200.000 ducados en plata (unos 300.000 pesos). Once años después, en 1620, por las presiones de los mercaderes sevillanos, el permiso es un hilo fino: un solo navío de 200 toneladas que debe navegar de Acapulco a El Callao sin escalas ni arribadas intermedias. La ley ordena idéntica navega-ción de sur a norte y con sólo 200.000 ducados en forma de pago.28 Los reducidos márgenes de flexibilidad que contiene la cascada legislativa en treinta años (1604-1634) permiten, no obstante, el envío de manera oculta de los artículos castellanos, europeos y chinos, o bien etiquetar-los como de producción originaria ante cualquier mínima reelaboración a los que son sometidos.29

A pesar de lo difícil que es hacer microhistoria en procesos ilega-les ocultos y de estructura como el que aquí intentamos, contamos con un caso singular que vale la pena presentar. Se trata del navío peruano Santiago que entre 1617 y 1618 realiza la navegación de ida y de retorno entre El Callao y Acapulco. El caso alcanza reco-nocimiento oficial por la importante cantidad de plata peruana que ingresa a México. Ya nos ocuparemos de la ruta de plata peruana hacia México por la Mar del Sur. Rescatemos ahora los agentes eco-nómicos, el cargamento y los valores de las “grandes porciones de géneros de Castilla y de China” que salen de Acapulco hacia Lima el 10 de diciembre de 1618:

28. agn, Reales Cédulas, vol. 1, expediente 120, fs. 225-226. Escalona, Gazophilacium, 1775, pp. 178-179.

29. Grau y Monfalcón, Justificación, 1640, pp. 75-85.

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Navío Santiago (10 de diciembre de 1618)Maestre Jerónimo López Bacalar. De Acapulco a El Callao

Remitente Destinatario Mercaderías. Valor

Registro de Juan Leal Palomino: 7 partidas: 71 cajas, 57 fardos y un cajoncillo 72.200 pesos

Clemente Valdéz Juan de Urrutia, Nicolás de Cabala, 27 cajas(vecino de México) Antonio del Campo, Antonio de Paz (vecinos de Lima) Juan Leal Palomino, Francisco del 4 fardos Padrón, Juan Gallardo (vecinos y 6 cajas de Lima) Juan de Urrutia, Nicolás de Cabala, 34 cajas Antonio del Campo, Antonio de Paz (vecinos de Lima)

Juan Leal Palomino Francisco del Padrón, Francisco Núñez 53 fardosCapitán Juan de Sotello (vecinos de Lima)

Pedro de Vega Sarmiento Doña Catalina Sarmiento Un cajoncillo

Juan Leal Palomino Jerónimo Gómez Baca, Juan de Sotello 2 cajas

Jerónimo Calar Francisco Flores(vecino de México) (vecino de Lima) 2 cajas

Registro de Fernando Bravo Laguna 7 partidas: 94 cajas, 3 cajones y 3 fardos 66.430 pesos

Pedro de Labarrera Fernando Bravo Laguna, Antonio de 28 cajas(vecino de México) Orena y Nicolás Francisco (vecinos de Lima)

Blas Gerónimo Fernando Bravo Laguna, Juan de 10 cajas(vecino de México) Lafuente, Luis de Labarrera (vecinos de Lima)

García Pérez de Salas Fernando Bravo Laguna, Antonio de 15 cajas(capitán y vecino de México) Orena y Nicolás Francisco (vecinos de Lima)

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López de Soria Fernando Bravo Laguna y Antonio de 10 cajas(vecino de México) Orena (vecinos de Lima)

De la Fuente Almonte y Luis de Cabrera 28 cajas (vecinos de Lima) y 3 fardos

Fernando Bravo Laguna De la Fuente Almonte y Luis de Cabrera 3 cajas (vecinos de Lima) Juan de La Fuente Almonte y Luis de Cabrera (vecinos de Lima) 3 cajas y 3 cajones

Registro de Juan Caro 1 partida 1.715 pesos

Juan Caro Fernando Bravo Laguna 3 cajas (vecino de Lima)

Registro de Gaspar de Lituana (vecino de Acapulco) 2 partidas 7 cajas 7.843 pesos

Francisco de Medina Nicolás de Cabala y Francisco de (vecino de México) los Olivos (vecinos de Lima) 2 cajas

Baltazar de los Ríos Nicolás de Cabala, Francisco Ramírez 5 cajas(vecino de México) de los Olivos y Antonio Correa (vecinos de Lima)

Domingo de Campos y Nicolás Juan de La Fuente y Almonte 3 cajas, de Torres (vecinos de Lima) 2 petacas 2.654 pesos

Nicolás Jacome (piloto del navío) Juan Bautista Barraza y Domingo 2.540 pesos Martín de Linos (Sonsonate)

Juan de Sotello (capitán) Francisco Núñez, Palomino 19.062 pesos y Juan Rodríguez del Padrón

Registro de Agustín de Fonseca (vecino de Acapulco) 2 partidas. 23 cajas 33.281 pesos

Tomás de Aguirre (vecino de Nicolás de Cabala y Urrutia 20 cajasMéxico) (vecinos de Lima)

Juan Deyuar (vecino de México) Nicolás de Cabala y Urrutia (vecinos de Lima) 3 cajas

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Registro de Pedro de Larreguera (vecino de Acapulco) 2 partidas: 44 cajas, 8 fardos 25.353 pesos

Francisco Velázquez Moreno Juan de Urrutia y Francisco Rodríguez 3 cajas, (vecino de México) Padrón (vecinos de Lima) 3 fardos

García (vecino de México) Francisco Rodríguez de los Olmos 41 cajas y Francisco Rodríguez Padrón (13 de ropa, (vecinos de Lima) 28 de cera) y 8 fardosSantorum de Olea Domingo de Olea (vecino de Lima) 3 fardos,(vecino de Acapulco) y Antonio 1 cajónDerrejil (vecino de México) 150 pesos

Fuente: agi, México, 29, N. 21, fs. 24-30.

El valor total del cargamento alcanza una suma crecida: 231.228 pe-sos. Desafortunadamente, en el documento no se especifica el rubro ni el tipo de mercancía traficado; sólo se menciona de manera genérica su pro-cedencia como “efectos de Castilla y China”.30 Lo que sí merece una con-sideración son los agentes involucrados en el comercio. Si nos tomamos el trabajo de buscar los antecedentes de estos personajes, veremos que estamos en presencia de una extraordinaria red mercantil entre recono-cidos mercaderes novohispanos y peruanos que usan como escudo ins-titucional sus respectivos consulados de comercio. En la mayoría de los casos son los primeros los que remiten los bultos de mercaderías desde su propio espacio y los segundos los que reciben la carga en Lima a través de sus consignatarios o intermediarios ubicados en el puerto de Acapulco. Citemos como casos emblemáticos al primer remitente que aparece en la lista: Clemente de Valdez será en la primera mitad del siglo xvii prior del consulado de México. También merece destacarse el registro de Fer-nando Bravo Laguna, quien se convertirá, décadas más tarde, en el con-tador del Tribunal de Cuentas de Lima.31 Enseguida veremos que Bravo Laguna es el principal inversor de plata que el navío Santiago lleva a Acapulco el año anterior. La red comercial se enriquece con la presencia de autoridades políticas y religiosas de gran renombre, como es el caso de Pedro de Vega Sarmiento, deán de México y obispo de Guatemala.

30. agi, México, 29, N. 21, fs. 22-23.

31. agi, Escribanía, 511A.

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Decíamos que el caso sale a la luz por la cantidad de plata peruana llevada a México en el navío Santiago un año antes.

Navío Santiago (1617)Maestre Jerónimo López Bacalar. De Lima al puerto de Acapulco

Plata y mercadería remitida al Lic. Pedro de Vergara, de la corte de México

Remite Artículos y valor (en pesos)

Domingo de García (comendador de Lima) Barras de plata por 1.948

Licenciado Pedro de Vergara Gaviria con licencia del Rey Plata por 12 mil Don Fernando Bravo Laguna Plata por 20 mil Gregorio de Vergara Plata por 6 mil Miguel de Senar (criado del licenciado) Plata por 4 mil Andrés de Navarro (criado del licenciado) Plata por 4 mil Francisco Gaitán (criado del licenciado) Plata por 4 mil Juan Caro Plata por 6 mil Antonio Foz Plata por 2 mil Pedro de Vergara Gaviria Plata por 6 mil Capitán Juan de Sotello por cuenta del obispo de Huamanga Plata por 20 mil Nicolás Jacome (piloto) Plata por 6 mil Total de plata: 98.948 Gonzalo de Ávila (vecino de Lima) 2 mil botijas de vinoJuan Leal Palomino 160 cargas de cacaoJuan Leal Palomino 500 cargas de cacao

Fuente: agi, México, 29, N. 21, fs. 30-32.

En 1617 el navío Santiago lleva clandestinamente casi 100.000 pesos en monedas y barras para pagar los bultos de las mercaderías, las cuales estarían sobrando en México. En 1604, el virrey novohispano marqués de Montesclaros resume claramente la lógica de intercambio entre plata potosina y mercancías extranjeras al informarle al Consejo de Indias:

Han llegado al puerto de Acapulco del Perú dos naos con plata que traen desde el puerto de El Callao para este reino que ha sido provechoso porque había sobras de mercaderías.32

32. agi, México, 26, Nº 11, fs. 4-5.

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Vemos en el caso del navío Santiago que las botijas de vino y el cacao de Guayaquil se anexan al metal como medio de cambio que se ofrece a los mercaderes de México. Si bien el detalle documental le otorga singularidad al caso del navío Santiago, el hecho del drenaje de plata peruana hacia México no tiene nada de excepcional. Sin dudas, la clave del funcionamiento del modelo en esta primera coyuntura está dada por la plata del Perú; región que se convierte, hasta la primera mitad del siglo xvii, en la principal productora de plata del mundo.33

Desde 1605 se prohíben los envíos de plata peruana hacia México que superen esos 200.000 ducados para utilizar en el intercambio de los “efec-tos de la tierra”.34 Pero los papeles poco freno pueden hacer cuando el interés comercial es lo que activa la realidad. Es tan intenso e íntegro el abastecimiento de lo asiático por todos los mercados regionales del Perú que bajo la sombra de los 200.000 pesos en plata autorizados para enviar a la Nueva España van “millón y medio según las cartas de todos los mer-caderes, arruinándose así la contratación y flota de Portobelo”.35

Woodrow Borah sostiene que en los últimos años del siglo xvi la pla-ta peruana que fluye hacia Acapulco ronda los 3 millones de pesos y que en 1597 llegan a Acapulco 8 millones de pesos llegan para cargarse en el galeón de Manila que sale con la notable suma de 12 millones.36 Lo ocurrido en 1597 es excepcional. Los estudios acuerdan que regu-larmente se exportan desde El Callao hacia Acapulco entre 1,5 a 3 mi-llones de pesos por año. Estos números se corresponden bastante bien si consideramos que regularmente salen diez o quince barcos cada año desde El Callao o Guayaquil hacia México con cargamentos de plata que, como lo demuestra el caso del navío Santiago, rondan entre los 100.000 y 200.000 pesos.37 Esta situación bastante común podría con-dimentarse con casos de mayor trascendencia, como el protagonizado por el virrey del Perú marqués de Montesclaros, acusado en su juicio de

33. Tepaske, “New World”, 1983, pp. 425-445.

34. agnm, Indiferente virreinal, caja 6697, expediente 78, fs. 1-3.

35. agi, Panamá, 16, R. 2, Nº 23, f. 12.

36. Borah, Comercio y navegación, 1975, pp. 227-236.

37. En 1591, los oficiales reales de Panamá dicen que “va un navío para la China a título de traer cobre para fundir artillería aunque no ha vuelto y principio de este año se des-pachó en Lima otro que dicen lleva más de doscientos mil pesos en reales”, agi, Panamá, 33, Nº 146, f. 3. También: Valle Pavón, “Los mercaderes”, 2005, pp. 227; Vila Vilar, “Las ferias”, 1982, pp. 294.

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residencia por autorizar la salida de El Callao de un navío con más de un millón de pesos en plata rumbo a Acapulco.38

Habíamos anticipado en páginas previas que una gran porción de la plata peruana que alcanza Acapulco se reembarca en el galeón de Manila. El esplendor que por estas décadas registran las minas de Po-tosí convierte la moneda de plata peruana en la mercancía dominante en la Carrera Acapulco-Manila. En 1604, el Cabildo de la ciudad de México denuncia que entre la plata potosina y la novohispana salen unos 5 millones de pesos anuales;39 cifra que se mantiene para 1610-1620.40 Es notorio el fraude por el corredor transpacífico cuyo límite de exportación de numerario se fija desde 1593 en los 500.000 pesos.41 A pesar de la ausencia de datos cuantificables y de la gran cuota de parcia-lidad de la documentación, la fuga de plata peruana y mexicana hacia el Oriente es muy reconocida por los estudios. Pero hay un problema his-tórico que aún no se ha develado ni explorado y que, quizá, pueda tener mayor gravitación para la agenda historiográfica. ¿A qué nos estamos refiriendo? No toda la plata andina importada a México parte hacia China. Una considerable porción de ella se interna en el virreinato para reexportarse por el canal transatlántico de las flotas hacia la península ibérica. Partiendo del problema de que existen escasísimas fuentes al respecto, el testimonio de 1609 que brinda el virrey novohispano, Luis de Velasco, resulta revelador.

En defensa de la reapertura al comercio México-Perú clausurado en 1604 y respaldando los intereses del Consulado, el virrey sostiene que el flujo clandestino de plata peruana hacia Acapulco ronda los 500.000 pesos anuales; cifra que estaría muy lejos de la realidad por otras evi-dencias que ya hemos mencionado y que busca defender los intereses novohispanos al “desdramatizar” el drenaje de plata por el Pacífico. Pero lo más interesante del relato de Velasco son dos aspectos. El pri-mero se refiere a la internación de la plata peruana en México para su intercambio; una problemática que ya venimos analizado en páginas anteriores del trabajo.

38. Hanke, Los virreyes, 1979-1980, t. iii, p. 153.

39. Borah, Comercio y navegación, 1975, pp. 235-236.

40. Hoberman, Mexico’s merchant, 1991, pp. 216-219.

41. Álvarez de Abreu, Extracto, 1977, t. i, pp. 106-187.

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Más estos 500 mil pesos vienen cada año en barras y monedas con que esta plaza de México se hinche de plata y los emplean los que los traen en los géneros que esta tierra lleva de cosecha y en mercaderías de castilla si las hay de sobra como algunas veces acaece y en ropa de china.42

El segundo aspecto que menciona el “joven” virrey Velasco –y es el que más atención le otorgamos por su novedad– es el tipo de plata pe-ruana que parte hacia China y la que se escapa hacia España.

Las barras de plata venden aquí los del Perú parte a los que labran moneda en esta casa donde pagan sus derechos y parte a mercaderes de esta ciudad que las envían por granjería a España para sus empleos, que les es mejor que no enviar Reales […] por lo que cesa lo que algunos han querido decir que muchas de ellas se envían a las islas Filipinas que no es así que aquí hay barras de pla-ta en la tierra que poder enviar si conviniese. Pero mejor se hallan y se entienden con reales los chinos que no con plata en pasta.43

Interesante descubrimiento. Los barcos del Perú importan hacia México distintos tipos de plata: en barra, en pasta sin labrar y amone-dada. Esto lo corrobora muy especialmente el comerciante portugués León Portocarrero en 1620.44 La barra y la pasta de metálico estarían quedándose en México para ser labrada por los ensayadores y fundi-dores de la Casa de la Moneda de dicha ciudad, pagando los derechos correspondientes. Hay señales importantes donde se explicita el permi-so para la Casa de la Moneda de la ciudad de México a labrar la plata bruta procedente de Perú.45 Por su parte, la amonedada o los reales pe-ruanos se envían hacia China; imperio que acepta muy especialmente la moneda para que circule por sus mercados internos.

42. agi, México, 27, N.66, f. 5.

43. agi, México, 27, N.66, f. 6.

44. León Portocarrero señala la composición variada de plata transportada ya que “tres o cuatro navíos de Lima por año” navegan al puerto de Acapulco llevando “muchas barras de plata, tejos de oro y muchos cajones de reales”; en bnf, Manuscritos, Espagnol 280, Nº 5057, fs. 208-209.

45. “Carta sobre que forme el superintendente unas ordenanzas particulares para esta Real Casa de Moneda de suerte que puedan servir también para las del Perú”, en agnm, Real Hacienda, Casa de La Moneda, vol. 143, expediente 25, fs. 180-191.

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Los caminos de la plata por el modelo comercial

Fuente: elaboración propia.

Flores Ramiro publica la carga de plata que en el año 1602 el navío peruano Ave María, al mando del maestre Tomás de Herrera, exporta hacia México. Según sus cálculos, lleva la notable suma de 564.699 pe-sos, de los cuales el 85% (482.579 pesos) son plata sin amonedar. Pen-samos que el caso representa la norma: el predominio de los envíos de la plata en barra sobre monedas o barretones.46 Claro está que mucha plata peruana labrada en México recorre el corredor transpacífico. Lo cierto es que habría dos razones totalmente comprensibles para expli-car el silencio que muestran los documentos sobre este flujo de plata pe-ruana hacia España por la vía de las flotas mexicanas. En primer lugar, gran parte de la masa metálica peruana que llega a México se termina de labrar o amonedar en la ciudad novohispana por lo que pasaría des-apercibida en los enormes cargamentos de las flotas que arriban a Se-villa. En segundo lugar, quizá más gravitante, es que España no tiene por qué denunciar el cauce ilegal que toma el metálico peruano, puesto que aun sin canalizarse por los galeones de Portobelo finaliza, mal que bien, en la península ibérica.

46. Flores, “El secreto”, 2005, p. 403.

Moneda peruana y mexicanaexportada en la nao de China

Salidas de plata peruana amonedada, en pasta y en barra

Flujo de metálicoperuano en crisis

La Casa de la Monedade la ciudad de Méxicolabra y funde el metálico bruto peruano

China

Perú

Nueva España España

Moneda peruana y mexicana exportada en flotas

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Valdría la pena finalizar el análisis de esta primera coyuntura del funcionamiento del modelo con breves consideraciones acerca de su gravitación negativa sobre el galeón de Tierra Firme y las ferias de Portobelo. Vila Vilar ha demostrado que desde finales del siglo xvi has-ta las primeras décadas de la centuria siguiente el comercio peruano es menos dependiente de los galeones españoles. Entre los cauces co-merciales alternativos que contrarrestan el flujo oficial, la historiadora no duda en otorga un papel protagónico a la conexión triangular Perú-México-Filipinas. El desvío de plata hacia China con la correspondiente importación de tejidos asiáticos a precios muy baratos en comparación con los de Castilla se habría convertido en las chispas explosivas para iniciar la ruina en las celebraciones feriales de Portobelo.47 Entre los numerosos testimonios sobre el problema, citemos las palabras del ca-bildo de Panamá en 1610:

Dos navíos que salieron de la ciudad de los reyes para la de Acapulco llevaron más plata que la que tuvo la Real Armada que vino a este reino de que ha resultado no haber plata para el des-pacho de la ropa que vino en esta flota y les ha obligado a los mercaderes que traían haciendas fiadas de Castilla a pagar por la feria de la ciudad de Portobello hacer las pagas a sus acreedores en la misma especie y ropa perdiendo los costos y derechos, fletes y créditos por la poca plata que bajó en la Real Armada […] y se detuvo toda la feria de la ciudad de Puertobello [sic] y se perderá toda si no es que V.M. mande se cierre toda la puerta para que no vaya más plata al puerto de Acapulco.48

Nadie podría cuestionar esta interpretación ya señalada por la his-toriografía la cual hemos venido reforzando con argumentaciones en el trabajo. Pero vale algunas aclaraciones que permiten ampliar la pro-blemática. Aquí sostenemos que es la gran eje geohistórico cuyo tronco comercial se concentra en El Callao-Acapulco con su doble ramificación Acapulco-Manila y Acapulco-Veracruz el responsable final de la crisis de Portobelo. En términos más precisos, no es sólo el ingreso de bienes chinos desde México lo que genera la indiferencia peruana hacia Por-tobelo, sino el interés de los mercaderes limeños por adquirir los reza-

47. Vila Vilar, “Las ferias”, 1982, pp. 294-295.

48. agi, Panamá, 30, N. 48, fs. 2-3.

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gos castellanos almacenados en México. Considerar como responsable al eje Veracruz-ciudad de México no es un dato menor para quienes buscan ampliar la perspectiva de análisis sobre procesos imperiales. La crisis de Portobelo no se debe exclusivamente al comercio asiático, sino más bien a la centralidad mercantil novohispana como principal almacén hispanoamericano de productos extranjeros.

Y en este punto vale la pena atender un problema que poca atención ha merecido. Con sus prácticas y decisiones, los mercaderes españo-les también son responsables de que el régimen comercial de Tierra Firme entre en una crisis. Con toda la cuota de parcialidad que pueda suponer, veamos el parecer que nos da en 1609 el virrey Velasco, un acérrimo defensor de los intereses novohispanos, sobre la declinación de Portobelo:

Los mercaderes del Perú envían ahora hombres propios a Se-

villa con sus haciendas a emplearlos que de ordinario llevan toda la gruesa de aquel reino con que los de Sevilla ya no cargan para Tierra Firme ni pueden hacer las gruesas ganancias que hacían en años pasados siendo ellos los señores de cuanto se cargaba para aquél reino y esto era lo que tenía rica de dinero y llena de gente a Panamá y como todo esto ha faltado suspiran los unos y los otros por el tiempo pasado con deseo de volverlo a entablar y es imposible.49

Velasco relata un proceso ampliamente documentado en el texto de García Fuentes.50 La gran producción de las minas de Potosí da lugar a que los peruanos, con notable movilidad para violar el monopolio es-pacial de los mercaderes peninsulares, realicen empleos directos y de “pura negociación” en el mercado hispalense. Por su parte, los cargado-res de flotas, al ver disminuir su control en la relación transatlántica con el Perú, deciden “no cargar para Tierra Firme”. Portobelo se en-cuentra pobre y arruinado no sólo por los desvíos de capitales peruanos hacia Acapulco, sino porque los mercaderes sevillanos abandonan el galeón de Tierra Firme al no ofrecer sus ferias ninguna garantía para las ventas al ser los peruleros los que toman un rol protagónico en el propio galeón. Los gachupines concentran sus intereses en las flotas de la Nueva España que da mayor seguridad para el despacho de bienes y

49. agi, México, 27, N. 66, f. 4.

50. García Fuentes, Los peruleros, 1997.

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la succión de metálico novohispano y también, gracias a la vía de la Mar del Sur, de la plata peruana. Entonces, parecería que todos los actores y las corporaciones mercantiles, en diferentes grados y niveles, tienen responsabilidad en el funcionamiento del modelo semiclandestino im-perial y en la crisis de los galeones de Portobelo.

No cabe duda que otro de los motivos de peso que explican la preferen-cia de los peruanos por comerciar por la vía de Acapulco antes que la de Portobelo está en los menores costos de comercialización y en la ausencia de “riesgo de mar”; atributos que la ruta Sevilla-Panamá carece por com-pleto. Nuevamente, es el virrey Velasco el que destaca la cuestión:

Siguen los del Perú esta contratación con México no tanto por-que sean muy gruesos los intereses que a lo mucho no pasan de 10 a 12 por ciento cuanto porque cada año van y vienen con sus caudales sin riesgos de mar y de corsarios que les es de mucho más provecho que el trato de Castilla, que en idas y vueltas cuen-tas al fiado y cobranzas dilatadas se les pasan cuatro y cinco años primero que vuelvan a su poder las haciendas y reguladas las ganancias con dilación del tiempo fletes de mar y tierra averías riesgos pérdidas y derechos afirman que no les rinde su dinero un año con otro a siete por ciento, esta es la causa de continuarse entre estos dos reinos el trato.51

Para los comerciantes de Lima los costos de comercialización por la vía mexicana son menores y más accesibles que la ruta España-Por-tobelo. Los trabajos de Suárez y Flores dieron cuenta de que mientras la canasta de gastos que acarrea el flete, los impuestos y las comisiones en el circuito México-Perú difícilmente supera el 50% del valor del pro-ducto, los cargos por la vía monopólica del Atlántico El Callao-Sevilla se encarecen en 90%.52 A eso habría que sumarle que las ganancias en una inversión mercantil por la Mar del Sur se obtienen rápidamente. Panorama opuesto sucede en Portobelo donde, sin garantías de rentabi-lidad y seguridad contra los corsarios, hay que esperar varios años para conocer los resultados de las operaciones comerciales emprendidas.

Ahora bien, decíamos en páginas anteriores que el funcionamiento del modelo comercial se extiende hasta 1640. Existe evidencia documen-

51. agi, México, 27, N.66, fs. 6-7.

52. Flores, “El secreto”, 1995, pp. 393-397, y Suárez, Desafíos transatlánticos, 2000, pp. 239-241.

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tal que comprueba la actividad del flujo de bienes asiáticos y castellanos desde Acapulco hacia el Perú hasta 1640, aun incluso con las prohibicio-nes impuestas con la definitiva Real cédula de 1634. Una de las pruebas es el testimonio del virrey del Perú, conde de Chinchón. Luego de dejar el cargo de virrey en 1640, Chinchón le recomienda al Consejo de Indias abrir las comunicaciones mercantiles entre el virreinato del Perú y la Nueva España. El cierre del tráfico decretado unos años antes no va a lograr, según el virrey, cortar el tráfico por la Mar del Sur. Por el contra-rio, advierte que “en ningún tiempo ha habido tanta ropa de China que en el de la prohibición”.53 Un caso de 1628 confirma el hecho: el navío de permiso que comunica El Callao con Acapulco con un tope comercial autorizado de 200.000 pesos retorna al Perú con 2 millones de pesos en artículos asiáticos, los cuales se venden sin el menor recato, encubiertos como si fuera ropa tejida localmente.54 Pero el conde de Chinchón sostie-ne la opinión que la importación de los bienes orientales al Perú no gene-ra ningún perjuicio a las “grandes flotas de Portobelo que últimamente se han visto”, pues “lo de la China entra y lo de España se vende”, entonces habría que “autorizar nuevamente el flujo con México, cobrando un con-siderable arancel en beneficio de la hacienda real”.55

Chinchón destaca que los bienes asiáticos traídos desde México no ocasionan un freno a la venta de los productos peninsulares que se hacen en la feria de Portobelo. La visión del virrey nos sugiere nue-vamente un escenario de complementariedad entre los bienes traídos del Oriente y los europeos/españoles; complementariedad que se funda-menta por la división del universo social consumidor al cual responden cada uno de los conductos: los asiáticos para un mercado consumidor masivo, mientras que los europeos para el círculo de elite. Lo que el virrey Chinchón no menciona –sea por una posición en defensa de los intereses comerciales del consulado de Lima– es lo que sería el nervio principal del modelo: que el circuito entre el Perú y México por el Pací-fico comprende (además de los bienes chinos) el movimiento de géneros europeos; mercancía que circula en cantidades prácticamente equipa-rables a aquéllas. Y es este preciso componente del circuito el que trae serias complicaciones para el desarrollo de la feria de Portobelo.

53. Muzquiz de Miguel, El conde, 1945, p. 307.

54. Lohman Villena, Historia marítima, 1973, t. iv, p. 320.

55. Muzquiz de Miguel, El conde, 1945, p. 309.

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1680-1740: México y el colapso de las ferias de Portobelo

No encontramos para el período 1640-1680 pruebas que nos indiquen el funcionamiento del modelo comercial semiclandestino. Por el con-trario, lo que sí se podría comprobar es el desarrollo de fenómenos que contrarrestan el desenvolvimiento del tejido imperial que aquí estamos atendiendo. En primer lugar, vemos por esas décadas estancado, como en cierto adormecimiento, el tráfico comercial del galeón de Manila. La nao de China no llega a intercambiar esos volúmenes de plata y bienes chinos como lo hacía en aquella primera coyuntura histórica en la cual el modelo funciona en su plenitud (1580-1640). No resulta casual, en-tonces, que si el tráfico del galeón aminora notemos paralelamente una disminución del flujo de bienes extranjeros desde México hacia el Perú por la Mar del Sur, con el correspondiente descenso en el reflujo de plata peruana hacia Acapulco. En este sentido, tampoco hemos encontrado en los archivos expedientes de comisos, ni denuncias, que podrían caer sobre embarcaciones al intentar incursionar bienes extranjeros a los puertos del Perú. Quizá, la ausencia de este tipo de documentación es, a la vez, la confirmación de un fenómeno: la notoria disminución del movimiento de bienes extranjeros desde México hacia el Perú.

Pero la prueba más contundente de que el modelo “alternativo” se encuentra adormecido en este período es cuando observamos el clima de estabilidad del régimen transatlántico bipolar. Vale aquí rescatar algunos datos que nos ofrece García Fuentes.

Viajes de ida hacia Nueva España y Tierra Firme

1650-1659 1660-1669 1670-1679 1680-1689 1690-1699Nueva España 76 55,8% 74 49,3% 79 56,8% 93 60,3% 91 61,9%Tierra Firme 60 44,2% 76 50,7% 60 43,2% 61 39,7% 56 38,1%

Viajes de vuelta desde Nueva España y Tierra Firme

1650-1659 1660-1669 1670-1679 1680-1689 1690-1699Nueva España 57 48,7% 21 51,2% 73 46,2% 59 60,8% 48 64,8%Tierra Firme 60 51,3% 20 48,8% 85 53,8% 38 39,2% 26 35,2%

Fuente: García Fuentes, El comercio, 1980, pp. 215-217.

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Considerando los viajes de ida y vuelta de las escuadras españolas notamos que entre 1650 y 1680 no hay una primacía o un interés mayor por parte de los cargadores peninsulares en canalizar todo el tráfico ultramarino a través de la flota de Veracruz. El número de barcos que fluyen hacia México y Tierra Firme se encuentra prácticamente equili-brado, lo que nos permite sugerir un cumplimiento al sistema bipolar transatlántico de todas las corporaciones mercantiles de la monarquía. El escenario cambiará conforme transcurran las siguientes décadas, particularmente desde 1680, cuando las navegaciones de las flotas de la Nueva España se tornarán más frecuentes y los galeones de Portobelo más espaciados, menos concurrentes.

Ahora bien, sería arriesgado hablar de crisis comercial en el Perú porque los galeones no llegan. Existen signos económicos que muestran no sólo al Perú sino a Hispanoamérica en su conjunto viviendo un pro-ceso complejo de crecimiento a partir del último cuarto del siglo xvii. Sin duda, el virreinato de la Nueva España es la expresión más fiel de la situación. El aumento de la producción y la acuñación de plata, el creci-miento de la producción agrícola y del comercio interamericano son sólo algunas de las señales de la diversificación económica y de su progreso sostenido.56 El caso peruano resulta más complejo. Lo podemos compro-bar al revisar las cuentas de los ingresos públicos en el transcurso del siglo que nos brinda el historiador Kenneth:

Ingresos públicos del virreinato del Perú (1631-1690)

Década Ingresos totales

Ingresos retenidos en Perú

% enviado a Castilla

% retenido en Perú

1631-1640 32.894.130 18.055.639 45 551641-1650 33.720.680 19.452.359 42 581651-1660 35.887.968 24.126.862 33 671661-1670 20.325.261 17.298.253 15 851671-1680 26.060.453 21.890.780 16 841681-1690 24.078.352 22.806.459 5 95

Fuente: Kenneth, Crisis and Decline, 1985, p. 34.

56. Romano, Coyunturas, 1993, pp. 125-138.

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El cuadro expresa que desde la segunda mitad del siglo xvii las re-mesas públicas peruanas enviadas hacia España disminuyen de forma significativa. Si para la cuarta década del siglo el flujo de metálico pe-ruano despachado hacia España ronda el 40% de los ingresos totales, en la década de los 80 llegará a ser tan sólo del 5%. Es cierto que la drástica disminución de los envíos de metálico nos expresa dos situacio-nes íntimamente relacionadas: disminución de la producción de plata de Potosí y una menor actividad en las ya poco celebradas ferias de Por-tobelo, centro neurálgico de los intercambios. Pero esas dos variables no pueden tomarse como indicadores determinantes para pensar en una crisis general de la economía peruana.

La disminución de los ingresos públicos explicaría sólo en parte la caída de las remesas enviadas a España. Si bien los ingresos públicos del virreinato de la segunda mitad del siglo son inferiores a los de la primera mitad, las cantidades retenidas en el Perú aumentan signifi-cativamente. Una explicación al fenómeno sería que parte del metálico es retenido por la elite local para responder a la creciente complejidad que vive la estructura social, política y económica del virreinato. Hay que financiar tareas de administración, de defensa, como también el de-sarrollo del comercio local, interamericano y mundial. Es evidente la resistencia peruana del envío de su plata hacia España; expresión no menor de que en el último cuarto del siglo xvii se inicia un “distancia-miento” del espacio peruano respecto a la península ibérica y una más intensa conexión con México.

La retención de metálico en el Perú refleja, a la vez, el agitado estado en el que se encuentra su comercio exterior. En términos mercantiles se-ría arriesgado referirse a la crisis del comercio oficial por Portobelo como decadencia generalizada del comercio peruano. A excepción del comercio formal, Perú no estaría viviendo una crisis mercantil. Si el tráfico ofi-cial languidece es porque, en buena medida, aumenta el contrabando y se intensifican las relaciones comerciales interamericanas. A partir del último cuarto del siglo xvii el régimen monopólico de comercio resulta incapaz (o insuficiente) para responder a un notable crecimiento del con-sumo por los mercados hispanoamericanos. Claro está que el “apetito” por consumir alienta el contrabando extranjero. Pero también propicia la creación de nuevos cauces comerciales a escala intercontinental e intercolonial, y el desarrollo del fraude por los flujos ultramarinos ofi-ciales. La propia elite mercantil del Perú, con un excedente mercantil considerable a su disposición y con el control de los asientos de comer-cio, tiene la oportunidad de responder a ese crecimiento del consumo

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promocionando sus vínculos con otras regiones hispanoamericanas, particularmente con la Nueva España, esquivando las prohibiciones le-gislativas españolas.57 Por lo tanto, el alto índice de retención de nume-rario que se observa para las décadas finales resulta ser una condición necesaria para el desarrollo de vías informales de importación de bienes. El modelo de crecimiento económico del espacio peruano signado desde fines del siglo xvi por el alto grado de autosuficiencia, integración y mo-nopolio comercial llega a su techo.58 Ahora estamos presenciando su des-integración regional con la correspondiente apertura hacia el exterior. Desde entonces, el régimen de comercio oficial más que una realidad se convierte en un principio monopólico abstracto.

Dicho esto, no debería resultar casual que en el último cuarto del siglo xvii reaparezcan las variables y los procesos históricos que con-figuran la estructura semiclandestina de comercio hispanoamericano que aquí estamos estudiando.59 A partir de 1680 hay claros indicios de un aumento del comercio transpacífico y transatlántico hacia y desde México. Se reaviva el circuito del movimiento de bienes chinos y eu-ropeos desde México hacia el Perú por la Mar del Sur y el drenaje de metálico peruano en dirección inversa. Al mismo tiempo, toman nuevo impulso mercantil las escuadras que llegan al puerto de Veracruz. La reactivación de estos circuitos llevará a la declinación, hasta el defini-tivo colapso en 1740, del eje geohistórico España-Portobelo. Es en este contexto en que deberíamos comprender la razón por la cual el merca-do novohispano reanuda un proceso de sobreabastecimiento de géneros para sus mercados internos, a partir de su vía transpacífica y transat-lántica; fenómeno que advierte García Fuentes.60

En 1711, el Consejo de Indias está convencido de que “los cargazones de China son tan considerables que no las pudiendo consumir la Nueva

57. A partir de 1660, el Consulado de Lima logra tener en sus manos la administración de la avería del Mar del Norte, la avería de la Mar del Sur, el asiento de los almojarifazgos, alcabalas, comisos y Unión de Armas. Céspedes del Castillo, La avería, 1945, pp. 154-160. Suárez, Desafíos, 2001, pp. 309-314.

58. Assadourian, “Integración”, 1994, pp. 141-164.

59. En un artículo de años atrás ya hemos analizado algunas de las características más sobresalientes del modelo para este preciso período de 1680-1740. En las próximas líneas intentamos complejizar aún más la problemática con nuevos datos e interpretaciones. Véase al respecto: Bonialian, “México”, 2011, pp. 7-28.

60. García Fuentes, El comercio, 1980, pp. 65-77.

China en la América colonial

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España es preciso la saca de transporte al Perú”.61 Ya nos ocuparemos de la reexpedición de productos hacia Sudamérica por la Mar del Sur; retengamos, por el momento, la idea de los enormes “cargazones de China” que entran a Acapulco.

Número de piezas chinas ingresadas por Acapulco (1709-1736)

Año Piezas Año Piezas1709 4.519 1725 s/d1710 3.284 1726 s/d1711 3.287 1727 s/d1712 3.764 1728 s/d1713 5.359 1729 s/d1715 3.802 1730 3.9961717 4.610 1731 3.9961718 2.537 1732 3.6001720 3.240 1733 3.9731721 2.493 1734 4.0001722 2.948 1735 s/d1723 s/datos 1736 4.0351724 6.135 1737 3.308

Fuente: Para el período 1709-1722: agi, Filipinas, 208, s/n de ex-pediente; para 1722-1737: Yuste, Emporios, 2007, pp. 384-385.

Valdría otorgarle crédito a la advertencia del Consejo de Indias. Como lo demuestra la serie anual, los galeones de Manila ingresan enormes cargamentos de piezas orientales con una puntualidad anual perfecta. Lamentablemente, no disponemos de datos similares para los años anteriores a 1709, pero los documentos que enseguida expondre-mos no dejan dudas de que el esplendor del comercio transpacífico viene desde décadas atrás. En 1720 aparece una disposición real fijando el permiso de comercio a cuatro mil piezas para intentar reducir las im-portaciones asiáticas.62 Es muy curioso notar en la serie que a partir

61. agi, Lima, vol. 480, f. 7.

62. agnm, Reales Cédulas, vol. 41, s/n de fs.

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de la emisión del reglamento los cargamentos oficiales reconozcan el máximo permitido, lo que hace suponer una manipulación en la lógica aduanera para encubrir cargamentos voluminosos.

Los ingresos de mercadería castellana y europea por Veracruz tam-bién son muy considerables. Recordemos aquí los datos brindados por García Fuentes y que hemos publicado en páginas antecedentes donde se revela el aumento sostenido de los viajes y el número de flotas del comercio con Veracruz. Las flotas novohispanas comienzan a ser más periódicas y numerosas que en los períodos anteriores. Entre 1680 y 1700 se envían nueve flotas a la Nueva España y tan sólo cuatro galeo-nes a Portobelo.63 La tendencia del predominio de la flota novohispana resulta ser aún más intensa en las décadas siguientes. Sin considerar el contrabando ni los navíos de registro franceses, entre 1700 y 1715 Veracruz recibe convoyes españoles en ocho oportunidades; cinco en ex-pedición de flotas y tres en azogues. Un total de 58 buques mercantes y 20 naves de guerra fondean en Veracruz con más de 23.700 toneladas en mercaderías.64 Paralelamente, el virreinato peruano vive un esce-nario de aislamiento en sus relaciones con España. Desde 1695 hasta 1721 arriba tan sólo a Portobelo una expedición de galeones, la de 1706, que no puede retornar a Cádiz por ser interceptada por los ingleses.65

La inclinación se explica nuevamente porque está en marcha el mo-delo con epicentro en México. La vía clandestina para la reexpedición de bienes europeos desde Acapulco hacia el Perú trae mayores garan-tías al cargador español; por lo que el comercio de las flotas con la Nue-va España será más convocante para el gachupín que el circuito hacia Tierra Firme. En una representación de 1706 la Junta de Comercio de Lima no ahorrará detalles para explicar el fenómeno. Le comunicará al Consejo de Indias que, mientras los galeones de ese año conducidos por el conde de Casa Alegre “apenas eran nueve, que unos vienen a media

63. Fernández de Pinedo, “Comercio colonial”, 1986, pp. 121-131; García Fuentes, El co-mercio, 1980, pp. 164-215.

64. Pérez-Mallaina, Política naval, 1982, p. 13.

65. Alcedo y Herrera, Piraterías, 1883, p. 8; Walker, Política española, 1979, p. 44. Aun-que no se definen como galeones comerciales, habría que contemplar el envío de mer-cancías en las expediciones de guerra de 1700 y 1713. Son diez buques mercantes y 19 buques de guerra los que realizan en esos años la Carrera de Portobelo, moviendo un total de 14.700 toneladas de mercaderías. Véase este punto en: Pérez-Mallaina, Política naval, 1982, p. 19.

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carga y otros al tercio, siendo lo regular de las Armadas antecedentes diez y seis o más de carga entera […] la flota de la Nueva España llegó a Veracruz compuesta de 17 bajeles de carga entera”.66

¿Cuál es la razón de esta proporción si menos carga para abastecer a México era suficiente? La Junta dirá que se “tiene por cierto que de las “memorias que compraren los mercaderes de aquel reino y de las que no vendieron los cargadores de España pasarán a éste [al Perú] la mayor parte”.67 Ninguna persona deseará, continúa argumentando la Junta, invertir en la feria de Portobelo, pues desde México se traían, junto a los géneros asiáticos, “cargazón igual a la de Tierra Firme”.68

Estamos nuevamente en el “nervio principal” del modelo. Segura-mente algo de cierto hay en los cuestionamientos de los cargadores se-villanos y gaditanos acerca de lo difícil que es vender sus productos por la competencia de lo chino.69 En el libro El Pacífico, nos ocupamos de revalidar este tipo de argumentos que gran parte de la historiografía sigue sosteniendo. Pero aquí deseamos relativizar este preciso fenó-meno. En otros término, el conflicto, más discursivo que real, no debe distraernos de lo que, en última instancia, ocurre en el espacio novohis-pano: los convoyes españoles de Veracruz funcionan con una dinámica sorprendente y sus productos son adquiridos, vendidos o almacenados por los propios mercaderes de la ciudad de México porque, además del virreinato novohispano, hay una segunda plaza consumidora que abas-tece un amplio “mercado externo”: el peruano. Llegamos así al planteo siguiente que nos parece de suma importancia. La corriente Veracruz-Acapulco-El Callao no contrarresta la fuerza del galeón de Manila sino que mirando el fenómeno en su larga duración y estructura aquel en-tronque complementa y reimpulsa el comercio asiático.

Si bien no alcanza la regularidad anual del galeón de Manila, las flotas llegan regularmente al Atlántico mexicano y ello se debe, en gran medida, a que los cargadores españoles ven mayores posibilida-des de vender sus mercancías. Rescatemos una cita ofrecida por Pé-

66. Paz-Soldán y Moreyra, El Tribunal, 1956, pp. 18-19.

67. Ibid., p. 19.

68. Ibid., p. 21.

69. En las primeras tres décadas del siglo xviii, se registra una catarata de representacio-nes y denuncias entre los cargadores españoles, los comerciantes mexicanos y filipinos. Véase al respecto: Álvarez de Abreu, Extracto, 1977.

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rez-Mallaina. En 1705, el consulado de Sevilla expone abiertamente al Consejo de Indias que “el común del comercio tiende a interesarse en el de la Nueva España que no en el de Tierra Firme”.70 Las propias citas de los protagonistas van desnudando, poco a poco, este “oculto” modelo de comercio imperial. En 1733, tiempos muy conflictivos entre los grupos mercantiles del imperio a raíz de la entrada desmedida de productos chinos a México, los mercaderes de las Filipinas no dudan en denunciar a sus pares sevillanos de que, “como es notorio, no lo-gran mejores ferias los comerciantes de Cádiz en el reino del Perú que en el Nueva España, antes bien en éste son mayores las utilidades […] y así quéjense los comerciantes de Cádiz de la copiosa introducción de géneros que hacen aquéllos en estos reinos y que a México envían más de lo que puede consumirse”.71

Estamos en presencia de una situación muy similar a la que vimos para la primera coyuntura histórica del funcionamiento del modelo (1580-1640). A pesar de la advertencia que realizan en 1712 los comer-ciantes mexicanos para que las flotas sean bianuales y no anuales,72 las escuadras españolas arriban a Veracruz cada tres o cuatro años con cargamentos tan elevados que superan el nivel de consumo del virrei-nato. El sobreabasto de mercaderías provoca el descenso de los precios; un escenario que beneficiará al novohispano y perjudicará al gachupín que, ante la propuesta de precios tan bajos por parte de los comercian-tes mexicanos, estará obligado a internarse en territorio virreinal para obtener una mayor rentabilidad.

El problema viene arrastrándose desde 1672. Cuando en mayo de ese año una nueva flota se prepara para partir rumbo a Veracruz, los comerciantes de la Ciudad de México advierten a sus colegas sevillanos de las lamentables consecuencias que sufrirán si continúan apostando su capital mercantil a un continuado flujo de las flotas de Veracruz. Quisiéramos rescatar aquí algunas citas ofrecidas por el historiador Lamikiz donde se manifiesta la dificultad que tienen los comerciantes novohispanos en vender las mercancías de la flota de años anteriores y la decisión de los cargadores de flota de internarse en el virreinato:

70. Pérez-Mallaina, Política, 1982, p. 52.

71. Álvarez de abreu, Extracto, 1977, t. i, p. 145.

72. agi, México, 2501, s/n de fs.

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Aun con notable pérdida, con que para los comerciantes de esta Nueva España ha sido grande ruina y lo mismo es para los de España, que con la continuación de las flotas han bajado los gé-neros a tan ínfimos precios que ninguno dejará de perder mucha parte de su caudal.73

Veamos un caso concreto. En enero de 1700, y ya internado en la ciu-dad de México, el flotista Pedro Chapore advierte a sus socios ubicados en España el notorio descenso de los precios que se está viviendo en el mercado de la ciudad:

En cuanto a el estado de la feria de esta ciudad vamos bien a Dios gracias, menos los lienzos y hilos, picotes y lamparillas, que los ruanes no quieren llegar a seis reales, bretañas buenas menudeadas apenas llegan a treinta reales, holanes no pasan de catorce pesos contrahechos, ni estopillas ni encajes trenzilla ni agujero no ay quien los pida.74

Chapore se muestra resignado porque no queda “más que vender y arrepentirse”. Semanas después se siente desilusionado porque la lle-gada de la nao de China paraliza todo el intercambio, “de forma que no ay hombre que entre por puerta de nadie”. La única esperanza a la que se aferra el flotista es a la noticia del apresto de tres navíos peruanos de gran porte que se preparan en el Perú rumbo a Acapulco interesados en adquirir los bienes de flotas que no pueden ubicarse en el mercado mexicano.75 El mercado del Perú viene a ser una gran posibilidad para los cargadores españoles que están “tierra dentro” del virreinato novo-hispano.

Los casos abundan. Pascual de Agesta, un consignatario del flotista Munárriz, se encuentra por el año 1700 en la ciudad de México. Es uno de los tantos flotistas que se internan en el virreinato para intentar dar salida a sus bienes. Notando lo difícil que resulta cualquier opera-ción mercantil, decide viajar hacia el norte. Llega a San Luis de Potosí, donde encuentra un panorama decepcionante “por causa de haber en la dicha ciudad muchos mercaderes con ropa y hallarse muy corto de

73. Lamikiz, “Flotistas”, 2011, p. 9.

74. Ibid., p. 23.

75. Ibid., p. 23.

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plata y no haber salida de cosa ninguna y por estar los géneros muy en bajos precios”.76

Sin éxito, en febrero de 1701 Agesta, aún con las mercaderías de Munárriz, se dirige al puerto de Acapulco para emplear el dinero conse-guido por algunas ventas previas en mercancías de China. La entrada de Agesta, como de tantos otros gachupines, al puerto de Acapulco no es un fenómeno circunstancial; la práctica peninsular es denunciada, al menos, desde 1725. En ese año, el Consulado de la ciudad de México acusa a sus pares españoles de que “como si nunca se hubieran de irse los gachupines quieren emplear en Acapulco en géneros de china y en cacao y meterse en otras dependencias que por postre no pueden ser sino dañosas […] en el tiempo de la dilación se valen de los productos de las facturas de su cargo o para enviarlos a el puerto de Acapulco a emplearlos en ropas de China o para suplirlos en los intereses a los mercaderes de filipinas”.77

El sobreabastecimiento de mercancías con la consecuente caída de sus precios hace que el cargador sevillano supere la frontera de la feria atlántica para internarse por los mercados internos del espacio colonial. La internación española es tan punzante que llega incluso a una activa y directa participación en Acapulco, con la estrategia de adquirir los tan rentables bienes chinos. La presencia de los comisio-nistas o de los flotistas españoles por los circuitos internos provoca una reiterada denuncia de los almaceneros al ver en jaque su monopo-lio de circulación por el reino.

Ahora bien, en este gran contexto de saturación de mercancías im-portadas, de descenso de sus precios y de internaciones peninsulares aparecen los barcos de los peruleros por el Pacífico mexicano que logran descomprimir la tensión mercantil que vive la Nueva España. Los ve-cinos de la ciudad de México remiten hacia el Perú ropa de China y de Castilla “sin limitación”.78 Hay tanta ropa europea y china en los depó-sitos y almacenes de los comerciantes de la ciudad de México que ven con buenos ojos los pedidos que realizan los peruanos por el Pacífico. Éstos son bienvenidos siempre y cuando no cuestionen, como sí lo hacen los flotistas, el monopolio que detentan sobre la circulación de bienes y

76. Ibid., p. 18.

77. agnm, Consulado, 269, expediente 2, fs. 9-10.

78. Ibid., p. 21.

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monedas por el espacio interno virreinal. De hecho, en el preciso año de 1692 el perulero logra penetrar a suelo novohispano, pero el inmediato freno impuesto por los mercaderes y los funcionarios hacen que el hecho no trascienda ni que se reitere nuevamente.79

Ahora bien, otra de las corporaciones mercantiles que comparte el parecer de Lima es la de Cádiz, que en 1714 le comunica al Consejo de Indias que “el reino de Nueva España abunda de ropas de Castilla que conducen las flotas, de ropa que les llevan los extranjeros y de todas cuantas sedas llegan todo los años del Asia y las Filipinas y así es me-nester tomar el juicio sobre la forma en que se hallará aquel reino por-que consumirlo todo es imposible y no hay sustancia anualmente para poder digerirlo y así perdiendo con la poca reputación de los precios para deshacerse de tanta carga les es preciso introducir gran parte de ella en todo el reino y las costas del Perú”.80

Durante las tres primeras décadas del siglo, el Consulado de Cádiz instó a la permanente salida de la flota para Veracruz. El sobreabasto de mercaderías europeas hacia la Nueva España no es una razón de peso, como se manifiesta claramente en la cita, para disminuir las im-portaciones atlánticas por Veracruz. Resulta curioso –pero no por eso menos verdadero– que la corporación gaditana reconozca que en Méxi-co “abunda ropa de Castilla”; un fenómeno que, en parte, ellos mismos generan por ser indiferentes a la vía legal de Portobelo y concentrar sus capitales en las flotas de Veracruz. A partir de los expedientes de comi-so, en un estudio anterior logramos contabilizar un total de 25 navíos peruanos procedentes de la costa novohispana que arriban a diferentes puntos costeros del Ecuador y del Perú con enormes cargamentos de efectos castellanos, europeos y chinos.81 A diferencia de lo que sucede en gran parte de la primera coyuntura (1580-1640) –donde la mayoría de los años se encuentra autorizado el movimiento de objetos extran-

79. agnm, Indiferente virreinal, caja 187, expediente 9, fs. 1-132. Por el contrario, la fuer-za de los gachupines es tan potente que durante estas décadas el problema de sus inter-naciones llega a manifestarse en un cúmulo de pleitos y representaciones que realizan ambos tribunales de comercio ante la Corona y el Consejo de Indias en defensa de sus argumentos.

80. agi, México, 2501, s/n de expediente.

81. Las embarcaciones peruanas llegan previamente a Acapulco y a otros puertos occi-dentales novohispanos ofreciendo plata, cacao, azogue, vino y aceite. Para un detalle de los barcos y cargamentos, véase Bonialian, El Pacífico, 2012, pp. 274-274 y 302-303.

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jeros por la Mar del Sur–, entre 1680 y 1740 el circuito México-Perú se encuentra totalmente prohibido por la legislación española.

Son las coimas que reciben los agentes aduaneros y las autoridades políticas las que permiten que el flujo sea sistemático. ¿Pero quiénes son realmente los que alientan el flujo? Al revisar las representacio-nes o las cartas que el Consulado de Lima envía al Consejo de Indias y al rey se explicita su firme voluntad en sancionar y eliminar el flujo asiático por el Pacífico. Según los informes, las responsabilidades se re-parten entre varios grupos sociales ajenos a cualquier competencia del Consulado. En 1710 la Junta de Comercio de Lima exige castigar a los “corregidores, oficiales reales, ministros, dueños de bajeles, maestres y pilotos, en especial, de los que salen del puerto de Guayaquil, con cacao y plata, a los de la Nueva España que vuelven al dicho puerto, o a otros de esta costa, cargados de mercaderías de ropa de China y Castilla”.82

Años antes, en 1704, el propio Tribunal de Comercio de Lima acusa a los comerciantes de la ciudad de México por su participación en el con-trabando asiático hacia el Perú, pues “sus intereses han sido sin ponde-ración de las diez partes las nueve” en la carrera por la Mar del Sur.83

La responsabilidad del Consulado novohispano es cierta, pero no encierra a todos los que están comprometidos. Las pruebas documen-tales nos vienen a confirmar también que son los grandes mercaderes de Lima, muchos de ellos con altos cargos consulares, los que promocio-nan el circuito de mercaderías extranjeras y plata entre los virreinatos. Vimos algunos protagonistas para la primera coyuntura (1580-1640). Vale ahora presentar algunos casos para la segunda (1680-1740). En los primeros años del siglo xviii la Audiencia de Lima acusa a la corpo-ración diciendo que “desorden de los ilícitos comercios de México [lo rea-lizan los] que se llaman de plaza […] los que componen y constituyen el cuerpo de comercio [y] serán de esta clase los que se hubieran mezclado en tan perniciosa granjería”.84

En 1682, durante el mandato del virrey duque de Palata, Pedro Las-curain Zumaeta, quien será prior del Tribunal del Consulado en 1710, y Francisco de Beloachaga, prior en 1700, obtienen permisos secretos por parte de autoridades locales para traficar con México sin ningún

82. Paz-Soldán y Moreyra, El Tribunal, 1956, pp. 242-243.

83. Ibid., p. 14.

84. Paz-Soldán y Moreyra, El Tribunal, 1956, p. 27.

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consentimiento del rey. Con el guiño del virrey, ambos mercaderes lo-gran introducir clandestinamente géneros asiáticos por los puertos del Perú.85 En 1715 se identifica a Jacobo Mansilla Osorio, reconocido mer-cader que llegará al cargo de cónsul del Tribunal entre 1724 y 1726, como el principal accionista de un cargamento de 432 piezas asiáticas, castellanas y tabaco traído en la nave Nuestra Señora de Loreto proce-dente de Acapulco. Mansilla Osorio integrada una red junto con Juan de la Puente, maestre de Lima, y Pablo Sáenz Durón, por esos años corregidor de Guayaquil. Juan de Berria, integrante del Consulado y futuro diputado general del comercio de Lima en Cádiz, es delatado en 1716 como el principal responsable de introducir ilegalmente por El Callao a través del navío Santo Cristo de León géneros asiáticos y rezagos de la flota novohispana. Su cómplice es Matías de Talledo, uno de los más poderosos comerciantes de Lima y dueño de varias fragatas que hacen el giro por la Mar del Sur.86 En 1739 se comisan en El Callao dos embarcaciones procedentes de la Nueva España con un total de 58 baúles de ropa china, europea y de Castilla. Son los navíos Nuestra Señora de Balvanera y Nuestra Señora de Concepción. La carga de la primera nave pertenece a Juan Bautista Baquijano, un acaudalado mercader limeño muy vinculado con el Consulado. En la segunda nave vienen partidas a nombre de Gaspar de Velarde Quijano; mercader de renombre que se casa en 1737 con la hija de los marqueses de Torre Tagle. En 1747 Velarde toma el cargo de alcalde ordinario de Lima, y alcanza en 1757 el máximo cargo de prior del Tribunal. Gracias a la intervención del Consulado, Baquijano y Velarde quedan en libertad al pagar multas insignificantes y en posesión de los bienes importados.87 En este escenario de complicidades, coimas e ilegalidades un anónimo residente en el Perú escribe en 1742 que “todos los millones de ropa que comercia México meten la mano los comerciantes autorizados […] diez particulares que se llaman consulado y que están parcializados con virreyes y oidores”.88

85. agi, Ramo Escribanía, “Pleitos Audiencia de Guatemala”, 1680-1684, legajo 337a, s/n de fs.

86. Dilg, “The Collapse”, 1975, pp. 34-37.

87. anl, Ramo Superior Gobierno, Sección Real Acuerdo, Resolutivos, caja 21, doc. 21, año 1740, f. 1.

88. “Estado Político del reino del Perú. Gobierno sin leyes, 1742”, en bprm, Miscelánea de Ayala, legajo ii, expediente 2888, fs. 100-101.

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La participación de los miembros del Consulado en el tráfico con Mé-xico adquirió modalidades diferentes. Si no logran colocarse como los impulsores del intercambio, buscan extraer rédito participando en las subastas y en los remates de los bienes comisados. En 1678, Francisco de Oyagüe García, mercader que llega a tener una posición protagónica en el Consulado al ocupar los cargos de prior y cónsul, adquirirá bajo remate la carga del navío Nuestra Señora del Populo, procedente de Acapulco.89 Isidro Gutiérrez de Cosío, quien se convertirá en prior del Tribunal entre los años 1733 y 1735, no vacilará en comprar el carga-mento del navío Los Reyes para su venta al menudeo en las tiendas del interior. El valor del cargamento ronda un total de 69.000 pesos.90 Los casos abundan. En 1743 el navío Nuestra Señora de la Merced inten-ta descargar en Paita un cargamento de mercadería china y europea estimada en un valor de 230.000 pesos. Cuando su capitán, Baltasar de Ayesta, queda prisionero, se presentan en el pleito Antonio Tagle Bracho, prior en 1742, José Olavide, contador del Tribunal en 1740, y Tomás de Costa, cónsul entre 1742 y 1746. Este grupo de “notables” le propone al rey la entrega de aquellos 230.000 pesos; 150.000 por la com-pra de todo el cargamento y 80.000 por la liberación y el desembargo de todos los bienes del capitán Ayesta.91 Este conjunto de testimonios, en definitiva, dan cuenta de que el tejido mercantil semiclandestino logra funcionar por unas prácticas trazadas por el plano de la ilegalidad de los más reconocidos mercaderes de Lima.

Retomemos el eje analítico del modelo que funciona en esta segunda coyuntura. Ya podemos suponer lo que pasa con la plata peruana: ella realiza un recorrido idéntico al de la primera coyuntura en que funcio-na el modelo. Considerables sumas de plata se envían hacia México para comprar mercancía europea y castellana que desembarca la flota por Veracruz y comprar los géneros asiáticos que llegan a Acapulco a través del galeón de Manila. Uno de los pocos testimonios de la época que reconoce la salida de plata peruana hacia España vía México es el de Alcedo y Herrera. Identificando las consecuencias que genera las reexpediciones de rezagos de flotas desde Acapulco hacia el Perú con

89. anl, Ramo Superior Gobierno, Sección Real Acuerdo, Resolutivos, Caja 2, doc. 7, año 1678: 320.

90. agi, Ramo Lima, legajo 411, expediente 1.

91. agi, Ramo Lima, legajo 1475, doc. Nº 2, fs. 1-36.

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el consiguiente drenaje de metálico peruano hacia Nueva España, Al-cedo sintetiza los problemas que afronta el capitán López Pintado en Portobelo con los últimos galeones que llegan a Tierra Firme en 1731:

El año de 1730 fueron al cargo del mismo comandante y jefe de

escuadra, López Pintado, y tuvieron por distinto modo la misma o mayor desgracia que los dos [galeones] antecedentes: porque con la ocasión de no haber concurrido el comercio del Perú por la banda del sur, con la gruesa de caudales que había ofrecido, por haberse convertido en el largo intermedio de los segundos a éstos una gran parte al trato de los puertos de Nueva España, Realejo, Sonsonate y Acapulco, que llaman de la otra costa, faltó aquella crecida porción para efecto de la feria. Así lo atestiguó judicial-mente el general comandante de los galeones y lo comprobó en Cádiz, con la diferencia en la copiosa cantidad de monedas del Perú que condujo aquel mismo año la flota de Nueva España.92

Similar denuncia nace del autor anónimo Estado político del Reino del Perú; manuscrito contemporáneo al de Alcedo y Herrera:

La tercera puerta es la del reino del México por donde con-tinuamente entran a el Perú crecidas partidas de ropa de chi-na y está computada esta saca por 3 millones con lo que el Perú aumenta el crédito de riquezas a el reino mexicano, como se ha examinado esta realidad de las mismas flotas que al manifestarse sus registros en Cádiz se halla gran porción de moneda del peru-lero, no obstante de el oro, que el que carga para el uso de esta relajada puerta.93

Los mercaderes peruanos buscan obtener las mercaderías de Cas-tilla y China que se encuentran en México por la insuficiencia de abas-to de la plaza de Portobelo. Ya hemos advertido que Portobelo y el galeón de Tierra Firme operan con bastante ineficiencia, no sólo por la decisión de los limeños de canalizar sus capitales por la ruta mexi-cana, sino por el desinterés propiamente del cargador peninsular que concentra sus inversiones en la flota de Veracruz. No resulta casual que el esplendor del tráfico entre México y Perú, y la decadencia defi-

92. Alcedo y Herrera, Piraterías, 1883, p. 515.

93. bprm, Miscelánea de Ayala, vol. ii, expediente 2888, fs. 154-155.

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nitiva del tradicional modo de comercio español sean procesos que se generan en simultáneo.

De manera acertada, la literatura histórica reconoce un conjunto de causas sobre el abandono y la desaparición de las ferias de Portobe-lo. En primer lugar, habría que considerar la presencia del comercio directo de los extranjeros. El contrabando holandés en las cercanías de Portobelo y el Caribe coordinado desde Curazao cumple un impor-tante papel para desestabilizar el funcionamiento del comercio legal.94 Los ingleses, desde su enclave puesto en Jamaica, también generan un comercio directo muy rentable con diferentes puntos de Tierra Firme. La participación inglesa se vuelve más intensa luego de 1713, cuando la Corona española le concede el derecho exclusivo del tráfico de escla-vos africanos y el permiso para enviar periódicamente a los mercados hispanoamericanos un “navío de permiso” de 500 toneladas de merca-derías.95

Por otro lado, varios estudios fundamentan el notable impacto que generan las navegaciones francesas por el Pacífico en los años compren-didos entre 1698 y 1720 sobre la decadencia de las ferias oficiales espa-ñolas. El contrabando francés motiva la celebración de ferias informales por los diferentes puertos de Chile, Perú y Ecuador. Las mercaderías que se ofrecen en ellas, particularmente las telas francesas y chinas, se venden a precios inferiores de las ofertadas en Portobelo.96 En 1716, Arzans de Orsúa y Vela llega a decir que fue tanta la ropa “que entró así de la China como de Francia, que llegó a valer más barato que en España, pues el ruán ordinario se vendió en Arica por un real y lo más por real y medio y en esta Villa [Potosí] por tres reales”.97

El aumento vertiginoso del comercio legal e ilegal por Buenos Aires desde la segunda mitad del siglo xvii es considerado también como una causa fundamental para comprender por qué disminuyen los intercam-

94. Arauz Montante, El contrabando, 1984; Pérez Mallaina, Política naval, 1982, pp. 53-54.

95. Walker, Política española, 1979, pp. 95-123; Studer, La trata, 1956.

96. Malamud Rikles, Cádiz, 1986; Tandeter y Watchel, “Precios”, 1992, pp. 221-302. Para el caso del comercio directo entre Perú y Cantón en navíos franceses: Bonialian, El Pací-fico, 2012, pp. 187-213.

97. Orsúa y Vela, Historia de la Villa, 1965, t. iii, p. 55.

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bios en la feria de Portobelo.98 En los años finales del siglo xvii, la Junta de Comercio de Lima asegura que el fracaso de la feria de 1696 fue el “haber arribado al puerto de Buenos Aires tres navíos de permiso”. A ellos se les sumaron otros “tres que llegaron en los años siguientes”. Dicen que los navíos están llegando con “exceso”, con la capacidad para “abastecer el Reino de Chile y las Provincias de arriba [sic]”. Los car-gadores peninsulares y limeños que negocian en la feria de Portobelo de 1696 se sienten obligados a la “rebaja de los precios en que perdie-ron gran parte de sus caudales”.99 De todos modos, si consideramos los trabajos de Céspedes del Castillo y Enrique Tandeter sabemos que la orientación mercantil de gran parte de la economía del espacio peruano hacia Buenos Aires se dará recién en el segundo cuarto del siglo xviii, con la finalización de la gran actividad francesa por el Pacífico y con las concesiones para comerciar a navíos de registros españoles. La siste-mática presencia de navíos particulares en el puerto del Río de la Plata genera un desvío permanente de capitales peruanos hacia Charcas en su ruta terrestre hacia la puerta atlántica.100

Ahora bien, sin desacreditar todas estas variables retomemos el fac-tor que aquí más nos interesa, la pieza clave del modelo comercial con centro en México: el flujo por la Mar del Sur. Tenemos que tener en cuenta que las ferias de Portobelo celebradas en 1678 y 1696 tampo-co logran la estima de los mercaderes peruanos por la inclinación de sus capitales hacia el comercio con México. La primera es un fracaso porque, según Alcedo, el virrey peruano, conde de Castellar, concede a naves del Perú permisos y “licencias para hacer viaje a los puertos de Nueva España habiendo introducido tan crecidas cargas de ropa y tejidos de la China y de Castilla que descaecieron [sic] con grandísima pérdida de su estimación las mercaderías de Castilla de los empleos de feria”.101

La feria celebrada en 1696 sufrió una gran penuria por fenómenos similares. El viajero italiano Gemelli Carreri nota al año siguiente que en Acapulco se encuentran comerciantes del Perú con 2 millones en

98. Moutoukias, Contrabando, 1988.

99. Paz-Soldán y Moreyra, El Tribunal, 1956, t. I, p. 13.

100. Tandeter, “El eje”, 1991, pp. 195-196; Céspedes del Castillo, Lima, 1947, pp. 34-35.

101. Alcedo y Herrera, Piraterías, 1883, pp. 65-66 y 152.

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pesos de plata para la compra de bienes chinos y europeos.102 De tal manera que no nos tiene que sorprender el hecho de que la celebración en Portobelo en aquel año tenga resultados negativos a las exporta-ciones de plata peruana hacia México. Lo dirá el propio consulado de Lima que el problema “consiste en la plata que de este Reino se extrae y saca para el de Nueva España y ropa que se introduce en esta ciudad, causando con cualquiera de esos dos hechos irreparables perjuicios a este comercio”.103

Los coletazos del Pacífico continuarán generando problemas en lo que serán las últimas ferias de Portobelo, en esas décadas iniciales del siglo xviii. En 1710, el Tribunal del consulado de Lima le envía una consulta al virrey Castelldosrius sobre tener “cierta noticia de un navío francés que venía de la China con mercaderías de aquel Reino, estaba próximo a arribar a uno de los puertos del Callao, como también haber llegado a estas costas del Perú algunos bajeles de españoles cargados de mercaderías de Castilla y China conducidas por los puertos de Nueva España”.104

Nuevamente es Alcedo y Herrera el que nos vuelve a explicar el fracaso de la feria de 1722. Denuncia que, por esos años, seguían sien-do “imponderables” las conexiones desde el Perú hacia México, porque es “imposible de embarazar la extracción de la plata y del oro, y la introducción de ropas de China y rezagos de flotas que se cometen por esta vía”.105 En 1724, cuando Castelfuerte llega al cargo de virrey, no verá otra alternativa que reforzar el argumento de Alcedo. El virrey acepta que los “cortos caudales” destinados a la feria de Portobelo en 1721-1722 son resultado de prácticas encubiertas, pero que hacen a una “libre circulación” de géneros de Castilla y de China traídos desde México.106 Diez años después, en 1731, la feria tendrá su golpe mortal. Si bien el virrey Castelfuerte les promete a los cargadores españoles unos 20 millones de pesos para el intercambio, sólo llega la mitad a Portobelo. La mitad del capital prometido termina desviándose por “la circunstancia de haber dado en aquel intermedio licencias y viajes

102. Gemelli Carreri, Viaje, 1976 (1701), p. 9.

103. Paz-Soldán y Moreyra y Céspedes del Castillo, Virreinato, 1955, p. 49.

104. Paz-Soldán y Moreyra, El Tribunal, 1956, p. 219.

105. agi, Ramo Lima, legajo 519, expediente 147, s/n de fs.

106. agi, Ramo Lima, legajo 411, expediente 34, s/n de fs.

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a navíos de algunos particulares para pasar por la Mar del Sur a los puertos de Nueva España; y convertidas aquellas porciones en el ex-pediente de flota que también tenía adyacente de la nao de permiso La Isabel en la Veracruz y faltaron en Tierra Firme para poder celebrar la feria de Portobelo”.107

En adelante, la feria de Portobelo ya no podrá ser reactivada. Su co-lapso obligará a que España emprenda nuevas medidas para reactivar el comercio formal con el Perú. Desde 1740 el tráfico entre España y los espacios sudamericanos viven transformaciones profundas, estructura-les, que tendrán un impacto determinante en el modelo semiclandesti-no imperial con centralidad en México que aquí presentamos. Éste sólo podrá reaparecer en un contexto económico singular, con componentes novedosos que no había presentado en coyunturas pasadas.

1779-1784: México y el modelo legal en el contexto de “libre comercio”

Valdría ofrecer unos breves comentarios sobre el período 1740-1778; segunda fase histórica en la que vemos que el tejido aquí estudiado ingre-sa en una nueva etapa de estancamiento. Claro está que las causas que llevan a su pasividad no son las mismas que las de aquel período com-prendido entre 1640 y 1680. A partir de 1740 se abre un nuevo período comercial en el imperio español. El cierre definitivo del galeón de Tierra Firme con su correspondiente feria de Portobelo establece las condicio-nes para la apertura oficial al tráfico de nuevos puertos por Sudamérica, institucionalizando el navío de registro como medio de transporte domi-nante para la gran región continental. La apertura del Cabo de Hornos en el comercio directo entre España y los puertos del Pacífico chileno y peruano –proceso que también llevará notables beneficios al puerto de Buenos Aires– provoca un golpe de gracia al circuito clandestino de bie-nes extranjeros entre Acapulco y El Callao. Al disponer de múltiples vías de abastecimiento, el espacio sudamericano ya no se verá en la necesi-dad de depender de México para su abastecimiento de bienes extranje-ros. Asimismo, ya no se registrará una concentración de capitales, bienes y plata por la vía exclusiva de la flota de Veracruz como sí se estaría presentando en los períodos precedentes.

107. Alcedo y Herrera, Piraterías, 1883, p. 515.

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Todos los espacios regionales de Hispanoamérica tendrán un puerto oficial para la importación de bienes extranjeros quebrando el monopolio que antes detentaba el sistema de flotas y galeones. Espacios regionales como Guadalajara, Veracruz y Buenos Aires, que hasta entonces se veían sometidos a la dependencia mercantil de los Consulados de la ciudad de México y de Lima, iniciarán un proceso de desarrollo mercantil más autó-nomo que llevará a una suerte de pugna corporativa con aquella facultad monopólica de distribución de mercancías por el interior de los respecti-vos virreinatos que gozan, hasta entonces, los tradicionales consulados de Lima y México.108 De tal modo, las políticas de “libre comercio” em-prendidas desde España a partir de 1740 van despedazando el complejo clandestino con centralidad en México y sólo podrá funcionar, de aquí en más, con reconocimiento y promoción desde el poder peninsular. Es en este contexto donde vemos desarrollarse la tercera coyuntura (1779-1783). Como puede verse, se presenta mucho más breve que las dos primeras y con un componente nuevo: si antes de la segunda mitad del siglo xviii el modelo comercial imperial es semiclandestino y se desarrolla en un contexto de rígido monopolio ultramarino, en esta tercera coyuntura el modelo se desenvuelve en un contexto de “libre comercio”, de aperturas portuarias y de nuevos derroteros comerciales.

Ante todo, habría que señalar un aspecto sumamente importante. En este nuevo escenario de mayor “libertad de comercio” que se desata a partir de 1740, el ingreso de bienes asiáticos a Hispanoamérica ya no tendrá como condición necesaria el funcionamiento del modelo comer-cial con epicentro en México o la vía exclusiva del galeón de Manila. Al multiplicarse las vías de comercio intercontinental muchos navíos españoles y europeos intentan realizar, en muchos casos con éxito, un trato directo entre Asia y algún puerto americano, ya sea navegando por el Pacífico o por el Atlántico.109

Reseñemos brevemente dos casos concretos, de los muchos que exis-ten, sobre esta nueva modalidad para el ingreso de bienes chinos por los puertos hispanoamericanos. En 1770 llega al puerto de El Callao el navío francés San Juan Bautis ta procedente de las costas de Benga-

108. Nos referimos al proceso que se materializará por las décadas finales del siglo xviii en nuevos consulados y el reconocimiento formal de las Juntas de Comercio por cada una de las regiones. Para el caso de Guadalajara véase Ibarra, “Redes de circulación”, 2007, pp. 279-293. Para el de Buenos Aires, Kraselsky, “Las Juntas”, 2007, pp. 249-277.

109. Álvarez, “El impacto”, 2007, pp. 187-214.

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la. Los documentos señalan un cargamento por un valor cercano a los tres o cuatro millones de pesos en objetos orientales.110 El segundo caso resulta más novedoso. En el apéndice documental Nº 1, aparece repro-ducido el cargamento completo de “géneros de la China” que en 1782 desembarca en el puerto de Buenos Aires, concretamente en la costa de San Isidro, la fragata francesa llamada L’Osterley. Trae más de 22.000 pesos en géneros asiáticos que incursionan a través de “carretas” al mercado de Buenos Aires. Son considerados bienes de contrabando, por lo que se organiza una subasta al mejor postor. El Teniente de Drago-nes, don Manuel de Cerrato, desconoce el procedimiento legal que debe-ría emprenderse sobre cualquier nave que viaja de la “India a India”.111 Lo que queremos advertir con estos casos es que si el modelo que aquí estudiamos no logra funcionar durante la segunda mitad del siglo xviii, ello no quiere decir que se vea obstruida la importación de bienes asiá-ticos hacia los mercados hispanoamericanos. Más bien sucede todo lo contrario. Lo que ocurre a partir de ahora es que el contacto americano con los objetos del Oriente ya no se dará exclusivamente con la ruta del galeón de Manila. Aparecen en escena compañías de comercio españo-las y europeas cuyos barcos comienzan a conectar, no siempre de mane-ra legal, la India, China, Europa con los puertos americanos.

Dicho esto, pasemos a analizar el tercer período en que vemos fun-cionar el modelo. Con motivo de un conflicto militar marítimo entre España e Inglaterra el esquema comercial del tercer período es plena-mente autorizado y estimulado por el poder peninsular para funcio-nar en específicos años. El conflicto bélico que se genera entre Gran Bretaña y España a partir de 1779, en el marco de la independencia estadounidense, provoca serias contracciones en el flujo transatlánti-co peninsular, particularmente en las relaciones con el Perú. Ante el temor de ver bloqueadas sus relaciones con sus espacios coloniales, la Corona española se decide por autorizar un esquema de intercambio mercantil a escala imperial que logre garantizar el abastecimiento de productos en los mercados consumidores de México y del Perú. En esos años bélicos, Perú denota una escasez de mercaderías europeas que la Corona intenta paliar con diferentes políticas comerciales.112

110. Amat y Junient, Memoria de gobierno, 1947, pp. 211-216.

111. agn, Contrabando y comisos, 11-1-8, expediente 3.

112. Parrón Salas, De las reformas borbónicas, 1995, p. 375.

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En este sentido, en 1779 Carlos iii emite una real cédula en la cual autoriza la plena libertad para que navíos americanos puedan comer-ciar entre “la América septentrional y meridional en derechura por la Mar del Sur”.113 Se da vía libre al comercio del galeón de Manila y a cualquier embarcación de compañía o particular española que quie-ra abastecer a los mercados hispanoamericanos de “todas las ropas y mercaderías de China que fuesen posible”.114 Se vuelve así al escena-rio legislativo de finales del siglo xvi que hemos tenido oportunidad de comunicar al analizar la primera coyuntura histórica del modelo; cuando México, Perú y toda la región centroamericana gozan del per-miso para traficar con las Filipinas, con total libertad y sin límites.

Al mismo tiempo, desde la península ibérica se promueve que el volumen de las importaciones en artículos europeos y castellanos por el puerto de Veracruz sea superior a la capacidad de consumo de los mercados internos. La Corona estimula, ahora de manera oficial, que los mercaderes de la ciudad de México compren más de lo que necesi-tan las plazas del virreinato y así lograr almacenar en sus depósitos la mercadería venida en la flota y en los navíos de registro para posibles reexportaciones hacia Guatemala y el Perú. El tribunal de Consulado novohispano lo sintetizará en 1782 con las siguientes palabras: “A este comercio le tiene mucho en cuenta vender lo existente y darle salida por todos los rumbos”.115 De tal manera que “lo que ahora se reexpide hacia el Perú se reduce a lo que abunda y sobra en este reino y a lo que es de difícil despacho. Las mercaderías y sus precios bajos son muy cómodos para los peruanos a lo que debían valer en las circunstancias de la ac-tual guerra”.116

Habría que aclarar que desde el año 1774, en momentos de políti-cas de “libre comercio”, la ruta entre México y Perú por el Pacífico se institucionaliza, pero sólo para el tráfico de efectos de la tierra. El flujo de plata y de bienes extranjeros continúa cerrada para el área. Será recién en 1779, a partir de este contexto bélico y de serios problemas en el tráfico transatlántico de los navíos de registro que se dirigen hacia el Perú por el Cabo de Hornos, que el poder español toma la decisión

113. agnm, Correspondencia de Virreyes, vol. 127, fs. 117 r-v.

114. agnm, Reales Cédulas, vol. 117, expediente 96, f. 1.

115. agnm, Archivo Histórico de Hacienda, caja 18, expediente 2, f. 31.

116. Ibid., fs. 30-31.

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de permitir la reexpedición de los artículos europeos y orientales desde México hacia el Perú.117

Naturalmente, con la autorización de 1779, con el escenario de abundancia de géneros extranjeros en México, con sus precios bajos y muy accesibles, la ruta de bienes desde los puertos occidentales de la Nueva España hacia el Perú se reactiva notablemente. Al instituciona-lizar el conducto, la Corona no duda en gravar los productos en 7%, 2% de salida de Acapulco y 5% en la entrada por el puerto de El Callao.118 Pero ni el gravamen impositivo ayuda a regular el flujo. Los precios de los artículos chinos y europeos se encuentran tan bajos en México y su escasez es tan notoria en el Perú (particularmente los orientales) que la ruta por la Mar del Sur alcanza niveles espectaculares.

Más aún, si bien existe la posibilidad de una conexión directa entre Perú y las islas Filipinas –y de hecho algunos comerciantes de Lima solicitan permiso para navegar directamente hacia el Oriente–,119 la gran mayoría de ellos prefiere escalar en Acapulco por dos razones fun-damentales: pueden conseguir, en una sola instancia, los productos que vienen de Europa y de la propia China y, en segundo lugar, las cotiza-ciones en el mercado novohispano son más tentadoras que los precios estipulados en las islas Filipinas o Cantón. Lo reconoce el propio virrey novohispano Martín de Mayorga en marzo de 1782 cuando afirma de “lo imposible de conducir efectos desde Filipinas al Perú sin reconocer Acapulco”.120

Entre 1779 y 1783 identificamos más de veinte barcos pertene-cientes a compañías españolas y a mercaderes peruanos que navegan hacia Acapulco con enormes cargas de cacao y plata. A muchos de estos navíos los vemos retornar haciendo escala o arribando de forma definitiva en los puntos costeros de El Callao, Paita, Valparaíso y Co-quimbo. Desde allí comienza la distribución de los productos extranje-ros en los mercados internos coloniales por la gran área sudamericana occidental.

117. agnm, Tribunal de cuentas, vol. 12, expediente 35, f. 57.

118. agnm, Indiferente virreinal, caja 4972, expediente 9, fs. 7-11.

119. Parrón Salas, De las reformas borbónicas, 1995, p. 197.

120. agnm, Filipinas, vol. 17, expediente 7, f. 284.

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Tráfico de artículos asiáticos, europeos, de Castilla y de la tierra desde Acapulco hacia Perú

Año Navío Ruta de viaje Valor

1779 La Sacra Familia Acapulco-Paita 8.6971781 La Favorita San Blas-El Callao 4.4431782 La Balandra Acapulco-Sonsonate-Guayaquil-Valparaíso 3.0241782 San Juan Nepomuceno Acapulco-Guayaquil-Paita-Lima-Coquimbo 9.7841782 Nuestra Señora de la Soledad Acapulco-Panamá-El Callao 37.1601782 La Aurora Acapulco-El Callao 179.5891782 El Hércules Acapulco-Guayaquil-El Callao 30.0331782 San Pablo Acapulco-Paita-El Callao 315.2721783 Nuestra Señora de Loreto Acapulco-Sonsonate-Paita-El Callao 118.2921783 El Belencito Acapulco-Panamá-Guayaquil-Paita-El Callao 144.6741783 Santa Ana Acapulco-Guayaquil-Paita-El Callao 59.2891783 Nuestra Señora de Belén Acapulco-Guayaquil-Paita 313.8011783 Nuestra Señora de Las Mercedes Acapulco-Guayaquil-Paita-El Callao 204.795

Total 1.428.853

Fuentes: Bonialian, El Pacífico, 2012, pp. 430-431.

El propio Tribunal del Consulado de México informa que desde el 27 de abril de 1782 hasta febrero de 1783 –sólo en diez meses– se expor-tan hacia el Perú más de 3.000 piezas en artículos extranjeros;121 cifra considerablemente superior a la que arrojaría la sumatoria de nuestro cuadro. Al revisar minuciosamente algunos de estos cargamentos que llegan al Perú podemos ver la típica composición que asumen los car-gamentos del circuito por la Mar del Sur en tiempos de funcionamiento del modelo ¿A qué nos estamos refiriendo? El embarque de bienes “eu-ropeos”, “extranjeros”, “asiáticos” o de “China” y de la “tierra” o “mexi-canos”. En el apéndice documental Nº 2 reproducimos un expediente del ramo aduana que se encuentra en el Archivo Nacional de Lima. Como en esta tercera coyuntura el modelo está autorizado, tenemos la oportunidad de acudir a los registros contables para que nos brinden

121. agnm, Indiferente virreinal, caja 4972, expediente 8, f. 13.

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detallada información.122 Según los documentos que contamos de los navíos Nuestra Señora de Loreto, El Belencito y Santa Ana las mer-caderías de las dos primeras procedencias mencionadas priman en la carga, mientras que las venidas del Oriente superan la cantidad de bienes elaborados en suelo novohispano. En el barco Nuestra Señora de Loreto hay una factura con destino al puerto de Piura cuyo interesado es el comerciante limeño Pedro Casimiro Silva donde figura 552 pesos en valor de bienes chinos de un total de 1.993. La factura número 6 va al interesado Juan Antonio García que debe recibirlas en el puerto de Lambayeque. El valor de bienes asiáticos es de 918 de un total de 1.791 pesos en bienes extranjeros. En el navío Santa Ana la factura número 5 le corresponde al mercader limeño José Mauleón, en donde aparecen bienes asiáticos por un valor de 1.072 pesos de un total de 1.338 pesos en artículos castellanos y europeos.123

Sin intención de explorar un análisis rígidamente cuantitativo de la fuente, vale hacer mención a dos fenómenos que se pueden comprobar en el apéndice documental N° 2. En primer lugar, los interesados de estos cargamentos enviados desde México son, en gran medida, de la elite mercantil limeña. Quizá, el caso más representativo es el de los hermanos Elizalde; una de las familias más adineradas de la ciudad y que monitorea por esos años la corporación consular.124 Antonio y José Elizalde prácticamente monopolizan el cargamento del navío Loreto con 50.000 pesos en valor de géneros europeos, asiáticos y de la tierra. Manuel Blanco, otra figura de alto nivel consular, adquiere productos vía México por 57.000 pesos; de los cuales tan sólo 2.600 pesos son en valor de bienes asiáticos. En el apéndice documental N° 2 se detallan más casos particulares. Otro de los elementos que hemos destacado del expediente es la composición del cargamento de bienes asiáticos que se transporta desde México hacia los puertos del Perú. Y aquí llama la atención la variedad de quimones, pañuelos, medias y seda de prime-ra, segunda y tercera calidad intercambiados, lo que refuerza nuestra hipótesis acerca de que las mercaderías chinas llegan a ser consumidas por una trama social totalmente diversificada.125

122. Para justificar nuestras ideas en estas líneas véase el apéndice documental Nº 2.

123. Véase para mayor detalle de casos: anl, Aduana, Paita, C 16, 1193-92, s/n de fs.

124. Villa Esteves, “Liderazgo y poder”, 2000, pp. 133-174.

125. Véase el detalle en el apéndice documental Nº 2.

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Ahora bien, el movimiento de artículos orientales y europeos por la Mar del Sur alcanza tal magnitud que pone en alarma a los propios comerciantes de la ciudad de México. A principios de 1783 el Consulado nota que las reexportaciones adquieren un nivel tan elevado que hace difícil su control. Una verdadera “multitud de pretendientes” de Perú, españoles, pero fundamentalmente de la ciudad de México, acude al Tribunal para solicitar los permisos requeridos para reexpedir los ar-tículos. En tan sólo cinco meses, de octubre de 1782 a febrero de 1783, llegan al despacho del Tribunal 18 licencias de permisos.126

Y aquí comienza otras de las lógicas estructurales que se activan cuando el modelo con epicentro en México llega a su cota máxima. El drenaje en exceso de los productos extranjeros desde México hacia el Perú provoca la escasez y el correspondiente aumento de los precios en el propio suelo novohispano. A primera vista, el aumento de los precios podría ser visto como beneficioso para el principal oferente: el almace-nero. Pero no olvidemos que si la escasez y la carestía se transforman en una situación regular en México, el propio flotista o comerciante peninsular toma una posición más ventajosa para las negociaciones. El comerciante de la ciudad de México siempre busca el equilibrio entre la abundancia y la carestía; entre la desvalorización y la sobrevaloración de los productos, y eso implica mantener marginados de su propio es-pacio, de los mercados internos del virreinato, tanto al peninsular como al perulero.

De tal manera, la vía libre por la Mar del Sur comienza a causarles perjuicios a los novohispanos, porque la exportación sin control, des-regulada, no hace más que generar el mismo escenario de escasez y encarecimiento que se vive por el Perú. No resulta casual que ante este panorama mercantil, el Consulado de la ciudad de México eleve un in-forme a Carlos iii solicitando la suspensión definitiva del tráfico por el Pacífico hispanoamericano. En septiembre de 1783 el Consejo de Indias acepta la petición y revalida la legislación de 1774, por la cual la circu-lación entre ambos espacios coloniales queda limitada exclusivamente a los géneros de producción local.127

Tenemos serias dificultades para ofrecer un panorama claro sobre las exportaciones de plata realizadas en estos breves años de funcio-

126. agnm, Indiferente virreinal, caja 4972, expediente 8, fs. 28-144.

127. agnm, Archivo Histórico de Hacienda, caja 18, expediente 2, fs. 117-129.

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namiento del complejo mercantil imperial. Lo único que disponemos son datos certeros sobre el metálico americano que fluye hacia el Oriente en dos años precisos de esa coyuntura bélica. Evidentemente, los cargamentos del galeón de Manila vienen llenos en estos años de permisión, por lo que la plata americana que fluye hacia el Oriente supera con creces el permiso del millón y medio de pesos dictado por la reglamentación peninsular. Los documentos de los registros de ca-pitales novohispanos ingresados a Acapulco para celebrar la feria son bastante confiables. En tan sólo 30 días del mes de febrero de 1779 ingresan al puerto 2.071.118 pesos para invertir en géneros chinos.128 En 1784 la plata que sale de Acapulco es sorprendente. Desde el 25 de enero hasta el 16 marzo de ese año entraron al puerto occidental 4.207.918 pesos.129

Conclusiones

Estamos en presencia de una estructura mercantil que está presen-te durante tres siglos y donde el comercio asiático, más que un elemento auxiliar del mapa comercial ultramarino, representa una pieza crucial en el entramado de circuitos ultramarinos, ya sea para reimpulsar al-gunos flujos como para condicionarlos. Su plena actividad se dará en tres coyunturas particulares: 1580-1640, 1680-1740 y 1779-1784. El modelo se adormece entre 1640-1680 y 1740-1779. El tejido se nutre de elementos de la esfera informal como de la institucional. Para su funcionamiento, no depende de políticas o autorizaciones; es una fuerza dotada por la capacidad creativa de los agentes económicos, que al tejer redes, desafían conductas preestablecidas a las que obliga la legisla-ción. En otros términos, muchos de los agentes que son responsables de la actividad integral del tejido mercantil pertenecen a los consulados de comercio, pero son sus prácticas informales tejiendo redes –no en el marco corporativo– las que logran poner en marcha y en desarrollo la interacción de los flujos.

Fenómenos, procesos y prácticas históricas que en un primer mo-mento parecen inconexas o independientes logran tener sentido en un modelo de desarrollo mercantil a escala hispanoamericana y mundial.

128. agnm, Indiferente virreinal, caja 4301, expediente 58, f. 3.

129. agnm, Indiferente virreinal, caja 5584, expediente 65, fs. 48 y 63.

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Los flujos comerciales del Atlántico y del Pacífico se encuentran interco-nectados, promoviéndose o condicionándose unos a otros. El galeón de Manila, la flota de Veracruz y el flujo entre México y Perú se interrela-cionan y se fomentan en detrimento, hasta 1740, de la ruta del galeón de Tierra Firme. Las interconexiones van articulando un esquema de circulación de personas, bienes y metales con gran coherencia. Le da sentido global a redes económicas y a prácticas de connivencia entre novohispanos, peninsulares, peruanos y filipinos. Al mismo tiempo, he-mos intentado demostrar que existe un complejo mercantil integrado, un “todo económico” de circuitos mercantiles formales e ilegales ubica-dos en geografías muy distantes del imperio, que opera aprovechándose y condicionándola, de manera simultánea, a la propia Carrera de In-dias. Podríamos estar en presencia de un factor central que explicaría la persistencia por más de tres siglos de la Carrera de Indias ya que el propio modelo de comercio con epicentro en México la promueve y estimula, aun con significativos cambios que provoca en el comercio del Perú hacia mitad del siglo xviii.

La articulación complementaria, más que competitiva, entre los flu-jos comerciales transatlánticos y transpacíficos que confluyen en México adquiere importancia al notar las divergencias en las pautas consumi-doras. El modelo logra desarrollarse con notable magnitud porque los canales de importación de mercaderías por ambos océanos responden, en términos amplios, a dos tipos de consumidores: los bienes europeos se destinan al círculo de elite de la sociedad novohispana, mientras que la mayoría de los asiáticos satisface la demanda de sectores sociales medios e inferiores. Resulta válida la crítica española al galeón de Ma-nila como una vía expulsora de plata americana hacia el Oriente. Pero los informes peninsulares silencian y omiten quizá la más importante causa de esa enorme corriente de metálico que fluye hacia las islas Fi-lipinas. El consumo de bienes chinos ordinarios para un amplio sector social en Hispanoamérica podría ser una pieza causal que explicaría el fenómeno. Es que creemos que hemos podido revelar un grado de pene-tración de los productos asiáticos en la economía y la sociedad colonial que nunca habíamos sospechado.

El modelo manifiesta que las áreas americanas no sólo crean estra-tegias defensivas o pasivas en la Monarquía hispánica; también hay una respuesta activa y ofensiva desde aquellos espacios para moldear el monopolio español en su provecho. El poder peninsular borbónico re-cién estará en condiciones de embestir contra el modelo en la segunda mitad del siglo xviii, en pleno contexto de reformas comerciales, abrien-

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do formalmente nuevos puertos para el tráfico oficial y limitando la facultad monopólica que detentaban, hasta entonces, los consulados de la ciudad de México y de Lima en la distribución de los artículos impor-tados por cada virreinato. En este sentido, se puede comprender por qué el modelo mercantil con epicentro en México será reconocido de ma-nera formal en esos breves años de la tercera coyuntura (1779-1784), donde el poder peninsular tendrá la fuerza suficiente para fiscalizarlo y controlarlo.

Ahora bien, hemos comprobado también que todos los agentes eco-nómicos del imperio reconocen el tejido. Valdría destacar el papel de los cargadores peninsulares frente al modelo, particularmente su conducta pasiva con los galeones de Portobelo. Ofrecimos argumentos para sos-tener que los gachupines llegan a valorizar más a las flotas de Veracruz que a los galeones de Tierra Firme; no sólo por el efecto de arrastre que genera el mercado novohispano, sino también por la circulación de bienes que se extiende desde allí por la Mar del Sur hacia el espacio de Centroamérica y Perú. La indiferencia peninsular y la poca intensidad de los galeones de Portobelo promueven que el fenómeno de contraban-do por el bloque continental de Sudamérica alcance mayor regularidad frente al que registra la Nueva España. En este marco interpretativo es en el que también deberíamos repensar el crecimiento informal de la intensidad comercial de Buenos Aires durante los siglos xvii y primera mitad del xviii.

¿Qué consecuencias genera el funcionamiento del modelo en el esce-nario geopolítico del imperio español? Cuando la estructura de comer-cio está activa, las relaciones de poder y los posicionamientos geopolíti-cos en el imperio español se ven profundamente transformados. México logra posicionarse en un entorno geopolítico privilegiado, en el espacio concéntrico del comercio ultramarino, arrastrando hacia sí e impulsan-do un fuerte efecto de arrastre sobre las economías asiáticas y euro-peas. Es notable el papel de México en este mundo comercial. Se erige como el más importante centro importador de productos extranjeros por la América española, lo que le permite, a su vez, ser el principal almacén de bienes para su redistribución por Centroamérica y por el Perú. Asimismo, las rutas que salen desde México son las vías principa-les para abastecer de metálico al mundo; procesos económicos que son tan necesarios para el desarrollo de las economías asiáticas y europeas. México es la pieza que conecta ambas Carreras interoceánicas permi-tiendo así una inédita red de intercambios verdaderamente planetaria que interrelaciona las economías de tres continentes.

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México establece una relación de dominio mercantil con el espacio peruano. La relación de dependencia que Perú tiene con México se con-solida/profundiza gracias al proceso de crisis que se da en simultáneo en la relación entre España y Portobelo enlazados de forma directa hasta 1740 por los famosos galeones de Tierra Firme. Si en el primer período de funcionamiento del modelo la relación de dominación co-mercial de España con Perú se ve reducida, en el segundo período se termina de romper con el colapso y la desaparición de los galeones de Tierra Firme y las ferias de Portobelo. La península ibérica sólo man-tiene una regular y estable vinculación con México a través de las flo-tas de Veracruz, pero pierde el control mercantil con el espacio perua-no. Por lo tanto, en tiempos en que esta estructura comercial funciona, España sufre la pérdida de su “natural” papel de centralización polí-tica y económica del imperio. Se convierte en una especie de “colonia” o isla en tanto espacio marginal del esquema general de intercambios ultramarinos. Tiene poco margen de maniobra para hacer cumplir las disposiciones del comercio monopólico y sufre mayores dependencias y condicionamientos por lo que deciden las relaciones de connivencia sociales entre las corporaciones mercantiles de México y del Perú, y la complicidad de las autoridades políticas coloniales.

¡Cuántos despiertos dormidoscuántos duermen sin echarse,cuántos sanos sin unciones,cuántos galos sin curarse,cuántos pobres visten de seda,cuántos ricos cordellate,cuántos ricos comen queso,cuántos pobres cenan aves,cuántos pobres se almidonan,cuántos ricos sin lavarse,cuántos pies sin escarpines ycuántas manos con guantes!

Mateo Rosas de Oquendo, “Sátira de las cosas que pasan en el Perú” [1598], en Poesía colonial hispanoamericana, Brecco, Horacio Jorge (prólogo y recopilación), Caracas, Bi-blioteca Ayacucho, 1990, p. 87.

En los últimos años del siglo xix el geógrafo alemán Ferdinand Freihe-rr von Richthofen nos informa de un notable descubrimiento: la exis-tencia de una gigantesca red de rutas comerciales entre Asia y Europa que perdura desde 110 a.C. hasta el siglo xv. En diferentes períodos históricos, la red llega a extenderse desde Chang’an (China) pasando por Constantinopla y Antioquía hasta alcanzar los reinos hispánicos peninsulares. Este inmenso tejido de circuitos tiene una clara “colum-na vertebral”: la seda china, pieza más codiciada en todos los merca-dos por donde la red mercantil hace su recorrido. La seda china ejerce tal gravitación en la naturaleza y desarrollo de la red, que Ferdinand

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II

La ruta hispanoamericana de la seda china

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Freiherr no duda en llamar a este riquísimo mundo comercial y cultu-ral como la “ruta de la seda” (Seidenstrasse).1 Sin dudas, la revelación de la ruta de la seda es un suceso histórico maravilloso. Quizá, se trate de una de las estructuras históricas de mayor larga duración que se pueda encontrar en el pasado histórico, por cuanto sobrevivió al apogeo y la caída de varios imperios. La ruta de la seda viene a representar una “gran historia” que dentro de sus amplias fronteras encierra, a la vez, múltiples historias, alcanzando en su unidad una inigualable densidad cultural y económica.

Ahora bien, si tomamos la noción histórica de la ruta de la seda en su más amplio sentido, veremos que lo que descubre el geógrafo ale-mán no resulta ser un hecho excepcional e irrepetible que se produce en un solo momento y en un espacio geográfico determinado. Así como reconocemos una histórica y perdurable ruta de la seda china entre Oriente y Occidente, la América española también llega a contar du-rante doscientos años de su historia colonial con un amplísimo camino estructurado en torno a la tela oriental; trayecto que prácticamente contempla todo el espacio de la América española. Salvando las dis-tancias en el tiempo, en el espacio y de los específicos componentes históricos culturales y económicos, el texto que presentamos en esta oportunidad se orienta a formular el esquema básico, medular, y las características más sobresalientes de esta segunda ruta de la seda china por la América colonial. Para su clara comprensión habría que alertar al lector que desde finales del siglo xvi y los inicios del siglo xvii se decretan reales cédulas en las que se implementan no sólo fuertes regulaciones a la entrada de seda china por el puerto de Acapulco, sino también prohibiciones absolutas para que Centroamérica y todo el espacio del Perú no logre acceder de forma lícita al tejido.2 La ruta

1. Freiherr von Richthofen, Ferdinand, China. Ergebnisse Eigener Reisen, Berlín, 1877-1905.

2. Desde 1593, la reglamentación peninsular estipula sólo dos galeones de Manila por año de 300 toneladas cada uno harán la ruta transpacífica; queda abolido el comercio libre entre las Indias Occidentales y China siendo Acapulco el único puerto autorizado para el comer-cio con el Oriente y, Nueva España, no podrá negociar los tejidos orientales en las restantes colonias de las Indias. En ese mismo año se informa de la prohibición para los contactos directos entre China y Perú. Véase sobre este último punto: “Prohibición de ir navíos del Perú a China”, 1593, agi, Patronato, 25, R. 56. Para una detallada exposición sobre el curso legislativo del comercio de China en la América colonial, véase Escalona Agüero, Gazophi-lacium, 1775, fs. 160-189; Yuste, “De la libre contratación”, 2013, pp. 85-106.

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de la seda china por Hispanoamérica no es un eje institucionalizado y tampoco está reconocido por el poder de la monarquía hispánica. Es una estructura de tipo informal, producto de la interacción de gran-des y pequeños mercaderes, funcionarios y consumidores por el gran espacio continental.

De tal manera que gran parte de los fenómenos históricos que se exponen en las páginas siguientes se traza por una realidad informal. Dividimos el trabajo en dos grandes partes. En la primera intentamos reconstruir el mapa geográfico de la ruta y las funciones económicas que asumen en ella puertos, mercados y ciudades. En la segunda parte del trabajo ofrecemos las razones principales que permitieron, a nues-tro entender, la configuración y el desarrollo en la larga duración de la ruta de la seda china.

La ruta de la seda: desde Filipinas hasta Santiago de Chile o Buenos Aires

Desde el momento en que el galeón de Manila realiza su primer exitoso viaje de retorno hacia Acapulco al mando de Urdaneta (1573) hasta 1750, momentos previos a la implementación de las políticas co-merciales de “libre comercio” decretadas por Carlos iii, nace y se desa-rrolla por gran parte del continente americano una amplísima ruta de la seda china cuya estabilidad, persistencia y dinámica la ubica como un elemento nodal, como uno de los motores impulsores, de las conexio-nes entre los espacios del Orbe indiano. Con sorprendente fluidez, la seda china se embarca en Filipinas, transita y se consume por México, Guatemala, Panamá, Ecuador, Perú, y unas buenas cantidades logran llegar a las ciudades más australes de Sudamérica colonial como San-tiago de Chile, Córdoba y Buenos Aires.

La ruta hispanoamericana de la seda china es, en rigor, un derrote-ro con un claro perfil internacional en el que participan dos continen-tes: el asiático, con su región costera del Extremo Oriente en el que sobresalen los puertos de Cantón y Cavite de las islas Filipinas, y casi la totalidad del territorio hispanoamericano. Es una amplísima red de caminos marítimos y terrestres que une puertos, ciudades, pueblos, valles, llanuras, montañas y ríos. El movimiento de la seda se realiza por diferentes medios de transporte, todos ellos perfectamente coor-dinados. Va en los enormes galeones de Manila, en barcos de cabotaje centroamericanos o peruanos por toda la costa del Pacífico americano.

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Se adicionan al flujo marítimo pequeñas lanchas y canoas para poder transitar por estrechos ríos. Si la vía es terrestre, se carga en mulas, burros, carretas o directamente se transporta en bolsas y cajones por esclavos e indios. La puesta en marcha de toda esta maquinaria de medios de transporte y fuerza humana hace posible que la ruta supere las divisiones administrativas virreinales y los espacios económicos regionales.

Decíamos que la seda china viaja desde Filipinas hasta alcanzar la ciudad de Santiago de Chile o, en dirección atlántica, el puerto de Buenos Aires. Estamos en presencia de un largo camino continental cuya homogeneidad y sentido histórico sólo pueden llegar a percibirse al atender la circulación y el consumo de la seda china. Los documentos históricos hacen referencia al tejido oriental con el generalizado tér-mino de ropa de la China.3 Como veremos, los tejidos procedentes del Oriente son variados en su tipología, pero valdría partir de la premisa de que aquel término apunta especialmente a la seda en sus diferentes “versiones”, como en rama, floja, en pieza o confeccionada. Porque hay que tener en cuenta que de todos los rubros importados por la nao de China la seda es el principal artículo demandado por la sociedad his-panoamericana.4 ¿Qué tipos de sedas –elaboradas o no– se desplazan y se consumen por la ruta? Son los rasos, pitiflores, damascos, pequines, saya sayas, brocatos, terciopelos llanos y labrados, gorgoranes, tafe-tanes, brocatos, tejidos de seda para cama, polleras lisas y labradas, gafas de seda, batas, quimones, camisas, medias, cintas y pañuelos, entre otros.5

La expansión de la seda china por los mercados hispanoamericanos es un hecho histórico que manifiesta la mundialización de los espacios coloniales durante la época moderna; unos espacios que al abrir el hori-zonte de perspectiva vemos participarlos en redes mercantiles interna-cionales. Pero para estos tiempos, los fenómenos planetarios sólo pue-den ser posibles –y perceptibles para nosotros– si hay una estructura local y regional que los sustenta. En otros términos, hay que reconocer

3. La mención puede verse, para el caso novohispano, en Álvarez de Abreu, Extracto, 1977. Para el caso peruano, Paz-Soldán y Moreyra, El Tribunal, 1956.

4. Un anónimo anota en su visita a Acapulco que el cargamento del galeón de 1702 es prácticamente todo de sedería; en Villar, El contrabando, 1967, p. 29

5. agnm, Indiferente virreinal, caja 3552, expediente 26, fs. 2-3; agi, Quito, 170, expedien-te 1, fs. 224-256.

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que sin el tráfico terrestre de media y corta distancia, o de una navega-ción de cabotaje que toca puertos no muy considerados por el comercio oficial ubicados en la Mar del Sur, le resultaría imposible a la seda china realizar estos titánicos trayectos. De tal manera que para lograr su circulación a gran escala, la tela oriental aprovecha los circuitos in-tercoloniales, regionales o de pequeños trayectos por donde transitan otro tipo de mercancías de producción local o de distinta procedencia extranjera.

Están las telas y los tejidos propiamente de China y de la India que no son sedas sino de algodón. Nos referimos a cambayas, lienzos, za-razas, mantas, angaripola, muselina y elefantes. También se mueven otros artículos orientales, como loza, clavo, pimienta, especias, perfu-mes, una notable variedad de mobiliario, entre los que sobresalen los pabellones, los escritorios, las camas, los biombos y, por último, los ob-jetos litúrgicos. Estos artículos orientales no realizan la totalidad del trazado de la ruta de la seda. Particularmente los objetos orientales de mayor dimensión y de elevado valor –como escritorios, biombos y camas– son consumidos en los centros urbanos de mayor densidad y desarrollo económico, como serían la ciudad de México y Lima.

Como segundo tipo de artículos, vemos anexarse a la ruta de la seda china un variopinto conjunto de tejidos, de loza y de mobiliario con pro-cedencia europea. Son las piezas y mercancías que se introducen por los puertos atlánticos de Veracruz y Portobelo gracias al régimen de comer-cio de las flotas y galeones españoles.6 Luego de su desembarco en las ferias atlánticas, los objetos europeos emprenden su desplazamiento terrestre para alcanzar los circuitos de la seda china que se encuentran en los centros de distribución e intercambio por la franja del Pacífico indiano.7 Por último, aparecen los bienes de la tierra producidos en Mé-xico y Centroamérica que acompañan a la famosa seda oriental en su segundo tramo del trayecto a través de la Mar del Sur. Sobresalen las telas y los tejidos novohispanos, el añil, el palo de Campeche, la brea, el alquitrán, el tabaco y la madera. Como se verá más adelante, la movili-zación hacia el sur de la seda oriental puede ser encubierta o etiquetada como tejidos novohispanos.

6. El contrabando extranjero también permite la importación de estos productos.

7. Para el temprano período colonial de principios del siglo xvi: Spate, El lago, 2006, p. 288. Para tiempos posteriores: Bonialian, El Pacífico, 2012, pp. 305-340.

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Todo este conjunto de bienes que fluyen en dirección norte-sur se intercambia por una contracorriente de artículos de producción local que es impulsada por navíos sudamericanos al llevar a México azogue de Huancavelica, cacao de Guayaquil, vinos de Perú y Chile y, funda-mentalmente, la plata peruana.8 El caso del metálico peruano resulta un buen indicador para comprender la verdadera dimensión de la ruta de la seda. Podemos percibir una “ruta de la plata” incorporada a la ruta de la seda china. Es el flujo que va desde Potosí hacia Lima y desde la ciudad de Los Reyes hacia México para finalmente embarcarse en el galeón de Manila en sus preparativos de partida hacia Filipinas y Cantón. Pero como veremos en las próximas páginas, la ruta de la seda china comprende una dimensión geográfica hispanoamericana más amplia que el camino transitado por el metálico; lo que sugiere que la adquisición de seda china no siempre requiere plata para su consumo. Muchas modalidades de intercambio se habrían activado en torno a la ruta de la seda.

Por varios tramos del trayecto vemos moverse autoridades políti-cas y religiosos. Muchos de los que son nombrados gobernadores de las islas Filipinas viajan en la nao de China, así como los nuevos virreyes peruanos se movilizan por la Mar del Sur, y es México escala o punto de origen. La movilidad no sólo se reduce a las altas esferas sociales. Tam-bién se trafican por la ruta de esclavos chinos, japoneses y de la India que detienen su marcha en México o son reexpedidos hacia el Perú. Por ejemplo, hacia 1613 viven en la ciudad de Lima 114 asiáticos esclavos, dedicados al servicio doméstico o al trabajo de soleteros y abridores de cuello. En muchos casos ellos parten desde la ciudad de Manila para llegar a la Ciudad de Los Reyes.9 Decíamos también que por la ruta de la seda se canaliza la esperanza de la conversión cristiana del Oriente y la vía por donde se incorporan diferentes enseñanzas sobre el imperio chino. De México hacia Filipinas, de Perú a México, de Buenos Aires o de Santiago a Lima; por todas estos circuitos –que son parte de la gran ruta de la seda china– se movilizan los religiosos y misioneros, en par-ticular los jesuitas, canalizando en su ida hacia Oriente la esperanza de la conversión cristiana del Oriente o, en su retorno, incorporando a

8. Azcárraga y Palmero, La libertad de comercio, 1782, pp. 74-75; Bonialian, El Pacífico, 2012, pp. 315-350.

9. Contreras, Padrón, 1614, fs. 237-246.

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suelo americano distintas enseñanzas culturales, religiosas y económi-cas de Oriente.10

La gran ruta de la seda china pone en claro que la economía colonial hispanoamericana no se limita a abrazar las fronteras atlánticas de lo europeo. Es una muestra por demás significativa de la resonancia que causa en tierras americanas el esplendor que vive por estos siglos la economía del imperio asiático. La ruta de la seda china es, quizá, el elemento más expresivo de una relación pilar y de larga duración que se teje entre China y América; enlace que, por su densidad, constancia y amplitud geográfica, llega a cuestionar, desde sus bases, la relación eco-nómica comercial constituida entre España y los espacios de la Nueva España y el Perú. Durante los doscientos años de su funcionamiento y a pesar de los constantes intentos de la política española por eliminarla, la ruta de la seda china alcanza una fuerza económica equiparable a la potencia de las flotas y galeones españoles del Atlántico.11 Se podría afirmar que el desarrollo de la ruta indiana de los tejidos orientales surge como un fenómeno no deseado del rígido esquema de monopolio comercial; una consecuencia no deseada por España, pero fomentada por los agentes económicos americanos que aprovechan los vacíos del sistema.

El deseo español por hacer desaparecer la ruta hispanoamericana de la seda china recién podrá concretarse durante la segunda mitad del siglo xviii, con el proceso de flexibilización comercial del comercio euro-peo con América, la apertura legal de circuitos con espacios y puertos que antes estaban cerrados al tráfico oficial y las profundas transfor-maciones técnicas y productivas que se producen en los centros manu-factureros europeos. A partir de este nuevo escenario, el algodón de la India fabricado en los talleres europeos comienza a ser dominante en los mercados consumidores de la América española, generando que aquella ruta de la seda oriental comience a fragmentarse hasta su de-finitiva desaparición.

10. Véanse por ejemplo los casos de los jesuitas Nyel y Taillandier a principios del siglo xviii; en Zermeño, Cartas edificantes, 2006, pp. 61-108. También, el informe “Noticias de los jesuitas sobre la religiosidad en China (1638-1649)”, ahn, Diversos-Colecciones, 27, N.14, fs. 1-4.

11. Álvarez de Abreu, Extracto, 1977.

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Maris Pacifici, que considera el Pacífico y la Mar del SurElaborado por Abraham Ortelius, 1598

Fuente: Van den Broecke, Atlas Maps, 12.

El viajE. Invitamos a embarcarnos en la ruta hispanoamericana de la seda china. Todo comienza en el poder de irradiación de la nao de China o también llamado galeón de Manila. En el puerto de Cavite de las islas Filipinas las sedas son embarcadas en el galeón de Manila a partir del arribo de gran cantidad de barcos chinos (los champanes) o navíos europeos que ofertan la preciada tela en el parián filipino, lo que sería el mercado formal para los intercambios en el archipiélago oriental.12 Notables cantidades de seda se almacenan en las bodegas del galeón, para que luego de cuatro a seis meses –dependiendo de los vientos, las corrientes marítimas o algún episodio de guerra– se des-carguen en el puerto novohispano de Acapulco. El rubro de sedas es, seguido por la canela, el artículo de mayor circulación entre Filipinas y Acapulco. En la primera mitad del siglo xvii, el procurador general de las islas, Grau Monfalcón, publica un inventario de la descarga del

12. Montero Vidal, Historia general, t. ii,1887-95, p. 120.

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galeón de Manila por el puerto de Acapulco y concluye que, en sus di-ferentes formas, la seda china conforma prácticamente toda la carga del galeón oriental:

Los géneros que se comercian de las Islas se dividen en seis suertes: La primera es la seda, en madeja, peso y trama. La se-gunda los tejidos de seda. La tercera los tejidos de algodón. La cuarta los frutos de las islas. La quinta las demás brujerías y cosas que se traen.13

La seda como materia prima o ya confeccionada se ubica, según el procurador, en la primera y segunda posición de los artículos carga-dos en los pesados galeones orientales. Por la liviandad, comodidad, ágil traslado, alta rentabilidad y su consumo cotidiano resulta una verdadera tentación que la seda china se oculte en el galeón y se con-trabandee. La práctica ilegal en la importación de la seda china por México alcanza una sorprendente frecuencia durante todo el período colonial.14 Aquí se encuentra gran parte del secreto de la existencia de esta extensa ruta hispanoamericana de la seda china. Desconociendo los principios legislativos dictados por la Corona española, el tejido oriental que ingresa por el puerto de Acapulco es de tanta cantidad que no sólo satisface con creces los pedidos del público consumidor novohispano sino que, como una suerte de “cascada”, logra abastecer lejanos y distantes mercados hispanoamericanos. Al momento de sa-tisfacer los pedidos de Nueva España, la potencia de la corriente de la seda es tan amplia que aún tiene la capacidad para ir surtiendo los pedidos realizados por Centroamérica, Perú y espacios coloniales más australes. Más adelante, nos detendremos a analizar algunas de las razones relevantes que vendrían a explicar el nacimiento y el desarro-llo de la ruta.

Al momento de llegar al puerto de Acapulco, la seda china se des-carga de las amplias bodegas de la nao de China para celebrar la feria comercial de Acapulco que desde principios del siglo xvii se erige como el único punto e instancia autorizada para su importación en Hispa-noamérica. En la feria participan los almaceneros de la ciudad de Méxi-

13. Grau y Monfalcón, “Memorial (sin fecha)” 1866, pp. 470.

14. Álvarez de Abreu, Extracto, 1977, p. 319; “Memorial del Consulado de Sevilla” (1714), agi, México, 2501, s/n de fs.

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co e importantes mercaderes de Puebla, Oaxaca y del Bajío.15 También mercaderes filipinos y peruanos alcanzan a celebrar la feria o, en el caso de los peruanos, logran carenar sus barcos en surgideros periféri-cos y cercanos al centro ferial como el Marqués, Zihuatanejo o Huatulco y poder adquirir, previo intercambio por cacao o plata, el preciado tejido oriental.16

Finalizada la feria, la seda de China inicia su movimiento por dos posibles rutas. La primera alternativa es que los arrieros, comisionistas o corredores de lonja la lleven en recuas de mulas hacia la ciudad de México no sólo para el consumo interno, sino también para que el propio gran mercader de la ciudad la almacene y luego la distribuya por los mercados regionales del virreinato. Es el llamado almacenero, el gran comerciante de la ciudad de México, el más interesado en activar este preciso tramo de la ruta para garantizar su uso en la ciudad y al mismo tiempo monopolizar su redistribución por el espacio.17 La segunda po-sibilidad es que la seda china transite desde Acapulco por puntos de la región novohispana, centroamericana y sudamericana sin escalar en la ciudad virreinal. En este caso, la seda china puede ser adquirida por barcos peruleros ubicados en las cercanías de Acapulco o por los propios comerciantes novohispanos que en su función de remitentes las envían hacia los mercados del Sur. Pero vale decir que la conexión con la ciudad de México resulta predominante y mucho más frecuente que la segunda alternativa. La importancia se evidencia por el hecho de que la ruta que une el puerto del Pacífico con la capital llega a caracterizarse como “el camino de la China” o “el camino de Asia”.18

Lo cierto es que sea directamente o por intermedio de la ciudad de México, la seda china parte de Acapulco y recorre un abanico importan-te de centros urbanos novohispanos entre los que podríamos mencionar a Guanajuato, Querétaro, Morelia, Puebla, San Luis Potosí, Oaxaca, y Veracruz, entre muchos otros puntos. Valdría destacar del listado

15. Yuste, Emporios, pp. 277-290.

16. Gemelli Carreri, Viaje (1701), 1983, pp. 28-29; Robles, Diario de sucesos (1665-1703), 1946, t. ii, pp. 299-311. Para lograr su arribada, los peruanos negocian sobornos con las autoridades de los puertos. Véase al respecto: “Cartas y expedientes de don Juan José Veitia Linage”, agi, México, 825, s/n de fs. También agnm, Indiferente virreinal, caja 747, expediente 40, f. 2.

17. Bernal, “La carrera”, 2004, pp. 485-525. Yuste, Emporios, 2007, p. 50.

18. Serrera, “El camino de Asia”, 2006, pp. 211-230.

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a Puebla, ciudad de México, Oaxaca y Veracruz.19 Las dos primeras ciudades –a las que habría de sumar Antequera– se destacan por el desarrollo de la manufactura en tejidos de seda. Mucha de la seda china “bruta”, “madeja”, “pelo”, “trama” “floja”, “en rama” es transportada a los obrajes de aquellos centros para su elaboración y su posterior con-sumo en México o en Perú. Para confeccionar todo tipo de vestimenta en Nueva España se prefiere la seda que viene del Oriente antes que la “mística española por ser más pareja y limpia para tejidos delgados y llanos”, lo que genera que el proceso de elaboración arrastrase a más de catorce mil trabajadores con sus telares.20

En Oaxaca se consume seda china, pero los agentes locales intere-sados en su ingreso tienen la intención de almacenarla para su reex-pedición hacia Guatemala y el Perú. Su llegada a Veracruz presenta características especiales: gran parte de las partidas que ingresan es reexportada hacia La Habana a través del mar del Norte, a Caracas para internarse por los mercados de Reino de Nueva Granada y, en me-nor medida, hacia España.21 El débil flujo transatlántico que presenta la seda china en su periplo Veracruz-península ibérica se explica, ante todo, por el hecho de que España se inclina con mayor interés por la vía de abastecimiento de las compañías europeas del Oriente.22

Ahora bien, luego de obtener la seda china desde algún puerto del Pacífico novohispano o por intermediación de los almaceneros mexicanos, los navíos guatemaltecos y peruanos inician su retorno hacia uno o va-rios puertos ubicados en la Mar del Sur. Por lo común, aquellos primeros barcos finalizan su recorrido en los surgideros de Sonsonate, Acajutla, El Realejo o Panamá.23 Por su parte, los barcos del Perú continúan su via-

19. Véase una clara diseminación de las sedas y bienes chinos en 1779 por el virreinato en agnm, Indiferente virreinal, vol. 1109, expediente 1.

20. Grau y Monfalcón, “Memorial (sin fecha)”, 1866, pp. 470-474.

21. Las sedas chinas ingresan como si fueran producción local al Reino de Nueva Grana-da vía Cartagena, véase al respecto: “Cartas y expedientes: Tribunal de Cuentas de Santa Fe (1612)”, agi, Santa Fe, 52, N. 84, fs. 1-32.

22. Para el caso venezolano: Arauz Monfante, El contrabando holandés, 1984, p. 178. Por ejemplo, en 1718 un mercader novohispano solicita al gobernador de Filipinas la restitu-ción de 18.000 pesos en concepto de un envío de sedas desde Veracruz hacia Europa que “no logran venderse por no tener estimación, ni salida”. ahnm, Diversos-colecciones, 43, Nº 19, fs. 1-3.

23. “Pleitos de la Audiencia de Santo Domingo (1607)”, agi, Escribanía, 3B, s/n fs.

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je hacia Panamá, Guayaquil, Paita, El Callao, Coquimbo o Valparaíso. Vale advertir que los derroteros de esta compleja red marítima no siem-pre son realizados por una sola embarcación, sino que la seda china es una especie de “estafeta” que pasa de barco en barco dentro del juego de postas de muchos artículos y bienes de diferente procedencia.24

También podía ocurrir que la seda del Oriente realizara todo el pe-riplo de México hacia la ciudad de Guatemala por la vía terrestre, a través del sistema de redes que se tejen entre los comerciantes de la re-gión, apoyados en la complicidad de los funcionarios locales. Los navíos peruanos pueden incluso obtener la seda china en las costas de Centro-américa, sin llegar a los puertos del occidente novohispano, cuando la tela asiática circula previamente desde Nueva España hacia Guatema-la por los caminos terrestres.25

La seda se mueve gracias a la capacidad de acción de los agentes americanos que están diseminados en diferentes regiones; sean ellos comerciantes de gran capital y con gran reconocimiento social por for-mar parte de los consulados de México y Perú, o bien mercaderes me-dios y pequeños que están ubicados en regiones secundarias del espacio hispanoamericano. Juntos o en competencia con ellos, juegan en la red mercantil los virreyes, corregidores, oficiales reales, inspectores por-tuarios, eclesiásticos, capitanes, comisionistas, corredores de lonja, in-dios y esclavos. Un completo y diverso universo social participa en la ruta de la seda china, a veces bajo prácticas clandestinas y a escondidas o, en períodos de permisión, en forma clara y reglamentaria.26

Pasemos a la segunda parte del derrotero: aquel tramo que va desde Centroamérica hacia Sudamérica. Uno de los testimonios más expresi-vos del recorrido de la seda china se encuentra en las Noticias secretas de Jorge Juan y Antonio de Ulloa; marineros que por la década del 40 del siglo xviii se ubican como testigos oculares de su movimiento y circulación. Recordemos que son tiempos en que no está permitida la reexpedición de seda china desde México hacia el espacio del Perú. Dilucidando las lógicas de corrupción y de contrabando, los marineros informan sobre las articulaciones espaciales que posibilitan el ingreso de la seda china al territorio sudamericano.

24. Schurz, “México, Peru”, 1918, pp. 394-397.

25. Rubio Sánchez, Historial, 1975, pp. 256-260.

26. Bonialian, El Pacífico, 2012, pp. 340-344.

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En primer lugar, Ulloa se detiene a describir la función de Panamá dentro de la ruta de la seda china. Punto neurálgico del imperio, “puerta por donde todo pasa”, a Panamá llegan las sedas chinas procedentes de Nueva España, pero, según el parecer de Ulloa, ellas “no tienen cabi-mento [sic] en Panamá porque abundando tanto el de las costa [sic], no hay necesidad de él sino para algunas sedas”.27 Lo que nos expresa Ulloa sobre la función de escala que goza Panamá en el traslado de seda chi-na desde México al Perú se comprueba para los primeros años del siglo anterior.28 En Panamá converge la ruta de la seda china procedente de México con la vía de los tejidos y telas europeas que llegan con el galeón de Portobelo desde España. La gran apertura portuaria hacia el Atlán-tico, que permite obtener de primera mano las telas y los tejidos euro-peos, hace de Panamá más una puerta de tránsito de las sedas chinas entre México y Perú que un espacio propiamente consumidor. En varias ocasiones ocurre que el embargo de la carga de seda china que arrojan los comisos realizados en los puertos del Perú termina por enviarse a Panamá para, como ordena la ley, ser remitido a la Casa de Contratación de Sevilla. Sin embargo, el mercado panameño alcanza a digerir muchas de estas partidas antes de su envío.29 Sin dudas, la unión de los tráficos oceánicos convierte a Panamá en el escenario ideal para esconder o en-tremezclar todo tipo de seda oriental y europea, legal o ilegal, logrando así que la primera pase inadvertida o con el guiño del funcionario de turno. Habría que darle crédito a la denuncia que aparece en las Noticias secretas, pues es incesante el arribo de barcos peruanos y guayaquileños de porte pequeño a Panamá con la misión de cargar la seda china que los propios comerciantes panameños, comisionistas de los novohispanos, políticos o eclesiásticos tienen acumulada en sus almacenes, depósitos comerciales, casas o conventos para enviarla a las regiones costeras del

27. Juan y Ulloa, Noticias (1747), 1991, pp. 204-205.

28. Véase al respecto las cartas de quejas sobre la abundancia de sedas chinas por Pana-má del presidente de la Audiencia, Francisco Valverde de Mercado, en los años iniciales del siglo xvii (1606-1610); en agi, Panamá, leg. 15, R. 8, N. 87; leg. 15, R. 7, N. 58; leg. 16, R. 2, N. 22; 45, N. 70.

29. “Real Cédula a los oficiales reales de Lima, para que hagan cargo al situado de Pana-má de veintitrés mil setecientos sesenta y nueve pesos, que produjo la venta en Panamá de veintisiete fardos de ropa de China que ellos habían dirigido para su remisión a la Casa de la Contratación de Sevilla (1714)”, agi, Panamá, 232, L. 11, fs. 101-102.

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Pacífico sudamericano.30 La próxima escala es Guayaquil; puerto que, en el parecer de Antonio de Ulloa, se erige como “uno de los principales almacenes en aquellas costas […] entran con gran franqueza los géneros de China que la mayor parte se reducen a sedas”.31 Lo que nos relata Ulloa no es un escenario novedoso para mediados del siglo xviii. Desde tempranas épocas coloniales, el puerto ecuatoriano registra numerosas arribadas de navíos procedentes de Nueva España cargados de seda chi-na. El propio jurista español Solórzano Pereira advierte de lo trascen-dente que es el puerto de ecuatoriano para la entrada ilegal de la seda china.32 A la vez, en 1608 la propia Audiencia de Quito le informa al rey sobre “el gran consumo de seda china”.33 Si Guayaquil muestra contro-les rígidos, los navíos que vienen con seda china desde Nueva España o Centroamérica atracan, para “su disimulo”, en los puertos de “Atacames [Esmeralda], Puerto Viejo, Manta o la punta de Santa Elena […] y de ahí se conduce a Guayaquil”.34 Con mayor intensidad, Guayaquil presenta la misma función de almacén, de depósito, como los otros puertos de ca-botaje de la costa centroamericana del Pacífico. Luego de su desembarco en Guayaquil, la seda china comienza a colocarse por centros urbanos y mercados cercanos porque “una parte se consume en aquella jurisdicción, otra entra en la provincia de Quito y repartida en todos los corregimien-tos pertenecientes a la Audiencia, tiene en ellos su expendio, y otra parte se interna al Perú, donde también se reparte y cuando la cantidad es grande alcanza Lima”.35

Luego de cumplir con la demanda de su reducido mercado, Guaya-quil reexpide la seda china hacia las tierras altas de Quito y sus alrede-dores. Aun así dispone de un sobrante, de un excedente comercial que se transporta hacia lugares más distantes como el puerto de Paita, su centro urbano de Piura o a la misma ciudad de Lima. A Paita, puerto ubicado al sur de Guayaquil y de muy poca consideración en el comercio legal, también arriban navíos procedentes de Nueva España y de Pa-

30. Véase un caso representativo que ocurre en 1716 en Dilg, “The Collapse”, 1975, pp. 34-35.

31. Juan y Ulloa, Noticias (1747), 1991, pp. 205 y 227.

32. Véase al respecto Solórzano Pereira, Política [1647], t. i, p. 20.

33. “La Audiencia de Quito sobre diversos asuntos (1608)”, agi, Quito, 9, R. 11, N. 82 bis, s/n de fs. También, agi, Quito, 9, R. 11, N. 80, s/n fs.

34. Juan y Ulloa, Noticias (1747), 1991, pp. 205-206.

35. Ibid., p. 208.

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namá para desembarcar la seda china y así eludir la vigilancia de los aduaneros de El Callao.36 Es un surgidero con notable actividad en lo que se refiere al comercio informal e ilícito. Nuevamente es Ulloa quien nos comunica casos concretos. Hacia 1740 nota el arribo de dos navíos al puerto de Paita: Los Ángeles procedente de Panamá y La Rosalía, de Nueva España. Ambos barcos desembarcan enormes partidas de seda china que son trasladados hacia Lima y “se esperaba que fuesen lle-gando recuas de mulas necesarias para irlos despachando a Lima”. Los mercaderes responsables de la circulación “no llevan guías de Piura a Lima […] y pasaron a ser depositadas en uno de los mismos guardas”.37

Pero, sin lugar a dudas, es el puerto peruano de El Callao el lugar preferido para que los barcos realicen el desembarco de la seda china enviada desde Acapulco o desde Centroamérica. Es que Lima se coloca como el principal mercado consumidor del tejido oriental en el espacio del Perú. En 1619, Diego Fernández de Córdoba marqués de Guadalcá-zar, quien por esos años es virrey de Nueva España y será luego virrey del Perú (1622-1629), le escribe al rey que, a pesar de las prohibiciones, salen periódicamente navíos con plata desde El Callao hacia Acapulco para retornar con seda china.38 Justamente en esos años iniciales del si-glo, fray Martín de Murúa describe las calles de la ciudad de Los Reyes como un verdadero “concurso que hay de gente y de negociantes, que se hallarán allí mercaderías de todas las naciones de Europa y de las Indias, de México y de la Gran China”.39

Sea en las décadas de la segunda mitad del siglo xvi, cuando está permitida la importación de seda china al Perú, o en tiempos poste-riores, donde rige la prohibición absoluta, El Callao presenta varios motivos para posicionarse como el puerto ideal para su entrada. Como destacamos anteriormente, es el punto costero más próximo para res-ponder a los incesantes pedidos de seda del primer centro consumidor de Sudamérica: Lima. En 1740, la ciudad de Los Reyes llega a ser cali-ficada como “la feria de Pekín” por las ventas mayoristas, al menudeo

36. Para el temprano período colonial véase Macleod, “Aspectos de la economía”, en His-toria, 1990, p. 182. Para las décadas que van de 1680 a 1740: Bonialian, El Pacífico, 2012, pp. 315-331.

37. Juan y Ulloa, Noticias (1747), 1991, pp. 214-215.

38. “Carta del virrey marqués de Guadalcázar (1619)”, agi, México, 29, Nº 21, f. 5.

39. Murúa, Historia, 2001 [1606-1613], p. 292.

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y ambulatoria de tejidos de seda china que se realizan por sus calles.40 En segundo lugar, en Lima no sólo residen los comerciantes con el sufi-ciente capital para importar la seda china, sino que también es el punto fundamental para las negociaciones con las más influyentes autorida-des políticas que muestran, incluso los virreyes, un grandísimo interés por ser partícipes de la circulación y consumo de la seda china.41 En tercer lugar, El Callao es el puerto con el más alto nivel de actividad portuaria del Pacífico, superando incluso al surgidero novohispano de Acapulco. Murúa nos dice que a principios del siglo xvii, el punto costero limeño tiene “de ordinario de cuarenta a cincuenta navíos” que vienen de todos los puertos del Pacífico y de China. Por estas razones, entre muchas otras, Lima se alza como principal polo de atracción de la seda china y, en consecuencia, como el punto central para que el tejido orien-tal emprenda su redistribución por todo el territorio comprendido en la Audiencia de Charcas atendiendo principalmente los puntos de Cuzco, La Paz, Potosí hasta alcanzar las ciudades menores de la Gobernación de Tucumán.

Si seguimos el curso marítimo notamos que de El Callao se extiende un circuito que apunta a Pisco y, más al sur, Arica. Estos puertos se-cundarios son utilizados para internar la seda china hacia la Audiencia de la ciudad de La Plata y así entroncar con el circuito terrestre que hace circular el tejido oriental desde Lima hacia Potosí y toda la región de Charcas.42 En numerosas ocasiones los navíos procedentes de México con cargamentos de seda china prefieren eludir el puerto de El Callao para no ser sancionados y recalar en aquellos dos puertos menores del Perú, los cuales presentan menores controles aduaneros para el ingreso clandestino del tejido oriental. El raso de seda de China también llega al puerto de Valparaíso desde El Callao para vestir a los españoles de la ciudad de Santiago de Chile. Este preciso flujo, con variada intensi-

40. Marcoleta, “Nueva representación”, 1915, t. v, p. 153.

41. En 1626 el virrey príncipe de Esquilache es procesado y multado por dos cargos de contrabando de seda china. En el primer juicio se le cobran 30.000 ducados por ingresar “cantidad de cajones de seda de china”. En el segundo caso se lo acusa de fraude por haber manipulado un comiso de una nave repleta de seda china. La multa alcanza los 200.000 pesos. agi, Escribanía, 1187, f. 123. Para un caso posterior de 1674, referente al virrey conde de Castellar, véase Suárez, Desafíos, p. 376.

42. “Real Cédula a don Francisco Pimentel y Sotomayor, presidente de la Audiencia de la ciudad de la Plata, en la provincia de los Charcas (1714)”, agi, Charcas, 417, L. 9, fs. 206-209.

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dad, está activo durante los doscientos años en que la ruta de la seda funciona. Así lo confirman los numerosos inventarios de los españoles que viven en Santiago.43 El circuito de El Callao-Valparaíso termina en el entronque terrestre de Santiago y la gobernación de Tucumán, por donde los rasos de seda china viajan junto con los paños de Castilla, de México y Quito para vestir a los españoles “del común”.44

Ahora bien, volvamos a situarnos en Lima y veamos la extensión del camino terrestre hacia el sur. Hay una derivación meridional de la ruta de la seda china muy importante y es la que parte desde Lima y pro-sigue hacia Potosí, realizando escalas en La Paz y Oruro. Para Potosí contamos con dos sólidas referencias, que contemplan los dos extremos del arco temporal en que funciona la ruta de la seda china. La primera referencia corresponde a la Relación de Capoche de 1585. Sin dudas, por los tempranos tiempos que escribe Capoche, Potosí es, a raíz del no-table arrastre económico que genera la producción de plata, uno de los principales mercados consumidores de toda América. Los objetos ofre-cidos de todo el mundo en sus mercados y tiendas ubican a Potosí como un centro económico planetario. Nos dice Capoche que en los listados de mercaderías siempre se encuentran los vestidos de tejidos y sedas de China utilizados por los pobladores de la villa.45 A principios del siglo xviii, el gran cronista potosino Arzans Orzúa relata la continuidad de esta extraordinaria amplitud consumidora de la ciudad, a pesar de que la producción de metálico está en crisis y muy distante de los tiempos de esplendor que relata Capoche. Para esos tiempos, Potosí dispone de un gran repertorio de mercancías extranjeras, como “granos, cristales, marfil y piedras preciosas de la India; diamantes de Ceilán; perfumes de Arabia; alfombras de Persia, el Cairo y Turquía; todo tipo de espe-cias de la península de Malaya y Goa; porcelana blanca y vestidos de seda de la China”.46

A este gran tronco sudamericano de la ruta de seda china se le anexa un adicional “brazo” que va aún más hacia el Sur. Con mulas y arrie-

43. Para los primeros tiempos véase Márquez de la Plata, “Los trajes”, 1934, p. 31; para el caso del siglo xvii: Amenábar, “Trajes y moda”, 1986, p. 11; en el caso de La Serena de las primeras décadas del xviii: Sayago, Historia, 1973, p. 367.

44. Assadourian, El sistema, 1982, p. 71.

45. Capoche, Relación, 1959 [1585], p. 134.

46. Orsúa. Historia de la Villa, 1965, t. i, p. 8.

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ros se lleva la seda desde Potosí hacia Jujuy, Salta, Tucumán y Córdo-ba para, desde ahí, bifurcarse en dos últimos trayectos hacia Santiago de Chile, vía Mendoza, o al puerto atlántico de Buenos Aires. Valdría mencionar dos casos representativos sobre Chile y Buenos Aires. En abril de 1608, el virrey Montesclaros se encuentra en El Callao, gestio-nando “apretadas diligencias añadiendo a las ordinarias acerca de la prohibición de mercaderías que venían de Nueva España”.47 Informa que su presencia tiene buen efecto, pues “queda cantidad de ropa conde-nada que me dicen puede valer cuarenta mil pesos a los precios de aquí, siendo estas ropas de la China”.48 Lamentablemente, el documento no ofrece detalle sobre el textil comisado, pero Montesclaros hace mención al tafetán, una suerte de seda ordinaria para el consumo cotidiano de diferentes grupos sociales. A contrapelo de lo que ordena la legislación, el virrey decide por su circulación y consumo.

Fue preciso gastar cantidad de tafetán de la China en forros de sombreros que se enviaron a Chile […] había una partida de mil seiscientos sombreros y para aforrarlos fueron menester dos-cientos y treinta y una piezas de tafetán, de diez y once varas, que montaron tres mil pesos de a ocho reales.49

Tres años antes, en 1605, el obispo de Buenos Aires, Martín Ig-nacio de Loyola, le escribe una carta a Felipe iii en la que denuncia una suerte de inundación de ropa de la China por la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires:

Ha entrado tanta ropa de la China en el Perú de contrabando y contra toda razón que no hay provincia por acá de Buenos Aires y Tucumán que no esté llena de ella, y tan buena y barata que las cosas de España ya no valen nada, lo cual es en grandísimo daño de los derechos reales pertenecientes a su majestad en España y en los puertos donde las flotas se despachan […] la centésima parte de la ropa de China que este año ha entrado en el Perú, es más que cuanta ha entrado por este puerto en 50 años y estoy ad-mirado de algunos ministros de su majestad que tanto procuran

47. “Carta del virrey Montesclaros a Felipe iii desde el puerto del Callao”, en “Expedien-tes cartas de Virreyes Perú, 1604-1610”, agi, Lima, 35, f. 43.

48. Ibid.

49. “Expedientes cartas de Virreyes Perú, 1604-1610”, agi, Lima, 35, f. 43v.

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cerrar este puerto siendo una minoría cuanto viene por él y se les da tan poco de esa puerta tan grande [El Callao] donde van cada año tantos millones.50

El pobre nivel de intercambio que presentan las ferias de Portobelo no se explica, según Loyola, por el contrabando portugués que se hace por el puerto de Buenos Aires, sino por la ropa de China que entra des-de El Callao. En general, la seda oriental, como todo artículo extranje-ro, se intercambia en Lima o Potosí por mulas, medio de transporte fun-damental para la economía de la región. De tal manera que para lograr su circulación y consumo, la seda china debe aprovecharse de las rutas y de los centros de distribución que presenta el complejo circuito inte-rregional de comercio en torno a Charcas y la gobernación de Tucumán. Nuevamente son los inventarios patrimoniales los que nos permiten confirmar la abundante presencia de seda china por la ciudad de Cór-doba y su entorno hasta llegar, con mucha menor dimensión claro está, al puerto de Buenos Aires; último trayecto de la ruta continental.51 Al igual que Panamá, la evidente disminución de la llegada de seda china a Buenos Aires se explica por su posición costera atlántica; ubicación que le permite surtirse con tejidos europeos a partir de la llegada de los navíos de permiso a sus playas procedentes de Europa.

Razones del ingreso de seda china por Hispanoamérica

Al margen de las altas y bajas en su intensidad: ¿cómo explicar el funcionamiento constante durante prácticamente dos siglos de la ruta hispanoamericana de la seda china? ¿Qué factores nos permitirían entender la configuración de una “columna” mercantil de tela china cuando España construye un gran dispositivo legislativo para eliminar todo elemento asiático que perturbe su dominio económico en América? Identificamos tres razones económicas que podemos clasificarlas como

50. “El obispo del Río de la Plata a su merced. Que se tripliquen los despachos tocantes a la contratación con las Filipinas y la mercaderías y ropa de la China que se prohíben en el Perú”, agi, Charcas, 135, f. 1.

51. Véase al respecto el último artículo del libro en donde se relata el caso del capitán Juan de Buitrón. También puede consultarse: ahpc, Escribanía 1, 1719, legajo 241, expe-diente 9, fs. 188-193.

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la razón productiva, la comercial impositiva y la referida a su cultura consumidora.

1) La razón productiva. En la Nueva España, durante los cincuenta años que van de 1530 a 1580 logra expandirse la cría de gusano y el cultivo de la seda, lo que alienta la aparición de una industria manu-facturera en la ciudad de México, Puebla y Antequera.52 Los artículos elaborados en estos obrajes se dirigen al mercado local del virreinato y los excedentes son reexportados por la Mar del Sur hacia el espacio peruano. Pero en los años finales del siglo xvi la industria novohispana de la seda muestra señales de contracción a raíz de un aumento notable en las importaciones de seda china por el puerto de Acapulco. A partir de entonces, el taller novohispano readapta sus métodos y técnicas para elaborar la seda china bruta que llega con el galeón.53 En estos térmi-nos, la seda china contribuye al desarrollo manufacturero novohispano y a mantener un número considerable de tejedores por el espacio mexi-cano.

Ahora bien, la crisis de una producción de seda local en Hispa-noamérica, junto a las políticas peninsulares tendientes a trabar e im-pedir cualquier intento manufacturero textil local es una invitación a la entrada de la seda china. La fuerza de contracción que produce el fenómeno de importación sobre el desarrollo local manufacturero es determinante. Junto a la entrada de los tejidos de seda del Oriente aparecen otras razones que desalientan la producción y agudizan el proceso de recesión. Una de ellas es la disminución de la mano de obra indígena y, la otra, la política metropolitana tendiente a destruir toda industria que pueda competir por el mercado consumidor hispanoame-ricano jaqueando el desarrollo manufacturero de España.54 El rígido control peninsular sobre las plantaciones de cría de gusano de seda en el virreinato se mantiene por varias décadas. De tal manera que la producción indígena de seda se reduce a su uso doméstico o para su comercialización local. Pero en 1679, ante las aspiraciones del gobierno español de eliminar tentativas de desarrollo industrial en la América

52. “Carta del virrey de Nueva España Martín Enríquez sobre cultivo de lino y seda (1572)”, ahn, Diversos-colecciones, 25, Nº 17, fs. 13-26.

53. De ahí la gran dificultad en los registros para distinguir en los controles de Perú la seda de origen asiática o novohispana.

54. Borah, Silk Raising, 1943, pp. 32-38 y 85-102. Bazant, “Evolución”, 1988, pp. 473-516.

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hispana, se decide prácticamente arrasar todas las plantaciones en el espacio indiano. La medida, que busca alentar el consumo de la seda peninsular de Granada y Valencia, no hace más que crear el efecto con-trario de estimar aún más los tejidos de sedas chinos.55 No cabe duda de que la desaparición de la producción local de seda en México viene a redoblar la estima de la asiática, tanto en el virreinato novohispano como en el de Perú, espacio este último que ya no puede contar ni con la producida en Nueva España.

La falta de una producción de seda local que motiva el necesario in-greso de seda asiática es aún más determinante en el Perú. Es sabido que durante la segunda mitad del siglo xvi y en las primeras décadas del siguiente, el virreinato del Perú se presenta como un espacio auto-suficiente, integrado, sin depender de las importaciones extranjeras.56 Si bien algunos documentos nos revelan que en esas décadas finales del siglo xvi existen pequeñas granjerías de seda indígena para cumplir con el pago de diezmos,57 el fray Martín de Murúa señala que aunque “Perú todo lo tiene”, hay dos materias primas que faltan: la seda y el lino.58 Hacia 1620, el comerciante portugués León Portocarrero no tiene repa-ros en afirmar la necesidad de contar con seda china en el Perú. Realiza una “Memoria de todos los géneros de mercaderías que son necesarios para el Perú […] porque no se fabrican en la tierra”. Allí enlista, entre otros productos, “sedas flojas carmesí, azul, verdes y sedas de matices que vienen de China”, “tocas que hacen en Lima con sedas que vienen de la China” y “todas las sedas de la China, tejidos y sedas torcidas que se gastan bien en el Perú”.59 Perú nunca logra producir seda en cantidad su-ficiente para abastecer sus mercados. Esta carencia llevará al virreinato a depender, en una primera instancia, de los envíos de tejidos y telas de seda mexicanas pero de inmediato, aquella crisis temprana que sufre la producción de seda novohispana conducirá al Perú a redoblar el interés por la seda china.

55. Pérez Herrero, “Actitudes del Consulado”, 1983, p. 109.

56. Assadourian, El sistema, 1982, pp. 131-221.

57. Por estos tiempos, algunos prelados de Lima exigen a comunidades indígenas pagar su diezmo en seda. agi, Lima, 567, leg. 8, fs. 299-300.

58. “Solo le falta al Perú seda y lino”, Murúa, Historia, 2001 [1606-1613], p. 273.

59. “Descripción general del reino del Perú, en particular de Lima”, bnf, Manuscritos, Espagnol 280, Nº 5057, fs. 237-262.

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Nos permitimos superar la frontera de la América española y ver los efectos que provoca la oferta-demanda de la seda china en Europa. Si en Hispanoamérica la entrada del tejido oriental provoca una rotunda condena a los obrajes locales, en la Europa Occidental obliga a una pro-funda remodelación de su industria textil. Hemos advertido que desde finales del siglo xvi el tejido occidental, por ser menos competitivo, sufre gravísimos problemas para su venta en los mercados americanos, po-niendo en crisis la pañería inglesa y las sederías de Granada, Italia y Levante. La presencia y el desarrollo de la ruta hispanoamericana de la seda china hacen reorientar los tejidos de los centros productivos de Eu-ropa hacia los mercados domésticos. Aun con la inmensa introducción de tejidos de seda china que realiza España por la vía de las Compañías orientales europeas, hay una respuesta del mercado doméstico para los tejidos de seda originarios, gracias a una revolución consumidora que vive la Europa durante el siglo xvii.60

Resulta evidente que los frenos al desarrollo de la producción y de la manufactura de seda a gran escala en Hispanoamérica se deben a la política peninsular de desalentar cualquier intento de industria textil que pueda competir en el plano del consumo con la industria textil española. Pero sí hay señales claras de una permisión peninsu-lar a la fabricación de tejidos ordinarios y baratos para responder al vestuario común de los indios, esclavos y población pobre de la Amé-rica colonial. Lo que en el fondo está buscando España es restringir cualquier producción textil original que rivalice especialmente con el tejido de seda español; producto reservado para los sectores medios y superiores de la sociedad. Esta sería la principal explicación para comprender el porqué de la lucha española por impedir el ingreso de seda china. Pero ¿por qué no se logra? Y aquí debemos abordar las cualidades especiales de los tejidos de seda de China que desbaratan el plan español.

2) La razón comercial-impositiva. Sea por la vía terrestre o por el derro-tero marítimo, la ruta hispanoamericana de la seda china está práctica-mente impune de derechos fiscales y aduaneros. Al ser un recorrido que se traza por la clandestinidad, los tejidos orientales evitan cualquier derecho al fisco real e ingresan a los mercados libre de impuestos y con mínimos costos de transporte y de comercialización. De tal mane-

60. Bernal, España, 2005, pp. 262-263.

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ra que, las sedas asiáticas llegan finalmente al público con un precio notablemente bajo, que tira por la borda cualquier intento español de competir con sus tejidos en el mercado. Enseguida nos ocupamos de su precio. Veamos lo que ocurre en el plano impositivo. En 1612, el virrey del Perú, el marqués de Montesclaros insiste sobre lo “intratable” que resulta frenar el ingreso de sedas chinas a Perú que vienen de Acapulco a pesar de las disposiciones prohibitivas. Le aconseja al rey anular la prohibición y “cargar mucho de los derechos de Acapulco y la entrada del Callao […] cobrando con vigor los derechos, con lo cual se haría me-nos la granjería y menos codiciable y apetecerán y tendrán por mejor la correspondencia de Tierra Firme donde pagarán menos”.61

Lo que Montesclaros está proponiendo es un reconocimiento oficial a la existencia de la ruta hispanoamericana de la seda china; una consideración que llevaría a su legalización y, en consecuencia, a la aplicación de impuestos en beneficio de la Real Hacienda.62 A pesar de saber de la existencia de la ruta de la seda y luego de unas décadas iniciales de permisión, la Corona española nunca la transparenta y la combate a través de una legislación prohibitiva y de sanciones. ¿Por qué el poder peninsular no la legaliza? Podríamos pensar que nadie podría garantizar que ante una hipotética oficialización de la ruta, que llevaría a un incremento del costo general de las sedas, los actores abandonarían el uso de la seda china y se inclinarían inevitablemen-te al consumo de tejidos españoles y europeos. El problema resulta ser más complejo que el dilema legal/ilegal, de un simple gravamen sobre la mercancía. El problema crucial radica fundamentalmente en las pautas de consumo de la seda china, del tipo de necesidades que satisface y de quiénes son sus consumidores. Enseguida abordaremos esta última cuestión.

Para concluir este asunto digamos que a pesar del inmenso reco-rrido de la seda china para llegar al Perú, su costo impositivo es casi nulo. Si algún gravamen sufre, esa instancia ocurre en el puerto de Acapulco, con la feria oficial novohispana. Pero si tomamos en con-sideración que el galeón de Manila importa mucha de estas piezas “fuera de registro”, es posible concluir que la mayoría de ella termina

61. Montesclaros, “Carta”, 1866 [1612], p. 343.

62. Sería imposible reproducir aquí las infinitas propuestas similares que aparecen en la mesa del Consejo de Indias. Para un período posterior véase la propuesta de 1712 del virrey novohispano duque de Linares, agi, Lima, 480, s/n de expediente fs. 1-7.

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llegando al Perú sin pagar un solo real al fisco. Por lo tanto, uno de los elementos que hacen codiciable a la seda china en el espacio del Perú son todos los beneficios que redunda su entrada clandestina y, por ende, su mínimo precio.

3) Cultura económica consumidora de la seda asiática. Sugerimos que el motivo de fondo, el verdadero secreto de la demanda de la seda en el espacio americano y su capacidad para incursionar en los mercados de tierra adentro, se encuentra en las diferentes calidades de las sedas y tejidos, que van de la más ordinaria calidad hasta las más finas, consig-nadas a un amplio y variado público consumidor de Hispanoamérica. Comencemos por fundamentar la hipótesis sobre el caso novohispano.

Íntimamente ligada a la razón productiva, valdría advertir que a finales del siglo xvi, en momentos de tendencia inflacionista de los pre-cios, el valor de la seda local mexicana se derrumba en el ochenta por ciento porque la seda china le genera una exitosa competencia ya sea por “su gran calidad” haciendo frente a los costes de transporte o por su gran baratura “con la que vestían a los esclavos en las galeras de Manila”.63 La afirmación da cuenta de un doble tipo de consumo de se-das chinas. En primer lugar, el consumo reservado a los sectores pri-vilegiados de la sociedad que disponen de un tejido de seda asiático de fina composición, cuyo elevado valor se compensa por los reducidos cos-tos de comercialización. En segundo lugar, la seda china ordinaria, que apunta a vestir a los grupos más pobres y castigados. Este último perfil consumidor es el que deseamos destacar, porque a nuestro entender es esta precisa cultura consumidora amplia y cotidiana la que explica la naturaleza y la potencialidad de la ruta de la seda.

En 1609, Pedro Martínez, capitán y alcalde mayor de la provincia de Panuco, región cercana a Veracruz, describe en su Relación los artí-culos que se proveen los españoles y los indios del lugar. Martínez dice que “los precios pueden bajar o subir según la falta o abundancia de las mercaderías”, pero “los más ordinarios”, en cuanto al rubro de tejidos que aquí nos interesa, son estos:

La vara de paño ordinario de Puebla, siete pesos; la de gergue-ta [sic], peso y medio; la de tafetán de la China, un peso; la de raso de la China, un peso y medio; la onza de seda floja y torcida, peso

63. Spate, El lago, 2006, p. 250.

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y medio; la vara de terciopelo de la china, cinco y seis pesos […] la vara de holandilla china, quatro reales; las medias de seda de la China, siete pesos; las de España, quince […] de estas cosas se proveen los vecinos de estos pueblos cuando las traen a vender los mercaderes de México y de la Puebla por tierra y los de Veracruz y Campeche por mar.64

Contundente afirmación. La vara de un tipo de seda china presenta un valor inferior al paño ordinario producido en Puebla. Las medias de seda asiática salen menos de la mitad del precio que se ofrece por las medias españolas. El caso es significativo porque manifiesta los alcan-ces de la seda china en sectores bajos y en espacios totalmente alejados de los centros de poder político y económico del virreinato. Considere-mos un dato no menor: estamos hablando de una región muy cercana al Atlántico y distante del Pacífico, y sin embargo la seda china presenta una cotización inferior a la europea.

Continuemos analizando para un período posterior la calidad y el tipo de consumidor que se siente atraído por la seda china. En los albo-res del siglo xviii se genera una gran disyuntiva entre los comercios de España y Filipinas que nos brinda importantes señales sobre esta pre-cisa problemática. Cuando la Corona española ordena en 1718 prohibir el ingreso a México de seda en rama y elaborada de China para prote-ger su industria y el comercio transatlántico, comerciantes, virreyes e incluso habitantes comunes replican que la medida es impracticable, por cuanto “de ser regular vestuario la ropa de China, por lo acomo-dado de su precio y no poderlo hacer los pobres (como quisieran) de la de España, por ser más subido, sin que de faltarles aquella, se siga el que gasten esta, porque si se los permitiese su necesidad y pobreza la consumirían pues todos la estiman más por su mejor calidad y mayor duración: lo que no sucede con la China que por su poca permanencia se rompe y se destruye con facilidad”.65

Al momento de decretar la prohibición, Felipe v va resumiendo todas las opiniones públicas que circulan por el imperio acerca de la singula-ridad que presenta la seda china que entra desde Filipinas; caracterís-

64. Martínez, “Descripción”, 1969 [1609], pp. 153-154. En el breve ensayo de Álvarez se ofrecen evidencias sobre el consumo de telas chinas por los indígenas de Filipinas en los años finales del siglo xvi. Véase Álvarez, “E la nave va”, 2013, pp. 47-48.

65. agnm, Reales Cédulas Originales, caja 3552, expediente 26, (1724), fs. 3-4.

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ticas que dividen a México porque “el arribo de una flota [a Veracruz] es celebrada por los mercaderes ricos que llaman de almacén y son los que hacen empleos de su carga: pero que la mayor parte de este reino desea con mayor eficacia la Nao de China y que se dilata su llegada ocasiona muchos clamores”.66

El descontento social que puede generar la ausencia del galeón de Manila en Acapulco se debe a las necesidades consumidoras de la ma-yoría de la población. Un gran conocedor de la historia del galeón de Manila, como lo es el historiador Schurz, sintetiza el fenómeno diciendo “que todas las clases sociales, desde los indios de los pueblos de las tierras bajas tórridas, a los cuales las convenciones y leyes españolas compelían al usar vestuario, hasta los mimados criollos de la capital, se vestían con las telas del Extremo Oriente y las sedas de China”.67

Durante todo el período colonial, ya sea desde México o desde el Perú, las conclusiones tienen un pleno consenso y unanimidad: exis-te la elegante seda asiática para “los selectos”, pero la mayoría de las sedas chinas que se consumen por los mercados americanos y que, en definitiva, configuran el esqueleto primario de lo que hemos llamado la ruta de la seda, son baratas, de mediana a ordinaria calidad y de poca duración. Hay de todos los gustos y calidades puesto que “el grueso de las sedas chinas era consumida por peninsulares y criollos blancos pero también abastecen a la gente pobre y constituye el vestido corriente de los nativos de Nueva España”.68 Un viajero anónimo asentado en Acapulco se asombra al ver en 1702 que el galeón de Manila alcanza un tonelaje de 2.000, lejos de los 200 estipulados por la ley y ello se ex-plica por los 11.000 fardos de seda china “barata y de baja calidad”.69Al mismo tiempo, idénticas opiniones sobre el tipo de consumo de la seda china circulan por el espacio peruano. En1591, el contador de Tierra Firme Miguel Ruiz de Duayen le escribe al rey español:

Las mercancías de China que vienen a Tierra Firme y Perú causan gran daño a los reales derechos de almojarifazgo porque como de allí se traen especialmente cosas de seda en cantidad porque cuestan a muy baratos precios […] bien es verdad que se

66. Ibid., f. 4.

67. Schurz, The Manila Galleon, 1959, p. 362.

68. agnm, Reales Cédulas Originales, caja 3552, expediente 26, (1724), f. 4.

69. Villar, El contrabando, 1967, p. 29.

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visten y remedian con ello gente pobre porque es más barato que lo de Castilla, pero no de tanta dura, ni tan bueno.70

Uno de los testimonios más representativos es el que ofrece en 1594 el virrey del Perú, Hurtado de Mendoza, segundo marqués de Cañete. Mendoza llega a ser una de las personalidades más interesadas en el intercambio con China y hasta llega a promover viajes clandestinos por la ruta de la seda vía Acapulco o en titánicos derroteros directos entre Perú y el Extremo Oriente.71 En ese año, le advierte al Consejo de In-dias:

Las mercancías chinas son tan baratas y las españolas tan ca-ras que me parece imposible recortar ese comercio hasta el punto que en este reino se deje de consumir productos chinos, ya que un hombre puede vestir a su mujer con sedas chinas por doscientos reales [25 pesos] mientras que no podría proporcionarle vestidos con seda española por doscientos pesos.72

La cita permite la reflexión sobre varios puntos. El vestuario de seda china se paga en el Perú al 10% del valor de lo que cuestan los te-jidos españoles. Segundo, es tanta la cantidad que ingresa al espacio peruano que pone en serios aprietos la industria, el comercio y el con-sumo de la seda española; un problema que durante las primeras tres décadas del siglo xvii la Corona intenta solucionar –sin éxito– a través de un abanico de medidas legislativas que prohíben la circulación de tejidos chinos hacia Perú.73 En 1602, en un contexto en que la Corona española comienza a dar sus primeros pasos para prohibir el tráfico y el consumo de sedas chinas hacia el Perú, los mercaderes de la ciudad de Los Reyes le insisten a la Corona en dejar que al menos “se abra el comercio de China” desde Acapulco y que eso no haría peligrar el galeón de Portobelo, ya que “la causa de la decadencia del comercio del Perú no es la entrada de aquel reino [México] de las mercancías de China sino el mal orden que se tienen en las flotas […] que los del Perú prefieren comerciar con México más que con España [y] que hay

70. agi, Panamá, 33, s/n de fs.

71. Iwasaki Cauti, Extremo Oriente, 2005, p. 228-233.

72. “Cartas y expedientes de virreyes del Perú (1593-1599)”, agi, Lima, 33, f. 43.

73. agi, Quito, s/n de expediente, fs. 1-11; Escalona, Gazophilacium, 1775, fs. 178-179.

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muchos españoles que visten de manera lujosa y costosa más que en cualquier otra parte […] por lo que si entraren más flotas [galeones de Portobelo] se vendería toda la ropa [española] que de sedas de China se viste toda clase de gente, sobre todos los más pobres y se adornan los templos”.74

En 1620, el comerciante portugués Pedro León de Portocarrero ano-ta con mucho detalle el tipo de seda china que ingresa al Perú y cuáles van dirigidas a las mujeres. Pero culmina su comentario sobre el asunto señalando que la clave de su exitosa venta es que “viste a los pobres” porque son baratas. Vale reproducir la extensa cita:

De las mercaderías que vienen de México cada dos años de la

china se llevan al Perú grandes partidas de tafetanes, gorgora-nes enrollados y otros de librete. Damascos ordinarios y damas-cos mandarines que los mandarines son los señores de vasallos de la china y estos damascos le pagan sus vasallos de tributo y otras sedas y todas las que se llaman mandarines son las mejo-res que vienen de la china. Razos de mucha suerte en particu-lar vienen muchos de lustre blancos de Lanquin [sic] picotes y azabachados muy lindos terciopelos llanos y labrados negros y colores mucha diversidad de colchas y sobrecamas labradas de muy varios colores. Grandes partidas de cates de seda blancas torcidas y muchos cates de seda floja y tocas de seda para mu-jeres […] y toda es ropa en que todos ganan y se vende bien y se visten de ellas los pobres porque son sedas baratas y se traen muchas mantas de Lanquín, que son telas de lienzo feito de al-godón, blancos y azules.75

Estas últimas dos citas resultan muy contundentes. La seda china es para “toda clase de gente”. Particularmente “los pobres” del Perú esperan lo que viene por el Pacífico mexicano, mientras que los círcu-los sociales de elite buscan distinguir su prestigio consumiendo ropas y textiles más finos y suntuosos que llegan desde Europa. Es cierto que si se revisan los testamentos, los inventarios y otras fuentes re-lacionadas con la posesión de bienes en familias hispanoamericanas se pueden encontrar allí sólidas pruebas de que cortinas, sobrecamas,

74. agi, Filipinas, 34, s/n de expediente, fs. 36-48.

75. “Descripción”, bnf, Manuscritos, Espagnol 280, Nº 5057, fs. 211-212. El subrayado es nuestro.

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manteles y vestuario confeccionado con seda china llegan a parar a manos de los sectores privilegiados. El perfil suntuario de los bienes asiáticos nadie lo podría cuestionar. Pero aquí sostenemos que se ha sobredimensionado este particular perfil, esta suerte de asociación casi unilateral entre la seda china con el consumo de elite; como si los bienes chinos fueran objetos exclusivamente exquisitos y refinados. En otros términos, hay una canasta de tejidos orientales que se diri-gen al consumo de los sectores humildes y de los habitantes “comunes” del reino. Lo que nos cuentan del Perú también ocurre en Guatemala. Al recorrer la ciudad en la mitad del siglo xvii, el viajero Thomas Gage dice que “las indias iban a la iglesia o a una visita con un especie de seda fina de china que cubre la cabeza y toca la tierra”.76

Los comerciantes de Lima señalan que no hay que temer a una supuesta incompatibilidad entre los ejes comerciales transpacíficos y transatlánticos porque la seda española se consume en los círculos de elite, mientras que su par asiática termina en manos de los más po-bres; término que estaría apuntando a indígenas, trabajadores, cam-pesinos y aun esclavos. Como hemos comprobado en páginas anterio-res, la petición no tiene efecto cuando la Corona anula la circulación de la seda china desde Acapulco. A pesar de la distancia en tiempo, si relacionamos el informe realizado en 1602 por parte de los merca-deres peruanos con la representación novohispana de 1718 vemos el escenario general del comercio ultramarino hispanoamericano: el eje transatlántico abocado al consumo de elite y el transpacífico, donde la ruta de la seda china se alza como su esqueleto o matriz, destinado a un consumo social amplio. En definitiva, si la característica funda-mental de la seda china es su baratura, habría que tomar en serio aquella idea de la época acerca de su breve durabilidad.77 Cuando los documentos reconocen su bajo precio enseguida lo asocian a su pobre calidad y a que “duran poco”, provocando un escenario en que la gente esté “casi desnuda”. Por lo tanto, si su consumo es veloz, es decir, un tiempo breve entre los ciclos de intercambio-consumo, la actividad de los circuitos de producción y circulación se intensifican, logrando que la ruta hispanoamericana de la seda china esté en constante movi-miento.

76. Gage, Viajes, 1980, p. 167.

77. Iwasaki Cauti, Extremo Oriente, p. 272.

La ruta hispanoamericana de la seda china

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Los documentos reseñados en este trabajo nos permiten sostener que el funcionamiento de la ruta hispanoamericana de la seda china se edi-fica a partir de un consumo socialmente amplio. Es difícil pensar que la notable dimensión geográfica y el funcionamiento persistente por casi dos siglos que alcanza a tener sólo puedan explicarse por una fascinación “exótica” y particular a los productos del Oriente de una reducida clase elitista hispanoamericana. Así como sugerimos que la corta duración de los tejidos ordinarios de seda china estimula la ruta, también podemos suponer que los tejidos de la misma procedencia, pero de más alta estima y duración, adquieren una circulación más lenta que aquéllos. La atrac-ción de varios productos suntuarios del Oriente por los sectores de elite tiene un gran reconocimiento en la historiografía. Aquí intentamos reva-lorizar su consumo amplio. Españoles de toda condición, indígenas y aun esclavos conforman un amplio sector social consumidor que, en última instancia, es el responsable de que la ruta de la seda de China por Hispa-noamérica sea posible; de que, en definitiva, la América colonial se enlace con el Oriente en el marco de la mundialización de la época moderna.

Asimismo, lo que llamamos la ruta hispanoamericana de la seda chi-na constituye una pieza central para poner en marcha aquel gran tejido comercial que se organiza por el imperio y que coloca a México como su corazón.78 Claro está que la ruta de la seda no es la única palanca que motoriza el modelo; su actuación se concentra por los mercados del Pa-cífico hispanoamericano. Ella se coloca como una suerte de plataforma para que circulen otros productos procedentes del Atlántico novohis-pano, logrando inyectar dinamismo al eje de las flotas españolas que llegan a Veracruz; la otra pieza fundamental del modelo que actúa por el Atlántico.

78. Véase el texto inicial del libro.

Horizontes planetarios para el estudio de realidades coloniales

En los últimos años, importantes estudios históricos comienzan a des-entrañar la dimensión de horizontes planetarios que llegan a tener las realidades coloniales. Empieza a reconocerse que la frontera de lo local y lo regional, una perspectiva tan necesaria en la disciplina, pero a la vez tan rígida y encapsulada, nos impide desplegar la mi-rada proyectiva que genera el mundo hispanoamericano al momento de generar su cultura material y sus prácticas cotidianas. El avance historiográfico de la mundialización está en trance de modificar las formas habituales de nuestro pensamiento sobre el pasado moderno y colonial. Comienzan a cuestionarse los escenarios geográficos reduci-dos o de los mapas administrativos impulsados desde la legislación y las instituciones. Hay un descreimiento, en definitiva, de la supuesta centralidad del Viejo Mundo y de sus concepciones para entender las dinámicas históricas de las Indias.

Habría que partir de la idea de que ese mundo hispanoamericano no sólo está permeable a las influencias emanadas desde el orbe occi-dental, sino que también revela inéditas conexiones culturales y eco-nómicas con China y con otros espacios del Oriente. Dichas conexiones no son coyunturales ni mucho menos casuales; son lazos consistentes hasta el punto de unir dos realidades aparentemente tan ajenas y dis-tantes, que generan un “producto histórico” cultural, económico y po-lítico que aún no hemos podido develar. Aunque nos parezca insólito, un rincón tan “marginal” del imperio español como fue la Gobernación de Tucumán y el puerto porteño de Buenos Aires alcanza a gozar de los efectos de la cultura económica de China. Es esta última mirada la

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III

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires durante el siglo xviii

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que queremos explorar en este trabajo, concentrando la atención en esa unidad geográfica precisa durante el siglo xviii.

La problemática puede resultar inédita, diríamos en estado “virgen”, porque casi nada se sabe de la influencia de China en la cultura mate-rial colonial de Buenos Aires y Córdoba.1 Pero la ruta analítica no nos es ajena. Hace rato venimos percibiendo los alcances que tiene la co-nexión entre China y el espacio hispanoamericano; una gravitación que supera los límites impuestos por la legislación española, la cual sólo au-toriza un delgado lazo entre la Nueva España con Filipinas a través del galeón de Manila. El siglo xviii hereda una política económica española rígidamente regulatoria en el movimiento mercantil del galeón de Ma-nila. Ella estipula el ingreso y consumo de bienes asiáticos con marca-do tinte elitista y exclusivamente limitado al espacio novohispano.2 Si nuestro análisis hace caso omiso a los deseos legislativos peninsulares, corremos el riesgo de un peligroso reduccionismo histórico y de analizar tan sólo un imaginario que muy poco se acerca al acontecer histórico concreto de Hispanoamérica.

En efecto, lo que procede de China, sean personas, piezas e ideas, llega a plasmarse por una geografía más amplia y con una fuerza mu-cho más potente que la que supone el hilo fino de intercambio por el puerto de Acapulco. La inmigración asiática alcanza a contemplar una trama social totalmente diversificada. Hacia 1620, el comerciante judío portugués León Portocarrero se muestra asombrado de que “en Lima y por todo el Perú viven y anda gente de todos los mejores lugares, ciu-dades y villas de España y agentes de la nación portuguesa, gallegos, asturianos, viscainos, navarreses, aragoneses, valencianos, de Murcia, franceses e italianos, alemanes y flamencos, griegos y raguseses, cor-sos, genoveses, mallorquines, canarios, ingleses, moriscos, gente de la India y de la China y otras muchas mesclas y misturas”.3

1. Mariluz Urquijo es el primero y, por lo que sabemos, el único en reconocer la presencia de lo “chino” en la cultura rioplatense del siglo que aquí atendemos. No nos convence el término utopía que utiliza el autor para resumir esta relación. En el presente trabajo mostraremos que más que una utopía, lo chino fue una realidad concreta en el espacio porteño. Mariluz Urquijo, “La China”, 1984, pp. 7-31.

2. Ya hemos advertido en los artículos previos que desde 1634 se encuentra prohibido el ingreso y consumo de sedas chinas en el Perú. Claro está que dicha disposición es válida para todo el territorio español de Sudamérica.

3. Portocarrero, “Descripción general del Reino del Perú, en particular de Lima” (1620), bnf, Espagnol 280, f. 113 (la bastardilla es nuestra).

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Por Acapulco ingresan artistas, pero también trabajadores especiali-zados y esclavos chinos que logran diseminarse por diferentes espacios del continente.4 A pesar de que durante gran parte del siglo xviii por toda Hispanoamérica (a excepción de México) se encuentran prohibidos los productos asiáticos, ellos logran romper fronteras administrativas, las manías legislativas y aun los horizontes regionales, extendiendo su radio de influencia hacia la América del Sur hispana y aun portuguesa.5 En el transcurso de estas páginas ofrecemos pistas importantes para comprender la razón de esta difusión de lo chino. Se ha subrayado de manera insistente la suntuosidad y lo exoticum de las piezas chinas y del Oriente que llegan a América y a Europa.6 No podría cuestionarse este fenómeno, pero estas propiedades atribuidas a los bienes del Orien-te no podrían explicar por sí solas la honda gravitación que alcanzan a tener en la cultura colonial hispanoamericana. En varias líneas del presente texto intentamos demostrar que hay razones más punzantes y profundas para entender el “éxito” del que llegan a gozar las piezas chinas en el público consumidor, a pesar de unas barreras oficiales que buscan impedir su movilización y uso. La baratura, su razonable cali-dad, sus bajos costos de comercialización y una cierta estandarización de los productos chinos resultan causas importantes para entender por qué llegan a familiarizarse con el público consumidor americano. Ya nos ocuparemos de abordar en detalle cada una de estas características.

Con razón, uno podría suponer que la comunicación entre el Oriente y el orbe indiano gira por las aguas del Pacífico. Resulta muy tentador que los agentes hispanoamericanos quisieran crear una red de relacio-

4. Sobre el flujo de esclavos y trabajadores especializados chinos por la Nueva España se puede consultar Slack, “Sinifying New Spain”, 2010, pp. 7-34. Para el Perú: Contreras, “Padrón”, 1614, fs. 237-246. En cuanto al perfil artístico nombremos el caso del maestro estatuario Esteban Sampzon, quien procedente de Filipinas llega a transitar por Córdoba y a vivir en Buenos Aires durante finales del siglo xviii y las primeras décadas del xix; Braccio, “Esteban Sampzon”, 2009, pp. 53-72.

5. Para el caso de la América hispana, véanse las notas al pie que aparecen a lo largo de este trabajo. Sobre el caso de la América portuguesa: Teixeira Leite, A China no Brasil, 1999 y Do Amaral Lapa, A Bahia, 2000.

6. Entre los numerosos trabajos que pueden ser citados, nombremos los que muestran esta visión en cada caso regional. Para el caso de la Nueva España: Curiel, “Consideracio-nes”, 1992, pp. 127-160; para el Perú, Kuwayama, “Cerámica”, 2000-2001, pp. 20-29; para el Río de la Plata: Porro Girardi, Astiz y Rospide, Aspectos, 2 vols., 1982; Porro Girardi y Barbero, Lo suntuario, 1994, pp. 3-107; Mariluz Urquijo, “La China”, 1984, p. 15.

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nes económicas entre China y América que logre escapar del control peninsular concentrado en los ejes transatlánticos. Esto es verdad y, de hecho, ocurrió; pero también veremos que en tiempos de la creación del virreinato del Río de la Plata, la cultura china se presenta por el Atlántico, a partir de la mediación del mundo occidental. Los vínculos que unen a un consumidor porteño o cordobés con una tela o loza china muestran, en efecto, que la cultura material de la época colonial no se limita a Europa ni a su pasado indígena: hay un horizonte oriental to-talmente dispuesto para su exploración que vendría a enriquecer aún más los tesoros del pasado que abriga nuestro continente.

Pues bien, el propósito de nuestro trabajo es, en primera instancia, identificar los bienes chinos presentes en la región de Córdoba y de Buenos Aires durante todo el siglo xviii. Por su naturaleza y caracterís-ticas, serán los inventarios el principal corpus documental seleccionado para cumplir con este inicial objetivo. Luego de comprobar la existencia de los artículos chinos, el segundo paso será el de establecer un nivel de jerarquía entre ellos en función de la intensidad de su circulación y con-sumo. Veremos que el papel adquirido por cada uno de los rubros no es uniforme ni mucho menos estable durante todo el siglo, sino que varía de acuerdo con cada coyuntura histórica y con el espacio geográfico que se atienda. De ahí que serán considerados los fenómenos mundiales, imperiales y regionales afines a nuestra problemática para comprender los cambios en las pautas de consumo y en las rutas de ingreso de las piezas.

Comenzaremos por comprender el papel de Lima como punto redis-tribuidor de las mercancías chinas que llegan a Córdoba y a Buenos Aires. La ciudad peruana llega a categorizarse como una “feria de Pekín” hacia mediados del siglo xviii. Esta definición otorgada a la ciu-dad se explicaría por ser una plaza de intercambio con excedentes de esos bienes permitiendo que se deslicen, como una suerte de cascada, hasta alcanzar las regiones más australes del espacio. Posteriormen-te, indagamos lo que denominamos el boom de telas y tejidos chinos que se vive en las primeras cuatro décadas del siglo por Córdoba y, en menor medida, por Buenos Aires. A partir de la información que brindan los inventarios sobre tasaciones, calidad y composición de los productos se busca precisar las vías por donde circulan las telas y los te-jidos, así como a qué público consumidor van dirigidos. Añadimos a esta sección un caso de microhistoria referido al capitán y mercader residente en Córdoba Juan de Buitrón para confirmar algunas de las hipótesis sugeridas sobre el comercio y consumo de sedas chinas por

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el espacio de la gobernación. Seguidamente, el trabajo se detiene a explicar el notable incremento en la importación y el uso de loza y cerámica china por Buenos Aires durante la segunda mitad de la cen-turia. Aquí también se analizará el tipo de loza china importada, como el perfil social de su público consumidor. Una breve mención haremos sobre el caso de los jesuitas, quienes poseen sedas y loza china en sus catedrales y misiones.

Si en los primeros apartados el análisis se concentra en el nivel de la economía, en la última sección nos detenemos a reflexionar sobre aspectos culturales de la circulación y consumo de bienes chinos. Aquí el propósito es conocer el “cóctel”, el tipo de mezcla de tradiciones eu-ropeas y orientales con que son presentados los objetos. Diseños, esti-los y agregados culturales ejercen presión sobre los productos, sean de procedencia oriental o europea. Se reconocen dos oleadas o corrientes que alinean la cultura material por la región. La primera de ellas, muy presente en la primera mitad del siglo, la caracterizamos con la frase “occidentalizando lo oriental”. Como la categoría lo indica, estamos en presencia de un proceso de “europeización” de artículos procedentes de China que circulan y se consumen por la región americana. La segunda corriente, identificada bajo el rótulo de lo chinesco, hace su presencia en el transcurso de la segunda parte del siglo y da cuenta de cómo los pro-ductos europeos se ven sometidos e intervenidos con vistas a su “orien-talización”. La gran recepción que tienen las piezas chinas durante la primera parte del siglo –y posiblemente mucho antes– en los mercados de consumo lleva a su copia e imitación desde Europa. La dirección es inversa a la primera corriente; en un contexto de libre comercio y de un proceso de imitación de lo asiático por Europa, la tarea consistirá en “orientalizar lo occidental”.

Las fuentes: los inventarios

Si nuestra problemática puede resultar original, la elección de los inventarios como herramienta metodológica no es para nada novedosa. Existen estudios de la época moderna y colonial que dan cuenta del va-lor que tienen los inventarios para el estudio de la cultura material de las sociedades. Por la rica información que contienen y el gran potencial que ofrecen para el análisis, los inventarios se descubren como una no-table caja de herramientas para conocer la vida cultural y cotidiana de la sociabilidad colonial.

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Citemos, tan sólo como ejemplo trascendental, la utilización de los inventarios post mortem sobre los hogares ingleses de los siglos xvii y xviii que emprende Jan de Vries, al proponer la provocadora hipótesis de que la revolución industrial se asienta previamente en una “revo-lución del consumo” generado por el trabajo doméstico y familiar.7 Los inventarios post mortem también son eje de reflexión metodológica en los estudios de la cultura material del consumo y en los modos de vida de las sociedades de Castilla y Cataluña de los siglos xvii y xviii.8 No se puede dejar de mencionar el trabajo realizado por Daniel Roche sobre los inventarios de las familias francesas del siglo xviii que le permite al autor proponer una revolución en el uso de la vestimenta, proceso estimulado en gran parte por la cultura de la apariencia y que antecede a la famosa Revolución Francesa de 1789.9

En los últimos años empezaron a aparecer los estudios referidos al período colonial en donde el inventario, como herramienta documen-tal, se aprovecha con gran potencialidad. Picaso Muntaner acaba de publicar un muy breve ensayo en el que se intenta rastrear, a partir del análisis de los expedientes de bienes de difuntos, la distribución de bienes asiáticos por la América continental y ciudades portuarias del Caribe durante el siglo xvii. Como se supone, el trabajo de Picaso presenta un abordaje metodológico muy similar al que aquí se pro-pone, pero al ser una investigación que recién se inicia, los aportes que nos brinda son todavía escasos y poco representativos.10 Existen trabajos muy sugerentes para el caso de la Nueva España del siglo xviii en los cuales se adopta el inventario como una de las fuentes documentales más importantes para estudiar el proceso de transición que va de las prácticas tradicionales a los cambios reformadores en el ámbito de la vida cotidiana novohispana.11 También contamos con los trabajos de Gustavo Curiel que toman los inventarios para dar cuenta del consumo de bienes de diferentes partes del planeta en las familias novohispanas más acomodadas de los siglos xvi y xviii; esce-

7. De Vries, La revolución, 2009 [1ª ed. 2008].

8. Torras y Yun (eds.), Consumo, 1999.

9. Roche, La Culture, 1990; A History, 2003.

10. Picaso Muntaner, “Distribución”, 2013, pp. 87-109.

11. Gonzalbo Aizpuru (coord.), Vida cotidiana, 2005.

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nario donde los objetos asiáticos cobran especial atención.12 Habría que mencionar los estudios del historiador Carlos Duarte, quien se tomó el gran trabajo de recolectar una cantidad importante de inven-tarios de la Venezuela colonial para conocer su patrimonio histórico, artístico y cultural.13

Un párrafo especial merece una investigación que aborda parte del espacio geográfico y marco temporal que aquí se atiende. Nos referimos a la muy sugerente obra realizada por Porro Girardi, Astiz y Rospide que revaloriza los inventarios para reconstruir –como bien lo expresa el título del libro– diferentes aspectos de la vida cotidiana en Buenos Aires durante el virreinato. Considerando los diferentes tipos de inven-tarios que aparecen en sucesiones, cartas dotales, testamentos, proto-colos y embargos, esta investigación procura acercarnos al universo del menaje y del vestuario que caracterizan a los hogares y a las personas porteñas en donde la pieza china, particularmente la loza, cobra espe-cial significación.14 Además de este reconocido estudio, contamos con breves monografías que toman los inventarios y las sucesiones con la intención de explorar el tipo de vivienda, mobiliario y vestimenta que hacen a la vida material de Buenos Aires y Córdoba.15 Pero todavía queda mucho por hacer con este tipo de fuentes.

Ahora bien, por una razón fundamental, los inventarios en sus di-ferentes tipos representan el pilar documental del presente trabajo. Desde un inicio nos preguntamos qué tipo de fuentes nos podían ayu-dar a identificar los bienes asiáticos existentes por la gobernación de Tucumán y Buenos Aires cuando hasta el último cuarto del siglo xviii la legislación española prohíbe su intercambio y consumo. Evidente-mente, por ser bienes no permitidos y con serias sanciones a quienes se atrevieran a utilizarlos y consumirlos, la documentación oficial no tiene ninguna intención de publicarlos. Para no dejar rastros, los res-ponsables de la contabilidad aduanera los omite de los registros hasta silenciar su presencia en cualquier instancia de control.

12. Curiel, “Consideraciones”, 1992, pp. 127-160.

13. Duarte, Patrimonio, 2002.

14. Porro Girardi, Astiz y Rospide, Aspectos, 2 vols., 1982.

15. Para Buenos Aires: Cabrejas, “Vida material”, 2000, pp. 41-70. Para el caso de Cór-doba y con un claro perfil en la historia cultural: Moreyra, “Entre lo íntimo”, 2010, pp. 388-413.

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Tuvimos la intuición de que, por su naturaleza y sentido, los inven-tarios darían luz sobre el problema y nos permitirían superar el escollo. Creemos que la decisión de transitar este camino metodológico y docu-mental tuvo éxito, como lo manifiesta el apéndice documental N° 3 que figura al final del trabajo. Al confeccionar el inventario, el notario y el albacea, preocupados en no cometer errores, no tienen reserva ni disi-mulo en registrar el capital total de bienes de una persona, sean ellos objetos prohibidos o permitidos, de “moda” o viejos, nuevos o usados, rotos e “inservibles”. La regla se cumple para los artículos chinos: en los inventarios aparecen, sin condicionamientos, las piezas o los artículos de China que una persona posee, concede y hereda. No sólo se regis-tran, sino que también se ofrece información sobre sus características, estado de conservación y valor.

A partir del descubrimiento metodológico nos vimos impulsados a la tarea de consultar cada uno de los inventarios ubicados en el Archi-vo Histórico de la Provincia de Córdoba y en el Archivo General de la Nación Argentina de la ciudad de Buenos Aires. Fuimos percibiendo que los inventarios son una expresión clara de la nula efectividad que alcanza la legislación española prohibiendo el comercio y el consumo de mercancías asiáticas por el espacio sudamericano. Los ramos parti-culares que toman significativo relieve en nuestro trabajo son, por un lado, Escribanía y Protocolos del Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, y Sucesiones, del Archivo General de la Nación de Argentina. A este gran tronco documental se le suman otros ramos, como Bienes de Difuntos, Contrabando y Comisos del segundo archivo y una rica información que logramos ubicar en otros archivos de Córdoba, como lo son el Archivo del Arzobispado y el Archivo Municipal. Es evidente que la tarea de recopilación que sustentará gran parte de nuestras hipóte-sis y argumentos no agota la problemática, ni tenemos la intención de ofrecer el cuadro completo de los bienes chinos presentes por la región; estaremos muy satisfechos con haber alcanzado su representatividad.16

Vale advertir que el ejercicio metodológico que aquí emprendemos no debería leerse como la simple tarea de recopilar datos de los inventa-rios e identificar el tipo de mercaderías orientales presentes por Buenos Aires y por la Gobernación de Tucumán. Su conteo en la larga duración

16. Es muy recurrente encontrar en los inventarios objetos de los que no figura su pro-cedencia. Nuestro trabajo se dedicó a reproducir aquellos en los cuales se expresa de manera explícita su origen chino o asiático.

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nos permite rastrear las persistencias y los cambios en las modas y en los hábitos de consumo, las preferencias de objetos en cada coyuntura, así como el tipo de relación que se genera entre el consumo cotidiano y el mercado. Otro de los atributos que presenta este tipo de fuentes es que nos permite atender con especial particularidad los espacios locales y establecer comparaciones entre ellos. Eso es lo que haremos entre la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires; regiones que durante el trans-curso de la centuria asumen diferentes grados de intensidad en el co-mercio y en el consumo de diferentes tipos de piezas chinas.

Ahora bien, a la hora de estudiar la cultura material de una socie-dad histórica, los inventarios presentan importantes limitaciones. En primer lugar, las tasaciones de los productos que figuran en ellos son un importante instrumento para el análisis, aunque no deberían tomarse como parámetros decisivos si se toma en cuenta su alta subjetividad con la que fueron elaborados. Es el criterio del notario, frecuentemente acompañado de algún tasador, quien estipula la cotización del bien por fuera de los valores que se manejan en el mercado. Más aún, el bien inventariado puede tener un uso considerable o ser viejo, con lo cual no vendría a reflejar con fidelidad los valores de las piezas en la plaza mercantil. En ese caso, a la hora de valorar la tasación de las piezas, habrá que prestar mayor atención a los valores aplicados sobre bienes “nuevos” o “de moda” que se acercarían más al valor real de plaza.

En segundo lugar, el inventario o la carta dotal se realizan habi-tualmente cuando existe un patrimonio considerable a heredar. En el caso de la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires, los inventarios post mortem se redactan cuando el difunto deja una buena cantidad de bienes que justifica su elaboración. Son realmente escasos los que hacen referencia a personas o familias con un modesto patrimonio y en muy raras ocasiones llegan a contemplar los sectores de trabajado-res rurales y urbanos. Los pocos casos que hemos logrado ubicar sobre inventarios de personas comunes o humildes serán atendidos con es-pecial énfasis en el presente trabajo, puesto que si uno de los objetivos es comprobar la existencia de alguna relación de los objetos chinos con pautas de consumo masivo, tendremos que tener cuidado al momento de justificar nuestras ideas.

Por último, vale decir que los inventarios post mortem se revelan como una fuente no precisamente ideal u óptima para el estudio de la demanda de consumo. Vienen a describir la acumulación de objetos y artículos en un momento determinado y no en el flujo procesual, es decir, en la dinámica de compras e intercambio que constituye propia-

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mente la demanda de consumo. Esta debilidad puede ser corregida si logramos cumplir con uno de los atributos mencionados anteriormente: la recopilación de inventarios en su larga duración poniendo la atención en los cambios y en las permanencias en los hábitos de consumo.

La “feria de Pekín” en el Perú colonial: comercio y consumo (1680-1740)

Para comprobar que los textiles de China llegan a las ciudades inte-riores de la Audiencia de Charcas y aun al Río de la Plata, habría que partir desde Lima y ver la razón por la cual una autoridad porteña llega a calificar a esa ciudad como la “feria de Pekín”.17

Los funcionarios instalados en algún puerto del Atlántico no son in-diferentes a la gravitación del eje Pacífico. En los años que cierran la primera mitad del siglo xviii, el apoderado de la ciudad de Buenos Aires, Domingo Marcoleta, notifica al Consejo de Indias que en Lima “parece haberse abierto la feria de Pekín”. Muchos de los 18 millones de mercade-rías que estarían circulando por el Perú en esos tiempos eran, según Mar-coleta, asiáticos y no podían explicarse por las operaciones realizadas en las antiguas ferias de Portobelo. El fenómeno tampoco podía declararse por el nuevo método de los navíos de registro; transporte que abastece de mercaderías a Buenos Aires y a las costas del Pacífico chileno y peruano luego de cruzar el Cabo de Hornos. El ingreso de bienes asiáticos tiene lugar porque, a pesar de las prohibiciones legislativas, “el comercio de Lima es y ha sido siempre interesado en dejar las puertas abiertas de Panamá y México”.18 Con estos términos, Marcoleta llega a responder al Consulado de Lima, que responsabiliza al contrabando practicado por el puerto del Río de la Plata de la crisis y el definitivo colapso en 1740 de los galeones de Tierra Firme y las ferias oficiales de Portobelo.

Podría ser exagerado el planteo de Marcoleta, pero hay evidencia para suponer la realización de ferias informales por todo el Perú ofertando bie-nes asiáticos. Desde el último cuarto del siglo xvii hasta la primera mitad del siglo siguiente los mercados del Pacífico sudamericano, desde Guaya-quil hasta Santiago de Chile pasando por el interior de la Gobernación de Tucumán, abundan de artículos asiáticos. Se podrían identificar tres

17. Marcoleta, “Nueva representación”, 1915, t. v, p. 153.

18. Ibid., pp. 153-156.

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grandes vías ilícitas para su importación. Dos de ellas se desarrollan por el espacio del Pacífico y la restante por el Atlántico Sur. La del Atlántico es promovida por los portugueses a través de la vía del puerto de Buenos Aires. A partir de la segunda mitad del siglo xvii, los navíos portugueses que operan en Asia y África cuentan con el permiso oficial para realizar viajes directos desde las costas africanas hacia los puertos de Brasil sin la necesidad de escalar en Portugal. Estos navíos fondean en los puertos de El Salvador y Bahía con cargas de esclavos y grandes volúmenes de artículos del Oriente. Una buena porción de los productos orientales se reexportan hacia el puerto de Buenos Aires y hacia Chile y el Alto Perú por las tradicionales redes de comercio y consumo que giran en torno a San Miguel de Tucumán, Córdoba y Mendoza.19

Una segunda vía de importación de bienes orientales es la que se construye entre 1700 y 1720 con el tráfico directo de navíos franceses entre Cantón y Perú. Atravesando el Estrecho de Magallanes, las em-barcaciones galas llegan a los puertos del Pacífico sudamericano con grandes cargas de géneros europeos. Luego de realizar ferias informales en diferentes puntos costeros para adquirir moneda de plata, los merca-deres franceses, junto con algunos peruanos, extienden un intercambio directo con las islas Filipinas y Cantón. La moneda de plata peruana es invertida en la compra de mercadería oriental con la firme intención de que en su retorno hacia Saint Maló logren escalar nuevamente en el Pacífico peruano para venderla. La actividad de este particular circuito se concentra en el sur de la costa del Pacífico, en los puertos de Concep-ción, Valparaíso y Pisco, mientras que del puerto de El Callao hacia el norte predomina el flujo con la Nueva España. Además de la proceden-cia de Lima, buena parte de los textiles chinos que vemos en los inven-tarios de Córdoba –expresados en el apéndice documental N° 3– estaría conduciéndose desde los puertos de la costa chilena. No es casual que el comercio directo Cantón-Perú se desarrolle durante las décadas en don-de ubicamos gran parte del período de auge en la presencia y consumo de telas y tejidos asiáticos por Córdoba y Buenos Aires.20

El tercer camino, más poderoso y sistemático que los derroteros mencionados, es la vía de la Nueva España, a través del puerto de Aca-pulco. La puerta de contacto oficial y más importante entre América y

19. Do Amaral, A Bahia, 2000, pp. 278-279.

20. Malamud Rikles, Cádiz y Saint Maló, 1986; Bonialian, El Pacífico, 2012, pp. 228-245.

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China es el famoso galeón de Manila.21 La nave une Filipinas con Mé-xico y logra descargar por el puerto de Acapulco un volumen de bienes chinos, japoneses y de otras regiones asiáticas superior a la demanda consumidora del mercado novohispano. El sobrante de mercaderías es reexpedido hacia los puertos del Perú. Desde Guayaquil, Paita, El Ca-llao y Pisco los bienes se distribuyen por el espacio peruano, y en una especie de “cascada” fluyen por el circuito terrestre que conecta Lima con las ciudades de Salta, Tucumán y Córdoba. La columna vertebral de este eje marítimo es lo que dimos en llamar “la ruta hispanoamerica-na de la seda China”. Junto a ella, los artículos extranjeros procedentes de México terminan circulando en compañía de los que provienen de Portobelo, sean los despachados por los galeones españoles o por navíos de bandera extranjera.

De acuerdo con la información que se vierte en los inventarios, por la conexión Lima-Salta-Catamarca-Tucumán-Córdoba y Buenos Aires, los objetos orientales van acompañados de una enorme y variada canas-ta de productos europeos, novohispanos, centroamericanos y de fabrica-ción local, ya sean del Perú o de zonas más cercanas a la Gobernación. En el caso de artículos locales encontramos, entre otros, platería de Potosí para uso de cocina y comedor, espadas “del Perú”, pailas de Co-quimbo, mobiliario de Quito, Cuzco, Cajamarca y Tucumán, paños de Quito, “ropa de la tierra”, lienzo o telas de Cuzco y bayetas de Córdoba, de La Rioja y Tucumán. Entre los bienes extranjeros que se asocian a los chinos priman las telas de diferente calidad y origen: los bramantes, bretañas, estopillas, cambray, sedas, ruan, alemanisco y bayeta fabri-cados en Castilla, Inglaterra, Segovia, Granada, Flandes, Nápoles, Gé-nova, Alemania y algunos de Rusia o Prusia.22

La atracción por poseer bienes orientales no es un hecho coyuntural que sólo ocurre ante la denuncia de Marcoleta. En los años iniciales del siglo, Arzans de Orsúa y Vela describe Potosí como una villa que goza de los efectos de la mundialización mercantil. Sus tiendas y merca-dos se encuentran colmados de objetos de diferentes partes del mundo. Como polo de atracción de su plata, el centro minero de Potosí dispone, por entonces, de un gran repertorio de mercancías extranjeras entre las que se destacan:

21. Schurz, The Manila Galleon, 1959.

22. Todos estos artículos salen a la luz cuando nos ocupamos de revisar los inventarios buscando bienes asiáticos.

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Granos, cristales, marfil y piedras preciosas de la India; dia-mantes de Ceilán; perfumes de Arabia; alfombras de Persia, el Cairo y Turquía; todo tipo de especias de la Península de Malaya y Goa; porcelana blanca y vestidos de seda de la China.23

En la segunda década del siglo xviii, Woodes Rogers, el corsario in-glés que recorre los puertos del Pacífico virreinal emprendiendo el pilla-je y el saqueo, afirma que los peruanos tienen gran necesidad de demos-trar su riqueza en el vestir, consumiendo exquisitas sedas y brocatos de la China; artículos que poca envidia debiera causar a los productos que se traen desde Europa.24 Entre febrero y octubre de 1725 se llega a comisar por todos los puertos del Pacífico virreinal la increíble suma de 1.414 piezas asiáticas. En ese particular comiso se encuentran 400 pequines negros y de colores, 750 piezas de pasúes, 67 de rasos, 90 gor-goranes, 50 brocateles nácares y con flores de oro, 16 piezas de blanqui-nes, 341 de saya sayas y 300 de libretes de algodón oriental. Si bien la ley ordena que los artículos asiáticos comisados sean enviados inmedia-tamente a España, el gran cargamento, como muchos otros, se remata al mejor postor.25 Disponemos de casos detallados sobre las enormes porciones de telas y tejidos chinos como rasos de seda, capicholas, saia saia, damascos, pequines, gorgoranes, brocatos, muselinas y angaripo-las que se confiscan en los barcos Los Reyes en 1724, El Rosario en ese mismo año y Nuestra Señora de la Merced en 1742 para su posterior remate y circulación en los mercados internos del espacio.26

Un aire de moda asiática se respira en la “alta sociedad” peruana. La exposición de un abanico de lujosos bienes del Oriente, como escri-torios, espaldares y colgaduras de camas, biombos, baúles y cajoneras con finas ilustraciones de la flora y fauna asiática, detallada porcelana, mantas, tejidos y vestimenta de exquisita seda, esculturas en marfil refuerzan el prestigio social y fundamentan el refinado consumo de los grupos de elite. Las familias más ricas atesoran en sus casas una multi-tud de muebles y objetos decorativos del Oriente. Los artículos pueden rastrearse en los inventarios patrimoniales de mercaderes y autorida-

23. Orsúa y Vela, Historia de la Villa, 1965, t. i, p. 8.

24. Schurz, “Mexico”, 1918, p. 395.

25. ahcm-cm, Cargo de comisos, Mayor de Contaduría, expediente 504, f. 102v.

26. agi, Lima, legajo 411, f. 128; agi, Quito, legajo 170, expediente 1, s/n de f.; agi, Lima, legajo 1475, expediente 2, s/n de f.

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des coloniales, en los cuales la frase “a la moda” con la cual se los asocia resulta ser una expresión común. Veamos algunos de los numerosos casos.

En 1727, Antonio de Querejazu, un reconocido comerciante de la ciudad de Lima, posee en su patrimonio 3 espaldares y 3 antepuer-tas de damasco carmesí de China. En el inventario de herencia del marqués de Torre Tagle de 1761 se destaca un escritorio negro de China y una mesa de estrato de azafate oriental. Juan de Valdivieso, diputado del Tribunal del Consulado durante esos años, cuenta con 3 malagones [sic] de China.27 En el inventario post mortem de 1722 de la marquesa de Piedra Blanca de Guana, una acaudalada propietaria de La Serena del reino de Chile, se registra loza y vestidos de lino y de seda de la China.28 Francisco Berroterán, marqués del valle de Santiago y gobernador del reino de Nueva Granada, dispone en su inventario de 1715 de una gama de artículos de China, como corti-nas, ropajes de silletas de estrado de damasco, colgaduras de cama y cojines en seda, 4 grandes escritorios de maqué de diferentes colores y una rica variedad en platos y pocillos de porcelana.29 En 1704, José de La Rañeta, teniente general de Portobelo y una de las máximas figuras políticas que, en teoría, deben celar por el comercio oficial de los galeones de Tierra Firme, sufre un embargo en bienes de sedas y cerámica de China.30 El maestre de campo José de Cabrera y Velazco, una de las personalidades más reconocidas de la Gobernación de Tu-cumán, anota en sus inventarios de bienes de 1713 y 1715 la posesión de exquisitos tejidos de la China como una ongarina de gurbión de 60 pesos, una chupa de brocato azul en 80 pesos, seis “cortinas de raso de china del coche” y calzones aforrados.31

La tentación por adquirir mercadería oriental llega hasta las máxi-mas autoridades políticas del virreinato. Ya fuera en complicidad o en competencia con los mercaderes, funcionarios y virreyes participan ac-tivamente en el comercio y consumo de géneros asiáticos traídos desde

27. Turiso, Comerciantes, 2002, pp. 58-62.

28. Sayago, Historia, 1973, p. 367.

29. Duarte, Mobiliario, 1996, pp. 26-161; del mismo autor, Patrimonio, 2002 pp. 102-167.

30. Castillero Calvo, Economía, 2006, p. 338.

31. ahpc, Ramo Escribanía 1, 1713, legajo 232, expediente 2, fs. 9 y 10; y 1730, legajo 264, expediente 3, fs. 190-191.

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la Nueva España. Para las autoridades políticas, cumplir con la legis-lación prohibitiva negándose a participar en la cultura consumista de bienes asiáticos los aparta de objetos que se perciben, por esos tiempos, como símbolos de status y de prestigio social. Deben aceptar un fuer-te indicador de vida lujosa, de “consumo ostensible”, al mismo nivel o en proporciones superiores a la “carrera de consumo” que imponen los grandes mercaderes limeños. En los últimos años de la mitad del siglo, Dionisio Alcedo y Herrera acusa a José de Araujo y Río, presidente de la Audiencia de Quito en 1736, de ingresar ilícitamente por el puerto de Paita a través del navío real San Fermín más de 200.000 pesos “en ropa de China y de Europa” desde Acapulco.32 José Llorente, fiscal de la Real Audiencia de Panamá en 1714, sufre una multa de 2.000 pesos por consensuar la comercialización y consumo de “ropa de la China que bajó del Perú hacia esos reinos”.33

Prácticamente, no hay virrey que no sienta atracción por los finos objetos del Oriente. En 1671, el virrey conde de Lemos envía hacia Aca-pulco la fragata real San Juan de Dios con la excusa de entregar pape-les administrativos a su par novohispano. Ocho meses después, el navío regresa “con gran suma de ropa de China y otros muchos géneros”.34 En una representación anónima enviada a la Corona española en los primeros años del siglo xviii, se denuncia al virrey conde de Monclova de generar una red social clandestina con personalidades de renombre para la introducción de artículos asiáticos al Perú. Entre el gobernador de Huancavelica Joseph de Angulo, el secretario de Cámara Blas de Ayessa y el propio Monclova se realizan “distintos extravíos de azogues y les remitieron a México con la solapa de los azogues del rey y trajeron distintos empleos de ropa de China”. La ganancia habría sido tan eleva-da que “no tenía monarca tan poderoso vasallo”.35 Por su parte, Arzans de Orsúa y Vela relata en su Historia de Potosí que la muerte del virrey Castelldosruis hacia mayo de 1710 se acelera, “ayudado por el pesar que le sobrevino de haberle quemado la ropa de la China el alcalde de corte”. Con todo lo exagerado que puede resultar esta afirmación, lo que se quiere subrayar aquí es que el valor de los tejidos asiáticos, en

32. agi, Ramo Quito, legajo 133, expediente 38, s/n de fs.

33. agi, Ramo Panamá, legajo 232, expediente 11, fs. 119-123.

34. Mugaburu, Diario (1640-1694), 1918, pp. 13-14.

35. Paz-Soldán y Moreyra y Céspedes del Castillo, Virreinato, 1955 t. iii, p. 319.

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especial de sedas, pertenecientes al virrey alcanza los 22.000 pesos.36 A inicios del último cuarto del siglo xvii, el virrey conde de Castellar es acusado por los propios mercaderes del consulado de Lima de ingresar tejidos asiáticos de Acapulco para su propio consumo y comercializa-ción. Habría sido una compensación por los 3 millones en pesos en azo-gues destinados a México eludiendo cualquier derecho.37

Hasta aquí sólo un escenario parcial de la problemática. Si sólo redujéramos la mirada al consumo de elite, al círculo social más dis-tinguido de la sociedad, estaríamos ofreciendo una imagen incompleta sobre la circulación y el consumo de los objetos asiáticos por el espacio colonial peruano. En décadas finales del siglo, las mujeres más “libera-les” del Perú, aquellas que no pertenecen a la esfera de elite, pero atre-vidas a inmiscuirse en los círculos más distinguidos, se visten con seda de China y perfumes del Oriente. Buscan apropiarse de ciertas pautas de consumo de “los elegidos” para mezclarse en los círculos de eleva-da sociabilidad. Incluso, para estar a tono con las modas sociales de consumo, las monjas de los conventos peruanos, vestidas con capichola china, prefieren cenar en sus habitaciones con porcelana del Oriente.38 A principios del siglo xviii, cuando el Consulado de Lima se atreve a reconocer la intensidad de los intercambios de géneros orientales por el Perú no duda en calificarlos como “ordinarios”, “vulgares” y “baratos”.39 Con estos términos, la elite mercantil limeña viene a expresar que la moda oriental no es sólo un símbolo de consumo de los círculos selectos, sino que sus mercaderías se adaptan a una “imitación” barata y serial para el consumo de los sectores medios e inferiores.

El consumo de bienes asiáticos por el Perú, que en un principio se nos aparece como una moda estática, selecta y reservada a los grupos de elite, alcanzó tal dinamismo que se altera, se expande hacia un uso masivo y se presta a su multiplicación y difusión. Estos sectores so-ciales cuentan con una oferta de bienes asiáticos acorde con sus in-gresos, que les permite ingresar al mundo comunicante del consumo.

36. Orsúa y Vela, Historia de la Villa, t. ii, p. 482.

37. Suárez, Desafíos, 2001, p. 376.

38. Martín, Las hijas, 2000, pp. 297-298 y 340.

39. Por ejemplo, en 1706 la Junta de Comercio de Lima decía que no se puede “ponderar los millones de pesos que han salido de este Reino en retorno de tan vulgares géneros”, en Paz-Soldán y Moreyra, El Tribunal, t. i, 1956, p. 14.

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Sin dudas, la porcelana y los tejidos de seda china de variada calidad ocupan un lugar destacado en los cargamentos de los bienes orientales de consumo para “el común”. Muchos de los productos asiáticos impor-tados por Paita, Guayaquil y El Callao procedentes de México tienen la capacidad para responder a las necesidades básicas, particularmente del vestir de diferentes sectores sociales. En las tiendas comerciales de Guayaquil, en los inventarios de las compañías regionales de Lima y de la Gobernación de Tucumán se alistan medias de seda, pequines y quimones de segunda y tercera calidad, coletas de la India, cintas de seda, peines de marfil, pañuelos de seda y un abanico de tejidos de tela ordinaria compuestos de capichola, angaripola, muselina, damasquillo o aceituni.40 Los sectores sociales medios e inferiores también podían acceder a la mercadería asiática con las subastas públicas después del fallecimiento de una persona sin sucesión.41 En los propios círculos ofi-ciales el ingreso de loza y sedería china se justificaba por ser consumo de los pobres, quienes por su ingreso reducido no tenían la posibilidad de vestirse con ropa más cara, como lo era la de Castilla.

Nadie podría cuestionar que la baratura en los costos de comerciali-zación junto con la rentabilidad que ofrece la venta de bienes asiáticos son motivos importantes para entender su sistemática importación por el espacio sudamericano. Pero no hay que menospreciar el amplio mer-cado consumidor como un elemento que logra definir el comportamiento de la oferta, como la “polea” que garantiza, aunque sea ilícito, el desa-rrollo y florecimiento de su intercambio.

Buenos Aires, Córdoba y los ejes geohistóricos del imperio

La problemática de rastrear la red y el consumo de lo que es una “inédita” presencia de bienes chinos por la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires requiere contextualizarse en los cambios que registran durante el transcurso del siglo xviii los ejes mercantiles y geohistóricos del imperio. Con todos los matices y debates que amerita el proble-

40. anl, Ramo Real Hacienda, Guayaquil, Legajo 500, cuaderno 41, 1748, f. 37; anl, Ramo Real Tribunal del Consulado de Lima, Sección Judicial, caja 161, documento 159, año 1768-1769, f. 15.

41. Duarte, Mobiliario, 1996, p. 232; ahpc, Ramo Escribanía 1, 1724, legajo 250, expe-diente 9, fs. 35-36.

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ma, probablemente deba aceptarse la idea de que todavía en las prime-ras décadas del siglo xviii la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires continúan manteniendo una fuerte relación de dependencia con el eje Potosí-Lima. Ésta es la hipótesis sugerida por Céspedes del Castillo, para quien, a pesar de la crisis oficial de comercio, siguen funcionando en 1730 las ferias de Portobelo.42 Pero debemos complejizar el proble-ma al atender la circulación de bienes chinos y orientales. A la par del eje España-Portobelo-Lima-Charcas-Buenos Aires, está actuando des-de tiempos coloniales tempranos y con toda su potencialidad el eje del Pacífico, cuya pieza medular es lo que hemos denominado como “la ruta hispanoamericana de la seda china”.43 Recordemos aquí la mención de páginas anteriores sobre la tercera vía de importación de los bienes asiáticos.

Ahora bien, a partir de 1740 el gran espacio sudamericano ve dismi-nuir su orientación hacia el Pacífico y posa gran parte de su economía hacia la ventana del puerto de Buenos Aires. La crisis de Lima como punto distribuidor de mercancías responde, en gran medida, a la deca-dencia de los dos ejes mercantiles mencionados: el oficial de Portobelo-Lima y el ilegal del Pacífico que une al puerto de Acapulco con el puerto de El Callao. Los mercados del interior del espacio redireccionan defi-nitivamente sus relaciones comerciales hacia el flanco suratlántico del imperio centrado en Buenos Aires, lo que genera que los “desvíos” de plata potosina hacia el puerto sean cada vez más recurrentes y siste-máticos. Hay que reconocer el crecimiento de la actividad mercantil de Buenos Aires desde finales del siglo xvii o desde los inicios de la centuria siguiente, tiempos en que la llegada de navíos de registro es recurrente con la misión de abastecer de mercaderías europeas no sólo el mercado local porteño, sino las plazas comerciales del interior del vi-rreinato. Pero su rol dominante en el Atlántico como punto importador y exportador del espacio, de almacén de mercaderías para proveer de ellas a las economías del interior cuestionando seriamente la función de Lima, recién llegará con una fuerza predominante en la segunda mitad del siglo. En este cambio de eje geopolítico y mercantil que va del Pacífico al Atlántico le cabe una gran responsabilidad a la política eco-nómica emprendida por el gobierno Borbón de Carlos III, que logrará

42. Céspedes del Castillo, Lima y Buenos Aires, 1947, pp. 34-35.

43. Véase el segundo artículo del presente libro.

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institucionalizar, tiempo después, esta gran transformación económica con la fundación hacia 1776 del virreinato del Río de la Plata y con el Reglamento de Libre Comercio de 1778.

¿Cómo se inscribe el caso de los bienes chinos en semejante proceso? Ellos son protagonistas y participan de los cambios en la orientación de rutas y en el tipo de producto que es requerido en cada coyuntura. Veremos que ellos se mueven en simultáneo con todos los productos europeos y de la tierra que dan vida a los ejes mencionados. En la pri-mera mitad del siglo, son las telas y los tejidos de china los artículos predominantes que ingresan por el Pacífico (Acapulco-El Callao) hacia los mercados de Salta, Tucumán, Córdoba y aun a la plaza de Buenos Aires. En la segunda mitad primará, en el rubro asiático, la loza china. Su importación se hará por la vía atlántica de Buenos Aires; puerto que, abandonado el sistema de galeones y ferias de Portobelo, se alza como el punto preferido para la llegada de navíos particulares euro-peos. Las páginas que siguen se ocupan de analizar en detalle todo este fenómeno.

No puede dejar de sorprendernos cómo en un período considerado de crisis por los estudios de historia económica como es la primera mitad del siglo xviii, cuando la producción de plata del cerro de Potosí se ve es-tancada provocando una desarticulación y desmonetización de los mer-cados por el espacio peruano,44 los inventarios nos arrojan un escenario más “optimista”, de una rica y diversa vida material que avanza hacia la abundancia de objetos, particularmente de las telas y los tejidos ex-tranjeros.45 Abundan las paradojas. Evidentemente, hay una crisis de la producción minera por el espacio peruano jaqueando la circulación de metálico, pero al mismo tiempo los intercambios desde el exterior e interior no se paralizan. Reconocidos estudios plantean que desde los tiempos finales del siglo xvii y entrado el siglo siguiente, a pesar de la crisis de la producción minera, el comercio interno por el espacio pe-ruano como el del Atlántico porteño crece o por lo menos no decae. Al explorar la evolución comercial por Buenos Aires y por el interior del espacio peruano de estos tiempos, Moutoukias plantea la hipótesis de que la demanda de bienes por esos mercados consumidores no siguió

44. Assadourian, El sistema, 1982. Según Tandeter, la crisis de la producción de plata en Potosí llega hasta 1730. A partir de ese año comienza una moderada y continua alza en razón de la renta mitaya. Tandeter, Coacción, 1992, p. 190.

45. Véase apéndice documental.

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la tendencia decreciente de la producción de plata potosina.46 Lo que percibimos en el ingreso y consumo de bienes chinos se acomodaría muy bien a esta segunda perspectiva.

En efecto, en la primera mitad del siglo xviii, las telas y los tejidos de China son, sin lugar a dudas, las piezas orientales de mayor con-sumo por la gobernación de Tucumán y Buenos Aires. Su presencia es habitual no sólo en territorio americano, sino que son reconocidos por todo el mundo. Precisamente en la centuria que nos ocupamos, las compañías orientales europeas muestran un gran entusiasmo por la importación de textiles de seda de la China, las cuales son, junto con el té y el algodón de la India, uno de los principales bienes que ingresan a los mercados del viejo continente.47 Cuando hagamos referencia a los tejidos chinos en nuestro marco espacial considerado, debe quedar claro que nos estamos refiriendo, en gran medida, a vestimenta y tejidos de raso de seda que son las telas que predominan en el rubro textil.

Las condiciones naturales de China para producir seda son valo-radas por muchos estudios de la época al ofrecer las razones de su su-perior calidad con respecto a las de Europa. El imperio asiático es la cuna de la industria de la seda. En su estudio sobre el Arte de la cría del gusano de seda publicado en 1787, Juan Lanes y Duval destaca que la superioridad de la seda china resulta de su adecuado clima y geografía para reproducir el gusano de seda “sin que les cueste a los chinos el sudor, aplicación y afán”.48 Por esos mismos años, Malo de Luque llega a la conclusión de que “la diversidad de sedas que produce Europa aún no han llegado a la perfección que en la China que por su blancura y variedad es incomparable con cualquier otra”.49

La seda cruda de China es famosa por el mundo y hasta bien entrado el siglo xviii es motivo de imitación en Europa, que no logra llegar a su delicadeza y blancura.50

46. Moutoukias, Contrabando, 1988, p. 73. Véase también Tandeter, “El eje”, 1991, pp. 185-201.

47. Los textiles de seda china predominan en la primera parte del siglo por Europa mien-tras que los tejidos de algodón de la India alcanzan gran preferencia en la segunda mitad. Blanning, The Eighteenth, 2000, pp. 234-250. Carmagnani, Las islas, 2012, pp. 122-138.

48. Lanes y Duval, Arte de la cría, 1787, p. 245.

49. Malo de Luque, Historia política, Madrid, t. v, 1790, p. 25.

50. Derry y Williams, Historia, 1990, pp. 145-148.

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Cría del gusano y recolección de seda bruta en China

Ubiquemos el problema en una dimensión más amplia.Ya adelan-tamos algunas pistas sobre la manera en que el textil chino ingresa a Hispanoamérica. Todo comienza desde México, particularmente des-de su puerto de Acapulco, con el arribo del galeón de Manila. Iniciado el siglo, los mercaderes peninsulares que depositan sus intereses en las flotas y en los galeones de la Carrera de Indias sostienen que los pobres negocios registrados en las ferias atlánticas se explican por el éxito competitivo que tienen las telas chinas. La denuncia se apoya en la idea de que el cargamento importado por el galeón de Manila supera con creces el nivel de demanda y consumo del mercado novohispano, único espacio en donde está permitido su consumo.51 La Corona españo-la asume el problema e, intentando proteger los textiles de fabricación nacional y europea, decide en 1718 prohibir el ingreso de seda oriental por la Nueva España. La medida no tiene la efectividad esperada. El virrey mexicano marqués de Valero desconoce de plano la normativa

51. Álvarez de Abreu, Extracto, 1977, t. i, pp. 130-234.

Fuente: http://larutadelasedacat.wordpress.com/rutadelaseda/

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por considerar los tejidos chinos como de “regular vestuario”, con “pre-cio muy acomodado” y porque la “mayor parte del reino deseaba la nao de China con sus telas” que el arribo de la flota española, la cual oferta sus vestidos a un precio “más subido”.52 Retengamos este argumento que parece ser un denominador común y la clave para comprender la extensión del uso y el consumo de telas y tejidos de China por toda Hispanoamérica. En términos precisos, por ser el textil chino barato y de uso habitual en las familias coloniales, logra superar incluso los pe-didos de la sociedad novohispana. Hay que partir de la premisa de que su ingreso en “exceso”, sin registro, por el puerto de Acapulco desde las islas Filipinas no es una respuesta exclusiva a los pedidos realizados desde mercado novohispano, sino que también contempla la demanda de las plazas mercantiles ubicadas en el virreinato del Perú.

El fenómeno de engarce de flujos marítimos y terrestres por el eje del Pacífico posibilitando que telas y tejidos para el hogar así como ves-timenta procedente de China lleguen a lugares tan recónditos de hispa-noamericana cobra luz en nuestro listado documental. Hay una mayor recurrencia de textil chino en la región de Córdoba que en el mercado portuario de Buenos Aires. El eje del Pacífico, que tiene como punto de escala dominante la ciudad de Lima, es responsable para que se viva por estas décadas (1700-1740) un boom en el consumo de ropa de China por Córdoba y toda la Gobernación de Tucumán.

El boom de las telas y los tejidos de China por Córdoba y Buenos Aires

Ahora bien, identifiquemos los diseños, las formas y las característi-cas principales del textil chino que aparece en los documentos. Podemos encontrar telas en varas,53 listas para su confección, o tejidos manufac-turados, ya sea para el vestir o para el uso del hogar. Raso y tafetán de seda, damasco, jerga, saia saia, gorgorán, gurbión, capichola, esta-meña, angaripola, muselina, lienzo, holandilla, calamaco, damasquillo, aceituni [sic] y el camellón son algunas de las telas chinas que se consu-men por Córdoba, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Buenos Aires.

52. agi, Filipinas, 206, núm. 1, fs. 823r-826v.

53. Según el diccionario de la Real Academia Española, la vara es la medida de longitud utilizada en el imperio español que alcanza los 1.000 milímetros, unos tres pies de largo.

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Asombra la notable variedad en la calidad de las telas y sedas. Las hay para todos los gustos, de finísima calidad hasta la más ordinaria. Am-bos tipos se expresan en los inventarios con los siguientes calificativos: “fina elaboración”, “a la moda” o, por el contrario “de segunda calidad”. Con esta variedad de telas se elaboran pequines, armadores, chupas, hongarinas, capotes, calzones, polleras, capas o rebozos, sobretodos, de-lantales, medias, batas, birretes o gorros, pañuelos, tapapiés, camisas o casacas, ceñidores, sotanas y otros artículos de vestuario. Para decorar o de uso práctico del hogar se confeccionan, ya sea en los obrajes asiáti-cos o en los talleres locales, cortinas, colchas, sobrecamas, cielos de al-tar, fundas, cojines, sábanas, manteles, mantas, doseles para iglesias, bolsas, apretadores, alfombras, pabellones y colgaduras.

Por supuesto que nos sorprende toda esta diversidad de tejidos, pero al mismo tiempo sería arriesgado afirmar que en la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires los tejidos y las telas de China reemplazan o logran competir con la vestimenta y las telas europeas, como habría sucedido por estos tiempos en el virreinato de la Nueva España.54 Nadie podría negar que durante las primeras décadas del siglo, los textiles europeos y españoles circulan con mayor frecuencia e intensidad por Córdoba y Buenos Aires, y son de mayor consumo que los procedentes del Oriente. Si bien la ruta oficial de Portobelo está en franca decaden-cia, los tejidos occidentales cuentan con otras vías de ingreso. Ya nos referimos a la vía mexicana, pero también habría que considerar los navíos de registro españoles que tocan (con autorizaciones o sin ella) varios puertos del Atlántico. Los tejidos europeos ingresan también por el contrabando de los franceses e ingleses, quienes aprovechan la con-cesión española del Asiento de esclavos que, para el caso inglés (1713), logra contar con un adicional permiso para ingresar –sólo contando lo legal– 500 toneladas en mercaderías.55 Así y todo, no debemos subes-timar el consumo de los tejidos de procedencia oriental. La bancarrota de la Carrera de Indias queda de manifiesto al recordar que durante los primeros cuarenta años del siglo sólo llegan dos armadas (1707 y 1726) con resultados decepcionantes. El vacío dejado por el espacia-miento y la crisis de las flotas es llenado por el contrabando, del cual los mencionados por el Pacífico importando “ropa de la China” cobran

54. agi, México, legajo 2501, “Memorial del Consulado de Sevilla de 1714”, s/n de fs.; tam-bién Álvarez de Abreu, Extracto, 1977, t. i, pp. 120-128.

55. Studer, La trata, 1958, pp. 237-249.

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especial significancia. La pieza china esquiva así la tasa impositiva y las instancias de control de la aduana, lo que hace posible un precio razonable y accesible. Como podremos ver en las páginas siguientes, la vara de algunas sedas y telas orientales llegan a tener un valor inferior a la “ropa de la tierra”, que por las primeras décadas del siglo acusan precios elevados.56 Sin duda, la baratura de la tela china es un elemento de atracción para gran parte del público consumidor.

Es de público conocimiento que la vestimenta oriental o los tejidos compuestos con su exquisita seda son un rasgo distintivo del consu-mo de elite. En el apéndice documental N° 3 reproducido al final de este ensayo se expresa claramente que son en las altas esferas, en la sociabilidad misma de encomenderos, capitanes, maestres de campo, eclesiásticos y doncellas, donde se hace gala de los tejidos chinos. Hay tejidos muy costosos que incluso pueden llegar a superar con creces el valor de similares piezas europeas. Disponemos del caso de Josefa Savina Villamonte, doncella de rica familia de la ciudad de Córdoba, que recibe en su dote de 1717 dos sobrecamas: una “grande de la china bordada con hilo de oro y flecadura de lo mismo” y otra sobrecama de Inglaterra. La primera se cotiza en la notable suma de 280 pesos, el va-lor promedio que por entonces tiene la compra de un esclavo;57 mientras que la segunda es valuada en 50 pesos, menos del cuarto del valor de la primera.58 También atendamos el caso de Juan José Campero, el mar-qués del Valle de Tojo en Jujuy, que en su extenso inventario cuenta con una “camisa de brocato nácar de alta cuenta, nueva, forrada en fino raso chino a flores de 230 pesos”.59

Por estos tiempos, según los términos que vemos utilizar en los in-ventarios, la seda china se posiciona como un artículo de “moda”, un modelo a seguir por parte de los sectores más prestigiosos de la socie-dad. De manera muy recurrente vemos aparecer en los inventarios el término “moda” para referirse a “vestidos de Pequín”, “casacas de Chi-na” o incluso al “raso de seda de flores de China” usados por capitanes, maestres y doncellas. A pesar de su ilegalidad, muchos vestidos con tela

56. Salas de Coloma, Estructura colonial, 1998, t. ii, pp. 380-382.

57. El precio de un esclavo varía según la edad, salud y género. De acuerdo con los inven-tarios revisados, los precios oscilan desde 50 pesos hasta los 400 pesos.

58. ahpc, Protocolo, Registro 1, t. 100, f. 227.

59. Schenone, Gori, Barbieri, Patrimonio artístico, 1991, Apéndice, p. 426.

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china ofrecen una identificación de clase, una regla general a seguir que cohesiona a “los selectos”. La prohibición no impide en lo más mínimo que los objetos orientales se expongan no sólo como decorados de los hogares y en el vestuario, sino también en los espacios públicos de gran sociabilidad. El glamour hacia la seda china alcanza a superar el hori-zonte del vestuario: incluso muchos capitanes y eclesiásticos “aforran” y cubren sus carruajes con cortinas y flocaduras de seda china para pasearse por las calles de la urbe.60

No ponemos en duda el consumo de fina seda china en los círculos sociales de elite; un mercado que vendría a compartir y a complemen-tarse –no tanto a competir– con la manufactura europea. Pero nuestro propósito es ver la problemática en su complejidad y superar la mirada tradicional que lo “chino” o “asiático” sólo se reduce a lo suntuoso, a lo “extravagante” o, más aún, a ser un signo de excepcionalidad en la conformación de la cultura material colonial. Durante gran parte del período, la legislación española prohíbe a los grupos de mediana y baja condición el uso de plata, oro, prendas de seda y otros artículos de lujo reservados al consumo exclusivo de los “principales vecinos” de la socie-dad. No obstante, sabemos que en Córdoba se sanciona –hasta reprimir de manera violenta– a mulatos y mestizos por usar atuendos suntuosos en público.61 La imitación en el vestir de la moda de elite puede expli-carse desde lo simbólico, como los intentos de algunos sectores sociales por aparentar el ascenso social. La ley otorga una importancia clave al vestuario como un claro indicador cultural de estatus socioétnico y económico. Pero hay interrogantes previos que deberían responderse: ¿cómo acceden aquellos grupos a prendas supuestamente suntuarias? ¿Son sólo fuerzas simbólicas y culturales las que tientan a los grupos de posición media e inferior a buscar la democratización del consumo de telas y vestimentas que, en principio, se encuentran reservadas a la elite?

Creemos que hay que considerar lo que ocurre por el lado del co-mercio y la economía, particularmente desde el plano de la oferta. En otros términos, la notable variedad y calidad de telas chinas que se ofrecen al público resulta clave para advertir lo que sería un proceso

60. Véase en el apéndice documental Nº 3 los casos de Valentín Escobar Bezerra (1690) en Córdoba, del Chantre de la Catedral de Córdoba Bazán de Pedrás Gil (1716) y del capitán José Cabrera de Velasco (1713).

61. Concolorcorvo, El lazarillo, 1946, pp. 58-59.

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incipiente de democratización en el consumo de telas extranjeras por parte de gran parte de la sociedad colonial. El apéndice documental N° 3 que reproducimos al final del libro nos muestra algo novedoso: en las primeras décadas del siglo xviii, la seda china no se reduce al círculo de elite, sino que también la poseen y la consumen vecinos “comunes”, que no pertenecen a los grupos de privilegio. Cuando en los años finales del siglo xvii el padre jesuita Antonio María Fanelli viaja desde Buenos Ai-res hacia Chile no deja de sorprenderse por el consumo de sedas chinas y telas de algodón de Nanking en sectores de bajos recursos, que por su baratura son más reclamadas que las telas europeas.62 En Córdoba y Buenos Aires se vive un proceso idéntico. Como enseguida comproba-remos, sectores de medianos y bajos ingresos –aun esclavos– logran ac-ceder a alguna prenda asiática barata, de mediana u ordinaria calidad. Notemos también un dato muy significativo que puede confirmarse al revisar el apéndice documental N° 3. Este fenómeno de democratiza-ción de la tela china se manifiesta también en el plano de la geografía; su consumo traspasa la frontera “citadina” y se extiende hacia espacios alejados de las urbes o literalmente rurales, como San Antonio de To-toral (1708), el valle de Ischilín (1711), Río Seco (1721) y Domingo del Corral (1724). Pero comencemos por el principio, antes de continuar con otras evidencias.

Pongamos la atención sobre el renovado boom en la circulación y el consumo de tejidos y sedas chinas que se da en la primera mitad del siglo xviii por el espacio sudamericano con relación a la evolución de la manufactura local y la europea. Debemos reconocer las perspecti-vas historiográficas referidas a los ciclos de producción del textil local y cómo se relaciona dicha evolución con el caso concreto del ingreso y consumo –ahora ilegal– del textil chino. Una de las principales discu-siones aún no resueltas es si en esos primeros cincuenta años del siglo los obrajes locales del espacio peruano están en crisis o en auge. Según Silva Santisteban, “la época de mayor auge de los obrajes corresponde a las últimas décadas del siglo xvii y primeras del xviii”.63 Tomando en consideración la hipótesis de Santisteban, el aumento en el comercio y consumo de telas y tejidos chinos iría a la par de un crecimiento de los obrajes lugareños. Si bien el autor no fundamenta las causas del auge,

62. Fitte, Viaje al Plata, p. 52.

63. Silva Santisteban, Los obrajes, 1964, p. 162.

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la posición es recuperada con argumentos en el estudio de Salas de Coloma, para quien la producción textil del Perú, particularmente los centros ubicados en Huamanga, acusa un ciclo secular de crecimiento desde los años 1660 hasta 1760 y que logra responder a la demanda que arrastran varias plazas del espacio, como Potosí y Oruro. La reducción en las importaciones de telas europeas dada la interrupción y la crisis del comercio ultramarino habría generado, siempre según Coloma, un desabastecimiento en el mercado consumidor minero; escasez que a la vez elevó los precios de las telas locales. De tal manera que los tejidos oriundos comienzan a ser más apreciados, exigiendo un mejor acabado de las prendas para un nuevo público que hasta entonces habría consu-mido tejidos europeos.64

Para llegar a esta interpretación, Salas de Coloma parte de la idea de que la crisis minera de finales del siglo xvii y principios del siguiente no se extiende ni se traduce en un estancamiento en la actividad de los obrajes. La premisa viene a cuestionar uno de los postulados de Assa-dourian, para quien los movimientos económicos de los obrajes están subordinados a la crisis del capital minero. Si hay caída de la produc-ción minera ello afecta, según el parecer del autor, a todos los sectores económicos del espacio peruano, lo que provoca su desarticulación, la pérdida del alto nivel de autosuficiente que había conseguido hasta en-tonces el gran espacio y, por ende, una fuerte dependencia y atracción por los tejidos que vienen desde el exterior.65

Las distancias interpretativas son notables. Salas de Coloma nos habla de un crecimiento del sector textil local que no sólo cumpliría con los pedidos del mercado local masivo, sino que también se hace extensible con la demanda de tejidos de elevada confección destina-dos a los sectores privilegiados. Por su parte, Assadourian propone la complementariedad más que la competencia: la política de prohibición española vigente durante prácticamente todo el período colonial para el fomento de la producción textil en el espacio del Perú sólo estaría apuntando a la producción de tejidos de alta calidad, un mercado que en principio está garantizado para el textil español y europeo.66 Del

64. Salas de Coloma, Estructura colonial, 1998, t. ii, pp. 380-386.

65. Assadourian, El sistema, 1982, pp. 191-207.

66. Si tomamos esta visión parece comprenderse perfectamente la insistente lucha es-pañola por regular y prohibir el comercio y consumo de géneros asiáticos por toda la América hispana.

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planteo de Assadourian se desprende que el obraje local, más en tiem-pos de crisis, no tiene la capacidad suficiente para responder a la de-manda social de tejidos comunes, mucho menos los pedidos de tejidos de elevada confección que debían garantizarse con la importación de sus pares extranjeros.

Las posiciones historiográficas llegan a un pleno acuerdo para inter-pretar lo que ocurre en la segunda mitad del siglo. Assadourian, Salas de Coloma como el estudio de Aníbal Arcondo referido al caso concreto de Córdoba nos afirman que el inicio de la democratización del consumo de telas extranjeras por la Gobernación de Tucumán se inicia hacia 1740, con las ventajas de un comercio exterior más libre y menos gravo-so. La tradicional indumentaria de los mestizos compuesta de “ropa de la tierra”, lienzos, cordellate y bayetas de fabricación local habría sido sustituida, según Arcondo, por lienzos, bretañas, angaripolas y otros textiles europeos y orientales que ingresan ahora con menores costos de producción y comercialización. La apertura portuaria y las mejores condiciones de vida de gran parte de la sociedad contribuyen, siempre según Arcondo, a un cuestionamiento de los cánones rígidos impuestos por la sociedad jerarquizada sobre el vestir y “a la popularización de nuevas telas importadas desde Europa e incluso del Oriente”.67

Asimismo, según Assadourian, que aquí vendría a compartir la pre-misa de Arcondo, el quiebre sucede en la segunda mitad del siglo xviii, cuando los tejidos ingleses invaden los mercados masivos y populares hasta entonces reservados a lo producido por los obrajes locales. En de-finitiva, nadie podría discutir que es en la segunda mitad del siglo xviii, en el marco de los prolegómenos de la revolución industrial inglesa y las aperturas para un comercio más libre con América, cuando se consolida el fenómeno de la expansión social del consumo. Son tiempos en que los tejidos y las telas europeas son de uso común por la masiva producción en serie de telas de algodón y mejoras sustanciales en los medios de transporte generado por un comercio más flexible.

Todas estas interpretaciones son útiles para entender el notable ingreso y consumo de tejidos chinos de principios del siglo xviii. Aquí sostenemos que la incapacidad de la estructura del obraje local –ya sea en crisis o no– de solventar el consumo de tejidos ordinarios y baratos por las plazas consumidoras de la región y ante las dificultades de con-tar con el textil europeo dada la crisis del sistema oficial de comercio,

67. Arcondo, El ocaso, 1992, pp. 103-227.

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la seda junto con otros tejidos del Oriente se colocan como una de los textiles más utilizados por el público consumidor. Lo notable del caso del textil chino no sólo es que transita por el plano de la ilegalidad y la prohibición, sino que aún más importante responde a diferentes niveles sociales de consumo porque las variedades en su calidad y precio le dieron interesantes armas para la conquista de este doble mercado: el de elite y el masivo.

Retomemos con la explicación mercantil. La crisis del comercio legal y la promoción de los variados circuitos de contrabando que antecedie-ron a las políticas de Carlos iii de “libre comercio” provocan una dismi-nución en los costes de las telas importadas, permitiendo que sectores plebeyos y mestizos accedan a lo que en un principio era destinado al consumo de elite. La variedad en calidades y precios permite que la “moda” de lo chino goce una suerte de democratización en su consumo, que sea apropiada por otros grupos sociales. Recordemos lo dicho en páginas anteriores: por estas décadas de principios de siglo el textil chino se moviliza desde México o directamente desde Cantón por rutas ilegales que esquivan impuestos y logran ingresar bajo remates y su-bastas a precios realmente bajos. Superando el caso de telas chinas, se puede afirmar que el proceso de democratización de consumo de bienes extranjeros alcanzó al espacio rioplatense. Fernando Jumar nota para la misma época que el contrabando por el puerto atlántico de bretañas y textil francés considerado de lujo logra abaratar sus precios y los torna accesibles para la mayoría de la sociedad.68

Abordemos ahora variables más precisas, como son los precios y va-lores. Los argumentos son más convincentes cuando cotejamos, por un lado, los precios de las telas de fabricación local o también llamada “ropa de la tierra” y los de procedencia europea con los de China, por el otro. El ejercicio se apoya en los valores que nos brindan los diferentes tipos de inventarios y comisos, complementándolo con la rica informa-ción brindada por Arcondo. Antes de realizar la comparación, vale ad-vertir que estamos lejos de establecer conclusiones absolutas: el precio de un tejido o tela varía de acuerdo con su calidad o complejidad, sean ellos de fabricación local, asiática o europea. Como venimos mencio-nando en el texto, era tal la variedad de calidad y precio de la ropa de China, que cada sector social podía contar con alguna prenda que esté a la altura de sus posibilidades.

68. Jumar, Le commerce, 2002, t. i, p. 147-155.

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En la carta dotal de 1705 de la doncella Ana Pacheco, hija del capi-tán Juan de Pacheco, residente en la ciudad de Córdoba, se valúa una pollera de raso de la China carmesí a 24 pesos, mientras que idéntica prenda compuesta en seda de Granada alcanza el triple de valor: 90 pesos.69 Doña Catalina de Cabrera, esposa del capitán Francisco de Ca-brera de la ciudad de Córdoba, cuenta en su patrimonio de 1704 “una pollera de bayeta de la tierra”, de fabricación local, valuada en 5 pesos. Por esos años, encontramos que una “negra libre” de la misma ciudad llamada Micaela, cuyo patrimonio total no supera los 540 pesos, cuenta entre sus escasas prendas con “una pollera de raso de la China forrada en sarguilla” cuyo valor llega tan sólo a la mitad de aquella: 2 pesos. El ejemplo es notable porque nos expresa que la ropa compuesta de tela china llega incluso a los esclavos.70

Tomemos el caso de la tela en vara o en pieza, no confeccionada. En los autos por fallecimiento de 1720 del vecino de Buenos Aires don Pe-dro Constanza se cotiza la vara de “tafetán chino ordinario” a 4 reales, cuando la bayeta y el lienzo, dos tipos de telas de fabricación local y de consumo difundido entre indios, negros y mestizos que se producen en los obrajes jesuíticos de Córdoba o en otros centros ubicados por La Rioja y Catamarca rondan, según los datos de Arcondo, los 8 y 7,7 reales la vara respectivamente.71 La vara de Cordellate, tela de gran consumo en la región de Tucumán y Buenos Aires, y que también es fabricada en los obrajes jesuíticos de Córdoba para la confección de ropa interior, alcanza los 8 reales en 1732, el mismo valor que en esos años en Catamarca es-taría costando la vara de raso chino de razonable calidad, no ordinario.72

Vale citar dos últimos casos, que si bien ocurren más tarde, en 1768 y 1769, dan cuenta de la utilización rutinaria de la seda china en amplios sectores de la sociedad. El primer caso trata de los “parte de milicia” en el que aparecen breves inventarios de capitanes, picadores y soldados de la tropa española que viaja de Buenos Aires a Santiago del Estero. En cada uno de los inventarios aparecen algunas monedas de plata y telas sencillas, como varas de bayetas de la tierra o de Casilla y varas de bre-tañas. Junto a estas prendas cada uno de ellos posee un “pañuelo chino

69. ahpc, Protocolo, Registro 1, t. 98, s/n de f.

70. ahpc, Protocolo, Registro 1, t. 98, f. 136v.

71. agn, Sucesiones, legajo 5335, s/n de expediente, f. 38; Arcondo, El ocaso, pp. 279-283.

72. agn, Sucesiones, legajo 3859, expediente 7, f. 22.

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de seda”, accesorio fundamental para la higiene y la limpieza del sudor y rostro.73 El caso es importante porque nos ilustra la ropa utilizada por un sector social sin privilegios, que comúnmente no están representados en los inventarios y que cuentan con alguna prenda china. El segundo ejem-plo lo ofrece un prebendado (personas distinguidas del clero) a quien se le pregunta en 1769 sobre lo que precisa una persona de su condición para un “vivir digno”. Allí menciona que los manteles comunes rondan los 25 pesos, lejos de los 30 o 40 pesos que valen los más finos, reservados “para aquellos días extraordinarios en que convida algún amigo”. Sin embargo, sabemos que en esos años en la tienda de un tal Chávez se puede conse-guir un mantel nuevo de China con 10 servilletas en 16 pesos; muy por debajo de los precios que el prebendado considera “manteles comunes” y prácticamente el tercio del valor de los manteles ricos.74 En definitiva, todos los casos mencionados ilustran el abanico de telas chinas disponi-bles para su consumo y que contemplan desde el capitán o la doncella pasando por el vecino común y aun la “negra” libre.

De Lima hacia Córdoba: el caso del capitán Buitrón y Mujica

El calificativo de “feria de Pekín” que otorga Marcoleta a la ciudad de Lima puede comprenderse también por la existencia de un saldo positivo, un sobrante de textiles y objetos chinos que son reexpedidos, hacia los mercados de la Gobernación de Tucumán. De la información que arroja el apéndice documental N° 3 se confirma la honda presencia y el consumo del textil chino por Córdoba en las primeras décadas del siglo. ¿A través de qué mecanismos de intercambio logra llegar a la re-gión? En otros términos, ¿qué ofrece Córdoba a Lima y a otros centros de Perú a cambio de los bienes chinos? La respuesta nos remite a las lógicas de intercambio que la región del Tucumán establece con el cen-tro del virreinato del Perú.

Hacia finales del siglo xvi, Córdoba logra un considerable desarrollo textil pero rápidamente, hacia principios del siglo siguiente, el sector cae en una crisis irreversible. Otras regiones como Asunción, Catamarca, La

73. agn, Sucesiones, legajo 6726, s/n de expediente, fs. 24-32.

74. Probst, “El costo”, 1941, p. 438; Porro Girardi, Astiz y Rospide, Aspectos, 1982, vol. i, p. 438.

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Rioja y la zona peruana adyacente a Lima comienzan a ofrecer al mer-cado local de Córdoba y del Tucumán tejidos bastos. Desde entonces, la actividad dominante en Córdoba es la cría, la producción y el comercio de mulas, y llega a convertirse prácticamente en una región monoproducto-ra estimulada por la demanda del centro Lima-Potosí.75 Es precisamente a cambio de mulas que Córdoba tiene la posibilidad de importar una ca-nasta de bienes extranjeros y peruanos para su mercado consumidor. La provisión de mulas hacia el punto neurálgico peruano que está en pleno contacto con otras culturas económicas del mundo le permite a Córdoba participar en el engranaje de la globalización mercantil. El caso Buitrón que relatamos en las líneas siguientes expresa este juego de intercam-bios y el papel protagónico que alcanzan en ellos los textiles chinos.

Juan de Buitrón nace en Sevilla en el año 1649 y viaja a Chile en plena adolescencia. Luego de una intensa experiencia militar por Chile, Perú y la ciudad de Tucumán, en el año 1692 se instala en la ciudad de Córdoba a raíz de su casamiento con doña Manuela de Liendo.76 Los Liendo son un linaje muy reconocido de la Gobernación de Tucumán. Hija del capitán y alférez real, Juan de Liendo, Manuela contrajo ma-trimonio en tres oportunidades: primero con Miguel de Echevarría, luego con el capitán Juan de Buitrón y, cuando éste se encuentra en Cuzco, Manuela celebra antes de, o en, 1707 su tercer matrimonio con el también capitán y vecino de Córdoba Bernardo Blanco de Guerra.77

La red del pleito en torno a Juan de Buitrón y Mujica

Francisco de Las Casas María de La Sierra (albacea) Juan de Buitrón y Mujica Manuela de Liendo y Argüello Bernardo Blanco

Ambrosio Zarco Josefa de Buitrón Antonia Blanco

75. Assadourian, “Potosí”, 1973, pp. 173-177.

76. Guarda, La sociedad, 1979, p. 116.

77. ahpc, Protocolo, Registro 1, Inventario 86, 1692, f. 375. ahpc, Protocolo, Registro 1, Inventario 100, 1707, fs. 223-224. Lazcana, 1969, p. 76.

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En 1695, Buitrón emprende una gran operación mercantil en torno a los mercados de Lima, Cuzco, Salta y Córdoba. En ese año, junto con su esposa Manuela firman un contrato con el Monasterio Santa Catalina de Sena, ubicado en la ciudad de Córdoba, en el cual los di-rectivos del convento le prestan al matrimonio 1.200 pesos para fletar nada menos que 4.780 mulas desde la ciudad de Salta hacia Lima. Para disponer del préstamo, al matrimonio se le exige registrar como garantías su rico capital inmobiliario de casas y tierras ubicadas alre-dedor del convento de la ciudad.78 Luego de obtener el permiso para el traslado,79 las mulas de Buitrón salen a cargo y cuidado del sargento mayor Pedro Arias Rangel con el propósito de invernarlas y venderlas por todo el Cuzco, Potosí y Lima. El negocio tiene un rotundo éxito. Con metálico a su disposición, Juan de Buitrón parte hacia Lima en 1698 y durante varios años se dedica a invertir el capital obtenido por las ventas de las mulas en la compra de géneros europeos, “de la Chi-na” y “de Cuzco”, para abastecer los mercados de Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero y Salta.

Ya sea en los momentos previos a su partida o durante la propia estancia en el Perú, lo cierto es que Buitrón se separa de Manuela. Juan de Buitrón y Mujica no alcanza a ver los frutos de su gran opera-ción comercial. Por razones que desconocemos fallece en el Cuzco hacia 1713, en plena actividad de sus intercambios comerciales. Al momento de llegarle la noticia de la muerte de su ex marido, Manuela de Liendo no duda en iniciar el juicio sucesorio; poniendo especial atención sobre el capital de mercaderías que el capitán logró almacenar en el Perú para su futuro viaje a la Gobernación de Tucumán. Manuela reclama que los bienes dejados por Buitrón deben pasar a manos de su legítima heredera, es decir, la hija de ambos: Josefa de Buitrón Liendo.

En el juicio de sucesión Manuela demanda a Francisco de Las Casas, albacea y tenedor de bienes del difunto, “por el crecido caudal que el capi-tán tuvo al tiempo de su fallecimiento en que estaba ya acaudalado para bajar a esta ciudad de Córdoba”.80 Manuela de Liendo le exige al juez de la causa que Las Casas no salga de la ciudad de Córdoba “en sus pies, ni

78. ahpc, Escribanía 1, 1740, 288, expediente 8, f. 119.

79. “Juan Pablo Díaz de Cavallero se le ha otorgado fletamento de 3.500 mulares perte-necientes al capitán Buitrón”, 22 de enero de 1695, en ahpc, Protocolo, Registro 1, t. 89, 1965, fs. 36-39. Las restantes mulas de las 4.870 se suman en Salta.

80. ahpc, Escribanía 1, 1719, 241, 9, f. 171.

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en ajenos” hasta tanto las cuentas de Buitrón estén saldadas y que Josefa logre adquirir en patrimonio los bienes de su padre. Al mismo tiempo en que presenta su demanda, Manuela de Liendo otorga a su actual marido, Bernardo Blanco, un poder absoluto para manejar no sólo sus bienes, sino también el propio pleito que gira en torno a la sucesión del capital de Bui-trón. Manuela lo señala claramente en un documento judicial:

Por fin y muerte del capitán Juan de Buitrón, mi marido ya difunto le quedaron debiendo algunas personas en el reino del Perú y hasta el día de hoy no se han recobrado enteramente todos los bienes […] doy todo mi poder a Bernardo Blanco, mi actual marido, para ejercer mi derecho.81

Con esta facultad, el capitán Blanco comienza a tomar un fuerte protagonismo en el juicio, culpando al albacea Francisco de Las Casas de haber ocultado muchos de los bienes que Buitrón compró en vida en el Perú para venderlos por los mercados de Salta, Tucumán y Córdoba. Según Blanco, el albacea tiene en su poder “plata acuñada de distintos vales, conocimientos y escrituras de Buitrón con diferentes personas a su favor, plata labrada y en pasta, vestidos de su uso, joyas de perlas, esmeraldas y otras piedras de valor, ropa de Castilla, de la tierra y de la China y muchos géneros que se fabrican en Cuzco”.82

La demanda de Manuela de Liendo y Bernardo Blanco surte efecto. Luego del fallecimiento de Juan de Buitrón comienza la gestión para que los bienes adquiridos por el difunto capitán se envíen a la ciudad de Córdoba. El cargamento sale de Lima rumbo a Potosí para llegar a manos de Francisco de Las Casas y, de ahí, su reexpedición vía Salta hacia la ciudad de Córdoba. Contamos con dos registros prácticamen-te idénticos: en el primero figuran en detalle 8 de las 84 petacas que contienen artículos europeos, “de la China”, y de producción local en-viadas desde Lima a Potosí. La mención a las 76 restantes se hace de manera general con los términos “cordellate” (tejido basto de lana), “seda de la China”, “bayeta”, cajas de conserva, paño de Quito, panes de azúcar y tabaco.83 La segunda es la razón que detalla las merca-

81. ahpc, Protocolo, Registro 1, Inventario 105, t. i, 1714, fs. 297.

82. ahpc, Escribanía 1, 1719, 241, 9, f. 184.

83. “Encaje de todos los géneros que tiene retenidos el capitán Martín Álvarez dueño de recua del capitán Juan de Buitrón y Mujica difunto para llevarlos a la villa de Potosí a

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derías que envía, luego de abonar 1.035 pesos por cuenta de flete, el albacea de Buitrón hacia Salta.84 Blas de Sevilla Zuasso se encarga de recibir los artículos en Salta y por un documento posterior realizado por la defensa de Las Casas, sabemos que las petacas llegan a manos del maestre de campo José García Miranda y “que de su mano llega-ron a la dicha Manuela de Liendo”.85

Cuadro 1

entregarlos al maestre de campo don Miguel de Gambarte de la orden de Santiago al capitán Francisco Gómez de Araujo para que uno u otro haga la remisión de los géneros a falta de persona que le señalare el maestro don Francisco de Las Casas y Cevallos, albacea y tenedor de los bienes de Juan de Buitrón”, ahpc, Escribanía 1, 1719, legajo 241, expediente 9, f. 188.

84. “Razón y cuenta de los géneros que entregó en esta ciudad de Córdoba Blas de Sevilla Zuasso que recibió en la de Salta del capitán Joseph de Pineda pertenecientes al difunto Juan de Buitrón que remitió del Cuzco el maestre de campo Francisco de Las Casas como su albacea, así de plata como de todo lo demás”, ahpc, Escribanía 1, 1719, legajo 241, expediente 9, fs. 192-193.

85. ahpc, Escribanía 1, 1724, 251, expediente 3, f. 290v.

Bienes asiáticos

2 calzones de felpa musgo de la China con encaje de oro1 sobrecama de damasco carmesí de la China forrada en saya saya12 libras de seda china51 libras de seda musga de la China3 piezas de damascos carmesíes de la China2 piezas de otros damascos de la China blanco9 piezas de rasos labrados de colores de la China12 libras de raso musgo labrados de la China11 libras de brocato de la China9 libras de raso labrado de la China2 libras de Jerga de la China1 pieza de brocato carmesí azul y verde con flores de oro de la China2 piezas de gorgoranes musgos de la China5 atados de saya sayas de diferentes colo-res de la China que pesaron 35 libras 3 ½

Bienes europeos y de la tierra

12 platillos, dos medianos, dos candele-ros, 1 jarro de pico, un cucharón, un pero-chito [sic] que hacen todas 19 piezas7 ½ en plata usada en seis piezas7 ½ en 2 pinonzillos [sic] y una planchita14 ½ en una palangana con relieve alre-dedor27 ½ en dos tachos de plataUna cajetilla de plata con 1 piedra colora-da con su plata llaveUn mate guarnecido de plata y otro pe-queño nuevo2 tablas de manteles y servilletas hechas en el Cuzco29 pares de medias de Inglaterra de se-gunda2 mazos de cuerdas11 armadores de gamuza blanca23 libras de listonería de Nápoles y Génova18 libras de encajes de oro y plata del Cuzco2 libras de senillanetas [sic] de oro del Cuzco

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Fuente: ahpc, Escribanía 1, 1719, legajo 241, expediente. 9, fs. 188-193.

12 piezas de rasos llanos de la China 3 ce-lestes 1 verde y 8 musgas10 piezas de gorgoranes musgos de la China de ¾ de ancho9 piezas de gurbiones musgos de la China1 pieza de raso musgo de la China labrado2 piezas de seda de la China102 docenas de peines ordinarios del Cuz-co y de la China1 pieza de telas ordinarias de la China2 escritorios de Cajamarca aforrados con musgo de la China con sus chapas, el uno con llave y el otro sin ella1 par de medias usadas de musgo de la China60 piezas de cintas de la China10 piezas de pequines onestos [sic] de la ChinaDos pares de calzones y ongarina de la China51 libras de estameña de seda de musgo de la China4 libras de brocato verde de la China4 piezas de rasos a flores de la China3 piezas de capicholas de la China24 varas de capichola color ámbar de la China

50 libras de oro batido6 pares de medias de Nápoles1 vara de bocasi3 pares de medias de capullo1 par de medias de Nápoles y otras mus-gas31 gruesas de botones de oro y plata y en-torchados de Turquía9 gruesas de botones de oro y plata, las 3 de plata y seda7 gruesas de botones de cerda21 docenas de botones varios sueltos1 juego de botones para capotes entor-chados14 cortes de puntas negras ofeteadas71 libras de felpa negra corta en pedazos29 libras de estameña [sic] plateada17 libras de estameña [sic] cabeceada4 libras de brocato verdes7 libras de brocato Columbo [sic]3 libras ¼ de paño negro de Londres1 frazada fina del Cuzco1 pabellón del Cuzco con sus camas y ro-dapiés5 ladrillos de chocolate2 piezas de calzetas nuevas de telar2 piezas de dichas usadas1 pañuelo de vicuña nuevo1 cajeta grande de plata dorada21 cax. [sic] de mala madera doradas por dentro1 papelito en que hay un poco de esmalte3 pabellones de Cajamarca nuevos con cama y rodapiés5 piezas de tucuios [sic] blancos de 291 libras1 pieza de dicha listado con 79 libras14 libras de Crea [sic] de Grecia y 2 libras de Bramonte [sic]

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El valor total de los artículos inventariados alcanza los 35.000 pesos, más 4.000 pesos en concepto de mulas. El notable monto en valor de los objetos está contemplando las 84 petacas y no sólo las 8 que aquí se detallan. De un breve repaso al listado se desprende que prácticamente la mitad del cargamento de Buitrón movilizado desde Perú hacia las ciudades de la Gobernación de Tucumán son artículos asiáticos, de los cuales la gran mayoría son tejidos y telas chinas. El caso confirma algu-nas de las hipótesis mencionadas. Primero, para alcanzar los mercados de Tucumán, los textiles chinos acompañan a los bienes europeos y los “de la tierra” por las tradicionales rutas comerciales. Segundo, el caso Buitrón es un testimonio ilustrativo del boom en el consumo de las telas y tejidos de China que existía por la región. Prácticamente el 90% del cargamento de origen asiático enviado a Manuela de Liendo es textil. Nos referimos a rasos, gurbiones, capichola, angaripola, muselina, fel-pa, damasco, saya y al textil manufacturado, como los pequines y las medias. Incluso, por lo que nos brinda la cuenta la detallada razón, esta canasta de telas asiáticas habría superado la cantidad de telas euro-peas despachadas por el albacea de Buitrón.

Ahora bien, es Bernardo Blanco, el esposo de Manuela de Liendo, quien logra administrar todos los bienes, papeles, escrituras, vales y obligaciones del capitán Juan de Buitrón. Luego de varios años y con la muerte de Manuela de Liendo en 1720 se abre un nuevo capítulo en la controversia. Benito Ambrosio Zarco, el esposo de Josefa de Buitrón, decide involucrarse en el viejo pleito acusando a Bernardo Blanco de haberse apropiado de todos los bienes del fallecido Juan de Buitrón, cuando la legítima heredera debería ser la hija; es decir, su actual espo-sa, Josefa de Buitrón. A la hora de la sucesión de los bienes de Manuela de Liendo –en donde figura buena cantidad de bienes chinos–86, Ambro-sio no duda en denunciar que el propio Bernardo Blanco no sólo fue el que administró todo el capital de Juan de Buitrón, sino que “como es público y notorio conocimiento comerció con ellos” por todos los merca-dos del interior de la Gobernación de Tucumán. El caso se resuelve años después. Hacia 1727 el capitán Bernardo Blanco sufre el embargo de su capital fijo y móvil por la apropiación ilegal de los bienes de la familia Buitrón. A esa altura y luego de tantos años transcurridos, el capitán posee una minúscula porción de bienes asiáticos de aquella operación realizada por Juan Buitrón:

86. Véase el apéndice documental Nº 3, año 1720-24.

China en la América colonial

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4 libras de seda de la China de distintos colores1 pieza de pequín negro2 chupas, una de raso de la China y otra de terciopelo de la China con botones de plata usadacapote de carro de oro con franja y vueltas de la China2 pares de calzones de raso de la China

Fuente: ahpc, Escribanía 1, legajo 251, 1724, expediente 3, fs. 131-133.

En definitiva, el caso Buitrón nos permite confirmar gran parte de las hipótesis mencionadas en las páginas precedentes. Nos referimos al notable comercio y consumo de las telas y los tejidos chinos por Córdoba y la Gobernación de Tucumán durante la primera mitad del siglo xviii y su movilización acompañando productos de la tierra y bienes europeos por los circuitos interregionales a cambio de las mulas demandadas en los centros de Lima y Potosí. Pasemos ahora a explorar qué ocurre en la segunda mitad del siglo xviii con relación a la presencia de piezas chinas.

Cuadro 2Telas, tejidos y loza china registrados en la Gobernación de Tucumán y

Buenos Aires en el siglo xviii

Córdoba y jurisdicción del Tucumán Buenos AiresTextiles Loza Textiles Lozaelaborados Varas/

piezas Total elaborados Varas/piezas Total

1700-1709 54 105 159 - 13 60 73 13

1710-1719 81 294 375 - 18 21 39 2

1720-1729 42 85 127 - 3 10 13 17

1730-1739 15 5 20 - 8 172 180 20

1740-1749 16 16 32 - 4 1 5 -

1750-1759 7 - 7 - - 10 10 62

1760-1769 2 4 6 17 1 - 1 15

1770-1779 - 3 3 11 5 - 5 190

1780-1789 - 11 11 26 - - - 99

1790-1799 3 - 3 5 3 - 3 235

Fuente: apéndice documental N° 3.

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires

157

Gráfico 1Telas, tejidos y loza china registrados en la Gobernación de Tucumán y

Buenos Aires en el siglo xviii

Vajilla, loza y cerámica china (1750-1800)

En las páginas iniciales del ensayo advertimos del proceso de “atlanti-zación” del comercio por el espacio hispano sudamericano en la segunda mitad del siglo; de la consolidación de Buenos Aires como puerto domi-nante y de un proceso productivo autónomo de regiones locales respecto de los mercados mineros del Perú. Caído el sistema de galeones y fe-rias en Portobelo, los navíos de registro se convierten en el medio de transporte primordial en el tráfico imperial, y Buenos Aires no sólo es el puerto preferido de los navíos europeos, sino también el punto de escala privilegiada para las naves destinadas a los puertos de Chile y Perú que navegan atravesando el Cabo de Hornos. A una mayor dinámica y asi-duidad que las lentas y pesadas travesías de los galeones, los navíos par-ticulares logran mejorar no sólo las técnicas de navegación náutica, sino también las condiciones de las bodegas para el traslado y la conservación de las mercaderías despachadas hacia las Indias.87 Con ello España es-

87. Bernal y Martínez Ruiz, La financiación, 1992, pp. 345-600. También García Baquero González, Cádiz y el Atlántico, 1976, pp. 163-175.

Número de piezas

400

350

300

250

200

150

100

Telas y tejidos chinos en Córdoba

Loza china en Buenos Aires

Telas y tejidos chinos en Buenos Aires

Loza china en Córdoba

50

1700-17091710-1719

1720-17291730-1739 1740-1749 1750-1759

1760-1769 1770-17791780-1789

1790-1799

0

China en la América colonial

158

tablece una canasta más variada y rica de productos en su sistema de intercambios comerciales con los espacios americanos. En este contexto, hemos comprobado en su momento una intensidad sin precedentes en la movilización y entrada de productos chinos por el Atlántico hacia todo el espacio hispanoamericano.88

Miguel de Lastarria, formado en Perú y que reside los últimos años del siglo en Buenos Aires como secretario del virrey, llega a decir que los artículos de China “son muy apetecidos de los habitadores del vi-rreinato de Buenos Aires”, quienes llaman “de la China” a todo objeto procedente de Asia. La razón dada por el funcionario es que muchos de los artículos chinos vienen desde la costa del Brasil por el contrabando realizado por los portugueses en la zona.89 Seguramente, cuando Las-tarria se refiere al gran consumo que gozan los productos chinos piensa en particular en la “loza de China”; artículo que figura en una gran cantidad de inventarios que aquí atendemos.90

Los cuadros 2 y 3 y los gráficos 1 y 2, construidos a partir de la in-formación que brinda el apéndice documental Nº 3, muestran la débil presencia de la loza asiática en Buenos Aires y en Córdoba durante la primera mitad del siglo. Los pocos casos encontrados se refieren a la región porteña que bien podrían explicarse por la llegada hacia sus costas de navíos particulares. Curiosamente, para Córdoba no identificamos ningún caso, cuando por estos tiempos los mercados de Lima, Guaya-quil y zonas aledañas se ven abarrotados con importantes cantidades de porcelana china.91 Precisamente, la cerámica china llega a estas pla-zas comerciales por el comentado eje del Pacífico, que a su vez está motorizado por el galeón de Manila. Pero el recorrido de la loza china parece terminar en los centros peruanos. La no movilización de este rubro desde Lima hacia la Gobernación de Tucumán se explicaría por el peligro de exponer un bien tan frágil y muy vulnerable a los compli-cados medios de transporte y trayectos terrestres. Recordemos que en el cargamento de Buitrón relatado en páginas anteriores no aparece loza de China. Habría sido muy difícil, sino tortuoso, el desplazamiento

88. Bonialian, El Pacífico, 2012, pp.389-392.

89. Lastarria, Portugueses (1816), 1977, p. 90.

90. Almanak mercantil, 1802, p. 192.

91. Crespo Rodríguez, Arquitectura, 2006, pp. 312, 314, 315, 316, 319, 320, 327, 355, 356, 364, 373.

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires

159

por montañas y sierras de piezas tan delicadas a través del transporte tradicional de las mulas.

Gráfico 2Número de piezas totales de textiles y loza china registrados por

la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires en el siglo xviii

El escenario se transforma en la segunda mitad del siglo. Justamente en esos mismos cuadros y gráficos salta a la vista que apenas iniciada la segunda parte de la centuria hay un quiebre, un punto de inflexión, en lo que se refiere al comercio y consumo de bienes chinos por el espacio porteño y del interior. El gráfico 2 manifiesta de forma clara que desde la década del 40 comenzará a ser la loza de China el rubro dominante de las piezas asiáticas que circulan por la región y son los navíos particulares, con sus óptimas bodegas para su traslado y conservación, los que posibili-tan su importación por el puerto atlántico de Buenos Aires. Desde luego, veremos enseguida que además de razones referidas a los cambios mer-cantiles y de rotación de ejes existen otras causas de dimensiones plane-tarias y productivas que explicarían la presencia de vajilla de loza china por la región. Valga ahora anticipar que al revisar los cargamentos de los navíos particulares que tocan el puerto de Buenos Aires vemos, junto a loza europea, el ingreso de considerables cantidades de cerámica china.92

92. agn, Registros de Navíos, véanse los varios legajos existentes en el ramo.

400

300

200

100

01700-1709

1710-1719 1720-1729 1730-17391740-1749 1750-1759

1760-17691770-1779

1780-1789 1790-1799

Telas y tejidos Loza y cerámica

400

300

200

100

01700-1709

1710-1719 1720-1729 1730-17391740-1749 1750-1759

1760-17691770-1779

1780-1789 1790-1799

Telas y tejidos Loza y cerámica

China en la América colonial

160

Cuadro 3Cantidades totales del rubro textil y loza china registrados en

la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires en el siglo xviii

Piezas Piezastextiles Loza textiles Loza

1700-1709 232 13 1750-1759 17 621710-1719 414 2 1760-1769 7 321720-1729 140 17 1770-1779 8 2011730-1739 200 20 1780-1789 11 1351740-1749 37 1790-1799 6 240

Fuente: apéndice documental N° 3.

¿Qué ocurre con el tejido oriental, aquel rubro que durante las pri-meras décadas del siglo aparecía con tanta frecuencia? El textil de seda chino y de algodón de la India continuará ingresando, pero ya no tendrá aquella intensidad registrada en la primera mitad de la centuria. Los inventarios dan cuenta de la gran “invasión” de tejidos europeos que con precios bastante módicos logran desplazar signifi-cativamente del mercado consumidor a la tela china. Claro está que ello es posible por el proceso de mecanización en las fábricas textiles europeas.93

Pues bien, ¿qué tipo de loza china encontramos en los inventarios? Priman los objetos de utilidad culinaria, de cocina y mesa, como: jícaras, tasas para té, para café o para caldo, cafeteras, pocillos o pozuelos, te-teras, vinajeras, platos o platillos para dulce, fuentes, soperas, floreros, jarras, azucareras, tapaderas y poncheras. Importantes estudios ponen de manifiesto que este tipo de piezas chinas circulan y se consumen du-rante toda la época colonial y por todo el Orbe Indiano: desde la Nueva España, pasando por Caracas, Cuenca, Quito, el Perú, Chile, hasta la región costera atlántica de Brasil.94 Las regiones que ahora vendrían a

93. Recordemos aquí los planteamientos historiográficos mencionados en la primera par-te del trabajo sobre la sistemática importación y consumo de tela europea por estas fina-les décadas de la centuria.

94. Para el caso mexicano: Curiel, “Consideraciones”, 1992, p. 141. Para el Perú y zonas del altiplano: Kuwayama, “Cerámica”, 2000-2001, pp. 20-29; Jamieson, De Tomebamba, 2003, p. 259. Para el caso de Brasil, el historiador Do Amaral sostiene que de todos los nu-merosos productos originarios de China desembarcados en Brasil en el período colonial,

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires

161

integrar el virreinato del Río de la Plata (1776) parecen participar de este gran movimiento continental recién en la segunda mitad del siglo.

Para comprender la aparición de la loza china por Buenos Aires es necesario ampliar nuestro horizonte de análisis, ubicarnos en una di-mensión más planetaria y retrotraernos un poco en el tiempo. Entre mediados del siglo xvii y finales del xviii la porcelana china alcanza el más alto desarrollo técnico en su historia. Mucho tuvo que ver en eso la decisión de China de iniciar la imitación barata de la porcelana japo-nesa imari –alta calidad de porcelanas policromas– con el propósito de destinarla más al mercado global extranjero que al consumo local.95 La producción en serie de las cerámicas chinas imaris o también llamadas old imaris logra tener una notable recepción en los mercados de Euro-pa y más tarde en América en razón de su accesible valor y aceptable calidad. La ciudad de Jingdezhen es el único y gran complejo industrial para su producción y, con apoyo del gobierno de la dinastía Qing, dispo-ne por estos tiempos hasta de cien mil alfareros. Hay hornos dirigidos por el imperio, ocupados en realizar cerámica de muy alto costo que no circula en el mercado, sino que va dirigida a personalidades selectas. Pero en Jingdezhen también existen hornos de propiedad particular cuya capacidad de producción es inmensa, ya sea fabricando finas pie-zas de porcelana para las altas capas sociales como también cerámica de tipo imari para el consumidor general.96

Este último tipo de cerámica imari alcanza un alto nivel de impor-tación por los países europeos. A fines del siglo xvii, entre la Compa-ñía Holandesa de las Indias Orientales (voc) y sus rivales europeas, como la inglesa, francesa y dinamarquesa, exportan desde la propia ciudad de Jingdezhen hacia el mercado europeo más de 70 millones de piezas de porcelana china.97 A esta enorme cifra se le deberían anexar los cargamentos que acumula en España la Real Compañía de Filipi-nas que desde 1785 realiza sus viajes desde China hacia la península

es probable que haya sido la porcelana la que mayor impacto causó en la cultura material brasileña. Do Amaral, A Bahia, 2000, pp. 209.

95. Kuwayama, “Cerámica”, 2000-2001, pp. 20-29.

96. Feng y Shi, Perfiles, 2001.

97. De Vries, La revolución, 2009, p. 163.

China en la América colonial

162

ibérica por el cabo africano de Buena Esperanza.98 Si consideramos que en la propia Europa ya existían fábricas para la producción de cerámicas con patrocinio real con la misión de desplazar a la porce-lana china –piénsese en la holandesa Delft y las inglesas Shrepshire o Creamweare–, podemos afirmar que una muy buena parte de aque-llos 70 millones de loza china llegan a reexpedirse hacia el continente americano a través de los navíos de registro españoles y europeos. Buenos Aires y el interior del virreinato del Río de la Plata, confines del imperio español, participan de las corrientes mundiales de comer-cio donde se mueve la loza china y son una de las terminales finales. Los trabajos de arqueología urbana dan muestra de la presencia de ce-rámica imari china en el centro mismo de la ciudad de Buenos Aires.99 Los restos arqueológicos van de la mano con nuestro descubrimiento en los inventarios.

Plato de porcelana china del siglo xviii. Con ramitos y flores, color azul y blanco. Dise-ño muy presente en los inventarios de Córdoba y Buenos Aires. Fuente: http://www.todocoleccion.net/

98. Si bien la Compañía recibe, a través de una real orden de 1793, un permiso para realizar expediciones directas de Filipinas a cualquier puerto de América del Sur, su uti-lización recién se da en 1802. Díaz Trechuelo, La Real Compañía, 1965, p. 199.

99. Norman Weissel, “Arqueología”, 2005-2006, pp. 129-157; También Schávelzon, “La cerámica”, 2010, pp. 196-200.

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires

163

A juzgar por la información de los inventarios, notamos que las piezas del mundo del comedor de las familias porteñas y del interior muestran gran variedad de materiales. Las hay de loza, como la de China, pero también vemos artículos de cristal, peltre, hojalata, vi-drio y plata. Muchas de ellas vienen desde el extranjero, como las de España, Sajonia, Inglaterra, Holanda, Francia y Génova. También notamos la entrada de vajilla de Chile y de producción local, denomi-nada comúnmente “barro de la tierra”. En este variopinto y globaliza-do mundo del comedor rioplatense, la vajilla de plata labrada aparece como la favorita de los ricos, quienes ven en ella no sólo una utilidad resistente y duradera, sino que al mismo tiempo la almacenan y la exhiben en sus estantes como demostración de prestigio social.100 En 1769, un integrante del clero sostiene que “la vajilla de loza y de peltre no la utilizan la gente de distinción […] que prefieren una mediana vajilla de plata para el servicio de la mesa”.101 La afirmación parece acertada. La vajilla de plata labrada supera, con creces, los valores presentados por mucha de la vajilla que llega desde el exterior e inclu-so las cotizaciones que presenta la loza de China. En la última década del siglo una azucarera de loza de China podía costar, como mucho, los 2 pesos frente a una de plata cotizada en 63 pesos. Un plato de loza fina de China alcanza el valor de un peso mientras que los de plata rondan los 8 y 28 pesos.102

Los inventarios consultados nos demuestran también que si nos con-centramos en el ajuar de porcelana o loza extranjera, las procedentes de Sajonia y de Inglaterra, que vendrían a despojar de la primacía alcan-zada por la loza sevillana durante la primera mitad del siglo, también llegan a las lujosas mesas de los hogares más acomodados del virreina-to del Río de la Plata.103 La vajilla y cerámica fabricada en Occidente, particularmente la inglesa, no parece buscar –o no puede– satisfacer el interés del amplio mercado consumidor de la región. Por su costo y ca-lidad, su consumo se circunscribe a las cocinas y viviendas más lujosas de la sociedad.

100. Porro Girardi y Barbero, Lo suntuario, 1994, pp. 3-107.

101. Probst, “El costo”, 1941, p. 440.

102. Porro Girardi y Barbero, Lo suntuario, 1994, p. 46.

103. Además de la loza de peltre de producción local, los inventarios de la primera mitad del siglo presentan mayor porcelana de España que de otras naciones europeas.

China en la América colonial

164

¿Qué lugar ocupa la loza de China en este escenario? La vajilla oriental es, por estas décadas finales del siglo xviii, uno de los mena-jes de procedencia extranjera más cotidiano de las casas coloniales. Esta supremacía tiene una razón fundamental: ser una vajilla que, en términos de precio y calidad, alcanza a los círculos de elite como los pedidos de calidad ordinaria que hace el público consumidor en general.104 El consumo de la loza de China en un extenso arco social queda de manifiesto al comprobarse que un “juego de café” de loza chi-na –integrado por la tetera, la cafetera, la azucarera, el jarrito para servir, los pocillos y platillos– podía costar desde los 8 pesos hasta su-perar los 200 pesos.105 En nuestro apéndice documental N° 3 aparece porcelana lujosa de China adornando los hogares de las familias más pudientes de Córdoba y Buenos Aires. El gran mercader de Buenos Aires Pedro Cueli cuenta en su inventario de 1756 dos docenas de platos chinos “de loza fina” cotizadas a 15 pesos, una tetera china a 3 pesos y 17 tacitas “de finísima loza” para té a 8 pesos. Estos valores estarían cercanos a los elevados precios que tienen las mismas piezas de la delicada vajilla inglesa.

Sin embargo, además de este tipo de loza china caracterizada como “refinada” y “delgada”, encontramos otros hábitos de consumo, quizá mucho más gravitante, en donde se utiliza y se consume loza china ordinaria y barata. Si bien la vajilla de peltre o de “barro de la tierra” circula muy tempranamente en las mesas de las familias comunes, la entrada durante la segunda mitad del siglo xviii de vajilla china barata y de mediana calidad permite que el menaje se popularice. El uso prác-ticamente masivo de cerámica y loza china por Buenos Aires y Córdoba durante la segunda mitad del siglo nos remite a una transformación amplia y compleja de la cultura material que cubre toda Hispanoaméri-ca y que habría sucedido en tiempos previos por Europa. Jean de Vries define el fenómeno como el consumo de “la fragilidad”.106 El término no apunta –como podría suponerse– al uso de productos delicados y de elite. Por el contrario, da cuenta de un comportamiento del consumidor más vasto, que contempla las pautas de consumo de las clases medias

104. Curiel nos ofrece un escenario similar de su consumo en la sociedad novohispana. Curiel, “Consideraciones”, 1992, pp. 132-137.

105. Porro Girardi, Astiz y Rospide, Aspectos, 1982, vol. i, p. 185.

106. De Vries, La revolución, 2009, p. 161.

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires

165

como de los estratos inferiores. Los inventarios recopilados expresan que en este segundo período del siglo se produce la sustitución gra-dual de productos caros y duraderos por bienes más baratos, menos duraderos y más sensibles a las modas. Por su parte, Carmagnani nos advierte que en esta segunda mitad del siglo Europa vive un proceso de “despenalización del consumo”; esto es una libertad al consumo de todos los bienes, incluidos los no europeos, poniéndose al alcance de todas las clases sociales. La expansión del consumo da lugar a una revolución comercial que cambia sustancialmente los modos de vida de la sociedad europea.107 Podría suponerse que el caso de la loza de China en Buenos Aires es un ejemplo expresivo de esta conversión de la noción del consu-mo y de la revolución en el comercio.

Tomemos el caso de uno de los más destacados comerciantes y de gran influencia política de la ciudad de Buenos Aires: Manuel Escalada y Bustillo. Regidor en 1766, el negocio comercial, sea ilegal o lícito, es su principal profesión. Los poderosos lazos comerciales con Cádiz le per-miten contar con almacenes comerciales por el centro de Buenos Aires y distribuir los bienes importados por el interior del espacio. Es un ver-dadero “almacenero”, en el sentido de acumular los bienes importados en sus depósitos particulares y luego distribuirlos, cuando el precio de mercado lo favorezca, por las plazas del interior del virreinato. Si bien el inventario de tienda de Manuel de Escalada nos habla de un capital total de 100.000 pesos, el historiador Torre Revello descubrió un impor-tante documento en el que se dice que Escalada es, en 1766, el comer-ciante más poderoso de la ciudad con un capital superior a los 500.000 pesos.108 Por su prestigio y riqueza, no es casual verlo en excéntricas fiestas junto al virrey del Río de la Plata, Cevallos. De hecho, Escalada invita al virrey a una cena en su hogar y en el convite hay finísima por-celana y loza de China, y delicados juegos de plata.109 Pero lo asombroso es que la elegante vajilla asiática que ofrece el gran mercader en su mesa no parece ser la que dispone en su inventario que reproducimos a continuación:

107. Carmagnani, Las islas, 2012, pp. 110-115.

108. Torre Revello, “Noticias”, 1927-1928, pp. 498-499.

109. Lesser, La última, 2005, pp. 49 y 108.

China en la América colonial

166

cuatro tacitas para café de loza de la Chinacajita con cuatro platos para dulce de loza de Chinatres tasas para caldo de la Chinatres cafeteras de la Chinatres floreros de la Chinasiete platillos para dulce de la Chinaseis pocillos sin asas con sus platillos de la Chinadieciséis pocillos de la China con asastreinta y nueve tacitas para café de la Chinatreinta y nueve platillos de la China

Fuente: agn, Ramo Sucesiones, legajo 5563, s/n de exp., f. 104.

La enorme cantidad de cafeteras, platillos, platos, floreros y pocillos que allí figuran son categorizados al final del inventario por el notario como loza “vulgar” y “ordinaria”. Esta suerte de descalificación hacia los artículos parece justificarse por la tasación total: “15 pesos por todo”.110 ¿Es esta loza china la que Escalada expone en su cena con el virrey Ceba-llos? ¿Es esta loza ordinaria y barata la vajilla adecuada para que Escala-da impresione a la máxima autoridad virreinal? Creemos que no. La loza que figura en el inventario de Escalada no debe ser la de uso personal ni la que hace gala ante la máxima autoridad, sino la de su stock mercantil de la tienda, preparada para la redistribución para el público consumidor general de Buenos Aires y del interior. Un caso muy similar ocurre con Eugenio Lerdo de Tejada, quien fue compañero de Escalada en el cargo de regidor y en los emprendimientos mercantiles a gran escala con España. Como puede visualizarse en el apéndice documental N° 3, la loza china que aparece en el inventario de tienda de 1791 de Tejada es notable por su variedad y abundancia: tiene casi 240 platos y platillos de diferentes colores y diseños, y más de 6 docenas de tazas y tacillas. Al igual que su colega Escalada, Tejada almacena en su tienda la loza de China para la redistribución por las plazas interiores del virreinato del Río de la Plata. La práctica de redistribución lo sugiere también la información que brin-da el apéndice documental Nº 3 en el cual se confirma que las familias y los vecinos “comunes” de Rosario, Córdoba o aun de remotas regiones rurales como San Pedro, Río Cuarto y Los Nonos; zonas alejadas de la ciudad de Córdoba, utilizan en su mesa diaria la cerámica china.

Una simple comparación nos puede ayudar a comprender la existen-cia de un tipo de loza y porcelana china barata, popular, ordinaria y aun

110. agn, Sucesiones, legajo 5673, s/n de expediente, f, 376.

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires

167

de consumo masivo. En 1772, dos años antes del inventario de Manuel Escalada, aparece la partición de bienes por muerte de doña Catalina Drolet, mujer perteneciente a los círculos aristocráticos de la sociedad porteña. Catalina cuenta con una vasta canasta de loza de Sevilla cuyos precios son muchos más elevados que el idéntico rubro procedente de China. También figura allí que tan sólo un plato de loza de Inglaterra “calado”, que exige mayor elaboración, cuesta un peso. La docena de platos de loza de Inglaterra comunes de la doncella se cotiza en más de 2 pesos, cuando en nuestro listado se puede ver claramente que, en esos mismos años, la docena de platos de China de la misma calidad y composición no llega al peso.111 En la colección de Catalina también se distingue lo que es loza fina de la ordinaria. Aquel calificativo aparece en una cafetera que no da cuenta de su origen pero que alcanza el valor de los 12 pesos; mientras que cuando se refiere a una cafetera de loza ordinaria su precio no alcanza el peso; idéntico valor a las tasaciones que por estos años se hacen sobre el mismo producto venido de China.112 La relación también podría hacerse con los utensilios de fabricación local. Nótese en el apéndice documental Nº 3 que en 1783, el vecino de Buenos Aires Vicente Quinzy manifiesta en su inventario una loza de China muy similar en precio y calidad a la que tenía diez años antes Manuel de Escalada y se cotiza, por ejemplo, el plato de China a 1 real y medio. Sin embargo, allí se expresa que los platos locales de peltre se tasan cada uno a 2 reales, medio real más caro que el asiático.113

El ejercicio de cotejo entre la tasación del producto que ofrece el inven-tario y el ingreso de un jornal diario o mensual nos puede ofrecer un mayor convencimiento sobre el uso y consumo de loza china en capas medias y aun populares de la sociedad. De acuerdo con los inventarios, en el último cuarto del siglo xviii los valores de la loza china imari son los siguientes:

docena “de tacitas con ramitos”: 7 reales docena de platos blancos con azul y dorado: desde los 7 reales a los 2 pesos jarra de loza de China: 1 real una escupidera de China: 6 reales una fuente rosada de China: 4 reales

Fuente: apéndice documental N° 3

111. agn, Sucesiones, legajo 5560, expediente 6, fs. 4-8.

112. Véase apéndice documental Nº 3.

113. agn, Sucesiones, legajo 7773, expediente 3, f. 102.

China en la América colonial

168

Tengamos presente que estos valores dan cuenta de la loza de China más ordinaria y barata. Los precios de la docena de tacitas van desde los 7 reales –como los identificados aquí– hasta los 6 pesos, la docena de platos desde los 7 reales hasta los 5 pesos y una jarra de China que es cotizada a sólo 1 real –como vemos en el listado– podía alcanza los 17 pesos si es de loza de finísima calidad.114 Ahora bien, los módicos precios que se enlistan más arriba resultan ser accesibles para los trabajadores urbanos especializados de Buenos Aires si tomamos en cuenta su jornal diario. En efecto, en esos años, el ingreso diario de un carpintero oscila entre los 8 y los 10 reales, el de albañil desde los 4 a los 8 reales, el de un herrero entre 6 y 8 reales y los calafates 18 reales diarios.115 Si aceptamos los valores de la comparación llegamos a la hipótesis de que cualquiera de estos trabajadores tiene la posibilidad de comprar la docena más ba-rata de platos de loza china tan sólo con el jornal de un día. La cultura de consumo de loza china puede ser más llamativa aún si llega al consumo popular. La hipótesis no estaría muy alejada de la realidad si tenemos en cuenta que un peón urbano no especializado logra obtener en esos años un ingreso de 4 reales en el día, mientras que el salario mensual de un trabajador rural no especializado está entre los 6 y los 7 pesos.116

En definitiva, la loza china se ubicaría como un rubro de consumo cotidiano durante la segunda mitad del siglo. Expresa el comienzo de una cultura material del abaratamiento: de un artículo cuyo “ciclo vi-tal” es más efímero pero más cómodo y barato. La loza de China se habría extendido por diferentes capas sociales hasta permitir que el servicio de mesa, antes prácticamente ausente en estratos sociales me-dios e inferiores, sea un acontecimiento más rutinario y común en la segunda mitad del siglo xviii.

Loza y seda chinas en manos de los jesuitas

La orden de la Compañía de Jesús no puede quedar al margen de todo este mundo. El amplio horizonte planetario de actuación misione-ra que alcanza a China y la India, más la reconocida capacidad en el trabajo económico y comercial los ubica entre los principales agentes

114. Porro Girardi, Astiz y Rospide, Aspectos, 1982, vol. i, pp. 182, 212 y 228.

115. Johnson, “Salarios”, 1990, pp. 133-157.

116. Ibid.; Mayo, Estancia, 2004, p. 129.

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires

169

promotores de la globalización moderna.117 Las misiones ubicadas por toda la región de la Sudamérica hispana participan de manera prota-gónica en los circuitos comerciales que venimos mencionando. Desde Córdoba, centro de la misión por el espacio, los jesuitas establecen in-tercambios con Cuzco, Paraguay y Buenos Aires.118

Como es sabido, en 1767 el rey Carlos iii decreta la expulsión de la Com-pañía. El gobernador de Buenos Aires, Francisco Bucarelli y Ursúa, nom-bra a Fernando Fabro, teniente del rey, para la expropiación de los bienes jesuitas en el obispado de Córdoba.119 Prácticamente todos los inventarios confeccionados llegan hasta nosotros y en ellos se manifiesta la notable variedad y riqueza de los bienes que poseían los jesuitas. Por eso no debe asombrarnos que entre aquellas piezas inventariadas aparezca, en las mi-siones de Cuyo y Córdoba, loza, seda y ornamentos religiosos de China.

Lugar Loza Sedas y otras piezas

Iglesia y Colegio Máximo de Córdoba (1769)

Cocina del Colegio:- 12 jícaras de China con sus platos azules a 12 pesos,- 12 pocillos desiguales y una cafetera de la misma China en 8 pesos- 17 platillos desiguales de la misma China a dos reales c/u. Son 4,2 pesos- Tres chiquitos de la misma loza en 6 reales- 6 tacitas de café en dicha loza en 2,2 pesos- 1 tetera de la misma China en 1 peso

Almacén:- 11 pañuelos de seda de la China inferiores a 3 reales. Son 4 pesos

Ornamentos y adornos de Iglesia:- 9 cenefas muy usadas de seda de raso liso de la China viejas en 1 peso. Son 9 pesos- 1 cenefa de seda, dos varas de largo muy usada de la China. 2 pesos- 8 cenefas de seda ondeadas de persiana de China. 8 pesos- 2 pañuelos de seda usados a 2 pesos- 2 cortinas de seda raso de China pintados a 3 pesos. Son 6 pesos

Capilla del Noviciado:- 2 cortinas viejas de raso liso de China- Un crucifijo de marfil del Oriente y la cruz de bronce- Un Santo Cristo de marfil de China con su cruz y pie de ébano. 2 pesos

117. El movimiento a escala planetaria de los jesuitas y sus encuentros con culturas tan remotas, como las de China e India, puede advertirse en la correspondencia que dejaron. Para el caso concreto del siglo xviii, véase Zermeño, Cartas, 2006.

118. Morner, Actividades, 1940.

119. Sobre la gestión de los inventarios véase Bisio de Orlando, “Las temporalidades”, 1999, pp. 59-98.

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Catedral de Córdoba(1776)

(1782)

(1794)

- 2 jarros de loza de China

- 3 jarros de loza de China para poner flores

- 3 jarros de loza de China quebrados

- 2 paños de raso de China- 1 cortina de seda china con oro- 6 cenefas de raso de seda de China

- 1 frontal de seda lisa de China con su marco dorado- 1 cortina del sagrario de seda con bordes de oro- Varias cenefas antiguas de raso chino para gradas del altar- 1 capa de coro vieja de raso de seda de China para enterrar a los angelitos

- Manga de la cruz capitular vieja de raso de seda china blanco- Colchas viejas con sus cenefas de raso de China- 11 cenefas de raso de China- Un Santo Cristo de marfil nuevo que fue del noviciado de la Compañía con su cruz de alto de más de dos tercias de madera de ébano todo de la China

Cuyo.Colegio jesuita de Mendoza(1771-1776)

Colegio San Luis de Loyola(1771-1776)

- 2 jarros de China con flores

- 1 frasquito pequeño de China para poner flores de lo mismo de Nuestra Señora Madre.

- 15 lienzos viejos de China- 1 colcha de la China vieja- 3 bultos medianos dorados de los 3 mártires de Japón- Crucifijo de Marfil de la China en su cruz envestida en carey con sus cantoneras de plata- 1 capa de coro de damasco chino carmesí con galón de plata

- 1 cortina de angaripola de la China con la puerta trasera con su cenefa de lo mismo- 2 bolsas corporales de raso de la China en buen uso y otra de damasco de lo mismo- 1 efigie de un santo cristo de marfil de China hecho pedazos- 2 capas de coro de tela de la China vieja a flores con su forro de tafetán

Fuentes: Iglesia y Colegio Máximo de Córdoba: ahpc, Ramo Temporalidades, 1769, fs. 23, 35, 70, 85 y 89; Catedral de Córdoba: aac, Cabildo, Libro de Cuentas (1761-1835), fs. 58-59, 67, 69, 263-264, 273, 276, 278 y 287; Colegio San Luis de Loyola: agn, Temporalidades, 21-5-4, legajos 2 y 3, fs. 49-50, 59, 61, 93-95 y 98. Copia legalizada de la Biblioteca Nacional de Chile.

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires

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Encontramos jícaras, pocillos, platillos, tazas de café y tetera en la cocina del Colegio Máximo de Córdoba y floreros chinos en la Catedral de Córdoba y en el Colegio de Mendoza, Cuyo. Usualmente, ya sea en estos propios ámbitos religiosos o también en las casas particulares, los floreros chinos se utilizan para flanquear los crucifijos o las imáge-nes de vírgenes.120 Con la seda china se hacen las cenefas, cortinas y pañuelos, que son utilizados para la decoración de los ornamentos en las iglesias. Las capas de coro y las mangas capitulares de seda china también son ornamentos litúrgicos de uso recurrente en la Catedral de Córdoba y en el Colegio San Luis de Loyola de Cuyo.

Crucifijos de marfil, abanicos, cofres y mangas capitulares en Buenos Aires. Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, Buenos Aires. Argentina.

Fotos del autor.

Es muy común encontrar en los inventarios de los bienes jesuitas el adjetivo “viejas”, “usadas” o “antiguas” para referirse al estado en que se encuentran las telas del Oriente. De ahí que podemos suponer que esas cenefas, medias o capas de coro habrían llegado desde Lima en la pri-mera mitad del siglo, momento de auge del textil asiático. Una última mención merecen los crucifijos de marfil de China con madera de ébano que se distribuyeron por todos los rincones de Hispanoamérica. A estas piezas de culto las vemos expuestas en la Iglesia del Colegio Máximo, en la Catedral de Córdoba, en el Colegio de Mendoza y en el Colegio San Luis de Loyola de Cuyo. Recordemos que el marqués de Tojo de 1718, Juan José Campero y Herrera, y en 1747 doña Isabel Maldonado,

120. Porro Girardi y Barbero, Lo suntuario, 1994, p. 314.

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esposa del capitán cordobés Joseph Fernández, también poseen en sus inventarios crucifijos de marfil del Oriente.121

Occidentalizando lo oriental, orientalizando lo occidental: la metamorfosis de los bienes

La periodización sugerida para el tipo de productos chinos que en-tran por los diferentes ejes mercantiles y se consumen por el espacio regional va de la mano con el tipo de modalidad e intervención a las que ellos son sometidos. Si aceptamos la idea de que los bienes asiáticos alcanzan un amplio arco social, superando las barreras de clase, habría que preguntarse si ellos alteran los hábitos de consumo o, más bien, deben “retocarse” al gusto local y ser aceptados por las pautas consu-mistas de la sociedad. El interrogante resulta válido para todo tipo de bienes, sean ellos objetos de elite o masivos. Todo parece indicar que ambos fenómenos fueron una realidad. Como resultado de la compra, uso y apropiación de muebles, tejidos, porcelana y otros objetos orien-tales los artesanos hispanoamericanos reinterpretan en sus objetos las formas y la decoración del Oriente. En el propio virreinato del Perú se producen muebles y porcelana que siguen el estilo y los diseños decora-tivos de los objetos asiáticos.122

Pero también los artículos asiáticos sufren cierta metamorfosis para adaptarse al gusto y a las normas que exige el mercado consumidor hispanoamericano. Deben pasar por cierto filtro de “occidentalización” para garantizar su venta. Según José López Pintado, quien será dipu-tado del comercio de Cádiz y capitán de galeones hacia Tierra Firme en el primer cuarto del siglo xviii, un grupo de representantes de co-merciantes mexicanos y peruanos viaja hacia China en 1692 con dis-tintas muestras de los tejidos europeos que la flota española atlántica introduce por Veracruz. Lo que buscan es que las fábricas del Oriente copien los modelos de los tejidos europeos para que tengan una rápida y segura aceptación en los mercados de las Indias.123 Posiblemente hay razones de costos y ganancias en esta decisión, pero la iniciativa de

121. Véase apéndice documental Nº 3.

122. Kuwayama, “Cerámica”, 2000-2001, pp. 20-29.

123. Álvarez de Abreu, Extracto, 1977, t. ii, pp. 328-335.

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los mercaderes nos permite deducir que los artículos del Oriente, aun conservando su “originalidad” y sus rasgos “exóticos”, sólo alcanzan a ser un producto de mercado cuando se hacen reconocibles, familiares y con mayores ventajas económicas respecto de sus pares europeos y castellanos.

La metamorfosis de los bienes asiáticos también se refleja en Córdo-ba y en Buenos Aires; espacios que no son ajenos a este gran fenómeno. Para la primera mitad del siglo, las telas chinas, particularmente las que llegan en vara o en piezas, son “domesticadas”: les son incorporados estilos y diseños occidentales. Lo que vemos aquí es un movimiento en donde “lo oriental” es trabajado y transformado hasta lograr su formato occidental. Por el contrario, en el transcurso de la segunda parte del siglo un importante número de piezas fabricadas en Occidente serán intervenidas para copiar e imitar modas y diseños chinos que tuvieron éxito en décadas anteriores. Estamos ahora ante un proceso de fuer-zas inversas, donde el producto occidental se ve sometido a una inter-vención en vistas de su “orientalización”. Ambas corrientes forman el “cóctel” de lo que genera la globalización de la época y que impactan fuertemente en la cultura material colonial por la región. La naturaleza y la composición de los tejidos que presentan algún elemento oriental nos muestra lo complejo de las fuerzas que activa la mundialización y las permanentes transformaciones a las que son sometidos. Cuando las piezas chinas entran al mundo hispanoamericano, la gran mayoría de ellas pasa por un filtro de cambio con vistas a familiarizarlos, a ade-cuarlos al gusto del público consumidor. Comencemos por ver lo que ocurre con el textil chino.

La intervención a la que son sometidas las telas chinas se emprende desde el primer instante en el espacio americano, cuando vemos que la mayoría de las que ingresan viene en varas o piezas para su confección. El cuadro 2 expresa que en el período de mayor auge del textil chino (1700-1739) el número de varas o piezas importadas es de 752 mientras que los tejidos elaborados alcanzan los 234. De manera discriminada: en Córdoba computamos la cantidad de 489 varas y 192 de artículos confeccionados, mientras que en Buenos Aires 263 y 42 respectivamen-te. Prácticamente, el 75% de la tela china importada por el espacio viene en vara o en piezas, listas para trabajarlas y decorarlas al gusto local.

Esta predominante modalidad de importar tela china en vara o en pieza, no elaborada, nos asoma a dos procesos de producción industrial: por un lado, la elaboración integral del textil chino en los talleres loca-les o la tela asiática como función de complemento, de añadido al tejido

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occidental o local. Esta última versión aparece recurrentemente en el apéndice documental N° 3. Resulta importante el consumo de tejidos fabricados y diseñados en Europa, España o en el Perú, en los cuales el elemento oriental o chino es sólo el “forro” de la vestimenta, sea para re-vestirla o para protegerla. Por su valor, por su complejo proceso de ela-boración que lleva rastros de varias partes del mundo llama la atención el vestido que aparece en la carta dotal de 1733 de la doncella Gerónima de Saracho, hija del capitán José Hurtado de Saracho, residente en Cór-doba. Su vestido, tasado en la increíble suma de 385 pesos, se compone de una tela rica de Sevilla forrado en Pequín colorado hasta su casaca y su botón de oro del Perú”; una pieza que contiene ingredientes de todo el orbe. En 1709, el capitán Antonio Guerrero residente en Buenos Ai-res registra en su inventario “una chupa de raso de Sevilla abrocalada o forrada en pequín musgo”. Estos casos nos manifiestan el trabajo hecho sobre un tejido occidental anexándole tela oriental. La tela o seda ve-nida del Oriente también puede retocarse e intervenirse en los talleres locales de teñido como bien se refleja en el inventario sucesorio de 1713 del mercader de Córdoba, Juan Solano Lafuente. Allí se anota “24 varas de raso liso negro bazeteado [sic] teñido en Lima de la China”; o la de 1724 perteneciente al vecino de Buenos Aires Cristóbal Rendón en la cual se registran “20 varas y tercias de raso de la China teñido en esta ciudad”. Ahora bien, decíamos que también están las piezas realiza-das íntegramente en Oriente, como las que aparecen en los inventarios con el término “vestidos de Pequín”, “mantos de Pequín”, “colchas de la China” o simplemente las “medias de seda de China”. El tejido chino, a la vez, puede estar acompañado de otras telas de origen asiático, como el algodón de la India. En el patrimonio de 1748 de Domingo Carranza encontramos “una sobrecama de angaripola de la China a flores con forro de coleta de la India” tasada en 30 pesos. Por lo tanto, existe el tejido “puro” de China, pero en su mayoría la tela oriental transita por diferentes fases de transformación.

Una de las adaptaciones importantes que se aplican sobre las telas o los tejidos orientales para acomodarlas al hábito o al gusto del mercado consumidor es el de anexarles botones, cintas y otras decoraciones en plata y oro del Perú. La intervención se revela en abundantes casos. En la ciudad de Santiago del Estero, perteneciente a la Gobernación de Tucumán, el maestre de campo y encomendero José Díaz de Cáceres registra en su testamento de 1703 “una chupa de raso de la China a flo-res con botonaduras y forrado en seda de la China más otra chupa con magas de brocato de la China y guarnecida con encajes de plata”. En

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el patrimonio de 1704-1705 perteneciente a Catalina de Cabrera, viu-da del capitán de la ciudad de Córdoba Francisco Suárez de Cabrera, figura “una pollera de gurbión de la China con tres vueltas de bandas de oro y plata” tasada en 50 pesos. En la misma ciudad, el reconocido capitán Antonio de Cabrera muestra en su inventario “una chupa de raso de la China aforrada en tafetán nácar con mangos y botones y con flecos de plata” en 24 pesos. En la carta dotal de 1724-1724 de Paula Carnero Carvallo, hija del capitán Cristóbal Carnero, residente en la ciudad de Córdoba, aparece “una pollera de damasco azul de la China con tres vueltas de sevillaneta [sic] de plata del Cuzco con su pestañue-la de cinta colorada”, cuyo valor alcanzaba los 53 pesos. En la ciudad de Salta, el capitán Bernardo Blanco Guerra, quien como vimos es un importante personaje del caso Juan de Buitrón, sufre en 1727 un em-bargo de bienes donde encontramos dos chupas de china, una en raso y la otra en terciopelo, con botones de plata peruana. Por último, el capitán Bernardo de la Pascua, residente en la ciudad de Buenos Aires, anota en su testamento de 1708 “una pollera de raso de la China musgo con puntas de plata” que alcanza los 20 pesos. Los casos manifiestan que la inyección de diferentes elementos de plata encarecía la prenda asiática, logrando que el objeto tenga una marcada exclusividad para los sectores privilegiados y de mayor adquisición.

Al igual que el tejido asiático, también la loza de China se la inter-viene para acomodarla a las preferencias del mercado consumidor ame-ricano. La jícara china, muy presente en los inventarios, es una especie de pozuelo fabricado en China sin asa para el consumo de chocolate que llega a estar de moda en el Perú y la Nueva España.124 Si bien con menor intensidad, el virreinato del Río de la Plata participa de esta transformación. Pedro Cueli, residente en Buenos Aires, registra en su sucesión de 1756 una jícara de China para tomar chocolate. Las tacitas de loza china elaboradas originalmente para tomar y servir el té llegan a utilizarse para el consumo de chocolate o el café.125

El proceso de intervención, reinterpretación y agregado de valor alcanza a otras piezas que vienen de China, no sólo a los textiles o a la cerámica. Es el caso de los bastones orientales, muy presentes en la ciudad de Córdoba y en Buenos Aires. Uno podría pensar que más allá

124. Curiel, “Consideraciones”, 1992, pp. 132-137; Jamieson, De Tomebamba, 2003, p. 272.

125. Porro Girardi, Astiz y Rospide, Aspectos, 1982, vol. i, p. 22-24.

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de las funciones tradicionales, como ser el báculo en la enfermedad o la vejez, el bastón contiene un símbolo de elegancia, de diferenciación social. Esto es cierto, pero también habría que decir que la notable variedad de bastones de China permite que todos los sectores puedan contar con uno de ellos. Los hay de plata, de oro, de caña o de cristal. Los confeccionados en metálico son de exclusivo consumo de elite; los hay desde los 24 pesos hasta los de la increíble suma de 61 pesos.126 Los bastones de China o también llamados “de la India” son funda-mentalmente de caña. Los había “ordinarios” y “sin puños”, simples y sencillos, que sólo cuentan con la caña oriental. Son los que, por ejem-plo, aparecen en el inventario del residente en Buenos Aires José de Esquivel, cotizado en 2 pesos o como el “bastón de la India sin puño” a 6 reales de don Luis Cachemolle (1772) también de Buenos Aires. Es evidente que este tipo de artículos está destinado a niveles sociales de bajos o medianos recursos. Más aún, los bastones orientales que contienen mayor elaboración no alcanzan la calidad ni mucho menos el precio de aquellos bastones de oro y plata. Repasemos algunos casos que se mencionan en el apéndice documental. Pedro Rodríguez Aréva-lo, un acaudalado vecino de la ciudad de Buenos Aires cuyo patrimo-nio asciende en 1780 a más de 35.000 pesos, cuenta con “un bastón de caña de China con abrazaderas de plata” a 6 pesos. El reconocido mer-cader porteño don Casimiro Aguirre, quien en su testamento de 1790 reconoce un capital de 266.760 pesos, utiliza un “bastón de la China” con las mismas características y al mismo valor que el de Arévalo. En Córdoba, el maestre de campo José Luis Echenique de Cabrera ano-ta en su inventario “un bastón de caña de la China con su casquillo y puño de metal amarillo” a 4 pesos.127 De tal manera que el bastón oriental barato y bruto –sin agregado– no debe entenderse sólo como un producto de distinción; su presencia y estima en el mercado se ex-plica también por ser un objeto necesario y de utilidad social, aun en las capas sociales medias y bajas.

El arte y la decoración doméstica de China aparecen en varias pie-zas que vemos circular por la región. La gran mayoría de los tejidos y vestuarios orientales cuenta con la decoración floral, una temática

126. Porro Girardi y Barbero, Lo suntuario, 1994, pp. 194-195.

127. Porro Girardi y Barbero descubrieron bastones de caña de la India con puño de plata cuyos precios oscilan entre 35 y 50 pesos; notablemente más caros de lo que aquí mencio-namos. Porro Girardi y Barbero, Lo suntuario, 1994, p. 196.

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artística inspirada en China.128 Por toda la región que aquí atendemos abundan los casos en donde las polleras, ongarinas, batas, sobrecamas, colchas y pañuelos llevan impresas en su raso de seda flores de colores azules, coloradas, anaranjadas, amarillas y verdes. Mencionemos algu-nos de los tantos que existen. La viuda del capitán cordobés Francisco Suárez de Cabrera registra en su inventario de 1704 “una pollera de raso de la China amarilla en flores” a 25 pesos. En ese mismo año, la ya mencionada doncella Ana Pacheco recibe en su carta dotal “una po-llera de raso carmesí de la China con flores” a 24 pesos. En 1711, el maestre de campo Francisco Álvarez de Toledo, también de la ciudad de Córdoba, registra en su sucesión “una colcha de la China verde con sus flores amarillas, azul y blanco”. El capitán José Alvarado de Buenos Aires anota en su testamento de 1700 “una sobrecama pintada de la China con una rosa en medio”. En tiempos posteriores, particularmente en el año 1782, el residente en Paraguay don Mario Salinas registra en su testamento 30 docenas de pañuelos “chinescos” azules y colorados bordados con flores de “buena calidad”. Enseguida nos ocuparemos de descifrar el significado del término “chinescos” que aparece por estos años en muchas prendas.

Lo cierto es que en los inventarios no se especifica qué tipo de flores son las estampadas en los tejidos. Es posible inferir que se trata de las flores tradicionales de China, como el loto, el crisantemo, la orquídea o simplemente las rosas, como el caso de 1700. Muchas telas de China venidas en varas o piezas cuentan con la estampa floral, como bien se expresa en el “pedazo de raso chino a flores con tres varas” que aparece en el inventario del marqués de Tojo en 1718. Pero también podía agre-garse la prenda que se elabora en los obrajes locales, en su versión de oro o plata. En el inventario de 1715 sobre el maestre de campo José de Cabrera de la Gobernación de Tucumán se cotiza “una chupa naranja con mangas y forro todo de la china y flores de plata” en 80 pesos. Aquí nuevamente notamos la intervención local sobre la tela china para au-mentar su precio o su prestigio.

El adorno artístico de China referido a la naturaleza y a motivos florales aparece en otras piezas del Oriente, no sólo en los tejidos. Las ilustraciones de los paisajes de flora y fauna son características del mobiliario y de los biombos chinos que circulan y decoran las casas de

128. Fisher, “Trade”, 2006, pp. 184-185.

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las distinguidas familias novohispanas y peruanas.129 Pero, de acuer-do con lo visto en los inventarios, son muy pocos los casos de familias porteñas y cordobesas que logran poseer este tipo de piezas. Véase en el listado de inventarios del apéndice documental Nº 3 que tan sólo identificamos una escribanía “de estaño hecha en la China con sus tin-teros” en el inventario de 1718 de Juan José Campero del marqués del Valle de Tojo y algunas “cajas de madera” o “cofrecitos”; esta última pieza en el inventario de 1702 del capitán porteño don Antonio Berois. Tan sólo un pabellón chino (colgadura de cama) aparece en nuestro relevamiento y que pertenece al capitán Felipe Herrera de Buenos Aires por 1712. Los biombos también son pocos. La pieza, que ayuda a mantener los espacios de intimidad de la casa, aparece solamente en cinco inventarios durante todo el siglo y en varios de ellos se los define como “viejos” o “muy usados”. El biombo que aparece en el inventario de 1774 de Josepha Benítez y Carranza, residente en Córdoba, es de madera y “con figuras chinescas”, como así también el de Rosa Ca-rranza de 1791, también de Córdoba, que se lo conceptualiza como un “biombo a la chinesca”.

Ahora bien, en los inventarios del último cuarto del siglo se men-ciona de manera muy frecuente el término “chinescas” para descri-bir el tipo de diseño y el prototipo oriental de medias, pañuelos o pañoletas, cintas de raso y otras telas, abanicos, biombos, gorros y, por supuesto, vajilla. Ya hemos advertido en algunos pasajes de este apartado la caracterización de “chinesco” al biombo o a los pañuelos. La mención de “chinesco” puede remitirse justamente a la temática y motivos orientales de las prendas de seda (espolín, gasa, gorgorán, griseta, pequín y tafetán) en donde se “extrema el realismo floral”.130 Sobresale el caso del citado gran comerciante porteño Manuel Esca-lada y Bustillo, quien, como puede visualizarse en el apéndice docu-mental, registra en su tienda de 1774 una importante cantidad de este tipo de piezas:

129. Para un panorama general sobre la circulación de los biombos en Hispanoamérica, véase Baena Zapatero, “Un ejemplo de mundialización”, 2012, pp. 31-62. Para el caso de la Nueva España véase Curiel, “Consideraciones”, 1992, pp. 131-159. Para el Perú, Cres-po Rodríguez, Arquitectura, 2005, p. 327.

130. Porro Girardi, Astiz y Rospide, Aspectos, 1982, vol. ii, p. 361.

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noventa y ocho docenas de abanicos a la chinesca de antigua moda china para niñas once pañuelos a la chinesca pintados al canto cuatro docenas de pañoletas de vecillo a la chinesca con ramitosdoce docenas pañuelos de seda dobles pintados a la chinesca

Fuente: agn, Ramo Sucesiones, legajo 5563, s/n de exp., f. 104.

Por varias zonas de Córdoba, el bien “chinesco” también aparece. Narciso Bengolea, residente en Río Cuarto, presenta en su inventario de 1780 “un par de medias encarnadas a la chinesca”. En el inventa-rio de doña Teodora Luján, que vive en 1786 por la zona rural de las “sierras de Córdoba”, aparece una “pollera de tafetán doble azul con sus tres vueltas de cintas de plata falsa a la chinesca bastante usa-da”. También de Córdoba, el vecino José del Busto cuenta en 1788 con más de 150 varas y piezas de “cintas chinescas” con plata o sin ella. La procedencia occidental de estas piezas se explicita en el inventario de 1790 del mercader porteño don Juan Antonio Lerdo, quien registra en él “cuatro docenas de gorros dobles de seda a la chinesca fábrica de Na-varro a 17 pesos 4 reales la docena” o en el inventario de doña Teresa Ibar de Falcón, en donde sobresale una “saya de chinesca típicamente española”.131 Lo chinesco se plasma tanto en pañuelos como en vestidos y son de aceptación general en el mercado consumidor. Por su parte, no podía quedar excluida la imitación de la loza china que, como adverti-mos, por estos años de finales del siglo goza de gran fama en la sociedad porteña. Los estudios de arqueología urbana dan cuenta del gran uso de la cerámica mayólica de Triana, Sevilla a la que se le adjunta el con-cepto de “chinesco”. En muchos de los bordes de los platos de este tipo de cerámica española aparece una imitación burda de motivos florales propios de la loza china.132

En suma, el término “chinesco” con el que se hace referencia nos remite a piezas fabricadas en Europa que copian e imitan los diseños y estilos de los objetos chinos que tanta estima tienen en el público con-sumidor. La copia de lo oriental en los talleres europeos se vuelve una moda incluso en los círculos de sociabilidad del Viejo Continente.133 Es

131. agn, Sucesiones, 6727, s/n de expediente, f. 67v.; para el caso de doña Teresa véase Porro Girardi, Astiz y Rospide, Aspectos, 1982, vol. ii, p. 361.

132. Schávelzon, “La cerámica”, 1998, pp. 21-24.

133. Mariluz Urquijo, “La China”, pp. 7-9.

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una iniciativa que se alimenta de una aguda percepción sobre el éxito que había tenido el tejido chino en la primera parte del siglo. Desde el Viejo Continente se estandarizan materiales, diseños y modelos de “lo chino” con la expectativa e intención de captar al público consumidor tentado por lo asiático. Subrayemos esas casi cien docenas de abanicos que posee Manuel Escalada en las cuales se intenta copiar la moda que tienen los abanicos originales de China para niñas. Los abanicos origi-nales de China compuestos de marfil, tan necesarios para la coquetería de las mujeres distinguidas, tienen una presencia continua en el siglo pero en estas últimas décadas del siglo van acompañados de copias eu-ropeas, como el “abanico de concha nácar nuevo estilo chinesco” que posee en 1782 el vecino porteño José Antonio Díaz Pimienta.134

Buena parte de los bienes fabricados en una Europa que vive trans-formaciones industriales profundas se “orientaliza”. Un proceso muy similar se gesta en el nivel artístico europeo, cuyo movimiento es deno-minado chinoiserie, el cual recoge la influencia y el diseño oriental para plasmarlo en sus obras artísticas. La corriente de arte del chinoiserie ya es conocida en Europa hacia finales del siglo xvii, pero su esplendor llega hacia mediados del siglo xviii, cuando es apropiada por el rococó.135 No es casual, entonces, encontrar en los inventarios productos “chinescos” al mismo tiempo en que se encuentra en auge el movimiento artístico del chinoiserie. Lo que aquí presenciamos es un movimiento que supera lo artístico, que actúa de manera extendida y generalizada en la cultura material del consumo.136 El modelo chino comienza a producirse en serie. Si en la primera mitad del siglo notamos cómo el tejido y otros bienes que vienen de China pasan por un filtro de “occidentalización”, ahora se afronta un proceso inverso, donde lo europeo se viste de lo chino.

La presencia de piezas chinas tiene efectos paradójicos: a la vez que expresan –aun en los lugares donde está prohibido su consumo– los alcances de la mundialización comercial, por otro lado refuerzan la he-gemonía de las fuerzas de la occidentalización.137 Cualquier intento de

134. Porro Girardi y Barbero han encontrado abanicos originales de China en las tiendas y comercios. Porro Girardi y Barbero, Lo suntuario, 1994, p. 183.

135. Impey, Chinoiserie, 1977. Sobre la influencia del chinoiserie en la América española véase Fisher, “Trade”, 206, p. 180.

136. Berg, “New Commodities”, 1999, pp. 63-87.

137. Sobre las fuerzas de la occidentalización en la globalización véase Gruzinsky, Las cuatro, 2010.

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diversidad que puedan tener las fuerzas de la mundialización, Europa se ocupa de canalizarlo, occidentalizando lo chino u orientalizando lo europeo. Lo primero pudimos verlo con las telas chinas de la primera mitad del siglo xviii. El segundo fenómeno se inscribe en tiempos de la Revolución Industrial europea, cuando la producción en serie permite la inundación de telas, cerámica y bienes manufacturados de Europa por los mercados americanos. En estas circunstancias un producto oc-cidental puede ser “orientalizado”, adquirir diseños chinescos con la misión de ofrecerlos en un mercado consumidor que décadas atrás ya había conocido y aceptado lo chino.

Conclusiones

Sinteticemos las ideas de mayor relieve de este ya extenso texto; un conjunto de conclusiones que no estarían cerradas ni serían absolutas sino que vendrían, en algunos casos, a revisar postulados historiográfi-cos. Primero. Merced a un trabajo de paciencia en archivos de Córdoba y Buenos Aires, dibujamos las líneas y la red del flujo de los bienes chinos, identificamos los hitos y los puntos de distribución, calculamos las cantidades de las mercancías que circulan, aspirando a determinar el impacto de ese comercio en los hábitos de consumo de los habitantes de la región. Identificamos también a los intermediarios que lo hacen posible, a los grandes mercaderes de Lima que lo llevan a cabo y asien-tan sus fortunas sobre la compra masiva de las riquezas de China en los mercados de los Andes, de la Presidencia de Quito a la Capitanía General de Chile, también del Tucumán y del Río de la Plata. Hemos podido comprobar que tanto era el bulto de lo ofrecido y tanta la varie-dad de sus calidades que, ya para principios del siglo xviii, clases altas y clases bajas de la América del Sur compran y se abastecen de bienes de Oriente. Los funcionarios de la Corona, los grandes propietarios, el alto clero compran rasos y porcelanas, mientras que la plebe urbana, las comunidades rurales y el bajo clero se proveían de loza blanca or-dinaria y de seda cruda para tejer sus propias piezas o bien de telas de seda basta, ya fabricadas en China.

Si lo chino u oriental impacta notablemente en la cultura material cotidiana de un rincón tan “escondido” o aun marginal del imperio es-pañol como lo es la Gobernación de Tucumán y Buenos Aires tan sólo imaginemos la gravitación que habrían tenido los bienes chinos en la vida cotidiana de centros más neurálgicos y con mayor densidad cultu-

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ral y económica como lo son la Nueva España o Perú. La concentración de metálico, el más ancho abanico de rutas comerciales y las amplias dimensiones de sus mercados consumidores posiblemente permitan que, durante el período colonial, estos dos puntos dispongan de mayo-res oportunidades para relacionarse con todo lo referente a la cultura china. Al inicio y en el transcurso del trabajo mencionamos y citamos algunos estudios que se ocupan de rastrear lo asiático en las realidades coloniales novohispanas y peruanas, pero prácticamente no existen in-vestigaciones que posicionen, como problema nodal, la representación material y simbólica de lo chino en estas culturas espaciales. Es muy posible que quedemos azorados de lo que encontremos si nos tomamos el trabajo exhaustivo de revisar los inventarios patrimoniales de estos dos espacios coloniales.

Por otro lado, ¿cuáles son los atributos de haber tomado los inven-tarios para acercarnos a las realidades coloniales? Esta elección docu-mental –que es también una invalorable herramienta metodológica– nos permite superar el escollo de quedarnos atados a la realidad del discurso y la formalidad; posible escenario si consideramos otro tipo de fuentes históricas. En otros términos, resultaría imposible descubrir e identificar bienes chinos o asiáticos atendiendo registros de adua-na, correspondencia oficial entre funcionarios políticos y corporaciones mercantiles. Los diferentes tipos de inventarios son no sólo la palanca para acceder a ese universo oculto de la circulación y el consumo de un bien prohibido, sino también para tomar en cuenta que una par-ticular región “periférica” del imperio entra en las lógicas mundiales del comercio y de la cultura. Llegamos a esta realidad colonial porque logramos surcar espacios, vincular pedazos de historias continentales y regionales y, por sobre todo, tomando consciencia de lo integrado que está el mundo por esos tiempos.

La tercera observación está en relación con las consideraciones an-teriores. Las visiones tradicionales sostienen una débil influencia de los elementos asiáticos en la América colonial. La debilidad se explicaría por dos fenómenos particulares: a) por un contacto unidireccional a las constreñidas fronteras del virreinato de la Nueva España, y b) porque los objetos chinos u orientales son exclusivamente de consumo de elite. El presente trabajo brinda señales y pruebas no tanto para desacre-ditar estas premisas, sino para ofrecer un escenario más complejo y rico que logre esquivar una mirada reducida del fenómeno. Los objetos chinos circulan por todo el espacio hispanoamericano. Transitan por rutas legales e ilegales, se despachan en puertos oficiales o clandesti-

Los objetos de China en la cultura material de Córdoba y Buenos Aires

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nos, viajan tanto por las aguas del Pacífico como por las del Atlántico, se consumen en México, pero también alcanzan los mercados de Buenos Aires o de Córdoba.

Asimismo, los objetos de China son valorados en espacios urbanos, pero también figuran en los pobres patrimonios de familias rurales de la región. Podríamos estar aquí ante un “proceso de imitación”, donde la vida material citadina extiende su influencia hacia el mundo social indígena y del campesino. El estudio clásico sobre cultura material en la Hispanoamérica colonial de Arnold Bauer nos recuerda de revisar la opinión muy difundida acerca de que la cultura rural y campesina es muy conservadora y cambia poco de siglo en siglo. Rescatando la gran obra de George Foster Culture and Conquest, Bauer insiste que esta visión resulta completamente falsa porque atribuye la imagen de una vida rural estática, en donde los procesos de cambio que se viven en las urbes no las afectan. Por el contrario, según estos autores, las influencias de moda y consumo de las ciudades van filtrando hasta llegar a la sociabilidad rural aun con los retoques para adaptarlas al gusto local.138 El consumo de telas y porcelana china sería un ele-mento visible, una categoría cultural y económica que se incorpora al proceso de imitación.

En efecto, no hay límites administrativos, ni políticos, ni instancias legislativas que logren frenar la circulación y el consumo de estos ob-jetos. ¿Motivos de este flujo generalizado? La respuesta estaría, ante todo, en las pautas de consumo de los productos orientales. La variedad en calidad y precio de los tejidos para el uso personal o del hogar así como en las piezas de loza y cerámica para utilidad culinaria permite que su público consumidor sea amplio y diverso. A la América española llegan productos chinos de fina calidad y de elevados precios pero tam-bién –y quizá en mucho mayor grado– artículos ordinarios, de mediana calidad con cotizaciones realmente accesibles para grupos de mediano y bajos recursos. Hemos puntualizado otras razones de índole comer-cial y productiva que ocurren a escala imperial o mundial que refuerzan aún más la estimación de los objetos chinos por el público consumidor americano. Pero lo que aquí valdría señalar es que aquella simbiosis insistentemente planteada en cuanto a que el objeto y el consumo chino o asiático es igual a lo exoticum, extravagante, seleccionado o elitista termina por representar un falso sincretismo.

138. Bauer, Goods, 201, p. 104.

China en la América colonial

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Por otro lado, los cambios registrados en las pautas de consumo en los productos chinos se corresponden con las transformaciones que atraviesan durante el siglo xviii los ejes geohistórico del imperio espa-ñol. En la primera etapa del siglo es el tejido asiático el principal rubro de consumo por Córdoba y Buenos Aires; piezas livianas que se mueven por aquel eje del Pacífico, con Lima como el punto de distribución domi-nante. La atlantización de la revolución comercial de la segunda parte del siglo, momento en que el navío de registro particular se alza como medio de comunicación comercial dominante entre España y América, se sitúa como una de las razones más importantes para comprender el cambio de rubro en el consumo de objetos chinos, cuando la cerámica china ocupa predominancia y ahora el puerto de Buenos Aires es el nudo de tránsito portuario fundamental para la distribución del artícu-lo por el interior de la región. Viendo la problemática en su larga dura-ción, se percibe que son los dos océanos que envuelven a la América los que hacen posible el aporte chino en la cultura material colonial.

Si ingresa tanto bien chino en la región sudamericana es porque los propios actores americanos desempeñan un papel determinante en la promoción y circulación de los productos. No son los agentes asiáticos los que navegan hasta América y exploran territorios y mercados para sus productos. Son los agentes americanos por el Pacífico y los europeos por el Atlántico, particularmente en la segunda mitad del siglo xviii, los que viajan hasta el espacio oriental para buscarlos. Y aquí nos introdu-cimos a una problemática a la que ya hicimos referencia. China prioriza la formación de una economía interna, endógena, antes que la forma-ción de un imperio comercial o territorial. Por el contrario, durante los siglos coloniales la construcción de un imperio comercial exterior cons-tituyen las formas relevantes de competencia interestatal en el sistema europeo. En este sentido, la revolución industrial inglesa y europea que comienza en las décadas finales del siglo xviii establece las condiciones ideales para que los mercados coloniales sean inundados de productos textiles europeos, logrando desplazar de la escena el rubro de China que tanta fama había alcanzado en la primera parte del siglo.

Valdría la pena finalizar con una brevísima conclusión general que logre demostrar el hilo problemático que da sentido a la compilación. Ya hemos tenido la oportunidad de ofrecer extensas conclusiones para cada uno de los textos, lo que nos evita reiterar aquí nuestras hipótesis. China en la América colonial revela un grado de penetración de los productos asiáticos en la economía y sociedad hispanoamericana insos-pechado. Lo que se intentó presentar en “Periferia centralizada”, el pri-mer trabajo de la obra, es el influjo de lo asiático desde el estudio de los movimientos generales de la economía. Es que nos cuesta seguir asimi-lando la visión exclusivamente peninsular que define los contactos en-tre China y la América hispana como si fueran un componente auxiliar, extraño y, por sobre todo, disruptivo en los ciclos del comercio imperial. “Periferia centralizada” propone un enfoque distinto para estudiar esa penetración asiática; una corriente mercantil que se acomoda, comple-menta y que llega a colaborar con la dinámica misma de la economía colonial, aunque trastoque o ponga en entredicho la centralidad política peninsular. “La ruta hispanoamericana de la seda china”, segundo tra-bajo que presentamos, es una pieza medular de la corriente mercantil por el Pacífico y forma parte de ese gran tejido a escala imperial al que México “bombea” como si fuera su corazón.

Ese notable grado de penetración de los productos chinos se explica, en buena medida, por responder a diferentes hábitos sociales de con-sumo; problemática que se traza en todos los trabajos aquí reunidos. Si una considerable porción de ellos tiene destino plebeyo o amplio, la fuerza consumista sería más poderosa y alcanzaría una dinámica mu-cho mayor que el peso y la lentitud generada por un exclusivo consumo suntuario. Sería al menos curioso suponer que sólo una ruta de objetos lujosos pueda extenderse desde Acapulco hasta Buenos Aires por un

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Conclusiones generales

China en la América colonial

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prolongado tiempo histórico. Las consecuencias que lleva este replan-teamiento van más allá de una simple revisión de la composición del tráfico asiático y adquieren una nueva magnitud en todos los ámbitos de la vida social y económica de Hispanoamérica. En otros términos, la corriente podría convertirse en uno de los “combustibles” centrales –no el único– para motorizar los circuitos de producción y distribución que se tejen por todo el espacio continental.

Llegamos así a un dilema fundamental: ¿es el consumo amplio de telas asiáticas lo que activa la comercialización –y producción– para el mercado o, más bien, este amplio mercado consumidor es el resultado, la última fase, de un proceso alentado por bajos costos productivos y co-merciales que comienza desde el propio espacio asiático? No es nuestra intención en estas últimas líneas comenzar un análisis sobre la teo-ría del consumo. Pero vale aquí recordar la definición de Adam Smith, para quien el fin último de la producción y el comercio es satisfacer las necesidades del consumidor.1 El tercer capítulo de este libro inten-ta demostrar que el consumo no puede ser considerado sólo como una variable analítica de la historia cultural; no debería circunscribirse ex-clusivamente a la de una identidad posmoderna que desprende funcio-nes comunicativas, expresivas y de representación. Hace tiempo que la historiografía europea nos demuestra que las transformaciones vividas en el plano del consumo durante el siglo xvii son una pieza significativa para entender la sociedad industrial del xviii. Nos resulta muy arries-gado sostener que el consumo llega a colocarse como una palanca de la producción.2 Pero eso no nos debe llevar a desconocer que el consumo se asocia de manera íntima con el mercado, con los ciclos de precios, con la distribución de mercancías, con la producción, con la movilidad social y con el hogar-familia. No puede leerse como una instancia inde-pendiente, apartada del trabajo; el consumo parece posicionarse como una variable macroeconómica, que debe ser analizada en relación con la producción, la oferta, la demanda, la distribución y el intercambio.

1. Smith, Investigación, 1958, p. 358.

2. Mckendrick y Plumb, The Birth, 1982; De Vries, La revolución, 2009; Quiroz, El con-sumo, 2006, p. 17.

“Sobre la venta de los efectos de la China procedentes de la Fragata Francesa que fueron aprehendidos en el sitio de los Olivos de la Costa de San Isidro en la noche del día 25 al 26 de este año de 1782”

De Montevideo se condujeron en la lancha del doctor García para introducir en la ciudad de Buenos Aires “porción de géneros de la China” que se habían des-embarcado en la fragata francesa llamada L’Osterley existente en aquel puerto. Responsable de impedir su entrada, el teniente de Dragones don Manuel de Cerrato, junto con sus soldados, por caminos de tierra y por mar se asentaron en el Rincón de Fermín, cerca del puerto de las Conchas. El 26 de marzo se identificaron tres carretas en la costa de Olivos cargadas con baúles, cajas y far-dos que decían ser “sacos de trigo”. Los transportistas de la carga habrían huido al monte. Se comisó la carga y se guardó en los reales almacenes de la ciudad de Buenos Aires, para su posterior “subastación y pública venta”. Testigo: las carretas pertenecen a un tal Juan José Ábalos, mulato.

Inventario

Veinticinco piezas de morselinas [sic] blancas o angaripolas en blanco (pieza a diez reales vara) ................................................................ 291 p. [pesos] Diecisiete piezas de morselinas ................................................................... 448 p.Nueve piezas de angaripolas listadas ordinarias tinto en hilo .................... 33 p.Cuatro bultos de pañuelos de algodón ordinarios tinto en hilo ................... 53 p.Media pieza de angaripola francesa ............................................................... 2 p.Seis piezas de quimones de China (a doce pesos cada una) ........................ 72 p.Tres piezas listones de algodón tinto en hilo ................................................ 32 p.Ocho bultos de listadillo tinto en seda cruda .............................................. 176 p.Once bultos de saya sayas ........................................................................... 166 p.Diez piezas de pupujes [sic] llanos labrados espolinados y una gasa pintada .......................................................................................................... 700 p.Un atado de seda blanca de ojalar ................................................................ 17 p. Noventa y ocho piezas de morcelinas clarines angostos .......................... 5512 p.Doscientas camisas de lienzo de algodón ordinarias .................................. 175 p.Un bulto de tafetán negro ancho sencilla ..................................................... 16 p.Diez y seis piezas de chitas fondo raso.......................................................... 50 p.Trece piezas de ídem .................................................................................... 101 p.Trece piezas de medias zarazas..................................................................... 45 p.Doce piezas de ídem labradas de negro ........................................................ 45 p.

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Apéndice documental N° 1

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Veinte y seis piezas de zarazas superfinas ................................................. 509 p.Una chita labrada ............................................................................................ 4 p.Cuatro piezas tafetanes anchos listados ..................................................... 102 p. Cinco piezas morcelinas bordadas corrientes ............................................. 129 p.Seis piezas dichas listadas ............................................................................ 44 p.Cinco bultos de pañuelos clarinesCuatro dichos más ordinariosSiete bultos de morcelinas clarines anchos superfinasOcho bultos de morcelinas bordadas anchas superfinasTres piezas angaripolas o mantasDiez y seis piezas de morcelinas bordadas de color y metalDoce bultos o piezas de morcelinas ordinarias anchas gomadasOnce piezas de ídem ............................................................................. todo 672 p.Una arroba de pimienta ................................................................................. 37 p.Sesenta y una camisas más lisas y otras con vuelos todas de gaza [sic] .... 60 p.Seis piezas mantas o angaripolas blancas .................................................. 243 p.Trece piezas de morcelinas listadas ............................................................ 526 p.Un bulto más .................................................................................................. 27 p.Una pieza de ídem .......................................................................................... 46 p.Otra pieza de ídem ......................................................................................... 16 p.Seis piezas o bultos de angaripolas ordinarias ............................................. 20 p.Dos bultos cortes de chupa angaripola fina .................................................. 80 p.Tres quimones alabastrados [sic]Un bulto de media zaraza ............................................................................... 8 p.Tres quimones pintados en blancoDos bultos pañuelos finos .............................................................................. 54 p.Un bulto de listado de algodón fino ............................................................... 24 p.Un bulto de filosenda medio raso en algodón ................................................ 4 p.Seis sombreros medios castores .................................................................... 15 p.Un bulto de zaraza campo verde ................................................................... 15 p.Sesenta y ocho piezas de angaripolasSiete piezas de morcelinas ordinariasQuince piezas de morcelinas baptistas ..................................................... 1200 p.Nueve piezas morcelinas ordinarias .......................................................... 276 p.Nueve piezas morcelinas clarines ordinarias ............................................. 165 p.Cuatro piezas morcelinas clarines listadas corrientes ................................ 88 p.Ocho piezas morcelinas batistas finas ....................................................... 300 p.Nueve piezas clarines entrefinas ................................................................ 217 p.Dos piezas dichas más angostas .................................................................... 48 p.Diez y siete piezas morcelinas batistas ....................................................... 497 p.Diez piezas morcelinas batistas finasVeinte y tres piezas de tafetanes listados de garza negraDiez piezas listados de algodón superfinoDoce piezas con sesenta pañuelos de algodón finos ................................... 774 p.

Apéndice documental

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Cincuenta y tres piezas morselinas batistas .............................................. 155 p. Setenta y una piezas de pañuelosTreinta y tres piezas puerto maones [sic] .................................................... 74 p.Seis piezas de pañuelos de morselina ..................................... 900 p. más 110 p. Cuatro piezas de pañuelos de morselina superiores ............................... 1496 p.Ciento veinte cajetas de latón embarnizados de losa .................................. 48 p.Ciento diez y seis piezas puerto mahones .................................................. 261 p. Setenta y dos bultos de pañuelos ................................................................ 672 p.Diez piezas de pañuelos digo morselinas ordinarias .................................. 303 p.Veinte y cinco piezas cotonadas blancas ordinarias ................................... 950 p.Noventa y una camisas ordinarias de gaza ................................................ 113 p.Veinte y tres piezas de cotonadas o angaripolas blancas angostas ........... 357 p.Veinte y cuatro piezas de cotonadas o angaripolas blancas ...................... 285 p.Treinta y cuatro piezas de cotonadas o angaripolas blancas ..................... 396 p.Veinte y tres piezas de cotonadas o angaripolas blancas ........................... 280 p.Veinte y dos piezas de cotonadas o angaripolas blancas ........................... 220 p.Veinte y cuatro piezas de angaripolas de China ........................................ 234 p.Veinte y cinco piezas de angaripolas finas de China ................................. 243 p.Veinte y una piezas de pañuelos de algodón finos ..................................... 600 p.Dos piezas ídem blancos ................................................................................ 36 p.Cinco piezas ídem de seda ........................................................................... 157 p.Cincuenta y dos bultos de chamelotes de algodón .................................... 1045 p.Dos piezas dobles de bramantes floretes .................................................... 121 p.Dos baúles ...................................................................................................... 12 p.Seis cajas ........................................................................................................ 19 p. Tres carretas .................................................................................................. 75 p.Doce bueyes .................................................................................................... 42 p.Valor total de los géneros: ............................................................... 31.022 pesos

“que sin embargo de las repetidas diligencias que se han hecho para su venta no han podido verificarse porque aunque al tiempo de las reiteradas almone-das que se han hecho se han presentado diferentes personas de crédito de este comercio con ánimo de hacer postura luego que han visto las tasaciones se han retraído de ello” f. 28r. “no ha habido postores por lo subido del precio […] nuevo avalúo de los géneros de China […] si hay que considerar estos géneros de la China venidos por la vía del comercio legítimo o por la del de India a India; pues sobre el de India a India claro está que el valor que he considerado es bastante resupercrecido [sic]”. Segunda tasación del valor total de los géneros: 22.361 pesos.

Fuente: agn, Contrabando y comisos, vol. 11-1-8, expediente 3 (1757-1782).

Apéndice documental

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Apéndice documental N° 2

A. “Extracto de la carga que condujo de los puertos de Sonsonate y Tumaco el barco Nuestra Señora de Loreto con el maestre Juan Bautista Torres, que llegó al puerto de Paita el 9 de mayo de 1783”

Partidas: 1, 2 y 3. Facturas: 1, 2 y 3. Interesado: Don Pedro José BeltranenaDestino: a Lima con guía Nº 28Valor bienes extranjeros: 18.665 pesosBienes asiáticos: “1 envoltorio con 100 pañuelos de China” a 8r. 100 pesos “14 quimones de colores” a 10p. 140 pesos.

Partida: 2. Factura: 2. Interesado: don Pedro Casimiro SilvaDestino: a Piura con guía Nº 34Valor de bienes extranjeros: 1.993 pesos“Géneros de Asia”: “21 piezas de saya sayas” “9 piezas de ninfas” “3 tiras de peines de marfil” “2 piezas de lienzos” “9 piezas de seda torcida” “1 pieza de seda floja” “2 docenas de pañuelos” “16 docenas de pañuelos chicos” “9 libras de canela” “16 piezas de loza” “4 piezas de seda”Total valor bienes asiáticos: 552.72 pesos

Partida: 8. Factura: 8. Interesado: don Manuel BatresDestino: a Lima con guía Nº 24Valor Bienes extranjeros: 4.076 pesosBienes asiáticos: “100 pares de medias” a 3p. 300 pesos “24 piezas de saya sayas” a 7p. 178 pesos “10 piezas de Buratos” a 24p. 240 pesos “12 piezas de Ninphas [sic]” a 20p. 240 pesos “3 piezas de alucines” a 66p. 198 pesos “7 colchas de sarasas” a 10p. 70 pesos “24 pañitos encarnados de musilipan [sic]” a 10r. 30 pesosTotal valor bienes asiáticos: 1.246 pesos Derechos: 87 pesos.

China en la América colonial

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Partida: 11. Factura: 10. Interesado: don José Valero RomaDestino: al Callao con guía Nº 20Valor Bienes extranjeros: 1.205 pesosBienes asiáticos: “82 pares de medias de segunda de China” a 1.5p. 123 pesos “34 pares de medias de primera de China” a 2.2p. 76 pesos “6 sobrecamas de China” a 10p. 60 pesosTotal valor bienes asiáticos: 259 pesos

Partida: 16. Factura: 15. Interesado: don Juan Fermín Aysisena para entregar a don Antonio y José Matías ElizaldeDestino: a Lima guía Nº 20Valor bienes extranjeros: 49.263 pesosBienes asiáticos: “72 sobrecamas de china” a 4 p. 288 pesos “5 piezas de rasos de China” a 12 p. 60 pesos “4 piezas de seda de China” a 22 p. 88 pesosTotal valor bienes asiáticos: 436 pesos

B. “Extracto de la carga que condujo de Acapulco el barco El Belencito su maes-tre don Domingo Vázquez que llegó a este puerto de Paita el 16 de mayo de 1783”

Partida: 3. Factura: 3. Interesado: don Roque RayadaDestino: a Piura guía Nº 34Valor Bienes extranjeros: 1.099 pesos“Géneros de Asia”: “10 piezas de pañuelos ordinarios de China” a 6p. 60 pesos “2 piezas de dichas angostos” a 5p. 13 pesos “40 piezas de coletas de china de 8 varas” a 4 p. 160 pesos “25 piezas de sayasayas blancas de Cantón” a 8 p. 200 pesos “4 piezas de Ninfas nácar” a 20 p. 80 pesos “4 onzas de seda torcida” a 11 p. 44 pesos “29 varas de liencecillo” a 3r. 12 pesos “12 pozuelos ordinarios de china” a 10r. 15 pesosTotal valor bienes asiáticos: 584 pesos.

Partida: 10. Factura: 6. Interesado: don Juan Antonio GarcíaDestino: a Lambayeque guía Nº 14Valor bienes extranjeros: 1.791 pesos“Géneros de Asia”: “1 cajón de cambaias [sic] con 80 piezas ordinarias” a 6p. 480 pesos “1 baúl con 22 piezas de coletillas a 4p. 4r. 99 pesos “10 piezas de liencecillo” a 3p. 123 pesos “14 piezas de cambaias [sic] ordinarias” a 6p. 84 pesos “6 libras de seda” a 11 p. 66 pesos

Apéndice documental

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“6 piezas de saya sayas” a 8p. 48 pesos “2 varas de raso” a 3p. 6 pesos “1 colcha de zaraza” a 12p. 12 pesosTotal valor bienes asiáticos: 918 pesos

Partida: 24. Factura: 9. Interesado: don Manuel BlancoDestino: a Piura guía Nº 58Valor bienes extranjeros: 57.120 pesosGéneros asiáticos: “6 colchas de algodón ordinarias de China” a12p. 72 pesos “4 colchas ordinarias Ídem” a 10p. 40 pesos “2 quimones ordinarios Ídem” a 10p. 20 pesos “46 docenas de pañolitos chicos de hilo ordinarios Ídem” a 6p. 276 pesos “5 bombasies [sic] de China” a 3 p. 15 pesos “15 libras de liencecillo de China angosto” 145 pesos “18 cintas labradas a la chinesca” a 6 p 108 pesos “30 docenas de medias de China” a 30 p. 300 pesos “15 piezas de burcetos [sic] de China” a 16 p. 240 pesos “20 piezas de Ninphas blancas” a 15 p. 300 pesos “2 piezas de tafetanes de China teñidos en México” a 10 p. 20 pesos “50 saya sayas de China teñidas en México” a 8 p. 400 pesos “10 docenas de medias de hombre de China” a 30 p. 300 pesos “30 piezas de saya sayas de varios colores de China” a 8 p. 240 pesos “4 piezas de Lausin de China” a 46 p. 184 pesosTotal valor géneros asiáticos: 2.660 pesos

Partida: 28. Factura: 11. Interesado: Don José DíazDestino: a Lima con guía Nº 13Valores bienes extranjeros: 5.693 pesosGéneros asiáticos: “8 piezas de Ninphas” a 20 p. 160 pesos “4 piezas de saya sayas” a 8 p. 64 pesos “Liencecillo blanco de la China” 187 pesos “Coletas de la India” 76 pesos “otras Coletas de la India” 42 pesos “1 pieza de Lankin” 66 pesos “1 de hilo de China” 6 pesos “4 docenas de peines” a 7 p. 28 pesosTotal valor géneros asiáticos: 629 pesos

Partida: 27. Factura: 10. Interesado: remito don Isidro Antonio de Icaza, vecino de México, a don Antonio y don José Matías Elizalde, vecino del Perú

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Destino: a Paita, a Guayaquil y Lima. Varias guías Nº 18, Nº13 y Nº 76Valor bienes extranjeros: 29.337 pesosGéneros asiáticos: “50 pares de medias China de 1ª” a 3p. 4r. 174.8 pesos

C. “Extracto de la carga que canceló en este puerto el navío Santa Ana su maes-tre don Joseph de Andrade que condujo de Acapulco”

Partida: 1. Factura: 1. Interesado: don Esteban MestreDestino: a Lima con guía Nº 34Valor bienes extranjeros: 5.404 pesosGéneros asiáticos: “15 quimones ordinarios” a 5p. 90 pesos “5 piezas de Bombasies azules” a 2º r. 12.4 pesos

Partida: 2. Factura: 2. Interesado: don José Matías ElizaldeDestino: a Piura con guía Nº 67Valor bienes extranjeros: 8.379 pesosGéneros asiáticos: “10 libras de seda torcida de China” 8p. 80 pesos “125 pares de medias de China” a 2p. 250 pesos “20 piezas de saya sayas” a 5p. 100 pesos “20 piezas de coletillas o bombacíes” 50 pesos “7 quimones de primera” a 25 p. 175 pesos “93 peines de marfil” a 5p. 465 pesos “1 pieza de Lausín” 40 pesos “2 piezas de raso listado de China” 80 pesosTotal valor bienes asiáticos: 1.240 pesos

Partida: 4. Factura: 3. Interesado: don Francisco BerrioDestino: a Lima guía Nº 35Valor bienes extranjeros: 9.224 pesosGéneros asiáticos: “16 quimones de tercera” a 6p. 96 pesos “17 pañuelos de China” a 8r 13 pesos “160 pares de medias de China de segunda” a 18p. la docena 240 pesos “11 piezas de Lausin [sic]” a 40p. 440 pesos “8 piezas de coletas de la India” a 13p. 104 pesosTotal valor bienes asiáticos: 1.016 pesos

Partida: 5. Factura: 4. Interesado: Señora Leonor UgarteDestino: a Lima guía Nº 36Valor bienes extranjeros: 409 pesosGéneros asiáticos: “21 varas de Lausin [sic]” 45 pesos “8 piezas de saya sayas teñidas en México” 5p. 45 pesos

Partida: 6. Factura: 5. Interesado: don José Mauleón

Apéndice documental

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Destino: a Lima guía Nº 39Valor bienes extranjeros: 1.338 pesosGéneros asiáticos: “172 piezas de pañuelitos azules ordinarios” a 3p. la pieza 512 pesos “36 piezas ídem más anchas” a 6p. 216 pesos “14 piezas ídem colorados” a 7p. 98 pesos “30 pares de medias de China de 2da.” a 12p. 45 pesos “5 piezas de Ninfas” a 12p. 60 pesos “1 pieza ídem averiada” 7 pesos “4 piezas de Buratos” a 10p. 40 pesos “2 dichas averiadas” 12 pesos “14 piezas averiadas de saia saia” a 5p. 70 pesos “2 dichas averiadas” a 2p. 4 pesos “32 varas de liencecillo” 8 pesosTotal valor géneros asiáticos: 1.072 pesos

Interesado: don Gabriel PérezDestino: PaitaCarga: “Cinco cajones de Canela de China” 4.615 pesos “Ocho cajones de seda torcida” 8.400 pesosTotal valor géneros asiáticos: 13.015 pesos

Partida: 8. Factura: 7. Interesado: don José ÁlvarezDestino: a Lima guía Nº 42Valor bienes extranjeros: 3.453 pesosGéneros asiáticos: “4 piezas de Lausín” a 40p. 160 pesos “60 pares de medias de China de 2da.” a 18p. la docena 90 pesos “8 quimones de tercera” a 6p. 48 pesos “4 piezas de pañuelos coloridos” a 8p. 32 pesosTotal valor géneros asiáticos: 330 pesos

Partida: 9. Factura: 8. Interesado: don Joaquín BarandarainDestino: a Lima guía Nº 38Valor bienes extranjeros: 1.909 pesosGéneros asiáticos: “60 pares de medias de la china de 2da” 90 pesos “2 piezas de Lausín” a 40p. 80 pesos “4 docenas de pañuelos de color” a 8p. 32 pesosTotal valor géneros asiáticos: 202 pesos Fuente:anl,Aduana, Paita, C 16, 1193-92, s/n de fs.

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ónC

órdo

baC

apitá

n Va

lent

ín

Esco

bar V

ezer

ra.

Buen

os A

ires

Inve

ntar

io-

“ong

arin

a de

pe

quín

co

n tre

ncilla

de

pl

ata

mal

trat

ada”

- “o

tra d

e gu

rbió

n de

la

Chi

na

con

tres

pare

s de

cal

zone

s gu

arne

cida

co

n en

caje

neg

ro m

uy

usad

a” 3

5 p.

Test

amen

to-

“coc

he

afor

rado

co

n flo

cadu

ra d

e se

da c

hi-

na”

- “b

ufet

e de

Ja

cara

ndá

embu

tido

en m

arfil

de

la

Chi

na”

- “d

os

colc

has

una

de

Italia

de

do

s co

lor e

s de

taf

etán

azu

l y c

olo-

rado

y o

tra d

e la

Ind

ia

de P

ortu

gal b

orda

da d

e se

das

de c

olor

es”

Apéndice documental

197

1695

Doña

Ant

onia

del

Poz

o y

Fran

cisc

o de

La

Palm

a. B

ueno

s Ai

res

Inve

ntar

io-

“aza

fate

de

m

ader

a da

do c

on b

arni

z gu

ar-

neci

do c

on p

aja

y co

n un

pla

to d

e m

ader

a de

la

Chi

na”

- “a

lfom

bra

turq

uezc

a [s

ic]

muy

rota

1696

Cap

itán

Vice

nte

Pére

z de

O

talo

ra y

Doñ

a Lu

isa

Barb

osa

Test

amen

to-

“una

ong

arin

a co

n do

s pa

res

de c

alzo

nes

de

carro

de

oro

con

boto

-na

dura

de

oro

afor

rado

en

dam

asco

de

la C

hina

m

usgo

nue

vo d

el u

so

del d

ifunt

o”

1697

Sobr

ino

de la

Pla

za. B

ue-

nos

Aire

sTe

stam

ento

- “u

na

chup

a vi

eja

de

raso

de

la C

hina

1702

1700

Fer n

ando

Nav

arre

te y

Ve

lasc

oC

órdo

ba

Cap

itán

Don

Jose

ph

Alva

rado

. Bu

enos

Aire

s

Inve

ntar

io-

“cap

ote

de

cam

elló

n co

n vu

elta

s de

ras

o de

la

Chi

na”

- “u

n ar

mad

or d

e ra

so d

e la

Chi

na ro

to y

muy

usa

-do

Test

amen

to-

“sob

reca

ma

pint

ada

de

la C

hina

con

una

ros

a en

med

io”

China en la América colonial

198

1702

1700

Cap

itán

Juan

de

Ávila

Vi

llavi

cenc

ioC

órdo

ba

Doña

Lui

sa B

arbo

sa.

Buen

os A

ires

Espo

sa d

el C

apitá

n Vi

cent

e Pé

rez

Inve

ntar

io-

“15

vara

s y

¾ d

e Pe

quín

de

la C

hina

”-

“16

vara

s de

gur

bión

de

la C

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T est

amen

to-

“uru

pem

a [s

ic]

de

la

Chi

na”

- “t

r es

plat

os p

eque

ños

de l

a C

hina

” 4

real

es

cada

uno

- “o

ngar

ina

de l

a C

hina

de

cap

icho

la” 2

0 p.

Cap

ital t

otal

: 1.2

31 p

esos

1702

Mae

str e

de

Cam

po F

ran-

cisc

o de

Tej

eda

y G

uz-

mán

. Feu

deta

rio

Inve

ntar

io-

“col

cha

muy

usa

da d

e ra

so d

e la

Chi

na c

olor

a-da

flor

es”

- “c

ielo

de

alta

r de

ras

o ca

rmes

í de

la C

hina

liso

fo

rrado

1703

1702

1702

Mae

stre

de

Cam

po y

en

com

ende

ro J

osé

Díaz

de

Các

eres

Sant

iago

del

Est

ero

Cap

itán

Don

Anto

nio

Bero

isBu

enos

Aire

s

Juan

a de

Pas

os.

Buen

os A

ires

Espo

sa d

el c

apitá

n Fe

rreira

Test

amen

to-

800

peso

s en

21

libra

s de

enc

ajes

de

oro

y pl

a-ta

del

Cuz

co o

Lim

a co

n m

ás d

e do

s pi

ezas

ent

e-ra

s de

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de

la C

hina

m

usgo

y d

os p

edaz

os

de g

orgo

rán

de la

Chi

-na

”-

“un

ajus

tado

r a la

mod

a co

n fo

rro d

e ra

so d

e la

Ch

ina

de c

arro

de

oro

más

otro

pel

o de

cam

e-llo

con

forro

de

raso

de

la C

hina

Inve

ntar

io-

“co

freci

to d

e la

Chi

na”

2 p.

- “s

eis

plat

os y

dos

fuen

-te

s de

la C

hina

” 6 p

.

Test

amen

to- “

un a

zafa

te d

e la

Indi

a de

do

s te

rcia

s de

larg

o” 4

p

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

Apéndice documental

199

- “u

n ca

pote

de

carro

de

oro

con

vuel

tas

de ra

so

de l

a C

hina

más

otro

ca

pote

de

pelo

de

ca-

mel

lo d

oble

mus

go c

on

vuel

tas

de r

aso

de l

a C

hina

”-

“una

chu

pa d

e ra

so d

e la

Chi

na a

flor

es c

on b

o-to

nadu

ras

y fo

rrado

en

seda

de

la C

hina

más

ot

ra c

hupa

con

mag

as

de b

roca

to d

e la

Chi

na y

gu

arne

cida

con

enc

ajes

de

pla

ta”

1704

1703

Jaci

nto

Arrie

taC

órdo

baC

apitá

n Al

onso

de

Her

rera

y G

uzm

án.

Bue

nos

Aire

s

Inve

ntar

io-

“una

chu

pa d

e ra

so d

e la

Chi

na a

forra

da” 1

5 p.

- “u

na o

ngar

ina

y ca

lzón

de c

apic

hola

de

la C

hi-

na” 2

6 p.

- “u

na c

hupa

de

raso

de

la C

hina

usa

da” 1

5 p.

- “8

var

as d

e sa

ia s

aia

de

la C

hina

a p

eso”

8 p

.

Test

amen

to-

“dos

aba

nico

s bl

anco

s de

Chi

na a

dos

pes

os

cada

uno

”-

“dos

Jíc

aras

de

la C

hina

a

tres

peso

s ca

da u

na”

Cap

ital t

otal

: 2.7

24 p

esos

China en la América colonial

200

1704

-170

5C

atal

ina

de C

abre

ra.

Cór

doba

Viud

a de

l cap

itán

Fran

cisc

o Su

árez

de

Cab

rera

Patri

mon

io-

“pol

lera

de

gurb

ión

de

la C

hina

con

tr e

s vu

el-

tas

de b

anda

s de

oro

y

plat

a”, 5

0 p.

- “p

olle

ra d

e ra

so d

e la

C

hina

am

arilla

en

flo-

res”

, 25

p.C

apita

l tot

al: 1

5.86

1 pe

-so

s

1704

-170

5

1704

-17

05

1704

Isab

el A

rgue

llo y

To

ranz

o. C

órdo

baH

ija d

el s

arge

nto

y re

gido

r Seb

astiá

n Ar

guel

lo

Cap

itán

Bern

ardo

Bla

nco

Gue

rra.

Cór

doba

Cap

itán

Anto

nio

Andr

ade.

Bue

nos

Aire

s Vi

uda

Doña

Mar

ía d

e lo

s Re

yes

Car

ta d

otal

- “u

n ve

stid

o de

gur

bión

de

la

C

hina

qu

e se

co

mpo

ne d

e po

llera

y

casa

ca y

la p

olle

ra c

on

enca

je d

e or

o” 9

0 p.

Patri

mon

io-

“una

cas

aca

y go

rgor

án

de la

Chi

na c

on to

da la

tre

ncilla

de

plat

a” 5

0 p.

- “c

asac

a de

N

ogue

te

afor

rada

en

seda

de

la

Chi

na” 3

5 p.

Test

amen

to-

“vei

ntitr

és

vara

s de

G

urbi

ón d

e la

Chi

na”

- “t

rece

va

ras

de

capi

-ch

ola

de la

Chi

na m

us-

ga”

- “u

na d

ocen

a de

pei

nes

de m

arfil

peq

ueño

s de

la

Chi

na”

- “tre

inta

y u

no p

eine

cito

s de

Mar

fil d

e la

Chi

na”

- “t

rein

ta y

sie

te v

aras

de

lista

dillo

de

la C

hina

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

Apéndice documental

201

1704

-17

0517

04Do

ncel

la A

na P

ache

co.

Cór

doba

.H

ija d

el c

apitá

n Ju

an d

e Pa

chec

o

Cap

itán

Pedr

o de

l Fi

erro

Buen

os A

ires

- “d

os c

hupa

s de

ám

bar

afor

rado

en

raso

de

la

Chi

na c

on t

renc

illa d

e pl

ata”

50

p.-

“dos

par

es d

e ca

lzone

s,

en b

roca

to d

e la

Chi

na”

34 p

.-

“tre

s arm

ador

es d

e ra

so;

el u

no d

e Es

paña

y e

l ot

ro d

e la

Chi

na y

el o

tro

de la

Chi

na”

16 p

.-

“una

fund

a de

dam

asco

de

la C

hina

” 8 p

.

Car

ta d

otal

- “u

na p

olle

ra d

e ra

so d

e la

Chi

na c

arm

esí

con

flore

s us

ado”

24

p.

Cap

ital d

otal

: 2.5

56 p

esos

Inve

ntar

io-

“par

de

med

ias

de l

a C

hina

”-

“una

s fun

das d

e sa

ia sa

ia

mor

adas

de

la Ch

ina

con

enca

jes b

lanco

s nu

evos

China en la América colonial

202

1705

Mae

stre

de

Cam

po J

uan

Fern

ánde

z de

Leó

n. C

ór-

doba

Inve

ntar

io-

“un

alm

irez

de M

arfil

de

la C

hina

” 3 p

.-

“5 v

aras

de

anga

ripol

as

de la

Chi

na la

brad

as”

2 p.

c/u

- “1

var

a y

¾ d

e gu

rbió

n de

la C

hina

” 2

peso

s la

va

ra-

“Un

vest

ido

de

felp

a ne

gro

de

muj

er

con

onga

rina

afor

rado

de

la

Chi

na” 8

0 p.

C

apita

l tot

al: 9

.515

pes

os

1705

1707

Gas

par d

e Q

ueve

do.

Cór

doba

Cap

itán

Don

Nic

olás

Ba

zán

de T

ejed

aIn

vent

ario

- “d

os c

ajet

as d

e ca

ña d

e C

hina

(co

lora

da y

ne-

gra)

” 6 p

.

Inve

ntar

io-

“una

ong

arin

a y

cuat

ro

pare

s de

ca

lzone

s de

nero

s de

la C

hina

usa

-do

s” 1

6 p.

1706

Fran

ca d

e Al

barra

cín.

C

órdo

ba. H

ijade

l Cap

itán

Cris

tóba

l de

Alba

rrací

n

Car

ta d

otal

- “u

na p

olle

ra d

e Pe

quín

co

n gu

arni

cion

es

de

oro”

30p

.Do

te to

tal:

3.34

9 pe

sos

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

Apéndice documental

203

1705

1707

1707

Gas

par d

e Q

ueve

do.

Cór

doba

Lice

ncia

do P

edro

de

Te-

jada

. Com

pañí

a de

Jes

ús

de C

órdo

ba.

Mig

uel d

e Vi

lche

s y

Mon

-to

yaC

apitá

n. C

órdo

ba

Inve

ntar

io-

“dos

caj

etas

de

caña

de

Chi

na (

colo

rada

y n

e-gr

a)” 6

p.

Test

amen

to- “

dos

pare

s de

man

gas

de

tafe

tán

de la

Chi

na”

Inve

ntar

io-

“ras

o ca

bella

do d

e la

C

hina

con

bot

onad

ura

y en

caje

”- “

Broc

ato

de la

Chi

na c

on

sus

flore

s de

oro

y p

lata

”- “

dos

pare

s de

cal

zone

s y

capa

env

uelta

s de

raso

de

la C

hina

tod

o de

lo

mis

mo

nuev

o”- “

sobr

etod

o nu

evo

de c

a-m

elló

n fo

rrado

en

raso

C

hina

”- “

12 v

aras

½ d

e ra

so li

so

de la

Chi

na d

e co

lor d

e ca

ña”

- “9

vara

s y

¾ d

e ca

pich

ola

mus

ga d

e la

Chi

na”

- “7

va

ras

de

gurb

ión

mus

go d

e la

Chi

na”

- “4

vara

s y

½ d

e ra

so li

so

mus

go d

e la

Chi

na”

China en la América colonial

204

1707

1708

1708

1708

Fr

anci

sco

de L

a Fu

ente

. Cór

doba

Cap

itán

Anto

nio

Már

quez

. San

An

toni

o de

Tot

oral

Alfé

rez

Anto

nio

Amuc

hást

egui

. C

órdo

ba

Cap

itán

Bern

ardo

de

la P

ascu

aBu

enos

Aire

s

Inve

ntar

io-

“ves

tido

onga

rina

de

gor g

orán

de

seda

afo

-rra

do c

on r

aso

de l

a C

hina

con

bot

ones

de

oro”

132

p.

- “c

hupa

de

broc

ato

afo-

rrado

en

tafe

tán

de l

a C

hina

” 51

p.-

“ve

stid

o de

cam

elló

n,

capo

te

y ca

lzon

es

todo

afo

rrad

o co

n gu

r-bi

ón d

e la

Chi

na”

142

p.In

vent

ario

- “1

0 va

ras

de ra

so d

e la

C

hina

de

colo

res”

Inve

ntar

io-

“un

arm

ador

de

raso

de

Can

tón

colo

rado

, bu

e -no

” 10

p.-

“una

pol

lera

de

raso

de

la c

hina

tasa

do a

50

pe-

sos

Test

amen

to

- “p

olle

ra d

e ra

so d

e la

C

hina

mus

go c

on p

un-

tas

de p

lata

” 20

p.-

“pol

lera

de

raso

neg

r o

de la

Chi

na c

on s

u ca

-sa

ca d

e ta

fetá

n do

ble”

25

p.

Cap

ital t

otal

: 466

2 pe

sos

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

Apéndice documental

205

1708

C

apitá

n An

toni

o de

C

abre

ra. C

órdo

baIn

vent

ario

- “c

hupa

en

raso

de

la

Chi

na a

forra

da e

n ta

fe-

tán

náca

r co

n m

ango

s y

boto

nes

y co

n fle

cos

de p

lata

” 24

p.

- “a

rmad

or d

e la

Chi

na

sin

man

gas”

12

r.-

“cal

zone

s de

Pe

quín

af

orra

dos

en

lienz

o co

n en

caje

de

oro

y bo

tone

s de

lo m

ism

o”

13 p

.-

“ong

arin

a de

lo m

ism

o co

n bo

tone

s de

oro

tur-

cos”

34

p.-

“chu

pa d

e ra

so d

e la

C

hina

az

ul

bord

ada”

16

p.

- “v

ara

de ra

so d

e C

hina

” 3

p.

Cap

ital

tota

l: 3.

839

pe-

sos

China en la América colonial

206

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

1709

1707

-17

09

1709

Mae

stre

de

José

de

Cab

rera

y V

elaz

co.

Cór

doba

Cap

itán

y Al

fére

z Jo

séZe

vallo

s. C

órdo

ba

Cap

itán

Anto

nio

Gue

rrero

Conc

urso

de

Acre

edor

es-

“ong

arin

a de

chi

no” 4

0 p.

- “c

hupa

de

broc

ato

de la

C

hina

” 60

p.-

“par

de

ca

lzone

s de

ch

ino

mus

go” 4

p.

Inve

ntar

io- “

9 va

ras

de d

amas

code

la C

hina

a fl

ores

de

seda

y la

na” 1

3 p.

- “v

estid

o de

pel

o de

ca-

mel

lo d

oble

de

onga

rina

y ca

lzone

s co

n bo

tone

s de

or

o af

orra

do

con

gurb

ión

de

la

Chi

na

usad

o” 2

5 p

- “o

tro v

estid

o de

gur

bión

de

la

Chin

a on

garin

a y

calzo

nes

todo

de

oro

y ca

beza

de

turc

o af

orra

do

en t

orna

sol d

e la

Chin

a nu

evo”

80

p.-

“una

chu

pa d

e br

ocat

illo

de la

Chi

na v

erde

a fl

o-re

s de

oro

y p

lata

gua

r-ne

cido

con

enc

aje

de

oro

con

botó

n af

orra

do

en ta

fetá

n ná

car”

- “u

na o

ngar

ina

de ra

so o

pe

quín

afo

rrada

en

raso

a

flor e

s m

uy u

sada

”-

“un

par

de

calzo

nes

de G

urbi

ón d

e pe

quín

m

usgo

s m

uy u

sado

s”-

“se

halló

una

chu

pa d

e ra

so d

e Se

villa

abr

oca-

lada

o f

orra

da e

n pe

-qu

ín m

usgo

”-

“un

biom

bo d

e la

Chi

na

con

flore

s de

lienz

o m

uy

usad

o”C

apita

l to

tal:

22.6

02 p

e-so

s

Apéndice documental

207

1710

1710

Cap

itán

Gab

riel d

e C

a -br

era

y M

endo

za. C

ór-

doba

Juan

de

Adar

o y

Arra

zola

. Cór

doba

Suce

sión

- “u

na p

olle

ra d

e Pe

quín

co

n en

caje

de

pl

ata

usad

a” 2

0 p.

- “n

o se

tas

an lo

s ca

lzo-

nes

usad

os d

e Pe

quín

po

r ha

berlo

s ro

to

el

niño

del

difu

nto”

- “a

rmad

or

de

Pequ

ín

mus

go c

on e

ncaj

e de

pl

ata”

13

p.

Inve

ntar

io-

“uno

s ca

lzone

s de

fon-

do n

egro

y u

na e

n ho

-la

ndilla

mus

ga b

ien

tra-

tado

s co

n su

ong

arin

a fo

rrada

en

seda

de

la

Chi

na”

- “u

n ca

pote

de

cam

elló

n do

ble

negr

o y

de r

aso

de C

hina

” -

“4 v

aras

de

cam

bray

de

la C

hina

”-

“un

birre

te y

sab

anita

co

n su

s en

caje

s to

do

de la

Chi

na”

China en la América colonial

208

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os-

“en

un c

ofre

con

her

ra-

dura

se

ha

llaro

n:

dos

polle

ras

de

Chi

na;

la

una

bien

tra

tada

y l

a ot

ra u

sada

”-

“una

po

llera

de

ra

so

mus

go d

e C

hina

1710

C

apitá

n Di

ego

Sant

illán

Cór

doba

Inve

ntar

io-

“ves

tido

de s

eda

chin

a de

col

or” 1

00 p

.-

“pol

lera

de

raso

fino

de

la C

hina

” 45

p.

1710

-171

1

1710

-17

11

1712

Mar

ía d

e Ar

rieta

. C

órdo

baH

ija d

el C

apitá

n Fr

anci

sco

Piza

rro

Cap

itán

Fran

cisc

o de

Teje

da y

Guz

mán

. C

órdo

ba

Donc

ella

Flo

res

Cat

alin

a.

Buen

os A

ires

Hija

legí

tima

del

capi

tán

José

Flo

res

Car

ta d

otal

- “p

olle

ra d

e Pe

quín

con

gu

arni

ción

de

enca

je d

e pl

ata

usad

a” 2

0 p.

Do

te to

tal:

3.37

6 pe

sos

Patri

mon

io-

“cas

aca

de f

elpa

uso

af

orra

do e

n ra

so d

e la

C

hina

” 74

p.

Test

amen

to-

“una

esc

riban

ía d

e Ja

-ca

rand

á em

butid

a en

m

arfil

de

la C

hina

” 20

p.-

“una

col

cha

de s

eda

de

la C

hina

” 16

p.C

apita

l tot

al: 4

.195

pes

os

Apéndice documental

209

- “c

hupa

en

raso

de

la

Chi

na g

uarn

ecid

a co

n pl

ata”

62

p.-

“cal

zone

s de

raso

de

la

Chi

na”

16 p

. Cap

ital t

o-ta

l: 12

.202

pes

os

1710

-17

11

Teni

ente

Jul

io F

erre

ira d

e Ac

eved

o. C

órdo

baIn

vent

ario

- “c

apot

e co

n vu

elta

s de

ta

fetá

n ne

gro

de la

Chi

-na

” 10

p.C

apita

l tot

al: 4

.699

pes

os

1710

-171

1

1711

1712

Mar

ía M

agda

lena

de

Ca-

rranz

a. C

órdo

ba. H

ija d

el

Cap

itán

Seba

stiá

n de

Car

ranz

a

Mae

stre

de

Cam

po F

a-br

ique

Álv

arez

de

Tole

do.

Cór

doba

Cap

itán

Felip

e H

erre

ra.

Buen

os A

ires

espo

so d

e Do

ña Is

abel

M

atía

s de

Tap

ia

Car

ta d

otal

- “v

estid

o de

Peq

uín

ne-

gro,

pol

lera

y j

ubón

con

bo

tón

de c

erda

s, a

forra

do

el ju

bón

en ta

fetá

n ne

gro”

60

p.

Dote

tota

l: 2.

502

peso

s

Suce

sión

- “o

ngar

ina

negr

a de

fon-

do a

forra

da e

n Pe

quín

m

usgo

con

bot

ones

ne-

gros

usa

da”

- “o

ngar

ina,

chu

pa y

dos

pa

res

de c

alzo

nes

de

Pequ

ín n

egro

Inve

ntar

io-

“una

sob

reca

ma

de l

a C

hina

” 60

p.-

“Un

pabe

llón

ítem

” 60

p.

Cap

ital t

otal

: 200

0 pe

sos

China en la América colonial

210

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os-

“col

cha

de

la

Chi

na

verd

e co

n su

s flo

res

amar

illas,

azu

l y

blan

-co

”-

“15

vara

s ½

de

raso

de

la C

hina

aca

nela

do”

- “1

3 va

ras

½ d

e Pe

quín

m

usgo

raso

”-

“15

vara

s de

Peq

uín

ne-

gro”

- “1

1 va

ras

½ d

e gu

rbió

n de

la C

hina

”-

“5 v

aras

de

Pequ

ín n

e-gr

isco

”-

“15

vara

s ½

de

mus

go

chin

o”-

“16

vara

s de

Peq

uín

ne-

gro”

- “1

0 va

ras

de s

aia

saia

s de

Chi

na”

- “e

chur

as d

e m

arfil

de

la

Chi

na”

Apéndice documental

211

1711

1711

-171

2

Fran

cisc

o de

Cor

nejo

. C

órdo

ba, v

alle

de

Isch

ilín

Donc

ella

Mar

ía R

osa

de P

ache

co. H

ija d

el

capi

tán

Anto

nio

Pach

eco

y M

endo

za.

Cór

doba

Inve

ntar

io-

“cam

isa

en r

aso

de l

a C

hina

con

enc

ajes

de

plat

a”-

“arm

ador

de

raso

de

la

Chi

na la

brad

o

Car

ta d

otal

- “D

os c

orte

s de

coj

ines

de

fel

pilla

de

la C

hina

co

n su

s oc

ho

borla

s gr

ande

s de

sed

a” 3

2 p.

- “c

olch

a am

arilla

de

la

Chi

na” 2

5 p.

Do

te to

tal:

3.37

0 pe

sos

1712

1713

1714

M

igue

l de

Acos

ta.

Cór

doba

Juan

Sol

ano

Lafu

ente

. C

órdo

ba

Cris

tóba

l Ren

dón.

Bu

enos

Aire

sIn

vent

ario

- “6

var

as ½

de

raso

liso

co

lora

do d

e la

Chi

na”

Suce

sión

- “1

1 va

ras

de ra

so d

e la

Ch

ina”

24

p. 2

real

es-

“24

de r

aso

liso

negr

o te

ñido

en

Lim

a de

Chi

-na

” 78

p.

Inve

ntar

io-

“un

par d

e ca

lzone

s de

ra

so d

e la

Chi

na b

lan-

cos”

- “2

0 va

ras

y te

rcia

s de

ra

so d

e la

Chi

na te

ñido

en

est

a ci

udad

China en la América colonial

212

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

1713

José

Cab

rera

de

Vela

sco.

Cór

doba

- “2

3 tra

zos

2/3

de s

eda

mus

go d

e la

Chi

na”

61

p.-

“73

vara

s y

¾ d

e ta

fe-

tán

de la

Chi

na a

mar

i-llo

”-

“2 g

uías

peq

uine

s m

us-

gos

ente

ros”

- “g

uía

de ra

so d

e la

Chi

-na

mus

go e

nter

a”-

“14

vara

s de

cap

icho

la

de la

Chi

na” 3

6 p.

- “3

par

es d

e m

edia

s de

m

ujer

de

la C

hina

”-

“ong

arin

a de

Pe

quín

aj

usta

da a

forra

da e

n ra

-si

llo d

e la

Chi

na” 4

2 p.

C

apita

l tot

al: 9

.042

pes

os

Inve

ntar

io-

“6 c

ortin

as d

e ra

so d

e C

hina

del

coc

he”

- “un

par

de

calzo

nes

chi-

nos

acan

elad

os”

Apéndice documental

213

- “o

ngar

ina

de c

hino

mus

-go

alm

ora

con

botó

n de

or

o y

hebi

llas

forra

do

con

mus

go d

e la

Chi

na

bien

trat

ada”

- “1

2 va

ras

de

gurb

ión

acan

elad

o de

la C

hina

1713

-171

4 In

és Te

rafá

n de

Tole

do.

Cór

doba

Espo

sa d

el c

apitá

n An

drés

de

Burg

os

Test

amen

to-

“arm

ador

de

raso

de

la

Chi

na a

flor

es c

on a

fo-

ros

y bo

tone

s de

pla

ta”

22 p

1714

Cor

nejo

Moy

ano

Gil

y An

toni

a de

Las

Cas

as

y Ze

vallo

s. C

órdo

ba

Suce

sión

- “o

ngar

ina

de e

scar

latil

la

en r

asos

de

flore

s de

la

Chi

na c

on t

renc

illas

de p

lata

y b

oton

es a

la

mod

a” 3

5 p.

- “u

na p

olle

ra d

e ra

so li

so

de la

Chi

na a

zul c

on e

n-ca

je d

e or

o” 7

2 p.

1715

1715

Jaci

nta

de T

oled

o y

Mol

i-na

. Cór

doba

Espo

sa d

el c

apitá

n An

to-

nio

de C

amin

o

Sarg

ento

May

or

Man

uel F

erná

ndez

de

Vel

lard

e.Bu

enos

Aire

s

Car

ta d

otal

- “r

ebos

o de

ras

o de

la

Chin

a ra

lladi

llo

afor

ra-

do e

n ra

so d

e la

mism

a ec

hura

” 60

p. D

ote

tota

l: 2.

151

peso

s

Inve

ntar

io-

“ve

stid

o de

ras

o m

us-

go d

e la

Chi

na c

on c

a-sa

ca y

cal

zón”

20

p.C

apita

l tot

al: 1

0.82

9 p

China en la América colonial

214

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os17

15Án

gela

Fer

reira

de

la

Vega

. Cór

doba

Espo

sa d

e Se

bast

ián

Goy

coch

ea

Car

ta d

otal

- “p

olle

ra d

e Pe

quín

con

vu

elta

s de

enc

ajes

de

oro”

20

p.

1715

Juan

de

Eche

niqu

e y

Mar

ía Ro

sa d

e Ca

brer

a.

Cór

doba

Inve

ntar

io-

“arm

ador

de

raso

de

la

Chi

na a

forra

do e

n lie

n-zo

mus

go c

on e

ntre

tela

y

boto

nes

de o

ro m

uy

usad

o” 6

p.

- “5

var

as y

¾ d

e ra

so d

e la

Chi

na m

usgo

” 14

p.-

“col

cha

de la

Chi

na d

e sa

plillo

[sic

]” 6

p.C

apita

l to

tal:

67.1

56 p

e -so

s

1715

1716

Mae

stre

de

Cam

po

José

de

Cab

rera

y

Vela

sco.

Cór

doba

Sarg

ento

may

or y

ju

bilad

o de

l pre

sidio

Fra

n-ci

sco

de L

a Fu

ente

. Bue

nos

Aire

s

Inve

ntar

io-

“2 p

ares

de

calzo

nes

de

Chi

na n

uevo

” 10

p.-

“ong

arin

a de

C

hino

m

usgo

co

n bo

tón

de

oro

gran

des

con

forro

de

Chi

na b

ien

trata

da”

40 p

.-

“chu

pa d

e C

hina

con

br

ocat

o az

ul” 8

0 p.

Inve

ntar

io-

“ves

tido

de fe

lpa

negr

o ca

lzón

de ta

fetá

n do

ble

con

su c

hupa

de

pequ

ín

todo

usa

do y

vie

jo”

Apéndice documental

215

- “o

ngar

ina

de

gurb

ión,

pl

atea

da,

a la

m

oda,

co

n fo

rro

mus

go

de

Chi

na b

otón

de

lo m

is-

mo

y do

s pa

res

de c

al-

zone

s de

dic

ho g

éner

o af

orra

dos

en o

land

illa”

60 p

.-

“ch

upa

nara

nja

de b

ro-

cato

con

flor

es d

e pl

ata

con

man

gas

y fo

rro d

e C

hina

con

bot

ón d

e pl

a-ta

” 80

p.-

“ong

arin

a de

raso

de

la

Chi

na” 7

0 p.

- “d

ocen

a de

gu

rbió

n ac

anel

ados

de

la C

hi-

na” 3

0 p.

- “8

bar

ras

de d

icho

gur

-bi

ón c

hino

aca

nela

do,

ango

sto”

- “p

ar

de

calzo

nes

de

gurb

ión

chin

o us

ado”

4

p.C

apita

l to

tal:

33.8

88 p

e-so

s

China en la América colonial

216

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

1716

1716

1716

1717

1716

Bazá

n de

Ped

rás

Gil

Cha

ntre

de

las

Sant

a Ig

lesi

a C

ated

ral d

e C

órdo

ba

Anto

nio

Vela

zco

Qui

jano

. Cór

doba

Cap

itán

Pedr

o G

onzá

lez

Jaim

e.

Cór

doba

Cap

itán

Dieg

o Fl

ores

de

Est

rada

. Cór

doba

Mae

stre

de

Cam

po

José

de

Azur

duy.

La P

lata

Inve

ntar

io-

“coc

he

con

todo

su

he

rraje

con

cor

tinas

de

raso

de

la C

hina

Inve

ntar

io-

“2 c

olch

as d

e la

chi

na

que

le d

eja

a su

hija

” 25

cada

una

- “c

apot

e de

pel

o de

ca-

mel

lo e

nvue

lto e

n ra

so

liso

de la

Chi

na m

usgo

m

anch

ado”

Inve

ntar

io-

“chu

pa d

e ra

so d

e la

Ch

ina

forra

da e

n ol

an-

dilla

con

24

boto

nes

de

hilo

de

plat

a” 2

0 p.

Inve

ntar

io-

“chu

pa d

e ra

so c

arm

esí

de la

Chi

na e

ncub

ierta

en

ras

o am

arillo

de

la

Chi

na u

sada

”-

“pol

lera

de

gurb

ión

de

la C

hina

con

un

fino

de

oro

bien

trat

ada”

12

p.

Inve

ntar

io-

“cas

aca

de r

aso

de l

a C

hina

bie

n tra

tada

”-

“cas

aca

de fe

lpa

mus

ga

con

ojal

es fi

nos

boto

na-

dura

de

hilo

de

oro

afo-

rrado

en

raso

list

ado

de

Chin

a us

ada”

- “c

asac

a a

la m

oda

de p

e-qu

ín az

ul gu

arne

cida”

- “c

asac

a de

pa

ño

de

gran

a a

la m

oda

afor

ra-

da e

n ra

so d

e la

Chi

na

bien

trat

ada”

- “u

n pa

r de

calzo

nes

de

pequ

ín

azul

af

orra

dos

en ta

fetá

n”-

“cal

zone

s de

Pe

quín

us

ados

y r

otos

afo

rra-

dos

en c

olet

a”

Apéndice documental

217

- “p

olle

ra d

e ra

so d

e la

C

hina

usa

da” 4

p.

- “p

olle

ra y

gur

bión

de

ta-

fetá

n do

ble

de la

Chi

na”

15 p

1717

-171

8

1717

-171

8

1718

Mar

ía C

ándi

da d

e la

Sie

-rra

. Cór

doba

Hija

del

Cap

itán

Juan

An

toni

o de

la S

ierra

.

Mar

ía L

adró

n de

G

ueva

ra. C

órdo

baH

ija d

el C

apitá

n Ju

an

Ladr

ón d

e G

ueva

ra

Don

Anto

nio

Balm

ori.

Buen

os A

ires

Car

ta d

otal

- “c

olch

a de

la C

hina

azu

l co

n la

bore

s de

se

da

amar

illa s

u gu

arda

nue

-va

” 25

p.

Dote

tota

l: 2.

611

peso

s

Car

ta d

otal

- “r

ebos

o de

la C

hina

fo-

rro e

n ta

fetá

n de

Gra

na-

da” 6

1p.

Dote

tota

l: 3.

612

peso

s

Inve

ntar

io-

“un

bast

ón d

e ca

ña d

e la

Indi

a” 2

p.

1717

-171

8

1718

1719

Jose

fa S

avin

a V i

llam

onte

. Cór

doba

Hija

de

Dom

ingo

Vi

llam

onte

y M

aría

G

alin

gis

Andr

ea d

e Vi

lche

s y

Mon

-to

ya. C

órdo

ba. H

ija d

el

Cap

itán

Mig

uel d

e Vi

lche

s y

Mon

toya

Doña

Ros

a de

Ab

enda

ño.

Buen

os A

ires

Espo

sa d

el c

apitá

n G

abrie

l Gut

iérre

z de

Paz

Car

ta d

otal

- “s

obre

cam

a gr

ande

de

la C

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bor

dada

con

hi

lo d

e or

o y

fleca

dura

af

orra

da e

n Li

n N

ácar

” 28

0 p.

Car

ta d

otal

- “v

estid

o de

ras

o de

la

Chi

na a

flor

es p

olle

ra

guar

neci

da c

on e

ncaj

e de

oro

y la

cas

aca

con

botó

n de

oro

” 80p

.Do

te to

tal:

6.31

7 pe

sos

Inve

ntar

io-

“una

cas

aca

anar

anja

da

de la

Chi

na, n

o se

tasó

po

r dec

ir do

ña R

osa

ha-

berla

ven

dido

China en la América colonial

218

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

1718

1719

Seba

stiá

n G

oyco

chea

. C

órdo

ba

Don

Tom

ás L

eal D

íaz

Buen

os A

ires

Inve

ntar

io-

“arm

ador

de

gurb

ión

de

la C

hina

”-

“cal

zone

s de

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a de

la

Chi

na”

Test

amen

to-

“ves

tido

de

pequ

ín

mus

go c

asac

a y

calzó

n y

chup

a de

tisú

y p

lata

ya

vie

ja” 3

0 p.

- “s

obre

mes

a ol

andi

lla d

e la

Chi

na e

n oc

ho re

ales

” 1

p.-

“alfo

mbr

a tu

r que

zca

[sic]

bi

en tr

atad

a” 3

0 p.

1718

1718

1719

M

icae

la. C

órdo

ba

“neg

ra li

bre”

Mae

stre

de

Cam

po J

uan

José

Cam

pero

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erre

raM

arqu

és d

el V

alle

de

Tojo

. Ju

juy

José

Sen

aro.

Bue

nos

Aire

sC

apitá

n es

poso

de

Inés

Es

pars

a y

Ensi

na

Inve

ntar

io-

“pol

lera

de

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de

la

Chin

a fo

rrada

con

sar

-gu

illa v

erde

” 2p

. Cap

ital

tota

l: 54

0 pe

sos

Inve

ntar

io-

“San

to C

risto

de

mar

fil

de C

hina

con

indu

lgen

-ci

as”

- “

Caj

a de

mad

era

chin

a la

brad

a co

n ca

nton

eras

de

cob

res”

- “p

epita

s de

la

C

hina

qu

e lla

man

de

San

Ig-

naci

o”

Test

amen

to-

“dos

pla

tos

de lo

sa d

e la

Chi

na lo

s do

s en

dos

pe

sos”

Apéndice documental

219

- “e

scrib

anía

de

esta

ño

hech

a en

Chi

na c

on s

us

tinte

ros

y sa

lvade

ra”

- “u

n pe

dazo

de

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chi

-no

a fl

ores

con

tres

va-

ras”

- “o

tra c

aja

de m

ader

a ch

ina

con

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oner

as

de c

obr e

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rop

a de

ve

stir

del d

ifunt

o”-

“cam

isa

de

broc

ato

náca

r de

alta

cue

nta,

nu

eva,

for

rada

en

raso

ch

ino

a flo

res”

1719

Fran

cisc

o C

elis

. Es

tanc

ia N

uest

ra

Seño

ra d

e G

uada

lupe

de

Cór

doba

Suce

sión

- “p

olle

ra d

e Pe

quín

mus

-go

con

tre

s gu

arni

cio-

nes

de c

inta

bie

n tra

ta-

da”

25 p

. Cap

ital t

otal

: 69

3 pe

sos

1721

1720

José

Mac

hado

. Río

Sec

o de

Cór

doba

Don

Pedr

o Co

nsta

nza

Buen

os A

ires

Inve

ntar

io-

“apr

etad

or d

e ra

so d

e la

Ch

ina

nuev

o, a

forra

do d

e ol

andi

lla c

on su

s bot

ones

de

oro

”, 14

p.

- “c

hupa

de

raso

de

la

Chi

na

verd

e,

afor

rado

de

ola

ndilla

con

bot

ón

de p

lata

Auto

s po

r fal

leci

mie

nto

- “c

inco

var

as d

e br

ocat

i-llo

ros

ado

chin

o” 3

pe-

sos

la v

ara

- “c

inco

var

as d

e ta

fetá

n ch

ino

ordi

nario

” de

4

real

es c

/u

China en la América colonial

220

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

1721

Cle

men

te d

e So

to.

Cór

doba

Suce

sión

- “c

asac

a de

Chi

no m

us-

go c

on b

oton

es d

e pl

a-ta

usa

da”

- “e

scrit

orio

de

vara

de

larg

o y

med

ia c

on s

us

embu

tidos

de

mar

fil d

e la

Chi

na” 2

5 p.

1722

1723

Ecle

siás

tico

Luis

de

Me-

dina

Las

o de

la V

ega.

C

órdo

ba

Agus

tina

Esca

nvie

ta.

Poto

sí-B

ueno

s Ai

res

Hija

del

Cap

itán

Flor

ián

De E

scan

viet

a

- “m

anto

de

Pequ

ín n

egro

bi

en tr

atad

o” 1

6 p.

- “m

anto

de

Pequ

ín u

sa-

do” 6

p.

- “s

otan

a de

Peq

uín

de

man

to n

egro

afo

rrada

” 12

p.

- “s

otan

a de

Peq

uín

de

tafe

tán

dobl

e” 1

2 p.

- “s

otan

a de

Peq

uín

de

paño

neg

ro”

- “g

abán

de

Pequ

ín m

us-

go c

on b

oton

es d

e or

o”

35 p

.-

“par

de

ca

lzone

s de

ra

so d

e la

Chi

na”

- “p

ares

man

gas

de P

e-qu

ín”

Capi

tal t

otal:

1.7

21 p

esos

Test

amen

to-

“dos

tin

ajas

, do

s ta

sas

gran

des,

tres

fuen

tes

de

gapó

n, p

lato

s y

pozu

e-lo

s, t

asas

con

serv

eras

to

do d

e C

hina

y v

idrio

s de

Chr

ista

l”, 4

00 p

.Ca

pita

l tot

al: 1

6.00

0 pe

sos

Apéndice documental

221

1723

1723

-172

4

Mae

stre

de

Cam

po F

ran-

cisc

o M

arth

í. C

órdo

ba

Mar

ía d

e La

fuen

te.

Cór

doba

Espo

sa d

el c

apitá

n C

lem

ente

de

Baig

orri

Inve

ntar

io-

“rop

a de

le

vant

ar

de

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asco

az

ul

de

la

Chi

na f

orra

da e

n bl

an-

co d

e ra

so b

ien

trata

-da

” 25

p.

- “r

opa

de

dam

asqu

illo

de la

Chi

na m

altra

tada

” 8

p.-

“cas

aca

de P

equí

n m

us-

go ro

ta” 2

p.

- “

un d

ocel

cito

[si

c] d

e ra

so d

e la

Chi

na n

o se

ta

só p

orqu

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señ

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juez

lo m

andó

llev

ar a

la

s m

onja

s Th

eres

as

para

la

hija

del

difu

n-to

Car

ta d

otal

- “t

apap

iés

chin

o ná

car

llani

to u

sado

” 24

p.-

“cas

aca

de c

hino

ná-

car”

12

p. D

ote

tota

l: 2.

799

peso

s

China en la América colonial

222

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os17

20-1

724

1726

Man

uela

de

Lien

doPe

dro

Saav

edra

Cap

itán

Inve

ntar

io-

“ves

tido

negr

o de

da-

mas

co d

e la

Chi

na”

- “v

estid

o de

Pe

quín

ne

gro

y on

garin

a a

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mod

a, fo

rrada

la o

nga-

rina

en ta

fetá

n co

n bo

-tó

n de

sed

a de

Cuz

co

y el

gua

rdap

olvo

de

la

polle

ra d

e co

leta

nar

an-

jada

”-

“pol

lera

de

br

ocat

o m

usgo

en

saia

sai

a de

la

Chin

a”-

“dos

var

as y

cua

rto d

e ta

fetá

n do

blet

e de

la

C

hina

” 5 p

.-

“un

a po

llera

de

raso

a

flore

s m

usgo

de

la

Chi

na

ribet

eada

co

n fra

nja

ango

sta

usad

a”

26 p

.-

“15

vara

s de

tre

s cu

ar-

tas

de fo

ndo

negr

o de

la

Chi

na” 9

4 p.

Ca

pita

l tot

al: 1

6.58

5 pe

sos

Inve

ntar

io-

“tr e

s ca

mis

as d

e al

go-

dón

de la

Chi

na a

dos

pe

sos

cada

una

” 6 p

.

Apéndice documental

223

1724

José

Lob

atón

. Dom

ingo

de

l Cor

ral

Inve

ntar

io d

e tie

nda

- “2

pie

zas

de c

inta

s de

As

ia la

s do

s av

eria

das”

- “2

1 ½

de

anga

ripol

as

de C

hina

”-

“21

½ d

e m

usel

inas

de

Chi

na”

- “u

na d

ocen

a de

pei

nes

de m

arfil

de

Chi

na”

1724

1724

-192

5

1727

Juan

Cle

men

te d

e Ba

i-go

rri y

Gab

riela

de

Teje

da

Gar

ay. C

órdo

ba

Paul

a C

arne

ro

Car

vallo

. Cór

doba

Hija

del

cap

itán

Cris

tóba

l Car

nero

Cap

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Pedr

o G

rona

rdo

Buen

os A

ires

Inve

ntar

io-

“pol

lera

de P

equí

n us

ada

con

su e

ncaje

” 14

p.

Car

ta d

otal

- “p

olle

ra

de

dam

asco

az

ul d

e la

Chi

na c

on

tres

vuel

tas

de

plat

a de

l C

uzco

con

pes

ta-

ñuel

a de

cin

ta c

olor

” 53

p.

Inve

ntar

io-

“Nue

ve d

ocen

as d

e bo

-to

nes

de la

Chi

na a

dos

re

ales

la d

ocen

a”

1726

1726

1729

Mig

uel M

oyan

o C

orne

jo. C

órdo

ba

Cur

a re

ctor

de

la

Igle

sia

Fran

cisc

o Vi

lche

z y

Mon

toya

Te

jeda

. Cór

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Juan

a Ba

rragá

n.

Buen

os A

ires

Hija

del

Cap

itán

Pabl

oBa

rragá

n

Suce

sión

- “o

ngar

ina

de

Pequ

ín

afor

rada

en

lista

dillo

de

seda

Suce

sión

- “u

na b

olsa

ver

de d

e da

-m

asco

de

la C

hina

Auto

s po

r fal

leci

mie

nto

- “a

bani

co c

on v

arilla

s de

m

arfil

todo

de

la C

hina

China en la América colonial

224

1726

Mae

stre

de

Cam

po

Anto

nio

de A

rrasc

oeta

. C

órdo

ba

Suce

sión

- “v

estid

o po

llera

y c

asa-

ca d

e m

eleq

ue [s

ic] d

e la

C

hina

bi

en

trata

da

afor

rado

en

sa

ia

saia

co

n su

vue

lta d

e en

ca-

jes

de o

ro” 1

00 p

.-

“7 v

aras

de

Pequ

ín”

14

p.

Cap

ital t

otal

: 9.0

76 p

esos

1727

1730

Cap

itán

Ber n

ardo

Bla

nco

Gue

rra. S

alta

El D

uraz

nal B

ueno

s Ai

res

Emba

rgo

de b

iene

s-

“4 li

bras

de

seda

de

la

Chi

na d

e di

stin

tos

colo

-re

s”-

“1 p

ieza

de

pequ

ín n

e-gr

o”-

“2 c

hupa

s, u

na d

e ra

so

de l

a C

hina

y o

tra d

e te

rcio

pelo

de

la C

hina

co

n bo

tone

s de

pla

ta

usad

a”-

“cap

ote

de c

arro

de

oro

con

franj

a y

vuel

tas

de

la C

hina

”-

“2 p

ares

de

calzo

nes

de

raso

de

la C

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Com

iso

- “t

res

piez

as d

e m

usel

i-na

s or

dina

ria d

e la

Chi

-na

” a 6

cad

a un

a, 1

8 p.

- “u

na

chup

a de

pa

ño

mus

go fo

rrada

en

tafe

-tá

n de

la C

hina

”, 8

p.

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

Apéndice documental

225

1727

Fran

cisc

o Te

jeda

y

Guz

mán

. Cór

doba

Suce

sión

- “p

olle

ra

y ca

saca

de

ra

so d

e co

lor e

s. L

a po

-lle

ra d

e Pe

quín

y la

ca-

saca

de

dich

o ra

so b

ien

trata

da”

- “4

par

es d

e m

edia

s de

se

da d

e la

Chi

na”

1731

1730

Mar

ía G

onzá

lez.

C

órdo

ba(v

iuda

de

Rodr

ígue

z Fr

an-

cisc

o)

Doña

Mar

ía d

e La

risVi

uda

del m

aest

re d

e ca

mpo

y d

e qu

ien

fuer

a go

bern

ador

de

Buen

os

Aire

s Ju

an d

e Va

ldez

In

clan

Inve

ntar

io-

“una

caj

a se

hal

ló u

na

chup

ita d

e ra

so d

e la

C

hina

afo

rada

en

lienz

o na

ranj

ada

mal

trata

da” 8

p.

Tota

l Cap

ital:

5.65

8 pe

sos

Suce

sión

- “c

olet

a de

br o

cato

ver

-de

de

la C

hina

con

en-

caje

s” 3

0 p.

- “4

jíca

ras

de la

Chi

na a

1

peso

” 4 p

.-

“sei

s pl

atos

tam

bién

de

la C

hina

” 6 p

.-

“un

biom

bo d

e la

Chi

na

con

8 ba

stid

ores

” 80

p.-

“tre

s co

rtina

s de

ras

o ch

ino

y su

s ce

nefa

s”

todo

9 p

.-

“col

gadu

ra

de

raso

bl

anco

de

Chi

na” 5

0 p.

- “c

olch

a az

ul d

e la

Chi

-na

” 60

p.

China en la América colonial

226

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os17

3217

30Do

ña D

amia

na d

e Ai

bar.

Valle

de

Cat

amar

ca,

Muj

er d

e Ju

an d

e C

astro

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el H

oyo

Doña

Isab

el Ib

arls

. Bue

-no

s Ai

res

Muj

er d

e Ph

elip

e de

As-

pilla

ga

Test

amen

to-

“san

to c

risto

de

mar

fil

de u

n cu

arto

de

alto

de

la C

hina

”-

“cua

tro

vara

s y

tres

cuar

tos

de r

aso

chin

o”

4 p.

- “v

estid

o de

peq

uín

po-

llera

con

enc

aje

de o

ro,

su c

asac

a de

lo m

ism

o bo

tone

s de

oro

y s

us

alam

ares

” 42

p.

Suce

sión

- “d

os a

zafa

tes

de la

Chi

-na

1733

1731

Capi

tán

Pedr

o Ál

vare

z.

Cór

doba

Patri

cio

Jose

ph C

uitiñ

oBu

enos

Aire

sIn

vent

ario

- “c

hupa

de

Can

tón

en

tafe

tán

carm

esí

con

plat

a” 3

5 p.

- “c

apot

e de

car

ro d

e or

o bl

anco

, su

s vu

elta

s de

fo

ndo

chin

o ap

olilla

do”

25 p

.

Suce

sión

- “d

os t

acita

s y

dos

pla-

tillo

s de

losa

de

Chi

na

para

té” 4

real

es

1733

Ger

ónim

a de

Sa

rach

o.

Cór

doba

Hija

del

Cap

itán

José

Hur

-ta

do d

e Sa

rach

o

Car

ta d

otal

- “v

estid

o br

ocat

o ná

car

polle

ra

y ca

saca

qu

e en

traro

n 15

var

as fo

rra-

do e

n Pe

quín

ver

de y

la

polle

ra c

on

Apéndice documental

227

1734

1731

Mar

iana

Arra

scae

ta. C

ór-

doba

Hija

del

mae

stre

de

cam

-po

Ant

onio

de

Arra

scae

ta

Fran

cisc

o Pé

rez.

Bu

enos

Aire

sAy

udan

te d

e la

C

ompa

ñía

de lo

s in

válid

os

Car

ta d

otal

- “u

n pa

ñuel

o de

gén

ero

Chi

no c

on s

u en

caje

de

palm

itos”

8p.

Dote

tota

l: 3.

113

peso

s

Inve

ntar

io-

“una

var

a de

raso

de

la

Chi

na” 2

p.

1734

1731

Pedr

o de

Cár

dena

s. C

ór-

doba

Mig

uel d

e Je

sús

Sast

reEm

barg

o de

bie

nes

- “d

os

pañu

elos

de

la

C

hina

Emba

r go

de b

iene

s-

“cin

co p

ieza

s em

peza

-da

s y

ente

ras

de C

hino

an

gost

o”-

“pie

za y

5 r

etaz

os d

e pa

ñuel

os d

e se

da d

e la

C

hina

”-

“otra

pi

eza

empe

zada

de

lo m

ism

o”

4

vara

s de

pla

ta d

e M

i-lá

n de

dos

ded

os d

e an

-ch

o y

la c

asac

a oj

alad

a co

n hi

lo d

e pl

ata”

220

p.- “

otro

ves

tido

de te

la ri

ca

de

Sevi

lla

forra

do

en

Pequ

ín c

olor

ado

la c

a-sa

ca y

su

botó

n de

oro

” 38

5p.

Dote

tota

l: 1.

962

peso

s

China en la América colonial

228

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os17

3517

33Ju

an A

nton

io

Bara

ndia

ran.

Cór

doba

Juan

de

Car

reag

aBu

enos

Aire

sIn

vent

ario

- “d

os b

ande

jas

de m

a-de

ras

betu

nada

s a

mod

o de

las

Chi

nas”

Inve

ntar

io-

“34

vara

s de

dam

asco

ne

gro

chin

o en

tres

reta

-zo

s a c

ator

ce re

ales

vara

im

porta

n 59

p.”

- “1

7 pi

ezas

de

lie

nzo

chin

o co

n ci

nco

pa-

ñuel

os c

ada

piez

a qu

e ha

cen

oche

nta

y tre

s re

ales

cad

a un

o” 3

1 p.

- “9

2 va

ras

de a

ngar

ipol

a ch

ino

a se

tent

a re

ales

” 80

p.

Cap

ital t

otal

: 144

6 pe

sos

1735

1734

Mar

tín d

e Ar

raiz.

C

órdo

baFr

anci

sco

Anto

nio

de O

reyr

oBu

enos

Aire

s

Rem

ate

de b

iene

s-

“cas

aca

de

paño

de

Ca

stilla

mus

go f

orra

da

en

dam

asqu

illo

chin

o m

usgo

nue

va” 4

5 p.

Inve

ntar

io-

“tre

s va

ras

de t

afet

án

de la

Chi

na” 3

p.

Cap

ital t

otal

: 184

6 pe

sos

1741

1739

Cap

itán

Seba

stiá

n M

aldo

nado

. Rí

o Se

gund

o

Mar

ía B

alm

aced

a.

Buen

os A

ires

Inve

ntar

io-

“chu

pa d

e Pe

quín

neg

r o

viej

a” 6

p.

- “v

estid

o qu

e im

portó

de

Pequ

ín e

n 14

p y

otro

de

segu

nda

en 2

0 p.

Inve

ntar

io-

“una

pila

de

agua

ben

-di

ta d

e un

car

acol

de

la

Indi

a co

n un

a im

agen

de

Nues

tra S

eñor

a co

n su

hi

jo S

antís

imo

en lo

s bra

-zo

s […

] a

8 pe

sos

que

Apéndice documental

229

- “v

estid

o de

pol

lera

y c

a-sa

ca d

e Ch

ina”

80

p.

Cap

ital t

otal

: 7.4

99 p

.

se

ven

de p

ara

paga

r los

ga

stos

del

fune

ral”

- “un

a co

lcha

de

anga

ripol

a de

la C

hina

” a 6

p.

- “m

edia

doc

ena

de p

lato

s de

loza

de

Chi

na e

n 18

re

ales

1745

1743

Cap

itán

Bern

ardo

Bla

nco

Gue

rra. S

alta

Don

Dieg

o de

Sor

arte

. Bu

enos

Aire

sC

onta

dor

Inve

ntar

io-

“bat

a de

ang

arip

ola

de

la C

hina

forra

da”,

10 p

.-

“bat

a de

raso

de

la C

hi-

na a

zul a

flor

es a

nara

n-ja

da” 4

p.

- “c

ortin

a de

da

mas

co

carm

esí d

e la

Chi

na v

ie-

ja y

rota

”Va

lor

de lo

s bi

enes

tot

a-le

s: 1

1.17

4 pe

sos

Petic

ión

de B

iene

s-

“Una

lám

ina

de C

hris

-to

cru

cific

ado

de c

inco

cu

arta

s de

larg

o en

ta-

bla

con

su m

arco

neg

ro

de m

ader

a y

corti

na d

e lis

tadi

llo d

e la

Chi

na”

30 p

.-

“U

n lie

nzo

de N

uest

ra

Seño

ra d

e la

Con

cep-

ción

de

vara

y m

edia

de

larg

o co

n su

mar

co

dora

do

y co

rtina

de

lis

tadi

llo d

e C

hina

” 25

p.

- “u

na a

lfom

bra

turq

uez-

ca [

sic]

con

flec

os d

e se

da” 2

5 p.

China en la América colonial

230

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os17

4717

44Do

ña Is

abel

M

aldo

nado

. Cór

doba

Espo

sa d

el c

apitá

n Jo

se-

ph F

erná

ndez

José

de

Esqu

ivel

. Bu

enos

Aire

sN

atur

al d

e C

órdo

ba

de T

ucum

án

Inve

ntar

io-

“cru

cifij

o de

mar

fil d

e la

C

hina

con

sus

pla

tas,

pe

queñ

o y

usad

o” 3

p.

Inve

ntar

io-

“una

ca

saca

de

pa

ño

mus

go y

chu

pa d

e ra

so

blan

co d

e la

Chi

na to

do

usad

o en

10

p.”

- “

un

bast

ón

de

caña

or

dina

rio d

e la

Chi

na”

2 p.

1748

1748

Dom

ingo

Car

ranz

a. C

ór-

doba

Fran

cisc

o C

riado

y

Escu

dero

. Bue

nos

Aire

sPa

trim

onio

- “1

6 va

ras

de a

ngar

ipo-

la fi

na d

e la

Chi

na a

14

real

es la

var

a im

porta

n”

28 p

.-

“sob

reca

ma

de a

ngar

i-po

la d

e la

Chi

na a

flor

es

con

forro

de

Col

eta

de

la In

dia”

30

p.

Fact

ura

- “u

na p

ieza

de

pequ

ín e

n 36

pes

os”

1749

Cap

itán

Pedr

o Fe

rnan

do d

e G

aray

.C

órdo

ba

Inve

ntar

io-

“cas

aca

negr

a de

pañ

o fo

rrada

en

da

mas

co

chin

o bo

tona

dura

de

ce

r da,

usa

da,

bien

tra

-ta

da” 4

0 p.

- “ch

upa

de ra

so d

e C

hina

fo

rrada

en

cole

ta,

bo-

tona

dura

de

plat

a, b

ien

usad

a” 8

p.

Apéndice documental

231

1749

Do

ña J

osef

a M

aría

Ba

surto

. Bue

nos

Aire

s-

“pol

lera

y

casa

ca

de

dam

asco

ne

gro

chin

o fo

rrada

la c

asaq

uilla

en

tafe

tán

carm

esí,

amba

s us

adas

” 38

p.-

“cor

tinas

de

anga

ripo-

las

de la

Chi

na c

on s

u so

brec

ama”

Cap

ital

tota

l: 19

.553

pe-

sos

Inve

ntar

io-

“un

dela

ntal

de

cala

ma-

co d

e la

Chi

na u

sado

” 12

real

esC

apita

l tot

al: 1

.178

pes

os

1750

1751

Mae

stre

de

Cam

po

Luis

Fer

nánd

ez

Gra

nado

. Ani

saca

te

Pedr

o Ba

zán.

De

Bue

nos

Aire

s al

Pa

ragu

ay

Inve

ntar

io-

“esc

riban

ía c

on e

mbu

ti-do

s de

mar

fil d

e la

Chi

-na

” 40

p.-

“ong

arin

a y

calzo

nes

de

Pequ

ín m

usgo

vie

jo”

6 p.

Mem

oria

de

enví

o-

“un

bast

ón d

e ca

ña d

e la

Chi

na” 6

p.

1751

1751

Don

Fran

cisc

o Pé

rez

de S

arav

ia. T

ucum

ánLo

renz

o de

Sor

iaga

.Bu

enos

Aire

sRe

mat

e-

“dos

doc

enas

de

cam

i-sa

s de

lien

zo d

e la

Chi

-na

con

ola

nes

[sic

]” 32

p.

la d

ocen

a

Mem

oria

de

difu

nto

- “6

pie

zas

y ¾

var

as d

e pe

quín

neg

ro a

12

la

piez

a” 7

7 p.

- “4

pi

ezas

de

pe

quín

am

arill

o a

12 p

esos

” 48

p.

China en la América colonial

232

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

1752

1756

José

Mar

tínez

. Lo

s M

olin

os C

órdo

baDo

n Pe

dro

Cue

li.

Buen

os A

ires

Suce

sión

- “e

stuc

he d

e m

arfil

de

la C

hina

par

a gu

arda

r ag

ujas

”-

“pol

lera

de

da

mas

co

negr

o co

n su

cas

aca

de

lo m

ism

o fo

rrada

en

pe-

quín

” 30

p.

Inve

ntar

io-

“dos

doc

enas

de

plat

o de

loza

de

Chin

a” 1

5 p.

- “d

ieci

siet

e ta

sita

s de

C

hina

par

a té

” 8 p

.-

“Nue

ve p

latil

los

para

las

dich

as ta

cita

s”-

“Sie

te j

ícar

as d

e C

hi-

na p

ara

Cho

cola

te”

a 4

real

es c

/u-

“Una

tete

ra d

e la

Chi

na”

3 p.

- “U

na v

inaj

era

de v

idrio

, un

a ta

cita

y u

n pl

atillo

de

losa

de

la C

hina

” 2

peso

s to

do

1752

1752

1756

José

Mar

tínez

. Lo

s M

olin

os C

órdo

ba

Fran

cisc

o M

elga

rejo

.C

órdo

ba

Don

Pedr

o C

ueli.

Bu

enos

Aire

sSu

cesi

ón-

“est

uche

de

mar

fil d

e la

Chi

na p

ara

guar

dar

aguj

as”

- “p

olle

ra

de

dam

asco

ne

gro

con

su c

asac

a de

lo

mis

mo

forra

da e

n pe

-qu

ín” 3

0 p.

Inve

ntar

io-

“45

birr e

tes

lista

dos

de

Chi

na”

Inve

ntar

io-

“dos

doc

enas

de

plat

o de

loza

de

Chin

a” 1

5 p.

- “d

ieci

siet

e ta

sita

s de

C

hina

par

a té

” 8 p

.-

“Nue

ve p

latil

los

para

las

dich

as ta

cita

s”-

“Sie

te j

ícar

as d

e C

hi-

na p

ara

Cho

cola

te”

a 4

real

es c

/u

Apéndice documental

233

- “d

os

pañu

elos

de

la

C

hina

”-

“Una

tete

ra d

e la

Chi

na”

3 p.

- “U

na v

inaj

era

de v

idrio

, un

a ta

cita

y u

n pl

atillo

de

losa

de

la C

hina

” dos

pe

sos

todo

1752

1759

Pedr

o Se

gura

. Cór

doba

Don

Fran

cisc

o Es

quiv

el.

Buen

os A

ires

Suce

sión

- “c

hupa

de

colo

nia

bor-

dada

con

lana

de

colo

-re

s de

la C

hina

Inve

ntar

io-

“una

jíc

ara

sold

ada

de

la C

hina

” 1 re

al y

med

io

1757

1760

Andr

és P

erei

ra.

Cór

doba

Don

Car

los

de L

os

Sant

os B

alen

te.

Buen

os A

ires

Inve

ntar

io-

“pol

lera

de

dam

asco

de

la C

hina

neg

ro v

ieja

y

mal

trata

da” 6

p.

Cap

ital t

otal

: 4.7

77 p

esos

Inve

ntar

io-

“un

vest

ido

blan

co b

or-

dado

de

Chi

na c

on o

ro”

1760

1759

-17

63

1770

Mae

stre

de

Cam

po

Jeró

nim

o Lu

is d

e Ec

heni

que

de C

abre

ra

Fern

ando

Esc

alad

aC

omer

cian

te d

e Bu

enos

Aire

s

Don

Mar

cos

Bale

nte.

C

osta

s de

l Lito

ral

Veci

no d

el P

arag

uay

Inve

ntar

io-

“un

bast

ón d

e ca

ña d

e C

hina

, su

puñ

o y

cas-

quillo

de

met

al a

mar

illo”

4 p.

Inve

ntar

io d

e tie

nda

- U

na fu

ente

de

chin

a-

14 p

latil

los

de l

oza

de

Chi

na

Car

ta re

quis

itoria

- “D

oce

pañu

elos

bl

an-

cos

de C

hina

con

pin

tu-

ras

azul

es”

- “C

inco

y m

edia

var

as

de ra

so c

hino

am

arill

o”

China en la América colonial

234

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os17

6417

72

1774

Deán

de

la C

ated

ral

de C

órdo

ba D

on D

iego

Salg

uero

de

Cab

rera

Don

Luis

Cac

hem

olle

. B

ueno

s Ai

res

Doña

Luc

ía d

e Fe

rreira

Buen

os A

ires

Inve

ntar

io p

ara

dona

ción

- “[C

asul

la] a

forro

de

lis-

tadi

llo d

e la

Chi

na, u

sa-

da”

- “c

asul

la

con

esto

la

y m

aníp

ulo

de r

aso

liso

de la

Chi

na”

- “C

uatr o

pla

tos

de C

hi-

na y

sei

s pe

queñ

os c

on

sus

jícar

as y

una

tet

e-ra

gra

nde

de la

Chi

na”

todo

en

14 p

.-

“Dos

so

pero

s pe

que-

ños

de C

hina

” 6 p

.-

“par

de

tin

tero

s co

n su

s sa

lvad

eras

, el

uno

de

cris

tal

y el

otro

de

la C

hina

con

un

nico

s-co

pio

[sic

] de

ocho

pe-

sos”

- “o

lla

con

su t

apa

de

Chi

na y

tre

s ta

zas

de

dich

a”

Inve

ntar

io-

“una

cañ

a de

bas

tón

de

la In

dia

sin

puño

” 6 r e

a-le

s-

“una

tasa

de

Chi

na c

on

su ta

pa” 6

real

es-

“otra

de

dich

a lo

sa o

rdi-

naria

” 1 re

alC

apita

l tot

al: 3

72 p

esos

Inve

ntar

io-

“14

plat

illos

finos

de

la

Chi

na” 6

pes

os

Apéndice documental

235

1765

1774

1774

1774

Man

uel d

e Po

rtillo

. C

órdo

ba

Mar

ía J

osep

ha B

eníte

z y

Carra

nza.

Cór

doba

Jose

ph M

aldo

nado

. Rí

o C

uarto

Mer

cade

r de

Buen

os

Aire

s Do

n M

anue

l de

Esca

lada

Bus

tillo

Inve

ntar

io-

“14

pañu

elos

azu

les

de

la C

hina

a 8

real

es c

ada

uno”

- “5

pa

ñuel

os

de

hilo

bl

anco

y

mor

ado

de

Chi

na a

6 r

eale

s ca

da

uno”

- “2

2 do

cena

s y

7 pe

ines

bl

anco

s de

mar

fil d

e la

C

hina

”-

“3 y

med

ia v

ara

libra

de

cane

la d

e la

Chi

na”

Cap

ital t

otal

: 9.7

63 p

esos

Inve

ntar

io-

“un

biom

bo d

e m

ader

a co

n fig

uras

chi

nesc

as”

30 p

.

Inve

ntar

io-

“3

vaso

s de

lo

sa

de

Chi

na” 4

r. ca

da u

noC

apita

l to

tal:

36.6

02 p

e-so

s

Inve

ntar

io-

“Onc

e pa

ñuel

os

a la

ch

ines

ca

pint

ados

al

ca

nto”

5

r eal

es

cada

un

o-

“Nov

enta

y o

cho

doce

-na

s de

aban

icos

a la

chi

-ne

sca

de a

ntig

ua m

oda

para

niñ

as”

a 10

rea

les

la d

ocen

a 12

2 p.

- “c

uatro

ta

cita

s pa

ra

café

de

losa

de

la C

hi-

na”

- “c

ajita

con

cua

tro p

la-

tos

para

dul

ce d

e lo

sa

de C

hina

”-

“tr e

s ta

sas

para

cal

do

de la

Chi

na”

- “t

res

cafe

tera

s de

la

C

hina

”-

“tre

s flo

rero

s de

la C

hi-

na”

- “s

iete

pla

tillo

s pa

ra d

ul-

ce d

e la

Chi

na”

- “s

eis

poci

llos

sin

asas

co

n su

s pl

atillo

s de

la

Chi

na”

- “d

ieci

séis

poc

illos

de la

C

hina

con

asa

s”

China en la América colonial

236

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os-

“tre

inta

y n

ueve

tac

itas

para

caf

é de

la C

hina

”-

“tre

inta

y n

ueve

pla

tillo

s de

la C

hina

” to

do a

15

p.-

“tre

s ba

tas

de

Chi

na

para

muj

er”

a 10

pes

os

son

30 p

.-

“cua

tro d

ocen

as d

e pa

-ño

leta

s de

vec

illo a

la

chin

esca

con

ram

itos”

si

ete

y m

edio

pes

os la

do

cena

30

p.-

“doc

e do

cena

s pa

ñue-

los

de

seda

do

bles

pi

ntad

os a

la

chin

es-

ca”

14 p

esos

la d

oce-

na 1

68 p

.-

“dos

col

chas

de

raso

de

Chi

na c

on fl

ecos

de

seda

” 30

p.C

apita

l tot

al: 1

01.3

57 p

e-so

s

Apéndice documental

237

1777

1778

1779

1777

José

de

Leng

uina

. C

órdo

ba

Petro

nita

de

Mol

ina.

Lo

s C

ocos

. Cór

doba

Barto

lom

é de

Arte

aga.

C

órdo

ba

Juan

Man

uel d

e La

vard

enAb

ogad

o de

la R

eal A

u-di

enci

a de

Bue

nos

Aire

s.

Nat

ural

de

La P

lata

Emba

rgo

de ti

enda

- “2

4 pa

ñuel

os

de

la

Chi

na a

15

real

es c

ada

uno”

15p

.-

“14

pañu

elos

azu

les

de

algo

dón

de C

hina

”-

“5 d

ocen

as y

onc

e pe

i-ne

s bl

anco

s de

mar

fil

de la

Chi

na”

Inve

ntar

io- “

seis

pla

tillo

s de

losa

de

Chi

na c

on d

os jí

cara

s”

6 p.

Cap

ital

tota

l: 16

.659

pe-

sos

Razó

n de

bie

nes

- “3

vara

s de

raso

de

Chi

-na

” 3p.

cad

a un

a

Inve

ntar

io-

“Cua

tr o fu

ente

s de

Chi

-na

. Una

gra

nde

en 2

pe-

sos

y ot

ra m

enor

en

12

real

es. O

tra ro

sada

en

4 re

ales

” 5 p

. tod

a-

“19

plat

os d

e C

hina

a 4

re

ales

c/u

” 9, 1

4 p.

- “3

más

”-

“una

esc

upid

era

de l

a C

hina

” 6 re

ales

- “3

taza

s de

Chi

na p

ara

cald

o a

8 r e

ales

c/u

” 2

p. 4

r.-

“17

jícar

as d

e C

hina

. 12

igua

les

con

plat

illos”

14

p.-

“2

taza

s gr

ande

s de

C

hina

” 1p.

C

apita

l tot

al: 4

.205

pes

os

Virr

eina

to d

el R

ío d

e la

Pla

ta

China en la América colonial

238

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

1779

1780

178

(¿?)

Mar

ía H

urta

do d

e M

endo

za. C

órdo

baM

atía

s G

rimau

. Bu

enos

Aire

s

Don

Bern

ave

Deni

s y

Arce

. Bue

nos

Aire

s

Inve

ntar

io-

“los

mar

cos

de

un

biom

bo d

e la

Chi

na c

on

algu

nos

lienz

os” 6

0 p.

Inve

ntar

io- “

20

pla

tillo

s de

chi

-na

dife

rent

es a

3 re

ales

c/

u” 7

p. 4

r.-

“12

taci

tas

de lo

za fi

na

de c

hina

par

a du

lce

a 2

r. c/

u” 3

p.-

“12

plat

os d

e lo

za d

e ch

ina

blan

ca c

on ra

mos

do

rado

s a 5

r. c/

u” 7

p. 4

r.-

“2 f

uent

es m

edian

as d

e lo

za d

e ch

ina

a 12

reale

s”-

“12

plat

os d

e ch

ina

or-

dina

rios

a 3

r eal

es c

/u”

- “1

2 pl

atos

de

loza

fina

de

la c

hina

a 8

real

es c

/u”

- “1

taz

a de

loza

fina

de

Chi

na a

1 p

. 4r.”

- “2

fuen

tes

med

iana

s de

lo

za d

e C

hina

Petic

ión

de b

iene

s-

“Cin

co p

latil

los

de C

hi-

na y

dos

fras

quito

s” 1

p.

4r.

Apéndice documental

239

1780

1780

Nar

ciso

Ben

gole

a.

Río

Cua

rtoPe

dro

Rodr

ígue

z Aré

valo

.Bu

enos

Aire

sIn

vent

ario

- “u

n pa

r de

med

ias

en-

carn

adas

a la

chi

nesc

a”

4 p.

Inve

ntar

io-

“un

bast

ón d

e ca

ña d

e la

Ind

ia c

on a

braz

ade -

ras

de p

lata

” 6 p

esos

.C

apita

l to

tal:

36.9

50 p

e-so

s

1786

1782

Doña

Teo

dora

Luj

án.

Sier

ras

de C

órdo

baJo

sé A

nton

io D

iaz

Pim

ient

a.

Buen

os A

ires

Inve

ntar

io-

“pol

lera

de

tafe

tán

do-

ble

azul

con

sus

tre

s vu

elta

s de

ci

ntas

de

pl

ata

fals

a a

la c

hine

sca

bast

ante

usa

da” 1

6 p.

Inve

ntar

io-

“aba

nico

de

co

ncha

car

nuev

o es

tilo

chi-

nesc

o”-

“bas

tón

de c

aña

corta

co

n pu

ño d

e pl

ata

de la

ch

ina

usad

o” 2

p.

1784

1785

1782

Sarg

ento

may

or N

icol

ás

Asco

eta.

Cór

doba

Juan

Man

uel G

erva

sio

Mar

tiare

naM

arqu

és d

e To

jo. J

ujuy

Don

Mat

ías

Pach

eco

Buen

os A

ires

Inve

ntar

io-

“47

vara

s de

cin

tas

a la

ch

ines

ca” 2

r. la

var

a-

“dos

aba

nico

s de

mar

fil

de la

Chi

na”

Cap

ital t

otal

: 23.

879

pe-

sos

Inve

ntar

io-

“26

piez

as d

e lo

za d

e C

hina

en

tre

chic

os

y m

ás

med

iano

s qu

e un

as y

otra

s ta

saro

n en

3

real

es y

mon

tan

4 pe

-so

s y

dos

real

es”

Inve

ntar

io-

“un

San

Barto

lom

é ch

i-qu

ito d

e m

arfil

de

la C

hi-

na e

n do

s re

ales

China en la América colonial

240

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os

1786

1782

M

erca

der P

edro

Cam

pal.

Cór

doba

Don

Mar

io S

alin

asAs

unci

ón d

el P

arag

uay

Inve

ntar

io-

“10

pañu

elos

de

Chi

na

a 12

rea

les

cada

uno

” 15

p.-

“tr e

s va

ras

y ¾

de

Co-

leta

de

la In

dia

tres

rea-

les”

1p.

5 r.

- “1

pie

za d

e di

cha

Col

e-ta

” 20p

.-

“6 p

ieza

s de

ang

arip

ola

de la

Chi

na a

20

peso

s la

pie

za” 1

20p.

Inve

ntar

io-

“20

doce

nas

de p

añue

-lo

s az

ules

ch

ines

cos

con

flore

s de

bue

na c

a-lid

ad y

tam

año

a 6

pe-

sos

la d

ocen

a”-

“10

doce

nas

de m

ism

os

pañu

elos

per

o co

lora

-do

s a

flore

s a

6 pe

sos

la

doce

na”

- “o

tr os

cuat

ro fi

nos

pa-

ñuel

os

a la

ch

ines

ca

de c

olor

de

mar

ma

[sic

] m

ayor

a 1

3 pe

sos

la d

o-ce

na”

1788

1783

José

del

Bus

to. C

órdo

baDo

n Vi

cent

e Q

uinz

y Bu

enos

Aire

sIn

vent

ario

- “2

0 pi

ezas

de

ci

ntas

ch

ines

cas

con

plat

a y

sin

ella

” 6

p. c

ada

una

son

120

p.-

“5 p

ieza

s ½

de

dich

as

más

ang

osta

s” a

4 p

. so

n 20

p.

- “6

pie

zas

chin

esca

s co

n pl

ata

y si

n el

la” 3

6 p.

- “1

34 ½

var

as d

e ci

ntas

de

raso

a la

chi

nesc

a”

Inve

ntar

io-

“pla

to d

e lo

sa C

hina

” a

un re

al y

med

io-

“azu

care

ra d

e lo

sa d

e In

glat

erra

con

su

tapa

” 3

real

es-

“dos

jar

ras

de l

osa

de

la C

hina

a 1

rea

l cad

a un

a”-

“cin

co p

latil

los

de lo

sa

de l

a C

hina

a 1

rea

l ca

da u

no”

Apéndice documental

241

1790

Regi

dor J

osé

de A

llend

e.

Cór

doba

Inve

ntar

io-

“esc

riban

ía t

oda

pint

a-da

en

su b

etún

car

mes

í y

sus

pint

uras

sob

resa

l-ta

dos

a la

Chi

na”

- “1

4 va

ras

½ m

elam

a a

la C

hine

sca”

- “d

ocen

a de

m

edia

s bl

anca

s de

la C

hina

- “s

eis

poci

llos

de lo

sa d

e la

Chi

na to

do e

n 2

rea-

les”

- “t

acita

de

losa

de

Chi

na

a 1

r eal

”-

“caf

eter

a de

lo

sa

de

Chi

na q

uebr

ada

sin

va-

lor”

- “T

res

tapa

dera

s de

losa

de

Chi

na s

in a

plic

ació

n”-

“Tre

s pl

atos

de

peltr

e a

6 re

ales

”17

9117

90Jo

sé Ig

naci

o Am

enáb

ar.

Cór

doba

Don

Casim

iro d

e Ag

uirre

Alfé

rez

Real

. Bu

enos

Aire

s

Razó

n de

cue

nta

- “1

pie

za y

24

vara

s ¾

de

cint

as C

hine

scas

” 7p.

Inve

ntar

io-

“ba

stón

de

caña

de

Chi

na c

on s

u ca

squi

llo

de p

lata

” 6 p

.-

“9 p

lato

s de

los

a de

C

hina

a 1

r eal

” 1p.

1r.

- “6

tac

itas

de l

osa

de

Chi

na a

1 re

al” 6

real

esC

apita

l tot

al: 2

66.7

60 p

e-so

s

1791

1790

Rosa

Car

ranz

a. C

órdo

baDo

n Ju

an A

nton

io L

erdo

.Bu

enos

Aire

sIn

vent

ario

- “b

iom

bo a

la C

hine

sca

cuyo

lie

nzo

tiene

me-

dian

o us

o”

Inve

ntar

io-

“Cua

tro d

ocen

as d

e go

-rro

s do

bles

de

seda

a

la C

hine

sca

fábr

ica

de

Nav

arro

a 1

7 pe

sos

4 re

ales

la d

ocen

a” 7

0 p.

China en la América colonial

242

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os17

94

1791

-17

94

1791

José

Alb

orno

z. C

órdo

ba

Berís

imo

Arau

jo.

Cór

doba

Don

Euge

nio

Lerd

o de

Te

jada

Alca

lde

de B

ueno

s Ai

res

Inve

ntar

io-

“3 p

olle

ras

de a

ngar

ipo-

las

usad

as d

e la

Chi

na”

Suba

sta

de ti

enda

- “1

0 ce

ñido

res

dobl

es

de C

hina

de

colo

res”

, 20

r.-

“18

ceñi

dor e

s se

ncillo

s de

col

ores

de

la C

hina

”, 8

r.-

“10

gorro

s de

sed

a do

-bl

e a

la c

hine

sca

a 8

real

es c

ada

uno”

- “5

pa

ñuel

os

de

seda

ch

ina

de a

8 re

ales

cad

a un

o”

Inve

ntar

io“L

osa

de C

hina

”-

“doc

ena

de p

lato

s, fo

n-do

bla

nco

con

azul

, y

ram

itos

enca

rnad

os

a un

o y

med

io re

al” 2

p 2r

- “o

nce

plat

illos

para

dul

-ce

con

ram

itos

dora

dos

a se

is re

ales

la d

ocen

a”-

“die

z Ta

cita

s pa

r dul

ce a

sie

te re

ales

la d

ocen

a”-

“doc

e pl

atillo

s co

n ra

-m

itos

y az

ul s

iete

r.

la

doce

na”

- “o

nce

plat

illos

con

ram

i-to

s do

rado

s y

otro

s co

-lo

res

siete

r. la

doc

ena”

-

“onc

e Ta

cita

s co

n ra

mi-

tos

dora

dos

a si

ete

rea-

les

la d

ocen

a” 6

real

es-

“sei

s pl

atillo

s co

n ra

mi-

tos

de c

olor

es a

sie

te

real

es la

doc

ena”

3 p

e-so

s-

“cin

co Ta

cita

s co

n ra

mi-

tos

a si

ete

r. la

doc

ena”

3

real

es

Apéndice documental

243

- “1

6 pl

atillo

s de

col

ores

a

siet

e re

ales

la

doce

-na

” 1, ¼

p-

“14

taci

tas

a si

ete

rea-

les

la d

ocen

a” 1

p.-

“24

plat

illos

blan

cos

con

azul

y d

orad

o a

sie-

te re

ales

la d

ocen

a” 1

, 6

real

es-

“21

plat

illos

blan

cos

con

azul

y d

orad

o a

sie-

te re

ales

la d

ocen

a” 1

p.

4 re

ales

- “1

2 pl

atillo

s a

7 re

ales

”-

“11

plat

illos”

6 r

eale

s m

ás o

nce

plat

illos

más

a

6 re

ales

- “s

eis

plat

illos

oscu

r os

a 3

real

es”

- “t

res

flore

ritos

a d

os y

m

edio

real

es” 7

real

es-

“dos

ja

rros

med

iano

s a

2 pe

sos

cada

uno

” 4

peso

s-

“una

tete

rita”

1pe

so-

“dos

taz

as g

rand

es e

n ca

torc

e r.”

1p.

6 re

ales

- “d

os ta

zas

con

sus

pla-

tillo

s de

col

ores

en

siet

e re

ales

China en la América colonial

244

Año

Año

Nom

bre

y lu

gar

Nom

bre

y lu

gar

Doc

umen

to.

Artíc

ulos

D

ocum

ento

.Ar

tícul

os-

“dos

taza

s gr

ande

s qu

e tie

nen

dent

ro c

uatro

ta-

zas

cada

uno

a tr

es p

e-so

s” s

on 6

pes

os- “

otro

con

una

taza

ade

n-tro

” 3 p

esos

- “u

na f

uent

e gr

ande

” 2

peso

s-

“tre

s ta

zas

gran

des

de

losa

” a

seis

r. s

on 2

p 2

re

ales

- “s

eis

taza

s or

dina

rias

y ch

icas

a re

al c

ada

una”

6

real

es

1795

1792

1793

1793

Fran

cisc

o Ja

vier

C

arra

nza.

San

Ped

ro,

Cór

doba

Don

Alon

so D

íaz.

La

s Ví

vora

s

Doña

Jos

efa

Igna

cia

Gar

cía.

Buen

os A

ires

Don

Juan

de

Eche

niqu

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enos

Aire

s

Suce

sión

- “5

poc

illos

de l

osa

de

Chi

na n

ueva

s”,

3 r.

c/u=

1p. 7

r.-

“de

su v

iuda

una

pol

lera

ne

gra

de m

usul

man

a de

gu

arda

Inve

ntar

io-

“cin

co y

med

ia v

aras

de

cint

as a

la C

hine

scas

” a

5 re

ales

y m

edio

nven

tario

- “u

na c

olch

a de

la C

hi-

na” 1

2 p.

Inve

ntar

io-

“doc

ena

de p

ocillo

s or

-di

nario

s de

la C

hina

” 2

p. c

on 4

r.-

“dos

med

iano

s de

ídem

Apéndice documental

245

- “u

na c

asac

a y

chup

ín

de p

equí

n az

ul” 2

0 p.

- “u

n un

iform

e [s

ic]

de

pequ

ín” 1

0 p.

- “s

eis

corti

nas

de F

elip

e ch

ino

apol

illado

con

24

vara

s” a

10

r c/u

. 30

p.17

95M

agda

lena

Pim

ient

aBu

enos

Air e

sIn

vent

ario

- “u

na fu

ente

cilla

, dos

pla

-to

s y

una

ponc

hera

raya

-da

de

losa

de

Chin

a”

Gob

erna

ción

de

Tucu

mán

: ah

pc, (

1692

), Añ

o de

tom

o 17

09, E

scrib

anía

1, l

egaj

o 22

1, e

xp. 7

, f. 3

3; (1

702)

, 202

, 9, f

. 11;

(170

2), 1

703,

206

, 8,

f. 1

0; (1

702)

, 205

, 1, f

. 4; (

1703

), 20

6, 6

, fs.

13-

14; (

1704

), 17

08, 2

19, 3

, fs.

3-3

5; (1

704-

05),

Prot

ocol

o, R

egis

tro 1

, inv

enta

rio 9

8, s

/n

de fs

.; (1

704-

05),

1, 9

8, s

/n d

e fs

.; (1

704-

05),

1, 9

8, fs

. 233

-234

; (17

04-0

5), 1

, 98,

s/n

de

fs.;

(170

5), E

scrib

anía

1, l

egaj

o 20

9, e

xp. 4

, fs.

56

-58;

(170

5), 2

10, 3

, f. 1

; (17

06),

Prot

ocol

o, R

egis

tro 1

, inv

enta

rio 9

9, f.

67v

., (1

707)

, 100

, f. 1

06; (

1707

), Es

crib

anía

1, l

egaj

o 21

5, e

xp. 1

, fs

. 5-6

; (17

08),

218,

4, f

. 3; (

1708

), 17

10, 2

26, 2

, f. 2

86; (

1708

), 17

09, 2

20, 5

, f. 3

2; (1

709)

, 173

2, 2

68, 1

, f. 6

5; (1

707-

09),

1709

, 222

, 2, f

s.

1-2;

(171

0), 2

23, 1

, f. 1

00; (

1710

), 22

5, 4

, fs.

5-1

1; (1

710-

11),

Prot

ocol

o, R

egis

tro 1

, Inv

enta

rio 1

03, f

. 83;

(171

0-11

), 1,

103

, f. 9

8; (1

710-

11),

1, 1

03, f

. 152

; (17

10-1

1), 1

, 103

, f. 7

2; (1

710)

, Esc

riban

ía 1

, leg

ajo

226,

exp

. 1, f

. 100

; (17

11),

Escr

iban

ía 2

, 13,

1, f

s. 4

0-43

; (17

11),

Escr

iban

ía 1

, 227

, 3, f

s. 3

-4; (

1711

-12)

, Pro

toco

lo, R

egis

tro 1

, inv

enta

rio 1

04, f

s. 3

8-42

; (17

12),

Escr

iban

ía 1

, leg

ajo

229,

exp

. 2, f

. 6r.;

(1

713)

, 231

, 7, f

s. 8

-14;

(171

3), 2

32, 2

, fs.

9-1

0; (1

713-

14),

Ram

o Pr

otoc

olo,

Reg

istro

1, i

nven

tario

105

, f. 7

3; (1

714)

, 1, 1

05, f

. 306

; (17

15),

Prot

ocol

o, R

egis

tro 1

, inv

enta

rio 1

07, a

ño 1

715-

16, f

. 28v

.; (1

715)

, 1, 1

07, 1

715-

16, f

. 401

; (17

15),

Escr

iban

ía 1

, año

de

tom

o 17

30, l

egaj

o 26

4, e

xp. 3

, fs.

188

-230

; (17

16),

238,

1, f

. 4; (

1716

), 23

8, 3

, fs.

7-9

; (17

16),

238,

8, f

. 15v

.; (1

717)

, 239

, 4, s

/n d

e f.;

(171

7-17

18),

Prot

o-co

lo, R

egis

tro 1

, inv

enta

rio 1

08, f

. 92;

(171

7-18

), 10

8, f.

26;

(171

7-18

), añ

o 17

23-2

6, 1

11, f

. 227

; (17

18),

1717

-18,

109

, f. 1

96-9

7; (1

718)

, Es

crib

anía

1, a

ño d

e to

mo

1720

, leg

. 244

, exp

. 7, f

. 76;

(171

8), 2

40, e

xp. 9

, s/n

de

f.; (1

718)

, Sch

enon

e H

écto

r, G

ori I

ris, B

arbi

eri S

ergi

o,

Patri

mon

io a

rtíst

ico

Nac

iona

l, in

vent

ario

de

bien

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uebl

es, P

rovin

cia

de J

ujuy

, Bue

nos

Aire

s, A

cade

mia

Nac

iona

l de

Bella

s Ar

tes,

199

1,

pp. 4

24-4

29; (

1719

), Es

crib

anía

1, 2

42, e

xp. 9

, s/n

de

fs.;

(172

1), 2

46, 6

, s/n

de

f.; (1

721)

, 246

, 7, s

/n d

e f.;

Esc

riban

ía 2

, (17

23),

1724

, 16,

14

, f. 1

0; (1

723-

24),

Prot

ocol

o, R

egis

tro 1

, inv

enta

rio 1

11, a

ño 1

723-

26, f

. 225

v.; E

scrib

anía

1, (

1720

-24)

, 172

4, 2

51, 3

, fs.

1-3

19; (

1724

), 25

0, 9

, fs.

35-

36; (

1724

) 251

, 4 s

/n d

e f.;

(172

4-26

), Pr

otoc

olo,

Reg

istro

1, I

nven

tario

112

, f. 2

50; (

1726

), Es

crib

anía

1, l

egaj

o 25

5, e

xp.

6, f.

8; (

1726

), 17

34, 2

76, 2

, f. 4

2v.;

(172

6), 1

737,

280

, 2, f

. 7: (

1727

), 17

24, 2

51, 3

, fs.

131

-133

; (17

27),

258,

2, s

/n d

e f.;

(173

1), 2

67, 3

, f.

4; (1

732)

ag

n, R

amo

Suce

sion

es 3

859,

leg.

7, f

. 22;

(173

3), a

hpc

, Esc

riban

ía 1

, leg

ajo

272,

exp

. 1, f

. 24

v.; (1

733)

, Pro

toco

lo, R

egis

tro 1

,

China en la América colonial

246

inve

ntar

io 1

19, f

. 23;

(173

4), 1

20, f

. 235

; (17

34),

Escr

iban

ía 1

, leg

ajo

275,

exp

. 2, f

. 31

v.; (1

735)

, 174

0, 2

88, 8

, f. 1

6; (1

735)

, 173

7, 2

82, 4

, f.

5; (1

743)

, Pro

toco

lo, R

egis

tro 1

, inv

enta

rio 1

26, f

. 69;

(174

5), E

scrib

anía

1, a

ño 1

761,

lega

jo 3

43, e

xp. 1

, fs.

10-

12; (

1747

), 17

48, 3

02,

3, f.

2; (

1748

), Pr

otoc

olo,

Reg

istro

1, i

nven

tario

131

, f. 2

78; (

1749

), Es

crib

anía

1, l

egaj

o 30

7, e

xp. 1

, fs.

2-3

; (17

50),

310,

15,

f. 1

2; (1

751)

, 17

56, 3

24, 1

, f. 4

8; (1

752)

, 315

, 8, f

s. 2

67-2

92; (

1752

), 51

2, 2

, f. 2

5; (1

752)

, 512

, 4, f

. 25;

(175

7), 1

758,

334

, 1, f

. 5; (

1760

), 17

62, 3

46, 1

, f.

171;

(176

4), a

mc, A

ctas

Cap

itula

res,

rollo

16,

tom

o xx

xii,

fs. 1

00-1

06; A

ño (1

765)

, 176

9, R

amo

Escr

iban

ía 1

, leg

ajo

365,

4, f

s. 4

-5; (

1774

), 38

0, 8

, f. 3

0; (1

774)

, 379

, 2, f

. 44;

(177

7), 3

87, 1

, fs.

3 y

10;

(177

8), 1

784-

85, 4

02, 7

, f. 2

70; (

1779

), 39

1, 5

, s/ d

e fs

.; (1

779)

, 179

6, 4

26, 8

, f.

4; (1

780)

, 178

9, 4

08, 5

, f. 8

9; (1

784)

, 178

4-85

, 402

, 6, f

s. 2

0 y

31; (

1785

), So

lá M

igue

l Ang

el, “

La H

acie

nda

de S

an F

ranc

isco

de

Xavi

, 17

85”,

Anal

es d

el In

stitu

to d

e Ar

te a

mer

ican

o, B

ueno

s Ai

res,

Nº 1

0, 1

957,

p. 6

3; (1

786)

, 404

, 3, f

. 31;

(178

6), 4

05, 8

, f. 1

1; (1

788)

, 407

, 5, f

. 10

; (17

90),

411,

6, f

s. 6

-8r.;

(179

1), 4

13, 8

, s/n

de

fs.;

(179

1), 4

15, 5

, f. 1

8; (1

794)

, 424

, 2, f

. 3; (

1791

-4),

1793

, 418

, 11,

f. 3

04 y

179

4, 4

23,

2, fs

. 10-

135;

(179

5), 1

798-

99, 4

28, 1

0, f.

10v

.

Buen

os A

ires:

ag

n, A

ño 1

668,

Ram

o Su

cesi

ones

, leg

ajo

5671

, exp

. 18,

f. 3

v; 1

690,

567

1, 1

2, f.

151

; 169

5, 7

700,

s/n

de

exp.

, fs.

22-

25;

1696

, 770

0, e

xp. 3

1, f.

19v

; 169

7, 7

369,

exp

. 1, f

. 12;

170

0, 3

909,

s/n

de

exp.

, f. 8

7v.;

1700

, 430

9, s

/n d

e ex

p., f

s. 8

7-89

; 170

2, 4

299,

s/n

de

exp

., f.

29v;

170

2, 7

700,

s/n

de

exp.

, f. 1

v; 1

703,

636

9, s

/n d

e ex

p., f

. 21v

.; 17

04, 3

857,

s/n

de

exp.

, fs.

14v

-17;

170

4, 5

868,

exp

. 11,

f.

15; 1

707,

430

0, s

/n d

e ex

p., f

. 3v-

10; 1

708,

770

1, s

/n d

e ex

p., f

s. 1

7-18

; 170

9, 6

246,

exp

. 3, f

s. 4

0-42

; 171

2, 5

868,

f. 2

; (17

14),

ahpc

, Es

crib

anía

1, l

egaj

o 23

4, e

xp. 1

5, f.

4 y

Pro

toco

lo, R

egis

tro 1

, inv

enta

rio 1

06, f

. 306

; 171

5, 5

868,

s/n

de

exp.

, f. 1

8; (1

716)

, ah

pc, E

scrib

anía

1,

172

3, 2

48, 1

, f. 6

; 171

6, 5

868,

s/n

de

exp.

, f. 1

8v.;

1718

, 430

0, e

xp. 2

3, fs

. 2-8

; 171

9, 6

263,

s/n

de

exp.

, f. 2

8; 1

719,

555

8, s

/n d

e ex

p.,

fs. 1

00-1

02; 1

719,

840

9, s

/n d

e ex

p., f

. 351

; 172

0, 5

335,

s/n

de

exp.

, f. 3

8v.;

1723

, 567

1, s

/n d

e ex

p., f

. 5r;

1726

, 840

9, s

/n d

e ex

p., f

. 37

v; 1

727,

625

0, s

/n d

e ex

p., f

. 56v

; 172

9, 4

301,

exp

. 1, f

. 4; 1

730,

Con

traba

ndo

y co

mis

os, e

xp. 5

, f. 2

; 173

0, S

uces

ione

s, 6

720,

s/n

de

exp.

, f. 8

7; 1

730,

636

9, s

/n d

e ex

p., f

. 7v.;

173

1, 5

336,

exp

. 6, f

. 20;

173

1, 7

701,

s/n

de

exp.

, f. 5

2v.;

1731

, 636

7, s

/n d

e ex

p., f

. 2; 1

733,

53

36, f

. 13;

173

4, 7

369,

s/n

de

exp.

, f. 4

; 173

9, 4

301,

s/n

de

exp.

, fs.

16-

18; 1

739,

812

1, s

/n d

e ex

p., f

s. 1

50r-v

; 174

3, 8

410,

s/n

de

exp.

, fs

. 4-3

8; 1

744,

567

1, s

/n d

e ex

p., f

. 44;

174

8, 5

346,

s/n

de

exp.

, f. 1

v; 1

749,

430

2, e

xp. 5

, f. 1

5v.;

1751

, 430

2, s

/n d

e ex

p., f

. 36v

.; 17

51,

8410

, exp

. 19,

fs. 9

-10;

175

6, B

iene

s de

Difu

ntos

, 15-

04-0

7, e

xp. 4

, fs.

8v-

52; 1

759,

Suc

esio

nes,

567

2, s

/n d

e ex

p., f

. 20;

176

0, 4

303,

s/n

de

exp

., f.

9; 1

759-

63, a

hn

m, C

onse

jos,

203

79, e

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; 179

5, 7

707,

s/n

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, f. 1

6.

Almirez: mortero para moler o machacar las especies.Angaripola: lienzo ordinario de varios colores utilizado generalmente por mu-

jeres pobres. Apretador: sábana de lienzo grueso con que se recogían y apretaban los colcho-

nes y sobre el cual se ponían las sábanas más delgadas.Armador: jubón. Vestidura que cubría desde los hombros hasta la cintura, ce-

ñida y ajustada al cuerpo.Azafate: canastillo, bandeja o fuente con borde de poca altura, tejidos de mim-

bres o hechos de pajas, oro, plata, latón, loza u otros materiales.Bayeta, léase “vaieta”: manta de algodón o de lana floja poco tupida.Birrete: gorro armado en forma prismática y coronado por una borla, usado

usualmente por los eclesiásticos.Brocato: tela entretejida con oro o plata.Calamaco: tela de lana delgada y angosta que tiene un torcidillo como jerga y

se parece al droguete.Calzones: prenda de vestir del hombre en forma de pantalón, con pernera

usualmente corto que cubre desde la cintura hasta la altura de los muslos. Camellón: pelo de camello.Camisa: prenda de vestir particularmente de hombre con cuello, mangas y abo-

tonada por delante que cubre el torso.Capichola: tejido de seda que forma cordoncillo o manera de burato.Capote: capa de abrigo hecha con tela doble, con mangas y con menor vuelo que

una capa común.Cenefa, léase “zenefa”: lista sobrepuesta o tejida en los bordes de las cortinas,

doseles, pañuelos de la misma tela y a veces de otra distinta. Ceñidor: faja, cinta, correa o cordel con que se ciñe el cuerpo por la cintura.Chupa: 1. vestidura ajustada al cuerpo, larga hasta cerca de las rodillas y con

mangas ajustadas. Cordellate: tejido basto de lana.Damasco: tela fuerte de seda o lana.Estameña: tejido de lana sencillo y ordinario.

247

Glosario de términos para el apéndice documental N° 3

China en la América colonial

248

Felpa: tejidos de seda que tienen pelo. Gorgorán: tela de seda con cordoncillo, común, listado o realzado.Gurbión: tela de seda de torcidillo o cordoncillo.Holandilla, léase “olandilla”: lienzo teñido y prensado para forros de vestidos.Hongarina, léase “ongarina”: abrigo de paño burdo. Gabán rústico.Jerga: tela gruesa y tosca de seda.Jícara: Vasija pequeña, generalmente de loza, que solía emplearse para tomar

chocolate. Muselina: tela de algodón, seda o lana fina y poco tupida.Pabellón: colgadura plegadiza que cobija y adorna una cama, un trono o un

altar.Pequín: tela de seda, parecida a la sarga, generalmente pintada de varios colo-

res traída de la China.Ponchera: recipiente en el que se prepara el ponche.Raso: tela de seda lustrosa (de más cuerpo que el tafetán y menos que el ter-

ciopelo).Saya saya, léase “saia saia”: tela, manto. Especie de túnica. Saya. Nombre co-

múnmente referido a la falda.Sotana: vestidura de los eclesiásticos.Vestido: nombre que se daba a un conjunto de prendas como camisa, saya y

jubón.

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Esta obra se terminó de imprimir el 12 de diciembre de 2014, en los talleres de Impresora y Encuadernadora Progreso,

S. A. de C. V. (iepsa), San Lorenzo Tezonco 244, Paraje San Juan, Delegación Iztapalapa, 09830, México, D. F.

Tiraje de 500 ejemplares.