Post on 09-Jul-2016
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Artículo del proyecto Post-it. Ciudades Ocasionales : www.ciutatsocasionas.net
Arquitectura subversiva Robert Kronenburg
El espacio no regulado en los entornos urbanos densos es precioso. El río Kamagawa,
que discurre a través del centro de Kyoto, posee amplios márgenes ajardinados que los
habitantes de la ciudad utilizan como espacio colectivo informal. En ambas orillas de este curso
de agua ancho pero poco profundo y rápido, existen senderos para peatones y ciclistas que
descienden hasta el nivel del agua, lejos del tráfico, a pesar de que a veces están saturados
por el barato y omnipresente medio de transporte personal de Kyoto, miles de bicicletas
ilegalmente aparcadas.
La orilla del río acoge muchas actividades informales, que se practican por placer o por
necesidad. Si hace buen tiempo, por las tardes, entre sus numerosos usuarios se pueden
encontrar estudiantes de la escuela de música de la parte de la ciudad que queda río arriba,
practicando con el ruido de fondo del río, para no molestar a los vecinos poco comprensivos en
esta ciudad japonesa típicamente densa. De noche, los espacios públicos próximos a los bares
y las discotecas se convierten en puntos de encuentro informal para los jóvenes –que beben y
fuman entre el petardeo de las motocicletas, cuyos faros proporcionan la principal fuente de
iluminación –. También se dan actividades más formales –en otoño, el festival anual de clubes
de la ciudad se celebra a orillas del río –. Los visitantes pueden practicar ellos mismos los
arreglos florales, la caligrafía o la confección de cometas (y el despegue de éstas). Una ciudad
efímera, de construcciones provisionales hechas de tiendas de plástico montadas en
estructuras de madera o aluminio, proporciona un núcleo a cuyo alrededor desarrollar
actividades ad hoc. Sin embargo, aquí también hay más edificios móviles permanentemente
alojados. Al lado de los senderos de la orilla, generalmente arracimados alrededor o debajo de
los puentes de la carretera, se pueden encontrar, a intervalos regulares, unas estructuras
rectangulares. Como los edificios oficiales, estos también están hechos a base de estructuras
de madera y revestidos con plástico, con la diferencia de que estos son ilegales: son las casas
de aquellos a quienes las necesidades económicas han forzado a vivir al margen del modelo
de vida urbana habitual, casas construidas por ellos mismos. No tienen permiso para erigirse
allí, pero en un país donde a uno le pueden poner una multa para aparcar la bicicleta en un
lugar inadecuado, las autoridades japonesas son asombrosamente tolerantes con su
existencia.
Quizá una de las razones sea que estos refugios no son monstruosidades
improvisadas y hacinadas, sino estructuras hechas con cuidado, bien diseñadas y construidas.
Son creados por sus habitantes teniendo en cuenta el clima y la ubicación –los elevan sobre
plataformas para evitar la humedad y proporcionarles ventilación, utilizando abrigos naturales
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del paisaje urbano –. Una estructura de madera a base de pales reciclados o cajas de embalaje
forma el esqueleto básico a cuyo alrededor se sujetan o enganchan planchas de cartón, para
revestir el esqueleto y proporcionar calor solar. En lo alto se coloca una barata cubierta de
plástico, a menudo una lona azul, con ollaos ya hechos para que pueda ser atada con cuerdas
y cordeles a la estructura –el cordel se emplea porque resulta fácil de encontrar, pero también
porque es más resistente a la humedad que la cinta adhesiva. Estas construcciones poseen
muchos de los atributos psicológicos de una casa convencional –todas tienen un «patio» ante
el umbral para guardar paraguas, herramientas de trabajo y utensilios domésticos. Las hay que
tienen un lugar para los animales de compañía (peces pescados en el río), y un lugar seguro
donde guardar el medio de transporte de sus moradores (la bicicleta). Estas viviendas no
oficiales pertenecen a la tradición de artesanía de alta calidad que es parte integral de la
cultura nipona, y, con la reutilización y el reciclaje de materiales abandonados que practican, se
puede argumentar que su presencia es un ejemplo visible, si bien no envidiable, de un modo de
vida sostenible y de bajo impacto.
Salvo si se buscan específicamente, las intervenciones urbanas de este tipo pueden
pasar desapercibidas con facilidad. Ello forma parte de la estrategia de sus constructores –si
son demasiado audaces, las autoridades los pueden echar del lugar–. Pero también se puede
argumentar que esta arquitectura subversiva tiene detrás poderosos conceptos de diseño,
porque aunque no sea obvio a primera vista, de hecho puede enriquecer el entorno urbano.
Son construcciones que en un principio son ignoradas, pero una vez están establecidas
pueden tener una gran influencia en cómo la gente percibe y entiende la ciudad. En ocasiones
son ilegales, o por lo menos en la frontera de lo que se puede hacer sin permiso. Otras veces,
asombrosamente, son del todo oficiales –pero no obstante se saltan todas las normas sobre
dónde y qué se puede construir –.
La arquitectura subversiva puede ser efímera, móvil o camuflada –a veces las tres
cosas a un tiempo –. La arquitectura efímera puede ser minimalista, como los refugios de
Kamagawa, pero también puede ser asombrosamente sustancial. «Temporal» y por
consiguiente «permanente» en términos arquitectónicos son valores relativos. Mucha gente
puede considerar que la Sagrada Familia de Gaudi en Barcelona es permanente, pero
comparada con las pirámides, tiene una existencia muy breve. La legislación sobre la
construcción pone límites a las edificaciones efímeras, por ejemplo: una semana, treinta días,
la temporada de verano. A menudo, algunos clientes listos y sus arquitectos pueden recurrir a
la misma estrategia que utilizan los constructores ilegales para obtener la aceptación oficial
para un proyecto controvertido: erigir edificios con permisos «temporales» en la esperanza (o la
creencia) de que el proyecto se podrá «ajustar» a la categoría de permanente tarde o
temprano. Se trata de una estrategia útil, y también democrática, ya que este cambio sólo
puede tener lugar si el edificio ha conquistado la aceptación general por parte del público. Si
no, la gente se queja en voz tan alta y clara que el gobierno de la ciudad tiene que tomar nota y
decretar la desaparición del proyecto. De este modo, los diseños poco comunes o
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vanguardistas pueden ponerse a prueba y resultar aceptados en situaciones en las que
normalmente no serían tenidos en cuenta1.
La arquitectura móvil puede obtener beneficios semejantes a los de los proyectos
efímeros. Tendemos a pensar en la arquitectura como en una disciplina pesada y estática,
cuando todas las funciones que cumplen los edificios convencionales pueden ser cumplidas y
son cumplidas también por las construcciones móviles. Todas las facetas de la actividad
humana, la vivienda, la educación, la medicina, el comercio, la manufactura han tenido sus
propias construcciones móviles, diseñadas específicamente para funcionar a falta de una
localización permanente. La economía y la necesidad llevan a la solución de un edificio móvil
porque, en arquitectura, el coste del emplazamiento casi siempre es una consideración
importante. Instalar un restaurante tipo chiringuito de fideos soba en medio de una densa isla
de tráfico en el centro de Tokyo permite sacar partido al lugar durante el horario óptimo (el
comercial) y ahorrarse los inconvenientes del alquiler y los impuestos debidos al propietario. De
cara al cliente, proporciona un servicio conveniente y económico, pero también inyecta vitalidad
y actividad a la calle para quienes viven en la ciudad. Con los adecuados controles de sanidad,
seguridad y gasto energético, la arquitectura itinerante contribuye enormemente a crear un
ambiente urbano lleno de vida.
Como los problemas derivados de la construcción de estructuras móviles más
ambiciosas son complejos, a menudo recurren a soluciones innovadoras que utilizan nuevas
formas y técnicas arquitectónicas. Pueden crear un contraste muy acusado en su situación
cuando se emplazan muy cerca de núcleos históricos o con un carácter muy marcado –a
menudo en localizaciones donde habitualmente el diseño contemporáneo no sería permitido –.
Por esta razón, proporcionan vívidos ejemplos reales de cómo la innovación puede ser una
alternativa apropiada a las soluciones más conservadoras.
La innovación también puede resultar de la necesidad de hacer un mejor uso de un
recurso disponible. Los contenedores de barco resultan casi carentes de valor en Occidente
cuando llegan cargados de productos manufacturados de China, Corea y Taiwan, y después se
convierten en un engorro, ya que hay pocas mercancías para enviarlos de nuevo al punto de
partida. También son objetos anónimos que tienen las dimensiones adecuadas para
convertirse en una pequeña vivienda, y por lo tanto los contenedores han establecido las bases
para los edificios tanto oficiales como no oficiales. Las oficinas desmontables y las naves
almacén son los clásicos ejemplos de reciclaje comercial, pero los proyectos de los arquitectos
y diseñadores LOT-EK establecidos en Nueva York revelan el potencial de una reutilización
más inventiva. En sus diseños han utilizado contenedores de barco de acero, reconvertidos en
una instalación artística, una tienda, una galería, y también como viviendas, tanto en versión
estática como transportable. La Unidad de Vivienda Móvil (Mobile Dwelling Unit, MDU) se sirve
de la infraestructura habitual de transporte de contenedores: utiliza camiones de gran tonelaje,
trenes y barcos, para hacer posible un hogar desplazable2. La unidad es transportada como un
contenedor de barco anónimo, con partes que se extraen cuando llega a su destino, para
configurar un espacio para vivir práctico y cuidadosamente diseñado. Los proyectos de
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contenedor de LOT-EK siempre conservan la pintura exterior con su aspecto industrial
originario –que consideran una parte importante de su identidad, su forma de pertenecer a un
contexto urbano, pero también una conexión visual con su historia como objeto reciclado,
utilizado con otro fin–.
Quizá la forma más provocativa de arquitectura subversiva sea el camuflaje
(construcciones u objetos que simulan ser algo que no son). El ejemplo más paradigmático
podría ser una furgoneta aparcada de noche en una calle de cualquier ciudad, que se ha
convertido en un espacio para vivir. Sin embargo, también se pueden erigir estructuras
constructivas haciéndose pasar por «oficiales», disfrazadas de objetos o construcciones
comunes en ambientes urbanos a los que las autoridades locales han otorgado el estatuto de
«aprobados». Por ejemplo, las obras tienen a su alrededor un amplio abanico de estructuras
efímeras remolcables, andamios y contenedores de escombros que pueden ser potencialmente
adoptados y adaptados para ser empleados como casas, tiendas, oficinas y espacios de
performance y juego.
El diseñador y artista Santiago Cirugeda crea edificios y objetos de esta tipo. Ha
desarrollado una serie de estrategias que subvierten la legislación oficial y el control para
imprimir dinamismo a la vida urbana con aportaciones informales, que van desde lo claramente
efímero hasta lo transitorio y permanente. Por ejemplo, para su proyecto en curso Refugio
urbano (Urban Refuge) utiliza permisos temporales para crear instalaciones más permanentes,
por ejemplo logrando un permiso para montar andamios para hacer obras de rehabilitación o
mantenimiento y después ocupando la nueva estructura como un anexo al edificio. Otro de sus
proyectos es el llamado Reservas urbanas (Urban Reserves). En éste utiliza el permiso
concedido para instalar un contenedor de escombros para crear un nuevo recurso público, por
ejemplo una zona de esparcimiento, una sala de lectura, una caseta de información, un espacio
de exhibición, o un miniteatro. Superficialmente, la estructura parece un contenedor, pero se
transforma para su nuevo uso a demanda. Con mucha sensatez, sugiere que los constructores
de refugios urbanos erijan sus nuevas estructuras de modo que parezcan estructuras
comerciales para evitar ser confundidas con empresas de alquiler. Sus proyectos más
sofisticados han sido viviendas y oficinas temporales, que, construidas en un solar vacío, han
tenido que contratar a los vecinos los suministros de agua y electricidad. Los edificios no son
legales, pero tampoco son del todo ilegales. El objetivo no es arrebatar la tierra sino utilizarla
temporalmente, mientras no se haga uso de ella.
La arquitectura subversiva no sólo se salta las reglas sino que las desafía y, de este
modo, hace que nos cuestionemos lo que las reglas pretenden lograr. Responde a
necesidades, y generalmente está disponible muy a prisa para ser utilizada. Asimismo, casi
nunca es invasiva –no requiere grandes cambios en el entorno para poder existir y ser
funcional–. También puede ser una forma catalítica de desarrollo –la utilización no oficial de
determinados espacios llama la atención sobre el valor de estos espacios y conduce a
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inversiones y mejoras más formalizadas –. Cuando los promotores «oficiales» entran en
escena, la arquitectura subversiva hace mutis por el foro, para buscar la siguiente oportunidad.
Esta arquitectura es una herramienta esencial para mucha gente que simplemente busca una
solución a sus problemas, que pueden ser extremos –la arquitectura no oficial puede ser la
frontera entre una vida confortable y la pobreza, o incluso entre la vida y la muerte. Dado que
generalmente tiene que ser asequible, a menudo se basa en materiales económicos y
reciclados. Esta arquitectura puede tener una riqueza y una vitalidad que proporcionan una
lección convincente sobre todo lo que se puede lograr con muy poco en cuanto a recursos se
refiere. Esta cualidad es reconocida por los diseñadores profesionales, que recurren a ella
como un modo de resolver problemas difíciles en situaciones delicadas, para hacer retroceder
los límites de lo que la arquitectura es capaz de hacer, y para provocar cambios en el entorno.
La existencia de la arquitectura subversiva plantea una duda interesante: ¿de qué es capaz la
arquitectura que no esté haciendo ya? El hecho de que tanta gente de todo el mundo dependa
de ella y esté tan hondamente comprometida con su práctica sugiere que es un poderoso
movimiento de arquitectura underground que puede aportar algunas respuestas3.
1 Para profundizar en este aspecto ver: Kronenburg, Robert, Flexible: Architecture that Responds to Change, Laurence King, Londres 2007. Traducción al castellano: Flexible: arquitectura que integra el cambio, Art Blume, Barcelona 2007.
2 Para un análisis detallado de las Mdu, ver Kronenburg, Robert, «lOTeK: Mobility, Materiality, Identity», dins Scoates, C. (ed.), LOT-EK: Mobile Dwelling Unit, daP Publishing, Nueva York 2003.
3 Este texto se ha desarrollado a partir de ideas expuestas en la contribución del autor al Diario 2wice, «How to Construct and argument - architecture in the Margins of the City», vol. 9, núm. 2, Nueva York 2006.