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ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS.
5.- Se funda la Villa de San Miguel de Ibarra.
SE FUNDA LA VILLA DE SAN MIGUEL DE IBARRA EL 28 DE
SEPTIEMBRE DE 1606.
"La Fundación de la ciudad de San Miguel de Ibarra"
Rafael Troya
Reconocido como Juez Poblador, Cristóbal de Troya recorrió una vez más el valle, y "halló
que el sitio era cual convenía para asiento de la villa: llano, el de mejor temple"; y señaló
sus linderos formando un cuadrilátero de nueve cuadras por banda, a partir del río grande
de Carangue. La ciudad de Quito no era mayor en la época.
Luego se dirigió al centro de la Villa en trance de nacimiento, seguido por lucida cabalgata,
al solar señalado para plaza mayor, donde se hincó un grueso madero a guisa de rollo, que
serviría de horca y cuchillo, símbolo de justicia y regimiento.
Cristóbal de Troya vestía de capitán, armado de punta de blanco, con morrión emplumado,
cota de acero, espada al cinto, a su lado un alférez enarbolaba el estandarte real; ocupaba
sitio de honor Don Diego de Zúñiga, corregidor del partido de Otavalo, a quien
acompañaban unos treinta hidalgos representantes de los 160 nuevos vecinos. Por la Iglesia
asistieron los monjes agustinos Fray Gabriel de Saona y Pedro de San Agustín; los
dominicos Pedro Bedón y Juan de Arcaya. Entonces el escribano público, Pedro Carvallo,
leyó el ACTA DE FUNDACIÓN y dio testimonio de que se practicaron las restantes
ceremonias usadas en tan trascendentales actos.
Y prosiguiendo con la dicha solemnidad de la dicha población del dicho Juez Poblador, en
el dicho día veintiocho de Septiembre del dicho año de mil seis cientos y seis años, después
de haber fijado el dicho rollo en señal de nueva fundación, estando en la plaza dijo que en
nombre de la Católica Real Majestad del Rey Don Felipe nuestro Señor y en virtud de la
dicha su comisión ha poblado y fundado la dicha villa de San Miguel de Ibarra y puesto
horca y cuchillo en ella; que si había alguna persona que se lo contradijese, que luego
saliese allí, que estaba presto de poner su vida en la defensa y amparo de la dicha villa, en
nombre de Su Majestad, como su leal vasallo, y para ello puso mano a su espada y con ella
fuera de la vaina, reiteró y dijo lo suso dicho tres veces; a lo cual las dichas personas que de
presente estaban respondieron que también ellas eran leales vasallos de Su Majestad y
como tales, en su Real nombre, han de amparar y defender la dicha villa todas las veces que
se ofreciere, a cuya causa el dicho juez poblador con la dicha su espada desnuda en las
manos, por posesión y señal de ella se llegó al dicho rollo y en el dio dos cuchilladas
diciendo que tomaba y aprehendía en nombre de Su Majestad a tenencia y posesión de la
dicha villa, corporal, actual, vel quasi que entienda que en tomar la posesión en ella, la
toma y aprehende con todos los términos y juredición que la dicha villa tienen señalados y
en todo lo demás que Su Majestad fuere servido de dar y conceder a esta dicha villa; y de
como tomaba la dicha posesión quieta y pacificamente, lo pidió por testimonio a mi el
presente Escribano, siendo presentes por testigos el Capitán Don Diego López de Zúñiga
Corregidor deste Partido y el Capitán Rodrigo de Miño, Antonio de Carvajal y otras
muchas personas que de presente estaban. Cristóbal de Troya.- Yo Pedro Carvallo,
Escribano Público del Corregimiento de Otavalo por el Rey nuestro Señor, fui presente y
fice mío signo, en testimonio de verdad. Pedro Carvallo.
En el plano de la Villa se trazaron 81 cuadras, y cada cuadra se dividió en cuatro solares.
De acuerdo a las leyes sobre poblaciones (Recopilación, L. IV. tit. 5) el fundador repartía,
por suerte, los solares a los nuevos vecinos cabezas de familia que se registraban; les daba
además tierras de pasto y labor hasta por tres caballerías, en las goteras de la villa Mas en la
fundación de San Miguel de Ibarra se siguió otro camino, no hubo estos repartos, porque
los pobladores ya tenían estancias; y en cuanto a los solares tuvieron que comprarlos,
aunque a precios módicos: a 8 pesos en las manzanas que rodeaban a la plaza; a 6 los
siguientes; a 4 y 3 los más alejados.
Los 320 solares se repartieron a partir de la plaza mayor sita en el centro geográfico de la
traza. La plaza ocupó solo una cuadra regular, aunque la ley 8º del título VII sobre
poblaciones estatuye sea rectangular, de 200 pies por 300, como más adecuada a las fiestas
de a caballo.
Los edificios principales, las casas del cabildo, la iglesia matriz, los conventos de la
Merced, San Agustín, el monasterio de la Concepción obtuvieron solares donde ahora se
hallan. El convento de Santo Domingo preexistía a la erección de la Villa; el solar o solares
para templo y monasterio de San Francisco, a donde se trasladaron los frailes franciscanos
desde Caranqui, en 1.607, estaban fuera del recinto urbano propiamente dicho; igual que el
primitivo hospital, la carnicería y el tejar, estaban ubicados al borde de la vaguada del río
Tahuando, al norte de San Francisco, en unos solares supernumerarios, cabalmente en sitio
que luego se desplomó y se conoce como Derrumbo.
Al lado opuesto, a la salida del camino de Ibarra hacia Otavalo; a orillas del río Ajaví,
dedicó tres solares para "tambos reales", hospedería de viajeros, arrieros y sus recuas.
Se puede advertir que en la Villa se establecen tantos conventos y comunidades como en
Quito, sin duda porque al fundarse la Villa existían ya en el valle caranqueño esas
comunidades; los mercedarios eran de antiguo doctrineros en la cuenca del río Chota y
Mira, como se advirtió en un capítulo anterior; por lo cual se le dio una cuadra completa.
Los jesuítas sólo 16 años más tarde, en 1622 recibieron solares para colegio e iglesia por la
generocidad de los vecinos, y, precisamente, en un sitio muy valioso, en la esquina
suroriental de la plaza.
Las calles eran más estrechas que las actuales, pues medían solo ocho metros,
especialmente las de oriente a occidente y tenían las tortuosidades típicas de las villas
medievales. Esto cambió cuando se reconstruyó la ciudad, luego del devastador terremoto
de 1868; a iniciativa del Doctor Gabriel García Moreno, el ingeniero Arturo Rogers trazó a
cordel las calles y las ensanchó en cuatro metros; todos miden doce metros.
Toda villa debía contar con ejidos, propios del Cabildo y rancherías para los indios. Para
todo esto se destinaron 130 caballerías que se extendían al sur occidente en las mansas
laderas del Imbabura y en las márgenes del río Ajaví 30 caballerías fueron reservadas en
favor de más pobladores que se esperaban, con el fin de proveerles de estancias huertas y
cuadras para su sustento. Otras dos caballerías, de 16 cuadras cada una, se destinaron a
rancherías y tambos de los indios mitayos y yanaconas que servirían a las necesidades
urbanas. Lo restante era ejido y propio del Cabildo. Todo lo hecho, especialmente, el
repartimiento de tierras debía traer la aprobación definitiva del Presidente Licenciado
Miguel de Ibarra.