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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
POSGRADO EN PEDAGOGIA
LOS PROCESOS DE SUBJETIVACIÓN EN LA UNIVERSIDAD: REGÍMENES
DE VERDAD Y RAZÓN CÍNICA
UNA MIRADA DESDE MICHEL FOUCAULT Y PETER SLOTERDIJK.
TESIS
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE:
DOCTORA EN PEDAGOGÍA
PRESENTA:
REGINA TREJO ARIZAGA
DRA. ANA MARÍA VALLE VÁZQUEZ
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN
SANTA CRUZ ACATLÁN, ESTADO DE MÉXICO, AGOSTO, 2020
UNAM – Dirección General de Bibliotecas
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INTRODUCCIÓN
El presente trabajo de investigación tiene por objetivo analizar los procesos de
subjetivación que se gestan dentro de la universidad a la luz de las categorías
de Razón Cínica de Peter Sloterdijk y Regímenes de Verdad de Michel Foucault.
Intento demostrar a través de un trabajo histórico - genealógico aquellas
singularidades en la universidad, esos saberes sometidos (Foucault, 22:2014)
que a pesar de no ser retomados por aquellos discursos dominantes también
dan cuenta de otro tipo de saber, que, aunque alejado de las altas concepciones
teóricas, no pierden su vigencia y validez para dar cuenta de formas distintas de
conocer, actuar y posicionarnos dentro de la universidad, esto con la intención
de ubicarnos desde aristas distintas a las comúnmente trabajadas, que den voz
a aquellas subjetividades construidas, reafirmadas y vividas, pero al mismo
tiempo veladas por concepciones objetivas, universales y por tanto correctas.
Trato de identificar a partir del movimiento de Ilustración la creación de discursos
y prácticas objetivas y verdaderas, no porque lo fueran sino porque estaban de
lado de la verdad, de lado de todo un arsenal teórico que las justificaba y
posicionaba como verdaderas; esto fue instituyendo lo que Foucault llamará
Regímenes de Verdad, que a través del tiempo han impactado la conciencia de
los sujetos y ha sido gracias a esos discursos posicionados de lado de la razón,
plagados de objetividad y buen juicio lo que ha consolidado lo que Peter
Sloterdijk llama Razón Cínica (2014).
Reconozco, gracias a la vigilancia teórica de Michel Foucault (2007:53), a los
Regímenes de Verdad como aquellos “saberes que encuentran un lugar
privilegiado en el discurso, discurso en que se formula el derecho y lo que puede
ser verdadero o falso; el régimen de veridicción no es una ley determinada de la
verdad, [sino] el conjunto de las reglas que permiten, con respecto a un discurso
dado, establecer cuáles son los enunciados que podrán caracterizarse en él
como verdaderos o falsos”. Por su parte Peter Sloterdijk ha contribuido para
comprender la categoría de Razón Cínica como esa nueva forma de “conciencia
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modernizada y desgraciada, en la que la Ilustración ha trabajado al mismo tiempo
con éxito y en vano” (Sloterdijk, 2014:40).
Ambas categorías se entretejen para poder mirar y discernir esos regímenes de
verdad que han configurado procesos de subjetivación que se han venido
manifestando en los sujetos, en una actitud cínica, discreta e ingenua pero al
mismo tiempo al acecho, creando un nuevo tipo de conciencia, plagada de
refinamiento, simulación y diplomacia que ha acabado por instaurar un
conocimiento burgués y adiestrado que cayó en los discursos de poder y que
abrió los caminos para desarrollar un tipo de cinismo que se encuentra tanto en
las clases plebeyas como en las más altas cumbres de la conciencia. (Sloterdijk,
2014:40)
El trabajo que se describió brevemente se encuentra distribuido de la forma
siguiente: en el Capítulo I. Un acercamiento a la Razón Cínica, se analizaron las
manifestaciones de la categoría de Razón Cínica propuesta por el filósofo
alemán Peter Sloterdijk, no sin antes hacer alusión de aquellos elementos teórico
– filosóficos que la anteceden, para esto se hizo remitirme a la Escuela Cínica
fundada por Antístenes, discípulo de Sócrates, y analizar de dónde proviene
el movimiento cínico (quinismo), quiénes eran sus principales representantes y
cuáles eran las premisas sobre las cuales giraba su pensamiento. En el Capítulo
II. Configuración de Regímenes de verdad, la universidad y sus intelectuales me
propongo poner en evidencia la influencia de ciertos discursos y prácticas
constituidos como Regímenes de Verdad frente a las relaciones de poder que
han marcado la ruta a través del cual la verdad se ha concebido como la
conocemos hoy en día, impactando en el sujeto, construyendo subjetividad y
dando como resultado un nuevo sujeto de conocimiento dentro de la universidad.
El Capítulo III. Cinismo y quinismo como procesos de subjetivación en la
universidad se analizó el movimiento estudiantil de 1968 en México como
acontecimiento, categoría trabajada por Michel Foucault, para reconocer algunas
irrupciones, singularidades o quizá contradicciones que dan muestra de la actitud
cínica y quínica dentro nuestra universidad y que marcaron el camino hacia una
nueva configuración de la universidad como institución de gran relevancia en la
modernidad. Y por último el Capítulo IV. Entre cinismo y quinismo en la
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universidad: Una dualidad indiscutible en la época moderna, intento observar
dentro de una universidad que permite ser vivida, sentida y pensada, y no sólo
imaginada detrás de un escritorio, la manera en la que se presenta el cinismo y
el quinismo moderno en la sociedad, esto sin la intención de calificar o enjuiciar
tales conductas, por el contrario, trato de mostrar el actuar del intelectual y del
hombre moderno bajo la categoría de Razón Cínica de Peter Sloterdijk, y para
no quedarme en la mera enunciación de tales categorías realicé una búsqueda
cuidadosa que me permitió identificar sus manifestaciones en la realidad, para
tal propósito se trabajó el acontecimiento estudiantil de 1968 el cual permitió
observar de manera tangible las diversas manifestaciones de cinismo y quinismo
dentro de la universidad, ambos como elementos característicos del hombre
moderno.
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Índice
INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 2
CAPÍTULO I: UN ACERCAMIENTO A LA RAZÓN CÍNICA ........................................ 7
1.1 La insolencia griega: Algunas precisiones sobre el quinismo .................... 8
1.2 La modernidad y la Ilustración: escenario de la configuración del
cinismo moderno ............................................................................................................... 13
1.3 Cinismo moderno como falsa conciencia Ilustrada ..................................... 17
1.4 La Razón Cínica como característica del hombre moderno ....................... 19
1.5 Efectos de la Razón Cínica en el hombre moderno ...................................... 22
1.6 Configuración del Cinismo moderno en la Universidad .............................. 25
CAPÍTULO II. CONFIGURACIÓN DE REGÍMENES DE VERDAD, LA UNIVERSIDAD
Y SUS INTELECTUALES........................................................................................... 32
2.1 Otra historia de la verdad y la constitución del hombre. ............................ 33
2.2 Una historia de la verdad: Regímenes de verdad y relaciones de poder 40
2.3 Configuración de la Universidad desde los regímenes de verdad y poder
propuestos por Michel Foucault .................................................................................... 50
2.4 Manifestaciones del cinismo moderno en la universidad moderna. ........ 60
CAPITULO III. CINISMO Y QUINISMO COMO PROCESOS DE SUBJETIVACIÓN
EN LA UNIVERSIDAD ............................................................................................... 66
3.1 Quinismo y cinismo como singularidad en la universidad moderna ............ 66
3.2 Regímenes de verdad, cinismo y quinismo como elementos de definición
de la universidad moderna .............................................................................................. 72
3.3 El acontecimiento como proceso de subjetivación ........................................... 77
3.4 Procesos de subjetivación en los años sesenta: El esplendor del cinismo
moderno ................................................................................................................................ 81
3.5 El acontecimiento de 1968 y el retorno del quinismo en la universidad
moderna ................................................................................................................................ 86
CAPITULO IV. ENTRE CINISMO Y QUINISMO EN LA UNIVERSIDAD: UNA
DUALIDAD INDISCUTIBLE EN LA ÉPOCA MODERNA ........................................... 94
4.1 Procesos de subjetivación: entre cinismo quinismo y regímenes de verdad
en la modernidad ................................................................................................................ 95
4.2 Cinismo y quinismo como dualidad de la universidad moderna. ................ 100
4.3 Manifestaciones del cinismo moderno en la universidad .............................. 104
4.4 El acontecimiento de 1968 como irrupción en la universidad moderna .... 106
4.5 El retorno del quinismo moderno en la universidad ........................................ 110
REFLEXIONES FINALES ................................................................................................ 121
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ............................................................................... 130
REFERENCIAS HEMEROGRÁFICAS. .......................................................................... 135
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CAPÍTULO I: UN ACERCAMIENTO A LA RAZÓN CÍNICA
El presente capítulo tiene por objetivo identificar y analizar las principales
manifestaciones de la categoría de Razón Cínica propuesta por el filósofo
alemán Peter Sloterdijk para así identificar la manera en la cual impacta en la
vida de los sujetos. Sin embargo, es imposible hablar de Razón Cínica sin
mencionar aquellos elementos teórico – filosóficos que la anteceden o bien la
manera en la cual se ha venido configurando con el paso del tiempo. Para esto
se hace necesario remitirnos a la Escuela Cínica fundada por Antístenes,
discípulo de Sócrates, y analizar de dónde proviene el movimiento cínico
(quinismo), quiénes eran sus principales representantes y cuáles eran las
premisas sobre las cuales giraba su pensamiento y actuar en el mundo.
Es importante mencionar, para evitar caer en ciertas confusiones, que en el
presente trabajo se nombra “quinismo” al cinismo de la Antigüedad Clásica que
es retomado como una resistencia irónica que se opone a una tradición filosófica
rígida, opuesto al “cinismo” de la modernidad que es más una manifestación de
cautela y buen juicio, dispuesto a actuar según determinados lineamientos y
convencionalismos. A partir de este momento se nombrará “quinismo” a lo que
se refiere a lo propio de la tradición griega clásica y “cinismo” a la tradición
moderna.
Una vez explorando el escenario de estas dos categorías, quinismo y razón
cínica, intento realizar un reconocimiento de estos dos elementos dentro de
nuestra universidad identificando que tal institución se ha visto marcada por
conductas y prácticas plagadas de insolencia y desfachatez (quinismo), pero
también conductas y prácticas con matices de refinamiento y diplomacia
(cinismo).
Analizar esta mezcla de quinismo, pero sobre todo de razón cínica dentro de la
universidad moderna puede poner en evidencia que la configuración de saberes
en dicha institución han dado como resultado la creación de regímenes de
verdad, en donde tal verdad se encuentra reglamentada y sujeta a ciertas
normas, que no por eso deja de colocar en circulación enunciados y saberes
producidos por sistemas de poder en donde son los propios sujetos quienes
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integran a la universidad los que resisten pero al mismo tiempo perpetúan
determinados regímenes de veridicción, poniendo en acción diferentes discursos
que se manifiestan en prácticas que generan subjetivar y formar un nuevo sujeto
de conocimiento.
1.1 La insolencia griega: Algunas precisiones sobre el quinismo
Hasta hace poco tiempo la insolencia ha adquirido una connotación negativa,
inicialmente esta palabra indicaba valentía, atrevimiento, vivacidad incluso
curiosidad; poco a poco se ha trastocado su verdadero significado hasta llegar
al punto de observar una definición agresiva y hasta cierto punto ofensiva, ya
que el insolente moderno se encuentra sin argumentos claros y fundamentos
sólidos.
Las transformaciones del término insolente han reflejado cierta desvitalización
con respecto al proceso de decir verdad y ha derivado en una tensión constante,
pues quien se tome la libertad de hacer frente a las mentiras dominantes, es
decir, ser insolente en el sentido antiguo, provocará un clima de gran tensión y
escándalo que podría ocasionar la propia aniquilación.
La insolencia tal como se concebía en la antigüedad se presentaba como la
herramienta que podría abrir el acceso a una serie de reflexiones que nos
permitirían identificar cómo es que se ha dividido la conciencia y se ha formado
una historia de la inhibición
El quinismo se presentaba como la manifestación de decir verdad, lejos de la
inhibición y abstracciones filosóficas, fue esa insolencia lo que caracterizaba una
forma de argumentar, responder y cuestionar los planteamientos filosóficos, el
quinismo es al menos en sus orígenes insolente ya que aparece como una crítica
contra los grandes sistemas filosóficos encarnados en Platón y Aristóteles, así
como las escuelas derivadas de sus doctrinas.
Mientras la “alta teoría” a partir de Platón corta irrevocablemente los hilos para
una encarnación material, para con ello entretejer los hilos de la argumentación
lo más densamente posible y así lograr un entramado lógico, emerge una
variante subversiva de teoría inferior que exagera la encarnación práctica de su
doctrina hasta convertirla en una pantomima grotesca. (Sloterdijk, 2014:176)
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El ejemplo de esta teoría inferior se ha encontrado con el nacimiento del
movimiento cínico que proviene de una de las “escuelas menores socráticas” en
donde el fundador de la escuela o secta cínica fue Antístenes, discípulo de
Sócrates.
Antístenes se hizo cínico después de haber seguido a Sócrates, él conversaba
en el gimnasio de Cynosarges (“del perro blanco”) de ahí se dice que se retoma
el nombre de escuela cínica pues a él le apodaban “Perro sencillo” debido a que
fue el primero en doblarse la túnica y usar sólo esta prenda para vestir, así como
un bastón y un morral. (Laercio, 2013:310)
Aunque el principio de la escuela cínica fue Antístenes las consecuencias
posteriores fueron de sus sucesores entre los que se pueden mencionar
Diógenes Laercio, Mónimo de Siracusa, Crates, Metrocles de Maronea,
Hiparquia de Maronea, Menipo y Menedemo entre los que se tienen por más
sobresalientes. (Laercio, 2013:311)
A causa de la libertad de las expresiones de los quínicos y de su amor por la
verdad, se creía que el instinto de perro con el que se les relacionaba tenía una
connotación filosófica que les servía para distinguir a los hombres, ladrando a
los extraños y acariciando a los de casa, pues los quínicos de la misma forma
acogen y acarician a la virtud y reprueban las pasiones y a los que se entregan
a estas. (Laercio, 2013: 321)
Para la escuela cínica la virtud bastaba para obtener la felicidad y el valor
consistía siempre en acciones y no en palabras. Rechazaban cualquier clase de
concepto universal, y no eran partidarios de las ciencias teóricas ya que se
inclinan más por fomentar una sabiduría práctica basada en la búsqueda de la
virtud, el bien y la felicidad1.
El ideal de vida de los cínicos era defender la pobreza en oposición a la riqueza
y su variante negativa que era el lujo; estaban en contra de la fama y los honores
lo cual implicaba su marginación absoluta respecto a la sociedad humana
1 La felicidad para los cínicos era entendida no como la posesión de bienes, riquezas o la popularidad que los nobles tenía, sino felicidad entendida como esa posibilidad de vivir de manera libre, lejos de ataduras y adoctrinamientos. (Laercio, 2013)
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incluida la democracia con la cual sólo coincidían en la virtud de la parresia2, esto
es hablar claro y veraz frente al poderoso, lo cual implica jugarse la vida al
enfrentarse al poder, en donde se requiere de suficiente valentía, coraje o
desvergüenza para poner en evidencia ante la multitud la arbitrariedad de los
convencionalismos.
Diógenes de Sinope, el Cínico como era conocido, es el más claro ejemplo de
un quínico antiguo, fue discípulo de Antístenes y como era exiliado pronto adoptó
un modo de vivir sobrio y sencillo. Fue de los primeros en doblarse el vestido por
necesidad, incluso de dormirse en él. Se abasteció de un morral y acostumbraba
a usar cualquier lugar ya fuera para comer, dormir o dialogar. Decía de sí mismo
que era un perro de los que reciben elogios, pero con el que ninguno de los que
le elogian quiere salir a cazar. (Laercio, 2013:307)
Diógenes de Sinope es la más temprana acuñación del quinismo griego, de
espíritu burlón que producía cierto distanciamiento como un mordaz y malicioso
individualista que parece no necesitar de nada ni de nadie, fue la muestra de una
inteligencia, retomando a Sloterdijk (2014), desclasada y plebeya debido a que
Diógenes de Sinope no formaba parte de la alta teoría filosófica, como si lo eran
Aristóteles y Platón.
Un intérprete de Aristóteles comentaba que había cuatro razones por las que los
quínicos eran relacionados con los perros, la primera es por su indiferencia ante
los convencionalismos, no les interesa vivir bajo las reglas y en su forma de vivir
día con día lo hacían evidente, pues como los perros comían en la calle, hacían
el amor en público e iban descalzos y dormían en encrucijadas. La segunda es
porque el perro es un animal impúdico y ellos cultivaban la desvergüenza, no
como algo inferior, por el contrario, como una forma de enaltecer sus acciones
congruentes siempre con lo que dicen. Esta desvergüenza tiene que ver con
poner en evidencia la verdad de los sucesos, lejos de encubrimientos. La tercera
es porque el perro es un buen guardián y ellos guardan los principios de su
filosofía, y la cuarta razón es porque el perro es un animal selectivo que puede
distinguir entre sus amigos y sus enemigos, así que reconocen como amigos a
2 La palabra griega “parresía” tiene que ver con la liberta, la franqueza, la valentía y la libertad para decir lo que se piensa sin importar incluso que la propia vida esté en riesgo.
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quienes siguen su propia filosofía y los tratan de forma amistosa, por el contrario,
a sus detractores los rechazan como los perros, ladrándoles. (Laercio, 2013:321)
De acuerdo con esta breve reseña del quinismo se hace evidente que quienes
se hacían llamar quínicos presentían el engaño en las abstracciones idealistas y
en el pensar racional, de esta forma se convierten en la tradición de la resistencia
satírica, y crean una ilustración grosera. El quinismo descubrió con argumentos
la animalidad del cuerpo humano y de sus gestos y desarrolló un materialismo
pantomímico donde contradijo el lenguaje de los grandes filósofos haciéndoles
parecer ridículos y burdos.
Cuando Platón refutó la definición de que el hombre es un animal bípedo e
implume, definición que provocó el aplauso de los presentes, Diógenes desplumó
un gallo y lo soltó en la escuela con las palabras: “Esto es el hombre de Platón” lo
que motivo a que se añadiera: “con uñas planas” (Laercio, 2013: 325).
El antiguo quinismo comenzó el proceso de los argumentos desnudos desde la
oposición, llevados por el poder y los argumentos que procede de abajo. El
quínico no habla en contra del idealismo, vivía contra él, ventosea, defeca, mea,
tiene relaciones sexuales y se masturba en la calle pública, ante los ojos del
ágora; desprecia la gloria y se ríe de la arquitectura, niega el respeto, parodia las
historias de los dioses y de los héroes, come verduras y carne crudas, se tumba
al sol, bromea con las prostitutas y pide a Alejandro Magno que no le quite el sol.
Cuando tomaba el sol en el Cráneo se plantó ante él Alejandro y le dijo: “Pídeme
lo que quieras”. Y él contestó: “No me hagas Sombra”. (Laercio, 2013:324).
Sin duda alguna la aparición de Diógenes de Sinope se muestra como un claro
ejemplo de concordancia entre lo que se vive y lo que se dice, su aparición señala
el momento dramático en el proceso de la transformación de la verdad y de la
temprana filosofía europea.
Como crítica a las ideas, a las formas y abstracciones filosóficas el quínico
muestra su cuerpo desnudo dispuesto al goce y a la satisfacción inmediata.
Puede decirse que llevar a la calle lo bajo, lo privado, lo sentimental, lo amoroso
y lo corporal tiene que ver con una actitud de subversión que servía como una
fuerza constataría contra las abstracciones universalistas.
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Al respecto, se podría objetar que las cosas animales deben ser experiencias
privadas que no se hacen acreedoras a ningún tipo de espectáculo público.
Puede ser, sin embargo, las animalidades son en el quínico, una parte de su
estilización, pero además son también una forma de argumentar y contradecir
con argumentos firmes todas aquellas impertinencias que se vanagloriaban de
verdaderas. Siguiendo a Sloterdijk (2014:81) el quínico tiene la imperiosa
necesidad de salir a la palestra de la opinión pública porque ésta es el único
espacio en el que la victoria sobre la arrogancia idealista puede tener lugar de
manera congruente.
Para el quinismo la tarea fundamental de la filosofía no era la de construir un
sistema de conocimientos, sino conocerse en un ejercicio constante de
contemplación y actividad, sin que una invalide a la otra.
Para ellos el saber está en vivir la vida y no en explicarla a través de ideas y
conceptos abstractos, de ahí que la quietud y la pasividad del quínico ante las
normas y las prescripciones universalistas no es una simple quietud, sino una
lucha constante para liberarse de cualquier atadura social o colectiva que intente
dirigir sus subjetividades.
En este sentido, el quínico se presenta como un ser con un espíritu inagotable
de vivir la vida, puesto que la vida no vive hay que vivirla, y sólo así es que puede
reconstituir e impulsar la idea de conócete a ti mismo y de renovar la propia
vida, de atreverse a saber, no para utilizarlo con la idea de saber es poder, por
el contrario un saber que permita quitar las máscaras de una conciencia
encuadrada dentro de determinados ideales y se antepongan a nuestra propia
constitución, un saber que nos permita reivindicar la afirmación de la existencia
particular y que tienda igualmente a afirmar lo social.
Remontarnos en el tiempo y traer a escena el movimiento quínico permite
identificar que aún es posible volver al ser y a la realidad, en donde la afirmación
de sí mismo y del otro ya no es una predisposición obligada derivada de
fundamentos abstractos, sino un querer actuar en lo colectivo de manera que lo
sensual, lo gozoso y lo afirmativo de la existencia sean llevados a la
manifestación de un ser desnudo como aquel que lleva todo al descubierto.
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El quinismo se nos presenta desde su imposibilidad, su no lugar, su poder sin
poder como la posibilidad de reencontrar un lugar donde la vida se reivindique
frente el enorme monstruo que parece ser la modernidad3, en donde la vida
misma gracias a la diversidad de instituciones que la controlan, se encuentra
sumergida y atravesada por esta nueva forma de quinismo (cinismo moderno)
en donde apenas se puede apreciar una pequeña fractura para poder apreciar
un atisbo que aún pueda decirnos algo que ilumine la manifestación de la razón.
El saber sin poder, el saber del quínico espera la llegada de la buena vida cuya
reflexión se nutre de la potencia gozosa de existir que a pesar de no poder salir
de las relaciones de poder que nos encuadran y sujetan, se presenta como una
frontera inquebrantable donde aún se pueden construir nuevas subjetividades y
nuevos sujetos de conocimiento funcionales, en el mejor sentido de la palabra,
para sí mismos y para su entorno social.
1.2 La modernidad y la Ilustración: escenario de la configuración del
cinismo moderno
Definir con exactitud a que nos referimos al momento de hablar de modernidad
siempre va a ser problemático, pues tiene que ver con una condición ideológica
y con la manera de ver y comprender los hechos en el tiempo.
Por ejemplo, la palabra Modernus apareció en el siglo V para calificar de manera
confusa la era del final de un mundo, en la Edad Media, el
neologismo modernitas fue creado para designar la época en curso, en
oposición a la Antigüedad, y traducía la toma de conciencia de una ruptura
histórica. El término "moderno" apareció ya constantemente desde el siglo XIV,
y designaba hasta el siglo XVIII a todo lo que se oponía a los "Antiguos", es decir,
a la Antigüedad greco–romana. (Constante, 2007:4)
3 En el presente trabajo se entiende por modernidad al momento en el cual, gracias al movimiento de Ilustración S. XVIII, se llevó a cabo un proceso de normalización del poder, pilar fundamental sobre el que descansará el orden social moderno. Surge un organismo técnico – político constituido por un conjunto de reglamentos, militares, escolares, hospitalarios para controlar o corregir las conductas del cuerpo y pueda ser sometido, utilizado, transformado y perfeccionado. (Foucault, 1992:140).
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La época moderna alcanzó su apogeo con la Ilustración en el siglo XVIII y sus
objetivos se concentraron en desarrollar una ciencia objetiva, neutral, así como
leyes universales, objetivas y neutrales. Bajo esta línea, la modernidad nos
remite a nuevas concepciones emancipadoras, a nuevos saberes y nuevas
prácticas que regirán a partir de este momento la concepción del mundo
dominada por las categorías del futuro y progreso.
Quedó atrás el poder que se garantizaba desde antiguo en una trascendencia
mítica y que se hizo irrecuperable, la Ilustración secularizó el poder y creo las
condiciones, presupuestos y necesidades racionales que siguieron justificando
el poder mismo.
Con la modernidad como telón de fondo, aunado a la premisa de Saber traducido
en poder fungieron como sepultureras de toda una tradición, de un saber que
como su nombre lo indica era teoría erótica, pues se basaba en la búsqueda del
saber entendido como se hacía antiguamente, es decir, amor a la verdad y
verdad del amor. (Sloterdijk, 2014:11)
El quinismo fue desapareciendo, o quizá transformándose aún con más fuerza
en el S. XVIII, gracias a la racionalización del pensamiento, que fue adhiriéndose
al juego de poder, de tal suerte que perdió su esencia, a partir de ese momento
ya no se hablaba de lo que se vive, ni se vive de lo que se hablaba, con esta
idea de la utilización del hombre por parte del hombre se fue perdiendo
conciencia y rumbo de nuestra propia existencia y lo que se originó fue una serie
de contradicciones que dieron como resultado que viviéramos una cosa y
habláramos de otra.
Fue entonces, en la época moderna que se da la bienvenida a la politización del
pensamiento y a la penetración del saber en el juego del poder, un poder sin
ideal que lo único que trae consigo es un acecho mutuo de las ideologías, de
asimilación de los contrarios y de modernización del engaño. Esta nueva
mentalidad que se configuró y que al mismo re – creó subjetividades, retomó el
fenómeno quínico, lo penetró, y lo dejó sin saber que hacer.
Una época de transformaciones, de posicionamientos y de estrategias, de ahí
que Weber concibiera a la modernidad como esa época carente de impulso,
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como una realidad histórica especifica por la que atravesaron las sociedades
europeas y occidentales y que conceptualizó bajo el nombre de secularización o
desencantamiento del mundo y que se caracterizó por la pérdida de algún
sentido, capaz de unificar las distintas y devenidas esferas de racionalidad de la
sociedad capitalista. (Weber, 1989:11-27)
Se llegó a tal ausencia de un sentido de unificación que surgió la proliferación de
saberes que funcionan de manera autónoma y que se encuentran gobernados
por formas de racionalidad que le son inherentes, dentro de estas esferas Weber
(1989: 192) consideró la ciencia, el arte, el derecho, la política y la moral.
La intelectualización y racionalización no representa un ascendente
conocimiento global, de las condiciones generales de nuestra vida. El significado
es otro: representa el entendimiento o la creencia de que, en un momento dado,
en el momento que se quiera, es posible llegar a saber, por consiguiente, que no
existen poderes ocultos e imprevisibles alrededor de nuestra existencia; antes
bien, de un modo opuesto, todo está sujeto a ser dominado mediante el cálculo
y la previsión. Con eso queda al descubierto, sencillamente, que lo mágico del
mundo está excluido. (Weber, 1989:199)
Para Weber la pérdida de algún sentido que sirviera como unificante es producto
no sólo de la aparición de una visión del mundo descentrada o diferenciada, sino
sobre todo de la imposibilidad a la que se enfrenta la modernidad de fundar
zonas de racionalidad que liberen de esa visión de estructura normativa,
civilizada e instalada en el progreso con el cual ningún mortal puede llegar a las
cimas situadas en el infinito.
Cualquier campesino de los viejos tiempos moría viejo y cansado de vivir, porque
estaba en el circulo orgánico de la vida, de acuerdo con su sentido inmanente,
su vida le había dado ya el término de sus días, porque no quedaba ante él
ningún enigma que quisiera descifrar, podía sentirse satisfecho. Por el contrario,
un hombre civilizado, inmerso en un mundo que constantemente se enriquece
con nuevos saberes, ideales y problemas, puede sentirse cansado de vivir, pero
jamás nunca saciado. (Weber, 1989:201)
Por su parte para Foucault la modernidad, aparece en el primer período de sus
investigaciones históricas (1960 -1969). Primero, como criterio de periodicidad
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histórica, que marca el umbral de formación de una experiencia determinada y
en cuyo interior se produjeron tanto un conjunto de saberes específicos como
experiencias excluyentes de objetivación del sujeto. Segundo, como expresión
de movimientos vanguardistas, en los que se ensayan montajes artísticos
inéditos, entre ellos la obra de Raymond Roussel. (Farfán, 1990: s/p)
Sin embargo, fue casi al final de su vida cuando Foucault abordó abiertamente
el tema de la modernidad, utilizando para ello el texto de Kant, ¿Qué es la
Ilustración? (Foucault, 2003:).
Para Foucault, Kant es el filósofo de la modernidad, pues a partir de él resulta
posible un uso distinto de la razón. No obstante, el interés de Foucault por el
texto de Kant radica en que ese escrito es lo que podría llamarse: un texto-
acontecimiento en el orden del discurso filosófico, a partir del cual se puede
establecer el sentido de un nuevo umbral histórico, el de la modernidad.
(Foucault, 2003: XXX).
La modernidad para Foucault puede ser entonces un proceso histórico por el que
pasó Occidente y del que resultaron estructuras de racionalidad distintas. Puede
ser también una forma de oposición entre dos épocas históricas, en donde una
reivindica su superioridad frente a la otra, al calificarse a sí misma como
moderna, incluso puede ser el sentido de un proyecto que aún aguarda ser
realizado. En todo caso para Foucault, es también una cuestión bajo la cual un
pensamiento específico reflexiona sobre el significado de su pertenencia a una
época histórica, se trata con esto de hacer la genealogía no de la modernidad,
sino de la modernidad como cuestión. (Constante, 2007: 4)
Con lo anterior resulta fácil comprender como es que el S. XVIII, en la época
moderna y con el auge del movimiento de Ilustración, se inició la tarea de traer
la luz de la razón al ambiente oscuro y decadente en el que se encontraba la
conciencia humana. La razón se instituía como saber verdadero, su crítica
acerca de lo establecido era una apuesta bien intencionada para implementar un
orden, una norma de la existencia y un nuevo universalismo.
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1.3 Cinismo moderno como falsa conciencia Ilustrada
A partir de este momento, S.XVIII, ya no hablamos de quinismo, ahora tenemos
un cinismo moderno “que se presenta como aquel estado de conciencia que
sigue a las ideologías naïf y a su ilustración” (Sloterdijk, 2014:37), en donde el
medio ambiente donde se inició el cinismo de la nueva época, S. XVIII, se
encuentra tanto en la cultura urbana, como en la esfera cortesana. Ambas son
la matriz de un realismo perverso del que los hombres aprenden la mordaz
sonrisa de una inmoralidad abierta. (Sloterdijk, 2014:40)
En cualquiera de los casos, ya sea en mentes cosmopolitas e inteligentes se ha
ido acumulando un saber mundano que se mueve elegantemente entre hechos
desnudos y fachadas convencionales, en palabras de Sloterdijk (2014:39)
“desde las cumbres de la conciencia política, llegan señales al pensamiento
formal, señales que dan testimonio de una radical ironización de la ética y de las
conveniencias sociales, algo así como si las leyes generales sólo existieran para
los tontos”.
Los cínicos modernos, retomando a Sloterdijk (2014:14), son evidentemente
ilustrados, se encuentran en un estado de apatía permanente, donde ya no se
llega a hablar de lo que antes era un amor a la sabiduría, realmente ya no hay
ningún saber del que se pueda ser amigo, pues nos dice el autor “Ante lo que
sabemos no se nos ocurre amarlo, sino que nos preguntamos cómo nos
acomodaremos a vivir con ello sin convertirnos en estatuas de piedra”.
La ilustración cayó en los discursos de poder en donde una minoría
bienintencionada de representantes de la razón buscaba únicamente el
conocimiento a través del diálogo, del consenso voluntario y el acuerdo libre.
Esta saludable y necesaria ficción del diálogo libre desplazaba y aniquilaba
diversas formas de pensamiento y opiniones anteriores que colocaban al
lenguaje en una arena de batalla entre lo que aspira a ser verdadero y la razón
objetiva, en donde sería más razonable hablar de una guerra de conciencias
más que de un de diálogo pacífico. (Sloterdijk, 2014:49).
18
No es casualidad que Foucault en algunos de sus cursos, como por ejemplo
Defender la sociedad (2014) y las conferencias dictadas en Brasil en el año de
1976 destacará que fue en este período de tiempo, S. XVII y S. XVIII, que se
inició un análisis y reflexión en torno a ciertas prácticas encaminadas a
implementar mecanismos de vigilancia y sometimiento en todos los aspectos de
la vida.
A partir de este momento, que se impusieron nuevas reglas que, si bien no se
inventaron en este momento, si se analizaron con el objetivo de identificar su
objeto, su blanco y su campo de aplicación: los individuos. Para llevar a cabo
efectos reales y tangibles surgieron una infinidad de instituciones y disciplinas
con la justificación de garantizar y legitimar tales prácticas puestas en marcha
que más tarde se convertirían en regímenes de verdad.
Bajo este tenor, el movimiento de Ilustración se enmarca en una lógica de
dominación de las mentes, en donde, lejos del caos, de las batallas sangrientas,
de la hambruna y de la muerte a causa de la guerra explícita; se retoma el
predominio de una forma de pensar que también mata, aniquila y extingue otras
formas de vida y pensamiento.
El movimiento de la Ilustración, el saber y el poder entran en un juego que logra
establecer un discurso objetivado, frío y neutral deviniendo en una actitud de
indiferencia y conformismo que ha ido modelando y dando origen a un nuevo tipo
de cinismo y configurando un nuevo tipo de razón cínica, colmada de
razonamiento y verdad ilustrada, sagaz y al mismo tiempo perversa.
Este nuevo tipo de razón cínica y perversa, al instaurarse como un saber
verdadero fue apuntalando los soportes de un poder fundado en sentencias y
dogmas que fueron modelando este nuevo tipo de cinismo que con sus prácticas
y conocimientos universales fueron reconfigurando una falsa conciencia ilustrada
que Sloterdijk (2014: 40) define como “la conciencia moderna y desgraciada
aquella en la que la ilustración ha trabajado al mismo tiempo con éxito y en vano,
que ha aprendido su lección sobre la ilustración, pero ni la ha consumado ni
quiere consumarla”.
19
Quizá resulte extraño, ¿cómo puede existir una conciencia ilustrada falsa?, sin
embargo, de eso se trata, pues esta paradoja nos obliga a una revisión otra de
la Ilustración que nos permita poner al descubierto que en la Ilustración no
debiera hablarse de un acuerdo libre y consensuado, por el contrario, es más
conveniente hablar de confrontaciones, de posiciones, de intereses de clase, de
pasiones, de guerra de conciencias, de todo menos de la verdad. (Sloterdijk,
2014: 50)
Es así como trato de mostrar que efectivamente no es necesaria la guerra en su
forma más cruda y violenta para combatir y acabar con formas otras de ser y
pensar. Considero que no podemos pasar por alto lo que comenta Foucault
(2014:29), acerca de la guerra en cuanto motor de las instituciones y del orden
pues “la paz hace sordamente la guerra hasta el más mínimo de sus engranajes,
hay que descifrar la guerra debajo de la paz” Así pues, estamos en guerra unos
contra otros y no hay sujeto neutral, siempre se es forzosamente el adversario
de alguien. Y fue el movimiento de Ilustración el primero en darse cuenta de que
con un diálogo racional y objetivo también se aniquila, se mata y se impone.
1.4 La Razón Cínica como característica del hombre moderno
Los antiguos sentimientos, saberes y prácticas referentes a la verdad clásica
fueron arrollados por la Ilustración antes de que pudieran manifestarse; y es que
la crítica Ilustrada y la razón científica promovida por esta tendencia de traer la
luz a la conciencia humana, reconoció todo lo que ya estaba en las cabezas de
sus enemigos ancestrales y lo calificó de prejuicios.
Con este proceso de transformación de las mentes, el surgimiento de verdades
absolutas y universales, así como la puesta en marcha del dialogo
bienintencionado y legitimado, se abrieron los caminos para desarrollar un tipo
de cinismo que ahora se encuentra tanto en las clases plebeyas como en las
más altas cumbres sociales. Ahora el cínico ha dejado de ser marginado; el
hombre de la mirada jovial y al mismo tiempo perverso, tal y como se mostraba
en la antigüedad ha sido absorbido por todos los estratos sociales.
20
Aquello que representaba Diógenes de Sinope, la insolencia, la sin vergüenza,
el provocador y testarudo, aquel de espíritu burlón, se ha sumergido en las
masas y ha sido mandado al anonimato, a ser parte de esa gran discordancia
cínica, pues se ha convertido en un integrado social pero antisocial al mismo
tiempo.
La discreción y supuesta ingenuidad moderna que se ha venido arraigando en
los individuos, cada vez más y con mayor fuerza ha logrado subjetivar las
conciencias con discursos válidos y científicamente comprobables y ha sido una
buena inversión, pues supone el intento de construir una jerarquización entre
conocimientos válidos y opiniones probadas contra aquellas costumbres
perezosas que no atienden con mucho gusto el espíritu de la Ilustración, en el
que pareciera que todo gira en torno a posiciones superiores en donde las
triunfadoras son las más sagaces.
De esta forma es como se ha venido enmarcando el saber racional y lo
comprobable, mediante reglas que van dirigiendo la vida mediante un discurso
racional - objetivo propuesto por la Ilustración y que al mismo tiempo va
despojando el conocimiento interior ligado a la propia existencia.
La razón cínica es resultado de varios acontecimientos que datan del movimiento
de Ilustración,4 debido a que el conocimiento se vio replegado y determinado por
un juego de poder que terminó por confinarlo a expresiones pragmáticas y
materialistas.
Este juego estratégico del poder al que se sometió la Ilustración la obligó a
establecer una desconexión con la reflexión acerca de la existencia y del cuidado
de sí y someterse a instancias ligadas a discursos de poder. De esta forma el
saber científico – racional provocó la separación entre reflexión y existencia.
La Ilustración, que de alguna manera originó cierta cosificación con su
objetividad y racionalidad ha tenido que pagar un precio muy caro, la pérdida de
la proximidad que provoca pensar en visiones generales y conceptos abstractos.
4 No es casualidad entonces que Foucault hiciera mención en su curso Defender la sociedad (2014) que fue en el S. XVIII el momento en el que también surge la reflexión, racionalización y análisis del control de los cuerpos, las poblaciones y yo agregaría, las mentes.
21
El hombre no tiene más edad que la cultura superior, la humanidad
propiamente dicha inicia en la grande. Todos hacen surgir al hombre ya a partir
de la ciudad, del Estado o de la nación y no se olvidan de fijar la apariencia
civilizada en los cráneos de los pupilos de la cultura. Sin embargo, nunca se
podrá insistir bastante en lo falso que ha sido desde siempre este
adoctrinamiento, y en lo funestamente que sigue actuando hoy. (Sloterdijk,
2008:23)
Esta razón cínica caracterizada por una falsa conciencia ilustrada apuntala su
falsedad en los discursos de verdad promovidos por el movimiento de la
Ilustración, que responden a determinadas fuerzas de poder, a los que se ha
expuesto el hombre y que sin duda lo han subjetivado. Una falsa conciencia
ilustrada que no se siente afectada ni amenazada por nada, ya que está ávida
de poder, pero al mismo tiempo es inútil por naturaleza. Este nuevo cinismo
plagado de una falsa conciencia se rodea de discreción5 palabra clave de esta
nueva alienación matizada. (Sloterdijk 2014: 43)
Este nuevo malestar social aparece hoy en día como un cinismo universal y
difuso en la mentalidad colectiva, donde el principio de esperanza se ve
sustituido por el principio de vivir en el “aquí y en el ahora” y no pocos pudieran
añadir “donde da igual lo que sea”. En nuestra actualidad el cinismo vive de un
día a otro, de unas vacaciones a otras, de un problema a otro y se siente afectado
por muchas cosas, pero la mayoría de ellas le resultan extrañas, indiferentes,
fuera de sí. Así vive el cínico moderno en un estado total de autismo social.
El sujeto moderno vive en una sociedad en la que ya no se ofrece ninguna
alternativa y certeza, donde todas las relaciones se ven sujetas a aparatos de
poder, en donde ya no queda mucho espacio para lograr revelarse pues todo
debe transcurrir en completa calma, en consenso aparente, en espacios libres
de transgresiones, de rabia y enojo (Han, 2016:73). Ahora es el cínico quien lleva
como estandarte la difusión del sujeto y en donde se comprende como víctima y
al mismo tiempo como victimario.
5 Discreción vista como una estrategia del nuevo cinismo que permite maniobrar a los de “arriba” en contra de los de “abajo”. Aun cuando los de abajo también participan del doble juego y son conscientes cuando se les engaña.
22
Vivimos en una constante contradicción pues quién de profesión es
explotador y administrador, en su tiempo libre, explotado y administrado, el
que con relación al sistema es funcionario de la cosificación, con referencia
al mundo de la vida es autor realizador, el que objetivamente porta la
destrucción, subjetivamente es un pacifista. (Sloterdijk, 2014:193).
Nuestra época de crisis crónica exige demasiado de la voluntad humana al tomar
a la incertidumbre como el trasfondo permanente e inamovible, sin embargo,
considero que es este momento en donde el quinismo, que no es más que la
filosofía de la vida para tiempos de crisis, puede manifestarse como una
alternativa para poner límite a tantas exigencias y poner el límite a tanta docilidad
que nuestro mundo moderno demanda. Reconocer el quinismo como filosofía de
vida puede apoyar para reubicar la importancia del cultivo de la buena vida y del
espíritu donde nunca hombres tan bien atendidos estuvieron en una disposición
de tan clara decadencia.
1.5 Efectos de la Razón Cínica en el hombre moderno
No se puede negar el asombro, la extrañeza y el miedo frente a un panorama
plagado de sombras, de insolencias secretas, de resistencias e intrigas, de
apatía e incertidumbre en las situaciones que acontecen y nos tocan la vida,
donde apenas se puede vislumbrar un pequeño espacio donde se pueda
reivindicar el arte de la vida y de la anormalidad como otras formas de ser en el
mundo.
Sin embargo, tampoco se puede disimular cierto grado de empatía y complicidad
frente a este escenario, pues para asombro de muchos, el cinismo se siente, se
respira y se vive en cualquier dirección hacia la que miremos.
Es como si un determinado sentimiento vital mirara en el espejo tan pronto se
coloca el concepto, aunque de una manera suficientemente intencionada, como
medio de reflexión ante nuestra conciencia. El cinismo es una de las categorías
en las que la conciencia infeliz se mira a los ojos. (Sloterdijk, 2014:227)
23
El espíritu cínico se nos ha metido en la carne y en todo el cuerpo y deshacernos
de él significaría la aniquilación de lo que somos y de lo que nos ha constituido
desde hace siglos. Vivimos el momento culminante de la razón cínica en donde
ya no se estimula ninguna experiencia que procure el cuidado de sí, por el
contrario, existe una tendencia a vaciar al sujeto, a difuminar su conciencia y a
pesar de conocer el mundo y usarlo como medio para alcanzar sus fines nos
topamos con sujetos que no se encuentra en él, donde somos extraños unos con
otros y no nos sentimos de aquí ni de allá en nuestros propio medio.
Sin embargo, el cínico no entiende su manera de ser como algo que tenga que
ver con ser malvado, sino como una forma de ver, hacer y pensar en donde los
cínicos no son tontos y se dan cuenta de la nada a lo que todo les conduce y
saben que lo que hacen lo hacen por las presiones del ambiente y por el instinto
de auto conservación de su conciencia endurecida.
Este tipo de conciencia rígida y disciplinada se encuentra perezosa y apática
frente a cualquier tipo de realidad en donde la indiferencia y la desgana ante todo
problema es lo que impera. Este nuevo tipo de sujeto, subjetivado hasta las
entrañas vive indolente en una sociedad sometida a la mentira, gracias a su
razón cínica, a un saber frívolo y mundano que se mueve elegantemente plagado
de cierta amargura, pero al mismo tiempo aprende la sonrisa mordaz y perversa
para matizar su actuación. De esta manera se nos presenta la razón cínica, como
un cinismo moderno, lleno de adjetivos que expresan sus nuevas formas de
manifestarse en las conciencias modernas.
Frente a este panorama, el cínico no puede relacionarse con la imagen de un
individuo simpático y feliz, por el contrario es visto como un caso límite de la
melancolía que mantiene bajo control los síntomas de sus enfermedades
mentales, donde se mantiene depresivo, fracasado y auto disciplinado, pero a
pesar de eso sigue siendo laboralmente capaz, siempre rindiendo, sin pausas y
detenciones, cansado, agobiado y violentado por sí mismo; pero sin olvidar que
debe responder a las problemáticas que su mundo moderno le presenta (Han,
2016:48).
Esta obligación de respuesta, ya normalizada y asumida como el gran valor de
la responsabilidad, de la positividad, de la cultura del sí puedo es ante todo un
24
punto esencial dentro del cinismo pues desde hace ya bastante tiempo le
pertenecen puestos clave en los que ser competente es de vital importancia para
ocupar puestos en juntas directivas, consejos de administración, dirección de
empresas e incluso director de facultades. (Sloterdijk, 2014:48). Yo agregaría
incluso en la Universidad.
No obstante, no todo en la actualidad está perdido, aún podemos encontrar la
posibilidad de salir de este encuadramiento de conciencias y recuperar la
capacidad de contemplación y así nutrir nuestra experiencia, aun en tiempos de
crisis existe la ocasión de encontrar esos breves y pequeños destellos de
quinismo en la modernidad, que den la posibilidad de darle voz a aquello que
también se vive pero que ha sido velado, de desnudar otro tipo de verdades y
saber que si bien, no son bienvenidos dentro de los protocolos de la buena
ciencia, no dejan de existir, de re crearse y de configurar subjetividades.
Lo catastrófico es que cuando los individuos modernos comienzan a encontrar y
pensar formas distintas de llegar a la verdad sobre sí mismos y sobre lo que les
rodea, y aun así continúan obrando de manera cínica, entonces completan de
una manera perfecta la definición moderna de cinismo que produce una falsa
conciencia ilustrada, que siguiendo a Sloterdijk (2014:49) es la conciencia
modernizada y desgraciada, en buena posición y miserable al mismo tiempo,
una conciencia que ya no se siete afectada por ninguna otra crítica pues su
falsedad esta reflexiva y científicamente amortiguada.
Cuando ocurre este descubrimiento acerca de las otras formas en la que se
puede vivir, otras maneras de ser y hacer en el mundo y a pesar de ello
continuamos con esa misma insensatez e irracionalidad característica del cínico,
cuando a pesar de desenmascarar la verdad que se nos ha impuesto, no nos
damos la oportunidad de encontrar otras formas de explicación del mundo y
seguimos bajo la misma lógica cínica, no por convicción sino por estrategia,
ambición y codicia, entonces estamos frente a la viva imagen de lo Sloterdijk
llama la falsa conciencia ilustrada. (2104:62)
25
De ahí que sea necesario ese desenmascaramiento6 de las verdades
universales y absolutas que permitan identificar la forma en que se operan en las
conciencias, y no es otra cosa que poner a la luz del día el mecanismo de la falsa
conciencia, de la conciencia esclava e insatisfecha y de mostrar al desnudo la
forma en la cual se establecen como regímenes de verdad algunos
conocimientos, saberes y prácticas que de varias maneras han provocado la
subjetivación de las conciencias, enmarcándolas y delimitándolas en
determinadas formas de actuación.
En este escenario de constante conducción de las mentes, de relaciones de
poder, de racionalización y de una prudencia plagada de sensatez, cordura y
buen juicio son a las que el cínico se ha acostumbrado, de tal manera que le
cuesta tanto mirarse y reconocerse más allá de sus límites, sin embargo, es
necesaria una reflexión constante que le permita, no salir de ellos, pero sí
analizarlos y mirar otras formas de existencia y actuación en el mundo.
De aquí que se haga necesaria la insolencia, la desfachatez y la desvergüenza
del quinismo que muestre que existe más allá de esta supuesta racionalización
y buen juicio.
1.6 Configuración del Cinismo moderno en la Universidad
El control que ha ejercido la sociedad por medio de la universidad se vio
manifestada de una manera clara en el S. XVIII, tiempo en el que también
aconteció el movimiento de la Ilustración. Con tales sucesos se generaron varias
transformaciones que impactaron directamente en el tejido social. Pues como
comenta Foucault en su libro Vigilar y Castigar (2009), a partir de este momento,
S. XVIII, “nuestra sociedad se convirtió en una sociedad de control y vigilancia
donde debe prevalecer siempre, para un adecuado funcionamiento, el
6 Sloterdijk utiliza este concepto de manera irónica para poner en evidencia aquellos sucesos que no son vistos por algunos bienintencionados contadores de la historia pues tratan de ocultar los acontecimientos al desnudo.
26
ordenamiento de las multiplicidades humanas para lo cual sirvieron de
estrategias las disciplinas”.
Las disciplinas funcionaban como mecanismos de vigilancia para incidir en el
comportamiento de los sujetos a tal grado de lograr modificar sus gestos,
movimientos, experiencias e incluso la vida cotidiana. En repetidas ocasiones en
su conferencia dictada en Brasil titulada La política de salud en el siglo XVIII
(1972) y en su curso Defender la sociedad (2014) así como en su libro Vigilar y
Castigar (2009), Foucault nos permite ver que con las disciplinas se inició una
nueva etapa en la que se dispusieron mecanismos de vigilancia y control que
poco a poco se convirtieron en regímenes de verdad7 que se tradujeron en
prácticas sociales y que dieron como resultado la creación de subjetividades.
“Las luces, que han descubierto las libertades, inventaron también las
disciplinas”. (Foucault, 2009:255)
Con las disciplinas, como dominios de saberes, surgió la necesidad urgente de
vigilancia y control, como técnicas que apoyaron para mantener a las
poblaciones bajo control, dentro de las reglas establecidas, y como dispositivos
estratégicos que apoyarían el buen funcionamiento social lejos del caos y la
desorganización.
Todas las disciplinas y todo saber que de ellas se deriva es producido siempre
en el interior de relaciones de poder y es ese saber científicamente comprobable
el que está empapado de un carácter productivo de poder. Lo científico solo
retoma ese saber que la ciencia quiere para sí, dejando de lado “saberes
sometidos”8 descalificados y despreciados. (Foucault, 2014:21)
Con la llegada de este nuevo tipo de saberes, es decir, con lo científicamente
comprobado, se originaron cierto tipo de encubrimientos constitutivos en la forma
7 El régimen de veridicción, no es una ley determinada de la verdad, sino el conjunto de las reglas que permiten, con respecto a un discurso dado, establecer cuáles son los enunciados que podrán caracterizarse en él como verdaderos o falsos. (Foucault 2014:53) 8 Foucault en Defender la Sociedad (2014: 21) entiende los saberes sometidos “como contenidos históricos que fueron sepultados, enmascarados en coherencias funcionales, también me refiero a toda una serie de saberes que estaban descalificados, saberes ingenuos, saberes por debajo del nivel de la cientificidad, saber de la gente, un saber local y regional.
27
de decir verdad en nuestra modernidad. Este tipo de decir verdad se puso en
marcha como una especie de juego estratégico que ha tratado de neutralizar,
velar y borrar el vivir quínicamente y con ello desvanecer las singularidades que
hacían de la propia existencia un riesgo que valía la pena ser vivido.
Si bien es cierto que la idea moderna de saber es poder ha sido la sepulturera
de la filosofía, de la teoría erótica del amor por la verdad (Sloterdijk, 2014:14),
también es verdad que no todo saber fue y sigue siendo bienvenido. Ante el
desvanecimiento del quínico, de la forma de vida que no es muda, ni se
encuentra medio desnuda, por el contrario, es elocuente y sustancial, se
encuentra amordazada cuando se tiene ante sí un cinismo moderno con su
conciencia opuesta, una conciencia rígida, demasiado llenas de una voluntad
perversa donde todo gira en torno a posiciones superiores u opiniones sagaces.
(Sloterdijk, 2104:58)
Gracias a que ninguna verdad puede existir sin lucha, ya sea literal o metafórica,
y dado que cada conocimiento debe elegir su lucha en este entramado de
posiciones u opiniones sagaces y refinadas, los medios para dar validez a esos
conocimientos fueron más importantes que el conocimiento mismo. De aquí la
importancia de retomar el momento donde se originó todo un sistema social en
donde lo que regía ya no era la ley sino la norma, lo que regía ya no eran los
códigos, sino una distinción permanente entre lo normal y lo anormal. Así lo
comenta Foucault en su libro Defender la Sociedad (2014) “el papel del poder
político sería reinscribir perpetuamente esa relación de fuerza, por medio de una
especie de guerra silenciosa, y reinscribirla en las instituciones, en las
desigualdades económicas, en el lenguaje, hasta en los cuerpos de unos y otros”
(Foucault, 2014:29)
Esta relación de fuerzas y guerra silencia no absuelve a las escuelas y de
manera más específica a la universidad, pues en la modernidad nada escapa de
esta lógica de vigilancia y control, pues al igual que un panóptico funciona como
una máquina social, como una institución de revisión y corrección de las
conductas anormales.
La universidad vigila los actos de los sujetos y tiene a su cargo una multiplicidad
de disciplinas que le permiten ser “capaz de leer los contagios, la peste, las
28
revueltas, la vagancia, las deserciones, los individuos que aparecen y
desaparece, los que viven y mueren” (Foucault, 2009:231). Sin embargo, a
través del tiempo aún prevalece dentro de la universidad la voluntad de pretender
llegar a otra verdad que desnude o intente rasgar el velo de los
convencionalismos, las mentiras y las discreciones del cinismo moderno.
La universidad moderna, con matices de quinismo, pero impregnada hasta las
entrañas de cinismo, actúa como institución disciplinaria, impregnada de
elementos normativos que crean una sociedad, un tipo de lenguaje común y
ciertas prácticas sociales que se van convirtiendo en discursos de poder que
subjetivan el hacer, pensar y sentir de los sujetos.
De esta manera la universidad y las disciplinas toman como blanco perfecto los
cuerpos con una función de adiestramiento y adoctrinamiento gracias a los
cuales se han producido a través del tiempo saberes legitimados por discursos
y prácticas que conducen el acontecer diario de los sujetos en una multiplicidad
de sociedades e instituciones.
Las presiones a las cuales se ha sometido a la universidad, gracias a esta
producción de saberes, han incorporado un tipo de inteligencia extravagante y
fría que se fue perfilando, desde el movimiento de la Ilustración. El cinismo
moderno, que se ha configurado hasta nuestros días dentro de la universidad,
funciona como una especie de cinismo de elite, en donde los estrategas, diría
Foucault (2014: 120-123) la nobleza, son quienes dirigen el espectáculo cínico y
al mismo tiempo pelean por imponer y defender su integridad.
Son esta especie de cinismos señoriales los que generan diversas tensiones y
dificultades al interior de la universidad pues, por una lado, se resiste y lucha por
rescatar lo valioso de la universidad, aquello que la ha conformado a lo largo de
su historia, como espacio para la reflexión y la búsqueda de la verdad a través
de la razón, que reconoce el valor de sus prácticas y principios que han orientado
y configurado a nuestras instituciones; y por otro, que nos conduce a la
modernización, un tema inevitable frente a los grandes cambios y retos que
provienen no sólo del conocimiento, sino además de la ciencia y la tecnología y
de la incorporación de un nuevo ethos sobre la universidad como resultado de
la mundialización.
29
Con todo y los aciertos y desajustes que la universidad ha sorteado en el tiempo,
el control social y la normalización han sido implícitos en la mayoría de las
transformaciones, en donde las relaciones de poder, con sus discursos y
prácticas ya establecidas como regímenes de verdad, aparecen como una mano
invisible que continúa produciendo saberes que dirigen el actuar de la
universidad día con día.
Es evidente que la universidad moderna tiene el papel de la disciplina y la
obediencia, donde el realismo mundano del cinismo la ha llevado a reproducir el
modelo de un hombre socializado que ha perdido su libertad quínica desde el
momento en que sus educadores han logrado plantar en él deseos, ambiciones
y toda clase de seducciones confortables para atraer al hombre al servicio de
meros fines y esperanzas de inmortalidad, poder y riqueza. (Sloterdijk, 2014).
Donde en lugar de hablar de una libertad de conciencia, hablamos ya de un
liberalismo que pretende guiar a los sujetos, de dirigir sus conductas, de
constreñir sus acciones y sus reacciones; donde el sujeto responda de manera
sistemática a las variables del medio. (Foucault, 2007: 305)
Ante este panorama, valdría la pena mirar el antiguo espejo quínico y rescatar la
voluntad de saber que también se gesta en la universidad y alejarla de la
necesidad de control y ambición, pues si bien son elementos constitutivos de su
hacer como institución de la modernidad y de la razón cínica, no podemos dejar
pasar de lado que el actuar sin moderación de los hombres que le dan vida, que
más que académicos desempeñan un papel de políticos, donde son la mayoría,
los que ocupan sus aulas, cubículos y oficinas, quienes descaradamente han
incidido en la transformación de la universidad convirtiéndola en otro espacio de
negociación, alejado totalmente de la presencia de espíritu. Así lo afirma Valle
(2014:64) “ahora presenciamos una universidad que ni siquiera es del Estado,
sino del mercado. Sobre los llamados universitarios como hombres de ciencia,
al responder a exigencias fabriles, su identidad es la del hombre de empresa”.
La universidad está frente a una situación de riesgos incalculables, pues lo que
prepondera dentro de ella ya no es crear el espacio donde el quínico pueda
arriesgarse a pensar, recrear o provocar a la ciencia existente, por el contrario,
lo que podemos observar con el inicio del movimiento de la Ilustración y con la
30
liberación de los mercados es que se pone de relieve que la utilidad engloba
cada vez más a todos los problemas tradicionales como el trabajo, la vida, la
salud, incluso la educación (Foucault, 2007:60). Esta nueva planificación de la
vida trae consigo transformaciones y casualidades en donde los antiguos
ordenamientos no están ya a la altura de los nuevos acontecimientos, donde
“ninguna capacidad de pensamiento logra mantener el paso con lo problemático
y dado que todo se hizo problemático vivimos un momento en donde todo da lo
mismo” (Sloterdijk 2014:21).
Es necesario entonces que la manera de razonar los hechos, conocimientos,
valores y los saberes dentro de la universidad estén marcados por la curiosidad
de descubrir, rechazar e innovar acerca de lo que ya está dicho. Se requiere
recuperar todos aquellos saberes sometidos que nos constituyen, nos organizan,
nos subjetivan y que a pesar de estar frente a nosotros los ignoramos y
desconocemos.
La razón de ser de la Universidad debería estar de la mano del impulso quínico,
pues es dentro de ella que debiera fomentarse la crítica, el pensamiento y la
reflexión ante lo humano de manera insolente, en el sentido quínico, de mostrar
la verdad al desnudo, lejos de enmascaramientos y atreverse a revelar diferentes
formas de acceder al mundo.
Pues la responsabilidad del sujeto universitario no es conformarse con un
determinado tipo de saber o con lo que la ciencia dice y tomarlo como verdad
gracias a los discursos fabricados de los que se desprende, su verdadero
quehacer es descubrirse, conocerse a sí mismo, explorarse, decir la verdad con
respecto a sí mismo y constituirse como objeto de saber para sí mismo y para
los otros.
Permitirse efectuar por si solo una serie de operaciones sobre sus propios
cuerpos, sus propias almas, sus propios pensamientos, su propia conducta, y
hacerlo de manera tal de transformarse, modificarse y alcanzar cierto estado de
perfección, de felicidad, de pureza. Llamemos a esta clase de técnicas “técnicas”
o “tecnología de sí. (Foucault, 2016: 45)
El impulso quínico puede convertirse en ese detonante de irreverencia e
insolencia que permita la continuidad de la reflexión y la búsqueda de la verdad,
31
pero no una verdad única y universal fundamentada desde hace ya bastante
tiempo gracias al movimiento de la Ilustración. Por el contrario, una verdad que
muestre la crueldad, desfachatez, insolencia y realidad de los hechos que nos
hacen ser los que pensamos, lo que hacemos y lo que somos.
Es una realidad que el hombre moderno se encuentra enajenado, ensimismado
y preocupado por todo y nada a la vez, es el sujeto moderno cínico el que se ha
configurado gracias a regímenes de verdad que lo han modelado tal obra de arte
inacabada. Sin embargo, reconocer y decir la verdad de los regímenes de
verdad, como trabajo genealógico, consistiría pues en identificar los cruces entre
saber, poder y verdad, no para identificar cuál es el que prepondera o quién es
más o menos importante, sino para reconocer la historia de la veridicción dentro
de la universidad y poder comprender que aún en tiempos modernos, es posible
asumirnos en el mundo de formas otras, donde el impulso quínico puede ser la
oportunidad de reconocer la animalidad del ser, de las prácticas, de los saberes,
de los procesos de formación que objetivaron al hombre en cuanto ser que habla,
vive y trabaja en las múltiples instituciones que conforman nuestro mundo como
las prisiones, los hospitales, los asilos y porque no las universidades.
32
CAPÍTULO II. CONFIGURACIÓN DE REGÍMENES DE VERDAD,
LA UNIVERSIDAD Y SUS INTELECTUALES.
El presente capítulo tiene por objetivo analizar la relación saber - poder dentro
de la universidad en donde se pretende poner en evidencia la influencia de
ciertos discursos y prácticas frente a las relaciones de poder que han marcado
la ruta a través de la cual la verdad se ha concebido como la conocemos hoy en
día y que ha generado regímenes de verdad que rigen a nuestra sociedad y por
consiguiente han constituido a la universidad.
Tales regímenes de verdad se sustentan bajo determinados discursos y saberes
de lado de la ciencia que funcionan como una especie de juegos estratégicos
de acción y reacción que se ven traducidos en prácticas sociales y que por
supuesto generan dominios de conocimientos que se asumen y legitiman como
verdaderos y por consiguiente logran impactar y subjetivar al individuo, es decir,
crean un nuevo sujeto de conocimiento para un tipo específico de sociedad,
creando un arquetipo de población modelada bajos ciertos supuestos.
Sin embargo, la conformación de estos regímenes de verdad, que a pesar de no
ser una ley determinada por la verdad, si están rodeados de un conjunto de
reglas que permiten, de acuerdo a determinado discurso, determinarlos como
verdaderos o falsos, es decir, no funcionan por sí solos, se encuentra
respaldados por la creación de múltiples instituciones que funcionan como
distribuidoras y supervisoras de que tales conocimientos se implementen de la
forma correcta para la cual han sido creados y así cumplir con sus objetivos.
Se trata de implementar por parte de la multiplicidad de instituciones que
conforman nuestro entramado social, una especie de supervisión constante que
nos permita evitar posibles manifestaciones de “error”, desviaciones sociales o
brotes de alguna manifestación indeseable, para que en caso de ser así, por
medio de las instituciones de control, poder erradicar fácil y rápido todo
surgimiento de lo indeseado y lo anormal, todo aquello que se encuentre fuera
de la organización, control y empatía. Se trata por tanto de mantener un mejor
control y vigilancia de las poblaciones.
33
A la luz de estas categorías saber– poder, regímenes de verdad, control y
universidad es que pretendo mirar a la universidad, como institución que también
controla, dirige, corrige y configura determinado tipo de sujetos, para poder
vislumbrar qué discursos se han elaborado y se han convertido en regímenes de
verdad, qué tipo de prácticas fueron definiendo y trasformando el saber que
organizó a la universidad con el propósito de sacar a la luz, en una especie de
historia regresiva, esas prácticas discursivas, institucionales y sociales que
originaron a la universidad tal como la conocemos en nuestra actualidad con lo
cual no pretendo descalificar lo acontecido a través del tiempo, pero sin tratar de
poner en evidencia otro tipo de discursos, prácticas y saberes que también son
parte de la universidad y han subjetivado al sujeto moderno.
2.1 Otra historia de la verdad y la constitución del hombre.
La ideología moderna y oficial de la cultura superior nos ha hecho creer que la
verdadera historia de la humanidad que vale la pena ser contada es aquella que
nos presenta a un hombre civilizado que surgió de entre las tinieblas entre las
grandes civilizaciones de China, India, Egipto y Mesopotamia.
Retomando a Sloterdijk (2008:22) “pasamos del Homo Sapiens, sin darnos
cuenta cómo ni cuándo, al hombre civilizado, al hombre que recurría a bibliotecas
y visitaba catedrales, del Homo Sapiens pasamos al animal burgués que vivía y
estaba al servicio de un Estado”. Toda esta labor ideológica iniciada desde el S.
XVIII gracias al pensamiento occidental a tratado de unificar todos los problemas
singulares de la historia, ya se hable de religiones, de artes, de conocimiento, de
política y de economía. Esta unificación es realmente lo que les preocupa a los
pensadores modernos quienes desde hace años han trabajado con pasión, pero
son éxito.
El único fin que persigue su imaginación es la ordenación de números
cronológicos, ordenando las cosas según un plan en el que establecen su propia
experiencia y sus análisis prácticos de manera fragmentada y caprichosa. Los
historiadores de la modernidad olvidan aquellas singularidades y lo decisivo en
cuanto a historia como expresión de alma hecha forma, que se siente y se vive.
34
Es este tipo de pensamiento llevado a cabo por historiadores modernos que
creen que realizar una investigación histórica tiene que ver con indagar la
relación causa efecto, “y es sobremanera extraño que la filosofía de este estilo
añejo no haya pensado nunca en que puede haber para la inteligencia vigilante
otro modo de enfrentarse con el mundo” (Spengler, 2018:32)
De este modo las culturas elevadas, aquellas donde germinó el pensamiento
occidental o si se quiere moderno, identificaron como “natural” a todas aquellas
impresiones inmediatas de sus sentidos que le dieron unidad y significación a
esta nueva tendencia de ser y estar en el mundo. Sin embargo, olvidaron que el
conocimiento no tiene nada que ver con la naturaleza humana, pues en lo dado
por natura siempre hay algo dado por el hombre y en todos los naturalismos se
pueden identificar principios de ideologías de ordenamiento. Sloterdijk
(2014:115) refiere que la apelación a la naturaleza siempre tiene que reclamar
ideológicamente a algo, algo que crea una ingenuidad artificial, que cubre la
aportación humana y afirma que las cosas se dan por naturaleza.
La historia se concibió gracias a la imaginación del hombre occidental que trató
de comprender la existencia viviente del universo con relación a su propia vida.
Así lo explica Spengler (2018:43) al hablar acerca de la constitución del
pensamiento moderno “la teoría moderna concibe las cosas como magnitudes,
ajenas al tiempo, es la ordenación gigantesca de toda esa masa de
pensamientos. Nosotros, hombres de la cultura europea occidental, con nuestro
sentido histórico, somos la excepción y no la regla. La historia universal es
nuestra imagen del mundo, no la imagen de la humanidad”.
Esta ilusión histórica obedece a la rigidez y objetividad de nuestra conciencia
moderna, una falsa conciencia ilustrada que no permite cuestionamientos en
torno a ella, pues nadie se atrevería aponer en duda o sospechar lo que ya sabe
y lo que nos ha subjetivado y convertido en el hombre moderno que somos. La
Ilustración en marcha a originado la acumulación de tantas ideas que nuestras
cabezas modernas están tan llenas de conceptos en donde se aprende cada vez
con mayor intensidad el arte del refinamiento y del cinismo.
De la conciencia de occidente, aquella que detenta la verdad, ha brotado el
autoengaño y penetrado en la conciencia social como portadora de luz carente
35
de problemas, pues donde ejerce su influencia se muestra una penumbra que
da lugar a la atmosfera de la cristalización cínica en donde se pretende mantener
una apariencia altruista donde yace un pensamiento egocéntrico tanto teórico
como económico. (Sloterdijk, 2014)
En su texto En el mismo barco (2008), Sloterdijk distingue tres períodos en la
evolución del hombre, el primer lo llama Era de las balsas, en donde menciona
que los primeros grupos de hombres formaban una especie de hordas, como
una especie de isla flotante, que asemejan a islas sociales que fueron
arrastradas por la corriente a través de enormes espacios temporales.
El segundo momento era la horda que fungía como una especie de club que
generaba a sus propios miembros para socializarlos según sus reglas, las cuales
le daban sentido a su mundo. Fueron esas hordas las incubadoras de crías,
donde se probó suerte con los más sorprendentes experimentos biológicos sobre
la forma humana, pues fue en esas islas flotantes donde los cráneos se hicieron
grandes, las piernas se alargaron y las voces se articularon; fue este el origen
del hombre, donde transcurrieron miles de años, donde se apuntalaron las
estructuras del Homo Sapiens que más tarde se convirtió en el ser marginado
que es en la actualidad.
El tercer momento es el de la era del industrialismo caracterizada por un
intercambio mundial con tendencia a extralimitarse, y que se han propuesto la
creación de relaciones planetarias cruzando el mar de parte en parte donde le
mundo es una esfera conectada en red. Donde el viejo y buen cosmopolitismo
se transmutan en un patológico nomadismo que dejan al descubierto que todos
los esfuerzos de antaño de la cultura occidental no fueron capaces de engendrar
prótesis emocionales y simbólicas para moverse por las grandes superficies.
No obstante, la historia oficial en la que se anuncia la evolución del hombre no
da cuenta de este largo periodo de tiempo en el cual el hombre creó significados,
prácticas y saberes que nos constituyen hasta nuestros días. Parece como si
estuviéramos sujetos a una especie de superiorísimo que se enarbola y que al
mismo tiempo nos define en la actualidad y sobre el que están perfilados una
gran cantidad de discursos que mantienen funcionando a nuestra sociedad y que
36
al mismo tiempo han eliminado todos aquellos sucesos fundacionales que son
parte primordial en la historia de la humanidad.
Por sucesos fundacionales del hombre me refiero a aquellos acontecimientos
que enaltecen al hombre tales como el cuidado del hombre por el mismo hombre,
el sentido de pertenecía e identidad a determinado grupo social, es decir la
oportunidad de formar parte de un regazo que nos permite oír y ser oídos y poder
así interactuar, pero también marcar la diferencia con el otro. (Sloterdijk,
2008:31)
Si bien todos los supuestos históricos que sostienen a las civilizaciones
modernas no son totalmente verdaderos ni falsos, tampoco se han cuestionado
lo suficiente para poder identificar cuáles han sido las causas y el por qué los
hemos aceptado y legitimado a través del tiempo.
Lo que sí es un hecho es que ha sido gracias a toda esa maquinaria de
instituciones, económicas, políticas y sobre todo educativas, que funcionan como
un gran engranaje, las que han perpetuado determinados saberes y han
contribuido a cegar nuestra visión acerca de aquellos acontecimientos que
preceden a toda cultura superior y respecto de los cuales toda nuestra trayectoria
humana no es más que meras derivaciones de lo ocurrido con anterioridad.
Con un poco de nostalgia reconozco que este adoctrinamiento, que no implica
que sea malo, simplemente es, al que hemos sido sometidos y que nos ha
penetrado hasta las entrañas no hubiera sido posible sin la avasalladora ayuda
de las instituciones educativas pues ha sido en su interior donde se ha
concebido y se ha plasmado, ya sea por sabios clásicos o modernos, un hombre
como ser vivo político y como un hombre que vive y está al servicio del Estado.
La universidad como institución moderna han recreado una historia del
pensamiento que ha tenido por objetivo contener los dramas ocurridos a través
del tiempo, pues al igual que la urbanización y la información han transformado
la vida de las sociedades, este tipo de conciencia moderna y cínica ha
modificado estructuralmente las conciencias confiriéndoles una nueva
constitución dinámica donde ya no existe nada fijo, donde los planes de
enseñanza de las escuelas modernas son parodias de las ideas de progreso.
37
Los profesores no son realmente conocedores, sino entrenadores de cursos que
pretenden la adquisición de un saber ajeno a la vida. Las universidades y
escuelas ejercen una labor esquizoide de sus funciones, en la que una juventud
sin motivaciones, desesperadamente inteligente y sin perspectivas, aprende a
superar los estándares del absurdo ilustrado (Sloterdijk, 2014:149)
Bajo esta lógica se puede mencionar que la historia del pensamiento ha sido
siempre una historia de las fantasías, de la pertenencia a grupos, “la palabra
fantasía vista como una idea que se hace verdadera así misma, como ficción
operativa”. (Sloterdijk, 2008:27)
Esta manera de contar la historia ha configurado regímenes de verdad plagados
de fantasía, que no de verdad, sin embargo, valdría la pena reflexionar y
preguntarnos si nuestra historia a través del tiempo pudo ser otra, es decir, de
qué otra forma se pudo haber vinculado y cohesionado a grandes grupos o
pueblos con millones de habitantes en una esfera llamada planeta tierra asumida
como gran hogar.
La Ilustración ha trabajado con tanto empeño que nuestra conciencia se
encuentra ya tan disciplinada y modernizada que puede resultar complicado
imaginarnos de otra manera que no sea la que conocemos, resulta complejo no
sólo definirnos sino re- definirnos y reconocernos como seres otros alejados de
las definiciones y descripciones asumidas y legitimadas por nosotros mismos.
Quizá para no pocas persona que vivimos inmersas en esta pesada obsesión
de ser moderno, reflexionar en torno a los procesos fundacionales del hombre
puede resultar innecesario debido a que la urgencia de la cultura cínica moderna
es mostrar al hombre como algo ya dado, algo ya resuelto y definido con el
propósito de disponer de él para trabajos, cargos y funciones, sin embargo esto
no debería sorprender mucho pues es una característica de la falsa conciencia
ilustrada que ha sido respaldada por múltiples instituciones, entre las cuales
podemos mencionar la universidad.
Por dramático que esto puede sonar es necesario reconocer el gran trabajo y
resultados que la cultura occidental han llevado a cabo con la ayuda de la
creación de múltiples instituciones en todo el mundo, pues como una gran
máquina productora de ideas, nos han orillado a desviar la mirada sobre aquellos
38
elementos que nos constituyen y a aceptar como conocimientos válidos y
legítimos ideas que fueron inventadas debido a ciertas relaciones de poder con
matices de refinamiento característico del hombre moderno. “Las culturas
superiores desvían el punto de mirada del hombre por obra del hombre, para
preguntarse por el uso del hombre por parte del hombre” (Sloterdijk, 2008:32)
No se trata de desechar todo aquello que nos conforma hasta lo más profundo
de nuestro ser, como si eso fuera posible, sino de buscar otras formas de
pensarnos que también nos brinden la posibilidad de asumirnos como sujetos
capaces de construir nuevos horizontes de inteligibilidad para enriquecer lo ya
establecido y legitimado. Identificarnos dentro de ciertos límites, que sin duda
existen, no para realizar una rebelión en contra de ellos; pero si para analizarlos
y des - familiarizarnos un tanto de ellos y después regresar con aire y miradas
frescas.
Siguiendo a Alfredo Veiga – Neto (2004), en su texto “La actualidad de Foucault
para la educación” comenta que realizar un análisis que pretenda mostrar un
acontecimiento, que genere extrañamiento o incomodidad, es decir, una crítica
desanclada puede ser esa posibilidad para dejar atrás nuestra subjetividad,
pensar nuestros límites fuera de la razón establecida, mirarlos de otra forma,
torcerlos y retorcerlos, ultrapasarlos para ir más allá. Sólo así tendremos una
actitud al límite que nos permita una verificación constante nunca definida y
acabada.
Tal atrevimiento de cuestionar, de des - subjetivizarnos y desanclarnos de
nosotros mismos y poner en tela de juicio lo ya legitimado y dado por hecho
podría realizarse bajo la mirada del quinismo griego para poder tener elementos
que nos permitan reflexionar qué o quiénes están preponderando en la
formulación de las ideas que han dado origen a nuestra historia tal cual la
conocemos.
Menciono la forma de vivir quínica pues considero que fue el primer elemento
clave, libre y natural que le permitió al hombre vivir en comunidad alejado de
estereotipos o lineamientos encumbrados desde las altas esferas. Fue el arte de
vivir y disfrutar de una vida contemplativa lo que le dio pertenencia y lo que dio
la pauta al hombre para que se formaran grupos cada vez más grandes de
39
hombres; este elemento quínico que puede resultar inútil, desafiante y de mal
gusto ante los ojos del cínico moderno puede ser una posibilidad de restablecer
el arte de la vida.
Si bien el cinismo moderno junto con sus instituciones se ha encargado de
mostrarnos una desequilibrada obsesión por la verdad y la utilidad, de un hombre
funcional, práctico y razonable, dejando de lado la otra parte de la historia de la
verdad, este no tendría por qué ser el objetivo de la universidad y de sus
intelectuales, al contrario, la universidad debería ser ese espacio de la creación
y re – creación del pensamiento y la critica que no es objetiva, universal y lineal.
La vida en la universidad debiera enfocarse en el simple, pero al mismo tiempo
complejo placer de vivir la vida, de cuidar de sí mismo y de los otros que lo
rodeaban, solo así podremos hacer comunidad y lograr cierta cercanía al estilo
quínico.
La universidad debe ser el lugar y la comunidad que enfrente esos lugares donde
se fabrican verdades científicamente comprobadas, sitios de reclusión, retiro,
puesta entre paréntesis o albergues de ausencias. La universidad no debe
retirarse de la vida al esforzarse por encontrar la verdad pura o la muerte
aparente del pensar. (Valle, 2015:77)
Lo anterior me impulsa a recordar que la crítica que se pretende no tiene por
objetivo la negación, el rechazo o aniquilación de determinados acontecimientos,
saberes o prácticas. Lo que sí se tiene previsto es una genealogía de los
regímenes de verdad para observar cómo han creado subjetividades dentro de
la universidad, lo cual puede resultar incomodo y molesto, sin embargo, creo que
esta posible transgresión a lo socialmente aceptado o normal brinda la
posibilidad de mantener el espacio abierto a la sensación de la admiración frente
a lo que tenemos ante nosotros y aún nos queda por describir.
40
2.2 Una historia de la verdad: Regímenes de verdad y relaciones de poder
Las sociedades modernas desbordadas de cinismo cada vez con más insistencia
se ven violentadas por la pesada obstinación de la vigilancia, la
disciplinarización, corrección de conductas, la hiperestimulación, el auto
rendimiento, el cansancio y el agotamiento crónico.
El panóptico9 global al cual estamos sometidos en la actualidad ha permitido un
tipo de poder pendiente del espíritu sobre el espíritu, donde impera una vigilancia
permanente sobre los individuos por alguien que ejerce sobre ellos un poder –
maestro de escuela, jefe de oficina, médico, psiquiatra, director de prisión – todo
esto organizado en torno a la norma, estableciendo qué es normal y qué no lo
es, qué cosa es incorrecta y qué otra es correcta, qué se debe o no hacer
(Foucault, 2009:105). Es una forma de vigilancia que se ejerce sobre los
individuos de manera continua, como control de castigo, recompensa y como
método de formación y transformación de los individuos.
Vivimos en un momento donde cada gesto, movimiento y cada deseo son
fácilmente observables incitando al acecho constante en donde cualquier forma
de ser, hacer o pensar que esté fuera de lo establecido como normal es
susceptible de ser silenciado, aniquilado o simplemente enjuiciado por discursos
o tipos de conocimientos fabricados o inventados que responden a una lógica de
control y dominación.
Para perpetuar dicho control y dominación ahora de manera sutil e inocente
existen una serie de instituciones que resguardan la supuesta paz necesaria para
poder vivir. Existen por ejemplo instituciones involucradas directamente con el
ejercicio del poder, la vigilancia y la fiscalización de cada hecho o acto; la policía
por ejemplo es la encargada de mantener la disciplina y todo dentro de la
legalidad, y al igual que la soberanía, la policía debe ser coextensiva al cuerpo
9 El panóptico era un sitio en forma de anillo en medio del cual había un patio con una torre en el centro. El anillo estaba dividido en pequeñas celdas que daban al interior y al exterior, y en cada una de esas pequeñas celdas había, según los objetivos de la institución, un niño aprendiendo a escribir, un obrero trabajando, un prisionero expiando sus culpas, un loco actualizando su locura. El panóptico es la utopía de una sociedad y un tipo de poder que es, en el fondo, la sociedad que actualmente conocemos, una utopía que efectivamente se realizó. Este tipo de poder bien puede recibir el nombre de “panoptismo”: vivimos en una sociedad en la que reina el panoptismo. (Foucault, 2009: 104)
41
de la sociedad, pero a diferencia de la soberanía, esta coextensividad no se
define por los limites extremos de la sociedad ni por la totalidad del Estado, sino
por la minucia de las detalles de los que se encarga. (Foucault, 2009: 204 -205)
En este sentido, la policía se encarga de todo lo que sucede por pequeño e
insignificante que pueda parecer y para llevarlo a cabo debe servirse de
instrumentos que hagan posible una vigilancia permanente, exhaustiva, capaz
de hacer que todo sea visible, pero con la condición de ser ella misma invisible
o bien una mirada sin rostro.
Sin embrago, la policía no era el único instrumento existente para vigilar los actos
de los sujetos, algunas instituciones como la policía y el ejército se relacionaban
directamente con el ejercicio del poder, control y disciplinarización del sujeto, no
obstante, también estaban las instituciones que a pesar de tener una postura
aparentemente alejada del ámbito político y que pudieran presentarse como
instituciones ajenas al ejercicio del poder, no lo eran del todo, son este tipo de
instituciones “inocentes” las que Foucault menciona que son las más
sospechosas y de las que hay que ocuparnos.
La universidad como institución de la modernidad que pudiera presentarse como
neutral, imparcial e independiente es el lugar perfecto para observar de manera
crítica el porqué de su “pasividad” aparente frente a las relaciones de poder.
Analizar bajo esta lógica a la universidad me permitirá tener una visión más clara
acerca de su funcionamiento aunado al enfoque conceptual de Foucault, no para
descifrar una verdad oculta bajo las profundidades de tal institución; pero si para
hacer un intento por comprender y mostrar que la razón y todo aquello que se
haga pasar por universal tiene una historia, y que a su alrededor varios
acontecimientos ayudaron a que se le tomara por universal y que por supuesto
ha tenido líneas de transformación promovidas por relaciones de poder.
Actualmente cuando se hace historia nos atenemos a ese sujeto de conocimiento
y de la representación, como punto de origen a partir del cual es posible el
conocimiento y la verdad aparece. Sería interesante ver cómo se produce, a
través de la historia la constitución de un sujeto que no está dado definitivamente,
que no es aquello a partir de lo cual la verdad se da en la historia, sino de un
42
sujeto que se constituyó en el interior mismo de ésta y que es fundado y vuelto
a fundar por ella. (Foucault, 2014:16)
No es posible hablar de la constitución del hombre moderno sin tomar en cuenta
de dónde proviene, qué ha sucedido a través del tiempo, qué lo hace ser lo que
es hoy día, qué prácticas, qué discursos, qué conocimientos impactaron su
desarrollo en el mundo, y por qué fueron retomadas ciertas prácticas, discursos
y saberes y otros simplemente fueron rechazados o simplemente permanecen
ocultos y esperan ser develados.
La verdad, tal cual la conocemos y sobre la cual gira nuestro mundo moderno,
tiene su propia historia, la cual se ha configurado en torno a ciertos saberes y
prácticas dando como resultado acontecimientos que han servido de escenario
para la constitución de regímenes de verdad que impactan en la vida de los
individuos.
No podemos suponer que el sujeto humano, el sujeto de conocimiento, las
mismas formas del conocimiento, se dan en cierto modo, previa y
definitivamente, y que las condiciones económicas, sociales y políticas no hacen
sino depositarse o imprimirse en este sujeto que se da de manera definitiva. Las
prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de saber que no sólo
hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen
nacer además formas nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento. (Foucault,
2014:19)
De ahí la importancia de mencionar que el sujeto tiene su propia historia en
relación con el objeto que lo ha conformado; la historia de los dominios de saber
en relación a las prácticas sociales es lo que nos puede posibilitar reconocer otro
tipo de verdad.
Una forma distinta de reconocernos que tome su punto de partida en el S. XVIII
donde se inició todo este proceso de creación de cierto tipo de verdad
fantástica10 convertida en regímenes de verdad constitutivos del hombre
moderno, del sujeto que crea no sólo conocimientos y prácticas, sino que
también se crea a sí mismo reafirmando y revalidando un tipo de verdad que lo
10 Sloterdijk (2008) refiere a historia fantástica no en el sentido mágico y fascinante, sino en el hecho de ser una historia que se inventa y reafirma a sí misma.
43
subjetiva, impidiéndole identificar que esas historias han sido creadas e
inventadas con el propósito de crea una falsa conciencia ilustrada.
Tal y como comenta Foucault retomando a Nietzsche (Foucault, 1992;19) “En
algún punto perdido del universo, cuyo resplandor se extiende a innumerables
sistemas solares, hubo una vez un astro en el que unos animales inteligentes
inventaron el conocimiento. Fue aquel el instante más mentiroso y arrogante de
la historia universal”.
Fue el S. XVIII el momento en el cual se inició la invención de un cierto tipo de
saber acerca del hombre; del hombre normal y el hombre anormal, del hombre
que está dentro y el que está fuera de la regla, saber que surgió entre las
nacientes pericias penales y que dieron como resultado las prácticas sociales de
control y vigilancia.
Prácticas de control y vigilancia que funcionaron como “dispositivos de
disciplinarización, como un procedimiento técnico unitario por el cual la fuerza
del cuerpo es reducida con el menor gasto como fuerza política y maximizada
como fuerza útil” (Foucault, 2009: 255), originando nuevas formas de
subjetividad, y al mismo tiempo nuevos sujetos de conocimiento portadores de
cierto tipo de verdad.
Foucault comenta en la primer conferencia dictada en Rio de Janeiro en el año
de 1978 que las formas de verdad que rigen a las sociedades modernas se
definen a partir de la practica penal ya que es en el interior de estas prácticas
judiciales en donde se arbitran los daños y las responsabilidades, en donde se
juzga a los hombres en función de sus errores, es decir, es en función de cierta
ley que se determina que es normal, que está dentro de la regla y por tanto qué
es verdadero y qué falso.
La práctica penal no intentaba señalar aquello que es socialmente útil, por el
contrario, trataba de ajustar al individuo y pasaba a ser un control no tanto sobre
lo que hacen los individuos sino más bien sobre lo que podían hacer.
Los que administraban la práctica penal eran quienes controlan los litigios
judiciales y quienes tienen el derecho de controlar a las poblaciones, de
preguntar, de cuestionar, de buscar la verdad y si es necesario de construirla a
44
través de lo que ellos mismos consideran como verdadero. Fue el aparato
jurídico el que autentificaba ciertos discursos de verdad y mientras más discursos
y más testimonios de verdad poseían mayor sería su injerencia en torno a la
constitución de determinado tipo de conocimiento, de prácticas y por tanto de
sujetos.
Existe un combate “por la verdad”, o al menos “alrededor de la verdad” –una vez
más entiéndase bien que por verdad no quiero decir “el conjunto de cosas
verdaderas que hay que descubrir o hacer aceptar”, sino “el conjunto de reglas
según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero
efectos políticos de poder”; se entiende asimismo que no se trata de un combate
“a favor” de la verdad sino en torno al estatuto de verdad y al papel económico –
político que juega. (Foucault 2014:188)
La verdad entonces está relacionada con la gestión administrativa de las
instituciones creadas para el control y disciplina del sujeto, con el propósito de
gestionar los cuerpos por medio de dispositivos que cuentan con sus propias
reglas y normas que de no seguirlas al pie de la letra dejan al sujeto en un estado
de vulnerabilidad y en condiciones de ser juzgado.
La penalidad en ese momento tenía en vista menos la defensa general de la
sociedad que el control y la reforma psicológica y moral de las actitudes y el
comportamiento de los individuos. Sin embargo, la institución penal no pudo
ocuparse enteramente del control de los individuos y para ello se crearon una
suerte de poderes laterales, al margen de la justicia tales como la policía que ya
funciona, y toda una red de instituciones de vigilancia y corrección, las
instituciones psicológicas, psiquiátricas, criminológicas, médicas y pedagógicas.
(Foucault, 1992: 102)
Con la creación de esta gigantesca maquinaria de instituciones se creó un poder
que no es judicial pero que se atribuye las funciones que no son ya de castigar,
sino de corrección de conductas. Se entra así en una etapa que Foucault (1992)
llama “ortopedia social”, una sociedad de vigilancia constante donde se verifica
si un individuo se conduce o no como debe, si cumple con las reglas o no.
Un saber de vigilancia, de examen, organizado alrededor de la norma por el
control de los individuos durante toda su existencia. Esta es la base del poder, la
45
forma del saber – poder que dará lugar ya no a grandes ciencias de observación
como en el caso de la indagación, sino a lo que hoy conocemos como ciencias
humanas: psiquiatría, Psicología, sociología, etc. (Foucault, 1992: 105)
Fue gracias a la práctica penal que se inventaron nuevas formas de análisis
como la prueba, la indagación o el análisis de determinado caso para saber quién
hizo que cosa, quién robó o quién asesino, es decir, fue gracias a estas pruebas
de análisis llevadas a cabo por el gran engranaje de instituciones, que se
determinaba quien poseía el argumento verdadero.
A la luz de este sistema de creación de argumentos deterministas válidos,
colmados de un tipo verdad y con aspiraciones al progreso se fueron
configurando dominios de saberes, que dentro de la universidad emanciparon la
conciencia del hombre moderno y siguen estando vigentes a la fecha. La
universidad se convirtió en ese espacio donde en la mayor de las veces no se
proponía la búsqueda de la verdad, sino que esta era utilizada como ejercicio de
poder, se establecían discursos y se discutía no para llegar a la verdad, sino para
vencerla (Foucault, 1992:166)
En la universidad medieval y posterior a ella el saber se manifestaba, se
transmitía y se autentificaba a través de determinados rituales, uno de ellos
consistía en el enfrentamiento de dos adversarios que utilizaban las armas
verbales, los procesos retóricos y las demostraciones basadas esencialmente en
el principio de autoridad. No se apelaba a testigos de verdad, sino testigos de
fuerza. (Foucault, 1992:91)
Estos portadores de verdad, que no eran cualquier persona, la resguardan no
porque ellos la tuvieran, sino porque eran ellos quienes poseían el poder de
construirla, inventarla y modelarla a partir de sus intereses. Estos portadores de
verdad tenían en sus manos la fórmula perfecta para que sus argumentos
estuvieran alejados de cuestionamientos y pudieran ser pasados por verdaderos;
esto resulta curioso pues quien tiene la verdad tiene ante sus ojos determinados
saberes y de igual manera cierto poder que lo respalda.
Esta fue la mezcla perfecta para la configuración naciente de lo que Sloterdijk
llama falsa conciencia ilustrada, ese sujeto poseedor de un conocimiento valido
y universal, y al mismo tiempo de poder que dominaba tanto por su poder como
46
por su saber. Fue este el inicio de una sociedad moderna en donde la verdad se
produjo a cada instante, esas producciones de verdad no pueden disociarse del
poder pues éste induce esas producciones de verdad, al mismo tiempo esta
verdad tiene efectos de poder que se ligan y nos atan. “Es de este modo que se
anudan las relaciones entre el poder, el saber, la verdad y el sujeto, donde la
crítica se atribuye el derecho de interrogar a la verdad acerca de sus efectos de
saber – poder y al poder – saber acerca de sus discursos de verdad,
(Castro,2019 :21)
Desde este modo, saber y poder son correspondientes, no hay saber sin poder
y no hay poder que no supusiera cierto saber. Sobre esta lógica es que surge la
verdad, como el resultado de esos discursos que poseen tanto poder como saber
y partiendo de testimonios cuidadosamente recogidos, “surge así una empresa
de cuidado, curiosidad y adquisición de saber” (Foucault, 1992:89)
Lo importante, creo, es que la verdad no está fuera del poder, ni sin poder. La
verdad es de este mundo; está producida aquí gracias a múltiples imposiciones.
Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su “política general de la verdad”: es
decir, los tipos de discursos que ella acoge y hace funcionar como verdaderos;
los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados
verdaderos o falsos, la manera de sancionar unos y otros; las técnicas y los
procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; el estatuto
de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero.
(Foucault 2014:187)
La universidad como institución normalizadora precisó al sujeto a no salir de la
norma, de conducirse bajo los límites de lo políticamente correcto, para pensar
y enunciar todo aquello que se encuentre dentro de la buena ciencia. El individuo
dentro de la universidad ya sea académico, intelectual o estudiante fue y ha sido
apremiado para pensar y enunciar lo que debe ser y no lo que en realidad se
viven, se siente y se piensa, todo con el fin de no ser un detractor o un
alborotador del orden social.
Desde el S. XVIII ha existido un tipo de racionalización que deja de lado “saberes
sometidos”, retomando únicamente sólo lo que les es funcional, de esta manera
inicia un proceso de coacción a la fiel obediencia de mandatos y formas de actuar
47
que nos han conducido a tener como verdaderas y normales determinadas
prácticas y saberes que nos han subjetivado y conformado a través del tiempo
hasta convertirnos en lo que somos en la actualidad.
Conocemos entonces gracias a múltiples instituciones que funcionan como una
especie de “ortopedia social” un determinado tipo de saber, un saber fabricado
que no existían con anterioridad, un saber que no tiene origen y que fue
resultando gracias a pequeños mecanismos de supuesto refinamiento y análisis.
Esto conduce a pensar que estamos frente a un tipo de verdad inventada, creada
y determinada no por las leyes de la naturaleza sino por los instintos humanos.
Verdades que las instituciones como la universidad han invocado a través del
tiempo sin dar la posibilidad de cuestionarse, sin embargo, lo importante no es
el contenido y la organización formal de la ciencia, sino las razones por las cuales
determinados tipos de ciencia comenzaron a existir y a asumirse en nuestra
sociedad. “El objetivo principal no es sin duda descubrir, sino rechazar lo que
somos, promover nuevas formas de subjetividad rechazando el tipo de
individualidad que se nos ha impuesto durante siglos”. (Foucault, 2013:1051)
Quien asuma fielmente la idea de que la historia tal cual nos ha sido contada es
lo único que debe ser aceptado y asumido como verdad absoluta, lejos de
cuestionamientos y discusiones sin duda está en un grave error, pues él en su
modelada estructura de cínico moderno se encuentra limitando sus posibilidades
“otras” de inteligibilidad del mundo.
Como ven, en todo esto se trata de abordar desde diferentes ópticas una historia
de la verdad o, mejor dicho, abordar una historia de la verdad que estaría unida,
desde el origen, a una historia del derecho. (…) Historia de la verdad no
entendida en el sentido de una reconstitución de la génesis de lo verdadero a
través de los errores eliminados o rectificados, se trataría de la genealogía de
regímenes veridiccionales, de la constitución de cierto derecho a la verdad a
partir de una situación de derecho, donde la relación derecho y verdad
encontraría su manifestación privilegiada en el discurso, el discurso en que se
formula el derecho y lo que puede ser verdadero o falso; el régimen de
veridicción, no es una ley determinada de la verdad, sino el conjunto de las reglas
que permiten, con respecto a un discurso dado, establecer cuáles son los
48
enunciados que podrán caracterizarse en él como verdaderos o falsos.(Foucault
2014:53)
Cuando Foucault (1992:20) retoma a Nietzsche en sus conferencias dictadas en
Brasil en el año de 1973, comenta que Schopenhauer se equivocó al buscar el
origen de la religión en un sentimiento metafísico; la historia no se hace así, al
igual que muchas otras cosas, la religión no tiene un origen, fue inventada
gracias a oscuras relaciones de poder y más que hablar de solemnidad del origen
tendríamos que hablar de la villanía en estos comienzos, pues ha sido de
mezquindad en mezquindad y de pequeñez en pequeñez que las grandes cosas
se han hecho.
Los saberes que han dado como resultado determinados regímenes de verdad
sobre los que estamos cimentados socialmente no son más que un invento que
no está inscrito en la naturaleza humana, y que más bien está relacionado con
los instintos del hombre, con los objetivos y propósitos que posea, con la sed y
hambre de poder que se tengan.
Estos saberes configuraron regímenes de verdad traducidos en saberes y
prácticas que son el resultado del juego y del enfrentamiento entre los instintos,
en donde hay una relación de violencia, dominación, poder y fuerza de las cosas
a conocer.
Por tanto, la raíz de todo saber tiene que ver con el impulso hacia la lucha, el
odio y la relación de poder en donde siempre prevalece una lucha constante
entre distancia y dominación en donde se coloca al conocimiento. Por tanto,
podríamos decir que el conocimiento tiene un carácter perspectivo, de relaciones
de fuerza y de un refinamiento moderno que está en alianza con la ambición,
todas cualidades que fueron y siguen siendo normales al saber mundano y frívolo
que enarbola el cínico moderno (Sloterdijk, 2014:197)
Nietzsche reconoce el conocimiento como la centella que brota del choque entre
dos espadas y reconoce que ha sido el filósofo quien más se ha engañado sobre
la naturaleza del conocimiento al pensarlo como una manifestación de amor,
unidad y pacificación. Y comenta que para saber que es realmente el
conocimiento debemos acercarnos a él no como filósofos, sino como políticos
49
para poder identificar de mejor manera las relaciones de lucha y poder, la manera
en cómo se odian y luchan entre sí los hombres y procuran dominarse unos a
otros y todo esto habría de conducirnos a una historia de conocimiento o bien a
una historia política de la verdad. (Foucault, 1992: 23-28)
De ahí que Nietzsche comente “Abstengámonos señores filósofos de los
tentáculos de nociones contradictorias como “razón pura, espíritu absoluto o
conocimiento en sí”, no hay naturaleza, ni esencia ni condiciones universales
para el conocimiento”
De lo anterior se desprende que los saberes fabricados apuntan a individuos,
cosas y situaciones, poder, control y dominación, que esquematiza, asimila y por
tanto generan regímenes de verdad y sujetos de un determinado conocimiento
construido e inventado que persigue determinados objetivos. Crea dominios de
saberes a partir de relaciones de poder y es a través de ellas que se forma un
sujeto de conocimiento y relaciones de verdad.
Las instituciones que Foucault llamaba de encierro, entre ellas las escuelas,
fungieron como dispositivos para llevar a cabo la docilización de las prácticas,
conductas, de los saberes y por consecuencia de los cuerpos; la escuela se
convirtió en el campo de maniobras en donde todo iba orientado a perpetuar el
orden y el buen comportamiento social lejos del caos y las irregularidades que
se pudieran suscitar.
Es por eso por lo que el objetivo de las instituciones educativas, desde su
invención, van más allá de la realización del hombre, de la libertad de espíritu,
del fomento del análisis y la crítica; en el fondo uno de los objetivos fue domar al
hombre, de formarlo y construirlo a imagen y semejanza de determinado
entramado social. Sin embargo, no eran en absoluto espacios de creación de
saberes, pues las insolencias y la inteligencia quínica se manifestaban también
en las mentes goliárdicas llenas de extravagancia, que eran lo suficientemente
inteligentes para conocer algo más y mejor que la mera pedantería. (Sloterdijk,
2014:198)
La universidad ha sido una de las instituciones sociales más jocosas de
terquedad, pues a pesar de funcionar como institución de control y dominación,
50
también funcionaba como un dispositivo de ventilación y regulación de tensiones
existentes, pues a la usanza quínica se podía mentir, pero al mismo tiempo decir
la verdad, ser obsceno y honrado. “La insolencia en la universidad tenía un
espacio en el que era tolerada, aun cuando la tolerancia tenía una vigencia
temporal y hasta nueva orden. (Sloterdijk, 2014:197)
Para hablar de la universidad actual es necesario librar esas concepciones
drásticas y tajantes que enuncian una universidad con un espacio armónico,
solidario y unido donde impera el dialogo, la reflexión y la camaradería entre
colegas, o bien aquellas concepciones que se dirigen al polo opuesto y muestran
una universidad con cierta semejanza a un campo de batalla de las conciencias
y del pensamiento donde se juega la vida al hablar. La universidad moderna es
y no lo antes mencionado, sin embargo, lo importante no es descubrir qué es y
cómo se vive en la universidad actual, sino descubrir por qué la universidad es
lo que es, qué situaciones, qué discursos y qué practicas han creado regímenes
de verdad dentro de ella y han dado como resultado el sujeto universitario cínico
y moderno.
2.3 Configuración de la Universidad desde los regímenes de verdad y
poder propuestos por Michel Foucault
Resulta por demás complejo realizar un análisis acerca de lo que ha constituido
al hombre en el tiempo, reflexionar acerca de aquellas prácticas y saberes que
se han asumido como verdaderos. No obstante, considero que este análisis y
reflexión en torno a nosotros mismos, esta capacidad de voltear y mirarnos a la
distancia nos da la posibilidad de reconocer los imaginarios que nos constituyen,
de reflexionar en torno a las creencias que forman parte de nuestro ser como
sujetos cínicos modernos, para dejar de resistir tan sólo un poco aquello que nos
constituye y asumirnos como sujetos complejos, pero al mismo tiempo con una
amalgama de posibilidades para existir en el mundo.
Siguiendo las huellas conceptuales de Foucault, el análisis de aquello que se
nos ha presentado como verdadero resulta en algunos momentos confuso y
dudoso, ya que impacta de manera importante en nuestros pensamientos,
51
creando una sensación de confusión y hasta cerrazón, pues generalmente se
nos han presentado ideas o verdades como lo menciona Sloterdijk (2104:27),
con toques de fantasía que se han convertido en verdades, y ha sido sobre estas
ideas que se ha erigido el hombre moderno, son esos saberes históricos junto
con sus prácticas las que han configurado lo que somos, lo que ha hecho posible
que pensemos y nos expresemos de determinada forma y sobre lo cual se rige
nuestra realidad. De aquí la importancia de analizarlos y como menciona
Foucault (1992:32), de desembarazarnos y desanclarnos de esos grandes temas
del sujeto de conocimiento, de todas esas estructuras rígidas que dieron
nacimiento a los modelos de verdad, hasta ciertos puntos obsoletos que en
nuestra actualidad ya no brindan la posibilidad de pensar más allá de lo
establecido.
Para esto es necesario identificar o quitar el velo a esos saberes sometidos
ignorados a través del tiempo, “saberes históricos también, que fueron
enmascarados con coherencias funcionales o sistematizaciones formales”
(Foucault, 2014:21). Pues son esos contenidos históricos, esos conocimientos
meticulosos y singulares que la gente común viven y siente los que pueden servir
para recuperar la esencia de los enfrentamientos y luchas que los ordenamientos
funcionales, de los que nos habla Foucault, tuvieron a bien enmascarar.
Esta especie de insurrección de saberes sometidos que en este trabajo
reconocemos como “esos bloques de saberes históricos que están presentes y
enmascarados dentro de conjuntos funcionales” (Foucault, 2014:21) nos darán
la oportunidad de mirarnos desde otros ángulos para dar paso a la posibilidad de
favorecer un cuidado de sí, basado en la transformación del individuo, una
transformación que pueda brindarnos la capacidad de vivir de manera diferente
a la actual.
Si bien, la verdad, la razón, el conocimiento, lo normal y lo anormal son
elementos construidos históricamente, es lógico pensar que también son
susceptibles de cambios a través del tiempo, pues se van reconfigurando y
acomodando de acuerdo con las prácticas requeridas del momento histórico en
el que se les solicite, y son estos discursos los que delimitan lo que para un
52
tiempo determinado puede decirse y lo que debe permanecer oculto, enterrado
y mandado al anonimato.
Sin embargo, valdría la pena preguntarnos ¿qué elementos estratégicos deben
establecerse para que los saberes y prácticas que permiten identificar que es
normal o qué no lo es, qué está dentro de la regla y que no, se instauren como
verdad? Sin duda alguna la combinación poder, saber y sujeto son elementos
indisociables en la historia y constitución de lo que somos, sin embargo, sería
interesante identificar cómo se fue gestando esa amalgama de categorías dentro
de las universidades.
Lo importante aquí es reconocer quizá un poco esas singularidades alejadas del
conocimiento formal para así identificar el por qué la aceptabilidad o rechazo de
ciertos elementos en el sistema.
Es claro suponer que desde un principio el surgimiento de las universidades o
corporaciones como eran llamadas, respondían a demandas e intereses para
poner en marcha esta empresa del conocimiento bajo el argumento de
determinada racionalidad y la justificación del desarrollo y progreso de las
fuerzas productivas.
Jacques Le Goff (1990) en su libro Los intelectuales de la Edad Media presenta
un interesante análisis del basto mundo de la universidad donde muestra el
panorama y aspectos singulares de tal institución en la Edad Media, así como el
surgimiento de los intelectuales en un momento histórico de constante
transformación, un elemento de gran importancia fue el surgimiento de las
ciudades como centros comerciales, económicos, políticos y culturales. En tales
ciudades el factor principal era la gente, pues fue en las ciudades donde se dio
la mayor concentración de los distintos sectores de la sociedad que se
destacaban por las diferentes actividades que llevan a cabo.
Entre estos sectores que llevaban a cabo ciertas actividades podemos encontrar
a los intelectuales, un grupo que surge al igual que en los nuevos procesos
económicos y sociales, como proveedores de un servicio y que jugarán un papel
importante en la medida en que se integran y se disponen a pensar estos
53
procesos y acontecimientos a la luz de un método científico, método que se
desarrollará en las universidades.
Esta idea de acoger el método científico es lo que convertirá a los intelectuales
en nuevos actores sociales puesto que en este período las universidades se
propondrán forjar un espíritu de estudio y de formación académica que deberá
ser inclusivo. Pero serán principalmente los antiguos clérigos quienes los
conformen junto con aquellos herederos de la tradición del taller artesanal, lugar
donde inició la labor del maestro tal y como la concebimos; maestro en el sentido
de ser aquel que enseña su oficio, sólo que en este caso el oficio consistirá en
pensar. (Le Goff, 1990:37)
Se inició el proceso de institucionalizar la escolástica y alrededor suyo una serie
de elementos que fueron desarrollándose a favor del oficio del intelectual, éste
se fue desenvolviendo como un individuo independiente y laico, que recurría y
demandaba sus propios espacios de reflexión, situación que orilló a que este
proceso de deliberación se tornara más individual y privado. Fue así como se
eliminaba el tener que ajustarse a un intermediario entre el autor y los
estudiantes lo que contribuyó a hacer del intelectual un proceso más formal e
íntimo pues cada uno se hacía cargo de su propia formación.
Sin embargo, este suceso generó que aquel grupo que se veía cada vez más
compacto y formado se fuera segmentando, originando rupturas y dando origen
a ciertas disputas que dejaban entrever que lo que interesaba realmente era
mantener ciertos intereses en torno al control y monopolio del conocimiento. (Le
Goff, 1990:87)
Tales enfrentamientos comenzaron con la institución eclesiástica y
especialmente con el papado, pero también con los poderes laicos existieron
choques, tales conflictos se debatían entre razones teológicas y sociales,
además de que se le consideraba al intelectual como un maestro sujeto a las
leyes del mercado. Así lo cometa Le Goff (1990:96) “En este debate y lucha de
poderes los intelectuales y más concretamente la universidad asumió el respaldo
de la iglesia por estar con ésta relativamente más cerca y porque entre las dos
opciones, iglesia y laicos, era más fácil conciliar con ella que con los intereses
laicos”.
54
En este momento los universitarios encontraron en el papado un aliado de gran
importancia, la santa sede reconoció la importancia de la intelectualidad y
sustrajo a las universidades de la jurisdicción laica para colocarlos bajo la
jurisdicción de la iglesia.
La Edad Media tuvo períodos de gran esplendor, sin embargo, tuvo su debacle
y entró en una etapa de crisis que se reflejó no sólo en las constantes guerras
entre las diferentes monarquías sino en las repetidas hambrunas y crisis de
higiene y salud, donde se desarrolló la adaptación de nuevos mecanismos de
poder al cuerpo individual, con vigilancia y adiestramiento, lo que Foucault
llamaría el inicio de la biopolítica de la especie humana. (2014:220)
Biopolítica entendida como una nueva tecnología del poder que no tenía que
vérselas exactamente con la sociedad o con el individuo/cuerpo, sino con la
población como cuerpo múltiple, de muchas cabezas e innumerable. Se
empieza a tener en cuenta la introducción de una “política de medicina que va a
tener la función principal de la higiene pública con organismos de coordinación
de cuidados médicos, de centralización de información, de normalización del
saber y de una campaña de aprendizaje de higiene y medicalización de la
población” (Foucault, 2014:222)
Se inicia un control biopolítico de los cuerpos, de los nacimientos, de las
defunciones, de las tasas de reproducción, de la longevidad, etcétera. Se
pusieron en circulación saberes y prácticas relacionados con la medición
estadística de esos fenómenos, todos ellos problemas concernientes con una
serie de problemas económicos y políticos, donde lo importante era introducir
mecanismos disciplinarios centrados en el cuerpo y en la vida.
Se trata de tomar en cuenta la vida, los procesos biológicos del hombre/especie
y asegurar en ellos no una disciplina, sino una regularización. De instalar
mecanismos de seguridad alrededor de ese carácter aleatorio que es inherente
a una población de seres vivos; optimizar, si ustedes quieren, un estado de vida,
mecanismos destinados en suma a maximizar fuerzas y a extraerlas. (Foucault,
2014: 223)
Surge entonces una articulación de mecanismos, instituciones y disciplinas que
conducen a la normalización de saberes, conductas y prácticas que pugnan por
55
la salud en tanto que es valorada como un bien. Esta política médica fue capaz
de regularizar, disciplinar los cuerpos y a las poblaciones en función de la salud,
pero no sólo eso, también tocó aspectos como la productividad y la utilidad para
las instituciones. Al mismo tiempo estableció las reglas de higiene, de prevención
de accidentes, de horarios, de alimentación, de actividad física, etcétera, que
constituyeron un entramado de normatividad social que se apoyó en el saber
médico y que tuvo como objetivo el cuerpo humano.
La universidad no fue ajena a estos fenómenos de disciplina y normalización
pues al haber asumido una alianza con la iglesia, está también fungía como
institución normalizadora, y los intelectuales empezaron a tener crisis de
identificación ya que perdieron algo de su antigua independencia y libertad de
movimiento. Así los logros que se habían alcanzado en cuanto a la relación razón
- fe dieron pasos en reversa y la universidad quedó de nuevo al vaivén de las
fuerzas políticas situación que fue desplazando a los intelectuales y llevándolos
a adoptar nuevas formas de pensamiento. (Le Goff, 1990:106)
Al mencionar Le Goff (1990:106) que “la universidad quedó de nuevo al vaivén
de las fuerzas de poder”, deja entrever que la universidad como institución
quedaba a disposición de relaciones de poder que detentaban cierto saber
colmado de un tipo de verdad. Y es curioso observar que cuando el poder tiene
en sus manos determinados saberes, estos entran en juego estableciendo un
tipo de verdad que establecerá un nuevo sujeto de conocimiento para cada
época especifica. Poder entendido como esas relaciones de fuerza donde
alguien impone su verdad como verdadera para el otro; poder que tiene saber y
crea la verdad, y lo que existe es la verdad que el poder puede repetir hasta que
los sujetos lo creen y apropian como su verdad.
Es un hecho que el saber y el poder han fungido como una especie de árbitros
de distintas luchas, pues el saber es un recurso que por naturaleza es objeto de
lucha, y no se trata tanto de que el saber produzca efectos de saber, como de
que el saber es intrínsecamente poder. Poder y saber son las dos caras de la
misma moneda, todo poder genera saber y todo saber proviene de un poder.
(Sloterdik, 2014:659). Por tanto, el discurso de verdad pertenece a aquellos que
56
poseen poder, a aquellos que en aquel momento al que hace alusión Le Goff
dominaban la enseñanza y al mismo tiempo cuestiones políticas y económicas.
Desde aquel momento la universidad dio un giro en torno a una organización del
saber – poder y a una politización del pensamiento cargado de verdad,
recordemos lo que en el Capítulo. 1 se mencionó respecto a la relación saber -
poder, pues fue esta relación la sepulturera de la filosofía, de la tradición del
saber cómo teoría erótica y amor a la verdad, fue esta relación la que marco el
punto de partida de una politización del pensamiento sin marcha atrás, “pues
quien pronuncia esta máxima dice por una parte la verdad, pero al pronunciarla
quiere conseguir algo más que la verdad: penetrar en el juego del poder”.
(Sloterdijk, 2014:471), detrás de la fachada de verdad se esconce una voluntad
de poder y esta verdad no es más que una justificación para demandar
conformidad y sumisión, tenue, pero al mismo tiempo persistente.
¿Qué es, después de todo, un sistema de enseñanza, sino una ritualización del
habla; sino una cualificación y una fijación de las funciones para los sujetos que
hablan, sino la constitución de un grupo doctrinal, cuando menos difuso, sino una
distribución y una adecuación del discurso con sus poderes y saberes? ¿acaso
el sistema judicial y el sistema institucional de la medicina no constituyen
también, al menos en algunos de sus aspectos, similares sistemas de sumisión?
(Foucault, 2005:27)
Finalmente, todo se entretejió entre los finos dedos de las relaciones de saber,
poder y los nuevos intelectuales, quienes inspirados por la nueva corriente que
significó el Renacimiento rechazaron el método que venían promoviendo en
relación con la fe, y se ubicaron en instituciones colmadas de poder, las cortes y
ya no en las ciudades donde un día habrían nacido las universidades. La nueva
universidad y sus intelectuales significaban un mecanismo de diferenciación
social que generó el nacimiento de una elite intelectual aristocrática que ya no
estaba puesta al servicio de la sociedad, sino al servicio de una clase social. Esta
nueva forma de intelectual renunció entonces a hacer parte del conjunto de la
sociedad y prefirió alejarse hacia una vida contemplativa y cómoda en el campo,
una vida que dejaba completamente atrás los conflictos y problemáticas que le
dieron vida al intelectual medieval. (Le Goff, 1990:136)
57
Posteriormente aparecerán los grupos que conformarán la comunidad
académica, intelectuales, maestros y alumnos, y son ellos los que establecerán
relaciones de poder en las universidades. Para Le Goff (1990) tienen especial
importancia un grupo de intelectuales llamados los goliardos, que eran jóvenes
estudiantes poco adinerados, caracterizados por su espíritu libre, su tendencia a
la vagancia y su permanente interacción con la sociedad, donde las
concepciones modernas se combinan para ocultar su figura
El anonimato que los cubre en su mayor parte, las leyendas que ellos
complacientemente hicieron correr sobre sí mismos, las leyendas – entre las
cuales hay mucha calumnia y maledicencia – que propagaron sus enemigos,
aquellas leyendas forjadas por eruditos e historiadores modernos, desorientados
por falsas apariencias enceguecidos por los prejuicios. (Le Goff, 1990:39)
Este grupo de intelectuales errantes y vagabundos se caracterizaban por poseer
en la Edad Media el espíritu quínico, tenía la esencia del espíritu crítico y
contestatario, dispuestos a generar polémica, a producir distanciamiento ya sea
por turbadores del orden o por ser vistos como peligrosos, siempre dispuestos y
a producir reacciones en la sociedad. Los goliardos son la mejor representación
de los intelectuales medievales, pero sobre todo son la muestra tangible de que
a pesar de las concepciones de control y disciplinarización dentro de la
universidad, siempre han existido esas fracturas que nos brindan la posibilidad
de pensarnos fuera de los límites de nuestra propia existencia. Intelectuales por
excelencia plagados de una “intelligentzia” urbana que se enderezaba frente a la
crítica complaciente de la sociedad establecida. (Le Goff, 1990:44)
Este recorrido acerca de la conformación de los intelectuales y de la
configuración de las universidades como corporaciones que pretenden cierto
control y monopolio del conocimiento, nos permite dar cuenta que la universidad
no es ajena a las luchas y batallas que, aunque no son sangrientas también han
matado formas de ser y pensar. Es la universidad ese espacio donde su poder
también crear verdad, pues lo que existe dentro de ella es la verdad que su poder
puede repetir hasta conformarse como verdadero, pues ella misma tiene el poder
de imponerla y apagar otras posibles verdades y utilizar todos sus mecanismos
para penetrar la conciencia de los sujetos y subjetivarlo.
58
Dentro de las universidades también podemos encontrar una especie de policía
discursiva en torno a la verdad, policía entendida según Foucault (2009) como
esa presencia que no se ve, pero paradójicamente provoca una mirada vigilante
que como una especie de árbitro observa los más crueles enfrentamientos de
conciencias, de pensamientos e ideas. Bajo este tenor la universidad se
convierte en ese campo de batalla donde se gestan dominios de conocimiento y
regímenes de verdad donde los hombres luchan, se odian e intentan dominarse
unos a otros por medio de relaciones de poder.
En una sociedad como la nuestra, múltiples relaciones de poder atraviesan,
caracterizan, constituyen el cuerpo social; no pueden disociarse, ni establecerse,
ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación del discurso
verdadero. No hay ejercicio del poder sin cierta economía de los discursos de
verdad que funcionan en, a partir y a través de ese poder. El poder nos somete
a la producción de la verdad y solo podemos ejercer el poder por la producción
de la verdad. (Foucault, 2014: 34)
El trabajo de Le Goff nos muestra como en las sociedades occidentales y desde
la Edad Media se ha vehiculizado por medios de aparatos, instituciones y
reglamentos relaciones de dominación, no como una dominación global de unos
sobre los otros, o de un grupo sobre otro, sino a “las relaciones reciprocas y a
las múltiples formas de dominación que se producen dentro del cuerpo social”
(Foucault, 2014: 37)
El trabajo de Le Goff (1990) hace referencia a múltiples relaciones de poder a
los cuales la universidad se vio sometido, sin embargo, también es necesario
resaltar dentro de la universidad aquellas singularidades que la caracterizaba y
que dieron paso a lo que Le Goff concibe como intelectual, “aquellos pensadores
que plantea los problemas actuales para su época y que se encarga de difundir
su pensamiento, las conclusiones o resultados a los que ha llegado, el intelectual
generará en este sentido un cambio, está llamado a producir transformaciones
en su sociedad” (Le Goff, 1990: 78)
Los intelectuales a los cuales Le Goff hace referencia no son individuos
inmóviles, son agentes que de una u otra forma se encargan de dejar un aporte
en su sociedad, de producir debates que, en pro de reorganizar los
59
establecimientos educativos, religiosos, políticos y culturales, esta es la
intelectualidad productiva para Le Goff, la que critica, la que habla, la que
denuncia y desenmascara todo lo aceptado como única verdad.
Los Goliardos en la Edad Medias son esos intelectuales pertenecientes a las
clases eruditas más inferiores y que no por eso dejan de ser menos importantes,
pues son ellos, tantos quínicos como goliardos esas singularidades que forman
parte del pensamiento digno de rescatar para vivir de otras formas posibles.
Retomando a Foucault, encontrar estas singularidades nos dan la posibilidad de
identificar el arte de no querer ser gobernado de la misma manera que a los
demás, reconocer la singularidad nos lleva a mantener una actitud crítica que
nos permita sospechar, advertir y de ser posible escapar a estas artes de
gobernar. (Foucault, 2003: 8)
Podemos mencionar entonces que una sociedad que carece de este tipo de
intelectual es una sociedad en crisis pues la relación entre el intelectual y la
sociedad es de vital importancia. Resulta interesante analizar si efectivamente
en nuestra actualidad podemos encontrar quínicos o goliardos modernos que se
permitan ir contra corriente y develar todo lo que se encuentra velado en esos
regímenes de verdad que crean subjetividades en los sujetos modernos.
Para los intelectuales modernos este breve recorrido sobre la constitución de
los regímenes de verdad, el conocimiento, la verdad y como esto se ha puesto
en marcha dentro de la universidad no debería ser una inutilidad más, por el
contrario, considero que este tipo de miradas hacia atrás nos permite reconocer
todo aquello que nos define dentro del discurso científico y universalista, no para
encerrarnos, encadenarnos o revelarnos, sino para tener la posibilidad de
explorarnos a nosotros mismos como parte de esas transformaciones que han
impactado nuestro actuar en el mundo, y darnos la oportunidad de poder decir la
verdad otra con respecto a nosotros mismos, buscar la verdad y decir la verdad,
asumiendo que está no es libre por naturaleza y que se encuentra atravesada
por múltiples relaciones de poder.
Relaciones de poder que no deben ser asumidas como entes malvados y
perversos, o como estructuras que se imponen al sujeto de conocimiento, sino
60
como relaciones de poder constitutivas del propio sujeto, relaciones que se
ejercen en red, que circulan y que funcionan en cadena en donde siempre se
está en situación de sufrirlo y también de ejercerlo.
La pregunta que en este momento queda en el aire es ¿las universidades
actuales cuentan realmente con intelectuales o con meros ensayos o intentos de
intelectuales que pretender ante todo defender sus posiciones o intereses y
continuar haciendo de la universidad ese espacio de batalla de conciencias lejos
de fomentar una actitud crítica?
Considero necesario dar un intento de respuesta no sólo con meras
argumentaciones teóricas, sino ahora mostrar esa realidad moderna que impera
en nuestras universidades.
2.4 Manifestaciones del cinismo moderno en la universidad moderna.
Aunque actualmente las universidades se encuentran atravesadas por un sinfín
de problemáticas tanto económicas, sociales, políticas y culturales estas no le
impiden llevar a cabo de la mejor manera sus actividades que le permiten crear
un ambiente para la reflexión, la crítica, el debate y el dialogo en torno a teorías,
conocimientos y saberes que enriquecen cada vez más los campos
disciplinarios. Sin embargo, es importante reconocer que este entramado de
relaciones de poder que dan vida y movimiento a la universidad es ejercido en
red, y que los individuos que estamos dentro de ella siempre estamos en
situación ya sea de ejercerlo o sufrirlo, “pues todos tenemos poder en el cuerpo”
(Foucault, 2014:26), de ahí la importancia de dar cuenta de las implicaciones de
tomar a la ligera estos procedimientos de poder, pues podemos provocar un
entorpecimiento en las funciones y el papel de la universidad en nuestra
sociedad.
Para eso en trascendental comprender que la universidad y las relaciones que
dentro de ella se manifiestan y se ejercen es un tema complejo, pues no existen
límites exactos que permitan vislumbrar donde inicia y hasta donde se extiende
61
sus responsabilidades o exigencias sociales, además de que cada vez se
demanda de ella nuevas acciones que impactan en todos los ámbitos.
Esta falta de fronteras supongo que es debido a que se ve a la universidad desde
las altas esferas del poder y la burocracia, como una institución imaginada,
distorsionada y llena de falsas expectativas construidas sobre regímenes de
verdad ya caducados, en donde la única función es la de formular una serie de
promesas incumplidas, difusas y fragmentadas igual que la imagen que se tiene
de tal institución.
Tales promesas han sido gestionadas desde la alta elite burocrática universitaria
y que se han convertido en sueños universitarios que más tarde deviene en
terribles pesadillas existenciales tanto de académicos, investigadores, docentes
y estudiantes.
Estas pretensiones de mirar a la universidad desde aquellos discursos neutrales,
universalista y cínicos responden a la lógica de la politización del pensamiento
retomada anteriormente por Sloterdijk (2014:28) donde no se permite identificar
o mirar lo problemático de nuestros tiempos dado que todo se ha vuelto
problemático, y cuando todo se vuelve un problema que más da utilizar el
pensamiento. Pareciera entonces que estamos frente a uno de los momentos
más insensibles de los tiempos, la indiferencia frente a los fenómenos que cada
vez más lastiman la vida institucional y social.
En su texto Universidad y Cultura. En los límites de la indiferencia (2015) Valle
Vázquez realiza un pertinente estudio relacionado a las formas de existir dentro
de la universidad dejando al descubierto y al mismo tiempo desnudando
prácticas cínicas, impúdicas y sucias del actuar de los intelectuales dentro de la
universidad, los primeros que menciona son los “observadores puros que tienen
como finalidad la contemplación, la puesta en paréntesis de toda vida impura, y
que su obra o finalidad es la verdad inmaculada” (Valle, 2015:65)
Observadores puros cuya supuesta vida académica es agotada pretendiendo
poseer una verdad única que no llena otra cosa más que sus egos repletos de
ira y resentimiento, donde es su arrogancia el precio de la objetividad. Se trata
de extravagantes con instintivos parlanchines que prefieren hablar y hacerse
62
notar cuando el quinismo considera más inteligente el silencio (Sloterdijk,
2104:647)
Valle (2015) devela también el papel de los burócratas, aquellos poseedores y
controladores de los procesos del quehacer científico que toman en sus manos
no sólo los recursos humanos y financieros, sino que buscan adueñarse incluso
de la vida de quienes caen en sus redes de poder, y al igual que el soberano del
S. XVIII deciden hacer morir y dejar vivir11. Estos burócratas o gestores de la
producción científica son los que conforman los comités para la asignación de
plazas académicas, distribuyen los recursos financieros para apoyar
determinados proyectos de profesores - investigadores que estén de lado de la
buena ciencia y, por tanto, de lado de la verdad inmaculada. (Valle, 2015:65)
Otra forma de estar en la universidad, siguiendo el análisis de Valle (2015:67)
son los “mercaderes de teoría” dedicados a ensanchar su curriculum vitae con el
único propósito de lograr el reconocimiento que su ser vanidoso, engreído y
carente de talento les demanda. Son ellos los que transpiran con mayor fuerza
el cinismo moderno, estrategas y calculadores por excelencia, siempre
agazapados y dispuestos a logra sus objetivos sin importar los medios ni los
fines, conocedores a cabalidad las reglas del juego de la producción científica
moderna, lo que les permiten estar en las primeras filas del espectáculo
académico. “Son ellos los pensadores del orden, los que han creado la alta
cosmovisión del mundo, los que dirigen y poseen una teoría señorial, soberana
y sometedora que sólo pretende registrar lo conseguido impulsados por la fuerza
cínica de la Ilustración” (Sloterdijk, 2104:429)
Por último, encontramos a los quínicos, sujetos extravagantes, solitarios e
insolentes, aquellos que se atreven a desenmascarar y cuestionar los grandes
convencionalismos sobre los que se ha administrado la existencia del hombre.
“El quínico que no se deja engañar por las abstracciones idealistas y la insulsez
de un pensar inteligente, frente a ello arroja la verdad puesta en la indisociable
11 Foucault en su curso Defender la sociedad (2014) que con “los dispositivos del biopoder entendida como la tecnología del poder sobre la población, sobre el hombre como ser viviente, aparece ahora un poder continuo, sabio, que es el poder de hacer vivir. La soberanía hacía morir y dejaba morir. Y resulta que ahora aparece un poder que yo llamaría de regularización y que consiste, al contrario, en hacer vivir y dejar morir”
63
relación entre teoría y práctica, entre alma y cuerpo, y entre universidad y cultura”
(Valle, 2015:67)
El quínico de inteligencia fluctuante, juguetona y satírica sabe que la verdad es
un asunto que resiste a la burla y que con cada ironización la verdad sale más
fuerte y fresca.
Cuando Platón dialogaba sobre las ideas y mencionaba la “mesidad” y la
“tazones”, dijo: “Yo veo una mesa y un tazón, pero de ningún modo la mesidad
y la tazones”. Y Diógenes replicó: “Con razón, porque posees los instrumentos
con los que se ven la mesa y el tazón, los ojos”. Pero aquello con lo que se
percibe la mesidad y la tazones, la inteligencia, no la posees” (Laercio, 2013:
332)
Este espíritu burlón que con el sarcasmo desnuda los encubrimientos
constitutivos de una sociedad sometida a una coacción de mentira, es la
expresión real de la verdad que aparece como agresiva, un desnudamiento que
no es bienvenido ya que pretende rasgar el velo de los convencionalismos, las
mentiras y las abstracciones. “Una amalgama de cinismo constituye el ambiente
de occidente: el ambiente de la decadencia, un ambiente bueno para
estrafalarios y para la filosofía”. (Sloterdijk, 2014:30)
Los quínicos de la universidad son quienes a través del tiempo han defendido la
realidad frente a la locura de los teóricos y pensadores de una verdad concreta.
Es el intelectual quínico el que posee un instinto que no se adapta a la gran teoría
y con gran serenidad van encontrando la réplica y el contraejemplo a todo aquello
que ha sido tan bien pensado para considerarse verdadero. “Cuando los
pensadores señoriales exponen sus grandes visiones, los topos se ponen a
trabajar, en un sentido real, esto quiere decir poner los pies sobre la tierra”
(Sloterdijk, 2014:427)
La universidad como institución de la modernidad ha sido pensada desde lo alto
dejando de lado todas aquellas realidades singulares que escapan al papel. Son
estos discursos compuestos de teoría cosificadora, que pretende tener el
dominio sobre las cosas, los que se alejan de la vida y anulan realidades
altamente contingentes que solo adquieren sentido cuando reconocemos la
importancia de la existencia humana, de las innumerables relaciones de poder
64
que se cruzan con más intensidad, de las elecciones éticas y quizá las
aspiraciones utópicas. A estos discursos fríos y mecánicos se les olvida que la
universidad es más que sólo teorías, mecanismos y procesos, dentro de la
universidad hay vida y como tal se viven y se siente.
Frente a este panorama es bueno reconocer que aún podemos encontrar
espíritus quínicos que se resisten al olvido, conciencias rebeldes y confrontativas
en el sentido quínico, que nos hacen recordar que la vida es mucho más que el
cumplimiento disciplinado de normas inventadas desde los escritorios de poder,
que luchan desde la aceptación resignada de tal desdibujamiento y
simplificación.
Es grato reconocer que en una realidad plagada de un actuar cínico dentro de
las universidades aún podemos encontrar ese espacio para desenvolverse
desde un enfoque quínico que nos orille a pensar en lo que es realmente vivido
y no inventado y atrapado por los números. Aún es posible pensar en aquellas
singularidades que escapan al papel y así poder entablar un diálogo y recuperar
algo de lo que ha sido sistemáticamente ignorado o encubierto.
Los momentos actuales donde la incertidumbre y la falta de esperanza es el
estandarte social, la universidad se convierte en ese espacio donde aún es
posible pensar de maneras distintas, es cuando se hace necesario reivindicar el
actuar quínico y tomar la decisión de actuar frente a las normas establecidas, es
momento de hablar, de incomodar y dar ejemplos del actuar quínico dentro de la
universidad para configuras nuevas prácticas, saberes y regímenes de verdad
que muestren las diversas formas de vida dentro de la universidad.
Es momento de provocar a todos aquellos que no se atreven a mirar atrás,
defendiendo su futuro como presente perpetuo, provocar a aquellos que cultivan
el conocimiento positivo con lo certeza de que sólo ellos tienen la razón, provocar
a quienes se ven amenazados por la palabra clara y directa que cuestiona su
encierro en sus parcelas de poder.
Estamos en el momento justo de ejemplificar las diversas realidades de la
universidad, con el único interés de desenmascarar saberes otros de la
universidad que a pesar de no ser legitimadas también encumbran verdades.
65
Verdades que enfadan e irritan y que tan sólo mencionarlas puede poner en
riesgo la vida misma. A pesar del riesgo, aún podemos encontrar intelectuales
que tienen el coraje de decir la verdad, parresiastas (quínicos por excelencia)
que se juegan la vida al hablar y develar la verdad sin mayor complejo.
En nuestra actualidad el hablar franco, el desenmascarar y decir la verdad tiene
serias consecuencias, incluso jugarse y perder la vida al hacerlo. Son estos
quínicos modernos que tiene el coraje de decir la verdad, quienes resisten y
enfrentan cualquier consecuencia con tal de mostrar y quizá denunciar el cinismo
y desfachatez del actuar y vivir moderno.
El trabajo ahora es desempolvar esos acontecimientos y singularidades que
también hace falta poner sobre la mesa para poder reflexionar y pensar a la
universidad desde otros ángulos que nos permitan comprenderla alejada de
miradas ya trabajadas, gastadas y aprendidas. Hace falta poner en evidencia
que existen otro tipo de saberes, prácticas e intelectuales, no precisamente
cínicos, que han sido aniquilados, asesinados literalmente por el simple y
riesgoso hecho de decir la verdad. Esto también es la universidad, no sólo
espacio de reflexión, diálogo y pensamiento, sino también un espacio de batallas
que, aunque no muestren la sangre de manera explícita también arranca y
consume la vida.
66
CAPITULO III. CINISMO Y QUINISMO COMO PROCESOS DE
SUBJETIVACIÓN EN LA UNIVERSIDAD
El presente capítulo trata de analizar el movimiento estudiantil de 1968 en México
como acontecimiento, categoría trabajada por Michel Foucault, para identificar
algunas irrupciones, singularidades o quizá contradicciones llevadas a cabo en
dicho movimiento y que marcaron el camino hacia una nueva configuración de
la universidad.
Asimismo, se pretende identificar a algunos intelectuales que ilustren el cinismo
y quinismo moderno dentro de la universidad y poder observar la manera en que
tal acontecimiento configuro procesos de subjetivación de los intelectuales
dentro de la universidad y cómo su actuar ha impactado en el rumbo y
transformaciones que ha tenido la universidad.
3.1 Quinismo y cinismo como singularidad en la universidad moderna
Una muestra de esperanza o una posibilidad que pudiera dar cierta luz acerca
del cómo vivir, cómo ser y cómo estar en este mundo infeliz y desgraciado
(Sloterdijk, 2014) la podemos obtener de esa actitud transformadora, provocativa
e insolente, que tenían los cínicos de la antigüedad, aquel quinismo valiente y
fecundo de aquellos filósofos griegos que llevaron sus vidas con acciones
iluminadoras y liberadoras, aquellos que planteaban que era mejor desaprender
el mal y prescindir de los planteamientos lógicos que seguirlos como una serie
de reglas que dirigieran el cómo debemos actuar y qué debemos hacer en
determinadas circunstancias y momentos de nuestra vidas.
Esos quínicos insolentes con su singular filosofía de vida pudieran provocarnos
la necesidad de asumirnos de manera distinta en esta realidad y acercarnos
quizá a nuestra parte humana consciente tan olvidada en la universidad, con el
único propósito de reivindicar nuestro ser y estar en el mundo. Aquellos filósofos
griegos que aborrecían la fama, los honores y los lujos quizá nos causen cierta
admiración y extrañes pues en la actualidad la fama, los honores y lujos son
quienes definen la personalidad del sujeto, sin embargo, son estos personajes
67
de la antigüedad los que pudieran apoyarnos a retomar ciertas actitudes que nos
permitan alejarnos o desanclarnos, en la medida de lo posible, de ese cinismo
moderno que ha penetrado lo más profundo de nuestro ser.
El quínico que rechazaba cualquier pretensión de universalidad, y que por el
contrario fomentaban una actitud práctica en búsqueda de la virtud, el bien y la
felicidad, aquellos parresiastas que se jugaban la vida al enfrentarse al poder
para exhibir y poner en evidencia el atropello de los convencionalismo, aquella
inteligencia desclasada y plebeya que descubría con argumentos la animalidad
del cuerpo y que se mantenía en una actividad y lucha constante para liberarse
de cualquier atadura social o colectiva que intentara dirigir su subjetividad fue
modificándose y dando como resultado un nuevo tipo de cinismo que dista
mucho de lo que fue en la antigüedad.
El quínico sin patria, hogar y familia lo único que poseían era a sí mismo y lo
mínimo para vivir, ahora el cínico moderno a pesar de tener todo, patria, familia
y hogar se encuentra ante la imposibilidad de saber vivir, no se siente de aquí ni
de allá todo lo cree necesario, pero paradójicamente inútil.
El quínico que vivía en la más absoluta frugalidad, siempre atento para
sospechar de todas aquellas demostraciones lógicas de las ideas y del
pensamiento que conducirían al progreso de los hombres fue dejando de ser
necesario en un mundo donde lo más imperioso es tener, no importa qué y
cuánto sino simplemente ser dueño de algo, porque ese es el eje sobre el cual
se rige nuestra existencia, acumulación de todo y de nada al mismo tiempo.
Actualmente ya no hay cabida para aquel que desprecia la fama y la riqueza, ya
no hay lugar para esos hombres que mantienen un control sobre sus pasiones y
deseos, se han quedado sin lugar aquellos que se mostraban indiferentes ante
cualquier elogio, aquellos caracterizados por una afición por lo sentencioso y lo
aleccionador, por la locuacidad persuasiva, la sátira y la parodia, todo esto
contenido crítico de la forma de vida del quínico.
El quinismo poco a poco se transformó con el paso del tiempo y dio como
resultado un nuevo tipo de cinismo, un cinismo moderno vulgar, triste y sombrío
que al describirlo no resulta ajeno a cualquiera que este leyendo el presente
68
escrito. Con la llegada de la modernidad el sujeto dio un paso atrás frente a toda
implicación de su existencia y puso un paréntesis en la toma de posturas de su
existencia y abandonó los requerimientos del pensar. “Existe un mundo moderno
por encima del cual no hay que situarse pues la teoría que sustenta debería
superar su desafortunada abstracción y regresar a su a priori concreto, al mundo
real y común” (Sloterdijk, 2013:44)
Las nacientes prácticas modernas junto con sus saberes dejaron atrás al hombre
de la mirada jocosa y perversa que no se dejaba engañar por las abstracciones
idealistas, y se arraigó con mayor fuerza en el siglo XVIII un nuevo sujeto cínico,
anti – irracional y desencantado, imposibilitado para pensar, indiferente y
puramente negativo, como un producto del fracaso de la Ilustración que Sloterdijk
(2014) define paradójicamente como la falsa conciencia ilustrada o como una
voluntad de saber, que más que saber se propone la obtención de control y poder
carente de ideas, falso e infeliz desde su origen. Ante la contundencia de la
comprobación científica ya no hay nada que hacer, ya no queda nada por decir
y menos por pensar y saber. Podemos decir que hay la desaparición de la lucha
y la llegada plena de la indiferencia y el tedio. (Valle, 2015:70)
El sujeto moderno hace evidente el sinsentido de su existencia al poseer
aparentemente todo para existir y aun así vivir insatisfecho, todo lo que hace y
tiene le resulta inútil, y a pesar de que el cínico se da cuenta de esa inutilidad
sigue trabajando cual animal preso de laboratorio. Esto es lo que Peter Sloterdijk
(2014) llama la falsa conciencia ilustrada, pues el cínico a pesar de darse cuenta
de su situación, de estar bombardeado por una multiplicidad de saberes y poder,
identifica lo insignificante que esto resulta y aun así sigue con su misma actitud
sumisa y aparentemente feliz.
La universidad no escapa de esta lógica de la falsa conciencia pues se ha
esmerado junto con “los observadores puros, los burócratas de la producción
científica y los mercaderes de teoría” (Valle, 2015) a preponderar las
validaciones científicas que se esfuerzan por imponer y domar todo proceso de
pensamiento. Los intelectuales cínicos modernos están inmersos en una
universidad donde lo que domina es esclarecer el “verdadero” sentido de las
69
palabras, de los conceptos y del pensamiento, un lugar absolutamente concreto,
repleto de sus propias leyes chocantes e incluso incomprensibles.
Ahora no sólo debemos ir en contra de los observadores “puros” y sus
“comprobaciones científicas”, sino también tenemos que enfrentar la no –
cooperación, el egoísmo y la irresponsabilidad. Los funcionarios del absoluto ser
han convertido en los parcos funcionarios de la indiferencia. (Valle, 2105: 72)
Ya lo ponía de manifiesto Diógenes de Sinope al prender un candil a medio día
y comentar que de nada sirven aquellos conocimientos y prácticas que no son
dignos de proveer una buena vida al hombre (Laercio, 2013: 338). A los quínicos,
a diferencia de los cínicos le interesaban los conocimientos más inmediatos a la
vida práctica que los conocimientos abstractos y los ideales formulados en las
altas esferas de poder que los alejan de su irracionalidad y los hacen equiparable
a las bestias. (Sloterdijk, 2104:243)
Si bien es cierto que en el ambiente actual las palabras extinción, decadencia o
muerte ya no provoca el más mínimo sentimiento de extrañez, podemos decir
que la actitud quínica hace bastante tiempo se encuentra en declive, pues
quienes practicaba una actitud desafiante y provocadora poco a poco han dejado
de hacerlo, si acaso aún podemos encontrar destellos de quinismo en nuestra
actualidad estos son los mínimos, pues en el momento mismo de manifestarse
y hacerse evidente, se escapa, se diluye y se oculta dentro de sujetos modernos
ante el temor de ser apresado, linchado y asesinado, literal y metafóricamente.
Retomando lo ya comentado en el Capítulo I, el quínico provocador e insolente,
se ha sumido en las masas y ahora es parte de esa gran discordia moderna pues
se ha convertido en un integrante social absorbido por las capas sociales.
El espíritu burlón e insolente, de inteligencia jocosa y extravagante se encuentra
ya subjetivado y normalizado con discursos validados y comprobados
científicamente, convirtiéndose en un cínico moderno desilusionado y arrastrado
por ese nuevo posicionamiento de la falsa conciencia ilustrada: la objetividad.
(Sloterdijk, 2014:41)
Ahora el cínico es un provocador sin sentido, arrogante y farsante, determinado
por una total indiferencia y un sarcasmo mordaz que no acepta nada y a nadie,
70
sus palabras suelen ser insultantes y no le interesa alcanzar sus fines a costa de
los medios que sean necesarios y por supuesto su actitud ante la vida dista
mucho de ser simple.
A partir de los S. XVIII y XIX el espíritu del cínico moderno lo vivimos en cada
momento, es indisociable del sujeto actual, elegante, refinado y de buen gusto,
que tan sólo imaginar eliminarlo significaría la aniquilación de lo que somos, de
los acontecimientos que han marcado las rutas de la humanidad y que nos ha
constituido desde hace ya bastante tiempo.
La prensa, el ferrocarril, la asistencia social, la penicilina, ¿quién podría discutir
que esas innovaciones son dignas de consideración en el “jardín de lo humano”?
Sin embargo, tras el horror técnico del siglo XX, desde Verdún hasta Gulag,
desde Auschwitz hasta Hirosima, la experiencia habla irónicamente a todos los
optimismos. El tardío S. XX anda a la deriva de un futurismo negativo. “Con lo
peor ya hemos contado” … ahora “sólo” hace falta que suceda” (Sloterdijk,
2014;49)
El cinismo se manifiesta en su máxima expresión, ya no nos sentimos
interpelados por nada y nada logra estimular ninguna experiencia que procure el
cuidado de sí. Actualmente, se manifiesta toda una tendencia a vaciar y eliminar
al sujeto, a difuminar su conciencia y a pesar de conocer a detalle, como nunca
imaginamos, el mundo en el que habitamos, nos encontramos con sujetos que
no se encuentra en él, que son extraños unos con otros incluso ante sí mismos.
Este tipo de conciencia moderna rígida y disciplinada se encuentra ya tan
agotada y apática frente a cualquier realidad, que la indiferencia y la desgana
ante todo problema es lo que impera pues estamos ya imposibilitados y
mutilados para poder pensar y pensarnos fuera de lo que conocemos como
realidad y verdad. Y tal como lo menciona Sloterdijk (2013: 83) en la modernidad
el pensar es un arte no aplicado y quien lo practica no se desgasta en luchas
externas. Por tanto, la suspensión del pensamiento permite al cínico moderno
mostrar con elegancia ese distanciamiento del mundo, convirtiéndose en el
agente de una novedosa forma de concentración de saberes, pues sólo él puede
decir “soy un ser humano, nada escrito me parece extraño” (Sloterdijk, 2013:81)
71
El cínico moderno indolente y sometido a sí mismo y a las mentiras de un saber
frívolo y mundano, que presume de supuesta elegancia con matices de amargura
y una sonrisa mordaz es el que se arraiga cada vez más y con mayor fuerza a
nuestro alrededor. Así se devela ante nosotros el cinismo moderno, lleno de
adjetivos que expresan sus nuevas formas de manifestarse en las conciencias
modernas, cinismo que es resultado de ese razonamiento igual de retorcido y
trivial constituido desde el S.XVIII y que ha generado una multiplicidad de
saberes (Sloterdijk, 2014) que sin ser verdaderos y tampoco falsos se han
convertido en regímenes de verdad que han logrado crear subjetividades
configurando un sujeto de conocimiento normalizado y enmarcado dentro del
deber ser moderno, objetivo, abstracto y universal.
Esta disciplinarización llegó junto con nuevas prácticas que configuraron el
cinismo moderno, y fue gracias a la gran maquinaria de instituciones,
económicas, políticas y sobre todo educativas, que funcionan como un gran
engranaje, donde se han perpetuado saberes y se han establecido como
regímenes de verdad que han pretendido cegar nuestra visión acerca de
aquellos acontecimientos que preceden a toda cultura superior.
Este proceso de disciplinarización que nos ha penetrado hasta las entrañas no
hubiera sido posible sin la intervención de las instituciones educativas, pues ha
sido en el interior de ellas donde se ha concebido, plasmado y fabricado un tipo
de hombre funcional, un hombre como ser vivo político y un hombre que vive y
está al servicio de todos y de nada. “La aristocratización de las universidades se
relacionó más con las preocupaciones económicas que desbordaban los
intereses de los asuntos corporativos de los señoríos. Para los universitarios
nada era más importante que definir los problemas del trabajo, puesto que ellos
mismos se consideraban trabajadores” (Le Goff, 1990:104)
La universidad moderna y quienes hemos formado parte de ella a través del
tiempo, somos quienes hemos recreado una historia de las ideas, convertida ya
en regímenes de verdad incuestionables y que han tenido por objetivo contener
los dramas que han ocurrido en la historia, sin tomar en cuenta aquellos
acontecimientos que han sido el pilar sobre lo que se ha erigido nuestro sentido
de pertenencia común. Son esos regímenes de verdad los que han perpetuado
72
ciertas tradiciones que sin ser ciertas ni falsas detentan en su interior un tipo de
conocimiento que ha subjetivado la conciencia de los hombres.
3.2 Regímenes de verdad, cinismo y quinismo como elementos de
definición de la universidad moderna
El S. XVIII como escenario del nacimiento de la biopolítica fue un período de
constante conducción de las mentes, de relaciones de poder, de racionalización
de una prudencia plagada de sensatez, cordura y buen juicio donde el hombre
se vio sometido a ciertos dispositivos de control a los que se ha acostumbrado
de tal manera que lo imposibilitó para mirarse más allá de sus límites.
Fue en este tiempo cuando se inició todo un proceso de creación de cierto tipo
de regímenes de verdad cínicas constitutivos del hombre moderno, verdades
cínicas reglamentadas y respaldadas por saberes y prácticas jurídicas y medicas
que configuraron un nuevo tipo de sujeto de conocimiento, y al mismo tiempo
reafirmaron y revalidaron un tipo de verdad que lo subjetivó hasta lo más
profundo de su ser, impidiéndole identificar que esas historias han sido creadas
e inventadas con determinado propósito.
Entre esas distintas prácticas que iban a partir de mediados del siglo XVIII se
podrá establecer una coherencia meditada, razonada, establecida por
mecanismos inteligibles que ligan entre si esas diferentes prácticas y sus efectos,
y que permitirán juzgarlas como buenas o malas no en función de una ley o un
principio moral, sino de proposiciones que estarán sometidas a la división de la
verdadero y lo falso. (Foucault, 2007: 36)
Ese soporte de prácticas y saberes creado desde el movimiento de la Ilustración
es sobre el que están perfilados una gran cantidad de discursos que mantienen
funcionando a nuestra sociedad y que al mismo tiempo han eliminado todos
aquellos acontecimientos plagados de saberes y prácticas fundacionales y al
mismo tiempo singulares de formas otras de ser y estar del hombre.
Una muestra de ese superiorísimo lo podemos encontrar en esos recuentos
históricos que sostienen a las civilizaciones modernas que no han sido
cuestionados lo suficiente para poder identificar cuáles han sido las causas de
73
aceptación de prácticas y saberes y el por qué los hemos aceptado y legitimado
a través del tiempo. De ahí la importancia de retomar el trabajo teórico –
metodológico de Foucault.
La propuesta de Foucault es tratar de analizar las conexiones que se establecen
entre mecanismos de coerción (que adquieren la forma y la justificación de un
elemento racional, calculado, etc.) y contenidos de conocimiento (que son
portadores, en tanto que considerados como válidos, de efectos de poder) con
vistas a mostrar las condiciones que hacen aceptable una práctica determinada
o una forma de pensar. (Foucault, 2003: XXXV)
Con la aparición de estas nuevas técnicas de poder puestas en marcha en el S.
XVIII que tenían por objetivo al hombre/especie aparecen mecanismos más
sutiles y racionales, mecanismos más globales, de tal manera que se obtengan
estados de equilibrio y de regularidades que toman en cuenta a la vida, los
procesos biológicos del hombre y asegurar en ellos ya no una disciplina sino una
regularidad. “Un control biopolítico centrado en el cuerpo, que produce efectos
individualizadores y que lo manipula como foco de fuerza que hay que hacer
útiles y dóciles a la vez”. (Foucault, 2014:225)
Ha sido esa conformación de conocimientos verdaderos, de políticas de
intervención con efectos de poder, como por ejemplo las valoraciones médicas,
las que han dado pauta al surgimiento de regímenes de verdad, donde la
cuestión es cómo acontece la verdad en la historia y cómo se introduce o
repercute en el sujeto. No se trata por tanto de enunciar lo que ha pasado, más
bien de liberarnos de ello y comprender lo que perfiló el camino hacia el proceso
de disciplinamiento y normalización del hombre moderno, y lo que dio paso al
surgimiento de un sujeto cínico, enajenado, ensimismado y contemplador de su
propia alienación donde entre más contempla menos vive y menos comprende
su existencia.
Así se ha conformado la teoría moderna y la falsa conciencia ilustrada, sobre
regímenes de verdad plagados de fantasía operativa y unos matices de realidad
que funciona como soporte de nuestra sociedad junto con las instituciones que
la legitiman. Gracias a este conglomerado de instituciones, entre ellas la
universidad, es que funciona la producción de un sujeto alienado, en donde todo
74
sentido crítico y de comunidad se han disuelto, el mundo a la vez presente y
ausente es el mundo de la apariencia, donde se promueve el distanciamiento
con el otro, donde se pierde la cualidad y se justifica la homogeneidad y donde
existe de manera constante una negación de la vida.
La universidad debe ser el lugar y la comunidad que enfrente esos lugares donde
se fabrican verdades científicamente comprobadas, sitios de reclusión, retiro,
puesta en paréntesis o albergues de ausencia. La universidad no debe retirarse
de la vida al esforzarse por encontrar la verdad pura o la muerte aparente del
pensar, sino que debe ser el lugar del sentido común, del sentido crítico y de la
responsabilidad con la vida y lo abierto a la verdad. (Valle, 2015:77)
La universidad ha sido terreno fértil para generar regímenes de verdad, pues de
alguna manera su actividad estaban relacionada con la práctica administrativa
y con el propósito de gestionar los cuerpos por medio de dispositivos de control
y vigilancia, dispositivos que cuentan con sus propias reglas y normas, que de
no seguirlas al pie de la letras el sujeto queda en condiciones de ser juzgado
como culpable, es por eso que de manera irremediablemente se coaccionó al
sujeto a no salir de la norma, a fin de no ser un detractor o un alborotador.
De ahí que el edificio – escuela sea concebido como un operador de
encauzamiento de conductas, una maquina pedagógica para educar cuerpos
vigorosos, logrando el desempeño de un papel positivo, haciendo que aumente
la utilidad posible de los individuos y al mismo tiempo neutralizando los peligros
(Foucault, 2009:242)
Todo logrado y justificado mediante discursos verdaderos estrechamente
vinculado con el saber, pues quien tiene entre sus manos el saber y el poder es
el que domina tanto por su poder como por su saber. Foucault (2014:187) lo
menciona muy claro cuando dice “cada sociedad tiene sus regímenes de verdad,
su política general de la verdad, los tipos de discursos que ella acoge y hace
funcionar como verdaderos, los mecanismo e instancias que permiten distinguir
los enunciados verdaderos de los falsos”
75
Estos regímenes de verdad, entendidos “no como una ley determinada por la
verdad, sino por el conjunto de reglas que permiten establecer que un enunciado
se podrá identificar con el discurso verdadero o falso” (Foucault, 2007:46), que
se legitiman ellos mismos cobijados por determinados discursos que funcionan
como juegos estratégicos en constante interacción, y se ven reflejados en las
prácticas que son llevadas a cabo por los sujetos la mayoría de las veces de
forma inconsciente.
Generalmente estos regímenes de verdad objetivos, en concordancia con la
razón, el deber ser y lo incuestionable no funcionan por sí solos, se encuentra
respaldados y reproducidos en la multiplicidad de instituciones que funcionan
como intermediarias y supervisoras de que tales conocimientos se lleven a cabo
de la forma correcta para la cual han sido creados y así poder cumplir con sus
objetivos que regularmente giran en torno a la creación de determinado tipo de
sujeto de conocimiento acorde a las demandas del momento histórico que se
presente.
He aquí lo que le falta al pensador occidental y lo que no debiera faltarle
precisamente a él: la comprensión de que sus pretensiones tienen un carácter
histórico relativo, de que no son sino la expresión de un modo se ser singular y
sólo de él. El pensador occidental ignora los necesarios limites en que se
encierra la validez de sus asertos; no sabe que sus verdades inconmovibles, sus
verdades eternas, son verdaderas sólo para él y son eternas sólo para su visión
del mundo. (Spengler, 2018:54)
Estos regímenes de verdad respaldados por discursos jurídicos y médicos son
los que han configurado al sujeto cínico moderno firmemente establecido en la
universidad, pues es en tal institución donde también funciona la distribución de
verdades y saberes fabricados que apuntan a individuos y situaciones, donde el
poder, el control y la dominación se expresan de manera evidente e
incuestionable por el simple hecho de ser elementos fundacionales del deber ser
de esta institución. Poder que no tiene que ser visto como un ente malvado, por
el contrario, como “elemento indispensable de relaciones de poder que producen
realidad, ámbitos de objetos y rituales de verdad”. (Foucault, 2009:225)
76
Es dentro de la universidad donde también se crea dominios de saberes a partir
de relaciones de poder y es a través de ellas que se forma un sujeto de
conocimiento y relaciones de verdad. Es en la universidad donde también se
forma una especie de espectáculo académico, de relaciones de poder, de
batallas y luchas constantes donde una especie de señoríos académicos,
siempre atentos tal verdugos, están listos para señalar y distinguir lo anormal o
lo falso de lo objetivo y razonable, siempre haciendo alarde de la pedantería
característica del cínico moderno en donde se pone más énfasis en la
apariencia, en la imagen, en la ilusión y en lo profano que en encontrar las formas
de reconciliación del cínico con el quínico de la antigüedad. (Sloterdijk,
2014:227)
La universidad como espacio digno de la reflexión y la capacidad crítica ha sido
invadido por una pretensión de intentar vaciar y sustituir la posibilidad de la crítica
y reflexión que forman de su ser. La universidad moderna junto con sus
intelectuales y la alta teoría occidental la han conducido hasta llegar a ser lo que
representa hoy en día, una institución enmarcada bajo la lógica de viejos
regímenes de verdad que justifican la alienación del hombre donde lo verdadero
es falso y la falso es tan real y verdadero según las circunstancias. (Sloterdijk,
2014: 326)
Independientemente de los regímenes de verdad que promovieron la invención
de un cierto tipo de saber acerca del hombre; del hombre normal y el hombre
anormal, del hombre que está dentro y el que está fuera de la regla, de prácticas
sociales de control y vigilancia que funcionaron como dispositivos que fueron
originando nuevas formas de subjetividad; no podemos negar que la universidad
es también es ese espacio privilegiado para establecer vínculos de comunidad
donde se posibilita el pensamiento, la observación y la verdad vital o de la vida.
(Valle, 2015:83)
Es urgente demostrar que aún con este panorama de falsa conciencia ilustrada,
es posible encontrar esa fractura donde se vislumbra un espacio para poder
actuar quínicamente, pues si no es en la universidad, entonces ¿cuál sería el
espacio idóneo para actuar, vivir, pensar y develar la verdad aun cuando se
tenga en cuenta el riesgo de jugarse literalmente la vida?, en estos tiempo de
77
indiferencia y apatía incluso para pensar, cuando el cinismo moderno se ha
instalado en la más profundo de nuestras entrañas ¿aún existen sujetos con las
ánimos de jugarse la vida al tener el coraje de decir la verdad?
Ante este escenario de constante conducción de las mentes, de relaciones de
poder, de racionalización y de una prudencia plagada de sensatez, cordura y
buen juicio ¿existen sujetos sumamente desvergonzados que se atrevan a ser
insolentes, desfachatados y desvergonzado?
Considero, lejos de tener una postura romántica, que es en la universidad donde
podemos encontrar esos acontecimientos que han funcionado como momentos
de crisis y fractura social donde podemos encontrar el sentido quínico de quienes
forman parte de la universidad, de quienes, con acciones y argumentos
contestatarios, provocadores e insolentes han marcado el rumbo de la
universidad y literalmente han perdido la vida al hablar de lo que viven y vivieron
de lo que decían.
3.3 El acontecimiento como proceso de subjetivación
Para iniciar el reconocimiento acerca de la manera en la cual se establecieron
regímenes de verdad dentro de la universidad se hace necesario adoptar una
perspectiva genealógica que me permita sospechar de que el asunto en
cuestión, a pesar de su noble apariencia, posee un sinfín de contradicciones. Lo
importante aquí es no dejarse llevar por superficialidades que nos lleven de
regreso a las raíces ya contadas, de ahí que “el pensar genealógico necesita un
constante ejercicio de equilibrio: quien quiere evaluar personas, cosas e ideas
confrontándolas con sus fuentes y destinos tiene que saber operar con la
sospecha por este lado y por el otro” (Sloterdijk, 2013:60)
Foucault (2003, LVII) describe como genealogía al proceso que investiga “los
acontecimientos históricos que nos han llevado a constituirnos y a reconocernos
como sujetos de lo que hacemos, decimos, analizando los discursos que lo
articulan y le dan la mera consistencia de acontecimientos históricos”. En donde
el trabajo genealógico apoyara a extraer de la contingencia esos
78
acontecimientos que nos ha hecho ser lo que somos, la posibilidad de no ser, de
no hacer, o de no pensar por más tiempo, lo que somos, lo que hacemos o lo
que pensamos.
Pues no hay verdades eternas ni universales ni mucho menos una única forma
de racionalidad “el misterio de la forma histórica no reside en la superficie y no
puede resolverse por semejanzas de traje o de escena; que, en la historia
humana, como en la historia de los animales, existen fenómenos de falaz
parecido, que sin embargo, no poseen ninguna afinidad real” (Spengler, 2018:74)
Para no caer en la trampa de tomar en cuenta ciertos momentos de la historia
bajo esta mirada objetiva y universal, características de las teorías occidentales,
retomaré la categoría de acontecimiento trabajada por Foucault que me
permitirán restituir las condiciones de aparición de singularidades que tiene que
ver con sujetos, tipos de comportamientos, decisiones y elecciones. El
acontecimiento, siguiendo las huellas de Foucault, es una discontinuidad, una
irrupción que golpetea e invalida las menores unidades tradicionales reconocidas
o las menos fácilmente puestas en duda. (Foucault, 2003: 36)
La relevancia del acontecimiento es que se manifiesta en prácticas y acciones,
no se trata de la sucesión de los instantes en el tiempo, ni de los diversos sujetos
que piensan, se trata de ciertas censuras que rompen el instante, que fracturan
y hacen un alto en el tiempo y dispersan al sujeto en una pluralidad de hechos y
de posibles posiciones y funciones. Así lo menciona Paul Veyne (1984:226)
cuando comenta que debemos retirar los ojos de los procesos naturales para
entender sus procesos de constitución a partir de prácticas, pues no hay cosas,
solo prácticas.
El acontecimiento que Foucault defiende no es ni sustancia ni accidente, ni
calidad, ni proceso, el acontecimiento no responde al orden de los cuerpos, sin
embargo, no es inmaterial, es efecto y consiste en la relación, la coexistencia, la
dispersión, se produce como efecto de y en una dispersión material. (Foucault,
2003: 32)
El acontecimiento como herramienta metodológica me permitirá distinguir,
siguiendo a Foucault, para problematizar nuestra cotidianidad y darles voz a esas
79
singularidades prácticas también vividas y que demandan ser escuchadas.
Develar ese discurso frío y neutral donde aparentemente se pugna por la paz y
el bienestar cuando en realidad lo que se gesta es el caos y el desorden. Se trata
por tanto de observa todo aquello que se hace tras bambalinas e identificar el
por qué somos lo que somos y hacemos lo que hacemos. El acontecimiento
desde la mirada de Foucault es un pretexto para indagar en el tiempo, en el cual
se crean saberes, poderes y verdades que dan lugar y posibilitan la configuración
de un nuevo sujeto de conocimiento.
En cada época podemos encontrar, si así no lo proponemos, esos momentos de
ruptura, sucesos de irrupción, esas singularidades que se encuentran como
huellas silenciosas que van dejando rastro de fragmentos de existencia que
permiten identificar diversos campos de sentido que han configurado al hombre
desde el principio de su existencia y que nos hablan quizá de una historia otra.
Con ayuda del acontecimiento podremos escuchar esas voces silenciadas y
vislumbrar esa historia otra vivida que ha sido desechada y esas prácticas que
también han sido fundamentales para crear subjetividades.
La importancia de identificar el acontecimiento dentro de la universidad y rescatar
sus singularidades prácticas, esos saberes ocultos y quizá “insignificantes” para
el pensamiento cínico moderno, nos brindan la oportunidad de reconocer otras
formas de vida de la universidad, reales, fuera del estereotipo, no guiada
precisamente por el discurso universalizante, observar “la puesta en juego de
saberes locales, discontinuos, descalificados, no legitimados, contra la instancia
teórica unitaria que pretende filtrarlos, jerarquizarlos, ordenarlos en nombre de
un conocimiento verdadero, en nombre de los derechos de una ciencia que
algunos poseería”.(Foucault, 2014:23)
Retomar el acontecimiento siguiendo las huellas de Michel Foucault no es cosa
menor, debido a que no se trata de ideas, situaciones o postulados ya trabajados
o legitimados, es un trabajo mucho más arduo debido a que implica dejar atrás
todo aquello que nos conforma y que de muchas maneras ha puesto de
manifiesto nuestro ser, hacer y decir en el mundo. Se trata de ver aquello que a
simple vista no alcanzamos a percibir y que, por el hecho de no ser mencionado,
no implica que no existe.
80
Para poder encontrar esas voces encubiertas recurro a la genealogía que me
permite rastrear dentro del acontecimiento esas huellas históricas ligeramente
marcadas y que darán cuenta de que en su comienzo las cosas no tienen
esencia, se hallan en lo dispar, en lo bajo y que son meros acontecimientos los
que intentan señalar y cercar esos principios de producción, de exclusión y de
rareza. La parte genealógica me permitirá identificar las series de formación
afectiva en el discurso en su intento de constituir dominios de objetos, a propósito
de los cuales se podrían afirmar o negar proposiciones verdaderas o falsas.
(Foucault 1992:68)
Con el uso de la genealogía se podrán identificar aquellos acontecimientos que
han sido parte aguas en la creación de subjetividades y que han dado como
resultado la configuración de un nuevo sujeto de conocimiento, identificar esa
formación de discursos en el interior de los límites de control para encontrar esos
procesos de rarefracción, pues la genealogía estudia esa formación dispersa,
discontinua, pero al mismo tiempo regular.
El acontecimiento visto desde una mirada genealogía permite ir a un nivel más
profundo para identificar el brote de un discurso que de manera inmediata o
después crearon nuevas prácticas de control y sometimiento que impactaron en
los sujetos, constituyendo un nuevo tipo de sujeto cínico moderno.
La genealogía entendida de esta manera niega la realidad de una historia y de
una serie de sucesos en donde todo es mirado con presunta objetividad, dando
paso a un sentido histórico que deja aparecer la desviación y que introduce la
accidentalidad y el cambio en todo lo que habíamos supuesto de esencial en el
hombre.
Hacer genealogía se convierte en esa actividad de rastreo que permita localizar
el modo en que algunos grupos dominantes interpretaron las reglas establecidas
y las impusieron a otros, hacer genealogía en este trabajo se convierte entonces
en indagar en el movimiento estudiantil de 1968 como acontecimiento y tratar
de comprender cómo es que algunos grupos dominantes se sirvieron de ciertas
situaciones de las que sacaron provecho y crearon un nuevo sujeto de
conocimiento que es el que ha dado vida y forma a la universidad.
81
La genealogía me va a permitir mirar el movimiento estudiantil de 1968 como un
acontecimiento alejado de la connotación de matanza o masacre, más bien como
ese acontecimiento histórico que me permitirá releerlo para descubrir una
historia anti histórica que haga resurgir el movimiento de 1968 en el esplendor
de su singularidad, como escribirían Marcelino Perelló el 10 de abril de 2013 en
su columna del periódico Excelsior, “lejos de una visión fúnebre enarbolada con
insistencia y sin inocencia y que sostiene una versión tipo Disney”.
Lo que intento es rescatar la versión festiva y luminosa cargada de significados,
de saberes y prácticas que subjetivaron al sujeto y que es muestra palpable del
quinismo y cinismo dentro de la universidad.
3.4 Procesos de subjetivación en los años sesenta: El esplendor del
cinismo moderno
Fue en los años sesenta cuando se presentaba un panorama por demás cínico
que se manifestaba con un malestar en general de la cultura y donde podíamos
encontrar una serie de encubrimientos que mantenían a una sociedad sometida
a los convencionalismos, a las mentiras y a las discreciones cínicas. Una
sociedad plagada de sujetos cínicos modernos que se movían elegantemente
entre convencionalismos y una sonrisa mordaz, fatalmente inteligente.
(Sloterdijk, 2014:16)
Momentos donde podíamos encontrar, por donde se quisiera observar la
utilización del hombre por el hombre, la pérdida de la conciencia de la propia
vida, la formulación de discursos fríos y neutrales bien intencionados, el
encuadramiento y normalización no sólo del ser sino de estar en el mundo,
situaciones de demasiada tensión ya sea individual o colectiva eran
características muy marcadas que daban muestra del esplendor del cinismo
moderno de aquellos años.
Se vivían tiempos de mucho nerviosismo pues acontecimientos como la Guerra
Fría, los movimientos sociales como la emancipación de la mujer, el movimiento
hippie, la revolución sexual, el desencanto económico por parte de las mayorías
82
poblacionales que de muchas formas fracturaba e irrumpía el modelo social
vigente en esos tiempos, todos irrupciones y fracturas en el tiempo síntoma de
que algo ya no funcionaba de la mejor manera. Los regímenes de verdad ya
legitimados desde tiempo atrás no funcionaban como esos mecanismos de
control de las poblaciones, fue un momento donde todo estaba saliéndose de
control.
La tensión que se vivía en los años sesenta no podía resistir más pues existía
una amenaza latente de un posible acontecimiento mundial que durante años
amenazó al mundo entero y que ya no podía mantenerse, los jóvenes de esa
generación ya no estaban dispuestos a seguir viviendo esta situación
amenazante, de control y dominación de las poblaciones a escala mundial, de
contradicciones cínicas y de vejaciones hacia el hombre.
Los jóvenes de esa época iban tras una posible solución efectuando reclamos
provocativos y protestas insolentes e instigadoras alrededor del mundo a través
de una actitud crítica, audaz, valiente y de coraje ante la posibilidad de enunciar
y develar la verdad. “Ese pensamiento que reclama lo verdadero cuando se hace
real en el presente se convierte en un acontecimiento que puede obrar sobre
otros acontecimientos”. (Foucault, 2003, XLIV)
El rechazo constante alrededor del mundo constituía una manifestación tangible
de que algo no estaba funcionando adecuadamente, y era síntoma de que los
regímenes de verdad y las prácticas que se llevaban a cabo no respondían a las
demandas sociales existentes.
El surgimiento de este tipo de acontecimientos en la población juvenil a nivel
mundial puso en evidencia cierto malestar en relación con ideas, situaciones y
prácticas que demandaban ser escuchadas. Se presentaron una serie de
situaciones que bien pueden ser catalogadas de irrupciones y censuras que
rompieron el instante e hicieron un alto en el tiempo pues pusieron en evidencia
la caducidad de valores o regímenes de verdad de un mundo que iba en
decadencia.
Fue en este momento que los estudiantes comenzaron a pensar fuera de los
discursos de orden y de control establecidos desde bastantes años atrás,
83
empezaron a cuestionar las diversas prácticas de control y sometimiento que se
venían realizando a escala mundial, emprendieron la tarea de hacerse
conscientes de las contradicciones y del enmascaramiento de ideas, discursos y
prácticas que realizaban aquellos que tejían los hilos de la verdad que como se
mencionó en el Capítulo II me refiero, siguiendo a Foucault, a “sujetos que
poseen discursos de verdad y que tienen en sus manos el conjunto de reglas
según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso dentro de estatutos
económicos, políticos y jurídicos”. (Foucault, 2014:188)
Se fueron presentando situaciones que denunciaban el descontento y
desacuerdo social, que eran tachadas de insolentes y descaradas tales como el
rechazo a la guerra por parte de los estudiantes, o bien, los estudiantes
estadounidenses enfrentándose a la Guardia Nacional en protesta por la guerra
de Vietnam o los estudiantes franceses tomando la palabra en los muros con
consignas tales como ¡los muros hablan! para pintar sus inconformidades.
El acontecimiento del movimiento hippie, la letra de la música de los Beatles y
los Rolling Stones, todas estas expresiones inconformidad y desencanto, no sólo
por su aparente insolencia sino por la preocupación acerca de la forma de vivir
del sujeto, de la imposición de normas y reglas construidas no desde la
preocupación del bienestar del hombre sino a partir de intereses que pugnaban
por el abandono y automatización del ser y la deshumanización constante del
hombre convirtiéndolo en un ser autómata antagonista de su propia vida.
Este panorama lleno de manifestaciones cínicas y de indiferencias ante lo que
sucedía a nivel mundial fue lo que provocó una tensión y crisis en el contexto de
la segunda revolución industrial transformando el rostro de las universidades en
el mundo y por lo tanto la de los jóvenes, y México no fue la excepción.
El caso particular del estado mexicano de los años sesenta tenía características
cínicas muy particulares que bien podemos catalogar como acontecimientos
pues por un lado se tenía un Estado benefactor que era ante todo un estado de
corte liberal – burgués, desde aquí se pueden identificar sus profundas
contradicciones cínicas y modernas, mismas que provocaban constantes
enfrentamientos con algunos sectores de la sociedad, como la clase trabajadora,
intelectuales y estudiantes.
84
En nuestro país y de manera específica en esta década de los sesentas la
universidad se masificó y dejo de ser un espacio únicamente para estudiantes
de elite y llegaron a las universidades públicas hijos de obreros y campesinos en
busca de mejores condiciones socioeconómicas, esto originó que el
acontecimiento estudiantil de los años sesenta tuviera una serie de
características que la diferenciaron notoriamente de movimientos estudiantiles
previos.12
En México en 1968 muchos de las estudiantes pertenecían a las clases altas,
otros a las clases medias consolidadas o más tradicionales, pero muchos otros
eran de clases medias emergentes y tenían vínculos muy importantes con las
clases trabajadoras, campesinas, burocráticas, otros pertenecían a la clase
proletaria. Si bien podemos considerar que el acontecimiento de 1968 fue
protagonizado por estudiantes de clases medias, debemos afirmar que era un
grupo heterogéneo.
Los estudiantes en ese tiempo tenían el coraje de denunciar a un régimen
perverso que era experto en regular los movimientos sociales con base en una
política de dominio a través de organizaciones controladas por el partido en el
gobierno (PRI), en donde cualquiera que estuviera fuera de su esquema de
comportamientos era reprimido, exhibido y masacrado socialmente, tachado de
insolente, comunista o enemigo de la Revolución, por lo tanto los estudiantes
denunciaban que se violaba constantemente el pacto social establecido con
anterioridad en la Revolución.
Algunas otras singularidades que fueron determinantes para que surgiera el
acontecimiento de 1968 fueron las contradicciones que los estudiantes
12 Siguiendo a Pablo Latapi (1971) indica que el 91% de las estudiantes de la UNAM provenía del reducido estrato
social más rico de la población que representaba el 15%, y comenta que en 1964 sólo el 13% de los estudiantes de la
UNAM eran hijos de obreros y 3% de campesinos. Ya en 1968 esta composición no había variado mucho, pues de
acuerdo con la ocupación del jefe de familia de los estudiantes el 76.82% de los estudiantes de la UNAM de 1968
procedía de los sectores ocupacionales medios y solo el 17.52% eran hijos de obreros y campesinos. De acuerdo con
los ingresos el 71.35% provenía de familias con ingresos entre 1,300 y 6,999 pesos mensuales que comparados con
el ingreso medio nacional resultaba definitivamente una posición media en cuanto a ingresos se refiere.
85
develaban y era que el gobierno hablaba de democracia y libertad al mismo
tiempo que reprimía y violentaba cualquier movimiento disidente que surgiera.
Fueron los estudiantes a través de una multiplicidad de acciones quienes se
oponían continuamente a los excesos de represión y violencia que el Estado
Mexicano utilizaba de manera constante para legitimar determinados discursos
totalmente falsos y contradictorios que enunciaban una realidad inexistente.
Si bien es cierto que en los sectores de elite cínicos modernos por excelencia se
aceptaban las incongruencias, las contradicciones, las verdades a medias, los
dobles discursos, las desigualdades y las violaciones a la ley; también existía
otro sector en donde el quinismo daba cuenta de todas estas anomalías, eran
los estudiantes quienes resentían cada vez y con mayor fuerza estas
incongruencias, eran los estudiantes quienes solían contrariarse ante estas
incoherencias, para denunciarlas, hacerlas evidentes, revelarlas tanto en
espacios públicos como en espacios privados.
Fue así, cuando los jóvenes se sintieron interpelados por el mal manejo y abuso
del poder, por la corrupción, las injusticias, las desigualdades y demás
características de cinismo moderno que hicieron una causa común y un frente
para revelarse.
Fue así, como la generación de jóvenes, particularmente mexicanos, nacidos en
la post - guerra irrumpieron en la vida pública y política de manera explosiva, de
forma insolente en el sentido quínico, con una fuerza radiante y nunca vista, con
argumentos incultos y grotescos que sacudieron la estructura de una sociedad
ya dominada y controlada por regímenes de verdad si bien ya normalizados
también sumamente desgastados.
Marcelino Perelló que surgió como acontecimiento viviente, disruptivo, singular,
quínico insolente, de espíritu burlón, que no se detiene cuando de develar la
verdad se trata, participante activo no sólo del acontecimiento estudiantil de 1968
sino quínico hasta el final de su vida explica cómo sólo él sabía hacer esa
irrupción y manifestación de luz sobre la conciencia de los estudiantes
mexicanos de 1968
86
Los cuarentas y los cincuentas era un mundo sepia, un mundo en blanco y negro,
no es una metáfora, cuando digo en blanco y negro, quiero decir en blanco y
negro. Todas las sabanas de todas las camas de todo el mundo eran blancas, a
nadie se le había ocurrido que podía haber sabanas de colores, de florecitas o
cositas. Todos los teléfonos eran negros, todos. Toda la ropa interior masculina
era blanca. La televisión por supuesto era blanco y negro. Y de repente en los
sesentas todo cambio, el color irrumpió, pero no sólo en las sabanas, los
teléfonos, la ropa interior o la televisión, ¡No! El color irrumpió en las conciencias,
entonces hubo una verdadera eclosión de rebeldía e insubordinación, que
alcanzó a toda la sociedad. (González, 2003:42)
Fue este el acontecimiento de 1968 que no podemos minimizar, como lo han
hecho esos discursos dominantes, con títulos de “la masacre del 2 de octubre” o
“la matanza del 68”. Este acontecimiento estudiantil fue mucho más que un
slogan fácil y vendible, fue esa discontinuidad dentro de la universidad que
golpeteo y puso en duda las tradicionales formas de existencia y que posibilitó la
creación de nuevas prácticas y saberes que configuraron un nuevo tipo de sujeto.
Posicionó una forma distinta de hablar y decir lo que se siente y lo que se piensa
con respecto a las formas tradicionales de concebir la verdad.
Esos cerca de 190 días de lucha en los que los estudiantes fueron los
protagonistas de un combate libertario que osó en enfrentarse a un sistema
social, político y económico que hasta entonces era inadmisible y que no puede
reducirse al “pinche, atávico, incurable victimismo de nuestro pueblo. Lastimoso.
Definitivamente lastimoso” (Perelló, 2 de octubre de 2013)
3.5 El acontecimiento de 1968 y el retorno del quinismo en la universidad
moderna
El año de 1968 fue un momento donde prácticas y saberes que se habían
convertido en regímenes de verdad fueron rebasados por las diversas
problemáticas sociales que se vivían a nivel mundial. Esos discursos y prácticas
que preponderaban la tranquilidad, la concordia incluso el diálogo, fueron
inservibles en un momento de caos y confusión provocando efectos, de
dispersión. Prácticas de autoritarismo, represión, manipulación y corrupción
87
provocaron una fisura o alto en el tiempo que dispersaron al sujeto en una
pluralidad de hechos y posicionamientos que golpetearon e invalidaron las
menores unidades tradicionales reconocidas o las menos fácilmente puestas en
duda. (Foucault, 2003:36)
El autoritarismo y la manipulación propios de regímenes de verdad ya
establecidos y aceptados socialmente eran vistos como algo natural, como una
práctica ya establecida y legitimada pues se consideraba como parte del ejercicio
de la disciplina. En la universidad el panorama no era del todo diferente pues la
normalización y disciplinamiento eran contemplado como un deber ser, como un
régimen de verdad para que “los resultados intelectuales fueran mejores y así
imponerle a una sociedad mayoritariamente juvenil una disciplina autoritaria”.
(Inclán, sábado 6 de julio de 1968, s/n, s/v)
Un acontecimiento previo a 1968 que cobró gran relevancia fue lo sucedido en
el año de 1966 cuando estudiantes y autoridades académicas prácticamente
obligaron al rector Chávez a renunciar a la rectoría. La toma de rectoría el 26 de
abril y la renuncia forzada del rector fueron un indicador del rechazo que tenía
un proyecto que logró un mejor manejo de la disciplina, de optimización de
planes y programas de estudio y en general un incremento en el nivel académico
de la universidad.
Los insultos menudearon y los ocupantes se definieron: o Chávez renunciaba “o aquí
nos morimos todos”. Pese al chantaje, Chávez se negaba a firmar la exigida renuncia.
Sin embargo, luego de seis horas de secuestro, vejaciones e insultos, los líderes
amenazaron con enchapopotarlo, emplumarlo y así pasearlo por las calles. Chávez firmó
una renuncia y acompañado de sus incondicionales, descendió por las escaleras hasta
el túnel y de ahí al exterior. Junto con el renunciaron 32 colaboradores. (Gaceta UNAM,
8 de agosto de 2109)
Así opera la modernidad, cínica y contradictoria al mismo tiempo, donde se ve
trastocada la realidad de nuestras universidades sometiendo a juicio la vida, la
conciencia y el hacer del sujeto, imponiendo a la existencia humana la dictadura
de la razón de lo objetivo y razonable.
Con la modernidad como acontecimiento, la universidad se colmó de discreción
y supuesta ingenuidad que sea utilizado hasta nuestros días para lograr
88
subjetivar las conciencias con discursos válidos convertidos en verdades
científicamente comprobables, para fabricar conciencias perezosas. (Sloterdijk,
2014: 45)
Posterior a la renuncia del rector Chávez, llegó con una actitud conciliadora el
ingeniero Javier Barros Sierra en mayo de 1966, a partir de este momento un
nuevo acontecimiento se vislumbraba en la universidad.
Nuevas formas de pensar y vivir dentro de la universidad se avecinaban,
provocando discontinuidades que trastocaron la existencia de los sujetos que
formaban parte de la universidad, subjetivándolos y creando en ellos nuevas
subjetividades. El rector Barros Sierra eliminó por completo las políticas de
represión y corrupción hacia los jóvenes, desapareció los apoyos económicos a
las organizaciones de estudiantes y en uno de sus primeros discursos pronunció
“entre el extremo de reprimir y el de corromper a los jóvenes, hemos escogido el
difícil camino de educarlos” (Domínguez, 1986:29)
El rector Barros Sierra estableció un compromiso con los principios de libertad y
democracia según lo expresa Guevara Niebla (2004:38) “el rector Barros Sierra
recuperó para la Universidad el principio fundamental de la libertad. En los años
sesenta la universidad se convirtió en un refugio de fuerzas políticas perseguidas
en la sociedad y fue ocupando un papel central en la lucha por la conquista de
espacios de expresión. La universidad fue de nuevo un pulmón de la libertad y
la democracia de México”
Fue así como la universidad se convirtió en el espacio idóneo donde se gestaba
dos sucesos interesantes, por un lado, una conciencia quínica, preocupada por
quitar el velo a los encubrimientos y abstracciones teórico – filosóficas que han
dividido la conciencia, inteligencia quínica que se manifestaba en contra de la
fama y los honores, que hablaba claro y veraz, con valentía y desvergüenza
frente al poderoso para poner en evidencia las arbitrariedades de los
convencionalismos. Por el otro, la conciencia cínica, indiferente, apática e
indolente que ha ido despojando el conocimiento de la propia existencia,
dirigiendo la vida mediante discursos fríos y neutrales, adentrándose al juego del
89
saber – poder. Conciencia cínica caracterizada por una falsa conciencia ilustrada
en donde su falsedad radica en los discursos de verdad que responde a fuerzas
de poder. (Sloterdijk, 2014:62)
En ese momento de crisis y contradicciones dentro de la universidad se generó
en aquellos jóvenes de los años sesenta el sentimiento del combate hacia
aquellas prácticas intolerantes, autoritarias y corruptas dentro de la universidad
que según ellos ya no tenían cabida en la sociedad mexicana. De acuerdo con
lo mencionado por García Cantú (2001: 87) “nadie pudo advertir, porque así
transcurre las corrientes vitales de la historia, que había ya en aquellos jóvenes,
educados en la disciplina de su hogar, la vigilancia en la ciudad, y el autoritarismo
escolar, una conciencia de la realidad para transformarla. Nadie lo supo, porque
esas tendencias nunca las ven venir las generaciones adultas”
En este contexto de supuesta conciliación que proponía el rector Barros Sierra
dentro de la universidad, donde seguían existiendo las situaciones
problemáticas, estás no llegaban a confrontaciones reales. La participación
política de las jóvenes se daba en un ambiente de libertad paradójicamente bajo
el yugo de un régimen represor, pues el Estado Mexicano se tornaba cada vez
más autoritario, pues este estado que se había relacionado con la sociedad a
través de las corporaciones de obreros, campesinos, burócratas y empresarios
no pudo establecer un vínculo real con los estudiantes y pues a pesar de diversos
intentos por controlar y corromper a las organizaciones estudiantiles nunca lo
logro.
A los estudiantes, en ese momento no les interesaba ser devorados por esas
ideas progresistas características del cinismo moderno, formuladas en las altas
esferas de poder que dejaban de lado la realidad social, ellos, por el contrario,
tal conciencias quínicas, iban en contra de todos los discursos politizados que
hablaban de una realidad inexistente basada en meras historias de ficción. Así
lo comenta Gregorio Ortega, líder estudiantil de 1968 en una entrevista con Silvia
González Marín. (2003:42)
90
No nos interesaban los reflectores, no queríamos que nuestro movimiento se
politizara y se difuminara como les había sucedido a tantos movimientos, pues
en México todos los movimientos, los más justos padecen de la corrupción. En
el momento en que los líderes del movimiento estaban cerca del triunfo se
vendían al gobierno. Fue precisamente lo que quisimos evitar, decidimos no ir a
ninguna reunión intima, pedíamos que el diálogo fuese público”
Ideológicamente, y siguiendo los comentarios de René Rivas y Joel Ortega en
Diálogos del 68 (2003) ambos participantes activos en el acontecimiento
estudiantil de 1968, se había consolidado en la universidad, bajo el cuidado de
un ambiente de libertad política, un sujeto estudiantil de izquierda en la UNAM,
por lo que en todo el país empezaron a conformarse nuevas organizaciones
estudiantiles de izquierda, independientes de las organizaciones estudiantiles
previas que en su mayoría eran controladas por las autoridades universitarias o
gubernamentales. Este fue un acontecimiento que rompió con las relaciones que
aparentemente pugnaban por la paz y el bienestar, cuando en realidad
provocaban el caos, y que dejo escuchar a esas voces de estudiantes e
intelectuales inconformes que habían sido desechadas y silenciadas.
A partir de este momento, las luchas estudiantiles retomaron una orientación
democratizadora y antiautoritaria, alejada del control y de las normas
establecidas socialmente tanto en el interior de las propias agrupaciones
estudiantiles, pero también hacia afuera, lo cual abarcaba desde la familia,
pasando por la universidad, el gobierno y hasta la vida. Tal era el ambiente de
gran desánimo y tensión que todo era digno de sospecha.
A partir de este momento se hacen más visibles las tensiones y contradicciones
entre los poderes fácticos y los distintos sectores sociales, entre las conciencias
quínicas que se esfuerzan por ser escuchadas y el gobierno y conciencias
cínicas que se resistía en reconocerlas. El gobierno insistió en cometer más y
más graves errores al mantener la represión y la violencia contra los disidentes
y se negó a escuchar las voces de quienes no pensaban de la misma manera,
se asumió como víctima, pero también como victimario.
91
El cinismo va acompañado de una difusión del sujeto de saber, de tal manera
que el actual servidor del sistema puede realizar totalmente con la mano derecha
lo que jamás permitió a la mano izquierda. Por la mañana colonizador y por la
tarde colonizado. (Sloterdijk, 2014:192)
Este momento es cuando el quinismo estudiantil dentro de la universidad
reconoció la falsedad del discurso gubernamental y construyó su propio discurso
diferente, insolente, fresco y desvergonzado, alejado de la fama y los honores,
de espíritu burlón que provoca distanciamientos, características todas del
quinismo. Su retórica fue así, un discurso sencillo que retomaba los asuntos que
le afectaban a la sociedad en general, sus argumentos no eran un discurso
demagógico, pues los estudiantes conocían las necesidades de la población,
sabían cómo trabajaban, de qué manera vivían y que comían.
El interlocutor del acontecimiento estudiantil de 1968 era toda la población,
incluso los estudiantes se dirigían a sus propios padres, asumían la
responsabilidad histórica del acontecimiento que estaban, sin decidirlo así,
protagonizando, tenían el coraje no sólo de enunciar la verdad sino de pararse
frente a su adversario y enfrentarlo, estaban dispuestos a impulsar los cambios
necesarios para remediar quizá un poco los problemas que aquejaban al país.
Los estudiantes sabían que era necesario comprometer a la población,
señalando que era importante despertar, porque de no hacerlo se convertirían
en cómplices y participes de los vanidosos, de los ilustrados modernos, de esos
de mirada perversa, de los poseedores de la falsa conciencia ilustrada y
domesticada que actúa con sigilo justo para atacar.
El acontecimiento estudiantil de 1968 fue un movimiento quínico, insolente y
desvergonzado que develaba una realidad encubierta por meras abstracciones
realizadas en las altas cumbres del poder por aquellos representantes de la alta
teoría en México. Esta conciencia quínica de 1968 buscaba reivindicar el sentido
de la vida y de la verdad lejos de mentiras dominantes; en un momento de
desvitalización mundial, la conciencia insolente y desvergonzada fue la
92
posibilidad de argumenta, cuestionar y responder a los planteamientos que
dividieron y modificaron el rumbo de nuestra existencia.
Si nos remitimos a la mayor parte de la base estudiantil que participó en el
acontecimiento de 1968 podemos decir que se trata de un movimiento de
jóvenes cansados de lo dominación de las formas de existencia e impulsados
por una ola antiautoritaria. Los jóvenes en ese momento no buscaban el
reconocimiento particular ni mucho menos privilegios para sí mismos, ese no era
su principal objetivo, por el contrario, señalaban como necesario hacer una
parada frente a la barbarie que se vivía y sentía. Tal como lo mencionó
paradójica y cínicamente el presidente Díaz Ordaz en su informe presidencial el
1 de septiembre de 1968.
Hagamos cuanto sea necesario para seguir escuchando la voz profunda de
nuestros pueblos, para obedecerlos y servirlos, que es esencia de las
democracias, cuidando celosamente y acrecentando las libertades de todos los
hombres, que luchando para realizar la justicia social, persiguiendo infatigables
el ideal de ser cada día mejores.
Sin duda la tarea más importante fue la firmeza en la lucha acompañada del vigor
constante por desenmascarar a un estado oportunista que se sostiene sobre
falsedades discursiva, un régimen corrupto y cínico en donde las contradicciones
entre lo que se dice eran cada vez más profundas. Esta firmeza, aunque fue
atenuada en varias ocasiones, sirvió también para fortalecer su virtud de lucha
pues al igual que los quínicos las aparentes desgracias o golpes de la vida no
hacían otra cosa que fortalecerlos y forjar en ellos una especie de entrenamiento
donde reside su esencia y la singularidad de su vida que es siempre la acción.
Nuevamente la conciencia quínica era evidente en los estudiantes cuando en
varias entrevistas concedidas mencionaban que ellos proponían una revolución,
pero que ésta no pretendía la toma del poder ni derrocar al gobierno, en realidad
su propuesta era revolucionar la forma de pensar, de actuar y por consecuencia
de gobernar.
93
Lo que se pretendía era anular esa forma de funcionamiento dentro y fuera de
las universidades que habían dado como resultado este nuevo tipo de cinismo
que con sus prácticas y conocimientos universales fueron reconfigurando una
falsa conciencia ilustrada, moderna y desgraciada, que arrojó al sujeto a la fuerza
de los lenguajes bien intencionados envestidos de verdad. (Sloterdijk, 2003: 47)
El acontecimiento de 1968 exigió demasiado a la voluntad humana al tomar a la
incertidumbre como el trasfondo permanente e inamovible, sin embargo, fue este
momento en donde el quinismo, que no es más que la filosofía de la vida para
tiempos de crisis, puede manifestarse como una alternativa para poner límite a
tantas exigencias y a tanta docilidad que nuestro mundo moderno demanda.
94
CAPITULO IV. ENTRE CINISMO Y QUINISMO EN LA UNIVERSIDAD: UNA
DUALIDAD INDISCUTIBLE EN LA ÉPOCA MODERNA
El presente capítulo intenta observar la manera en la que se presenta el cinismo
moderno en la sociedad y de manera específica en la universidad, esto sin la
intención de calificar o enjuiciar tales conductas cínicas, por el contrario, lo que
se pretende es identificar el actuar del hombre moderno bajo la categoría de
Razón Cínica de Peter Sloterdijk y la manera en la que se han configurado
Regímenes de Verdad de Foucault que han creado subjetividades e impactado
en el sujeto moderno.
Para no quedarme en la mera enunciación de tales categorías se hace necesario
tratar de realizar una búsqueda cuidadosa que me permitan ver la forma en que
se manifiestan tales categorías en la realidad, para tal propósito se trabajó el
acontecimiento estudiantil de 1968 el cual permitió observar de manera tangible
las diversas manifestaciones de cinismo y quinismo dentro de la universidad,
ambos como elementos característicos de hombre moderno.
Ante un acontecimiento tan trabajado y desgastado era necesario tomar aire
fresco para así dar paso a identificar y comprender esas singularidades o
saberes sometidos de la universidad en las maneras en las que jamás han sido
captadas y analizadas, esto con la intención de poder encontrar la posibilidad de
encontrar nuevas forma de interpretación, de tal manera que ver y mencionar el
acontecimiento de 1968 implique un desenmascaramiento de lo pasado, que si
bien marca el paso de lo que tenemos frente a nosotros, también nos posibilite
a redescubrir miradas distintas para reconocernos en la vorágine moderna.
95
4.1 Procesos de subjetivación: entre cinismo quinismo y regímenes de
verdad en la modernidad
A través de la revisión bibliográfica del trabajo de Foucault se puede identificar
que una de sus principales preocupaciones es “el análisis crítico del mundo en
el que vivimos en donde el objetivo principal no es sin duda descubrirlo, sino
rechazar lo que somos, promover nuevas formas de subjetividad rechazando el
tipo de individualidad que se nos ha impuesto durante varios siglos”. (Foucault,
2016:62).
No es que el presente trabajo pretenda hacer una reflexión del tamaño de las
investigaciones de Foucault, lo que sí es una realidad es que Foucault ha sido
un motivo de inspiración para tratar de comprender por qué somos lo que somos,
por qué pensamos lo que pensamos y por qué sentimos lo que sentimos. Para
esto fue importante comprender los procedimientos surgidos a finales del siglo
XVII e inicios del siglo XVIII donde se tenían por blanco a la población, por forma
mayor de saber la economía política, y por instrumentos técnico los dispositivos
de seguridad respaldados por construcciones discursivas que funcionaban como
juegos estratégicos de determinadas disposiciones, maniobras, tácticas o
técnicas, contexto que me motiva a pensar que todas las prácticas que definen
al sujeto van acompañadas por la formación de ciertos tipos de saberes más o
menos científicas.
Desde esta lógica el sujeto es producido a través del discurso y en el interior de
formas discursivas específicas y situadas históricamente. Por tanto, todos los
individuos en un período determinado llegan a ser sujetos de un discurso
particular y subjetivados por prácticas y saberes específicos. “El sujeto se
convierte en un efecto del poder y en el resultado de un conjunto de técnicas,
ciencias y otros tipos de dispositivos que permiten la fabricación del individuo
disciplinario" (Foucault, 2009:213).
Desde esta perspectiva que mantenían las primeras publicaciones de Foucault,
la subjetividad es resultado de los mecanismos de normalización en el individuo,
de la forma en que los dispositivos disciplinarios se articulaban entre sí y
96
producían un tipo de mentalidad congruente con las condiciones culturales
existentes, es decir, el sujeto no surgía sino en una encrucijada de relaciones de
poder y dominación establecidas históricamente.
Sin embargo, hacia el final de su vida y quizá con una mirada retrospectiva,
Foucault apunta que su principal preocupación no fue el poder sino el sujeto, ya
no la sujeción sino la subjetividad, la autoconstitución del sujeto mediante las
relaciones que tiene consigo mismo y que constituyen una verdadera resistencia
frente a las técnicas de poder – saber. Es esta forma de resistencia lo que
Deleuze denomina, haciendo homenaje a Foucault, como un pliegue, como “una
curvatura del afuera que constituye un adentro”. (Deleuze, 128). Un dobles o una
interiorización de la exterioridad en la cual se libran la batalla de las relaciones
de saber y poder. “Durante mucho tiempo Foucault había pensado el afuera
como última espacialidad más profunda que el tiempo; las últimas obras abren
la posibilidad de situar el tiempo afuera, y de pensar el afuera como tiempo, bajo
la condición del pliegue”. (Deleuze, 1987:141)
Si bien, la subjetividad deriva de las relaciones de poder y saber, esta no
depende completamente de ellas, pues la constitución de sí mismo y por tanto
de la subjetividad se da a partir de cómo esas fuerzas del afuera se pliegan sobre
sí mismas y puesto que la fuerza es esencialmente relación con otras fuerzas
también es inseparable a la idea de afectar y afectarse. (Deleuze, 1987:140).
La interiorización de esta lucha de fuerzas que se libran en la exterioridad queda
adheridas al sujeto adquiriendo un modo de independencia en relación consigo
mismo. Esto es develador ya que en sus estudios sobre biopolítica Foucault
menciona que el poder no tiene por objeto la vida, sino una vida que se le resiste.
De ahí que el pliegue como una forma de subjetivación se configure por las
relaciones de fuerza del exterior que trastocaran el interior o el “adentro” tanto al
lugar de resistencia del saber y el poder. La relación consigo mismo siempre es
un punto de resistencia en donde “al sujeto no le queda nada, puesto que
constantemente ahí que crearlo, como núcleo de resistencia, según la
orientación de los pliegues que subjetivan el saber, y doblan el poder” (Deleuze,
1987:138)
97
Sin embargo, en el momento histórico actual Deleuze se pregunta “¿a qué
poderes habrá que enfrentarnos?” (1987:150), ¿cuáles serán nuestras
capacidades de resistencia frente a un cinismo moderno que ha invadido la vida?
La lucha por una subjetividad moderna pasa por una resistencia a las dos formas
actuales de sujeción, una que consiste en individuarnos según las exigencias del
poder, otra que consiste en vincular cada individuo a una identidad sabida y
conocida, determinada de una vez por todas. La lucha por la subjetividad se
presenta, pues, como derecho a la diferencia y derecho a la variación, a la
metamorfosis. (Deleuze, 1987:139)
La conciencia quínica puede ser esa herramienta para continuar con la lucha por
la subjetividad y demostrar cierta resistencia, que aún en tiempos modernos
plagados de una falsa conciencia ilustrada, donde presenciamos una muerte
aparente del pensar, descubran dentro la universidad esas singularidades y
subjetividades otras, capaces de mostrar formas de pensamiento que se
conviertan en una especie de fuga o desterritorialización de las concepciones
universales forjadas en las altas cumbres teóricas del saber y el poder.
En un ambiente donde nos vemos acechados por nuevos tipos de saberes y
prácticas que fomentan el individualismo, la incertidumbre, la indiferencia y la
apatía, todas estas, prácticas que se han legitimado y convertido en regímenes
de verdad, se han acomodado de tal forma en el sujeto que difícilmente dejan
paso a la resistencia, “pues en la lucha de conciencias modernas todo gira
alrededor de posiciones superiores, es decir, las reivindicaciones de poder y
opiniones sagaces”. (Sloterdijk, 2014:58)
Este sujeto de conocimiento cínico se encuentra inmerso dentro de este nuevo
mapa social impregnado de elegancia, sin aparentes pretensiones, que proyecta
el arte de la banalidad con sus raros refinamientos y matizaciones conceptuales,
que ha conformado un gran arsenal teórico, no cede el paso a muestras de vida
quínica, a esas miradas necesarias que penetran el hueco del idealismo y la
arrogancia cultural actual, que develan lo desnudo y que pretenden reconocer
los hechos crudos, animales y sencillos que tan gustosamente desprecian los
amantes de lo superior. (Sloterdijk, 2014:46)
98
Este nuevo sujeto cínico moderno es el que no conoce de resistencias y batallas,
no se detiene en definir y transformar todo lo exterior que trastoca su ser, por el
contrario, se encuentra pasivo, impedido con prácticas ególatras, desganadas y
perezosas, un sujeto cosmopolita que ha configurado una nueva forma
superficial y mundana de ser y estar en el mundo. (Sloterdijk, 2014:96)
Sobre nosotros el espíritu cínico se siente como una especie de aleteo en el aire
y nuestra civilización, manifestando un total rechazo al insolente, al vivaz, al
atrevido y desesperadamente jovial, lo observa como una amenaza en contra de
toda la supuesta inteligencia reflexiva ya conquistada.
Esta falta de contacto con el sí mismo del sujeto moderno ha forjado una pérdida
de proximidad con su propia existencia, ha postergado el pensar como
oportunidad para problematizarse y desanclarse de los límites de su existencia.
En ambiente moderno como un nuevo estilo de vida se ha apodero no sólo de
los sujetos sino de las instituciones, “mutilado el pensamiento, ya no se piensa
pues la arrogancia es tanta que se ha convertido en la capacidad de superioridad
frente a todo, en donde lo esencial esta contra la vida”. (Sloterdijk, 2013:112)
La universidad como institución de la modernidad no logró salir bien librada de
los efectos de la ilustración ya que desde que surgió como fenómeno educativo
a finales del siglo XIX se vio envuelta en las diversas transformaciones, ya fueran
sociales, económicas o políticas. Al mismo tiempo ha sido una institución
sumamente activa en las diversas evoluciones sociales de cada momento
histórico, cambios que de múltiples formas han traído como resultado la
configuración de nuevas formas de organización. (Wittrock, 1996:84)
La universidad ha resistido una serie de situaciones que la han subjetivado y que
al mismo tiempo la han perfilado como la institución que conocemos, regida por
determinados saberes y fundada bajo regímenes de verdades que han
configurado un nuevo tipo de sujeto, cínico y quínico, que de diferentes formas
responden a las problemáticas del mundo moderno.
Una práctica común en la universidad que ha impedido pensarnos de formas
otras ha sido la creación de una especie de señoríos académicos, cínicos
modernos en su mayoría, que han creado un ambiente de manipulación y
99
complots que poco a poco se ha apoderado del ser y actuar de la universidad.
Este tipo de cinismo señorial en la universidad ha creado una especie de
espectáculo académico permanente y al mismo tiempo de fantasía, donde “todo
lo que aparece es bueno, y lo que es bueno aparece” (Debord, 2007:11).
Son estos cínicos dentro de la universidad quienes crean, reafirman y mantiene
vivo ese espectáculo repleto de fantasías, son esos cínicos tan ocupados con
ese gran arsenal teórico ya legitimado, que dejan de lado la posibilidad de
construir nuevas formas de reflexividad en torno la vida propia, al vivir juntos, en
sociedad y comunidad, de reconocernos en el Otro y en lo distinto.
Ahora con más insistencia el sujeto se ve orillado a aislarse de todo lo que
acontece a su alrededor, de vivir sin sentido, acechado y amenazado en todo
momento, en un ambiente donde cualquiera puede ser el verdugo dispuesto a
matar. Sloterdijk (2014: 156) lo deja claro en la siguiente afirmación “Con la
difusión del cinismo hasta convertirse en una mentalidad colectiva de la
inteligencia en el campo de gravitación del Estado y del saber, se quiebran los
antiguos fundamentos morales y culturales propios de la existencia”.
Presenciamos situaciones nunca antes vistas debido a la debilidad del sujeto,
quien se siente aludido y agredido por todo, vivenciamos un momento donde
toda situación, opinión o comentario puede resultar un serio problema a pesar
de tanto discurso a favor de la eliminación de la violencia, el esfuerzo por la paz
y la tolerancia; pareciera que estamos en un círculo vicioso de inútiles soluciones
que nos conducen al mismo lugar de inicio, ya lo menciona Sloterdijk (2014:21)
dado que todo se ha tornado problemático, el pensamiento no alcanza a
comprenderlo, entonces qué más da si no se retoma, si todo nos conduce a
nada.
Es cierto que estamos enfrentando momentos complicados en la actualidad,
pero también es cierto que no todo está perdido, la época de crisis actual exige,
para aquellos que quieran escuchar, demasiada voluntad para tomar como
estandarte la incertidumbre permanente, y frente a esa incertidumbre, frente a
ese mundo lleno de sombras, insolencias secretas y realismos de toda especie,
frente a este campo lleno de artimañas que se conoce pero de las que nadie
100
habla, es que se hace necesario el resurgimiento del quinismo como esa filosofía
de vida para tiempo de crisis.
Si bien este cinismo moderno como fenómeno actual se ha mantenido a toda
costa sigiloso y atento para actuar siempre de la mejor forma posible, sin
agresividad, sin violencia, en un ambiente de paz y armonía pese al estado de
cansancio y desesperanza en la cual se encuentra el sujeto, también se abre la
posibilidad de recuperar el ideario quínico, de romper con determinados
regímenes de verdad que han formado una comunidad que aparece inauténtica,
alienada de la vida misma y perturbada, para así optar por el camino de la libertad
y las ganas gozosas de vivir en lugar de andar embrutecido cual rebaño
domesticado, gobernado por las rutinas y convenciones de la gran ciudad
mundial y cosmopolita
4.2 Cinismo y quinismo como dualidad de la universidad moderna.
La universidad moderna con matices de quinismo, pero impregnada hasta las
entrañas de cinismo actúa como institución disciplinaria, impregnada de
elementos normativos que crean una sociedad, un tipo de lenguaje común y
ciertas prácticas sociales convertidas en regímenes de verdad que subjetivan el
hacer, pensar y sentir de los sujetos.
Las presiones a las cuales se ha sometido a la universidad, gracias a esta
producción de saberes, han incorporado un tipo de una inteligencia extravagante
y fría que se fue perfilando, desde el movimiento de la Ilustración. El cinismo
moderno que se ha configurado hasta nuestros días dentro de la universidad
funciona como una especie de cinismo de elite, en donde los estrategas, diría
Foucault la nobleza, son quienes dirigen el espectáculo cínico y al mismo tiempo
pelean por imponer y defender su integridad.
Son esta especie de cinismos señoriales los que generan diversas tensiones y
dificultades al interior de las propias instituciones, pues por una lado se resiste y
lucha por rescatar lo valioso de la universidad y de aquello que también la ha
conformado a lo largo de su historia como espacio para la reflexión y la búsqueda
101
de la verdad a través de la razón, que reconoce el valor de sus prácticas y
principios que han orientado y configurado a nuestras instituciones, y por otro
que nos conduce a la modernización, un tema inevitable frente a los grandes
cambios y retos que provienen no sólo del conocimiento, sino además de la
ciencia y la tecnología y de la incorporación de un nuevo ethos sobre la
universidad como resultado de la mundialización.
Con todo y los aciertos y desajustes de la universidad, el control social y la
normalización han sido implícito en la mayoría de las transformaciones que esta
institución ha sufrido a través del tiempo, en donde las relaciones de poder
aparecen y producen saberes que dirigen el actuar de la universidad. Relaciones
de poder no consideradas como un fenómeno macizo de dominación, sino como
relaciones que se ejercen en red, que producen resistencias y crean
subjetividades. “Esto es, hace que los individuos estén en relación unos con
otros, no bajo la forma de comunicación de un sentido, no bajo la forma del
deseo, sino bajo cierta forma que les permite actuar los unos sobre los otros”.
(Foucault, 2013, 163)
En la actualidad se hace evidente que la universidad moderna se encuentra
frente al papel de la obediencia, donde el realismo mundano del cinismo la ha
llevado a reproducir el modelo de un hombre socializado que ha perdido su
libertad desde el momento en que sus educadores han logrado plantar en él
deseos, ambiciones y toda clase de seducciones confortables para atraer al
hombre al servicio de meros fines y esperanzas de inmortalidad, poder y riqueza.
(Sloterdijk, 2014)
Es claro que la universidad ha reservado su carácter social para momentos
posteriores y que actualmente se gobierna bajo mandatos técnicos que abren la
posibilidad de lastimar el ser de dicha institución de la cultura, de abandonar el
camino para el debate, de utilizar la razón y la crítica, de ese modo que avanza
a la creación de los saberes no a través de su repetición, sino de su seguimiento
crítico. Y no se trata de desligar absolutamente a la universidad del mercado,
como si eso fuera posible, sino de regresarle su arte de inservidumbre voluntaria
y de indocilidad reflexiva (Valle, 2014:65)
102
Es en este momento donde se hace necesario identificar el papel de la
universidad, que independientemente de las órdenes del gobierno y demás
mandatos del exterior, pueda perfilarse como una institución libre de no dar
órdenes, pero sí de juzgarlas a la luz de la verdad. Así lo comenta Kant en El
conflicto de las Facultades (2003) sin una institución así la verdad no podría
manifestarse, pues la razón es libre por naturaleza y no admite ninguna orden
para tener alguna cosa por verdad”
Es en la universidad ese espacio libre para analizar y reflexionar las
discontinuidades, ese lugar de batallas y resistencias donde aún podemos
encontrar esa fractura o fisura en el tiempo para salir del escenario tan
desencantado que presenciamos, sólo en la universidad podremos encontrar la
posibilidad de mirarnos en el antiguo espejo del quínico y rescatar la verdadera
voluntad de saber y alejarla de la necesidad de dominio y ambición que
predominan en el actuar sin moderación de los hombres que le dan vida, que
más que académicos desempeñan un papel de políticos, son ellos, nosotros, los
que ocupan sus aulas, cubículos y oficinas, son ellos, nosotros, los que
descaradamente han incidido en la transformación de la universidad
convirtiéndola en un espacio de negociación, alejado totalmente de la presencia
de espíritu.
Así lo afirma Valle (2014:64) “ahora presenciamos una universidad que ni
siquiera es del Estado, sino del mercado. Sobre los llamados universitarios como
hombres de ciencia, al responder a exigencias fabriles, su identidad es la del
hombre de empresa”.
Resulta real y palpable que la universidad se ha transformado y se ha visto
envuelta por beneficios que en nada favorecen la autonomía de la razón. Si bien,
la universidad tiene como función básica pensar en el hombre a través del mismo
hombre, y dado que este es realmente complejo, qué caso tiene entonces
generar conocimientos abstractos y alejados de la realidad de los cuales la
población no se pueda servir.
Los hombres de acción involucrados siempre en la política no tienen nada que
hacer en las aulas. Las virtudes del político son incompatibles con las del hombre
103
de ciencia. No se puede ser al mismo tiempo hombre de acción y hombre de
estudio sin atentar contra la dignidad de una y otra profesión. (Weber 1989: 10)
La universidad está frente a una situación de riesgos incalculables en donde toda
planificación trae consigo transformaciones y casualidades y en el que los
antiguos ordenamientos no están ya a la altura de los nuevos acontecimientos,
donde “ninguna capacidad de pensamiento logra mantener el paso con lo
problemático y dado que todo se hizo problemático vivimos un momento en
donde todo da lo mismo” (Sloterdijk 2014:21)
Es inútil recomendar objetividad si por ello se entiende indiferencia frente a los
valores, cuando se trata de asuntos humanos de los hombres de ayer o de hoy
y de sus obras, malditas o benditas. (Weber 1989:16)
La manera de razonar los hechos, conocimientos, valores y los saberes dentro
de la universidad deben estar marcados por la curiosidad de descubrir, rechazar
e innovar acerca de lo que ya está dicho, se requiere recuperar todos aquellos
saberes sometidos que nos constituyen, nos organizan, nos subjetivan y que a
pesar de estar frente a nosotros los ignoramos y desconocemos. Requerimos
reivindicar el pensamiento como elemento indisociable de la universidad, pues
“pensar es inventar cada vez el entrelazamiento, lanzar cada vez una flecha
desde uno mismo al blanco que es el otro, hacer que brille un rayo de luz en las
palabras, hacer que se oiga un grito en las cosas visibles”. (Deleuze, 1987 :151)
La razón de ser de la universidad debería estar muy de la mano con el impulso
quínico, pues es dentro de ella que debiera fomentarse el pensamiento y la
reflexión ante lo humano de manera insolente, en el sentido quínico, de mostrar
la verdad al desnudo, lejos de enmascaramientos y atreverse a revelar diferentes
formas de acceder al mundo.
Es así como la responsabilidad del sujeto no es conformarse con un determinado
tipo de saber o con lo que la ciencia dice para tomarlo como verdad que se
construye alrededor de discursos fabricados. El verdadero hacer de quienes
habitan la universidad es descubrirse siempre de maneras distintas, repensar su
verdadero quehacer, conocerse a sí mismo, explorarse, decir la verdad con
respecto a sí mismo y constituirse como objeto de saber para sí mismo y para
los otros.
104
Permitirse efectuar por si solo una serie de operaciones sobre sus propios
cuerpos, sus propias almas, sus propios pensamientos, su propia conducta, y
hacerlo de manera tal de transformarse, modificarse y alcanzar cierto estado de
perfección, de felicidad, de pureza. (Foucault, 2016: 45)
El impulso quínico puede convertirse en ese detonante de irreverencia e
insolencia que permita la continuidad de la reflexión y la búsqueda de la verdad,
pero no una verdad única y universal fundamentada desde hace ya bastante
tiempo gracias al movimiento de la Ilustración, por el contrario, una verdad que
muestre la crueldad, desfachatez, .la insolencia y la realidad de los hechos que
nos hacen ser los que pensamos, lo que hacemos y lo que somos.
Es la universidad la que debería rescatar esa jocosa terquedad en la historia de
la insolencia pues funciona como un dispositivo de ventilación, en la universidad
la insolencia tenía un espacio en el que era tolerada aun cuando esta tolerancia
tenía vigencia temporal. (Sloterdijk, 2014:197)
Es una realidad que el hombre moderno se encuentra enajenado, ensimismado
y preocupado por todo y nada a la vez, sin embargo, el pensamiento quínico
puede ser la oportunidad de reconocer la animalidad del ser, de las prácticas, de
los saberes, de los procesos de formación que objetivaron al hombre en cuanto
ser que habla, vive y trabaja en las múltiples instituciones que conforman nuestro
mundo como las prisiones, los hospitales, los asilos y las universidades.
4.3 Manifestaciones del cinismo moderno en la universidad
Si bien el objetivo del presente trabajo no es juzgar el movimiento de la
Ilustración y mucho menos a la universidad, si trato de poner en evidencia que
este movimiento provocó la aniquilación de conocimientos, saberes y prácticas
particulares que Foucault (2014: 20) llamó “saberes sometidos” y que
prepondero saberes y prácticas que colocaban a la razón y la objetividad como
elemento determinante de conocimiento.
La universidad por su parte tuvo un papel estratégico en la transmisión de este
nuevo tipo de saberes que fueron convirtiéndose en regímenes de verdad y que
105
a la par fueron creando subjetividades que moldearon un nuevo sujeto de
conocimiento.
Fue esta desaparición y descalificación de saberes sometidos, de saberes de la
gente, tomados como ingenuos y carentes de verdad, lo que fue moldeando el
nuevo cinismo moderno, se fue perfilando un solo tipo de conocimiento que
respaldaba y justificaba aquellos convencionalismo y dogmas, alejándonos así
de la posibilidad de una verdadera critica, pues incluso está estaba sometida a
ciertos lineamientos. (Sloterdijk, 2014)
La ilustración que tendió a la cosificación y a la objetualización del saber hizo
callar el mundo de la fisiognómia, la objetividad que impusieron se pagó con la
perdida de la proximidad. Fue el movimiento de la Ilustración y dentro de las
universidades donde se inició la conformación de generaciones frías y abstractas
que haciendo una rememora urgente, se podría decir que cuando los estudiantes
de esta época se mezclaron con esos idealistas populares de incipientes tropas
impertinentes fue que surgieron tenaces pilotos de combate, juristas del sistema
o bien participes de la democracia. A estas generaciones les siguieron las
generaciones escépticas de los años cincuenta, y a esta la de los años setenta
y la de los ochenta entre los que se hace notar llamamientos del cinismo en la
nueva ola. (Sloterdijk, 2014:198)
Por lo que respecta al cinismo dentro de la universidad, nuestro saber sobre él
no puede ser en un primer momento otro que el de la intimidad, pues en todo lo
que es realmente moderno se advierte elementos cínicos y quínicos como parte
de nuestra fisonomía corporal, psíquica e intelectual.
El cinismo es una de las categorías en las que la conciencia infeliz se mira a los
ojos. Nosotros tenemos el espíritu de época cínico y ese saber especifico de una
situación mundial rota, complicada y desmoralizante en los miembros, en los
nervios, en la mirada y en la comisura de los labios. (Sloterdijk, 2014:227)
Las lógicas del cinismo teorizante dentro de la universidad lanzan señoriales
miradas de dominación sobre la realidad y nos enseñan que debemos estar
preparado para todo, en un mundo de riesgos incalculables donde los antiguos
ordenamientos no están ya a la altura de los nuevos acontecimientos. Fue así
como nos convertimos en hombres socializados y perdimos la libertad desde el
106
momento en que los educadores lograron plantar en él hombre de ayer y en el
actual deseos, proyecto y ambiciones. (Sloterdijk, 2014: 265)
De este modo, hablar de cinismo moderno es hablar de nosotros mismos, se
trata de tocar fibras sensibles de nuestro ser, de nuestra forma de vida, de lo que
somos y hacemos. Y como para hablar de un tema, invariablemente tenemos
que involucrarnos, para hablar de cinismo se hace necesario asumirse como
cínico, ensuciarse para hablar de suciedad, y no es que únicamente observemos
en el exterior, dentro de cada sujeto moderno, dentro de cada uno de nosotros
habita un cínico moderno intoxicado por la atmósfera que ineludiblemente nos
rodea.
Para no sentirnos tan aludidos, tratare de identificar dentro de un tiempo
específico las manifestaciones del cinismo dentro de la universidad, para esto
retomaré esos gloriosos años sesenta en México, de manera más específica me
ubicaré en el acontecimiento estudiantil de 1968 que permitió situar dentro de la
universidad expresiones cínicas típicas de la modernidad.
Acontecimiento de tal importancia que hizo un alto en el tiempo y que no
respondió al orden de los cuerpos ni de los sucesos, por el contrario, generó
censuras que rompieron el instante y que dispersaron al sujeto en una pluralidad
de hechos, una discontinuidad que puso en duda esos campos de sentido sobre
los que se regía la existencia. (Foucault, 2006:36)
4.4 El acontecimiento de 1968 como irrupción en la universidad
moderna
En aquel acontecimiento estudiantil surgió el Consejo General de Huelga,
integrado por estudiantes que representaban las diferentes facultades y
universidades involucradas en el movimiento. Los dirigentes del Consejo
General de Huelga desde un comienzo se negaron a entrar en la dinámica del
juego político, se mantuvieron al margen de negociaciones políticas tras
bambalinas que pudieran afectar los intereses políticos del movimiento, situación
que era muy común en aquellos y en estos tiempos, pues “en México todos los
107
movimientos, los más democráticos y las más justos, padecen de corrupción. En
el momento en que los líderes del movimiento estaban cerca del triunfo, se
vendían al gobierno. Es precisamente lo que se quiso evitar con el movimiento
estudiantil” (UnomasUno, 1993:2).
Sin embargo, con el transcurrir de los días el “Consejo General de Huelga se
convirtió en una autoridad y como tal incurrieron en todos los vicios que toda
autoridad incurre y comete, la arbitrariedad, la estupidez y la imposición”, así lo
comenta Marcelino Perelló en una entrevista que se publicaría en un suplemento
Especial del periódico UnomasUno para conmemorar los 25 años de aquellos
sucesos de 1968. (UnomasUno, 1993:19).
El acontecimiento de 1968 fue un momento de ruptura, que sin dudarlo dejo
marcas indelebles que obligan a reconocer la expresión insolente y desnuda de
un segmento de la población juvenil que tocó el límite de los convencionalismos,
que alzó la voz para manifestarse en contra de ellos a través de la desfachatez
de sus manifestaciones, fueron estos jóvenes quienes con una mente jovial y
fresca se apoderaron de las calles para manifestarse en contra de las promesa
y verdades tan gastada del progreso y prosperidad elaboradas en las altas
esferas cínicas.
También es cierto que después del 2 de octubre y de los esfuerzos por
reorganizar el movimiento, los más de los integrantes del Consejo General de
Huelga se vieron seducidos por las bondades que el poder representa y más de
uno tuvo que cambiar sus lealtades. De aquí la impresionante develación de las
actitudes cínicas de la modernidad, pues cada vez con más insistencia los
cínicos se congregaron junto a más personas lábiles, cargadas de resentimiento,
narcisistas e individualistas, que buscan cierto confort burgués y prestigio.
Este acontecimiento mostró que el hombre sencillo puede romper las barreras
de los convencionalismos y de los intereses mezquinos individuales, pero al
mismo tiempo develó lo seductor que puede resultar estar de lado de quienes
ejecutan otro tipo de poder ligado a la ambición aniquilando por completo la
actitud quínica que un primer momento se ponderaba y poniendo en evidencia
esa inteligencia perversa y desclasada que aspira a los honores y
reconocimientos.
108
Allí donde Diógenes de Sinope exteriorizaba el deseo con el “no me quites el
sol”, los partidarios del cinismo moderno aspiran incluso “a un lugar en el sol”, no
tienen ninguna otra intención más que la de pelearse cínicamente por los bienes
de la felicidad que Diógenes hubiera rechazado. (Sloterdijk, 2014:301)
Luis Tomas Cervantes Cabeza de Vaca lo menciona de la manera más ilustrativa
y cínica posible, mostrando como el cínico moderno va en busca del confort y la
aceptación sin importar los ideales que alguna vez dirigieron su actuar.
Gilberto Guevara niebla fue subsecretario de Educación, Gustavo Gordillo
estuvo en la secretaria de la reforma agraria, Oscar Levin Coppel le hace
propaganda al PRI, Eduardo Valle fue diputado federal al igual que Raúl Álvarez
Garín, todos ellos fueron parte del Consejo General de Huelga, las más hemos
trabajado para el Estado porque la verdad esta medio cabrón ¿verdad? Y todos
tenemos la necesidad de trabajar y comer. (UnomasUno, 1993: 37)
Con demasiada facilidad podemos encontrar que a la gran mayoría de los sujetos
se les atrae con expectativas y fascinación de tantas anécdotas encumbradas
desde las grandes esferas de poder, que más temprano que tarde sucumben
ante el contenido teórico, de prácticas y saberes que están de lado de la verdad.
En un lenguaje moderno se puede expresar con pocas palabras lo que
rechazaban los contemporáneos de Diógenes que la civilización moderna ofrece
en tentaciones, seducciones confortables para atraer a los hombres al servicio
de sus fines: ideales, ideas del deber, promesas de liberación, esperanzas de
inmortalidad, metas de ambición, posiciones de poder, riqueza. Desde un punto
de vista quínico todo esto compensaciones que un a un Diógenes no lograrían
seducir. (Sloterdijk, 2014: 262)
Resulta complicado comprender que la existencia no tiene que buscar nada fuera
de sí misma y que en la naturaleza no encontramos nada por lo que tengamos
que avergonzarnos, lo que sí es realmente una bestialidad real en espíritus
pervertidos la encontramos justamente allí donde se introduce la arrogancia de
la moral, las complicidades, los intereses, las intrigas y las complicaciones de la
cultura.
Precisamente esto lo retoma Joel Ortega miembro activo del acontecimiento del
68 acerca de la captación hecha por parte del gobierno de los dirigentes del
109
Consejo General de Huelga, “el ingreso de ellos del otro lado es algo que habla
de su empobrecimiento moral y de la condición humana porque no se puede
abdicar al sueño de cambiar todo por un pinche salarios de cuarta” (Unomásno,
1993:30)
Marcelino Perelló comento al respecto, “Más que contrario a la ética, diría que
es contrario a la estética, porque es de mal gusto haber participado de un Estado
que es igualmente podrido al que combatieron hace 25 años, que no es ni mejor
ni peor, es la misma cosa”. (Unomásno, 1993:26)
No sorprende dar cuenta de que muchas veces el cinismo de los que protestan
coincide con el limpio cinismo señorial de los estrategas, sus intereses son
mutuos, igual de vagos y mundanos. Al respecto se puede mencionar a otro
cínico dentro de lo universidad, Pablo Gómez quien fuera Estudiante de
Economía de la UNAM e integrante del CGH y quien después se desempeñará
como diputado federal y miembro del Consejo Nacional del PRD.
Lo que podemos observar es que el proceso de civilización nos ha enseñado a
distanciarnos de los hombres y de nuestros ideales, de tal manera que lo que
tenemos delante de nosotros son meros objetos, ante nuestros ojos vemos que
las ciudades se han convertido en masas amorfas donde extrañas corrientes de
alienados transportan a los hombres a los diferentes escenarios de sus intentos
y fracasos de vida moderna.
Al tomar cierto distanciamiento de nosotros mismo no podemos dejar de sentir
cierta melancolía al identificar que nuestra conciencia cínicas se encuentra ya
tan adiestradas que nos vemos imposibilitados para comprender las sutilezas de
la vida, por el contrario nos esforzamos por comprender lo más complicado, y no
lo más sencillo, y caemos en la cuenta de que lo perverso nos parece normal, y
es allí donde el cinismo gobierna que vamos a la búsqueda de todo, menos de
la existencia.
La mirada cínica invalida la vida, la comprende en el mejor de los casos como
mero fenómeno, la registra y sigue reflexionando en torno a su auto
conservación. (Sloterdijk, 2014:235)
110
En el curso de los siglos la ciencia de la época moderna se separó de todo
aquello que no toleraba la intuición, la empatía y la proximidad, el intelectual que
se viene configurando dentro de la universidad ha cedido a la capacidad de
comportarse como ser que habita en el mundo, él piensa conceptos de distancia,
no de amistad, busca las visiones generales y cada vez menos las de
acercamiento.
4.5 El retorno del quinismo moderno en la universidad
Desde la Edad Media tardía las universidades fueron ganando importancia en la
economía social de las insolencias y de la inteligencia cínica, no eran en absoluto
centros de enseñanza y de investigación (Sloterdijk, 2014: 276). Sin embargo,
en ellas se movía siempre una inteligencia quínica y goliardica, ambas
extravagantes y lo suficientemente inteligentes como para reconocer siempre
algo más que la mera pedantería. (Le Goff, 1990)
Los profesores e intelectual dentro de las universidades siempre han aparecido
como locos de sus propios edificios de enseñanza, dicho de una forma moderna,
se encuentran regularmente colgados de sus discursos. En todas las facultades,
por doquier callejean charlatanes presumidos que embrollan las cosas más
simples hasta la incomprensibilidad, los juristas no menos que los filósofos, los
teólogos por supuesto y los médicos tanto más. (Sloterdijk, 2014:284)
A pesar de esto también es grato saber que en las universidades, sin importar el
momento histórico en el que nos encontremos, siempre ha existido la posibilidad
de actuar en los límites del deber ser y hacer; gracias a este actuar en la periferia,
de dar saltos entre la norma y saliendo de ella, es que podemos experimentar
realmente lo que es la vida, de darnos ese espacio de contemplación que tanto
requerimos en la actualidad, de dar un salto a la vida misma y tener así una
experiencia en la forma de un viaje y un proyecto de existencia despierta.
Es cierto que las universidades a través del tiempo han ejercido una labor
esquizoide, pero también es cierto que dentro de ella la juventud sin
motivaciones y desesperadamente inteligente aprende a superar los estándares
111
generales de lo absurdo. Eso fue lo que sucedió en el acontecimiento estudiantil
de 1968 en México, fue la manifestación de una acción brillante, de creatividad
extraordinaria, de fiesta y júbilo por desenmascarar todas aquellas mentiras
plagadas de raciocinio, buen juicio y verdad, de tal modo que no lo podemos
minimizar ni acotar sólo en una fecha, pues desde el inicio del movimiento el 26
de julio de 1968 se empezó a configurar un nuevo tipo de subjetividad, de
resistencia y de repliegues, un nuevo tipo de prácticas y saberes convertidas
hasta el día de hoy como regímenes de verdad.
Las experiencias estudiantiles y académicas que se vivieron en el año de 1968
contribuyeron a la creación de un nuevo sujeto de conocimiento, que, si bien no
impacto de la misma forma a todos los que vivieron de cerca este momento
histórico, si tocó fibras muy sensibles de algunos dispuestos a no dejarse llevar
por las trampas de lo mero superficial y aparente.
Tal y como comenta Marcelino Perelló (Proceso, septiembre 31 de 1978) “El
movimiento estudiantil de 1968 fue más que el 2 de octubre”, mostró a una
población estudiantil distinta, creativa, “Echada hacia adelante” (Jardón, 1998)
que trazó formas tan diversas, pacíficas y legales de hacerse escuchar, de salir
del confort de las aulas y expresar mediante argumentos incomodos todas las
irregularidades que ellos percibían en su cotidianidad.
Esta generación universitaria intrépida, distinta, más libre que nunca, con
afanosos matices de quínismo, fue la precursora de un movimiento brillante, que
gestó la realización de una obra fuerte, social, masiva, joven y fresca, al margen
del ejercicio del poder, al cual criticaban, cuestionaban y se enfrentaban cara a
cara con él; sin duda fue un acontecimiento que cimbró la conciencia de los
mexicanos al poner en evidencia la verdad de los hechos y la crudeza de la
realidad.
La verdad tiene enunciados que van contra todos los convencionalismos y el
quínico desempeña el papel de un moralista que pone de manifiesto que hay que
chocar contra la moral para salvarla (Sloterdijk, 2014:229)
Fue en los años sesenta que la juventud no sólo en México, sino en el mundo
entero ya no acepto su papel de súbdita y se lanzó contra las altas esferas de
112
que detenta la verdad; ese espíritu quínico insobornable y soberano encontró la
posibilidad de increparlo, burlarse y sospechar de él.
El ideario quínico de los años sesenta se convirtió en ese empuje que provocó
al sujeto a la libertad de acción y expresión, al desapego, la autosuficiencia, el
distanciamiento de todos los convencionalismos y leyes universales, de todo
aquello que le produce perturbación o angustia y lo posibilitó a elegir una actitud
vital caracterizada precisamente por la autenticidad de sus posiciones y
pensamientos, corrosivos, agresivos, en contra del sistema al modo quínico de
Diógenes de Sinope.
Sólo un jocoso quinismo nunca estará dispuesto a olvidar que la vida no tiene
más que perder que a sí misma y precisamente esto fue lo que sucedía con los
jóvenes de la universidad de los años sesenta, lo recuerda así Marcelino Perelló
(Unomásuno, 1993:18)
Yo no sé cómo a chavitos de veintitantos años – yo tenía 24 y era de los mayores
– se nos ocurrían tantas cosas, cómo fuimos capaces de hacerlo, de arriesgar el
pellejo, porque aun estando de lado bueno de la trinchera, seguro hoy no
actuaríamos con la misma iniciativa y valor de entonces. Es más, cuando el
ejército tomó CU, ellos y los tiras tiraban a matar, por supuesto que no existían
las fotocopiadoras y veías a los chavos corriendo hacia el pedregal, cargando
juntos los mimeógrafos de sesenta kilos con el riesgo de que te tronaran, en lugar
de ¡sálvese quien pueda!
Justo éste, el que se menciona anteriormente Marcelino Perelló Vals es el
quínico que en el presente trabajo se pretende rescatar como aquel que rescata
la intimidad, y lo convival, el que sabe que todo tiene forma y que toda forma nos
habla de una manera múltiple, donde la piel puede oír, los oídos capaces de ver,
y los ojos distinguen el frio del calor.
Marcelino Perelló Vals un claro ejemplo de quinismo surgido en el
acontecimiento de 1968, insolente, desvergonzado y quínico hasta los últimos
días de su vida. De espíritu libre y desenfadado, quien con sus argumentos
descarados, desvergonzados y alejados del buen decir, penetraba los huecos
del idealismo y la arrogancia cultural. Para el cínico moderno tal personaje podría
resultar incómodo, amenazante incluso anormal, así lo mencionaba en el
113
momento de describirse no sólo él sino aquellas personalidades perturbadoras
para el cínico, difíciles de tratar en un momento de falsedad total y buenas
costumbres.
No es un chavo “normal”. Normal quiere decir, común, frecuente, usual,
establecido, previsible. Si uno tiene una conducta “rara”, es decir poco común,
inusual, atrevido e imprevisible, entonces uno es anormal.
Tal calificativo es estrictamente correcto. Es un anormal, un loco. De acuerdo.
¿Será necesario recordar que muchos de los grandes pensadores que han
dirigido el rumbo de la sociedad, el arte y la ciencia del mundo han sido
anormales, locos? Desde Sócrates de Atenas y Jesús de Nazaret, hasta
Sigmund Freud y Vincent van Gogh, pasando por Cristóbal Colón y Charles
Baudelaire? (Excelsior, julio 26 de 2011)
Así es el quínico, un loco y anormal, de presencia in – complaciente, que
haciendo referencia al perro sencillo, como se les conocía también a los quínicos,
acariciaban a los de casa y ladraban a los extraños, y en ese ladrido cargado de
argumentos plagados de verdad, no encumbrada en los grandes sistemas
filosóficos, políticos o sociales, sino una verdad emanada lejos de las pasiones
y los deseos, una verdad que surge de las ilusiones y voluntades que surgen de
la necesidad de una vida que reclama ser realmente vivida.
No se hagan ilusiones. Y es que hacerse ilusiones, ay, acostumbra a llevar,
indefectiblemente, a las desilusiones. En las expectativas políticas, económicas
o amorosas. No es recomendable hacerse ilusiones, ¡pero es que vivir sin
ilusiones es tan putamente aburrido! (Excelsior, febrero 1 de 2011).
El ideal de la vida del quínico era estar los más cercanamente posible de la
búsqueda de la virtud, del bien y de la felicidad, el hablar sencillo era una
verdadera cualidad que ponía en evidencia el engaño de los conceptos y grandes
pensamientos teóricos, en este hablar veraz dejaban entrever la trampa de todo
concepto universal y la arbitrariedad de los convencionalismos cuestión que
Perelló Vals denunciaba cada vez que tenía oportunidad.
114
La democracia termina en el momento que cruza uno el zaguán de la fábrica. Y
quien dice fábrica dice oficina, dice mina, dice estudio, dice despacho, dice taller,
dice nave, dice instalación.
En ese momento, los conceptos de ciudadanía, igualdad, libertad de expresión
y asociación dejan automáticamente de funcionar. La política democrática, hoy,
no es más que un buen manejo publicitario. Propaganda y publicidad van de la
mano. (Excelsior, febrero 8 de 2011).
Marcelino cual quínico cultivaba la desvergüenza y la animalidad de las acciones
no como algo inferior sino como una manera de enaltecer lo verdaderamente
humano tal como los perros, antiguos quínicos impúdicos. Esto lo hace notar
cuando hace referencia al actuar del hombre en el mundo moderno “He ahí una
propiedad inherente a los mamíferos: convertir delicias en excremento”
(Excélsior, enero 19 de 2011) y es otra característica quínica que también
menciona Sloterdijk (2014:243) cuando hace alusión acerca de que el quínico no
se asquea de la mierda, la reconoce tan bien que de ahí su postura crítica hacia
todos los universalismos y lo que tenga que ver con nuestro adiestramiento y en
eso está emparentado con los niños que todavía no saben nada de la negatividad
de sus excremento.
Fue esta alusión a la conciencia natural que valora positivamente las vertientes
animales de lo humano, lo que también le dio la posibilidad de reconocerse muy
cercano a una teoría pantomímica, cercana incluso a la sátira, donde se
contradice todo ese gran arsenal de prácticas y conceptos haciéndolos parecer
ridículos, develando su inutilidad y la ineptitud y falta de interés con lo
verdaderamente humano, donde funcionar en este caso, quiere decir matar y/o
destruir.
Llega con su terapista, y éste lo recibe con una muy amplia sonrisa: “¡Siéntese,
amigo mío, siéntese! Le tengo magníficas noticias. Después de analizar
cuidadosamente su expediente, hemos llegado a la conclusión de que puede
usted despreocuparse del todo. No padece, mi estimado, de un complejo de
inferioridad. Usted es realmente inferior”. (Excélsior, febrero 1 de 2011).
115
El quinismo moderno al igual que el antiguo lanza argumentos desnudos con el
fin de desenmascarar todo aquello que viene desde las altas esferas del poder,
sus argumentos proceden de abajo. En un momento histórico donde el hombre
gusta de ser protagonista del mundo, donde desea el respeto y una vida llena de
honores, el quínico da cuenta de la vileza con la que se mueve el mundo
moderno. Hoy por hoy nos enfrentamos a un coro deplorable de personajes mezquinos
que no ven más allá de un palmo de sus narices, y ese palmo sólo contiene
intereses inmediatos y pecuniarios. Contemplar a los Trump, Macron, Putin, May,
Rajoy, Tener. Escuchar sus sandeces y caérsele a uno el alma al suelo es
automático. (Excélsior, junio 27 de 2017)
Esta forma de poner en evidencia la bajeza del actuar mundo moderno, de sacar
a la luz lo privado, de no darle importancia a los temas destinados para ciertos
momentos y ciertos lugares, tienen que ver con una actitud de subversión, que
sirve como una fuerza contestaría a todo lo establecido y legitimado, es una
manera de darse cuenta de la nada a lo que todo nos lleva, pero no en una
actitud conformista e indiferente, por el contrario tiene que ver con demostrar
que un es posible trastocar los límites que nos encuadran. Y quienes lo hagan
deben ser conscientes del riesgo que conlleva, pues en esta actitud quínica ante
la vida se corre el riesgo incluso de perderla.
Lo realmente importante es que quienes encabezan esa magnífica travesía,
tengan los sesos, el corazón, los huevos y el hígado necesarios para culminarla
con éxito. (Excélsior, julio 11 de 2017)
“No se escandalicen, señoras mías, no tiene ningún mérito. Lo peor que te
puede pasar es que te mates o te maten. Que mueras. Y la muerte, de todos
modos, es inevitable”. (Excélsior, enero 18 de 2011)
Y es que el quínico por naturaleza tiene la necesidad de salir y hablar de lo que
vive y vivir de lo que habla, tiene la imperiosa necesidad de expresarse alejado
de ideas y conceptos abstractos, de prescripciones y normas.
Y reivindico mi derecho inalienable a sostener una posición crítica, exponerla
abiertamente, y a defender mis puntos de vista, en esta y cualquier otra cuestión,
116
sin tener que ser sometido a argumentos ad hominem calumniosos… soy más
amigo de la verdad. Y hay cosas que no deben, no pueden ser pasadas por alto.
(Excélsior, abril 19 de 2011)
Este hombre de espíritu inquebrantable con la necesidad imperante de develar
la verdad siempre está dispuesto a hacer frente a las mentiras dominantes por
más que esto implique un clima de tensión, escándalo y en muchas ocasiones
repudio social. Sin embargo, es y ha sido a través del tiempo este proceso de
develar la verdad, de sospecha constantes y de insolencia en el sentido quínico
la que ha permitido asumirnos de formas distintas y paradójicamente es así como
se ha constituido y cómo funciona la historia de la inhibición a la que estamos ya
tan acostumbrados.
Todos estamos al corriente de que el progreso ha realizado en los últimos
decenios, en los últimos años, en las últimas horas, progresos impensables. Lo
que ya no sabemos es exactamente en qué consiste ese progreso.
Ha llegado el momento en el que nos vemos obligados a ponerle comillas a la
palabra progreso. “Progreso”. Parece mentira, es decir no es verosímil, y aunque
no nos parezca verdad, es real. (Excélsior, agosto 23 de 2011)
El quínico advierte que detrás de todos esos conceptos cargados de cierta
racionalidad y objetividad se esconde la mirada cínica, con la cabeza inclinada
reflexivamente mirando su propia estrategia reconociendo que tras de todo lo
que se presenta como ley se oculta una gran parte de fuerza y arrogancia.
(Sloterdijk, 2014: 234)
Las cosas no van bien. El tan mentado “progreso” no sólo nos ha deshumanizado
y aislado los unos de los otros, sino que además está introduciendo una dosis
altamente tóxica de irracionalidad en la vida individual y colectiva. Reina una
cierta frialdad psicótica, que nos impide la consideración cálida del otro.
(Excélsior, julio 24 de 2013)
El retroceso es considerado un progreso. Las amenazas se vuelven promesas y
se ven buenas intenciones donde sólo las hay perversas. (Excélsior, marzo 22
de 2016)
117
El impulso quínico que caracterizaba a Perelló Vals intentan lo que ninguna otra
política o ningún otro arte puede quitarles, marchar en actitud lucida contra la
infiltración de las divisiones y de las inconsistencias de la existencia individual,
penetra y desarrollar las propias posibilidades de existencia. Daba cuenta de la
cosificación y segregación social que se impone desde altas esferas de poder
aun cuando sus discursos estén llenos de paz, tolerancia, armonía y también
sangre (Sloterdijk, 2014)
La prevención y la desconfianza imponen su jerarquía. Los valores morales se
supeditan a las normas administrativas y éstas a los criterios del beneficio y el
rendimiento en su acepción más basta y deplorable. El “enganche” entre sujetos
se desvanece, y con él la condición misma de sujeto y de sociedad. Nos
cosificamos a ojos vista. La fraternidad y la generosidad encuentran lugar cada
vez con más dificultad. Hoy por hoy, los mercaderes del templo tienen la sartén
por el mango y el látigo por la empuñadura.
Para alienarnos recurren a insidiosos subterfugios obnubilantes. Determinan
incluso cómo ordenar nuestra existencia llana, proponen objetivos ridículamente
fatuos inoculando necesidades. Vivimos indolentes cada acontecer
meciéndonos en la lasitud estupefacta veladamente orquestada. Esta languidez
lógicamente adormece sentimientos auténticos bloqueando empatías,
estimulando soledades decididamente egocéntricas, asfixian hermandades
innatas.
Me niego a admitir un mundo de clientes y mercachifles, en el que las reglas del
juego sean la suspicacia, el provecho y el aprovecharse. Definitivamente no es
éste el progreso al que los hombres y las mujeres libres aspiramos.
Se trata de actos de una crueldad extrema agravados por la cobardía de la
ventaja y la complicidad a menudo anónima. (Excélsior, julio 24 de 2013)
El quínico de un espíritu indomable para vivir la vida, con una fuerza inalterable
y un tipo distinto de subjetividad que habla claro y veraz, que lucha y resiste, se
ve seducido por el desenmascaramiento de la verdad aun cuando esto lo lleve
a jugarse la vida, para lo cual se requiere suficiente valentía, coraje o
desvergüenza para poner en evidencia ante la multitud la arbitrariedad, la
sinrazón y lo letal que pueden resultar los convencionalismos que rigen nuestra
modernidad.
118
En este caso, nuestro quínico de la modernidad no advirtió lo cruel y despiadada
de la sociedad, no intuyó la brutalidad de la sociedad actual que está dispuesta
siempre a atacar cruelmente con tal de defender lo bueno, lo normal y lo que se
encuentra de lado de los discursos de verdad.
Tales atrocidades han existido por supuesto desde que el hombre es hombre y
la turba, turba. Han cobrado mil formas distintas, desde los autos de fe
medievales hasta el ahora llamado bullying, pasando por los linchamientos,
materiales o simbólicos, de todo tipo, condición, tiempo o lugar. El
encarnizamiento es la más brutal de las facetas del sadismo que habita, con
mayor o menor virulencia, en cada uno de nosotros.
La cosa es que el mentado progreso no ha atenuado en absoluto tan deplorable
conducta. Yo diría que incluso la ha exacerbado. Un instrumento privilegiado
para defenestrar y denigrar, hasta límites y consecuencias imprevisibles, ha sido,
desde hace mucho, la prensa. A ella se ha añadido, muy recientemente, una
nueva arma especialmente temible, insidiosa y maligna: las tan concurridas y
ensalzadas redes sociales. (Excélsior, agosto 18 de 2015)
Al fijar su mirada, el quínico reconoce los hechos crudos, animales y sencillos
que tan gustosamente desprecian los amantes de lo superior, hechos donde se
experimenta la verdad moderna tapizada de máscaras y donde gustosamente
se mantiene el cínico sigiloso con sus poses idealistas llenas de intriga y
confabulación dispuesto siempre a atacar.
Fuimos convertidos en tribuna y altavoz inmejorables para el rumor, la calumnia,
la difamación y el infundio, espontáneos u organizados.
Las masas se convierten en detectives, fiscal, juez y verdugo, todo a la vez y de
un solo golpe. El arbitrio gregario se vuelve arbitrariedad y brinda una plácida
sensación de seguridad e impunidad. Son tantos que no pueden estar
equivocados, están del lado del bien, sin titubeo alguno. Conciencias tranquilas.
Confort puro. (Excélsior, agosto 18 de 2015)
A pesar de que los placeres más elementales del quínico era estar tumbado al
sol, observar el ajetreo del mundo, cuidar su cuerpo, y no tener que esperar a
nada, en la actualidad el quínico tendría que esperar de todo, pues la calumnia,
la difamación, el odio y resentimiento social son ahora componentes que juegan
119
un papel importante en ese difícil arte del hablar franco. Sin embargo, de que
más se trata la vida sino de un riesgo permanente. Así lo escribía Perelló Vals
(Excélsior, marzo 15 de 2017) “La vida es imprevisible. A lo mejor es eso lo que
la hace maravillosa —en ambos sentidos de la palabra— y tan digna de ser
vivida”.
En un momento donde encontramos el cinismo a granel, donde ya no estamos
tan dispuestos para atender las insolencias quínicas, debemos ser cautelosos y
advertir que, si bien aún hay espacios para mantener una actitud quínica,
también debiéramos considerar que esas posiciones y pensamientos que
pudieran percibirse como corrosivos pueden ser determinantes para la vida
incluso para la muerte.
En la vida, tanto individual como colectiva, se llega siempre, inexorablemente, a
esos momentos decisivos, culminantes, cardinales, que dan sentido a todo el
acontecer previo y dirección al acontecer venidero. En los momentos cardinales
ya no tiene uno nada que decidir. Todas las decisiones ya fueron tomadas antes
y nos condujeron a este punto en el que todo se juega. (Excélsior, septiembre 22
de 2015)
Y efectivamente, fue este personaje quínico que se formó y vivió dentro de la
universidad, quien da cuenta de que aun en tiempos revueltos parecidos al de
una estampida, nuestro inconsciente nos demanda, para quien tenga la voluntad
de hacerlo, vivir de formas distintas, como sea y contra quien sea, aunque en
eso mismo se valla la vida misma. “El tiempo se acorta para mí...” Así empiezan
las que habían de ser las memorias de Marcel·lí Perelló i Domingo, mi padre.
(Excélsior, marzo 8 de 2011)
Marcelino sabía que los accidentes ocurrían, su muerte fue un accidente, una
mala jugada del destino que llegó como un acontecimiento súbito y nefasto, de
consecuencias menores o mayores, que se atraviesan de vez en cuando en la
vida de los hombres, rompiendo su decurso previsto.
120
Ven, parca querida. Tú sabrás cuándo y cómo. ¿No podría ser yo el 30 mil uno? Así, esta carnicería me sería menos amarga e insoportable. Lo dejo en tus manos. El pinche apego a la vida no me deja vivir. (Excélsior, agosto 2 de 2011)
Así fue la muerte de eso hombre de una sola pieza, que quizá fue esa su gran
debilidad, pues algo se tronó dentro de él y fue eso mismo lo que acabo con todo,
menos con su legado, para unos más importante que para otros, pero legado
tangible de lo difícil, riesgoso y valiente que se vuelve en estos tiempos hablar
de otros tipos de verdad.
Y el mejor augurio lo deja el mismo Marcelino “el mejor pronóstico del clima, el
que posee más probabilidades de acertar, es: “Mañana reinará un tiempo muy
parecido al de hoy” (Excélsior, julio 19 de 2011)
121
REFLEXIONES FINALES
Tratar de hablar de la universidad es siempre una tarea complicada, más aún
cuando quien habla es parte de ella, sin embargo, estar cerca de esta institución
me permitió tener una postura no tan difusa acerca de su realidad e identificar
aciertos, pero también las sinrazones en su forma de actuar.
El análisis realizado a la luz de la Razón Cínica y los Regímenes de Verdad me
ayudó a realizar un reconocimiento de estos dos elementos dentro de la
universidad identificando que tal institución no es ajena a conductas y prácticas
insolentes y de cierta desfachatez (quinismo), pero donde también se da lugar a
la manifestación de conductas y prácticas con matices de refinamiento,
simulación y diplomacia (cinismo moderno).
La Escuela Cínica en la Grecia Antigua junto a los proceso de subjetivación me
han permitido reconocer al quínico insolente como aquel que se tomaban la
libertad de hacer frente a las mentiras dominantes, el que estaban en contra de
la fama y los honores, quien veían en su decir veráz la oportunidad de poner en
evidencia ante la multitud, la arbitrariedad de los convencionalismos, a quienes
se daban la oportunidad de hablar claro frente al poderoso, a esos valientes y
llenos de coraje o desvergüenza para poner en evidencia y desenmascarar una
serie de reflexiones que han dividido la conciencia del hombre eliminado,
afortunadamente no por completo, la experiencia de un vivir quínico.
El quínico insolente que tenía amor por la verdad, el que ponía en evidencia la
verdad de los sucesos, lejos de encubrimientos, aquel que presentían el engaño
en las abstracciones idealistas y en el pensar racional, el que no habla en contra
del idealismo, más bien vive contra él, aquel insolente que muestra una
inteligencia desclasada y plebeya que engendraba argumentos desnudos desde
la oposición se desvanecido, dejó de manifestarse libremente en el mundo
debido a las trasformaciones y generación de ciertos discursos que preponderan
un estilo de vida indiferente, despreocupado y ligero.
Si bien antes del S. XVIII ya se venían configurando ciertos regímenes de verdad
que impactaban en la forma de ser y estar en el mundo, fue en este período de
la Ilustración cuando se dio paso a la configuración de un nuevo tipo de historia,
122
una historia de la inhibición, del control y disciplinamiento del hombre, una nueva
historia plagada de saberes colocados en la vida real como meros mecanismos
de control que posteriormente fueron convirtiéndose en régimen de verdad que
subjetivaron hasta nuestros días al hombre moderno.
La Ilustración fue la precursora de la normalización y encuadramiento de las
mentes, de las formas diversas de mirar, ser y estar en el mundo, con ella fueron
estableciéndose regímenes de verdad, discursos científicamente comprobados,
que actuaban dentro de mecanismos de poder que acabaron por determinar e
instaurar un discurso que fue bien acogido por la conciencia burguesa y que se
volvió una práctica cotidiana en la forma de vida.
Los saberes objetivados, universalizantes y neutrales característicos de la
ilustración entraron en una lógica de poder, donde se inició un juego que logró
establecer un discurso abstracto y frío dando como resultado una actitud
conformista que fue modelando y originando un nuevo tipo de sujeto cínico
colmado de una razón cínica con mentes cosmopolitas e inteligentes se ha ido
acumulando un saber mundano que se mueve elegantemente entre hechos
desnudos y fachadas convencionales. (Sloterdijk, 2014:39)
Esta creación de saberes, que no son mentiras pero que tampoco son verdades,
han impactado directamente en la configuración de nuevos regímenes de verdad
dando como resultado la creación de nuevas prácticas de subjetivación que
establecen y dictaminan lo racional, lo científico y lo verdadero. Donde la verdad
se encuentra reglamentada y sujeta a ciertas normas jurídicas que ponen en
circulación enunciados, discursos, prácticas y saberes producidos por sistemas
de poder, todos estableciéndose como acciones estratégicas que ponen de
manifiesto las reglas para promover determinados saberes que generan
verdades, subjetividades y un nuevo sujeto de conocimiento.
Este nuevo tipo de conciencia cínica, rígida y disciplinada configurada a través
de regímenes de verdad se encuentra perezosa y apática frente a cualquier tipo
de realidad; donde la indiferencia y la desgana ante todo problema es lo que
impera en gran parte de las instituciones que conforman nuestro entramado
social. Este nuevo tipo de sujetos indolentes viven en una sociedad sometida a
la mentira y a la indiferencia, a un saber frívolo y mundano que se mueve
123
elegantemente plagado de cierta amargura, pero al mismo tiempo aprende la
sonrisa mordaz y perversa para matizar su actuación.
Este nuevo cinismo moderno es el que caracteriza al sujeto moderno y que
posee una falsa conciencia ilustrada, “moderna y desgraciada en la que la
ilustración ha trabajado al mismo tiempo con éxito y en vano, que ha aprendido
su lección sobre la ilustración, pero ni la ha consumado ni quiere consumarla”
(Sloterdijk, 2014: 40)
Conciencia cínica profesionalizada y entrenada que responden ya no a las ganas
gozosas de vivir, como es el caso del quínico, sino a determinadas fuerzas de
poder, que han subjetivado al hombre moderno hasta lo más profundo de su ser.
Este nuevo cinismo plagado de una falsa conciencia se rodea de discreción y
una notable alienación matizada. Este es el nuevo malestar social, que aparece
hoy en día como cinismo, un cinismo universal y difuso en la mentalidad
colectiva, donde el principio de esperanza se ve sustituido por el principio de vivir
en el “aquí y en el ahora” (Sloterdijk, 2014:33).
La discreción e ingenuidad que se ha utilizado para lograr subjetivar las
conciencias con posturas e ideas válidas y científicamente comprobables ha sido
una buena inversión, pues a partir de ellas se ha construido una jerarquización
entre conocimientos válidos y opiniones probadas, contra aquellas costumbres
perezosas y arcaicas que no atienden con mucho gusto el espíritu de la
ilustración, en donde pareciera que todo gira en torno a posiciones superiores, y
en donde las triunfadoras son las más sagaces y no las más insolentes, por
verdaderas que estas sean.
La universidad no escapa a esta lógica de creación o encubrimiento de
determinado tipo de saberes, pues es esta institución quien desde sus orígenes
ha tenido el propósito de perpetuar cierto tipo de conocimientos a favor de
intereses particulares. Ha sido la universidad quien ha sostenido y legitimado los
grandes dramas que sostienen a las civilizaciones modernas, que, si bien no son
totalmente verdaderos ni falsos, tampoco se han cuestionado lo suficiente para
124
poder identificar cuáles han sido las causas y el por qué los hemos aceptado y
legitimado a través del tiempo.
El medio ambiente en el que el cínico se desarrolla se encuentra tanto en la
cultura urbana como en las cabezas cosmopolitas e inteligentes en donde arriba,
en las altas cumbres de la conciencia y formulación del saber, se va acumulando
un saber mundano que se mueve elegantemente entre hechos desnudos y
fachadas convencionales, donde los labios de los sapientes esbozan es sonrisa
fatalmente inteligente. (Sloterdijk, 2014:170)
Y es que el cinismo no lo ubicamos en un solo lugar y momento, siempre estamos
expuestos a toparnos con un cínico o a convertirnos en él. Lo encontramos en
toda esa maquinaria de instituciones, económicas, políticas y también educativas
que funcionan como una especie de engranaje social y que han sido
determinantes para perpetuar determinados saberes y prácticas de
subjetivación, que ha segado nuestra visión acerca de aquellos acontecimientos
que preceden a toda cultura superior y respecto de los cuales toda nuestra
trayectoria humana no es más que meras derivaciones de lo ocurrido con
anterioridad.
Este adoctrinamiento al que hemos sido sometidos, en el que la universidad ha
tenido un papel estratégico nos ha penetrado hasta las entrañas, y ha sido desde
el interior de esta institución que se han concebido y plasmado ya sea por sabios
clásicos o modernos, un hombre como ser vivo político y como un hombre que
vive y está al servicio del Estado.
Hace ya muchísimo tiempo que al cinismo le pertenecen los puestos claves de
la sociedad, en las juntas directivas, en los parlamentos, en los consejos de
administración, en la dirección de las empresas, en los lectorados, en los
consultorios, facultades, cancillerías y redacciones. Una cierta amargura
elegante matiza su actuación. Pues los cínicos no son tontos y más de una vez
se dan cuenta, total y absolutamente, de la nada a lo que todo su hacer conduce.
(Sloterdijk, 2014: 40)
Han sido la multiplicidad de instituciones, entre ellas la universidad, las que han
funcionado como una especie de lugares de disciplinamiento, de control de
saberes y prácticas que nos permite evitar posibles manifestaciones de error,
125
desviaciones sociales o brotes de alguna manifestación indeseable, pues en
caso de que se llegaran a manifestar, también son estas instituciones las que
tratan de encauzar o corregir todo surgimiento de lo indeseado, todo aquello que
salga fuera de la organización, control y empatía. Por tanto, uno de sus
principales objetivos es mantener un mejor control y vigilancia de las
poblaciones.
Bajo esta lógica y siguiendo a Sloterdijk (2014:27 ) se puede mencionar que la
historia de las ideas procurada dentro de las universidades ha sido siempre una
historia de las fantasías y de la pertenencia a grupos, la palabra fantasía vista
como una idea que se hace verdadera así misma, como ficción operativa, que al
mismo tiempo que permitió establecer que la ley del progreso estaba de su lado
también abandono opiniones y saberes anteriores que pertenecían a individuos
ingenuos y que al estar desde tiempos ancestrales en las cabezas del hombre
fueron tachados de prejuicios que limitaban el progreso de la razón.
Esta ficción operativa ha sido la que ha cobijado la utilización y el andar del
hombre por el mundo a través de los años, ha sido esta contención de dramas
convertidos en regímenes de verdad lo que ha originada al hombre tal cual lo
conocemos y percibimos hasta estos días.
Sin el afán de desechar todos los sucesos fundacionales que nos anteceden,
sino más bien con el propósito de hacer un esfuerzo de tratar de pensarnos de
maneras distintas, poniendo un poco de distanciamiento ente lo que somos y lo
que también pudiéramos ser, la Ilustración fue ese momento de configuración de
un nuevo tipo de historia, que permitió el establecimiento de regímenes de
verdad, originando un sólo tipo de narraciones con matices de verdad y mentira,
dando paso el hombre moderno.
He aquí lo que le falta al pensador Occidental y lo que no debiera faltarle
precisamente a él, la comprensión de que sus conclusiones tienen un carácter
histórico – relativo, de que no son sino la expresión de un modo de ser singular
y sólo de él. El pensador Occidental ignora los necesarios limites en que se cierra
la validez de sus asertos, no sabe que sus verdades inconmovibles, sus
verdades eternas, son verdaderas sólo para él y son eternas sólo para su visión
del mundo. (Spengler, 2018:54)
126
No podemos dejar de mencionar el impacto o repercusiones que ha tenido esta
ficción operativa y que de muchas formas ha subjetivado al hombre modernos,
pues si bien esta ficción de las ideas ha permitido la supervivencia del hombre a
lo largo de los años, también ha permitido la configuración de un tipo de
conciencia endurecida, conservadora y satisfecha de sí misma; indiferente e
hipócrita donde la pretensión de lo racional abarca lo político, lo social y lo
pedagógico.
Y no se trata de desechar todo aquello que nos conforma hasta lo más profundo
de nuestro ser, sino de buscar formas otras de pensarnos y asumirnos para
identificarnos dentro de ciertos límites, no para realizar una rebelión, ni mucho
menos para lograr una homogeneidad en el tipo de pensamiento, sino para
analizarnos y buscar nuevas y diversa formas de ser y estar en el mundo,
abriendo pasa a la innovación y creación de nuevas formas de asumirnos como
individuos activos de este mundo, dejando atrás esa rigidez de pensamiento tan
normalizado e interiorizado en el hombre moderno.
Se hace necesario este tipo de análisis que permitan mirarnos desde adentro
para darnos cuenta de que si bien los procesos de dominación y control
repercuten en la configuración de lo que somos, estas nos son determinantes en
la conformación demuestra subjetividad, pues la constitución de nosotros
mismos y por tanto de la subjetividad se da a partir de cómo esas fuerzas del
afuera se pliegan sobre sí mismas y puesto que la fuerza es esencialmente
relación con otras fuerzas también es inseparable a la idea de afectar y afectarse.
(Deleuze, 1987:140).
Si bien, la universidad se convirtió en el campo de maniobras en donde todo iba
orientado a perpetuar el orden y el buen comportamiento social lejos del caos y
las irregularidades que se pudieran suscitar, tampoco podemos olvidar que las
universidades también deben ser ese espacio de resistencia que produzca
subjetividad, donde se dé la oportunidad de llevar a cabo enfrentamientos de
conciencias, de pensamientos e ideas, la universidad puede ser ese campo de
batalla, en el buen sentido de la palabra, donde se discutan, choquen y generen
nuevos dominios de conocimiento, pues como diría Nietzsche (2015) es así que
se genera el conocimiento, es la chispa que sale del choque de dos espadas.
127
Esta es la universidad de la modernidad, la que pese a todos los problemas que
desde el exterior la aquejan y que no escapa a problemáticas internas actúa y
sigue imparable todos los días en los recovecos olvidados por los datos
estadísticos, las prácticas de los especialistas.
Y es a partir de esos lugares olvidados de la universidad donde se trabaja la
inutilidad, lo inservible en nuestra modernidad, donde se analiza y demanda una
urgencia por reivindicar al quínico, con ciertos matices de cinismo propios de su
ser, pero al final del día, un quínico que actúa de manera sigilosa y con la
suficiente cautela para poder reivindicar una vida digna de ser vivida frente al
enorme monstruo que parece ser la modernidad, en donde la vida, si bien, se
encuentra sumergida y atravesada por esta nueva forma de cinismo moderno,
brinde la posibilidad de encontrar una pequeña fractura para poder apreciar un
atisbo que aún pueda decirnos algo que ilumine la manifestación de la razón.
Es claro que la universidad se encuentra envuelta en una sin fin de
problemáticas, también es cierto que es en la universidad donde aún podemos
vislumbrar y reivindicar esa potencia gozosa de existir, y que a pesar de no salir
de las relaciones de poder, podemos encontrar esos acontecimientos que
generen una resistencia y lucha por una subjetividad que de múltiples formas
funden las pautas de un buen vivir, aún tenemos la oportunidad de construir
dentro de la universidad nuevas subjetividades y nuevos sujetos de conocimiento
funcionales, en el mejor sentido de la palabra, para sí mismos y para su entorno
social.
Aún es posible encontrar esos acontecimientos que generan subjetividades
distintas a las prácticas cínicas, acontecimientos que se desmarca de lo visible,
lo real y universal, donde nada es sustancia ni accidente, sino irrupciones en el
transcurrir del tiempo que rompen el instante, hacen un alto y dispersan al sujeto
en una pluralidad de hechos y de posibles posiciones y funciones. El
acontecimiento trabajado de esta forma me permitió identificar esas
discontinuidades que golpetean e invalidan las menores unidades tradicionales
reconocidas o las menos fácilmente puestas en duda. (Foucault, 2006: 36)
128
El acontecimiento desde la mirada de Michel Foucault fue un pretexto de
indagación en el tiempo, en el cual se crean saberes, poderes y regímenes de
verdad, se configuran subjetividades y al mismo tiempo se afianza el cinismo,
pero también el quinismo, Juntos todos estos elementos permiten ver la
manifestación de un nuevo sujeto de conocimiento, un sujeto moderno cínico
cargado de una falsa conciencia ilustrada, pero también un sujeto quínico que
se juega la vida al hablar y defender su verdad alejada de abstracciones y
convencionalismos.
El acontecimiento estudiantil de 1968 fue para mí ese momento de fractura en
la universidad, pues si bien todo lo mencionado con regularidad en varios libros,
documentales o entrevistas hablan de la masacre o la matanza, esto apenas es
muestra de una visión pobre, aparente y superficial, que vela todas esa prácticas,
saberes y verdades que subjetivaron a la universidad y a los actores principales
de esta institución; estudiantes, profesores y académicos que configuraron un
tipo distinto de subjetividades que trascendieron en el tiempo y han marcado
hasta nuestros días el rumbo de la universidad.
Es así como el acontecimiento estudiantil de 1968 puede ser visto como ese
momento histórico que da cuenta de esas otras narraciones poco conocidas, de
otros motivos, signos, desacuerdos, de relaciones de solidaridad, de las
complicidades y los acuerdos que, si bien no son tan frecuentemente
mencionados, no quiere decir que no existieron y que no moldearon y
configuraron el rumbo de la universidad de 1968.
El surgimiento de tales momentos de crisis y de tensión nos deja ver a la
universidad como ese espacio propicio para la reflexión, la crítica y la libertad de
pensamiento, pero también como ese lugar para dar paso a la posibilidad de
confrontar, quebrantar, desobedecer y alterar regímenes de verdad ya
establecidos para generar si es posible una fractura y dar paso a nuevas
prácticas que den como resultados la configuración de nuevos saberes dentro
de la universidad que impacten en el sujeto y creen nuevas subjetividades.
En este momento no podemos negar el asombro, la extrañeza y el miedo frente
a un panorama plagado de sombras, de insolencias secretas, de resistencias e
intrigas, sin embargo, tampoco se puede disimular cierto grado de empatía y
129
complicidad frente a este escenario, pues para asombro de muchos, el cinismo
se siente, se respira y se vive en cualquier dirección hacia la que miremos.
El miedo se acentúa cuando a pesar de ya no contar con los verdugos e
inquisidores de la Edad Media, ahora nos tenemos a nosotros mismos como
esos bárbaros dispuestos a ser linchadores o linchados de las muchedumbres
donde aclamamos la muerte con la antorcha de los teclados. En cualquier
momento y lugar somos ese Big Brother que vigilamos en derredor a ver si
alguien no le quiere dar el asiento a la anciana, a ver si un tipo tiro un chicle o
dijo algo políticamente incorrecto como asegurar que sería loable ir a orinar sobre
la tumba de Marcelino Perelló. (Olabuenaga, 2019, 287)
El presente trabajo puede ser ese pretexto que intenta provocar a todos aquellos
personajes dentro y fuera de la universidad que no se atreven a mirar atrás,
defendiendo su futuro como presente perpetuo, provocar a aquellos que cultivan
el conocimiento positivo con la certeza de que sólo ellos tienen la razón, provocar
a quienes se ven amenazados por la palabra clara y directa que cuestiona su
encierro en sus parcelas de dominio de conocimiento. Provocación que pretende
quitarnos las máscaras dentro y fuera de la universidad y trabajar en la creación
de nuevas formas de pensamiento alejadas de las posiciones universalizantes y
neutrales que se implantaron en nuestra conciencia desde hace ya bastante
tiempo; generar nuevas luchas, nuevas resistencias y lograr nuevas conquistas
que permitan formas otras de subjetividades para ser y estar en la universidad y
en el mundo moderno.
130
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Gaceta UNAM (27 de septiembre de 2018) Desocupa el ejercito CU, no.20
Gaceta UNAM (1 de octubre de 2018) Tlatelolco 2 de octubre: 18:10 hrs. no.21
Gaceta UNAM (4 de octubre de 2018) Intelectuales y políticos se defienden. no.22
Gaceta UNAM (8 de octubre de 2018) Aceleran consignaciones. no.23
Gaceta UNAM (11 de octubre de 2018) Se inauguran los XIX Juegos Olímpicos. no.24
Gaceta UNAM (15 de octubre de 2018) Crece el reclamo por los desaparecidos
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Gaceta UNAM (18 de octubre de 2018) Llama la SEP a reanudar clases. no.26
Gaceta UNAM (22 de octubre de 2018) Habrá justicia a detenidos: PGR. no.27
Gaceta UNAM (25 de octubre de 2018) Exige la UNAM liberar a estudiantes y
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________, Marcelino (24 de julio de 2013) El banco, Excélsior.
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________, Marcelino (2 de octubre de 2013) Nueve Lustros, Excelsior.
________, Marcelino (18 de agosto de 2013) Ding, Excelsior.
________, Marcelino (22 de septiembre de 2015) Visca Catalunya lliure!, Excelsior.
________, Marcelino (26 de marzo de 2016) El dedo y el atole, Excelsior.
________, Marcelino (15 de marzo de 2017) La camarada, Excelsior.
________, Marcelino (27 de junio de 2017) Los hombres de Estado y el estado
de los hombres, Excélsior.
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PROCESO, (31 de septiembre de 1978) Las balas de salva: los costos de la
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UNOMÁSUNO (lunes 26 de julio de 1993) A 25 años del Movimiento estudiantil.
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