REFLEXIONES EN SEMANA SANTA
El Heraldicón Crónicas de Celtiberia
RELIGIONIS ET POTESTAS
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Palabra de bloggero.- JJ Gómez
En mi infancia y primera juventud, recibí lo que
podríamos llamar una “esmerada educación católica”,
mi madre era creyente a ultranza. La enseñanza primaria
la recibí primero en San Bernabé, con las Hermanas de la
Caridad en párvulos, después en la escuela del Sindicato
Católico. Los dos primeros cursos del bachillerato fueron
en un colegio de La Divina Providencia; creo que esto
confirma lo dicho en este primer párrafo.
A pesar de no haber sido buen estudiante, siempre
sentí pasión por la lectura, así fue como a los 17 años
empecé a leer todo lo que caía en mis manos, y con
especial fruición a los filósofos, primero los griegos,
luego los alemanes: Schopenhauer, Kant, Nietzsche… al
llegar a este y sobre todo a su “Anticristo”, tuve que
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dejarlo porque me estaba haciendo polvo el cerebro,
evidentemente yo no estaba preparado para ciertas
lecturas. Luego llego el Rock and roll y me salvo de la
peligrosa deriva que llevaba, dedicándome a cosas mas
propias de la juventud.
He de decir sin embargo, que como cualquier ser
humano, siento la necesidad de creer en un ser superior,
y de cierta e inexplicable transcendencia espiritual mas
allá de la muerte, solo que mi credo a día de hoy se ha
vuelto panteísta. Yo no es que crea, es que afirmo la
existencia de Dios, solo que mi dios es muy simple y
lógico y basta solo con saber que está ahí, que todo lo
contiene y en todo está contenido, sin rompeduras de
coco, sin teologías, sin “Libros”, sin religión, porque las
religiones en el fondo, no son mas que la creación de
unos pocos, movidos por la ambición de hacerse con el
poder a través de los cuerpos y las almas de la
humanidad, aprovechándose de los miedos y dudas que
laten en nuestro interior y que nos acompañan a lo largo
de toda la vida.
Un año mas la cristiandad celebra la Semana Santa.
En esta ocasión Durante el mes de Marzo, coinciden esas
fechas en las que se rememora la pasión y muerte de
Jesús de Nazaret, inquietante celebración acompañada
de toda una parafernalia de corte primitivo, que tanto
recuerda a los ritos del Santo Oficio, a los tribunales
inquisitoriales en los que tantos y tantos inocentes han
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muerto en nombre de una fe que predica por encima de
todo la bondad y el perdón.
En los ritos de la Semana Santa, da toda la impresión
de que los cristianos para creer, necesitan crucificar y
torturar a Dios, tenerle bien muerto para luego
resucitarle como por arte de magia, asunto este que
bien a las claras se contrapone al orden natural de la
Creación.
Acompaño a mis palabras cuatro artículos de distinto
signo (El Mnifiesto), que creo que corroboran lo dicho a
propósito de las religiones y el poder. Ni que decir tiene
que no tengo porqué estar de acuerdo necesariamente,
ni en el todo ni en parte de lo que estos artículos
reflejan. Sin embargo me parecen lo suficientemente
interesantes como para insertarlos y fomentar una
interesante corriente de opinión entre los lectores de mi
blog.
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RELIGIONIS ET POTESTAS
Habla un pagano.-
Cierto sentido romano de
la vida y del poder, me indica
interiormente, me dice
claramente que es justo
castigar a quienes vayan en
contra de su comunidad, de su
gente, de la sociedad, de la
civitas. Me parece lógico que
una comunidad organizada en
torno a sus criterios valorativos, a su tradición, en suma:
a las jerarquías orgánicas asumidas por un pueblo las
defienda, aún celosamente.
Es justo que así sea. Lo que nunca pude entender ni
creo que vaya a comprender jamás y me repugna, es esa
necesidad de algunos de avanzar sobre los espíritus, de
ordenar el interior de las personas en orden a un dogma
unitario, totalitario, absoluto. Y me repugna en cualquier
caso. El fanatismo religioso anula al hombre y deja sin
efecto sus búsquedas interiores ¿Qué habría de buscar
una persona ocupada en proclamar, en imponer, en
uniformar las almas por dentro según criterios
inamovibles?
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Cortar la mano a un
ladrón es sin duda bestial
¿Pero no lo es más
prender fuego a los
cuerpos para meterse en
las almas? O apalear, o
apedrear, o cercenar
libertades interiores de
cualquier clase.
Las persecuciones
religiosas como forma de
totalitarismo no se
conforman con sustraer al
perseguido su libertad
material y ambulatoria,
necesitan meterse dentro de la persona y quitarle la
libertad más preciada del hombre, lo que hace que la
persona sea tal: me refiero a la libertad espiritual, al
criterio, al sentimiento, al sagrado intento de cada uno
por resolver lo que es muy difícil de resolver, sobre todo
con una hoguera debajo de los pies.
Esa imposición tan cara a los monoteísmos religiosos
no puede claro atribuirse a los fieles, aunque estos
como masa enardecida hagan las cosas que hacen todas
las masas enardecidas, sino más bien a las estructuras
políticas de las organizaciones religiosas, que al parecer
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creen tener cada una de ellas el depósito de una verdad
única e igualitaria para cada espíritu, le guste o no lo
guste a cada cual. Es, digamos, una búsqueda colectiva
depositada, como si la espiritualidad fuera dinero puesto
en un banco que garantiza el interés de la luz eterna a
cambio de una ciega obediencia. A la gente le gusta lo
fácil, lo que da garantías de un resultado terrenal o
supra-terrenal con sólo creer en ese resultado. Así es el
reino de dios, igual a la sociedad sin clases de los
marxistas.
Yo no me meto en las almas ajenas, sólo tomo
contacto con alguna de ellas cuando eso puede darse y
sabemos que no es frecuente.
No digo que esté mal ser cristiano, ni islámico, ni
judío, es una decisión de cada uno. Si ser una u otra cosa
es determinante políticamente, no lo será por la sincera
búsqueda de las almas, sino por la cruel búsqueda del
poder. Estoy sin embargo algo cansado y molesto de
escuchar decir por ejemplo que los griegos (esos genios
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de la cultura y el pensamiento), solamente pensaron y
nos dejaron la filosofía, para preparar la venida de uno u
otro de los dioses únicos que nos rodean, que su
existencia y esfuerzo fueron para preparar algo que está
por encima de ellos ¡Qué soberbia y ridícula afirmación!
¿No es eso insultar y ofender? ¿No es insultar y ofender
decir “pagano” a alguien como si se estuviera
escupiendo en el piso? ¿Por qué no dicen la verdad? Por
qué no dicen: ésta es una lucha de poder entre dioses
únicos hasta que quede uno sólo y se haga con la
cosecha total de las almas para siempre. Y con las almas
el resto, lo material claro está. Esa soterrada vigilancia
que hace ser más o menos a una persona según la
religión y las creencias espirituales que profese, suena
demasiado a histeria controladora. Yo que soy pagano,
no puedo sentir así. Después de todo, fueron los
paganos quienes en la antigua Grecia, descifraron las
posibilidades del conocimiento sin necesidad de
imponérselas a
nadie. Después de
todo, fuimos los
paganos quienes
sentamos las
bases de todo
aquello sobre lo
que el hombre
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europeo cimentó su civilización. Por eso nuestro
derecho defiende a la comunidad sin destripar las almas,
que pertenecen a un orden que reconocemos ajeno. Y
no es eso una falsa humildad hipócrita que esconde un
interés, es solamente sentido común, la base sustancial
del pensamiento, lo que nos aleja de la histeria
masificadora. Una histeria que en los que están arriba de
cualquier estructura se llama control, ya sea este
material o espiritual
JUAN PABLO VITALI
¿Religión o fanatismo?
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Habla un escéptico (excomulgado católico).-
Día uno del año cero…
Adán pone en marcha el
reloj del tiempo, que hasta
entonces no corría. Él y su
cónyuge se zampan al
alimón una manzana tan
prohibida como la de
Blancanieves. Yavé monta
en cólera y marca con el
estigma del pecado original
a la pareja díscola y a todos
sus descendientes. Pasan miles de años. La humanidad
es ya un hormiguero de tribus enloquecidas, aunque no
tanto como ahora. Al Sumo Hacedor, en su infinita
misericordia, se le ocurre la absurda idea de trasplantar
al vientre de un virgen casada con un carpintero, por
fertilización artificial y aviaria, a su único hijo, encarnado
en niño probeta. Éste crece sin honrar a su padre ni a su
madre, se escapa de casa, es bautizado por un jipi loco,
vagabundea, hace juegos de prestidigitación en las ferias
y se inmola para salvarnos a todos. Sabido es, como dijo
Tagore, que quienes predican el bien se olvidan, a
menudo, de ser buenos.
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Dice Iñaki Uriarte en uno de los volúmenes de sus
espléndidos Diarios (Pepitas de Calabaza) que ese
cuento inventado por san Pablo es, según algunos, y yo
les doy la razón, el más dañino, por sus consecuencias,
que jamás se le haya ocurrido a un ser humano. Van a
excomulgarme por tu culpa, Iñaki. Bueno… Te perdono,
porque ya lo estaba.
¿Consecuencias? ¿Cuáles? Pues el igualitarismo, el
socialismo, la Revolución francesa, la soviética, el
fascismo, Keynes, Al Qaeda, entre otras y sin ir más lejos,
pues las siete nos pillan cerca, aunque más lejos de lo
que van ellas, en puridad, no quepa ir.
Mark Twain, otro réprobo, creía que el error divino
consistió en prohibir a Eva la manzana, porque si le
hubiese prohibido la serpiente, que no era venenosa,
aquella mala mujer se la habría zampado. “Nihil
novum”...
Podría haberlo escrito Wodehouse. Me parece que
en otras versiones al castellano se llama “Cabeza de
chorlito”. Iñaki Uriarte asegura no saber si la historieta
es tan nociva como dicen, pero el muy cuco, por si
acaso, añade: “Séneca y san Pablo tenían la misma edad.
¿Cómo pudo ser que triunfaran las ideas del loco? ¿“Quo
vadis Saulo”?.
Y no sólo triunfaron, sino que lo siguen haciendo,
amigo Iñaki. Mira a tu alrededor, El Vaticano, la iglesia
cada vez mas alejada de las enseñanzas de Jesús. Valgan
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estas reflexiones de
vuelapluma a cuento de lo
que se cuece en Roma.
San Malaquías, cuyos
vaticinios son tan apócrifos
como podrían serlo otros
manuscritos de reciente
aparición, asegura que el
próximo Papa “Petrus
Romanus” cerrará la lista. Los impostores, a veces, llevan
razón. También dice que después de eso llegará el fin del
mundo. ¿Habrá que añadir un dígito a la fallida cuenta
de los mayas? Total, por un año…
Pero voy a ser optimista. ¿Y si, después de tanta
iniquidad, llegase la revancha de Séneca?. Quizás el fin
del mundo, no sea mas que el final de la era cristiana y el
resurgimiento del humanismo.
Quiéralo Dios, aunque sea el del Sinaí.
FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ
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Disensión de dos creyentes.-
Les envío esta conclusión después de una reunión en
Estados Unidos de representantes de las iglesias
católica, protestante y musulmana. La religión
musulmana es la que más crece en número en los
Estados Unidos, especialmente en los grupos
minoritarios
El mes pasado asistí a una clase de entrenamiento
requerida para mantener mi status de seguridad en el
Departamento de Prisiones del Estado.
Durante la reunión hubo una presentación por tres
disertantes, uno Católico, uno protestante y un
musulmán, quienes explicaron sus creencias.
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Me interesaba sobre todo, lo que el Imán islámico
diría. El Imán hizo una completa y gran presentación de
las bases del Islam, incluido vídeos.
Después de las presentaciones, se concedió tiempo
para preguntas y respuestas.
Cuando llegó mi turno pregunté al Imán: “Por favor, y
corríjame si me equivoco, pero entiendo que la mayoría
de imanes y clérigos del Islam, han declarado la Yihad
(guerra santa) contra los infieles del mundo. De modo
que matando a un infiel, que es una orden para todos los
musulmanes, tienen asegurado un lugar en el cielo. Si
así fuera el caso… ¿puede usted darme una definición de
infiel? ”
Sin discutir mis palabras, contestó con seguridad:
“Son los no creyentes ”.
Contesté: “Permítame asegurarme que le entendí
bien. A TODOS los seguidores de ALÁ, les ha sido
ordenado matar a TODO el que no es de su fe para
poder ir al cielo? ¿Es correcto? ”
La expresión de su cara cambió de una autoridad, a la
de un chico con la mano en la lata de galletas.
Vergonzosamente contestó: “Así es ”
Agregué: “ Pues bien, señor, tengo un verdadero
problema tratando de imaginar al Papa Benedicto
ordenando a todos los católicos matar a TODOS los de su
fe islámica, o al Dr. Stanley ordenando a los protestantes
hacer lo mismo, para ir al cielo ”. El Imán quedó mudo.
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Continué:”También tengo problema con ser su
amigo, cuando usted y sus colegas dicen a sus pupilos
que me maten. ¿Preferiría usted a su ALÁ, que le ordena
matarme para ir al cielo, o a mi Jesús que me ordena
amarlo para que yo vaya al cielo y quiere que usted me
acompañe? ”. Podías oír la caída de un alfiler cuando el
Imán inclinó avergonzado su cabeza.
Con nuestro sistema de
justicia liberal y por
presiones del ACLU
(organización árabe ame-
ricana), este diálogo no será
publicado en los medios de
comunicación.
Rick Mathes
Capellán de Prisiones EE.UU.
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EL INVENTOR DEL FUEGO
Una fabula de Tony de Mello
Hubo hace
muchos miles de
años, un
hombre de las
cavernas dotado
de gran
inteligencia e
inventiva, que
descubrió el arte
de hacer fuego después de muchos años de
esfuerzos e ímprobo trabajo. Tomó consigo sus
instrumentos y se fue a las nevadas regiones del
norte, donde inició a una tribu en el mencionado
arte y en sus ventajas. La gente quedó tan
encantada con semejante novedad que ni
siquiera se le ocurrió dar las gracias al inventor,
el cual desapareció de allí un buen día sin que
nadie se percatara.
Como era uno de esos pocos seres
humanos dotados de grandeza de ánimo, no
deseaba ser recordado ni que le rindieran
honores; lo único que buscaba era la satisfacción
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de saber que alguien se había beneficiado de su
descubrimiento
La siguiente tribu a la que llegó se
mostró tan deseosa de aprender como la
primera. Pero sus sacerdotes, celosos de la
influencia de aquel extraño, lo asesinaron, y para
acallar cualquier sospecha, entronizaron un
retrato del Gran Inventor en el altar mayor del
templo, creando una liturgia para honrar su
nombre y mantener viva su memoria, teniendo
gran cuidado de que no se alterara ni se omitiera
una sola palabra de la mencionada liturgia. Los
instrumentos para hacer fuego fueron
cuidadosamente guardados en un cofre, y se hizo
correr el rumor de que curaban de sus dolencias
a todo aquel que pusiera sus manos sobre ellos
con fe.
El propio Sumo Sacerdote se encargó de
escribir una Vida del Inventor, la cual se
convirtió en el Libro Sagrado, que presentaba su
amorosa bondad como un ejemplo a imitar por
todos, encomiaba sus gloriosas obras y hacía de
su naturaleza sobrehumana un artículo de fe.
Los sacerdotes se aseguraban de que el
Libro fuera transmitido a las generaciones
18
futuras, mientras ellos se reservaban el poder de
interpretar el sentido de sus palabras y el
significado de la sagrada vida y muerte del genial
inventor, castigando inexorablemente con la
muerte o la excomunión a cualquiera que se
desviara de la doctrina por ellos establecida. Y la
gente, atrapada de lleno en toda una red de
deberes religiosos, olvidó por completo el arte de
hacer fuego.
Su Santidad dimite.-
“¿Qué sabe hoy todo el mundo?, preguntó Zaratustra.
¿Acaso no vive ya el viejo Dios en quien todo el mundo
creyó en otro tiempo?.- “Tú lo has dicho”, respondió el
anciano contristado. “Y yo he servido a ese viejo Dios
hasta su última hora. Más ahora estoy jubilado.”
—FRIEDRICH NIETZSCHE Así habló Zaratustra –
La dimisión de un Papa
es un acontecimiento de
vértigo, incluso para los no
creyentes. El vértigo se
produce cuando nos
asomamos al vacío y
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sentimos que se desvanece todo asidero. ¿Que asidero
espiritual más firme, en su perennidad rocosa, que el
Trono de San Pedro? “Tu eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no
prevalecerán sobre ella.” La Iglesia católica y el Papado,
con su continuidad milenaria, son una de esas fuerzas
que modelan el orden del mundo y lo hacen reconocible.
Y eso es así más allá de adhesiones o rechazos. La
dimisión del Papa –un acontecimiento con sólo tres
precedentes en dos mil años de historia– nos sitúa “In
terra incognita” y adquiere el valor de símbolo de los
tiempos que vivimos.
Nos habíamos acostumbrado a su aire de tímido
ratón de biblioteca, musitando sus incomprensibles
plegarias, suministrando sus cansinas admoniciones.
Pensábamos que se moriría aburriéndonos. En realidad
pensábamos que estaba casi tan muerto como su
mensaje y que, al igual que sus predecesores, acabaría
extinguiéndose amarrado a su Trono. Además, ni
siquiera tenía la delicadeza de intentar caernos
simpático, de quedar bien en las fotos, de
proporcionarnos un show. No era más que un
intelectual. Un intelectual incapaz de comunicar
empatía. Frío como un témpano, carente del optimismo
del polaco. Pocos Pontífices han sido tan cuestionados
como este alemán cuya única vocación –parece ser– era
la de dedicar su vida al estudio. Precedido de su
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antipática reputación de inquisidor llegó al Trono de San
Pedro, supuestamente como Papa de transición. Y se
dedicó a sacar a la luz las miserias hasta entonces
escondidas, al tiempo que continuaba la secular batalla
de la Iglesia frente al mundo moderno. Una batalla
perdida de antemano que hubiera necesitado de un
titán en vez de un libresco anciano al borde de sus
fuerzas. Y tras varios años de polémicas, de tormentas
mediáticas y de traiciones, el anciano llegó al límite y
dijo basta. Una decisión que casi nadie le ha criticado,
pero que ha hecho que muchos de sus fieles se asomen,
por primera vez, al vacío.
¿Qué se hizo del carisma divino? ¿Es posible
renunciar a la infalibilidad? ¿Se equivocó el Espíritu
Santo? ¿Funciona el Vaticano como una Junta de
Accionistas? Y sobre todo: ¿es posible descender de la
Cruz? ¿Qué es eso de la resurrección de los muertos?.
El contraste con su predecesor se hace demasiado
evidente. Su predecesor, aquél amasijo de
padecimientos aferrado a su misión, aquél testimonio
del heroísmo entendido como sometimiento de la carne,
como triunfo del espíritu. Juan Pablo II, el atleta de
Cristo, el guerrero frente al mundo moderno.
No cabe en puridad objeción alguna, doctrinal o de
derecho canónico, a la dimisión de un Papa. Y este Papa,
en un ejercicio de responsabilidad, actuó en intelectual
puro. Examinadas sus fuerzas, se reconoció incapaz de
21
proseguir con su tarea y decidió evitarle a la Iglesia
varios años de desgobierno. Y sin embargo…
Sin embargo, es como si algo se hubiese roto. Como
si se hubiese dilapidado un capital simbólico
celosamente preservado. Al fin y al cabo la institución
del Papado –la última monarquía de origen divino en
Occidente– deriva su autoridad no de la buena o mala
gestión de su titular, sino de una esencia metafísica
vinculada a un orden sobrenatural. Y así ha sobrevivido a
todo tipo de tempestades y a algunos deleznables
pontífices. Porque la Idea está por encima de la persona.
Es la concepción –eminentemente pre moderna– del
pontífice como “hacedor de puentes” (pontifex), como
mediador supremo entre el cielo y la tierra, como
encarnación de una institución cuyos efectos benéficos
emanan de su mera existencia. Pero con esta dimisión,
el Papa parece acercarse bastante a la tierra y alejarse
un poco del cielo.
El Papa es un supremo sacerdote. Y el sacerdocio es
ante todo sacrificio ejemplarizante en aras de una
misión que se percibe como la más alta, y que a su vez
refleja el sacrificio de Cristo. Nadie pone en duda, en el
caso de Benedicto XVI, la capacidad de sacrificio. Nadie
discute que el Papa ha obrado en conciencia y que ha
pensado, ante todo, en el bien de su Iglesia. Pero su
dimisión se inscribe –de forma seguramente
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involuntaria– bajo el signo de la época anti heroica que
vivimos.
El sacerdocio es aspiración a la santidad. Y la santidad
es la forma religiosa del heroísmo. Pero en Europa hoy
los seminarios están vacíos. Y en una curiosa ironía de la
historia este Papa, al que todos reputaban como
tradicional y ultraconservador, acaba su Pontificado con
un gesto esencialmente moderno, con un gesto que
adquiere una dimensión simbólica en cuanto expresa el
agotamiento de la Iglesia ante un mundo sin fe. Una
Iglesia que apenas recluta héroes. Que ya no genera
mártires ni cruzados. Una iglesia cuyos héroes –los que
quedan– parecen cansados.
La idea de un Papa jubilado en una Europa post-
cristiana evoca inevitablemente una de las imágenes de
Así habló Zaratustra: la del viejo Papa errabundo que se
ha quedado sin trabajo porque Dios ha muerto. Y él, que
es quien mejor ha conocido al último Dios –al Dios del
cristianismo– es el que también conoce mejor que nadie
la situación creada tras
su muerte.
“Dios ha muerto”, así
lo anunció Nietzsche.
Pero conviene rescatar
al filósofo de Sils Maria
de la torpeza de los que
no le entienden. Nada
23
puede morir que no haya existido antes. La expresión
“Dios ha muerto” nada tiene que ver con el ateísmo
vulgar, ni con la trivialidad banal de “los que no creen en
Dios”. Lo que la muerte de Dios significa es que el
mundo suprasensible carece de fuerza operante, ya no
dispensa vida. Lo que la “muerte de Dios” significa –en la
visión filosófica de Nietzsche– es la culminación final del
desenvolvimiento del nihilismo, un movimiento historial
milenario de desvalorización de todos los valores, del
que el propio cristianismo sería uno de los vectores. La
incredulidad o el ateísmo no serían la causa o la esencia
de ese nihilismo, sino más bien sus consecuencias.
Si ello es así, todo es bastante más complicado de lo
que quisieran los que confían en una posible
reevangelización. Porque no basta con un incremento
del número de creyentes –con un revival cristiano o de
otro tipo– para salir del nihilismo. Vivimos en el
nihilismo como en el aire que respiramos. Nihilismo es la
lógica interna de la historia misma de Occidente, la ley
misma de esa historia. El nihilismo no es ni siquiera una
decadencia. Es un gran vacío que se extiende. El
nihilismo es un proceso arrollador de desacralización del
mundo, de salida de la religión, de retirada o de
ocultamiento de lo divino. Decía el filósofo Jean
Beauffret que “hoy todos somos ateos. No en el sentido
del ateísmo como alternativa a la fe, o como un progreso
científico que rivalizaría victoriosamente con ella, sino
24
en el sentido que la mitología griega daba a la figura de
Edipo, abandonado por lo divino y por los dioses”.
Pero la sed de sacralidad permanece. Y en el lugar
antaño ocupado por el cristianismo u otras creencias de
la era religiosa se suceden doctrinas que tratan de
encontrar un sentido, que prometen –cada una a su
manera– la felicidad: las “religiones políticas”
(comunismo, fascismos), el arte, el progreso, las
espiritualidades de diseño. Hoy tenemos además un
gran condensado ideológico residual: la religión de los
derechos humanos, que en su versión dogmático-
occidental trata de imponerse a toda la humanidad.
Occidente es un gran vacío, un vacío que no cesa de
exportarse y de reproducirse por todo el mundo.
Una perspectiva sombría para las religiones, que
parecen convocadas –en horizontes variables de
tiempo– a un gran inventario antes de liquidación. No
por una hipotética victoria del ateísmo –insisto en ello–.
No porque la idea de Dios se haya convertido en algo
increíble, sino porque, como decía Heidegger, los
hombres han renunciado a toda posibilidad de creencia
en la medida en que han perdido la capacidad de buscar
a Dios; y han perdido la capacidad de buscarlo porque
han perdido la capacidad de pensar.[3]Sólo un Dios
puede salvarnos, decía Heidegger. Pero el Dios se
retira…
25
El catolicismo es la última religión digna de tal
nombre en Europa occidental. ¿Qué postura adoptar
frente a él? En las líneas que siguen mantendré la tesis
de que es precisamente tras la muerte de Dios cuando la
continuidad de la Iglesia católica se hace más relevante
si cabe. Porque sólo la Iglesia católica, frente a la
homogeneidad asfixiante de la post-historia, continúa
representando la Otredad absoluta. Una perspectiva
heroica que exige que la institución del Papado
mantenga, como nunca, el tipo.
¿Debe la Iglesia “ponerse al día”?
¿Pesimismo? Ratzinger –hombre de fe y lúcido
representante del viejo mundo– no parecía albergar
muchas esperanzas en voluntaristas operaciones de
marketing destinadas a frenar la desacralización del
mundo. En esto era mucho menos “moderno” que Juan
Pablo II y sus empeños espectacular-publicitarios. Para
Ratzinger la clave no reside tanto en la “presentación”
del mensaje como en el contenido del mismo: “la Iglesia
sólo puede representar lo que tiene y lo que es. No se
puede empezar por una representación, sino que hace
falta ir a la raíz. Si no existen fuerzas dentro de la Iglesia
que tengan algo que ofrecer a nuestro tiempo, la
representación sirve de muy poco. No existen
estrategias para fabricar la esperanza. Cristo es la
esperanza”. Lo que Ratzinger viene a decirnos es: es
preciso no hacerse ilusiones. La Iglesia no puede
26
desvirtuar su mensaje para hacerlo presentable, ni
apostar por convertirse en un fenómeno de moda.
Porque existe una barrera infranqueable entre la Iglesia
y el mundo, y esta barrera resulta de la disolución del
concepto de Verdad.
¿Quo est veritas? La mera afirmación de que algo sea
o pueda ser verdadero resulta, en nuestros tiempos
“líquidos” y postmodernos, escandalosa y
fundamentalista. Un atentado contra la “tolerancia”. Y
es ahí donde se produce el desencuentro definitivo
entre la Iglesia y el mundo. La falacia del principio de
“tolerancia” consiste en que ya no se tolera nada que no
sea la tolerancia misma. En vez de ser un continente
destinado a albergar otros contenidos, la tolerancia se
ha convertido en continente y en contenido. Es un valor
formal que evacua cualquier atisbo de valores
sustantivos. Un nuevo fundamentalismo.
En realidad tolerancia es el nombre “respetable” que
recibe el relativismo –todo equivale a todo, nada vale
nada– como fundamento último para una sociedad de
individuos maleables, flotantes y narcisistas, para “una
sociedad infantilizada donde todo deseo, toda
posibilidad, trátese de estilos de vida, viajes, identidades
sexuales, puede ser satisfecho enseguida”.*5+ La
“tolerancia” tolera ideas o creencias siempre y cuando
éstas se conviertan en cómodos pintoresquismos que en
el fondo a nada comprometen. Y cuando por ventura a
27
algo sí comprometen –a algo que rompa el consenso
liberal-libertario– entonces la tolerancia encuentra sus
límites.
¿Debería la Iglesia católica, a su vez, hacerse más
“tolerante”? ¿Debería modernizarse, ponerse al día? La
dialéctica conservadores/progresistas es una polémica
endosada a la Iglesia desde los sectores más ajenos a
ella. Algo que el Cardenal Ratzinger veía perfectamente:
“las estadísticas nos dicen, por un lado, que cuanto más
se adaptan las Iglesias a los patrones de la
secularización, tantos más seguidores pierden y, por el
otro, que se vuelven más atractivas cuando ofrecen un
punto de referencia sólido y una orientación igualmente
clara”.*6+ En otras palabras: la pérdida de fe nunca se
traduce en ganancia de votos. Que se lo digan sino a las
iglesias protestantes o anglicana en sus esfuerzos por
aliñarse al gusto del día. Como si por ordenar más o
menos obispos gay fueran a aumentar el tamaño de su
parroquia.
En realidad las exigencias para que la Iglesia se
“modernice”, se “democratice” y se someta a las
exigencias de la igualdad y las políticas de género son un
requerimiento cuasi-policial para que la Iglesia se
normalice conforme a los moldes de la ideología
dominante. Muy significativamente, las polémicas casi
siempre se refieren a las cuestiones doctrinales que
suponen un freno al desenvolvimiento de la civilización
28
deltittytainment y a sus intereses mercantiles.
Quintaesencia y destilación suprema de los valores
occidentales: el derecho a gozar sin cortapisas.
Anticonceptivos, aborto, coros y danzas gays. Fuera de
eso lo demás poco importa, porque Homo Festivus
tampoco está para profundidades dogmático-filosófica
ADRIANO ERRIGUEL
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