2 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 Comunión Internacional de la Gracia
SECCIONES
Mientras preparábamos este número de
Odisea Cristiana, tuvimos noticias de las zonas inundadas de Australia, del terre-moto en Christchurch, Nueva Zelanda y luego el noreste de Japón fue devastado por un terremoto que fue 8 mil veces más fuerte que el de Nueva Zelanda, seguido por un tsunami con inundaciones que, aunque no tan extensas como las de Australia, fueron mucho más destructi-vas. Y esta misma mañana, la noticia de otro terremoto en Myanmar.
Sé que la muerte es parte de la vida, pero momentos como estos de verdad nos hacen pensar en todas sus implica-ciones.
Siempre supe que este año traería un aleccionador recordatorio de mi propia mortalidad, eso es porque cumplo 70 el 22 de abril. Pero no había previsto tantos casos de desastre en tantos lugares. Como todos, sé que la muerte es parte de la vida, pero en momentos como estos nos hacen pensar en la muerte y todas sus implicaciones.
Llegar a la edad de 70 años es preocu-pante en sí mismo. El salmo 90 nos re-cuerda que "vivimos setenta años o me-nos", y agrega que "con suerte podría-mos llegar a ochenta" (Salmo 90:10-11 Biblia El Mensaje). Hoy en día, llegar a 80 ya no es inusual, al menos en los países desarrollados.
Yo solía pensar que alguien de 70 años era muy viejo. Recuerdo cuando pensaba que alguien de 40 años era muy venera-ble. Ahora mis hijos tienen esa edad, y todavía son "mis niños". No obstante, llegar a los 70 pone la vida en una nueva perspectiva sobria. Según la Biblia, el 22 de abril llego oficialmente a la sala de espera, aunque parece que el vuelo se ha retrasado.
Pero no fue sino hasta que miré en mi calendario del 2011 que me di cuenta con sorpresa que mi cumpleaños 70
coincide con el Viernes Santo, día en que
la mayoría de los cristianos conmemora-mos la muerte de Jesús.
La coincidencia fue a la vez interesante y reconfortante. La muerte y resurrección de Jesús, por supuesto, altera todo. Por un lado, redefine completamente la muerte. La muerte todavía nos puede llevar, pero ya no puede sostenerse en nosotros, porque el Hijo de Dios asumió la muerte en sí mismo y la destruyó, nos dice 2 Timoteo 1:10, con su resurrección y vida.
Las palabras: "Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda,
mas tenga vida eterna" adquieren un nuevo significado cuando tu cumpleaños número 70 coincide con el Viernes Santo, así como los anuncios en la sala de espe-ra atraen la atención de los que esperan el avión.
Curiosamente, el 22 de abril también es el Día de la Tierra, que tiene la intención de inspirar conciencia y aprecio por el medio ambiente natural de la tierra. Para los cristianos, es un recordatorio de que somos mayordomos de la creación para cuidar de ella. No hemos hecho un traba-jo muy bueno, y el medio ambiente está dando muestras de nuestra mala admi-nistración. Pero una vez más, Dios no nos ha abandonado. Es bueno que el Día de la Tierra y el Viernes Santo coincidan. Porque Dios se complace en tener toda su plenitud habitar en él, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las cosas en la tierra o las cosas en el cielo, haciendo la paz por su sangre, derramada en la cruz" (Colosenses 1:19-20).
De una forma u otra, el 22 de abril de 2011, es un recordatorio de que aún en medio de la muerte y la destrucción hay una buena noticia, no sólo para este nuevo septuagenario, sino para todos y todo.
CONTENIDO 3 Lázaro y el rico, una historia de
incredulidad
6 Permaneciendo firmes en la
esperanza mientras continúa la
miseria en Haití
8 Dios trajo mi corazón a
San Francisco
15 La vieja iglesia de mi abuelita
COLUMNAS
5 Reflexiones
Libre de toda culpa
5 Paráfrasis
El gran baile, los policías y tú
10 Amor y matrimonio
Vístanse de amor
Preguntas
10¿Quiénes son los "144 mil"
13 Quiénes son los "dos testigos"
11 Así son los miembros
Calabazas, por George
13 El turno de Tammy
Él nos conoce bien
14 El Dios sorprendente
Por qué ya no creo en la
aniquilación eterna
16 Por el amor de Dios
La teología del vaso medio lleno
NÚMERO 36 2011 Odisea Cristiana es publicada por Comu-nión Internacional de la Gracia / Grace Communion International, PO Box 5005, Glendora, CA, 91740; Copyright ©2011.
Staff: Editor Ejecutivo: J. Michael
Feazell. Editor: John Halford. Editor Adtivo: Michael Morrison. Editor eméri-to: Paul Kroll. Editor edición en espa-ñol: David Agreda. Traductores volun-tarios: Ming Hui, Selena Venegas, Juan Manuel y Blanca Silvia Galvan, Antonio Rodriguez. Presidente: Joseph Tkach. Misiones en Latinoamérica: Héctor
Barrero. A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. Contribuciones: Odisea Cristiana acepta con agradecimiento las contribuciones para ayudar con los costos de publicación y llevar a otros la buena noticia del evangelio. Para comunicarse con noso-tros puede dirigirse a cualquiera de las siguientes direcciones: Argentina: Igle-sia de Dios Universal, Olavarría 4543, (1842) Bo Las Flores, Monte Grande- BA. email: [email protected] Tel. (011) 4295-1698. Colombia: Iglesia de Dios Universal, Calle 49 #26-11 Galerías, Bogotá. Teléfono: 3142825. Costa Rica: Iglesia de Dios Universal, Apartado 7700,
1000 San José. Chile: Iglesia de Dios Universal, Casilla 11, Correo 21, Santia-go. El Salvador: Comunión de la Gracia, Res. Los Girasoles, Senda 3 Ote 23, San-ta Tecla. España: Iglesia de Dios Univer-sal, Apdo. 185, 28600 Navalcarnero, Madrid. Tel. 91 813 67 05 ó 626 468 629 www.idue.es Estados Unidos: Comunión de Gracia Internacional, P.O. Box 5005, Glendora, CA 91740-5005. Guatemala: Iglesia de Dios Universal, Apartado 2489, Guatemala. Honduras: Iglesia de Dios Universal, Apartado 20831, Comayagüe-la. México: Comunión Internacional de la Gracia en México, sitio web: http://www.comuniongracia.org.mx/blog/ Perú: Iglesia de Dios Universal, Email: [email protected]
Odisea cristiana
Por John Halford EDITORIAL
Un buen Viernes Santo
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Lázaro y el rico:
Una historia de
incredulidad por J. Michael Feazell
as escuchado a alguien decir que Dios
no puede salvar a aquellos que no cre-
yeron en Él antes de morir? Esa es una doctri-
na cruel y destructiva, y su ―prueba‖ es un solo
versículo en la parábola conocida como ―Lázaro y
el rico‖. Pero como todas las cosas en las sagra-
das escrituras, la parábola del rico y Lázaro per-
tenece a un contexto específico dentro del cual
debe entenderse.
Nunca es una buena idea basar una doctrina
en un solo versículo, especialmente si éste es un
versículo dentro de una historia cuyo propósito es en-
señar un concepto totalmente diferente. Jesús contó la
parábola de Lázaro y el rico por dos razones: 1) para
exponer y condenar a los líderes de Israel que se ne-
gaban a creer en él, y 2) para confrontar las creencias
populares de que las riquezas son una señal del favor
de Dios y que la pobreza es una prueba de su rechazo.
La revelación esencial de esta
historia es que existe alguien
que cruza los abismos para
salvar a los pecadores.
Lázaro y el rico es la última de cinco parábolas que
Jesús contó en respuesta a un grupo de fariseos y es-
cribas quienes, siendo amantes del dinero y de la pre-
sunción, estaban enojados por el hecho de que Jesús
les daba la bienvenida a los pecadores y comía con
ellos (Lucas 15:1 y 16:14). Primero, Jesús contó tres
parábolas: la oveja perdida, la moneda perdida, y el
hijo perdido.
Al contar estas parábolas, Jesús quería que los reco-
lectores de impuestos y los pecadores, así como los
fariseos y escribas disgustados quienes creían que no
tenían necesidad del arrepentimiento, supieran que ―así
es también en el cielo: habrá más alegría por un solo
pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve
justos que no necesitan arrepentirse‖ (Lucas 15:7).
Pero aún hay más.
El amor al dinero,
un obstáculo entre Dios y el hombre
Jesús pasa a la cuarta historia, la parábola del ad-
ministrador astuto (Lucas 16:1-14). La lección es ésta:
si usted ama al dinero, como lo amaban los fariseos,
entonces usted no ama a Dios. Jesús entonces les dijo
claramente a los fariseos: ―Ustedes se hacen los bue-
nos ante la gente, pero Dios conoce sus corazones.
Dense cuenta de que aquello que la gente tiene en
gran estima es detestable delante de Dios‖ (versículo
15).
Jesús les dijo que la ley y los profetas eran testigos
de que el reino de Dios había llegado y que todos se
esforzaban por entrar en él (versículos 16-17). Lo que
quería decir era: ―ya que ustedes aman las cosas de los
hombres y no las cosas de Dios, ustedes están recha-
zando el llamado urgente de Dios a entrar a su reino,
lo cual solo puede hacerse por medio de mí‖.
Luego, en el versículo 18, Jesús insinuó que los líde-
res religiosos judíos se habían ―divorciado‖ de la ley y
los profetas, que daban testimonio de Jesús, y al ha-
cerlo habían rechazado a Dios. (Compare con Jeremías
3:6). Enseguida, comenzando en el versículo 19, den-
tro del contexto de las cuatro parábolas previas, Jesús
contó la historia de Lázaro y el rico.
Una historia de incredulidad
En esta historia hay tres personajes. Primero está
el rico, quien representa a los fariseos que aman al
dinero. Después sigue Lázaro, el miserable pordiosero
quien representa a una clase de personas despreciadas
por los fariseos. Finalmente está Abraham, cuyo seno o
regazo era un símbolo judío de consuelo y paz en la
vida después de la muerte.
En la historia, el pordiosero Lázaro muere. Pero
Jesús sorprende a quienes lo escuchan al decir que ―fue
llevado por los ángeles al seno de Abraham‖ (versículo
22, versión Reina-Valera 1960). Esto es exactamente
lo contrario de lo que los fariseos esperaban que pasa-
ra con un hombre como Lázaro. Ellos creían que las
personas como Lázaro eran mendigos pobres y enfer-
mos porque estaban bajo una maldición de Dios, y por
lo tanto creían que tales personas serían atormentadas
en el Hades cuando murieran.
¿H
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Jesús les estaba diciendo: ―Así no son las cosas, su
mundo está al revés. Ustedes no saben nada del reino
de mi Padre. No sólo están equivocados sobre lo que
siente mi Padre por este mendigo, sino que también
están equivocados sobre lo que mi Padre siente por
ustedes.‖
Jesús termina de sorprenderlos al decirles que el
rico también murió y fue sepultado, pero él, y no el
mendigo, fue quien encontró tormento en el Hades.
El rico levantó su vista y a lo lejos vio a Abraham con
nada más ni nada menos que Lázaro en su regazo.
El rico gritó: ―Padre Abraham, ten compasión de mí y
manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y
me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho
en este fuego‖ (versículos 23-24).
Pero Abraham tenía otra sorpresa guardada para el
rico. Le dijo, en esencia: ―Toda tu vida amaste las
riquezas y no tuviste tiempo para las personas como
Lázaro. Bueno, ahora yo tengo tiempo para aquellos
como Lázaro, y él está aquí conmigo, y tú no tienes
nada.‖ Y sigue el versículo que tan frecuentemente es
arrancado de su contexto: ―Además de eso, hay un
gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los
que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tam-
poco pueden los de allá para acá‖ (Lucas 16:26).
Allá y acá
¿Te has preguntado alguna vez como alguien podría
pasar de ―aquí para allá‖? Es claro por qué alguien
quisiera cruzar de ―allá para acá‖, pero ―de aquí para
allá‖ no tiene sentido. ¿No es así? La primera palabra
que Abraham le dijo al rico fue ―hijo‖ (versículo 25),
para luego decirle que ni siquiera quienes quisieran
llegar a él podían hacerlo ya que existía un gran abis-
mo que los dividía.
Pero la revelación esencial de esta historia, de he-
cho, es que existe alguien que cruza los abismos para
salvar a los pecadores.
El Puente que cruza el abismo
Dios dio a su Hijo por todos los pecadores; no sola-
mente por los pecadores como Lázaro, sino también
por aquellos como el rico (Juan 3:16-17). Pero el rico,
quien es un símbolo de los fariseos y escribas quienes
se unieron para condenar a Jesús, no quería al Hijo de
Dios. El rico quería lo que siempre había querido: su
propia comodidad a costa de los demás.
La historia de la condenación de la incredulidad de
los fariseos por Jesús concluye con el hombre rico
pidiendo que alguien avise a sus hermanos para que no
vayan al lugar de tormento donde él está. Pero
Abraham le aclara que ―Ya tienen a Moisés y a los pro-
fetas; ¡que les hagan caso a ellos! (Ver versículos 16-
17) ya que la Ley y los Profetas son un testimonio de
Jesús, un testimonio que decidieron rechazar (compare
Juan 5:45-47 y Lucas 24:44-47).
―No les harán caso, padre Abraham‖ respondió el
rico, ―en cambio, si se les presentara uno de entre los
muertos, entonces sí se arrepentirían‖ (Lucas 16:30).
Abraham le respondió: ―Si no les hacen caso a Moisés y
a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien
se levante de entre los muertos‖ (versículo 31).
Y así fue; no se convencieron. Los fariseos, escri-
bas, y sumos sacerdotes quienes conspiraron para
hacer crucificar a Jesús también conspiraron para hacer
que los soldados mintieran sobre su resurrección (Ma-
teo 27:62-66), y procedieron a perseguir y matar a los
creyentes.
Perdiendo de vista la revelación principal
Jesús no contó esta parábola para darnos una ima-
gen del cielo y el infierno. Más bien es una parábola de
juicio contra los líderes incrédulos de su tiempo así
como para las personas ricas de todos los tiempos que
son crueles y egoístas. Jesús usó las creencias judías
comunes sobre la vida después de la muerte (el Hades
para los malvados y el ―estar con Abraham‖ para los
justos) como un fondo literario para enseñar esta lec-
ción. En esta parábola Jesús no estaba comentando
sobre la validez o precisión de las creencias judías so-
bre la vida después de la muerte; simplemente estaba
usando tales creencias como un escenario para su his-
toria.
El enfoque de Jesús no era el satisfacer nuestra
curiosidad sobre cómo pueden ser el cielo y el infierno.
Su prioridad es compartir con nosotros los secretos de
Dios (Romanos 16:25); Efesios 1:9, etc.), el misterio
de los siglos (Efesios 3:4-5) de que Dios ya está recon-
ciliando al mundo en Él, en Jesucristo, el Hijo de Dios
encarnado.
Nuestra preocupación por los detalles de la vida
después de la muerte solamente nos aleja del concepto
que el hombre rico de esta historia no podía entender:
Creer en Aquel que resucitó de entre los muertos.
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e entrada, cuando escuché hace unos
días al presidente de Comunión de la
Gracia Internacional, Joseph Tkach sugerir-
nos como propósito de este año 2011 tener
todo un año libre de culpa, me impresionó bas-
tante ya que esta condición es algo que resulta
necesario y vital para nuestra vida terrenal pues-
to que todo lo que vivimos y manifestamos rigu-
rosamente tiene repercusión en la vida eterna,
porque fuimos creados, engendrados y adoptados
para vivir eternamente en el mismo seno del Dios
Trino que nos ama con un amor incomprensible
para nuestra mente carnal.
Al ir digiriendo y saboreando esta expresión: ―libre
de culpa‖ me puse a pensar y llego a la conclusión, que
como propósito de año nuevo está bien para quienes
de alguna manera no han comprendido el gran amor de
Dios, pero también esta expresión debe ser parte de
nuestra mente, una actitud de un corazón renovado ya
que toda la vida es ―libre de culpa‖ en Cristo, puesto
que para esto el Hijo encarnó en el humano Jesús, para
que vivamos la eternidad libres de culpa, llenos de la
gracia de nuestro Dios, envueltos en ese amor ágape,
que no tiene fronteras y que sólo Dios nos lo puede dar
como un don inefable.
En y por Cristo estamos viviendo una vida nueva,
llenos de la justicia y la paz que sólo Jesús es capaz de
darnos y en su gran misericordia nos ha hecho sentir
que como humanos tenemos límites para expresar ese
amor, pero con el Espíritu de Dios mi mente no llega a
comprender hasta dónde somos capaces de amar. Por
esto, como humanos debemos poner nuestra confianza
solo en el Señor Jesús, el autor y consumador de nues-
tra vida en Dios; sólo Él nos puede llenar de lo que nos
hace falta, sólo Él llena nuestro tanque emocional (ex-
presión tomada del Dr. Ross Campbell en su libro ―Si
amas a tu hijo‖) para poder extender ese amor hacia
otras personas. Sólo Él nos cambia nuestro perverso
corazón de piedra (Jeremías 17:9) en un corazón no de
carne, sino del Espíritu de Dios “puesto que en él vivi-
mos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28)
Dios quiere que seamos exactamente como Cristo, ya
que fuimos hechos a su verdadera imagen, tal como
Dios tuvo su propósito para nosotros desde antes de la
creación del mundo (Efesios 1:3-5).
Dios quiere que cualquier persona que nos vea, a quien
realmente debiera ver es a Cristo y no a cualquiera de
nosotros (Juan 14:6-10) ya que el mismo Dios en la
persona de Cristo se está formando en cada uno de los
seres humanos.
Así que me pongo a pensar y usted estará de acuerdo
conmigo (bueno, eso espero) que sentirnos libres de
culpa no sea un propósito de año nuevo, sino una con-
dición para siempre. Quiera Dios que cuando llegue el
mes de diciembre de 2011, podamos decir: “he
aprendido a vivir toda una vida libre de culpa”
El gran baile, los policías y tú
Romanos 13:1-5 bedece la ley, porque toda verdadera autoridad
nace de la vida de sumisión mutua compartida por
el Padre, el Hijo y el Espíritu. Únete a este baile con los
que te gobiernan. Ámalos dándoles tu cooperación.
Ellos son a los que papá les ha dado la difícil tarea de
gobernar. (2) Si les dificultas hacer un buen trabajo, te
opones a lo que Dios les ha ordenado hacer, y eso no
es bueno para ti.
(3) El buen gobierno es una amenaza sólo para quienes
se dedican a un comportamiento inapropiado. ¿Quieres
vivir en paz con la policía? Entonces haz lo correcto.
(4) Los policías están ahí para servir en
nombre de papá. Si haces lo malo, te
advierto que tienen armas y saben
cómo utilizarlas, ya que participan en
el trabajo de la Trinidad de hacer a las
personas responsables de sus acciones.
(5) Así que obedece la ley, no sólo
porque te metes en problemas si no lo
haces, sino porque es lo correcto de
hacer.
D
O
REFLEXIONES Rubén Ramírez Monteclaro
PARÁFRASIS
6 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 Comunión Internacional de la Gracia
Permaneciendo firmes en la esperanza mientras
Continúa la miseria en Haití
n el 2010, la empobrecida nación caribeña de
Haití fue azotada por un terremoto atroz seguido
de un desvastador huracán que dió como resul-
tado un brote de cólera. Todo esto, acompañado del
siempre presente malestar político y un colapso gene-
ral del orden social.
La Comunión Internacional de la Gracia tiene varias
congregaciones pequeñas en Haití y administra una
escuela pequeña en la ciudad capital de Puerto Prínci-
pe. Hablamos con el pastor Joseph Franklin acerca de
cómo iban las cosas con nuestros miembros y con la
agobiada nación.
Odisea Cristiana: ¿Podría describir ese mo-
mento de las 4:55pm de la tarde del 12 de
enero cuando azotó el terremoto?
Joseph Franklin: El suelo se sacudió por alrededor
de 30 segundos. Mi esposa, mi ayudante y yo fuimos
bendecidos de poder salir de la casa. Billy, nuestro
hijo menor, se encontraba en una calle cercana. Gra-
cias a Dios, él se las arregló para regresar a casa des-
pués de unos minutos.
Pasamos dos noches durmiendo a la intemperie. Vi-
vimos en una área en donde las casas no están adya-
centes una de otra y tenemos patio delantero y trasero,
así que estuvimos comparativamente menos expuestos
al peligro.
Desafortunadamente, en el centro de Puerto Príncipe
las construcciones están adyacentes. Cuando cayeron,
no dejaron espacio para que la gente pudiera escapar.
Esa fue la causa principal de que tuviéramos una alta
pérdida de vidas.
Desde la cima de la colina en donde vivimos, podía-
mos ver sobre la ciudad que parecía una pila de cajas
de cartón aplastadas. El primer estimativo calculó el
número de muertos en 300,000. Pero esa cifra estaba
fuera de la realidad. Llegó a ser evidente que tal vez
tanto como medio millón de habitantes de Puerto Prín-
cipe perecieron bajo los escombros.
Podemos predecir un huracán—y aún darle un nombre
y determinar su trayectoria. Pero un terremoto es dife-
rente. No puedes saber si va a ocurrir y cuándo la tierra
temblará bajo tus pies.
OC: ¿Cómo están las cosas hoy, a un año del
terremoto?
JF: No ha habido gran mejoría. En menos de un año
hemos experimentado un huracán, la epidemia de cóle-
ra, un aumento en la actividad criminal, y malestar
político. Aún no son confiables los servicios públicos
esenciales. Cada una de las instituciones existentes en
este país ha recibido su parte de las adversidades. La
condición general se ha vuelto más agonizante tanto
para las personas como para las instituciones por igual.
Los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales,
iglesias, escuelas, la universidad—todos están batallan-
do por continuar con sus actividades.
OC: ¿Es desesperante la situación en Haití?
JF: Todo depende de cómo lo mires. Puedes ver dificul-
tades en cada oportunidad o ver oportunidades en cada
dificultad. Los visionarios dicen que no tiene sentido el
rendirse, pero sí hay sentido en permanecer firmes y de
no ceder.
Por la gracia de nuestro fiel Señor, nuestra pequeña
iglesia local es fuerte. En francés a menudo usamos
este proverbio: “C’est par la tete que pourrit le pois-
son.” (“Es por la cabeza que se pudre un pescado”). El
Cuerpo de Cristo permanecerá sano siempre y cuando
esté unido a su cabeza, Jesucristo. Desafortunadamen-
te, a veces los cristianos somos tentados a rendirnos
ante la frustración. La frustración es humana, pero el
rendirse ante ella, nos puede guiar a olvidarnos de la
abundancia de la gracia de Dios. El secreto es no per-
mitir que las frustraciones oscurezcan nuestra visión
del reino.
E
Aunque fue sacudido, el viejo edificio de nuestra iglesia permaneció en pie. El interior tuvo que ser demolido y remodelado. Las otras construcciones de la escuela sólo sufrieron daños menores.
www.comuniondegracia.org O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 7
David expresó que cuando el caminaba en el valle
de la sombra de la muerte, él no tenía miedo, porque
el fiel pastor (Jesús) caminaba con él (Salmo 23:4).
Esto es especialmente reconfortante porque en el
versículo 6 dice que caminar con el Señor en el valle
de sombra de muerte conduce a la gracia y a la felici-
dad. ¿Quién nos puede apartar del camino de la gra-
cia y de la felicidad? Los miembros han perdido sus
posesiones, pero han permanecido fuertes en espíritu.
Ellos no han perdido la esperanza. Han aprendido a
permanecer en las promesas de Dios y contar de una
en una sus bendiciones.
OC: Nuestra escuela fue una de las pocas
de Puerto Príncipe que escaparon de daños
mayores. ¿Han podido reabrirla?
JF: Las construcciones de concreto de nuestra escuela
estaban bien hechas. Fueron dañadas parcialmente,
pero no tanto como el edificio de madera en donde se
reúne la iglesia. No obstante, hemos podido reparar el
edificio de madera, gracias a la ayuda financiera de
nuestros hermanos y hermanas de alrededor del mundo
quienes lo hicieron a través de la oficina matriz en
Glendora, California.
A fines de marzo, lanzamos un programa de cuatro
meses para los niños de la comunidad de alrededor de
la escuela. Fue una sesión especial de asistencia sico-
social para ayudar a los niños a recobrarse del trauma
y a prepararlos para cuando las cosas vuelvan a la
normalidad.
El año academico 2010-2011 empezó en octubre 11 a
pesar de la incertidumbre política pre-electoral. Abri-
mos con 80 niños de una lista de 134. Esperamos que
la mayoría del resto de ellos regresen para el segundo
cuatrimestre.
La situación es todavía muy inestable. Tenemos que
tomar las cosas un día a la vez. Oramos por una pacífi-
ca atmósfera política para el próximo año. Confiamos
todo en la mano todopoderosa de Dios.
Pedimos a todos en nuestras iglesias alrededor del
mundo que no descuiden el orar por nosotros en Haití.
Las oraciones de nuestros hermanos y hermanas de
todas partes ya han producido fruto abundante, y ala-
bamos y agradecemos a Dios por ellos.
Para ayudar a los niños a recuperarse del trauma y
volver a tener un sentido de normalidad, actividades
rutinarias tales como el izar la bandera cada día, se
han vuelto muy importantes.
Aunque los salones no sufrieron daños serios, mu-
chos niños aún están temerosos de estar bajo techo.
La mayoría de las clases y otras actividades de la
escuela toman lugar al aire libre o bajo carpas.
Una de las paredes que rodean a la escuela colapsó.
Afortunadamente, nadie fue lastimado. Nuestra
escuela fue una de las pocas de Puerto Príncipe que
no sufrieron daños extensos. Muchas fueron des-
truídas en su totalidad.
8 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 Comunión Internacional de la Gracia
Dios trajo mi corazón
a San Francisco por Richard Roberts
e vine de Trinidad y Tobago a vivir a los Estados
Unidos en 1975. Mi esposa Renee es de las Fili-
pinas. Nos conocimos en Connecticut cuando
ambos asistíamos a una escuela militar, y llevamos 28
años de casados. Hace ya bastante tiempo que deja-
mos el ejército y ahora trabajo para la Secretaría de
Seguridad Nacional de los Estados Unidos, soy jefe de
ingeniería en sistemas en la Guardia Costera. En este
momento vivimos en San Francisco, California. Nos
mudamos aquí con el propósito de plantar una iglesia.
No creo que esta haya sido idea mía. Más bien creo
que Dios escogió esta ciudad para mí, y yo seguí lo que
Él puso en mi corazón. Asistía a la congregación de
Comunión Internacional de la Gracia (entonces llamada
Iglesia de Dios Universal), y comencé a ver cómo algo
más se necesitaba en nuestra área. Leí un artículo en la
revista de nuestra iglesia acerca de la necesidad de
comenzar nuevas congregaciones en nuestras comuni-
dades.
En 1997 nuestra iglesia participó en las cruzadas de
Billy Graham en San Francisco y Oakland. Fue entonces
que me di cuenta que estos nuevos creyentes necesita-
ban lugares donde congregarse para poder continuar
aprendiendo de Jesús y creciendo en él. Las iglesias
establecidas y tradicionales podían no tener lo que es-
tas personas necesitaban. Ellos y ellas necesitaban un
ambiente donde pudieran sentirse integrados y cómo-
dos. Como Isaías, dije: ―¡Aquí estoy! ¡Envíame a mí!
¡Por favor, envíame!‖ (Isaías 5:8). Me iba a dormir
pensando en eso. Despertaba pensando en eso. Era
algo que tenía que hacer.
No tenía experiencia en hacer nada parecido, pero
decidí confiar en que Dios me
daría lo que necesitara. Siempre
me había gustado enseñar sobre Jesús a los nuevos
cristianos y a los no-cristianos. Había tanto que quería
compartir.
Ahora, cuando la gente me pregunta qué se necesita
para plantar una iglesia, yo les digo que lo más impor-
tante es amor. Amor por Dios y amor por los seres
humanos. Jesús dijo: ―De este modo todos sabrán que
son mis discípulos, si se aman los unos a los otros‖
(Juan 13:35). Los seres humanos somos atraídos por el
amor. El amor rompe barreras entre culturas e idiomas.
Es una experiencia increíble el ver a un grupo tan di-
verso reunirse en la ciudad de San Francisco y orar
juntos, cada persona en su idioma materno, leyendo
juntos de diferentes traducciones de la Biblia, en comu-
nión, comiendo y sirviendo a Dios juntos como un solo
Cuerpo.
El 5 de diciembre de 1998 tuvimos el primer servicio
en nuestro hogar, al cual asistieron siete personas: mi
esposa, nuestra hija adoptada, su esposo y su hija, y
mis dos sobrinas. Los primeros años fueron difíciles.
Había miembros de la Guardia Costera que asistían con
nosotros, pero algunos de ellos fueron transferidos a
otros lugares. En ocasiones solo asistíamos tres perso-
nas. Era entonces cuando yo recordaba la parábola de
Jesús sobre ser fiel en lo poco. Supongo que sería más
fácil el ser fiel en lo mucho, pero, ¿cómo podía ser fiel
en lo poco con el mismo entusiasmo? Las palabras de
Pablo a Timoteo: ―Predica la palabra; persiste en hacer-
lo, sea o no sea oportuno‖ (2 Timoteo 4:2) me anima-
ban. Las escrituras me daban energía y me mantenían
en marcha, así que me levantaba y les predicaba a esas
tres personas como si les estuviera predicando a vein-
M
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te.
El día de hoy tenemos a 36 personas en la lista, con
una asistencia regular de 25 a 30, y nuestra asistencia
sigue aumentando. Sabemos que Dios la hará crecer de
acuerdo a sus planes. Nuestra labor es bella, sin impor-
tar los números.
Cuando nuestra congregación creció demasiado para
reunirse en nuestro hogar, le pedimos sabiduría a Dios
para encontrar un nuevo lugar donde reunirnos. Dios
respondió a nuestras oraciones con un local comercial
en una esquina, cerca de las rutas de autobuses urba-
nos, con acceso fácil a las autopistas, y a menos de un
kilómetro de nuestro hogar. Nos reunimos cada domin-
go a las 11:30 de la mañana, luego comemos juntos,
nos damos a conocer más los unos a los otros, platica-
mos acerca de la semana que acaba de pasar y nos
animamos mutuamente. Nunca tenemos prisa por irnos
a casa.
A mi esposa y a mí nos encanta conocer personas de
diferentes etnicidades y culturas. Queremos alcanzarlos
a todos: ricos, pobres, mujeres, hombres, y de todas
las culturas. Nuestro barrio es un lugar ideal para esto,
y creemos que aquí es donde Dios quiere que estemos.
Cuando se trata de levantar una iglesia, hemos
aprendido que la gente responde mejor a una invitación
simple y personal. Usted llega a conocer a las personas
y, cuando el momento es el indicado, las invita a que
vengan a la iglesia con usted. Es así de fácil. A lo largo
de los años hemos distribuido muchos volantes en
nuestra comunidad, pero todos nuestros nuevos miem-
bros comenzaron a asistir como resultado de una invi-
tación personal, no después de leer un volante.
Si pudiera comenzar de nuevo, lo haría mucho an-
tes, sin dudar. Yo sabía que ésta era la obra de Dios
antes de que comenzara a hacer algo, pero de hecho
había personas que me disuadían, quienes estoy seguro
que tenían buenas intenciones. Pero si hubiera sabido
lo que ahora sé, definitivamente comenzaría mucho
antes de lo que lo hice.
Por supuesto, el buscar a otros en amor no es algo
que solamente sucede en las iglesias nuevas; esto pue-
de suceder en cualquier iglesia. Pero hay una necesidad
de nuevas iglesias en los lugares donde no las tene-
mos. Me di cuenta que el plantar una iglesia requiere
trabajo arduo, y tiempo. Pero siempre he sentido que
Dios está junto a mí, animándome, dándome tranquili-
dad, y llenándome de gozo mientras trabaja por medio
de mí para abrir puertas y corazones humanos.
Recordaba la parábola que Jesús contó
sobre el ser fiel en lo poco. Supongo que
sería más fácil el ser fiel en lo mucho, pero,
¿cómo podía ser fiel en lo poco con el
mismo entusiasmo? El verano de 1992 fui guiado a comenzar una iglesia
en una base militar, después de que los capellanes se
mostraron renuentes a conducir el culto regular. Tomé
esa responsabilidad y dirigí un estudio bíblico durante la
comida y un servicio de adoración cada tres meses
mientras llevaba a cabo mi trabajo regular de apoyo a
sistemas de cómputo. No sabía entonces que Dios me
estaba preparando para plantar una iglesia dentro de
nuestra denominación.
El día de hoy, cuando Renee y yo vemos cómo nue-
vas personas llegan a experimentar por primera vez lo
mucho que Dios las ama, nos renovamos en gozo, y
sabemos que valió la pena cada obstáculo y dificultad
que enfrentamos en esta jornada. Es tan emocionante
el tener el privilegio de mostrarles a los nuevos creyen-
tes lo que la Biblia en realidad dice sobre su vida y su
futuro, y el observar como Dios las lleva a Él.
Yo nunca hubiera experimentado ese gozo si no hu-
biera actuado sobre lo que Dios puso en mi corazón: el
plantar un árbol en un lugar donde de verdad hace falta
y disfrutar al verlo crecer. Eso es lo que hemos vivido al
plantar una iglesia.
Si alguna vez vienes a San Francisco, nos encantaría
que nos visitaras y adoraras a Dios con nosotros. Pero
aún si no vienes en persona, puedes disfrutar de nues-
tra página web en www.sfcf.org.
10 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 Comunión Internacional de la Gracia
Vístanse de amor Colosenses 3:1-19
Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen
las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la dies-
tra de Dios. Pongan la mira (la mente) en las cosas de
arriba, no en las de la tierra. Porque ustedes han muer-
to, y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando
Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes
también serán manifestados con El en gloria.
Por tanto, consideren los miembros de su cuerpo terre-
nal como muertos a la fornicación, la impureza, las
pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idola-
tría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de
desobediencia por causa de estas cosas, en las cuales
ustedes también anduvieron en otro tiempo cuando
vivían en ellas. Pero ahora desechen también todo es-
to: ira, enojo, malicia, insultos, lenguaje ofensivo de su
boca. Dejen de mentirse los unos a los otros, puesto
que han desechado al viejo hombre con sus malos há-
bitos, y se han vestido del nuevo hombre, el cual se va
renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme
a la imagen de Aquél que lo creó.
En esta renovación no hay distinción entre Griego y
Judío, circunciso e incircunciso, bárbaro (uno que no
era Griego, ni por nacimiento ni por cultura), Escita,
esclavo o libre, sino que Cristo (el Mesías) es todo, y en
todos.
Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y
amados, revístanse de tierna compasión, bondad, hu-
mildad, mansedumbre y paciencia (tolerancia); sopor-
tándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si
alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdo-
nó, así también háganlo ustedes.
Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el
vínculo de la unidad (de la perfección). Que la paz de
Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fue-
ron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos.
Que la palabra de Cristo habite en abundancia en uste-
des, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose
unos a otros con salmos, himnos y canciones espiritua-
les, cantando a Dios con acción de gracias en sus cora-
zones. Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho,
háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gra-
cias por medio de El a Dios el Padre.
Mujeres, estén sujetas a sus maridos, como conviene
en el Señor. Maridos, amen a sus mujeres y no sean
ásperos con ellas.
Tu antiguo yo no era tan bueno como cónyuge
como tu nuevo yo. Este pasaje nos desafía a dejar
de lado los malos comportamientos que se inter-
ponen en el camino de un matrimonio saludable y
vestirnos del carácter de Cristo. Aunque este pa-
saje lo hace ver tan fácil como ponerse un abrigo,
léelo con tu pareja en voz alta y presten atención
a ese comportamiento pecaminoso que es el más
difícil para cada uno de dejar, y en la característi-
ca de santidad que es la más difícil de vestirse de
ella. Confiesa a tu pareja las cosas en las que has
fallado en vestirte del carácter de Cristo y pídele
que te perdone. Oren juntos para que Dios les dé
la determinación de vestirse de su carácter todos
los días.
PREGUNTA: ¿Quiénes son los "144 mil" que se men-
cionan en el libro de Apocalipsis?
RESPUESTA: En visión, Juan vio a 144 mil personas
que fueron sellados con el nombre del Padre en sus
frentes. ―Y oí el número de los que fueron sellados:
ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de Is-
rael‖. (Apocalipsis 7:4). ―Luego miré, y apareció el Cor-
dero. Estaba de pie sobre el monte Sión, en compañía
de ciento cuarenta y cuatro mil personas que llevaban
escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Pa-
dre‖. (Apocalipsis 14:1). Este número (12 veces 12
veces mil) es smbólico, el grupo que Juan vio represen-
ta a todos los que son fieles, y el "sello" simboliza que
cada creyente está seguro en las manos de Dios.
Los fieles se describen como "vírgenes" (―Ellos se han
mantenido tan puros como vírgenes‖ Apocalipsis 14:4),
lo que denota fidelidad espiritual en el sentido de no
alejarse de Dios.
AMOR Y MATRIMONIO
PREGUNTAS
www.comuniondegracia.org O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 11
¡Calabazas, por George! Por George Denn
o nunca había tenido aspiración alguna de
escribir, y mucho menos cultivar calabazas
pero, ya lo ven, aquí estoy haciendo am-
bas cosas.
Hace veinte años, yo luchaba por salir adelante
en la granja de Minnesota donde nací y crecí. Las
explotaciones familiares, tal y como yo las conocí,
estaban cambiando rápidamente. Pero yo había
sido agricultor toda mi vida y la verdad es que no
tenía muchas ganas de dejar de serlo y de co-
menzar algo nuevo. Así que le pedí a Dios que, si
era su voluntad, me podría ayudar a encontrar
algo aquí mismo en Minnesota que me permitiera
ganarme la vida y al mismo tiempo servirle.
En esa época reconozco que también me encontraba
luchando conmigo mismo. Aquel viaje me condujo a la
Iglesia de Dios Universal el 17 de junio de 1995.
Comencé un negocio cultivando y vendiendo heno
bajo el lema, "¡Heno por George!‖ Entonces una idea
comenzó a formarse. Si yo cortara algunos tallos de
maíz y los atara en fardos, pensé que la gente los com-
praría para decoración de viviendas. Entonces compré
una vieja agavilladora de maíz, una máquina que había
sido usada a principios del siglo XX (1900) para cortar y
atar los tallos de maíz en fardos. Pensé que si mi idea
tenía éxito, entonces, de algún modo, tendría que pro-
ducir masivamente los fardos, y esta máquina anticua-
da eran el único modo que tenía para hacerlo.
Vendí nueve fardos de tallos de maíz el primer año
por un importe de 45 dólares. Transcurridos un par de
años, añadí balas de paja a los fardos de tallos de maíz
y comprobé que transportándolos en mi viejo camión
hasta la entrada de la granja, mis ventas aumentaban.
Un día, por causalidad, estaba en la ciudad en un
almacén de madera, cuando me encontré con un viejo
amigo, Tony Foty. En el curso de nuestra conversación
me enteré de que Tony estaba cultivando calabazas. Le
dije a Tony que posiblemente me pondría en contacto
con él el próximo otoño, porque pensé que las calaba-
zas compaginarían bien con los fardos de paja y maíz.
Cuando llamé a Tony el otoño siguiente, todo lo que
le quedaba eran 41 calabazas. ¡Me las traje por $1 la
pieza y las vendí por $2 cada una! ¡En dos días habían
desaparecido todas!
Tony y yo seguimos en contacto después de eso, y
por la primavera Tony me dijo que su socio en el nego-
cio de las calabazas le iba a abandonar. Le dije a Tony
Y
ASÍ SON LOS MIEMBROS
12 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 Comunión Internacional de la Gracia
que yo tenía toda una granja donde probable-
mente se podrían plantar calabazas y, que si no
le importaba que yo fuera su socio, a mi no me
importaría intentar sembrar calabazas. En el año
2000 cultivamos cuatro hectáreas de calabazas.
Durante el primer año que trabajamos juntos,
tuve la oportunidad de compartir mi fe con Tony.
El pudo comprobar de primera mano como Jesu-
cristo había cambiado mi vida, hasta el punto de
pedirme si le podría bautizar. Después de hablar
con mi pastor acerca de ello, el día 4 de julio del
2000 bauticé a mi amigo Tony.
La superficie sembrada de calabazas creció
constantemente desde las cuatro hectáreas del
primer año hasta las 60 hectáreas que hoy en día
tengo plantadas. Y eso ya es suficiente; 60 hectáreas
de calabazas dan un montón de trabajo y ¡yo ya no soy
tan jovencito!
Desde el inicio de la actividad de las calabazas, opté
por vender bajo el sistema de la honradez. La gente
elige sus calabazas y luego ponen el dinero en una caja
de pago. Nadie les está vigilando para asegurarse de
que si pagan o no o de que si pagan el precio correcto.
Eso lo dejo a la honradez de mis clientes. La mayoría
de las personas no consiguen entender como puedo
manejar el negocio que tengo mediante el sistema de la
honradez, pero les puedo asegurar que ahora que el
año llega a su fin, ¡este parece que va a ser el mejor
año de todos!
Para mí, el punto culminante de todo esto de las ca-
labazas son las personas, aquellos que han trabajado
conmigo durante estos años y todos los que he conoci-
do a través del negocio. Mi amigo y pastor, Doug
Johannsen, me dijo: ―George, sin lugar a dudas has
extendido un montón de alegría con estas calabazas.‖
¡Desde entonces les digo a todos los que trabajan en la
granja que están involucrados en el ministerio de la
alegría! Así que supongo que difundir la alegría es mi
ministerio, o mejor dicho, el ministerio de Dios con el
cual me bendijo en dirigir.
El asunto de las calabazas
Un momento culminante de cada año es la recauda-
ción de fondos para nuestro campamento de invierno
de Comunión Internacional de la Gracia patrocinado por
el distrito, llamado ―SnowBlast‖ (Gozando en la Nieve).
El asunto de las calabazas está ya en su sexto año y ha
crecido hasta el punto de tener que celebrarlo durante
dos fines de semanas alternativos.
Muchas personas viajan por más de seis horas con
tal de estar ahí. Este año pudimos recaudar $2,500
para el ―SnowBlast.‖ Todo esto va más allá de solo re-
coger calabazas. Redunda mucho en el compañerismo,
y eso para mí es la parte más importante. He de reco-
nocer que Dios está usando este asunto de las calaba-
zas para cosas venideras mucho más grandes. Al igual
que una vid de calabaza extendida, ¡nunca sabes real-
mente hasta donde puede llegar!
Cada año alguna cosa interesante aparece en las ca-
jas de pago y este no fue ninguna excepción. Justo la
otra noche me encontré esta nota en la caja de pago de
mi terreno de Lago del Águila. Me imagino que es de
una madre joven, pues escribe a continuación:
―Siento muchísimo no tener dinero para poder pagar
las dos calabazas. Tengo dos niñas pequeñas que quie-
ren una, y han tenido una vida muy difícil. Solo quiero
ver una sonrisa en sus caras, y si unas calabazas pue-
den conseguirlo, entonces estoy dispuesta a pagar por
ellas de cualquiera manera en el futuro. Siento no tener
el dinero para pagarlas. No soy una ladrona. En otras
circunstancias no haría esto ya que si hubiese tenido el
dinero las habría pagado.‖
Esa fue probablemente la carta más conmovedora
que había recibido en las cajas. Me alegro de que se
llevase las calabazas. ¡Siempre he dicho que si las per-
sonas están en necesidad solo deseo que se sirvan a si
mismos! También oré por ella y sus dos hijas para que
Dios las colmase de bendiciones.
Son cartas como esta, cartas sencillas expresando
gratitud por unas grandes calabazas color naranja, que
me animan a seguir haciendo lo que hago. Eso junto
con la alegría de observar las caras sonrientes, de jó-
venes y de mayores, de ver a todas aquellas familias,
cerca de dos mil a estas alturas, ahí en medio de las
calabazas tomando fotos, divirtiéndose y pasándoselo
en grande todos juntos.
¡Realmente puedo ver a nuestro Dios trino intervi-
niendo en todo esto! Y tengo la certeza de que por el
momento, Dios me ha puesto ahí donde el quiere que
yo esté. Supongo que, hasta que Él me quiera mover a
cualquier otro lugar, aquí es donde me quedaré. ¡Así
que a Dios sea la gloria!
George Denn ha escrito dos libros sobre sus aventuras
con las calabazas y los campamentos juveniles: ¡Eh por
George! y ¡Eh por George II! Publicados por Xulon
Press
www.comuniondegracia.org O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 13
Él nos conoce bien reo que conozco bastante bien a mi hija.
Pasamos mucho tiempo juntas y disfruta-
mos mutuamente de nuestra compañía.
Cuando le digo que la entiendo, ella replica di-
ciendo: ‖Tu no me conoces tan bien como te
crees‖. A lo que yo le digo que sí la conozco muy
bien porque yo soy su madre. Pero tal vez tenga
razón. A menudo juzgamos a los demás basándo-
nos en lo bien que creemos conocerlos, con lo
cual no dejamos lugar para el crecimiento y el
cambio. Situamos a las personas en cajas con
lados y esquinas bien definidas.
Y con Dios hacemos lo mismo. Del mismo modo con
que solemos tratar a las personas de acuerdo a nues-
tras expectativas de cómo pensamos que van a actuar,
así tratamos a Dios con la complacencia que viene de
pensar que sabemos cómo Él va a responder a la ora-
ción, cómo se ocupa de la gente y cómo piensa. Tene-
mos la tendencia de convertirlo a nuestra propia ima-
gen, imaginando que es como nosotros.
Nosotros no conocemos a Dios tan bien, y está bien
que sea así. Como escribió el rey David en el Salmo
139: ―Tal conocimiento es demasiado maravilloso para
mí‖. Nuestras mentes se sobrecargarían. Dios, en su
infinita gloria y poder, va mucho más allá de nuestra
capacidad de comprender. Y es por eso que Jesús vino.
Jesús es uno de nosotros, y al mismo tiempo es la re-
velación perfecta del Padre. Podemos relacionarnos y
entender a Jesús, y lo que sabemos de él es que nos
ama y nunca nos dejará, lo que significa que el Padre
nos ama y tampoco nos abandonará. El Espíritu Santo
nos da testimonio de ello en lo más profundo de nues-
tros corazones y mentes. No podemos saber todo acer-
ca de Dios, pero de lo único que si podemos estar segu-
ros es de que él nos ama.
Y aun cuando no conozcamos a Dios muy bien, lo
que si es cierto es que él nos conoce perfectamente. El
nos conoce en los lugares más secretos e íntimos que
nadie más puede ver. Él sabe por qué cada uno actúa
de forma única. ¿Te pone esto nervioso? No debería, al
fin y al cabo, Dios no es como nosotros. Él es como
Jesús. A veces, nosotros damos la espalda a las perso-
nas cuanto más llegamos a conocerlos, cosa que él
nunca hace.
Todos queremos ser comprendidos, ser escuchados
y hacernos notar. Supongo que por eso tantas personas
tienen su propio blog en internet. Todo el mundo tiene
algo que decir, aunque nadie le escuche. Pero comuni-
carse atraves del blog nunca sustituye a la comunica-
ción cara a cara. Uno puede tener el blog más visitado
en Internet y ser una persona solitaria e incomprendi-
da.
Jesús nos hace uno con él, conduciéndonos a la co-
municación eterna del amor que comparte con el Padre
y el Espíritu. En él somos escuchados, entendidos, co-
nocidos y nuestra presencia hecha notar. Solo Dios -
Padre, Hijo y Espíritu – puede profundizar en nuestros
corazones y conocer todos nuestros pensamientos. Y
nos ama a pesar de lo que ve. Cuando el mundo parece
frio e impersonal y me siento sola e incomprendida, me
consuelo sabiendo que alguien me conoce bien.
Tammy Tkach vive en California. Ella viaja regular-
mente como oradora en conferencias, y visitando las
congregaciones de la Comunión Internacional de la
Gracia por todo el mundo con su esposo, el Pastor Ge-
neral Josehp Tkack.
PREGUNTA: ¿Quiénes son los "dos testigos" en Apoca-
lipsis 11?
RESPUESTA: A lo largo de la historia de la iglesia, los
comentaristas han interpretado los dos testigos de Apo-
calipsis 11 de varias maneras, incluso como dos perso-
nas reales que profetizan antes del regreso de Jesús.
Figuras similares de Zacarías 4 los describen como
siervos de Dios.También pueden ser simbólicamente
modelados como Moisés y Elías,quienes exhibieron
poderes similares históricamente.
Apocalipsis figura a la iglesia como una iglesia mártir.
Son las almas bajo el altar, representando a la iglesia,
quienes murieron "como mártires por causa de la pala-
bra de Dios y por haber sido fieles en su testimonio."
(Apocalipsis 6:9). Lo mismo puede decirse de los dos
testigos, queson martirizados por su testimonio
(―Cuando hayan terminado de dar su testimonio, la
bestia que sube del abismo les hará la guerra, los ven-
cerá y los matará.‖ Apocalipsis 11:7). En este sentido,
los dos testigos son símbolo del testimonio de toda la
Iglesia. Su invulnerabilidad hasta el tiempo señalado
para su muerte, resurrección y reivindicación denota el
triunfo final del evangelio sobre todos los obstáculos.
En esta columna, Odisea Cristiana responde preguntas bíblicas
cortas y de interés general. Puedes enviar tus preguntas por
correo electrónico a [email protected]
C
EL TURNO DE TAMMY por Tammy Tkach
PREGUNTAS
14 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 Comunión Internacional de la Gracia
Por qué ya no creo en
La aniquilación eterna por Jonathan Stepp
or muchos años creí que el destino final de
aquellos que no confiaran en Jesús sería la
aniquilación eterna. No podía creer que un
Padre amoroso pudiera permitir que ningun ser
humano experimentara los tormentos del infierno
para siempre. Creía que simplemente los destrui-
ría para siempre, que los aniquilaría. Ésta no es
la creencia de la mayoría de los cristianos, nunca
lo ha sido, pero en algunos círculos la aniquilación
eterna es una creencia común.
Pero cambié de opinión cuando tuve un mejor en-
tendimiento de quién es Jesús como el Hijo de Dios en
unión con la humanidad.
La humanidad entera, y la creación entera, están
unidas al Hijo de Dios. El Padre nos creó por medio del
Hijo, él mantiene nuestra existencia; vivimos, nos mo-
vemos y tenemos nuestro ser en él.
―El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel
imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las
cosas con su palabra poderosa. Después de llevar a
cabo la purificación de los pecados, se sentó a la dere-
cha de la Majestad en las alturas‖.Hebreos 1:3.
―Puesto que en él vivimos, nos movemos y existi-
mos‖. Hechos 17:28.
Aún más, el Hijo de Dios se convirtió en carne y
sangre, encarnó y vive en cada parte de la humanidad,
sin importar que tenebrosa o pecaminosa ésta sea.
―Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corres-
ponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de
verdad‖. Juan 1:14.
―Al que no cometió pecado alguno, por nosotros
Dios lo trató como pecador, para
que en él recibiéramos la
justicia de Dios‖. 2 Corintios
5:21.
―He sido crucificado con
Cristo, y ya no vivo yo sino
que Cristo vive en mí. Lo que
ahora vivo en el cuerpo, lo
vivo por la fe del Hijo de
Dios, quien me amó y
dio su vida por
mí‖. Gálatas
2:20.
Así que, si el
Padre aniquilara a
un ser humano tendría que deshacer la creación y la
encarnación. Tendría que hacer que Jesús retirara su
presencia de una persona creada y dejara de vivir en
tal persona por medio de su encarnación.
Sin embargo, esto es imposible, ya que el Padre no
miente. Cuando él hace un pacto con la humanidad, lo
guarda, aún cuando nosotros lo quebrantemos. En
Jesús, el Padre, Hijo y Espíritu Santo nos han prometi-
do ser Dios con Nosotros, nunca dejarnos ni abando-
narnos, y adoptarnos dentro de su vida para siempre.
Esto nos trae a la mente el temor de que haya seres
humanos que sufran eternamente. 1 Corintios 15:22
nos dice que, en Cristo, todos serán resucitados. ―Pues
así como en Adán todos mueren, también en Cristo
todos volverán a vivir‖. Así que todos los seres huma-
nos vivirán para siempre en el cuerpo incorruptible, no
perecedero de la resurrección. Pero las escrituras no
nos prometen que todos serán felices después de eso.
Algunos se sentirán para siempre miserables por ser
los hijos del Padre en Cristo.
Sin embargo, aún cuando esto nos cause temor, la
resurrección de toda la humanidad en Cristo también
incluye el potencial glorioso de que todos vivan para
siempre para poder arrepentirse. Si usted existe para
siempre y nunca es aniquilado entonces siempre existi-
rá la posibilidad de que usted cambie de opinión y co-
mience a sentirse feliz de ser un hijo de Dios.
Como padre, esto es algo que puedo entender. Aún
cuando mis hijos me puedan llegar a odiar, dejen de
hablarme, y vivan una vida de sufrimiento, ¡yo nunca
mataría a alguno de ellos! Yo, como el Padre de la pa-
rábola del hijo pródigo, siempre estaría esperándolo y
orando por su arrepentimiento.
P
EL DIOS SORPRENDENTE
www.comuniondegracia.org O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 15
La vieja iglesia
de mi abuelita por Bill Hall
uando viajamos fuera del continente ame-
ricano, la definición de ―viejo‖ toma un
significado totalmente diferente. En la
parte del oeste canadiense donde vivo, cuando
encuentras un edificio que fue construido hace
más de cien años, puedes decir que tal edificio es
―viejo‖. No es así en Inglaterra, donde ―viejo‖
puede referirse a estructuras construidas hace
más de mil años.
Recientemente estuve en Inglaterra y tuve la oportu-
nidad de visitar la aldea de Shurdington cerca de la
ciudad de Cheltenham. Shurdington fue el hogar de mi
abuelita Evelyn antes que ella emigrara a Canadá alre-
dedor del año 1900. Fue tan emocionante para mí el
caminar por la misma vereda donde ella caminó cuan-
do era niña. De hecho, tuve la oportunidad de visitar la
casita en Primrose donde ella nació y creció.
Pero quizás el evento más destacado durante mi visi-
ta ocurrió dentro de la iglesia de la aldea donde mi
abuelita asistía cuando era niña, la misma iglesia a la
que asisten mis familiares ingleses hoy en día. Uno
puede ver como las cosas no han cambiado mucho en
la iglesia de San Pablo en Shurdington desde los tiem-
pos de mi abuelita. La iglesia fue construida durante el
siglo XIII sobre los cimientos de otra iglesia que a su
vez fue construida alrededor del año 900. Mientras me
mostraba su interior, mi primo señaló una placa cerca
de la entrada, la cual nombra a todos los pastores de la
iglesia desde su fundación hasta el día de hoy. Apenas
puedo imaginarme a alguien comentando: ―¿Recuerdas
al Reverendo Smith? ¡Sus sermones eran bastante
aburridos en 1493!‖
Fue conmovedor el sentarme en la misma banca don-
de mis antepasados pudieron haberse sentado cual-
quier domingo por la mañana o durante la misa ves-
pertina. Esto me llevó a preguntarme sobre aquellos
que vinieron antes de mí, cuyos cuerpos están ahora
sepultados en las tumbas alrededor de la iglesia.
¿Qué tipo de vida llevaron estos creyentes? ¿Qué tipo
de esperanzas tuvieron para sus familias? ¿Cuántos
amigos tuvieron? ¿Qué tipo de trabajo hacían? ¿Hasta
qué edad vivieron? Y lo más importante: ¿cómo se
relacionaban con Dios y cómo era su vida de fe en Él?
¡Si tan sólo estas paredes de piedra pudieran hablar,
estoy seguro que revelarían detalles tan interesantes
sobre la historia de mi familia!
C
La iglesia de San Pablo.
Shurdington, Gloucestershire, Inglaterra.
16 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 6 Comunión Internacional de la Gracia
Aunque como cristianos tenemos una re-
lación personal con Dios, todos pertenece-
mos a la comunidad de fe a la cual Jesús
nos ha traído. ―En aquel día ustedes se
darán cuenta de que yo estoy en mi Padre,
y ustedes en mí, y yo en ustedes‖ (Juan
14:20). Ninguno de nosotros está nunca
solo; somos uno con Dios y somos uno los
unos con los otros (Juan 17:22-23). La
comunidad de fe a la cual hemos sido inte-
grados es mucho más grande que la con-
gregación donde nos reunimos. Tal comunidad, además
de ser global, también se expande a lo largo de las
arenas del tiempo.
El estar en la iglesia de mi abuelita esa mañana me
recordó las palabras que se encuentran en el libro de
Hebreos: ―Por tanto, también nosotros, que estamos
rodeados de una multitud tan grande de testigos, des-
pojémonos del lastre que nos estorba, en especial del
pecado que nos asedia, y corramos con
perseverancia la carrera que tenemos por
delante. Fijemos la mirada en Jesús, el
iniciador y perfeccionador de nuestra fe,
quien por el gozo que le esperaba, soportó
la cruz, menospreciando la vergüenza que
ella significaba, y ahora está sentado a la
derecha del trono de Dios‖ (Hebreos 12:1-
2).
Se nos ha dado la bienvenida a la comu-
nión de fe eterna creada por el gran Dios
de amor; hemos sido incluidos en la gran nube de tes-
tigos del gozo eterno al ser parte del único Cuerpo de
Cristo formado por el Espíritu Santo. Estamos unidos
por la misma fe con todos aquellos que han pasado
antes de nosotros, quienes son parte de nosotros hoy
en día, y quienes estarán juntos con nosotros para
siempre y por toda la eternidad.
La teología del vaso medio lleno
ú conoces el viejo proverbio de ver el
mismo vaso ya sea medio vacío o
medio lleno. La idea es que si eres
optimista, verás un vaso medio lleno,
pero si eres pesimista, verás un vaso
medio vacío. Yo tiendo a ser el tipo de
persona que ve un vaso medio lleno.
Pero no siempre fui de esta manera,
especialmente cuando se trataba de mi
vida espiritual.
Cuando era más joven, me inclinaba a ver
mi vida con Dios como un vaso medio vacío.
No importaba lo que hiciera, o que tan bueno
intentaba ser, nada era suficiente. Siempre me sentía
condenado ya que sabía que era un pecador.
Mi perspectiva era simple: Dios era bueno y santo;
los seres humanos éramos malos. Memoricé unas
cuantas escrituras que me recordaban que nadie es
bueno, que todos pecaron y están privados de la gloria
de Dios, que el corazón humano es desesperadamente
malvado, etcétera. Estos versículos, separados del
resto de la Biblia, formaban mi razonamiento sobre
Dios, sobre Jesús, y sobre mí mismo.
Yo creía que, debido a nuestra naturaleza pecami-
nosa, Dios Padre le había dado la espalda a la humani-
dad, y que el Hijo había tenido que renunciar a su
igualdad con el Padre para restituir esa relación. Jesús
vino a la tierra y vivió una vida perfecta, solamente
para morir en una cruz y así pagar la condena de mis
pecados. Sabía que lo único que yo podía hacer era
pasar el resto de mi vida haciendo el bien y que nunca
podría pagarle a Jesús por el sacrificio que hizo por mí.
Mi enfoque del vaso medio vacío me mantenía
centrado en la penosa situación humana: el
fracaso de la humanidad.
De pronto un día, mientras leía el libro de
Romanos, Dios comenzó a abrir mis ojos a su
amor y su gracia. Comencé entonces a ver el
vaso medio lleno, no medio vacío. Por prime-
ra vez vi que la Biblia se enfoca en la salva-
ción, la redención y la liberación, no en el
pecado y la debilidad. Los grandes temas de
la Biblia no se centran en la debilidad huma-
na, sino en el amor y fidelidad inmutables de
Dios para redimir y liberar. Dios quitó mi men-
te y mi enfoque de mí mismo y los puso en
Cristo. El vaso entonces se convirtió en un vaso medio
lleno cuando comencé a ver lo que Cristo me había
dado: perdón, aceptación, amor, adopción e inclusión.
Ver a Cristo en el centro de todo incrementó mi fe
en el Dios que nos da la dádiva de la salvación simple-
mente porque nos ama.
Mi vaso bíblico, teológico y espiritual ahora está
medio lleno. Como pastor, me regocijo cuando veo
cómo los vasos de otras personas se convierten en
vasos medio llenos cuando comienzan a ver cómo la
palabra de Dios no es condenación sino una constante
afirmación de su amor, aceptación e inclusión.
Con la certidumbre de la fidelidad de Dios hacia no-
sotros demostrada por Cristo, testificada en las escritu-
ras, y administrada por el Espíritu Santo, ¡ansío el día
cuando el Cristo ascendido reaparezca, y entonces
todos finalmente veremos nuestros vasos ya no como
vasos medio vacíos o medio llenos, sino totalmente
llenos!
T
POR EL AMOR DE DIOS por Rick Shallenberger
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