W. Montgomery Watt:
Historia de la Espaa islmica
Con la colaboracin de P. Cachia
Ttulo original: A History of Islamic Spain
Traductor : Jos Elizalde
Revisor: Fernando de la Granja
Digitalizado por Hyspastes. Agosto 2004.
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Introduccin .......................................................................................................... 4
El inters de la Espaa islmica ............................................................................ 4
1. La conquista musulmana .............................................................................. 6
1. La Conquista como fase de la expansin rabe ........................................ 6
2. La debilidad de la Espaa visigoda .......................................................... 9
3. El curso de la invasin, 711-716 ............................................................. 11
2. La provincia del califato de Damasco......................................................... 14
1. La organizacin de la provincia .............................................................. 14
2. El fin de la expansin ............................................................................. 16
3. Tensiones internas de la provincia .......................................................... 19
3. El emirato Omeya independiente ................................................................ 22
La fundacin del emirato ............................................................................ 22
2. La crisis del- emirato .............................................................................. 25
4. El esplendor del califato Omeya ................................................................. 28
1. La Espaa de los Omeyas en su cenit ..................................................... 28
2. La base econmica .................................................................................. 33
3. Movimientos sociales y religiosos .......................................................... 35
4. Las instituciones polticas. ...................................................................... 39
5. Las realizaciones culturales bajo los Omeyas............................................. 42
1. La vida intelectual: las ciencias religiosas .............................................. 42
2. La vida intelectual: poesa y literatura .................................................... 46
3. El arte ...................................................................................................... 51
4. Las fuentes de la cultura arbigoespaola .............................................. 53
6. El fin de la dominacin rabe ..................................................................... 55
La dictadura de los mires y el derrumbamiento. ................................... 55
2. Las razones del derrumbamiento ............................................................ 58
3. Los reyes de taifas (1009-1091) ............................................................. 61
7. Los imperios berberes: Los Almorvides ................................................. 64
1. La fundacin del Estado almorvid ........................................................ 64
2. Los Almorvides en Espaa ................................................................... 65
8. Los imperios berberes: Los Almohades .................................................... 69
1. Ibn Tmart y el movimiento almohade. ................................................. 69
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2. Espaa durante la dominacin almohade (hasta 1223) ........................... 70
3. El avance de la Reconquista desde 1223 a 1248 .................................... 73
9. El auge cultural en el perodo de decadencia poltica ................................. 75
1. Poesa ...................................................................................................... 75
2. Literatura en prosa y filologa ................................................................. 81
3. Las ciencias religiosas y la historia ........................................................ 85
4. Filosofa y misticismo ............................................................................. 90
5. El arte de los siglos XI y XII .................................................................. 95
10. El fin de la Espaa islmica ...................................................................... 97
1. Los nazares de Granada ......................................................................... 97
2. Los musulmanes bajo la dominacin cristiana ....................................... 99
3. La literatura en el perodo de repliegue ................................................ 101
4. El arte de los siglos XIII y XIV ............................................................ 106
11. La importancia de la Espaa islmica .................................................... 108
1. La colonizacin rabe y la colonizacin islmica ................................ 108
2. La influencia sobre la Espaa cristiana y sobre Europa ....................... 111
3. La grandeza intrnseca de la Espaa islmica ....................................... 113
Bibliografa ................................................................................................... 115
A. Historia detallada ................................................................................. 115
B. Interpretaciones generales .................................................................... 116
C. Literatura .............................................................................................. 117
Notas ............................................................................................................. 120
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Introduccin
El inters de la Espaa islmica
La Espaa mora ha despertado durante muchos siglos la imaginacin de Europa.
Los romances cantan la valerosa resistencia de Roldn en el paso de Roncesvalles, y la
figura del Cid aparece rodeada por leyendas que nos lo presentan como un gran hroe.
Pero no fue slo la lucha contra los moros lo que atrajo la imaginacin europea. Los
habitantes ms avisados de los brbaros reinos y ducados cristianos de la Europa
Occidental comprendieron que al sur de los Pirineos haba un pas de cultura ms
elevada, en el que gentes que llevaban una vida suntuosa gozaban de los placeres de la
msica y de la poesa; y poco a poco fueron apropindose cuanto pudieron de aquella
cultura. La antigua admiracin resucit en parte con el movimiento romntico, y a la
influencia de Washington Irving debemos sin duda el que la palabra Alhambra sea
tan familiar para muchos que nada saben del palacio del siglo XIV.
Incluso para el prosaico historiador cientfico que investiga la Espaa islmica
el trmino musulmn slo es aplicable propiamente a las personas , el tema no
deja de ser fascinante. Se trata de una cultura oriental que penetr en Europa y ha
dejado su impronta en magnficas reliquias arquitectnicas. Ofrece un ejemplo
importante de ntimo contacto de culturas diversas, sin el cual no podra explicarse lo
que ha sido y es la historia de Europa y de Amrica. Los principales monumentos de
esta cultura son relativamente fciles de visitar, y en la mayor parte de las estaciones del
ao la visita resulta deliciosa. El estudio de la Espaa islmica da adems respuesta a
una serie de cuestiones referentes a la naturaleza general de los procesos histricos. El
tratamiento del tema en la presente obra se ha guiado por estas cuestiones, que pueden
agruparse en tres conjuntos bsicos.
En primer lugar, la Espaa islmica debe ser considerada en s misma. Est
generalmente aceptado que cuenta en su haber grandes, magnficas realizaciones. Pero
en qu consisti su grandeza? En la belleza de los edificios que nos ha legado? En
las obras literarias, que son contribuciones de primera categora al acervo comn de la
humanidad? En los escritos filosficos, cientficos o religiosos que figurarn
indiscutiblemente entre los clsicos del mundo unificado hacia el que avanzamos?
Hasta qu punto no depende esta imagen de la Espaa islmica del contraste entre su
exuberancia y el ascetismo de la vida de sus contemporneos del resto de la Europa
Occidental, as como del hecho de haber constituido el cauce por el que penetraron en
Europa los elementos, tanto materiales como intelectuales, de una cultura ms elevada?
En segundo lugar, la Espaa islmica debe ser considerada como una parte del
mundo islmico. Comparta la cultura de un rea muy vasta, y es preciso tener en cuenta
sus relaciones con los principales centros de irradiacin de aqulla. De qu naturaleza
fueron esos vnculos? Se limit a recibir pasivamente la cultura islmica, o bien llev a
cabo una contribucin especfica a este mundo cultural? Cabe considerarla como una
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clula activa en el organismo social del Islam? Por otra parte, hasta qu punto lleg a
adaptarse a las circunstancias concretas de la Pennsula Ibrica, tales como el clima, la
geografa y la mezcla de religiones? Consigui integrar en una unidad los diversos
grupos raciales y sociales, e impregnar a toda la sociedad con sus valores? De aqu
puede derivarse otra cuestin, la referente a las relaciones entre Espaa y el Norte de
frica, especialmente con la parte que hoy constituye Marruecos y Argelia. En qu
medida fueron estas dos regiones una sola rea cultural dominada por Espaa?
Por ltimo, la Espaa islmica se hallaba en estrecho contacto con sus vecinos
europeos. Qu debe Europa a esta relacin? En cuntas esferas podemos percibir su
huella? Qu hemos aprendido los europeos de los musulmanes espaoles? La
influencia de la Espaa musulmana es evidente, por otra parte, en tanto que suscitadora
de la reaccin europea. La cruzada es en parte una rplica a la ihd, o guerra santa de
los moros; y la Reconquista fue un elemento decisivo en la formacin de la Espaa
moderna. Pese a que la respuesta a estas ltimas preguntas pertenece a la historia de
Europa y de la Espaa cristiana, al menos pueden esbozarse las direcciones que han de
seguir tales respuestas.
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1. La conquista musulmana
1. La Conquista como fase de la expansin rabe
Para los habitantes de Espaa, la conquista rabe, entre los aos 711 y 716, fue
fulminante como un rayo. En cambio, para los rabes, la invasin de Espaa represent
simplemente una fase ms de un largo proceso de expansin1. Constituy sin duda una
fase eminentemente fructfera y afortunada, coronada por el xito con extraordinaria
rapidez; pero en el proceso de expansin, iniciado como mnimo a partir del ao 630, se
haban dado ya otras fases semejantes. Durante el reinado del califa Umar I (634-44), el
Estado rabe, an en perodo embrionario en aquella poca se hallaba constituido por
una alianza de la mayora de las tribus (aunque no todava la totalidad) de la pennsula
arbiga, haba derrotado al Imperio Bizantino, arrebatndole las provincias de Siria y
Egipto, y haba asestado adems al Imperio Persa un golpe tan demoledor que ste haba
cesado de existir, quedando los territorios que ahora llamamos Irak y Persia a merced de
ser ocupados por los rabes tan pronto como stos dispusieran de los hombres
necesarios para asegurar su dominacin. Y aquello haba sido slo el principio. Durante
aproximadamente un siglo, los rabes continuaron progresando en todos los frentes.
Una de sus lneas de expansin iba hacia el nordeste, siguiendo la dorada ruta que
conduce a Samarcanda y an ms all; otra se diriga hacia el Sudeste, hacia el valle del
Indo, y la tercera, hacia el Oeste, a lo largo de las costas del Norte de frica. El avance
no fue paulatino, sino que se produjo a saltos. Hubo perodos de calma y de
consolidacin, cada vez que los rabes se detenan ante algn obstculo importante o
para resolver sus tensiones internas.
Para comprender cmo fue posible esta asombrosa expansin hay que
remontarse a la vida de Mahoma. Mahoma fue al mismo tiempo profeta y poltico,
combinacin difcil de entender para la mentalidad moderna, con su concepcin de la
religin como un compartimento estanco. Como poltico, estaba interesado en la unidad
rabe; pero tal vez pens que la unidad poltica iba implcita en el carcter de su misin
proftica, la cual no se diriga nicamente a los hombres de la Meca, sino a los rabes
en general. La unidad era, sin embargo, prcticamente imposible sin una expansin
territorial, debido a la naturaleza de la vida nmada. La principal base econmica de
este modo de vida era la cra y el pastoreo de rebaos mediante desplazamientos
irregulares desde las zonas en las que haba pastos abundantes despus de cada lluvia a
aquellas otras en las que existan pozos permanentes. Cuando las condiciones se lo
permitan, los nmadas exigan una remuneracin a cambio de la conduccin de
hombres y mercancas. La vida en el desierto rabe, sin embargo, nunca fue fcil; eran
frecuentes las razzias o ataques, que, emprendidos generalmente con la finalidad de
ahuyentar el ganado de un enemigo, producan tambin ocasionalmente prdidas
humanas. Las bajas producidas por las razzias y otras contiendas contribuan sin duda
en alguna medida a resolver los problemas planteados por la escasez de alimentos.
Probablemente, en un determinado momento de su vida, Mahoma comprendi que la
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unidad poltica de los rabes era incompatible con las razzias y las contiendas internas;
pero si stas se hubieran suprimido, el problema de encontrar alimentos se habra
agravado. Cmo superar esta dificultad?
La concepcin islmica del ihd, o guerra santa, ha de ser considerada en este
contexto. No fue en ningn momento un fenmeno puramente religioso, sino tambin,
al menos en parte, un instrumento poltico. Constituy indudablemente una
transformacin de la vieja tradicin nmada de las razzias, cuya explicacin ha de
buscarse en la situacin en que se hallaba Mahoma cuando nicamente tena bajo su
control Medina y unas pocas tribus aliadas. Lo normal era que cada tribu efectuara una
razzia contra cualquier tribu o familia con la que no mantuviera en aquel momento
relaciones amistosas. El funcionamiento del pequeo Estado de Medina era en muchos
aspectos similar al de una tribu. Tena aliados y amigos, e igualmente enemigos, entre
las tribus nmadas de la regin. Mahoma insisti, por lo menos en la ltima poca de su
vida, en que quienes desearan ser plenamente aliados suyos deberan convertirse al
islamismo y reconocerle como profeta. En esta situacin, la concepcin de la guerra
santa no significa sino que las incursiones de saqueo de los seguidores de Mahoma se
orientan contra los no musulmanes; as pues, a medida que aumentaba el nmero de
tribus prximas a Medina que se convertan al Islam, era necesario dirigir estas
expediciones ms y ms lejos. Hay pruebas de que Mahoma era consciente de que el
crecimiento de su alianza, al impedir las contiendas entre los miembros, agravaba los
problemas alimenticios, y de que hizo preparativos para llevar a cabo razzias ms
amplias hacia Siria, la ms prxima de entre las regiones relativamente ricas. El hecho
es que sus sucesores, tan pronto como recuperaron el control sobre algunas tribus
desafectas, dirigieron grandes expediciones de saqueo contra Siria e Irak.
Est muy generalizada la errnea idea segn la cual la guerra santa significa que
los musulmanes daban a elegir a sus enemigos entre la espada y el Islam. En algunos
casos sucedi as, pero esto slo ocurri cuando sus adversarios eran politestas o
idlatras. Para los judos, los cristianos y otros pueblos del libro, es decir, parados
monotestas con tradiciones escritas expresin que se interpretaba muy
liberalmente, exista una tercera posibilidad: convertirse en grupo protegido, que
pagaba un impuesto o tributo a los musulmanes, pero que gozaba de autonoma interna.
Los miembros de estos grupos se llamaban dimmes. En Arabia casi todas las tribus
nmadas eran idlatras, razn por la cual fueron convertidas por la fuerza al islamismo.
Sin embargo, en los dems pases la poblacin nativa se encuadraba por lo general en
grupos protegidos. No se les obligaba a convertirse al Islam, sino ms bien a
mantenerse en sus creencias. Los bienes muebles capturados como botn en las
expediciones solan distribuirse entre los participantes en la expedicin; pero cuando los
musulmanes rabes empezaron a conquistar tierras, prefirieron no dividirlas entre ellos
ni adoptar un modo de vida agrcola. Era ms til permitir a los antiguos cultivadores
que siguieran trabajndolas y exigirles rentas y tributos que, una vez distribuidos,
proporcionaban a los musulmanes los medios para constituir una fuerza expedicionaria
permanente.
As fue como los rabes pudieron avanzar con tanta rapidez y conservar sus
conquistas. Los ciudadanos de pleno derecho, o musulmanes, reciban un salario del
erario pblico y se hallaban en condiciones de consagrarse casi plenamente a guerrear.
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Dado que ese estipendio poda aumentar como consecuencia de la distribucin de los
botines que se capturaban, los musulmanes estaban siempre dispuestos a emprender
expediciones que prometieran ser lucrativas y no excesivamente arduas o peligrosas. Sin
embargo, cuando las poblaciones atacadas eran sometidas y se convertan en
protectorados, era necesario planear nuevas expediciones a lugares an ms lejanos, e
ir dejando guarniciones en las principales ciudades de los territorios conquistados.
La expansin de los rabes hacia el Oeste empez tan pronto como lograron
introducirse en Siria. Desde Siria march hacia el Sudoeste una expedicin, la cual,
entre el 640 y el 642, impuso a todo Egipto la dominacin rabe. Casi inmediatamente
despus se efectuaron expediciones de exploracin, a lo largo de la costa, hasta
Cirenaica y Tripolitania. Un intento de contraataque bizantino, as como una serie de
problemas internos en otras zonas, frenaron el avance de los rabes, pero no pudieron
impedir que en el 670 fundaran la ciudad de Qayrawn en Tnez. En este punto tuvieron
que detener nuevamente su avance, sobre todo a causa de la resistencia de las tribus
berberes; por otra parte, la ciudad de Cartago, permaneca en manos de Bizancio.
Mediante una hbil utilizacin de las rivalidades entre las tribus berberes,
especialmente de las existentes entre las tribus nmadas y las sedentarias, los rabes
lograron finalmente asegurar su dominio sobre Tnez y convertir al Islam a la mayora
de los berberes. Finalmente, en el ao 698 los bizantinos fueron expulsados de
Cartago, y poco despus del 700 expediciones de rabes y de berberes musulmanes
(probablemente nmadas) empezaron a penetrar en Marruecos y en la costa atlntica a
travs de Argelia. La resistencia de los berberes sedentarios de estas regiones fue
aplastada, obligndoseles a reconocer la soberana rabe. Las etapas finales del avance
hacia el Atlntico fueron obra de Ms ibn Nuayr, nombrado, al parecer en el 708, gobernador independiente de Ifrqiya (es decir, de Tnez) y directamente responsable
ante el califa de Damasco; anterior mente, el jefe de la administracin de Qayrawn
haba estado subordinado al gobernador de Egipto.
Hubiera podido pensarse que, despus de estos xitos en el noroeste de frica,
los rabes continuaran en direccin sur. Al menos en algunas zonas haba terrenos del
tipo al que estaban acostumbrados. Dado que la bsqueda de botn era una motivacin
importante, los musulmanes debieron darse cuenta de que el avance hacia el sur o hacia
el sudoeste llevaba consigo una compensacin muy escasa. Por otra parte, tambin
debieron circular rumores e informaciones, ms o menos dignas de crdito acerca de las
grandes riquezas y maravillosos tesoros de Espaa; as, pues, no es sorprendente que los
musulmanes decidieran arriesgarse a la operacin, de una total novedad y
manifiestamente aventurada, de atravesar el estrecho con el fin de descubrir el grado de
verdad que contenan aquellas informaciones. La invasin de Espaa estuvo, por tanto,
en ntima relacin con la previa expansin del poder rabe en el norte de frica, y
posiblemente se hubiera producido lo mismo aunque no se hubieran dado los factores en
la situacin local (como, por ejemplo, la actitud y los intereses del conde Julin), que
estimularon a los musulmanes y les ofrecieron una va de penetracin.
Aunque el mando supremo segua estando en manos de gentes de raza rabe
(considerada sta exclusivamente en funcin de la ascendencia masculina), a raz de la
sumisin de los berberes de Tnez y de Argelia oriental, hacia el 700, una parte
considerable de la fuerza expedicionaria rabe pas a estar compuesta de berberes. Sin
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este aumento de recursos humanos la conquista de Espaa hubiera sido imposible. Por
consiguiente, es ms correcto hablar de expansin musulmana que de expansin rabe,
pese a que la distincin entre rabes y berberes, que no desapareci cuando estos
ltimos se convirtieron al Islam, habra de constituir con el tiempo una grave fuente de
tensiones internas en la Espaa islmica.
2. La debilidad de la Espaa visigoda
La Espaa que tan fcilmente fue conquistada por los musulmanes adoleca de
debilidades internas graves. El examen de la situacin de la Pennsula Ibrica al
comenzar el siglo VIII resulta necesario no slo para comprender la conquista, sino
tambin para apreciar debidamente el desarrollo cultural de la Espaa islmica2.
Los visigodos entraron en Espaa en el 414 y ocuparon el nordeste del pas, esto
es, la provincia romana Tarraconense. Si bien consiguieron mantener su poder mediante
diversas soluciones polticas, la integracin real nunca lleg a producirse, debido a que
los visigodos se adhirieron al Arrianismo, forma hertica del Cristianismo, mientras que
la mayora de la poblacin nativa continu siendo catlica. En el ao 589 se produjo, sin
embargo, un importante cambio, cuando el rey y los visigodos ms preeminentes
abjuraron del Arrianismo y se convirtieron al Catolicismo. Esto contribuy a la
constitucin de un reino estable y unificado, que abarcaba la totalidad de la Pennsula
Ibrica y la provincia de Septimania, en el sur de Francia. Parece que, a principios del
siglo VIII, la aristocracia visigoda y la nobleza hispanorromana se haban fundido en un
solo grupo privilegiado, que inclua a todas las clases elevadas. En el seno de esta
clase superior existan fracciones opuestas, pero no parece que el enfrentamiento
respondiera a causas raciales. A las clases elevadas perteneca tambin la jerarqua
eclesistica. Los arzobispos y obispos desempeaban un papel considerable en el
gobierno y en la administracin del reino; sin embargo, no se trataba, como a veces se
ha afirmado, de un Estado teocrtico. Por el contrario, los obispos estaban dominados
por el rey y sus consejeros, y en grandsima medida no representaban ya los intereses
del pueblo llano.
Sin embargo, la monarqua misma distaba de ser fuerte. En principio, el rey era
elegido por las clases elevadas de entre sus propios miembros. No exista una regla fija
sobre la sucesin. Algunos reyes trataron de asegurar la sucesin de uno de sus hijos
asocindole a su poder antes de su muerte, pero los restantes miembros de las clases
superiores con frecuencia no estaban de acuerdo con este procedimiento. Las intrigas en
torno a la sucesin fueron constantes. La debilidad del rey responda tambin a la
inadecuada naturaleza de su ejrcito. En teora, todos los hombres libres capaces de
empuar las armas estaban obligados a la prestacin militar cuando el rey les convocaba
a ello. No era ste el tipo de obligacin y de vasallaje que encontramos en el sistema
feudal surgido en Europa occidental en siglos posteriores; cada hombre mantena una
relacin directa con el rey, a quien deba lealtad. Parece ser que, hacia fines del siglo
VII, los reyes encontraron grandes dificultades para reclutar un ejrcito adecuado. Las
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causas de estos rasgos tan poco satisfactorios de la monarqua se remontan a la
concepcin germnica de la tribu, o unidad poltica, que los visigodos de Espaa
estaban intentando aplicar a circunstancias para las que resultaba inadecuada.
Adems de las clases elevadas, la poblacin se compona de hispanorromanos
libres, as como una considerable proporcin de campesinos en rgimen de
servidumbre, sucesores de los coloni romanos. Este ltimo grupo social viva en
condiciones muy duras, pero tambin los hombres libres se encontraban discriminados.
Por consiguiente, el descontento era grande, y amplios sectores populares recibieron a
los musulmanes como libertadores y les apoyaron con todas sus fuerzas. Las ciudades,
en particular, se encontraban en una situacin ms desfavorable que bajo la dominacin
romana, y haban perdido muchos de sus privilegios municipales. Dado el primitivo
modo de vida de los visigodos, no es de extraar que apenas apreciaran los beneficios
del comercio y de la vida urbana en general; pero la razn ms importante ha de
buscarse probablemente en la regresin econmica general que sigui a la cada del
Imperio Romano.
Esta minusvaloracin del papel del comercio tal vez fue una de las causas del
severo trato a que fueron sometidos los judos del reino, puesto que muchos de ellos
eran comerciantes. Otro factor fue la ntima asociacin entre los obispos y el rey; una
gran parte de las tareas de gobernacin del reino se discuta en los concilios
eclesisticos, y las jerarquas de la Iglesia, influidas naturalmente por consideraciones
teolgicas, vean a los judos como enemigos. Los decretos especialmente rigurosos del
Concilio del 693 hicieron prcticamente imposible que los judos prosiguieran su
actividad comercial. Muchos de ellos empezaron a conspirar con sus hermanos de raza
del norte de frica; y un nuevo decreto del ao 694 condenaba a la esclavitud a los
judos que no aceptaran el bautismo. Incluso aunque posteriormente esta medida se
suavizara en la prctica y no se cumpliera estrictamente, el gran descontento existente
entre los judos contribuy tal vez a estimular los proyectos musulmanes de invasin; en
cualquier caso, es seguro que los judos del norte de frica estaban dispuestos a
proporcionar toda la informacin que posean. Una vez derrotado el ejrcito visigodo
por los musulmanes, los judos les apoyaron con todas sus fuerzas.
El antecedente inmediato de la invasin fue una disputa ms en torno a la
sucesin, que se diferenci de las ya habituales en que sumi al pas prcticamente en
una guerra civil. Egica y Vitiza, padre e hijo, haban reinado desde el ao 687. Vitiza
deseaba a su vez que uno de sus hijos, Agila, le sucediera, y como paso previo le
nombr dux de la provincia del Nordeste (Tarraconense). Al morir Vitiza en el ao 710
parece que un poderoso grupo de nobles eligi rey a Rodrigo. Agila, sin embargo, se
mantuvo al frente de su provincia, e incluso acu moneda como si fuera un soberano
independiente. As, pues, cuando Rodrigo hubo de enfrentarse con los invasores
musulmanes, no controlaba firmemente todo el territorio. No es sorprendente, por tanto,
que fuera derrotado, ni tampoco que tras su derrota no hubiera ningn grupo o individuo
capaces de actuar como autoridad central del reino.
La debilidad del reino visigodo puede atribuirse, as, pues, a tres factores
principales: las divisiones entre las clases elevadas acerca de la sucesin del reino; el
descontento de los dems sectores sociales ante los privilegios de las clases superiores,
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y, por tanto, la dudosa fidelidad del ejrcito; y, finalmente, la persecucin contra los
judos.
3. El curso de la invasin, 711-716
El primer contingente importante de musulmanes puso pie en el sur de Espaa
en abril o mayo del ao 711, lo que significa que conoci Andaluca en su poca ms
atractiva3. No era aqul, desde luego, el primer contacto musulmn con Espaa, pero
todo lo anterior a este momento slo lo conocemos de manera confusa, a travs de un
halo de leyenda. Faute de mieux, hemos de partir de esta leyenda. Su figura central es el
conde Don Julin, acerca de cuyo nombre, incluso, se han mantenido vivas polmicas.
Era posiblemente un exarca bizantino de Ceuta (Septa), situada frente a Gibraltar. De
ser correcta esta hiptesis, el relativo aislamiento de Don Julin explicara sus ntimas
relaciones con una de las partes que luchaban por el trono del reino visigodo de Espaa.
Cuenta la leyenda que Don Julin estaba encolerizado porque su bella hija, a la que
haba enviado a Toledo para que all recibiera educacin, haba sido seducida por Don
Rodrigo, quien, con usurpacin o sin ella, era el rey efectivo, aunque precario, de
Espaa. Se dice que el irritado Julin pidi ayuda a los musulmanes para vengar su
ofensa. Aparte de esta historia, hay una serie de pruebas menores en el sentido de que
tanto Julin como los adversarios visigodos de Rodrigo se esforzaron deliberadamente
por despertar el inters de los musulmanes hacia Espaa y de que en un primer
momento les prestaron considerable ayuda.
Se cuenta que hacia octubre del ao 709 algunos hombres de Don Julin hicieron
una incursin al otro lado del Estrecho para demostrar a los musulmanes la riqueza del
botn que podra obtenerse. En julio del ao 710 una partida de cuatrocientos
musulmanes, encabezados por su jefe, arf, desembarc en la punta ms meridional de Espaa, al oeste de Gibraltar, en el lugar que hoy se llama Tarifa. Esta operacin de
reconocimiento dio buen resultado, y los musulmanes quedaron lo suficientemente
satisfechos como para organizar una expedicin en gran escala al ao siguiente. Unos
siete mil hombres fueron transportados a un punto inmediato a Gibraltar en naves
suministradas por Don Julin. La mayor parte eran berberes, y su jefe era un
lugarteniente berber de Ms ibn Nuayr (el gobernador rabe del noroeste de frica), cuyo nombre, riq ibn Ziyd, ha sido perpetuado en el de Gibraltar, que no es sino una corrupcin de abal riq, la montaa de riq. Era riq un competente jefe militar que estaba al mando de las fuerzas que guarnecan Tnger. A causa de la
ausencia del rey Rodrigo, que se hallaba en el Norte, los musulmanes tuvieron tiempo
para establecer una base en el lugar donde se alzara posteriormente la ciudad de
Algeciras. Rodrigo se apresur a dirigirse hacia el Sur tan pronto como recibi noticias
de la expedicin, y el 19 de julio atac a los musulmanes en un valle o wd, que la
mayora de los historiadores identifican actualmente como el del ro Barbate. Los
musulmanes haban sido reforzados por un contingente de cinco mil hombres, mientras
que, al parecer, algunas de las tropas de Rodrigo que no le eran afectas se retiraron del
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campo de batalla. El resultado fue una victoria concluyente de los musulmanes. Don
Rodrigo muri en la batalla o, en todo caso, desapareci.
Esta victoria derrumb la organizacin central del reino visigodo. Hubo an
alguna resistencia, pero slo de carcter local o regional. riq comprendi rpidamente que Espaa se abra ante l, y se dirigi, en primer lugar, a Crdoba. En el camino
derrot a un grupo aislado de visigodos fugitivos en cija, y como resultado obtuvo el
apoyo de los judos y de otros grupos descontentos en una zona muy amplia, decidiendo
avanzar, despus de lo cual, con el grueso del ejrcito hacia la capital visigoda, Toledo,
que al parecer ocup sin encontrar seria resistencia. Probablemente hizo tambin un
avance de reconocimiento en direccin a Zaragoza, antes de establecerse en Toledo para
pasar el invierno. Mientras tanto, en octubre, Crdoba se renda a un destacamento de
setecientos jinetes.
Segn algunos autores, el gobernador provincial del noroeste de frica, Ms
ibn Nuayr, fue presa de los celos al conocer los xitos de riq, pero esto bien puede ser una distorsin de los hechos. Su conducta es perfectamente explicable en base a una
meditada decisin de aprovechar al mximo la oportunidad que se les ofreca a los
musulmanes. Con dieciocho mil hombres, rabes en su mayor parte, cruz el Estrecho
en julio del 712 y avanz sobre Sevilla. Captur sobre la marcha una serie de plazas
menores y venci despus la resistencia de los sevillanos. A continuacin avanz en
direccin septentrional para dar la batalla a un fuerte reagrupamiento de visigodos, los
cuales se retiraron a Mrida, donde hicieron frente a los sitiadores musulmanes hasta
junio del 713. Parece ser que slo despus de estos hechos se encontraron Ms y riq en Talavera, a orillas del Tajo, aguas abajo de Toledo. Poco ms, aparte de algunas
revueltas que fueron sofocadas, hay que registrar durante el ao 713, aunque es
presumible que los ejrcitos musulmanes estuvieran absorbidos por la consolidacin de
su poder sobre el territorio que haban ocupado.
Durante el ao siguiente, Ms ocup Zaragoza. Es posible que enviara patrullas
de exploracin hasta Narbona, puesto que el reino visigodo inclua una parte del sudeste
francs, comprendida la costa mediterrnea. Sin embargo, al parecer decidi que haba
problemas ms urgentes en el Oeste, y avanz en esta direccin hasta entrar en Asturias.
riq haba ocupado ya Len y Astorga, y Fortn de Aragn se haba sometido a su poder, convirtindose al Islam. En el curso de aquel ao Ms y riq fueron convocados ante la corte del califa de Damasco. Hay una fabulosa historia acerca del
lento avance triunfal de Ms por el norte de frica y por Egipto, con una gran
caravana de cautivos y un botn increblemente rico, del severo trato que recibi del
califa y de su muerte en prisin o por lo menos en la pobreza. Pero tambin en esto hay
mucho de leyenda. Ms parti de Espaa seguramente en el otoo del 714, puesto que
lleg a Damasco aproximadamente en febrero del ao 715.
El mando supremo en Espaa fue confiado al hijo de Ms, Abd al-Azz, quien
continu con toda eficacia la tarea de ocupar el pas hasta que fue asesinado en marzo
del 716. El territorio dominado por los musulmanes en el Norte y en el Nordeste se
ampli como consecuencia de la conquista de Pamplona, en los Pirineos occidentales, y
de Tarragona, Gerona y (probablemente) Narbona, en la costa mediterrnea. En el
Sudeste los musulmanes se apoderaron de Mlaga y Elvira, y firmaron un tratado con el
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prncipe Tudmr (Teodomiro) de Murcia. Todos estos acontecimientos pueden situarse
en el ao 715, excepto el tratado, que data probablemente del ao 713.
Con la muerte de Abd al-Azz concluye la fase de conquista y ocupacin. Sin
embargo, no haba sido conquistada ni ocupada la totalidad de la Pennsula Ibrica.
Haba una extensa zona que cubra, sobre todo, el Noroeste, en la que los musulmanes
no haban prcticamente penetrado. Y en el resto del territorio existan probablemente
localidades aisladas no sometidas plenamente. Pero puede decirse, de todas formas, que
en lo esencial la unidad organizativa del pas, desaparecida a raz del derrumbamiento
del poder visigodo, haba sido restaurada. Se haba creado una red administrativa, con
su correspondiente respaldo militar, que cubra casi toda la Pennsula, y el grado de
control efectivo que ejerca la autoridad central musulmana era probablemente mayor
que el de los ltimos reyes visigodos.
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2. La provincia del califato de Damasco
1. La organizacin de la provincia
Los rabes denominaron a su nuevo dominio de la Pennsula Ibrica al-
Andalus. El nombre es una corrupcin de Vandalicia, a su vez derivado de los
invasores vndalos. Dado que se utilizaba exclusivamente para designar la parte de la
Pennsula dominada por los musulmanes, con el avance de la Reconquista el rea
geogrfica a la que el trmino se aplicaba se fue contrayendo. En su utilizacin
moderna, Andaluca es el nombre de la regin del sudeste de Espaa en la que los
moros tuvieron su ltimo asiento, del siglo XIII al siglo XV.
Para los rabes, al-Andalus era solamente una provincia, o parte de una
provincia, de un vasto imperio que se extenda desde al-Andalus y Marruecos hasta el
Asia central y el Punjab. El gobernante del imperio era el califa. Este trmino es una
adaptacin del rabe jalfa, que significa sucesor o delegado. El califa era el hombre que
suceda a Mahoma en sus poderes temporales, pero no en los espirituales. Los primeros
cuatro sucesores de Mahoma, que gobernaron del 632 al 661, reciben el nombre de
califas ortodoxos (ridn). Del 661 al 750 el califato estuvo en manos de la familia
de los Omeyas, rama de la tribu de Quray que habitaba en la Meca; algunos miembros
de esta familia haban figurado durante la vida de Mahoma entre los principales
comerciantes de la ciudad. Los califas Omeya instalaron su capital en Damasco, aunque
la corte resida a menudo en alguno de sus palacios en otros lugares de Siria.
Pese al enorme territorio controlado por los califas Omeyas, la organizacin del
gobierno central an se conceba segn las lneas de una tribu nmada rabe. Ante todo,
tena ms que ver con las personas que con los cargos. El califa estaba muy lejos de ser
un autcrata. Al igual que el ayj o jeque de la tribu, estaba obligado a consultar con los
ms destacados de entre aquellos que le rodeaban, y, en general, a actuar con respecto a
ellos como primero entre iguales. La debilidad de este sistema para enfrentarse con los
problemas de un gran imperio es fcil de advertir; por ello algunos de los ltimos
Omeyas se orientaron hacia la tradicin persa de gobierno autocrtico, tradicin en la
que se basara el posterior rgimen de los Abbses. Una cuestin particularmente
difcil era la de la sucesin en el cargo de califa. De acuerdo con las ideas rabes, la
primogenitura no conceda ningn privilegio especial, e incluso la sucesin del padre
por uno cualquiera de sus hijos era tan slo una posibilidad ms. El nuevo jefe o ayj de
una tribu era normalmente el varn adulto ms capacitado perteneciente a una cierta
familia, elegido por los miembros ms destacados de la tribu. As, pues, el
mantenimiento del califato en el seno de la familia Omeya se llev a cabo no sin ciertas
maniobras, y a los ojos de muchos rabes constituy una usurpacin.
Los califas, siguiendo el ejemplo de Mahoma, delegaban diversas tareas en otros
individuos. El cargo ms importante era el de general de un ejrcito. Al conquistar
extensos territorios, los generales asuman la funcin de gobernadores provinciales. El
cambio, si es que se puede denominar as, era muy sencillo. Cuando un ejrcito se
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retiraba a invernar en una plaza fuerte de un pas recientemente conquistado en
Qayrawn, por ejemplo, el general continuaba ejerciendo su mando, pero ste
adquira un carcter prcticamente civil, puesto que los nicos ciudadanos de pleno
derecho del Estado islmico eran los soldados que tena a sus rdenes. Los asuntos
financieros y judiciales se solan atribuir a funcionarios distintos, que podan ser
directamente designados por el califa, pero la responsabilidad suprema corresponda al
general-gobernador.
Los habitantes no musulmanes de una provincia del califato tenan, como ya se
ha sealado, el status de personas protegidas, o dimmes (aunque, segn algunos, en
al-Andalus el trmino dimmes se aplicaba exclusivamente a los judos). El gobierno
local preexistente sola ser respetado, y el jefe de cada comunidad quedaba
responsabilizado ante la autoridad musulmana del pago del tributo y de otros impuestos,
as como del mantenimiento del orden interno. En el Oriente Medio este hombre
responsable era por lo general el anterior jefe religioso de un grupo de creyentes; por
ejemplo, un patriarca o un obispo. Tal parece que fue tambin la pauta general en
Espaa. Sin embargo, en el 713 los musulmanes llegaron a un acuerdo con Tudmr
(Teodomiro), prncipe de Murcia, confirmndole en sus derechos como prncipe y
reconociendo a sus sbditos entre otras cosas la prctica de su religin. Cuando
una comunidad rechazaba los primeros requerimientos para qu se rindiera y era
derrotada posteriormente en el campo de batalla, tambin se conceda a sus miembros el
status de personas protegidas, pero las condiciones tendan a ser ms severas y el
nivel del tributo y de la imposicin ms oneroso.
Originariamente, todos los rabes musulmanes estaban sujetos al servicio militar
y reciban estipendios del Estado. Constituan as una casta militar superior. El botn
mueble capturado en las expediciones sola ser vendido a los comerciantes, y el
producto de la venta era dividido entre los que haban participado en la expedicin. Las
tierras, sin embargo, no se vendan, sino que eran conservadas por sus propietarios y
arrendatarios, que pagaban las rentas correspondientes al tesoro central. No obstante,
cuando los propietarios haban huido como probablemente fue el caso de algunas de
las familias nobles visigodas, el gobernador de la provincia tena derecho a donar
estas tierras a los musulmanes; de esta manera, con el transcurso del tiempo, muchos
musulmanes se convirtieron en terratenientes. En cualquier regin del califato es difcil
seguir con detalle la transicin desde una clase receptora de estipendios a otra
propietaria de tierras; y esta dificultad resulta particularmente acusada en el caso de
Espaa. Hacia el ao 750, aproximadamente, el sistema de pago de estipendios haba
perdido al parecer su importancia seguramente porque constitua ya una parte
relativamente pequea de los ingresos individuales; y es probable que poco tiempo
despus cayera en desuso. En todo caso, antes de que ocurriera esto, muchos rabes de
al-Andalus se haban convertido en terratenientes, y residan, por lo general, en centros
urbanos prximos a sus fincas.
Hasta aproximadamente el ao 700, a los habitantes no rabes de las zonas
centrales del califato no se les animaba a convertirse en musulmanes. A veces, debido a
la prdida de ingresos que suponan las conversiones (puesto que los musulmanes no
estaban sujetos a capitacin), se tomaban medidas para evitar que los no rabes
abandonaran sus comunidades religiosas. Exista una mayor probabilidad de que fueran
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aceptados aquellos que estaban dispuestos a tomar parte en las expediciones militares, y
cabe suponer que todos los berberes que entraron en Espaa se haban convertido al
Islam. Sin embargo, hasta el ao 750, una persona no rabe tena que hacerse cliente
(mawl, plural mawl) de una tribu rabe para llegar a ser musulmn. La razn parece
ser que el Estado islmico an era concebido como una federacin de tribus rabes.
Dado que el status de cliente se consideraba como de carcter inferior y, por lo general,
implicaba un estipendio menor que el de los rabes puros, reinaba un cierto descontento
entre los musulmanes no rabes, cuyo nmero, al parecer, se increment rpidamente
durante la primera mitad del siglo VIII. Este descontento fue un factor importante en la
cada del Califato Omeya de Damasco. La obligacin de que los musulmanes no rabes
se hicieran clientes de tribus rabes fue desapareciendo de forma paulatina despus del
750. En al-Andalus los berberes, procedentes en su mayora de las zonas montaosas
del norte de frica, se establecieron en terrenos similares e hicieron del pastoreo su
forma de vida.
Aunque al-Andalus formaba parte del califato de Damasco, sus gobernadores no
dependan directamente del califa, sino del gobernador de Ifrqiya (Tnez), residente en
Qayrawn. Esta organizacin era razonable dado el tiempo que las comunicaciones y
viajes exigan. En el perodo del 716 al 756 desempearon el cargo de gobernador unos
veinte hombres, algunos de ellos en ms de una ocasin. Solamente tres lo ejercieron
durante cinco o ms aos. Algunos eran solamente gobernadores provisionales, que
sustituan a hombres muertos en acciones de guerra contra los cristianos, o por otras
causas. Dada la distancia a que se encontraban de Damasco, e incluso de Qayrawn,
tenan un amplio margen de independencia (lo cual fue, sin duda, una de las razones de
esos frecuentes cambios). Sin embargo, y al igual que los califas, no tenan carcter
autocrtico, sino que, hasta cierto punto, estaban obligados a tener en cuenta la opinin
de los notables rabes de al-Andalus. El ltimo de los gobernadores, Ysuf ibn Abd al-
Ramn al-Fihr, fue designado, al parecer, mediante eleccin en el ao 747. En esta poca el poder del califa de Damasco se estaba ya desmoronando. La capital provincial
inmediatamente despus de la conquista haba sido Sevilla (en lugar de Toledo, capital
de los visigodos), pero hacia el ao 717 se traslad a Crdoba, cuya posicin era ms
central.
2. El fin de la expansin
Puesto que el reino visigodo se extenda hasta el sur de Francia, era natural que
los rabes ocuparan tambin esa zona del reino conquistado. La regin francesa formaba
parte en realidad del vaco poltico que los rabes haban creado al destruir la
organizacin central de los visigodos. Desgraciadamente, las informaciones acerca de la
ocupacin musulmana de Francia y sus expediciones a este pas son muy escasas, pero
es probable que de haberse producido una resistencia importante de los visigodos en esa
zona tendramos referencias de la misma. Las incursiones en la regin de Narbona
comenzaron probablemente poco despus de la derrota de los visigodos en Espaa. Est
comprobado que, hacia el 719, el gobernador rabe al-Sam logr ocupar Narbona y
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avanzar hacia Toulouse. Sin embargo, la enrgica actuacin del duque de Aquitania,
Eudo, consigui en el 721 rechazar a los musulmanes de Toulouse y causar la muerte de
al-Sam.
Este revs no impidi que los musulmanes siguieran tratando de encontrar otras
lneas de avance hacia Francia. En el 725 fueron ocupadas Carcassone y Nmes, y una
fuerza armada se abri camino desde all hacia el Norte, siguiendo el valle del Rdano.
Segn algunos, llegaron a Autun, sobre el Sane, o incluso ms lejos. Pero esta
operacin de tanteo no tuvo continuacin. En cambio, Abd al-Ramn al-Gfiq explor la ruta hacia el oeste de los Pirineos. En el ao 732 reuni sus tropas en
Pamplona y march hacia Francia a travs del paso de Roncesvalles. Eudo de Aquitania
fue derrotado y Burdeos ocupada. Despus, los musulmanes avanzaron hacia el Norte,
en direccin a Tours, donde esperaban obtener un abundante botn. Pero Eudo haba
avisado a Carlos Martel, prncipe de los francos, cuyo poder estaba en auge y que
inmediatamente comprendi la gravedad del peligro. Carlos Martel march hacia el Sur
para hacer frente a la amenaza musulmana. A finales de octubre del ao 732, entre
Tours y Poitiers, se libr una batalla, denominada por unos batalla de Tours y por otros
batalla de Poitiers. Los musulmanes fueron derrotados y su jefe muerto. Una parte de
las fuerzas invasoras se retir hacia Narbona. No existen datos que hagan suponer que
los musulmanes intentaron de nuevo invadir Francia por esta ruta occidental.
MAPA 1: Lmites aproximados de la influencia islmica:
principios del siglo VIII; principios del siglo IX; | | | | | | hacia
1400.
Antes de ponderar el significado de la batalla de Tours nos ocuparemos de
algunos acontecimientos de los aos inmediatamente posteriores. En el 734 los
musulmanes marcharon de nuevo hacia el valle del Rdano, y una expedicin que parti
de Narbona ocup Arles y Avignon. Hacia el 738, sin embargo, los invasores fueron
rechazados por Carlos Martel, que avanz despus hasta Narbona, sitindola durante un
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tiempo, pero sin lograr conquistarla. No se produjeron nuevas luchas en esta regin
hasta despus de la cada del califato de Damasco. Fue entonces, probablemente en el
ao 751 (aunque es posible que no fuera hasta el 759), cuando el sucesor de Carlos
Martel logr por fin reconquistar esta importante plaza.
Muchos autores han considerado la batalla de Tours como una de las batallas
decisivas de la historia mundial. Aunque en cierto sentido lo fue, sera ms exacto
describirla como el punto en que los acontecimientos cambiaron de rumbo. No fue un
cataclismo que destruyera el poder militar y poltico central de la Espaa musulmana.
Ese poder continu prcticamente inclume, pero sus dirigentes comprendieron que la
ruta al oeste de los Pirineos no era una lnea de expansin satisfactoria. Las victorias de
Carlos Martel en el 738 demostraron que la expansin a lo largo del valle del Rdano
tambin haba dejado de ser posible o deseable. Sin embargo, todas estas expediciones a
Francia eran una continuacin directa de la poltica que haba impulsado el avance de
los musulmanes a travs del norte de frica y Espaa. Aunque las motivaciones
personales de algunos de los expedicionarios fueran religiosas y aunque los factores
religiosos puedan haber influido en la estrategia general, el objetivo inmediato de las
expediciones era el saqueo. Los musulmanes buscaban sobre todo regiones en las que se
pudiera obtener con facilidad un botn abundante. Estaban dispuestos a luchar, incluso a
luchar encarnizadamente, pero slo hasta cierto punto. Si el avance en una determinada
direccin implicaba una lucha intensa y prolongada y el botn no compensaba los
esfuerzos necesarios para su obtencin, se enviaban nuevas expediciones de tanteo en
otras direcciones. La victoria de Carlos Martel en Tours haba probado que la fuerza de
ste era ya lo bastante grande como para que aquella lnea de avance no fuera ya
lucrativa; y los ataques posteriores de Martel contra Narbona mostraron que el avance
hacia Francia no ofreca ya perspectivas provechosas.
La cuestin podra formularse de otra manera, a saber, que la voluntad de
conquista de los musulmanes era ms dbil que la voluntad de resistencia de los francos.
Al debilitamiento de esa voluntad de conquista haban contribuido diversos factores
internos. Adems del coste creciente del botn, es probable que los musulmanes,
acostumbrados a un clima mediterrneo, encontraran desagradable el del centro de
Francia. Indudablemente tenan tambin algunos indicios de la ruptura del califato de
Damasco, y por esta razn se sentan inseguros. Asimismo, los recursos humanos de
que disponan, rabes y berberes, deban de haberse reducido ya hasta el lmite de su
capacidad. As que, por muchas razones, los musulmanes no tenan excesivo deseo de
continuar sus intentos de avanzar hacia Francia. La marea haba comenzado a refluir.
Sin embargo, no era solamente en Francia donde el curso de la corriente se haba
invertido. Tambin en el noroeste de Espaa los musulmanes empezaron a retroceder.
Sabemos poco acerca de lo que ocurri en esta zona en el cuarto de siglo posterior al
711. Es probable que existieran guarniciones musulmanas en todas las poblaciones de
cierta importancia. Sin embargo, en ciertos enclaves montaosos haba pequeos grupos
que se negaban a someterse. Posiblemente figuraban en ellos nobles visigodos, pero la
voluntad de resistencia proceda sobre todo, al parecer, de los jefes de las poblaciones
locales (especialmente de los gallegos4), cuyos rasgos fundamentales diferan de los de
los visigodos. La historia, un tanto legendaria, de la derrota en Covadonga de una fuerza
musulmana (acompaada por el metropolitano de Sevilla) por el prncipe Pelayo puede
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fecharse en el 718 o bien entre el 721 y el 726. Aparte de este hecho, hasta el reinado de
Alfonso I de Asturias, entre el 739 y el 757, no existen datos de nuevos
acontecimientos. Alfonso I reconquist gran parte del noroeste de Espaa y de Portugal;
puede que incluso llegara a expulsar a los musulmanes de casi una cuarta parte de la
Pennsula Ibrica, aunque no todo el territorio fuera ocupado por los seguidores de
Alfonso. Una parte qued prcticamente deshabitada: las marcas.
Las razones de este cambio en el curso de los acontecimientos en Espaa no eran
distintas de las de Francia. Tambin otros factores especiales contribuyeron a este
resultado. Los musulmanes que se haban establecido en el pas eran principalmente
berberes, y, como veremos a continuacin, no estaban satisfechos de la forma en que
les trataban los rabes. El resultado fue que se rebelaron. Por otra parte, un grave
perodo de hambre, que empez en el 750, impuls a muchos berberes a abandonar sus
tierras espaolas y a regresar a frica.
El historiador, sobre todo el especialista de historia europea consciente de la
importancia de la Reconquista en el resurgimiento de Espaa, ve en los xitos de
Alfonso I el germen de la destruccin del poder musulmn en Espaa; y, en cierto
sentido, as fue. Sin embargo, desde el punto de vista musulmn, lo ocurrido en el
perodo del derrumbamiento del califato de Damasco slo significaba que las fronteras
de al-Andalus eran inestables; inestabilidad que no era mayor que la de muchas otras
fronteras del califato. La existencia del reino de Asturias significaba en s misma no que
al-Andalus estuviera condenada a la extincin antes de que hubiera comenzado
realmente a vivir, sino que los musulmanes tendran que hacer frente a un constante
desafo en el Norte. El problema real consiste en saber por qu a la larga el podero
cristiano aument y el musulmn decay.
3. Tensiones internas de la provincia
La rpida ocupacin de casi toda la Pennsula Ibrica y los posteriores intentos
de expansin por Francia tenan inevitablemente que repercutir en los agentes de estas
operaciones, a saber, los rabes y sus aliados berberes. La conversin de los habitantes
locales al Islam haba empezado antes del 750, pero el nmero de conversos era
insuficiente para conferirles un papel independiente en la vida poltica de aquel tiempo.
Los ms antiguos documentos atribuyen gran parte de las tensiones que se
produjeron entre los rabes a las rivalidades entre tribus y grupos de tribus, en particular
entre dos grupos denominados Qayses y Kalbes. Esta contienda se extendi a veces a
grupos ms amplios, genealgicamente conectados con las dos tribus originales, hasta
envolver prcticamente en ella a todas las tribus de Arabia. Esta rivalidad entre las
tribus ha sido exagerada por Dozy en su presentacin de la historia de la Espaa
islmica, y as lo reconoce su discpulo Lvi-Provenal. No obstante, es indudable que
la rivalidad tribal existi realmente e influy en la poltica. La dificultad consiste en
cmo interpretar esa influencia. Deben distinguirse dos aspectos: el significado de los
hechos en el centro del califato, y su significacin en al-Andalus.
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Por lo general, las rivalidades en el califato enfrentaban a grupos de tribus. Los
historiadores musulmanes explican y justifican este hecho alegando que los grupos
asociados tenan vnculos genealgicos. Sin embargo, los modernos historiadores
europeos tienden a considerar la genealoga como algo posterior a la agrupacin (es
decir, como una invencin de los genealogistas del perodo Omeya); y la forma en que
variaron los agrupamientos segn las distintas regiones viene a confirmar estas tesis.
Asimismo, las agrupaciones reales parecen derivarse de las condiciones existentes en las
ciudades de guarnicin y en las provincias conquistadas, y no de la situacin en la
Arabia pre-islmica. En lugar de atribuirlas a las antiguas querellas, los modernos
historiadores consideran que las tensiones que se produjeron en Siria se debieron al
hecho de que muchos kalbes se haban establecido all con anterioridad a la expansin
rabe, mientras que la mayora de los invasores eran qayses. Por consiguiente, exista
una diferencia social, y quiz tambin econmica, contempornea a las tensiones y
subyacente a stas.
Despus del 740, la rivalidad tribal se convirti en un importante factor poltico
en al-Andalus. En parte, lo que ocurri en la provincia pudo ser simplemente un reflejo
de lo que estaba sucediendo en la capital. Los qayses y los kalbes funcionaban de una
manera similar a los partidos polticos en un Estado moderno. Cuando el califa se
apoyaba fundamentalmente en uno de los dos partidos, casi todas las designaciones para
cargos provinciales recaan en miembros del mismo. Las diferencias sociales y
econmicas entre los dos grupos debieron sin duda influir en su apoyo a lneas polticas
diferentes; pero las escasas fuentes disponibles no han sido estudiadas desde este punto
de vista.
Poco sabemos acerca de lo que ocurri en Espaa entre el 720 y el 740. Se
realizaron expediciones de saqueo hacia Francia; continu la pacificacin y la
colonizacin del pas, y las revueltas locales fueron sofocadas. En el 740 estall una
rebelin berber en el norte de frica, y los sublevados se apoderaron de Tnger. Las
tropas enviadas por el gobernador desde su sede de Qayrawn fueron derrotadas, y en el
741, pese a los refuerzos sirios llegados de Damasco, su ejrcito fue nuevamente batido.
Estos xitos provocaron una rebelin berber en el noroeste de Espaa. Todos los
berberes estaban profundamente descontentos del trato al que los rabes les sometan.
En todas las distribuciones se les asignaban participaciones ms reducidas, y en los
asentamientos reciban las regiones menos deseables. Pese a ser musulmanes, los rabes
no los consideraban como iguales. Dado que eran ms numerosos, y posiblemente
tambin luchadores ms vigorosos, no es sorprendente que en un principio su rebelin
tuviera xito.
Sin embargo, a fines del ao 741, un nuevo e importante elemento hizo su
aparicin en al-Andalus. Tras la victoria berber en el norte de frica, siete mil jinetes
de los refuerzos sirios, dirigidos por su jefe Bal, se refugiaron en Ceuta y fueron
sitiados por los berberes. En esta difcil situacin, llegaron a un acuerdo con el
gobernador de al-Andalus: si ste les proporcionaba medios de transporte, lucharan
contra los rebeldes de Espaa y abandonaran el territorio una vez sofocada la rebelin.
En cumplimiento de este acuerdo, los sirios fueron transportados a la otra orilla. Ya en
la Pennsula, derrotaron sucesivamente tres columnas de berberes. Probablemente se
habran marchado tras estas victorias si el gobernador no hubiera tratado de eludir el
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pleno cumplimiento de las obligaciones que le impona el acuerdo. Este gobernador era
kalb, mejor dicho, del partido yemen, mientras que los rabes sirios comandados por
Bal eran qayses. As, pues, en lugar de abandonar el pas, marcharon sobre Crdoba y
expulsaron al gobernador, instalando en su lugar a Bal. Sus adversarios rabes se
reorganizaron y lograron un cierto apoyo berber, pero fueron derrotados en agosto del
742 por las tropas de Bal, muriendo ste en la batalla.
El nuevo gobernador enviado desde Qayrawn trat de pacificar al pas
estableciendo a los sirios en las tierras del valle del Guadalquivir y a lo largo de la costa
meridional. En Siria haban sido undes, es decir, gentes que reciban tierras en feudo a
cambio de servir en el ejrcito cuando se les requera para ello; y su asentamiento en al-
Andalus se llev a cabo en condiciones parecidas. Esto no impidi que, en alianza con
otras tribus rabes, sostuvieran en el poder, entre el 745 y el 755 a gobernadores que
favorecan sus intereses. Hacia el 755 encontramos indicios de que la oposicin de los
rabes yemenes se preparaba para desafiar a la coalicin dominante. Entre tanto, el
norte del pas se recuperaba del hambre que lo haba asolado desde el 750. En esta
coyuntura, Abd al-Ramn nacido en el 730, joven miembro de la familia Omeya que haba logrado escapar de Irak y de Siria cuando todos sus parientes haban sido
exterminados por los Abbses tras la llegada de stos al poder en el 750, despach un
emisario a al-Andalus. Abd al-Ramn haba vivido durante algn tiempo con la tribu berber de su madre, cerca de la costa mediterrnea de Marruecos. Su emisario fue
recibido entusisticamente por algunos de los undes sirios, en su mayora clientes de
los Omeyas. Los dirigentes del grupo que estaban en el poder desde el 745 vacilaron en
un principio y por fin rechazaron las propuestas de Abd al-Ramn. En vista de ello, el emisario se volvi con resultados positivos hacia el grupo de yemenes que estaban
en la oposicin. Abd al-Ramn cruz el Estrecho, y con un ejrcito de undes sirios, yemenes y algunos berberes andaluces, derrot a los restos del grupo de los qayses en
mayo del 756. El pas entero se someti a l, siendo proclamado emir de al-Andalus en
la mezquita de Crdoba. Se haba fundado el Emirato Omeya.
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3. El emirato Omeya independiente
La fundacin del emirato
Abd al-Ramn I: 756-788
Him I: 788-796
al-akam I: 796-822
Abd al-Ramn II: 822-852
La proclamacin como emir de Abd al-Ramn cre una situacin nueva, aunque la novedad era ms terica que prctica. El ttulo de emir o caudillo haba
sido utilizado hasta entonces por los gobernadores provinciales designados por el califa;
pero, dado que los califas Abbses eran responsables de la matanza de casi toda la
familia Omeya, no caba pensar en absoluto en que Abd al-Ramn reconociera al califa. Por otra parte, tampoco tuvo nunca Abd al-Ramn una posicin que le permitiera reclamar el cargo de califa. As, pues, por primera vez en el mundo islmico
exista una entidad poltica que, sin estar justificada por un dogma hertico, se
organizaba en forma completamente independiente del conjunto principal de los
musulmanes. sta era la novedad terica.
En la prctica, sin embargo, la novedad no era tan grande. Dado que las
comunicaciones eran lentas y se extendan sobre vastas distancias, los gobernadores
provinciales eran en gran medida independientes. As haba ocurrido sobre todo en la
dcada anterior a la cada del califato omeya en el 750. Ciertamente, el califa haba
enviado una importante fuerza desde Siria para hacer frente a la revuelta berber en el
norte de frica. Los jinetes sirios, comandados por Bal, haban pasado a Espaa slo
como consecuencia de un arreglo ms o menos privado con el gobernador; y despus de
este acontecimiento los musulmanes de al-Andalus haban mantenido una
independencia casi total. La principal novedad de la posicin de Abd al-Ramn consista, por tanto, en que no existiera ningn superior que pudiera obligarle a dimitir
de su cargo, y en que tuviera un cierto derecho a gobernar. Quiz tambin la
comprobacin de que al-Andalus se encontraba aislado estimulaba a los rebeldes en sus
intentos de tomar el poder. La posibilidad de que los `Abbses trataran de afirmar su
autoridad sobre esta parte del imperio de sus predecesores tambin haba de ser tenida
en cuenta; pero a los Abbses les cost mucho tiempo y esfuerzo el asegurar siquiera
un dbil control sobre el norte de frica, y en ningn momento llegaron a constituir una
seria amenaza para el nuevo rgimen Omeya de Espaa.
El principal problema con el que haban de enfrentarse Abd al-Ramn y sus sucesores inmediatos, a los efectos de constituir firmemente el emirato, era la diversidad
de elementos, especialmente raciales, que exista en la poblacin. En primer lugar
estaban los rabes, los cuales, aun no siendo numerosos, ocupaban una posicin
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dominante. Los rabes se hallaban divididos; sin embargo, la antigua oposicin entre los
yemenes (o kalbes) y, los qayses haba ido dejando paso a otra nueva, a saber, la que
exista entre los rabes de la primera oleada, denominados antiguos colonos
(baladzyyn) y los llegados posteriormente, a los que se llamaba sirios (miyyn).
Dado que a los sirios, como se ha explicado anteriormente, les fueron concedidos
feudos, esta distincin era en parte social y econmica. Todos los rabes eran desde
luego musulmanes.
Haba, adems, otros dos grupos de musulmanes: los berberes y los pobladores
nativos convertidos. Los berberes eran con mucho el grupo ms numeroso, ya que
haban constituido el grueso de las fuerzas invasoras y ocupantes. El sector ms
importante de los berberes inmigrantes era el de los berberes de origen sedentario (a
los que debe diferenciarse de los de origen nmada), que en Espaa volvieron de nuevo
a la actividad agrcola. Pese a su importancia numrica, eran tratados por los rabes,
como ya hemos sealado, como inferiores, y entre ellos se mantuvo siempre un rescoldo
de descontento. Segn parece, los pobladores nativos convertidos llegaron a ser con el
tiempo tan numerosos como los berberes, e incluso ms. El trmino rabe para
designar al convertido era muslim; sin embargo, su aplicacin parece haberse
restringido en la prctica a los que efectivamente cambiaron de religin. El nombre
usual entre los rabes para designar a los musulmanes espaoles era el de muwalladn
(mulades), que puede traducirse como nacidos musulmanes. Los autores espaoles -
suelen referirse a ellos como renegados, trmino que indudablemente no se utiliz
hasta que la Reconquista estaba ya en auge. El principal motivo de la aceptacin del
Islam por un amplio sector de la poblacin espaola fue probablemente su asociacin
con una civilizacin superior y muy atractiva, adems de la desconfianza que sentan los
nativos hacia los obispos cristianos por su estrecha identificacin con la impopular
dominacin de los visigodos.
El otro elemento numricamente importante del Estado islmico la poblacin
cristiana que conserv su religin reciba el nombre de mozrabes (mustaribn), que
podra traducirse como arabizantes, trmino asimismo de origen posterior, utilizado
por los cristianos de la Reconquista1. Aunque cristianos, estos sectores se sintieron
probablemente atrados por muchos aspectos de la civilizacin rabe e islmica.
Indudablemente no eran hostiles a la dominacin musulmana, y aprendieron el rabe
(aunque hablaban tambin un dialecto romance)2 y adoptaron muchas costumbres
rabes. Adems de los cristianos, haba tambin en las principales ciudades muchos
judos, los cuales, perseguidos en el pasado por los visigodos, prestaron una activa
ayuda a la conquista musulmana y no mostraron posteriormente tendencias a la
rebelin.
El gobierno de todos estos elementos diversos y a menudo contradictorios era
una tarea difcil. Fueron muchas las rebeliones y levantamientos de uno u otro signo. A
veces slo participaba uno de los grupos mencionados; otras actuaban juntos dos o ms
grupos. El antiguo sistema segn el cual todo musulmn fsicamente apto estaba sujeto
al servicio militar desapareci antes del 750; en todo caso hubiera tenido escasa eficacia
para hacer frente a la situacin de al-Andalus. Uno de los mtodos que utiliz Abd al-
Ramn para resolver el problema fue la creacin de un ejrcito profesional. Probablemente ste se compona sobre todo de esclavos, fcilmente obtenibles al norte
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de los Pirineos. Los sucesores de Abd al-Ramn aumentaron el tamao de este ejrcito mercenario. Esta nueva frmula independiz al emir de sus sbditos, pero le
cre tambin graves problemas.
Se ha sugerido que los Omeyas lograron unificar este conjunto heterogneo
mediante la identificacin de su causa con la del Islam, pero esta hiptesis no explica
una serie de complejas cuestiones. Estudiaremos el problema con mayor detenimiento
en un captulo posterior; baste por ahora con hacer constar que esta identificacin fue en
el mejor de los casos una poltica a largo plazo. Por el momento, el objetivo era
convertir al emir en el centro de la autoridad. Ahora bien, en un principio esta autoridad
slo poda mantenerse por la fuerza desnuda. Un notable ejemplo es la llamada jornada
del foso en Toledo, ocurrida probablemente en el 797 (no en el 807), poco despus de
que al-akam empezara a gobernar. Todos los notables de Toledo, en su mayora musulmanes espaoles, que haban dado anteriormente signos de desafeccin, fueron
atrados con engao al castillo del gobernador con el pretexto de que presentaran sus
respetos al heredero del trono; una vez dentro, fueron decapitados uno por uno, y sus
cuerpos arrojados a una zanja o foso.
A fines del mismo reinado, probablemente en el 818, se produjo en Crdoba una
matanza an ms importante. La severidad del emir provoc un levantamiento entre los
habitantes del Arrabal situado al sur del Guadalquivir. Durante un tiempo el resultado
de la lucha se mantuvo incierto, pero finalmente las tropas del emir terminaron por
imponerse; entraron a saco en el Arrabal, ejecutaron a tres mil de los supervivientes ms
destacados, y obligaron al resto de sus habitantes a abandonar Crdoba. El Arrabal
qued totalmente arrasado. La importancia que las fuentes rabes y algunos antiguos
relatos europeos dan a estos acontecimientos no debe llevar al lector moderno a la
conclusin de que la autoridad central se apoyaba exclusivamente en la fuerza. En la
sublevacin del Arrabal estuvieron implicados uno o dos juristas musulmanes; esta
aparicin de una nueva clase es, al mismo tiempo, una indicacin de que los Omeyas
estaban tratando de crear un sistema de justicia y de derecho en su reino.
Mientras los Omeyas se ocupaban de establecer su gobierno sobre todo el
territorio que haba quedado bajo su poder, no se registraron acontecimientos de
fundamental importancia en la frontera septentrional, aunque s alguna actividad. Del
740 al 755, el pequeo reino de Asturias, situado en el noroeste de la Pennsula, logr
una cierta expansin y afianzarse en una relativa seguridad frente a los ataques rabes.
Y al otro lado de los Pirineos, Carlomagno (771-814) estaba ya edificando su poderoso
imperio, realizando ocasionalmente incursiones en la Pennsula, como en el 801, en que
lleg a entrar en Barcelona. Su expedicin del 778 contra Zaragoza se ha hecho famosa
merced a la Chanson de Roland. El tema principal de este poema la derrota de la
retaguardia en Roncesvalles tuvo escasa importancia desde el punto de vista militar;
pero es probable que el aspecto ms destacado de la campaa el fracaso en el intento
de tomar Zaragoza moviera a Carlomagno a abandonar Espaa prcticamente a su
suerte.
Al-Andalus no tena una frontera septentrional en el sentido moderno del
trmino. Entre el territorio donde el poder musulmn era firme y aquel otro donde se
asentaban los diversos Estados cristianos, existan zonas cuyo dominio efectivo era ms
variable y que equivala a una tierra de nadie. Estas zonas eran las Marcas. La defensa
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musulmana de Zaragoza se basaba en la Marca Superior, la de Toledo en la Marca
Media, y la de Mrida en la Marca Inferior. Durante ciertos perodos, los musulmanes
realizaban expediciones al norte cada verano; sin embargo, estos perodos se alternaban
con otros de aparente tregua. Una de las expediciones ms importantes lleg a Narbona
en el 793, y en el 841, otra alcanz las proximidades de esta ciudad. Pero ni estas
expediciones ni la del 828, dirigida contra Barcelona, lograron conquistar la ciudad de
manos de los francos.
Durante el reinado de Abd al-Ramn II (822- 852), el Emirato Omeya estaba ya slidamente establecido y el pas prosperaba. An -se producan revueltas, pero con
carcter perifrico; en el centro se haba logrado un cierto grado de unidad. Un ndice de
la prosperidad general es el amplio programa de construcciones que llev a cabo Abd
al-Ramn II. La red de atalayas establecida despus del 844 para montar la guardia contra las incursiones martimas de los escandinavos demuestra la potencia y eficacia
prctica del rgimen. Abd al-Ramn II lleg a sentirse con podero suficiente para intervenir en la poltica de los diversos Estados pequeos y medios que: ocupaban la
regin que va de Marruecos a Tnez, y para apoyar a algunos de los ms pequeos
contra sus vecinos mayores. Pero ser ms conveniente realizar un examen detallado de
la base del poder y de la prosperidad e los Omeyas una vez que hayamos visto cmo
este Estado llega su cenit en el siguiente siglo.
2. La crisis del- emirato
Muammad I: 852-886
al-Mundir: 886-888
Abd Allh: 888-912
Cuando Abd al-Ramn II muri, en el ao 852 el Estado Omeya estaba prosperando y pareca firme y slidamente establecido. Sin embargo, los
acontecimientos de los sesenta aos siguientes demostraron que esa apariencia era
engaosa, y que en realidad su estructura era frgil y precaria. Los disturbios del
perodo anterior haban sido en su casi totalidad obra de los habitantes de las ciudades,
que por una u otra razn estaban descontentos, y que expresaban este descontento
enfrentndose a la autoridad, pero que al mismo tiempo carecan de una autntica
alternativa frente al rgimen y al sistema poltico existentes. Sin embargo, antes de
acabar el siglo IX surgieron individuos ambiciosos que encontraron en el descontento
popular el instrumento para crear pequeos Estados independientes o
semiindependientes bajo su propio mando.
Este fenmeno parece haberse iniciado en las Marcas. La idea general de las
Marcas era buena y demostr ser efectiva como medio para defender las zonas ms
densamente pobladas del pas, situadas al sur y al sudeste. El sistema implicaba, sin
embargo, un cierto grado de poder e independencia de los gobernadores de las Marcas y
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de varios seores subordinados. Ya en el 842, uno de estos ltimos, Ms ibn Ms ibn
Qas, gobernador de Tudela, rehus la obediencia al emir y logr resistir una serie de
ataques de sus tropas. Finalmente, el emir acept su profesin de lealtad, aunque basada
en las condiciones que el propio Ms seal. Antes de su muerte en el 862, Ms fue
el soberano efectivo de la mayor parte de la Marca Superior, incluida Zaragoza, y lleg
a hacerse llamar tercer rey de Espaa. A principios del 871, tres de sus hijos, que
conservaban la mayora de las posesiones de la familia, trataron de restablecer el poder
de su padre, pero las dificultades eran excesivas y en el 884 el nico superviviente
vendi Zaragoza al emir. Este, sin embargo, no sac excesivo provecho de la operacin,
ya que hubo de apoyarse en esta regin en una familia rival de origen rabe,
comnmente llamada la de los Tubes, los cuales exigieron tambin un cierto grado de
independencia.
Pueden mencionarse brevemente otras dos series de acontecimientos bastante
semejantes. En el primer caso, el mulad (o musulmn espaol) Ibn Yillq mantuvo una
independencia parcial en la regin de Mrida, en la Marca Inferior, del 875 en adelante,
y sus hijos y lugartenientes no se sometieron plenamente al gobierno central hasta el
930. En Sevilla, por otra parte, dos familias rabes se impusieron en lucha con los
mulades; posteriormente, en el 899, despus de una disensin entre ambas familias, el
jefe de una de ellas se convirti en soberano semiindependiente de la regin y fue
reconocido por el emir, sucedindole posteriormente sus hijos.
Pero la ms amenazadora de estas tentativas de independencia fue la de Umar
ibn Hafn, tambin mulad. En el 880, con una partida de rebeldes, organiz una sublevacin en el sur, estableciendo su centro en el castillo de Bobastro. El pas herva
de descontento, y por ello no le fue difcil organizar su propio poder y desafiar a los
ejrcitos de los Omeyas. Su ambicin creci con sus xitos y no reconoci ningn lmite
en sus esfuerzos por incrementar su poder. Hacia el 890 estuvo en tratos con el
gobernador semiindependiente de Qayrawn (reconocido por los Abbses) a fin de
obtener apoyo militar y convertirse en emir de Espaa. En aquel perodo ibn Hafn tena un gran apoyo entre los mulades que se le haban sumado tras luchar contra los
rabes en esa regin. Sin embargo, debi perder mucho de este apoyo al convertirse al
cristianismo en el 899, aunque lo ganara entre los mozrabes. Este cambio de religin
no le impidi en el 910 proclamar su amistad hacia el rgimen fim que se haba establecido en Tnez el ao anterior. Ni siquiera reinando ya Abd al-Ramn III logr el gobierno central expulsar a ibn Hafn de Bobastro, aunque s debilit su poder; y despus de su muerte en el 917 sus hijos mantuvieron la resistencia durante unos diez
aos. La duracin de esta insurreccin es un ndice evidente de la relativa debilidad del
gobierno central.
Un rasgo que merece subrayarse en estos acontecimientos, y en todo el perodo
en general, es el entrelazamiento de la Cristiandad y el Islam. La familia de Ms ibn
Ms ibn Qas, en la Marca Superior, tena vnculos de sangre y matrimoniales con la
familia que en aquella misma poca estaba creando el reino de Navarra en torno a
Pamplona, e incluso contribuy al crecimiento de, este reino en medida nada
despreciable. Este aspecto debe relacionarse probablemente con la extensin de las
prcticas feudales de los francos, ya que el feudalismo subrayaba la relacin de cada
sbdito con su seor hasta un punto tal que su propia religin perda casi toda
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importancia3. Muchos incidentes de este perodo, en los que los hombres cambiaban de
religin o juraban obediencia a un seor de otra religin, hacen pensar que estas luchas
del siglo IX no se consideraban en principio como enfrentamiento entre las dos
religiones. De ello se infiere que, durante este perodo, la poltica de los Omeyas no hizo
del Islam la principal fuerza de integracin de al-Andalus ; o, al menos, que si siguieron
tal poltica, no lograron hacerla efectiva. Por otra parte, tal vez los Omeyas empezaron a
interesarse por la islamizacin, ya que al parecer el emir Abd Allh (888-912) estaba
muy influido por los juristas y la existencia de estos juristas quiz fuera un signo de
islamizacin.
Es importante subrayar a este respecto la teora de Amrico Castro, expuesta en
su obra: Espaa en su historia. Segn Castro, el culto a Santiago de Compostela,
incluidas las peregrinaciones, recogi una antigua creencia gallega o ibrica en los
Gemelos Divinos (puesto que Santiago era considerado hermano gemelo de Jess) y dio
a los gallegos y a sus vecinos, a partir del siglo IX, la firme conviccin de que tenan el
apoyo divino en su guerra contra los musulmanes y de que, por tanto, obtendran
finalmente la victoria. Por consiguiente, este culto es la fuente de la fuerza espiritual que
acompaa a la Reconquista. Con independencia de esta teora, es cierto que el culto
existi en la primera mitad del siglo IX, y que con Alfonso III (866-910) el reino
unificado astur-leons se extendi y aument su podero, en tanto que los musulmanes
se hallaban ocupados con sus divisiones internas.
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4. El esplendor del califato Omeya
1. La Espaa de los Omeyas en su cenit
Abd al-Ramn III: 912-961
al-akam II: 961-976
El emir Abd Allh fue sucedido por su nieto Abd al-Ramn III, de veintin aos. Cuando el joven soberano subi al trono, las perspectivas no eran brillantes en al-
Andalus. Adems de lo que en la prctica era una guerra civil contra Ibn Hafn y del control cada vez menor del gobierno central sobre los seores de las Marcas, dos
peligros externos aparecan en el horizonte en el Norte, el reino de Len, y, en lo que es
hoy da Tnez, el nuevo poder fim. Y sin embargo, por sus cualidades personales y polticas y por la buena fortuna de su largo reinado, Abd al-Ramn fue capaz no slo de superar estas debilidades y amenazas sino de llevar a al-Andalus a la cima de su
grandeza.
Una de sus primeras preocupaciones fue la restauracin de la unidad interna. Las
vigorosas y bien dirigidas campaas de los dos primeros aos de su reinado produjeron
como resultado la derrota de muchos partidarios de Ibn Hafn en el mbito externo de su esfera de influencia; la reconciliacin de los indecisos con el gobierno de Crdoba; y
el estmulo de los que le eran fieles. Un gran nmero de castillos y fortalezas quedaron a
cargo de hombres seguros. Aprovechando una disputa en el seno de la familia que
gobernaba Sevilla, cuya dependencia era meramente nominal, se design antes de fines
del 913 un gobernador de la ciudad fiel a Abd al-Ramn. Mediante estas tcticas, la autoridad de Ibn Hafn qued considerablemente debilitada; despus de su muerte, en el 917, sus hijos disputaron entre s, y su poder se desintegr. El sitio de Bobastro en el
928 seal el fin de las amenazas a la unidad. En los aos inmediatamente siguientes,
Abd al-Ramn complet su obra estableciendo un control efectivo sobre las Marcas. En la Marca Inferior, un descendiente de Ibn al-illq someti Badajoz, en el ao 93o.
En la Marca Media, fue necesario un sitio de dos aos antes de que Toledo se rindiera
en el 932. Por otra parte, en la Marca Superior, los Tubes se haban mostrado desde el
principio relativamente fieles vasallos de Abd al-Ramn; sin embargo, en el 937 el seor de Zaragoza transfiri su lealtad al rey de Len, y Abd al-Ramn slo pudo restaurar su control de la Marca Superior tras realizar una campaa militar en la regin
y sitiar Zaragoza.
Los primeros veinte aos del reinado de Abd al-Ramn se caracterizaron por el restablecimiento de la unidad de al-Andalus y por los xitos considerables logrados
contra los reinos cristianos del Norte: Len y Navarra. Es posible que la debilidad de
estos Estados fuera en cierto modo una repercusin del derrumbamiento del imperio
carolingio; y es posible asimismo que los gobernantes cristianos de este perodo fueran
menos capaces que algunos de sus predecesores y sucesores. En cualquier caso lo cierto
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es que, mediante las expediciones del 920 y el 924, Abd al-Ramn logr contener las incursiones cristianas en territorio musulmn. La extensin de la influencia musulmana
se detuvo, sin embargo, durante el reinado de Ramiro II de Len, del 932 al 950. (Es
conveniente denominar simplemente Len a lo que en realidad era el reino de
Asturias y Len.)
Los xitos de Ramiro alcanzaron su mximo nivel en el 939. Abd al-Rahmn
haba marchado contra Len con un ejrcito mayor de lo normal, compuesto de unos
cien mil hombres. Ramiro le hizo frente en Simancas, al sur del Valladolid actual. Tras
varios das de escaramuzas preliminares, las fuerzas musulmanas, escasamente
maniobreras, fueron puestas en fuga; muchos hombres perdieron la vida debido a que
Ramiro haba cavado previamente una zanja (jandaq) en su retaguardia. Este desastre
militar no era irreparable, pero constituy un severo golpe para el orgullo de Abd al-
Ramn. Ramiro aprovech este xito para, restablecer el dominio cristiano hasta las proximidades de Salamanca. En lo sucesivo, sin embargo, toda su atencin se vio
atrada por la tarea de sojuzgar las pretensiones de independencia de Castilla; y Abd al-
Ramn restaur pronto su fuerza militar y su influencia poltica.
Tras la muerte de Ramiro II en el 950, las disputas internas debilitaron
considerablemente a los Estados cristianos. Del 951 al 961 se registr un gran aumento
en el podero e influencia de Abd al-Ramn. La soberana o hegemona de Abd al-Ramn y de sus sucesores fue reconocida por el rey de Len, la reina de Navarra y los condes de Castilla y Barcelona. Este reconocimiento no era un asunto meramente
formal, ya que iba acompaado del pago de una contribucin o tributo anual; el precio
de no pagarlo era una incursin de castigo. Al mismo tiempo, una serie de fortalezas
fueron desmanteladas o entregadas a los musulmanes. De esta forma, desde
aproximadamente el 960 hasta el final del siglo, el control musulmn sobre la Pennsula
Ibrica fue ms completo que en cualquier otra poca anterior o posterior.
Es interesante considerar a este respecto la opinin expresada por Arnold
Toynbee en A Study of History (VIII. 351), que atribuye la inversin del curso de la
corriente histrica (final de la expansin mus