La Espana Islamica Montgomery Watt

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Transcript of La Espana Islamica Montgomery Watt

  • W. Montgomery Watt:

    Historia de la Espaa islmica

    Con la colaboracin de P. Cachia

    Ttulo original: A History of Islamic Spain

    Traductor : Jos Elizalde

    Revisor: Fernando de la Granja

  • Digitalizado por Hyspastes. Agosto 2004.

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    Introduccin .......................................................................................................... 4

    El inters de la Espaa islmica ............................................................................ 4

    1. La conquista musulmana .............................................................................. 6

    1. La Conquista como fase de la expansin rabe ........................................ 6

    2. La debilidad de la Espaa visigoda .......................................................... 9

    3. El curso de la invasin, 711-716 ............................................................. 11

    2. La provincia del califato de Damasco......................................................... 14

    1. La organizacin de la provincia .............................................................. 14

    2. El fin de la expansin ............................................................................. 16

    3. Tensiones internas de la provincia .......................................................... 19

    3. El emirato Omeya independiente ................................................................ 22

    La fundacin del emirato ............................................................................ 22

    2. La crisis del- emirato .............................................................................. 25

    4. El esplendor del califato Omeya ................................................................. 28

    1. La Espaa de los Omeyas en su cenit ..................................................... 28

    2. La base econmica .................................................................................. 33

    3. Movimientos sociales y religiosos .......................................................... 35

    4. Las instituciones polticas. ...................................................................... 39

    5. Las realizaciones culturales bajo los Omeyas............................................. 42

    1. La vida intelectual: las ciencias religiosas .............................................. 42

    2. La vida intelectual: poesa y literatura .................................................... 46

    3. El arte ...................................................................................................... 51

    4. Las fuentes de la cultura arbigoespaola .............................................. 53

    6. El fin de la dominacin rabe ..................................................................... 55

    La dictadura de los mires y el derrumbamiento. ................................... 55

    2. Las razones del derrumbamiento ............................................................ 58

    3. Los reyes de taifas (1009-1091) ............................................................. 61

    7. Los imperios berberes: Los Almorvides ................................................. 64

    1. La fundacin del Estado almorvid ........................................................ 64

    2. Los Almorvides en Espaa ................................................................... 65

    8. Los imperios berberes: Los Almohades .................................................... 69

    1. Ibn Tmart y el movimiento almohade. ................................................. 69

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    2. Espaa durante la dominacin almohade (hasta 1223) ........................... 70

    3. El avance de la Reconquista desde 1223 a 1248 .................................... 73

    9. El auge cultural en el perodo de decadencia poltica ................................. 75

    1. Poesa ...................................................................................................... 75

    2. Literatura en prosa y filologa ................................................................. 81

    3. Las ciencias religiosas y la historia ........................................................ 85

    4. Filosofa y misticismo ............................................................................. 90

    5. El arte de los siglos XI y XII .................................................................. 95

    10. El fin de la Espaa islmica ...................................................................... 97

    1. Los nazares de Granada ......................................................................... 97

    2. Los musulmanes bajo la dominacin cristiana ....................................... 99

    3. La literatura en el perodo de repliegue ................................................ 101

    4. El arte de los siglos XIII y XIV ............................................................ 106

    11. La importancia de la Espaa islmica .................................................... 108

    1. La colonizacin rabe y la colonizacin islmica ................................ 108

    2. La influencia sobre la Espaa cristiana y sobre Europa ....................... 111

    3. La grandeza intrnseca de la Espaa islmica ....................................... 113

    Bibliografa ................................................................................................... 115

    A. Historia detallada ................................................................................. 115

    B. Interpretaciones generales .................................................................... 116

    C. Literatura .............................................................................................. 117

    Notas ............................................................................................................. 120

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    Introduccin

    El inters de la Espaa islmica

    La Espaa mora ha despertado durante muchos siglos la imaginacin de Europa.

    Los romances cantan la valerosa resistencia de Roldn en el paso de Roncesvalles, y la

    figura del Cid aparece rodeada por leyendas que nos lo presentan como un gran hroe.

    Pero no fue slo la lucha contra los moros lo que atrajo la imaginacin europea. Los

    habitantes ms avisados de los brbaros reinos y ducados cristianos de la Europa

    Occidental comprendieron que al sur de los Pirineos haba un pas de cultura ms

    elevada, en el que gentes que llevaban una vida suntuosa gozaban de los placeres de la

    msica y de la poesa; y poco a poco fueron apropindose cuanto pudieron de aquella

    cultura. La antigua admiracin resucit en parte con el movimiento romntico, y a la

    influencia de Washington Irving debemos sin duda el que la palabra Alhambra sea

    tan familiar para muchos que nada saben del palacio del siglo XIV.

    Incluso para el prosaico historiador cientfico que investiga la Espaa islmica

    el trmino musulmn slo es aplicable propiamente a las personas , el tema no

    deja de ser fascinante. Se trata de una cultura oriental que penetr en Europa y ha

    dejado su impronta en magnficas reliquias arquitectnicas. Ofrece un ejemplo

    importante de ntimo contacto de culturas diversas, sin el cual no podra explicarse lo

    que ha sido y es la historia de Europa y de Amrica. Los principales monumentos de

    esta cultura son relativamente fciles de visitar, y en la mayor parte de las estaciones del

    ao la visita resulta deliciosa. El estudio de la Espaa islmica da adems respuesta a

    una serie de cuestiones referentes a la naturaleza general de los procesos histricos. El

    tratamiento del tema en la presente obra se ha guiado por estas cuestiones, que pueden

    agruparse en tres conjuntos bsicos.

    En primer lugar, la Espaa islmica debe ser considerada en s misma. Est

    generalmente aceptado que cuenta en su haber grandes, magnficas realizaciones. Pero

    en qu consisti su grandeza? En la belleza de los edificios que nos ha legado? En

    las obras literarias, que son contribuciones de primera categora al acervo comn de la

    humanidad? En los escritos filosficos, cientficos o religiosos que figurarn

    indiscutiblemente entre los clsicos del mundo unificado hacia el que avanzamos?

    Hasta qu punto no depende esta imagen de la Espaa islmica del contraste entre su

    exuberancia y el ascetismo de la vida de sus contemporneos del resto de la Europa

    Occidental, as como del hecho de haber constituido el cauce por el que penetraron en

    Europa los elementos, tanto materiales como intelectuales, de una cultura ms elevada?

    En segundo lugar, la Espaa islmica debe ser considerada como una parte del

    mundo islmico. Comparta la cultura de un rea muy vasta, y es preciso tener en cuenta

    sus relaciones con los principales centros de irradiacin de aqulla. De qu naturaleza

    fueron esos vnculos? Se limit a recibir pasivamente la cultura islmica, o bien llev a

    cabo una contribucin especfica a este mundo cultural? Cabe considerarla como una

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    clula activa en el organismo social del Islam? Por otra parte, hasta qu punto lleg a

    adaptarse a las circunstancias concretas de la Pennsula Ibrica, tales como el clima, la

    geografa y la mezcla de religiones? Consigui integrar en una unidad los diversos

    grupos raciales y sociales, e impregnar a toda la sociedad con sus valores? De aqu

    puede derivarse otra cuestin, la referente a las relaciones entre Espaa y el Norte de

    frica, especialmente con la parte que hoy constituye Marruecos y Argelia. En qu

    medida fueron estas dos regiones una sola rea cultural dominada por Espaa?

    Por ltimo, la Espaa islmica se hallaba en estrecho contacto con sus vecinos

    europeos. Qu debe Europa a esta relacin? En cuntas esferas podemos percibir su

    huella? Qu hemos aprendido los europeos de los musulmanes espaoles? La

    influencia de la Espaa musulmana es evidente, por otra parte, en tanto que suscitadora

    de la reaccin europea. La cruzada es en parte una rplica a la ihd, o guerra santa de

    los moros; y la Reconquista fue un elemento decisivo en la formacin de la Espaa

    moderna. Pese a que la respuesta a estas ltimas preguntas pertenece a la historia de

    Europa y de la Espaa cristiana, al menos pueden esbozarse las direcciones que han de

    seguir tales respuestas.

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    1. La conquista musulmana

    1. La Conquista como fase de la expansin rabe

    Para los habitantes de Espaa, la conquista rabe, entre los aos 711 y 716, fue

    fulminante como un rayo. En cambio, para los rabes, la invasin de Espaa represent

    simplemente una fase ms de un largo proceso de expansin1. Constituy sin duda una

    fase eminentemente fructfera y afortunada, coronada por el xito con extraordinaria

    rapidez; pero en el proceso de expansin, iniciado como mnimo a partir del ao 630, se

    haban dado ya otras fases semejantes. Durante el reinado del califa Umar I (634-44), el

    Estado rabe, an en perodo embrionario en aquella poca se hallaba constituido por

    una alianza de la mayora de las tribus (aunque no todava la totalidad) de la pennsula

    arbiga, haba derrotado al Imperio Bizantino, arrebatndole las provincias de Siria y

    Egipto, y haba asestado adems al Imperio Persa un golpe tan demoledor que ste haba

    cesado de existir, quedando los territorios que ahora llamamos Irak y Persia a merced de

    ser ocupados por los rabes tan pronto como stos dispusieran de los hombres

    necesarios para asegurar su dominacin. Y aquello haba sido slo el principio. Durante

    aproximadamente un siglo, los rabes continuaron progresando en todos los frentes.

    Una de sus lneas de expansin iba hacia el nordeste, siguiendo la dorada ruta que

    conduce a Samarcanda y an ms all; otra se diriga hacia el Sudeste, hacia el valle del

    Indo, y la tercera, hacia el Oeste, a lo largo de las costas del Norte de frica. El avance

    no fue paulatino, sino que se produjo a saltos. Hubo perodos de calma y de

    consolidacin, cada vez que los rabes se detenan ante algn obstculo importante o

    para resolver sus tensiones internas.

    Para comprender cmo fue posible esta asombrosa expansin hay que

    remontarse a la vida de Mahoma. Mahoma fue al mismo tiempo profeta y poltico,

    combinacin difcil de entender para la mentalidad moderna, con su concepcin de la

    religin como un compartimento estanco. Como poltico, estaba interesado en la unidad

    rabe; pero tal vez pens que la unidad poltica iba implcita en el carcter de su misin

    proftica, la cual no se diriga nicamente a los hombres de la Meca, sino a los rabes

    en general. La unidad era, sin embargo, prcticamente imposible sin una expansin

    territorial, debido a la naturaleza de la vida nmada. La principal base econmica de

    este modo de vida era la cra y el pastoreo de rebaos mediante desplazamientos

    irregulares desde las zonas en las que haba pastos abundantes despus de cada lluvia a

    aquellas otras en las que existan pozos permanentes. Cuando las condiciones se lo

    permitan, los nmadas exigan una remuneracin a cambio de la conduccin de

    hombres y mercancas. La vida en el desierto rabe, sin embargo, nunca fue fcil; eran

    frecuentes las razzias o ataques, que, emprendidos generalmente con la finalidad de

    ahuyentar el ganado de un enemigo, producan tambin ocasionalmente prdidas

    humanas. Las bajas producidas por las razzias y otras contiendas contribuan sin duda

    en alguna medida a resolver los problemas planteados por la escasez de alimentos.

    Probablemente, en un determinado momento de su vida, Mahoma comprendi que la

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    unidad poltica de los rabes era incompatible con las razzias y las contiendas internas;

    pero si stas se hubieran suprimido, el problema de encontrar alimentos se habra

    agravado. Cmo superar esta dificultad?

    La concepcin islmica del ihd, o guerra santa, ha de ser considerada en este

    contexto. No fue en ningn momento un fenmeno puramente religioso, sino tambin,

    al menos en parte, un instrumento poltico. Constituy indudablemente una

    transformacin de la vieja tradicin nmada de las razzias, cuya explicacin ha de

    buscarse en la situacin en que se hallaba Mahoma cuando nicamente tena bajo su

    control Medina y unas pocas tribus aliadas. Lo normal era que cada tribu efectuara una

    razzia contra cualquier tribu o familia con la que no mantuviera en aquel momento

    relaciones amistosas. El funcionamiento del pequeo Estado de Medina era en muchos

    aspectos similar al de una tribu. Tena aliados y amigos, e igualmente enemigos, entre

    las tribus nmadas de la regin. Mahoma insisti, por lo menos en la ltima poca de su

    vida, en que quienes desearan ser plenamente aliados suyos deberan convertirse al

    islamismo y reconocerle como profeta. En esta situacin, la concepcin de la guerra

    santa no significa sino que las incursiones de saqueo de los seguidores de Mahoma se

    orientan contra los no musulmanes; as pues, a medida que aumentaba el nmero de

    tribus prximas a Medina que se convertan al Islam, era necesario dirigir estas

    expediciones ms y ms lejos. Hay pruebas de que Mahoma era consciente de que el

    crecimiento de su alianza, al impedir las contiendas entre los miembros, agravaba los

    problemas alimenticios, y de que hizo preparativos para llevar a cabo razzias ms

    amplias hacia Siria, la ms prxima de entre las regiones relativamente ricas. El hecho

    es que sus sucesores, tan pronto como recuperaron el control sobre algunas tribus

    desafectas, dirigieron grandes expediciones de saqueo contra Siria e Irak.

    Est muy generalizada la errnea idea segn la cual la guerra santa significa que

    los musulmanes daban a elegir a sus enemigos entre la espada y el Islam. En algunos

    casos sucedi as, pero esto slo ocurri cuando sus adversarios eran politestas o

    idlatras. Para los judos, los cristianos y otros pueblos del libro, es decir, parados

    monotestas con tradiciones escritas expresin que se interpretaba muy

    liberalmente, exista una tercera posibilidad: convertirse en grupo protegido, que

    pagaba un impuesto o tributo a los musulmanes, pero que gozaba de autonoma interna.

    Los miembros de estos grupos se llamaban dimmes. En Arabia casi todas las tribus

    nmadas eran idlatras, razn por la cual fueron convertidas por la fuerza al islamismo.

    Sin embargo, en los dems pases la poblacin nativa se encuadraba por lo general en

    grupos protegidos. No se les obligaba a convertirse al Islam, sino ms bien a

    mantenerse en sus creencias. Los bienes muebles capturados como botn en las

    expediciones solan distribuirse entre los participantes en la expedicin; pero cuando los

    musulmanes rabes empezaron a conquistar tierras, prefirieron no dividirlas entre ellos

    ni adoptar un modo de vida agrcola. Era ms til permitir a los antiguos cultivadores

    que siguieran trabajndolas y exigirles rentas y tributos que, una vez distribuidos,

    proporcionaban a los musulmanes los medios para constituir una fuerza expedicionaria

    permanente.

    As fue como los rabes pudieron avanzar con tanta rapidez y conservar sus

    conquistas. Los ciudadanos de pleno derecho, o musulmanes, reciban un salario del

    erario pblico y se hallaban en condiciones de consagrarse casi plenamente a guerrear.

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    Dado que ese estipendio poda aumentar como consecuencia de la distribucin de los

    botines que se capturaban, los musulmanes estaban siempre dispuestos a emprender

    expediciones que prometieran ser lucrativas y no excesivamente arduas o peligrosas. Sin

    embargo, cuando las poblaciones atacadas eran sometidas y se convertan en

    protectorados, era necesario planear nuevas expediciones a lugares an ms lejanos, e

    ir dejando guarniciones en las principales ciudades de los territorios conquistados.

    La expansin de los rabes hacia el Oeste empez tan pronto como lograron

    introducirse en Siria. Desde Siria march hacia el Sudoeste una expedicin, la cual,

    entre el 640 y el 642, impuso a todo Egipto la dominacin rabe. Casi inmediatamente

    despus se efectuaron expediciones de exploracin, a lo largo de la costa, hasta

    Cirenaica y Tripolitania. Un intento de contraataque bizantino, as como una serie de

    problemas internos en otras zonas, frenaron el avance de los rabes, pero no pudieron

    impedir que en el 670 fundaran la ciudad de Qayrawn en Tnez. En este punto tuvieron

    que detener nuevamente su avance, sobre todo a causa de la resistencia de las tribus

    berberes; por otra parte, la ciudad de Cartago, permaneca en manos de Bizancio.

    Mediante una hbil utilizacin de las rivalidades entre las tribus berberes,

    especialmente de las existentes entre las tribus nmadas y las sedentarias, los rabes

    lograron finalmente asegurar su dominio sobre Tnez y convertir al Islam a la mayora

    de los berberes. Finalmente, en el ao 698 los bizantinos fueron expulsados de

    Cartago, y poco despus del 700 expediciones de rabes y de berberes musulmanes

    (probablemente nmadas) empezaron a penetrar en Marruecos y en la costa atlntica a

    travs de Argelia. La resistencia de los berberes sedentarios de estas regiones fue

    aplastada, obligndoseles a reconocer la soberana rabe. Las etapas finales del avance

    hacia el Atlntico fueron obra de Ms ibn Nuayr, nombrado, al parecer en el 708, gobernador independiente de Ifrqiya (es decir, de Tnez) y directamente responsable

    ante el califa de Damasco; anterior mente, el jefe de la administracin de Qayrawn

    haba estado subordinado al gobernador de Egipto.

    Hubiera podido pensarse que, despus de estos xitos en el noroeste de frica,

    los rabes continuaran en direccin sur. Al menos en algunas zonas haba terrenos del

    tipo al que estaban acostumbrados. Dado que la bsqueda de botn era una motivacin

    importante, los musulmanes debieron darse cuenta de que el avance hacia el sur o hacia

    el sudoeste llevaba consigo una compensacin muy escasa. Por otra parte, tambin

    debieron circular rumores e informaciones, ms o menos dignas de crdito acerca de las

    grandes riquezas y maravillosos tesoros de Espaa; as, pues, no es sorprendente que los

    musulmanes decidieran arriesgarse a la operacin, de una total novedad y

    manifiestamente aventurada, de atravesar el estrecho con el fin de descubrir el grado de

    verdad que contenan aquellas informaciones. La invasin de Espaa estuvo, por tanto,

    en ntima relacin con la previa expansin del poder rabe en el norte de frica, y

    posiblemente se hubiera producido lo mismo aunque no se hubieran dado los factores en

    la situacin local (como, por ejemplo, la actitud y los intereses del conde Julin), que

    estimularon a los musulmanes y les ofrecieron una va de penetracin.

    Aunque el mando supremo segua estando en manos de gentes de raza rabe

    (considerada sta exclusivamente en funcin de la ascendencia masculina), a raz de la

    sumisin de los berberes de Tnez y de Argelia oriental, hacia el 700, una parte

    considerable de la fuerza expedicionaria rabe pas a estar compuesta de berberes. Sin

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    este aumento de recursos humanos la conquista de Espaa hubiera sido imposible. Por

    consiguiente, es ms correcto hablar de expansin musulmana que de expansin rabe,

    pese a que la distincin entre rabes y berberes, que no desapareci cuando estos

    ltimos se convirtieron al Islam, habra de constituir con el tiempo una grave fuente de

    tensiones internas en la Espaa islmica.

    2. La debilidad de la Espaa visigoda

    La Espaa que tan fcilmente fue conquistada por los musulmanes adoleca de

    debilidades internas graves. El examen de la situacin de la Pennsula Ibrica al

    comenzar el siglo VIII resulta necesario no slo para comprender la conquista, sino

    tambin para apreciar debidamente el desarrollo cultural de la Espaa islmica2.

    Los visigodos entraron en Espaa en el 414 y ocuparon el nordeste del pas, esto

    es, la provincia romana Tarraconense. Si bien consiguieron mantener su poder mediante

    diversas soluciones polticas, la integracin real nunca lleg a producirse, debido a que

    los visigodos se adhirieron al Arrianismo, forma hertica del Cristianismo, mientras que

    la mayora de la poblacin nativa continu siendo catlica. En el ao 589 se produjo, sin

    embargo, un importante cambio, cuando el rey y los visigodos ms preeminentes

    abjuraron del Arrianismo y se convirtieron al Catolicismo. Esto contribuy a la

    constitucin de un reino estable y unificado, que abarcaba la totalidad de la Pennsula

    Ibrica y la provincia de Septimania, en el sur de Francia. Parece que, a principios del

    siglo VIII, la aristocracia visigoda y la nobleza hispanorromana se haban fundido en un

    solo grupo privilegiado, que inclua a todas las clases elevadas. En el seno de esta

    clase superior existan fracciones opuestas, pero no parece que el enfrentamiento

    respondiera a causas raciales. A las clases elevadas perteneca tambin la jerarqua

    eclesistica. Los arzobispos y obispos desempeaban un papel considerable en el

    gobierno y en la administracin del reino; sin embargo, no se trataba, como a veces se

    ha afirmado, de un Estado teocrtico. Por el contrario, los obispos estaban dominados

    por el rey y sus consejeros, y en grandsima medida no representaban ya los intereses

    del pueblo llano.

    Sin embargo, la monarqua misma distaba de ser fuerte. En principio, el rey era

    elegido por las clases elevadas de entre sus propios miembros. No exista una regla fija

    sobre la sucesin. Algunos reyes trataron de asegurar la sucesin de uno de sus hijos

    asocindole a su poder antes de su muerte, pero los restantes miembros de las clases

    superiores con frecuencia no estaban de acuerdo con este procedimiento. Las intrigas en

    torno a la sucesin fueron constantes. La debilidad del rey responda tambin a la

    inadecuada naturaleza de su ejrcito. En teora, todos los hombres libres capaces de

    empuar las armas estaban obligados a la prestacin militar cuando el rey les convocaba

    a ello. No era ste el tipo de obligacin y de vasallaje que encontramos en el sistema

    feudal surgido en Europa occidental en siglos posteriores; cada hombre mantena una

    relacin directa con el rey, a quien deba lealtad. Parece ser que, hacia fines del siglo

    VII, los reyes encontraron grandes dificultades para reclutar un ejrcito adecuado. Las

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    causas de estos rasgos tan poco satisfactorios de la monarqua se remontan a la

    concepcin germnica de la tribu, o unidad poltica, que los visigodos de Espaa

    estaban intentando aplicar a circunstancias para las que resultaba inadecuada.

    Adems de las clases elevadas, la poblacin se compona de hispanorromanos

    libres, as como una considerable proporcin de campesinos en rgimen de

    servidumbre, sucesores de los coloni romanos. Este ltimo grupo social viva en

    condiciones muy duras, pero tambin los hombres libres se encontraban discriminados.

    Por consiguiente, el descontento era grande, y amplios sectores populares recibieron a

    los musulmanes como libertadores y les apoyaron con todas sus fuerzas. Las ciudades,

    en particular, se encontraban en una situacin ms desfavorable que bajo la dominacin

    romana, y haban perdido muchos de sus privilegios municipales. Dado el primitivo

    modo de vida de los visigodos, no es de extraar que apenas apreciaran los beneficios

    del comercio y de la vida urbana en general; pero la razn ms importante ha de

    buscarse probablemente en la regresin econmica general que sigui a la cada del

    Imperio Romano.

    Esta minusvaloracin del papel del comercio tal vez fue una de las causas del

    severo trato a que fueron sometidos los judos del reino, puesto que muchos de ellos

    eran comerciantes. Otro factor fue la ntima asociacin entre los obispos y el rey; una

    gran parte de las tareas de gobernacin del reino se discuta en los concilios

    eclesisticos, y las jerarquas de la Iglesia, influidas naturalmente por consideraciones

    teolgicas, vean a los judos como enemigos. Los decretos especialmente rigurosos del

    Concilio del 693 hicieron prcticamente imposible que los judos prosiguieran su

    actividad comercial. Muchos de ellos empezaron a conspirar con sus hermanos de raza

    del norte de frica; y un nuevo decreto del ao 694 condenaba a la esclavitud a los

    judos que no aceptaran el bautismo. Incluso aunque posteriormente esta medida se

    suavizara en la prctica y no se cumpliera estrictamente, el gran descontento existente

    entre los judos contribuy tal vez a estimular los proyectos musulmanes de invasin; en

    cualquier caso, es seguro que los judos del norte de frica estaban dispuestos a

    proporcionar toda la informacin que posean. Una vez derrotado el ejrcito visigodo

    por los musulmanes, los judos les apoyaron con todas sus fuerzas.

    El antecedente inmediato de la invasin fue una disputa ms en torno a la

    sucesin, que se diferenci de las ya habituales en que sumi al pas prcticamente en

    una guerra civil. Egica y Vitiza, padre e hijo, haban reinado desde el ao 687. Vitiza

    deseaba a su vez que uno de sus hijos, Agila, le sucediera, y como paso previo le

    nombr dux de la provincia del Nordeste (Tarraconense). Al morir Vitiza en el ao 710

    parece que un poderoso grupo de nobles eligi rey a Rodrigo. Agila, sin embargo, se

    mantuvo al frente de su provincia, e incluso acu moneda como si fuera un soberano

    independiente. As, pues, cuando Rodrigo hubo de enfrentarse con los invasores

    musulmanes, no controlaba firmemente todo el territorio. No es sorprendente, por tanto,

    que fuera derrotado, ni tampoco que tras su derrota no hubiera ningn grupo o individuo

    capaces de actuar como autoridad central del reino.

    La debilidad del reino visigodo puede atribuirse, as, pues, a tres factores

    principales: las divisiones entre las clases elevadas acerca de la sucesin del reino; el

    descontento de los dems sectores sociales ante los privilegios de las clases superiores,

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    y, por tanto, la dudosa fidelidad del ejrcito; y, finalmente, la persecucin contra los

    judos.

    3. El curso de la invasin, 711-716

    El primer contingente importante de musulmanes puso pie en el sur de Espaa

    en abril o mayo del ao 711, lo que significa que conoci Andaluca en su poca ms

    atractiva3. No era aqul, desde luego, el primer contacto musulmn con Espaa, pero

    todo lo anterior a este momento slo lo conocemos de manera confusa, a travs de un

    halo de leyenda. Faute de mieux, hemos de partir de esta leyenda. Su figura central es el

    conde Don Julin, acerca de cuyo nombre, incluso, se han mantenido vivas polmicas.

    Era posiblemente un exarca bizantino de Ceuta (Septa), situada frente a Gibraltar. De

    ser correcta esta hiptesis, el relativo aislamiento de Don Julin explicara sus ntimas

    relaciones con una de las partes que luchaban por el trono del reino visigodo de Espaa.

    Cuenta la leyenda que Don Julin estaba encolerizado porque su bella hija, a la que

    haba enviado a Toledo para que all recibiera educacin, haba sido seducida por Don

    Rodrigo, quien, con usurpacin o sin ella, era el rey efectivo, aunque precario, de

    Espaa. Se dice que el irritado Julin pidi ayuda a los musulmanes para vengar su

    ofensa. Aparte de esta historia, hay una serie de pruebas menores en el sentido de que

    tanto Julin como los adversarios visigodos de Rodrigo se esforzaron deliberadamente

    por despertar el inters de los musulmanes hacia Espaa y de que en un primer

    momento les prestaron considerable ayuda.

    Se cuenta que hacia octubre del ao 709 algunos hombres de Don Julin hicieron

    una incursin al otro lado del Estrecho para demostrar a los musulmanes la riqueza del

    botn que podra obtenerse. En julio del ao 710 una partida de cuatrocientos

    musulmanes, encabezados por su jefe, arf, desembarc en la punta ms meridional de Espaa, al oeste de Gibraltar, en el lugar que hoy se llama Tarifa. Esta operacin de

    reconocimiento dio buen resultado, y los musulmanes quedaron lo suficientemente

    satisfechos como para organizar una expedicin en gran escala al ao siguiente. Unos

    siete mil hombres fueron transportados a un punto inmediato a Gibraltar en naves

    suministradas por Don Julin. La mayor parte eran berberes, y su jefe era un

    lugarteniente berber de Ms ibn Nuayr (el gobernador rabe del noroeste de frica), cuyo nombre, riq ibn Ziyd, ha sido perpetuado en el de Gibraltar, que no es sino una corrupcin de abal riq, la montaa de riq. Era riq un competente jefe militar que estaba al mando de las fuerzas que guarnecan Tnger. A causa de la

    ausencia del rey Rodrigo, que se hallaba en el Norte, los musulmanes tuvieron tiempo

    para establecer una base en el lugar donde se alzara posteriormente la ciudad de

    Algeciras. Rodrigo se apresur a dirigirse hacia el Sur tan pronto como recibi noticias

    de la expedicin, y el 19 de julio atac a los musulmanes en un valle o wd, que la

    mayora de los historiadores identifican actualmente como el del ro Barbate. Los

    musulmanes haban sido reforzados por un contingente de cinco mil hombres, mientras

    que, al parecer, algunas de las tropas de Rodrigo que no le eran afectas se retiraron del

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    12

    campo de batalla. El resultado fue una victoria concluyente de los musulmanes. Don

    Rodrigo muri en la batalla o, en todo caso, desapareci.

    Esta victoria derrumb la organizacin central del reino visigodo. Hubo an

    alguna resistencia, pero slo de carcter local o regional. riq comprendi rpidamente que Espaa se abra ante l, y se dirigi, en primer lugar, a Crdoba. En el camino

    derrot a un grupo aislado de visigodos fugitivos en cija, y como resultado obtuvo el

    apoyo de los judos y de otros grupos descontentos en una zona muy amplia, decidiendo

    avanzar, despus de lo cual, con el grueso del ejrcito hacia la capital visigoda, Toledo,

    que al parecer ocup sin encontrar seria resistencia. Probablemente hizo tambin un

    avance de reconocimiento en direccin a Zaragoza, antes de establecerse en Toledo para

    pasar el invierno. Mientras tanto, en octubre, Crdoba se renda a un destacamento de

    setecientos jinetes.

    Segn algunos autores, el gobernador provincial del noroeste de frica, Ms

    ibn Nuayr, fue presa de los celos al conocer los xitos de riq, pero esto bien puede ser una distorsin de los hechos. Su conducta es perfectamente explicable en base a una

    meditada decisin de aprovechar al mximo la oportunidad que se les ofreca a los

    musulmanes. Con dieciocho mil hombres, rabes en su mayor parte, cruz el Estrecho

    en julio del 712 y avanz sobre Sevilla. Captur sobre la marcha una serie de plazas

    menores y venci despus la resistencia de los sevillanos. A continuacin avanz en

    direccin septentrional para dar la batalla a un fuerte reagrupamiento de visigodos, los

    cuales se retiraron a Mrida, donde hicieron frente a los sitiadores musulmanes hasta

    junio del 713. Parece ser que slo despus de estos hechos se encontraron Ms y riq en Talavera, a orillas del Tajo, aguas abajo de Toledo. Poco ms, aparte de algunas

    revueltas que fueron sofocadas, hay que registrar durante el ao 713, aunque es

    presumible que los ejrcitos musulmanes estuvieran absorbidos por la consolidacin de

    su poder sobre el territorio que haban ocupado.

    Durante el ao siguiente, Ms ocup Zaragoza. Es posible que enviara patrullas

    de exploracin hasta Narbona, puesto que el reino visigodo inclua una parte del sudeste

    francs, comprendida la costa mediterrnea. Sin embargo, al parecer decidi que haba

    problemas ms urgentes en el Oeste, y avanz en esta direccin hasta entrar en Asturias.

    riq haba ocupado ya Len y Astorga, y Fortn de Aragn se haba sometido a su poder, convirtindose al Islam. En el curso de aquel ao Ms y riq fueron convocados ante la corte del califa de Damasco. Hay una fabulosa historia acerca del

    lento avance triunfal de Ms por el norte de frica y por Egipto, con una gran

    caravana de cautivos y un botn increblemente rico, del severo trato que recibi del

    califa y de su muerte en prisin o por lo menos en la pobreza. Pero tambin en esto hay

    mucho de leyenda. Ms parti de Espaa seguramente en el otoo del 714, puesto que

    lleg a Damasco aproximadamente en febrero del ao 715.

    El mando supremo en Espaa fue confiado al hijo de Ms, Abd al-Azz, quien

    continu con toda eficacia la tarea de ocupar el pas hasta que fue asesinado en marzo

    del 716. El territorio dominado por los musulmanes en el Norte y en el Nordeste se

    ampli como consecuencia de la conquista de Pamplona, en los Pirineos occidentales, y

    de Tarragona, Gerona y (probablemente) Narbona, en la costa mediterrnea. En el

    Sudeste los musulmanes se apoderaron de Mlaga y Elvira, y firmaron un tratado con el

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    prncipe Tudmr (Teodomiro) de Murcia. Todos estos acontecimientos pueden situarse

    en el ao 715, excepto el tratado, que data probablemente del ao 713.

    Con la muerte de Abd al-Azz concluye la fase de conquista y ocupacin. Sin

    embargo, no haba sido conquistada ni ocupada la totalidad de la Pennsula Ibrica.

    Haba una extensa zona que cubra, sobre todo, el Noroeste, en la que los musulmanes

    no haban prcticamente penetrado. Y en el resto del territorio existan probablemente

    localidades aisladas no sometidas plenamente. Pero puede decirse, de todas formas, que

    en lo esencial la unidad organizativa del pas, desaparecida a raz del derrumbamiento

    del poder visigodo, haba sido restaurada. Se haba creado una red administrativa, con

    su correspondiente respaldo militar, que cubra casi toda la Pennsula, y el grado de

    control efectivo que ejerca la autoridad central musulmana era probablemente mayor

    que el de los ltimos reyes visigodos.

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    2. La provincia del califato de Damasco

    1. La organizacin de la provincia

    Los rabes denominaron a su nuevo dominio de la Pennsula Ibrica al-

    Andalus. El nombre es una corrupcin de Vandalicia, a su vez derivado de los

    invasores vndalos. Dado que se utilizaba exclusivamente para designar la parte de la

    Pennsula dominada por los musulmanes, con el avance de la Reconquista el rea

    geogrfica a la que el trmino se aplicaba se fue contrayendo. En su utilizacin

    moderna, Andaluca es el nombre de la regin del sudeste de Espaa en la que los

    moros tuvieron su ltimo asiento, del siglo XIII al siglo XV.

    Para los rabes, al-Andalus era solamente una provincia, o parte de una

    provincia, de un vasto imperio que se extenda desde al-Andalus y Marruecos hasta el

    Asia central y el Punjab. El gobernante del imperio era el califa. Este trmino es una

    adaptacin del rabe jalfa, que significa sucesor o delegado. El califa era el hombre que

    suceda a Mahoma en sus poderes temporales, pero no en los espirituales. Los primeros

    cuatro sucesores de Mahoma, que gobernaron del 632 al 661, reciben el nombre de

    califas ortodoxos (ridn). Del 661 al 750 el califato estuvo en manos de la familia

    de los Omeyas, rama de la tribu de Quray que habitaba en la Meca; algunos miembros

    de esta familia haban figurado durante la vida de Mahoma entre los principales

    comerciantes de la ciudad. Los califas Omeya instalaron su capital en Damasco, aunque

    la corte resida a menudo en alguno de sus palacios en otros lugares de Siria.

    Pese al enorme territorio controlado por los califas Omeyas, la organizacin del

    gobierno central an se conceba segn las lneas de una tribu nmada rabe. Ante todo,

    tena ms que ver con las personas que con los cargos. El califa estaba muy lejos de ser

    un autcrata. Al igual que el ayj o jeque de la tribu, estaba obligado a consultar con los

    ms destacados de entre aquellos que le rodeaban, y, en general, a actuar con respecto a

    ellos como primero entre iguales. La debilidad de este sistema para enfrentarse con los

    problemas de un gran imperio es fcil de advertir; por ello algunos de los ltimos

    Omeyas se orientaron hacia la tradicin persa de gobierno autocrtico, tradicin en la

    que se basara el posterior rgimen de los Abbses. Una cuestin particularmente

    difcil era la de la sucesin en el cargo de califa. De acuerdo con las ideas rabes, la

    primogenitura no conceda ningn privilegio especial, e incluso la sucesin del padre

    por uno cualquiera de sus hijos era tan slo una posibilidad ms. El nuevo jefe o ayj de

    una tribu era normalmente el varn adulto ms capacitado perteneciente a una cierta

    familia, elegido por los miembros ms destacados de la tribu. As, pues, el

    mantenimiento del califato en el seno de la familia Omeya se llev a cabo no sin ciertas

    maniobras, y a los ojos de muchos rabes constituy una usurpacin.

    Los califas, siguiendo el ejemplo de Mahoma, delegaban diversas tareas en otros

    individuos. El cargo ms importante era el de general de un ejrcito. Al conquistar

    extensos territorios, los generales asuman la funcin de gobernadores provinciales. El

    cambio, si es que se puede denominar as, era muy sencillo. Cuando un ejrcito se

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    retiraba a invernar en una plaza fuerte de un pas recientemente conquistado en

    Qayrawn, por ejemplo, el general continuaba ejerciendo su mando, pero ste

    adquira un carcter prcticamente civil, puesto que los nicos ciudadanos de pleno

    derecho del Estado islmico eran los soldados que tena a sus rdenes. Los asuntos

    financieros y judiciales se solan atribuir a funcionarios distintos, que podan ser

    directamente designados por el califa, pero la responsabilidad suprema corresponda al

    general-gobernador.

    Los habitantes no musulmanes de una provincia del califato tenan, como ya se

    ha sealado, el status de personas protegidas, o dimmes (aunque, segn algunos, en

    al-Andalus el trmino dimmes se aplicaba exclusivamente a los judos). El gobierno

    local preexistente sola ser respetado, y el jefe de cada comunidad quedaba

    responsabilizado ante la autoridad musulmana del pago del tributo y de otros impuestos,

    as como del mantenimiento del orden interno. En el Oriente Medio este hombre

    responsable era por lo general el anterior jefe religioso de un grupo de creyentes; por

    ejemplo, un patriarca o un obispo. Tal parece que fue tambin la pauta general en

    Espaa. Sin embargo, en el 713 los musulmanes llegaron a un acuerdo con Tudmr

    (Teodomiro), prncipe de Murcia, confirmndole en sus derechos como prncipe y

    reconociendo a sus sbditos entre otras cosas la prctica de su religin. Cuando

    una comunidad rechazaba los primeros requerimientos para qu se rindiera y era

    derrotada posteriormente en el campo de batalla, tambin se conceda a sus miembros el

    status de personas protegidas, pero las condiciones tendan a ser ms severas y el

    nivel del tributo y de la imposicin ms oneroso.

    Originariamente, todos los rabes musulmanes estaban sujetos al servicio militar

    y reciban estipendios del Estado. Constituan as una casta militar superior. El botn

    mueble capturado en las expediciones sola ser vendido a los comerciantes, y el

    producto de la venta era dividido entre los que haban participado en la expedicin. Las

    tierras, sin embargo, no se vendan, sino que eran conservadas por sus propietarios y

    arrendatarios, que pagaban las rentas correspondientes al tesoro central. No obstante,

    cuando los propietarios haban huido como probablemente fue el caso de algunas de

    las familias nobles visigodas, el gobernador de la provincia tena derecho a donar

    estas tierras a los musulmanes; de esta manera, con el transcurso del tiempo, muchos

    musulmanes se convirtieron en terratenientes. En cualquier regin del califato es difcil

    seguir con detalle la transicin desde una clase receptora de estipendios a otra

    propietaria de tierras; y esta dificultad resulta particularmente acusada en el caso de

    Espaa. Hacia el ao 750, aproximadamente, el sistema de pago de estipendios haba

    perdido al parecer su importancia seguramente porque constitua ya una parte

    relativamente pequea de los ingresos individuales; y es probable que poco tiempo

    despus cayera en desuso. En todo caso, antes de que ocurriera esto, muchos rabes de

    al-Andalus se haban convertido en terratenientes, y residan, por lo general, en centros

    urbanos prximos a sus fincas.

    Hasta aproximadamente el ao 700, a los habitantes no rabes de las zonas

    centrales del califato no se les animaba a convertirse en musulmanes. A veces, debido a

    la prdida de ingresos que suponan las conversiones (puesto que los musulmanes no

    estaban sujetos a capitacin), se tomaban medidas para evitar que los no rabes

    abandonaran sus comunidades religiosas. Exista una mayor probabilidad de que fueran

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    aceptados aquellos que estaban dispuestos a tomar parte en las expediciones militares, y

    cabe suponer que todos los berberes que entraron en Espaa se haban convertido al

    Islam. Sin embargo, hasta el ao 750, una persona no rabe tena que hacerse cliente

    (mawl, plural mawl) de una tribu rabe para llegar a ser musulmn. La razn parece

    ser que el Estado islmico an era concebido como una federacin de tribus rabes.

    Dado que el status de cliente se consideraba como de carcter inferior y, por lo general,

    implicaba un estipendio menor que el de los rabes puros, reinaba un cierto descontento

    entre los musulmanes no rabes, cuyo nmero, al parecer, se increment rpidamente

    durante la primera mitad del siglo VIII. Este descontento fue un factor importante en la

    cada del Califato Omeya de Damasco. La obligacin de que los musulmanes no rabes

    se hicieran clientes de tribus rabes fue desapareciendo de forma paulatina despus del

    750. En al-Andalus los berberes, procedentes en su mayora de las zonas montaosas

    del norte de frica, se establecieron en terrenos similares e hicieron del pastoreo su

    forma de vida.

    Aunque al-Andalus formaba parte del califato de Damasco, sus gobernadores no

    dependan directamente del califa, sino del gobernador de Ifrqiya (Tnez), residente en

    Qayrawn. Esta organizacin era razonable dado el tiempo que las comunicaciones y

    viajes exigan. En el perodo del 716 al 756 desempearon el cargo de gobernador unos

    veinte hombres, algunos de ellos en ms de una ocasin. Solamente tres lo ejercieron

    durante cinco o ms aos. Algunos eran solamente gobernadores provisionales, que

    sustituan a hombres muertos en acciones de guerra contra los cristianos, o por otras

    causas. Dada la distancia a que se encontraban de Damasco, e incluso de Qayrawn,

    tenan un amplio margen de independencia (lo cual fue, sin duda, una de las razones de

    esos frecuentes cambios). Sin embargo, y al igual que los califas, no tenan carcter

    autocrtico, sino que, hasta cierto punto, estaban obligados a tener en cuenta la opinin

    de los notables rabes de al-Andalus. El ltimo de los gobernadores, Ysuf ibn Abd al-

    Ramn al-Fihr, fue designado, al parecer, mediante eleccin en el ao 747. En esta poca el poder del califa de Damasco se estaba ya desmoronando. La capital provincial

    inmediatamente despus de la conquista haba sido Sevilla (en lugar de Toledo, capital

    de los visigodos), pero hacia el ao 717 se traslad a Crdoba, cuya posicin era ms

    central.

    2. El fin de la expansin

    Puesto que el reino visigodo se extenda hasta el sur de Francia, era natural que

    los rabes ocuparan tambin esa zona del reino conquistado. La regin francesa formaba

    parte en realidad del vaco poltico que los rabes haban creado al destruir la

    organizacin central de los visigodos. Desgraciadamente, las informaciones acerca de la

    ocupacin musulmana de Francia y sus expediciones a este pas son muy escasas, pero

    es probable que de haberse producido una resistencia importante de los visigodos en esa

    zona tendramos referencias de la misma. Las incursiones en la regin de Narbona

    comenzaron probablemente poco despus de la derrota de los visigodos en Espaa. Est

    comprobado que, hacia el 719, el gobernador rabe al-Sam logr ocupar Narbona y

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    avanzar hacia Toulouse. Sin embargo, la enrgica actuacin del duque de Aquitania,

    Eudo, consigui en el 721 rechazar a los musulmanes de Toulouse y causar la muerte de

    al-Sam.

    Este revs no impidi que los musulmanes siguieran tratando de encontrar otras

    lneas de avance hacia Francia. En el 725 fueron ocupadas Carcassone y Nmes, y una

    fuerza armada se abri camino desde all hacia el Norte, siguiendo el valle del Rdano.

    Segn algunos, llegaron a Autun, sobre el Sane, o incluso ms lejos. Pero esta

    operacin de tanteo no tuvo continuacin. En cambio, Abd al-Ramn al-Gfiq explor la ruta hacia el oeste de los Pirineos. En el ao 732 reuni sus tropas en

    Pamplona y march hacia Francia a travs del paso de Roncesvalles. Eudo de Aquitania

    fue derrotado y Burdeos ocupada. Despus, los musulmanes avanzaron hacia el Norte,

    en direccin a Tours, donde esperaban obtener un abundante botn. Pero Eudo haba

    avisado a Carlos Martel, prncipe de los francos, cuyo poder estaba en auge y que

    inmediatamente comprendi la gravedad del peligro. Carlos Martel march hacia el Sur

    para hacer frente a la amenaza musulmana. A finales de octubre del ao 732, entre

    Tours y Poitiers, se libr una batalla, denominada por unos batalla de Tours y por otros

    batalla de Poitiers. Los musulmanes fueron derrotados y su jefe muerto. Una parte de

    las fuerzas invasoras se retir hacia Narbona. No existen datos que hagan suponer que

    los musulmanes intentaron de nuevo invadir Francia por esta ruta occidental.

    MAPA 1: Lmites aproximados de la influencia islmica:

    principios del siglo VIII; principios del siglo IX; | | | | | | hacia

    1400.

    Antes de ponderar el significado de la batalla de Tours nos ocuparemos de

    algunos acontecimientos de los aos inmediatamente posteriores. En el 734 los

    musulmanes marcharon de nuevo hacia el valle del Rdano, y una expedicin que parti

    de Narbona ocup Arles y Avignon. Hacia el 738, sin embargo, los invasores fueron

    rechazados por Carlos Martel, que avanz despus hasta Narbona, sitindola durante un

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    tiempo, pero sin lograr conquistarla. No se produjeron nuevas luchas en esta regin

    hasta despus de la cada del califato de Damasco. Fue entonces, probablemente en el

    ao 751 (aunque es posible que no fuera hasta el 759), cuando el sucesor de Carlos

    Martel logr por fin reconquistar esta importante plaza.

    Muchos autores han considerado la batalla de Tours como una de las batallas

    decisivas de la historia mundial. Aunque en cierto sentido lo fue, sera ms exacto

    describirla como el punto en que los acontecimientos cambiaron de rumbo. No fue un

    cataclismo que destruyera el poder militar y poltico central de la Espaa musulmana.

    Ese poder continu prcticamente inclume, pero sus dirigentes comprendieron que la

    ruta al oeste de los Pirineos no era una lnea de expansin satisfactoria. Las victorias de

    Carlos Martel en el 738 demostraron que la expansin a lo largo del valle del Rdano

    tambin haba dejado de ser posible o deseable. Sin embargo, todas estas expediciones a

    Francia eran una continuacin directa de la poltica que haba impulsado el avance de

    los musulmanes a travs del norte de frica y Espaa. Aunque las motivaciones

    personales de algunos de los expedicionarios fueran religiosas y aunque los factores

    religiosos puedan haber influido en la estrategia general, el objetivo inmediato de las

    expediciones era el saqueo. Los musulmanes buscaban sobre todo regiones en las que se

    pudiera obtener con facilidad un botn abundante. Estaban dispuestos a luchar, incluso a

    luchar encarnizadamente, pero slo hasta cierto punto. Si el avance en una determinada

    direccin implicaba una lucha intensa y prolongada y el botn no compensaba los

    esfuerzos necesarios para su obtencin, se enviaban nuevas expediciones de tanteo en

    otras direcciones. La victoria de Carlos Martel en Tours haba probado que la fuerza de

    ste era ya lo bastante grande como para que aquella lnea de avance no fuera ya

    lucrativa; y los ataques posteriores de Martel contra Narbona mostraron que el avance

    hacia Francia no ofreca ya perspectivas provechosas.

    La cuestin podra formularse de otra manera, a saber, que la voluntad de

    conquista de los musulmanes era ms dbil que la voluntad de resistencia de los francos.

    Al debilitamiento de esa voluntad de conquista haban contribuido diversos factores

    internos. Adems del coste creciente del botn, es probable que los musulmanes,

    acostumbrados a un clima mediterrneo, encontraran desagradable el del centro de

    Francia. Indudablemente tenan tambin algunos indicios de la ruptura del califato de

    Damasco, y por esta razn se sentan inseguros. Asimismo, los recursos humanos de

    que disponan, rabes y berberes, deban de haberse reducido ya hasta el lmite de su

    capacidad. As que, por muchas razones, los musulmanes no tenan excesivo deseo de

    continuar sus intentos de avanzar hacia Francia. La marea haba comenzado a refluir.

    Sin embargo, no era solamente en Francia donde el curso de la corriente se haba

    invertido. Tambin en el noroeste de Espaa los musulmanes empezaron a retroceder.

    Sabemos poco acerca de lo que ocurri en esta zona en el cuarto de siglo posterior al

    711. Es probable que existieran guarniciones musulmanas en todas las poblaciones de

    cierta importancia. Sin embargo, en ciertos enclaves montaosos haba pequeos grupos

    que se negaban a someterse. Posiblemente figuraban en ellos nobles visigodos, pero la

    voluntad de resistencia proceda sobre todo, al parecer, de los jefes de las poblaciones

    locales (especialmente de los gallegos4), cuyos rasgos fundamentales diferan de los de

    los visigodos. La historia, un tanto legendaria, de la derrota en Covadonga de una fuerza

    musulmana (acompaada por el metropolitano de Sevilla) por el prncipe Pelayo puede

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    fecharse en el 718 o bien entre el 721 y el 726. Aparte de este hecho, hasta el reinado de

    Alfonso I de Asturias, entre el 739 y el 757, no existen datos de nuevos

    acontecimientos. Alfonso I reconquist gran parte del noroeste de Espaa y de Portugal;

    puede que incluso llegara a expulsar a los musulmanes de casi una cuarta parte de la

    Pennsula Ibrica, aunque no todo el territorio fuera ocupado por los seguidores de

    Alfonso. Una parte qued prcticamente deshabitada: las marcas.

    Las razones de este cambio en el curso de los acontecimientos en Espaa no eran

    distintas de las de Francia. Tambin otros factores especiales contribuyeron a este

    resultado. Los musulmanes que se haban establecido en el pas eran principalmente

    berberes, y, como veremos a continuacin, no estaban satisfechos de la forma en que

    les trataban los rabes. El resultado fue que se rebelaron. Por otra parte, un grave

    perodo de hambre, que empez en el 750, impuls a muchos berberes a abandonar sus

    tierras espaolas y a regresar a frica.

    El historiador, sobre todo el especialista de historia europea consciente de la

    importancia de la Reconquista en el resurgimiento de Espaa, ve en los xitos de

    Alfonso I el germen de la destruccin del poder musulmn en Espaa; y, en cierto

    sentido, as fue. Sin embargo, desde el punto de vista musulmn, lo ocurrido en el

    perodo del derrumbamiento del califato de Damasco slo significaba que las fronteras

    de al-Andalus eran inestables; inestabilidad que no era mayor que la de muchas otras

    fronteras del califato. La existencia del reino de Asturias significaba en s misma no que

    al-Andalus estuviera condenada a la extincin antes de que hubiera comenzado

    realmente a vivir, sino que los musulmanes tendran que hacer frente a un constante

    desafo en el Norte. El problema real consiste en saber por qu a la larga el podero

    cristiano aument y el musulmn decay.

    3. Tensiones internas de la provincia

    La rpida ocupacin de casi toda la Pennsula Ibrica y los posteriores intentos

    de expansin por Francia tenan inevitablemente que repercutir en los agentes de estas

    operaciones, a saber, los rabes y sus aliados berberes. La conversin de los habitantes

    locales al Islam haba empezado antes del 750, pero el nmero de conversos era

    insuficiente para conferirles un papel independiente en la vida poltica de aquel tiempo.

    Los ms antiguos documentos atribuyen gran parte de las tensiones que se

    produjeron entre los rabes a las rivalidades entre tribus y grupos de tribus, en particular

    entre dos grupos denominados Qayses y Kalbes. Esta contienda se extendi a veces a

    grupos ms amplios, genealgicamente conectados con las dos tribus originales, hasta

    envolver prcticamente en ella a todas las tribus de Arabia. Esta rivalidad entre las

    tribus ha sido exagerada por Dozy en su presentacin de la historia de la Espaa

    islmica, y as lo reconoce su discpulo Lvi-Provenal. No obstante, es indudable que

    la rivalidad tribal existi realmente e influy en la poltica. La dificultad consiste en

    cmo interpretar esa influencia. Deben distinguirse dos aspectos: el significado de los

    hechos en el centro del califato, y su significacin en al-Andalus.

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    Por lo general, las rivalidades en el califato enfrentaban a grupos de tribus. Los

    historiadores musulmanes explican y justifican este hecho alegando que los grupos

    asociados tenan vnculos genealgicos. Sin embargo, los modernos historiadores

    europeos tienden a considerar la genealoga como algo posterior a la agrupacin (es

    decir, como una invencin de los genealogistas del perodo Omeya); y la forma en que

    variaron los agrupamientos segn las distintas regiones viene a confirmar estas tesis.

    Asimismo, las agrupaciones reales parecen derivarse de las condiciones existentes en las

    ciudades de guarnicin y en las provincias conquistadas, y no de la situacin en la

    Arabia pre-islmica. En lugar de atribuirlas a las antiguas querellas, los modernos

    historiadores consideran que las tensiones que se produjeron en Siria se debieron al

    hecho de que muchos kalbes se haban establecido all con anterioridad a la expansin

    rabe, mientras que la mayora de los invasores eran qayses. Por consiguiente, exista

    una diferencia social, y quiz tambin econmica, contempornea a las tensiones y

    subyacente a stas.

    Despus del 740, la rivalidad tribal se convirti en un importante factor poltico

    en al-Andalus. En parte, lo que ocurri en la provincia pudo ser simplemente un reflejo

    de lo que estaba sucediendo en la capital. Los qayses y los kalbes funcionaban de una

    manera similar a los partidos polticos en un Estado moderno. Cuando el califa se

    apoyaba fundamentalmente en uno de los dos partidos, casi todas las designaciones para

    cargos provinciales recaan en miembros del mismo. Las diferencias sociales y

    econmicas entre los dos grupos debieron sin duda influir en su apoyo a lneas polticas

    diferentes; pero las escasas fuentes disponibles no han sido estudiadas desde este punto

    de vista.

    Poco sabemos acerca de lo que ocurri en Espaa entre el 720 y el 740. Se

    realizaron expediciones de saqueo hacia Francia; continu la pacificacin y la

    colonizacin del pas, y las revueltas locales fueron sofocadas. En el 740 estall una

    rebelin berber en el norte de frica, y los sublevados se apoderaron de Tnger. Las

    tropas enviadas por el gobernador desde su sede de Qayrawn fueron derrotadas, y en el

    741, pese a los refuerzos sirios llegados de Damasco, su ejrcito fue nuevamente batido.

    Estos xitos provocaron una rebelin berber en el noroeste de Espaa. Todos los

    berberes estaban profundamente descontentos del trato al que los rabes les sometan.

    En todas las distribuciones se les asignaban participaciones ms reducidas, y en los

    asentamientos reciban las regiones menos deseables. Pese a ser musulmanes, los rabes

    no los consideraban como iguales. Dado que eran ms numerosos, y posiblemente

    tambin luchadores ms vigorosos, no es sorprendente que en un principio su rebelin

    tuviera xito.

    Sin embargo, a fines del ao 741, un nuevo e importante elemento hizo su

    aparicin en al-Andalus. Tras la victoria berber en el norte de frica, siete mil jinetes

    de los refuerzos sirios, dirigidos por su jefe Bal, se refugiaron en Ceuta y fueron

    sitiados por los berberes. En esta difcil situacin, llegaron a un acuerdo con el

    gobernador de al-Andalus: si ste les proporcionaba medios de transporte, lucharan

    contra los rebeldes de Espaa y abandonaran el territorio una vez sofocada la rebelin.

    En cumplimiento de este acuerdo, los sirios fueron transportados a la otra orilla. Ya en

    la Pennsula, derrotaron sucesivamente tres columnas de berberes. Probablemente se

    habran marchado tras estas victorias si el gobernador no hubiera tratado de eludir el

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    pleno cumplimiento de las obligaciones que le impona el acuerdo. Este gobernador era

    kalb, mejor dicho, del partido yemen, mientras que los rabes sirios comandados por

    Bal eran qayses. As, pues, en lugar de abandonar el pas, marcharon sobre Crdoba y

    expulsaron al gobernador, instalando en su lugar a Bal. Sus adversarios rabes se

    reorganizaron y lograron un cierto apoyo berber, pero fueron derrotados en agosto del

    742 por las tropas de Bal, muriendo ste en la batalla.

    El nuevo gobernador enviado desde Qayrawn trat de pacificar al pas

    estableciendo a los sirios en las tierras del valle del Guadalquivir y a lo largo de la costa

    meridional. En Siria haban sido undes, es decir, gentes que reciban tierras en feudo a

    cambio de servir en el ejrcito cuando se les requera para ello; y su asentamiento en al-

    Andalus se llev a cabo en condiciones parecidas. Esto no impidi que, en alianza con

    otras tribus rabes, sostuvieran en el poder, entre el 745 y el 755 a gobernadores que

    favorecan sus intereses. Hacia el 755 encontramos indicios de que la oposicin de los

    rabes yemenes se preparaba para desafiar a la coalicin dominante. Entre tanto, el

    norte del pas se recuperaba del hambre que lo haba asolado desde el 750. En esta

    coyuntura, Abd al-Ramn nacido en el 730, joven miembro de la familia Omeya que haba logrado escapar de Irak y de Siria cuando todos sus parientes haban sido

    exterminados por los Abbses tras la llegada de stos al poder en el 750, despach un

    emisario a al-Andalus. Abd al-Ramn haba vivido durante algn tiempo con la tribu berber de su madre, cerca de la costa mediterrnea de Marruecos. Su emisario fue

    recibido entusisticamente por algunos de los undes sirios, en su mayora clientes de

    los Omeyas. Los dirigentes del grupo que estaban en el poder desde el 745 vacilaron en

    un principio y por fin rechazaron las propuestas de Abd al-Ramn. En vista de ello, el emisario se volvi con resultados positivos hacia el grupo de yemenes que estaban

    en la oposicin. Abd al-Ramn cruz el Estrecho, y con un ejrcito de undes sirios, yemenes y algunos berberes andaluces, derrot a los restos del grupo de los qayses en

    mayo del 756. El pas entero se someti a l, siendo proclamado emir de al-Andalus en

    la mezquita de Crdoba. Se haba fundado el Emirato Omeya.

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    3. El emirato Omeya independiente

    La fundacin del emirato

    Abd al-Ramn I: 756-788

    Him I: 788-796

    al-akam I: 796-822

    Abd al-Ramn II: 822-852

    La proclamacin como emir de Abd al-Ramn cre una situacin nueva, aunque la novedad era ms terica que prctica. El ttulo de emir o caudillo haba

    sido utilizado hasta entonces por los gobernadores provinciales designados por el califa;

    pero, dado que los califas Abbses eran responsables de la matanza de casi toda la

    familia Omeya, no caba pensar en absoluto en que Abd al-Ramn reconociera al califa. Por otra parte, tampoco tuvo nunca Abd al-Ramn una posicin que le permitiera reclamar el cargo de califa. As, pues, por primera vez en el mundo islmico

    exista una entidad poltica que, sin estar justificada por un dogma hertico, se

    organizaba en forma completamente independiente del conjunto principal de los

    musulmanes. sta era la novedad terica.

    En la prctica, sin embargo, la novedad no era tan grande. Dado que las

    comunicaciones eran lentas y se extendan sobre vastas distancias, los gobernadores

    provinciales eran en gran medida independientes. As haba ocurrido sobre todo en la

    dcada anterior a la cada del califato omeya en el 750. Ciertamente, el califa haba

    enviado una importante fuerza desde Siria para hacer frente a la revuelta berber en el

    norte de frica. Los jinetes sirios, comandados por Bal, haban pasado a Espaa slo

    como consecuencia de un arreglo ms o menos privado con el gobernador; y despus de

    este acontecimiento los musulmanes de al-Andalus haban mantenido una

    independencia casi total. La principal novedad de la posicin de Abd al-Ramn consista, por tanto, en que no existiera ningn superior que pudiera obligarle a dimitir

    de su cargo, y en que tuviera un cierto derecho a gobernar. Quiz tambin la

    comprobacin de que al-Andalus se encontraba aislado estimulaba a los rebeldes en sus

    intentos de tomar el poder. La posibilidad de que los `Abbses trataran de afirmar su

    autoridad sobre esta parte del imperio de sus predecesores tambin haba de ser tenida

    en cuenta; pero a los Abbses les cost mucho tiempo y esfuerzo el asegurar siquiera

    un dbil control sobre el norte de frica, y en ningn momento llegaron a constituir una

    seria amenaza para el nuevo rgimen Omeya de Espaa.

    El principal problema con el que haban de enfrentarse Abd al-Ramn y sus sucesores inmediatos, a los efectos de constituir firmemente el emirato, era la diversidad

    de elementos, especialmente raciales, que exista en la poblacin. En primer lugar

    estaban los rabes, los cuales, aun no siendo numerosos, ocupaban una posicin

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    dominante. Los rabes se hallaban divididos; sin embargo, la antigua oposicin entre los

    yemenes (o kalbes) y, los qayses haba ido dejando paso a otra nueva, a saber, la que

    exista entre los rabes de la primera oleada, denominados antiguos colonos

    (baladzyyn) y los llegados posteriormente, a los que se llamaba sirios (miyyn).

    Dado que a los sirios, como se ha explicado anteriormente, les fueron concedidos

    feudos, esta distincin era en parte social y econmica. Todos los rabes eran desde

    luego musulmanes.

    Haba, adems, otros dos grupos de musulmanes: los berberes y los pobladores

    nativos convertidos. Los berberes eran con mucho el grupo ms numeroso, ya que

    haban constituido el grueso de las fuerzas invasoras y ocupantes. El sector ms

    importante de los berberes inmigrantes era el de los berberes de origen sedentario (a

    los que debe diferenciarse de los de origen nmada), que en Espaa volvieron de nuevo

    a la actividad agrcola. Pese a su importancia numrica, eran tratados por los rabes,

    como ya hemos sealado, como inferiores, y entre ellos se mantuvo siempre un rescoldo

    de descontento. Segn parece, los pobladores nativos convertidos llegaron a ser con el

    tiempo tan numerosos como los berberes, e incluso ms. El trmino rabe para

    designar al convertido era muslim; sin embargo, su aplicacin parece haberse

    restringido en la prctica a los que efectivamente cambiaron de religin. El nombre

    usual entre los rabes para designar a los musulmanes espaoles era el de muwalladn

    (mulades), que puede traducirse como nacidos musulmanes. Los autores espaoles -

    suelen referirse a ellos como renegados, trmino que indudablemente no se utiliz

    hasta que la Reconquista estaba ya en auge. El principal motivo de la aceptacin del

    Islam por un amplio sector de la poblacin espaola fue probablemente su asociacin

    con una civilizacin superior y muy atractiva, adems de la desconfianza que sentan los

    nativos hacia los obispos cristianos por su estrecha identificacin con la impopular

    dominacin de los visigodos.

    El otro elemento numricamente importante del Estado islmico la poblacin

    cristiana que conserv su religin reciba el nombre de mozrabes (mustaribn), que

    podra traducirse como arabizantes, trmino asimismo de origen posterior, utilizado

    por los cristianos de la Reconquista1. Aunque cristianos, estos sectores se sintieron

    probablemente atrados por muchos aspectos de la civilizacin rabe e islmica.

    Indudablemente no eran hostiles a la dominacin musulmana, y aprendieron el rabe

    (aunque hablaban tambin un dialecto romance)2 y adoptaron muchas costumbres

    rabes. Adems de los cristianos, haba tambin en las principales ciudades muchos

    judos, los cuales, perseguidos en el pasado por los visigodos, prestaron una activa

    ayuda a la conquista musulmana y no mostraron posteriormente tendencias a la

    rebelin.

    El gobierno de todos estos elementos diversos y a menudo contradictorios era

    una tarea difcil. Fueron muchas las rebeliones y levantamientos de uno u otro signo. A

    veces slo participaba uno de los grupos mencionados; otras actuaban juntos dos o ms

    grupos. El antiguo sistema segn el cual todo musulmn fsicamente apto estaba sujeto

    al servicio militar desapareci antes del 750; en todo caso hubiera tenido escasa eficacia

    para hacer frente a la situacin de al-Andalus. Uno de los mtodos que utiliz Abd al-

    Ramn para resolver el problema fue la creacin de un ejrcito profesional. Probablemente ste se compona sobre todo de esclavos, fcilmente obtenibles al norte

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    de los Pirineos. Los sucesores de Abd al-Ramn aumentaron el tamao de este ejrcito mercenario. Esta nueva frmula independiz al emir de sus sbditos, pero le

    cre tambin graves problemas.

    Se ha sugerido que los Omeyas lograron unificar este conjunto heterogneo

    mediante la identificacin de su causa con la del Islam, pero esta hiptesis no explica

    una serie de complejas cuestiones. Estudiaremos el problema con mayor detenimiento

    en un captulo posterior; baste por ahora con hacer constar que esta identificacin fue en

    el mejor de los casos una poltica a largo plazo. Por el momento, el objetivo era

    convertir al emir en el centro de la autoridad. Ahora bien, en un principio esta autoridad

    slo poda mantenerse por la fuerza desnuda. Un notable ejemplo es la llamada jornada

    del foso en Toledo, ocurrida probablemente en el 797 (no en el 807), poco despus de

    que al-akam empezara a gobernar. Todos los notables de Toledo, en su mayora musulmanes espaoles, que haban dado anteriormente signos de desafeccin, fueron

    atrados con engao al castillo del gobernador con el pretexto de que presentaran sus

    respetos al heredero del trono; una vez dentro, fueron decapitados uno por uno, y sus

    cuerpos arrojados a una zanja o foso.

    A fines del mismo reinado, probablemente en el 818, se produjo en Crdoba una

    matanza an ms importante. La severidad del emir provoc un levantamiento entre los

    habitantes del Arrabal situado al sur del Guadalquivir. Durante un tiempo el resultado

    de la lucha se mantuvo incierto, pero finalmente las tropas del emir terminaron por

    imponerse; entraron a saco en el Arrabal, ejecutaron a tres mil de los supervivientes ms

    destacados, y obligaron al resto de sus habitantes a abandonar Crdoba. El Arrabal

    qued totalmente arrasado. La importancia que las fuentes rabes y algunos antiguos

    relatos europeos dan a estos acontecimientos no debe llevar al lector moderno a la

    conclusin de que la autoridad central se apoyaba exclusivamente en la fuerza. En la

    sublevacin del Arrabal estuvieron implicados uno o dos juristas musulmanes; esta

    aparicin de una nueva clase es, al mismo tiempo, una indicacin de que los Omeyas

    estaban tratando de crear un sistema de justicia y de derecho en su reino.

    Mientras los Omeyas se ocupaban de establecer su gobierno sobre todo el

    territorio que haba quedado bajo su poder, no se registraron acontecimientos de

    fundamental importancia en la frontera septentrional, aunque s alguna actividad. Del

    740 al 755, el pequeo reino de Asturias, situado en el noroeste de la Pennsula, logr

    una cierta expansin y afianzarse en una relativa seguridad frente a los ataques rabes.

    Y al otro lado de los Pirineos, Carlomagno (771-814) estaba ya edificando su poderoso

    imperio, realizando ocasionalmente incursiones en la Pennsula, como en el 801, en que

    lleg a entrar en Barcelona. Su expedicin del 778 contra Zaragoza se ha hecho famosa

    merced a la Chanson de Roland. El tema principal de este poema la derrota de la

    retaguardia en Roncesvalles tuvo escasa importancia desde el punto de vista militar;

    pero es probable que el aspecto ms destacado de la campaa el fracaso en el intento

    de tomar Zaragoza moviera a Carlomagno a abandonar Espaa prcticamente a su

    suerte.

    Al-Andalus no tena una frontera septentrional en el sentido moderno del

    trmino. Entre el territorio donde el poder musulmn era firme y aquel otro donde se

    asentaban los diversos Estados cristianos, existan zonas cuyo dominio efectivo era ms

    variable y que equivala a una tierra de nadie. Estas zonas eran las Marcas. La defensa

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    musulmana de Zaragoza se basaba en la Marca Superior, la de Toledo en la Marca

    Media, y la de Mrida en la Marca Inferior. Durante ciertos perodos, los musulmanes

    realizaban expediciones al norte cada verano; sin embargo, estos perodos se alternaban

    con otros de aparente tregua. Una de las expediciones ms importantes lleg a Narbona

    en el 793, y en el 841, otra alcanz las proximidades de esta ciudad. Pero ni estas

    expediciones ni la del 828, dirigida contra Barcelona, lograron conquistar la ciudad de

    manos de los francos.

    Durante el reinado de Abd al-Ramn II (822- 852), el Emirato Omeya estaba ya slidamente establecido y el pas prosperaba. An -se producan revueltas, pero con

    carcter perifrico; en el centro se haba logrado un cierto grado de unidad. Un ndice de

    la prosperidad general es el amplio programa de construcciones que llev a cabo Abd

    al-Ramn II. La red de atalayas establecida despus del 844 para montar la guardia contra las incursiones martimas de los escandinavos demuestra la potencia y eficacia

    prctica del rgimen. Abd al-Ramn II lleg a sentirse con podero suficiente para intervenir en la poltica de los diversos Estados pequeos y medios que: ocupaban la

    regin que va de Marruecos a Tnez, y para apoyar a algunos de los ms pequeos

    contra sus vecinos mayores. Pero ser ms conveniente realizar un examen detallado de

    la base del poder y de la prosperidad e los Omeyas una vez que hayamos visto cmo

    este Estado llega su cenit en el siguiente siglo.

    2. La crisis del- emirato

    Muammad I: 852-886

    al-Mundir: 886-888

    Abd Allh: 888-912

    Cuando Abd al-Ramn II muri, en el ao 852 el Estado Omeya estaba prosperando y pareca firme y slidamente establecido. Sin embargo, los

    acontecimientos de los sesenta aos siguientes demostraron que esa apariencia era

    engaosa, y que en realidad su estructura era frgil y precaria. Los disturbios del

    perodo anterior haban sido en su casi totalidad obra de los habitantes de las ciudades,

    que por una u otra razn estaban descontentos, y que expresaban este descontento

    enfrentndose a la autoridad, pero que al mismo tiempo carecan de una autntica

    alternativa frente al rgimen y al sistema poltico existentes. Sin embargo, antes de

    acabar el siglo IX surgieron individuos ambiciosos que encontraron en el descontento

    popular el instrumento para crear pequeos Estados independientes o

    semiindependientes bajo su propio mando.

    Este fenmeno parece haberse iniciado en las Marcas. La idea general de las

    Marcas era buena y demostr ser efectiva como medio para defender las zonas ms

    densamente pobladas del pas, situadas al sur y al sudeste. El sistema implicaba, sin

    embargo, un cierto grado de poder e independencia de los gobernadores de las Marcas y

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    de varios seores subordinados. Ya en el 842, uno de estos ltimos, Ms ibn Ms ibn

    Qas, gobernador de Tudela, rehus la obediencia al emir y logr resistir una serie de

    ataques de sus tropas. Finalmente, el emir acept su profesin de lealtad, aunque basada

    en las condiciones que el propio Ms seal. Antes de su muerte en el 862, Ms fue

    el soberano efectivo de la mayor parte de la Marca Superior, incluida Zaragoza, y lleg

    a hacerse llamar tercer rey de Espaa. A principios del 871, tres de sus hijos, que

    conservaban la mayora de las posesiones de la familia, trataron de restablecer el poder

    de su padre, pero las dificultades eran excesivas y en el 884 el nico superviviente

    vendi Zaragoza al emir. Este, sin embargo, no sac excesivo provecho de la operacin,

    ya que hubo de apoyarse en esta regin en una familia rival de origen rabe,

    comnmente llamada la de los Tubes, los cuales exigieron tambin un cierto grado de

    independencia.

    Pueden mencionarse brevemente otras dos series de acontecimientos bastante

    semejantes. En el primer caso, el mulad (o musulmn espaol) Ibn Yillq mantuvo una

    independencia parcial en la regin de Mrida, en la Marca Inferior, del 875 en adelante,

    y sus hijos y lugartenientes no se sometieron plenamente al gobierno central hasta el

    930. En Sevilla, por otra parte, dos familias rabes se impusieron en lucha con los

    mulades; posteriormente, en el 899, despus de una disensin entre ambas familias, el

    jefe de una de ellas se convirti en soberano semiindependiente de la regin y fue

    reconocido por el emir, sucedindole posteriormente sus hijos.

    Pero la ms amenazadora de estas tentativas de independencia fue la de Umar

    ibn Hafn, tambin mulad. En el 880, con una partida de rebeldes, organiz una sublevacin en el sur, estableciendo su centro en el castillo de Bobastro. El pas herva

    de descontento, y por ello no le fue difcil organizar su propio poder y desafiar a los

    ejrcitos de los Omeyas. Su ambicin creci con sus xitos y no reconoci ningn lmite

    en sus esfuerzos por incrementar su poder. Hacia el 890 estuvo en tratos con el

    gobernador semiindependiente de Qayrawn (reconocido por los Abbses) a fin de

    obtener apoyo militar y convertirse en emir de Espaa. En aquel perodo ibn Hafn tena un gran apoyo entre los mulades que se le haban sumado tras luchar contra los

    rabes en esa regin. Sin embargo, debi perder mucho de este apoyo al convertirse al

    cristianismo en el 899, aunque lo ganara entre los mozrabes. Este cambio de religin

    no le impidi en el 910 proclamar su amistad hacia el rgimen fim que se haba establecido en Tnez el ao anterior. Ni siquiera reinando ya Abd al-Ramn III logr el gobierno central expulsar a ibn Hafn de Bobastro, aunque s debilit su poder; y despus de su muerte en el 917 sus hijos mantuvieron la resistencia durante unos diez

    aos. La duracin de esta insurreccin es un ndice evidente de la relativa debilidad del

    gobierno central.

    Un rasgo que merece subrayarse en estos acontecimientos, y en todo el perodo

    en general, es el entrelazamiento de la Cristiandad y el Islam. La familia de Ms ibn

    Ms ibn Qas, en la Marca Superior, tena vnculos de sangre y matrimoniales con la

    familia que en aquella misma poca estaba creando el reino de Navarra en torno a

    Pamplona, e incluso contribuy al crecimiento de, este reino en medida nada

    despreciable. Este aspecto debe relacionarse probablemente con la extensin de las

    prcticas feudales de los francos, ya que el feudalismo subrayaba la relacin de cada

    sbdito con su seor hasta un punto tal que su propia religin perda casi toda

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    importancia3. Muchos incidentes de este perodo, en los que los hombres cambiaban de

    religin o juraban obediencia a un seor de otra religin, hacen pensar que estas luchas

    del siglo IX no se consideraban en principio como enfrentamiento entre las dos

    religiones. De ello se infiere que, durante este perodo, la poltica de los Omeyas no hizo

    del Islam la principal fuerza de integracin de al-Andalus ; o, al menos, que si siguieron

    tal poltica, no lograron hacerla efectiva. Por otra parte, tal vez los Omeyas empezaron a

    interesarse por la islamizacin, ya que al parecer el emir Abd Allh (888-912) estaba

    muy influido por los juristas y la existencia de estos juristas quiz fuera un signo de

    islamizacin.

    Es importante subrayar a este respecto la teora de Amrico Castro, expuesta en

    su obra: Espaa en su historia. Segn Castro, el culto a Santiago de Compostela,

    incluidas las peregrinaciones, recogi una antigua creencia gallega o ibrica en los

    Gemelos Divinos (puesto que Santiago era considerado hermano gemelo de Jess) y dio

    a los gallegos y a sus vecinos, a partir del siglo IX, la firme conviccin de que tenan el

    apoyo divino en su guerra contra los musulmanes y de que, por tanto, obtendran

    finalmente la victoria. Por consiguiente, este culto es la fuente de la fuerza espiritual que

    acompaa a la Reconquista. Con independencia de esta teora, es cierto que el culto

    existi en la primera mitad del siglo IX, y que con Alfonso III (866-910) el reino

    unificado astur-leons se extendi y aument su podero, en tanto que los musulmanes

    se hallaban ocupados con sus divisiones internas.

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    4. El esplendor del califato Omeya

    1. La Espaa de los Omeyas en su cenit

    Abd al-Ramn III: 912-961

    al-akam II: 961-976

    El emir Abd Allh fue sucedido por su nieto Abd al-Ramn III, de veintin aos. Cuando el joven soberano subi al trono, las perspectivas no eran brillantes en al-

    Andalus. Adems de lo que en la prctica era una guerra civil contra Ibn Hafn y del control cada vez menor del gobierno central sobre los seores de las Marcas, dos

    peligros externos aparecan en el horizonte en el Norte, el reino de Len, y, en lo que es

    hoy da Tnez, el nuevo poder fim. Y sin embargo, por sus cualidades personales y polticas y por la buena fortuna de su largo reinado, Abd al-Ramn fue capaz no slo de superar estas debilidades y amenazas sino de llevar a al-Andalus a la cima de su

    grandeza.

    Una de sus primeras preocupaciones fue la restauracin de la unidad interna. Las

    vigorosas y bien dirigidas campaas de los dos primeros aos de su reinado produjeron

    como resultado la derrota de muchos partidarios de Ibn Hafn en el mbito externo de su esfera de influencia; la reconciliacin de los indecisos con el gobierno de Crdoba; y

    el estmulo de los que le eran fieles. Un gran nmero de castillos y fortalezas quedaron a

    cargo de hombres seguros. Aprovechando una disputa en el seno de la familia que

    gobernaba Sevilla, cuya dependencia era meramente nominal, se design antes de fines

    del 913 un gobernador de la ciudad fiel a Abd al-Ramn. Mediante estas tcticas, la autoridad de Ibn Hafn qued considerablemente debilitada; despus de su muerte, en el 917, sus hijos disputaron entre s, y su poder se desintegr. El sitio de Bobastro en el

    928 seal el fin de las amenazas a la unidad. En los aos inmediatamente siguientes,

    Abd al-Ramn complet su obra estableciendo un control efectivo sobre las Marcas. En la Marca Inferior, un descendiente de Ibn al-illq someti Badajoz, en el ao 93o.

    En la Marca Media, fue necesario un sitio de dos aos antes de que Toledo se rindiera

    en el 932. Por otra parte, en la Marca Superior, los Tubes se haban mostrado desde el

    principio relativamente fieles vasallos de Abd al-Ramn; sin embargo, en el 937 el seor de Zaragoza transfiri su lealtad al rey de Len, y Abd al-Ramn slo pudo restaurar su control de la Marca Superior tras realizar una campaa militar en la regin

    y sitiar Zaragoza.

    Los primeros veinte aos del reinado de Abd al-Ramn se caracterizaron por el restablecimiento de la unidad de al-Andalus y por los xitos considerables logrados

    contra los reinos cristianos del Norte: Len y Navarra. Es posible que la debilidad de

    estos Estados fuera en cierto modo una repercusin del derrumbamiento del imperio

    carolingio; y es posible asimismo que los gobernantes cristianos de este perodo fueran

    menos capaces que algunos de sus predecesores y sucesores. En cualquier caso lo cierto

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    es que, mediante las expediciones del 920 y el 924, Abd al-Ramn logr contener las incursiones cristianas en territorio musulmn. La extensin de la influencia musulmana

    se detuvo, sin embargo, durante el reinado de Ramiro II de Len, del 932 al 950. (Es

    conveniente denominar simplemente Len a lo que en realidad era el reino de

    Asturias y Len.)

    Los xitos de Ramiro alcanzaron su mximo nivel en el 939. Abd al-Rahmn

    haba marchado contra Len con un ejrcito mayor de lo normal, compuesto de unos

    cien mil hombres. Ramiro le hizo frente en Simancas, al sur del Valladolid actual. Tras

    varios das de escaramuzas preliminares, las fuerzas musulmanas, escasamente

    maniobreras, fueron puestas en fuga; muchos hombres perdieron la vida debido a que

    Ramiro haba cavado previamente una zanja (jandaq) en su retaguardia. Este desastre

    militar no era irreparable, pero constituy un severo golpe para el orgullo de Abd al-

    Ramn. Ramiro aprovech este xito para, restablecer el dominio cristiano hasta las proximidades de Salamanca. En lo sucesivo, sin embargo, toda su atencin se vio

    atrada por la tarea de sojuzgar las pretensiones de independencia de Castilla; y Abd al-

    Ramn restaur pronto su fuerza militar y su influencia poltica.

    Tras la muerte de Ramiro II en el 950, las disputas internas debilitaron

    considerablemente a los Estados cristianos. Del 951 al 961 se registr un gran aumento

    en el podero e influencia de Abd al-Ramn. La soberana o hegemona de Abd al-Ramn y de sus sucesores fue reconocida por el rey de Len, la reina de Navarra y los condes de Castilla y Barcelona. Este reconocimiento no era un asunto meramente

    formal, ya que iba acompaado del pago de una contribucin o tributo anual; el precio

    de no pagarlo era una incursin de castigo. Al mismo tiempo, una serie de fortalezas

    fueron desmanteladas o entregadas a los musulmanes. De esta forma, desde

    aproximadamente el 960 hasta el final del siglo, el control musulmn sobre la Pennsula

    Ibrica fue ms completo que en cualquier otra poca anterior o posterior.

    Es interesante considerar a este respecto la opinin expresada por Arnold

    Toynbee en A Study of History (VIII. 351), que atribuye la inversin del curso de la

    corriente histrica (final de la expansin mus