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431LUIS HENRIQUE GÓMEZ CASABIANCA: INGENIERÍA PRECOLOMBINA

INGENIERÍA PRECOLOMBINA*

POR

LUIS HENRIQUE GÓMEZ CASABIANCA

Los indígenas americanos realizaron notables trabajos de transformacióny adecuación de su medio ambiente con propósitos de supervivencia, comu-nicaciones, obtención de recursos, e incluso con fines ceremoniales. Intervi-nieron el paisaje con obras, en ocasiones extraordinarias, que demuestran suingenio, su gran capacidad de trabajo y un profundo conocimiento tanto dela geografía como de los materiales. Carreteras; puentes; taludes y terraple-nes; obras de ingeniería hidráulica; canales; represas; pozos; túneles; y por-tentosos trabajos de adecuación de tierras para la agricultura; son logros queaún sorprenden por su magnitud, audacia y concepción ingenieril. Esta erapor completo diferente a la del Viejo Mundo y en algunos casos puede decir-se que la superaba.

Carreteras

Antes de la llegada de los europeos existían en el continente americano,caminos y carreteras construidos por los nativos, que enlazaban poblados ymuchas veces servían de comunicación entre distantes regiones geográficas,a través de altísimas cordilleras, bosques, páramos, desiertos, selvas y abis-mos insondables.

Los taironas construyeron en la Sierra Nevada de Santa Marta una ex-tensa red de caminos enlosados. Cuando en 1525 los españoles iniciaron laconquista de ese territorio, dieron con esos caminos y aunque no fueron ca-paces de utilizarlos eficientemente, porque no estaban diseñados para susanimales de carga sino para el transporte a pie, sintieron por ellos gran admi-ración. Un siglo después esas vías habían desaparecido bajo la selva.

* Lectura para su posesión como Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historiael 28 de marzo de 2006.

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A fines del siglo XIX, el conde Joseph de Brettes describió los restos dealgunas de ellas1. En 1922 el arqueólogo John Alden Mason confirmó laexistencia de una compleja y extendida red de caminos, así como de grandesaldeas construidas en piedra en el noroeste de la Sierra Nevada. Describiólos caminos como una obra de ingeniería admirable, de la cual, sin em-bargo, desconocía su función2. En años posteriores el profesor Reichel-Dolmatoff adelantará nuevas investigaciones en la zona. Algunas décadasmás tarde, el Instituto Colombiano de Antropología ha de emprender impor-tantes estudios y exploraciones, en el curso de una de las cuales fue descu-bierta la llamada “Ciudad Perdida” de los taironas (1976)3.

Aún hoy se ignora mucho acerca de los caminos de la Sierra. Al respectoescribe el investigador Augusto Oyuela, de la Universidad de Pittsburg: “Elnorte de la Sierra Nevada de Santa Marta tiene como particularidad ser unade las zonas más escarpadas del territorio colombiano. Estrechos valles sonrecorridos por ríos separados por imponentes cuchillas, por ello la construc-ción de carreteras en esta región presenta grandes dificultades (...) Los cami-nos de la Sierra son construcciones de lajas o cantos rodados. Muchas vecesse requirió de rellenos con materiales seleccionados, tales como gravilla, are-nas y arcillas o incluso de la construcción de muros de contención a fin deevitar el derrumbe de algunos tramos y escaleras en zonas pendientes. Prin-cipalmente existen dos clases de vías: las urbanas y las interurbanas”4.

La localización de los caminos taironas (foto 1.) sugiere el recorrido detrayectos cortos (de máximo un día de marcha). Los picos nevados estánlocalizados tan sólo a unos 50 kilómetros del litoral. De ahí que el trayectoentre la costa y asentamientos como Ciudad Perdida (a 1.100 metros sobre elnivel del mar), pudieran hacerse, siguiendo verticalmente el valle del Buritaca,en menos de 10 horas a través de los caminos enlosados.

Los taironas manejaban el concepto de micro-verticalidad, el cual sedefine como “la explotación de pisos ecológicos distanciados de un pueblopor una trayectoria no mayor de un día de camino, lo que posibilita retornaral lugar de residencia durante la noche”5. Por esos caminos se daba además

1 Citado por Augusto Oyuela en su artículo Las redes de caminos prehispánicos en la SierraNevada de Santa Marta, trabajo incluido en el libro Ingenierías Prehispánicas. Icanh, Bogotá,1990, p. 48.

2 Ídem, p. 48.3 En el libro La Ciudad Perdida Buritaca 200, de Bernardo Valderrama, se refiere en detalle ese

hallazgo.4 Augusto Oyuela. Op. cit., p. 51.5 Ídem., p. 59.

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Camino tairona. J. Mayor.

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todo un movimiento comercial de productos como sal, pescado, conchas demar, algodón, coca, objetos de oro y textiles.

En la Ciudad Perdida (también llamada Buritaca 200) hay una piedra deforma irregular y unos 2 metros de altura, cuya superficie presenta grabadauna serie de líneas que se entrecruzan en todas direcciones. Algunos investi-gadores consideran que se trata de un antiguo mapa que muestra los caminosde la Sierra.

Más al interior del país, el historiador Ernesto Restrepo Tirado señala que“la provincia de Aburrá, con su hermoso valle donde está hoy situadaMedellín, debió de ser centro de los indígenas catíos. Allí encontró el con-quistador Robledo anchas calzadas talladas en la roca viva por el estilo de lasde los taironas, pero de mayor amplitud y aún superiores a las de Cuzco”6.

El investigador Darío Ruiz Gómez asegura que en Antioquia existió unared de caminos que incluso la comunicaban con Centroamérica: “Existía yaa la llegada de los españoles, una serie de vías a lo largo y ancho del territoriopor medio de las cuales se comunicaban con el Norte y con el Sur, tal comolo pone en evidencia la cabeza maya encontrada en un río de Urabá. Porestas vías y no solamente ‘abriendo trocha’ penetró el conquistador quienencontró unas sociedades basadas en una economía ya muy compleja encuanto a la producción se refiere”7.

El historiador alemán Hermann Trimborn señala que en Antioquia, másexactamente en el sitio de Buriticá, existió un importante centro de mercadoprecolombino, el principal situado al occidente de Colombia. “De ese punto,según Trimborn, partían cuatro caminos comerciales: uno hacia Urabá, otrohacia la Sierra Nevada de Santa Marta, otro hacia el territorio de los muiscasy otro hacia la tierra de los quimbayas8.

Los indígenas guanes –situados en la cordillera oriental– “tenían ca-minos públicos que comunicaban los centros de sus diversas agrupacio-nes”. El padre Isaías Ardila informa que: “Estas vías seguían la direcciónque ellos veían más recta, de un lugar a otro, remontando en zigzag lasaltas cordilleras y siguiendo por sus filos, sin preocuparse de buscar, como

6 Ernesto Restrepo Tirado. “Construcciones indígenas”. En: Boletín de Historia y Antigüedades.Vol. 1. Academia Colombiana de Historia. 1903, p. 587.

7 Darío Ruiz Gómez. Proceso de la cultura en Antioquia. Edic. Autores Antioqueños. Medellín.1987, p. 23.

8 H. Trimborn citado por E. Barney-Cabrera. Calima, el Dorado prehispánico. Historia del ArteColombiano. Salvat. Bogotá. 1977, p. 280.

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hoy se hace, las curvas de nivel o las llamadas travesías, para hacer mássuave el camino”9.

Los muiscas, según informa el cronista Castellanos, frente a los cerca-dos de sus viviendas tenían “siempre una carrera (o carretera) bien nivela-da, de más de media legua de largo y con el ancho suficiente para el pasode dos grandes carretas (españolas). Las tenían siempre muy aseadas, y tanrectas, que a veces trepaban algún cerro sin discrepar una línea. A uno yotro lado ostentaban valladares de piedra trabajados con mucha simetría yque partían desde la puerta de los cercados siguiendo por todo el caminohasta un santuario...”10.

El cronista Lucas Fernández de Piedrahita refiere que en territorio muisca,“en memoria de Bochica hay una carrera abierta desde los Llanos a Sogamoso,que tendrá como cien leguas de longitud, muy ancha, y con sus valladares opretiles por una y otra parte, aunque ya maltratada y oscurecida por la paja ybarzal que se ha criado en ella, por la cual dicen que subió el Bochica desdelos Llanos al Nuevo Reino”11.

“En los linderos del resguardo de Guatavita –señala el historiador Rober-to Velandia– se habla de ‘una carrera antigua’ o camellón. Entre Chía y Cajicáhabía otra que se llamaba Rubquetá”12.

“Rastreando el hilo de las voces indígenas –anota Germán Arciniegas–,ha podido saberse que la civilización de los chibchas cubrió en sus mejoresdías territorios que van desde la América Central hasta el Ecuador. Pudoocurrir también que los comerciantes del altiplano hubieran mantenido unazona de influencia así de grande, porque ellos, en busca del oro que no te-nían, viajaban con panes de sal, con mantas de algodón, con esmeraldas, através de todo el país que hoy es Colombia, y aún más allá. No sólo teníanferias regulares en Natagaima que queda sobre las márgenes del Magdalena;en Aipe, que se halla sobre el departamento de Huila; en Vélez, de Santander,sino que sus caminos de comercio iban por el Carare hasta Santa Marta, y lasesmeraldas de Somondoco se conocieron en el Perú. Este comercio fue acti-vo y constante”13.

9 Isaías Ardila. El pueblo de los Guanes. Colcultura. Bogotá. 1986, p. 295.10 Castellanos citado por Ernesto Restrepo Tirado. Op. cit., p. 593.11 Piedrahita citado por Vicente Restrepo. Los chibchas antes de la conquista española. Banco

Popular. Bogotá. 1973, p. 73.12 Roberto Velandia. Enciclopedia Histórica de Cundinamarca. T. 3. 1980, p. 1380.13 Germán Arciniegas. América tierra firme. Plaza y Janés. Bogotá. 1982, p. 151-152.

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Los chibchas del altiplano tenían rutas comerciales hasta la costa Caribe oal menos hasta la región del Magdalena Medio. Es importante anotar que losexpedicionarios de Jiménez de Quesada llegaron a la Sabana en 1537 si-guiendo las rutas comerciales de los muiscas, guiados por un nativo de nom-bre Pericón.

Comenta don Roberto Velandia: “Los caminos transitados por los con-quistadores seguían en buena parte los mismos de los indios, algunos de loscuales (más tarde) se convirtieron en caminos reales, sostenidos por el go-bierno español”14.

Los calimas, al suroccidente de Colombia, construyeron una extensa redvial, que aún hoy permanece en gran medida inexplorada. Según indican lasarqueólogas Leonor Herrera y Marianne Cardale: “entre los tramos de cami-no más evidentes hay cinco que llegan al extenso valle del Calima (hoy lago),atestiguando su importancia, pero no hemos todavía explorado en detalle niéstos, ni su continuación hacia afuera del área Calima. Según informes noconfirmados, algunos caminos bajan por la cordillera, internándose en lasselvas del Chocó, otros, como el que conecta el valle del Calima con el valledel Cauca, lo atraviesan continuándose hasta la cordillera Central”15.

Amplios y rectos eran los caminos trazados por los calimas, con víasmenores que accedían sobre las principales. Estos caminos –según elantropólogo Roberto Pineda– “presentan un ancho hasta de 10 metros enalgunas partes, con una profundidad de 120 a 150 cm. Todos los caminossiguen siempre la línea recta, sin presentar ningún zig zag para trepar lasfaldas de las colinas (…)”16.

Las gentes de la cultura calima, al parecer fueron portadoras de influen-cias extranjeras, por su actividad como mercaderes y viajeros constantes.Sus cerámicas representan con frecuencia, figuras humanas llevando a laespalda pesadas cargas de mercancías contenidas en cestas o canastos.

Eugenio Barney-Cabrera describe los caminos prehispánicos que uníanel Tolima con el valle Calima17.

14 Roberto Velandia. Op. cit. T.1, p. 344.15 Leonor Herrera, Marianne Cardale. “La arquitectura y el paisaje en la región Calima”. En:

Ingenierías Prehispánicas. Op. cit., p. 143.16 Roberto Pineda citado por E. Barney-Cabrera. Calima, el Dorado Prehispánico. Historia del

Arte Colombiano. Op. cit., p. 282.17 E. Barney-Cabrera. Calima, el Dorado prehispánico. Historia del Arte Colombiano. Op. cit., p.

281.

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El trazado de caminos y carreteras en la América Precolombina respondíaa diversas necesidades: el comercio; el control militar; el correo; conexionesentre regiones y aldeas; vías para acarrear agua o leña; para obtener produc-tos del mar; e incluso a causas de tipo religioso; algunos eran senderos deperegrinación.

Ciertos caminos trazados de forma transversal en las cordilleras, tenían lafunción de enlazar el llamado Archipiélago Vertical, sucesión de pisos tér-micos, en que los grupos indígenas explotaban con habilidad una gran diver-sidad de productos agrícolas, los cuales –en un proceso paciente y laborioso–iban siendo aclimatados a las diferentes altitudes.

Las cumbres de las colinas eran sagradas para muchos pueblos andinos.Con frecuencia sus rutas seguían el filo de las montañas. Otras veces discurríanpor empinadas laderas, bordeando los más escabrosos precipicios; y en ocasio-nes se adaptaban las curvas de nivel para resolverse en suaves pendientes.Esos caminos fueron “abiertos con su sabio olfato, con la técnica de su milenariaexperiencia”18. Más tarde, los españoles retomarían algunos de éstos para con-vertirlos en los llamados “caminos reales”. Otros serían olvidados.

Puentes

En diversas zonas de América, los caminos indígenas debían superar abis-mos y cursos de agua. Para salvar esos obstáculos, los nativos construíanmagníficos puentes de madera, guadua y piedra, con variados e imaginativosdiseños.

La técnica de los puentes hechos de cuerdas o bejucos estaba especial-mente desarrollada en territorio suramericano. Patiño19 cita varios de éstos,descritos por los españoles durante la primera fase de la Conquista:

– En Jegua y Tagua, cerca de donde se fundó después Mompós, halló lagente de Pedro de Heredia puentes de bejucos de más de 150 brazas“por donde pasaban infinitos indios”, como lo anota Juan Friede20.

Es de anotar que una braza equivale 1,671 metros; por tanto, ese puen-te habría medido unos 250 metros. Una cifra nada despreciable, a me-nos que los españoles hubiesen cometido un error de cálculo.

18 Roberto Velandia. Op. cit. T.1, p. 342.19 Víctor Manuel Patiño. Historia de la cultura material en la América equinoccial. Inst. Caro y

Cuervo. Bogotá. 1991. T. 3, p. 52.20 Citado por Patiño. Op. cit. T. 3, p. 53.

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– En el sector del Magdalena, entre las poblaciones de Victoria y Reme-dios, los indios cruzaban los ríos por puentes de bejucos, según refiereAguado.

En 1538, el explorador Juan de San Martín con 30 compañeros, en rutahacia los Llanos, llegó al poblado de Teguas cerca del impetuoso río Lengupá,el cual no pudieron cruzar hasta que un indio de la región les condujo hastaun puente de bejucos tendido de ribera a ribera desde los árboles, primeraobra de ese género que vieron esos expedicionarios “y no se atrevieron apasar por él sino después de muchos ensayos, atemorizados por los vaivenesque hacía”21.

También la gente de Jorge Spira, explorando el territorio de los choques,se vio precisada a atravesar un río por “unas puentes de bejucos bien peligro-sos y de gran riesgo” (Aguado)22.

Los indígenas americanos construían varios tipos de puentes colgantes:

a. El puente de una sola cuerda era el más sencillo. Consistía en uno ovarios bejucos retorcidos, o una trenza de fibras que formaba un cable.El viajante pasaba colgado, sosteniéndose con las manos y las piernas.

b. El puente de doble cuerda consistía en dos cuerdas extendidas: unaarriba y otra abajo. El viajero pasaba caminando sobre ésta última,mientras se asía con las manos de la cuerda superior.

c. En el puente de aro la cuerda inferior era sustituida por un aro colga-do, donde se sentaba el viajero.

d. El puente de canastilla o asiento aumentaba la comodidad del pasan-te. Estos eran llamados en Suramérica, tarabita, cabuya o cuerda. Al-gunos de estos ingenios continuaron empleándose muchos años despuésde la llegada de los españoles.

El padre Isaías Ardila anota que “lo que más llamó la atención a los españo-les sobre los caminos de los guanes, fueron sus puentes hechos de bejucos o decables de fique, para atravesar los grandes ríos. La construcción de éstos no erafácil, sino demostración de una gran habilidad de los naturales. Aprovechabanbejucos gruesos y retorcidos unos con otros o gruesos lazos de fique para suconstrucción y para hacer las barandillas con que sostenerse al pasar”23.

21 Patiño. Op. cit. T. 3, p. 53.22 Ídem.23 Isaías Ardila. El pueblo de los Guanes. Colcultura. Bogotá. 1986, p. 295-296.

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Los guanes, quienes se distinguen como grandes tejedores, puede decirseque tejían sus puentes.

Los indios paeces en la región de Tierradentro, Cauca, construían conguadua puentes atirantados o con tirantas, los cuales tenían una bella geo-metría y la ventaja de poder construirse entre dos puntos localizados a dife-rentes alturas (foto 2.).

La guadua, una gramínea de la familia del bambú, ha sido llamada poralgunos ‘el acero vegetal’. Sus extraordinarias características físicas permi-tieron su empleo, por parte de los Quimbayas y otras culturas en todo tipo deelementos estructurales, tales como flexibles pero resistentes varas para lospuentes atirantados; cables para puentes colgantes y también en estructurasrígidas.

Los puentes colgantes americanos eran catenarios. Es decir, su forma ysu tablero (cuando lo tenían) seguía la curva de los cables tensores.

Muy famoso fue, en tiempos de la conquista, el puente del caciqueBerenuco. Era colgante y estaba tendido en un punto donde termina el bajoCauca y comienza el alto Cauca. Según refiere el capitán Fonseca Truque,cubría una distancia superior a los 100 metros.

Los españoles llamaron a los extraordinarios puentes colgantes (foto 3.)que encontraron en América, las puentes, así en femenino, por contraste con

Dibujo de Hidalgo.

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Puente colgante. Dibujo de Riou.

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los pesados puentes de sillares europeos. Las puentes eran delgadas, esbel-tas, femeninas... Desde el punto de vista estructural, también eran diferentes.No se apoyaban como los puentes o los muebles europeos; se colgaban comolas hamacas americanas. Se suspendían, y realmente cubrían luces muchomayores que sus contemporáneos del viejo continente. Trabajaban no a lacompresión como éstos, sino a la tracción.

La construcción de los puentes indígenas, técnica que se remonta a laépoca prehispánica, no desapareció con la Conquista, la Colonia, ni la Repú-blica. De hecho, en algunas regiones las comunidades indígenas siguieronelaborándolos. Al respecto se encuentran testimonios escritos y gráficos des-de el siglo XVI hasta el XXI. Veamos algunos de ellos:

El cronista Joseph de Gumilla señala el uso de tarabitas en la regiónseptentrional de Suramérica: “Corresponde el hacer mención de los inven-tos o artificios, de que usan los indios para pasar los ríos caudalosos. Elmás común, y al parecer más seguro, es el que llaman taravita, y vulgar-mente cabuya; del que nadie se puede librar, si sube a la capital del NuevoReino, por el camino de Mérida y Pamplona. Este da el paso por el aire enlos ríos de Chama y Chicamocha: la maniobra consiste en sólo una maro-ma, que atraviesa de barranca a barranca, bien elevada por el aire, y afian-zadas sus extremidades en maderos fijos y sólidos: de la maroma estáprendido un garabato de madera fuerte, con dos sogas fijas en las dos par-tes ínfimas; la una soga tiene las veces y oficio de asiento, y con la otraafianzan al pobre pasajero por la cintura, y por debajo de los brazos, tanajustadamente, que si al pasar se rompe la taravita o el garabato, es precisoque se ahogue el pasajero; pues allí no hay valor que valga: y el hombremás valeroso se pone mortal (...) luego que ligado, se ve volando por elaire; y llega a la otra banda del río, sin color en el rostro, y sin habla aveces; y no falta quien llegue desmayado”24.

“Del mismo modo pasan las cargas de una en una. Del garabato o taravitahay dos sogas pendidas, la una llama la carga para el otro lado del río, y laotra hace retornar la taravita, para transportar nueva carga o nuevo pasajero.Donde el río es muy ancho, como en Chicamocha, para pasar la carga, atanla soga del garabato a la cola de un caballo, que ya esté enseñado a dar ungalope hasta cierto término, que equivale al ancho del río; en Chama y otrosríos menores, hace uno de aquellos hombres, a fuerza de brazos, y de ordinario

24 Joseph de Gumilla. Historia natural, civil y geográfica de las naciones situadas en las riverasdel río Orinoco. Ed. Facsimilar. Carvajal. Santander de Quilichao, Cauca. Colombia. T. 2, p.118-119.

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concurren dos, que tiran al desventurado pasajero por aquellos aires con no-table velocidad”.

“Esto, que con razón causa horror a los forasteros, es tan familiar a lagente de aquellos países, que no necesitan de pagar a nadie que los pase:ellos mismos se atan, aunque vaya uno de ellos solo, y tomando la soga, queestá afianzada en el otro lado del río, se transportan sin susto. ¡Tanto comoesto puede la costumbre!”

“Otro artificio más peligroso es el de los puentes de Paya y de Siama, queson una especie de red colgada en el aire de banda a banda, y afianzada enambas extremidades en árboles, y en estacas firmes: la red es de bejucoscorreosos, a modo de largos sarmientos: en el fondo de la red ponen guaduas,que son cañas huecas y muy gruesas, una en pos de otra, desde la una a laotra barranca: en una y otra orilla de la red ponen de las mismas guaduas,trabadas unas con otras, las que sirven de barandillas; y las del fondo de lared, para ir poniendo los pies: por aquí se pasa con mucho cuidado, porquetodo ayuda y provoca a desmayarse en la travesía: la red toda se conmueve ybalancea, y al llegar a la mitad de ella los balances son mayores: el río estámuy abajo, y pasa con estrépito entre peñascos: la vista se turba, y muchoscaen desmayados, pero quedan dentro de la red, y entonces va un indio,carga con el pasajero, y le pone en tierra; y después va y vuelve por dichopuente o red, transportando las cargas, con tanta frescura, como si fuera unpuente de cal y canto” (Gumilla)25.

En el verano de 1800, el barón de Humboldt, al explorar el Orinoco y susafluentes, conoció varios puentes indígenas suspendidos de lianas entrelazadas26.

A mediados del siglo XIX, el explorador y geógrafo Agustín Codazzi,consignó en su diario que aún existían y se construían puentes de guadua endiversas regiones, de acuerdo a las técnicas ancestrales, para salvar los másvertiginosos abismos27. Tras remontar el río Atrato, este viajero tuvo queproseguir a pie por trochas a través de la selva y puentes de troncos retorci-dos, ramas y bejucos (foto 4.).

Los pintores de la Comisión Corográfica registraron un puente colgantede bejucos sobre el río Zulia; un puente de guadua (doble) sobre el río Ingará,Chocó; y un puente atirantado también de guadua sobre el río La Plata, fren-te a la población del mismo nombre, a 131 kilómetros de Neiva.

25 Joseph de Gumilla. Op. cit., p. 120.26 Adolf Meyer-Abich. Humboldt. Salvat. Barcelona. 1985, p. 102-103.27 Beatriz Caballero. Las siete vidas de Agustín Codazzi.

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Puente de ramas. Dibujo de Riou.

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Consigna Manuel Ancízar que cerca de la población de Arboleda, sobreel río Zulia, había un puente colgante de bejucos “para facilitar la comunica-ción de este distrito y el de Cucutilla”28.

En la región del Patía, relata el naturalista francés Edouard André quienexplorara el sur de Colombia hacia 1876: “Al franquear el Cuaiquer, a 1.036metros de elevación, lloviendo a cántaros, tomé un croquis del puente depalmeras y bambúes que atraviesa el río por encima de sus encajonadas már-genes, de más de quince metros de elevación, formada de negros esquistos.Su curso es torrentoso desde su origen. Tres postes de palmera gualte (Iriartea)forman el piso del puente, y el tenedor o repecho, sostenido por horcones oramas de árbol hincadas de pie, se compone de grandes pértigas de bambú,cargadas en sus extremos con un montón de pedruscos que le dan rigidez alarco aplanado”29.

El mismo André describe el río Chucunes, que desciende por una faldadel volcán Cumbal: “El sitio es incomparablemente pintoresco. El río mugedentro de su angosto cauce, formado por grandes rocas, y lo atraviesa unpuente, acerca del cual diré tan sólo que en él no figura para nada la línearecta, pues está enteramente construido con troncos de árboles torcidosen todos sentidos, encabestrados y sujetos con bejucos al par que asegura-dos en la orilla por enormes rocas formando contrapeso, y pies derechosque lo sostienen en sus horquillas. Adherido a unos montantes (horcones),se ve una especie de parapeto, compuesto de livianas varillas destinadas águardar al imprudente pasajero de precipitarse en el abismo que se abre asus pies”30.

Igualmente registra André que sobre el río de la Paira (Valle del Cauca)“se veía tendido el arco de un puente hecho de bambúes, construcción sinigual por su carácter pintoresco y seductor”31.

En un número del Papel Periódico Ilustrado, del año 1881, don RamónGuerra Azuola describe detalladamente la construcción de los puentesatirantados de los indígenas32.

28 Manuel Ancízar. Peregrinación de Alpha. Biblioteca del Banco Popular. Bogotá. 1984. T. 2, p.202.

29 Edouard André. Viaje a la América Equinoccial. Montaner y Simón Editores. Barcelona. 1884,p. 801.

30 Ídem, p. 785.31 E. André. Op. cit., p. 692.32 Ramón Guerra Azuola. “La guadua”. En: Papel Periódico Ilustrado. No 2. Año 1. Vol. 1 en la

edición facsimilar, p. 26-27.

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Puente de guadua.

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También se utilizó en la construcción de puentes un material llamado“chonta”. Un viajero que hizo en 1906 la azarosa ruta entre Pasto y Mocoaescribe al respecto: “Titango y Campucana son ríos que se pasan por puenteshechos de una palma que se llama chonta; estas chontas tienen en estos pa-sos, un largo de más de treinta metros. El primero de estos puentes sólo tienedos varas para pasarlo, las que están unidas entre sí por unas cuerdas debejuco y el pasamanos lo forma una vara muy delgada, sostenida a los doslados del puente por unas horquetas. De igual manera está hecho el segundo,con la diferencia de que éste tiene cuatro chontas, pero que al pasarlas semueven, por su flexibilidad, como las teclas de un piano; cuando la una baja,la otra sube. Ambos puentes están a una gran altura sobre los ríos y estos sonsumamente correntosos; muchos viajeros han perecido, por causa de un des-vanecimiento de cabeza o por la ruptura del pasamanos o chontas, pues pocose cuidan de renovar sus maderas a tiempo”33.

Ingeniería hidráulica

La obtención del agua, su transporte hacia las áreas pobladas y zonas decultivo, así como el almacenamiento del preciado líquido, fueron logros no-tables de las primeras civilizaciones, las cuales por esta causa han sido llama-das “culturas hidráulicas”. Así ocurrió en el viejo mundo, con Egipto,Mesopotamia y China; al igual que en el nuevo mundo con diversas culturas.El manejo del agua no sólo tuvo que ver con los aspectos ya citados, sinocon la protección de las comunidades ante el riesgo de desbordamientos einundaciones.

Muchos pueblos indígenas de América desarrollaron una magnífica tec-nología hidráulica que además de abarcar esos factores, cumplía tambiéncon objetivos estéticos y ceremoniales. Todo dentro de un gran virtuosismotécnico.

En la Sierra Nevada de Santa Marta floreció la cultura tairona, que fueuna de las más extraordinarias civilizaciones americanas. Fueron ellos hábi-les orfebres, tejedores, ceramistas, comerciantes y constructores. Respecto asu manejo del medio ambiente y en especial acerca del problema hídrico,sorprende que sus muros, aparentemente frágiles, hayan podido resistir du-rante el paso de los siglos, todas las presiones de una selva magna, donde lasraíces de los árboles han tratado de desplazarlos y derrumbarlos; o que el

33 Relato de Jorge Moya V. incluido en el libro Mocoa su historia y desarrollo de Pedro MesíasMora. Cámara de Representantes. Bogotá. 1997, p. 91.

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clima invernal, muchas veces con características de diluvio, no haya produ-cido deslizamientos y fallas, propios en terrenos tan escarpados como estos.

Trabajos arqueológicos recientes han descubierto un eficiente sistema dedesagües, el cual capta el agua que puede afectar la estabilidad de los muros,y la conduce sin peligro a través de ellos. Por eso dicha ciudad ha sido des-crita como “La ciudad filtro”.

Al norte de Colombia, todos los años al llegar el invierno se inunda laregión del Sinú, extensa planicie donde convergen tres grandes ríos: Mag-dalena, Cauca y San Jorge. Sus crecidos caudales anegan entonces casas ycultivos; se ahoga el ganado y se crea una situación de desastre invernal quesuele prolongarse por cerca de ocho meses al año.

Mas esto no siempre fue así. Los indígenas zenúes o panzenúes, anti-guos habitantes de ese territorio, desde tiempos inmemoriales tenían resueltaesa contingencia. ¿Cómo? Por medio del que puede ser el más vasto y for-midable sistema de ingeniería hidráulica realizado por el hombre ameri-cano con el fin de regular las crecientes de los ríos y dar un hábil manejo alrecurso hídrico, tanto en invierno como en verano.

Clemencia Plazas y Ana María Falchetti refieren que los zenúes, pobla-dores prehispánicos de la depresión momposina, no sólo trabajaron con maes-tría el oro, sino que llegaron a manejar la hidráulica de tal manera que supieroncontrolar las aguas de las partes bajas de sus territorios, azotadas por lasinundaciones, mediante un complejo sistema de canales que llegó a cubrir lacifra asombrosa de 500.000 hectáreas34 (foto 6.).

“En 1966 el geógrafo estadounidense James Parsons llamó la atenciónsobre la alteración del paisaje en la región del San Jorge, indicando que sinninguna duda la mano humana era causante de ese rastrillado que podía ob-servarse en las fotografías aéreas. Estudió cuidadosamente su conformacióne investigó las características físicas y geográficas de la zona, pero se abstuvoprudentemente de sacar otras conclusiones”35.

Investigaciones posteriores establecieron la función que cumplía el anti-guo sistema de camellones y canales. En invierno éstos últimos captaban elexceso de agua, evitando las inundaciones y en verano se mantenían como

34 C. Plazas, A.M. Falchetti. “Manejo hidráulico Zenú”. En: Ingenierías Prehispánicas. Icanh.Bogotá. 1980, pp. 151-170.

35 C. Plazas, A.M. Falchetti. “La cultura del oro y el agua”. En: Boletín Cultural y Bibliográfico.Vol. 13. No. 6. Banco de la República. Bogotá. 1986, p. 58.

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reservas de agua y hábitat para la piscicultura. Los habitantes se abastecíandurante todo el año a través de la agricultura de yuca y otros tubérculos, másla pesca, la caza y la recolección.

Entre canal y canal había unos camellones elevados para el cultivo defrutales y hortalizas. El agua penetraba lateralmente supliendo la labor deriego.

Este sistema hidráulico, que cubre toda la zona inundable, les permitióuna óptima explotación del área y requirió el concurso de toda la sociedadpara su construcción y mantenimiento.

500.000 hectáreas. “Para poder imaginar la magnitud de esta obra hu-mana, colocándolos uno detrás de otro, los canales darían varias veces lavuelta a la Tierra. Los antiguos zenúes hicieron de la periódica inundación

Canales de la región Sinú.

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del Magdalena una solución y no un problema como lo ha sido para elcivilizado”36.

Se ha calculado que hacia el año 150 d. C. había en la zona una densidadde 160 habitantes por kilómetro cuadrado. Hoy no sobrepasa la cifra de unhabitante por kilómetro cuadrado.

En el bajo San Jorge los antecesores de los zenúes habitaban hacia el año150 d. C. asentamientos nucleados que albergaban unas 600 personas cadauno. Uno de estos poblados, al que se distingue en arqueología con el nom-bre de Marusa, constituye un ejemplo de lo que podríamos llamar eco-urba-nismo o quizá urbanismo orgánico (por su adaptación y relación armónicacon el medio).

El ingenioso sistema hidráulico funcionó por cerca de doce siglos hastaque entre los años 1200 y 1300 d. C., a causa de una prolongada sequía, loszenúes abandonaron gradualmente el sector.

Se establecería allí otro grupo étnico: el de los malibúes quienes, según eldoctor Reichel-Dolmatoff, no llegaron a trabajar en obras para el control delas aguas.

Cuando llegaron los españoles en el siglo XVI, hallaron la zona práctica-mente deshabitada. Subsistían algunos pequeños pueblos como Ayapel, con“calles, plazas y calles bien trazadas y limpias, y gran copia de huertas culti-vadas maravillosamente...” tal como lo describe fray Pedro Simón.

Más al sur, en tierras de Antioquia, más precisamente en Guatama, losespañoles encontraron grandes algodonales irrigados, según indica RuizGómez.

Los coronados, quienes habitaron la región del Cesar, al parecer cultiva-ban la tierra con ayuda de canales y acequias, según refiere Pedro CastroTrespalacios en su libro Culturas aborígenes cesarenses.

El historiador Rodríguez Plata, por su parte indica que “los guanes cono-cían los principios básicos de la agricultura y emplearon para el laboreo de latierra instrumentos bastante perfectos de madera o piedra. Lo que más nossorprende es el sistema de regadío de sus tierras por medio de acequias demagnífica construcción. Los españoles encontraron profusamente estableci-do este sistema racional en la agricultura y se maravillaban de la perfecciónque alcanzó en las tierras asoleadas y secas de Macaregua y Butaregua, cerca

36 “Atlas Panorámico de Colombia. Departamento de Sucre”. En: El Tiempo. Bogotá. 1985.

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de las actuales poblaciones de Barichara y San Gil. En sus grandes labranzassembraban algodón y fique”37.

El padre Isaías Ardila informa cómo los guanes canalizaban los arroyos:“Esas antiguas fuentes que mansamente corrían por doquier, eran conduci-das hábilmente, para el regadío de sus campos. Los españoles quedaron muyadmirados al ver cómo los guanes, especialmente los de Butaregua, tenían elriego de sus tierras. Esta región se presta fácilmente para ser regada, porquede la peña a cuyos pies se extiende Butaregua brotan abundantes aguas, quelos indios guiaban por tomas abrocaladas con piedras, que aún se conservan,para bañar esos terrenos”38.

“Los agataes y cocamés, tribus guerreras diezmadas cruelmente por loscastellanos en terrible lucha, –informa Rodríguez Plata– solían cavar gran-des pozos en los que recogían las aguas durante la estación lluviosa para usarde ellas cuando viniera el verano. Ocupaban la casi totalidad de lo que hoyforma la provincia de Vélez y la parte sur del río Carare o Minero”39.

La historiadora Mercedes Medina de Pacheco señala que los indios teguas,quienes habitaban la fértil hoya del río Lengupá, dejaron una serie de vesti-gios como túmulos funerarios, plataformas, caminos, escalinatas y acueduc-tos construidos en piedra”40.

Al occidente de la Sabana de Bogotá, en inmediaciones de la poblaciónde Madrid, se descubrió en 2003 un conjunto de vestigios de la llamadacultura Herrera, la cual precedió en varios siglos a la civilización muisca.El hallazgo arqueológico consiste principalmente en una serie de ingeniosasestructuras hidráulicas que de forma accidental se encontraron en el subsuelo.“Se trata de canales y hoyos de pesquería que datan de unos dos mil años,según precisiones científicas de los antropólogos de la Universidad Nacionaly el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh). Habían sidoconstruidos como reservorios de agua”41.

Según comenta el investigador José Vicente Rodríguez: “A juzgar por lasestructuras del sistema hidráulico, los indígenas tenían un conocimiento delsuelo bastante evolucionado (…) Los canales estaban diseñados para trans-

37 Horacio Rodríguez Plata. Temas históricos. Fondo Cultural Cafetero. Medellín. 1978, p. 13.38 Isaías Ardila. El pueblo de los Guanes. Op. cit., p. 163.39 H. Rodríguez Plata. Op. cit., p. 5.40 Mercedes Medina de Pacheco. Historia de Colombia 7 días. Bogotá. 1997, p. 50.41 Nelly Meldivieso. “Pistas de los Herrera”. En: UN Periódico. Universidad Nacional. Bogotá.

20 jul. 2003, p. 21.

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portar el agua y la fauna lacustre del río Subachoque y la Laguna del Herrera,hasta los hoyos y pirámides invertidas que habían construido simétricamentecon la profundidad exacta y en la superficie arcillosa ideal para que el líquidofluyera, no traspasara las paredes y se conservara. Así se aprovisionaban enlos períodos de sequía”42.

En Somondoco (provincia de Tunja) –anota Germán Arciniegas– losmuiscas “lavaban las rocas mediante un sistema de ingeniería hidráulica,para buscar entre la blanca córnea de los cuarzos, la pupila verde de lasesmeraldas”43.

El primero en describir esa práctica fue Jiménez de Quesada, quien refie-re: “Tienen los indios hechos artificios para sacarlas (las esmeraldas), queson unas acequias hondas, grandes, por donde viene el agua para lavar ladicha tierra que sacan de las dichas minas para seguir las dichas vetas dondelas dichas esmeraldas están”44.

En las faldas de los cerros que enmarcan la Sabana de Bogotá, teníanlos muiscas interesantes obras hidráulicas, algunas de las cuales lograronsobrevivir hasta el siglo XX. Las llamadas “manas”. Estas eran unas zan-jas que se extendían por el contorno bajo de algunas montañas; y junto aésas, unas “cajas” (o pequeñas excavaciones de forma cuadrada) que seiban llenando de agua limpia al inundarse las zanjas receptoras de laescorrentía natural del terreno. Al parecer, el agua se filtraba desde éstas alas cajas a través de las delgadas paredes de tierra arenosa que hacían deseparación.

Además, los muiscas, para optimizar sus recursos de tierra y agua,construyeron canales de riego y terrazas de cultivo en las laderas de algu-nos cerros.

En 1967 la investigadora Silvia M. Broadbent identificó desde un aviónlas trazas de un extenso y antiguo sistema agrícola en la Sabana de Bogotá,las cuales no eran detectables desde la superficie del terreno.

Se trataba de unos campos elevados compuestos por una serie decamellones de tierra y surcos alternados. Sistema que habría sido elaboradopor los muiscas con propósitos agrícolas.

42 N. Meldivieso. Op. cit., p. 21.43 Germán Arciniegas. América tierra firme. Plaza y Janés. Bogotá. 1982, p. 153.44 Jiménez de Quesada. Epítome de la conquista del Nuevo Reino de Granada. Santafé capital

del Nuevo Reino de Granada. Carlos Martínez. Banco Popular. Bogotá. 1987, p. 297.

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Con base en ese descubrimiento, la doctora Broadbent adelantó estudiosde campo entre 1968 y 1973. Y pudo analizar in situ una serie de camellonesabandonados en cercanías del aeropuerto de Guaymaral45.

Al revisar antiguas crónicas del siglo XVI, encontró referencias de que elsistema era utilizado para la siembra del maíz. En efecto, el cronista Aguadorefiere que “el maíz no se siembra en la tierra arada de los bueyes en estereino, sino en cierta manera de camellones que hacen a mano”46.

Acerca de los muiscas, escribe don Vicente Restrepo en 1895: “Llegarona sacar acequias de los ríos para regar sus propiedades (...) Aún se ven enalgunas haciendas anchos camellones cruzados de surcos, que son restos deantiguos trabajos agrícolas de este pueblo laborioso”47.

Según la doctora Broadbent, la principal función de esos ‘campos eleva-dos’ pudo estar relacionada con el control del agua en zonas que son fre-cuentemente sometidas a inundaciones, un uso que quizá se complementabacon la piscicultura.

Otra posible función de esos camellones sería, nada menos que el con-trol climático o la protección frente a las heladas, de forma similar al papelque –según recientes investigaciones– cumplirían obras semejantes descu-biertas en México, Ecuador, Perú y Bolivia, donde se las conoce como“sucacollos”.

En el Altiplano de Bolivia, cerca de la antigua ciudad de Tiahuanaco, hanpodido descubrirse de 15 a 20.000 hectáreas de restos ondulantes de sucacollos.“Allí, –explica el arqueólogo Oswaldo Rivera– se dio la más avanzada inge-niería agrícola del mundo, no superada ni a fines del siglo XX. Sinagroquímicos ni fertilizantes se obtenían rendimientos en papa y quinua 10veces superiores a los obtenidos hoy en cualquier parte del mundo”48.

Existen fotos aéreas que se remontan a la década de 1940, las cuales mues-tran los curiosos patrones de diseño de los camellones artificiales de la Saba-na de Bogotá.

45 S. Broadbent. The chibcha raised-fields system in the Sabana de Bogotá. Furtherinvestigations. 45 Congreso de Americanistas. 1985, p. 425.

46 Citado por S. Broadbent. Op. cit., p. 425.47 Vicente Restrepo. Los chibchas antes de la conquista española. Banco Popular. Bogotá. 1973,

p. 156.48 Oswaldo Rivera citado por Ángela Posada-Swafford, en “El milagro agrícola tiwanacota”.

Artículo publicado en el diario Nuevo Herald de Miami. 7 abr. 1991.

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Se han identificado este tipo de vestigios en Sopó, Guaymaral, la hacien-da Los Arrayanes (en Cota), La Conejera y Suba, en una zona paralela al ríoBogotá. Y han ido desapareciendo debido a los movimientos de tierra causa-dos por la progresiva transformación de la Sabana.

Al suroccidente del país, en la región Calima, los indígenas obtenían eloro a partir de las gravas de los lechos de los ríos, mediante el sistema debatea o del de canalón. Este se usaba para lavar oro de las terrazas de lascorrientes y de los altos y antiguos depósitos de gravas. “Para trabajarlos –señala el historiador Robert C. West– los indios desviaban el agua de co-rrientes por medio de canales cavados en la tierra o por canales hechos pormitades de guadua (Guadua angustifolia). En lugares alejados de corrientesde agua se construían pozos de tierra en lo alto de las colinas para recogeragua de lluvia, que era conducida mediante acequias hasta la superficie de laterraza, donde se lavaba el oro del cascajo”49.

En las vertientes del río Cauca, región Quimbaya, cada población estabarodeada –hasta el tiempo de la conquista– por huertos y sementeras irrigadospor complejas redes de acueductos construidos con guaduas, según lo refieredon Julio Carrizosa Umaña.

El río Consota se une con el río Otún y forman el río Quindío (límitesactuales entre Risaralda y Cauca). En ese punto se descubrieron, en tiemposde la conquista, bombas impelentes-expelentes, que utilizaban los indíge-nas para extraer agua salada del fondo del río, la cual ponían luego a evapo-rar, para obtener así el preciado mineral. Pedro Cieza de León describe quedichas bombas eran hechas con “las cañas gordas”, guaduas, según anota elcapitán Fonseca Truque50.

La arqueóloga Laurette Séjourné indica: “Las Casas describe una técnicaastuta para captar el agua salada que aflora de las profundidades de algunosríos de Venezuela y de Colombia. Se utilizan tubos de bambú que la canalizanantes de que se pierda en el agua dulce y la hacen subir a la superficie “por lamanera que se saca y chupa el agua por las bombas de las naos (o naves)”51.

Los paeces, en un territorio muy ondulado, trazaban acequias que consti-tuían verdaderas obras de ingeniería para llevar el agua cerca de sus casas52.

49 Robert C. West. Citado por E. Barney Cabrera. Op. cit., p. 286.50 Entrevista realizada por el autor en Sept. 1996.51 Laurette Sejourné. Antiguas culturas precolombinas. Siglo XXI Editores. México. 1986, p.

97-98.52 V.M. Patiño. Op. cit., p. 152.

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Una obra misteriosa es la llamada fuente de Lavapatas. Constituye unode los más importantes vestigios de la llamada ‘cultura de San Agustín’, alsuroeste de Colombia, cultura que para el tiempo en que llegaron los españo-les, hacía mucho había desaparecido.

Consiste en una gran laja de piedra ubicada en un río, y labrada en susuperficie para que el agua, al pasar, forme caprichosas figuras. Se descono-ce cuál era su función.

En la misma zona de San Agustín, los yalcones (habitantes del períodotardío, desde el siglo X d. C.) construyeron varios poblados. En el cursoinferior del río Granates fue localizado en años recientes uno de ellos, el cualposee sectores habitacionales y campos de cultivo integrados por una red decaminos y un sistema de drenaje53.

“En el poblado, los caminos comunicaron las terrazas de habitación con loscanales recolectores de agua y con los campos de cultivo. Estos últimos estánlocalizados cerca de las viviendas a manera de huertas caseras, o sobre la granterraza natural que bordea el río Granates y consisten en eras longitudinales,trazadas en el sentido de la pendiente y en el contrario, y separadas entre sí porsurcos cuya función fue recolectar el agua de las lluvias y conducirla al canalprincipal, que vierte sus aguas al mencionado río” (H. Llanos).

Canales navegables

El más importante canal navegable en la América antigua parece habersido el llamado Canal de Raspadura. El explorador y científico Alexandervon Humboldt, quien estudió varias posibles rutas para comunicar los océa-nos Atlántico y Pacífico, se sorprendió de que un canal ya había sido cons-truido. Y reportó que en 1788, el cura párroco del pueblo de Nóvita, en lasaguas altas del río San Juan, había persuadido a los indios de su parroquia,de excavar un canal, el cual uniera ese río con otro llamado el Raspadura, elcual fluía o corría hacia el Atrato. Fue llamado el Canal de Raspadura. Ape-nas permitía el paso de pequeños botes, pero había sido usado para llevarcacao de Ecuador a Cartagena, desde el Pacífico, subiendo el San Juan, através del canal y bajando por el Raspadura y el Atrato hasta el Caribe.

No obstante –comenta David Howarth, en su libro Panamá– “es posibleque el canal fuera mucho más antiguo de lo que creía Humboldt y sólo habíasido reabierto por el cura de Nóvita”54.

53 Héctor Llanos. “Espacios míticos y cotidianos en el sur del Alto Magdalena agustiniano”.En: Ingenierías Prehispánicas. Op. cit., p. 38-39.

54 David Howarth. Panama. Mc Graw-Hill. N.Y. 1966.

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Noventa años antes, el explorador William Paterson, quien fundara unacolonia escocesa en el Darién (llegando en 1699) escribió en la bahía deCaledonia que había sido informado de que “tenemos sólo 8 ó 9 leguas hastaun río por el cual los botes pueden ir hasta el Mar del Sur”55.

Por ello –considera Howarth– “posiblemente este canal fue construidopor los indios en una época anterior. Eran perfectamente capaces de ello. Yasí, es posible que el cura de Nóvita haya unido los océanos 150 años antesde que fuera abierto el Canal de Panamá; y que los indios quizás lo hayanhecho, al menos, un siglo antes que él”56.

El capitán Fonseca Truque cita a Walter Krikberg (autor de Las grandesculturas de México), quien escribe que en 1527, Bartolomé Ruiz, piloto ycronista del viaje de Pizarro al Perú, anotó que próximos a la línea equinoccialavistaron dos velas que luego capturaron y que eran dos canoas de indiosque habían salido de las bocas del río Noanamás (hoy San Juan) trayendoalgodón desde Cumaná para llevarlo al Inca.

Fonseca considera “que los antiguos navegantes y comerciantes caribesusaban el paso de Raspadura (paso Atrato - San Juan) para viajar desdeCumaná en el Caribe hasta Cajamarca donde estaba el Inca en el Pacífico”.Y critica el hecho de que “en el siglo XX los colombianos aún no hemos niintentado habilitar ese canal”57.

El doctor Alberto Mendoza Morales, presidente de la Sociedad Geográfi-ca de Colombia, recoge el otro nombre de este canal, denominado por algu-nos “el canal del cura”, y precisa aún más su localización, al explicar queéste une la cabecera de la quebrada “La Honda” que fluye hacia el sur ydesemboca en el río San Juan; y la cabecera de la quebrada “La Raspadura”,afluente del río San Pablo que corre hacia el norte y es afluente del río Quibdó,el cual desemboca en el río Atrato.

“El canal es una modesta zanja de 200 metros de longitud, 2,0 a 2,5 metrosde anchura y 1,0 metro de profundidad. Un humilde paso de canoas que uniódos océanos. Un canal que no se podía ampliar; (pues) no hay agua suficienteen esa cabecera para hacerlo navegable por embarcaciones regulares”58.

55 Ídem.56 Ídem.57 Guillermo Fonseca Truque. “Velas del Caribe”. En: Diario El Tiempo. Lecturas Dominicales.

Bogotá. 18 Oct. 1998.58 Alberto Mendoza Morales. El Canal Atrato-Truandó. Sociedad Geográfica de Colombia. Bogotá.

1996, p. 33.

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Terrazas

Es bien sabido que las faldas de los cerros son, en la mayoría de loscasos, terrenos inadecuados para la agricultura; por la escasa profundidaddel suelo; la pobreza de su capa vegetal; la tendencia a la erosión que au-menta con la pendiente al ser trabajado; la dificultad de retenereficientemente la humedad, etc. Sin embargo, enfrentando todos esos obs-táculos, diversos pueblos indígenas construyeron terrazas para hacer culti-vables las laderas de las montañas.

Los taironas realizaron inmensas obras de infraestructura para adaptarsea un difícil medio topográfico. Para subsistir sin romper el delicado equili-brio ecológico, usaron los recursos naturales en beneficio de todos, locali-zando sus asentamientos cerca de los ríos, en los filos de las montañas yvalles refrescados por vientos marinos.

Entre sus obras de ingeniería y urbanismo, hay que destacar sus terrazastanto de cultivo como habitacionales con muros de contención hechos enpiedra; al igual que sus calzadas, graderías, plazoletas enlosadas para reunio-nes públicas, acueductos, canales, drenajes y fuentes.

En sus terrazas agrícolas tenían cultivos intensivos de maíz y algodónentre otros; y en ellas el trabajo se realizaba de forma comunitaria.

Los muiscas también eran hábiles agricultores. Para ayudarse en sus la-bores construyeron canales de riego y terrazas de cultivo. Matos Hurtadoinforma que usaban acueductos de madera; y Julio César García que hacíanterrazas sencillas en los declives de los cerros59.

Modernas investigaciones de los arqueólogos Emil Havry y Julio CésarCubillos han determinado la existencia de terrazas agrícolas de ladera en laregión de Chocontá. Se ha podido precisar que también las hubo en los sec-tores de Facatativá, Tocancipá y Tunja (Posada, Rosso y De Santis). A suvez la arqueóloga Lucía Rojas de Perdomo indica que los O’Neil excavaronterrazas en Suba60.

Túneles

Se conocen pocos pero interesantes ejemplos de construcción de túnelesu obras subterráneas en la Colombia prehispánica.

59 Julio César García. Los Primitivos. Ed. Voluntad. Bogotá. 1968, p. 189.60 Lucía Rojas de Perdomo. Manual de arqueología colombiana, p. 154.

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Algunos de esos trabajos fueron hechos para minería, otros para comuni-cación o para funciones que aún se desconocen.

Se sabe que en ocasiones, para sus trabajos de minería los nativos practica-ron profundas galerías perforando la roca viva y otros materiales de menor resis-tencia, con ayuda de herramientas hechas en piedra o de fuertes aleaciones.

Las tribus indígenas dedicadas a la minería en Antioquia excavaban filo-nes de cuarzo. Así describe sus obras el investigador Barney-Cabrera: “Lospozos eran estrechos, de reducido diámetro, de manera que sólo un hombrepodía descender por ellos, haciéndolo generalmente de cabeza y apoyándoseen una serie de huecos abiertos en las paredes a manera de escalera. Como nopracticaron la minería de galerías horizontales, los pozos eran abiertos en seriesobre los filones a distancias de 3 o 4 metros uno de otros, como bocas dehormigueros. La abundancia de estos pozos en Antioquia presupone no sólo laintensidad que tuvo la minería indígena, sino también la densa población quehabitaba la región y los muchos hombres dedicados a esta industria”.

En la región Calima (al suroccidente de Colombia) el oro solía buscarseen los mismos yacimientos de cuarzo. El sistema de explotación consistía enexcavar los filones de cuarzo mediante la apertura de pozos verticales y usode instrumentos de piedra para machacar el material que posteriormente sefundía en crisoles de arcilla.

El doctor Manuel Humberto Gamboa, en su monografía sobre el munici-pio de San Luis, Tolima, indica lo siguiente: “del túnel que se encuentra enla base del Cerro del Pital, por los lados de La Arenosa, frente al gran Caracolí,nada se sabe de su construcción y uso. Se deduce que fue obra de los pijaos,con fines defensivos, no se ha encontrado boca por el lado occidental delcerro, algún derrumbe la tapó, sólo se anota que sobre su lomo se han encon-trado huecos como respiraderos”61.

En Fresno, Tolima –informa el destacado arqueólogo Gonzalo Correal–se han hallado túneles en forma de escudo, que penetran 100 metros o más,a través de estratos arcillosos, siendo fácil caminar por ellos, desconociéndo-se tanto su función como sus constructores. Hay mucha mica en ellos (llama-da el falso oro) y ello quizá permita adivinar su utilidad62.

El propio doctor Correal descubrió un túnel prehispánico que cruza bajola plaza de Muzo, Boyacá. De una altura tal que por él apenas se puede

61 Manuel H. Gamboa. El municipio de San Luis, Tolima. Ed. Nelly. Bogotá. 1995, p. 52.62 Entrevista realizada por el autor en Marzo de 2002.

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gatear, sus paredes y techo están reforzadas con lajas de piedra. Al explorar-lo, el doctor Correal encontró que en un momento dado se bifurcaba en for-ma de Y. Había fragmentos de una copa muisca de cerámica, por lo cual secree que los muiscas pudieron ser sus constructores, siendo expulsados mástarde de la región por los belicosos muzos. El túnel tenía unos 70 metros delongitud, y estaba obstruido al final; conduciendo al parecer a un barrancosobre el río Minero. Su función se desconoce, aunque probablemente estabarelacionada con alguna estrategia defensiva63.

Supervivencia de algunas tradiciones

Las técnicas de ingeniería empleadas por los antiguos indígenas de Co-lombia no han desaparecido del todo.

En ciertas regiones de Colombia, algunas comunidades indígenas con-tinúan haciendo sus puentes de acuerdo con sus tradiciones ancestrales.

Por ejemplo, los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta construíanpuentes colgantes y otros con troncos y ramas fuertemente entrelazados, cos-tumbre que aún se mantiene. Refiriéndose a uno de éstos situado en Ulundúa,sobre el río Tucurinca, (foto 7.) el famoso antropólogo Gerardo Reichel-Dolmatoff escribió lo siguiente:

Todo puente es un símbolo. El puente une y separa;pasa por encima de algo y lleva de lo conocido a lo desconocido.Pasar por un puente es arriesgarse y liberarse.Nadie como un kogi puede hablar de eso64.

Hay testimonios gráficos más recientes, como la fotografía de un puenteindígena de Guadua (foto 7.), tomada en la región de Tierradentro, en ladécada de 1970 y reproducida en la Historia del Arte Colombiano publicadapor Salvat en 1977.

Más recientemente, el viajero y fotógrafo Andrés Hurtado García ha pu-blicado, en varios números de la revista Viajar del diario El Tiempo, de Bo-gotá, fotografías de “chinchorros” que son los típicos puentes kogis elaboradoscon un tronco de base y barandas agarradas por bejucos.

También hay que indicar que en el mundo moderno algunos de los con-ceptos manejados por la ingeniería prehispánica parecen haber alcanzadouna proyección insospechada.

63 Ídem.64 Gerardo Reichel-Dolmatoff. Indios de Colombia.

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Al respecto, anotemos que el ingeniero José María Villa (nacido en Sopetránen 1850) estudió primero en la Universidad de Antioquia, destacándose enlas matemáticas y más tarde viajó a los Estados Unidos a perfeccionarse en elcampo de la Ingeniería Civil. Refiere don Alfredo Bateman que una vezgraduado, Villa tuvo ocasión de intervenir, como ingeniero ayudante, en losdiseños del famoso puente de Brooklyn, en Nueva York (hacia 1880), unode los primeros puentes colgantes que emplearon tensores de acero.

El capitán Fonseca Truque, quien fuera vicepresidente de la SociedadGeográfica de Colombia, indica que ante el problema que enfrentaban losconstructores de ese puente, consistente en que los cables se rompían, Villales propuso que los trenzaran como él mismo lo había visto hacer a los indí-genas en Colombia. Así se hizo y los cables de acero pudieron resistir latensión65.

De ese modo un antiguo concepto constructivo parece haber sidoreeditado.

Más tarde, José María Villa construirá el famoso puente de Santafé deAntioquia.

Para finalizar, podemos preguntarnos: ¿descienden los modernos puentescolgantes de las antiguas puentes americanas?

Algunos dibujos de Edward Mark (como el que muestra un puente col-gante sobre el río Minero, foto 8.) así permiten sospecharlo.

Aunque no se tiene una certeza al respecto, la otra opción es que losingenieros del siglo XIX redescubrieron el concepto estructural que siglosatrás manejaban los indígenas americanos y que hoy, en pleno siglo XXI,sigue produciendo algunas de las obras más bellas de la ingeniería mundial(foto 9.).

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65 Entrevista realizada por el autor en Junio de 1997.

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