Las posibilidades de aprendizaje en niños y niñas con necesidades especiales deben
ser potenciadas como parte de la responsabilidad del Estado por educar a su
población, principalmente a quienes están en situaciones de desventaja.
Si bien en las últimas décadas se han incrementado los esfuerzos por una inclusión
que se exprese en aprendizajes significativos, las metas siempre han sido mínimas; lo
que hoy podríamos reconocer como nuevas perspectivas de inclusión indica, incluso,
una renovación en el sentir ciudadano.
Sin embargo, es en la respuesta a casos específicos en donde se mide con precisión
el alcance de la educación inclusiva. Por ejemplo, una institución que modifica la
infraestructura de acceso a los servicios responde a un modelo de inclusión física, y
otra, desarrolla más la inclusividad cuando elabora y perfecciona los contenidos
curriculares de manera permanente, es decir, eleva su nivel.
Por tanto, las experiencias de inclusión que se compartan permitirán la mejora
continua del quehacer pedagógico en beneficio de nuestros niños y niñas con
necesidades especiales.