Revista Digital de Investigación Educativa Conect@2 ISSN: 2007-6649 Año VI. Número 11. Abril de 2015.
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Guía para el análisis de localidades rurales
Guide to the analysis of rural localities
Ramón Goyás Mejía y Carlos Antonio Quintero Macías*
*Profesores de Tiempo Completo del Centro Universitario de los Valles de la Universidad de Guadalajara, México.
Fecha de Recepción: 11 de marzo de 2015 Fecha de Aceptación: 5 de abril de 2015
Resumen
Según el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), en
México, las localidades rurales tienen su especificidad tanto por sus características
intrínsecas, como por su propia ubicación al ocupar ámbitos distintos aunque
complementarios a la ciudad. Esta propuesta se sitúa en un vaivén entre tradición
y modernidad vinculado con lo local, entre la singularidad de los problemas
rutinarios, sus significados en la vida de los individuos y su lectura amplia como
fenómeno social, entre lo específico del lugar estudiado y la relación que establece
con su entorno inmediato y con el exterior, que a su vez influye y a veces
condiciona los cambios locales. En la investigación documental es elemental
detectar los elementos que dan vida a la población, tales como escuelas, calles,
luz eléctrica, agua potable, drenaje, servicios de transporte, centros de salud, etc.,
lo cual ayudará a entender el nivel de equipamiento con el que cuenta la localidad
estudiada.
Palabras Clave: Localidad, Municipalidad, Investigación documental.
Abstrac
According to the National Institute of Statistics, Geography and Informatics (INEGI)
in Mexico, rural localities have their specificity both for their intrinsic characteristics,
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such as its own location to occupy different but complementary areas of the city.
This proposal is an oscillation between tradition and modernity linked to the local,
between the uniqueness of routine problems, their meanings in the lives of
individuals and extensive reading as a social phenomenon, between the specific
site studied and the relationship establishes with its immediate surroundings and
abroad, which in turn influences and sometimes affects local changes. In the
documentary research is elementary detect the elements that give life to the
population, such as schools, roads, electricity, potable water, sewage,
transportation, health centers, etc., which help you understand the level of
equipment with which the town has studied.
Keywords: City, Municipality, documentary research.
Introducción
Según el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), en
México, las localidades rurales tienen su especificidad tanto por sus características
intrínsecas, como por su propia ubicación al ocupar ámbitos distintos aunque
complementarios a la ciudad (INEGI, 2014). Al hablar de “localidad”, se evita
utilizar los conceptos “pueblo”, “rancho”, “comunidad”, etc., tan comunes en los
estudios rurales, porque cada uno de ellos hace alusión a formas distintas y
singulares de poblamiento, y lo que en este trabajo se buscaba era abarcar de
modo genérico a todos ellos. Con base en lo anterior, por “localidad rural”
entendemos todo lugar ocupado en el medio rural con una o más viviendas y con
una población inferior a 2,500 habitantes; este lugar es reconocido por un nombre
dado por la ley o la costumbre (INEGI, 2012). Actualmente, uno de cada cinco
mexicanos vive aún en localidades rurales.
El presente artículo es una propuesta de acercamiento metodológico para
entender a este tipo de población. Se comenzó a redactar dada la necesidad de
dotar a estudiantes mexicanos de nivel licenciatura con elementos que les ayuden
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a abordar el estudio de este tipo de conglomerados humanos, desde la
perspectiva de las ciencias sociales.
El análisis parte de un enfoque multidisciplinario tal como lo demanda la
heterogeneidad del medio rural, e inicia con el acercamiento documental para
luego pasar a los elementos que se deben considerar en la recopilación de
información de campo. Ambas estrategias de obtención de datos se
complementan y retroalimentan, siendo recomendable partir de la información
documental para luego confrontar ésta con la realidad y las vivencias de la gente
estudiada. A su vez, después del trabajo de campo, será necesario revisar
nuevamente la información documental para corregir, complementar lo escrito, o
hacerse nuevas preguntas. Si en la información documental se utiliza
preferentemente la confrontación de datos cuantitativos buscando la mayor
objetividad posible, en el proceso de información de campo se opta por técnicas
de índole cualitativa desplegando enfoques emic que privilegian las voces y
experiencias cotidianas de las personas del medio rural, así como el análisis de su
historia y su impacto en las condiciones sociales, materiales y espirituales actuales
(Vasilachis, 2011, pp. 5-17).
Esta propuesta se sitúa en un vaivén entre tradición y modernidad vinculado con lo
local, entre la singularidad de los problemas rutinarios, sus significados en la vida
de los individuos y su lectura amplia como fenómeno social, entre lo específico del
lugar estudiado y la relación que establece con su entorno inmediato y con el
exterior, que a su vez influye y a veces condiciona los cambios locales. Si bien
aceptamos que el investigador que ignora lo que busca nunca comprenderá lo
que encuentre, y que es la pregunta de investigación la que determina el o los
aspectos a analizar en un entorno social específico, un diagnóstico general de las
condiciones concretas de la o las comunidades de estudio es básico, si queremos
entender la especificidad de cualquier problema, de ahí la pertinencia de esta
propuesta.
El acercamiento documental
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La información general
Un análisis exploratorio debería iniciar con el nombre y ubicación en mapa de la
localidad. El nombre es una etiqueta con la que se identifican los habitantes
rurales y les da sentido de pertenencia (Ferro, 2012, pp. 182-193). El nombre de la
población necesariamente posee un antecedente histórico que habría que
investigar. A veces no es uno sino varios nombres con los que cuenta el lugar a
analizar; en México muchas localidades rurales poseen nombres prehispánicos
combinados con nombres de santos patrones de origen católico. Este sincretismo
deberá analizarse con cuidado para entender parte de la historia local; las
advocaciones indígenas están frecuentemente relacionadas a elementos como
valles, montañas, ríos o animales; los nombres hispanos casi siempre tienen como
antecedente el proceso de conquista y evangelización, así como la presencia de
los primeros misioneros quienes impusieron santos patronos a los pueblos.
Se deben analizar en mapa las carreteras, caminos, veredas y demás formas de
acceso a la localidad de estudio, ello permitirá entender la facilidad o dificultad de
intercambios de bienes materiales y de elementos simbólicos y culturales con el
exterior. Es necesario dimensionar este fenómeno para entender ante qué tipo de
población rural estamos: volcada sobre sí misma o abierta; con fuertes influencias
externas o con poco contacto cultural e influencia de las ciudades y de otras
regiones, de tal forma que pudiéramos considerarla como tradicional e incluso
marginada. Hay que hacer notar que si bien, —con la masificación de los medios
de comunicación y la globalización socioeconómica—, en la actualidad no existe
alguna localidad rural que permanezca totalmente aislada, es posible que este
contacto sea relativamente reciente, por lo que hay que ser cuidadosos y atentos
en estos aspectos.
Es necesario explorar todas las fuentes de información que nos ayuden a tener
una idea más clara del lugar estudiado. Indagar en monografías, censos, tesis,
libros, folletos, reportes, planes de desarrollo municipales, en páginas web, etc.
Esta información combinada con mapas y croquis locales será muy útil para tener
una idea más clara acerca de la situación de la localidad estudiada. Llevar a cabo
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esta exploración permite al investigador precisar mejor sus preguntas y moverse
con mayor facilidad entre las personas que habitan en el lugar analizado;
contribuye también a tener ámbitos comparativos con el trabajo de campo, es
decir, lo que verá, escuchará y reflexionará luego de acercarse físicamente a la
localidad.
Antecedentes
Para comprender la dinámica de una localidad rural es necesario conocer sus
orígenes. Estudiar los antecedentes de la localidad no es sólo un acto de
curiosidad o de mero ejercicio de querer conocer más sobre la misma; las normas
e ideas rectoras de una sociedad deben entenderse históricamente, es decir, no
pueden ser comprendidas ni justificadas sin una comprensión adecuada de su
propio desarrollo histórico (Leyva y Mesquita, 2012, p. 38). En este rubro, los
archivos locales, estatales y las instituciones de gobierno pueden aportar
información interesante sobre la localidad. Hay que destacar que mientras en la
historia nacional y estatal, los grandes personajes y los sucesos históricos
relevantes son medianamente conocidos, no pasa lo mismo con las localidades
pequeñas; de hecho, el lente del investigador y de los cronistas pueblerinos casi
siempre se detiene en la delimitación municipal o en las cabeceras políticas de
donde a veces son oriundos, sin tomar en cuenta que la historia de un municipio
se entreteje con los hilos de las historias de sus barrios, colonias, comisarías o
delegaciones, ranchos y demás localidades, que por su tamaño frecuentemente
pasan desapercibidas.
Otra estrategia para enriquecer los datos sobre los antecedentes históricos de la
localidad estudiada son las fuentes orales. Aunque este paso pertenece
estrictamente a la fase de campo, se trae a colación en este apartado ya que
complementa el objetivo de describir la historia del lugar elegido. La historia de
vida puede ser una excelente técnica para conocer más sobre el pasado de la
localidad estudiada. Sin embargo, tengamos en cuenta que la memoria es en
realidad una reconstrucción del pasado en función del presente, en otros términos,
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no se recuerda la totalidad del pasado ya que el presente sirve de filtro para dejar
pasar solo aquellas tradiciones o recuerdos que pueden adaptarse a las nuevas
circunstancias (Bastide, 1970, pp. 78-108). Según algunos autores, la memoria
colectiva no es la “realidad” sino la experiencia; en otros términos, la memoria no
registra sino construye. Esta construcción es un proceso complejo, selectivo,
relacional, con un sentido cultural y social específico (Portal, 2010, p. 577). Lo
complementario de la memoria es el olvido, el cual juega un papel importante
puesto que no está disociado de la memoria, en cuanto a que recordar y olvidar
implica seleccionar (Ibid, p. 583). Tanto la información documental como la de
campo —representada en este caso por las historias de vida— son
complementarias y ayudan a tener una mejor idea de la trayectoria de la localidad
estudiada.
Infraestructura y características de la población
En la investigación documental es elemental detectar los elementos que dan vida
a la población, tales como escuelas, calles, luz eléctrica, agua potable, drenaje,
servicios de transporte, centros de salud, etc., lo cual ayudará a entender el nivel
de equipamiento con el que cuenta la localidad estudiada.
Es importante registrar también otras características, tales como: total de
población, tasas de natalidad y mortalidad, migración, niveles de escolaridad,
servicios médicos, población beneficiada con programas de apoyo gubernamental,
etc.
La economía local
Antes de comenzar a hacer los recorridos de campo, se debe estudiar el modo en
que la gente de una localidad rural sobrevive para entender su forma de ser y de
pensar. No nos extenderemos en los complicados formatos que los economistas
diseñan para evaluar las actividades agrícolas, silvícolas o ganaderas, baste decir
que el investigador debe tener claro este aspecto preferentemente de modo
cuantitativo, para entender el resto de dinámicas de vida local. Se puede estar
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ante una sociedad eminentemente agrícola o ganadera, pero que también vive de
la pesca, la caza o la recolección de forma temporal o permanentemente, como
estrategias para ganarse la vida haciendo uso de los recursos circundantes y a
veces degradándolos; en otros casos, podemos estar ante comunidades menos
rurales de lo que aparentan, por tanto, serán importantes las actividades
secundarias y terciarias para el sustento de sus habitantes. Esta información se
deberá complementar luego con el trabajo de campo para que quede lo más clara
y detallada posible.
En cualquier sociedad existirán cuatro formas de capital, todas ellas con un
antecedente histórico específico. En primer lugar el capital natural formado por los
recursos naturales (materias primas, fuentes de energía, recursos agropecuarios,
etc.). En segundo lugar el capital construido por la sociedad (infraestructuras, los
capitales financieros, tecnológico, comerciales). En tercer lugar el capital humano
(niveles de educación, de salud y las capacidades básicas de la población). Por
último el capital social, el cual tiene que ver con las relaciones de la población y
sus dimensiones, tales como la confianza entre las personas y en general, las
capacidades de asociatividad, el grado de civismo y los valores éticos
predominantes. (Márquez y Galindo, 2009, p. 71). Cada uno de estos capitales
requiere de un abordaje específico, a la vez que es necesario un análisis integral
para ver en qué sentido dinamizan la cotidianidad local.
También hay que analizar los estratos socioeconómicos que pueden existir al
interior de la localidad rural. Preguntémonos quién o quiénes controlan las cuatro
formas de capital ya descritas y en qué proporción, o bien, hay que destacar hasta
que punto nos encontramos ante una población poco o muy diferenciada en lo
económico y social, y cuáles son sus implicaciones para la dinámica particular del
lugar de estudio.
Es elemental darle atención a la posesión o carencia de tierra de los habitantes del
lugar estudiado. La tierra ha sido comúnmente el bien más elemental de las
localidades rurales. De su propiedad o carencia derivan casi todas las fortalezas y
debilidades campesinas, por tanto vale preguntase si ¿Nos encontramos ante un
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grupo minifundista?, ¿Son ejidatarios, pequeños propietarios, aparceros, o
jornaleros sin tierra propia? En México, organismos como el Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Informática (INEGI), el Registro Nacional Agrario y las
direcciones de catastro son buenas opciones para obtener información al
respecto.
Un aspecto fundamental para caracterizar a la localidad rural es el que atañe a su
relación económica con el exterior. Históricamente las localidades rurales han sido
proveedoras de mano de obra y materias primas hacia las urbes y la industria y,
en contraparte, consumidoras de bienes procesados. Sin embargo, dicho
fenómeno abarca un sinfín de posibilidades, o en otros términos, cada localidad
rural poseerá sus propias particularidades al respecto, que irían desde la
integración plena al mercado, hasta la relativa autarquía comunal. Ya Kautsky
(2002, p. 8), ensalzaba esta última posibilidad, señalando que cuando el
campesino realiza con sus hijos todo el trabajo de su pequeña propiedad, que no
paga arrendamiento a ningún superior ni salario a ningún inferior; que regula la
producción de sus necesidades de consumo; que bebe su vino y se viste de su
cáñamo y de sus lanas, ese campesino se preocupa muy poco de los precios del
mercado porque tiene poco que comprar y poco que vender, y jamás se arruinará
con los trastornos del comercio. No pasa lo mismo con aquellas sociedades que
están profundamente vinculadas al mercado nacional o mundial, y su bienestar
depende de las fluctuaciones en el precio de lo que compran y venden, y éstas a
su vez de múltiples elementos de orden político, económico, tecnológico y hasta
del caprichoso comportamiento de la naturaleza en lugares que el productor local
seguramente jamás conocerá. Analizar lo que la localidad produce permitirá
visualizar lo que vende y su dependencia o independencia del exterior.
Con la información obtenida posiblemente se podrán contestar preguntas
elementales como ¿Cuál es la proporción que la población económicamente activa
mantiene con el sector primario, secundario y terciario?, ¿Qué actividades
específicas (tipos de cultivos, por ejemplo) son las predominantes y le dan vida a
la población de estudio?, ¿Cómo surgieron o se hicieron importantes en el lugar
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de estudio? además de las anteriores, ¿Qué otras actividades son también
importantes aunque en menor escala? ¿Sus actividades son desarrolladas con
técnicas y tecnología de índole tradicional o con métodos modernos de
producción, o en simbiosis? ¿Cuál es la relación económica que se establece con
el exterior? ¿Qué tipo de producción venden en el exterior? ¿Qué compran fuera
de la localidad y dónde?
Necesitamos preguntarnos también, cuáles son las diferencias económicas y
sociales más relevantes de la localidad analizada con respecto a las localidades
vecinas, y en ese sentido, cuál o cuáles pueden ser las razones. Como algunos
autores lo han destacado, en los análisis que en la actualidad se están realizando
sobre ámbitos locales, se destacan las diferencias comarcales existentes entre
zonas de un mismo ámbito geográfico, debido en parte a la existencia de distintos
recursos naturales, a diversas actividades que se realizan, a la presencia de un
capital social y, en definitiva, por la calidad de vida alcanzada (Márquez y Galindo,
2009, p. 71). Existen territorios que han logrado distinto nivel de desarrollo a
pesar de haber conseguido la participación en iguales programas de desarrollo y
haber recibido ayudas económicas y técnicas semejantes, es por ello que son de
gran ayuda análisis comparativos para entender las semejanzas y diferencias en
las dinámicas locales.
Con los elementos anteriores, se puede generar un primer borrador escrito acerca
de los aspectos principales de la localidad estudiada, este escrito puede
fortalecerse con fotografías áreas, croquis o mapas del área de estudio, donde
quede expresado tanto las dimensiones y características generales de la localidad,
así como los lugares y recintos más importantes a analizar en las visitas de
campo.
El acercamiento de campo
Mario Bunge plantea que la observación es el procedimiento básico de la
investigación. Tanto la medición cuanto el experimento suponen observación. El
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objeto de la observación es un hecho actual; el producto de un acto de
observación es un dato, o sea, una proposición que exprese el resultado de la
acción a observar (Bunge, 2011, p. 591). Cada vez que el investigador se acerca a
la realidad podrá constatar que existe cierta superación en sus observaciones: se
pueden precisar mejor los aspectos y relaciones de los fenómenos que deben
observarse, eliminando aquellos elementos que no son relevantes para describir,
explicar y predecir los fenómenos y se pueden generar nuevas interrogantes
(Rojas, 2012, pp. 151-152).
El trabajo de campo suele ser emocionante pero complicado y tiende a
modificarse a medida que se va implementando. El primer acercamiento que el
investigador tiene sobre su objeto de estudio suele ser algo caótico, superficial y
con imprevistos, se desconocen aspectos que deben indagarse o no se sabe
cómo hacerlo. Sucesivas visitas al área de estudio ayudan a superar las primeras
dificultades ya que se conoce con mayor certeza el entorno y los agentes que en
él interactúan. Estas nuevas etapas ayudan a seleccionar las técnicas idóneas y a
diseñar de manera más precisa y confiable los instrumentos de recolección de
datos (Ibid., p. 152).
Explorando la localidad
Si bien, a través de la indagación documental ya hicimos un primer acercamiento a
la localidad rural y ya tenemos una primera conceptualización de la misma, ahora,
a través de visitas y recorridos habremos de afinar lo que ya esbozamos en la
información documental. Para empezar, hay que averiguar los límites de la
localidad desde al menos cuatro enfoques complementarios, por un lado, las
fronteras de lo que podríamos llamar el área poblacional como tal, esto es, la
población en sí, tomando en cuenta sus contornos naturales como pueden ser
montañas, barrancos, vegas de ríos, canales, presas, pantanos, o simples llanos
que circundan el núcleo poblacional; los elementos naturales suelen influir en el
desarrollo y crecimiento de una localidad, a veces de un modo suave, como
cuando la localidad se establece en una planicie isotrópica, en otras de modo
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contundente, como cuando está situada al lado de una montaña o del mar. Un
segundo aspecto de adscripción es el referente a los límites circunscritos desde un
ámbito establecido por el hombre, ya sea en forma de pequeñas propiedades
aledañas, industrias, áreas federales protegidas, carreteras, parques naturales,
áreas ejidales en forma comunal o parcelada, etc., las cuales suelen presionar a la
localidad estudiada a mantener una extensión específica, si bien, siempre se
pueden observar desbordamientos en alguno o en todos los puntos cardinales.
Fuentes documentales como ortofotos, mapas, planes de uso de suelo o el
catastro municipal, pueden ser adecuadas para ahondar en este rubro.
Un tercer elemento que es importante considerar es el relativo a los límites de lo
que podemos llamar el espacio necesario para la subsistencia de la localidad, esto
es, las tierras que le pertenecen a sus habitantes en forma de ejidos o pequeñas
propiedades ocupadas en cultivos, ganadería o como fuentes de recursos
hidrológicos, zacate, leña, etc.; aunque, aquí debieran considerarse también
aquellas tierras y empresas que, a pesar de no pertenecer a los vecinos de la
localidad estudiada, les dan sustento mediante el empleo temporal o permanente.
Por último, un cuarto elemento a tomar en cuenta para concebir los límites de lo
local, es el referente a las fronteras simbólicas, este aspecto, más difícil de
concebir a simple vista, implica relaciones vinculadas con la identidad, la
pertenencia cultural y las fronteras étnicas; la localidad analizada es así un criterio
de inclusión y exclusión y como tal, organiza las interacciones sociales de sus
miembros y genera membresías simbólicas para la diferenciación con lo externo.
Al recorrer el lugar de estudio se deben observar los elementos materiales con
que cuenta la localidad y que son referencia continua para sus habitantes. Los
elementos más importantes como iglesias, plazas, escuelas, casas ejidales,
cascos de ex haciendas y a veces árboles milenarios, manantiales o montañas se
vuelven símbolos integradores, es decir, producen sentimientos de unidad y sirven
como anclas en la construcción social de la realidad, propician también una
identidad compartida entre los individuos. Se deben revisar cuáles son estos
elementos integradores, su ubicación específica y la relación con los habitantes de
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la localidad. Ciertos detalles de esta relación son visibles, basta prestar atención a
la periodicidad con que los habitantes recurren a la plaza o la iglesia, sus ritmos y
tiempos de dedicación, sin embargo, son necesarias técnicas cualitativas y un
conocimiento cultural más profundo para entender las necesidades que se cubren
con estas prácticas. Al respecto, además del conocimiento previo que el
investigador debe poseer sobre los habitantes del lugar de estudio elegido, se
puede utilizar la observación pasiva y participante además de entrevistas o
cuestionarios con preguntas abiertas para entender qué del entorno le es
significante a los hombres y mujeres de la localidad rural y cómo interpretan esta
relación entre los elementos de su espacio vivido y su propia cotidianidad.
Se debe revisar si la unidad rural estudiada posee barrios, y, de ser así, cuáles
son las características principales de éstos. Ponga atención en su tamaño e
importancia y las adscripciones religiosas de cada uno de ellos, si se especializan
en alguna actividad o si las separaciones entre unos y otros barrios obedecen solo
a aspectos naturales.1
Con el trabajo de campo estamos en posición de analizar visualmente la
infraestructura básica que le da vida a la localidad. En efecto, si en la investigación
documental se indagó sobre la presencia o ausencia de elementos tales como
escuelas, calles, servicios de luz, agua, drenaje, telecomunicaciones, parques,
canchas de futbol, tiendas, etc.; ahora debemos contrastar dicha información y
sacar nuevas conclusiones con base en los recorridos de campo. Será necesario
un cuaderno o bitácora para anotar los elementos más relevantes que confirmen,
refuten o complementen lo ya escrito al respecto, por ejemplo, tal vez en la
información documental se dio constancia que existían calles empedradas o
adoquinadas, sin embargo, en los recorridos podemos observar que las calles si
1
A veces, los accidentes naturales pueden servir también para diferenciaciones internas. Así, Robert Redfield al estudiar el pueblo de Tepoztlán, Morelos, encontró que las fronteras de sus cinco barrios estaban enmarcadas por accidentes topográficos, en este
caso, barrancas y declives marcaban el fin de un barrio y el inicio de otro (Redfield, 1982.
pp. 88-89).
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bien cuentan con el recubrimiento reseñado, en general están llenas de baches,
bordos peligrosos, es decir, en mal estado.
Observemos también la arquitectura y características de las viviendas ¿son de teja
y adobe?, ¿Están hechas de ladrillo o madera?, ¿Son casas con jardín o con solar
para árboles o para cría de ganado menor como cerdos o gallinas? ¿Qué es lo
común en todas ellas y qué cosas son finalmente singulares? ¿Se puede hacer
una generalización de todas ellas? En México, muchas poblaciones tuvieron como
origen antiguas haciendas, cuyas casonas a veces siguen en pie. Habría que
destacar estos elementos y los que se han ido agregando en el tiempo, asimismo
cual es la función que están ejerciendo.
El análisis de una localidad rural, sea esta un pueblo, ejido, hacienda, o mera
congregación de habitantes a modo de rancho o ranchería, sería incompleto si no
volteamos a analizar el entorno agrario en el que se ubica. Al analizar el paisaje
que le rodea, debemos tratar de dimensionar ante qué tipo de medio nos
encontramos, es decir, biótico, abiótico o antrópico. Dentro de la valoración más
sublime del paisaje, debemos preguntarnos si propicia la contemplación meditativa
que surge del goce paisajístico; o, por el contrario, es un entorno degradado o
contaminado. El campo es a fin de cuentas una especie de metáfora del hacer
humano. Poco a poco el hombre ha ido convirtiendo a la naturaleza en habitación
suya, haciéndola más humana, humanizándola; por tanto, expresa los rasgos y
cualidades de la historia y de la identidad colectiva del pueblo o pueblos
circundantes (López, 2009, pp. 128-129 y 131).
Hay que tomar también en cuenta que el entorno no es solo contenedor estático
de los fenómenos sociales, debemos concebirlo como una realidad viva y
cambiante que basa su protagonismo en una especie de correlación de fuerzas
entre él y los seres humanos: a menor grado de desarrollo productivo del hombre,
mayor será la imposición del medio sobre el hombre o viceversa: enormes
superficies forestales por ejemplo, pueden desaparecer de la noche a la mañana
si existen los intereses y medios económicos que lo propicien; barrancas o
desfiladeros imposibles de cruzar de repente quedan salvados por formidables
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puentes propiciando la circulación de hombres y productos si el interés político y
económico así lo determinan.
Habría que preguntarse ahora, por la relación que el campesino o ranchero
establece con su entorno natural del cual sobrevive. La percepción que éstos
tengan de su entorno está íntimamente relacionada con su actuación sobre el
mismo. Se asume, como lo señalara el poeta Miguel de Unamuno, que el
campesino ama al campo, pero lo ama por instinto, casi animalmente, y
frecuentemente lo ama utilitariamente. El hambre de tierra, tan característica del
labrador no es lo más a propósito para aprender a amar desinteresada y
noblemente a la tierra misma. Unamuno nos recuerda que el que tiene la frente
encorvada sobre la mancera del arado no es el que mejor puede gozar de la
hermosura del campo. Y es, sin embargo, ese arduo trabajo el que nos ha de
enseñar a querer la tierra. El amor desinteresado al campo, el sentimiento de
apego hacia la naturaleza tiene su origen en la utilidad que aquella nos presta
(Ibid., p. 136). Siendo esta una localidad agrícola y/o ganadera, procediendo su
riqueza del campo, no hay una relación más intensa que la que se da entre este
tipo de hombre y la naturaleza de la que obtiene lo necesario para vivir.
Hay que pensar también a la localidad desde la perspectiva de su propia
vulnerabilidad, esto es, hasta donde puede ser o no ser afectada por agentes
externos. Factores exógenos que responden a políticas macro sociales como la
construcción de una presa, la construcción de una autopista, la explotación de
ciertos recursos como el petróleo, la instauración de una nueva industria o la
creación de unidades habitacionales de corte urbano pueden modificar
gravemente a la localidad estudiada o inclusive hacerla desaparecer. En otras
ocasiones factores naturales adversos pueden modificarla gravemente,
condiciones topográficas e hidrográficas adversas, como el estar asentado en una
falla geológica, a la orilla de un río caudaloso, en áreas de inundaciones o donde
son comunes los huracanes, etc., pueden propiciar la reubicación parcial o total de
las viviendas, aunque hay que tomar en cuenta que las localidades rurales
generalmente presentan una resistividad extraordinarias de lo que da cuenta una
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historia larga y eficaz de adaptaciones a las condiciones cambiantes de su medio.
De hecho, ciertas formas de vulnerabilidad y estrés ecológico no se consideran
por ciertos grupos de la población local como problemas graves de corta o larga
duración (Stadel, 2009, pp. 187-188).
La gente y su cotidianidad
Ahora, centrémonos en el análisis de la gente como tal. Cada grupo humano tiene
elementos culturales particulares. La cultura contiene los códigos que permiten a
una comunidad humana crear su propia identidad e identificarse con diferentes
escalas territoriales, modificándose y transformando continuamente esas formas
de vida, organización y manifestación social en el tiempo y el espacio (Barbosa,
2008, p. 11).
La forma de ser y de pensar de los grupos sociales es uno de los ámbitos de
análisis más complicados al que se enfrentan los investigadores. El investigador
debe tomar en cuenta que en el proceso de recolección de información intervienen
factores subjetivos que pueden distorsionar la información, lo cual limitará la
objetividad e imparcialidad absoluta de la investigación. Tanto los investigados
como los investigadores tienen valores, creencias, prejuicios y expectativas que
permean su visión de la realidad. Es tarea y reto del investigador ser consciente
de estas limitantes y de estar alerta para ―en lo posible― buscar la mayor
objetividad en la recolección de su información. La objetividad está relacionada
con la posibilidad de que otros investigadores sin importar sus inclinaciones o
gustos individuales arriben a resultados parecidos al seguir los mismos
procedimientos y tomando como base el mismo marco teórico (Arias, 2012, p.
201).
El método más adecuado es el de la comprensión y las técnicas van desde la
observación pasiva y participante hasta la entrevista o las historias de vida. La
comprensión según Max Weber, lejos de ser mera intuición consiste en la
formulación de hipótesis interpretativas que necesitan verificación empírica y por
ello requieren entenderse a partir de la explicación causal, por ello, la sola
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comprensión es insuficiente para los fines de las ciencias humanas pues la
explicación causal también constituye una necesidad para ellas, particularmente
como modalidad para fundar su validez veritativa. De esta manera, comprensión y
explicación lejos de repelerse se complementan. Es recomendable emplear la
investigación etnográfica en conjunción con otras técnicas, de esta manera se
proporciona mayor solidez al conocimiento.
La identidad y la forma de ser de los habitantes rurales son aspectos dinámicos y
cambiantes, productos de la experiencia diaria y por ello, se vinculan a la
experiencia histórica individual y de grupo. Un error frecuente es pensar que en el
campo solo hallaremos campesinos indiferenciados; es decir, mujeres y hombres
con mentalidad tradicional, vinculados fuertemente a la tierra y tal vez reacios al
frenesí de la vida urbana. Sin embargo, este tipo de trivializaciones ocultan los
diversos tipos de población que puede contener el medio rural. Por ejemplo, Luis
González alguna vez señaló que, en las sociedades indígenas mexicanas, las
mujeres tienden a conservar sus vestidos tradicionales pero los hombres en
cambio, son más proclives a usar vestimenta moderna, sobre todo ropa de trabajo
urbano; en las zonas rancheras en cambio, el ranchero tiende a mantener sus
vestimentas tradicionales y la mujer a andar al último grito de la moda. El mismo
autor señala que, entre los rancheros, las mujeres tienen verdadera fobia a los
“trajes folclóricos” (González, 1989, pp. 25-26), dicha caracterización deviene de
un profundo conocimiento de ambos tipos de sociedades rurales y es valiosa
porque, a pesar de ocupar a veces espacios geográficos inmediatos, se trata de
sociedades rurales distintas y a veces hasta contrapuestas cultural y
económicamente, por tanto es necesario tenerlo en cuenta al comenzar a hacer un
análisis etnográfico sobre la localidad de estudio.
Las localidades rurales casi siempre se caracterizan por una intensa socialización
entre sus miembros, dichas relaciones abarcan desde aspectos económicos hasta
ámbitos más sublimes como el ocio, las diversiones o las prácticas religiosas.
Diversos autores han destacado también el fuerte control normativo que se ejerce
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sobre los individuos que las conforman, estos aspectos no deben pasar
desapercibidos.
Fijémonos en la gente, sus ritmos de actividad y de descanso, sus formas de
convivir y de vestir. Vale la pena llevar a cabo un estudio descriptivo de un día
típico de una familia, las actividades desarrolladas, sus ritmos, sus descansos, sus
comidas, los momentos de separación e interacción, los elementos humanos
externos y espacios con quienes interactúan.
Analicemos las fiestas, rituales, ceremonias, conmemoraciones y otras prácticas
performativas, ellas nos ayudan a entender aspectos identitarios de la localidad
analizada, pero además, hacen inteligibles los recursos tecnológicos, mitos
políticos o religiosos, textos, reglas no escritas, omisiones y exclusiones con que
se construye su presente, a más de las tradiciones morales y estéticas que hay
detrás. Las tensiones políticas y culturales consciente o inconscientemente
reconocidas siguen permeando y dando sentido a la vida cotidiana de los
habitantes de la localidad analizada (Leyva, 2010, p. 21).
Preguntémonos también la concepción que los ciudadanos estudiados tienen
hacia la vida y la muerte, sobre la riqueza o pobreza, hacia el tiempo, hacia la
familia o a la sexualidad, aspectos que la gente implícitamente conceptualiza pero
no necesariamente los define a profundidad y tampoco los toca en sus
conversaciones de rutina, dichos elementos pueden ser relevantes para entender
sus comportamientos cotidianos.
Tomemos en cuenta que en una localidad rural frecuentemente se pueden
encontrar costumbres, prácticas y tradiciones propias de sociedades
precapitalistas insertas o recontextualizadas en un entorno de globalización
mundial. Desde esta perspectiva, es interesante observar en las personas roles de
afirmación o de negación en torno a agentes externos. Así, vale analizar si los
habitantes estudiados tienden a reafirmar su forma de ser, o si por el contrario,
tienden a negarla u ocultarla. Por ejemplo, un agente externo podría catalogar
como indígena a la localidad por el uso de un lenguaje distinto al castellano o por
cierta forma de vestir; o podría describir a la localidad como ranchera por su
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inclinación hacia la ganadería, el acento de su habla, o los tipos de diversión más
populares; esta forma de clasificación puede generar rechazo entre los habitantes
de la propia localidad o puede ser motivo de orgullo y reafirmación por lo que vale
ser analizada.
Preguntémonos si nos encontramos ante personas innovadoras, que aceptan los
cambios tecnológicos fácilmente, o por el contrario, reacias a adoptar tecnologías
externas. De igual modo, es interesante saber bajo qué criterios aceptan o
rechazan las tecnologías que la industria ofrece (Reséndiz, 1998, p. 308).
Tomemos en cuenta que la tecnología actúa como un “mecanismo mediador entre
la sociedad y la naturaleza, al cristalizar en ella los procesos de extracción de
recursos, transformación de materiales y distribución de desechos del sistema
productivo (Leff, 2010, p. 168).
Investiguemos los conflictos de la localidad y su gente, tanto internos como
externos; a veces se vive en equilibrio con los vecinos, en otras ocasiones, se
arrastran profundos y graves conflictos legales casi siempre por tierras u otros
recursos que culminan con enfrentamientos y hasta con muertes de una y otra
parte. Cada localidad suele tener su rival en alguna localidad inmediata. Los
motivos pueden ser diversos y van desde peleas locales o competencias por
mujeres, hasta fenómenos que no pueden ser explicados completamente por
testimonios orales, por lo que es necesario indagar en otras fuentes para
entenderlos, pasa por ejemplo en pleitos por status políticos, conflictos por límites
de tierras, adscripciones religiosas diversas, etc., pugnas que a veces hunden sus
raíces en lo profundo de la historia.
Luego de este recorrido que implicó ir de la información documental a la de campo
y desde ésta nuevamente a la revisión crítica de los datos estadísticos o de
archivo recabados, se puede estar ya en posición de centrarse en el tema
específico que el investigador desea conocer.
Reflexiones finales
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Para culminar este ensayo, hay que destacar que la riqueza de la investigación y
el diagnóstico no estará dada por lo interesante o extraordinario de lo real, sino por
la capacidad del investigador para hacer relevante lo que trivialmente pudo
parecer sin importancia y pasar desapercibido. Lo real ―según Pierre Bourdieu―
no tiene nunca la iniciativa puesto que sólo puede responder si se lo interroga
(Bourdieu, 2003, p. 55). Es necesario cuestionar las evidencias del sentido común
concibiendo la realidad con el cuidado que se merece, tomando también en
consideración que el propio proceso de construcción de los datos implica
posicionamientos teóricos y metodológicos. De este modo, asumiremos
críticamente que no existen datos dados de por sí, ya que todas las observaciones
empíricas están necesariamente cargados de teoría e incluso los actos ordinarios
de percepción como el ver, tocar, oír, están profundamente condicionados por
nuestras conceptualizaciones previas (Blaug, 1985, p.61. Véase también Osorio,
2012, pp. 12-13), por tanto, es necesario propiciar una actitud crítica sobre
nuestras propias reflexiones, de tal modo que nos permita ver errores y omisiones
donde podemos dar por hecho que existen verdades o certezas y por ello tal vez
valga la pena plantearse nuevas interrogantes.
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