HISTORIA SOCIAL GENERAL
FICHA No. 2
El arco de la diferencia
Familia y relaciones sociales en los inicios de la humanidad1
Gabriela Gresores
I. Introducción
1. Las primeras divisiones del trabajo
Desde hace ya mucho tiempo los estudios arqueológicos confirman que durante la etapa
más larga de su existencia la humanidad no conoció las relaciones de clase, la explotación, ni las
luchas vinculadas a que una parte minoritaria de la sociedad se apropiara del trabajo de la otra
parte. Esto fue así en los orígenes de la humanidad y se mantuvo durante miles de años. En este
trabajo trataremos de sintetizar los monumentales procesos que cambiaron esta situación hace
más de 30.000 años, aunque no debemos olvidar que el largo camino de la sociedad sin clases a
las sociedades de explotación tuvo cronologías muy diferentes y que todavía muy entrado el
siglo XX se encontraban pueblos que resistían los embates de la “modernidad” y mantenían sus
formas ancestrales de organización social en África, América y Oceanía.
Que no existieran diferencias de clase ¿quiere decir que no había diferencias entre las
personas? Seguramente las había: la variedad, la diferencia, es parte de la naturaleza y los
hombres reconocieron y simbolizaron aquellas que les resultaron significativas. Es notorio que
los más diversos pueblos reconocieron y simbolizaron las diferencias de género y edad;
reconocimiento que remite a los roles que los diferentes sujetos ocupaban en la supervivencia
material del grupo: la división social del trabajo; roles estables, repetidos generación tras
generación a través de la enseñanza.2
En la medida en que los primeros hombres adquirían experiencia, la práctica y la
reflexión sobre la práctica -como preparación para nuevas acciones- destiló imágenes del mundo
-ideología- como materia prima del “tejido social” en formación. Las primeras diferencias,
fuertemente ancladas en la matriz biológica (sexo y edad) fueron registradas, jerarquizadas y
1 Este trabajo es una síntesis de los teóricos dictados en las cátedras de Historia Social General (UBA) e
Introducción a la Historia de las Sociedades (UNSA) por Gabriela Gresores y Claudio Spiguel. Quiero
destacar el trabajo de Claudio cuyas palabras se confunden con las mías, aunque por supuesto lo libero de
cualquier responsabiliad sobre el resultado final. Agradezco el esforzado trabajo de Liliana Hurtado, Ana
Laura Sofía y Eduardo Giriboni en la corrección de los distintos borradores, los cuales todavía requerirán
un arduo y generoso trabajo de compañeros y estudiantes para lograr una síntesis completa y razonable. 2 Entre las características particulares de la especie se encuentra la unidad entre pensamiento, acción y
transformación. Esta unidad genera productos que son a la vez materiales y mentales. La dimensión
“mental”, inmaterial, es a su vez compleja y alberga tres formas de conocimiento: los contenidos formales
(qué es, cómo es, para que sirve, etc.); emocionales (resonancias, de origen fundamentalmente corporal);
y los valores, (con qué signo y jerarquía se inserta ese objeto en la visión del mundo).
2
simbolizadas y además ritualizadas para hacerlas sistemáticas y transmisibles mediante las
prácticas educativas propias de cada grupo.3
Sobre esta urdimbre se fue tejiendo el complejo mundo de relaciones de los individuos
entre sí dentro del grupo, de un grupo con otros grupos, de los diferentes grupos con el mundo
de la naturaleza y también con los mundos supranaturales. Estas construcciones culturales se
hicieron cada vez más complejas y completas y operaron de manera cada vez menos directa
frente a las condiciones cotidianas de la existencia y constituyeron una dimensión social
fundamental alejada del orden natural.
En este terreno nos interesa destacar algunas notas de los procesos de diferenciación
social:
a) Son procesos originales y a la vez permanentes. Se iniciaron con los orígenes de la
especie y continuaron definiéndose y redefiniéndose hasta el presente.
b) Se trata de procesos universales, con enormes variaciones culturales, pero en todos
los casos se verifican caracteres esenciales comunes (división sobre la base de género y edad).
c) Los inicios en la vida social y los problemas que se plantearon en la relación
hombre-naturaleza merecieron respuestas comparables entre diferentes grupos, algunos muy
distantes en tiempo y en espacio. Estas primeras formas de registro, simbolización,
jerarquización, ritualización y transmisión de valores distinguían a las personas más
importantes, tenían mayor poder de decisión, recibían la mejor alimentación, etc., dentro de una
comunidad. Las ideas acerca de estas divisiones sociales se mantuvieron como divisiones
sociales esenciales pero adquirieron una creciente autonomía frente a las necesidades materiales.
Sin embargo, el desarrollo tecnológico y el grado de dominio del hombre por sobre las
determinaciones naturales, pone en cuestión la base misma de estas diferencias en la vida actual:
la fuerza física de los hombres, por ejemplo, no es hoy una cualidad fundamental para la
supervivencia; así como gran parte de las funciones que asumían las mujeres hoy pueden
redistribuirse. Hoy, las mismas diferencias de género que ya aparecían en las primeras
civilizaciones, no cumplen la misma función y su permanencia, que muchas veces las hace
parecer como “naturales”, no es más que un artificio para sostener las relaciones de opresión y
lograr una enorme masa de trabajo gratuito, como es el trabajo doméstico que aún hoy sigue
fundamentalmente en manos de las mujeres.
2. Diferentes diferencias
En los inicios de la Antropología científica la historia de la humanidad se agrupó en dos
grandes configuraciones: las sociedades donde la producción de la vida se realizaba por medio
de la cooperación (todos los individuos de un grupo cooperan para subvenir a las necesidades
del conjunto) y aquellas donde un pequeños grupo vive del trabajo de las mayorías y al mismo
tiempo organiza la vida política, cultural, religiosa, en función de los intereses de dichas
minorías. Las distinciones dentro de caca sociedad, son un fenómeno permanente, pero sobre
estas, algunas sociedades le dieron forma a la cooperación y otras a la explotación. Pero
postularemos como hipótesis principal de este trabajo que los diversos sentidos de las
diferencias sociales no son reductibles a un solo tipo de diferencia.4
3 La visión totalizante e indiferenciada de las tareas, en un principio, es muy difícil de
comprender con nuestros ojos analíticos acostumbrados a separar los ámbitos de la vida entre
trabajo, vida espiritual, diversión, etc. ¿Cómo entender que la caza en los primeros tiempos era
tanto una tarea económica, mágica y lúdica pero también necesaria? 4 Y aquí se hace nuevamente necesario realizar otra digresión antropológica. Desde los inicios de la
antropología como ciencia se postuló, sobre la base de la división del trabajo, una gran distinción entre
sociedades de cooperación y sociedades de explotación. Sobre esta base Marx y Engels postularon que así
3
Por eso nos parece fundamental proponer una elaboración teórica que permita dar
cuenta tanto de un elemento permanente, tal como es la diferencia, (en términos generales, la
diversidad entre diferentes individuos, lo que denota individualidad o tipos de personas
diferentes, lo que expresa la inagotable variedad del mundo), y al mismo tiempo, registrar tipos
de diferencias, sentidos diversos de estas diferencias y sus implicancias en la vida de los grupos.
Proponemos volver a estas elaboraciones teóricas que nos permitan explicar las diferencias
históricas para discutir con las elaboraciones post-modernas que hoy registran sólo la abigarrada
multiplicidad de los grupos sociales, y que apoyándose en esta constatación postulan que las
sociedades siempre fueron “desiguales” y “jerárquicas”; y pretenden discutir así las evidencias
de sociedades “igualitarias” (en el sentido de “sin explotación”). Que el hombre registre,
simbolice y valore de manera particular la diferencia en todas las sociedades no autoriza a
postular que lo propio del género humano es la explotación.
Por el contrario, podemos pensar que existen tipos de diferencias que pueden entenderse
dentro de un arco o un contínuum que puede contener, al mismo tiempo, elementos comunes
donde se destaquen los cambios sociales e históricos que permitan separar un tipo de diferencia
de otro y al mismo tiempo unir estas diferencias dentro de un arco complejo de relaciones
sociales y conformar así una sistematización de registros de características específicas
recortadas y simbolizadas como diferencia en una sociedad determinada.
En este arco de la diferencia ubicamos en un extremo el registro y la simbolización de
las diferencias materiales encarnadas en el género, la etapa vital, las habilidades diferentes, etc.,
y en el otro extremo, la explotación que se materializa cuando un grupo social vive del trabajo
productivo de otro grupo social. En posiciones intermedias ubicamos una gama de tipos de
diferenciaciones que se puede resumir de la siguiente forma:
1. la distinción. Se distinguen las diferencias más ligadas a la biología: sexo y edad en
función de las tareas. Se privilegia la igualdad y se procura, a través de formas más o menos
ritualizadas, que las diferencias se minimicen.
2. la desigualdad, es una orientación en las relaciones humanas basada en la asignación
a una determinada característica material de a) una valoración o una simbolización jerarquizada
como por ejemplo bueno, malo, más necesario, etc.; y b) determinadas consecuencias que
surgen de los derechos y las obligaciones.
3. la dominación, tiene lugar cuando el elemento que marca la diferencia es utilizado
como fundamento de sometimiento e implica un nivel de enajenación personal más elevado que
la desigualdad.
4. la explotación, cuando un grupo social se apropia de manera sistemática y
permanente del trabajo productivo de otro.
Las formas de relación diferenciada más complejas suponen la existencia de las más
simples y su desarrollo se desenvuelve en el tiempo. Así la explotación es la forma más
moderna y supone a todas las demás y las subsume. Pero a su vez hay que tener en cuenta que la
explotación no implica la suma de las anteriores sino una nueva síntesis.
como nada es eterno en la naturaleza, las clases sociales –y la explotación del hombre por el hombre, de la
que surgen esas clases- no había sido un fenomeno eterno sino histórico, que tuvo un origen, un desarrollo y
puede tener un final; asi como los hombres habían vivido decenas de miles de años bajo sociedades
cooperativas, que se habian luego transformado en otra cosa, la sociedad de clases también podía
desaparecer, transformarse en otro tipo de sociedad, sin clases.
4
Estas maneras de tramitar la diferencia no son aleatorias sino que provienen de
configuraciones específicas de la sociedad: cada forma aparece y se desarrolla en determinados
marcos materiales y simbólicos que requieren también su explicación.
3. El núcleo de las relaciones sociales: las formas familiares
Históricamente muchos pueblos elaboraron maneras cada vez más complejas de vivir en
comunidad. En el siglo XIX, Federico Engels sintetizó el movimiento más general de lo que se
entiende como procesos civilizatorios con estas palabras: es el pasaje de grupos pequeños
nucleados por lazos “sanguíneos”, lo que llamaríamos de una manera muy laxa familias, a
grupos grandes y organizados en base a una “territorialidad”. Este derrotero implicó procesos
universales de producción y apropiación de lo que denominamos “medios de producción”. A
través de los tiempos el principal medio de producción fue la “tierra” y, por lo tanto, para el
estudio de las sociedades la ubicación social de la tierra es un elemento fundamental; en este
sentido podríamos destacar que tierra y lazos familiares son dos pilares inseparables de la
construcción de toda sociedad y, por lo tanto, indicadores privilegiados para su conocimiento.
En principio es interesante destacar que en los discursos sociales “la tierra” y “la
familia” suelen aparecer como elementos inmutables. Y por el contrario, el significado y la
configuración tanto de la relación del hombre “con la tierra” -como elemento básico de la
naturaleza- como las formas familiares como formas básicas de las relaciones de las personas
entre si, las relaciones sociales, son evidentemente formas históricas tan diferentes en la
actualidad con respecto a sus orígenes, que sólo podemos entender sus características haciendo
enormes esfuerzos por relativizar nuestras “verdades eternas”. De ahí la importancia actual del
conocimiento del pasado no sólo como conocimiento “en si”, lo que no es poco, sino
fundamentalmente para reconocer los procesos de constitución, reconstitución y redefinición de
los pilares de nuestra sociedad actual.
En esta exposición articulada sobre el arco de la diferencia incluimos una particular
reflexión sobre lo que conocemos como formas familiares. Justamente porque en el interior de
estas formas familiares los homínidos comenzaron un camino de diferenciación cualitativa del
resto de los animales hacia lo que hoy denominamos trama social. “La tolerancia recíproca entre
los machos adultos, desconocida en el mundo animal donde un solo macho domina la manada, y
la ausencia de celos constituyeron la primera condición para que pudieran formarse grupos
extensos y duraderos dentro de los cuales únicamente podían operarse la transformación del
animal en hombre”.5
Es de destacar los esfuerzos de síntesis teórica que realizaron tanto Marx y Engels -y
otros autores de su época- para comprender en profundidad las sociedades pasadas con los aún
pobrísimos conocimientos con los que se contaba en siglo XIX. Conocimientos lastrados de
preconceptos y mitos sobre la superioridad innata europea y lo eterno del sistema capitalista y
su cultura, de la familia burguesa, etc. De Engels tomamos la idea de que la relación con la
Naturaleza, -producción de bienes de uso- se encuentra siempre articulada con la producción del
propio hombre, su familia y sus relaciones sociales. El concibe esta relación como un camino
desde las formas más simples de producción, dentro de las que las relaciones sociales aparecen
determinadas de manera inmediata por las características de la especie humana y su
configuración grupal (diferencias de género, de etapa vital, de fortaleza, etc.) hacia una sociedad
donde la producción se hace cada vez más compleja en sus aspectos materiales y simbólicos y
las relaciones sociales se van volviendo territoriales: la dominación de determinados sectores
sociales sobre un espacio específico.
5 Engels, F., El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Planeta, Barcelona, 1992. P. 144.
5
El libro de Federico Engels, “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”
retoma las investigaciones de un antropólogo, Charles Morgan, un estudio etnográfico sobre
poblaciones originarias de Norteamérica. Con esa información de base y un conocimiento
profundo de la historia del Viejo Mundo, Engels elabora una síntesis histórica de las primeras
formas sociales atendiendo a la vez al desarrollo de la producción de bienes de uso y de las
relaciones sociales. A partir de este material reflexiona sobre la ideología, los vínculos entre los
hombres y la cultura: la producción de hombres. En estos dos polos de relación (hombre-
naturaleza y producción de hombres) Engels marca un camino para pensar históricamente que
se origina en las relaciones puramente familiares -es decir, donde el hombre modifica la
naturaleza inserto en relaciones de “sangre” y dentro de configuraciones familiares- que hoy nos
resultan casi impensables, como el matrimonio por grupos consanguíneos
En el matrimonio por grupos todos los machos y todas las hembras podían mantener
relaciones sexuales y su descendencia era común, sin que rigieran leyes de incesto. Pero este
tipo de relación, tan próxima a las configuraciones de la horda de los primates superiores,
requirió de ciertas prohibiciones para regularizar la diferencia que convertía a estas “familias”
en únicas dentro del reino animal: el hecho de que los machos no compiten entre sí. Estas
primeras reglas se refieren a los hechos más importantes en la vida de los hombres, hechos de
los que además, entre los animales, sólo los hombres son concientes: la vida y la muerte, la
prohibición de matar a los miembros del propio grupo y la prohibición del incesto (regla
sexual). Estas primeras reglas sociales (que seguramente no fueron las únicas, pero sí las más
universales) implicaron un corte irreversible con las conductas animales. En la horda los machos
jóvenes debían matar a sus progenitores para pasar a ser los machos dominantes y así ganaban el
derecho de procrear con todas las hembras del grupo con las cuales los unían vínculos de
parentesco que hoy denominamos madres, hermanas, hijas, tías, primas y sobrinas.
La interdicción de matar dentro del grupo y la prohibición de procrear con algunas de
estas hembras acompañan los cambios en la producción, la necesidad de mayor cantidad de
brazos para producir, y también para defender los bienes del grupo: territorio, productos
almacenados y también mujeres y niños.6 Por lo tanto estos grupos consanguíneos tuvieron que
abrirse y conectarse entre sí y establecer relaciones combinadas, tanto consanguíneas como de
alianza (matrimonio) e ingresar así a las primeras formas de la política. Esto implicó que las
reglas de vida y muerte y de “matrimonio” pudieron extenderse a grupos más amplios. Aquí
debemos destacar otra constante histórica: la importancia que dan los hombres a las relaciones
de sangre, que se verifica en la configuración de parentescos que toman la forma de la
consanguinidad cuando ya la han perdido. Así se instituye un antepasado común, mítico, que
uniría a los hombres “como” lazos de sangre, cuando estos lazos ya no existen. A lo largo de
toda la historia los hombres recrearon lazos “como” de sangre, que les permitieran romper con
la consanguinidad sin perder su fortaleza simbólica. El parentesco sería entonces una
configuración social y política que toma la apariencia de consanguinidad para mantener una
cohesión, del orden de la “naturaleza”, que ha perdido en el camino de ganar fortaleza numérica.
Las reglas del parentesco se vuelven cada vez más sofisticadas e intrincadas y rigen la base de la
vida social aún cuando en la sociedad moderna se encuentran muy debilitadas.
La familia es una de las instituciones sociales más prestigiosa justamente por su
apariencia de configuración “natural”, sumada a la concepción de que el orden “natural” no
puede ser cuestionado. La familia constituye el vínculo primario, es el núcleo principal de la
reproducción de los hombres, a la vez biológica, pero también ideológica, en etapas tan
iniciales, que sus contenidos y sus formas parecen nuevamente del orden de la “naturaleza” y no
pueden ni deben ser cuestionados. Así se construyen desde la infancia estructuras de conductas
6 Resulta interesante constatar que tanto mujeres como niños ya desde las primeras épocas fueron botines
muy preciados. Las violaciones sistemáticas en las guerras más recientes y la apropiación de bebés por
parte de fuerzas represoras o invasoras es una constante que llega a la actualidad.
6
conocidas como matriz de aprendizaje o habitus7, modelos de aprendizaje y de conducta tan
profundos y recurrentes que el estructuralismo en algún momento pensó que estaban impresos
en el código genético.
En el momento en que Marx y Engels procuraban comprender las fuerzas profundas que
reglaban la sociedad y sus transformaciones, la dilucidación de las relaciones entre las familias
y la sociedad de explotación aparecía como fundamental. Esta vinculación preocupaba
particularmente a los revolucionarios, porque era evidente el rol de las familias en el violento
disciplinamiento de la nueva fuerza de trabajo que necesitaba el sistema capitalista. El siglo
XIX es un momento especial en la conformación de la familia y lo que se denominó “aparatos
ideológicos del estado”.
4. Las relaciones sociales de producción
Entrelazadas con las relaciones familiares, primer núcleo de la constitución histórica del
hombre, (y al principio coincidiendo con ellas) aparecen otras relaciones sociales que pasan a
ser el fundamento de la sociedad, las relaciones sociales de producción. Las relaciones sociales
de producción son aquellas relaciones en las que entran los hombres, independientemente de su
voluntad, para reproducir sus vidas y sus necesidades. Para comprenderlas tenemos que
identificar las tres dimensiones principales de estas relaciones:
a) las relaciones de propiedad: estas relaciones se constituyen a través de la
disposición desigual de los medios de producción (la tierra, los instrumentos, las
maquinas), disposición a menudo cristalizada en derechos. Aunque en la actualidad
haya una idea muy clara de lo que es “propiedad” es importante recordar que como
todos los fenómenos sociales, la noción de “propiedad” es histórica y en cada
momento tuvo significados diferentes, confusos e incluso contradictorios. En las
primeras sociedades no había noción de propiedad, porque los medios de
producción (y casi todo, además) eran del conjunto del grupo, como era de todos no
era de nadie. Existía sí una idea de posesión frente a otros grupos que amenazaban
el acceso a los recursos. Sólo mediante procesos muy violentos las grandes
mayorías fueron perdiendo la posesión de sus medios de producción. En general son
procesos muy modernos vinculados con la industrialización. Sin embargo en la
medida en que la sociedad se fue dividiendo, especializando y aparecieron las
relaciones de explotación, las clases dominantes comenzaron a concentrar la
propiedad de algunos medios de producción particulares; estos procesos de posesión
y desposesión garantizaron un cierto tipo de relación en el trabajo. Las relaciones de
propiedad son, entonces, en el plano de las ideas y de las regulaciones establecidas
por el poder (la superestructura), la expresión de de las relaciones sociales de
producción, es decir, parte de la estructura económica de la sociedad. Por este
carácter de enlazar estos dos aspectos –estructura y superestructura- y por su
historicidad, el conocimiento de las relaciones de propiedad es una guía
invalorable para el estudio de las sociedades y la comprensión de sus diferencias.
b) La organización social del trabajo y las relaciones de los hombres en el proceso de
trabajo. ¿Quién dirige, quién es dirigido? ¿Cómo se produce: individualmente o
colectivamente? ¿Cómo producen: los siervos en el monasterio medieval o los
campesinos en su parcela individual? ¿Quién organiza? ¿Cooperamos entre nosotros
o no: producción pequeña, individual, aislada o producción social y colectiva?
¿Cómo es la organización social del trabajo en la sociedad capitalista? En la fábrica,
donde todos los procesos productivos interconectan a los productores entre sí. Por
7 Bourdieu, Pierre. El sentido práctico. Taurus, Madrid, 1991. p.104; Quiroga, Ana P. Matrices de
aprendizaje. Constitución del sujeto en el proceso de conocimiento. Ediciones Cinco. Buenos Aires.
1994.p.43
7
otra parte en el seno de una misma relación social de producción cambia la
organización social del trabajo. Para el capitalismo no es la época de la
manufactura (de los obreros manuales y un patrón que compraba materia prima y
donde se hacen los productos con instrumentos manuales) que en la gran industria
maquinizada o en los monopolios modernos, donde a su vez el patrón ya no es el
patrón sino un ejecutivo a sueldo que opera por delegación de los propietarios. O
sea que va cambiando la organización social del trabajo y hay un proceso de
cambios en el seno de una relación de producción.
c) Las relaciones de distribución: aluden al reparto de la riqueza social entre las
diferentes clases que componen la sociedad. ¿Cómo eran las relaciones de
distribución en la etapa de la caza y la recolección? ¿Cómo eran en la comunidad
aldeana? ¿Y en la sociedades tributarias? ¿Cómo recibe el productor su trabajo
necesario en una sociedad con explotación? ¿Y cómo se apropia el apropiador del
trabajo excedente? ¿Cómo se apropia el esclavista? Se queda con todo lo que
produce el esclavo. ¿Y el esclavo cómo se apropia de su sustento? Es el esclavista
quien le da de comer para que no muera. ¿Cómo se apropia el campesino feudal?
Con lo que le queda de su parcela. ¿Y el terrateniente feudal? De la renta feudal que
obligatoriamente le paga el campesino, en trabajo y en producto. ¿Cómo se apropia
el obrero de la parte que le correspondería? A partir del salario, que paga el valor de
su fuerza de trabajo vendida, para que pueda reproducirla e ir a trabajar al día
siguiente, con el alimento de sus hijos, etc. Y ¿cómo se apropia el capitalista? Por
ser el dueño de los medios de producción (y de la fuerza de trabajo que le compró al
obrero) se apropia de lo producido y, al venderlo, en el mercado realiza la plusvalía,
ese valor adicional creado por el obrero en el proceso productivo, –adicional a lo
que el obrero recibe como retribución por la venta de su fuerza de trabajo- y no
retribuido por el capitalista.)
Las formas de la distribución tienen que ver con estos grandes tipos de relaciones de
producción, relativamente universales que podemos descubrir a lo largo de la historia, siempre
en correspondencia e interacción con un determinado grado de desarrollo de las fuerzas
productivas de la sociedad.
5. Los Modos de Producción
Las relaciones sociales de producción están unidas de manera compleja y contradictoria
con lo que Marx denomina fuerzas productivas. El concepto de “fuerzas productivas” alude a
los aspectos tecnológicos de una sociedad: qué se produce, cuánto, cómo, con qué instrumentos.
Sin embargo no tenemos que pensar la tecnología separada de los hombres. La principal
tecnología es la que conforman los mismos hombres que trabajan, cuántos son, cuáles son sus
conocimientos, qué instrumentos usan, cómo y para qué los usan. El bagaje intelectual de los
propios operarios, en especial el conjunto de “conocimientos prácticos” emanados de la labor
industrial constituyen una acumulación de tecnología importantísima. Esto se puede visualizar
comparando las diferencias de calidades de un mismo producto, de la misma marca, fabricado
en distintos lugares. Entre otras variables intervienen estos conocimientos adquiridos en la
práctica, como conocimientos tecnológicos; es decir los instrumentos y técnicas y las
capacidades humanas de los que los crean y utilizan, componen las fuerzas productivas de una
sociedad.
Las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas conforman lo que
llamamos “modos de producción”. El “Modo de Producción” es una estructura de
funcionamiento de la sociedad, alude a elementos combinados entre si que tienen una lógica de
funcionamiento en sí misma, pero que nunca aparecen aislados, puros como una estructura
absolutamente homogénea, siempre aparecen combinados con otros en la realidad en una
estructura mayor que conocemos como Formación Económico Social. Los modos de producción
son las estructuras comparables, universales que hay en formaciones sociales que son siempre
diferentes entre si. Decimos que los modos de producción son una abstracción científica, porque
8
expresan un elemento real determinante en la organización socioeconómica, determinante de
realidades de larga duración. La sociedad cambia pero hay una relación básica que es
relativamente regular y determinante, y que si la descubrimos nos permitirá comenzar a
reconstruir todo lo concreto y particular de esta sociedad.
II. Las configuraciones históricas
Las sociedades igualitarias y las desigualdades
“Han pasado cerca de tres millones de años de evolución biológica y cultural. Al final
del Paleolítico, el Homo Sapiens Sapiens, última especie sobreviviente del género Homo, llegó
a fabricar todo tipo de utensilios muy finamente trabajados en piedra tallada, hueso, marfil,
cuerno y madera. Gracias a estos instrumentos, desarrolló modos de predación (recolección,
caza y pesca) especializados y diferenciados, adaptados a medios cada vez más variados y
extensos”.8
La prejuiciosa mirada del siglo XIX concebía “a los cazadores-recolectores como
sociedades fosilizadas, de salvajes primitivos que habían pasado inadvertidos y sin tener
conciencia del mundo moderno. Esto, desde luego, es un disparate. En términos biológicos, los
cazadores-recolectores eran tan modernos como los exploradores que los `descubrieron`; sólo
que se automantenían según un método antiguo… En la práctica, la economía de caza y
recolección no es una búsqueda incesante de comida, como han supuesto muchos antropólogos,
sino un sistema que permite disponer de mucho más tiempo libre del que se consigue en la
sociedad agrícola o en la industrial”9 Este tipo de organización casi desapareció, pero es
interesante recordar que ocupaban gran parte del planeta hasta el siglo XVIII.
“El análisis de muchos pueblos cazadores-recolectores revela que en el estilo de vida de
todos ellos hay semejanzas significativas, al parecer impuestas por su modo de vivir y, por
consiguiente, importantes para que nos formemos una idea sobre el carácter general de la vida
de nuestros antepasados”10
,
“Un grupo recolector se compone de unas 30 personas, cifra que ha dado en llamarse
uno de los “números mágicos” de la vida del cazador recolector. Toda la gente que caza y
recolecta en todo el mundo tiene como núcleo de su vida social y económica un grupo de este
tamaño. Parece ser la combinación óptima de adultos y niños para explotar los alimentos
vegetales y animales tan dispersos de los que viven; si el número es menor, la estructura social
se debilita; si es mayor, hay que aumentar el esfuerzo laboral para recoger lo suficiente para
todos.11
En el proceso de “hominización” en estos grupos, como ya señalamos, los machos no
compiten entre sí sino que cooperan. Un punto esencial para desarrollar la sociedad es el
ordenamiento de la actividad reproductora. Estos grupos/familias eran inicialmente
consanguíneos, ya que los intercambios sexuales se realizaban en el interior del grupo. Sin
embargo, tempranamente comenzaron a establecerse las primeras reglas sexuales. Si la sociedad
sólo es posible a partir de determinadas reglas de funcionamiento en común, (lo que los
integrantes del grupo pueden o deben hacer o les está prohibido. junto con las reglas sobre vida
y muerte, a quién se puede o se debe matar), las reglas de ordenamiento sexual (incesto) fueron
las más importantes. Las reglas del incesto aparecen en todos los grupos de cazadores-
recolectores que fueron estudiados por los etnólogos. Pero si lo universal es la prohibición del
incesto (algún tipo de prohibición sexual imprescriptible) la variedad de estas prohibiciones es
enorme, lo cual es la demostración más cabal de la separación del hombre de su condición
8 Revista Ciencias Humanas Nº 151. Paris. Julio 2004
9 Leakey, Richard E. La formación de la humanidad. Ed. Del Serbal, Barcelona 1981.p. 100
10 Leakey, Richard E. La formación de la humanidad, op. Cit. P. 111.
11 Leakey, Richard E. La formación de la humanidad. P. 104
9
natural y su adaptación social, no biológica, a las condiciones de existencia que también va
configurando socialmente en interacción con la naturaleza. Y aunque frecuentemente las
personas tienden a elegir parejas más o menos estables, la variabilidad de quiénes son las
parejas elegibles es tan enorme que incluso, en casos extremos se separan aquellos que pueden
ser genitores (encargados de la reproducción sexual) de aquellos con quienes se convive. La
gran variabilidad en el emparejamiento y su relación con las condiciones concretas de existencia
muestra lo alejado que está el hombre de un modelo familiar “natural”.12
Las sociedades de cazadores-recolectores se rigen por la cooperación y la igualdad.
Marx y Engels denominaron el Modo de producción propio de estas primeras sociedades como
“Comunismo Primitivo” y aunque no es estrictamente un “Modo de Producción” ya que se basa
en la recolección, estas comunidades ya producen buena parte de su vida económica: producen
sus instrumentos de trabajo, elaboran sus alimentos, etc. Este modo de producción se basa
entonces en la cooperación y en el igualitarismo, acorde con un desarrollo tecnológico muy
sencillo y tareas indiferenciadas. Estos grupos reconocen las diferencias de género y edad, les
otorgan símbolos y rituales, tal como lo muestran estatuillas y pinturas rupestres, pero son
básicamente sociedades que se encuentran en el extremo más igualitario dentro del arco de la
diferencia. Y si en algunos pueblos comienzan relaciones de desigualdad en función de algún
atributo importante para la comunidad (el mejor cazador, el anciano más hábil, etc.) y estas
personas reciben algún reconocimiento (más alimento o mejor, por ejemplo), esta desigualdad
no suele permanecer.
“…entre prácticamente todos los pueblos recolectores, quienes recolectan la mayoría de
los alimentos vegetales son las mujeres, mientras que la mayor parte de la caza la aportan los
hombres. Hay excepciones, desde luego, como los aeta, de las Filipinas, cuyas mujeres
comparten la cacería con los hombres. Pero en la inmensa mayoría de los casos hay una división
sexual del trabajo”.13
Y esto es así, no tanto por incapacidad física de las mujeres, sino más bien
por su rol de cuidadoras de niños cuya presencia es incompatible con las exigencias de la caza.
Entre estos pueblos no suele haber diferencias jerárquicas entre hombres y mujeres. Cada uno
tiene sus atributos. Pero en el plano simbólico existen dos elementos de reconocimiento a la
femeneidad que luego se irán perdiendo: uno es el reconocimiento de la superioridad femenina
por ser la que tiene capacidad de reproducir la especie. Las primeras sociedades hicieron culto
de la fertilidad de la mujer y frecuentemente las deidades más importantes eran femeninas;
asimismo, en el matrimonio por grupos sólo se conocía quién era la madre de los niños, por lo
tanto eran las mujeres las que controlaban su descendencia y quienes transmitían la línea de
parentesco. Cuando la familia dejó de ser consanguínea se mantuvo mucho tiempo la
“matrilinealidad” (la transmisión de la adscripción familiar por vía materna) conservando una
cuota de relevancia política para las mujeres que transmitían así el “nombre” y la pertenencia a
la familia, sus bienes y sus costumbres.
Las mujeres de los pueblos de cazadores-recolectores tienen hijos cada 3 o 4 años
“…parece ser una respuesta biológica a la exigencia física de movilidad. Hay que transportar a
los chiquillos durante la recolección y para mudarse de un campamento viejo a otro nuevo. Sería
tarea muy ardua transportar dos niños y a la vez recolectar…Así pues, parece que todos los
12
A partir de diferentes ejemplos etnográficos, la antropóloga Susana Narotzky muestra cómo los lugares
que hoy asignamos al padre, como compañero de la madre y protector y educador de los hijos, pueden ser
tomados por otros hombres, como los hermanos de la madre, e incluso por mujeres en las familias de
diferentes pueblos. Narotzky, Susana. “El marido, el hermano y la mujer de la madre: algunas figuras del
padre”. En: Tubert, Silvia. Figuras del Padre. Madrid, Cátedra. 1997. 13
Leakey, Richard E. La formación de la humanidad, op. Cit. P. 105-6
10
cazadores-recolectores del mundo entero han sabido encontrar el espaciamiento óptimo,
independientemente unos de otros”.14
Desde el punto de vista del desarrollo de las fuerzas productivas, estos grupos ya se han
separado de las formas animales. No sólo pueden aprovechar objetos de la naturaleza para
lograr sus fines (esto pueden hacerlo también otros mamíferos superiores), sino que pueden
construir sus instrumentos, perfeccionarlos y transmitir al grupo este conocimiento. Su
tecnología es muy sencilla (básicamente instrumentos de piedra trabajada, puntas, mazas, etc.)
pero justamente por eso desarrollan una gran habilidad en su utilización.
Los cazadores recolectores no suelen acumular comida. Tienen por lo general reglas
éticas muy férreas que los impulsan a compartir cuidadosamente el producto de su caza. “Así
como para la ética capitalista los elementos centrales son el provecho y la racionalidad, para la
conducta de la vida social en las sociedades recolectoras lo central es compartir…De todos
modos, este comportamiento no es automático; al igual que casi todos los modos humanos de
comportarse, hay que aprenderlo desde la infancia. Dice Richard Lee: `Todo niño nace con
capacidad para compartir y con capacidad para ser egoísta. ´Lo que en él se alimenta y se
desarrolla es lo que cada sociedad concreta considera como lo más valioso.”15
En síntesis: “De los diversos tipos de homínidos que vivían hace de dos a tres millones
de años, uno de ellos –la estirpe que llegó a ser la nuestra- ensanchó su base económica
mediante el reparto de la comida y la inclusión de más carne en su dieta. El desarrollo de una
economía de caza y recolección fue una fuerza potente de entre las que nos hicieron
humanos”16
.
Esos procesos económicos fueron acompañados por una intensa actividad creadora,
creadora de instrumentos para la caza, para la recolección. Aparece la cestería y, vinculada a
ella, la cerámica, se transforman las casas y los vestuarios, pero también de formas de registro
de sus pensamientos: las pinturas de las cavernas son buena muestra de toda una dimensión
ideológica, cultural, que en su mayor parte hoy desconocemos. Las pinturas nos permiten
entrever un mundo de creencias, pero también de enseñanzas, que nos vuelven a alertar sobre lo
imprescriptible de la función educativa en nuestra especie.
La revolución neolítica
La mayor parte de los pueblos del mundo adoptaron alguna forma de agricultura y
cambiaron su estilo de vida por otro nuevo hace unos 10.000 años. Este proceso tiene algunos
aspectos notorios:
1) La velocidad de la transición. “Durante tal vez dos millones de años, los antepasados
del hombre habían sido cazadores-recolectores nómadas. Luego, en un período de pocos
millares de años, la antigua forma de vida fue prácticamente abandonada”17
.
2) El crecimiento espectacular de la población que acompaña el proceso de
agriculturización
3) La universalidad e independencia de los procesos. En el estado actual de las
investigaciones, se citan generalmente seis núcleos. “El Núcleo del Cercano Oriente que se
constituyó en Siria-Palestina entre -10.000 y 9.000, donde fueron domesticados el trigo, la
cebada, las arvejas, las lentejas, el lino (…), las cabras, las ovejas, las vacas, los cerdos. El
Núcleo Centroamericano, al sur de México, donde a partir de -9.000 se domesticaron el maíz,
los porotos, los garbanzos y el algodón. El Núcleo Chino, que se edificó en China del Norte, en
14
Uno de los mecanismos para evitar el embarazo sería la costumbre de amamantar durante varios años a
los bebes, incluso cuando el flujo de leche ha cesado. Leakey, Richard E. La formación de la humanidad,
op. Cit. P. 106 15
Leakey, Richard E. La formación de la humanidad op. Cit. P. 109 16
Leakey, Richard E. La formación de la humanidad, op. Cit. P. 111 17
Leakey, Richard E. La formación de la humanidad Op. Cit. P. 205.
11
las márgenes del Río Amarillo Medio y se extendió luego hacia el Noreste y el Sudeste entre -
8.000 y 6.000, donde fueron domesticados el arroz, el mijo, la soja, el ramio y, sin dudas, las
vacas, las gallinas y los cerdos. El Núcleo Neo Guineano que habría surgido en el corazón de
Papua Nueva Guinea hace 10.000 años donde fueron domesticados el taro y el cerdo; El Núcleo
Sudamericano que se desarrolló en los Andes hace 6000 años, donde fueron domesticados la
quinoa, la papa, los lupines, la llama, la alpaca… Finalmente, el Núcleo Norteamericano, que se
ubicó en la cuenca media del Mississipi entre -4.000 y el -1.800, donde se domesticaron la
cebada y el girasol. .. Durante los milenios siguientes, las agriculturas surgidas de estos núcleos
se propagaron, paso a paso, en todas direcciones, por diversas regiones del mundo, y formaron
así tres grandes áreas de difusión: un área indo-afro-europea surgida del Núcleo Cercano-
oriental, un área americana surgida del Núcleo Centroamericano y un Área Asiática, surgida del
núcleo chino. También formaron otras dos áreas, más reducidas, correspondientes a las regiones
ganadas por los cultivos de origen neoguineano y sudamericano. La agricultura de origen
norteamericano, que se constituyó tardíamente, no tuvo prácticamente tiempo de extenderse
antes de ser envuelta en el área de difusión de la agricultura centroamericana. En estas áreas de
difusión fueron domesticadas nuevas especies de plantas y animales. 18
Si bien hoy podemos saber con bastante certeza dónde, cuándo y cómo se produjo el
cambio, la pregunta por las “causas”, el por qué cambia es mucho más oscuro. No
desarrollaremos este punto pero mencionaremos que las teorías “difusionistas” en donde un
pueblo “genial” descubría la agricultura y la expandía por el mundo han sido completamente
impugnadas.
Por el contrario, los arqueólogos postularon muy diversas teorías sobre las “causas” a
partir de la interpretación de sus evidencias materiales. Podríamos sintetizar estas “causas” en
tres grandes grupos:
1) las explicaciones climáticas (calentamiento, enfriamiento, sequía, etc.)
2) las explicaciones demográficas (aumento de la población, disminución de la
población, etc.)
3) las explicaciones culturales y sociales. (desarrollo de las fuerzas productivas;
desarrollo de la densidad social, la cultura y la política).
Leakey concluye que no hay indicios suficientes como para apoyar una u otra teoría y
“es muy posible que la revolución agrícola fuera tan compleja e implicara tantos factores
distintos que ningún modelo sencillo pueda llegar a describirla”.19
Explica el pasaje no como un
cambio violento, sino como el pasaje de una recolección especializada a una selección cada vez
mayor, una recolección sistemática que permitió la sedentarización y de ahí a la domesticación
de los animales, la especialización de los oficiales (artesano, comercio) y una complejidad
cultural mucho mayor. Los hombres, con sus desplazamientos y migraciones, llevaron estos
conocimientos consigo al resto de las regiones. 20
Dar respuesta a estos interrogantes es muy complejo y requiere de recursos muy
sofisticados, y sin embargo el recurso más sofisticado se esteriliza si es utilizado en una
dirección errónea y por el contrario, los recursos más modestos pueden dejar sentados principios
muy eficaces para luego desarrollar investigaciones. Dentro del tema de la revolución neolítica
las preguntas sobre el cómo fue posible la revolución neolítica atrajeron grandes esfuerzos
explicativos.
En la bibliografía se analiza la concurrencia de diversos factores: el cambio en las
formas productivas, las consecuencias, en tanto generación de un excedente acompañado por
cambios en la organización social y en la cultura, en el lenguaje, en el pensamiento, etc. La
18
Lawrence Roudart y Marcel Mazoyer. El nacimiento de la Agricultura. Revista Ciencias Humanas Nº
151. Paris. Julio 2004 19
Leakey, Richard E. La formación de la humanidad, op. Cit. P. 111 20
Leakey, Richard E. La formación de la humanidad, op. Cit. P. 112.
12
estructura social va moviéndose, experimentando cambios desde las características propias de la
sociedad de cazadores-recolectores. Este movimiento no sólo tiene que ver con características
técnico-económicas, sino obviamente, con las relaciones sociales: las relaciones igualitarias
sostenidas dentro del grupo sufren cambios. A propósito de ello, con la evidencia arqueológica
se pudo investigar hasta cierto punto cómo variaron esas formas de relación.
Sin embargo, a pesar de tantos esfuerzos, los arqueólogos vuelven una y otra vez sobre
las mismas líneas de interpretación. Estas líneas podrían agruparse en dos grandes corrientes: la
que plantea que estos procesos han sido revoluciones, cambios abruptos en tiempos breves; y la
corriente que plantea que han sido evoluciones, es decir, procesos muy lentos que por sucesión
o adición cuantitativa han dado un resultado de cambio. Por ejemplo, Leakey plantea que hay
una relación muy estrecha entre la recolección y la agricultura, ya que en sus inicios la
agricultura no sería más que una recolección especializada. Ahora bien, in extremis el resultado
es que esta recolección se va haciendo tan especializada que deja de ser recolección. Pero no
debemos tener en cuenta sólo ese fenómeno técnico-productivo, el desarrollo de nuevas fuerzas
productivas, también acontece el cambio social que implica que las pequeñas unidades
habitacionales de cazadores-recolectores se nucleen en grupos más amplios; el profundo
impacto de la sedentarización; el aumento de la población y otros cambios concomitantes. Esto
implica un cambio tal para la humanidad que ésta ya no vuelve más a ser como era. Quizá, la
dificultad para encontrar una respuesta a la pregunta por las causas de este monumental proceso
civilizatorio no radique solamente en la falta de indicios –como plantea Leakey-. Quizá radique
más bien en el tipo de preguntas; buscar una “causa” principal presente en todos aquellos
lugares donde el cambio se produjo de manera independiente. Quizá estas preguntas por las
“causas” sean tributarias de una forma de explicar la realidad que viene del positivismo del siglo
XIX, en donde se suponía que un estímulo material era el responsable de las transformaciones
sociales. Estas explicaciones se vinculan con concepciones mecanicistas, que entienden que un
fenómeno o un conjunto de elementos de la realidad no tienen un movimiento propio, sino que
hay algo exterior que los mueve.
Por el contrario, dada la velocidad y la universalidad del proceso de agriculturización,
da la impresión de que sería imposible encontrar un factor o una causa única En cambio,
encontramos elementos necesarios, elementos que estuvieron presentes en el cambio. El
carácter excepcional pero no único de estos procesos, desarrollados en pocos puntos del planeta,
distanciados entre sí en el tiempo y en el espacio descartan tanto las explicaciones vinculadas a
la mera casualidad (o causalidad azarosa) como también las de la necesidad estructural,
concebida como predeterminada y mecánica. Quizá frente a estas explicaciones arqueológicas,
los historiadores tengamos algo que decir, sobre todo en la inclusión de los procesos políticos
dentro del cambio social. Podríamos pensar que incluir en el análisis la acción de movimientos
en los grupos sociales o incluso en el rol de determinados liderazgos recogidos por las
tradiciones podría enriquecer las hipótesis explicativas también para los procesos civilizatorios.
Es preciso ver tendencias que no operan de modo mecánico pero tampoco surgen azarosamente:
en el plano económico no se puede concebir el abrirse paso de las nuevas técnicas separado de
su interacción con las relaciones sociales de producción: las antiguas, de la banda de cazadores
recolectores, que perpetúan lo antiguo, y las nuevas que surgen haciendo posible una
implantación y generalización de las nuevas técnicas. Y ese proceso no está predeterminado.
Depende en cada lugar de las vicisitudes de esa interacción dialéctica entre ambas dimensiones
del modo de producción. Sin las nuevas técnicas y su proceso de descubrimiento milenario, no
habría condición de posibilidad de los cambios; pero éstos sin transformación de las relaciones
sociales tampoco se efectivizarían. O se abre paso lo nuevo o perdura lo antiguo. Y aquí son
todas las dimensiones de la vida social y cultural las que intervienen en el curso del proceso.
Así estos procesos implicaron enormes cambios en todos los terrenos, no sólo
económicos, sino también sociales, como el sedentarismo que cambió para siempre la forma de
vivir de los seres humanos.
13
Se desarrollaron de manera espectacular lo que conocemos como “fuerzas productivas”:
las formas de la vivienda, la concentración en aldeas y pueblos algunos verdaderamente
extensos, alfarería, la metalurgia, las formas de transporte, de riego, etc.
Con la agricultura aparecen las primeras formas de “propiedad” así como las “leyes”, el
“derecho”: quién tiene derecho a guardar tanto plantas como animales que antes podían ser
“recolectados y cazados” por diferentes grupos, cómo se repartirían estos bienes que ya no
podían ser consumidos en un solo acto (como en las sociedades de cazadores-recolectores), qué
reglas tendrían estos grupos que estaban creciendo para emparejarse y formar nuevos grupos.
Así aparecen nuevas formas familiares, la gens, las tribus. Grupos que ya no son consanguíneos,
que reconocen un antepasado común –generalmente mítico- y que tienen reglas para la
conformación de matrimonios (endogamia, exogamia), para establecer las leyes y los castigos.
Reglas de inclusión y exclusión de los grupos (los que tienen derecho y los que no lo tienen) y
también reglas para mantener dentro del grupo la riqueza obtenida mediante el trabajo y
mediante la guerra.
“Los cambios que se operaron en el hábitat -el mobiliario, las sepulturas y el arte-
testimonian la importancia de las transformaciones que tuvieron lugar en la organización y la
cultura de estas sociedades en esta época. Inclusive, si todo esto no puede captarse y describirse
de manera completa, no hay dudas de que los grupos domésticos convertidos en agricultores
obedecían a un mínimo de reglas sociales que permitían su propia reproducción así como la
reproducción proporcionada por la descendencia de las plantas cultivadas y los animales
domésticos de los cuales dependía su supervivencia.”21
. La organización de mitos cada vez más
complejos seguramente también jugaría su papel en este proceso.
“Otro cambio fundamental es la necesidad del cambio en el lenguaje, y por lo tanto, en
el pensamiento… Nada del nuevo modo de vida hubiera podido ser comprendido, transmitido y
perfeccionado sin el concurso de una lengua renovada, capaz de expresar las nuevas condiciones
materiales (hábitat, el medio, útiles, prácticas agrícolas) y sociales así como las ideas, las
representaciones, y las creencias correspondientes. Habría nacido entonces una nueva lengua
con la agricultura en este núcleo de origen y se habría expandido con ella, diferenciándose en
toda su área de extensión.”22
Engels destaca la importancia de este período, que con Marx denominaron la “barbarie”,
definida ya por la producción de alimentos, pero que además de la metalurgia, y en el
Mediterráneo, se desarrolla la metalurgia del hierro, que cambió para siempre la guerra y la
producción agrícola. Aunque la mayoría de los pueblos no conocieron el hierro, bronce, cobre,
oro y plata cumplieron un rol fundamental en el desarrollo de la vida productiva y también
simbólica. Tanto con el arado de punta de hierro, como con el hacha, la agricultura dio un salto
decisivo e interactuará con otros desarrollos sociales que terminarán subordinando a la aldea
neolítica a nuevas organizaciones sociales con explotación. Sin embargo, estos cambios se
producirán sólo donde las condiciones sociales sean favorables. Todavía en el siglo XVIII los
campesinos de la Gobernación de Paraguay utilizaban arados de hueso.
La agriculturización acentuó los procesos de diferenciación, desigualdad y se introduce
la dominación. La familia también se transforma y se desarrolla lo que Engels denomina
“familia sindiásmica”, separada ya de la “familia consanguínea”. “En esta etapa un hombre vive
con una mujer, pero de tal suerte que la poligamia y la infidelidad ocasional siguen siendo un
derecho para los hombres, aunque por causas económicas la poligamia se observa raramente; al
mismo tiempo, se exige la más estricta fidelidad a las mujeres mientras dure la vida común y su
adulterio se castiga cruelmente. Sin embargo, el vínculo conyugal se disuelve con facilidad por
una y otra parte, y después, como antes, los hijos sólo pertenecen a la madre”.23
Esta
descripción, con todas las precisiones que más de un siglo de etnografía hoy permiten hacer se
21
Lawrence Roudart y Marcel Mazoyer. El nacimiento de la Agricultura. Revista Ciencias Humanas Nº
151. Paris. Julio 2004 22
Lawrence Roudart y Marcel Mazoyer. El nacimiento de la Agricultura. Revista Ciencias Humanas Nº
151. Paris. Julio 2004 23
Engels p. 153.
14
ajusta en reglas generales a la realidad, aunque con grandes variaciones de acuerdo a la
organización socioeconómica de cada grupo.
Engels señala dos características principales de todo este proceso; la generación de un
excedente y la creciente división del trabajo y la especialización. Así aparecen pueblos pastores
y agricultores, aparecen los artesanos y en los espacios entre estos grupos, aparecen ciertos
sujetos que se van a ir especializando en un tipo de intercambio que ya no va a ser el mero
regalo, sino que va a ir cumpliendo una función “necesaria” de redistribución de bienes entre
grupos que disponen excedentes de algunos bienes y carecen de otros. Estos sujetos son los
antecedentes de los mercaderes.
Junto con esta especialización comienza a recortarse también especializaciones políticas
y religiosas: lo que se denomina las “jefaturas”.
Marcelo Campagno precisa una cualidad determinante de todas las sociedades previas a
las relaciones de explotación: una estructura que es a la vez relación social de producción,
relación familiar ( y reproducción de la especie y cría) y relación “política” , (de organización
social, liderazgos y autoridad): “Existe un criterio cualitativo central para establecer la
especificidad de las sociedades que preexisten al mundo urbano y estatal: se trata de la
importancia decisiva del parentesco como práctica de la articulación social… Desde un punto de
vista político, el liderazgo en este tipo de sociedades suele definirse en función de la posición
generacional de los jefes, o bien, de la descendencia que los conecta de manera directa con el
ancestro fundador de la comunidad. Desde el punto de vista económico, las prácticas asociadas
a la circulación de bienes suelen ser de índole sensiblemente diversa si estas transacciones
tienen lugar entre parientes, entre quienes, en los términos del antropólogo Marshall Sahlins,
predominarán formas de reciprocidad generalizada o equilibrada, o entre individuos de
comunidades diferentes, entre quienes predominarán diversos modos de reciprocidad negativa.
Y, desde un punto de vista ideológico, la posición dominante del parentesco, puede advertirse
tanto en la creencia de que todo los integrantes actuales de la comunidad descienden de un
antepasado común como en la definición de los lazos que las entidades sobrenaturales (dioses,
héroes y otros personajes míticos) trazan entre sí o con la comunidad en término de relaciones
parentales.”24
.
Alvin Gouldner plantea que “El principio básico que organiza la trama social es la
norma moral de la reciprocidad: 1) la gente debe ayudar a quien le ha ayudado, 2) la gente no
debe perjudicar a quién le ha ayudado.25
Aunque algunos jefes prosperaron notoriamente en riquezas, poder y área de influencia,
en el seno de esas sociedades de jefatura, no existía la explotación a escala social y permanente.
Conocían sí las desigualdades, e incluso la dominación, pero no la explotación.
Por otra parte, la convivencia entre los grupos de agricultores y cazadores no se hizo sin
conflicto. “Fuera de los núcleos de origen, las más antiguas huellas observables de la agricultura
se sobreimprimen sin transición sobre las huellas de las actividades de las sociedades de
cazadores-recolectores anteriores: no se encontraron allí huellas de una transformación
progresiva de estas sociedades en sociedades de agricultores, lo que da a pensar que las áreas de
extensión de la agricultura neolítica fueron colonizadas por sociedades agrarias pioneras,
previamente constituidas...”.26
“Lo que cambió con la transición desde la caza y la recolección nómadas a la
agricultura sedentaria fue la naturaleza de la sociedad, no la naturaleza del hombre. Los
hombres son esencialmente seres culturales, capaces de responder de varias maneras diferentes
a las mismas circunstancias dominantes”27
. 24
Campagno, Marcelo. El origen de los primeros Estados. Eudeba 2007. p. 12 25
Citado en Campagno, Marcelo. El origin de los primeros Estados. Eudeba 2007. p. 10 26
Lawrence Roudart y Marcel Mazoyer. El nacimiento de la Agricultura. Revista Ciencias Humanas Nº
151. Paris. Julio 2004 27
Leakey, Richard E. La formación de la humanidad, op. Cit. P.242
15
Procesos de Jerarquización y violencia
Frente al igualitarismo de la comunidad, lo propio del neolítico es el inicio de la
división social del trabajo, por encima de la espontánea división sexual y por edad previas.
Luego de “previas” punto. “Esta división del trabajo conduce, en un proceso -que acentuó la
desigualdad en las condiciones de incipiencia de la producción-, a la división de la sociedad en
clases sociales. Ya no sólo se registrarán las diferencias sino que las tareas masculinas van a
comenzar a valorarse más que las femeninas, los hombres comienzan a tener más derechos; hay
quienes van a reclamar ciertos derechos por encima de los otros. Sin embargo, como ya vimos,
esta desigualdad todavía se regula en el interior de la comunidad; aún los “inferiores” siguen
teniendo derechos y los “poderosos” tienen un poder provisorio, funcional, revocable y no
transmisible por medio de la herencia. Incluso los bienes que empiezan a pasar de una
generación a otra dentro de la familia no pueden ser acumulados en demasía ya que estas
comunidades tienen mecanismos de redistribución para restaurar el equilibrio.
Estos procesos distaron mucho de ser idílicos; estuvieron signados por el conflicto y la
disputa y hasta la guerra. Pero es importante estar alerta sobre las explicaciones que naturalizan
los procesos sociales, por ejemplo, las explicaciones eternizantes y metafísicas sobre la
jerarquización y su concomitante, la violencia. En la medida en que se acumulan bienes y se
afiancen elementos de la propiedad individual el conflicto deja de ser ya por la defensa de un
territorio de la comunidad. Cambia de calidad, se tratará de la violencia para dominar a otros; se
desarrollará un nuevo tipo de violencia, que en este caso se dirige a dominar y a conseguir
sustento sin hacer trabajo productivo.
Hay algunos autores como Konrad Lorenz que plantearon que el hombre es violento por
“naturaleza” (y allí la explicación implica un determinismo presuntamente biológico). Sin
embargo, la violencia tiene muy diferentes significados y su rol histórico va cambiando. Las
investigaciones llevadas a cabo dentro de los pueblos cazadores-recolectores permiten ver que
no hay un ejercicio sostenido de la violencia ni del sometimiento dentro del propio grupo.
Las relaciones de explotación: acumulación de riqueza, Estado y Familia
patriarcal. Los nuevos modos de producción
Así como sólo algunos núcleos desarrollaron la agricultura temprana, también se
desarrollaron en un número limitado a ciertos espacios pero no únicos.
Los núcleos que dieron origen a un nuevo tipo de organización social, los primeros
Estados, las ciudades y con ellos las relaciones de explotación, estuvieron vinculados con la
agricultura, pero en América, por ejemplo, algunos primeros núcleos urbanos aparecen
asociados con la recolección de frutos marinos.
Estos procesos complejos implicaron una serie de transformaciones fundamentales que
fueron sintetizados por Vere Gordon Childe, en 1950, como “revolución urbana”. Gordon
Childe realizó una lista de diez indicadores que permitían distinguir el conjunto de
transformaciones que conducían al urbanismo y al Estado. Marcelo Campagno sintetiza estas
características de la siguiente manera:
1) aparición de las primeras ciudades, diferenciables de los poblados previos por
extensión y densidad de población
2) la división del trabajo, con la aparición de especialistas a tiempo completo
16
3) la concentración del excedente de producción como tributo impuesto a los
productores
4) la construcción de edificaciones públicas monumentales
5) la división de la sociedad en clases, con una “clase gobernante” receptora de la mayor
parte del excedente
6) la aparición de la escritura como sistema de registro
7) la elaboración de ciencias exactas y predictivas, tales como la aritmética, la
geometría o la astronomía
8) la elaboración y expansión de nuevos y más homogéneos estilos artísticos
9) la importación por vía comercial de materias primas no accesibles localmente
10) una organización estatal que se basa más en la residencia que en el parentesco.
Nuevamente podemos identificar algunos núcleos donde estas ciudades se desarrollaron
con independencia unas de otras: las primeras en Oriente Medio, Africa, norte de la India, China
y en Centroamérica y los Andes septentrionales. Según Gordon Childe estas transformaciones
se vincularon con procesos cuantitativos: “mayor concentración poblacional que la
correspondiente a una aldea, mayor especialización laboral... 28
, construcciones públicas de
mayor porte..., estilos artísticos más homogéneos..., mayor volumen de intercambios a larga
distancia. Y por la otra parte, aparecen una serie de novedades cualitativas: la tributación en
tanto práctica regular y obligatoria de cesión de excedentes, la emergencia de una clase
gobernante, apropiadora del tributo, y diferente por ello de las eventuales élites no-estatales,
como las que se reconocen en las sociedades de jefatura, la aparición de un sistema de registro
como la escritura y su influencia sobre las ciencias exactas, la constitución de un nuevo tipo de
lógica social que no depende de los principios sociales propios del parentesco”.29
Engels ya había señalado este pasaje de una organización basada en los lazos de sangre
a una organización cada vez más territorial. Este nuevo tipo de organización “implica la
existencia de lo que Max Weber identificó en 1922, en su caracterización del Estado, como el
monopolio legítimo de la coerción. Ciertamente, es a través de la disponibilidad de los medios
de coerción que un sector minoritario de la sociedad es capaz de imponer su voluntad a la
mayoría de la población, de extraer un tributo regular y permanente, de regimentar y sostener
los cuerpos de burócratas y especialistas a su servicio”.30
Pero también tuvieron la capacidad de organizar y movilizar enormes energías sociales
para la transformación de la naturaleza y la generación de excedentes económicos y a la vez de
dimensiones culturales y políticas nuevas de una manera permanente: la generación de obras
monumentales que acompañan este tipo de organización cambiaron para siempre la relación del
hombre con la naturaleza. Las obras de regadío, la construcción de caminos, de flotas para el
comercio a distancia, de grandes centros de almacenamiento, de observatorios astronómicos,
todo ello requería de especialización y concentración de fuerzas sociales. Esas fuerzas sociales
que permiten edificar formas de organización más complejas, como pueden ser las grandes
ciudades-estado, fueron usadas para resolver problemas de necesidades objetivas: el
almacenamiento de alimentos para un año de malas cosechas y la posibilidad de redistribuirlos.
Es decir que permitieron -como señala Lumbreras- garantizar un grado de bienestar, que implicó
a la vez en el inicio y con relación a procesos anteriores, cambios en las condiciones de vida y
28
Ya habíamos señalado el desarrollo de la división del trabajo, especialización, con la neolitización. 29
Campagno, Marcelo. El origin de los primeros Estados. Eudeba 2007 Op. cit. p.9- 10 30
Campagno Op. cit. p. 11
17
crecimiento de la población. La contracara de estos procesos es que, con el desarrollo de la
explotación de grandes masas humanas esas mismas fuerzas sociales fueron usadas también
para desarrollar más perfectamente los instrumentos de dominación violentos - como el ejército
-y culturales- como los grandes templos y construcciones dedicadas a la reproducción
ideológica del sistema.
Por eso, alejados de la concepción evolucionista del siglo XIX, que endiosaba la noción
de “progreso” como un proceso unidireccional hacia la creación de abundancia y de bienestar,
Engels señalaba: “siendo la base de la civilización la explotación de una clase por otra, su
desarrollo se opera en una constante contradicción. Cada progreso de la producción es al mismo
tiempo un retroceso en la situación de la clase oprimida, es decir, de la inmensa mayoría. Cada
beneficio para unos es por necesidad un perjuicio para otros; cada grado de emancipación
conseguido por una clase es un nuevo elemento de opresión para la otra”.31
Claramente la existencia de un excedente es una precondición necesaria para que pueda
aparecer un aparato coactivo y administrativo diferenciado. Lo cierto es que para que exista una
parte de la población que se dedique a observar las estrellas y a hacer cultos religiosos tiene que
haber otra parte que genere comida para sí y para esos otros. Por lo tanto, la generación del
excedente no explica por sí sola la aparición de un sistema coactivo pero es una precondición
necesaria. Pero, a su vez, estos pueblos no pudieron garantizar excedentes crecientes y estables
hasta el punto de generar una estructura comercial a larga distancia sin un aparato que
organizara las fuerzas sociales para que se pudieran dominar las fuerzas de la naturaleza.
También la condición del excedente opera en interacción reciproca con EL desarrollo
de la división social entre trabajo manual e intelectual. este último, requerido por el desarrollo
de la producción, recae en una minoría alimentada por los demás. el conocimiento, ciencia y
arte buscan ser monopolizados por castas-clases dominantes imprimiéndoles sus contenidos,
para asegurar su dominación. Estos mecanismos se vuelven cada vez más sofisticados, se
realizan alianzas con los artesanos y luego se amplía acotadamente el núcleo de personas que
separadas de la producción se dedican a la reproducción ideológica.
Asimismo se van ahondando las diferencias entre la población rural y la población
urbana. Es la producción rural la que debe sostener a la población urbana, al mismo tiempo la
condición de la población rural va quedando cada vez más dependiente de los requerimientos de
la urbana.
Es interesante advertir que si bien las formas de resolver la relación de los hombres con
la naturaleza fueron muy variadas, los mecanismos de organización que garantizaron la
estabilización de grandes cantidades de excedentes fueron comparables a lo largo del planeta y
en diversos momentos. La alianza de las castas religiosas con los artesanos crearon lo que hoy
conocemos como religiones, las cuales, más que responder a las grandes preguntas de la
humanidad sobre la vida, la muerte, la identidad de los humanos en la naturaleza, etc. –que
habían merecido diferentes respuestas- redundaron en “establecer obligaciones imprescriptibles”
allí donde anteriormente había una reciprocidad más explícita y material.
Las religiones, con sus rituales y sus seres sobrenaturales, aparecen sólo con las
relaciones de explotación y el Estado. Previamente los hombres reconocían la obvia
superioridad de la naturaleza sobre sus propias fuerzas, y explicaban lo que ellos no podían
hacer a través de la acción de la naturaleza. La existencia de seres sobre naturales, que además
tienen una expresión directa en las castas dominantes que se presentan como los dioses en la
tierra, está mucho más vinculada al terror y la obediencia. Las mismas religiones reflejan
también el pasaje a la familia patriarcal y la supremacía de los hombres a través del
31
Engels. op. cit. p. 255.
18
desplazamiento de las deidades de la fertilidad (en general vinculadas a la tierra) y el
entronizamiento de dioses masculinos.
Los caminos hacia las sociedades de clase: una reflexión sobre procesos diversos
Marx, diferenció “...cuatro caminos alternativos a partir del sistema comunal primitivo,
cada uno de los cuales representa una forma de la división social del trabajo ya existente o
implícita en él: el oriental, el antiguo, el germánico... y el eslavo. 32
Estas son para Marx las vías alternativas por las cuales se va rompiendo
progresivamente la unidad originaria entre el productor y sus condiciones materiales de
producción, proceso que culminará en la absoluta disociación entre estos dos polos recién en el
capitalismo. La sociedad capitalista es para Marx “la última forma antagónica del proceso social
de producción” en tanto allí se dan las condiciones sociales necesarias para volver a aquella
unidad primigenia en condiciones superiores. En este sentido, esos caminos todavía no
cristalizaron en la división de la sociedad en clases sociales, sino que por ellos, en un proceso,
se cristalizarán los modos de producción –ya sí con explotación del hombre por el hombre-
fundamentales de la historia de la humanidad: el asiático, el esclavista, el feudal y el capitalista.
Estas primeras ciudades y formaciones estatales como Egipto, Sumer, las sociedades de
Mesoamérica, los Andes, la India y China parecen vincularse sobre todo con el camino
“oriental” cuya característica fundamental era “la propiedad comunitaria o tribal producto sobre
todo de una combinación de manufactura y agricultura dentro de la pequeña comunidad, que de
ese modo se vuelve enteramente autosuficiente y contiene en sí misma toda las condiciones de
la reproducción y la plusproducción. La ausencia teórica de propiedad en el ´despotismo
oriental´ enmascara así la ´propiedad tribal o comunitaria´ que es su base...Donde estos
pequeños núcleos de comunidad existen como parte de una unidad mayor, pueden dedicar parte
de su producto excedente a costear ´los gastos de la entidad comunitaria en cuanto tal, o sea para
la guerra, para el servicio divino, etc.´ y las operaciones económicamente necesarias tales como
a irrigación y el mantenimiento de las comunicaciones, que aparecerán así como realizadas por
la unidad superior, ´el gobierno despótico que flota por encima de las pequeñas
comunidades´”.33
Otros pueblos siguieron el camino que Marx denomina “antiguo”: ´...la ciudad con sus
tierras colindantes es el todo económico´. (El caso más clásico sería el de las polis griegas) Sólo
después de un prolongado y complejo proceso de transición, este modo antiguo va a
caracterizarse por la esclavitud como modo de producción, con esclavos que se pueden comprar
y vender en el mercado.
El tercer camino, el germánico, no se basa ni en la aldea ni en la ciudad sino ´cada casa
individual, la cual constituye para sí un centro autónomo de la producción (manufactura sólo
como ocupación doméstica accesoria de las mujeres, etc)´Estas casas separadas se encuentran
más o menos laxamente vinculadas entre sí... y ocasionalmente se unen ´para la guerra, la
religión, la resolución de problemas legales, etc.´, o para el uso, por parte de las casas
individualmente autosuficientes, de los pastos comunales, el territorio de caza, etc. La unidad
básica es, por lo tanto, más débil y potencialmente más individualista´ que la comunidad
aldeana”...
“La historia antigua clásica es historia urbana, pero de ciudades basadas sobre la
propiedad de la tierra y la agicultura; la historia asiática es una especie de unidad indiferente de
ciudad y campo (en este caso las ciudades verdaderamente grandes deben ser consideradas
32
Marx, Carlos. Formen die der kapitalistischen Produkion vorhegehen. Formaciones económicas
precapitalistas con introducción de Eric J. Hobsbawm. Siglo XXI Buenos Aires 1989. 33
Marx, Carlos. Op. cit. 1989 p. 23-33
19
meramente como campamento señorial, como una superfectación sobre la estructura
propiamente económica...´”34
.
En cuanto al modo de producción “asiático” “La naturaleza ´cerrada´ de las unidades
comunales significa que las ciudades apenas si se incorporan a la economía, y se desarrollan
´sólo en aquel punto que es particularmente favorable para el comercio con el exterior o allí
donde el gobernante y sus sátrapas intercambian sus ingresos (plusproducto) por trabajo, gastan
esos ingresos como reserva de trabajo.” El sistema “asiático” es una sociedad de clase sólo en su
sentido más primitivo ya que la clase dominante coincide absolutamente con la casta sacerdotal,
los reyes y sus familias.35
A partir de que las relaciones de explotación fueran impuestas ya no hubo manera de
salir de ellas, y así esas obligaciones de sostener y obedecer a las castas sacerdotales, linajes
dominantes y noblezas militares, se hicieron imprescriptibles, no sin largas luchas en las que los
pueblos se rebelaron, impugnaron, y en ocasiones lograron disolver algunas de las formas de
dominio con la desaparición de las formas imperiales y la vuelta a la aldea neolítica.
Para la formación de estos imperios además de una masa de excedente, se requiere de la
formación de la organización coactiva o Estado. Las sociedades de jefatura instituyeron formas
de vinculación personal cada vez más institucionalizadas y restrictivas. La diferenciación dentro
del trabajo manual entre agricultores y artesanos jerarquizados -que van a producir aquellos
instrumentos de ostentación que permiten la diferenciación para explotar a otro- va creando
estas castas intelectuales, que también van a ser sustento de estas relaciones de explotación.
Habitualmente en cierto momento pudieron haber coincidido el sacerdote con el que ejerce la
coacción y se beneficia. Pero en las sociedades más diferenciadas, como la nuestra, se genera
una capa de intelectuales que -como dice Gramsci- forman parte de una clase social
independientemente de la clase social en la que se hayan originado. Y esos son los denominados
intelectuales orgánicos.
La explotación es un tipo de diferencia cualitativamente diferente ya que no sólo
establece distinciones y jerarquías sino que permite a quienes las detentan y organizan vivir del
trabajo ajeno. Esto agrega a las formas de dominio y sometimiento un elemento de
aprovechamiento económico que sistematiza y vuelve irreversible el sometimiento cultural y
político. Así como el nuevo sistema permitió la generación de enormes riquezas sociales,
desposeyó de sus frutos a las mayorías, pero además universalizó y reafirmó hasta el paroxismo
desigualdades creadas en etapas anteriores: el sometimiento de género (hasta producir un olvido
social de la igualdad e importancia de las mujeres), la propiedad y disciplinamiento de la
descendencia, la opresión racial, la discriminación religiosa y la opresión de unos pueblos sobre
otros.
Charles Morgan, a mediados del siglo XIX, frente a los resultados y contradicciones del
capitalismo recién triunfante, extrajo de sus estudios esta conclusión prospectiva: «La
disolución de la sociedad se yergue amenazadora ante nosotros como el término de una carrera
histórica cuya única meta es la riqueza, porque semejante carrera al infierno siembra los
elementos de su propia ruina. La democracia en la administración, la fraternidad en la
sociedad, la igualdad de derechos y la instrucción general inaugurarán la próxima etapa
superior de la sociedad, para la cual laboran constantemente la experiencia, la razón y la
ciencia. Será un renacimiento de la libertad, la igualdad y la fraternidad de la antigua gens,
pero bajo una forma superior».
Hoy, cuando el desenfreno capitalista se ensaña con la Tierra y con los hombres,
volvemos los ojos hacia el pasado para apoyar nuestra esperanza de futuro. Un futuro sostenido 34
Marx, Carlos. Op. Citp. 34 34
Marx, Carlos. Op. cit. p. 34. 35
Marx, Carlos. Op. cit. p. .32.
20
sobre la experiencia y sus posibilidades para disfrutar del igualitarismo y la libertad del pasado.
José Carlos Mariátegui postulaba el reconocimiento de las sociedades originales no como un
programa para volver al pasado, sino como la raíz oculta de un futuro urgente. Un futuro en el
que dejemos atrás la Prehistoria donde el hombre es lobo del hombre, y entremos en la Historia;
cuando la Humanidad entera aproveche los frutos de su larga experiencia. Una Historia donde
los pueblos escriban su propia Historia.
21
APENDICE
F. Engels. EL ORIGEN DE LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL
ESTADO. OBRAS ESCOGIDAS. C. Marx y F. Engles. Editorial Progreso -- Moscú,
1981. Fragmentos finales.
Hemos estudiado ya una por una las tres formas principales en que el Estado se alza sobre
las ruinas de la gens. Atenas presenta la forma más pura, más clásica: allí el Estado nació directa
y preponderantemente de los antagonismos de clase que se desarrollaban en el seno mismo de la
sociedad gentilicia. En Roma la sociedad gentilicia se convirtió en una aristocracia cerrada en
medio de una plebe numerosa y mantenida aparte, sin derechos, pero con deberes; la victoria de
la plebe destruyó la antigua constitución de la gens e instituyó sobre sus ruinas el Estado, donde
no tardaron en confundirse la aristocracia gentilicia y la plebe. Por último, entre los germanos
vencedores del imperio romano el Estado surgió directamente de la conquista de vastos
territorios extranjeros que el régimen gentilicio era impotente para dominar. Pero como a esa
conquista no iba unida una lucha seria con la antigua población, ni una división más progresiva
del trabajo; como el grado de desarrollo económico de los vencidos y de los vencedores era casi
el mismo, y, por consiguiente, subsistía la antigua base económica de la sociedad, la gens pudo
sostenerse a través de largos siglos, bajo una forma modificada, territorial, en la constitución de
la marca, y hasta rejuvenecerse durante cierto tiempo, bajo una forma atenuada, en gens nobles
y patricias posteriores y hasta en gens campesinas como en Dithmarschen.36
Así, pues, el Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera de la sociedad;
tampoco es ”la realidad de la idea moral”, ”ni la imagen y la realidad de la razón”, como afirma
Hegel. Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo
determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable
contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es
impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses
económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha
estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a
amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”. Y ese poder, nacido de la
sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado.
Frente a la antigua organización gentilicia, el Estado se caracteriza en primer lugar por la
agrupación de sus súbditos según divisiones territoriales. Las antiguas asociaciones gentilicias,
constituidas y sostenidas por vínculos de sangre, habían llegado a ser, según lo hemos visto,
insuficientes en gran parte, porque suponían la unión de los asociados con un territorio
determinado, lo cual había dejado de suceder desde largo tiempo atrás. El territorio no se había
movido, pero los hombres sí. Se tomó como pun-to de partida la división territorial, y se dejó a
los ciudadanos ejercer sus derechos y sus deberes sociales donde se hubiesen establecido,
independientemente de la gens y de la tribu. Esta organización de los súbditos del Estado
conforme al territorio es común a todos los Estados. Por eso nos parece natural; pero en
anteriores capítulos hemos visto cuán porfiadas y largas luchas fueron menester antes de que en
Atenas y en Roma pudiera sustituir a la antigua organización gentilicia.
El segundo rasgo característico es la institución de una fuerza pública, que ya no es el
pueblo armado. Esta fuerza pública especial hácese necesaria porque desde la división de la
sociedad en clases es ya imposible una organización armada espontánea de la población. Los
esclavos también formaban parte de la población; los 90.000 ciudadanos de Atenas sólo
constituían una clase privilegiada, frente a los 365.000 esclavos. El ejército popular de la
democracia ateniense era una fuerza pública aristocrática contra los esclavos, a quienes
mantenía sumisos; mas, para tener a raya a los ciudadanos, se hizo necesaria también una
policía, como hemos dicho anteriormente. Esta fuerza pública existe en todo Estado; y no está
formada sólo por hombres armados, sino también por aditamentos materiales, las cárceles y las
36
El primer historiador que se ha formado una idea, por lo menos aproximada, acerca de la naturaleza de
la gens, es Niebuhr. La debe (así como también los errores aceptados al mismo tiempo por él) al
conocimiento que tenía de las gens dithmársicas.
22
instituciones coercitivas de todo género, que la sociedad gentilicia no conocía. Puede ser muy
poco importante, o hasta casi nula, en las sociedades donde aún no se han desarrollado los
antagonismos de clase y en territorios lejanos, como sucedió en ciertos lugares y épocas en los
Estados Unidos de América. Pero se fortalece a medida que los antagonismos de clase se
exacerban dentro del Estado y a medida que se hacen más grandes y más poblados los Estados
colindantes. Y si no, examínese nuestra Europa actual, donde la lucha de clases y la rivalidad en
las conquistas han hecho crecer tanto la fuerza pública, que amenaza con devorar a la sociedad
entera y aun al Estado mismo.
Para sostener en pie esa fuerza pública, se necesitan contribuciones por parte de los
ciudadanos del Estado: los impuestos. La sociedad gentilicia nunca tuvo idea de ellos, pero
nosotros los conocemos bastante bien. Con los progresos de la civilización, incluso los
impuestos llegan a ser poco; el Estado libra letras sobre el futuro, contrata empréstitos,
contrae deudas de Estado. También de esto puede hablarnos, por propia experiencia, la vieja
Europa.
Dueños de la fuerza pública y del derecho de recaudar los impuestos, los funcionarios,
como órganos de la sociedad, aparecen ahora situados por encima de ésta. El respeto que se
tributaba libre y voluntariamente a los órganos de la constitución gentilicia ya no les basta,
incluso si pudieran ganarlo; vehículos de un Poder que se ha hecho extraño a la sociedad,
necesitan hacerserespetar por medio de las leyes de excepción, merced a las cuales gozan de una
aureola y de una inviolabilidad particulares. El más despreciable polizonte del Estado civilizado
tiene más ”autoridad” que todos los órganos del poder de la sociedad gentilicia reunidos; pero el
príncipe más poderoso, el más grande hombre público o guerrero de la civilización, puede
envidiar al más modesto jefe gentil el respeto espontáneo y universal que se le profesaba. El uno
se movía dentro de la sociedad; el otro se ve forzado a pretender representar algo que está fuera
y por encima de ella. Como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de
clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla
general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con
ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello
nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida. Así, el Estado antiguo
era, ante todo, el Estado de los esclavistas para tener sometidos a los esclavos; el Estado feudal
era el órgano de que se valía la nobleza para tener sujetos a los campesinos siervos, y el
moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el
trabajo asalariado. Sin embargo, por excepción, hay períodos en que las clases en lucha están
tan equilibradas, que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta
independencia momentánea respecto a una y otra. En este caso se halla la monarquía absoluta de
los siglos XVII y XVIII, que mantenía a nivel la balanza entre la nobleza y la burguesía; y en
este caso estuvieron el bonapartismo del Primer Imperio francés, y sobre todo el del Segundo,
valiéndose de los proletarios contra la clase media, y de ésta contra aquéllos. La más reciente
producción de esta especie, donde opresores y oprimidos aparecen igualmente ridículos, es el
nuevo imperio alemán de la nación bismarckiana: aquí se contrapesa a capitalistas y
trabajadores unos con otros, y se les extrae el jugo sin distinción en provecho de los junkers
prusianos de provincias, venidos a menos.
Además, en la mayor parte de los Estados históricos los derechos concedidos a los
ciudadanos se gradúan con arreglo a su fortuna, y con ello se declara expresamente que el
Estado es un organismo para proteger a la clase que posee contra la desposeída. Así sucedía ya
en Atenas y en Roma, donde la clasificación era por la cuantía de los bienes de fortuna. Lo
mismo sucede en el Estado feudal de la Edad Media, donde el poder político se distribuyó según
la propiedad territorial. Y así lo observamos en el censo electoral de los Estados representativos
modernos. Sin embargo, este reconocimiento político de la diferencia de fortunas no es nada
esencial. Por el contrario, denota un grado inferior en el desarrollo del Estado. La forma más
elevada del Estado, la república democrática, que en nuestras condiciones sociales modernas se
va haciendo una necesidad cada vez más ineludible, y que es la única forma de Estado bajo la
cual puede darse la batalla última y definitiva entre el proletariado y la burguesía, no reconoce
oficialmente diferencias de fortuna. En ella la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero por
ello mismo de un modo más seguro. De una parte, bajo la forma de corrupción directa de los
23
funcionarios, de lo cual es América un modelo clásico, y, de otra parte, bajo la forma de alianza
entre el gobierno y la Bolsa. Esta alianza se realiza con tanta mayor facilidad, cuanto más crecen
las deudas del Estado y más van concentrando en sus manos las sociedades por acciones, no
sólo el transporte, sino también la producción misma, haciendo de la Bolsa su centro. Fuera de
América, la nueva república francesa es un patente ejemplo de ello, y la buena vieja Suiza
también ha hecho su aportación en este terreno. Pero que la república democrática no es
imprescindible para esa unión fraternal entre la Bolsa y el gobierno, lo prueba, además de
Inglaterra, el nuevo imperio alemán, donde no puede decirse a quién ha elevado más arriba el
sufragio universal, si a Bismarck o a Bleichr–der. Y, por último, la clase poseedora impera de
un modo directo por medio del sufragio universal. Mientras la clase oprimida -- en nuestro caso
el proletariado-- no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social
de hoy como el único posible, y políticamente forma la cola de la clase capitalista, su extrema
izquierda. Pero a medida que va madurando para emanciparse ella misma, se constituye como
un partido independiente, elige sus propios representantes y no los de los capitalistas. El
sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar
ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero esto es bastante. El día en que el termómetro del
sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo
que los capitalistas, qué deben hacer.
Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron
sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni de su poder. Al llegar a cierta fase del
desarrollo económico, que estaba ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases,
esta división hizo del Estado una necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de
desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una
necesidad, sino que se convierte positivamente en un obstáculo para la producción. Las clases
desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las
clases desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la
producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la
máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades,
junto a la rueca y al hacha de bronce.
* * *
Por todo lo que hemos dicho, la civilización es, pues, el estadio de desarrollo de la sociedad
en que la división del trabajo, el cambio entre individuos que de ella deriva, y la producción
mercantil que abarca a una y otro, alcanzan su pleno desarrollo y ocasionan una revolución en
toda la sociedad anterior.
En todos los estadios anteriores de la sociedad, la producción era esencialmente colectiva y
el consumo se efectuaba también bajo un régimen de reparto directo de los productos, en el seno
de pequeñas o grandes colectividades comunistas. Esa producción colectiva se realizaba dentro
de los más estrechos límites, pero llevaba aparejado el dominio de los productores sobre el
proceso de la producción y sobre su producto. Estos sabían qué era del producto: lo consumían,
no salía de sus manos. Y mientras la producción se efectuó sobre esta base, no pudo
sobreponerse a los productores, ni hacer surgir frente a ellos el espectro de poderes extraños,
cual sucede regular e inevitablemente en la civilización.
Pero en este modo de producir se introdujo lentamente la división del trabajo, la cual minó
la comunidad de producción y de apropiación, erigió en regla predominante la apropiación
individual, y de ese modo creó el cambio entre individuos (ya examinamos anteriormente
cómo). Poco a poco, la producción mercantil se hizo la forma dominante.
Con la producción mercantil, producción no ya para el consumo personal, sino para el
cambio, los productos pasan necesariamente de unas manos a otras. El productor se separa de su
producto en el cambio, y ya no sabe qué se hace de él. Tan pronto como el dinero, y con él el
mercader, interviene como intermediario entre los productores, se complica más el sistema de
cambio y se vuelve todavía más incierto el destino final de los productos. Los mercaderes son
muchos y ninguno de ellos sabe lo que hacen los demás. Ahora las mercancías no sólo van de
mano en mano, sino de mercado en mercado; los productores han dejado ya de ser dueños de la
producción total de las condiciones de su propia vida, y los comerciantes tampoco han llegado a
serlo. Los productos y la producción están entregados al azar.
24
Pero el azar no es más que uno de los polos de una interdependencia, el otro polo de la cual
se llama necesidad. En la naturaleza, donde también parece dominar el azar, hace mucho tiempo
que hemos demostrado en cada dominio particular la necesidad inmanente y las leyes internas
que se afirman en aquel azar. Y lo que es cierto para la naturaleza, también lo es para la
sociedad. Cuanto más escapa del control consciente del hombre y se sobrepone a él una
actividad social, una serie de procesos sociales, cuando más abandonada parece esa actividad al
puro azar, tanto más las leyes propias, inmanentes, de dicho azar, se manifiestan como una
necesidad natural. Leyes análogas rigen las eventualidades de la producción mercantil y del
cambio de las mercancías; frente al productor y al comerciante aislados, surgen como factores
extraños y desconocidos, cuya naturaleza es preciso desentrañar y estudiar con suma
meticulosidad. Estas leyes económicas de la producción mercantil se modifican según los
diversos grados de desarrollo de esta forma de producir; pero, en general, todo el período de la
civilización está regido por ellas. Hoy, el producto domina aún al productor; hoy, toda la
producción social está aún regulada, no conforme a un plan elaborado en común, sino por leyes
ciegas que se imponen con la violencia de los elementos, en último término, en las tempestades
de las crisis comerciales periódicas.
Hemos visto cómo en un estadio bastante temprano del desarrollo de la producción, la
fuerza de trabajo del hombre llega a ser apta para suministrar un producto mucho más cuantioso
de lo que exige el sustento de los productores, y cómo este estadio de desarrollo es, en lo
esencial, el mismo donde nacen la división del trabajo y el cambio entre individuos. No tardó
mucho en ser descubierta la gran ”verdad” de que el hombre también podía servir de mercancía,
de que la fuerza de trabajo del hombre podía llegar a ser un objeto de cambio y de consumo si se
hacía del hombre un esclavo. Apenas comenzaron los hombres a practicar el cambio, ellos
mismos se vieron cambiados. La voz activa se convirtió en voz pasiva, independientemente de
la voluntad de los hombres.
Con la esclavitud, que alcanzó su desarrollo máximo bajo la civilización, realizóse la
primera gran escisión de la sociedad en una clase explotadora y una clase explotada. Esta
escisión se ha sostenido durante todo el período civilizado. La esclavitud es la primera forma de
la explotación, la forma propia del mundo antiguo; le suceden la servidumbre, en la Edad
Media, y el trabajo asalariado en los tiempos modernos. Estas son las tres grandes formas del
avasallamiento, que caracterizan las tres grandes épocas de la civilización; ésta va siempre
acompañada de la esclavitud, franca al principio, más o menos disfrazada después. El estadio de
la producción de mercancías, con el que comienza la civilización, se distingue desde el punto de
vista económico por la introducción: 1) de la moneda metálica, y con ella del capital en dinero,
del interés y de la usura; 2) de los mercaderes, como clase intermediaria entre los productores;
3) de la propiedad privada de la tierra y de la hipoteca, y 4) del trabajo de los esclavos como
forma dominante de la producción. La forma de familia que corresponde a la civilización y
vence definitivamente con ella es la monogamia, la supremacía del hombre sobre la mujer, y la
familia individual como unidad económica de la sociedad. La fuerza cohesiva de la sociedad
civilizada la constituye el Estado, que, en todos los períodos típicos, es exclusivamente el
Estado de la clase dominante y, en todos los casos, una máquina esencialmente destinada a
reprimir a la clase oprimida y explotada. También es característico de la civilización, por una
parte, fijar la oposición entre la ciudad y el campo como base de toda la división del trabajo
social; y, por otra parte, introducir los testamentos, por medio de los cuales el propietario puede
disponer de sus bienes aun después de su muerte. Esta institución, que es un golpe directo a la
antigua constitución de la gens, era desconocida en Atenas aun en los tiempos de Solón; se
introdujo muy pronto en Roma, pero ignoramos en qué época. En Alemania la implantaron los
clérigos para que los cándidos alemanes pudiesen instituir con toda libertad legados a favor de
la Iglesia.
Con este régimen como base, la civilización ha realizado cosas de las que distaba
muchísimo de ser capaz la antigua sociedad gentilicia. Pero las ha llevado a cabo poniendo en
movimiento los impulsos y pasiones más viles de los hombres y a costa de sus mejores
25
disposiciones.37
La codicia vulgar ha sido la fuerza motriz de la civilización desde sus primeros
días hasta hoy, su único objetivo determinante es la riqueza, otra vez la riqueza y siempre la
riqueza, pero no la de la sociedad, sino la de tal o cual miserable individuo. Si a pesar de eso
han correspondido a la civilización el desarrollo creciente de la ciencia y reiterados períodos del
más opulento esplendor del arte, sólo ha acontecido así porque sin ello hubieran sido
imposibles, en toda su plenitud, las actuales realizaciones en la acumulación de riquezas.
Siendo la base de la civilización la explotación de una clase por otra, su desarrollo se opera
en una constante contradicción. Cada progreso de la producción es al mismo tiempo un
retroceso en la situación de la clase oprimida, es decir, de la inmensa mayoría. Cada beneficio
para unos es por necesidad un perjuicio para otros; cada grado de emancipación conseguido por
una clase es un nuevo elemento de opresión para la otra. La prueba más elocuente de esto nos la
da la introducción de la maquinaria, cuyos efectos conoce hoy el mundo entero. Y si, como
hemos visto, entre los bárbaros apenas puede establecerse la diferencia entre los derechos y los
deberes, la civilización señala entre ellos una diferencia y un contraste que saltan a la vista del
hombre menos inteligente, en el sentido de que da casi todos los derechos a una clase y casi
todos los deberes a la otra.
Pero eso no debe ser. Lo que es bueno para la clase dominante, debe ser bueno para la
sociedad con la cual se identifica aquélla. Por ello, cuanto más progresa la civilización, más
obligada se cree a cubrir con el manto de la caridad los males que ha engendrado fatalmente, a
pintarlos de color de rosa o a negarlos. En una palabra, introduce una hipocresía convencional
que no conocían las primitivas formas de la sociedad ni aun los primeros grados de la
civilización, y que llega a su cima en la declaración: la explotación de la clase oprimida es
ejercida por la clase explotadora exclusiva y únicamente en beneficio de la clase explotada; y si
esta última no lo reconoce así y hasta se muestra rebelde, esto constituye por su parte la más
negra ingratitud hacia sus bienhechores, los explotadores.38
Y, para concluir, véase el juicio que acerca de la civilización emite Morgan:
“Los hermanos se harán la guerra y se convertirán en asesinos unos de otros; hijos de
hermanas romperán sus lazos de estirpe”.
37 El Sistema de los derechos adquiridos (system der erworbenen Rechte) de Lassalle en
su segunda parte gira principalmente sobre la tesis de que el testamento romano es tan
antiguo como Roma misma, que <<nunca hubo una época sin testamento>> en la historia
romana, y que el testamento nació del culto a los difuntos, antes de la época romana.
Lassalle, en su calidad de buen hegeliano de la vieja escuela, no deriva las disposiciones
del Derecho romano de las relaciones sociales de los romanos, sino del<<concepto
especulativo>> de la voluntad, y de este modo llega a ese aserto absolutamente
antihistórico. No debe extrañar eso en un libro que en virtud de este mismo concepto
especulativo llega a la conclusión de que en la herencia romana era una simple cuestión
accesoria la transmisión de los bienes. Lassalle no se limita a creer en las ilusiones de
los jurisconsultos romanos, especialmente de los de la primera época, sino que va aún
más lejos que ellos.
38 Tuve intenciones de valerme de la brillante crítica de la civilización que se encuentra
esparcida en las obras de Carlos Fourier, para exponerla paralelamente a la de Morgan y
a la mía propia. Por desgracia, no he tenido tiempo para eso. Haré notar sencillamente
que Fourier consideraba ya la monogamia y la propiedad sobre la tierra como las
instituciones más características de la civilización, a la cual llama una guerra de los
ricos contra los pobres. También se encuentra ya en él la profunda comprensión de que
en todas las sociedades defectuosas y llenas de antagonismos, las familias individuales
(les familles incohérentes) son unidades económicas.
26
“Desde el advenimiento de la civilización ha llegado a ser tan enorme el
acrecentamiento de la riqueza, tan diversas las formas de este acrecentamiento, tan
extensa su aplicación y tan hábil su administración en beneficio de los propietarios, que
esa riqueza se ha constituido en una fuerza irreductible opuesta al pueblo. La
inteligencia humana se ve impotente y desconcertada ante su propia creación. Pero, sin
embargo, llegará un tiempo en que la razón humana sea suficientemente fuerte para
dominar a la riqueza, en que fije las relaciones del Estado con la propiedad que éste
protege y los límites de los derechos de los propietarios. Los intereses de la sociedad
son absolutamente superiores a los intereses individuales, y unos y otros deben
concertarse en una relación justa y armónica. La simple caza de la riqueza no es el
destino final de la humanidad, a lo menos si el progreso ha de ser la ley del porvenir
como lo ha sido la del pasado. El tiempo transcurrido desde el advenimiento de la
civilización no es más que una fracción ínfima de la existencia pasada de la humanidad,
una fracción ínfima de las épocas por venir. La disolución de la sociedad se yergue
amenazadora ante nosotros, como el término de una carrera histórica cuya única meta es
la riqueza, porque semejante carrera encierra los elementos de su propia ruina. La
democracia en la administración, la fraternidad en la sociedad, la igualdad de derechos y
la instrucción general, inaugurarán la próxima etapa superior de la sociedad, para la cual
laboran constantemente la experiencia, la razón y la ciencia. Será un renacimiento de la
libertad, la igualdad y la fraternidad de las antiguas gens, pero bajo una forma
superior”. (Morgan, La Sociedad Antigua, pág. 552.)
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