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LUNES, 11 DE JULIO DE 2011 EL ECONOMISTA8

deudando. El dinero era barato, lascasas cada día valían más y los ban-cos nos ponían cada vez más fácilcomprar la vivienda, el coche, lasvacaciones, etc. ¿Quién iba a decirno a semejante alternativa?

Pero por aquellos tiempos nadieprotestaba, nadie salía a la calle ydecía “¡señores, no nos permitantener a disposición tanta financia-ción!”. Nadie pedía que se limita-sen los saldos negativos en las tar-jetas de crédito y todo marchaba alo grande. Por eso, es inevitable in-dignarse cuando la población arro-ja las culpas a una minoría, ya quetodos lo estábamos viendo, peromientras la vaca daba leche nuncanos preguntábamos si la estábamosapretando demasiado.

Las tasas de paro nunca habíanestado tan bajas y nuestro PIB au-mentaba a un ritmo constante. Pe-

ro ese crecimiento no era sólido, esdecir, valíamos más porque consu-míamos más y porque generába-mos más casas, pero ninguna de es-tas variables podía ser consideradadesencadenante de un bienestar alargo plazo. Nunca nos planteamosaprovechar esa mejora temporal ysuperflua del bienestar para ha-cernos un país más competitivo, pa-ra eliminar las actividades cuya su-pervivencia está limitada en eltiempo y así destinar los recursosa fomentar actividades rentables.No nos preparamos para un cam-bio, simplemente nos quedamosaprovechando los beneficios que elcorto plazo nos estaba regalando.Vivimos el hoy sin pensar si ten-dríamos mañana, y ésa ha sido laactitud que hemos tenido desdeque en el siglo XVI, tras la gue-rra de Flandes, nos vimos conun agujero de 12 millones deducados en las arcas públi-cas... ¿no habrá llegado elmomento de un cambio?

Para el cambio se ne-cesita el apoyo gene-ral de la población ysus dirigentes. Enel caso de Grecia,se está refinan-ciando la deu-da a cambiode medidasque enningún caso pa-recen dirigirse al cre-cimiento en el largo plazo.Niasegurarlo ni fomentarlo, ya que leshacen pagar más con un salario másbajo, suben los impuestos hacien-do menos atractivo el turismo y elasentamiento de empresas. Mi du-

da es qué pretenden. Parece claroque cuando una familia se ha en-deudado más de la cuenta, tiene queempezar por disminuir el gasto, pe-ro también debe aumentar los in-gresos de alguna manera para sercapaz de reponerse.

En línea con lo anterior, en Es-paña aún tenemos tiempo para au-mentar los ingresos antes de que lasituación sea insostenible. Si echa-mos un vistazo a la composición denuestro PIB, el porcentaje mayorreside en el sector servicios. Un sec-tor traicionero en la medida que de-pende del ocio y el turismo, que im-plican una variabilidad y unaflexibilidad grande. No podemosconfiar nuestra resistencia sólo aestos parámetros.

En España, gozamos de recursospesqueros, agrícolas y ganaderos,¿dónde los hemos dejado? ¿En unmundo con una demanda de ali-mentos creciente no puede ser unabuena opción el invertir en un sec-tor primario fuerte? Asímismo, te-nemos un tejido industrial, aunquedemasiado concentrado en deter-minadas empresas y con un gradode innovación muy bajo, ¿qué po-dríamos hacer para que la pobla-ción aumentase su afán empren-dedor? No cabe duda que esto esuna obligación de todos y en ellodeberíamos focalizarnos. Hace po-co, el FMI alababa nuestras re-formas, pero todavía las tildabade insuficientes. Comentaba quenecesitamos una reforma la-

boral agresiva, pues la que tenemoses insuficiente. Precisamos medi-das que nos ayuden a flexibilizarun mercado laboral anclado en el21 por ciento de paro.

Podemos definir la formaciónbruta de capital como el crecimientosin deducir amortizaciones de lainversión y el capital en un sectorconcreto de la economía duranteun período determinado de tiem-po. Para que pueda aumentar la pro-ductividad, es necesario que crez-ca esta variable, pero ésta ha sidola que más ha caído desde el co-mienzo de la crisis. Sin embargo, lanecesitamos para asegurarnos laactividad económica.

Es curioso que mientras que nues-tra inversión se ha desplomado, elconsumo no se ha reducido en lamisma cuantía, ¿es acaso esto unaactuación correcta? ¿No sería me-

jor destinar parte de nuestro con-sumo a fomentar el creci-

miento futuro denuestros recursos?Y los primeros quequizá deberíanplantearse la reduc-ción de gastos su-perfluos deberíanser determinadasadministracionespúblicas. Hace yaalgunos años, enuna visita a Espa-

ña de economistasamericanos se sor-

prendían por la cantidad deauditorios que tenemos en pe-

queños ayuntamientos que... ¿sonrealmente necesarios? ¿Es necesa-rio gozar de todo el aparato buro-crático que tenemos? Porque a lapoblación quizá le resulte más in-teresante tener los organismos másconcentrados.

Otra idea es que todos los paísesque nos encontramos en el puntode mira somos conocidos como paí-ses en los que el cumplimiento tri-butario no es muy seguido. En don-de la responsabilidad social con laHacienda pública no es asumidacomo un compromiso con la socie-dad y nuestro futuro. Por ello, ¿nodeberíamos cambiar el funciona-miento para lograr una mayor re-caudación? En síntesis, nos gusta-ría resaltar la realidad que nuestraeconomía vive, nuestro potencial yla capacidad y recursos de los quetodavía disponemos para mejorar,llegando a ser esa economía pun-tera que siempre hemos deseado.

E n Grecia, al ver cómo los po-liticos aprobaban el plan deajuste, la gente se echaba a

las calle desesperada, y no sólo ha-blamos de radicales, sino de quie-nes han visto cómo se les reducíanlos salarios, se les suprimía las pa-gas extra, se les aumentaban losimpuestos indirectos y se les apre-miaba a seguir pagando las conse-cuencias de esta situación. Llega-dos a este punto, cabe preguntarsesi es éste realmente el camino. ¿Noserá que Paul Krugman tiene ra-zón y las medidas de austeridadlleven a una nueva constricción dela economía? Las respuestas noson fáciles. Sobre todo cuando enel pasado a este tipo de crisis se lesdio solución o bien incurriendo enimpagos, o bien elevando el en-deudamiento público como formade catalizar el crecimiento.

Lo que vemos en Grecia es lo queen menor medida estamos vivien-do en España. Tenemos ciertos pa-recidos que sería bueno poner enrelieve. Recientemente, hemos asis-tido al Debate del Estado de la Na-ción y hemos oído demasiada pala-brería. Si ponen atención, la palabraconsenso no ha aparecido por nin-guna parte. Y digo consenso por-que la situación en la que estamosrequiere medidas, remedios y so-luciones, y todas estas labores nopueden ser únicamente aplicadaspor una parte. ¿Nadie se da cuentade que hemos llegado al punto enque todos debemos volcarnos ensolucionar la crisis? Los hay queacusan a la banca y los hay que acu-san a los políticos, pero la verdad esque la culpa es generalizada por-que la banca ha actuado amparadaen la legalidad puesta en marchapor el poder político que todos he-mos elegido. Es cierto que la bancaha fomentado que las personas seendeudasen. Pero no seamos sim-plistas, pues está claro que no ha-brían vendido hipotecas si no hu-biesen tenido el público paracomprarlas.

Esta crisis en España no deberíacogernos por sorpresa. Desde el si-glo XVI, hemos estado a merced delos déficit. Sin ir más lejos, aun enla época de esplendor, España nun-ca fue un país capaz de hacer unaasignación eficiente de los flujos,nunca tuvimos una organizaciónbancaria, mercantil y tributaria ca-paz de coordinar los recursos y lle-var a buen puerto las finanzas pú-blicas.

Por otra parte, se nos ha hechocreer que éramos ricos, que nos po-díamos considerar uno de los gran-des de Europa, y quizá éste ha sidonuestro mal endémico, porque pro-gresivamente nos hemos ido en- x Asesora de cuentas de Saxo Bank.

ESPAÑA: ANÁLISIS Y REFLEXIONESPARA SALIR DE LA CRISIS

La banca vendíahipotecas porque habíademanda y actuaba bajoel amparo legal de lospolíticos que elegimos

Es curioso que mientrasque nuestra inversiónse ha desplomado, elconsumo no lo ha hechoen la misma medida

MARIÑAMALVAR ¿SE PUEDE

REGATEAR UN‘RATING’ COMOCON EL FMI?

P oLa peor crisis, con losdirigentes más medio-cres. Y pasa lo que pasa.

Buscan desesperadamente cul-pables para ocultar su incapaci-dad de decisión, sus titubeos,sus vergonzantes políticas na-cionalistas, sus exclusivos inte-reses políticos. Dijeron de lasagencias de calificación quefueron débiles, que sucumbie-ron al ciclo, que se dejaron lle-var por los vientos más favora-bles. Esas tres agencias maldi-tas han sido las culpables por noadvertirnosdelescándalodelosderivados ponzoñosos.

Pasan los meses, embarrancaneconomías basadas en la men-dacidad de sus dirigentes, en mi-serables intereses cortoplacis-tas, en discursos incendiariosque excitan a la gente a buscarde nuevo otro enemigo exterior,otra maquinación universal, otraconspiración. ¿Quiénes son losconjurados? Otra vez, las agen-cias de calificación crediticia.Ahora porque indagan dema-siado, porque, escarmentadas,sobreactúan.

Todo este disimulo ¿para qué?Para justificar la creación de unaagencia de calificación públicaeuropea. A Durao Barroso le hatraicionado el subconsciente.¿Acaso sabe más Moody’s que yosobre Portugal? Un gran argu-mento que nos pone sobre la pis-ta de lo que imperiosamente exi-gen. Una agencia doméstica ydomesticada. ¿Tienen piso paraella? ¿Por qué no en la torre delBCE? ¿Y los expertos? Uno porcada país nombrado por cada go-bierno cada país, faltaría más.

¿Y si un experto, preso de unataque de honradez, dice que ladeuda de tal país no sirve ni pa-ra empapelar la despensa de unetíope, qué pasa, cómo reaccio-na ese Gobierno o su represen-tante en la agencia de califica-ción europea? ¿Se puede regatearel rating como un plan de ajus-te?

Las agencias de calificaciónhan rebasado con creces su fun-ción, que es la de ofrecer una in-formación/opinión de la que dis-ponen per se.¿Pero quién de lapandilla de vanidosos y prepo-tentes que actuaron con displi-cente borrachera de poder dijoalgo de esto antes del desastre?

x Periodista de elEconomista.

LACOLUMNAINVITADAHERNANDO F. CALLEJA

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11/07/2011

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