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Page 1: Casicas

Juan López González se pos-traba de rodillas mirando aleste y tocaba repetidamentecon la frente en el suelo. Alsol le llamaba a veces Maho-ma. A menudo recitabaunas salmodias incompren-sibles con un libro viejísimo

en las manos, con tapas negras de ma-dera, que escondía dentro de una tale-ga en una viga. En Semana Santa,cuando por el pueblo desfilaban proce-siones, él no probaba ningún alimen-to mientras hubiese luz natural. Esosdías, colocaba un plato vuelto del re-vés en el umbral de la puerta de su cor-tijo. Un día que un vecino le preguntóporqué lo hacía, respondió ruboriza-do que era para que el plato se secase.“Es que estaba muerto de miedo, siem-pre se escondía y me pedía a mí queno contase nada de lo que le veía ha-cer –explica hoy su hija Venerada–; ély su hermano salían a rezar al campo,para que nadie les viese”. Antes de co-mer, inclinaba la cabeza y susurrabauna salmodia en la que repetía mu-cho Alá. Tenía expresiones propias:decía arua jimena (ven aquí), jarria(mierda), quem (perro)... “Es nuestratradición –me contaba– pero eso no de-bes decirlo fuera de casa”.

Juan López murió en 1986, cuandoVene –así la llama todo el mundo– con-taba 31 años. Ella se fue entonces a tra-bajar a Francia. En su pueblo, Riópar,

inmerso en la sierra del Segura, se pa-saban tiempos de estrechez. La mujerse llevó una sorpresa mayúscula ensu lugar de trabajo cuando oyó que uncompañero marroquí le decía arua ji-mena, como su padre. El marroquí leenseñó un Corán y Vene lo asoció in-mediatamente con el librote que su pa-dre bajaba con una pértiga de la viga.Llena de curiosidad, buscó el texto enespañol y comprobó que allí se cita-ban las uríes, otra palabra de su pa-dre. Vene duda de que su progenitorentendiese gran cosa: “Se ponía las ga-fas y lo abría, pero yo le preguntabacosas de él y no sabía responderlas”.

Vene vive hoy en el cortijo de su pa-dre, llamado Martínez Campos por-que, dicen, fue del general. Su progeni-tor había nacido en él. El padre de élera de Bogarra, un lugar vecino. Subisabuelo procedía de Las Casicas delSegura, otra aldea cercana. A pesarde éste pedigrí, su padre y su abuelodecían siempre que la familia era “deGranada”, y cuando precisaban más,de las Alpujarras y de Motril. Sin em-

bargo, se trataba de una especie de me-moria ancestral, porque no habíaconstancia de qué antepasados se ha-bían trasladado hasta la sierra del Se-gura. Esa memoria también habíatransportado a través de los siglos elrecuerdo de Abén Jumeya, “que eranuestro rey, un santo varón, un granhombre”, en palabras del padre.

Juan López fue quizás el último, pe-ro no el único. Aurelio Amores, quenació en 1918, recuerda que en su ju-ventud los más mayores de RióparViejo (el núcleo original del pueblo),donde él vivía, “adoraban al sol” alamanecer. “Se asomaban a los riscos

de levante y se hincaban de rodillas yhacían reverencias”, asegura. “Noeran pocos; había, al menos, una doce-na”, y repetían jati mali. Aurelio tienebien claro porqué los viejos ejecuta-ban este ritual: “Era su religión, ado-raban al sol como nosotros lo hace-mos con Jesucristo”. En ningún mo-mento se le ocurre vincular estos ac-tos con el Islam, del que él no tiene no-ticias. Dos generaciones anteriores a

la suya estas prácticas estaban gene-ralizadas en su valle. “Mis abuelos mecontaban que cuando ellos eran jóve-nes había muchos viejos que se pos-traban mirando al levante varias ve-ces al día”, explica.

Riópar está situado en el sur de laprovincia de Albacete, tocando a la deJaén, en un valle cerrado al que sólopuede accederse a través de tres puer-tos situados entre los 1.100 y los 1.400metros de altitud, nevados en invier-no. “Hasta hace muy poco esto estabaperdido de la mano de Dios”, explicaJuan Valero Valdelvira, un empresa-rio de 50 años que tiene una empresade producción de maderas nobles.“Cuando yo era pequeño aún no ha-bía carreteras y la población vivía encortijos diseminados por el monte; es-tá claro que aquí no llegó la Inquisi-ción y en el momento de la expulsiónen 1609 los musulmanes nativos nofueron molestados”.

El padre de Juan Valero era mata-rife y él le acompañaba por los corti-jos de la sierra a hacer su trabajo. “Es-tuviera donde estuviera la casa, siem-pre situaban la mesa de la matanza en-carada al este, con una desviación decinco grados hacia el sur, exactamen-te la dirección de La Meca. Yo me dicuenta de eso hace diez años y pregun-té a diferentes cortijeros porqué po-nían la mesa en esa posición. La res-puesta invariable era que siempre sehabía puesto así”.

Valero cuenta que las costumbresde su abuelo eran de musulmán por suausteridad, por su visión de la vida...aunque él mismo no lo sabía. Él le lla-maba “hermano”, un apelativo que sedaba a la gente mayor y respetada, co-mo se hace en árabe. Su abuelo, queno se movió nunca del pueblo, habla-ba siempre con nostalgia de Granadae indicaba el camino por el que se va ala vieja capital nazarí. Él todavía cele-braba la vieja costumbre moruna dedar de comer a los animales lo mismoque a las personas un día al año, y pa-ra matar una bestia pedía permiso alas alturas. Pensaba, como todavíahoy todos los viejos del valle, que unamujer no puede subir a un árbol cuan-do menstrúa, porque éste se secará, se-gún anuncia el Corán.

Indumentaria característicaEn las familias de tradición musulma-na aún hay recuerdos de la indumen-taria característica. Vene había oídoen casa que el abuelo de su abuelo lle-vaba siempre “una bata” encima delos pantalones y la camisa, “una chila-ba”. Su abuelo le contaba que iba a tra-

Los moriscos españoles

Los últimosde Al AndalusEn la sierra del Segura se mantiene el recuerdode descendientes de moriscos que practicabancostumbres musulmanas Texto y fotos Eugeni Casanova

Tres puertos demás de milmetros, y laausencia derutas,impidieron lallegada de la

Inquisición alvalle de Riópar,en el sur dela provinciade Albacete,lindantecon la de Jaén

A medida que los cristianos fueronavanzando hacia el sur durantela baja edad media, una ampliapoblación musulmana fuequedando atrapada a lo anchode la península Ibérica, losmudéjares. Granada, el últimoreino árabe, capituló ante losReyes Católicos en 1492. No fueuna conquista, sino una rendiciónpactada según la cual el reyBoabdil y todos sus súbditospodían seguir viviendo en su paísancestral y conservar su religióny sus costumbres. Los vencedores,sin embargo, dejaron de respetarlos pactos casi inmediatamente.El cardenal Cisneros ordenó en1499 la conversión al cristianismode los mudéjares y eso provocóuna primera revuelta en el Albaicín

granadino, y luego en las sierrasde Almería, Ronda, Axarquíay las Alpujarras, que sirvierona los reyes de pretexto para dictaren 1501 una pragmáticaordenando la conversión de losmusulmanes del reino de Castilla.Los mudéjares pasaron adenominarse moriscos, cristianosoficiales de tradición árabey musulmana, que continuabanhablando la algarabía (al arabiyya,el nombre de su lengua). En 1516el cardenal Cisneros dictó otrapragmática prohibiendo cualquiercostumbre, incluyendo el vestidoy la lengua. La presión paraque se convirtieran en “buenoscastellanos” de la nochea la mañana se intensificóy provocó en 1569 la revuelta de

las Alpujarras capitaneada porAben Humeya (el rey de latradición familiar de VeneradaLópez). Las acciones bélicasderivaron en una auténtica guerraque duró dos años y que loscastellanos no controlaron hastaque en Sierra Nevada se presentóel Gran Capitán al frente de tresejércitos. En el pueblo alpujarreñode Válor, los vecinos tienen muypresente aún hoy la que fue casade Aben Humeya. Los moriscosque sobrevivieron fuerondesperdigados por todo el reinode Castilla. Los historiadoreshablan de unas 50.000 personas.Esta deportación masiva fue elpreludio de la expulsión generalde todos los reinos de Españadecretada en 1609 por Felipe III.

“Mi padre y mi tío salíana rezar al campo paraque nadie los viese”

Aurelio Amoresrecuerda habervisto a genteque adoraba alsol. Al fondo, ala derecha,Juan Valero

Vene Lópezobserva cómosu nieta colocaun plato vueltodel revés, comoantaño hacíasu padre

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10 revista DOMINGO, 12 NOVIEMBRE 2006 LA VANGUARDIA