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  • Captulo

    Estilos de vida y actividad fsica I M M M Concepcin Tuero del Prado y Sara Mrquez Rosa '

    OBJETIVOS

    Analizar el concepto "estilo de vida" en el marco de la salud relacionada con la actividad fsica. Relacionar el concepto estilo de vida con otros como calidad de vida, autoconcepto y adherencia a la prctica

    fsico-deportiva. Determinar los factoresqueobstaculizanla disminucin del sedentarismo entre la poblacin. Establecer pautas que activen fsicamente a la poblacin.

    1. SALUD Y ESTILO DE VIDA EN NUESTROS DAS La preocupacin actual por la salud, como algo

    ms que la ausencia de enfermedad, se halla en estos momentos en el centro de los debates acerca de pre-vencin en materia de salud pblica. Los factores determinantes de la salud estn relacionados con los estilos de vida, poseen mltiples dimensiones y estn vinculados a varios problemas importantes de salud. Los estilos de vida se relacionan a su vez con los principales factores de riesgo de la mayora de los problemas de salud pblica actuales, especialmente en los pases occidentales. Figueiredo y Rebollo (2003) sealan que los cambios socioeconmicos y culturales, los numerosos avances tecnolgicos, han supuesto un nuevo estilo de vida en la poblacin. En este sentido, Howley y Frank (1995) determinan que los avances de la tecnologa si bien han contribuido a una mejora de los niveles de vida de los sujetos, por otra parte han supuesto una serie de riesgos para la salud, puesto que esta tecnologa ha incorporado nue-vos conceptos de confort y bienestar, modificando el estilo de vida de los individuos, y no necesariamente mejorando su calidad de vida a largo plazo.

    Se aceptan como factores determinantes de la salud la alimentacin, la actividad fsica y hbitos nocivos como el tabaco y el alcohol. Los problemas de salud vinculados al estilo de vida pueden ser espe-

    cficos de una etapa concreta, aunque tambin pue-den estar ligados a mltiples aspectos culturales y sociales. Es por ello que se considera necesario que las acciones de promocin de la salud vayan encami-nadas al conjunto de factores determinantes de sta ligados al estilo de vida.

    Igualmente, es importante mantener una ali-mentacin saludable, realizar actividad adecuada al sujeto, tener un trabajo satisfactorio, moverse en un ambiente saludable... La prctica de la actividad fsica constituye uno de los principales triunfos de un estilo de vida saludable y de una verdadera pro-teccin y promocin de la salud. Los resultados de numerosas investigaciones indican que la actividad fsica regular asegura a las personas de todas las eda-des, tanto hombres como mujeres, unos beneficios evidentes para su salud fsica, social y mental, as como para su bienestar general. A partir de estudios realizados con poblacin general, la actividad fsica ha sido vinculada de manera reiterativa y justificada a los hbitos saludables del individuo, es decir, que la prctica de una actividad fsica regular y estable ayuda a mejorar tanto la salud fsica como la psicol-gica, incrementando la calidad de vida (Ministerio de Educacin y Cultura, 1997). En las ltimas dcadas, se ha hecho hincapi en la necesidad de estudiar las actividades fsicas habituales y en los correspondien-tes requerimientos energticos para llevar a cabo las mismas. Por otra parte, estudios recientes han sea-

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    lado que realizar actividad fsica de forma regular puede minimizar las condiciones adversas asociadas al proceso de envejecimiento, entre ellas el deterioro de la capacidad funcional, adems de producir efectos beneficiosos fsicos y psicolgicos. El mantenimiento de un estilo de vida activo a estas edades, evitando el sedentarismo al que nuestra sociedad somete a la ter-cera edad evitara en buena medida la dependencia, la inmovilidad, el abandono de s mismo y la depresin tan frecuente, ayudando as a salir del aislamiento en el que se encuentran inmersos.

    En la actualidad se ha confirmado que la inactivi-dad fsica provoca numerosos trastornos, de la misma manera que se considera al ejercicio fsico como un elemento bsico en la prevencin de ciertas enfer-medades. Esta realidad se constata sobre todo en los pases desarrollados, en los que el sedentarismo se ha adueado del tiempo libre, de los momentos de ocio de sus ciudadanos. El sedentarismo se ha ido transfor-mando en una autntica epidemia en los pases desa-rrollados y, sin embargo, est bien demostrado que la actividad fsica reduce el riesgo de padecer afecciones cardiacas, diabetes y algunos tipos de cncer, permite controlar mejor el peso y la salud de huesos y mscu-los y presenta indudables beneficios psicolgicos. Por todo ello es necesario un estilo de vida activo, ms saludable, que incluya actividades fsicas diarias y que las autoridades, desde un mbito supranacional al puramente local, fomenten dicho tipo de actividades y conciencien a la poblacin de los indudables benefi-cios que comporta el que la gente sea ms activa.

    La Psicologa de la Salud, como otras discipli-nas, puede contribuir de forma definitiva al cambio de estilos de vida sedentarios por otros ms activos, eliminando los principales factores de riesgo para la salud. La Psicologa de la Salud es el estudio del cerebro y la conducta de aquellos sujetos que reali-zan actividad fsica o deporte. Su principal objetivo ha sido el estudio de los antecedentes psicobiolgicos (modelo biopsicosocial), conductuales y sociocogni-tivos (es decir, defiende que toda expresin de salud y/o enfermedad es una consecuencia de interaccin de factores biolgicos, psicolgicos y sociales), aun-que estudia ms particularmente los factores psico-lgicos, es decir, las consecuencias de la prctica del ejercicio. Por tanto, un anlisis de los cambios que se producen en variables psicolgicas tales como esta-dos de nimo, emociones, la ansiedad a corto plazo, as como la evaluacin de las consecuencias de una prctica de ejercicio prolongado.

    El nacimiento de la Psicologa de la Salud habra que situarlo en un contexto, donde a pesar de los espec-taculares avances que se han vivido dentro del campo de la Medicina y la Farmacoterapia, se ha puesto de relieve que la salud y el tratamiento de la enfermedad no son slo cuestin de una tecnologa que ponga a punto todos y cada uno de los sistemas biolgicos. De hecho se reconoce que esto no es suficiente. La salud depende de las condiciones biolgicas y socioambien-tales del sujeto, pero tambin de su comportamiento. Estudiara el comportamiento tanto de la persona sana como de la enferma, controlando las conductas que son factores de riesgo. En este sentido, las prcticas individuales y culturales que se adoptan para poten-ciar ese estado de bienestar fsico y psquico que es la salud estn ntimamente relacionadas con el modo de entenderla y explicarla.

    A finales de los sesenta del siglo pasado se consi-deraba a la Psicologa como una profesin sanitaria, al reconocerse que la conducta del ser humano puede ser crucial tanto en el mantenimiento de la salud como en el origen y evolucin de la enfermedad.

    La Psicologa del Ejercicio nace como una nueva rea de estudio en los aos ochenta, cuando se produce una apertura de los intereses cientficos de la Psico-loga de la Actividad Fsica y el Deporte (hasta este momento se centraba nicamente en el rendimiento) hacia la relacin entre la participacin de la poblacin en actividades fsicas y su salud y bienestar.

    Un hecho que marc un hito histrico en este sen-tido fue que en 1988 una de las revistas ms influyen-tes y representativas del rea, Journal of Sport and Exercise Psychology, aade el trmino exercise a su denominacin, admitiendo trabajos relacionados no slo con el rendimiento, sino tambin con la salud. Un ao ms tarde, en 1989, se funda la revista de Psi-cologa de la Salud: Journal of Health Psychology.

    Tanto la Psicologa de la Salud como la Psicolo-ga de la Actividad Fsica y el Deporte se ocupan de temas relacionados con la actividad fsica, la conducta de ejercicio y el estado de forma, aunque la Psicologa del Ejercicio Fsico toma estos procesos como varia-bles dependientes y la Psicologa de la salud como variables independientes. Por esta razn, si se est interesado en conocer los efectos del ejercicio sobre la salud, el enfoque se corresponder con el de la Psi-cologa de la Salud, mientras que si se considera el propio ejercicio como variable dependiente, el estudio se ubicar dentro de la Psicologa del Ejercicio.

    En otras palabras, en Psicologa de la Salud todo gira en torno a cuestiones como: efectos que tiene el

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    deporte sobre la salud fsica, mental y social, la pre-vencin de enfermedades, tratamiento de problemas de salud..., y en la Psicologa del Ejercicio hacia otras como: factores que afectan a la conducta de ejercicio, tipos de ejercicio, consecuencias del ejercicio. La Psi-cologa de la Salud ira encaminada al conocimiento de cmo los principios de la conducta se relacionan con la salud y la enfermedad, mientras que la Psicolo-ga del Ejercicio busca conocer y modificar los facto-res que determinan la prctica de ejercicio.

    En los ltimos aos, numerosos estudios epide-miolgicos y experimentales han confirmado que la inactividad es causa de enfermedad y que existe una relacin dosis/respuesta entre actividad fsica y/o forma fsica y mortalidad global. Las personas que mantienen unos niveles razonables de actividad, especialmente en la edad adulta y en la vejez, tienen una menor probabilidad de padecer enfermedades crnicas o una muerte prematura. Por otra parte hay que considerar los costes econmicos en trminos de enfermedad, ausencia del trabajo o sistemas de salud. Se calcula que los costes mdicos de las personas activas son un treinta por ciento inferiores a los que ocasionan aquellas inactivas. Podemos afirmar que la actividad fsica contribuye a la prolongacin de la vida y a mejorar su calidad por medio de beneficios fisiolgicos, psicolgicos y sociales.

    2. EVOLUCIN HISTRICA DEL CONCEPTO DE ESTILO DE VIDA Desde tiempos remotos podemos encontrar refe-

    rencias constantes a la importancia que tiene la activi-dad fsica en el mantenimiento del estado de salud de los individuos. Los tratados higinico-mdicos ms antiguos de los que se tiene constancia son los cono-cidos como tratados hipocrticos (siglo iv y v a.c), y ya aluden a la daita que un hombre deba adqui-rir, es decir, al rgimen de vida adecuado desde el punto de vista de la salud, que abarcaba un conjunto de elementos tales como la alimentacin, la actividad profesional, los hbitos de vida social y los ejercicios, incluyndose no slo la gimnasia, sino tambin el paseo, el descanso y el bao (Lan Entralgo, 1987). Quizs podemos pensar que esta daita de la poca helena se correspondera con el concepto de estilo de vida activo de nuestros das.

    Originariamente, el concepto de estilo de vida surge a finales del siglo x ix . Despus, en el siglo X X , el estudio de los estilos de vida se realiza desde

    una perspectiva sociolgica, poniendo el nfasis en aquellos factores sociales que determinaban que se adoptara un estilo de vida u otro como, por ejemplo, las condiciones socioeconmicas de los individuos. Autores como Veblen en 1899, consideraban que el estilo de vida individual est influido por las moti-vaciones individuales necesarias para conseguir un estatus social. Posteriormente, en 1922, Weber afir-mara que los estilos de vida predominantes en una sociedad permiten la estratificacin social de los gru-pos, como medio de diferenciacin social para man-tener cierto estatus social. La aplicacin del trmino estilo de vida a la Psicologa de la Personalidad fue introducido por Wilken (1927) primero y por Adler (1973) despus, con su teora de la Psicologa Indi-vidual. Para este ltimo autor, el estilo de vida es un patrn nico de conductas y hbitos con los que el individuo busca alcanzar un estado de superioridad. As, el estilo de vida sera nico para cada individuo y se desarrollara en la infancia a partir de las influen-cias de las aptitudes innatas, del ambiente y de la edu-cacin. Hasta mediados del siglo xx van a coexistir dos ideas diferentes de estilos de vida, una centrada en los condicionantes socioeconmicos y la otra cen-trada en el individuo y en los factores individuales de experiencia personal que determinan la conducta.

    Otro dato sobre el impulso que adquiere el estudio y la investigacin de los estilos de vida es recogido por Castillo (1995), quien resalta que "el inters por los estilos de vida surge en los aos cincuenta desde el mbito de la salud pblica cuando las enfermedades crnicas empiezan a constituirse como el problema central del sistema sanitario". Sin embargo, ser en la dcada de los aos ochenta, en el ltimo cuarto del siglo xx , cuando se incrementa "vertiginosamente la preocupacin por estudiar las posibles relaciones entre estilos de vida y salud, inters que tiene su origen en el acelerado incremento de pacientes con enfermedades crnicas derivadas, en gran medida, por estilos de vida poco saludables..." (Gutirrez San-martn, 2000). En este mismo sentido, proseguiran Rodrguez et al. (1996), quienes destacaran que en la Declaracin de Expertos en Salud Cardiovascular de Victoria (Canad), en 1992, se abogaba por la preven-cin de las enfermedades calificadas como "moder-nas" y la promocin de la salud a travs del estable-cimiento de estilos de vida ms activos, aludiendo a estudios epiidemiolgicos que confirmaban que el sedentarismo y la escasez o nula actividad fsica son considerados como factores de riesgo de las enferme-dades de mayor ndice de morbilidad y mortalidad de

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    los pases desarrollados (Hein et al., 1992; Bouchard etal., 1994).

    De esta manera, el inters por el estudio de los estilos de vida se constituir en un tema prioritario e interdisciplinar. Tanto la Antropologa como la Sociologa, la Psicologa y el rea de salud (Coreil et al., 1992) se van a interesar en el refinamiento opera-cional del concepto sobre todo, empezndose a uti-lizar el trmino estilo de vida en el contexto de las investigaciones sobre salud pblica desde una postura mdico-epidemiolgica, interesndose en analizar los problemas de salud generados por los estilos de vida insanos que se haban extendido en las socieda-des occidentales industrializadas (Wold, 1989), tal y como ya ha sido mencionado.

    El panorama cambia cuando en 1981 el Comit Europeo de la Organizacin Mundial para la Salud propuso un cambio de modelo mdico que enfatizaba en mucho en la importancia de los problemas biolgi-cos por otros de carcter ms psicosociales.

    Aunque el inters por el estudio de los estilos de vida saludables ha tenido su punto ms lgido en la dcada de los ochenta del siglo pasado, una vez ms confirmamos que no constituye un mbito de estu-dio reciente, ya que desde hace mucho tiempo se ha abordado de manera interdisciplinar, tal y como ya se ha mencionado, por disciplinas como la Sociologa, la Medicina y la Psicologa de la Salud, entre otras. En general, segn todas ellas, el estilo de vida se debe concebir como "la forma de vida de las personas o de los grupos".

    3. QU SE ENTIENDE POR ESTILO DE VIDA EN EL MARCO DE LA ACTIVIDAD FSICA?: SU VINCULACIN CON EL CONCEPTO CALIDAD DE VIDA La mejora cualitativa y cuantitativa de la salud

    humana se ha centrado, en las ltimas dcadas, ms en la modificacin de la conducta y otras variables socioculturales que en la lucha contra la naturaleza (Polaino, 1987). De esta perspectiva surgen las aco-taciones del concepto estilo de vida, que Henderson et al. (1980) definieron como "el conjunto de pautas y hbitos comportamentales cotidianos de una per-sona", vinculados a los hbitos de salud, incluyendo tanto aquellos comportamientos que implican un riesgo como aquellos que son promotores de la salud.

    Mendoza (1990) matiza dicha definicin al considerar estilo de vida como "el conjunto de patrones de con-ducta que caracterizan la manera general de vivir de un individuo o grupo".

    Por tanto, el estilo de vida es de naturaleza con-ductual y observable, y viene determinado por las actitudes, los valores y las motivaciones de los indivi-duos (Pastor et al., 1998). Se pueden considerar como un conjunto de patrones conductuales o hbitos que guardan una estrecha relacin con la salud, enten-diendo por patrones conductuales formas recurrentes de comportamiento que se ejecutan de forma estruc-turada y que se pueden entender como hbito cuando constituyen el modo habitual de responder a diferen-tes situaciones (Rodrguez Marn, 1995).

    Por su parte, la OMS define el estilo de vida como una forma general de vida, basada en la interaccin entre las condiciones de vida en un sentido amplio y los patrones individuales de conducta determina-dos tanto por los factores psicosociales como por las caractersticas personales (WHO, 1986), considern-dolo como sinnimo de las conductas relacionadas con la salud.

    El estilo de vida de una persona est compuesto por sus reacciones habituales y por las pautas de con-ducta que ha desarrollado durante sus procesos de socializacin. Estas pautas se aprenden en la relacin con los padres, compaeros, amigos y hermanos, o por la influencia de la escuela, los medios de comu-nicacin, etc. Dichas pautas de comportamiento son interpretadas y puestas a prueba continuamente en las diversas situaciones sociales y, por tanto, no son fijas, sino que estn sujetas a modificaciones. Se considera una conducta aprendida que se forma en las prime-ras etapas de desarrollo de un individuo a lo largo del proceso de socializacin del individuo y una vez adquirida es muy difcil de modificar (Shina, 1993).

    Tambin pueden entenderse por estilos de vida saludables aquellos patrones conductuales que bene-fician la salud del individuo, que son aprendidos y que surgen de una eleccin individual interna consciente e inconsciente a la vez (Pastor y Balaguer citados por Gutirrez Sanmartn, 2000). As, la actividad fsica es entendida como un estilo de vida saludable, en opi-nin de Tercedor (1998). En este sentido, se cuestiona el concepto de "estilo de vida saludable". Delgado y Latiesa (2003) matizan que "un estilo de vida consi-derado en su globalidad como saludable puede conte-ner elementos que no favorezcan la salud; y adems hay que considerar que existen mltiples estilos de vida saludables".

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    los pases desarrollados (Hein et a/., 1992; Bouchard et al., 1994).

    De esta manera, el inters por el estudio de los estilos de vida se constituir en un tema prioritario e interdisciplinar. Tanto la Antropologa como la Sociologa, la Psicologa y el rea de salud (Coreil et al., 1992) se van a interesar en el refinamiento opera-cional del concepto sobre todo, empezndose a uti-lizar el trmino estilo de vida en el contexto de las investigaciones sobre salud pblica desde una postura mdico-epidemiolgica, interesndose en analizar los problemas de salud generados por los estilos de vida insanos que se haban extendido en las socieda-des occidentales industrializadas (Wold, 1989), tal y como ya ha sido mencionado.

    El panorama cambia cuando en 1981 el Comit Europeo de la Organizacin Mundial para la Salud propuso un cambio de modelo mdico que enfatizaba en mucho en la importancia de los problemas biolgi-cos por otros de carcter ms psicosociales.

    Aunque el inters por el estudio de los estilos de vida saludables ha tenido su punto ms lgido en la dcada de los ochenta del siglo pasado, una vez ms confirmamos que no constituye un mbito de estu-dio reciente, ya que desde hace mucho tiempo se ha abordado de manera interdisciplinar, tal y como ya se ha mencionado, por disciplinas como la Sociologa, la Medicina y la Psicologa de la Salud, entre otras. En general, segn todas ellas, el estilo de vida se debe concebir como "la forma de vida de las personas o de los grupos".

    3. QU SE ENTIENDE POR ESTILO DE VIDA EN EL MARCO DE LA ACTIVIDAD FSICA?: SU VINCULACIN CON EL CONCEPTO CALIDAD DE VIDA La mejora cualitativa y cuantitativa de la salud

    humana se ha centrado, en las ltimas dcadas, ms en la modificacin de la conducta y otras variables socioculturales que en la lucha contra la naturaleza (Polaino, 1987). De esta perspectiva surgen las aco-taciones del concepto estilo de vida, que Henderson et al. (1980) definieron como "el conjunto de pautas y hbitos comportamentales cotidianos de una per-sona", vinculados a los hbitos de salud, incluyendo tanto aquellos comportamientos que implican un riesgo como aquellos que son promotores de la salud.

    Mendoza (1990) matiza dicha definicin al considerar estilo de vida como *'el conjunto de patrones de con-ducta que caracterizan la manera general de vivir de un individuo o grupo".

    Por tanto, el estilo de vida es de naturaleza con-ductual y observable, y viene determinado por las actitudes, los valores y las motivaciones de los indivi-duos (Pastor et al., 1998). Se pueden considerar como un conjunto de patrones conductuales o hbitos que guardan una estrecha relacin con la salud, enten-diendo por patrones conductuales formas recurrentes de comportamiento que se ejecutan de forma estruc-turada y que se pueden entender como hbito cuando constituyen el modo habitual de responder a diferen-tes situaciones (Rodrguez Marn, 1995).

    Por su parte, la OMS define el estilo de vida como una forma general de vida, basada en la interaccin entre las condiciones de vida en un sentido amplio y los patrones individuales de conducta determina-dos tanto por los factores psicosociales como por las caractersticas personales (WHO, 1986), considern-dolo como sinnimo de las conductas relacionadas con la salud.

    El estilo de vida de una persona est compuesto por sus reacciones habituales y por las pautas de con-ducta que ha desarrollado durante sus procesos de socializacin. Estas pautas se aprenden en la relacin con los padres, compaeros, amigos y hermanos, o por la influencia de la escuela, los medios de comu-nicacin, etc. Dichas pautas de comportamiento son interpretadas y puestas a prueba continuamente en las diversas situaciones sociales y, por tanto, no son fijas, sino que estn sujetas a modificaciones. Se considera una conducta aprendida que se forma en las prime-ras etapas de desarrollo de un individuo a lo largo del proceso de socializacin del individuo y una vez adquirida es muy difcil de modificar (Shina, 1993).

    Tambin pueden entenderse por estilos de vida saludables aquellos patrones conductuales que bene-fician la salud del individuo, que son aprendidos y que surgen de una eleccin individual interna consciente e inconsciente a la vez (Pastor y Balaguer citados por Gutirrez Sanmartn, 2000). As, la actividad fsica es entendida como un estilo de vida saludable, en opi-nin de Tercedor (1998). En este sentido, se cuestiona el concepto de "estilo de vida saludable". Delgado y Latiesa (2003) matizan que "un estilo de vida consi-derado en su globalidad como saludable puede conte-ner elementos que no favorezcan la salud; y adems hay que considerar que existen mltiples estilos de vida saludables".

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    En opinin de Mendoza et al. (1994), no puede hablarse de un nico estilo de vida puesto que depen-dera de la definicin de salud que se adopte; prosi-guen estos autores aclarando que "el estilo ideal de vida saludable no existe, afortunadamente, porque implicara que slo una cierta manera de afrontar dia-riamente la realidad en la que se vive es saludable... cualquier estilo de vida calificado globalmente como saludable puede contener elementos no saludables, o saludables en un sentido pero no en otro". Por todo ello, cabe pensar que quizs a lo que se debera hacer referencia es a hbitos saludables de vida (Snchez Bauelos, 1996).

    Piron (2003) confirma que el concepto de estilo de vida saludable se ha incrementado en importancia durante la ltima dcada. Ante el creciente nmero de datos e investigaciones se ha puesto de manifiesto que a pesar de los efectos saludables de la prctica de acti-vidad fsica, es imprescindible conocer las razones o los factores que determinan que los individuos man-tengan estilos de vida activos (Dishman, 1991), razn por la que una gran parte de los estudios realizados se han dedicado a explorar las distintas variables (psico-lgicas, psicosociales y sociodemogrficas) que pare-cen distinguir a los individuos que siguen programas de ejercicio de aquellos otros que mantienen un estilo de vida sedentario. Desde este enfoque es importante el estudio de las motivaciones y las expectativas en el amplio sector comercial en el que se han transformado las actividades fsico-deportivas, las equipaciones e instalaciones deportivas, la oferta de programas... Las motivaciones son los elementos bsicos que dan sentido a la experiencia deportiva, son fundamenta-les porque canalizan y dirigen el impulso que lleva al sujeto a desarrollar dicha experiencia incitndolos a la accin. A l mismo tiempo, conocer tanto moti-vaciones como expectativas de nuestros sujetos nos va a permitir la comprensin de las conductas de los usuarios y sus expectativas de ese amplio sector que mencionbamos. As se relacionan elementos vincu-lados a la prctica fsico-deportiva en un trabajo de

    Gutirrez Sanmartn (2000), quien indica que ya han sido desarrolladas investigaciones sobre estilos de vida saludables referentes a la disponibilidad de ins-talaciones deportivas, la opinin sobre las clases de educacin fsica en los centros escolares, la autova-loracin deportiva, el asociacionismo deportivo, los motivos por los que se realizan estas prcticas fsico-deportivas, con quin se realizan estas prcticas.. .

    En cuanto a la vinculacin del concepto de estilo de vida y la salud. Genrelo (1998) ha observado la evolucin de sta ltima conceptualmente, afirmando que se ha abandonado la perspectiva negativa hacia otra positiva (Tabla 3.1).

    Se puede afirmar que esta evolucin positiva del trmino salud ha influido favorablemente en el con-cepto de estilo de vida, hasta tal punto que Genrelo (1998) confirma rotundamente que un "estilo de vida no es la negacin de un hbito o la evitacin de una conducta mediante represin... "un estilo de vida se estructura a partir de un conjunto de conductas que generan en el sujeto un inters, un atractivo intrn-seco, preferentemente, que favorecen que stas per-manezcan como alternativa a otros patrones o estilos de vida que consideramos no saludables".

    En este mismo sentido, y partiendo de esta evolucin sufrida por el concepto de salud, Devs y Peir (2001) consideran que la actividad fsica debe ampliar sus relaciones con aqulla "ms all de su carcter biolgico porque incorpora, tambin, el carcter experiencial y el social". Consideran estos autores que la actividad fsica se transforma en un elemento saludable cuando tiene ima gran repercusin en todas las personas al margen de su capacidad fsica, forma corporal, nivel de habilidad, estado de salud, nivel de enfermedad y discapacidad. De esta forma, la actividad fsica saludable puede llegar a todos los estamentos sociales, a todas las personas.

    La preocupacin por mejorar las. condiciones de vida en los individuos data, tal y como referamos anteriormente, desde las civilizaciones antiguas. Sin embargo, ha sido el periodo de expansin econmica

    Tabla 3.1. Polaridad del concepto de salud (Genrelo, 1998). Concepto renovado

    Positivo. Dinmico (se construye continuamente). Perspectiva integral (ms general). Competencia multiprofeslonal. El sujeto participa activamente de la construccin.

    Concepto tradicional

    Negativo. Puntual (presencia o no de enfermedad). Perspectiva parcial. Competencia del sector sanitario. El sujeto es pasivo "paciente" de ia enfermedad.

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    de las sociedades industriales durante la dcada de los aos sesenta hasta la crisis del petrleo de 1973 el que ha propiciado acuar el trmino calidad de vida en el marco del denominado estado del bienes-tar. En opinin de Martnez del Castillo (1998) este trmino mantiene una diversidad polismica por la vinculacin que mantiene con otros trminos como salud, bienestar, estilos de vida, condiciones de vida, nivel de vida, grado de satisfaccin de necesidades, grado de desarrollo socioeconmico.. . En general, a este concepto se le atribuyen connotaciones posi-tivas, mejora de ingresos econmicos, incremento del tiempo libre, ausencia de enfermedades..., por tanto, bienestar. Setin (1993) define calidad de vida como "el grado en que se satisfacen las necesidades huma-nas. En los mbitos geogrficos y en las reas concre-tas donde las necesidades queden ms satisfechas, la calidad de vida ser mejor".

    Desde hace ms de dos dcadas la actividad fsico-deportiva es considerada como uno de los atri-butos actuales de la calidad de vida (Cagigal, 1981; Buuel; 1992; Ottesen, 1995; Velzquez, 1996; Mar-tnez del Castillo, 1998). Esto se fundamenta en los cambios sociales ms recientes, destacando que la calidad de vida en sociedades complejas y avanzadas supone "vivir en un habitat ms humano, disponer de tiempo para el cultivo de intereses personales, tener la posibilidad de viajar y tener unas vacaciones tranqui-las, gozar de un medio natural salvaje o semisalvaje, y tener asegurado el acceso a la prctica deportiva" (Lagardera, 1995). Por tanto, los conceptos de estilo de vida y de calidad de vida estn estrechamente vin-culados, puesto que la calidad de vida est determi-nada por el estilo de vida que se desee adoptar, bien de forma individual, bien de forma grupal (Gutirrez Sanmartn, 2000).

    Es evidente que actitudes, valores y normas socia-les condicionan el estilo de vida (Aron et al, 1986),

    sin embargo los factores determinantes de ste se agrupan en cuatro factores que interactan entre s (Tabla 3.2).

    Estos factores que determinan el estilo de vida de los sujetos, adquieren una gran significacin porque se puede entender que de ellos derivarn las deno-minadas barreras u obstculos para la prctica fsica deportiva, aspecto ste que abordaremos ms ade-lante. As, la inactividad fsica de la poblacin puede estar limitada por estos factores, en este caso tendra-mos que considerar que perfilaran los estilos de vida no saludables.

    En definitiva, parece necesario que la poblacin debe abogar por concienciarse y adquirir hbitos positivos en su forma cotidiana de vivir, en su estilo de vida, y elimine aquellos hbitos nocivos para su salud, si bien se ha de reconocer que "la adquisicin de hbitos tiene una gran influencia contextual y sociocultural, que se va cambiando con el devenir de los aos" (Casimiro, 2002).

    Son muchos los especialistas que reconocen la existencia de mltiples estilos de vida saludables, aunque el ms propicio parece ser aqul que aade aos a la vida (cantidad) y vida a los aos (calidad), reduciendo la manifestacin de enfermedades e inca-pacidades (D'Amours, 1988; Mendoza et al, 1994; Casimiro, 2002).

    4. OBSTCULOS PARA LA PRCTICA DE ACTIVIDAD FSICA Ya hemos sealado la influencia contextual y

    sociocultural en la adquisicin de hbitos a lo largo de la vida, que determinarn los estilos de vida adop-tados por los sujetos. Perusse et al (1989) exponan que slo el 20% aproximadamente de la variacin de

    Tabla 3.2. Factores determinantes de los estilos de vida (Pastor, 1995; Mendoza et al, 1994).

    Factores determinantes del estilo de vida Rasgos

    Caractersticas individuales. Pueden ser genticas o adquiridas: personalidad, inters, educacin recibida.

    Caractersticas del entorno microsocial. Vivienda, familia, amigos, vecinos, ambiente laboral o estudiantil, grupos-de adscripcin voluntaria.

    Factores microsociales. Sistema social, cultura imperante en la sociedad, influencia de los grupos econmicos y otros grupos de presin, medios de comunicacin, instituciones oficiales.

    IVIedio fsico-geogrfico. Condiciones de vida.

  • Captulo 3 Estilos de vida y octMddd f/'s/co 41 la actividad fsica de los sujetos era explicable por su herencia gentica, por tanto es necesario comprender las influencias del entorno fsico y social en las alte-raciones y cambios para pretender un incremento de la actividad fsica.

    El conocimiento, las actitudes, y la conducta y las habilidades sociales estn asociadas con la adop-cin y el mantenimiento de niveles de prctica fsica regular. En este sentido, tambin la promocin de la actividad fsica es una de las claves para la participa-cin en los programas de actividad fsica. Uno de los inconvenientes ms habituales para establecer como hbito cualquier actividad fsica en el estilo de vida de los sujetos es el abandono de los programas de ejerci-cio fsico, la ausencia de continuidad y prctica regu-lar. Este aspecto est relacionado con el concepto de adherencia al ejercicio fsico, o prctica continuada sin periodos de abandono. El concepto de adherencia al ejercicio fsico ha sido utilizado por distintos auto-res (Dishman, 1994; Borms, 1995; Serra, 1996), y se enmarca en un campo de investigacin desarrollado por la psicologa social (en funcin de la actitud hacia el ejercicio y la intencionalidad de su prctica, la per-cepcin por parte del propio individuo y su capaci-dad de autocontrol...), destacando las investigaciones de Godin (1994), Dishman (1994), Marcus y Simkin (1994), Dzewaltowski (1994), Fishbein y Ajsen (1975), Godin et al. (1986), sobre los procesos cognitivos que intervienen en diferentes aspectos de la prctica fsica.

    Por tanto, se manifiesta que las caractersticas de los individuos, su entorno y comportamiento son las causas potenciales u obstculos para la participacin en estos programas de actividad fsica (Dishman et al, 2004) (Figura 3.1).

    S U J E T O S - Demogrficos -Biomdicos - Psicolgico

    ENTORNO

    F.&ico, Social, Cultural, Tiempo

    CONUUCTA ' -.CaractenstioasdeJ

    ' domportamientos y ' 'habilidades'

    Godin et al. (1994) reconocen que los obstcu-los o barreras para la actividad fsica difieren entre los nios y los jvenes, sujetos de mediana edad o adultos mayores, y entre las mujeres y los hombres. Un claro ejemplo en este sentido sera el embarazo y los bebs, que pueden presentarse como obstculos para la prc-tica fsica de las madres, aunque se puede reconocer que existen programas especficos de actividad fsica para este grupo de poblacin; obviamente no todas las embarazadas son partcipes de estos programas, bien por inconvenientes del entomo fsico, bien por otro tipo de obstculos.

    Tal y como ya hemos reconocido, se mantienen unos elevados niveles de prevalencia del sedentarismo en los pases desarrollados a pesar del intento de pro-mover la prctica fsica. Dishman et al. (2004) sugie-ren analizar los obstculos o barreras para la prctica fsico-deportiva con el objetivo de reflexionar sobre la optimizacin de las estrategias de intervencin en el futuro.

    La estructura de los obstculos o barreras que determinan y condicionan la prctica regular de la acti-vidad fsico-deportiva s observan en la Figura 3.2.

    B A R R E R A S P E R S O N A L E S

    Figura 3.1. Determinantes del ejercicio fsico (Dishman et al, 2004).

    Figura 3.2. Estructura de los obstculos o barreras que condicionan la prctica regular de la actividad

    fsico-deportiva (Dishman et al, 2004).

    En relacin a las calificadas como "barreras per-sonales" podemos reconocer que factores como el gnero, la edad, la pertenencia a grupos minoritarios, pueden determinar la participacin de los sujetos en la realizacin de actividad fsica de forma regular. Sin embargo pueden ser estructuradas en factores demo-grficos, factores socio-cognitivos, adems de los determinantes psicolgicos.

    En cuanto a las barreras demogrficas, incluyen aspectos como el trabajo, la etnia, el tabaquismo, la

  • 42 Actividad Fsica y Saiud

    educacin, los ingresos o estatus socioeconmico, la edad y la obesidad. Estos atributos pueden deter-minar la adquisicin de unos hbitos que refuercen el sedentarismo entre la poblacin. Ya habamos mencionado que en la actualidad, y refirindonos a sociedades postindustriales, en las que la tecnologa ya est asentada no slo en el mbito laboral, sino tambin en el domstico, podemos encontrar escasas ocupaciones con exigencias fsicas elevadas. El esta-tus socioeconmico est determinado por los aos de educacin formal y por los ingresos de los adultos, ambos aspectos asociados positivamente con la acti-vidad fsica en los adultos (Sallis e al., 1986, 1992) y en los nios (Sallis et al., 2000). Para los nios y ado-lescentes cuyos padres mantienen un elevado nivel socioeconmico es ms fcil su acceso a programas deportivos, no slo en el marco escolar, sino tambin fuera de ste. La asociacin entre el nivel de activi-dad fsica de los padres y el nivel de actividad de los hijos es variado (Dishman et al., 2004). En un estudio de Aznar (2002), tambin se reconoce que las perso-nas ms cercanas a nios y adolescentes son los que ms inuencias ejercen en el mbito de la actividad fsica, y que "los factores de ayuda de los padres con el dinero, el desplazamiento, apoyo de los amigos tie-nen un componente genrico, ya que son ms impor-tantes para los chicos mientras que para las chicas son ms importantes las expectativas de los padres sobre las actividad fsica de la hija". Este estudio y otros publicados en nuestro pas (Garca Ferrando, 1991) indican que las chicas observan como influencias negativas la existencia de barreras u obstculos para hacer ejercicio (falta de tiempo, desinters por el ejer-cicio), mientras que los jvenes varones no efectan esta observacin.

    Respecto a la edad, los niveles de participacin en actividad fsico-deportiva decrecen a medida que aumenta la edad, sin embargo la edad tiene menor impacto en actividad de intensidad moderada (US Department of Health and Human Services, 2000) (Tabla 3.3). En Espaa, una de las ltimas encuestas de salud representativa de mbito nacional, refleja que menos de un 30% de nios y nias eran activos durante su tiempo libre varias veces por semana, matizando que por gneros el porcentaje de nios activos es ms elevado que el de nias (Lasheras et al., 2001). Otros estudios realizados con poblacin espaola se men-cionarn ms adelante en el apartado relativo a la con-tinuidad de los hbitos de actividad fsica. En opinin de Nuviala y lvarez (2004) "la oferta de actividades puede ser uno de los factores responsables del aban-

    dono prematuro, y consideran que es preciso diversi-ficar y mejorar la oferta, no solamente en actividades competitivas, sino de otro tipo, teniendo como grupo prioritario de actuacin a las nias".

    Tabla 3.3. Factores personales que influyen en la prctica de actividad fsica (Dishman et al., 2004).

    Incremento de la edad. Negativo

    Ocupacin laboral manual. Negativo

    Elevado nivel de educacin. Positivo

    Gnero (masculino). Positivo

    Riesgo elevado de enfermedades car- Negativo diacas. Estatus socioeconmico elevado. Positivo

    Historial de lesiones. Indefinido

    Sobrepeso/obesidad. Negativo

    Raza (no blanca). Negativo

    Embarazo y bebs. Negativo

    Variables cognitivas

    Actitudes positivas. Positivo

    Barreras percibidas para el ejercicio. Negativo

    Autoeficacia. Positivo

    Ejercicio por placer. Positivo

    Beneficios esperados. Positivo

    Valoracin de resuitados esperados. Positivo

    Auto-instruccin. Positivo

    Intencin para el ejercicio. Positivo

    Conocimiento de la relacin salud-ejer- Neutral cicio.

    Segn Dishman et al., (2004), otro de los factores personales que pueden condicionar la participacin de los sujetos en actividades fsico-deportivas es la obesidad. Una persona con sobrepeso u obesa puede ser que descienda la seguridad en s misma en torno al xito en la realizacin de ejercicio.

    Las barreras psicolgicas tambin son importan-tes porque explicaran por qu algunas personas son activas a pesar de que sus circunstancias predicen que podran ser sedentarios, y a la inversa, aquellos que son sedentarios a pesar de sus recursos y opor-tunidades para la prctica fsica, o ancianos que son

  • Captulo 3 Estilos de vida y octh/idad fsica 43

    activos a pesar de su edad, jvenes que han abando-nado la escuela y siguen practicando actividad fsica tras el fi-acaso escolar, e, incluso, fiimadores que rea-lizan ejercicio.

    Los factores socio-cognitivos son variables psi-colgicas transmitidas por los individuos desde la sociedad a partir del aprendizaje. Las actitudes hacia el ejercicio y, en menor medida, las normas sociales en torno a la inuencia del ejercicio, solamente son intenciones efmeras, influenciadas por prioridades variables y factores de la personalidad tales como la fuerza de voluntad o la automotivacin. La intencin hacia el ejercicio tambin puede estar influenciada por el control personal percibido en torno a la prctica fsica (especialmente la autoecacia).

    Tal y como se indicaba en la Figura 3.2, las ba-rreras u obstculos del entorno estn divididas en barreras fsicas y barreras sociales, si bien estos dos tipos de barreras interactan. En cuanto a las barreras fsicas del entomo, podemos destacar que el clima y la estacin o poca del ao intervienen en los niveles de actividad fsica. As, en un estudio de Tuero (1998) sobre los niveles de prctica de actividad fsica de la poblacin, se recoga que en el transcurso del ao la prctica fsico-deportiva est condicionada por la estacin climtica (incrementndose la prctica ge-neralmente en verano) o por las "temporadas espe-ccas de prctica", como sucede en el caso de actividades como la pesca y la caza. Distintos estudios de Garca Ferrando (1998, 2001) coinciden al sealar que la prctica fsica se eleva ligeramente en verano respecto a todas las pocas del ao.

    En este tipo de barreras se incluye el acceso a las instalaciones y equipamientos deportivos, baste como ejemplo que desde la estrategia NAOS (2005) del Ministerio de Sanidad y Consumo espaol para invertir la tendencia de la obesidad entre la poblacin se considera "importante facilitar que todas la perso-nas tengan acceso a espacios libres y zonas deporti-vas cerca de sus lugares de residencia". De este modo, el urbanismo como una influencia destacada para la lucha contra la obesidad, y por tanto, contra la inac-tividad fsica.

    El coste econmico de los programas y el mate-rial para el ejercicio ponen de manifiesto que no existe relacin con el conjunto de actividad fsica. Sin embargo se puede reconocer que el acceso puede estar condicionado en trminos geogrficos, econmicos y de seguridad (Tabla 3.4). La falta de tiempo es otro de los argumentos ms utilizados por los sedentarios para justificar su inactividad fsica.

    Tabla 3.4. Influencia de los factores del entorno fsico en la prctica de actividad fsica (Dishman et al., 2004).

    Clima/estacin.

    Ausencia de tiempo.

    Fcil acceso a las instalaciones.

    Material.

    Influencia

    Negativa

    Negativa

    Positiva

    Desconocido

    En cuanto a los factores del entorno social (Tabla 3.5), es necesario manifestar que las relaciones e interacciones con otros individuos pueden tener un fuerte impacto en el comportamiento (Dishman et al., 2004), pueden crear o resolver las barreras para la prctica fsica, los familiares y amigos pueden ayudar o entorpecer los esfuerzos para una prctica activa en el rea de la actividad fsica. Son varios los sencillos aspectos que pueden fomentar la participacin en una actividad fsico-deportiva, como es la presencia de un compaero o compaera de prctica. Familiares y amigos pueden sabotear los esfuerzos con exce-siva persistencia o distrayendo al individuo de sus metas personales, o tentndole con atractivas activi-dades "sedentarias", pero tambin pueden influir en otros comportamientos menos directamente ya que una persona aprende actitudes y hbitos observando y escuchando a otras personas. Hay otros factores que tienen una relevancia determinada, como son el tamao de la clase o del grupo de clase, la par-ticipacin activa del cnyuge, el rol del instructor o entrenador. Si bien el tamao de la clase o del grupo de clase parece no tener relevancia, en un estudio de Wallace et al. (1995) se ha comprobado que aquellos sujetos que acudan al centro o instalacin deportiva acompaados de sus esposas demostraban una mayor adherencia al ejercicio que aquellos que acudan sin ellas. Las interacciones sociales parecen adquirir ms relevancia en las mujeres que en los hombres, as Dun-

    Tabla 3.5. Influencia de los factores sociales en la prctica de actividad fsica

    (adaptado de Dishman et al., 2004).

    Tamao de la clase. Buena col^esin del grupo. Influencia mdica, influencias del pasado familiar. Apoyo social (amigos). Apoyo social (cnyuge/familia). Apoyo social (entrenador/ ins-tructor).

    Influencia Desconocido Desconocido

    Positivo Positivo Positivo Positivo

    Apoyo social (entre-. nador / instructor)

  • 44 Actividad Fsica y Salud

    can e al. (1993) reflejaron en un estudio que cuando las mujeres participaban en programas de actividad fsica organizados, con orientaciones e informacin sobre el valor de dichos programas, se optimizaba la adherencia al ejercicio, sin embargo esto no se mani-festaba en el caso de los hombres.

    En el marco de las barreras del comportamiento, se pueden plantear los hbitos del pasado como un obstculo para la prctica fsica en etapas posterio-res (Sallis et al., 1990; Godin, 1994; Dishman et al., 2004). As, los sujetos que no escogen ser fsicamente activos en su tiempo de ocio, tienden a ser muy seden-tarios en sus alternativas de ocio (ver televisin y pel-culas, navegar en Internet, leer...), pero adems ingie-ren caloras extra mientras realizan estas actividades. En opinin de Dishman et al. (2004), el mejor prons-tico para saber si alguien ser en el futuro fsicamente activo es si en el pasado durante su tiempo libre rea-lizaba actividad fsica. Aunque en este sentido pode-mos encontrar ciertas contradicciones en estudios que han analizado si la prctica deportiva en edad escolar ha mantenido este hbito posteriormente, ya que Dishman (1988) en un estudio con varones ha reflejado que los atletas escolares no eran ms activos que los no atletas en edades posteriores. Frente a este dato, se debe recoger el estudio de Frisch et al. (1985) con mujeres, reseando que aquellas que haba sido deportistas en edad escolar se mantenan fsicamente ms activas que las que no lo haban sido. Casimiro (2002) alude a numerosos trabajos que confirman que "la prediccin de modelos del estilo de vida adulto pudiera hacerse a travs de la participacin deportiva durante la niez y adolescencia", la razn por la cual se supone que esta prediccin se fundamenta en la obtencin de habilidades en la infancia que estimula-rn el inters y la participacin en etapas posteriores. Sobre este tema, ya en 1999, Piron et al. se pregun-taban si se podra predecir el comportamiento en el futuro de un estilo de vida saludable a partir de datos recogidos durante la niez y la adolescencia, su res-puesta aboga por estudios longitudinales que puedan verificar esta posibilidad, aunque tambin confirman que "la inactividad fsica muestra una mejor posibili-dad de prediccin que la propia actividad" (Raitakari et al., 1994; Telama et al., 1996; Piron et al., 1999).

    Dishman et al. (2004) sealan que, afortunada-mente, los hbitos del pasado no vaticinan los hbi-tos futuros puesto que las personas pueden modificar su prctica fsica. Estos autores tambin exponen que el tipo de actividad de tiempo libre efectuado por la poblacin sin componente fsico elevado o con l imi -

    taciones mdicas en sus actividades tienen a cambiar con el incremento de la edad, as actividades con esca-sos requerimientos energticos (pasear, labores de jar-dinera y huerta) son muy populares entre los sujetos mayores, mientras que el ciclismo, la natacin o la danza se convierten en menos frecuentes (Tabla 3.6).

    Tabla 3.6. Influencia de los factores relativos a los antecedentes de ejercicio y esfuerzo en la prctica de actividad fsica (adaptado de Dishman et al., 2004).

    Factor Influencia Actividades anteriores adulto. Positiva Dieta. Confuso Ver la televisin. Negativa Deportes escolares. Sin relacin (hombres)

    Positivo (mujeres) Fumar. Confuso Intensidad del ejercicio. Negativo Frecuencia del ejercicio. Negativo Duracin del jercicio. Negativo Esfuerzo percibido del ejercicio. Negativo

    5. AUTOCONCEPTO Y ESTILOS DE VIDA Hacia 1970 Fitts (1972), en un monogrfico sobre

    El autoconcepto y la conducta, sugera el estudio de la influencia del autoconcepto sobre las conductas relacionadas con la salud (alcoholismo, abuso de sus-tancias, enfermedades fsicas...). En la dcada de los ochenta aparecen las primeras teoras e investigacio-nes relacionando el autoconcepto y la autoestima con conductas relacionadas con la salud en la adolescen-cia. Desde entonces hasta la actualidad se han desa-rrollado multitud de estudios e investigaciones que hablan de la relacin existente entre las conductas de salud y un concepto unidimensional de autoconcepto, aunque posteriormente se ha evolucionado a una con-cepcin multidimensional diferenciando conceptual y empricamente las dimensiones de autoconcepto y autoestima global.

    Las conductas de salud que ms han interesado a los especialistas son las conductas de consumo de sustancias y las conductas de ejercicio.

    Los modelos tericos que explican las conductas de riesgo y en concreto el consumo de sustancias (Huba y Bentler, 1982), incluyen tanto variables sociales como individuales, siendo el autoconcepto/autoestima una de las variables individuales tradicionahnente asociadas al consumo de sustancias, sobre todo en la adolescencia.

  • Captulo 3 Estilos de vida y actividad fsica 45

    Inicialmente cuando se realizaron los primeros estudios se encontr una relacin negativa entre autoestima y con-sumo de sustancias, pudiendo ser una autoestima baja el origen del consumo de sustancias. Kaplan en 1980 for-mul su teora general de la conducta desviada, que pro-pone que el consumo de sustancias tendra su origen en experiencias negativas en los contextos de socializacin que producen sentimientos de autodevaluacin, lo que producir que el sujeto deje de estar motivado por con-tinuar con las actividades normativas del grupo que le hacen sentir mal y se sentir motivado a desviarse de ellas adoptando un patrn de conducta desviada (Kaplan, 1980,1982).

    Diversos autores en sus investigaciones aportan otras explicaciones sobre la relacin entre autoestima y consumo de sustancias. Algunos piensan que una baja autoestima incrementa la vulnerabilidad a la presin de los pares hacia el consumo (Foxy Forbing, 1991;Maagea / . , 1994).

    Otros autores en cambio consideran que la ansie-dad es el eslabn entre la autoestima y el abuso de sustancias, por tanto aquellos adolescentes que expe-rimentan niveles de ansiedad ms elevados con menor autoestima son candidatos al consumo de sustancias.

    Butler (1982) encontr evidencias de que los ado-lescentes que no consumen alcohol poseen mayores puntuaciones en el dominio fsico que los que lo con-sumen regular o espordicamente. El dominio depor-tivo tampoco parece estar demasiado relacionado con el consumo de sustancias, ya que la mayora de los trabajos realizados no encuentran relacin entre ambas variables. La nica evidencia existente es la de Lifrak et al. (1997), que encontraron una relacin sig-nificativa y negativa entre la competencia deportiva y el consumo de tabaco y cannahis en chicos de 12 a 15 aos, pero no en las chicas.

    En definitiva, la literatura cientfica no da un apoyo claro e inconfundible a una relacin de causalidad entre la autoestima global y el consumo de sustancias debido a una serie de limitaciones metodolgicas y estadsticas que hacen que la relacin no sea tan clara. Algunas son la ausencia de una definicin plenamente aceptada del trmino "autoestima" o las bajas corre-laciones entre las distintas de autoestima que hacen pensar que quizs no sean instrumentos fiables y vli-dos para medir este constructo, sobre todo por parte de aquellos que lo consideran como unidimensional. En el caso del "consumo de sustancias" tampoco hay un pleno consenso, mientras que algunos autores consideran que se comete abuso de sustancias cuando supone un peligro para el individuo y la sociedad o la

    comunidad (Nelson et ai, 1982); otros consideran que es abuso el mero consumo de sustancias tanto legales como ilegales (Schroeder et ai, 1993). Con respecto a los datos estadsticos, en ocasiones se considera slo la significacin estadstica y no se analiza la magni-tud de la asociacin, ya que en muchos estudios no se explica ms que un 5% de la varianza encontrada.

    6. CONTINUIDAD DE LOS HBITOS DE ACTIVIDAD FSICA A LO LARGO DE LA VIDA Dado que los hbitos relacionados con la actividad

    fsica, como muchos otros aspectos de la conducta, pueden ser susceptibles de cambios mediante inter-venciones educativas, cabra plantearse la cuestin de cundo se consolidan y de la posible relacin entre los hbitos de participacin en actividades fsicas en la infancia y adolescencia y su posible continuidad o variacin en pocas posteriores de la vida. Para algu-nos autores el mantenimiento de estilos saludables de vida, como la dieta equilibrada y el ejercicio, es ms probable en la edad adulta si dichos estilos de vida se establecen durante la infancia, tal y como hemos confirmado anteriormente. No obstante, son escasos los estudios que analizan si la participacin en acti-vidades fsicas durante la adolescencia incrementa la probabilidad de que dicha participacin contine en la edad adulta (Mrquez, 2004). En lo que pare-cen coincidir distintas investigaciones es que resulta ms sencillo modificar parmetros de conducta en nios que en adultos, puesto que los hbitos de vida relacionados con la salud se establecen en la infancia (Snchez Bauelos, 1996; Nieda, 1993; Kelder et al., 1994; Casimiro, 2002), si bien, ya hemos confirmado que es ste un debate que suscita numerosas contra-dicciones.

    Un estudio retrospectivo realizado en Gran Bre-taa (Powel y Dysinger, 1987) concluy que los sujetos que en la edad adulta practicaban actividades deporti-vas de forma habitual, haban practicado tambin ms deporte en la edad escolar, eran ms extrovertidos socialmente en la adolescencia y haban tenido menos problemas de salud en la infancia. En coincidencia con lo anterior, en una investigacin realizada en Holanda (Van Mechelen y Kemper, 1995) se ha observado que los jvenes considerados por sus profesores como de habilidad media en el deporte a la edad de 13 aos y como muy activos a la edad de 15 aos, tienen gran-des posibilidades de participacin en eventos de ocio

  • 46 Actividad Fsica y Salud

    activo a la edad de 36 aos, aunque tambin se detect un descenso considerable en el comportamiento rela-cionado con la actividad fsica durante ese periodo, tanto en hombres como en mujeres.

    Diversos autores han encontrando una disminu-cin importante despus de los 12 aos, tanto en la frecuencia de la actividad fsica como en la participa-cin en actividades deportivas, as como una mayor actividad en chicos que en chicas, aunque la disminu-cin de actividad de estas ltimas es menos marcada que en los varones (Rodrguez-Ordx e ai, 2003). El descenso fundamental parece producirse entre los 12 y 21 aos y contina, de una forma menos marcada, hasta los 29, mientras que en el periodo de los 30 a 64 aos suelen mantenerse patrones de actividad relativa-mente estables e incluso, a partir de esa edad, se puede apreciar una mejora en la tendencia, seguida de una mayor erosin en los ltimos aos de la vida. En este mismo sentido se manifiestan algunos estudios estado-unidenses que califican como "dramtico" el descenso de los niveles de actividad fsica durante la adolescen-cia, especialmente en los ltimos aos de enseanza obligatoria, puesto que un 70% de la poblacin de 12 aos realiza actividad fsica intensa, mientras que a los 21 aos tan slo un 40% de varones y un 30% de mujeres continan con prctica fsica a esta intensi-dad (Dishman et al., 2004). En Espaa esto tambin ha sido motivo de numerosas investigaciones, de la cua-les citamos a continuacin algunas referencias:

    Segn Mendoza et al. (1994), la prctica depor-tiva fuera del horario escolar se sita en torno al 72% en ESO.

    Garca Ferrando (1998) establece que el 70% de la poblacin menor de 16 aos afirma hacer deporte una o dos veces por semana; Guerrero (2000) ampla este porcentaje hasta un 74%.

    Mendoza (2000) concreta que los estudiantes espaoles entre 11 y 18 aos que realizan acti-vidad deportiva extraescolar varios das a la semana son un 57%, y slo un 16% lo realiza diariamente.

    Guerrero (2000) establece en un 29% los esco-lares entre 11 y 14 aos que practican con fre-cuencia semanal, mientras que el 22% lo hace diariamente.

    Un importante elenco de autores considera al gnero como un factor condicionante a la hora de hacer ejercicio fsico (Garca Ferrando, 1993, 1997, 2001; Castillo y Balaguer, 2001; Ruz Juan, 2001).

    Muchas publicaciones confirman que los chicos practican ms actividad fsica que las chicas (Mendoza, 2000; Ruz Juan, 2001; Zabala et al., 2002). En este sentido, Garca Ferrando (2001) expresa, en trminos generales, que un 79% de mujeres no realizan ejercicio fsico frente a un 59% de varones.

    Esta decadencia de prctica regular en las prime-ras etapas del individuo puede estar motivada porque en la infancia, pero especialmente en la adolescen-cia, nos encontramos con un periodo muy crtico en el mbito de los estilos de vida saludables. Latorre y Herrador (2003) justifican este momento con la pre-potencia de estas edades, "motivada en cierto modo por mimetismos con comportamientos estereotipados del adulto, entienden que la salud no va con ellos, que son jvenes y estn llenos de vida; pero no son cons-cientes de que a esas edades se asientan los hbitos de vida relacionados con la salud".

    La concienciacin y la adecuada promocin de prctica fsica ha de ser planteada eficazmente por los estamentos e instituciones responsables con el fin de revalorizar la necesidad de prctica fsica regular como componente de los estilos de vida saludables desde los primeros aos de vida. Por tanto, como reconoce Martens (1996), los profesionales del mbito fsico-deportivo deben mantener como un objetivo priorita-rio: convertir a los nios en pracicanes activos para toda la vida.

    Aun reconociendo y reiterando una vez ms la afirmacin de Gutirrez Sanmartn (2000), en cuanto que "los nios desarrollan la actividad fsica a travs de los procesos de socializacin, al igual que sus esti-los de vida y sus hbitos de salud", lo cierto es que podramos focalizar en otros cuatro elementos activa-dores, adems de la socializacin, de la prctica fsica en las primeras edades: la escuela, las organizaciones deportivas, los medios de comunicacin y la motiva-cin (Figura 3.3).

    El marco escolar, en opinin de Iverson et al. (1985), debe ser considerado como el escenario propicio para influir positivamente en la prctica fsico-deportiva. Tanto las materias obligatorias, focalizando la relevancia de la Educacin Fsica, como las propuestas de programacin extralectivas, dentro de ese marco escolar, deben abanderar el inters de los alumnos por la prctica fsico-deportiva.

    No menos importantes son las restantes insti-tuciones que promueven y promocionan la prctica deportiva dirigida a los ms jvenes: clubes, escue-

  • 46 Actividad Fsica y Salud

    activo a la edad de 36 aos, aunque tambin se detect un descenso considerable en el comportamiento rela-cionado con la actividad fsica durante ese periodo, tanto en hombres como en mujeres.

    Diversos autores han encontrando una disminu-cin importante despus de los 12 aos, tanto en la frecuencia de la actividad fsica como en la participa-cin en actividades deportivas, as como una mayor actividad en chicos que en chicas, aunque la disminu-cin de actividad de estas ltimas es menos marcada que en los varones (Rodrguez-Ordx et al., 2003). El descenso fundamental parece producirse entre los 12 y 21 aos y contina, de una forma menos marcada, hasta los 29, mientras que en el periodo de los 30 a 64 aos suelen mantenerse patrones de actividad relativa-mente estables e incluso, a partir de esa edad, se puede apreciar una mejora en la tendencia, seguida de una mayor erosin en los ltimos aos de la vida. En este mismo sentido se manifiestan algunos estudios estado-unidenses que califican como "dramtico" el descenso de los niveles de actividad fsica durante la adolescen-cia, especialmente en los ltimos aos de enseanza obligatoria, puesto que un 70% de la poblacin de 12 aos realiza actividad fsica intensa, mientras que a los 21 aos tan slo un 40% de varones y un 30% de mujeres continan con prctica fsica a esta intensi-dad (Dishman et al., 2004). En Espaa esto tambin ha sido motivo de numerosas investigaciones, de la cua-les citamos a continuacin algunas referencias:

    Segn Mendoza et al. (1994), la prctica depor-tiva fuera del horario escolar se sita en torno al 72% en ESO.

    Garca Ferrando (1998) establece que el 70% de la poblacin menor de 16 aos afirma hacer deporte una o dos veces por semana; Guerrero (2000) ampla este porcentaje hasta un 74%.

    Mendoza (2000) concreta que los estudiantes espaoles entre 11 y 18 aos que realizan acti-vidad deportiva extraescolar varios das a la semana son un 57%, y slo un 16% lo realiza diariamente.

    Guerrero (2000) establece en un 29% los esco-lares entre 11 y 14 aos que practican con fre-cuencia semanal, mientras que el 22% lo hace diariamente.

    Un importante elenco de autores considera al gnero como un factor condicionante a la hora de hacer ejercicio fsico (Garca Ferrando, 1993, 1997, 2001; Castillo y Balaguer, 2001; Ruz Juan, 2001).

    Muchas publicaciones confirman que los chicos practican ms actividad fsica que las chicas (Mendoza, 2000; Ruz Juan, 2001; Zabala et al., 2002). En este sentido, Garca Ferrando (2001) expresa, en trminos generales, que un 79% de mujeres no realizan ejercicio fsico frente a un 59% de varones.

    Esta decadencia de prctica regular en las prime-ras etapas del individuo puede estar motivada porque en la infancia, pero especialmente en la adolescen-cia, nos encontramos con un periodo muy crtico en el mbito de los estilos de vida saludables. Latorre y Herrador (2003) justifican este momento con la pre-potencia de estas edades, "motivada en cierto modo por mimetismos con comportamientos estereotipados del adulto, entienden que la salud no va con ellos, que son jvenes y estn llenos de vida; pero no son cons-cientes de que a esas edades se asientan los hbitos de vida relacionados con la salud".

    La concienciacin y la adecuada promocin de prctica fsica ha de ser planteada eficazmente por los estamentos e instituciones responsables con el fin de revalorizar la necesidad de prctica fsica regular como componente de los estilos de vida saludables desde los primeros aos de vida. Por tanto, como reconoce Martens (1996), los profesionales del mbito fsico-deportivo deben mantener como un objetivo priorita-rio: convertir a los nios en practicantes activos para toda la vida.

    Aun reconociendo y reiterando una vez ms la afirmacin de Gutirrez Sanmartn (2000), en cuanto que "los nios desarrollan la actividad fsica a travs de los procesos de socializacin, al igual que sus esti-los de vida y sus hbitos de salud", lo cierto es que podramos focalizar en otros cuatro elementos activa-dores, adems de la socializacin, de la prctica fsica en las primeras edades: la escuela, las organizaciones deportivas, los medios de comunicacin y la motiva-cin (Figura 3.3).

    El marco escolar, en opinin de Iverson et al. (1985), debe ser considerado como el escenario propicio para inuir positivamente en la prctica fsico-deportiva. Tanto las materias obligatorias, focalizando la relevancia de la Educacin Fsica, como las propuestas de programacin extralectivas, dentro de ese marco escolar, deben abanderar el inters de los alumnos por la prctica fsico-deportiva.

    No menos importantes son las restantes insti-tuciones que promueven y promocionan la prctica deportiva dirigida a los ms jvenes: clubes, escue-

  • Captulo 3 Estilos de vida y actividad fsica 47

    P R O C E S O S DE SOCIALIZACIN

    Estilos de vida activos durante la infancia y la adolescencia

    Figura 3.3. Elementos activadores de la prctica fsica en las primeras edades.

    las deportivas, asociaciones que ofertan actividades deportivas, empresas de servicios, administraciones pblicas.. . Son muy diversas y numerosas las opcio-nes de organizacin del deporte y la actividad fsica en edad escolar, sin embargo las directrices de pro-mocin no son efectivas en cuanto que el nmero de abandonos deportivos en estas edades sigue incre-mentndose en los ltimos aos. N i tan siquiera los alarmantes datos relativos a la obesidad infantil han impulsado programas rigurosos de promocin y con-cienciacin efectivos. Algunos intentos pusilnimes, hasta el momento, como es el caso de NAOS (Estra-tegia para la Nutricin, Actividad Fsica y prevencin de la Obesidad), incluyen un apartado para la promo-cin de la actividad fsica cuyo objetivo es fomentar la prctica de deporte y la actividadfsica especialmente en la infancia y en la juventud, y pretende hacer part-cipes no slo a las distintas administraciones pblicas en materia de educacin, sanidad y deporte, sino tam-bin a los responsables del planeamiento urbanstico de las localidades en cuanto que de ellos depende la nueva creacin de parques, jardines y reas depor-tivas. A l margen de la incidencia social y de la efec-tividad de estos proyectos, debemos reflejar algunas de las acciones establecidas, por ejemplo, desde esta Estrategia NAOS (2005) en el mbito concreto de la actividad fsica:

    Se realizarn campaas informativas para concienciar a la poblacin de la importancia de la actividad fsica y promocionar su prc-tica habitualsomo alternativa al ocio seden-tario.

    Se recabar la colaboracin de las empresas de entretenimiento, fabricantes y anunciantes

    de juguetes, buscando iniciativas comunes des-tinadas a la promocin de juegos que requie-ran actividadfsica.

    Se crearn grupos de trabajo, en el mbito autonmico y municipal, encargados de dise-ar iniciativas para la mejora de espacios para la prctica de ejercicio y actividadfisica, carri-les seguros para bicicleta, pistas de patinaje, pistas peatonales. Estos grupos deben incluir la participacin de responsables municipales, urbanistas, responsables de actividades de ocio y prctica deportiva, educadores, etc.

    Resulta necesario educar sobre los medios de comunicacin, en opinin de Duran (1998), a causa "de los elevados niveles de consumo meditico, y muy especialmente entre las personas ms jvenes", y denuncia el elevado nmero de horas que los nios pasan frente al televisor. Gutirrez Sanmartn (2000) destaca la gran influencia de los medios de comunica-cin como factor medioambiental en la educacin y en el comportamiento de los nios, y seala a la televisin como un agente de socializacin de gran impacto que aporta estereotipos de comportamiento a los nios o modelos para que se identifiquen con ellos. Este mismo autor prosigue mencionando la probabilidad de "que la presentacin de actividades fsicas y deportes en televisin influya en las actitudes y las motivaciones que los nios tienen respecto al deporte". Esta misma hiptesis es planteada por Duran (1998), quien plantea si la retransmisin de eventos deportivos en televisin propicia un caldo de cultivo que favorezca la prc-tica deportiva de la poblacin, el propio autor ofrece una respuesta citando un estudio de Irlinger de 1994, en el cual se pona de manifiesto "que la influencia del consumo de espectculos deportivos televisados en la prctica real es mucho menor de lo que cabra esperar". Las razones que ofrece Duran (1998) para entender este desencuentro entre consumo deportivo en la televisin y sujetos activos fsicamente son, por un lado, que el deporte retransmitido es el de la alta competicin, el espectculo, y que no refleja las nece-sidades de prctica fsica de la poblacin, y por otro lado, destaca que las retransmisiones deportivas no sirven, ni tan siquiera indirectamente, para incremen-tar las tasas de prctica deportiva porque "la influen-cia motivadora hacia la prctica no deja de ser para los responsables mediticos un efecto colateral que no les preocupa en absoluto, una consecuencia acci^ dental". En esta misma lnea debenios aadir que la representatividad del deporte en edad escolar en los

  • 48 Actividad Fsica y Saiud

    medios de comunicacin es prcticamente nula; en la prensa local y provincial se limita a ofrecer semanal-mente tablas de resultados de categoras inferiores de varios deportes, y en la prensa nacional, esta repre-sentatividad es prcticamente nula. Las imgenes que reciben los nios a travs de los medios de comunica-cin son la de los deportistas profesionales y la de las modalidades enmarcadas en el denominado deporte espectculo, alejadas ambas de la perspectiva educa-tiva y formativa de la prctica fsica-deportiva en las primeras etapas. El papel de los educadores y de los tcnicos deportivos se torna relevante en cuanto que a ellos les corresponde concienciarse sobre la distorsin provocada por los medios, y cmo orientar a los parti-cipantes hacia modelos de prctica tiles y que tenga continuidad a largo plazo (Duran, 1998).

    Por ltimo, debemos mencionar que la motivacin puede ser otro de los elementos activadores de la acti-vidad fsica. Gutirrez Sanmartn (2000) seala que esta temtica siempre ha sido objeto de inters para la Psicologa del Deporte y del Ejercicio, y se constatan mltiples estudios al respecto. Como la motivacin ser adems un captulo ms de este texto, tan slo mencionaremos que no siempre acompaa a la prc-tica fsica-deportiva. As Duda (1993) destaca que algunos tipos de motivacin (extrnseca y orientacin al ego y al resultado) pueden, a veces, tener efectos negativos sobre la participacin y la satisfaccin, mientras que Gutirrez Sanmartn (2000) precisa que "dada la preponderancia de recompensas extrnsecas en el deporte y dado el hecho de que las personas pueden participar para probarse a s mismas ms que por amor al juego, la motivacin intrnseca puede no ser siempre el motor de la implicacin en el deporte". De esta manera, ser necesario analizar y estructu-rar correctamente la motivacin en la prctica fsica, para establecer las pautas en este mbito que faciliten la continuidad en programas de actividad fsica.

    7. RECOMENDACIONES Y PAUTAS PARA LA ACTIVIDAD FSICA SALUDABLE EN FUNCIN DE LOS GRUPOS DE POBLACIN El ya citado documento Estrategia NAOS (2005)

    cita las recomendaciones de la OMS para practicar ejercicio fsico de forma regular, independiente de la edad de la persona y del tipo de ejercicio que se rea-

    lice. Esta recomendacin se concreta en "30 minutos de ejercicio de intensidad moderada, como caminar a paso ligero, todos los das de la semana".

    Es ampliamente reconocido por diversos estudios que la actividad fsica regular favorece la salud mental y fsica en la infancia y en la adolescencia, por esta razn se han establecido recomendaciones para los ms jvenes, que promueven actividad fsica de inten-sidad moderada/intensa, as como ejercicio fsico para mejorar la fuerza y la flexibilidad (Biddle et al., 1998; Sallis y Patrick, 1994; US Department of Health and Human Services (USDHH, 1991)). Es necesario reco-nocer que an no se ha establecido la cantidad ptima de actividad fsica saludable para los nios ya que las recomendaciones de actividad fsica (Sallis y Patrick, 1994) se haban establecido a partir de estudios rea-lizados a adultos (Sallis et al., 1994). A los beneficios psicolgicos debemos aadir un aspecto que ha impul-sado las investigaciones en este sentido, y es el incre-mento de la obesidad preocupante especialmente en la etapa infantil. La Estrategia NAOS (2005) establece que junto con la alimentacin, el otro factor causante de la obesidad es el sedentarismo, y que en un estudio realizado recientemente en 15 pases europeos, Espaa era uno de los pases donde menos prctica fsica se realizaba, y en el que el nmero de horas que los nios y adolescentes juegan con ordenadores y videoconso-las se ha incrementado espectacularmente. A partir de este tipo de informaciones, cobran mucha importancia los estudios que analizan la cantidad y la intensidad del ejercicio fsico en distintas poblaciones, pero par-ticularmente en el caso de los nios, con el objetivo de prevenir ciertas enfermedades derivadas de hbi-tos sedentarios, pues la obesidad ya ha sido calificada como la epidemia del siglo x x i en las sociedades ms avanzadas.

    Montil et al. (2004) indican que algunas investi-gaciones han estudiado el cumplimiento satisfactorio de estas recomendaciones de los nios, y la mayora muestran niveles bajos de prctica, indicando que pueden no estar realizando los niveles adecuados de actividadfsica para la salud.

    Segn investigaciones realizadas con nios norte-americanos, stos no cumplen la recomendacin de rea-lizar actividad fsica de intensidad moderada/intensa casi todos los das durante una hora (Pate et al, 1994). En este mismo trabajo se manejan datos como que un importante nmero de nios y la mayora de las nias no llegan a realizar ni siquiera 20 minutos al menos tres veces por semana. Riddoch y Aznar (1996) encon-traron datos similares en los nios de Gran Bretaa.

  • Captulo 3 Estilos de vida y actividad fsica 49

    Tal y como comprobbamos en el apartado anterior, en nuestro pas los resultados no son ms halageos, y la actividad fsica que realizan nuestros nios y nias parece insuficiente para que sea realmente beneficiosa para su salud (Cantera, 1997; Lasheras et ai, 2001; Nebo t e a / . , 1991).

    En 1998, Biddle et al. publican un trabajo en el que se modifican las recomendaciones anteriores hasta aumentar la sesin de actividad de 30 minutos la mayora de los das de la semana a 60 minutos diarios de actividad fsica.

    En Espaa, y concretamente en poblacin escolar de Madrid, se ha observado que los nios que cum-plen la recomendacin de 60 minutos eran un 23,3%, y que las tasas de sedentarismo son ms elevadas en nias que en nios. El mismo estudio refleja que un 47% de los nios madrileos cumplen las recomen-daciones para poblaciones sedentarias (30 minutos de actividad fsica), y que existen diferencias significa-tivas en cuanto a la prctica entre semana y la del fin de semana, en detrimento de ste ltimo (Montil et al., 2004).

    Puesto que la mayor parte de los jvenes no cum-plen estas recomendaciones, las instituciones pbli-cas debera preocuparse por promocionar la actividad fsica entre esta poblacin de forma adecuada. Monti l et al. (2004), ante los datos arrojados en su estudio, matizan an ms esta intervencin, refirindose a la familia y a los centros escolares como agentes necesa-rios e imprescindibles en el cumplimiento del tiempo de prctica fsico-deportiva. Pero adems, es necesa-rio plantearse la utilizacin de instrumentos adecua-dos que permitan valorar el grado de cumplimiento de estas sugerencias.

    Aunque las recomendaciones acerca de la acti-vidad fsica a realizar deben adaptarse a cada edad y persona, en adultos el mensaje dominante es con-siderar como actividad fsica beneficiosa para la salud aquella actividad de intensidad moderada que

    se realiza diariamente, o casi todos los das, con una duracin mnima de 30 minutos. Segn se indi-ca en las recomendaciones del Ministerio de Sanidad en nuestro pas, la duracin aconsejada dependera de la intensidad. Si no se puede realizar una actividad de intensidad moderada bastaran 60 minutos de inten-sidad suave. Los 30-60 minutos pueden distribuirse en periodos de 10-15 minutos a lo largo del da, y su realizacin es ms fcil si se integra en actividades cotidianas tales como caminar rpido al trabajo, subir escaleras, etc. Tambin proporcionan orientaciones tiles las recomendaciones de la Declaracin de Qu-bec sobre Actividad Fsica, Salud y Bienestar (Blair y Hardman, 1995).

    El mnimo de actividad fsica diaria es muy importante y, aunque las actividades de menor fre-cuencia pueden mejorar la forma fsica, tienen efectos menos importantes sobre la salud. Actividades y ejer-cicios ms intensos pueden ser tambin beneficiosos, pero no siempre, por lo que es importante consultar previamente con un especialista antes de iniciar acti-vidades de mayor intensidad. No obstante, es nece-sario insistir en que se trata de una recomendacin de tipo general y que diferentes tipos e intensidades de ejercicio pueden mejorar diversos componentes de la salud y de la forma fsica. Por ejemplo, un paseo suave a la hora del almuerzo, puede no ser suficiente para mejorar la forma circulatoria, pero podra con-tribuir al control del peso y a la reduccin del estrs. Tambin es importante el tratar de reducir los perio-dos de inactividad, como aquellos invertidos en ver la televisin. La simple sustitucin de estar sentado delante del televisor por mantenerse una hora en pie puede permitir la reduccin de 1-2 kg de grasa al ao. Tambin se pueden obtener claros beneficios simple-mente levantndose cada hora del sof y realizando ejercicios de estiramiento y de flexibilidad, algo espe-cialmente importante en personas mayores.