Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
U.D. 8. Descartes: un genio moderno.
8.1. El inicio de la Modernidad, entre fuego cruzado: racionalismo y
empirismo.
El final de la Edad Media ya mostraba signos de agotamiento antes de que
llegase el Renacimiento. Guillermo de Occam y otros pensadores anglosajones del
entorno de Oxford habían puesto de manifiesto las incongruencias del sistema
aristotélico-tomista para explicar algunos fenómenos naturales durante el S.XIV.
Guillermo de Occam, aplicó su famosa “navaja” para hacer una cuña entre la fe y la
razón, y por razones similares, entre Dios omnipotente y las criaturas. Y en segundo
lugar, para eliminar todo lo que sobraba en la Escolástica medieval.
Sin embargo habrá que esperar a los siglos S.XV y XVI para ser testigos de la crisis
del sistema de pensamiento medieval. El profesor Manuel García Morente explicó de
manera excepcional los cambios que obligaron a cuestionar el mundo medieval. Según
el profesor, los descubrimientos de una nueva tierra geográfica (se descubren nuevos
continentes y tierras con lo que la percepción del mundo se modifica), un nuevo cielo
astronómico (el sistema geocéntrico defendido por Aristóteles y Ptolomeo ya no sirve
para explicar ciertos fenómenos con éxito y deja paso al sistema heliocéntrico de
Copérnico, Brahe, Kepler y, por supuesto, Galileo) y el desgajamiento de la verdad
cristiana universal en varias confesiones después de la Reforma Protestante provocan
una crisis profundísima en las convicciones de los hombres y las mujeres europeas.
Todo lo que antes era seguro ahora resultaba confuso cuando no falso.
Este clima es el mismo en el que creció un autor determinante para el desarrollo
del pensamiento en Occidente, Descartes (1596-1650), quién estudió en la Fleché en
Anjou con los jesuitas que todavía defendían que la Escolástica era el mejor modo de
explicar la realidad, pero aquello era papel quemado esperando que alguien como él
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Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
soplase para que sus cenizas se
esparciesen. En el “Discurso del
Método” (1637) (publicado en
francés) deja constancia de una
forma genial de este proceso
personal que empieza con el
desengaño de toda la filosofía
anterior, aunque es en las
“Meditaciones Metafísicas”,
publicadas en latín a lo largo de
la última década de su vida
donde va a plasmar de manera
sistemática todo su innovador
pensamiento. Desde 1629,
Descartes, después de un período
militar (quién sabe si fue espía al
servicio de los jesuitas tal y como defiende el profesor Grayling), residía en Holanda,
sin embargo decidió aceptar el requerimiento que le hizo la princesa Cristina de Suecia
a través de su amigo el embajador francés en Estocolmo para que acudiera a asesorarla
en aquella inhóspita ciudad del Norte de Europa. La delicada salud de Descartes no
soportó el clima extremo con el que la ciudad lo recibió y murió repentinamente en
1650.
Cuando parece que estamos en un callejón sin salida, Descartes descubre aquella
verdad indubitable a partir de la cual empezar de nuevo. Si puedo dudar de todo no
puedo dudar de que ahora pienso que dudo, por lo tanto, si pienso existo, cogito ergo
sum (a mí me gusta más “Je pense, donc je suis”). A partir de esta sencilla verdad fuera
de toda duda, que se presenta a nuestro espíritu de una manera clara y distinta,
Descartes va a soltar la madeja de la filosofía futura. Desde entonces en adelante la
filosofía va a empezar a girar en torno al sujeto y no en torno al objeto como sucedía en
el realismo moderado más o menos ingenuo de la Edad Media (este es “el giro
copernicano” al que se referirá I. Kant). El dato de la autoconciencia de nuestro
pensamiento y de nosotros mismos va a ser la piedra filosofal de todo lo que venga
después.
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Como habréis comprobado la filosofía de la modernidad quiere defender la
autonomía de la razón frente a la autoridad de la fe. La razón se ha emancipado
definitivamente de cualquier otra autoridad que no sea ella misma gracias a ¡un católico
ortodoxo educado en el colegio más famoso de los jesuitas!
De todo este proceso podemos extraer varias importantes conclusiones: la
espontaneidad de la filosofía natural confiada en que la realidad era tal y como nos
informaban los sentidos se va a perder para siempre, la nueva filosofía de la época
Moderna va a ser desconfiada, “ha perdido la inocencia”. En segundo lugar y en
correspondencia con lo anterior, la filosofía va a ocuparse de los límites del
conocimiento, su capacidad y su origen, porque el conocimiento de la realidad no es
automático ni seguro ni mucho menos. El racionalismo y el empirismo son teorías del
conocimiento más que teorías metafísicas.
A continuación añadimos un cuadro que quiere resumir y comparar ambas
corrientes que van a dominar el panorama filosófico europeo hasta la aparición de un
discreto profesor universitario prusiano: I. Kant.
Tª del Conocimiento Racionalismo Empirismo
¿Cuál es el origen del conocimiento?
La razón humana por sí sola partiendo de verdades evidentes
La experiencia de los sentidos
Ideal de conocimiento
Las matemáticas que como ciencia formal parte de axiomas para llegar a otros principios derivados de aquellos
La física basada en la experimentación y la observación
MétodoLa deducción a partir de verdades evidentes e innatas
La inducción a partir de las impresiones de los sentidos
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Principales representantes
Descartes, Leibniz y Spinoza
Locke, Berkeley y Hume
8.2. El método es la duda.
“Pero no temo decir que creo haber tenido mucha suerte por haberme
encontrado desde mi juventud en ciertos caminos que me han conducido a
consideraciones y máximas con las que he formado un método por el que me parece
que tengo el medio de aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco
al punto más alto que la mediocridad de mí espíritu y la corta duración de mi vida le
permitan alcanzar”.
Primera parte del Discurso del Método
Dudar de todo lo que antes era incuestionable es el método que va escoger
Descartes para encontrar el primer principio sobre el que rehacer el nuevo edificio del
pensamiento.
Este proyecto empieza, como explica en la
primera parte del Discurso del Método,
cuando el propio Descartes reniega de la
educación escolástica que ha recibido y
reconoce también la decepción que el gran
libro del mundo le ha producido. En
Alemania, en torno a 1619, en uno de los
recesos de la campaña militar del Duque de
Baviera, en cuyo ejército sirve, resuelve
encontrar con la única ayuda de la luz natural,
de la razón, el primer principio de todo el
saber humano unitario (el de la filosofía
primera y el de todas las ciencias). Con vistas
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a este ambicioso objetivo propone unas reglas que guiarán su espíritu hacia la verdad
indubitable. Estas reglas están recogidas en el segundo libro del Discurso (aunque las
había plasmado antes en un libro que se publicó después de su muerte) e inspiraron la
búsqueda que llevó a cabo Descartes desde 1619 en adelante:
1. “El primero, no admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido
con evidencia que así era…y no admitir en mis juicios nada más que lo que se
presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que no tuviese motivo alguno
para ponerlo en duda."
2. “El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinare, en tantas
partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución.”
3. “El tercero, en conducir con orden mis pensamientos, empezando por los
objetos más simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco,
gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso
suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente"
4. “Y el último, en hacer en todo enumeraciones tan completas y unas revisiones
tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada
La 1ª regla y la 3ª regla recuerdan el papel tan importante que juegan la
intuición y la deducción en el método de Descartes que sentía admiración por las
matemáticas (Geometría y Aritmética) y la lógica, aunque era consciente de aquello
de lo que adolecían estas ciencias formales: el nulo progreso que aportan en el
conocimiento del mundo. Además la 2ª regla propone un análisis de todas las partes del
problema y la 3ª regla equivale a la síntesis deductiva desde lo más simple a lo más
compuesto. Hay similitudes entre el método cartesiano y el método de resolución y
composición que defendió Galileo Galilei.
Otro pensador muy influyente de la misma época, Francis Bacon (Novum
Organum, 1620) prefirió la inducción que empieza con la observación de los distintos
fenómenos como el método idóneo para la investigación científica. La tradición
empírica británica siguió este camino. Descartes no desdeñó la observación y la
experimentación como lo demuestran algunos de los hallazgos que se le atribuyen en
disciplinas como la óptica, la física, la astronomía o la medicina aunque hayan sido
eclipsados por las investigaciones de Newton, Galileo o Harvey respectivamente.
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En el cuarta parte del Discurso y en la primera meditación de las
Meditaciones Metafísicas pone en juego el poder corrosivo de la duda para
invalidar hasta nuestras más arraigadas certezas. La duda no es un punto de llegada,
como les sucede a los escépticos, que impide cualquier investigación ulterior y hace
imposible emitir juicio alguno. La duda cartesiana es metódica. Es una criba
filosófica y metodológica que tendrá como resultado la aparición de un primer principio
indubitable. La duda que utiliza Descartes en su método va a ir socavando, paso a paso,
la confianza en lo que creíamos conocer:
En primer lugar las sensaciones de las que nos proveen nuestros sentidos que
con frecuencia nos engañan con ilusiones sumamente persuasivas. Por lo tanto no es
prudente confiar en los sentidos como fuente de un conocimiento seguro.
Además tampoco podemos librarnos de las alucinaciones sumamente vívidas o
espejismos que en ocasiones hacen que no sepamos distinguir si soñamos o estamos
despiertos.
A pesar de todo mientras soñamos 2+2 siguen dando como resultado 4 o los
ángulos de un triángulo siguen sumando 180 grados; las verdades más evidentes de las
matemáticas parecen estar protegidas del poder corrosivo de la duda. Sin embargo,
Descartes “se saca de la manga” un argumento ad hoc muy ingenioso para inducirnos a
dudar de lo más evidente como los axiomas de las matemáticas. ¿Y si existiese un genio
maligno que se hubiese propuesto jugar con nosotros haciéndonos creer que es evidente
lo que en realidad no lo es, contribuyendo así a una terrible confusión?
Parece que la duda ha podido con todas nuestras convicciones, ni uno solo de
nuestros principios sigue en pie, sin embargo…
8.3. El primer principio de la nueva filosofía:
“Mais, aussitôt après, je pris garde que, pendant que je voulois ainsi penser que
tout étoit faux, il falloit nécessairement que moi qui le pensois fusse quelque chose. Et
remarquant que cette vérité: je pense, donc je suis, étoit si ferme et si assurée, que
toutes les plus extravagantes suppositions des sceptiques n'étoient pas capables de
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Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
l'ébranler, je jugeai que je pouvais la recevoir sans scrupule pour le premier principe
de la philosophie que je cherchois”.
“Pero, en el punto mismo, me di cuenta de que mientras quería pensar de esta
suerte que todo era falso, era preciso necesariamente que yo que lo pensaba fuese
alguna cosa; y notando que esta verdad: Pienso, luego existo, era tan firme y segura
que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de
quebrantarla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo como el primer principio de la
filosofía que buscaba”.
De la Cuarta parte del Discurso del Método
…hay un principio que sobrevive a la prueba de la duda metódica: el cogito ergo
sum; pienso luego existo. Sobre este principio el filósofo francés edificará la nueva
filosofía. Además este principio como cumple la primera regla que prescribe que sólo
podemos fiarnos de aquellas verdades evidentes que se presenten ante mi espíritu de
manera clara y distinta va a convertirse en el criterio y la unidad de medida para el
resto de verdades que están esperando que las encontremos. Cualquier otra idea que sea
tan evidente, es decir, que se me presente clara y distinta ante mí, será aceptable y de
fiar.
Son muchas las interpretaciones que se han hecho de este principio (quizá el más
célebre de la filosofía occidental), incluso hay quien ha afirmado que no era la primera
vez que se enunciaba; Agustín de Hipona se había adelantado al pensador francés. Sin
embargo, al obispo de Hipona nunca se le hubiera ocurrido colocar este principio como
la clave de bóveda de todo el conocimiento.
Precisamente esta es la novedad que tan bien supo detectar I. Kant. El cogito (a
partir de entonces lo abreviaremos así) supone el giro copernicano del pensamiento
occidental; del mismo modo que Copérnico se atrevió a desafiar al geocentrismo y
propuso que la tierra giraba en torno al sol y no al revés, Descartes hace girar todas las
órbitas de los objetos del mundo en torno al sujeto y no al revés como ocurría antes. Por
eso el profesor García Morente afirma que en la época moderna que inaugura Descartes
el ser humano ha perdido la inocencia, la naturalidad con que afirmaba que las cosas
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Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
existían y podíamos conocerlas tal y como eran. A partir de Descartes el conocimiento
no volverá a ser considerado así.
Una vez encontrado el primer principio queda por demostrar que aquello que
pienso existe. Soy una cosa que piensa (res cogitans) y pienso ideas, que son el
contenido del pensamiento. Estas ideas se refieren a las cosas que están fuera de mí,
fuera de mi mente. Las ideas son intermediarias entre mi mente y las cosas
extramentales. Es evidente que yo existo como una sustancia que piensa pero no es
evidente que las cosas a las que se refieren las ideas que pienso existan también. Eso
hay que demostrarlo. Hay que deducir a partir de mi mismo como sustancia pensante
que existe el mundo en el que vivo, también debo demostrar la existencia de mi propio
cuerpo. Si no lo lográramos no podríamos asegurar que existe algo fuera de mi propia
conciencia.
Descartes hace una clasificación de las ideas que hay en mi pensamiento: “De
esas ideas, unas me parecen nacidas conmigo, otras extrañas y venidas de fuera, y
otras hechas e inventadas por mí mismo” (Meditación Tercera).
Hay por lo tanto, ideas adventicias que vienen de fuera, y son recogidas por los
sentidos, otras inventadas por mí a partir de otras ideas como las sirenas o los hipogrifos
llamadas facticias y otras, en cambio, parecen haber nacido conmigo y por eso son
innatas. Una de estas ideas, es la de la infinitud o la perfección, que son atributos de
Dios.
8.4. Dios, como garantía de la existencia del mundo:
En una jugada maestra Descartes demuestra la existencia del mundo exterior a
partir de la idea innata que todos tenemos de Dios, que concebimos como un ser
perfecto e infinito.
El primer argumento para demostrar la existencia de Dios que Descartes
utiliza en la Tercera Meditación (que es el texto escogido para la PAU) defiende que
como yo mismo no soy ni perfecto ni infinito no puedo ser la causa de que esas ideas
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Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
innatas estén en mí. Sólo Dios puede ser el responsable de que yo posea esas ideas, así
que es necesario que Dios exista como causa de las ideas de infinitud y perfección que
hay en mí.
El segundo argumento del que Descartes echa mano es una variante del
argumento ontológico de Anselmo de Canterbury. La idea de Dios como un ser
perfectísimo contiene en sí misma su existencia, ya que de lo contrario no sería el ser
más perfecto que pueda pensarse:
“...porque, por ejemplo, veía muy bien que, suponiendo un triángulo, era necesario que
sus tres ángulos fueran iguales a dos rectos, mas no por eso veía nada que me
asegurase que en el mundo hubiera triángulo alguno. En cambio, si volvía a examinar
la idea que tenía de un Ser perfecto, hallaba que la existencia estaba comprendida en
ella del mismo modo como en la idea de un triángulo se comprende que sus tres
ángulos sean iguales a dos rectos, o, en la de una esfera, el que todas sus partes sean
equidistantes de su centro, y hasta con más evidencia aún”.
Discurso del método, 4ª parte
Dios es la garantía de que el mundo exterior al sujeto que piensa existe
realmente. Como Dios no puede engañarnos, no puede ser falaz ni ser un genio que
maliciosamente nos confunde, no puede hacer que las ideas que pensamos se refieran a
algo que en realidad no existe. De modo que las cosas que hay fuera de mí, las cosas
corpóreas existen; Dios avala nuestro conocimiento del mundo exterior.
8.5. Las tres sustancias:
Sin embargo, no todas las ideas que tenemos del mundo fuera de nosotros
cumplen el requisito de presentarse ante mi espíritu de manera clara y distinta. Sólo la
idea de extensión de las cosas corpóreas es evidente. Las cosas corpóreas ocupan un
espacio por eso su atributo principal es la extensión. Sólo tenemos constancia de que
exista objetivamente la res extensa: la sustancia extensa.
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Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
Todas las cualidades que tienen que ver con la extensión son denominadas
primarias como el movimiento, la figura, la situación, la magnitud. Por el contrario las
cualidades secundarias de las que tenemos noticia a través de nuestros sentidos como
el sonido, el color o el olor no está claro que existan objetivamente excepto para el
sujeto que las percibe.
La res extensa es la tercera sustancia, las dos primeras son el yo pensante o
res cogitans y la sustancia infinita o Dios. Realmente sólo a Dios podemos llamarle
propiamente sustancia si nos atenemos a la definición que el mismo Descartes propone:
la sustancia es la cosa que no necesita de ninguna otra cosa para existir. A pesar de
todo al pensador francés le interesa que tanto la sustancia pensante como la sustancia
extensa sean consideradas como tales para así garantizar que ambas son independientes
y no necesitan la una de la otra. Este asunto será tratado más pormenorizadamente en el
siguiente apartado.
8.6. El dualismo antropológico cartesiano:
Descartes va a reeditar el dualismo platónico. El ser humano es la unión de la
sustancia pensante (la mente) y la sustancia extensa (el cuerpo). Ambos son
sustancias independientes y no se necesitan mutuamente.
No tuvo otro remedio Descartes si quería preservar la autonomía de la mente
para decidir libremente. Su concepción mecanicista del universo corpóreo incluía en ella
al cuerpo que pasó a ser considerado desde entonces como una máquina cuyo
funcionamiento estaba regulado por leyes mecánicas invariables y fuertemente
deterministas que estaban escritas en lenguaje matemático (tal y como dijo en su famoso
ensayo Il Saggiatore el propio Galileo) y por eso podían ser cuantificadas. La única
manera de preservar la libertad de la razón humana y su capacidad para determinar la
voluntad era separarla del cuerpo/máquina que se movía y se extendía en virtud de leyes
determinadas de antemano.
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Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
Este dualismo tan acentuado que van a heredar otros racionalistas posteriores
trae consigo un problema sumamente grave y difícil de resolver: el de la interacción de
las dos irreconciliables sustancias.
Al pensador francés que conocía muy bien la anatomía humana y no tanto la
fisiología y el funcionamiento del cuerpo se le ocurrió que un pequeño órgano de
nuestro cerebro que aparecía en todas las disecciones que llevó a cabo, la glándula
pineal quizá fuera el órgano que permitiera la coordinación necesaria entre la
mente y el cuerpo. De ese modo lo que sintiera le cuerpo sería conocido
inmediatamente por la mente, y a la inversa cuando la mente ordenara algún
movimiento al cuerpo, este obedecería al momento ejecutando la orden.
Como no era de extrañar esta extravagante solución de la glándula pineal no
satisfizo a nadie y los racionalistas que vinieron después intentaron resolver sin éxito
como el cuerpo y el alma actuaban coordinadamente. Malebranche defendió el
ocasionalismo y Leibniz la armonía preestablecida; ambas soluciones necesitaban del
concurso de Dios para ser satisfactorias.
8.6. Una moral provisional.
No es recordado Descartes por sus reflexiones éticas aunque no son del todo
desdeñables. En el Discurso del Método, en la tercera parte, cuando ya ha escrito las
reglas que van a conducir su espíritu hacia la verdad y se ha propuesto dudar de todo,
decide establecer sólo para sí mismo una moral provisional que sea válida mientras
dure su incierta búsqueda y le permita actuar adecuadamente mientras tanto:
...con el fin de no permanecer irresoluto en todas mis acciones mientras la razón
me obligase a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir desde luego lo más felizmente que
pudiese, me formé una moral provisional que consistía solamente en tres o cuatro
máximas que voy a exponer.
Consistía la primera en obedecer las leyes y costumbres de mi país,
conservando constantemente la religión en la cual Dios me ha concedido la gracia de
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Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
ser instruido desde la infancia, guiándome en cualquier otra cuestión por las opiniones
más moderadas y por las más alejadas de todo extremo…
Esta primera norma es coherente con el comportamiento conformista que en lo
que atañe a la moral y a la religión mantuvo Descartes a lo largo de su vida.
Mi segunda máxima fue la de ser lo más firme y resuelto que pudiese en mis
acciones y seguir con tanta constancia en las opiniones más dudosas, una vez resuelto a
ello, como si fueran muy seguras....
Como Descartes en aquel momento estaba poniendo a prueba gracias a la duda
metódica todo lo que pretendíamos saber, corría el riesgo de no actuar por el miedo a
que nuestros juicios estuvieran equivocados. Por eso esta segunda norma es una
invitación a actuar.
Mi tercera máxima fue procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la
fortuna y alterar mis deseos antes que el orden del mundo y, en general, en
acostumbrarme a que nada excepto nuestros pensamientos está enteramente en nuestro
poder…
Esta norma está claramente influenciada por el estoicismo griego y romano que
tan bien había sabido captar en sus maravillosos ensayos Michel de Montaigne. No
podemos evitar los golpes de la fortuna, sólo depende de nosotros aceptarlos y
acomodarnos a ellos gracias al poder de nuestra razón, de la que somos dueños.
En fin, como conclusión de esta moral, tuve la idea de pasar revista a las
ocupaciones diversas que los hombres tienen en esta vida para tratar de elegir la
mejor; y sin que por eso quiera decir nada de las demás, pensé que nada mejor podía
hacer que continuar en la que tenía, es decir, aplicar mi vida entera al cultivo de mi
razón y adelantar todo lo posible en el conocimiento de la verdad según el método que
me había prescrito.
Discurso del Método, tercera parte
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Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
La ocupación más provechosa a la que se puede dedicar el ser humano es
precisamente aquella a la que se dedica Descartes, la investigación incansable de la
verdad.
La moral de Descartes es ecléctica y se inclina por el intelectualismo ético del
sabio griego como programa de vida: el cultivo de la razón nos asegurará un buen juicio
para orientar nuestra voluntad.
Además de en el Discurso, el pensador francés reflexionó sobre la moral (en esto
consiste la ética) en las cartas que envió a Isabel de Bohemia y en el Tratado de las
pasiones o Las pasiones del alma, en los que deja claro que las pasiones que son
involuntarias, inmediatas y no siempre racionales, agitan al cuerpo y pueden esclavizar
la voluntad si la razón no las domina adecuadamente tal y como proponen los estoicos.
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Atrévete a saber
En la década de los setenta del siglo pasado Roberto Rossellini rodó una serie de películas para la televisión sobre los mejores pensadores occidentales. Una de ellas es Cartesius (1974).
Tenemos la suerte de poder verla en streaming en youtube. A continuación os propongo el enlace a la primera parte:
http://www.youtube.com/watch?v=tLt1NoVfaUU&feature=related
Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
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Atrévete a saber
El error de Descartes
Así se llama un libro del neurólogo Antonio Damasio denuncia el error que Descartes
cometió al considerar que las pasiones y las emociones no son funciones mentales y
no residen en el cerebro y para demostrarlo propone el caso de Phineas Gage. Si
queréis saber más, consultad los siguientes enlaces:
http://filosofiajaimeferran.wordpress.com/2010/10/08/los-cientificos-muestran-que-el-
juicio-moral-depende-de-las-emociones-mas-sobre-phineas-gage/
http://filosofiajaimeferran.wordpress.com/2010/10/05/aqui-podeis-ver-una-sencilla-
presentacion-sobre-los-danos-que-sufrio-el-cerebro-de-phineas-gage/
http://es.wikipedia.org/wiki/Phineas_Gage
Dibujo realizado por Raúl Rebollo
Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
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Atrévete a saber
Localiza a Descartes en esta cuadro mientras asesora a la reina Cristina de Suecia:
Descartes en la corte de Cristina de Suecia de Pierre Louis Dumesnil
Apuntes de Hª de la Filosofía Guillermo García Domingo
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