Ya no somos esclavos de la gleba. Republicanos, socialistas y anarquistas. Bornos 1899-1936

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«¿Qué hay en Bornos? Un señor. Cinco arrendatarios. Mil quinientos jornaleros con sus familias, hasta siete mil almas». Así retrató el pedagogo Luis Bello la estructura social de este municipio que durante el primer tercio del siglo XX presentaba uno de los mayores índices de latifundismo en la provincia de Cádiz. Cuatro quintas partes de su término, cerca de cuatro mil hectáreas, pertenecían a una casa nobiliaria. Una brutal concentración de la propiedad que condenaba a la mayor parte de la población a la condición de jornaleros sin tierra. Los trabajadores bornichos, atraídos por el republicanismo, socialismo y anarquismo, se organizaron en sociedades con nombres simbólicos como La Fraternidad, La Constancia o Luchar es Vida. Quisieron emanciparse, liberarse de la esclavitud de la tierra, mejorar sus condiciones de vida y trabajo. Por el camino del reformismo o por el de la revolución social.

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ATRAPASUEÑOS EDITORIAL

YA NO SOMOS ESCLAVOS DE LA GLEBAREPUBLICANOS, SOCIALISTAS Y ANARQUISTAS EN

BORNOS (1899-1936)

FERNANDO ROMERO ROMERO

Premios de Investigación Social de AndalucíaPremio de Historia “Las 19 Rosas de Guillena” de la

Editorial Atrapasueños

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Portada: Fernando Romero Romero

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ÍNDICE

Prólogo, por José Antonio González Castilla..........................................................9

Veranos en Bornos......................................................................................................17

Primera parte. Jornaleros y sindicalistas

1. Señores, señoritos y jornaleros..............................................................................23

2. El Centro Obrero La Fraternidad (1899-1903)2.1. Reformismo, moralidad, emancipación........................................................422.2. Reivindicaciones laborales y ruptura con la FRA:

una opción pragmática....................................................................................512.3. Reorganización y viraje hacia el anarquismo...............................................55

3. El hambre que debilita los cerebros (1905-1906)...............................................72

4. La Constancia y el grupo anarquista Los Bastantes (1912-1916)........................76

5. El año de los tiros en el molino: la Sociedad de Agricultoresy Similares La Lucha es Vida (1917-1919)..........................................................92

6. El Sindicato Único de Trabajadores (1920-1921) y La Armonía (1923-1924)....................................................................................99

7. Liberales y conservadores:turnismo y competencia por el gobierno municipal........................................105

8. Entre la dictadura y la dictablanda: paréntesis y reactivación de la conflictividad social y política..........................120

Segunda parte. La Segunda República

1. La revolución política de abril..............................................................................133

2. La frágil unidad de republicanos y socialistas..................................................144

3. Obras públicas y subsidios contra el paro.........................................................149

4. La ley de términos.................................................................................................153

5. La Policía Rural y las «leyes del campo»..............................................................158

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6. Las bases del trabajo..............................................................................................163

7. Los anarcosindicalistas........................................................................................167

8. Posiciones ante la reforma agraria.....................................................................172

9. «No hay trabajo, hay hambre».............................................................................176

10. La huelga de recolección de 1933.......................................................................183

11. Descalabro electoral de la izquierda.................................................................186

12. «Quítate tú para ponerme yo»: acoso y derribo del Ayuntamiento republicano-socialista........................................................190

13. «Condenan al hambre al desgraciado que quiere defender lo que le corresponde»...................................................198

14. El Infierno: un asentamiento de campesinos de Bornos en el término de Espera..................................................................204

15. Frente Popular: el poder para la izquierda.......................................................209

16. Crisis de trabajo y hambre en la primavera de 1936.......................................215

17. Los empleados desafectos al régimen y el Primero de Mayo.........................................................................................220

18. Asentamiento de campesinos en La Laguna y El Soto..............................227

Tercera parte. 1936: La destrucción del movimiento obrero

1. La sublevación......................................................................................................239

2. Limpieza política y aniquilación del movimiento obrero..................................244

Bibliografía......................................................................................................262

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ÍNDICE DE CUADROS

1. Contribuyentes por industrial y comercio en Bornos (1920)...........................372. Aprovechamiento agrícola del término de Bornos (1897)................................373. Propiedades de la duquesa de Denia en Bornos (1898)....................................384. Censo de campesinos sin tierra de Bornos (1935).............................................395. Censo obrero de Bornos en enero de 1937 (de 18 a 60 años)............................396. Organizaciones obreras en Bornos (1899-1924)................................................397. Socios del Centro Obrero La Fraternidad (1900)..............................................448. Localidades de la Sierra de Cádiz afiliadas o

representadas en los congresos de la FRA y FSRRE (1900-1901)....................479. Presidentes y secretarios 1.os de La Fraternidad (1899-1903).....................5110. Salarios pactados en Bornos para las faenas de

recolección en 1900-1902....................................................................................5611. Asambleas mensuales celebradas por La Fraternidad (1899-1903)...............5812. Representación de Bornos en los congresos de la FNOA (1913-1915) ........7913. Organizaciones representadas en el II Congreso comarcal

de la FNOA celebrado en Bornos en mayo de 1915.....................................7914. Asambleas mensuales celebradas por La Lucha es Vida (1917-1919)..............9415. Presidentes y secretarios 1.os de La Lucha es Vida (1917-1919)..................9416. Huelgas agrarias en Bornos en 1900-1924....................................................10417. Ayuntamiento Republicano-socialista de Bornos (5-6-1931)......................13618. Elecciones generales de 28 de junio de 1931...............................................14019. Labores necesarias en fincas de Bornos según

dictamen de la Comisión de Policía Rural en septiembre de 1931................16020. Labores agrícolas necesarias en fincas de Bornos según

dictamen de la Comisión de Policía Rural en enero de 1932.....................16021. Expedientes resueltos por la Comisión

Técnica Central de Laboreo Forzoso el 10-6-1933.........................................18222. Elecciones legislativas de 19 de noviembre de 1933.......................................18923. Comisión Gestora municipal constituida el 4-9-1934.................................19524. Campesinos asentados en El Infierno (1934)...............................................20725. Cosecha de 1935 en El Infierno......................................................................20826. Comisión Gestora constituida el 21-2-1936...................................................21227. Expedientes de laboreo forzoso en marzo de 1936......................................21928. Campesinos cabezas de familia asentados

en La Laguna y El Soto (1936)........................................................................23229. Víctimas causadas por la represión fascista en Bornos (1936)....................250

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Si el pobre jornalero de Zahara se cansa de aguantar trabajos y mise-rias, lía su hatillo y cae en Villamartín. Si el de Villamartín o de Ar-cos no levanta cabeza en su pueblo, prueba suerte en Jerez, en Ceuta o en América. Pero si el jornalero de Bornos siente que está perdido, sin remisión, y que nada ni nadie ha de prestarle amparo, sigue en Bornos hasta la muerte. Porque salir de Zahara, de Villamartín o de Arcos está en lo humano, y muchos lo hicieron y les fue bien; pero dejar Bornos para siempre es peor que morirse o matarse. Nunca po-drá comprender el amor de estos hombres del campo a la tierra que labran por un jornal, quien no haya visto llegar la noche, resbalando del Guadalete, sobre los tejados de Bornos. Todo el encanto de Anda-lucía -suelo y cielo- se conjura para retenernos, a nosotros, huéspedes de unas horas. Al jornalero de Bornos no se le ocurre siquiera la idea de romper la cadena y librarse de la esclavitud.

¿Qué hay en Bornos? Un señor. Cinco arrendatarios. Mil quinientos jornaleros con sus familias, hasta siete mil almas. Pero éste es el es-quema de un estado social, aceptado ya por ellos como si fuera ley eterna dentro de su filosofía fatalista. El mundo está hecho de modo que perduren las tres jerarquías, y siendo así el mundo, Bornos es un lugar delicioso para vivir, aunque a uno le haya tocado la mala suerte de nacer jornalero.

Luis BelloEl Sol, 26 de junio de 1926

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Señores, señoritos y jornaleros

El Bornos del primer tercio del siglo XX era una sociedad agraria y desigual. En la matrícula industrial de 1920 están registradas 55 ac-tividades industriales y de comercio, que incluyen desde la compañía que suministraba electricidad para la red de alumbrado público hasta una decena de cafés o el médico del pueblo, pero la inmensa mayoría de la población –6356 habitantes de derecho en 1900 que aumenta-ron hasta 6792 en 1930–1 vivía del campo, de la ganadería y de la tie-rra. Algunas de las actividades económicas que recoge la matrícula industrial están estrechamente ligadas a la producción agropecuaria: un molino aceitero, seis harineros y una fábrica de harina.2 Según el amillaramiento de 1897, 4319 hectáreas del término municipal se de-dicaban al cultivo de cereal de secano y también había 260 hectáreas de olivar, 97 de huertas y cultivos de regadío, 190 de dehesa y algunos viñedos que no alcanzaban las 5 hectáreas.3

¿De quién eran las tierras y quiénes la trabajaban? Nos encontramos en uno de los municipios con mayor índice de latifundismo de toda la provincia de Cádiz.4 Luis Bello, que quedó prendado del pueblo cuando lo visitó en 1926, también se sobrecogió ante aquella realidad

1. Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico (1903); Dirección General del Instituto Geográfico, Catastral y de Estadística (1932).2. AMB, nº 1630.3. AMB, nº 1636.4. Andalucía occidental era la región en la que, según los datos catastrales de 1930, mayor importancia tenía la gran propiedad y a la cabeza se encontraba la provincia de Cádiz, donde 289 propietarios poseían el 39,5 % de la tierra. En palabras de J. Rodríguez Laban-deira (1991: 30), «no es ningún caso atípico, aunque si puede considerarse aberrante».

1.

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social: «Un señor. Cinco arrendatarios. Mil quinientos jornaleros con sus familias, hasta siete mil almas».5 El cuadro no era tan simple como lo dibujó el pedagogo, que a fuerza de agudizar contrastes lo presentó aún más dramático, pero tampoco era muy distinto. El entonces al-calde, Hilario de Francisco Cifuentes, trazó un retrato similar en un informe que subrayaba las dificultades económicas del municipio para abordar cualquier proyecto de obras públicas:

Su término municipal es de 5257 hectáreas, y de ellas 4012 son del excelentísimo señor conde de Valdelagrana; la colonización de sus terrenos está en muy pocas manos, y como su industria es casi nula, no existiendo la clase media, hay solamente unos cuantos señores con inmenso capital y el resto de población atraviesa un lamentable estado de pobreza.6

En 1898 estaban registrados 238 propietarios de fincas rústicas, pero 95 (40 %) de ellos poseían menos de una hectárea y otros cien (42 %) no llegaban a cinco. La gran terrateniente era Ángela Pérez de Barradas y Bernuy, duquesa viuda de Medinaceli y duquesa de Denia. Era dueña de los cortijos La Laguna, Puertollano, El Cañuelo, Casas Viejas, Las Pitas, Valdeinfante, Borniches y otros ranchos, dehesas y huertos que sumaban 3966 hectáreas, cuatro quintas partes del térmi-no municipal.7 También poseía extensas propiedades en el de Espera: Carija, El Infierno, El Chupón, El Amarguillo, Los Barros y La Zorrilla, entre otras. Tras su fallecimiento en 1903, las fincas de Bornos fue-ron heredadas por su hija María del Carmen Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas, condesa de Valdelagrana.8 En palabras de Luis

5. El Sol, Madrid, 20-6-1926; L. Bello, 1927: 26-32. 6. El Sol, 28-6-1926.7. AMB, nº 1637.8. Ángela María Apolonia Pérez de Barradas y Bernuy (Córdoba 1827-Madrid 1903), I duquesa de Denia y Tarifa, era viuda del XV duque de Medinaceli, Luis Tomás de Vi-llanueva Fernández de Córdoba Figueroa y Ponce de León (Gaucín, Málaga, 1813-París

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Bello, el pueblo tenía una estructura de la propiedad «inverosímil en nuestros días».

Ni la duquesa de Denia ni los condes de Valdelagrana explotaban directamente los latifundios. Eran propietarios absentistas, rentistas. No residían en Bornos y pocos del pueblo podían decir que los hubie-ran visto alguna vez. Incluso es difícil encontrar alguna referencia a ellos en la documentación municipal, salvo en la fiscal, donde apare-cen como propietarios y contribuyentes. Las fincas las gestionaba un administrador, se arrendaban por quinquenios a labradores bornichos o de otros municipios cercanos y el producto de la renta no revertía en la economía local. Exactamente lo mismo que ocurría en Espera. Antonio Roma Rubíes se ocupó de eso en un artículo publicado en El Socialista en vísperas de la proclamación de la II República:

Si esas trescientas mil pesetas se quedasen en la villa de Espera y las otras trescientas mil en la de Bornos, ambas poblaciones vivirían con relativa holgura. Sesenta mil duros en un pueblo son el bienestar de muchas familias, y este bienestar se difunde entre el comercio y la industria local, en la tienda de comestibles, en la panadería, en el establecimiento de tejidos, en los cafés, zapaterías, lo propio que entre los albañiles, carpinteros, cerrajeros, etc., que tienen más tra-bajo. Esos ciento veinte mil duros anuales serían, pues, el bienestar de Espera y de Bornos.Además, hay otro aspecto. Los latifundios de ambas villas, que hoy sirven para que una familia viva con lujo, disipando el producto del trabajo del proletariado agrícola, si fuesen de los que los cultivan, producirían mucho más, porque la tierra es agradecida y correspon-de generosa a los desvelos cariñosos que se le prodigan.Tal es el problema de Bornos. El mismo que de muchas otras poblacio-nes, que trabajan todo el año, en medio de privaciones sin cuento, por

1873); su hija, María del Carmen Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas (Madrid, 1865-1949), contrajo matrimonio en 1886 con Francisco de Paula Losada y de las Rivas, conde de Gavia y de Valdelagrana (Madrid, 1863-1930).

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no decir en la miseria, para que unas cuantas familias aristocráticas vivan en la Corte con fausto, hablando siempre de religión, de patrio-tismo y de orden.9

Quienes estaban en el polo opuesto de aquella sociedad desigual no eran los pequeños y medianos propietarios, sino los jornaleros sin tierra o braceros, los que no poseían absolutamente nada. Ellos eran la mayor parte de la población activa de Bornos. En el censo obrero que se formó en enero de 1937 se registraron 902 trabajadores con edades comprendidas entre dieciocho y sesenta años, de quienes 822 (91 %) eran jornaleros y horticultores.10 Se hizo en plena Guerra Civil, cuan-do la represión en la retaguardia sublevada ya había causado la muerte de varias decenas de campesinos y otros habían huido a la «zona roja» o fueron movilizados por el ejército rebelde. Dos años antes, en enero de 1935, se había formado un censo de campesinos que incluía a los trabajadores agrícolas y ganaderos desde la edad de dieciséis años y en él se inscribieron 966, que sumados a los 3253 familiares que de-pendían de ellos representaban el 62 % de la población de derecho censada en 1930.11

Haber nacido jornalero era «mala suerte». En Bornos, como en cualquier otro rincón de la Andalucía latifundista. Las malas con-diciones de vida y de trabajo que sufrían los trabajadores agrícolas andaluces y gaditanos son bien conocidas. Podían resumirse en «exi-

9. «El caso de Espera y Bornos», El Socialista, Madrid, 19-12-1930, pág. 4. El texto se reprodujo literalmente en el artículo «La Andalucía trágica», del ugetista catalán Josep Comaposada, publicado en la edición de 31 de diciembre. El artículo de Antonio Roma también hacía referencia a la creencia de que esas fincas que poseían los herederos del duque de Medinaceli eran tierras de titularidad pública que habían sido usurpadas, una cuestión que volvió a tratarse en dos textos de autor desconocido que aparecieron en las ediciones de 10-1-1931 («De la legitimidad de la posesión de algunos terrenos») y 20-2-1931. Desde 1923, varias corporaciones municipales monárquicas y republicanas tomaron acuerdos relativos a la búsqueda de antecedentes, asesoramiento jurídico o ini-cio de trámites para la recuperación de las tierras que suponían usurpadas (AMB, nº 32, AP, sesión de 10-7-1923; nº 35, AP, sesión de 31-10-1930; nº 38, AP, sesión de 2-2-1933).10. AMB, nº 577, Censos obreros.11. AMB, nº 527, Censo de campesinos de 1935.

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güidad salarial, mala calidad de alimentación y de la vivienda».12 Los jornales eran bajos -los mejor remunerados se pagaban en las faenas de verano y en invierno eran realmente escasos-, lo que obligaba a las familias campesinas a completar los ingresos del cabeza de familia con el trabajo de mujeres y niños. Un hecho ocurrido en enero de 1909 ilustra las condiciones extremas en las que el obrero, apremia-do por la necesidad, tenía que acudir al trabajo: el primer teniente de alcalde -Manuel Ruiz Ortiz- auxilió a Francisca García Sánchez, que acababa de dar a luz junto a la carretera de Jerez a Ronda. Lo que revistió el acontecimiento de carácter extraordinario e hizo que quedase registrado en el acta de un pleno municipal fue el hecho de que la parturienta estuviese casi abandonada cuando dio a luz y fuese asistida por un miembro de la corporación municipal, pero no parecía serlo la circunstancia de que la mujer estaba trabajando en el campo, echando una peonada de escarda, cuando sintió los síntomas del parto y decidió regresar andando al pueblo.13 El artículo «La alimentación del pobre», publicado en 1906, resumía así las condiciones de vida de los trabajadores andaluces:

[…] el obrero agrícola, el gañán y el pastor, no comen carne, ni to-cino, ni embutidos. Para ellos la carne es artículo de lujo; si la ca-tan, es de tarde en tarde, y es necesario que muera una res vacuna ó lanar para que el dueño ó patrón haga el sacrificio de regalarla á sus obreros. […] Los gañanes disfrutan un mezquino jornal; cuan-do más dos reales diarios, pan moreno, sal y un poco de aceite. Por casa, tienen una choza, y por alimento el ajo caliente en invierno y el gazpacho en verano. […] Como el jornal es escasísimo, los hijos de los obreros del campo, apenas cuentan siete años de edad, se de-dican a guardar el ganado para ayudar de ese modo a sus padres. Y viven y se sostienen sin el garbanzo sin la carne y casi sin probar

12. R. Rodríguez, 1979: 176.13. AMB, nº 25, AP, sesión de 28-1-1909.

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vegetales. Lo propio sucede al obrero agrícola, y muy especialmente á los que se dedican á las faenas de la recolección de granos y trillado. Algo han mejorado, aunque muy poco, las comidas que los patro-nos sirven á esos trabajadores, imperando siempre el ajo caliente y el gazpacho. Para ello tuvieron que sostener huelgas sobre huelgas. Es triste, tristísima la situación del obrero agrícola. No hemos de re-petir lo que ya han dicho sobre los mismos, distinguidos escritores. En los términos municipales de Jerez de la Frontera, Arcos, Puerto de Santa María, Espera, Bornos y otras poblaciones andaluzas el obrero carece de alimentos nutritivos habiendo ocurrido que muchos, al co-mer carne, tuvieron que ingresar en el hospital de Jerez. De esto que decimos se han repetido los casos y así lo confirman los facultativos encargados de la clínica médica del referido establecimiento benéfico.14

También se refirió a la miseria de los jornaleros Baldomero Argen-te, que glosó a Luis Bello en «El caso de Bornos» y señaló el latifun-dismo como su causa: «Sin tierra, esos hombres son irremisiblemente esclavos de su patria».15 Venía a decir que el caso de Bornos no era ni el único ni el más grave -señalaba el de Castellar de la Frontera, con un término de diecisiete mil hectáreas que pertenecían a un solo propietario- y que los obreros vivían incluso peor que los siervos de la edad media:

Dios ha sido generoso con Andalucía, y dentro de esta región con Bornos. Nos lo dice su alcalde y lo certifica Bello. Sin embargo, la mayoría de estos siete mil habitantes atraviesa un lamentable estado de pobreza. También nos lo dice el alcalde y lo suscribe Bello. Son mi-llares de seres humanos que viven miserablemente en la ignorancia, ajenos a todo influjo de la civilización: viven peor que los siervos de la gleba de la Edad Media, porque estos tenían asegurada la subsis-

14. El Globo, Madrid, 4-4-1906, pág. 2.15. El Imparcial, Madrid, 12-12-1930, pág. 1.

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tencia y nuestros hermanos del Bornos moderno, no; viven peor que los negros esclavos, porque estos tenían amos que, por egoísmo, cui-daban de alimentarlos; los negros valían para su amo una cantidad, y los españoles del Bornos contemporáneo, no.16

El trabajo agrícola es estacional, con una temporalidad condiciona-da por el clima y los ciclos naturales de los cultivos. El cultivo de una hectárea de trigo, el más importante de los cereales, requería anual-mente unos 17 jornales, de los que 11 se concentraban en la campaña recolección, entre los meses de junio y agosto; las labores de barbeche-ra y siembra, de septiembre a noviembre, requerían 5,5 jornales por hectárea y la escarda de primavera solo 0,5. En los meses de enero a marzo, cuando el trigo no necesita mano de obra, es en cambio don-de se concentra casi la mitad de los 18 jornales anuales que requiere la hectárea de olivar.17 La asociación del cereal con el olivar permite cierta distribución de la demanda de mano de obra a lo largo del año, pero quedan periodos en los que no hay faenas que realizar. De las consecuencias de ese paro estacional para la vida del jornalero ya dio cuenta Telesforo de Trueba y Cossío en 1824, cuando presentó a los bornichos como gente exclusivamente dedicada al campo y que pasa-ba una gran parte del año con los brazos cruzados por no tener en qué ocuparse:

Ya te he dicho que la miseria de este pueblo es exorbitante. […] Ima-gínate cuáles deben ser los recursos de una grande población que no tiene más que una legua de término y que aún de esta legua no hay nada que sean bienes propios. Llega el tiempo de la siega y en aquel tiempo los borneses dejan su pueblo y salen a abrasarse en esas eras todo el día de Dios, a razón de dos reales. Se pasa la siega y vuelven a

16. El Imparcial, 11-12-1930, pág. 1.17. J. Rodríguez Labandeira, 1991: 162-165.

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estar parados hasta San Miguel, y acabada ésta, vuelven a sus casas a morir de hambre en el invierno.18

Un siglo después, el notario y labrador Antonio Tiberio Cervilla García redactó un informe sobre «el problema de la tierra» para el Colegio Notarial de Sevilla. En el apartado referente al paro estacional indicó que las épocas en las que no había trabajo en la comarca eran desde principios de septiembre hasta el comienzo de la sementera -20 de octubre aproximadamente- y desde marzo hasta final de mayo. Es-timaba que afectaba al 75 % de los obreros.19 Se calcula que el número de días trabajados a lo largo de todo el año oscilaba entre los 180 y 200, cuando la climatología adversa no los rebajaba más. El resultado de todo ello era la insuficiencia de ingresos, la imposibilidad de ahorrar y el déficit crónico de la familia jornalera, «que representa la vivienda no pagada, la constante desnudez de los niños, las deudas y la alimen-tación insuficiente, con su inevitable cortejo de tuberculosis, anemia y raquitismo».20

Las situaciones más graves para los obreros se producían cuando la sequía, los temporales de lluvia o las malas cosechas impedían trabajar en el campo o reducían la demanda de mano de obra. Para los jorna-leros, las crisis de trabajo eran sinónimo de hambre y los empujaban a acudir a las autoridades pidiendo socorro.21 Es lo que ocurrió en Bornos en la primavera de 1905, en inviernos como los de 1906, 1917 o 1930 y también en la primavera de 1936.

18. T. de Trueba y Cossío, 2001: 137. La cita procede de la quinta de las Cartas Bornesas escritas en el verano de 1824. De fecha muy cercana es el diario de Frasquita Larrea, que transcribe un texto del vicario de Bornos sobre la situación de los jornaleros: «Ochocien-tos brazos dedicados a la agricultura, sujetos a un escasísimo jornal, perecen de hambre con sus familias en las largas temporadas de invierno, por no tener un puñado de tierra en que depositar sus sudores». 19. Colegio Notarial de Sevilla, 1931: 11.20. El Guadalete, Jerez de la Frontera, 28-9-1902, pág. 1. Sobre las condiciones de vida de los jornaleros gaditanos, véase E. Montañés, 1997: 45-49 y F. Trinidad Pérez, 2001: 61-63. 21. Sobre la demanda de trabajo, el paro estacional y los mecanismos de socorro, véase J. Rodríguez Labandeira, 1991: 305-323 y A. Cabral Chamorro y J. García Cabrera, 1995.

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No le faltaba razón a Luis Bello cuando se refería a los trabajadores de Bornos como «jornaleros de tierra ajena, sin futuro para ellos ni para sus hijos», pero no comparto la «filosofía fatalista» que les atri-buía y los hacía conformarse, «como si fuera ley eterna», con el estado social de las «tres jerarquías» –señor, arrendatarios, asalariados-. Dos décadas antes, un artículo titulado «La negra realidad» presentó una imagen diametralmente opuesta de ellos:

Bornos es uno de los pueblos más trabajados por los conflictos agra-rios y por las inquietudes anarquistas; suele ser además un animado centro de la protesta siempre latente en aquella comarca, ensombre-cida por la miseria y por el pesimismo desesperado.22

Conformismo y resignación podrían haber sido actitudes comunes cuando Bello visitó el pueblo en plena dictadura de Primo de Rivera, un periodo que ha sido caracterizado como de «paz social» y que no es sino sinónimo de desorganización y desmovilización de los traba-dores del medio rural, pero habría percibido unas actitudes muy dis-tintas si lo hubiese hecho durante los veranos de 1903, 1914 o 1919, los años de las grandes huelgas de recolección. Esos fueron algunos de los momentos álgidos de las luchas de los campesinos de Bornos, pero no se limitaron a ellos. La aspiración a mejorar las condiciones de vida fue permanente y, salvo algunos periodos de desmovilización, como el ya citado de la dictadura, los campesinos canalizaron sus reivindi-caciones a través de sociedades obreras con nombres tan simbólicos como La Fraternidad, La Constancia o La Lucha es Vida. La primera de ellas llegó a tener 1192 afiliados, de quienes el 94 % eran jornaleros. Prácticamente todos los del pueblo.

Las «ideas sociales avanzadas», como las denominaban las autori-dades y clases conservadoras, tuvieron un excelente caldo de cultivo en Bornos y en toda la Sierra de Cádiz desde el siglo XIX. No hay más

22. El Imparcial, 10-7-1905, pág. 1.

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que recordar la revuelta que en 1872 acabó con toda la documenta-ción municipal,23 la existencia en la localidad de una sociedad obrera perteneciente a la UTC o el hecho de que dieciocho bornichos fue-sen detenidos y uno de ellos encausado y condenado por el llamado «asalto campesino a Jerez» de 1892.24 Joan Maragall parafraseó, en un artículo de tinte marcadamente antiandaluz publicado en esos años finales del XIX, un texto aparecido en el Diario de Cádiz que venía a decir: «En Bornos, en el punto denominado el Barrio […] todos los vecinos, sin excepción, son anarquistas. No pasa noche sin que se reúnan en las tabernas, en grupos de seis a lo más, y allí leen en alta voz publicaciones como El Productor, El Corsario o La guerra social».25

Anarquismo, republicanismo y socialismo fueron las ideologías que acogieron los trabajadores durante el periodo que abarca este estudio, a pesar de los esfuerzos que los labradores hicieron para impedir su extensión. El Productor narraba en 1891 que los capataces de cortijos de Grazalema, Ubrique y Bornos despedían a trabajadores por leer prensa ilícita.26 Veinticinco años después se continuaba tratando de impedir la difusión de las ideas. Por eso los campesinos de La Cons-tancia incluyeron en su propuesta de bases para el verano de 1915 una cláusula en la que decían que no iban a tolerar «que se atropellen las creencias de los obreros prohibiéndoles la lectura de periódicos y libros».27

Las sociedades obreras tuvieron pocos años de vida. Hubo cinco desde 1899 hasta el golpe de Primo de Rivera en 1923. Ninguna sobre-vivió más de cuatro años, pero detrás de la esa discontinuidad hay un lazo de unión: las aspiraciones y los militantes. Cambiaban las siglas, los nombres de las organizaciones, pero permanecían los dirigentes

23. J. A. González Castilla, 1998.24. A. Cabral Chamorro, 1998: 59-61.25. J. Maragall, 1986: 423.26. G. Serrán Pagán, 1980: 96.27. AMB, nº 279, f. 217.

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obreros. Los sindicatos desaparecían –la mayor parte por clausu-ra gubernativa a raíz de algún conflicto-, pero los obreros volvían a reorganizarse tras algún tiempo de desmovilización y al frente de las nuevas sociedades se ponían algunos militantes experimentados que ya habían formado parte de las anteriores. En cierto modo, era una estrategia de supervivencia. Los anarquistas Francisco López y Sebas-tián Gordillo eran miembros de la junta directiva de La Constancia y, cuando esta fue clausurada en 1915, escribieron desde la cárcel de Arcos de la Frontera:

Cuando salgamos, tarde o temprano, recobraremos los bríos, nun-ca perdidos, sino amortiguados por la falta de expansión y libertad. Acto seguido comenzaremos nuestra tarea de propaganda sindica-lista, constituyendo otra sociedad obrera, otros grupos ácratas, y así conseguiremos dar el traste con esta inicua sociedad de esclavos, ti-ranos y explotadores.28

La Fraternidad, la primera sociedad obrera del siglo, se situó ideoló-gicamente en la órbita del socialismo o del republicanismo reformista, pero luego derivó hacia el anarquismo, del que también bebieron al menos tres de las cuatro organizaciones de las dos décadas siguientes. Cada una se sentía continuadora y heredera de la anterior. No solo de sus fines e ideales, sino también de su patrimonio material. Por eso La Lucha es Vida reclamó en 1918 y 1919 al gobernador civil y al Juzgado de Instrucción de Arcos el mobiliario que poseía La Constancia cuan-do fue clausurada. Y también la Sociedad de Oficios Varios La Armo-nía hizo gestiones para recuperar los muebles «de la pasada sociedad», que habían sido vendidos por uno de los antiguos afiliados.

Que al menos tres de las cinco asociaciones del periodo 1899-1924 desapareciesen por clausura gubernativa nos dice que su camino no fue fácil. Los jornaleros y sus organizaciones chocaron inmediata-

28. Tierra y Libertad, Barcelona, nº 279, 27-10-1915, pág. 3.

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mente con los intereses de los labradores, que eran los mismos que los de las autoridades políticas. Los interlocutores de las sociedades obre-ras en los conflictos laborales no fueron los propietarios absentistas, sino los arrendatarios. Estos eran quienes recibían las demandas de los jornaleros y con quienes directamente negociaban y entraban en disputa los sindicatos. El periodista E. de la Peña publicó en 1902 un artículo que no disimulaba su simpatía hacia la sociedad obrera y la animadversión hacia los arrendatarios, a quienes definió como «casta de explotadores»:

Según mis informes, la villa estaba dominada por una familia de caciques, arrendatarios de la casa ducal de Denia, a quienes se acu-saba de que en el campo trataban á los obreros como esclavos, y en el pueblo se conducían como oligarcas faltos de todo freno, el de la cultura inclusive.

Casi la mitad del artículo eran declaraciones del administrador de la casa ducal, Antonio Jiménez-Mena,29 a cuyo favor se rompía una lanza. Según este, los jornaleros que trabajaban en las tierras que él gestionaba directamente recibían mejor trato que quienes lo hacían para los arrendatarios:

Los labradores quieren cubrirse con la casa ducal para continuar el régimen que hasta ahora han seguido; pero lo cierto es que la casa se ha mantenido apartada de la lucha entablada entre labradores y obreros, trata á estos mejor que nadie y les concede cuanto es po-

29. Antonio Jiménez-Mena y Morillo era administrador de las propiedades de la duquesa de Denia en los términos de Bornos y Espera. Consta como vecino de Bornos y con do-micilio en la plaza de la Iglesia nº 2, la casa-palacio de los Ribera. Tras el fallecimiento de la duquesa continuó a cargo, al menos hasta entrada la segunda década del siglo, tanto de las propiedades de Bornos, que fueron heredadas por la condesa de Valdelagrana, como de las de Espera, que pasaron a su hermana Ángela María de Constantinopla Fernández de Córdoba y Pérez de Barrada, duquesa viuda de Uceda. En la década de los veinte y durante la etapa republicana administró las fincas de Bornos el portuense Vicente Merello Docavo.

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sible. Mi conducta ha sido aprobada plenamente por la casa, […] y yo no tengo motivos de queja contra los trabajadores, que se han moralizado mucho desde que están asociados. Ignoro lo que suce-derá en lo porvenir. Considero probable algún conflicto, porque los obreros no cejarán en su empeño y los arrendatarios no son gentes fáciles de convencer. Han vivido tantos años dominándolo todo, que se consideran con derecho para no regirse por más leyes que las de su voluntad y su ciego egoísmo.30

Los arrendatarios y medianos propietarios que residían en el pue-blo también eran –ellos o sus familiares- quienes ocupaban los cargos del gobierno municipal, lo que explica la hostilidad de las autoridades locales hacia las organizaciones campesinas. Eso lo comprobaron los obreros de La Fraternidad a los pocos meses de crear la asociación. En abril de 1900 decían que las «clases acomodadas» los hostilizaban y censuraban y el presidente presentó una demanda por injurias a la sociedad contra el agricultor José María Ruiz Ortiz, que era hermano del alcalde. Cuando los obreros comenzaron a negarse a trabajar en los cortijos donde los labradores no accedían a sus reivindicaciones, se rumoreó que un concejal estaba tratando de inducir al administrador de la duquesa para que contratase segadores forasteros. En la asam-blea se propuso boicotear el negocio de sombrerería que tenía el edil, aunque no llegó a aprobarse, y pocas semanas después los miembros de la recién renovada junta directiva se resistían a tomar posesión de los cargos porque «las autoridades locales los habían amenazado por haber llegado a su conocimiento que se tramaba algo contra ellas».31 Un artículo aparecido en la prensa anarquista a propósito de la huelga de recolección de 1912 lo decía bien claro:

30. El Imparcial, 16-06-1902, pág. 1.31. AMB, nº 76, LACOFB (Libro de Actas del Centro Obrero La Fraternidad de Bornos), actas de 1-4-1900, 15-4-1900, 15-5-1900 y 3-6-1900.

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Tenemos noticias de que por el alcalde del pueblo se les ponen toda clase de obstáculos para celebrar las reuniones. Si no estuviera esto justificado con la costumbre que tienen las autoridades de ponerse a la ley por montera, lo justificaría el hecho de que el alcalde es labra-dor y por ende uno de los muchos a quienes perjudica la huelga.32

Esa identidad entre los intereses de los labradores y de los gober-nantes municipales solo se alteró tras la proclamación de la II Repú-blica. La entrada de los socialistas en los gobiernos central y municipal abrió una nueva etapa en la que las organizaciones obreras tuvieron apoyos institucionales y el fuerte intervencionismo del mercado de trabajo cercenó la posición dominante que hasta entonces siempre había mantenido la patronal en la relación sociolaboral. Fue una eta-pa difícil, no exenta de conflictos y marcada por la oposición de la patronal agraria y de los anarcosindicalistas a las políticas reformis-tas impulsadas por el Gobierno y también por las tensiones entre los socialistas y sus socios republicanos. A pesar de todas las limitaciones, fue durante la República cuando más cercanas de hacerse realidad pa-recieron las aspiraciones de los jornaleros. El asentamiento en fincas de reforma agraria, primero en el vecino término municipal de Espera y luego en el propio de Bornos, les dio la oportunidad de dejar de ser asalariados de los nobles terratenientes o de los señoritos del pueblo a quienes estos arrendaban las tierras. Quizás incluso soñaron que al-gún día llegarían a ser suyas.

32. Tierra y Libertad, nº 116, 3-7-1912, pág. 3.