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    ACADEMIA NACIONAL DE

    EDUCACION

    " ILUSTRACI ON" Y EDUCACI ON

    SUPER I OR ENHI S P A NOA M ER I CA

    Gregorio Weinberg

    BUENOS AIRES

    1997

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    ILUSTRACION Y EDUCACION SUPERIOR EN

    H ISPANOAMERICA

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    ACADEMIA NACIONAL DE EDUCACION

    Prof. Maria Celia Agudo de CrsicoDr. Juan Carlos Agul la

    Dr. Jaime Bernstein ( t )Mons. Guillermo Blanco

    Dr. Jorge Bosch

    Dr. Hctor Flix Bravo

    Dr. Jos Luis CantiniIng. Alberto Costantini ( t )

    Prof. Ana Maria Eichelbaum de Babini

    Dr. Ing. Hilario Fernndez Long

    Dr. Pedro J. FrasProf. Alfredo Manuel van Gelderen

    Prof. Amrico Ghioldi ( t )Prof. Regina Elena Gibaja

    Prof. Jorge Cristian HansenProf. Plcido A. Horas ( t )

    Prof. Gilda Lamarque de Romero BrestProf. Elida Leibovich de Gueventter

    Dr. Mario Justo Lpez ( t )

    Prof. Mabel Manacorda de Rosetti

    Dr. Fernando Martnez PazDr. Emilio Fermn Mignone

    Dr. Adelmo Montenegro ( t )Prof. Rosa Moure de Vicien

    Dr. Ricardo Nassif ( t )Dr. Oscar Oativia ( t )Dr. Antonio Pires ( t )

    Dr. Avelino J. PortoDr. Horacio Rimoldi

    Dr. Horacio Rodriguez Castells

    Prof. Antonio F. SaloniaDr. Luis Antonio Santal

    Dr. Luis Ricardo SilvaIng. Marcelo Sobrevila

    R.P. Fernando Storni, S. J.

    Dr. Alberto C. Taquini (h)Dr. Gregorio Weinberg

    Prof. Luis Jorge Zanotti ( t )

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    " I LUSTRACI ON" Y EDUCACI ON

    SUPER I OR ENHI S P A NOA M ER I CA

    Gregorio WeinbergAcadmico

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    Los juicios y opiniones que se expresan en esta obra corresponden a su autor y no reflejan

    necesariamente la posicin oficial de la Academia Nacional de Educacin.

    IL USTRACION Y EDUCACION SUPERIOR EN HISPANOAMERICA

    SIGLO XVII I

    Academia Nacional de Educacin

    Pacheco de Melo 2084

    1126 Buenos Aires

    Repblica Argentina

    La edicin de la serie Estudios est coordinada por los acadmicos Juan Carlos Agulla y

    Antonio Francisco Salonia, quien asimismo es coordinador de la Comisin de Publicaciones

    divisin que integran los acadmicos Regina Elena Gibaja, Marcelo Antonio Sobrevila y Gregorio

    Wwinberg.

    Hecho el depsito previsto por la ley N 11.723.

    I .S.B.N. 987-9145-05-4

    Primera edicin.

    Buenos Aires, 1997.

    Compuso los originales: Academia Nacional de Educacin

    Imprimid: ESTUDIO SIGMA S.R.L. (J.E.URIBURU 1252 piso 8, Buenos Aires).

    Impreso en la Argentina.

    Printed in Argentina.

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    ILUSTRACION Y EDUCACION SUPERIOREN HISPANOAMERICA

    Trabajo presentado al Simposium Internacional Educacin e I lustra.-cin. Dos siglos de reformas de la enseanza, realizado en Madridentre el 7 y el 10 de noviembre de 1988. Las ponencias fueron recogidas

    en un libro editado por el Ministerio de Educacin y Ciencia de Esparta(Madrid, 1988) y adems publicados en la Revista de Educacin(Madrid, Secretarta de Estado de Educacin, 1988, Nmero Extraor-

    dinario: La educacin en la I lustracin espaola).

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    Introduccin

    Abundantes son las dificultades que suscita cualquier in-tento de esbozar un panorama de la I lustracin en AmricaLatina, acrecentadas cuando se intenta una perspectiva de laeducacin durante dicho perodo que abarque sus diferentesniveles y modalidades.

    Las posibles explicaciones de esta situacin son plurales yconsienten diversas variantes y matices. Por un lado, estamossuperando de alguna manera la moda de las historiaslimitadamente cuantitativistas o las esclerosis de las poltico-militares; son cada vez ms frecuentes los aportes encuadrados

    dentro de concepciones ms abarcadoras, esto es, que no des-atienden los aspectos sociales ni omiten mentalidades, ideas,instituciones, etctera. Seguimos persuadidos de que van que-dando atrs las historias simplificadoras, pero, de todos modos,todava escasean los enfoques que engloben efectivamente atoda Amrica Latina. En este sentido cabe aadir que durantelas ltimas dcadas trabajamos zafndonos del ahogo de lasangostas historias nacionales (y tradicionales) o de las supues-tas latinoamericanas que suelen no ser otra cosa que unaadicin de aquellas, montadas siguiendo algn dbil hilo con-

    ductor. Adems, por otra parte, la paulatina recuperacin de lanormalidad acadmica en la mayora de nuestros pases, fractu-rada durante aos por abundantes golpes de Estado y dictadu-

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    ras, favorecer la consolidacin de una continuidad en la tradi-cin de estos estudios. Apuntalan nuestro optimismo al respectola bibliografa ms reciente y determinados estudios en curso deejecucin1. Confiemos, pues, en que esta oportunidad que nos

    ofrece el bicentenario de la muerte de Carlos I I I incentive estasorientaciones renovadoras. Y otro factor ms especfico: lainsuficiencia de estudios abarcadores y actualizados; abundan,en cambio, los de ndole nacional y, mas an, los referidos a unestablecimiento, una modalidad o una poca determinados quesiguen respondiendo a criterios convencionales. Estamos faltos,infortunadamente, de monografas sobre puntos clave o prota-gonistas esenciales. Estos y otros factores desfavorecen cual-quier intento orgnico y crtico de abordar el perodo. De todosmodos, intentaremos responder al generoso requerimiento.

    Periodizacin

    En una propuesta de periodizacin de la vida cultural yeducativa de Amrica Latina que expusimos hace varios aosmencionbamos tres etapas. La primera, la de la cultura im-puesta, correspondera al perodo colonial, cualquiera que hayasido la fecha de su extincin, esto es, cuando entre otras cosas setrasplantan instituciones. La Universidad, por ejemplo, es unade ellas, cuyo desenvolvimiento no atenda la nueva realidad ytampoco asimilaba ni elaboraba los conocimientos acumuladospor los pueblos sometidos, experiencias que s solan ser aprove-chadas en el campo de la prctica cotidiana. En el plano socialrecuerdese otra institucin trasplantada: la encomienda; en lopoltico-administrativo, el cabildo; etctera. Basten estas refe-

    1 Algunos ejemplos: los valiosos trabajos de Ildefonso Leal sobre historia de laUniversidad de Caracas; La educacin i lustrada, 1786-1836, de Dorothy

    Tanck Estrada;Las mujeres de la Nueva Espaa: Educacin y vida cotidiana,de Pilar Gonzalbo Aizpuru (mexicanas ambas autoras); etctera, por solo citaralgunas obras muy diferentes entre si por su origen y modalidades, quecorresponden a la poca aqu abordada.

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    rencias para corroborar la legitimidad de la idea de trasplantey percibir todas sus implicaciones. La segunda, cultura acepta-da o admitida, engloba el perodo independiente hasta la crisisde 1930; durante esta etapa las ideas predominantes son las

    procedentes de Europa y, en menor escala, de los EstadosUnidos, que precisamente se aceptan o admiten por su supuestaeficacia explicativa de la nueva fase, cuando las nacionalidadesen proceso de constitucin no solo niegan --con manifiestavehemencia- el pasado colonial sino que adems buscan reno-vados puntos de referencia o modelos. Desde luego que duranteeste lapso las ideas tradicionales no quedaron desplazadas, nimucho menos, pues perduraban en parte significativa de lasociedad (as, entre los grupos de intereses emparentados con lasituacin anterior y, sobre todo, en los sectores rurales). El

    contraste rural-urbano aparentaba profundizarse. Y la tercera,cultura discutida o criticada, desde la fecha antes sealadahasta nuestros das2, cuando se advierte y comprueba su carc-ter insatisfactorio para entender la crisis que denuncia lainviabilidad de la hasta entonces admitida divisin internacio-nal del trabajo. La guerra civil espaola, la segunda guerramundial, ahondan an mas las divergencias frente al modelocorrespondiente al momento anterior (considerado natural y,por tanto, estable); los conflictos pueden percibirse hasta en elseno mismo de los grupos ideolgicos aparentemente ms sli-dos y coherentes: la iglesia catlica, las corrientes marxistas, elliberalismo decimonnico, etctera.

    Ahora bien, las contradicciones del proceso histrico, en elsentido hegeliano del concepto, nos llevan a sostener que en elseno mismo de cada uno de esos momentos se incubaba elsiguiente, nsito en el anterior. Aceptada esta premisa, y por loque aqu interesa, correspondera sealar que la ideologaoficial de la poca colonial vease negada por aquellas corrientes

    2Gregorio Weinberg, Sobre el quehacer filosfico latinoamericano. Algunasconsideraciones histricas y reflexiones actuales, Revista de la Uni versidadde Mxico, vol. XXVI , N 6-7 (febrero-marzo de 1972).

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    de ideas que comenzaban a poner en duda la racionalidad delrgimen, el tradicionalismo, el principio de autoridad, y mstarde, a la luz de los perturbadores acontecimientos europeos,incluso su legitimidad; de este modo, y gradualmente, abrieron

    las compuertas que posibilitaron, en ltima instancia, incorpo-rar nuevas actitudes, pautas y valores en sustitucin de losanteriores. Por supuesto que entretanto fueron modificndosepaulatinamente los grupos sociales portadores de esas ideas yvariando la gravitacin de dichos sectores. Como punto departida digamos que la I lustracin fue un movimientomodernizador (por tanto, en modo alguno revolucionario, por lomenos en sus inicios), aunque retrasado en el Nuevo Mundo conrespecto a lo que ocurra en Europa, y aun en la PennsulaIbrica. Este destiempo o asincrona constituye para nosotros

    una caracterstica significativa de toda la historia latinoameri-cana, pues aqu llegaban siempre rezagadas las novedades, yamortiguadas sern por tanto las respuestas.

    Durante el perodo colonial perdurar la concepcin delmundo impuesta, como llevamos dicho, por Espaa y Portugal,que responda alineamientos ortodoxos; sin desconocer tampocoque hasta cierto punto aparecen manifestaciones heterodoxas,favorecidas estas tanto por el nuevo clima de ideas que se estabaincubando entre las clases dirigentes de las mismas metrpoliscomo as tambin por las distancias y las particularidades delmedio. Estas ideas inspiraran tanto las realizaciones como laspolticas educativas que, si bien pudieron parecer funcionales ysatisfactorias para las metrpolis, en cambio no aparentabanserlo para las necesidades y requerimientos americanos. Losmodelos educativos y culturales se elaboraban en Espaa yPortugal y desde all se propagaban; respondan, pues, a intere-ses extralatinoamericanos, o dicho con otras palabras, desaten-dan los rasgos especficos del Nuevo Mundo. Por tanto, importa

    saber qu influencias contribuyeron a modificar los criteriostradicionales y en qu forma dichos cambios -casi siemprelentos, y por momentos imperceptibles- se manifestaron en

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    Amrica Latina. A su vez, ambos pases mencionados, rezaga-dos con referencia al movimiento intelectual europeo, sienten elinflujo de las corrientes ilustradas; de la francesa, en primerlugar, y de la italiana, en menor escala, pero ambas decisivas. Si

    esas ideas llegan a Amrica Latina en forma refleja e indirecta,no por ello tendrn menos vigor, pues se insertaran en unarealidad diferente y mucho ms fluida que la sociedad de laPennsula.

    La I lustracin francesa puso el acento sobre problemaseducativos, religiosos, econmicos, polticos y estticos; perodej de lado, en cierto modo, otros como los referentes al conceptode Estado. Esta particularidad es fcilmente comprensible yexplicable si se recuerda la temprana consolidacin en Francia

    del Estado absolutista, que culmin con Luis XIV. En cambio, enI talia, fragmentada en pequeas unidades polticas ms omenos dependientes o de independencia ms aparente queefectiva, la idea de la organizacin de un Estado nacionalrevesta particular importancia. Por lo tanto, Amrica Latinadebe en buena parte al pensamiento italiano el impulso que lleva reflexionar sobre cuales factores contribuiran a forjar unaconciencia nacional o por lo menos, apercibir las especificidadesregionales.

    En suma, si se admite nuestro criterio de periodizacin,parte de las dificultades aludidas al comienzo deben atribuirseal hecho de ser la I lustracin un momento que niega una etapa,la primera, que llamamos de la cultura impuesta, y prepara lasegunda, la de la cultura aceptada o admitida. Reviste, pues, loscomplejos rasgos de las pocas de acentuada mudanza, tandifciles de captar y transmitir en su torbellino de luces ysombras, pasado y porvenir, temeridades y flaquezas.

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    La Ilustracin espaola

    El filsofo J os Ortega y Gasset lamento muchas veces elhecho de que Espaa no hubiera tenido su propio Siglo de las

    Luces, su propia I lustracin, y esto lo condujo a interrogarse siaquella centuria haba tenido (o no) algn efecto en la modifica-cin de su pas, sus hbitos y sus instituciones. Su respuesta fuenegativa, y atribua los problemas del siguiente siglo en granmedida a esta ausencia. Estudios ms modernos acerca delproblema plantean la cuestin en trminos harto diferentes,aunque sus conclusiones no contradicen necesariamente lasopiniones del autor de La rebelin de las masas. Una vez perdidasu hegemona europea, y a pesar de sus esfuerzos por unarehabilitacin, Espaa no pudo recobrar su posicin internacio-

    nal ni su dinamismo interno. Las colonias, en un tiempo depen-dientes del Imperio, haban iniciado un proceso de transforma-cin y de enriquecimiento propio, mientras que la madre patriase encaminaba por un rumbo opuesto, comprensible si lo referi-mos a una serie de sucesos turbulentos, hasta desconcertantespor momentos3.

    La nueva dinasta se aboc a un febril intento por reformaruna economa desorganizada y empobrecida, restablecer el

    podero de las fuerzas armadas, reafirmar el sistema de gobier-no y establecer las bases de una administracin ms eficiente ymoderna. Sin embargo, las estructuras sociales vigentes y lagravitacin de las ideas consagradas obstaculizaron un cambioms enrgico. An mas, faltaba una clase o grupo interesado enrecoger el desafo para dicho cambio; con el resultado de que esosideales encontraron apoyo solo dentro de un crculo relativa-mente pequeo cuyos esfuerzos, en su mayora, no fuerondemasiado eficaces y limitada su influencia. Una penetrante y

    3Richard Herr, Thc Eightccnth Ccntury Revolution in Spain (Princeton:Princeton University Press, 1958). Hay una versin espaola: Espaa y larevolucin del sigloXVI I I (Madrid: Aguilar, 1964). Copiosa es la bibliografiapublicada con posterioridad sobre el perodo.

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    actualizada caracterizacin del momento y sus contradiccionespodr encontrarse, por ejemplo, en los valiosos ensayos deAlberto Gil Novales recogidos en un libro reciente, Del antiguoal nuevo rgimen en Espaa

    4, quien, a nuestro juicio, utilizando

    categoras y bibliografa adecuadas, sita las cuestiones acercadel carcter de los grupos sociales protagonistas, sus ideascontradictorias e inconsecuencias, adems de registrar los al-cances de los complejos avatares de la poltica espaola. As,cuando observa:

    Iglesia, Monarqua, Amrica, stos son los lmites de laI lustracin clsica en Espaa, precisamente porque de susfilas se nutre. Pero no sin tensiones internas, responsablesde que una I lustracin administrativa llegue a veces ms

    lejos de lo que habamos imaginado. La I lustracin serprogresista mientras la Monarqua, fundamentalmente, yla Iglesia y la Aristocracia, en segundo lugar, lo sean5.

    0 ms adelante, con relacin al inquietante protagonismo delpueblo durante la Guerra de la Independencia, advierte:

    ... apoderarse del Estado, modernizndolo, y que paguela Iglesia es el programa burgus, es poner las bases de larevolucin burguesa. Pero nada con el pueblo, a no sertcitamente para arrancarle concesiones al Rey o a laIglesia6.

    Rescatemos el panorama general: un importante aunquereducido sector se constituy en vocero de la renovacin. Suplataforma comprenda un amplio espectro de temas, tales como

    4Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (de Venezuela),1986.

    5 Ibidem, pg. 64.

    6 Ibidem, pg. 68.

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    la lucha contra la rutina y la conducta social tradicional, en unaatmsfera donde la reaccin frente al cambio era casi siempreadversa (de todos modos, los nuevos grupos fueron hacindoseescuchar cuando reclamaban un sistema de educacin ms

    prctico, la diversificacin de los cultivos, la adopcin de tcni-cas agrcolas con nfasis en mtodos modernos de labranza, lautilizacin de fertilizantes y semillas seleccionadas, lareforestacin), o temas de otra ndole, tales como la pobreza, losgremios, el fanatismo, etctera. Instituciones como las Socieda-des Econmicas de Amigos del Pas -la primera de las cualesfue organizada en 1763 con el nombre de Real SociedadBascongada de los Amigos del Pas, luego fusionada con losCaballeritos de Azcoitia- tenan entre sus objetivos, planes demediano y largo alcance para lograr la prosperidad econmica,

    rescatar al pais del estancamiento y modificar el espritu fata-lista que pareca haberse apoderado de significativos sectores dela poblacin. Para lograr estos designios proponan un amplioprograma educativo como herramienta ideal y efectiva destina-da a sustituir mtodos y tcnicas obsoletos, que solo perduranpor rutina, con predominio de los criterios de autoridad ycarencia del espritu crtico7.

    En otro plano, la calidad de la educacin superior se habadeteriorado hasta un grado increble: en universidades otroraprestigiosas no se diferenciaba entre astronoma y astrologa, oentre qumica y alquimia, mientras que la fsica se enseabacomo parte de la filosofa escolstica. En 1745 Andrs Piquer,por citar un nombre, distingui estas dos disciplinas. Por eso,

    J ovellanos tena sus buenos motivos para escribir: "... no parecesino que nos hemos empeado tanto en descuidar los conoci-

    7 Robert J ones Shafer, Thc Economic Societies i n thc Spnish World, 1763-1821 (Syracuse: Syracuse University Presa, 1958).

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    mientos tiles como en multiplicar los institutos de intilenseanza8.

    Si tuviramos que recurrir a un nombre para simbolizar el

    punto de partida de la renovacin de la vida intelectual en laEspaa del siglo XVII I , optaramos por el de Benito J ernimoFeijoo y Montenegro (1676-1764). Hombre entreverado en losvientos del cambio de un perodo de transicin, ha sido descritocomo alguien demasiado atrevido para los tradicionalistas ydemasiado tmido para los ilustrados. Desde su celda monacalemple, con tenacidad y buen tino, las herramientas de la razny el experimento y explor crticamente los temas relacionadoscon la Naturaleza, soslayando aqu toda connotacin trascen-dente.

    El pensador uruguayo contemporneo Arturo Ardao escri-be:

    La crtica de Feijoo fue fundamentalmente una crticade la Espaa de su tiempo. Abarc diversos dominios, desdelas supersticiones ms elementales hasta las ms altastradiciones acadmicas. La totalidad de la cultura espao-la, popular como intelectual, result puesta en cuestin deuna manera inslita a nivel excepcional9.

    Su crtica del dogmatismo despej diferentes y promisoriasperspectivas para las nuevas generaciones. Su empleo de lalengua castellana, en lugar del latn, constituye otro ejemplo deuna actitud francamente renovadora; al adoptarla para el dis-

    8 J ean Sarrailh, L 'Espagne claire de la seconde moiti duXVI I I esiecle (Pars:Klincksieck, 1954). Hay una versin espaola: La Espaa ilustrada de lasegunda mitad del siglo XVI I I , trad. de Antonio Alatorre (Mxico: Fondo deCultura Econmica, 1957), pg. 177. Vicente Palacios Atard, Los espaoles de

    la Ilustracin (Madrid: Guadal-rama, 1964).

    9 Arturo Ardao, La filosofia polmica de Feijoo (Buenos Aires: Losada, 1962),pg. 22. Asimismo, por el mismo autor, puede verse Feijoo, fundador de lafilosofia de lengua espaola, en Filosofa de lengua espaola (Montevideo:

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    curso cientfico, Feijoo continulos pasos de los filsofos inglesesy franceses contemporneos.

    Numerosos pensadores, siguiendo los caminos desbrozados

    por el benedictino, recorrieron ms cmodamente los senderosde la actividad intelectual. Pese a su importancia, estara fuerade lugar enumerar aqu a todos aquellos que manifestaron unacomn devocin por el bienestar pblico y una confianza en elpoder de las nuevas tcnicas. Estaban convencidos de queparticipaban de un movimiento, de un impulso: el progreso, quetenda hacia la secularizacin de los conceptos tanto de libertady felicidad como de utilidad10. Perduraban muchos prejuiciosque atacar y era preciso propugnar otras ideas como las dedignidad de la labor manual, considerada legalmente degradan-te hasta 1783. Ms an, no obstante su reputacin de afrance-sados, fueron aquellos ilustrados quienes lucharon por el reem-plazo del latn y la introduccin del espaol como lengua culta;fueron quienes publicaron El cantar del Mio Cid, El libro deAleixandre, El libro de Buen Amor, y recordaron el Dilogo de lalengua de J uan de Valds, El latn, decadente y debilitado, habaperdido su fuerza expresiva y mal poda transmitir el nuevouniverso conmovido de objetos e ideas que asomaban en el mediourbano del hombre del siglo XVI I I . Ramn de la Cruz reconoce

    Alfa, 1963)Abundan los testimonios sobre la amplia y tempranainfluencia deFeijoo en Amrica Latina (as, el Elogio del P. Feijoo[] de 1765, de IgnacioEscandn, cuyo texto completo puede leerse en Arturo Andres Roig, E lhumani smo ecuator iano de la segunda mitad del siglo XVI I I (Quito: BancoCentral del Ecuador, Corporacin Editora Nacional, 1984), t. I I , pags. 182 ysigs. Desu barroco y extenso titulo original entresacamos estos trminos:"..corto panegrico, mnimo tributo de sus afectos, al inmortal blasn de lasglorias de Espaa, y aun de todo el mundo, al querido Adonis de la America,a su adorado Maestro, el I lustrsimo Seor y Reverendsimo P. Maestro DonBenito J ernimo Feijoo, el Gran Feijoo, por antonomasia...,,. En cambio,

    desconocemos estudios panormicos sobre dicho credito en Amrica Latina.Vase, asimismo, Olga Quiroz-Martnez, La introduccin de la filosofamoderna en E spaa (Mxico: El Colegio de Mxico, 1949).

    10Sarrailh, L Espagne clai re...

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    este hecho cuando escribe: Estudi cosas muy buenas /que, anoestar en latn, todas / sin duda las entendera. Las palabrascrtica y mtodo eran frecuentes en todas las bocas, desde losclaustros hasta los mercados, segn la sabrosa observacin de

    fray Martn Sarmiento.

    Viajes, libros, intercambios epistolares y una acrecentadamovilidad de la poblacin contribuyeron a intensificar el inter-cambio cultural; a lo que deben sumarse las modas, los hbitos,manifestaciones que se advierten hasta en el lenguaje.

    Injsto sera dejar de mencionar siquiera unos pocos nom-bres para evocar la efectiva influencia que tuvieron en laAmrica Latina en aquella poca; recordemos, as, al conde de

    Aranda, el conde de Floridablanca, Gaspar Melchor deJ ovellanos ll, el conde de Cabarrsl2,el conde de Campomanesl3,todos ellos presentes en las bibliotecas aquende el Ocano.

    Tambin es sugestivo que algunos latinoamericanos, como elperuano Olavide, desempeasen un importante papel en eldesarrollo de la I lustracin espaolal4.

    11Especialmente, en Informe sobre la ley agraria y Bases para la formacin de

    un plan de estudios de Instruccin Pbli ca. Asimismo, en su Memoria sobreeducacin pblica, o sea, tratado terico-prctico de enseanza, con aplicacina las escuelas y colegios de nios se pregunta: Es la instruccin pblica elprimer origen de la prosperidad social?; a lo cual responde categricamente:Sin duda.

    12 En Cartas sobre los obstculos que la naturaleza, la opinin y las leyesoponen a la fel icidad pbl ica (1808); particularmente, en la segunda carta,en donde describe un sistema general de educacin.

    13. En Discurso sobre la educacin popular de los artesanos y su fomento (1775-1777) y en 1774, Discursos sobre el fomento de la industria popular.

    l4 Marcelin Defourneaux, Pablo de Olavide ou L Afrancesado (1725-1803)(Paris: Presses Universitaires de France, 1959).

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    La Ilustracin en Hispanoamrica

    A travs del modificado clima intelectual que empezaba aprevalecer en Espaa o por medio de la lectura de muchos libros

    que, a pesar de las prohibiciones y la censura de la Inquisicin,haban logrado llegar al Nuevo Mundo con relativa profusin,las ideas de la Ilustracin empezaron a difundirse, primerolenta y cautamente y luego con mayor vigor y energa a medidaque avanzaba el siglo XVII I 15. Con la expulsin de la Companade J ess (de Portugal en 1759 y de Espaa y sus posesiones en1767), baluarte del viejo orden y fortaleza de ideologas tradicio-nales, se produjo un cambio decididamente favorable hacia unambiente espiritual menos restrictivo.

    Ahora bien, con el advenimiento de la dinasta borbnica seinicia un paulatino esfuerzo hacia la modernizacin de Espaay de la administracin y explotacin del Imperio colonial. Mo-dernizar, desde luego, no significaba necesariamente propiciarsiempre cambios fundamentales. Pocos fueron, cierto es, los queosaron cuestionar sus principios, pero las preocupaciones o lasdenuncias de unos cuantos estadistas y economistas notablescomenzaron a surtir efectos. De este modo, con referencia alNuevo Mundo podemos llamar la atencin sobre determinadosdatos significativos: la organizacin de un diferente sistema

    administrativo (as, los nuevos virreinatos y sobre todo lasIntendencias), la creciente liberalizacin de medidas econmi-cas proteccionistas, como el desmantelamiento del sistema de laflota, la abolicin de puertos monoplicos y el levantamiento dela prohibicin del comercio entre las colonias. Todas estasmedidas condujeron y contribuyeron a un paso final: la regla-

    15 Arthur P. Whitaker, comp., Latin America and the Enlightcnmcnt (Ithaca:Great Seal Books, 1961). (Esta es la segunda edicin; la primera fue de 1942.)

    Tratase de un trabajo precursor y ya anticuado. La abundancia de nuevosestudios sobre aspectos parciales o nacionales reclama ahora una obra deconjunto que confiamos no tarde en aparecer y responda a los actualesrequerimientos; de todas maneras, resta por reeditarse mucho material hoyinaccesible para el estudioso, amen de la publicacin de otro, todavia inedito.

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    mentacin del libre comercio y, ms tarde, el establecimiento delos Consulados de Comercio (en Caracas y Guatemala en 1793,en Buenos Aires y La Habana en 1794, en Santiago de Chile en1795, etctera) y de las Sociedades Econmicas de Amigos del

    Pas (en Manila en 1781, en Quito en 1791, en La Habana en1792, en Guatemala en 1794, etctera). A travs de sus diversasactividades, estos centros se esforzaron por modificar las condi-ciones sociales y econmicas vigentes, alentar la asimilacin denuevas ideas y mtodos, y promover un especial inters por lareforma educativa, juzgada como la herramienta idnea para elcambio social; como se advierte, idea tpica de la I lustracin.Aqu deberamos mencionar el surgimiento de lo que dio enllamarse los intelectuales no acadmicos, entre los cuales, unode los ms significativos -y esto por muchas razones- seraEugenio Santa Cruz y Espejo, de obra conocida e influyente,cuya misma compleja riqueza nos impide analizarla aqu y sobrela cual existe una abundante bibliografa actualizada. Es asi-mismo reveladora la designacin de algunos funcionarios im-portantes (entre ellos, virreyes y arzobispos), tales como elVisitador J os de Glvez, Caballero y Gngora en el virreinatode Nueva Granada, Revillagigedo en Mxico, Vrtiz en BuenosAires, etctera, quienes adoptaron una actitud ms benvola yhasta apoyaron y auspiciaron personalmente algunas manifes-taciones que favorecan los cambios.

    La estructura, la organizacin y sobre todo el espritu queinspira la enseanza de las universidades instaladas en Amri-ca a -partir de la de San Marcos (Lima, Per, mayo de 1551) y lade Mxico (de setiembre del mismo ao), que son, con la de SantoDomingo, las primeras entre aquellas que luego de una existen-cia accidentada han perdurado hasta nuestros das, correspon-den a los de la Contrarreforma, con su filosofa y su ceremonialbarrocos. En cierto sentido, parece elocuente recordar que la de

    San Marcos se asemeja a la de Salamanca, y en otro, es signifi-cativo que el nmero de ttulos de doctores en teolooga y enderecho, otorgados por la universidad limea hasta fines delsiglo XVII I , sea diez veces superior al de doctores en medicina.

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    Tambin importa sealar que las universidades languidecierondurante el siglo XVII y primeras dcadas del siguiente; predomi-naba las prescripciones sobre el contenido, las frmulas vacasde sentido sobre una realidad acuciante e indcil para las

    categoras mentales con las cuales pretenda aprehendrsela. Anuestro juicio, la Universidad fue agotndose paulatinamentecomo resultado de la censura, discriminacin, impermeabilidada las novedades, prejuicios, contradiccin de intereses,Visfuncionalidad de la cosmovisin, etctera; dicho sea esto conlas debidas salvedades, comoveremos en seguida. Las inquietu-des cientficas, las nuevas ideas filosficas y econmicas semanifestarn casi siempre fuera de los claustros (las universi-dades permanecan ajenas a los requerimientos y desafos delmedio; estaban enzarzadas en interminables conflictos entre

    rdenes religiosas o delimitacin de jurisdicciones; su espritureformista se agotaba en debates reglamentaristas o pedidos demodificaciones estatutarias) y lo harn a travs de institucionesy movimientos menos rgidos, menos formalizados, mspermeables a las innovaciones y a las inquietudes, es decir,donde gravitasen menos el peso de la rutina y de la inercial 16

    Otro tanto ocurri con el incipiente periodismo, los grandesviajeros y las expediciones cientficas, y con algunas actitudespolmicas; as pues, su consideracin previa es indispensablepara reconstruir en parte el clima espiritual de la segunda mitaddel siglo XVIII.

    EE periodismo

    Con respecto al periodismo ilustrado17 corresponderla men-cionar (dejando de lado la referencia a las primeras publicacio-nes, pues carecera de sentido hacerlo aqu) el Diario literario de

    l6Gregorio Weinberg, El agotamiento de la Universidad latinoamericanadurante el siglo XVII I, estudio que integra esta publicacin.

    17J os Torre Revello, El libro, la imprenta y el periodismo en Amrica Latinadurante la dominacin espaola (Buenos Aires: Facultad de Filosofa y Letras,

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    Mxico, dispuesto para la utilidad pblica a quien se dedica(1768) -su director fue uno de los sabios ms notables deaquella sociedad, J os Antonio Alzate y Ramrez, conocido comoel paladn de las luces-; prohibida su publicacin, reincide

    con otras no menos significativas. Adems, es del caso mencio-nar, en el mismo Mxico, que diecisis nmeros alcanz elMercurio Volante con noticias importantes y curiosas sobrevarios asuntos de Fsica y Medicina, orientado por un sabiosingular, J os Ignacio Bartolache. En L ima, el 2 de enero de1791, apareci otro de los peridicos mas fecundos de la poca:Mercurio Peruano de historia, literatura y noticias pblicas queda a Luz La Sociedad Acadmica de Lima; donde escribieronhombres tan notables como Pablo de Olavide, J os Baqujano yCarrillo, J os Hiplito Unnue y otros. Fue excepcional e influ-yente por el alto nivel de sus inquietudes18.

    No son ellas, desde luego, las nicas manifestaciones delperiodismo, pero s posiblemente algunas de las ms acredita-das con relacin al tema que nos interesa aqu, porque lossealados, como as tambin la gran mayora de los papelespublicados hasta las vsperas de la emancipacin, acogieron--en distinta medida y con diferente energa- un materialsingularmente valioso desde todo punto de vista: analisis de la

    realidad y sealamiento crtico, tmido u osado, segn lascircunstancias o protagonistas, de las posibilidades de superar

    1940). Tambien son validas aqui las consideraciones antes expuestas sobre elya citado libro de Arthur P. Whitaker, etcetera. Durante los ltimos anos,ademas de multiplicados trabajos sobre laimprenta en la mayora de los paiseslatinoamericanos, se han reeditado los clasicos sobre el tema de J os ToribioMedina, J oaqun Garca I cazbalceta, etctera.

    18 Una reedicin, relativamente reciente, del Mercurio Peruano, llevada a cabopor la Biblioteca Nacional de este pas (12 volmenes, Lima, 1964-1966), ala

    cual debe sumarse el utilisimo trabajo de J ean-Pierre Clement, I ndi ces delMercur io Peruano, 1790-1795 (mucho ms rico de lo que hace suponer SUtitulo), ha hecho accesible a los estudiosos una publicacin de sobresalienteimportancia para un conocimiento pormenorizado de una de las piezascapitales de la I lustracin peruana.

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    las inadecuaciones sociales, econmicas y culturales. Y ademas,como expositores de las soluciones postuladas: educacin, que-hacer econmico diversificado, dignidad del trabajo mecnico ymanual, participacin creciente de la mujer, importancia de las

    ciencias, denuncias de las distorsiones provocadas por el mono-polio, amenazas de contrabando, y en mucha menor escala,acusaciones, mas o menos veladas, contra las autoridades loca-les, sus descuidos y su inoperancia, etctera. Esto ultimo escomprensible, pues tanto la monarqua como la Iglesia, comoinstituciones, seguan siendo inatacables; ms desprotegidosestaban, en cambio, ciertos representantes de las mismas.

    Las expediciones

    Las grandes expediciones tuvieron, si bien en otro plano,una trascendencia parangonable con la que hemos atribuido alperiodismo, pues contribuyeron a una mas ajustada compren-sin de la realidad (geografa, flora, fauna, minerales, revela-cin de los recursos naturales si nos atenemos a nuestra jergacontempornea-, etctera, de la regin) y, sobre todo, al avancede los conocimientos cientficos, en general, expresado por unaactitud ms moderna, y al convencimiento de su inters, impor-tancia y utilidad. Sin entrar en mayores distingos entre el

    espritu de las realizadas durante los siglos XVI y XVI I y el delas del perodo de la Ilustracin, que nos importan en estemomento, recordemos las de Charles Marie de La Condamine,Louis Godin, Pierre Bouguer, J oseph de J ussieu, etctera, y lasactividades a ellas vinculadas, como las publicaciones de J orgeJ uan y Antonio de Ulloa19; ciclo que podra cerrarse con la deAlexander von Humboldt y sus espectaculares aportaciones.

    19 J orge J uan y Antonio de Ulloa, Relacin histri ca del via je a la Amri ca

    Meridional, hecho de orden de Su Mag. para medir algunos grados dcmeridiano terrestre y venir por ellos en conocimiento de la verdadera Figura y

    Magnitud de la Tierra, con otras varias observaciones Astronmicas y Phisicas

    (1748). Asimismo, vase la reimpresin de sus Noticias secretas de Amrica,con introduccin de Gregorio Weinberg (Buenos Aires: Mar Ocano, 1953).

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    Infortunadamente no podemos analizar la sobresaliente in-fluencia de la contribucin del sabio germano, como as tampocosu copiosa bibliografa; de todos modos, creemos no errar si la

    damos por conocida siquiera en sus lneas esenciales. Entreambas, evoquemos las de Hiplito Ruiz y J os Pavn20, durantems de un decenio por Per y Chile, de las cuales obtuvieronresultados tan notables como los valiosos volmenes de su F loraPeruviana et Chilensis; la expedicin de Alejandro Malaspina21,con quien llegan cientficos tan importantes como TadeusHenke22; o la justamente clebre Expedicin Botnica quedirigi el padre J os Celestino Mutisza, un sabio de excepciona-les merecimientos y condiciones morales, quien personalmentedivulg las para entonces atrevidas ideas de Coprnico. Pero

    mucho importa subrayar que cerca del ilustrado Mutis seformaron otros hombres de ciencia de sobresaliente actuacinpoltica posterior, como Francisco J os Caldas, J orge TadeoLozano y Francisco Antonio Zea. Otras notables expediciones yexploraciones podran sumarse a las mencionadas; as, las deMartn Sess en Nueva Espaa y la de Flix de Azara en el Rode la Plata24.

    2o Arthur Robert Steele, Flowers for the King: The Expedition ofRuiz andPavon and the F lora ofPeru (Durham: Duke University Press, 1964). Hay

    versin espaola: Flores para el Rey: La expedicin de Ruiz y Pavn y la floradel P er, trad. de Antonio M. Regueiro (Barcelona: Ediciones del Serbal, 1982).

    21 Los resultados fundamentales de sus andanzas solo fueron publicados enforma parcial y casi un siglo despus de su realizacin: Viaje politico-cientficoalrededor del mundo por las corbetas Descubierta y Atrevida a mando del

    capitn de navo, don Alejandro Malaspina, y don J os Bustamante y Guerra

    desde 1789 a 1794.

    22 Entre otras, a Haenke se atribuyen las obras: Descripcin del reino del Per;Descripcin del reino de Chile; Viaje por el Virreinato del Ro de la Plata;

    etctera.

    23 Su impresionante Flora de Bogot est en proceso de publicacin.

    24 DeFlix de Azara pueden verse Descripcin e historia del Paraguay del Rodela Plata;Memorias sobre el estado rural del Ro de la Plata en 1801;Historia

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    Varios indicadores podran adoptarse para rastrear el ma-nifiesto proceso de incorporacin de las nuevas ideas de laI lustracin ala vida universitaria y, ms en general, ala cultura

    de Amrica Latina. Uno de esos indicadores podra ser unrastreo de las ideas filosficas; el otro, de muy diferente ndole,la presencia o la importancia relativa atribuida a estudios talescomo los de medicina o derecho, manifestaciones ya de otraactitud y de la bsqueda de diferentes horizontes por parte de losnuevos grupos sociales que iban emergiendo y consolidndoseen las ciudades.

    Presencia de la filosofa

    Por supuesto que no debe buscarse, como alguna vez se hahecho, originalidad en el desenvolvimiento de las ideas filosfi-cas, pero su anlisis reviste inters por varios motivos25. Prime-ro, porque su enseanza segua hasta entonces en manos pocomenos que excluyentes de la Iglesia26 -vale decir que eraincipiente el proceso de secularizacin- y por otro lado, lafilosofa aqu profesada conservaba un sensible rezago conrespecto ala conocida y discutida en Europa; es la asincrona queal comienzo sealamos como una nota significativa y perdura-

    natural de Los cuudrpedos; Los pjaros del Paraguay; etctera. Asimismo,J ulio Cesar Gonzalez, Don Fli x de Azara: Apuntes bio-bibliogrficos (BuenosAires: Bajel, 1943).

    25 Ramn Insa Rodrguez, Historia de la filosofa en Hispanoamrica(Guayaquil : Universidad de Guayaquil, 1945); Manfredo Kempff Mercado,Historia de la fl osofa en Latinoamrica (Santiago de Chile: Zig-Zag, 1958).Las referencias bibliograficas sobre la historia de las filosofas nacionales sonmuy extensas, pero no corresponde mencionarlas aqui. Nos limitamos, portanto, a sealar apenas dos libros harto superados, pero precursores.

    26 Las contribuciones de los jesuitas expulsados de Espaa y el Nuevo Mundoconstituyen un capitulo en el proceso aqui explorado; por ejemplo: MiguelBatllori, La cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos (Madrid: Gredos,1966); asimismo, Gabriel Mndez Plancarte, comp., Humanistas del sigloX V I I I ( M x i c o , 1 9 4 1 ) .

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    ble. En suma, las huellas de la renovacin filosfica debenbuscarse ante todo en las primeras referencias al pensamientomoderno: Descartes, Gassendi, Newton, Locke, etctera, quie-nes son refutados con vehemencia aun antes de ser ledos.

    Inicialmente fueron conocidos en forma indirecta a travs de lasimpugnaciones de los catedrticos ms alertas, aquellos queseguan las mudanzas en la materia registradas en la Pennsu-la27. Luego, quiz bajo el estmulo, entre otros, de las ideas delpadre Feijoo, comienzan a manifestarse actitudes crticas, mso menos vigorosas, con respecto al pensamiento tradicional y susmtodos, cuyos resultados parecan cada vez menos satisfacto-rios. Pero por otro lado, debe comprenderse cun dificil eraponer en duda la cosmovisin impuesta, impugnarla y, ms

    todava, pretender sustituirla; predominaban la ortodoxia y unconformismo ms o menos matizado.

    Si el nombre de Voltaire aparece en algunos procesosinquisitoriales y en el registro de ciertas bibliotecas de altosfuncionarios, el de Condillac se conoci por la temprana versinal castellano de sus obras; as, La lgica, o los primeros elemen-tos del arte de pensar, con traduccin de Bernardo M. de laCalzada (Madrid, 1784, con reediciones posteriores)28; y ade-

    27 Solo como indicacin de la amplitud de la bibliografia existente,mencionaremos dos trabajos precursores: Monelisa Lina Prez-Marchand,Dos etapas ideolgicas del siglo XVI I I en Mxico a tr avs de los papeles de la

    Inquisicin, y Bernab Navarro, La introduccin de la fi losofia moderna enMxico; ambos libros editados por El Colegio de Mxico en 1945 y 1948,respectivamente. La decisiva influencia del espaol J os Gaos y del mexicanoLeopoldo Zea han alentado estos estudios sobre historia de las ideas, los quealcanzan hoy una profusin e importancia sobresalientes, aunque todavacarecemos de un estudio panoramico y actualizado que recoja y elabore losaportes de las ultimas cuatro dcadas.

    28 Con ocasin del 150 aniversario de la Independencia de Venezuela, laBiblioteca de la Academia Nacional dela Historia de Venezuela public la obrade Condillac, La L gica o los pr imeros elementos del ar te de pensar , con unaintroduccin de Guillermo Morn y en laversin de B. M. de la Calzada (1959).

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    ms, Lgica puesta en dilogo, por Valentn de Foronda (Ma-drid, 1794). Tambin en Madrid, aunque en 1805, se imprimiLa lengua de los clculos, traducido por la Marquesa de Espeja(seudnimo de Vicenta Corbaln y Castro). Todos estos libros de

    Condillac fueron frecuentados y estudiados por los precursoresde la emancipacin latinoamericana, junto a los de otros ms dela Ilustracin, como los del abate Antonio Genoves, traducidospor Victorin de Villava, Lecciones de comercio o bien de econo-ma civil (3 volmenes, Madrid, 1784).

    Dejando de lado tantas figuras menores, merecen citarsedos personalidades extraordinariamente destacadas, en parti-cular desde el punto de vista poltico: J ean-J acques Rousseau yel abate Guillaume Thomas Raynal. La heterodoxia de ambosindica por s sola cuan ajenos eran a las orientaciones oficiales;o dicho de otro modo, no estaban bien vistos como autores y portanto, perseguidos.

    Por su parte, las ideas de J ean-J acques Rousseau, en tornoalas cuales se desarrolla un intenso debate (el padre Feijoo, porejemplo, lo impugn con vehemencia), fueron realmente influ-yentes; pero parecen haber encontrado mayor crdito con poste-rioridad a las grandes revoluciones norteamericanas y france-

    sas y, por supuesto, a las conmociones cada vez ms frecuentesen la Colona29-la de Tpac Amaru es apenas la ms conoci-da-. Segn Boleslao Lewin, la primera mencin pblica de ELcontrato social se debe al den Gregorio Funes en 1790; a partirde entonces, es nombrado cada vez con mayor frecuencia. Sushuellas son numerosas y muy visibles, como lo han demostradomuchos estudios sobre el particular; estn en Simn Rodrguez,

    29 Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Presencia de Rousseau: A los250 aos de su nacimiento y a los dos siglos de la aparicin del Emilio y El

    contrato social (Mxico: UNAM, 1962). Asimismo: Boleslao Lewin, Rousscau;y la independencia argentina y americana (Buenos Aires, 1967); J efferson ReaSpell, Rousseai in thc Spanish World bcfore 1933 (Austin: The University of

    Texas Press, 1938). El tema ha suscitado polmicas persistentes y aninacabadas.

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    maestro del libertador Simn Bolvar, y, claro est, tambin eneste, su discpulo, y las hallamos en muchos otros. Fueroningredientes valiosos de la formacin ideolgica de los precurso-res de la emancipacin y de sus primeros protagonistas. Para

    culminar este punto especfico de la incorporacin de dichavertiente de ideas baste memorar que el argentino MarianoMoreno ordena, en 1810, la impresin de una versin castellanade El contrato social para ser utilizada como libro de texto.

    Y tambin de incuestionable predicamento ser, por sulado, la Histoire philosophique et politique des tablissements etdu commerce des europens dans Les Deux-Indes (1770), en cuyaredaccin colabor Diderot, una de las figuras fundamentales de

    aquel momento histrico. La obra de Raynal, verdadero yapasionado alegato anticolonialista, que suele asociarse a lahistoria de la leyenda negra antiespaola, alcanz multiplica-das reediciones y fue perseguida como un texto peligroso por losregmenes coloniales; de todos modos, abundan las constanciasde su presencia en numerosas bibliotecas del Nuevo Mundo,donde su circulacin y lectura desempe un papel bastantesignificativo en la toma de conciencia de los problemas polticos.Mereci, hecho infrecuente y sugestivo, ser traducida por EduardoMalo de Luque (seudnimo del Duque de Almodvar) como

    Historia poltica de los establecimientos ultramarinos de lasnaciones europeas (Madrid, 1784 y siguientes). Laversin quedinterrumpida luego de publicado el quinto volumen. Un estudioreciente analiza con cuidado el contenido, ordenamiento, etcte-ra, del texto espaol, pero sobre todo, cules haban sido lospropsitos de la empresa encarada por Almodvar al intentarverter al castellano una obra indudablemente subversiva paralos rdenes social y religioso imperantes y como tal, condenadapor las autoridades civiles y eclesisticas...30.

    30 Ovidio Garca Regueiro,I lustracin e intereses estamentales; la versin dela Historia de Raynal, en Homenaje a Noel Salomon: Ilustracin espaola eindependencia de Amrica (Barcelona: Universidad Autnoma de Barcelona,1979) pgs. 165-205.

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    Si dejamos de lado las influencias europeas ejercidas sobreel pensamiento latinoamericano y pasamos a sealar la presen-cia de filsofos en el Nuevo Mundo, quiz la figura de perfiles

    ms definidos entre aquellos que podramos considerar precur-sores, por lo menos en el momento inmediato anterior al de laI lustracin, sea J uan Benito Daz de Gamarra, autor, entreotros, de un libro valioso: Elementa recentionis philosophiae

    31.De todas maneras, Gamarra reviste importancia porque susideas tienen un evidente signo cartesiano y su texto fue adopta-do por la Universidad de Mxico. Por lo dems, l mismo seconsideraba un eclctico:

    Quien con el nombre de filsofo se glorie, quien con

    Animo ardiente se consagre a la investigacin de la verdad,no confesarninguna secta; ni la peripattica, ni la platnica,ni la leibniciana, ni la newtoniana; seguir la verdad, sin

    jurar por la palabra del maestro.

    Lo que por entonces era mucho decir, pues adems de sueclecticismo aparece su antitradicionalismo. Enfrentado al prin-cipio de autoridad y al dogmatismo, esgrime la razn comoinstrumento: La filosofa -escribe- es el conocimiento de lo

    verdadero, lo bueno y lo honesto, obtenido por la sola luz de larazn y el ejercicio del razonamiento. Represe que a pesar dela fecha, ltimo cuarto del siglo XVI I I , una innovacin atrevidaconsiste en mentar el pensamiento cartesiano.

    31 J uan Benito Diaz de Gamarra y Dvalos,Tratados (Mxico: UniversidadNacional Autnoma, 1947). El volumen de la UNAM incluye: Errores dclentendimiento humano, Memorial ajustado y Elementos de flosofa moderna,

    traduccin, edicin y prlogo de J os Gaos. Con posterioridad pusironse en

    circulacin tres breves obras del mismo Diaz de Gamarra: Mximas de educa-cin, Academias de fil osofia y Academias de geometr a, edicin facsimilar desus manuscritos en un mismo volumen (Zamora, Mxico: El Colegio de Mi-choacn, 1983).Vase adems: Elementos de filosofia moderna, presentacin,traduccin y notas de Bernab Navarro (Mxico: UNAM, 1984).

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    Con ms reducida importancia podra citarse al padre J osAgustn Caballero, cubano, cuya obra Philosophia electiva(1797)32muestra tambin la fractura y el debilitamiento de lasideas tradicionales. Obsrvase en l una mezcla de escolasticismo

    y modernidad:

    No se debe emprender ningn estudio sino despus dehaber purgado la mente de los prejuicios temerarios quehayamos adquirido a travs de la lectura de malos libros,bien del trato con gentes vulgares. Debemos escoger unbuen autor. Lase mucho, pero no muchas cosas...

    Posiciones asaz semejantes podran permitirnos caracteri-zar a otros pensadores preocupados siempre por los problemasy la enseanza de la filosofa cuya permeabilidad a las ideasmodernas los destaca entre el resto de sus contemporneos; masde todos modos, todava no deben ser confundidos con losilustrados. As, en Bogot, Francisco Antonio Moreno yEscandn, que propone una notable reforma (1774) de los planesaplicados para la disciplina; otro tanto ocurri, en 1808, con elden Gregorio Funes en Crdoba (Argentina).

    Ms nombres podran aadirse, por cierto, a los menciona-

    dos, pero seran casi con seguridad menos originales aun y portanto menos vigorosos que los mentados. El fenmeno se repitedesde Mxico hasta el Ro de la Plata, pero por doquier noshallaremos con divulgadores inquietos y, por momentos, infor-mados de las nuevas corrientes ms que con creadores en elsentido exacto del vocablo. Proponen, y a veces logran, actuali-zar la enseanza adoptando textos como los de Condillac opropiciando la separacin de la fsica de la filosofa, hastaentonces entreveradas. La ruptura se profundizar alsecularizarse la actividad; fenmeno que coincide casi con los

    primeros pasos que llevan al perodo de la emancipacin.

    32 J os Agustn Caballero, Philosophia electiva (1797; reimpresin, ed. deJ enaro Artiles, Francisco Gonzlez del Valle y Roberto Agramonte, La Habana:Universidad de La Habana, 1944).

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    Las ciencias tiles

    La renovacion de los estudios superiores adquiere caracte-rsticas singulares segn las regiones, o ms particularmente,

    segn la localizacin de las estructuras administrativas. Peroimporta destacar que nunca las nuevas exigencias hicieronposible repensar en suconjunto la institucin universitaria paraadecuarla a las nuevas necesidades --cosa imposible, por lodems, por su misma organizacin y filosofa implcita-. En elmejor de los casos, cuando las omisiones eran demasiado eviden-tes y las quejas reiteradas, sola agregrsele nuevos estudios (talocurre en varias universidades con Medicina y Derecho durantela segunda mitad del siglo XVI I I ) o se los modernizaba cuandoya existan en las casas de estudio ms antiguas. Un tercer

    indicador, nada desdeable, podra constituirlo el anlisis de lassolicitudes de creacin de universidades, desatendidas casisiempre por diversos motivos dignos de reflexionar. Pero detodos modos, perdura el espritu tradicional; las innovaciones noexpresan tanto la sensibilidad de las instituciones y su capaci-dad de adaptacin frente a los nuevos requerimientos como sunegacin dialctica. Los estudios ms francamente renovadoresse establecan (aunque no siempre con xito) fuera de losclaustros; los inspiraban tanto las inditas condiciones socioeco-nmicas como la influencia de las ideas de la I lustracin,

    expresadas sobre todo a travs de instituciones que, como lasSociedades Econmicas de Amigos del Pas y los Consulados,estaban ms sensibilizados con respecto a las aspiraciones ydemandas que cada regin planteaba, Inclusive la aplicacin deReales Cdulas se coloreaba de caracteres locales en manos defuncionarios ilustrados; as, advertimos en dos pases de desa-rrollo cultural tardo, como Venezuela y la Argentina, unasugestiva y coincidente preocupacin por dotar tanto a Caracascomo a Buenos Aires de ciencias tiles o artes mecnicas. E lagudo historiador de la educacin venezolana, I ldefonso Leal,recuerda en este sentido que:

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    ... desde el Real Consulado sealaron los medios para laconstruccin de caminos, puertos, y canales, y tambinofrecer premios para los que redactaran las mejores memo-rias sobre el cultivo del tabaco, algodn, ail, caa de azcar

    y cacao en las que con claridad y evidencia se detallarancompleta y circunstancialmente los hechos y combinacionesque encadenaran la cultura, el beneficio, la fabricacin, elconsumo y el giro de estos preciosos frutos y cuanto esnecesario para organizar una hacienda33.

    En el extremo sur del mismo continente, en Buenos Aires,Manuel Belgrano, secretario del Consulado, se plantea unaserie de iniciativas tendientes al

    mejoramiento de la situacin del pas, aumento de susriquezas y felicidad de sus pobladores. De aqu su preocupa-cin, que todo lo abarca, desde los caminos, puertos, faros,estudios agronmicos, escuelas de comercio, agricultura,nutica, supresin de gravmenes, simplificacin de trmi-tes, difusin de cartillas vertidas a nuestro idioma conindicaciones de nuevos y mejores mtodos de trabajo en elcampo, abonos, cercos, forestacin, rotacin de cultivos,exposiciones y congresos para discutir y exhibir los resulta-dos34

    Adems, escuelas gratuitas, donde pudiesen los infelices [la-bradores] mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa algunapor su instruccin.. .; igualmente se deben poner escuelas gratui-tas para las nias. La capacidad de iniciativa de Belgrano

    33 Documentos para La historia de la educacin en Venezuela (Epoca colonial),

    con una introduccin de Ildefonso Leal (Caracas: Biblioteca de la AcademiaNacional de la Historia, 1968), pg. 32. Contiene asimismo la historia de losestudios en matemticas, la historia de la Escuela Naval de La Guayra,

    etctera.

    34 Manuel Belgrano, Escri tos econmicos, con una introduccin de GregorioWeinberg (Buenos Aires: Raigal, 1954), pgs. 40-41.

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    queda demostrada tambin cuando propicia premios parafomentar la agricultura, artes y comercio, segn consta en elacta del 17 de julio de 1798. Los temas propuestos y para loscuales establece premios son:

    1) al labrador que haya introducido un nuevo cultivoprovechoso; 2) al que haya establecido una huerta y montede frutales en el Puerto de la Ensenada de Barragn; 3)medios que deben adoptarse para hacer grandes plantacio-nes de rboles tiles dentro de la jurisdiccin de la Capital;4) modo de tener aguadas permanentes en la campana; 5)mtodo fcil y poco costoso de exterminar los perros cima-rrones; 6) cmo preservar los cueros de la polilla; 7) estadode la poblacin de cualquier provincia del Virreinato, con

    preferencia la provincia de la Capital, con distincin declases, ocupaciones, cultivo, industria, consumo, etc.35 [enrigor un verdadero censo].

    Como puede advertirse, todo un programa prctico inspirado enlas ideas de la I lustracin y tambin de la fisiocracia. Laaccidentada historia de las tramitaciones padecidas por cadauna de esas iniciativas, en algunos casos desautorizadas osuprimidas, no es menos elocuente; revelan, es cierto, la insen-sibilidad de la burocracia colonial, pero tambin el predominio

    de los intereses creados y las rivalidades entre ciudades que nosiempre la Corte poda dirimir satisfactoriamente.

    Que esa actitud de los consulados caraqueos y porteosfrente a los problemas no constitua una coincidencia es fcildemostrarlo citando a otros funcionarios que desde cargossemejantes y en lugares alejados entre s, adoptaban posicionescasi idnticas porque compartan el mismo espritu. As, el

    35 Ibidem, pgs. 41-42.

    36Germn 0. E. Tjarks, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones enla hi stori a del R io de la P lata (Buenos Aires, 1962).

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    chileno Manuel de Salas, a quien se ha llamado campen de ladifusin de las luces, de la ilustracin general y del desenvolvi-miento de la industria y el comercio, y en todo, patriota egre-g i o " 3 7 .

    J obet cita la Representacin sobre el estado de la agricul-tura, industria y comercio del reino de Chile; a su juicio,documento capital para conocer la situacin del pas al final dela Colonia y en vsperas del movimiento emancipador.

    En l, adems del anlisis econmico y social, enfocatambin la situacin educacional y luego, junto a los arbi-trios propuestos para remediar el atraso y el decaimiento deChile..., propiciaba propagar la enseanza de las cienciasque tuvieran aplicacin a la agricultura, minera e indus-tria y a perfeccionar los oficios38

    Las referencias podran multiplicarse mencionando otrospases y otras personalidades en cada uno de los ya citados; perobasten los referidos para sugerir un estado de nimo y unaposicin frente a los problemas. Es el fermento de la Ilustracinfrente ala rutina de la tradicin. Estamos ahora ante una nuevamentalidad, la de hombres preocupados por desechar las viejas

    recetas y dispuestos a proponer otras; critican el estado de laeducacin en todos sus niveles y al mismo tiempo se sientencalificados para sugerir alternativas. La reforma favorecida porlos ilustrados iba ms all de imponer nuevos mtodos; preten-da, con audacia creciente, sustituir la vieja tabla de valores porotra nueva donde se privilegiaba el espritu prctico y secular.

    37 J ulio Csar J obet, Doctrina y praxis de los educadores representativoschilenos (Santiago de Chile: Andrs Bello, 1970); particularmente, DonManuel de Salas, puente entre la colonia y la Repblica, pgs. 99-153.

    38 Ibidem, pg. 103.

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    La Universidad

    En un trabajo nuestro, publicado originalmente hace algu-nos aos y reeditado varias veces desde entonces39, indicbamos

    que, antes de abordar el tema ms especficamente, era indis-pensable sealar que los espaoles manifestaron una preocupa-cin totalmente distinta de la expresada por los portugueses enBrasil o de la evidenciada por los ingleses y franceses en susposesiones. La diferencia fundamental parece consistir en que,desde el primer momento, se advierte por parte de Espaa laintencin de organizar en Amrica una sociedad compleja conbases sociales y culturales estables; se propona, como es eviden-te, formar in situ una clase dirigente fiel, un sacerdocio y unaburocracia eficientes. Dentro de ese proyecto adquiere sentido

    la temprana fundacin de colegios y universidades. As pues, sepercibe una concepcin global de objetivos colonizadores quesolo muchsimo ms tarde pusieron de manifiesto otros impe-rios.

    El estudio prolijo de las universidades hispanoamericanashasta mediados del siglo XVII I , de sus facultades o ctedras, suespritu y sus reglamentos, la actuacin de docentes y la reac-cin de los estudiantes -cuando esta puede documentarse-,etctera, y en particular su insercin social, nos brindara un

    panorama muy rico y matizado; pero de todos modos, no haraotra cosa que confirmarnos algo ya conocido en la enseanzasuperior: las limitaciones que a su acceso imponan las distan-cias, el latn, los costos y las probanzas, las ceremonias y lostrajes. Eran gajos, vigorosos o dbiles, de la universidad delbarroco injertados en otro medio, con sus oropeles y tradiciones,su rutina deductiva y libresca, donde estaba firmemente ancla-do el principio de autoridad como mtodo; copia ms o menos fielde las orientaciones de la Metrpoli espaola. Eran qu duda

    cabe!- una manifestacin de lo que llamamos cultura impucs-

    39 Gregorio Weinberg, Modelos educati vos en la hi storia de Amrica Latina(4a. ed.; Buenos Aires: UNESCO-CEPAL-PNUD, A-Z Editora, 1995).

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    ta, como puede comprobarse por sus contenidos (celosamenteresguardados por la ortodoxia religiosa), por sus procedimientos(protegidos por estatutos minuciosos de inspiracin salmanti-na), por sus formas exteriores (que la tradicin consolidaba y

    revesta de un complejo y costoso tejido ceremonial). Todo estocontribua, una vez ms, a distanciar la institucin universita-ria del resto de la poblacin; consolidaba as el papel de laeducacin formal como legitimadora de una sociedad rgida-mente estratificada. Ms todava, la educacin, en todos susniveles, se convirti paulatinamente en un importante factor dediferenciacin que se sumaba a los muchos ya existentes.

    Por su lado, la sociedad lusitana, asentada sobre el latifun-dio, donde estaban casi ausentes del todo las manifestaciones dela vida urbana, tena exigencias muy peculiares y adjetivas. Susescasas expresiones culturales revestan un carcter ornamen-tal, libresco, verbalista; careca, como ocurre con toda culturaimplantada que se asla, de rasgos especficos que la definierany otorgaran personalidad. A todo esto debe aadirse el profundodesprecio del colonizador portugus por el trabajo manual, porlas tareas prcticas o las labores mecnicas, asociadas todasellas al trabajo esclavo, y por tanto considerado degradante eindigno de un hombre libre. En el actual territorio de Brasil,

    durante este perodo que nos importa, no hubo universidadalguna ni estudios superiores. Los colegios, cuyo acceso estabalimitado por razones de ndole econmica como tambin por lasexigencias de pureza de sangre, constituan casi los nicoscentros culturales. Se concurra a los mismos tanto por prestigiocomo por ser en la prctica el nico medio que permitira msadelante completar los estudios. en la Metrpoli y as incorporar-se ala burocracia y administracin del Imperio; lo que no dejabade ser una forma de desarraigo. Este rezago quiz puedaejemplificarse diciendo que la imprenta llega al Brasil en 1808,

    casi tres siglos despus de instalada la mexicana.

    Un anlisis de la Universidad hispanoamericana del pero-do que nos interesa mal podra desatender los grandes cambios

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    a los que antes solo se aludi de paso; o para decirlo con palabrasde Arturo Andrs Roig, quien si bien se refiere al Ecuadorespecficamente, hace un planteamiento sagaz y abarcador queconsideramos generalizable:

    "... la crisis de la primera Universidad colonial y laaparicin de un nuevo tipo de universidades enmarcadodentro de las transformaciones econmicas y sociales que seexperimentaron en la segunda mitad del siglo XVI I I . Deaquella Universidad, en la que tuvieron un papel preponde-rante las rdenes religiosas, entregadas al aspecto misionalde la conquista y colonizacin -entre las que jug un papelciertamente singular la Compaa de J ess-, se dio el pasohacia la Universidad haciendaria (proceso en el que tuvo

    que ver tambin la misma Compaa). El hecho se relacionacon la decadencia del sistema de encomiendas y el fortale-cimiento y extensin del sistema de haciendas; en particu-lar, en la region ecuatoriana andina. De una Universidadplenamente confesional y fuertemente eclesistica se darael paso hacia una Universidad estatal que abrira laspuertas a un moderado proceso de secularizacin. El fen-meno se produjo en la veintena de aos que van de 1767 a1787, desde la expulsin de los jesuitas -hecho que hizoentrar en abierta decadencia a la Universidad de San

    Gregorio, clausurada de modo definitivo en 1776-hasta laestatizacin de la Universidad de los dominicos, la de Santo

    Toms, convertida en 1787 en universidad rea.l40.

    Desde luego que para un examen prolijo deberan sumarsea esta fundada exposicin otros elementos, como recuerda el

    40Arturo Andrs Roig, El humanismo ecuatoriano de la segunda mitad delsiglo XVI I (Qito: Banco Central del Ecuador, Corporacin Editora Nacional,

    1984), t. I I , pg. 36-36. Coincide este criterio con el expuesto por J os MedinaEchavarra, el i lustre socilogo espaol cuya fecunda labor aquende el Ocanodej huellas perdurables a travs de su influyente reflexin vertebrada sobrelos problemas del desarrollo y la educacin.

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    mismo Roig, es decir, el ahondamiento de las rivalidades entrecriollos y espaoles, el mestizaje, el creciente abismo entrecampo y ciudad, las transformaciones de los sectores artesanalesurbanos, etctera41; factores condicionantes del nuevo humanis-

    mo ilustrado que este autor caracteriza como antipopular yaristocratizante (inflexin que expresa, entre otros datos, ladesaparicin en la Universidad pblica de Santo Toms de lactedra de quechua).

    Ahora bien, as como antes sealamos el agotamiento de laUniversidad como institucin y las respuestas que dio (o busc)la sociedad fuera de los claustros e insistimos sobre el papel delas ideas ilustradas-y acabamos de indicar muy someramentealgunos de los cambios que registraban en las colonias-, cree-mos preferible al estudio pormenorizado de dichas casas de altosestudios destacar ahora determinados aspectos a nuestro juicioreveladores. (Recordemos que sobre el tema disponemos deestudios panormicos, como el de Agueda Mara RodrguezCruz, o parciales, como los de J ohn T. Lanning, I ldefonso Leal,etctera.) As, solicitudes de ereccin de universidades (paraconocer los argumentos esgrimidos), propuestas de modifica-cin de estructuras anquilosadas (por su contenido crtico ysimultneamente las nuevas intenciones) o la bsqueda de

    algn indicador posible de sus procesos de modernizacin.Desde luego que nos vemos forzados a dejar de lado muchos otrosproblemas no menos importantes y atractivos, como la extrac-cin social de los estudiantes o las polmicas sobre los mtodos,para mencionar dos muy dismiles y tentadores. (Con respectoa la cuestin del mtodo restara por estudiar la influencia enHispanoamrica de, entre otros autores, Luis Antonio Verney,el Barbadinho, que autoridades como Sarrailh consideran detanta importancia en Portugal y en Espaa.)

    41 I bidem, pg. 44.

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    Reclamos y frustraciones

    La distribucin geogrfica de las universidades por el vastoterritorio colonizado no responda ya, mediado el siglo XVI I I , a

    las necesidades poblacionales. As, la poltica borbnica habafavorecido, entre otras cosas, un proceso de litoralizacin en elextremo sur del Imperio; la ereccin del nuevo Virreinato del Rode la Plata lo corrobora. La situacin creada generara pedidosque elevaran corporaciones y autoridades. Tal es, por ejemplo,lo que ocurri en Buenos Aires, cuyo desarrollo suscitaba recla-maciones y pedidos siempre desatendidos. Dentro del actualterritorio de la Repblica Argentina estaba, cierto es, la Univer-sidad de Crdoba, pero los jvenes porteos optaban por ir aestudiar a Santiago de Chile, Charcas y an ms lejos, a Espaa,

    cuando trataban de orientarse hacia disciplinas ms modernasy tiles, hasta ms atractivas si se quiere.

    J uan Mara Gutirrez, uno de los rectores ms eminentesde la Universidad de Buenos Aires del siglo pasado e historiadorde la misma, recogi en uno de sus libros capitales dos testimo-nios elocuentes de esos reclamos; nos referimos a los Informesdel Cabildo Eclesistico (diciembre 5 de 1771) y del CabildoSecular (diciembre 28 del mismo ao), donde se exponen losmotivos que justifican sus demandas% As, le expresan algobernador del Ro de la Plata qu destino debe darse, ajuiciode ellos, a las Temporalidades: el establecimiento de un Colegioy de una Universidad. Informan a las autoridades:

    ..- que muchos aos hace, suspira esta ciudad por unColegio y una Universidad en que formen sus jvenes para

    42 J uan Mara Gutirrez, Noticias histricas sobre cl origen y desarrollo de laenseanza pblica superior en Buenos Aires desde la poca de la cxtincin dcla Compaa dc J ess en cl ao 1767 hasta poco despus de fundada laUniversidad en 1821, con notas, biografas, datos estadsticos, documentoscuriosos inditos y poco conocidos, por-.. (Buenos Aires: Imprenta El Siglo,1868), pg. 350.

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    el servicio til de la Iglesia y del Estado. Su numerosa ypopulosa extensin en el estado que hoy tiene no cede aninguna de esta Amrica Meridional; al ver que muchas leson del todo inferiores gozaban ya de tan propicio beneficio

    y decoroso blasn, le produca una especie de sensibleemulacin que le haca insoportable sus penas. Pues no solola ciudad de Lima, sino tambin las de Quito, el Cuzco,Chile, Chuquisaca y Crdoba tienen Universidades, convarios colegios cada una, donde sin necesidad de que sushijos abandonen su pas, logran la instruccin de las cien-cias a que los adaptan sus talentos con los grados quecoronan sus trabajos. Y slo de Buenos Aires se ha visto yan se ve con mengua de su mayor grandeza, hecha laexcepcin de una regla tan general, sin tener siquiera un

    seminario conciliar de que ninguna carece en estos Reinos.El perjuicio que de aqu ha resultado es demasiado visiblepara que lo deje de comprender la perspicacia de V. E. Estepas, en la opinin de sus mayores mulos, es por extremofecundo en sobresalientes ingenios, pero son innumerableslos que se han malogrado por no tener medios con queconducirse a la ciudad de Crdoba y subsistir el tiemponecesario para vencer los cursos de filosofa y teologa queslo ensea aquella Universidad. Aun de los que podanllegar hasta Crdoba, eran muy pocos los que pasaban a losReinos del Per o Chile para actuarse en la J urisprudenciacivil y cannica, y los progresos rpidos que stos hacan enuna ciencia tan proficua a la Iglesia y al Estado demostra-ban el dao que sufra esta ciudad en los muchos que porfalta de medios no podan seguir la carrera de estos estu-dios. Hasta aqu, la consideracin de no tener los fondoscompetentes para una obra tan til y necesaria le hamitigado de algn modo el dolor de la privacin. Pero hoyque la Providencia le proporciona no solo los ms oportunos

    medios para el logro ms pronto de sus deseos, sino que lepresenta en V.S. un superior y padre que haciendo valer elcelo con que se interesa en su mayor bien, puede fcilmente

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    perfeccionar tan soberanos designios, sera mas insoporta-ble que nunca su pena si por algn fatal accidente dejarande tener efecto sus votos, despus que tuvo la gloria de sercomo la alma que dio a todas estas provincias el movimiento

    para el feliz acierto de la expulsin de los J esuitas yocupacin de sus temporalidades....

    Y por su parte, el Informe del Cabildo Secular no es menoselocuente:

    "... Y a la verdad que no se lograra el fin primario denuestro monarca de instruir y honrar a los naturales siefectivamente no se plantease el nico medio de conseguirloque es la ereccin de una pblica Universidad en esta muy

    fiel ciudad, pues en este reino son eternos monumentos dela soberana propensin las de Lima, Cuzco, Chile yChuquisaca y Crdoba; las cuatro primeras, sumamentedistantes, imposibilitan la enseanza de los patriciosmontevideanos, paraguayos, correntinos y santafesinos;que las ciencias, como las aguas, se alteran y corrompen aproporcin que se apartan de su fuente y origen43.

    Estn, por tanto, los costos de viaje, que muchas veces nisiquiera parecen justificarse, habida cuenta del estado de aban-

    dono de la Universidad de Crdoba. No corresponde reproducirms extensamente los significativos documentos, donde a lascrticas de la situacin heredada se suman propuestas revelado-ras de las nacientes necesidades, que se expresan a travs de lasnuevas inquietudes manifestadas por los miembros de ambosCabildos; pero s es sugestivo reiterar el argumento all esgrimi-do: si hasta entonces, de algn modo, poda aducirse la falta deuniversidad por la escasez de recursos para dotarla, cuandoestos aparecen (evidentemente son los de procedencia jesutica),trnase inaceptable dicha situacin, ms an cuando la region

    43 Ibdem, pg. 388.

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    se ha poblado, enriquecido y necesita Ya instruccin de laciencia.

    La enseanza de la medicina como indicador de la renoua-

    cin de los estudios superiores

    La Real y Pontificia Universidad instalada en Caracas seinaugur solemnemente el l de agosto de 1725; su primerestatuto ser de dos anos mas tarde. Pero de todos modos, laaparicin de los estudios mdicos es bastante posterior a lacreacin de la Universidad. El ejercicio dela profesin hipocrticaestaba a cargo de los pocos facultativos europeos que llegaban aCaracas y se decidan por permanecer en un medio donde deban

    competir con curanderos muchasveces acreditados. Tres gestio-nes, por lo menos, se registraron en favor de la creacin de unactedra de medicina (1727,1738 y 1740).

    En esta ciudad -claman las autoridades-y justamen-te en todo el resto de la Provincia no hay otro mdicorevalidado que el dicho doctor Carlos Alfonzo y Barrios,..[La falta de esos estudios permite que se hayan] aplicado ausar de dicha facultad diversos mulatos y algunos extran-

    jeros sin ms ciencia ni examen que el decidir si saben;

    siendo esto contra la docencia y profundidad de la facultadmdica44.

    La escasez de galenos abre las puertas de la profesin a mulatosy extranjeros sin titulo ni experiencia; por otro lado, se arguyeque tal estado de cosas desalienta a los jvenes blancos (est en

    juego lo que hoy llamaramos prestigio social y profesional) ycomo corolario, se reivindican privilegios para las personasdecentes. Pero el Consejo de Indias hace odos sordos a todos lospedidos. Solo con la presencia del doctor Lorenzo Campins y

    Ballester comienza a cambiar el panorama. Solicita este a la

    44 Ildefonso Leal, Historia de la Universidad de Caracas, 1721-1827(Caracas:Universidad Central de Venezuela, 1963).

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    Universidad la apertura de la Ctedra de Medicina (12 de abrilde 1763), que ser inaugurada el 10 de octubre del mismo alio.

    Sin entrar en demasiados detalles, digamos que pocos

    paises pueden, como Venezuela, y a travs de un solo hombre,expresar el paso de la antigua universidad colonial a la moder-na, de la aneja enseanza de la medicina ala nueva, del espritutradicional a las concepciones cientficas y humansticas msavanzadas. Aludimos a J os Mara Vargas, galeno ejemplar ylector de Rousseau, quien llego a ser presidente de la Repblica;su vida paradigmtica constituye un eje en torno al cual seprodujo una verdadera revolucin en los estudios superiores desu pas.

    En 1752, el Rey de Espaa autoriza la creacin de un cursode anatoma en L ima; importaba la innovacin porque todavase estaba en los tiempos de las disertaciones literarias, en latn,sobre los mejores mtodos de curacin, y el juicio privilegiaba laretrica sobre la experiencia.

    Los estudios mdicos de carcter moderno y cientfico sevinculan en el Per a la brillante figura de J os HiplitoUnnue, el "verdadero padre de la medicina peruana, quienlleg a desempear las mas altas funciones gubernamentalesluego de la emancipacin; esta circunstancia establece entreVargas y Unnue un significativo paralelo. Tambin hombre dela I lustracin, Unnue, quien a su vez fue en su momentoProtomdico, solicito y obtuvo del Virrey la fundacin de unestablecimiento de enseanza: el Colegio de Medicina y Ciruga(llamado de San Fernando), establecido con donaciones departiculares, entre las cuales sobresale una de 6.000 pesos delArzobispo, y la asignacin complementaria de recursos prove-nientes de cuatro corridas de toros. All comenzaron a dictarse

    matemtica, anatoma, medicina clnica, botnica, qumica ymineraloga. Las ciencias modernas desplazaban la filosofaescolstica.

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    Veamos algunas de las razones que impulsan el pedido:

    Yo no quiero repetir las vivas y penetrantes expresiones

    con que siente el estado calamitoso del Per y los grandesmales que sufra por falta de mdicos, Fcil es verlas en laoracin de apertura del Anfiteatro. Pero quin no conoceque a excepcin de uno u otro facultativo que habita en lascapitales, el resto de toda la Amrica Meridional es la presade ignorantes, aventureros, charlatanes y pcaros, que sefingen Mdicos y Cirujanos para pasar la vida sin trabajo ysin encontrar el fomento de sus vicios? Causa dolor or lasrelaciones que sobre sus desaciertos hacen as personas de

    juicio que han vivido en las provincias. De Panam a Lima,casi no encontr la Real Expedicin de la Vacuna un ciruja-no mediocre que conservase el fluido salutfero. La raz deestos males es la falta de instruccin mdica. Teniendo laTeologa y la J urisprudencia una multitud de Colegios, elVirreinato donde se ensenan no tiene uno solo de la Medi-cina. Las ctedras destinadas a este fin en la Universidadde San Marcos estn por varias causas sin ejercicio.

    Las ideas de Unnue evidentemente apuntan a una ense-

    anza terica y prctica, insistiendo sobre la segunda, y a laurgencia de trabajar en un hospital y con enfermos, en vez defatigar infolios latinos.

    Tambin sobre la enseanza de la medicina podran multi-plicarse los ejemplos; pero parece innecesario hacerlo. Comouna faceta complementaria digamos que es mexicana la prime-ra revista mdica editada en el Nuevo Mundo; nos referimos alya citado Mercurio Volante, cuyo nmero inicial es del 17 deoctubre de 1772. Su director fue el inquieto y renovador doctor

    J os Ignacio Bartolache, tres veces doctor (en leyes, medicina yteologa), quien, segn autorizados crticos, triunf en doceoposiciones paraobtener ctedras en la Universidad de Mxico.

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    Fue Bartolache un impugnador enrgico de la escolstica deca-dente y un propagandista elocuente de los nuevos conocimien-tos; sobre todo, de los modernos mtodos cientficos.

    Crticas y propuestas

    Un caso bastante fuera de lo comn es el de fray J os PrezCalama, obispo de Quito y figura cuyo conocimiento pudimosprofundizar gracias a datos y bibliografa facilitados por elestudioso argentino Arturo Andrs Roig, quien durante muchosaos desempeo en Ecuador una labor fecunda y renovadora.

    En respuesta al Auto de Buen Gobierno (9 de agosto de1791), que hizo conocer el Presidente de la Real Audiencia deQuito, don Luis Muoz de Guzmn, el referido prelado hizopblico a los pocos das (1 de setiembre de 1791) un significativoEdicto exhortatorio45, cuyas speras crticas a la enseanzatradicional universitaria -harto severas por momentos- sesuman a una llamativa propuesta: Plan de Estudios de laUniversidad de Santo Toms de Quito46, del 29 de setiembre delmismo ao. J ose Toribio Medina, por su parte, recuerda un"curioso oficio que el prelado dirigi al Rey con motivo de esteedicto,,, donde podemos leer pasajes tan llamativos como este:

    45 Edicto exhortatorio del I lmo. Dr. D. J os Prez Calama, Obispo de Quito,sobre la Ejecucin del Auto de Buen Gobierno Politico y Econmico, que en 9de agosto mand publicar el M.I .S. Don Luis MUOZ de Guzmn, actualPresidente de esa Real Audiencia. Utilizamos el texto reproducido enPensamiento uni versi tar io ecuator iano, con estudio introductorio y seleccindel Dr. Hernn Malo Gonzlez, vol. XIV de la Biblioteca Bsica del PensamientoEcuatoriano (Quito: Banco Central del Ecuador, Corporacin Editora Nacional,sin fecha).

    46 Su titulo completo es de suyo sugestivo: Plan slido, fcil y agradable de losEstudios y Ctedra que puede y conviene poner en ejercicio desde el prximocurso de 1791 a 1792 en la Real Universidad de Santo Toms de la Ciudad deQuito; en Pensamiento universitario ccuatoriano, pgs. 176-203.

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    La slida literatura eclesistica (y lo mismo sucede conla civil) tiene muy poco partido. Ambos seminarios de Quitoestn a cual peor, y la Universidad est en las mantillas depapel de estraza. Ni tiene rentas ni tiene catedrticos, perotiene pleito con los padres dominicos. No faltan aqu (comoen todas partes) muchos acadmicos de la Universidad opas de las monas... Semejantes acadmicos son, en laverdad, sabios a la violeta...47.

    Ambos documentos -aludimos al Edicto y al Plan-,exiguamente difundidos hoy, revelan de algn modo el radicalcambio de actitud registrado en los aos inmediatos que siguena los graves acontecimientos franceses. Por fortuna, y siemprea juicio del Obispo Prez Calama, la muy I lustrada PolticaGubernativa se vio favorecida por los libros que el mismoprelado trajo consigo:

    Coleccin bastante completa de los autores ms selectosen las tiles e importantes ciencias de Poltica Gubernativay Economa Poltica, de las que por desgracia, muy digna dellorarse, nada se ensea en las universidades y colegios, nide Espaa ni de Indias, a excepcin del muy ilustrado ymoderno colegio que la Sabia Sociedad Bascongada ha

    establecido en Vergara y tambin en los Estudios Reales deSan Isidro de Madrid48.

    Entre los libros de que dispone el Obispo, recordemos algunospocos reveladores por su temtica renovadora tanto como por suimportancia intrnseca: El Proyecto Econmico, de del Campillo;La Industria y Educacin Popular (probablemente se trate delDiscurso sobre el fomento de la industria popular, hasta hacepocos aos atribuido al conde de Campomanes, u obra similar

    47J os Toribio Medina, La imprenta en Quito (l760-1818): Notas bibliogrficaspor... (Santiago de Chile: Imprenta Elzeviriana, 1904), pgs. 60-61.

    48 Pensamiento universitario ecuatoriano, pg. 162.

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    entre las que ala sazn comenzaban a difundirse); Lecciones deComercio, o Economa Civil, de Genovesi (sic); Ciencia de laLegislacion, de Filagiere (sic); Los Tomos de Memorias, quehasta el da han dado a luz la Sociedad Econmica de Madrid, la

    de Tudela, la Matriz Bascongada y otras sociedades de nuestraEspaa; y otros ttulos no menos sugestivos a los que debenaadirse, por supuesto, los convencionales y esperables. Men-ciona adems a "dos sabios Autores del Mercurio Peruano y elpapel Peridico de Santa Fe de Bogot, que en el presente aoha comenzado a salir a la luz" 49. En este Edictillo, como l0denomina su propio autor, l mismo se pregunta: Qu cosa esPoltica Gubernativa y Economa Cientfica? Su respuestaasegura que desatender estas disciplinas tan tiles contribuyea la declinacin de los estudios que llevan a conocer las verda-

    deras causas de la decadencia poltica y mercantil de estavuestra muy amada patria y los remedios convenientes para queresucite,,.

    En el aludido Plan de Estudios,,, rescata la importancia quepara todas las disciplinas tienen las de carcter histrico (sinnociones historicas, sern muy Tuertos y muy Cojos); indicametodos adoptados (sigue al Barbadinho, entre otros, y a miSanto Toms; pues en algunas partes trato el Santo del verda-dero y legtimo mtodo de adquirir la verdad cientifica)

    50.

    Prontamente su exhortacin a la juventud,, remonta vuelo:

    Mis queridos y muy ingeniosos jvenes Quiteos: Osengaaris, y Yo sera muy responsable de vuestro engao,si pensais ser verdaderos sabios siguiendo el mal mtodo de

    49Ibidem, pg. 165. El Obispo Prez Calama aparece mencionado varias veces

    en el Mercurio Peruano, que reproduce algunos de sus escritos. As, en elN112, del 29 de enero de 1792, un Discurso como Director de la Nueva

    Sociedad Econmica, donde opina sobre agricultura, artes, ciencias, comerciomaritimo, laboreo de las minas, etcetera.

    50Pensamiento universitario ecuatoriano, pg. 196. Destacado en el original.

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    estudiar que hasta aqu se ha observado. Desde el primerinstante, en que fui nombrado vuestro Obispo y Maestro, nohe pensado en otra cosa con mayor atencin y preferenciaque en preservaros de la lepra, que a m me cubri en

    Salamanca,,.

    Hasta entonces, los tiempos no haban sido propicios -insi-na- para alentar reformas; ahora, en cambio, parecen msfavorables:

    ... Aqu, adverta ignorancia muy densa. All, preocupa-cin envejecida. Aqu, partido de litigio. All, otro ejrcito decontraposicin. En una palabra, form dictamen de quepoda esperar tiempo ms bonancible. Mucha guerra me ha

    hecho el comn enemigo para hablaros y franquearos amanos llenas los arbitrios y Libros medicinales que desdeluego encargu para vuestra salud y sanidad" 51.

    La actitud del Obispo encuentra eco rpidamente; lo corro-bora, por ejemplo, el Agradecimiento de los jvenes estudiantesquiteos al Presidente de la Real Audiencia, Sr. Luis Muoz deGuzmn, 12 de octubre de 1791, donde podemos leer:

    Todos los J ovenes Quiteos nos hallbamos con el des-crdito y sambenito de que aunque en Filosofa, Teologa y

    J urisprudencia, posetamos algunas luces, ramos muy cor-tos y escasos en las noticias Politicas, en las Histricas y enlas otras Ciencias Naturales que contribuyen al mayorcultivo de los entendimientos y a la verdadera utilidad de laPatria..."

    52

    Pero vayamos alo esencial; en el Plan de Estudios, elabora-do por Prez Calama, al mencionar las ctedras, leemos:

    51Ibidem, pg. 198.

    52Ibidem, pg. 207. Destacado en el original

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    La de Poltica personal y Gubernativa y Economapublica ha de ser de once a doce... A esta Ctedra tanimportante (en la que tambin se ha de ensear el Comercio

    Cientifico por las Lecciones de Genovesi) han de asistir nosolamente los Telogos y J uristas jvenes, sino que se ha dedar permiso para que asistan todos los Ciudadanos quequieran, sean J venes o sean Ancianos, pues todos aprende-ran mucho. Y tambin se les ha de permitir que vayan encualquier traje y que en el Aula no haya distincin deasientos. Esta Ctedra, en el modo expresado, viene a serprincipio o ensayo para la Sociedad Econmica de Amigosdel Pais.Ya se dir al Catedrtico el verdadero mtodo conque debe manejarse 53.

    Desde luego (aunque tampoco cabe hacerlo aqu), revestirainteres sobresaliente un cotejo entre el espritu y la realidad deotras universidades tambin quiteas, como la de San GregorioMagno (orientada por los jesuitas y clausurada por Real Cduladel 9 de julio de 1769, con motivo de la expulsin de la Compa-ia), la de San Fulgencio (agustina y extinguida por Real Cdulade Carlos I I I del 25 de agosto de 1786), la de Santo Tomas(dominica, reorganizada a su vez por Real Cdula del 4 de abrilde 1786), a cuya modificacin hizo las mencionadas contribucio-nes el Obispo Prez Calama. Su propuesta la convierte en unanueva universidad pblica y trata de vincularla, como acaba-mos de ver, a una Sociedad Econmica, es decir, abre susventanas a la realidad; intenta alcanzar dichos objetivos reno-vando los planes de estudio, los mtodos y, sobre todo, modifi-cando la extraccin de los cursantes (amn de expresar otrosobjetivos). Fuera de lugar estara profundizar aqu los alcancesdelas ideas del Obispo Prez Calama, pues correramos el riesgode alterar la estructura lgica de este trabajo; y por idnticas

    53 Ibidem, pag. 186.

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    razones pasaremos por alto La oposicin a la I lustracin enQuito, que estudia J ohn Tate Lanninga 54

    Quiz fuese til, adems de historiar con criterios

    institucionales las universid