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Joel, el discípulo aparte Por Jorge Rodríguez Guerrero En la región montañosa de Galilea hay un pueblucho llamado Nazaret. Allí ha vivido casi toda su vida Joel, quien desde chico hizo amistad con el hijo mayor del carpintero del pueblo. A Joel siempre le llamó mucho la atención Jesús, quien desde la muerte de su padre José unos pocos años atrás, vino a ser el carpintero de Nazaret. En una ocasión, cuando Joel visitó a su amigo en la carpintería, se fijó que Jesús se esmeraba mucho en que un yugo que estaba haciendo quedara redondeado y suave en todas las esquinas. ―¿Por qué te esmeras tanto? Es solamente un yugo. ―Mira, Joel. Ya que los bueyes tienen que llevar este instrumento yo quiero que mis yugos les lastimen lo más poco que se pueda. Quiero que este yugo sea fácil de llevar. Esa respuesta asombró a Joel, como siempre sucedía. "Mi amigo está lleno de amor hacia todos, aun los animales. Y así ha sido desde chico. Hasta parece que estoy viendo a uno de los santos profetas de que nos habla la Escritura", pensó Joel, mientras observaba a Jesús, delgado y musculoso de tanto cargar los troncos que trae del bosque, siempre limpio y cortado de su cabello, como debe ser. A Joel le parecía muy interesante que su amigo, tan varonil y con una voz tan potente, al mismo tiempo fuera tan gentil y tan bondadoso. Laprestancia de su amigo, le recordaba al rey David de las Escrituras, de cuya descendencia por cierto era la familia de Jesús, como todos en el pueblo sabían. Joel y Jesús se hicieron amigos cuando los dos

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Joel, el discípulo apartePor Jorge Rodríguez Guerrero

En la región montañosa de Galilea hay un pueblucho llamado Nazaret. Allí ha vivido casi toda su vida Joel, quien desde chico hizo amistad con el hijo mayor del carpintero del pueblo. A Joel siempre le llamó mucho la atención Jesús, quien desde la muerte de su padre José unos pocos años atrás, vino a ser el carpintero de Nazaret.En una ocasión, cuando Joel visitó a su amigo en la carpintería, se fijó que Jesús se esmeraba mucho en que un yugo que estaba haciendo quedara redondeado y suave en todas las esquinas.―¿Por qué te esmeras tanto? Es solamente un yugo.―Mira, Joel. Ya que los bueyes tienen que llevar este instrumento yo quiero que mis yugos les lastimen lo más poco que se pueda. Quiero que este yugo sea fácil de llevar.Esa respuesta asombró a Joel, como siempre sucedía. "Mi amigo está lleno de amor hacia todos, aun los animales. Y así ha sido desde chico. Hasta parece que estoy viendo a uno de los santos profetas de que nos habla la Escritura", pensó Joel, mientras observaba a Jesús, delgado y musculoso de tanto cargar los troncos que trae del bosque, siempre limpio y cortado de su cabello, como debe ser. A Joel le parecía muy interesante que su amigo, tan varonil y con una voz tan potente, al mismo tiempo fuera tan gentil y tan bondadoso. Laprestancia de su amigo, le recordaba al rey David de las Escrituras, de cuya descendencia por cierto era la familia de Jesús, como todos en el pueblo sabían.

Joel y Jesús se hicieron amigos cuando los dos fueron llevados por sus padres por primera vez a Jerusalén. Los dos tenían doce años.El propósito del viaje fue una de las fiestas sagradas y muchos nazarenos habían viajado juntos. Los dos chicos comenzaron a platicar de lo que esperaban encontrar en la gran capital y de lo emocionante que sería conocer el templo del cual siempre hablaban con admiración los grandes. Aunque ya desde antes Joel había visto a Jesús, fue hasta ese viaje cuando se hicieron amigos. Joel siempre se maravillaba de la sabiduría con la que hablaba su amigo y siendo él mismo de una familia muy religiosa, consideraba que Jesús era la clase de amigo con el que sus padres estarían contentos.A Joel nunca se le olvidó un detalle de aquel viaje de la niñez. Cuando las familias volvían juntas de la fiesta de la pascua, muy contentos todos, María, la mamá de Jesús se acercó a Joel y le preguntó si había visto a su hijo.. Él mismo estaba perplejo de por qué Jesús no lo había procurado al comenzar el viaje de regreso y

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hasta creyó que tal vez sus papás no lo habían dejado juntarse con él.―No. La última vez que lo vi fue todavía en la ciudad, cuando nos alejábamos del templo ya para comenzar a regresar. Mis padres me llamaron y tuve que dejar a Jesús.José y María indagaron con las otras familias y al ver que Jesús no estaba por ningún lado, se regresaron a la capital a buscarlo. La caravana siguió hacia el norte y aunque procuraron ir más despacio, la familia de Jesús ya no los alcanzó.Varios días después, Joel vio a su amigo y le preguntó qué había pasado. La respuesta fue algo asombrosa.―Nada extraordinario. En realidad no me perdí y creí que mis padres sabrían donde buscarme. Fui al templo a platicar con los doctores de la ley. ¿En donde más podrían encontrarme?―¿Con los doctores? ¿Y te hicieron caso? ¿De qué hablaron?―Oh, sí. Les hice preguntasacerca de la Ley de Moisés pues yo quería escuchar si respondían bien.Me pareció que los doctores de la ley estaban contentos con mis comentarios y respuestas. Yo estaba feliz allí. Imagínate estar hablando de las cosas de mi Padre durante tres días mientras esperaba a mis papás.―¿Y qué podían hablar sobre José? No me digas que ellos conocen a tu papá.Jesús se sonrió con esa sonrisa tan dulce muy propia de él y le contestó:―No Joel, Me refiero a Jehová nuestro Dios, a quien considero mi verdadero padre.

Habían pasado los años y dejaron de procurarse cuando tres años atrás Joel se casó y ahora tuvo que dedicarse por entero a su esposa y al pequeño Saúl quien nació como al año del casamiento.Pero cierto sábado cuando Joel fue a la sinagoga del pueblo encontró a su amigo Jesús, quien a pesar de ya tener más de 30 años nunca se había casado. A Joel le dio gusto ver a su amigo quien se había ido de Nazaret algunos meses atrás. Pero Jesús parecía otro, dando unos maravillosos comentarios en aquella sinagoga. Tenía todas las señas de un rabino y a todos allí les maravilló que hablara así el hijo del carpintero, cuya familia era muy respetable, pero como las demás del pueblo, sumamente sencilla.Joel notó que Jesús no había llegado solo, sino que le acompañaban ungrupo de hombres, quienes ya después de la reunión lo rodeaban y le decían maestro.Cuando Jesús lo vio, se acercó y lo abrazó con alegría. Sus discípulos habían ido a comprar algo de comer.―Explícame, Jesús, qué significa todo esto.―Bueno, Joel, lo que pasa es que cuando cumplí los 30 años, la edad en que a un hombre se le considera ya digno de ser escuchado si tiene cosas que decir que valgan la pena, les dije a los míos que había llegado el momento de cumplir la voluntad de mi Padre y me

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fui a predicar.―¿La voluntad de tu padre? Dime más, porque estoy perplejo.―Mira Joel, yo soy el Mesías prometido en las Escrituras. Ya desde que estuve hace muchos años en el templo, ¿te acuerdas?, comencé a tener conciencia de mi misión en el mundo. Hace unos meses fui a Judea para que me sumergiera mi primo Juan el Zambullidor,quien también es profeta. Ese día mi sentir de toda la vida quedó confirmado cuando mi Padre habló desde el cielo diciendo que efectivamente soy su hijo.Joel no estaba demasiado sorprendido con la explicación de su amigo pues en todos esos años pasados a él le parecía que Jesús era una persona muy especial, a quien nunca le vio haciendo ni la más mínima cosa reprobable. En más de una ocasión había pensado: "Si viniera el Ungido de Dios se parecería mucho a Jesús".―¿Me crees lo que te digo, Joel?―Sí, te creo, mi maestro y mi amigo Y si no fuera porque estoy casado y esperando a mi segundo hijo, te diría que me llevaras contigo.―No es necesario. Aunque no andes con nosotros, si quieres tú puedes llevar el mensaje de salvación a los alrededores de Nazaret.―¿Y cuál es ese mensaje?―Muy sencillo. Debemos decirles a las ovejas perdidas de la casa de Israel, que el tiempo señalado por mi Padre se ha cumplido y que el reino de los cielos pronto vendrá. Que ellos deben arrepentirse de sus malos hechos y esperar la llegada del reino.―Pero no me creerán. Yo mismo noté que tus propios hermanos se sonreían incrédulos cuando estabas predicando en la sinagoga.―Estás en lo cierto. Pero te diré una cosa. ¿No has notado que últimamente comienzan a verse a muchas personas poseídas de demonios?―Claro que lo he notado. Apenas hace días que fui a Naín y en las afueras del pueblo vi al hijo de Nicómedes que salía y entraba en las cuevas sepulcrales gritando y golpeándose él mismo contra las peñas. Era fácil de entenderse que una fuerza superior a él lo dominaba y lo hacía herirse.―Lo que sucede es que ahora que yo he comenzado mi obra, Satanás tiene permiso de mi Padre de enviar a sus demonios a poseer a las personas. Pero yo, siendo el Hijo de Dios, puedo hacer milagros que prueban mi verdadera procedencia. Además de curar a los enfermos con sólo tocarlos y hasta sin hacerlo, puedo echar fuera demonios. A mis discípulos les he dado el poder de hacer lo mismo. Muchos endemoniados han sido curados.―Que interesante está eso, pero ¿No nos estamos desviando? Recuerda que estábamos hablando de que yo lleve las buenas noticias de la llegada del reino a las gentes de por acá.―Sí. Y decías que no te van a creer. Pues déjame decirte que te daré autoridad para que en mi nombre eches fuera de las personas a los demonios. Cuando la gente te vea hacer estos milagros,

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entonces muchos, aunque no todos, te creerán.―Dame ese poder, Jesús y desde ahora mismo seré tu discípulo y proclamador del reino.Jesús puso las manos sobre la cabeza de Joel y este sintió que ahora podría librar de sus males a los endemoniados que iban aumentando en número en la región.―Maestro, Jesús. Prometo servirte fielmente y hacer la obra que me has encomendado. El primero que recibirá esta salvación será Simón el hijo de Nicómedes. Ahora mismo voy a despedirme de mi mujer y por la tarde, apenas termine el sábado, emprenderé el viaje a Naín. Creo que llegaré allí en unas dos horas a lo más. Simónno pasará una noche más entre los sepulcros.Se despidieron y Joel se fue de prisa. Poco después llegaban los discípulos de Jesús y se dirigieron todos a la casa de María la madre de Jesús donde permanecerían hasta el otro día, para volver a Capernaúm.

pasado el tiempo. El Señor ha enviado en varias ocasiones a sus discípulos a predicar en las ciudades y aldeas de Galilea. En el regreso de uno de esos viajes, Juan se acerca preocupado a Jesús y le dice: "Maestro, Simón Barjonás y yo nos encontramos a un hombre que al igual que nosotros, echaba fuera demonios. Oye bien esto, Maestro, ¡Los echaba fuera! Y lo hacía en tu nombre. Pero cuando le dijimos que se viniera con nosotros, dijo que no, que él tenía su misión y que para hacerla no tenía que juntarse con nosotros. Cuando escuchamos esas palabras le prohibimos que continuara echando fuera demonios. ¿Verdad que hicimos bien?"―Te diré una cosa que debes aprender, Juan. Dime. ¿Tú crees que cualquiera puede andar por allí echando fuera demonios? No digo que ande pretendiendo echar fuera demonios, sino que realmente los eche, como tú mismo me dices que viste a este hombre hacerlo.―Bueno, no había pensado en eso. Me consta además que lo hacía afirmando tu autoridad, es decir en tu nombre.―¿Y andaba él enseñando algo distinto de nosotros? Llevaba un mensaje mentiroso?―No, maestro. Yo de nada de eso podría acusarlo.―Aprende tú que los milagros verdaderos y la verdad de Dios siempre van juntos. Entonces si lo vuelves a ver no le prohibas que eche fuera los demonios. Si te pones a pensar en todo esto, podrás tú mismo llegar a comprender por qué él trae el mismo mensaje y hace lo mismo que tú y mis otros discípulos que tienen poder sobre los demonios. Este hombre no es contra nosotros, Juan. Y si no lo es, entonces es por nosotros, aunque te parezca extraño que ande separado. ¿cómo es que tú puedes pensar que si él hace milagros hablará en contra de la verdad? Piensa, Juan, piensa.

Durante días enteros Juan ha estado pensando en esa conversación con su maestro. Después de darle muchas vueltas al asunto, llega a

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la única conclusión posible: Que el hombre echa fuera demonios, no es posible negarlo.Ese acto milagroso y otros, solamente los puede hacer quien haya recibido el poder de su Maestro Jesús. Además Juan ahora sabe mejor que nunca antes que los milagros son para señalar al que los realiza como uno cuyo mensaje es de Dios. Aunque él, Juan,no sabe dónde ni cuándo, seguramente este hombre recibió de Jesús la autoridad de predicar el evangelio y de echar fuera demonios.Juan se siente muy bien y agradecido con su Señor, a quien le gusta poner a sus discípulos a pensar por sí mismos, para que infieran la verdad de lo implícito en sus palabras, por ejemplo la enseñanza de las maravillosas parábolas del Maestro.

No mucho después Juan y Bartolomé son enviados por Jesús desde Tiberias a una población llamada Seforis. Antes de llegar, Juan nota que por el camino que viene de Nazaret, que les queda a la izquierda, va Joel. Juan lo saluda a señas desde lejos y Joel contesta el saludo.―¿Quién es?, pregunta Bartolomé―No sé cómo se llama. pero sé que es un discípulo de Jesús, como nosotros― responde Juan con una sonrisa.

2-18-2004