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JESUCRISTO NOS ENSEÑA A ACOMPAÑAR Jesús y los discípulos 1 Uno de los datos históricos indudables de la vida de Jesús es que estuvo rodeado de discípulos en su vida pública. No puede concebirse la vida apostólica de Jesús sin estar acompañado de discípulos. Por lo tanto el discipulado fue una institución típica de la vida de Jesús. Al inicio del evangelio encontramos a Jesús que empieza a llamar a personas que le van a seguir en su predicación. No nos va a decir qué pensaba cuando los llamó, ni por qué los eligió y cómo los educó. Solo nos queda seguir el camino de Jesús con la predicación de la buena noticia, su pasión y resurrección para encontrar la clave de su discipulado y ver el tipo de relación que Jesús tuvo con las personas que llamó a su seguimiento. Claves en la pedagogía de Jesús Del recorrido con Jesús a lo largo de su vida de predicador, según encontramos en el evangelio podemos extraer tres elementos esenciales que configuran la pedagogía del discipulado de Jesús. El Reino de Dios como la idea fundamental que le llevó a ser predicador itinerante. La convivencia permanente como metodología formativa con sus educandos. Y el objetivo o metal final que se propuso como maestro y que propuso a sus discípulos. 1. El reino de Dios como único motivo Que Jesús inicie su ministerio con la predicación del reino y con la invitación a su seguimiento no es simple casualidad, es la primera actuación del evangelizador del reino que inaugura el discipulado. El elegir a los discípulos para acompañarles en la misión de anunciar el reino le viene de la obligación que siente de hacer cercano a Dios a la humanidad, con la que realizará el reino. No es discípulo quien quiere y se lo propone, sino quien es querido por Jesús y recibe la invitación. El discípulo está al servicio del Reino de Dios, igual que el Maestro. Es la razón de ser del discipulado. Jesús subraya la posibilidad salvífica de su ministerio y su universalidad que se ofrece por pura iniciativa de Dios. Por eso es importante de la presencia de los signos eficaces de su 1 Tomado de: Bartolomé, J. Jesús de Nazaret, formador de discípulos. Editorial CCS, Madrid: 2007. MARQUÉS DE LA VALDAVIA, 2 | MADRID | 28012 | WWW.SALESIANOS.ES

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JESUCRISTO NOS ENSEÑA A ACOMPAÑAR

Jesús y los discípulos 1

Uno de los datos históricos indudables de la vida de Jesús es que estuvo rodeado de discípulos en su vida pública. No puede concebirse la vida apostólica de Jesús sin estar acompañado de discípulos. Por lo tanto el discipulado fue una institución típica de la vida de Jesús.Al inicio del evangelio encontramos a Jesús que empieza a llamar a personas que le van a seguir en su predicación. No nos va a decir qué pensaba cuando los llamó, ni por qué los eligió y cómo los educó. Solo nos queda seguir el camino de Jesús con la predicación de la buena noticia, su pasión y resurrección para encontrar la clave de su discipulado y ver el tipo de relación que Jesús tuvo con las personas que llamó a su seguimiento. Claves en la pedagogía de JesúsDel recorrido con Jesús a lo largo de su vida de predicador, según encontramos en el evangelio podemos extraer tres elementos esenciales que configuran la pedagogía del discipulado de Jesús. El Reino de Dios como la idea fundamental que le llevó a ser predicador itinerante. La convivencia permanente como metodología formativa con sus educandos. Y el objetivo o metal final que se propuso como maestro y que propuso a sus discípulos.

1. El reino de Dios como único motivo Que Jesús inicie su ministerio con la predicación del reino y con la invitación a su seguimiento no es simple casualidad, es la primera actuación del evangelizador del reino que inaugura el discipulado. El elegir a los discípulos para acompañarles en la misión de anunciar el reino le viene de la obligación que siente de hacer cercano a Dios a la humanidad, con la que realizará el reino. No es discípulo quien quiere y se lo propone, sino quien es querido por Jesús y recibe la invitación. El discípulo está al servicio del Reino de Dios, igual que el Maestro. Es la razón de ser del discipulado. Jesús subraya la posibilidad salvífica de su ministerio y su universalidad que se ofrece por pura iniciativa de Dios. Por eso es importante de la presencia de los signos eficaces de su presencia y la cercanía a aquellos en los que no parece que esté presente el Reino (dígase los enfermos, los endemoniados, los marginados, los pecadores,…). No será la obediencia a la Ley, sino el amor a la persona necesitada la forma de hacer reinara Dios. El Reino de Dios no es solo promesa de futuro. Es también realidad presente que se inicia ya en este mundo. A veces a partir de realidades insignificantes y en muchos casos desapercibidas, pero con un potencial grande de realización del Reino. La predicación del Reino exige fe y provoca esperanza, impone certeza y perseverancia. Y abarca todos los ámbitos de la vida (la familia, el trabajo, el culto, las relaciones interpersonales, la política,…) porque todos ellos Dios quiere salvar. Aunque el Reino de Dios colme las pretensiones humanas de felicidad, no se

1 Tomado de: Bartolomé, J. Jesús de Nazaret, formador de discípulos. Editorial CCS, Madrid: 2007.

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reduce a ello. El esfuerzo humano puede ser necesario, pero nunca el Reino será el pago a ese esfuerzo, ya que Dios es siempre gratuito y sorprendente. El Reino de Dios como proyecto divino transcenderá cualquier realización humana, aunque sea de los mismos cristianos. La misma Iglesia no es el Reino de Dios, aunque debería dar indicios claros de la presencia de Dios en el mundo.

2. La convivencia permanente como métodoLa ocupación habitual del grupo de Jesús fue vagar de un lugar a otro, y en consecuencia la marginación social y desarraigo familiar. La vida y obra de Jesús está definida por la presencia y ausencia de sus seguidores. Quien murió solo, no puedo vivir sin sus discípulos.

2.1. En GalileaLos discípulos, al principio, son invitados a estar con él, para luego ser enviados a predicar. Pasan de ser sus compañeros de vida a ser sus representantes. Ser discípulo es convivir constantemente con Jesús, para aprender de él en sus gestos de sanar y predicar a la muchedumbre. En escuchar sus enseñanzas a través de las parábolas y de su explicación en la intimidad. En contemplar los prodigios y asistir a su rechazo por parte de sus paisanos. En ser enviados en su nombre y multiplicar la actividad mesiánica del Maestro. En Galilea los discípulos son compañeros de Jesús. Son elegidos y seleccionados, enviados y acogidos, instruidos y mandados. Aunque también Jesús siente la incomprensión de sus discípulos.

2.2. Camino de JerusalénEl camino hacia Jerusalén es un trayecto que se abre con la confesión de fe de Pedro y se cierra con la del ciego Bartimeo, convertido en seguidor de Jesús.La fe de sus discípulos será incompleta y el esfuerzo educador de Jesús se centrará en sus discípulos. Éstos atravesarán diversas etapas en su crecimiento en la fe, pasando por momentos de no entender el objetivo final de la predicación del maestro. Los discípulos recibirán del maestro las enseñanzas sobre su misión: el servicio, la tolerancia, la vida ejemplar, etc., aunque muchas veces caerá en vano sobre ellos, por la reacción según categorías humanas. Jesús se ha volcado en la educación de sus discípulos, pero no logrará ganarlos para el proyecto de Dios hasta que no entregue su vida por ellos en la cruz.

2.3. Jerusalén, tumba del Maestro y de la fe del discipuladoLa fidelidad del discípulo, por más favorecida que estuviera durante el periodo de convivencia y la instrucción privada, no fue posible hasta que Jesús fuera fiel a Dios y a los suyos hasta el extremo. Mala pedagogía cristiana es educar para una vida de discipulado que no cuente con Cristo y éste crucificado (1 Cor

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2,2).

2.4. De nuevo, Galilea. La resurrección del discipuladoLa historia de los primeros discípulos, sus pocas luces y su incapacidad, es advertencia y promesa, aviso y estímulo, para los demás discípulos de la historia. Nosotros sí conocemos el final de la historia, que no es una tumba vacía en Jerusalén, sino los caminos abiertos de Galilea. Mientras él allí nos preceda, puedo uno aventurarse a seguir sus huellas.

3. Asumir el destino de Jesús como meta.Todo el trabajo pedagógico de Jesús tenía como objetivo ganar para el proyecto de Dios a cuantos le acompañaban. La tarea que pudo parecer fácil al principio chocó con la realidad de que los planes de Dios no coincidían con los planes de los discípulos, ni sus caminos eran los del Señor. Por eso rompieron con el maestro y dejaron la convivencia. El fracaso de los discípulos fue un revés para su educador. Ser sus compañeros de camino no les fue suficiente para serle fieles. La resurrección a Jesús le salvó de su fracaso como educador, pues esperando en Galilea a sus fracasados discípulos, les dio una segunda oportunidad. Ahora ya con mayores probabilidades de éxito. Bastará que vuelvan a Galilea y allí lo vean y salgan de allí a predicar por todas partes.

Ejemplos de “Acompañamiento” de Jesús:LA SAMARITANA (Jn 4, 5-30)

Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fati-gado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber. Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana:« ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samari -tana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.)Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Ja-cob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»

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Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.» Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»Él le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.»Respondió la mujer: «No tengo marido.» Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad.»Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.» Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero lle-ga la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.»Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando ven-ga, nos lo explicará todo.»Jesús le dice: «Yo soy, el que te está hablando.»En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: « ¿Qué quieres?» o « ¿Qué hablas con ella?» La mujer, de-jando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?» Salieron de la ciu-dad e iban donde él.

Qué aporta Jesús a la Samaritana:

-El encuentro con Jesús como una fuente de agua viva en el corazón.

-La relación con la autoridad de Jesús transforma el corazón de la samaritana.

-La samaritana estaba encerrada en ella misma y suponía que no existía otra experiencia de amor que mana de dentro. Jesús le ensancha el deseo.

-Jesús habla a la intimidad de la samaritana y le pide el acto de fe en su pro-mesa y en su persona: paso del deseo a la fe.

-Misteriosamente atraída por su palabra, el corazón comienza a ceder. Da el primer paso, pedir agua de vida eterna, porque hemos descubierto el pozo más hondo del propio corazón y ya no puedes engañarte con respecto a lo esencial.

-Jesús comienza a tomar la iniciativa y ataca de frente desenmascarando la mentira del corazón ocupado siempre por amores menores. El encuentro pasa siempre por esta confesión humilde: “no tengo marido”, aunque haya tenido mil.

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-Me queda todavía un reducto. Lo acepto como profeta, el más grande de to-dos, pero el acto de fe se lo reservo a Dios. Dar el salto último, adorándole como a mi Señor, entregarle mi corazón, vincularme a su persona con toda el ama es demasiado.

-Jesús sigue su pedagogía de iluminar sin explicar. Ha abierto la hondura del corazón humano y es el momento de revelar que cada corazón es más gran-de que todos los templos y ha llegado la hora en que Dios nos da su Espíritu para que nuestro corazón conozca y ame a Su modo.

-Jesús ilumina el corazón de la samaritana más allá de sus sueños y deseos: lo que Dios tenía reservado.

-El amor de Jesús es la fuente de agua viva, el cumplimiento de las promesas y la comunión con el Dios vivo.

-La samaritana por fin recibe la confirmación de lo que ya intuye por proceso interior: “Soy Yo, el que habla contigo”. En ese momento pudo entregarse. Y en esa entrega el corazón encuentra su fuente.

EL CIEGO DE NACIMIENTO (Jn 9, 1-34)

Iba Jesús de camino cuando vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: - Maestro, ¿quién tiene la culpa de que haya nacido ciego este hombre? ¿Sus pecados o los de sus padres? Respondió Jesús: - Ni sus propios pecados ni los de sus padres tienen la culpa: nació así para que el poder de Dios resplandezca en él. Mientras es de día debemos realizar lo que nos ha encomendado el que me envió. Cuando llega la noche nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo un poco de lodo y lo extendió sobre los ojos del ciego. Después le dijo: - Ahora vete y lávate en el estanque de Siloé (palabra que significa “en-viado”).

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El ciego fue, se lavó y cuando regresó, ya veía. Sus vecinos y todos cuantos lo habían visto antes pidiendo limosna, comentaban:- ¿No es éste el que se sentaba por aquí y pedía limosna? Unos decían: - Sí, es el mismo.Otros, en cambio, opinaban:- No es él, sino uno que se le parece.Pero el propio interesado aseguraba:- Soy yo mismo.Ellos le preguntaron:- ¿Y cómo has conseguido ver?Él les contestó:- Ese hombre que se llama Jesús hizo un poco de lodo con su saliva, me lo extendió sobre los ojos y me dijo: “Vete y lávate en el estanque de Siloé”. Fui, me lavé y comencé a ver.Le preguntaron: - ¿Y dónde está ahora ese hombre?Respondió:- No lo sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, pues el día que Jesús había hecho lodo con su saliva y le había dada la vista era sábado. Y volvieron a preguntarle cómo había conseguido ver. Él les contestó:- Extendió un poco de lodo sobre mis ojos, me lavé y ahora veo. Algunos de los fariseos dijeron:- No puede tratarse de un hombre de Dios, pues no respeta el sábado. Otros, en cambio, se preguntaban:- ¿Cómo puede un hombre hacer tales prodigios si es pecador? Esto provocó la división entre ellos. Entonces volvieron a preguntar al que había sido ciego:- Puesto que te ha hecho ver, ¿qué opinas tú sobre ese hombre?Respondió:- Creo que es un profeta.Los judíos se resistían a admitir que aquel hombre hubiera estado ciego y hubiese comenzado a ver. Así que llamaron a sus padres y les preguntaron:- ¿Es éste vuestro hijo, del que decís que nació ciego? ¿Cómo se explica que ahora vea? Sus padres respondieron:- Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego. Cómo es que aho-ra ve, no lo sabemos; tampoco sabemos quién le ha dado la vista. Preguntád-selo a él; tiene edad suficiente para responder por sí mismo. Los padres contestaron así por miedo de los judíos, pues estos habían tomado la decisión de expulsar de la sinagoga a todos los que reconocieran que Jesús era el Mesías.Por eso dijeron: “Preguntadle a él, que ya tiene edad suficiente”.Los fariseos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:- Nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Reconócelo tú también delante de Dios.A lo que respondió el interpelado:

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- Yo no sé si es pecador. Lo único que sé es que yo antes estaba ciego y ahora veo.Volvieron a preguntarle:- ¿Qué fue lo que hizo contigo? ¿Cómo te dio la vista? Él les contestó:- Ya os lo he dicho, y no habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez? ¿O es que queréis también vosotros haceros discípulos suyos? Los fariseos reaccionaron con insultos y le replicaron: - Discípulo de ese hombre lo serás tú; nosotros lo somos de Moisés. Noso-tros sabemos que a Moisés le habló Dios; en cuanto a este, ni siquiera sabe-mos de dónde es. Él contestó:- ¡Eso es lo verdaderamente sorprendente! Resulta que a mí me ha dado la vista y vosotros ni siquiera sabéis de dónde es. Todo el mundo sabe que Dios no escucha a los pecadores; en cambio, escucha a todo aquello que lo honra y cumple su voluntad. Jamás se ha oído decir de alguien que haya dado la vista a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniese de Dios, nada ha-bría podido hacer.Ellos replicaron:- ¿Es que pretendes darnos lecciones a nosotros, tú, que de pies a cabeza naciste envuelto en pecado?Y lo expulsaron de la sinagoga.Llegó a oídos de Jesús la noticia de que lo habían expulsado de la sinagoga, y, haciéndose el encontradizo con él, le preguntó:- ¿Crees en el Hijo del hombre?Respondió el interpelado:- Dime quién es, Señor, para que crea en él.Jesús le dijo:- Lo estás viendo: es el mismo que habla contigo.El hombre dijo:- Creo, Señor.Y se postró ante Él.Entonces exclamo Jesús:- Yo he venido a este mundo para hacer justicia: para dar vista a los cie-gos y para privar de ella a los que se hacen la ilusión de ver.Al oír esto, algunos fariseos que estaban a su lado le preguntaron: - ¿Quieres decir que también nosotros estamos ciegos?Jesús respondió:- Si aceptarais ser ciegos, no había pecado en vosotros; pero como presu-mís de ver, vuestro pecado es patente.

Qué aporta la relación de Jesús al ciego de nacimiento:

- En el inicio del relato, Jesús es para el ciego de nacimiento un curandero: “ese individuo que se llama Jesús hizo barro, me unto con él los ojos y me dijo que fuera a lavarme a la fuente de Siloé. Fui, me lavé y recobré la vis-

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ta”. Casi no tiene relación con Él, no sabe dónde está, sólo sabe que se lla-ma Jesús.

- Pero se percibe una confianza básica inicial en Él. El ciego le hace caso en lo que le dice y va a lavarse a la piscina de Siloé.

- A partir de esta experiencia personal de curación, la relación con Jesús cam-bia. Puesto que te ha abierto los ojos, ¿tú qué dices de Él? Que es profeta. Aparece la autoridad de Jesús (es un profeta) que recibe de Dios y esto crea una nueva vinculación.

- La relación del que había sido ciego de nacimiento con Jesús va madurando y esto le lleva a definirse a favor de Jesús (no puede negar el don recibido). Los judíos lo niegan.

- El discipulado de Jesús se abre paso apoyado en certezas que le han acom-pañado: “¿no será que Éste viene de parte de Dios?

- La relación va creciendo en implicación personal, pero tiene consecuencias: la expulsión de la sinagoga.

- “Creo, Señor”, y se postró ante Él. Momento decisivo, creer en el discipula-do. Jesús se ha hecho “su Señor”

- Pero este momento supone una intervención decisiva de Jesús: Él toma la iniciativa.

- El relato ofrece dos encuentros del ciego con Jesús en los que Jesús toma la incitativa: al inicio del relato, en que Jesús hace barro y se lo pone en los ojos, sin ni siquiera preguntarle si quiere recobrar la vista, y al final, cuando es expulsado de la sinagoga, Jesús por propia iniciativa, se presenta ante él y le plantea la pregunta decisiva: ¿Crees en este Hombre?

- La fe en Jesús es un don y que precisa de una luz que solo Jesús puede dar, aunque hay un deseo de creer: “¿Quién es, Señor, para que crea en él?”

- El encuentro depende de la iniciativa de Jesús: “Lo has visto. Es el que habla contigo”. Solo entonces se produce el milagro: “Creo, Señor”. Y se postró ante Él.

- La relación con Jesús y el encuentro con Él se enmarcan y se producen en una historia personal con sus idas y venidas con necesidades personales, con sus conflictos, dificultades y búsquedas de sentido. En ese entramado de lo humano es donde se da el encuentro con Jesús. La iniciativa es siem-pre de Jesús pero exige un tipo de respuesta por parte del discípulo.

- La iniciativa la lleva Jesús, pero no se separa de lo humano. La respuesta humana supone y exige un tipo de actitudes existenciales: una confianza, autenticidad existencial, tomar la propia vida en serio y asumir la soledad, contar con la cruz, dejarse guiar en el claroscuro de la conciencia.

- La luz se hace desde dentro mismo del Encuentro: vosotros no sabéis de dónde viene, pero a mí me ha abierto los ojos. Dios escucha a quien cumple su voluntad. Si Éste no viniera de Dios, no podría abrir los ojos a un ciego de nacimiento.

- La fe en Jesús no es evidente. Su acción provoca controversias, división de opiniones y enfrentamientos. Hay que posicionarse personalmente. No cabe la neutralidad: O te abres y acoges o niegas y te empecinas. Los judíos no acababan de creer que había sido ciego y había recobrado la vista. Jesús es signo de contradicción para que los ciegos vean y los que creen ver se que-den ciegos.

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- Jesús siempre desenmascara el pecado. El Encuentro fundante con Jesús es-tá estrechamente unido al desenmascaramiento del pecado. El tema del pe-cado crea una especie de inclusión en este relato. Comienzo por pregunta a Jesús quién ha pecado, el ciego de nacimiento o sus padres, y el relato ter-mina poniendo de manifiesto que el pecado está en no querer ver, porque supuestamente uno se autocalifica como quien ve.

- El pecado no está en la ceguera, porque ésta puede ser ocasión para que se revele en él la gloria de Dios. El pecado está en no querer ver, en atrinche-rarse en la propia verdad: si estuvierais ciegos no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado permanece. Es necesario reconocer la propia ceguera, porque solo entonces se hace posible el camino de la rela-ción y el Encuentro.

MARÍA MAGDALENA (Jn 20, 1-18)

El primer día de la semana, muy de mañana, antes incluso de amanecer, María Magdalena fue al sepulcro y vio que estaba quitada la piedra que tapaba la entrada. Volvió entonces corriendo adonde estaban Pedro y el otro discípulo a quien Jesús tanto quería y les dijo: - Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde le han puesto.Pedro y el otro discípulo salieron inmediatamente hacia el sepulcro. Iban corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por deprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se asomó al interior y vio las vendas de lino en el suelo; pero no entró. Después, tras sus huellas, llegó simón Pedro y entró en el sepulcro. Vio las vendas de lino en el suelo y vio también el paño que habían colocado alrededor de la cabeza de Jesús. Solo que el paño no estaba en el suelo con las vendas, sino bien doblado y colocado aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Y es que hasta entonces no habían entendido la Escritura, según la cual Jesús tenía que resucitar triunfante de la muerte. Después, los discípulos regresaron a casa.María se había quedado fuera, llorando junto al sepulcro. Sin cesar de llorar, se asomó al interior del sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Los ángeles le preguntaron: - "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella contestó: - "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto."Volvió entonces la vista atrás, y vio a Jesús que estaba allí, pero no le

reconoció. Jesús le preguntó:- Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién estás buscando?Ella, creyendo que era el jardinero, le contestó:- "Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto, y yo misma i´re a

recogerlo.Entonces Jesús la llamó por su nombre:- "María." Ella se volvió y exclamó en arameo:

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- "Rabboní (que quiere decir: "Maestro")Jesús le dice: - No me retengas, porque todavía no he ido a mi Padre. Anda, ve y diles a

mis hermanos que voy a mi Padre, que es también vuestro Padre, a mi Dios, que es también vuestro Dios."

María Magdalena fue a donde estaban los discípulos y les anunció:- "He visto al Señor" y esto es lo que me ha encargado.

La experiencia fundante en María Magdalena

María Magdalena aparece citada en los cuatro evangelios y en trece ocasiones. Nueve veces se cita en las listas de las mujeres que acompañaban a Jesús. En todas ellas aparece y siempre figura la primera. Fue testigo de la crucifixión, del descendimiento y de la sepultura de Jesús y la primera persona a la que se le apareció Jesús resucitado.

El evangelio de Juan construye un relato en torno a su figura que presenta su encuentro con el Resucitado y la transformación personal que produce en ella, como un referente para todo discípulo de Jesús, lo mismo que hace con Pedro en el capítulo 21.

En la historia de María Magdalena encontramos el recorrido de la relación con Jesús.

En el origen, un encuentro y una experiencia de liberación que marcó su vida. Este encuentro marcó para siempre su vida y la vinculó estrechamente a Jesús.

En la búsqueda amorosa de María encontramos unos límites y una grandeza. Al amar al Jesús muerto, no puede reconocerle en los signos del Resucitado, y le impide ver más allá.

La relación con el Señor no se ajusta a los esquemas que nos hacemos. Buscamos a Jesús según nuestros deseos, nuestra lógica, pero Él es el Señor.

El amor de María Magdalena necesita ser purificado, para hacerse semejante al de Jesús. El amor derramado de Dios en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

La iniciativa la toma Jesús y Él va a ser quien transforme el corazón de María, cuando la llama por su nombre: ¡María!

El encuentro con el Señor Resucitado es muy especial en la vida de todo discípulo, es único y no depende del deseo, ni de la búsqueda, sino de la iniciativa de Jesús.

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Solo Jesús puede llevarnos más allá de nosotros mismos, de nuestros deseos llamándonos a ser de Él y para Él. No es una ruptura con la historia personal, sino un nuevo nivel de experiencia que integra toda la historia personal, dándole hondura y un sentido nuevo.

Nadie puede poseer al Resucitado, porque Él pertenece al Padre. El amor de fe se hace obediencia de amor y amor de misión: Vete y di a mis hermanos. Ser discípulo no consiste en acción, ni oración ni en pasión, sino en creer, esperar y amar, haciendo la voluntad del Padre.

JESÚS Y NICODEMO (Jn 3, 1-21)

Un hombre, llamado Nicodemo, miembro del grupo de los fariseos y principal entre los judíos, se presentó a Jesús de noche, y le dijo:

- Maestro, sabemos que Dios se ha enviado para enseñarnos: nadie, en efecto, puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él.

Jesús le respondió: - Yo te aseguro que el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de

DiosNicodemo repuso: - ¿Cómo es posible que un hombre vuelva a nacer siendo viejo? ¿Acaso

puede volver a entrar en el seno materno para nacer de nuevo? Jesús le contestó: - Yo te aseguro que nadie puede entrar en el reino de Dios, si no nace del

agua y del Espíritu. Lo que nace del hombre es humano; lo engendrado por el Espíritu es espiritual. Que no te cause, pues, tanta sorpresa lo que te he dicho: “Tenéis que hacer de nuevo”. El viento sopla donde quiere; oyes su rumor, pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con el que nace del Espíritu.

Nicodemo replicó:- ¿Cómo puede ser esto?Jesús contestó:- ¿Tú eres maestro de Israel e ignoras estas cosas? Yo te aseguro que ha-

blamos de lo que sabemos y damos testimonio de que hemos visto; pero voso-tros rechazáis nuestro testimonio. Si no me creéis cuando os hablo de las co-sas terrenas, ¿cómo vais a creerme cuando os hable de las cosas del cielo? Na-die ha subido al cielo, a no ser el que vino de allí es decir, el Hijo del Hombre. Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

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Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tengan vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree en él, ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. El motivo de esta condenación está en que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque hacían el mal.

Todo el que obra mal detesta la luz y la rehúye por miedo a que su conducta quede al descubierto. Sin embargo, aquel que actúa conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que todo lo que él hace está inspirado por Dios.

Nicodemo representa la religiosidad entendida como ley, como mediación de justificación ante Dios.Nicodemo necesita nacer de nuevo, porque hay muchas clases de vida pero hay una que es radicalmente nueva, la que ha llegado con la muerte y resurrección de Jesús.Este nuevo nacimiento es pura obra de la gracia. Es inútil preguntarse qué hay que hacer. No hay que hacer nada, sino hacer de esa misma impotencia, camino. No está en nuestra mano ni entender ni experimentar lo que es “nacer de nuevo”. No es una cuestión lógica, ni de razón, ni de empeño. Esta vida nueva es un don, inmerecido y gratuito.En las reacciones de Nicodemo no hay solo ignorancia y malentendidos sino que se oculta el pecado, que Jesús desenmascara. Es la batalla entre la carne y el espíritu. Dios ha querido hacerlo todo por gracia y todo fundamento que no sea la gracia es resistencia y pecado.Lo que sale de nosotros es humano y ambiguo. Nacer de nuevo es entender todo de otra manera. Nadie puede controlar al Espíritu ni su obra, que sopla donde quiere. Puedes intuir su rumor, pero no lo puedes asegurar ni apropiar.Se acabaron las seguridades, solo confiar. La vida se convierte en un constante acto de fe.Esta vida nueva es como el viento. No sabes de donde viene ni a donde va, pero lo notas. Saber teología o ser cristiano de toda la vida no asegura nada, porque podemos estar ignorando lo fundamental. Vivir en creyente y confiar van de la mano. Tendemos a convertir cualquier mediación de su amor (mandamientos, compromiso por la justicia, celebrar la eucaristía,…) en auto justificación ante Él, cuando es confiar. Cuando se nos ha regalado vivir del Espíritu, ya sabemos qué pertenece a Dios y qué es lo que está de nuestra mano, para saborear la gracia inmerecida y misericordiosa de Dios. Es lo que nos hace no sentir miedo sino agradecimiento.

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