Walter Benjamin - La literatura infantil, los niños y los jóvenes

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Escritos La literatura infantil, los niños y los jóvenes Walter Benjamin Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1989. Colección Diagonal dirigida por Aníbal V. Giacone. Traducido por Juan J. Thomas. Título original: Über Kinder, Jugend und Erziehung. Suhrkamp Verlag, Frankfurt, 1969. El estudio preliminar de Giulio Schiavoni (“Avanzi di un mondo di sogno. Walter Benjamin e l'enciclopedia magica dell' infan- zia”), así como el artículo de W. Benjamin “Abecedarios de hace cien años” (“Abbecedari di cent'anni fa”) fueron publicados en Walter Benjamin. Orbis Pictus. Scritti sulla letteratura infantile. A cura di Giulio Schiavoni. Milano, Emme Edizioni, 1981, y traducidos por Luciana Daelli. La paginación se corresponde con la edición impresa. Se han eliminado las páginas en blanco http://Rebeliones.4shared.com

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  • Escritos

    La literatura infantil, los nios y los jvenes

    Walter Benjamin

    Ediciones Nueva Visin, Buenos Aires, 1989. Coleccin Diagonal dirigida por Anbal V. Giacone. Traducido por Juan J. Thomas.

    Ttulo original: ber Kinder, Jugend und Erziehung. Suhrkamp Verlag, Frankfurt, 1969.

    El estudio preliminar de Giulio Schiavoni (Avanzi di un mondo di sogno. Walter Benjamin e l'enciclopedia magica dell' infan-zia), as como el artculo de W. Benjamin Abecedarios de hace cien aos (Abbecedari di cent'anni fa) fueron publicados en Walter Benjamin. Orbis Pictus. Scritti sulla letteratura infantile. A cura di Giulio Schiavoni. Milano, Emme Edizioni, 1981, y traducidos por Luciana Daelli.

    La paginacin se corresponde con la edicin impresa. Se han eliminado las pginas en blanco

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  • PRESENTACIN

    El presente volumen ofrece una seleccin de los escritos que Ben- jamin dedica a los temas indicados en el ttulo. Contiene algunos ejemplos de los trabajos de su primer perodo, cuando perteneca a la Freideutsche Jugendbewegung (Movimiento de la Juventud Li- bre). Se incluyen ntegramente los textos del perodo maduro del autor que se refieren a educacin infantil, libros infantiles y jugue- tes, salvo algunas excepciones sin importancia.

    El Programa de un tea ro infantil proletario, reproducido de acuerdo con el manuscrito, fue escrito por Benjamin para Asja La- cis, que en 1918, en tiempos del comunismo de guerra, haba fun- dado y dirigido un teatro infantil en Orel. En 1928 trat de reanu- dar el experimento en la casa Liebknecht de Berln. Cuarenta aos ms tarde, Asja Lacis escriba: Convers muy detenidamente so- bre ese tema con Benjamin. Me haba pedido que elaborara un pro- grama. Walter Benjamin dijo que l lo escribira y dara un funda- mento terico a mi labor de Orel. Realmente lo escribi, pero en la primera versin expuso mis tesis de una manera sumamente com- plicada. En la casa Liebknecht lo leyeron y comentaron riendo: Es- to te lo escribi Benjamin. Le devolv el programa pidindole que lo escribiera en forma ms comprensible. El Programa de un tea- tro infantil proletario que se ha conservado es la segunda versin. La que ofrecemos es la nica que se encontr entre las obras ps- tumas de Benjamin.

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  • Las ilustraciones del libro se tomaron de las primeras ediciones y es probable que el mismo Benjamin las haya elegido. Al menos, pertenecen en parte a su coleccin de libros infantiles.

    ADVERTENCIA DEL EDITOR

    Se reproducen aqu los escritos de Walter Benjamin recopilados en 1969 por la Suhrkamp Verlag de Frankfurt am Main con el ttulo de ber Kinder, Jugend und Erziehung a los que se alude en la Pre- sentacin y publicados por Ediciones Nueva Visin en 1974 (Re- flexiones sobre nios, juguetes, libros infantiles, jvenes y educa- cin), a los que se han agregado el estudio de Giulio Schiavoni Frente a un mundo de sueo. Walter Benjamin y la enciclopedia mgica de la infancia, as como el artculo Abecedarios de hace cien aos del propio Benjamin, publicados en: Walter Benjamin. Orbis pictus. Scritti sulla letteratura infantile, Milano, Emma Edi- zioni, 1981.

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  • FRENTE A UN MUNDO DE SUEO. WALTER BENJAMN Y LA ENCICLOPEDIA MGICA DE LA INFANCIA

    Giulio Schiavoni

    Slo puede descubrir este campo de coleccin el libro para nios quien no ha repudiado el jbilo infantil por l.

    Walter Benjamin

    1. HISTORIAS AMENAS Y FIGURAS BURLESCAS...

    La surreal aventura de Pedrito el Desgreado de Heinrich Hof- fmann, aparecida en Frankfurt en 1845, tenia como subttulo: His- torias amenas y figuras burlescas [Lustige Geschichten und drolli- ge Bilder]. La promesa de alegres gratificaciones para la mente y para los ojos anunciada por ese conocido libro para nios acababa sin embargo sofocada y contradicha por el humillante repliegue que asume el relato: al nio que se chupa los pulgares se los cortan al fin con las tijeras del sastre; al nio que le divierte salir a la calle du- rante los temporales un buen da se lo lleva el viento como castigo. Frente a las desmentidas que ese programa optimista de carcajadas y notas de color reciba por obra de las crueles moralejas y las tre- mendas amenazas esparcidas a manos llenas en el texto, es lcito preguntarse: qu pretenden los grandes cuando eligen una lectu- ra para los nios? asegurar un lugar de libre efusin de la creati- vidad y la fantasa infantil, lugar de todos los posibles, sin excluir la prefiguracin de un mundo diferente y mejor que se creara luego viviendo?, como afirmaba Gianni Rodari en la presentacin de su antologa de fbulas de Andersen?1 O bien propinarles, de manera ms o menos consciente, educadores ocultos como se

    1 Andersen, H.C., Fiabe, Einaudi, Torino, 1970, pp. XIXXX

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  • los ha querido definir2, es decir, instrumentos capaces de guiar, entre lneas, a comportamientos hechos a la medida de los adultos, que han olvidado el espritu burln y la alegra que tal vez co- nocieron en la infancia?

    El dilema, sobre el que todava parece demorarse el debate de cuantos aman y sirven la literatura infantil, encuentra sus razones profundas no slo en el inevitable dualismo existente entre la pers- pectiva de los adultos (padres y educadores) que eligen los libros para la infancia, y la de los nios, que los leen o los miran, sino tam- bin en el paisaje no poco accidentado de la propia tradicin de pensamiento que esos libros cargan sobre sus espaldas.3 En efecto, en ella parecen cruzarse o alternarse continuamente adultos que re- verencian la fantasa y la espontaneidad infantiles (como el gram- tico bohemio Comenius, autor del primer libro ilustrado de texto, el Universo figurado de las cosas sensibles Nuremberg, 1654 o como el romntico Jean Paul) y otros que, con moralismos ms o menos bien estructurados, nada tienen en su corazn salvo el de- seo de someter esa fantasa y esa ingenuidad a la tica filistea de un til de clase, tica que se refleja a menudo en la literatura para la in- fancia introduciendo la obligacin de la moral conclusiva, para la que los nios buenos siempre deban estar limpios, los ni- os buenos nunca deban contestar y as sucesivamente.

    2 Esta es la tesis central de una seria contribucin histricocrtica sobre el te-

    ma aparecida hace algunos aos en Alemania Occidental con el ttulo Die heim- lichen Erzieher. Kinderbcher und politisches Lernen, a cargo de Dieter Richter y Jochen Vogt, Rowohlt Verlag, Reinbeck, Hamburg, 1974, p. 21

    3 Entre los intentos de reconstruccin histrica de las diferentes tendencias que operan en la literatura infantil de los dos ltimos siglos con particular atencin al rea especficamente alemana, vanse especialmente: Knneker, M.L. (dir.), Kin derschaukel Ein Lesebuch zur Geschichte der kindheit in Deutschland, 2 vol (I = 1745-1860; II = 1860-1930), Luchterhand Verlag, DarmstadtNeuwied, 1976 (1979); Hrlimann, B., Europasche Kinderbcher in drei Jahrhunderten, ZurichFrei- burg, 1963 (1967); Mller, K., Mller, H., Das Bilderbuch. Geschichte und Ent- wicklung des Bilderbuchs in Deutschland von den Anfngen bis zur Gegenwart, Weinheim, 1973; Maier, K.E. (dir.), Historische Aspekte zur Jugendliteratur, Stuttgart, 1974. En italiano se dispone, entre otras, de las obras de Marchetti, I., Pe- trini E., Buonincontro. Guida storicocritica e antologica della letteratura per ra- gazzi italiana e straniera, Le Monnier, Firenze, 1963; Hazard, P., Uomini, ragaz- zi e libri, Armando, Roma, 1970; Faeti, A., Letteratura per linfanzia, La Nuova Italia, Firenze, 1977; Tutto fiaba. Atti del Convegno Inlernazionale di studio su- lla fiaba, Emme Edizioni, Milano, 1980.

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  • 2. EL LIBRO RESTITUIDO A LA VIDA

    A ese universo mvil, polcromo e incodificable de la infancia y del libro para nios se abri, a fines de los aos veinte, con una contri- bucin terica y prctica poco comn por fragmentaria el ber- lins Walter Benjamin, nacido en 1892 y futura vctima del nazis- mo en 1940, pensador incmodo, objeto an hoy de una ver- dadera cinchada entre quienes quieren hacer de l un puro y simple exponente del misticismo hebreo y quienes tratan en cambio de ubi- carlo en una dimensin a menudo demasiado rgidamente marxis- ta. Precursor y luego miembro de la Escuela de Frankfurt, conoci- do por el gran pblico sobre todo por su actividad de crtico de arte y ensayista refinado y rebelde a los fetiches de una cultura domi- nante orientada slo en sentido afirmativo, este escritor hebreo, ex- cluido entre los aos 1926 y 1927 de la carrera acadmica y que a continuacin vivi de artculos y traducciones, que se abri en los aos de su madurez a las solicitudes del pensamiento marxistare- volucionario, asumi tambin la infancia como alegora de un pro- yecto de destruccin de la subjetividad y de la realidad burguesas, de las cuales l fue un finsimo intrprete y en cuyos paos, no obs- tante, no se resign a quedar limitado. Su felicidad al arrimarse al potencial de la infancia en su vertiente incontaminada para sal- varla de los colonizadores sin escrpulos haba obtenido creden- ciales ms que considerables en la magistral recordacin que nos dejara en 1950 su admirador y amigo Theodor Wiesengrund Ador- no, titulada Perfil de Walter Benjamin: Lo que Benjamin deca y escriba sonaba como si el pensamiento hiciera suyas las premisas de los libros de fbulas para la infancia en lugar de rechazarlas con la ignominiosa madurez del adulto y tan literalmente que hasta el cumplimiento de lo real entra en los horizontes del cono- cimiento. La resignacin estaba radicalmente erradicada de su to- pografa filosfica. Quien entraba en consonancia con l se senta como un nio que descubre a travs de las rendijas de la puerta ce- rrada la luz del rbol de Navidad.4

    Al esbozar una suerte de fragmentaria antropologa materialis- ta de la infancia, cuyos sostenes ocasionales fueron algunos artcu- los publicados en el trmino de un decenio en diversos peridicos

    4 Reunido en: Adorno, T.W., Prismi. Saggi sulla critica della cultura, Einau- di, Torino, 1972, p. 234.

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  • alemanes,5 as como algunas secciones del libro de aforismos Ca- lle de mano nica [Einbahnstrasse, 1928] y de la coleccin de me- morias Infancia berlinesa hacia el 1900 [Berliner Kindheit um Neunzehnhundert, 1932-1933], Walter Benjamin mantuvo la preo- cupacin constante de separarse del viejo ideal pedaggico de- cimonnico del S educado, s ordenado y s piadoso! que resuena en las pginas de Pedrito el Desgreado y de la misma pe- dagoga reformista oficial de la Alemania de Weimar de los aos veinte, una pedagoga que a su juicio aturda a los nios con tonos melosos, empalagosos y estetizantes, con el fin de preservar- los del mundo conflictivo de los grandes, pero no eximindose en realidad de considerar la tierna y reservada fantasa del nio en el sentido de una sociedad productora de mercancas6. Benjamin se apresur a salvar ese secreto y tcito entendimiento entre nios y adultos que puede tal vez subsistir incluso donde los grandes se cuidan mucho de imponer contenidos de verdad a criaturas que les parecen contentarse con una existencia no del todo lejana de lo au- tntico, o segn una categora central del Drama barroco alemn [Ursprung des deutschen Trauerspiels, 1928] del origen del que los adultoscolonizadores ya no pueden descubrir trazas en s mismos.

    El acuerdo tcito que el escritor berlins pareci buscar con los nios (casi rebatiendo su no disponibilidad al crecimiento, para la integracin en la colectividad de los adultoscolonizadores) se funda en premisas y elecciones inslitas para la mayor parte de los educadores en el sentido ms comn del trmino. Sobre todo por va de la particular experiencia personal de Benjamin.

    La infancia se configura en su vida como una especie de tierra de desembarco (categora al mismo tiempo histrica y mtica) recupe- rada luego de su toma de distancia ideolgica del potencial fascis- tizante nsito en los movimientos de la juventud (las Jugendbe- wegungen) que operaban a principios de siglo, y del idealismo de

    5 Sobre todo Libros para la infancia viejos y olvidados, 1924 [publicado en esta obra en su primera versin, Viejos libros infantiles, 1924]; Panorama del libro infantil, 1926; Abecedarios de hace cien aos, 1928; Juguetes antiguos, 1928; Historia cultural del juguete, 1928; Juguetes y juego, 1928; Programa de un teatro infantil proletario, 1928; Una pedagoga comunista, 1929; Chich- leuchlauchra, 1930; Pedagoga colonial, 1930; Alabanza de la mueca, 1930; Comienzos florecientes, 1930.

    6 Benjamin W., Pedagoga colonial, p. 131 de esta obra.

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  • impronta liberal activo en el crculo reformista de Gustav Wyne- ken, el innovador maestro de su adolescencia y fundador de la libre comunidad escolar de Wickerdorf en Turingia, con el que Benjamin rompi drsticamente en el verano de 1915 por las elec- ciones filomilitares patrocinadas por Wyneken.7 Pero Walter Ben- jamin se liga a la infancia tambin por precisas elecciones de gus- to. Al mundo infantil pareci acceder indirectamente (a hurtadi- llas segn sus mismas palabras) abstrado y tal vez no del todo excluido, a travs del ocasional instrumento de la crtica (dos inter- venciones en Frankfurter Zeitung, una de las principales revistas li- terarias de la poca de Weimar que representaba entonces, en 1930 y 1931, para la opinin pblica, el periodismo alemn de la iz- quierda democrtica, luego de la publicacin de una cartilla en va- rios volmenes de la escritora Tom SeidmannFreud (una sobrina de Sigmund Freud que Benjamin haba conocido en Mnaco en 1921 y a la que estimaba como autora e ilustradora de libros para nios) y sobre todo a travs de la puerta secundaria y mgica del co- leccionismo y de la pasin por las antigedades. Estos ltimos te- mas fueron lcidamente sondeados por l en un ensayo que lleva por ttulo Eduard Fuchs, el coleccionista y el historiador [Edu- ard Fuchs, der Sammler und der Historiker] aparecido en 1937 en la Revista para la investigacin social de Adorno y Horkheimer, adems de referirse a ellos en breves escritos precedentes: crticas de una cuidada historia de la literatura infantil de Kart Hobrecker titulada Libros para la infancia viejos y olvidados (1924), el en- cantador Panorama del libro infantil [Aussicht ins Kinder- buch] (1926), Saco mi biblioteca de las cajas [Ich packe mei- ne Bibliothek aus] (1931) y Para coleccionistas pobres [Fr arme Sammler] (1931).

    Slo puede descubrir este campo de coleccin el del libro pa- ra nios quien no ha repudiado el jbilo infantil por l escribi Walter Benjamin criticando el texto de Hobrecker. En esas palabras la pasin por las antigedades abre las propias tendencias secretas: las de medirse siempre con el presente histrico, en el cual la expe- riencia de repudio a la jovialidad infantil involucra, a los ojos

    7 Schiavoni, G., Nel regno dei bambini: linfanzia incancellabile e la citt la- birinto, en S.G., Walter Benjamin. Sopravvivere alla cultura, Sellerio, Palermo, 1980, pp. 96-148. Tambin se remite a este primer estudio italiano comprehensi- vo sobre el pensamiento y la obra de Benjamn para una bibliografa y profundi- zacin de las multiformes temticas del escritor berlins.

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  • de Benjamin, no slo la relacin con los viejos y olvidados libros para la infancia, sino la relacin con la autenticidad misma (con las experiencias positivas). Con el hechizo melanclico de quien, incluso entre lo viejo, en los fondos de las tiendas, en las cosas fue- ra de moda, en la manera de lo olvidado y de lo abandonado, bus- ca y explora recorriendo encarnizadamente signos que puedan ofrecer anticipaciones de un futuro liberado, del que no obstante se sabe condenado a quedar excluido, el crtico berlins se arroja so- bre las diseminadas ruinas del pasado para oponerse obstinadamen- te al ritmo de la historia misma historicistamente entendida, es de- cir, como un continuum homogneo de hechos que ratifican el triunfo de los vencedores y en cuyo contexto las seales de lo dife- rente (los potenciales revolucionarios) resultan despojadas de su sentido. Sobre la huella del coleccionismo de Fuchs un estudio- so alemn de fines del siglo XIX, fundador de un archivo para la his- toria de la caricatura, del arte ertico y del cuadro de costumbres, cuyo mrito le parece ser el de haber buscado iniciar el proceso de liberacin de la obra de arte presa en la esttica aristocrtica del si- glo, anclada en los criterios de inefabilidad y de unicidad, y, al mismo tiempo, de haber salvado autnticos tesoros del mercado de los objetos de arte, lo que le permiti ubicarse en los albores de la historiografa materialista Benjamin tambin aspira a sustra- er objetos al museo de los bienes del historicismo y a liberarlos de su aspecto de ruina, para aprender a leer en ellos la alteridad. Con la pasin no desprovista de cierta nota nostlgicade quien se sabe envuelto indefectiblemente en los procesos de reproduc- cin tcnica y de masificacin que hacen presa de los produc- tos artsticos, en detrimento de la experiencia autntica (aconte- cimiento tpico de la era contempornea a la que, no obstante, en La obra de arte en la poca de su reproductibilidad tcnica [1937], l adscribe el nada despreciable mrito de haber araado el aura y la unicidad, los signos de la distincin clasista inherentes a la fruicin esttica), Benjamin tuvo todava tiempo de hacer suyo el reclamo de los viejos libros para nios en tanto tesoros inconta- minados por la triunfante produccin en serie y destinados a tener significado tambin en su marginalidad respecto del proceso productivo para criaturas escindidas entre lo antiguo y lo moder- no y laceradas frente a la ambivalencia misma que invisten los bie- nes de la cultura, cuyo control puede, por un lado, transformarlos en instrumento de emancipacin social, y, por el otro, puede, sin embargo, acabar acrecentando el peso de los tesoros que gravan 14

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  • sobre las espaldas de la humanidad sin otorgar a esta ltima la fuerza de quitrselos de encima y, por lo tanto, de hacerlos suyos.8

    En lugar de llevar agua al molino de la vanity fair de las antige- dades, que acrecienta el museo de la humanidad y arcaza el pre- sente, Benjamin se abre a los testimonios comnmente desprecia- dos del pasado, porque se siente atrado por la nueva belleza que se manifiesta segn su clebre comentario a la obra de Leskov ti- tulado El narrador (1936) precisamente en lo que se desva- nece9 y porque desea medir el pasado mismo con los peligros siempre renovados que estn a punto de dominar la vida que con- tina. Oprimido por el horror a lo nuevo, que se anuncia sin espe- ranzas de rescate, busca cmo restituir a la vida una literatura que haba permanecido dormitando en los cajones de los muebles Bie- dermeier y que su contemporneo Karl Hobrecker haba empeza- do a sacar del olvido, aunque sin lograr superar el espritu de un ar- chivismo dulzn. Contemporneamente, Benjamin intenta relacio- narse a travs del libro para la infancia abandonado y deterio- rado con una experiencia de la felicidad a la que los nios se avecinan a pesar del alero burgus que pende sobre sus encuentros con las imgenes y con los cuentos. En Benjamin (como tambin en los surrealistas contemporneos a l que compartieron un pro- yecto de crtica radical a la burguesa) volva a encenderse, en ese sentido, la experiencia que haba suscitado en Baudelaire en Mo- rale du joujoux la contemplacin de los juguetes:

    Il y a dans un grand magasin de joujoux une gaiet extraordinaire qui le rend prfrable un bel appartement bourgeois. Toute la vie en miniature ne s y trouvetelle pas, et beaucoup plus colore, netto- ye et luisante que la vie relle?10

    8 Benjamin, W., Eduard Fuchs, il collezionista e lo storico, en B.W., Lope-

    ra d arte nell epoca della sua riproducibilit tecnica, trad. it. de E. Filippini, Ei- naudi, Torino, 1966, p. 92.

    9 Benjamin, W., Il narratore. Considerazioni sullopera di Nicola Leskov, en B.W., Angelus Novus, Einaudi, Torino, 1962, p. 238.

    10 Baudelaire, C., Ouvres completes (a cargo de Y. G. Le Dantec), Gallimard, Pars, 1951, p. 674.

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  • 3. EL PARASO DE PAPEL Y MAGOS, Y EL SUEO DE UN MUNDO MEJOR

    Por qu colecciona libros? Si pudisemos exhortar al biblifi- lo Walter Benjamin para que reflexionase sobre las razones profun- das que lo indujeron a recoger y rehabilitar una literatura marginal o, mejor dicho, marginada, como la de los viejos libros para la infancia (cosas para mujeres o para nios, se sentira uno tentado a decir, segn un viejo lugar comn), considerada un montn de papeluchos hasta hace muy poco tiempo, un gnero que se haba difundido entre los ricos de los siglos XVIII y XIX, tesoros obligados a dormir un sueo de casi cien aos en los bellos muebles estilo Bie- dermeier de la primera mitad del XIX, tal vez nos hablara de un programa general de salvataje de testimonios histricos (sobre todo de los que vea en peligro de desaparecer) y del legado del pa- sado, no para complacer el gusto narcicista de acumular cosas ex- traas, sino para captar en ellas el deber del futuro. Era una pasin por los residuos de un pasado ya sin contexto, para lo que l llama- ba restos de un mundo de sueo, ruinas para las cuales ya no ha- ba espacio alguno en la historia de los modernos, hacia las cuales de Rimbaud y Baudelaire al Dad y los surrealistas el pensa- miento europeo se estaba dirigiendo, a las cuales l consideraba una testaruda protesta subversiva contra lo tpico y lo clasificable y que salvaba para involucrarlas en la estrategia de la destruccin de la continuidad histricocultural. Lo anacrnico conserv para Benjamin el carcter de receptculo de lo autntico marginado de la historia de los grandes acontecimientos y, en consecuencia, la ca- pacidad anrquica de atestiguar contra la chatura filistea que ho- mogeneiza el tiempo histrico y slo sabe proponer la apologa de lo existente.

    El coleccionista de arte se lee en uno de los pasajes que ilu- minan ms incisivamente la pasin del escritor berlins por los li- bros para la infancia viejos y olvidados no se limita a soar que se est en un mundo remoto en el espacio y en el tiempo, sino tam- bin en un mundo mejor, donde los hombres, es verdad, estn tan poco provistos de lo necesario como de lo cotidiano, pero donde las cosas son liberadas de la esclavitud de ser tiles.11 Capaces de per-

    11 Benjamin, W., Parigi. La capitale del XIX secolo, en B.W., Angelus Novus, trad. it. de R. Solmi, Einaudi, Tormo, 1962, p. 148.

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  • manecer refractarios a las leyes del mercado que no perdonan a la cultura y al libro, los autnticos coleccionistas orientan por lo tan- to segn Benjamin su propia mirada hacia el texto inhallable entendindolo ya no como un ensimo artculo de intercambio (co- mo una mercadera), sino como el lugar donde se halla adormeci- do el recuerdo del origen que los hombres han reprimido. La afirmacin de Benjamin anuncia no slo la total incompatibilidad con la historiografa de impronta historicista e idealista que glori- fica el acontecer como unilinealidad de sucesos irreversibles en ca- mino hacia un indudable progreso, sino tambin la inclinacin que senta Benjamn por el aspecto anarcorrevolucionario inheren- te a lo arcaico y a lo marginado, su confianza en el coleccionismo como pasin anrquica por la realidad, ya que toda recuperacin del objeto individual proveniente de la lejana se vuelve, en sus ma- nos, un acto de destruccin: La verdadera, desconocidsima pa- sin del coleccionista es siempre anrquica, destructiva.12

    El mundo de los nios aparece, en este trasfondo, como el reino donde la maldicin de ser tiles podra suspenderse, dada la mar- ginalidad si no la total irrelevancia que les corresponde en el sistema productivo de los adultos. De aqu proviene la casi progra- mtica resistencia de Benjamn a crecer, el querer quedarse del lado de las hadas y de los nios antes que del lado de los filisteos, de los adultos que crecieron de manera equivocada.

    Las remotas races de la pasin de Benjamin por los tesoros re- chazados y olvidados por la historia oficial, y de su placer y gusto por cultivar como reliquias de una desaparecida ingenuidad objetos fuera de moda a los que arrimarse casi instintivamente, se encontraran en las premisas platnicas que subyacen en su concep- cin de la historia (evidentes sobre todo en la Introduccin gno- seolgica de su Drama barroco alemn, 1928), extravagantemen- te entretejidas con elementos propios de la tradicin milenaria del mesianismo hebreo. Se dira en efecto que en el pensamiento de Benjamin sobrevive un eco de la platnica irreductibilidad de his- toria e Idea, de su proceder, por as decir, paralelo.13 Es sta una perspectiva que hace que las realidades terrestres y las mismas ac-

    12 Benjamin, W., Lob der Puppe, en B.W., Gesammelte Schriften, III, Suhr- kamp, Frankfurt, 1972, p. 216.

    13 Sobre la vinculacin de la Idea benjaminiana con la Idea platnica, sobre to- do del Platn del Timeo, cfr. Holz, H.H., Prismatisches Denken, en AA.VV., Ue- ber Walter Benjamin, Suhrkamp Frankfurt, 1968, pp. 87 y sig.

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  • ciones humanas puedan reconquistar su identidad (su condicin originaria) slo a la luz de una perspectiva que las arranque de la cadena de la mera facticidad (el as fue) y las oriente a una expe- riencia de la alteridad respecto de las categoras del inters y de la instrumentalidad (no es extrao que Benjamin rechace acalorada- mente el carcter aintencional de las Ideas).14 Al mismo tiempo, esta perspectiva haca que los objetos de descarte, las realidades abandonadas, marginadas y rechazadas resultasen precisamente por rechazadas las preferidas de la Idea, las ms prximas pla- tnicamente a la Idea, y a lo que Benjamin llamaba en otra par- te el origen, que l vea precisamente testimoniado por las nfi- mas realidades. En su cabinet de curiosits los nios (y los libros para nios, as como las obras de los enfermos mentales) encuen- tran un espacio propio en cuanto seres inmaduros, no crecidos, im- perfectos, indefensos y espontneos, del mismo modo en que Ben- jamin consider predilectos de Kafka los locos como Don Quijo- te, los segundones y hasta los animales: figuras todas que han renunciado a las certezas absolutas y a la sabidura, y que preci- samente por esta defeccin le parecen a Benjamin depositarias de la esperanza de redencin. Los objetos salvados del olvido se transmutan en reliquias, en vestigios de una autenticidad que est desterrada del universo de la reproductibilidad tcnica, porque contienen un residuo del originario, un recuerdo de la Idea.

    4. HISTORIA DE LA COLECCIN BENJAMIN

    Es precisamente sobre la huella de una nostalgia consciente de s, de una insatisfaccin respecto del presente, lcida y sin re- mordimientos, motivada por un recuerdo de plenitud, tan sutil- mente analizada en sus contradicciones y en su fascinacin por Fre- deric Jameson15 y, al mismo tiempo, bajo la perspectiva de una esperanza y de una utopa que l vio ya paradjicamente relampa- guear en lugares del pasado concreto, que el escritor berlins se

    14 Benjamin, W., Dramma barocco tedesco, trad. it. de E. Filippini, Einaudi, Torino, 1971, p. 16.

    15 Jameson, F., Walter Benjamin o della nostalgia, en J.F., Marxismo e for ma. Teorie dialettiche della letteratura nel XX secolo, Liguori, Napoli, 1975, p. 99

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  • ocupa en reunir por lo menos desde 1918 estos antiguos tex- tos, cuya parte esencial constituye la famosa Coleccin Walter Benjamin de libros para nios (Kinderbuchsammlung Walter Benjamin), arrancada afortunadamente de la destruccin (de la misre del instante de peligro de entonces, es decir, el nazismo, que el escritor judo, con su exilio parisino, haba tratado hasta el final de combatir) y que hoy se conserva en Londres, una coleccin, nica que slo conocieron pocos ntimos.16

    En el testimonio de las personas que conocieron a Walter Ben- jamin ms de cerca, la fascinacin que ejercieron sobre l los viejos libros para nios, tanto como los libros de enfermos mentales, los jeroglficos o los textos de emblemas y de enigmas, parece haber constituido una verdadera obsesin psicolgica que roza la biblio- mana y que, por lo dems, se ubica en el trasfondo de una tradicin familiar de coleccionismo: Emil, su padre, tras abandonar sus ac- tividades bancarias, se ocup de antigedades y ejerci la profesin de negociante de objetos de arte; su madre, Johanna Schnflies, descendiente de una familia de estudiosos ilustres, se jactaba de po- seer una valiosa biblioteca de libros para la infancia; su mujer, Dora Kellner, la vienesa a la que Walter Benjamin consideraba como la propietaria de la Coleccin y a la cual luego del divorcio en 1930 le qued efectivamente, era hija de una apasionada cultora de la literatura infantil que haba traducido del ingls varios libros de fbulas; y su mismo hijo Stefan tendr ms tarde, en Londres, un negocio de reliquias bibliogrficas tambin debido a su pasin por los libros.17

    16 La coleccin actualmente disponible no parece contener la serie total de los

    volmenes salvados por el escritor, como observa Tilmann Rexroth en las ano- taciones al vol. IV/2 de los Gesammel e Schrif en de Benjamin (Suhrkamp, Frank- furt, 1972, p. 1049). Por otra parte, en las cartas y en los escritos de Benjamin se encuentran alusiones al hecho de que la coleccin computaba ejemplares que ya no figuran. En ese sentido, Gershom Scholem, el mximo experto viviente en ms- tica hebrea y confidente de Walter Benjamn, escriba recientemente a Jrg Drews, quien junto con Antje Friedrichs ha ordenado el conjunto de la actual Coleccin Benjamin: La coleccin ocupaba a mediados de los aos veinte y en 1927, cuan- do se encontraba en la habitacin de Dora en la vivienda que todava compartan, cerca de dos estanteras de libros... (cit. en Zum Kinderbuch, a cargo de Drews, J. Insel, Frankfurt, 1975, p. 202: carta del 8-5-1924). Esto a su vez induce al pro- fesor Drews a sostener que tal extensin podra corresponder ms o menos a la ex- tensin actual de la Coleccin tal como la vio en Londres.

    t t

    17Cfr. una carta de Mrs. Janet Benjamin al autor, desde Londres (174-1978)

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  • No falta quien ha credo poder individualizar en la actitud de Benjamin hacia los libros en general hasta una coloracin erti- ca.18 Y no es casual, en este sentido, que en su libro de aforismos Calle de mano nica [Einbahnstrasse, 1925], dedicado a la comu- nista letona Asja Lacis cuya obra junto con la de Georg Lukcs y la de Ernst Bloch y con la produccin de Bertolt Brecht permi- ti su aproximacin al comunismo a mediados de los aos veinte, Walter Benjamin haya incluido trece mximas sobre las afinidades existentes entre libros y prostitutas, mximas que se abren con las siguientes palabras:

    I. Libros y putas pueden llevarse a la cama.

    II. Libros y putas hacen pasar bien el tiempo. Dominan la noche co- mo el da y el da como la noche.

    III. Libros y putas: nadie entiende que para ellos los minutos son pre- ciosos. Pero unindose a ellos ms estrechamente se observa qu pri- sa tienen. Cuentan en la medida en la que nos sumergimos en ellos...19

    La Coleccin Walter Benjamin es tal vez el cofre ms valio- so y al mismo tiempo ms frgil en el que se recogen y se custodian testimonios de esta aventura ertica envilecedora/exaltante. Es sin duda testigo de la seduccin (que un Benjamin ya no nio no de- j sin embargo de secundar) que brotaba de ese reino de hadas en el que el crtico berlins pareci experimentar una suspensin fu- gaz del hoy histrico con su misre y la de la subjetividad filistea junto con sus falsedades;

    Benjamin amaba las hadas como las amaba yo. Cuando viva en Ber- ln recuerda Adrienne Monnier haba reunido una coleccin de libros para nios que en su mayor parte pertenecan al siglo XVIII: li- bros encuadernados, con diseos dorados e ilustraciones ingenuas y llameantes. Gran parte de esta Coleccin se dispers, dado que l no haba podido llevar consigo todos los volmenes a Pars, pero po- sea, no obstante, los ms valiosos, que colmaban una cesta en su pe- queo departamento en la rue Dombasle. Sobre esta cesta estaba col- gado un bellsimo Klee [titulado Angelus Novus, N. del A.], un re-

    18 Fuld W., Walter Benjamin zwischen den Sthlen, Eine Biographie, Hanser, Monaco, 1979, p. 28.

    19 Benjamin, W., Senso unico, trad. it. de M. Bertoni, en Il Verri, diciembre, 1976, p. 11.

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  • galo del artista que haba sido su amigo. Recuerdo mi estupor fren- te a esa primera edicin del cuento de Brentano Gockel, Hinckel y Gackeleya.20

    No es menor el asombro con que evoca la pasin anticuaria de Walter Benjamin su amigo Gershom Scholem en 1965:

    Su ms tenaz pasin personal escribi era coleccionar libros. Autor y coleccionista armonizaban en l con rara perfeccin, y esa pasin mezclaba a su temperamento, de tendencia melanclica, un rasgo de alegra. Entre sus escritos existe un ensayo que destaca per- fectamente esta disposicin de espritu: Ich packe meine Bibliot- hek aus [Saco mi biblioteca de las cajas] donde leemos la inspi- rada frase de Jean Paul: De todas las maneras de procurarse libros, la que se considera ms digna de alabanzas es escribirlos, en tan- to entre los modos ms comunes que tienen los coleccionistas de conseguirlos, el ms conveniente sera el de tomarlos en prstamo y luego no devolverlos. Su biblioteca, que conoc bastante bien, re- flejaba en efecto con gran limpidez su naturaleza tan diferenciada. Se hallaban las grandes obras que para l tenan un significado, en barroca vecindad con los escritos ms extravagantes y peculiares a los que se diriga su apasionado amor de anticuario y, a la vez, de fi- lsofo. De toda esa coleccin recuerdo especialmente dos sectores: libros de psicpatas y libros para la infancia. En los sistemas univer- sales de los psicpatas, que ignoro a travs de qu fuentes haba lo- grado reunir, encontraba material para profundsimas consideracio- nes filosficas acerca de la arquitectura de los sistemas en general y acerca de la naturaleza de las asociaciones en las que, tanto los in- dividuos mentalmente sanos como los enfermos nutren en igual me- dida el pensamiento y la fantasa. Pero ms importante para l era el mundo de los libros para la infancia. Entre los caracteres realmen- te esenciales de la naturaleza de Benjamin est el hecho de que du- rante toda su vida se sinti atrapado, con una fuerza directamente mgica, por el mundo de los nios y por la naturaleza infantil. Ese mundo fue el objeto de sus reflexiones ms duraderas y pertinaces y todo lo que escribi en este sentido forma parte de sus obras ms perfectas [...] Fascinantes son al respecto las pginas de su libro de aforismos Einbahnstrasse [Calle de mano nica donde se encuen- tran las frases ms bellas que jams se hayan escrito acerca de las es- tampillas; no menos encantadores son los ensayos que dedicara a muestras de libros para la infancia y a temas afines, en los que el me-

    }

    20 Monnier, A., Ein Portrt Walter Benjamin en Zur Aktualitt Walter Ben- jamins, a cargo de Unseld, S., Surhkamp, Frankfurt, 1972, p. 70.

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  • tafsico describe el mundo todava no deformado del nio y de su fantasa creativa con estupor tan reverente como sus esfuerzos por penetrarlo conceptualmente. En muchos otros lugares de su obra de- sarrolla sus consideraciones sobre este campo. La obra de Proust de- fine para Benjamin el lugar donde se encuentran de manera ms per- fecta el mundo del adulto y el del nio, y constituye por lo tanto uno de los puntos fundamentales de su inters especulativo. Este apasio- nado inters repercute en las anotaciones que en la primera mitad de los aos treinta le dedic a su propia infancia con el ttulo Berliner Kindheit um Neuzehnhundert [infancia berlinesa hacia el 1900], que en gran parte aparecieron en Frankfurter Zeitung como trozos de prosa y que salieron reunidos en un volumen tal como haban si- do concebidos slo despus de la Segunda Guerra Mundial. Aqu poesa y verdad se convirtieron realmente en una sola cosa.21

    Los comienzos de la Coleccin Benjamin de antiguos libros pa- ra nios, cuyos orgenes se encuentran segn lo recordado por el mismo autor en Saco mi biblioteca de las cajas en su familia, estn ilustrados por Benjamin en una carta de julio de 1918 a Ernst Schoen, un ex compaero de escuela y luego querido amigo:

    Mi cumpleaos le escriba es una alegre ocasin para hablarle nuevamente de libros. Usted debe saber que mi mujer me regal una pequea biblioteca no es que los libros hayan estado expuestos en un armarito aunque en efecto llenan uno. Ante todo debe saber que como un verdadero coleccionista de libros me he creado por lo me- nos un sector especfico. Esto me indujo sobre todo a reservar una atencin escrupulosa a todo lo que ya estaba en mi poder y a todo lo que puede ser accesible. Es un sector que generalmente no se colec- ciona hoy, en el que, por lo tanto, puede sonrer todava la fortuna de algn descubrimiento (como efectivamente me ocurri hace poco tiempo con indescriptible jbilo). Se trata de viejos libros para la in- fancia, de viejas fbulas e, incluso, de bellas leyendas. El meollo de la Coleccin es el fruto de mis sistemticas incursiones durante lar- go tiempo en la biblioteca de mi madre, en la biblioteca de la prime- ra infancia.22

    Basta con releer algunas secciones de Infancia berlinesa hacia el 1900 para entender que esas incursiones en la biblioteca ma-

    21 Scholem, G., Walter Benjamin e il suo angelo, trad, it. de M.T. Mandalari, Adelphi, Milano, 1978, p. 74-76.

    22 Benjamin, W., Briefe, I, Suhrkamp, Frankfurt, 1966, p. 198

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  • tema solo haban terminado confiriendo viviente y vvida actuali- dad a un patrimonio cultural de familia que amenazaba con redu- cirse a un polvoriento mausoleo junto con los adornos (contrasea de status de la lite burguesa) que en el libro de memorias benjami- niano vienen a proyectar una luz inquietante sobre aquel falso lim- bo que constituye para el Benjamin maduro el intrieur placente- ro de la propia infancia.

    Un precioso testimonio que documenta tambin el inters de Benjamin por el mundo de la imaginacin infantil, que se desper- t en l paralelamente al crecimiento de su nico hijo Stefan, naci- do en 1918 y al cual dedicar precisamente nfancia berlinesa, es el que ofrece Gershom Scholem en su reciente Historia de una amistad:

    I

    De ese perodo [en 1918 y en los aos sucesivos, N. del A.] escri- be el amigo que haba intentado en vano llevarlo a la Universidad de Jerusalem a pesar de sus divergencias ideolgicas con el marxismo al cual Benjamin adhera son tambin los inicios de su coleccin de viejos libros para la infancia [...], coleccin que se encamin en serio tan slo gracias al entusiasmo de Dora por este gnero espec- fico. Dora tambin amaba mucho las sagas y los libros de fbulas. Era comn al menos hasta 1923 en que estuve junto a ellos que se regalaran para los respectivos cumpleaos libros ilustrados para la infancia, dando especial importancia a los ejemplares que tuvie- sen dibujos coloreados a mano. Walter me mostraba, por ejemplo, las creaciones de Lyser, en un rapto en que se fundan ntimamen- te la alegra por el descubrimiento y el jbilo por el resultado arts- tico. Le gustaba conversar sobre ellos y subrayar en particular nexos poco evidentes, a menudo descuidados. En junio de 1918 encontra- mos en lo de un anticuario de Berna el primer volumen de Bilder- buch fr Kinder [Libro ilustrado para nios] de Bertuch del Crculo de Weimar del que compr inmediatamente tambin otros volmenes, ya que constitua un punto de inters muy particu- lar en su apasionada dedicacin. Mientras comentaba esta o aquella pgina brillaba ya entonces, sin que fusemos conscientes, su agu- da sensibilidad por la emblemtica. Las imgenes que en esos libros eran fruto de asociaciones lo fascinaban no menos de lo que ms tar- de lo fascinaron la Melancholia I de Durero y los libros de emble- mas de los siglos XVI y XVII.23

    23 Cfr. Scholem, G., Walter Benjamin - die Geschichte einer Freundschaft, Suhrkamp, Frankfurt, 1975, pp. 85-86.

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  • Para darse una idea de la ansiedad y, al mismo tiempo, del amor desinteresado con los que Benjamin segua aquel rapto que Scho- lem haba entrevisto en sus ojos bastara releer la minuciosa crni- ca de la imprevisible adquisicin del volumen Peau de Chagrin de Balzac en una subasta pblica, hecho al que hace referencia en su conferencia de 1931 Saco mi biblioteca de las cajas:

    Entre los recuerdos ms hermosos del coleccionista figura el del ins- tante en el que corri a salvar un libro al que jams en su vida le haba dedicado siquiera un pensamiento y mucho menos haba de- seado por el simple hecho de que estaba abandonado y traiciona- do en un mercado libre, y lo compr como el prncipe de Las Mil y una Noches compra una bella esclava para restituirle la libertad. En efecto, para el coleccionista de libros, la verdadera libertad de ca- da volumen est en algn lugar de su biblioteca.24

    Sobre la Coleccin, Benjamin vuelve sobre todo en una carta a Scholem del 16 de setiembre de 1924, en un perodo delicado pa- ra su proyectos futuros (est preparado el Drama barroco alemn, tal vez su esfuerzo conceptual ms consistente, con el que intil- mente tratar de acceder a la actividad acadmica habilitndose en la Universidad de Frankfurt en 1925), al punto que considerar de all en ms la posibilidad de dedicarse a las antigedades para su propio sostn econmico,25 y en un ao en el que se publica en Ber- ln una historia del libro para nios, obra de Karl Hobrecker que cri- tica no sin reservas:

    Ha salido recientemente el libro de mi competidor berlins, maestro y envidioso promotor de mi coleccin, Karl Hobrecker: Alte verges- sene Kinderbcher [Libros para la infancia viejos y olvidados]. He recibido recientemente una copia para la crtica. El texto del viejo parece escrito por un to bonachn, con un ingenuo humorismo que produce quizs el efecto de un budn mal hecho. La seleccin de las ilustraciones es en parte cuestionable, pero la realizacin de las de color es, en realidad, notable. Creo que, en su debido momento, te cont que el editor no se perdonaba no haberme confiado el encar-

    24 Benjamin W., Ich packe meine Bibliothek aus, en B.W., Gesammelte Schriften, IV, 1, Suhrkamp, Frankfurt, 1978, pp. 392-393.

    25 Cfr. carta a Florens Christian Rang, de Berln (14 de octubre de 1922) en Ben- jamin, W., Lettere 1913-1940, trad. it. A. Marietti y G. Backhaus, Einaudi, Tori- no, 1978, p. 58.

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  • go despus de haber sabido de mi coleccin y del hecho de que la po- seyera.26

    Que Benjamin haya acariciado durante cierto tiempo la idea de escribir un trabajo de importancia sobre la literatura infantil es al- go que se pone en evidencia en un apunte del Diario de Mosc [Moskauer Tagebuch 1926-1927] donde el escritor recuerda haber expuesto a un coleccionista moscovita de libros para nios su gran proyecto de una obra de carcter documental titulada La Fantasa [Die Phantasie].27 Por lo dems, este proyecto aparece sintonizado con la atencin que Benjamn reservaba a la fbula, la primera consejera de los nios, luego de haber sido durante algn tiempo consejera de la humanidad, mundo mgico capaz a su juicio de disipar y desvalorizar las fuerzas oscuras de la saga y al que le dedic algunas de las pginas ms relevantes y esencia- les de toda la literatura sobre el tema.

    Aos ms tarde el editor Richard Weissbach de Heidelberg se di- riga a Benjamn interesndolo en una publicacin sobre libros pa- ra nios. El escritor berlins, que en 1933 haba escogido vivir ais- lado en Pars, en tanto intelectual democrtico y hebreo persegui- do por el nacionalsocialismo, responda el 23 de junio de. 1932:

    Su propuesta me interesa particularmente. Usted sabr sin duda que poseo una de las colecciones ms relevantes de libros infantiles ale- manes. Y existen pocas expresiones del mundo del libro con las que me encuentre vinculado de un modo tan ntimo.28

    La precipitacin de los acontecimientos polticos con el adveni- miento de Hitler impidi a Benjamin llevar a cabo ese proyecto. Mientras tanto, un eco de sus ms recnditas intenciones de acce- der a la enciclopedia mgica, de la que incluso las piezas de su Coleccin no son sino elementos de poco peso, se haca sentir en el ensayo Panorama del libro infantil [Aussicht ins Kinderbuch, 1926], un texto que junto con el Abecedario de hace cien aos [ABCBcher von hundert Jahren, 1928] forma parte de ese tipo

    26 Carta F. Ch. Rang (14/10/1922), cit., p. 101 27 Benjamin, W., Moskauer Tagebuch, Suhrkamp, Frankfurt, 1980, p. 145. Ben-

    jamin estuvo en Mosc durante el invierno de 1926. 28 Carta a R. Weissbach, publicada por primera vez en Benjamin, W., Gesam-

    melte Schriften, IV, 2, cit., p. 1049.

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  • particular de sus escritos definido como illustrierte Aufstze [ensayos ilustrados] en los que las ilustraciones se insertan en la trama del ensayismo benjaminiano casi hasta desintegrar el tejido conceptual, intentando una sintona con el specificum fantstico de los nios.

    Al parecer, Benjamin sigui ampliando su Coleccin de libros para la infancia hasta comienzos de los aos treinta, considerndo- la no obstante (como resulta de una carta hallada recientemente en uno de los ejemplares) de propiedad de su mujer Dora, que en los aos treinta despus del divorcio cuid de esos libros en la Francia meridional y los llev luego con ella a Londres a comien- zo de los aos cuarenta. Despus de la muerte de Dora en 1964, la coleccin fue heredada por el hijo Stefan y desde la muerte de es- te ltimo, en febrero de 1972, est custodiada por la viuda, Janet Benjamin, en Londres.

    5....UNA IMAGEN QUE HACE HUNDIRSE A TODO EL MUNDO: LA ALIANZA ENTRE LIBROS Y NIOS Y EL REPUDIO DE UNA PEDAGOGA COLONIAL

    Los verdaderos destinatarios de los escritos benjaminianos sobre la literatura infantil que se publican en el presente volumen no son tanto los nios, sino ms bien los adultos, sobre cuya duplicidad y ambigedad existencial intenta proyectar luz la pasin anticuaria de Benjamin. Y esto no slo porque el escritor berlins est conven- cido de que los nios pueden educar a los educadores atentos,29

    sino porque el abrevar en los escombros de lo olvidado y en el co- fre de la infancia misma slo son para l un simple pretexto para arrancar esos restos de la tradicin cultural de las garras del con- formismo que est a un tris de someterlos, como teorizar en una de sus Tesis de filosofa de la historia (1940).30 Incluso el hurgar en el libro para nios era una ocasin para hablar a los contempo- rneos, a quienes considera privados de la dimensin de una sabi- dura pica y presa de un derrotero histrico en el cual la mano

    29 Benjamin, W., Programm eines proletarischen Kindertheaters, en B.W., Gesammelte Schriften, II, 2, Suhrkamp, Frankfut 1978, p. 768 (trad. it. en Fachi- nelli E., Il bambino dalle uova doro, Feltrinelli, Milano, 1974, pp. 156-163).

    38 Benjamin, W., Angelus Novus, op. cit, p. 74.

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  • libre y suelta ha tomado el timn por sobre aquella seria y pe- sada.31

    En un momento histrico como el de la Alemania de fines de los aos veinte y comienzos de los treinta, en el que prevalecen tenden- cias irracionalistas y en el que presintiendo el ascenso del nazis- mo Benjamin ve engrosarse las columnas de los mercenarios prontos a marchar con paso pesado32 sobre los restos de una cul- tura de tradicin liberaldemocrtica, cuyo ncleo histrico trata- r poco despus de salvar en la coleccin epistolar Hombres ale- manes [Deutsche Menschen, 1936] y que haba sufrido el golpe de- cisivo en 1848, Benjamin es obviamente consciente de la fragilidad (del infantilismo en cierto sentido propio de quien se entretie- ne con letras, palabras, imgenes, mientras los enemigos usan ca- ones y ametralladoras) con que los crticos productores de cultu- ra contrastan el paso pesado de los nuevos mercenarios. El juego con las letras (y por lo tanto el propio inquieto ensayismo de Benjamin, su extraordinaria capacidad de hablar mediante im- genes) que en los Comienzos florecientes (1931) se definen como a la vez seductoras y rechazantes, encuentra no obstante so- bre el mismo trasfondo de la miseria de la privacin de los de- rechos y de la inseguridad reales de esos aos una legtima razn de existencia, dado que para Benjamin persiste fundamentalmen- te la exigencia de no traicionar la consigna de obrar concretamente para abrir paso a la llegada del Mesas a travs de la puerta estre- cha, segn una formulacin suya plena de connotaciones teolgi- cas. Sin embargo, en la total falta de ilusiones frente a la poca como confesar en una carta Benjamin cultivar hasta el final (arrancndola de un siempre renovado juego con las letras) una spes contra spem, una esperanza a pesar de todo que, como pa- ra Kafka, le parece que sigue brillando pero no para nosotros y que persigue con una tenacidad sobre la que pesa la sombra del fracaso (ratificado quiz por su suicidio para huir del riesgo de ser detenido por la Gestapo despus de haber sido sorprendido en fu- ga a Port Bou, en la frontera entre Francia y Espaa).

    Estos escritos benjaminianos revelan una irreductible ambiva- lencia con respecto a los adultos. Alindose con los nios, en cu-

    31 Cfr. Benjamin, W., Chichleuchlauchra, pp. 125-130 de esta obra. 32 Benjamn, W., Storia della letteratura, en AA.VV., Storia e scienza della

    letteratura, Libreria del Convegno, Cremona, 1970, p. 10

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  • yo lenguaje, en cuyo juego y en cuyo vnculo con las palabras, im- genes y colores l encuentra las huellas de una secreta felicidad, cuya inmediatez parece escapar al adulto (los nios le parecen, en cierto momento, como una suerte de representantes del Paraso, cfr. Ges. Schriften, cit. I, 3, p. 1243), Benjamin trata, por un lado, de sustraer tales textos del universo de las certidumbres filisteas. En tal sentido, cuando no interviene la impronta moralizante, los libros para nios quedan ante sus ojos como una suerte de texto sacro, un lugar en el que se alberga esa promesse du bonheur que tantos adul- tos han perdido y traicionado y en el cual los nios son simplemen- te ellos mismos en virtud de una unin inmediata, espontnea con el relato y con las imgenes, gracias a una fantasa carente de gra- mtica, capaz de ver reunir las palabras en ropajes siempre reno- vados.

    Sin embargo, al mismo tiempo Benjamin sabe que los grandes vigilan el mundo de la percepcin del nio, un mundo que mues- tra por todas partes huellas de la generacin anterior,33 y que los libros para la infancia pueden tornarse irreconocibles para aquel que intervenga con intenciones autoafirmativas. De aqu la fatali- dad segn Benjamin de que el nio exhiba espontneamente una relacin dialctica al confrontarse con aquellas huellas. Y de aqu la exigencia para el historiador de la cultura de perse- guir en la historia del libro infantil tambin aquellos puntos lmite en los que la fe en un continuum pedaggico positivo, siempre con- figurado sobre las expectativas de los vencedores y defendido a menudo con rida pedantera, ha sufrido un hondo cuestionamien- to. El interrogante con el que Benjamin cierra su estupendo Jugue- tes y juego (Un poeta moderno dice que para cada hombre exis- te una imagen cuya contemplacin le hace olvidarse del mundo en- tero: cuntos no la encontrarn en una vieja caja de juguetes.33) se puede aplicar, en tal sentido, con pleno derecho tambin al vie- jo libro para nios.

    Releyendo la historia de la literatura infantil desde el Orbis pictus de Comenius hasta el Biedermeier y el expresionismo el crtico berlins no deja de poner en evidencia aquellos momentos en los que es patente su carcter de catecismo privado y pblico de la aristocracia, primero, y de la burguesa en ascenso despus, siem- pre preocupado por abordar esa literatura en su contextualidad so- cial, ligndola a la conciencia de la burguesa en sus procesos de de-

    33 Benjamin, W., Juguetes y juego, p. 94 de esta misma obra.

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  • sarrollo material (pinsese en este aspecto, por ejemplo, en sus con- sideraciones sobre el significado de la ilustracin): Pues el nio no es un Robinson; escribe en la Historia cultural del juguete. Los nios no constituyen una comunidad aislada, sino que son una par- te del pueblo y de la clase de la cual proceden.34 Pero de aqu tam- bin la atencin que presta a los aspectos contradictorios del fen- meno, en la conviccin de que la literatura para nios (que hoy constituye el soporte de una floreciente industria del libro) est car- gada de elementos autoritarios y represivos, ideolgicos en senti- do lato, pero al mismo tiempo plena de potenciales iluminsticore- volucionarios. Para ese propsito Walter Benjamin no ahorra fle- chas dirigidas a esos pedagogos de la Kindertmlichkeit (carcter infantil), sus contemporneos, que no perdan ocasin de burlar- se de los libros para nios de impronta iluminista, a los que l no les niega su aridez y hasta su falta de inters para el nio, pero a propsito de los cuales, no obstante, aade en una crtica del ya re- cordado texto de Karl Hobrecker:

    Pero esos errores de antao son leves en comparacin con las abe- rraciones que, a causa de la supuesta empata con el ser infantil, es- tn de moda hoy en da: la desconsoladora y distorsionada alegra de las historias rimadas, los ridculos monigotes ideados por dibujan- tes poco sutiles que creen interpretar al nio. El nio exige del adul- to una representacin clara y comprensible, no infantil; y menos aun quiere lo que ste suele considerar como tal.

    De all la necesidad para el escritor berlins de captar seales que manifiesten las secretas intenciones nutridas de vez en cuando por los adultos educadores y de tematizar para combatirlas las for- mas en que ha expresado sus ideales educativos la burguesa en as- censo, encaminada con creciente agresividad a defender sus posi- ciones, pero privada del espritu que la sostena.35 Benjamin no renuncia a gozar de ese paraso de papel y de magos precisamen- te porque sabe que hay sepultados posibles signos de lo diverso, cuya clave aparentemente perdida yace tal vez sepultada, ol- vidada, bajo la costra de los hbitos adultos, formas petrificadas y ya irreconocibles de nuestra primera felicidad, de nuestro primer

    34 Benjamin, W., p. 88 de esta obra.

    29

    35 sta es la meditacin que precede a una estupenda antologa de cartas reali- zada por Benjamin: Uomimi tedeschi, trad, it. de C. Bovero, Adelphi, Milano, 1979, p. 11

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  • horror, como se le aparecen en Juguetes y juego. Si los grandes, incapaces de ser fieles a los pases de las fbulas que han pene- trado sus corazones de nios y de llevar a cabo en la existencia adulta los deseos expresados cuando nios,36 se le aparecen a Ben- jamin como viviendo mutilados de su infancia, los nios en cuanto portavoces de la esperanza de las generaciones le pa- recen expuestos a la amenaza de tener que vivir exclusivamente de manera infantil. La fantasmagora de las imgenes de los anti- guos libros de lectura y abecedarios no parece tener un fin en s mis- ma; detrs del fulgor cromtico trata en cambio de remontarse a una burguesa que necesit a los nios y que en ellos busc las bases necesarias y biolgicas de la propia subsistencia. Precisamente con esto se relaciona la recuperacin que hace Benjamin de los compo- nentes ms destructivos de la actividad coleccionista. Esto indu- ce a Benjamin a rechazar la no total utilizabilidad de los libros pa- ra nios por parte de los burgueses que inculcan el patrimonio cul- tural y lo adecan a la afirmacin del propio dominio de clase, a las leyes de una pedagoga colonial que perturbe la delicada y cerrada fantasa del nio. En los armarios estilo Biedermeier (en los que Benjamin mismo pudo todava hurgar de muchacho) los viejos libros para nios, con sus estupendas y vividas ilustraciones coloreadas en las que aun no haba descendido la sombra de la se- rialidad y de la reproductibilidad tcnica, adems de salvarse de la segura desaparicin, en realidad pudieron en cierta medida man- tener ntegra (frente a las miras de la burguesa que no renunciaba a hacer de ellos meros objetos de uso) su peculiaridad de puros pro- ductos de un saber que hua del provecho y dejaba abiertas fren- te a nios y pedagogos todas las vas hacia la alteridad y lo diver- so. En esos armarios parecan haber conservado ntegra su peculia- ridad de instrumentos destinados al goce y al placer de los ms pequeos, y tambin de esos adultos que hubieran tratado de sinto- nizarse con ese saber.

    Confiado en la suerte ntima a la que, segn la frase de Teren- ziano Mauro (habent sua fata libelli), ni siquiera los libros parece- ran lograr sustraerse en el curso de la historia, el coleccionista au- tntico, como Benjamin lo delinea, parece unirse a ellos en:

    36 Benjamin, W., Infanzia berlinese, trad, it. de M. Bertolini Peruzzi, Einaudi,

    Torino, 1973, p. 29: El hada, gracias a la cual se tiene derecho a un deseo, exis- te para todos. Slo que son pocos los que logran recordar el deseo que han expre- sado.

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  • una relacin [... ] que no ponga en primer plano el valor funcional y, por lo tanto, la utilidad, eso que en ellos puede servir, sino que los estudie y los ame como la escena de su destino.37

    Mientras que el burgus es par excellence un acumulador de co- sas para disfrutar, el nio en la nobleza de intenciones que Ben- jamin le otorga trata de gozarlas y gustarlas como ese verdade- ro seor que el filisteo no es capaz de ser. El nio sabe aceptar ser mirado por las imgenes, as como someterlas al uso personal. Asiste al libre fluir de las palabrasimgenes, al desovillarse de ese mundo que casi reposa en s mismo. Y no obstante, el nio no se su- bordina jams a juicio de Benjamin a realidades exteriores, como los libros de imgenes o de cuentos (o incluso los juguetes), sino que vive con ellos una situacin dialctica: sufre, s, la fasci- nacin, pero sabe mantener distancia de ellos, sabe jugar con ellos. Queda por lo tanto envuelto en la dialctica del aceptar y el trans- formar: aceptar las leyes de lo diverso, lo gratuito, lo entretenido, que se traslucen en la literatura infantil; transfo mar y dar vuelta instintivamente los materiales con los que la primera experiencia histrica lo confronta: colores, letras, figuras, a los que su fantasa incansable parece reservar siempre nuevas combinaciones:

    r

    Cuando inventan historias, los nios son registros que no se dejan cortar las alas por el sentido comn escribe Benjamin en Pa- norama del libro infantil [...] de golpe las palabras se cubren con trajes y en un relmpago estn implicadas en duelos, escenas de amor o reyertas. Es as como los nios escriben sus textos; pero es tambin as como los leen.

    Del dualismo de fondo que parece existir entre la experiencia histrica del adulto que ha olvidado su propia infancia (aceptar para someterse a la propia utilidad) y la experiencia histrica del ni- o (aceptar para abrirse a lo distinto) se dira que surge el compo- nente de peligro que Benjamin ve representado por la burgue- sa que los produjo en los libros para la infancia, casi como si el filisteo, justamente mientras trata de someterlos a sus propias mi- ras, se quitara una serpiente del seno y apretara un material queman- te entre sus manos. Caben en este tipo de consideraciones, por ejemplo, el tcito entendimiento que Benjamin ha visto estable-

    37 Benjamin, W., Ich packe meine Bibliothek aus, ob. cit, p. 389.

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  • cerse sobre la cabeza de los pedagogos entre los nios y los ilustradores refractarios a las leyes del provecho e inclinados al anonimato, es decir, criaturas que permanecen inmunes a la maldi- cin de la fama, a la mendacidad del yo burgus (que para Ben- jamin constituye el receptculo del dominio y de la violencia de la sociedad), seres que en su simplicidad quedaron privados del rgido encuadramiento social y, en consecuencia, estn aun lejos de irrumpir en la produccin industrial. Con esos artistas subversi- vos los nios pareceran andar del brazo, rindose de los escr- pulos de los pedagogos filntropos.

    A juicio de Benjamin los nios parecen conducidos a una acti- tud de refractariedad al universo ideolgico de la burguesa en su ascenso por dos constantes de la literatura de fbulas como la exa- geracin y la repeticin. Gracias a la exageracin ellos lograran, en efecto en presencia de un texto como Pedrito el Desgreado de Hoffmann huir de las violencias de los adultos que les desti- nan esas historias atroces (cf. Comienzos florecientes). Por otra parte, gracias a la fuerza de la repeticin inherente al hecho de con- tar fbulas, el nio y el adulto mismo que narra estaran en condi- ciones de huir del terror:

    Para l [el nio] no han de ser dos veces, sino una y otra vez, cien, mil veces. Esto no solo es la manera de reelaborar experiencias pri- mitivamente terrorficas mediante el embotamiento, la provocacin traviesa, la parodia, sino tambin la de gozar una y otra vez, y del mo- do ms intenso, de triunfos y victorias. El adulto libera su corazn del temor y disfruta nuevamente de su dicha cuando habla de ellos. El nio los recrea, vuelve a empezar.38

    Por lo tanto no sorprende que Benjamin entrevea en los espan- tajos inventados, durante siglos, por los educadores para reprimir la fantasa infantil (los chichleuchlauchra) la implcita disminu- cin de una autoridad autnticamente capaz de mantener al nio abierto en el horizonte de la felicidad, cuyo deseo ha sido, des- de el nacimiento de cada uno por gracia de las hadas, poder expresar. Contra el terrorismo pedaggico o contra la carrera afanosa de sealar metas o de desplegar un saber prefijado pa- ra los nios, Benjamin no deja en cambio de entusiasmarse por esas cartillas, silabarios o libros de lectura en los que resulta evidente la preocupacin por:

    38 Benjamin, W. Juguetes y juegos, pp. 93-94 de este libro. 32

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  • tutelar la soberana del que juega, de no hacerle desperdiciar ener- gas en los contenidos didcticos y de prohibir el terror con el que las primeras cifras y letras se plantan tan gustosas como un fetiche fren- te al nio.

    En esta direccin l ve moverse, por ejemplo, los textos de Seid- mannFreud, iniciativas que le parecen capaces de despertar en los nios una confianza en ellos mismos y sentido de seguridad.

    Los libros para la infancia y las mismas figuras de las ilustracio- nes, a las que Benjamin adscribe la funcin de despertar en el ni- o la palabra recuperan as una autoridad legtima (y en esto consiste, tal vez, su enigmtico poder) sobre los nios en la medida en que no exhiben voluntad inhibitoria o terrorfica sino que pu- ras cscaras de un saber que supera tanto a los nios como a los adultos los invitan a la alteridad, potencian en ellos las capacida- des de evocar lo diverso y les permiten situarse fuera de la patria mtica (o de la Infancia, con i mayscula) que los grandes esbozan para ellos a su propia imagen y semejanza.

    Reledas hoy, las intervenciones de Walter Benjamin no parecen haber perdido nada de esa actualidad verdadera que el ensayista berlins pareci buscar: la actualidad de lo que contribuye a abrir la puerta de los sueos y el libro de la felicidad, y no a sellarlos, tal vez definitivamente.

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  • LA ENSEANZA DE LA MORAL (1913)

    Quiz nos tiente la idea de cortar de raz cualquier disquisicin te- rica acerca de la asignatura Moral, con la afirmacin de que las influencias sobre la moral son un asunto puramente personal, que se sustrae a toda esquematizacin y normalizacin. Estemos o no en lo cierto, hay un hecho concreto que para nada tiene en cuenta ese principio: la enseanza de la moral es fomentada, porque se la considera necesaria. Y si se fomenta tericamente la enseanza de la moral, tambin es preciso analizar tericamente esta exigencia.

    Intentaremos a continuacin contemplar la enseanza de la mo- ral de manera aislada e independiente. No preguntaremos en qu medida es posible lograr un relativo mejoramiento con respecto a una deficiente enseanza religiosa, sino cul ser la situacin de la enseanza de la moral frente a exigencias pedaggicas absolutas.

    Partimos de la tica kantiana, pues en esta cuestin es imprescin- dible un anclaje en lo filosfico; Kant distingue entre legalidad y moralidad y a veces expresa tal diferencia de este modo:

    Para que algo sea considerado moralmente bueno, no es suficiente que est de acuerdo con la ley tica; es preciso que se haga por amor a ella.

    Eso marca otra determinacin ms de la voluntad tica: es in- motivada, est condicionada nicamente por la ley moral, por una norma: obra bien!

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  • Dos sentencias paradjicas de Fichte y Confucio arrojan una cla- ra luz sobre ese pensamiento.

    Fichte niega la significacin tica del conflicto de deberes. Evidentemente, al hacerlo slo brinda una interpretacin de nues- tra conciencia moral; si para cumplir un deber tuviramos que des- cuidar otro, nos hallaramos en un aprieto, por decirlo as, tcnico; pero ntimamente no nos sentiramos culpables, porque la ley mo- ral no exige que se haga concretamente esto o aquello, sino que se haga lo tico. La ley moral es la norma del obrar, no su contenido.

    Segn Confucio, la ley moral implica el doble peligro de pare- cerle demasiado alta al sabio y demasiado baja al necio. Con ello quiere decir que la realizacin emprica de la tica nunca est con- tenida en la norma tica; que sera sobrestimarla creer que dentro de ella estn dados todos los mandamientos empricos.

    Confucio se dirige contra el necio, pues opina que toda accin, por legal que sea, slo adquiere valor tico si surge de una intencin tica. Con esto volvemos a Kant y a su clebre formulacin:

    No es posible nada en el mundo, ni fuera de l, que pueda conside- rarse sin restriccin como bueno, excepto una buena voluntad.

    Esta sentencia contiene el credo bsico de la tica kantiana, la nica que aqu nos interesa. En ese contexto, la voluntad no tie- ne un significado psicolgico. La psicologa reconstruye mecanis- mos de accin psicolgica, en cuya realizacin la voluntad es, en tanto causa, a lo sumo uno de los factores. Lo que le importa al ti- co es el carcter tico de la accin, y sta tiene tal carcter no por haber nacido de numerosas causas, sino de la sola y nica intencin tica. La voluntad del hombre concibe su obligacin frente a la ley moral, y en esto agota su significacin tica.

    Nos hallamos aqu ante una idea que parece apta para constituir- se en punto de partida de todas las reflexiones concernientes a la educacin moral. Tenemos frente a nosotros la evidencia de una an- tinomia en la educacin moral, que tal vez sea tan slo un aspecto aislado de una antinomia ms general.

    La meta de la educacin moral es la formacin de la voluntad ti- ca; y, sin embargo, no hay nada ms inaccesible que esa voluntad tica, puesto que, como tal, no constituye una dimensin psicol- gica tratable con determinados medios. Ninguna influencia emp- rica nos da la garanta de tener realmente repercusin en la volun- tad tica. Falta la palanca con la que se pueda manejar la educacin

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  • moral. La ley pura y nica es tan inaccesible como inabordable es la voluntad pura para el educador. Comprender este hecho en toda su gravedad constituye un requisito previo a toda teora de la edu- cacin moral. Inmediatamente se impone una conclusin: dado que el proceso de educacin moral se opone, por principio, a toda racio- nalizacin o esquematizacin, no tiene nada que ver con ningn ti- po de enseanza, pues la enseanza es para nosotros, y por princi- pio, el medio racionalizado de educacin. Nos conformamos aqu con esta deduccin, para analizar esa proposicin ms adelante, cuando consideremos la enseanza actual de la moral.

    Ahora bien, traern estas reflexiones como consecuencia la bancarrota de la educacin moral? As sera si el irracionalismo sig- nificara la bancarrota de la educacin. Pero el irracionalismo slo significa la bancarrota de una ciencia exacta de la educacin: la re- nuncia a una teora cientficamente acabada de la educacin moral parece ser la consecuencia real de lo dicho. Sin embargo, a conti- nuacin procuraremos esbozar la posibilidad de una educacin moral concebida como un todo, aunque carente de unidad sistem- tica en cuanto a sus partes. Desde este punto de vista, el principio de la comunidad escolar libre, de la comunidad tica, parecera ser fundamental. La forma en que se concreta la educacin tica en es- ta comunidad es la religiosidad, porque tal comunidad experimen- ta una y otra vez, en su interior, un proceso que engendra la religin y despierta la contemplacin religiosa, proceso que quisiramos llamar plasmacin de lo tico. Como ya hemos visto, la ley mo- ral carece de toda relacin con lo empricamente tico (en cuanto emprico). No obstante, la comunidad tica vivencia una y otra vez la transmutacin de la norma en un orden emprico legal. Tal mo- do de vida exige una libertad que permita a lo legal ajustarse a la norma. Mas slo a travs de esa norma se obtiene el concepto de co- munidad. La esencia de la constitucin tica de comunidades pare- cera estar representada por una ntima fusin entre rigor tico en la conciencia de la obligacin comn y confirmacin de la tica en el orden de la comunidad. Empero, como proceso religioso se opo- ne a todo anlisis.

    Con esto nos hallamos frente a una peculiar inversin de aser- ciones muy actuales. Mientras que hoy en da se multiplican por doquier las voces que consideran la moral y la religin como in- dependientes entre s, a nosotros nos parece que slo en la religin, y slo en ella, puede hallar su contenido la voluntad pura. La vida cotidiana de una comunidad tica lleva la impronta de la religin.

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  • Esto es lo que cabe afirmar, terica y positivamente, con respec- to a la educacin moral, antes de poder formular una crtica de la educacin moral en vigencia. Incluso al formular esa crtica siem- pre debemos tener presente el pensamiento sealado.

    Dicho en forma puramente dogmtica, el peligro ms profundo de la enseanza de la moral yace en la motivacin y legalizacin de la voluntad pura, es decir en la supresin de la libertad. Si la edu- cacin moral se propone realmente la formacin tica del alumno, podemos afirmar que se sta abocado a una tarea irrealizable. Si quisiera detenerse en lo universalmente vlido, no ira ms all de lo dicho aqu o de ciertas doctrinas kantianas. Los medios del inte- lecto, es decir los de validez universal, no permiten aprehender ms exactamente la ley moral, porque sta es determinada por la religio- sidad del individuo all donde recibe sus contenidos concretos. Las palabras de Goethe nos demuestran la imposibilidad de penetrar en la relacin, todava amorfa, del individuo con la moral:

    En el hombre, lo supremo carece de forma, y debemos guardarnos de drsela de otro modo que mediante la accin noble.

    Quin se arroga todava, en el da de hoy (fuera de la Iglesia), el papel de intermediario entre el hombre y Dios? Quin quisiera introducirlo en la educacin, cuando esperamos que toda tica y re- ligiosidad emanen del estar a solas con Dios?

    La educacin moral carece de sistema; la educacin moral se ha propuesto una tarea irremplazable: he aqu la doble expresin de un mismo hecho fundamental. A esta asignatura slo le resta impartir en lugar de educacin moral una rara especie de educacin c- vica, segn la cual todo lo necesario ha de ser espontneo y todo lo que en el fondo es espontneo debe ser necesario. Se cree poder sus- tituir la motivacin tica por ejemplos racionalistas y no se admi- te que en ellos la tica se halla a su vez ya presupuesta.1 Por ejem- plo, cuando en la mesa de desayuno se quiere introducir en el nio la idea del amor al prjimo describindole el trabajo de todos aque- llos a quienes les debe los goces que experimenta. Quiz sea tris- te que tales perspectivas sobre la vida muchas veces se le abran al

    1 No se podra causar mayor dao a la tica que intentar basarla en ejemplos. Pues es necesario que todo ejemplo que se me ofrezca sea l mismo juzgado pre- viamente segn principios de moralidad, para saber si es digno de servir de ejem- plo prstino, es decir de modelo; pero de ninguna manera puede brindarnos el con- cepto de tica por sobre todo (Kant).

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  • nio slo a travs de la enseanza de la moral. Por otro lado, ese ti- po de explicaciones slo puede hacer impresin en un nio que ya conozca la simpata y el altruismo, y estos sentimientos no son vivenciados en clases de moral, sino en la comunidad.

    Sea dicho de paso, la energa especfica del sentido moral, la capacidad de empata moral, no aumentar por la incorporacin de motivaciones, de material, sino nicamente por su aplicacin. Existe el peligro de que el material supere en mucho a la excitabi- lidad moral y la embote.

    La enseanza de la moral se caracteriza por cierta inescrupulo- sidad de los medios; al no disponer de la motivacin tica propia- mente dicha, debe servirse no slo de reflexiones racionalistas, sino tambin preferentemente de estmulos psicolgicos. Pocas veces se llegar al extremo del orador que en el Congreso de Enseanza de la Moral, de Berln, aconsej entre otras cosas apelar incluso al egosmo de los alumnos (en este caso slo puede tratarse de un me- dio de lograr la legalidad, no ya la educacin moral). Pero tampo- co la invocacin de la heroicidad, la exigencia o el elogio de lo ex- traordinario, en cuanto desembocan en una exaltacin emocional, tienen nada que ver con la continuidad de la actitud moral interior. Kant no se cansa de condenar semejantes prcticas.

    Lo psicolgico implica aun el peligro especial de un autoanli- sis sofisticado, en el cual todo parece necesario, adquiere un inte- rs gentico y no moral. A dnde llegaramos si, por ejemplo, ana- lizramos y enumerramos los distintos tipos de mentiras, tal como lo propuso un pedagogo de la moral?

    Como ya lo dijimos, lo especficamente tico forzosamente se pierde. He aqu otro ejemplo caracterstico de ello, tomado, al igual que los anteriores, de la Jugenlehre de Foerster. Un muchacho es golpeado por sus compaeros, y Foerster argumenta: t devuelves los golpes para satisfacer tu impulso de autoafirmacin, pero quin es tu enemigo ms constante, aqul contra el cual necesitas defenderte ms? Tu pasin, tu sed de venganza. Entonces, en el fondo, tu autoafirmacin consistira en no devolver los golpes, en suprimir el impulso ntimo. Es ste un ejemplo de transformacin mediante la interpretacin psicolgica. En otro caso similar, se le promete al muchacho golpeado por sus compaeros que al final vencer y que, a pesar de todo, si no se defiende los otros lo deja- rn en paz. Pero un alegato basado en el resultado nada tiene que ver con una motivacin tica. La atmsfera de lo tico no es la moti- vacin utilitaria, la utilidad propia o ajena, sino la conversin. 39

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  • Nos excederamos en el espacio si ofreciramos otros ejemplos de una prctica a menudo peligrosa desde el punto de vista de la mo- ral. No mencionaremos las analogas tcnicas de la moral, ni el ma- nejo moralista de las cosas ms triviales. Referiremos solamente la siguiente escena de una clase de caligrafa. El maestro pregunta:

    Qu faltas ser capaz de cometer quien, no obligndose a observar con toda precisin las lneas, siempre las sobrepasa con sus letras?

    La variedad de respuestas de los alumnos fue sorprendente. No es esto casustica de la peor especie? No existe relacin alguna en- tre tales ocupaciones caligrficas y el sentimiento moral.

    Por lo dems, ese tipo de enseanza de la moral de ninguna ma- nera es independiente como suele afirmarse de las concepcio- nes morales vigentes, o sea de la legalidad. Al contrario: el peligro de sobreestimar la convencin legal est presente, puesto que la en- seanza, con su fundamentacin racionalista y psicolgica, nunca puede alcanzar la actitud tica, sino nicamente lo emprico, lo prescrito. Tales reflexiones harn que a menudo al alumno le parez- ca que la buena conducta (que debera sobrentenderse) es algo ex- traordinario. El simple concepto del deber est a punto de perderse.

    Pero si, a pesar de todo, se insiste en ensear moral, es necesario aceptar los peligros. Hoy en da ya no son peligrosas las antinomias de los primeros cristianos: bienmal igual a espiritual-sensual. Peligrosos son lo sensualmente bueno y lo espiritualmente ma- lo, ambas formas del snobismo. En este sentido, el Dorian Gray de Wilde podra ser la base de una enseanza de la moral.

    Segn lo dicho, la enseanza de la moral est muy lejos de sa- tisfacer una exigencia pedaggica absoluta; sin embargo, puede tener y tendr su importancia como etapa de transicin. No por constituir un eslabn como hemos visto, muy imperfecto en la evolucin de la enseanza religiosa, sino por poner en relieve la de- ficiencia de la cultura actual. La enseanza de la moral se orienta hacia lo perifrico, lo carente de conviccin en nuestro saber, el ais- lamiento intelectual de la formacin escolar. Pero lo importante no es aprehender el material informativo desde lo exterior, a travs de la tendencia de la enseanza tica, sino captar la historia de ese ma- terial, del espritu objetivo en s. En este sentido hemos de esperar que la enseanza de la moral constituya la transicin hacia una nueva didctica de la historia, en la cual tambin el presente ha de encontrar el lugar histricocultural que le corresponde.

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  • EXPERIENCIA (1913)

    Libramos nuestra lucha por la responsabilidad contra un enmasca- rado. La mscara del adulto se llama experiencia. Es inexpresi- va, impenetrable, siempre igual; ese adulto ya lo ha experimenta- do todo: la juventud, los ideales, las esperanzas, la mujer. Todo era ilusin. A menudo nos sentimos intimidados o amargados. Quizs ese adulto tenga razn. Qu podemos contestarle? Nosotros an no hemos experimentado nada.

    Pero trataremos de quitar la mscara. Qu ha experimentado ese adulto? Qu quiere demostramos? Ante todo, una cosa: l tam- bin ha sido joven, tambin l quera lo que queremos nosotros; l tampoco quera a sus padres, pero la vida le ha enseado que los pa- dres tenan razn. Y muestra su sonrisa de superioridad, pues a no- sotros nos suceder lo mismo. De antemano desvaloriza nuestros aos, los convierte en una poca de simpticas necedades, en una infantil embriaguez que precede a la larga sobriedad de la vida for- mal. As son los benvolos, los liberales. Pero conocemos otros pe- dagogos cuya amargura no pretende ni siquiera permitirnos los bre- ves aos de la juventud. Severos y crueles, quieren sometemos ya a la servidumbre de la vida. Unos y otros desvalorizan nues- tros aos, los destruyen. Y, cada vez ms, nos invade una sensacin: la juventud no es ms que una breve noche (llnala de embria- guez!); despus vendr la gran experiencia, aos de compromi- sos pobres de ideas y carentes de inspiracin. As es la vida. Lo que nos dicen los adultos es lo que ellos experimentaron.

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  • S! Esto es lo nico que experimentaron, jams supieron de otra cosa: el absurdo de la vida, la brutalidad. Nos alentaron alguna vez a emprender cosas grandes, cosas nuevas, a acometer lo futuro? Oh, no, porque eso no se experimenta! Todo lo que tiene sentido, lo que es verdadero, lo que es bello, lo que es bueno, est fundado en s mismo. Para qu nos sirve all la experiencia? Y he aqu el se- creto; como jams eleva la vista hacia la grandeza, hacia la inspi- racin, el burgus ha convertido la experiencia en Evangelio, en mensaje de la vulgaridad de la vida. El jams ha comprendido que hay algo ms que la experiencia, que existen valores a los cuales servimos y que no estn sujetos a experimentacin.

    Por qu la vida carece de consuelo y sentido para el burgus? Porque lo nico que conoce es la experiencia. Porque l mismo carece de consuelo y sentido. Y porque l no mantiene ninguna relacin tan intima como la que lo liga a lo ordinario, a lo que es eternamente ayer.

    Pero nosotros conocemos otra cosa, que ninguna experiencia nos da ni nos quita. Sabemos que existe la verdad, aunque todo lo pensado hasta ahora haya sido un error. Sabemos tambin que se debe ser fiel, aunque nadie lo haya sido hasta ahora. Ninguna ex- periencia puede robamos esa voluntad. Sin embargo tendran en algo razn los padres con sus cansados gestos y su desesperanza pe- tulante? Ser triste lo que hemos de experimentar? Slo en lo que no es posible experimentar podemos fundar la intrepidez y el sen- tido? En tal caso, el espritu sera libre, pero la vida sin cesar lo arrastrara hacia abajo, porque esa vida, esa suma de experiencias, resultara desconsoladora.

    Nosotros, sin embargo, no comprendemos tales interrogantes. Acaso llevamos todava la vida de aquellos que ignoran el espri- tu, de aquellos cuyo Yo inerte es arrojado por la borda como las olas contra un arrecife? No. Pues cada una de nuestras experiencias tie- ne ahora un contenido. Nosotros mismos le daremos un contenido con nuestro espritu. El irreflexivo se conforma con el error. Nun- ca encontrars la verdad le dice al investigador, lo s por ex- periencia. Pero el investigador hallar en el error una nueva ayuda para encontrar la verdad (Spinoza). La experiencia slo carece de sentido y de impulso para el espritu embotado. Quiz resulte do- lorosa para quien aspira a alcanzar las alturas; pero difcilmente lo precipitar en la desesperacin.

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    Una cosa es cierta: jams caer en una morosa resignacin ni se dejar adormecer por el ritmo del burgus. Porque como habris

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  • notado ste slo celebra todo nuevo fracaso. Acaso eso nos es- t demostrando que l tena razn? Su creencia se ha confirmado: es verdad que el espritu no existe. Sin embargo, nadie exige como l un sometimiento tan absoluto, una veneracin tan rigurosa al espritu. Porque si criticara, tendra que participar en la creacin. Y l no puede hacerlo. Hasta la experiencia del espritu, que l ha- ce contra su voluntad, carece para l de espritu.

    Dgale usted que cuando sea hombre respete los sueos de su juventud.*

    Nada ms odioso para el burgus que sus sueos de juventud. (Y la sensiblera suele ser una forma de mimetismo de ese odio.)

    Porque lo que apareca en esos sueos era la voz del espritu, que tambin a l lo llam una vez, como a todo ser humano. La juven- tud es el eterno recuerdo de ello y por eso la combate, le habla de esa experiencia gris y todopoderosa y ensea al joven a rerse de s mismo. Vivenciar sin espritu es cmodo, pero funesto.

    Repito: nosotros conocemos otra experiencia. Esa experiencia puede ser hostil al espritu y destruir muchos sueos; no obstante es lo ms hermoso, lo ms intocable, lo ms inmediato, porque jams puede faltar el espritu si nosotros seguimos siendo jvenes. Uno siempre se vivencia slo a s mismo, dice Zaratustra al final de su peregrinaje. El burgus hace su experiencia; y es la eterna y ni- ca experiencia de la falta de espritu. El joven vivenciar el espri- tu y cuanto ms le cueste lograr algo grande, ms fcilmente encon- trar el espritu en todo su camino y en todos los hombres. El joven ser indulgente cuando sea hombre. El burgus es intolerante.

    * Federico Schiller. (N. del T.)

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  • LA POSICIN RELIGIOSA DE LA NUEVA JUVENTUD (1914)

    El movimiento de la juventud que despierta seala hacia ese pun- to infinitamente lejano donde sabemos se encuentra la religin.

    Y el solo hecho de ser movimiento ya nos brinda la ms firme ga- ranta de lo acertado de su direccin. La juventud que se despierta en Alemania se halla igualmente alejada de todas las religiones y asociaciones ideolgicas por igual. Tampoco adopta una actitud re- ligiosa. Pero esa juventud significa algo para la religin, y la reli- gin empieza a adquirir una muy nueva significacin para ella. All donde nace lo nuevo, all, en el centro, est la juventud. Sufre la pe- nuria ms apremiante y la ayuda de Dios est ms cerca de ella.*

    Slo en la juventud puede alcanzar la religin un grado tan alto de penetracin en la comunidad y slo en la juventud el ansia de re- ligin es tan concreta, tan ntima, tan honda. Porque el camino que recorre la joven generacin, en su proceso formativo, carece de sen- tido sin ella. Es desierto y penoso si no existe en l ese punto en que aparece la bifurcacin, la opcin decisiva. Ese punto de bifurcacin ha de ser comn a toda una generacin, y all se levanta el templo de su dios.

    El anhelo religioso despert tarda y aisladamente en los mayo- res. Eran decisiones secretas, tomadas ante encrucijadas particula- res, y no ante una encrucijada nica, general. La decisin no impli-

    * Referencia al proverbio alemn Wenn die Not am grssten, ist Gott am nchsten (Cuando la penuria es ms apremiante, Dios est ms cerca).(N. del T.)

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  • caba ninguna garanta, le faltaba la objetividad religiosa: as perma- neci siempre el individuo frente a la religin.

    Y ahora aparece una juventud que est unida a la religin, que es el cuerpo en el cual la religin sufre sus propias penurias. Una ge- neracin quiere verse nuevamente en la encrucijada, pero la bifur- cacin de caminos no aparece. Todas las juventudes debieron ele- gir, pero los objetos de su eleccin estaban predeterminados. La nueva juventud se halla ante un caos en el cual se pierden los ob- jetos (sagrados) de su eleccin. Las palabras que le sealan el ca- mino no son puro o espurio, no son sagrado o pecaminoso; slo son trminos compulsivos como permitido o prohibido. Se siente sola y perpleja, y ello garantiza su seriedad religiosa, garantiza que la religin ya no le significa una forma cualquiera de espritu, ni uno de esos caminos transitables que se encuentran por millares y pueden tomarse en cualquier momento. Nada desea ella con ms vehemencia que la eleccin, la posibilidad de eleccin, la sagrada decisin en s misma. La eleccin crea sus propios objetos; es este el aspecto que ms la acerca a la religin.

    Una juventud que se acepte a s misma significa una religin que todava no es. Rodeada por un caos de cosas y hombres, sin que na- da sea sagrado ni nada pecaminoso, necesita elegir. Y no podr ele- gir con la ms profunda seriedad mientras la Gracia no haya vuel- to a crear lo sagrado y lo pecaminoso. La juventud confa en que lo sagrado y lo condenado se revelen en el momento en que su volun- tad mancomunada de elegir haya alcanzado la tensin ms alta.

    Pero mientras tanto lleva una vida difcil de comprender, llena de entrega y desconfianza, veneracin y escepticismo, sacrificio y egosmo. Esa vida es su virtud. No debe desechar ninguna cosa, ni a ningn ser humano, porque en cada uno (en la columna de anun- cios y en el delincuente) puede surgir el smbolo o el santo. Y, sin embargo, a nadie debe entregarse del todo; jams debe volver a en- contrarse enteramente a s misma, ni en el hroe a quien venera, ni en la muchacha a quien ama, porque las relaciones del hroe y de la amada con lo ltimo, con lo esencial, con lo sagrado, son oscuras e inciertas, como es incierto el propio Yo al que an no encontra- mos en la eleccin. Es posible que esa juventud tenga muchos ras- gos en comn con los primeros cristianos, para quienes tambin en el mundo alentaba lo sagrado que poda surgir en cada uno, hasta tal punto que les impeda la palabra y la accin. La doctrina del no hacer est muy cercana a esa juventud. Y, no obstante, su in- finito escepticismo (que no es otra cosa que una infinita confianza)

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  • le obliga a desear la lucha. Tambin de la lucha puede surgir Dios. Luchar no significa execrar al enemigo. Sus luchas son ordalas. Son luchas en que esa juventud est tan dispuesta a vencer como a ser derrotada. Porque lo nico que importa es que en esas luchas se revele la forma de lo sagrado. Esa lucha la mantiene alejada tam- bin del misticismo, que dara al individuo la ilusin de una salva- cin, en tanto an no exista la comunidad religiosa. La juventud sa- be qu