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    por MONSEOR KLAUS GAMBER

    Fundador del Instituto Litrgico de Ratisbona

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    Nota relativa a las llamadas

    - Un numero, a la derecha de un vocablo y entre corchetes [ ], indica unareferencia bibliogrfica, que podr encontrar al final de la obra.

    - Un nmero a manera de exponente a la derecha de un vocablo, correspondea notas a pie de pgina de la edicin original.

    - Uno o mas asteriscos, corresponden a notas del traductor.

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    PREFACIO

    A la edicin francesa

    (Por el Cardenal Joseph Ratzinger)

    Despus de habernos entregado una edicin francesa de "Die Reform der RmischenLiturgie", los monjes de Barroux publican ahora en francs una segunda obra del granliturgista alemn Maus Gamber, "Zum Herrn hin", sobre la orientacin de la Iglesia ydel Altar. Los argumentos histricos aportados por el autor, se fundamentan en unprofundo estudio de las fuentes, que l mismo efectu; concuerdan con los resultadosde grandes sabios, como F. J. Dlger, J. Braun, J. A. Jungmann, Erik Peterson, CyrilleVogel, el Rev. Padre Bouyer, por citar tan slo algunos nombres eminentes.

    Pero lo que da importancia a este libro es sobre todo el substrato teolgico, puesto alda por estos sabios investigadores. La orientacin de la oracin comn a sacerdotesy fieles (cuya forma simblica era generalmente en direccin al este, es decir, al sol

    que se eleva), era concebida como una mirada hacia el Seor, hacia el verdadero sol.Hay en la liturgia una anticipacin de su regreso; sacerdotes y fieles van a suencuentro. Esta orientacin de la oracin expresa el carcter teocntrico de la liturgia;obedece a la monicin: "Volvmonos hacia el Seor".

    Esta llamada se dirige a todos nosotros, y muestra, por encima de su aspectolitrgico, cmo hace falta que toda la Iglesia viva y acte para corresponder almensaje del Seor.

    Roma 18 de noviembre de 1992

    Joseph Cardenal Ratzinger

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    PRLOGO

    La edificacin de las iglesias y la oracin hacia el Oriente

    "Tenemos un altar, del que no pueden comer los que sirven en el tabernculo" (Heb. 13,10)

    El altar se refiere siempre a un sacrificio ofrecido por un sacerdote. Altar, sacerdote ysacrificio van al unsono, como lo deca San Juan Crisstomo: "Nadie puede sersacerdote sin sacrificio" [1]. Como los protestantes rechazan expresamente elsacrificio de la misa y el sacerdocio del preste, no tienen tampoco necesidadpropiamente hablando de altar.

    En todas las religiones antiguas, el sacerdote, como sacrificador, escogido entre loshombres (Cf. Hebr. 5,1), se sita delante del altary delante del santuario (que es larepresentacin de Dios). De igual forma, los que asisten a la celebracin del sacrificio,se acercan al altar, a fin de estar en comunin con ste, por mano del sacerdotesacrificador, como escribi San Pablo: "Los que comen de las vctimas no estn en

    comunin con el altar?" (1 Cor. 10,8).

    En el transcurso de estos ltimos veinte aos, se ha operado un cambio en nuestraconcepcin del sacrificio. Personalmente, creo que la introduccin de altares cara alpueblo y la celebracin orientada hacia ste, es mucho ms grave y engendradora deproblemas para la evolucin futura, que el nuevo misal. Porque en la base de estanueva colocacin del sacerdote con respecto al altar -(y sin duda alguna, se trata aqude una innovacin, no de un retorno a una costumbre de la Iglesia primitiva)- hay unanueva concepcin de la misa, que hace de ella una "comunidad del banqueteeucarstico".

    Todo lo que primaba hasta ahora, la veneracin cultual y la adoracin a Dios, as

    como el carcter sacrificial de la celebracin, considerada como representacinmstica y actualizacin de la muerte y resurreccin del Seor, pasa a segundo plano.Lo mismo la relacin entre el sacrificio de Cristo y nuestro sacrificio de pan y vinoapenas aparece. En nuestro opsculo "Das opfer der Kirche " (El sacrificio de laIglesia) trat en detalle esta cuestin.

    No soy de los que piensan que las formas del altar, tal como se haban constituido enel curso de los ltimos siglos, y se haban conservado hasta el Concilio Vaticano II, nose puedan modificar. Al contrario, me gustara que se volviese a formas simples, talcomo las que habitualmente estaban en uso en el primer milenio, tanto en la Iglesia deOriente, como en la de Occidente (y an hoy da en Oriente), formas que ponan muy

    en relieve el carcter del altar cristiano, lugar del sacrificio del Nuevo Testamento.La necesidad de exponer en detalle, pero de forma comprensible para todos, elproblema que plantean los modernos altares cara al pueblo, as como el celebrantevuelto a la asamblea, me surgi leyendo las numerosas cartas de los lectorespublicadas el pasado ao, durante muchos meses, en el Deutsche Tagespost. Estascartas prueban que en lo que concierne a la evolucin histrica del altar, muchascosas quedan confusas; y que muchos errores, sobre todo referentes a los primerostiempos de la Iglesia, parecen que se han anclado en el espritu de las gentes. Portodo esto he decidido con toda intencin tener en cuenta las preguntas propuestas porlos lectores en sus cartas.

    Klaus Gamber - Pentecosts 1987

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    EL ALTAR Y EL SANTUARIO AYER Y HOY

    "Cmo te contemplaba en tu santuario viendo tu fuerza y tu gloria!" (Ps. 62,3).

    "Desde que me despierto, slo tu mirada me llena de alegra" (Ps. 16,15).

    Estas palabras del salmista dicen bien lo que era la participacin interior de los fielesdel Antiguo Testamento entrando en el Templo de Jerusalem; en definitiva no son otracosa que la oracin de Moiss pidiendo a Dios poder contemplar su faz (cf. Ex.33,11-23). Pero, as como Moiss slo vio a Yahwehpor detrs; igualmente el israelitacreyente no vea ms que el santuario de Dios; y si no perteneca a la castasacerdotal, slo su exterior.

    El visitante de la casa de Dios (Domus Dei) cristiana, deba expresar el mismo deseoque el salmista, el de ver"la gloria"de Dios y sentir su "poder", tal como aparece en elcurso de la misa, a travs de los ritos y las representaciones. Contemplamos al Seoroculto bajo las especies eucarsticas, pues en esta tierra no nos est permitidoadmirar la faz de Dios sin morir (cf. Ex. 33,20).

    Orgenes nos recuerda que: "Es seguro que los poderes anglicos toman parte en laasamblea de los fieles, y que la virtud de nuestro Seor y Salvador est all presente,as como los espritus de los santos" [2]. Y el poeta sirio BalaY declara: "A fin de quesobre la tierra se pueda encontrar (al Seor), l se ha construido una casa entre losmortales y ha edificado altares... para que la Iglesia obtenga la vida. Que nadie se

    equivoque: es el Rey quien habita aqu!, acerqumonos al Templo a contemplarlo![3].

    A fin de ver un poco el "poder y la gloria" de Dios y para vivirla en la liturgia, loshombres en el transcurso de los pasados siglos, han edificado iglesias y catedrales ylas han dotado lo mejor que podan. Han aceptado que sus templos, en cuantomorada de Dios, sean suntuosos, aunque ellos mismos viviesen a menudo en lamayor miseria. Acaso no era su santuario? Por ello era su bien comn.

    Jams se haban construido tantas iglesias nuevas como los aos que siguieron a lasegunda guerra mundial. La mayora de ellas son construcciones puramenteutilitarias, en las que se ha renunciado voluntariamente a hacer obra de arte; aunque

    frecuentemente hayan costado millones. Desde el punto de vista tcnico, no les faltade nada: se benefician de una excelente acstica y de perfecta ventilacin; bieniluminadas y fcilmente calentables. Se puede ver el altar desde todos los lados.

    Sin embargo, esas Iglesias no son casas de Dios en sentido propio, no son unespacio sagrado, un templo del Seor donde se guste ir para adorar a Dios yexpresarle nuestras necesidades. Son salas de reunin a donde no se va fuera de losmomentos dedicados a los oficios. Como hacen juego con los "silos de habitaciones"o los "almacenes para humanos", cuales son los edificios de los barrios perifricos; aestas iglesias, en el lenguaje popular, a veces, se les llama "silos de almas" o"almacenes del pater noster".

    Otras iglesias han sido expresamente concebidas como obras de arte; su modelo esla capilla de peregrinos de Ronchamp. El clebre arquitecto Le Corbusier, que era

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    agnstico, consigui una obra maestra de la arquitectura. Pero no una Iglesia. Puedeque sea un lugar de oracin que predisponga a la meditacin, pero no ms.

    Desde entonces, el modelo de la capilla de Ronchamp fue imitado y la construccinde Iglesias se convirti en un terreno de experimentacin, donde se desfogaba elsubjetivismo de los arquitectos. Esto se volvi cada vez ms fcil cuando se impuso el

    principio segn el cual ya no existira un "espacio sagrado" en oposicin al "mundoprofano".

    Los nuevos edificios se convirtieron as en smbolos de nuestros tiempos, eigualmente en el signo de la descomposicin de las normas existentes y en la imagende todo lo que es catico en el universo contemporneo. Ahora bien, un lugardedicado al culto tiene sus propias leyes, que no se someten ni a la moda ni a loscambios de los tiempos. Como en el Templo de Jerusalem, Dios habita en l de formaparticular. Y aqu es donde se rinde culto a Dios.

    A esto hay que aadir igualmente lo siguiente: hoy, las bases espirituales y teolgicasfallan. La vida pblica, en su mayor parte, se ha secularizado. Las Iglesias cristianasno constituyen ya, desgraciadamente, la fuerza principal de la sociedad occidental.Sin embargo, los arquitectos construyen hoy como si nada hubiese cambiado,mientras no falte el dinero. Los gigantescos centros parroquiales que se edifican enlos barrios perifricos darn la impresin que la iglesia continua siendo el gran imnque atrae a los hombres.

    En el futuro esto llevar a la construccin de edificios simples, relativamente limitados,que si no se distinguen en nada por su aspecto exterior, presentarn en su interior unacondicionamiento de buena calidad, enteramente orientados hacia su fin cultural. Demanera anloga, la baslica de la Iglesia primitiva apenas se distingua, en cuanto aconstruccin, del resto de los edificios de la calle; sin embargo, por la suntuosidad de

    sus cortinas y lmparas, y sobre todo por la rica ornamentacin del altar y delsantuario, el interior constitua un marco digno del misterio que en ella tena lugar.

    En las nuevas iglesias, la disposicin del santuario ha sido objeto de diferentessoluciones. Mientras que en las Iglesias construidas entre las dos guerras, existanvarios escalones para subir al altar, que apareca en una plataforma ms elevada; hoyse le coloca sobre un podium aislado (en alemn, "Altarinsel" o islote del altar)dispuesto lo ms cercano posible a los fieles.

    El centro de este podium est constituido por una mesa de altar (mensa),generalmente de grandes dimensiones y desprovista de toda ornamentacin. Al ladose encuentra un ambn, de piedra como el altar, y detrs tres sillas o ms

    (acolchadas) para el celebrante y sus asistentes. Por ltimo, solo, en alguna parte delmuro desnudo del bside, el sagrario. El crucifijo, hacia el cual se dirigan hasta ahoralas miradas de los que rezaban, falta casi siempre, o bien se encuentra de tamaopequeo, encima del altar. Este ltimo lleva, al lado del inevitable ramo de flores,algunos candeleros reunidos en manojo, o bien si se trata de los de gran tamao, seles coloca directamente en el suelo alrededor del altar.

    Por el contrario las iglesias ortodoxas de Oriente se construyen hoy de la mismamanera que se haca hace ms de mil aos, y se las adorna con pinturas e iconos. Setrata aqu de un arte tpico, al que tanto el arquitecto, como el artista estn ligados al"typos " o modelo tradicional, sin que esto sea siempre uniforme.

    En Occidente tambin, segn la tradicin en comn con Oriente, era esencial que elsantuario estuviera separado del espacio reservado a los fieles, como antao en

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    Jerusalem el santuario del resto de los edificios del Templo. El tan trado principio denuestros das, segn el cual "el altar debe ser el centro ", es falso en lo referente a sulocalizacin.

    El altar es el centro de la accin sagrada: sobre l, en el curso de la celebracin de lamisa, reposa "el cordero sacrificado " del Apocalipsis (5,6). Por eso Santa Hildebranda

    de Bingen llama al altar "la mesa dispensadora de vida" y aade: "Cuando elsacerdote ... se acerca al altar para celebrar los santos misterios, un destello de luzaparece de pronto en el cielo. Los ngeles descienden, la luz rodea el altar ... y losespritus celestes se inclinan a la vista del servicio divino " [4].

    La separacin estricta entre el santuario y la nave apareci en la poca en la que lasmuchedumbres empezaron a adherirse en masa a la Iglesia; por consiguiente lo mstarde alrededor del ao 300. Entonces se edificaron barreras alrededor del coro y secolocaron cortinas, una rodeando el baldaquino del altar, otra en la prgola de lasbarandillas del coro, prgola que en las iglesias pequeas, se reduca a un simpletravesao de madera (cf. fig. 1). Todo esto porque se pensaba que el misteriocelebrado en el altar, deba ser preservado, no exponindolo directamente a las

    miradas de los hombres.

    El iconostasio bizantino no es otra cosa que una extensin de esta barreras del coro(cancelli) de la Iglesia primitiva. El iconostasio tiene habitualmente tres puertas, comolas cancelas construidas en tiempos del emperador Justiniano (]'565) en la iglesia deSanta Sofa de Constantinopla, dotada ya, como en general en los siglos siguientes,de representaciones de Cristo o de Mara, ngeles, profetas y apstoles. El clebreicono de Cristo, en el monasterio del monte Sina, data de la misma poca; debeprovenir, teniendo en cuenta sus dimensiones -84 centmetros de alto-, de uno deestos antiguos iconostasios. Los iconos se colocaban, y se colocan todava, parteentre las columnas de la prgola y parte encima de stas como en el caso de la

    "deisis"(Cristo entre Mara y Juan Bautista).En la iglesia de Occidente, las cortinas (vela), que se utilizaban desde los orgenes enla ornamentacin del altar y las barreras del coro, no han cesado de ser utilizadas enlas iglesias hasta la poca barroca, donde todo estaba organizado para la vista y laclaridad. As encontramos en el sacramentario de Angulema (hacia el 800), al final delas frmulas de consagracin para una iglesia, la siguiente rbrica: "Despus serecubren los altares (con los manteles) y se cuelgan las cortinas del templo (velatempli)" [5]. Lo mismo, en el rito de consagracin de las iglesias del sacramentario deDrogn (siglo IX) se habla de un "velum "suspendido entre la nave y el altar (nteraedem et apare) [5]. Pero lo que importa, es que volvamos a tener respeto por el altar.

    Tanto en la Iglesia de Oriente como en la de Occidente, existe la costumbre de que elsacerdote que se acerca al altar se incline profundamente ante l; y en el libro delExodo (29,37) se lee a propsito del altar del tabernculo: "todo lo que le toque sersantificado ". El mismo Jess declara "Ciegos!, que es ms, la ofrenda o el altar,que santifica la ofrenda?" (cf. Mt. 23,18), y que no se debe depositar en el altarninguna ofrenda sino despus de haberse reconciliado con el hermano (cf. Mt. 5,23).

    La ofrenda del sacrificio del Nuevo Testamento ha hecho que el altar se convierta enel Trono de Dios. Por lo que San Juan Crisstomo advierte a sus lectores: "Piensa enel que va hacer su entrada aqu. Tiembla de antemano. Porque aquel que sloapercibe el trono (vaco!) del Rey, se estremece en su corazn cuando espera lallegada del Rey"[6].

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    En la Iglesia primitiva, y ms tarde tambin, penda del baldaquino del altar, ademsde la lmpara circular, un recipiente de oro y plata, generalmente en forma de paloma,donde se guardaba la eucarista (para la comunin de los enfermos). Para este fin, amenudo se empleaba tambin un cofre que, como el Arca de la Alianza del AntiguoTestamento (arca), estaba hecho de madera de acacia recubierta de pan de oro oplata (cf. Ex. 37,1-9). Se conserva en Coire un bello ejemplar del siglo VIII. El copn

    dorado del emperador Arnoul, antiguamente en San Emmeran de Ratisbona yactualmente en Munich, data del siglo IX. Con sus cuatro columnitas se asemejamucho al "artophorin " (tabernculo) que hoy se encuentra sobre el altar de lasiglesias bizantinas.

    Estos receptculos estaban siempre colocados sobre el altar o en un nicho colocadoen su parte posterior. El tabernculo metlico de la poca moderna sali de aqu. Enel siglo XIII, Guillaume Durand en su "Rational " o "Manual para los divinos oficios",habla de la instalacin de un arca (tabernculo) encima del altar, dentro del cual "sedepositan conjuntamente el cuerpo del Seor y las reliquias de los santos" [7]. Por elcontrario la conservacin del pan eucarstico en un tabernculo, situado en la paredizquierda del coro, es ms reciente y era habitual sobre todo en la poca gtica. La

    conservacin sobre el altar es en todo caso muy atinada. Nada se puede objetar a laconservacin de la santa eucarista en otro lugar de la iglesia, con tal de que seadigno.

    En el bside, donde se encontraba el trono del obispo y las sedes de los sacerdotes,en su parte superior no se represent hasta el siglo V -como atestigua Nil d'Ancyre(t430) [8]- nada ms que la cruz o bien -como todava se puede ver en algn mosaicoromano adems de la cruz, Cristo enseante rodeado de los Apstoles; despus, mstarde, hasta la poca gtica, en casi todo el Occidente, Cristo, sentado en su trono,dentro de una mandona, sobre el arco iris, rodeado de los cuatro animales delApocalipsis (4,8) y de ngeles; en la parte inferior, la Madre de Dios, los Apstoles yotros santos, representando la asamblea celestial.

    Durante la celebracin de la Eucarista, los fieles al contemplar la imagen de Cristosobre su trono del cielo, lo sentan as igualmente entre ellos. No basta con recordarlas palabras del Seor: "Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, all estoy yo enmedio de ellos " (Mt. 18,20); es necesario expresarlo de manera sensible,precisamente por la imagen.

    Un muro de bside totalmente desnudo, como se encuentra en muchas iglesiasmodernas, era en otro tiempo algo inconcebible. Cuando se terminaba una nuevaconstruccin, precisamente este muro era lo primero que se decoraba con mosaicos opinturas, y slo despus se haca con los otros muros. Recurdense aqu los

    magnficos mosaicos de la baslica de Ravena y los de las catedrales de Venecia,Torcello y Parenzo. Mientras que las pinturas del bside tenan ante todo un carctercultual, pues evocaban la presencia del Seor, sentado en su trono, dominando laasamblea; las pinturas de la nave, con sus escenas extradas del Antiguo y NuevoTestamento tenan como primer efecto segn el pensamiento occidental, un findidctico. Estaban destinadas a ensear a los fieles las realidades divinas.

    Por el contrario el Oriente bizantino ve ante todo en estas representaciones unaactualizacin de los misterios de la salvacin; lo mismo que los numerosos retratos deSantos, a lo largo de los pilares y de los muros laterales, simbolizan la presencia de laasamblea celeste o el hecho de unirse a ellos (cf. Heb. 12,22).

    Por esto el interior de la iglesia ortodoxa se convierte en el lugar, donde se juntan elpasado, el presente y el futuro; donde la eternidad -(el "hodie", el "hoy", palabra por la

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    que comienzan numerosos cantos solemnes)- aparece; donde el cielo y la tierra seunen.

    En las iglesias de Occidente, ya lo hemos visto, la mirada de los participantes sediriga hacia la representacin del Hijo de Dios transfigurado, as como hacia la cruz,signo de nuestra salvacin. La cruz se consideraba sobre todo signo de victoria, el

    signo del Hijo del Hombre, regresando al fin de los tiempo (Mt. 24,30) y, por esto se laadornaba con oro y piedras preciosas. Se colocaba tras el altar; y, hasta la pocaromana, no llevaba el cuerpo de Cristo.

    Slo ms tarde se impuso la costumbre de pintar en la Cruz la imagen del Crucificadoo de fijarla en forma de representacin sobre esmalte; pero an entonces no como unCristo de dolor o muriendo entre atroces sufrimientos, sino como el que ha vencido ala muerte o como sumo sacerdote. La representacin plstica de un cuerpomartirizado, tal como ha llegado a ser habitual en Occidente, por principio se rechazaen Oriente, porque se piensa que resalta demasiado el aspecto fsico o humano.

    Como, segn la concepcin tradicional, la representacin en el bside del Hijo de Diosen gloria y la cruz sobre o encima del altar son elementos esenciales de la decoracindel santuario, jams se puso en duda que la mirada del sacerdote celebrante debadirigirse, durante la ofrenda del sacrificio, hacia el Oriente, hacia la cruz y larepresentacin de Cristo transfigurado, y no hacia los fieles que asistan a lacelebracin, como actualmente es el caso en la celebracin versus populum (cara alpueblo).

    Sin embargo, pocas iglesias modernas tienen tal punto de referencia; parece que engeneral los artistas modernos temen introducir obras plsticas en las iglesias. Esto sedebe a los conflictos interiores que desgarran al hombre moderno y que le impidencrear un arte sacro. En definitiva lo que falta es la tradicin que, en las iglesias de

    Oriente, no ha cesado de impregnar hasta nuestros das el desarrollo del culto, laarquitectura de las iglesias y el arte litrgico.

    En la ortodoxia, el artista tiene por misin principal, representar el misterio de lasalvacin, tal como se describe en las Sagradas Escrituras y ha sido trasmitido por laTradicin, delimitacin que le preserva de las arbitrariedades, con frecuenciatremendas, que podemos encontrar en el arte sacro contemporneo, sin que por ellole limiten demasiado en su realizacin artstica.

    Mientras que en Occidente (al contrario de lo que ha ocurrido en Oriente), ladisposicin del santuario y de los altares ha sufrido en diversas ocasiones cambios alo largo de los siglos, (al fin de la poca romnica, y sobre todo en la poca gtica, se

    dot a los altares de retablos, lo que finalmente trajo la aparicin de los altaresbarrocos, tan tpicos por su altura), no se puede negar que en nuestros das se haproducido en este aspecto un nuevo cambio, de orden fundamental, despus delconcilio Vaticano II.

    As, despus del concilio, en muchos lugares, se ha suprimido el reclinatorio de lacomunin, que quedaba de la antigua clausura del coro; y se ha colocado, delante delaltar mayor, otro altar destinado a la celebracin, cara al pueblo. Y por todas partesmicrfonos!, micrfonos en el altar, micrfonos en los sitiales, micrfonos en elambn. En cuanto al antiguo plpito, ya no se utiliza ms.

    Se ha procedido a esta nueva disposicin del santuario con una unanimidadextraordinaria en casi todo el mundo. Mientras que en las antiguas iglesias el (nuevo)altar cara al pueblo, los sitiales y el ambn se han concebido como objetos movibles,

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    pudiendo en todo momento ser trasladados; en los edificios renovados o de nuevaconstruccin esta disposicin es definitiva en funcin de esta nueva organizacin quese cree "moderna".

    Se conserva la eucarista en un tabernculo mural (en medio de la pared del fondo oen la pared lateral izquierda). El nuevo altar cara al pueblo suele ser de piedra, su

    disposicin muchas veces slo permite la celebracin versus populum, los sitiales sontambin de piedra as como el ambn; todo con una apariencia de mole y de un estilocon frecuencia dudoso y, en todo caso, sin ninguna relacin con la tradicin.

    Ahora bien, indagando en los siglos pasados tendramos verdaderamente bastantesmodelos capaces de aportarnos ideas para esta organizacin, en particular del altar.

    E. A. Lengeling ha expuesto las "Tendencias de la construccin de iglesias catlicasen Alemania segn las decisiones del concilio Vaticano II" (Tendenzen des deutschenKatholischen kirchenbaus aufgrund der Beschlsse des II. hatikanischen Konzils) enun artculo aparecido bajo este ttulo en el Litusgisches Jahrbuch de 1967. Lastendencias que all se exponan han sido entre tanto impuestas de forma casiunnime. Pero no se ha tratado seriamente de fundamentar histricamente estanueva disposicin, salvo el estudio de Otto Nussbaum, del cual hablaremos msadelante.

    Para terminar, una palabra ms sobre las celebraciones eucarsticas de masas al airelibre. En estas manifestaciones muchos sienten una verdadera pesadilla, sobre todoen lo relativo a la forma en que se distribuye la comunin a la gente.

    No lo olvidemos; es verdad que Jesucristo predica a grandes multitudes, que amenudo alcanzaban miles de personas (cf. Mt. 14,21); sin embargo no instituy laSanta Eucarista en presencia de masas humanas sino en el crculo restringido de sus

    apstoles.

    Fue parecer de toda la cristiandad, que la misa, ese sacrificio que une el cielo y latierra, no poda celebrarse sino en locales sagrados preparados al efecto. Serecordar que el cordero pascual judo tambin slo poda ser consumido bajo techo yno al aire libre (cf. Ex. 12,46).

    Es necesario pensar adems en el hecho de que la preparacin y la consagracin delas hostias necesarias para la comunin de varios miles y a menudo hasta un millnde personas, ocasiona enormes dificultades.

    Parece que, por razones de principio, no se quiera renunciar a una participacin delos fieles en la comunin -aunque esto hubiera sido la solucin ms simple- porque,partiendo del carcter de cena propio de la misa, se piensa, sin razn, que larecepcin de la Comunin es necesaria para poder participar en cualquier misa.

    Pero lo que es del todo incomprensible que se celebren misas al aire libre, cuando sedispone de iglesias amplias. Va en contra de una tradicin de la iglesia de casi 2.000aos y adems en contra de la misma naturaleza de la santa misa, que ha sidosiempre considerada como un sacrificio y la realizacin de un misterio. Para celebrarel "misterio de la Fe", deberamos resguardarnos en los muros de nuestras iglesias,protectores del misterio. La santidad del lugar incitar a tomar la buena actitud, cara alo sagrado, que slo se desvela a aqul que se acerca con respeto.

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    EL ALTAR CARA AL PUEBLO

    Preguntas y respuestas

    "Lleg otro ngel y psose en pie junto al altar con un incensario de oro, y

    furonle dados muchos perfumes para unirlos a las oraciones de todos lossantos sobre el altar de oro que est delante del trono". (Ap. 8,3)

    Segn la concepcin de la epstola a los Hebreos, el templo terrestre de Jerusalem ysu altar son la imagen del santuario que est en los cielos y en el que Cristo, eterno ysumo sacerdote ha entrado (ef. Heb. 9,24).

    La liturgia celeste y la terrestre no son ms que una. Segn el pasaje del Apocalipsiscitado en el encabezamiento, un ngel se encuentra delante del altar de oro del cielo,con un incensario de oro en las manos, para ofrecer las oraciones de los fieles ante lafaz de Dios. Nuestra ofrenda terrenal no es tampoco totalmente aceptable delante deDios, sino "llevada de la mano del ngel hasta el altar del cielo", como se dice en el

    canon de la misa romana.

    La idea segn la cual el altar terrenal era una imagen del arquetipo celestial ante eltrono de Dios, ha determinado su disposicin y la posicin del sacerdote ante l: elngel con el incensario de oro est situado, como hemos ledo, ante el altar. Ademslas prescripciones que Dios dio a Moiss (cf. Ex. 30,1-8) han jugado tambin unimportante papel.

    Eran necesarias estas observaciones preliminares para hacer comprender cunto hancambiado las actuales concepciones relativas al altar. Estos cambios no se hanefectuado bruscamente sino poco a poco; todo empez muchos aos antes que el

    Concilio Vaticano II.

    En los Richtlinien fr die Gestaltung des Gotteshauses aus dem Geist der rmischenLiturgie (Instrucciones para la disposicin de las Iglesias en el espritu de la liturgiaromana) de 1949, Theodor Klauser adelanta que: "Ciertas seales hacen entreverque, en las Iglesias del futuro, el sacerdote se colocar como antao tras el altar ycelebrar cara al pueblo, como an se hace hoy en ciertas baslicas romanas; eldeseo, que se percibe por doquier, de ver ms claramente expresada la comunidadde la mesa eucarstica, parece exigir esta solucin" (n 8).

    Lo que Klauser presentaba entonces como deseable, ha llegado a ser, comosabemos, la norma en casi todas partes. Se piensa que se ha recuperado una

    costumbre de la primitiva cristiandad; pero como demostrarn claramente lasexplicaciones siguientes, se puede probar con certeza que jams ha habido ni en laIglesia de Oriente ni en la de Occidente celebraciones versus populum (cara alpueblo) sino que siempre todos se volvan hacia el oriente para rezar, ad dominum(hacia el Seor).

    La idea de un cara a cara entre el sacerdote y la asamblea en la misa se remonta aMartin Lutero que hacia notar en su opsculo Deutsche Messe und Ordnung desGottesdienstes (La misa alemana y el orden del culto divino) de 1526, al comienzo delcaptulo de "El Domingo para los laicos ": "Conservaremos los ornamentossacerdotales, el altar y los velas hasta el agotamiento, o hasta que nos convengacambiarlos. Sin embargo dejaremos hacer a los que quieran hacer otras cosas. Peroen la verdadera misa, entre verdaderos cristianos, ser necesario que el altar no

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    quede como est y que el sacerdote se vuelva siempre hacia el pueblo, como sinduda lo hizo Cristo durante la cena. Pero esto puede esperar".

    Y he aqu que el momento esperado ha llegado ......

    Para justificar el cambio de posicin del celebrante en relacin con el altar, el

    Reformador se refera a la situacin de Cristo durante la ltima Cena. En efecto, tenaante sus ojos las habituales representaciones de la poca: Jess est de pie osentado en medio de una gran mesa y los Apstoles lo rodean, a su derecha y a suizquierda.

    Pero, efectivamente, ocupaba Jess esta posicin?

    Ciertamente no, pues hubiera contravenido las costumbres domsticas de la poca.En tiempo de Jess, y an siglos ms tarde, se empleaba o una mesa redonda o unamesa en forma de sigma (en semicrculo). La parte delantera quedaba libre parapermitir servir los distintos platos. Los convidados estaban sentados o acostadosdetrs de la mes semicircular. A este efecto utilizaban divanes o un banco, en formade sigma. El sitio de honor no estaba, como pudiera pensarse, en el centro, sino a laderecha (in cornu dextro). El segundo sitio de honor estaba enfrente.

    Esta disposicin de los asientos se encuentra constantemente en las ms antiguasrepresentaciones de la Cena de Jess y permanece hasta el corazn de la edadmedia. El seor est siempre, sentado o recostado, en el lado derecho de la mesa (cf.fig. 4). Hacia el siglo XIII comenz a imponerse otro tipo de representacin: colocan aJess detrs de la mesa y en medio de los Apstoles, que le rodean. Esta es laimagen que tena Lutero ante sus ojos.

    Esta representacin tiene en efecto toda la apariencia de una celebracin versus

    populum. Pero en realidad no tiene nada de parecido, puesto que el "pueblo", hacia elque el Seor hubiera debido volverse estaba ausente, como se sabe, de la sala de lacena. Lo que quita todo valor a la argumentacin de Lutero. Por otra parte, en cuantosabemos, ste jams exigi que se celebrase vueltos hacia la asamblea; entre lascomunidades protestantes, solamente los Reformados adoptaron la costumbre dehacerlo.

    PRIMERA PREGUNTA

    Cul era la situacin en la primitiva Iglesia? No estaban los fieles con elpresidente sentados a la "mesa del Seor"?

    Aqu es conveniente distinguir bien entre la celebracin delAGAPE(comida fraternal)y la de la EUCARISTA, que primitivamente se hacia a continuacin del gape, y mstarde la precedi. Esta cuestin la he tratado en detalle en mi libro "Beracha".

    En los primeros siglos, cuando el nmero de miembros de la comunidad era anrestringido, se conserv la misma disposicin de los asientos de la ltima Cena, tantoms cuanto que ella corresponda a las costumbre de la poca. Muchas iglesiasdomsticas de la Iglesia primitiva, cuyos restos se han encontrado en las regionesalpinas, lo prueban claramente. En el centro de una habitacin relativamente pequea(poco ms de 5 x 12,5 m) se encuentra un banco de piedra semicircular capaz paraquince o veinte personas [9].

    En los pueblos, en que el nmero de fieles era ms elevado, haba que aadir mesassuplementarias. El obispo y los presbteros se sentaban en una de ellas, los fieles en

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    otras, separados hombres y mujeres. En la epstola a los Glatas (2,11-12), el apstolPablo reprocha al apstol Pedro el sentarse con los judos convertidos, separado delos paganos convertidos.

    Mientras que para la cena comn, el gape, estaban sentados en las mesas, para lacelebracin eucarstica se levantaban y se colocaban detrs del celebrante que

    permaneca ante el altar, como lo prescribe expresamente la Didascalia de losApstoles, una instruccin de los siglos II-III, que exige que se vuelvan estrictamentehacia el Oriente [10].

    En el estadio siguiente, una vez suprimida la comida fraternal (hacia el siglo IV)desaparecen las mesas. En lo sucesivo los fieles se sentaran en bancos dispuestos alo largo de los muros de la Iglesia. La mesa del altar, que antes era de madera, seconvierte en un altar de piedra.

    SEGUNDA PREGUNTACmo podemos oponernos a los modernos altares cara al pueblo, cuando hansido prescritos por el Concilio y prcticamente se han introducido en el mundoentero?

    En vano se buscar, en la Constitucin sobre la liturgia, promulgada por el ConcilioVaticano II, una prescripcin que exija celebrar la santa misa de cara al pueblo. Anen 1947, el Papa Po XII resaltaba en su encclica Mediator Dei (n 49), cunto seequivocaba aquel que quisiera dar al altar su antigua forma de "mensa"(mesa). Hastael concilio la celebracin cara al pueblo no estaba autorizada (1 Ver ms adelantepg. 26 y siguientes, con respecto al caso particular de ciertas baslicas romanas);

    estaba sin embargo tolerada tcitamente por algunos obispos, sobre todo para misasde jvenes.

    Entre nosotros, en Alemania, la nueva posicin del sacerdote hizo su aparicin con laJugendbewegung (Movimiento de la Juventud) en los aos veinte, cuando seempezaron las celebraciones eucarsticas en pequeos grupos, jugando un papel deprecursor Romano Guardini con sus misas en el Castillo de Rothenfels. El movimientolitrgico difundi esta costumbre, principalmente Pius Parsch, que acondicion, eneste sentido para su "parroquia litrgica", una pequea iglesia romnica (SantaGertrudis) en Klosterneuburg, cerca de Viena.

    Finalmente, estos esfuerzos fueron aprobados por la instruccin de la Congregacinde Ritos Inter oecumenicide 1964, que en consecuencia inspir el nuevo misal. All seprescribe (para las nuevas construcciones): "Es aceptable construir el altar mayorseparado del muro para que se facilite la vuelta y que se pueda celebrar cara alpueblo; y se colocar en el edificio sagrado de forma que sea verdaderamente elcentro hacia el cual se vuelva espontneamente la atencin de la asamblea de fieles"(n 91).

    Desgraciadamente es exacto que los nuevos altares cara al pueblo se han instaladopor todo el mundo, al menos esta parece ser la corriente que existe en la Iglesiacatlica romana. Sin embargo, propiamente hablando no puede decirse que estnprescritos.

    En las Iglesias ortodoxas de Oriente, donde hoy existen millones de cristianos, se hacontinuado respetando la costumbre de la Iglesia primitiva, segn la cual el sacerdote,

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    que celebra el Santo Sacrificio, est vuelto, con los fieles, hacia el bside. Esta actitudvale tanto para las Iglesias de rito bizantino (griegas, rusas, blgaras, serbias, etc.)como para las llamadas de rito oriental antiguo (armenia, siriaca, copta).

    Que el altar deba estar separado del muro "para que se le pueda dar fcilmente lavuelta" es otra cuestin. Esta exigencia de la Congregacin de Ritos est totalmente

    de acuerdo con la tradicin" (El pontifical romano tradicional, en el captulo "Sobre ladedicacin de las iglesias", exige expresamente que el altar no est adosado al muro,para que se le pueda dar la vuelta por todos lados a fin de poder cumplirconvenientemente los ritos de consagracin. El "misal de San Po V" (edicin de1962), por otro lado indica la manera de proceder a la incensacin de este tipo dealtares. En contra de lo que a menudo se cree, el altar as dispuesto estaperfectamente de acuerdo con la tradicin, aunque a partir de la baja edad media, seprefiri a menudo adosarlo al muro)

    Durante ms de diez siglos, como hasta en nuestros das en las iglesias ortodoxas deOriente, el altar ha permanecido desprovisto de superestructuras. Un cambio seprodujo en la poca gtica con la aparicin de los retablos. Estos tenan en parte la

    misma misin que las pinturas del bside y los muros de la iglesia, representando lasdiferentes etapas de la salvacin, desde la Anunciacin del ngel hasta la Ascensindel Seor.

    Mientras que en las iglesias pequeas los altares estaban adosados al muro delbside, en las grandes, como se ha visto, frecuentemente estaban colocados, hasta lapoca gtica, en medio del santuario. Entonces se poda dar la vuelta alrededorcuando se incensaba, como se dice en el salmo 25: "Yo lavar mis manos en lainocencia / y andar en derredor de tu altar, oh Yave! Haciendo resonar cantos dealabanza / ensalzando todos tus prodigios ".

    Para resaltar la santidad del altar, por lo menos en las iglesias mayores, ste tenasobrepuesto un baldaqun precioso sostenido por cuatro columnas. Se fijaban cortinasen los cuatro lados. Indudablemente hacan referencias a las cortinas del Templo deJerusalem, que separaban el Santo de los Santos (Sancta Santorum) del santuario, talcomo Dios se lo haba prescrito a Moiss: "Hars un velo de prpura violeta yescarlata ...Lo suspenders de cuatro columnas de madera de acacia recubiertas deoro ...Colgars el velo en corchetes, y all, detrs del velo pondrs el arca de laalianza. El velo servir para separar el santo de los santos del santuario" (Ex.26,31-33).

    En el rito bizantino, como hemos visto, el Iconostasio sirve para hacer estaseparacin; pero segn la concepcin ortodoxa, ste con sus iconos representa

    tambin la Ecclesia caelestis (la Iglesia del Cielo), que celebra acorde con los fieles; sibien no debe ser considerado solamente como un objeto de separacin sino decontemplacin, para aquellos que participen en la celebracin.

    En otros ritos orientales no bizantinos, el Iconostasio no se emplea. En su lugar, comoen el rito Armenio, encontramos dos cortinas: una pequea ante el altar y una grandeescondiendo todo el coro a los ojos de los fieles durante determinados momentos dela liturgia de la misa. Por ello San Juan Crisostomo dice: "Cuando veas correr lascortinas, piensa que entonces el cielo se abre en las alturas y que los ngelesdescienden" [ 11].

    Segn el testimonio de Guillaume Durand, estas cortinas se utilizaron igualmente enoccidente hasta la mitad de la edad media. Habla de tres velos: uno recibe las

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    ofrendas del sacrificio, el segundo rodea el altar y el tercer velum est suspendidodelante del coro [12].

    Mientras que en sus principios la Iglesia, dentro de lo posible, ocultaba el altar,rodendolo de telas preciosas y de tapices; he aqu que hoy este altar se encuentra,desnudo, en medio de la nave, expuesto a todas las miradas. Acaso su santidad,

    como lugar donde se ofrece el sacrificio, est ms resaltada de esta forma?Seguramente no. A menos que se quiera -contra toda tradicin- considerarlo comouna mesa de comedor y ponerlo as de manifiesto.

    Entonces, ciertamente, no me queda ms que aceptarlo ....

    Pero en este caso, no se tratara de hacer presente aqu en la tierra el mundocelestial; se tratara del hombre y de su universo. El universo de Dios, de sus ngelesy santos, se convierte en marginal, pues apenas toca el nuestro. Puede ser que, apesar de todo, se interesen por un hombre llamado Jess y de ciertos pasajescuidadosamente escogidos de su Evangelio!

    TERCERA PREGUNTA

    En la edad media no haba un altar destinado al pueblo, adems del Altarmayor, como hoy da?

    Esto es exacto en la medida en que en las iglesias Catedrales y en los monasterioshaba, por regla general, desde el fin de la poca romnica, un altar destinado alpueblo, colocado delante de la verja: era una especie de clausura del coro, pero unpoco ms alto que el de las iglesias primitivas, con dos entradas, que daban al coro

    de los cannigos o de los monjes; los cuales se encontraban as separados del restode la iglesia. A causa de la cruz colocada encima de este altar o ms exactamente enla verja, se conoca este altar como "el altar de la cruz".

    Sobre este altar, en estas iglesias, se celebraba la misa para el "pueblo" (Pero "deespaldas al pueblo"); as toda misa destinada a una asistencia numerosa, como lasmisas solemnes de funerales o, en una iglesia catedral, la misa de coronacin de unsoberano. La predicacin se haca desde el plpito. Slo las misas conventuales(solemnes) se celebraban en el altar mayor, en el coro.

    La funcin de la verja no era, pues, en primer lugar, ser una barrera entre el clero y el

    pueblo -y no se la debe comparar por esto con el iconostasio bizantino- sino ms bienestaba destinada a crear para los cannigos o los monjes un espacio donde sepudiesen desarrollar, sin ser perturbadas, las funciones litrgicas del coro (liturgia delas Horas y misa conventual). Por razones, tanto litrgicas como arquitectnicas, fuetotalmente irracional hacer desaparecer la verja y el altar de la cruz. Tal fue el caso deAlemania casi por todas partes, en la poca de la Ilustracin, siguiendo rdenes de lasautoridades seculares [13].

    Lo mismo que entonces se procedi a importantes modificaciones arquitectnicas enel interior de las iglesias -era necesario que los fieles tuvieran visin directa sobre elaltar mayor- de la misma manera hoy, despus del concilio, casi todas las antiguasiglesias han sido retocadas por los trabajos de "renovacin".

    Quien recorre hoy el mundo y visita las iglesias, descubre las soluciones mssingulares en la disposicin del santuario. En Italia sobre todo, cuando esto fue

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    posible, los altares barrocos fueron despojados de su mesa, reemplazndola por lossitiales del celebrante y de sus asistentes. Pensamos que es la menos feliz de lassoluciones, puesto que el retablo pierde as su antigua referencia al sacrificioeucarstico y se ve "degradado" hasta el punto de servir de respaldo a los asientos delos sacerdotes.

    En la mayor parte de los casos, el antiguo altar mayor con su tabernculo slo sirvepara conservar el Santsimo. Es necesario resignarse a que el sacerdote que seencuentra en el altar, dando cara al pueblo, vuelva constantemente la espalda altabernculo, hacia el cual, hasta hace poco, se dirigan los ojos de los fieles, cuandorezaban. En otras ocasiones, el coro parroquial se instala en las gradas del altarmayor, dando los cantores la espalda al tabernculo y sirvindose de la mesa de altarpara depositar en ella sus diversos accesorios.

    Por la misma razn, cuando las consideraciones artsticas lo permitan, se hasuprimido totalmente el altar mayor para conservar el Santsimo en un tabernculolateral, dentro del muro. Inmediatamente se plante la pregunta, cmo ocupar elespacio del bside que se haba dejado vaco. A esto se han dado diferentes

    soluciones. Con frecuencia se ha instalado el rgano y su caja decorativa, o bien, lamayor parte de las veces, el coro parroquial, o simplemente se ha suspendido delmuro del bside el antiguo retablo del altar o un tapiz valioso, a manera de ornamento.

    En definitiva ninguna de estas soluciones es satisfactoria, pues al instalar un nuevoaltar, a este exceso de pura apariencia, se aade el hacer desaparecer el centro degravedad espacial que constitua el altar mayor a los ojos del arquitecto que concibila iglesia. Sin duda ninguna, A. Lorenzer, tiene razn cuando escribe: "El significadodel altar forma parte integrante de la iglesia, ... el desplazamiento de este centro degravedad espacialobligara a una distribucin totalmente nueva" [14].

    Esto se hace de una evidencia impresionante en las grandes iglesias, como porejemplo en la catedral de Spire, donde las miradas de los que entraban se diriganinmediatamente al antiguo altar mayor, coronado por su baldaquino. Hoy vaga en elvaco. La nueva mesa de altar, instalada en el coro, no obstante sus dimensiones yestar colocada en alto, apenas se hace visible y el altar cara al pueblo, unosescalones ms abajo, no constituye de ninguna manera "centro de gravedad espacial".

    CUARTA PREGUNTA

    En el "Manual de liturgia para el plpito, la escuela y la casa" (Handbuch derLiturgie fr Kanzel, Schule und Haus) del P. Alfons Neugart (1926), se lee: "Enlas baslicas de la primitiva Iglesia, el altar estaba colocado en medio del bsidedel coro y el sacerdote celebrante se colocaba detrs de ste, con la cara vueltahacia el pueblo. No haba sobre el altar ni cruz, ni velas. Los sitiales para elobispo y eclesisticos estaban colocados rodendolo a lo largo del muro.Posteriormente el altar se ados al muro, tal y como lo encontramos ennuestros das". Esesto exacto?

    Lo que es exacto es que, durante los primeros siglos, los sitiales del obispo y lossacerdotes se colocaban a lo largo del muro del bside y no a sus lados. En los

    territorios griegos, con frecuencia estaban recargados de varias gradas, a fin de que elObispo, sentado en su trono, pudiese ser visto de todos y ser mejor odo cuando

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    pronunciaba su sermn desde su sede. La sede central se reservaba siempre para elObispo, como todava hoy en Oriente.

    Tambin es cierto que originariamente no se ponan en el altar ni cruces, ni velas, niatril para el misal, solamente el cliz y la patena con las ofrendas. Esto lo podemoscomprobar en las pinturas y miniaturas medievales de la misa. Pero s exista, hasta

    una poca reciente, la costumbre de adornar con flores el suelo de la iglesia; jams seadornaba con flores el altar.

    Por regla general los altares eran pequeos, con una superficie que raramentesobrepasaba el metro cuadrado. En el claustro de la catedral de Ratisbonne existe,por ejemplo, un pequeo altar de piedra maciza, que se remonta a una poca muyantigua; pero se encuentra tambin en "la antigua catedral" un enorme altar (de dosmetros diez por un metro cuarenta) que posiblemente data del siglo V, representandouna "confesin", lo que quiere decir que formaba parte del sepulcro de un mrtir. Deaqu su enorme tamao. La pequea superficie, de la mayora de los altares, slodejaba espacio para las ofrendas del pan y del vino; precisamente esta caractersticaserva para resaltar el carcter sacrificial de la misa; lo mismo que en los sacrificios de

    judos y de paganos, slo las ofrendas propiamente dichas tenan sitio sobre el altar.

    Los altares en forma de mesas de grandes dimensiones eran raros en la antigedad.Sin embargo igual que los altares que hemos citado, eran tambin profusamenteadornados con telas preciosas, que colgaban hasta el suelo por los cuatro lados,aunque la mesa que recubran no apareca como tal mesa. Ms tarde, en muchoslugares, se puso en la cara anterior de los altares, una alfombra de tela, madera ometal, ricamente adornada. Pero no se puede afirmar que el carcter de cena de lamisa se pusiese de manifiesto por los altares en forma de mesa.

    Ms adelante hablaremos con detalle de la posicin del sacerdote en el altar en

    tiempos de la Iglesia primitiva. Solamente citaremos aqu lo que escribi en la revistaDer Seelsorger, en 1967, poco despus del fin del Concilio Vaticano II, el P. Josef A.Jungmann, autor de la conocida obra Missarum sollemnia: "La afirmacin, tan amenudo repetida, de que el altar de la iglesia primitiva supona siempre que elsacerdote estaba vuelto al pueblo, se comprueba que es una leyenda".

    Jungman adems nos advierte contra el peligro, si se preconiza el altar cara al pueblo,de "hacer de esto una exigencia absoluta y, finalmente, una moda a la que nossometemos sin reflexionar". Segn l, la principal razn de esta recomendacin decelebrar cara al pueblo es la siguiente: "Existe en nuestros das la tendencia de cargarel acento exclusivamente en el carcter de cena de la eucarista".

    Por su parte el propio Cardenal Ratzinger, en estos ltimos aos, nos llama laatencin cada vez con ms frecuencia contra el peligro de considerar la liturgia slobajo el aspecto de "comida fraternal" [16].

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    QUINTA PREGUNTA

    No celebra el Papa desde tiempo inmemorial vuelto hacia al pueblo; y no existeen San Pedro de Roma un altar aislado elevado sobre un podium, como en lamayor parte de las Iglesias modernas?

    Parecera exacto que la idea de un altar central, aislado sobre un podium estuviese encierta forma preconfigurada en la iglesia barroca de San Pedro (pero no en la iglesiaconstantiniana que le precedi): el altar papal, ligeramente elevado, se encuentraaislado en medio de la iglesia, justo bajo cpula central, suspendida sobre la"confesin" y la tumba del Prncipe de los Apstoles; fcilmente visible desde todoslos lados, es decir, desde la nave como desde los dos brazos del transepto.

    Los que anteriormente hubiesen presenciado una misa papal se habran dado cuentaque el Papa no se colocaba delante del altar, como en el resto de la cristiandad, sinodetrs de ste. Algunos liturgistas sacaron inconsideradamente la conclusin de queaqu se haba conservado la posicin cara al pueblo, que el celebrante haba tenidoen la iglesia primitiva.

    Pero, como lo vamos a demostrar, se trata de la orientacin de la plegaria, pues laiglesia de San Pedro no tiene el bside orientado al este, sino hacia el oeste, como lamayora de las antiguas iglesias.

    Sin embargo, como lo muestran las fotografas tomadas antes del advenimiento dePablo VI, que luego emprendi la transformacin del altar papal, los fieles presentesapenas podan percibir la figura del papa, debido a las enormes dimensiones de lacruz y de los candelabros del altar. Por ello no puede hablarse de una celebracinversus populum propiamente dicha. No se trata tampoco de un privilegio del Papa,como se ha afirmado. Existen, en efecto, otras iglesias en Roma, en las que el bside

    est orientado a occidente y donde el celebrante est igualmente colocado detrs delaltar.

    En las modernas iglesias, construidas despus del Concilio Vaticano II, a menudo seencuentra, como en San Pedro de Roma, un altar aislado sobre un podium, pero en elque falta el baldaquino que lo corona. Como se trata de un podium aislado en mediode la iglesia, desprovisto de cualquier orientacin, normalmente rodeado de bancospara los fieles, es difcil encontrar un lugar adecuado para la cruz del altar, de la cualya hemos expuesto ms arriba la funcin de punto de referencia, cruz que es siempreexigida por las nuevas reglas litrgicas. En la Institutio generalis del nuevo misal sepuede leer: "Por ello, sobre el altar o en su proximidad, se colocar una cruz, bienvisible por la asamblea"(n 270).

    Este era el caso del "altar de la cruz" medieval (Colocado delante de la reja, queseparaba el coro del antecoro); pero ya no lo es; por lo que para satisfacer de unaforma u otra esta prescripcin, se cuelga o coloca sobre el altar una crucecita.

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    SEXTA PREGUNTA

    Se puede decir que estaba bien que el sacerdote rezara vuelto hacia unapared? no parece mejor que lo haga vuelto hacia la asamblea?

    En cuanto se coloca ante el altar, el sacerdote no reza en direccin a una pared, sino

    que todos los que estn all presentes lo hacen conjuntamente en direccin al Seor,tanto ms cuanto que hasta ahora lo que importaba, no era formar una comunidad,sino rendir culto a Dios por intermedio del sacerdote, representante de losparticipantes y unido a ellos.

    Por esto, hablando de la direccin de la oracin, San Agustn, obispo de Hipona,escribe: "Cuando nos levantamos para orar, nos volvemos hacia el Oriente (adorientem convertimur) desde donde el cielo se eleva. No que Dios slo se encuentreall, o que haya abandonado las otras regiones de la tierra... sino para exhortar alespritu a volverse hacia una naturaleza superior, es decir, hacia Dios" [17].

    Esto explica porque los fieles, despus del sermn, se levantaban de sus asientospara la plegaria, que a continuacin se haca y se volvan hacia el oriente. SanAgustn les invitaba a ello frecuentemente al terminar sus sermones, empleando, amanera de frase ya consagrada, las palabras: "Conversi ad Dominum " (vueltos haciael seor).

    Se puede evocar aqu una palabra de San Pablo. Consciente de que "El tiempo quepasamos en nuestro cuerpo es un exilio lejos del Seor, porque caminamos en la fe,no en la visin ", l desea estar"ausente de su cuerpo y presente cerca del Seor "(adDominum) (2 Cor. 5,6-8).

    As pues, volverse hacia el Seor y mirar hacia el Oriente, para la Iglesia primitiva era

    una misma y sola cosa.

    En su obra fundamental Sol Salutis (1920), Joseph Dlger dice que est convencidode que la respuesta de la asamblea "Habemus ad Dominum " (Nos volvemos hacia elSeor) a la apelacin del sacerdote "Sursum torda" (Elevemos los corazones!),significaba que se volvan hacia el Oriente, hacia el Seor (pg. 256).

    A este respecto Dlger observa que ciertas liturgias orientales procedenexpresamente a esta invitacin por una llamada del dicono antes de la plegariaeucarstica (pg. 251). Este es el caso de la anfora copta de San Basilio quecomienza as: "Aproximaos, vosotros los hombres, levantaos con respeto y miradhacia el Oriente"; y de la anfora de San Marcos, donde una exhortacin anloga("Mirad hacia el Oriente!") se dice en medio de la plegaria eucarstica, justo antes dela transicin que lleva al Santus.

    En la breve descripcin litrgica del segundo libro de las Constituciones apostlicas,que son unas instrucciones del Siglo IV, se menciona igualmente que hay queponerse de pie para rezar y volverse hacia el Oriente [18]. El libro octavo nos aporta laapelacin del dicono: "Poneos de pie hacia el Seor!" [19]. Como se ve, aqutambin hay un paralelismo entre el hecho de mirar hacia el Oriente y el de volversehacia el Seor.

    La costumbre de rezar en direccin al sol naciente es inmemorial, como igualmente lo

    ha demostrado Dlger; se la encuentra tanto entre los judos como entre los romanos.Por ello el romano Vitrubio, en su tratado sobre arquitectura, escribe: "Los templos delos dioses deben estar orientados de tal forma que ... la imagen que se encuentre

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    dentro del templo mire hacia el ocaso, para que los que vayan a hacer sacrificiosestn vueltos hacia el Oriente y hacia la imagen; y as al hacer sus oraciones veantodo el conjunto, el templo y la parte del cielo que est a levante, y que las estatuasparezcan levantarse con el sol para mirar a los que rezan durante los sacrificios".

    Para Tertuliano (hacia el 200 D.C.) la oracin hacia Oriente es cosa evidente. En su

    librito "Apologtica ", menciona que los cristianos "rezan en direccin al sol naciente"(c.16). Esta orientacin de la plegaria se seal muy pronto en las casas por medio deuna cruz en el muro. Se ha encontrado una cruz en la parte superior de una casa deHerculanum, sepultada cuando la erupcin del Vesuvio, el 79 D.C. [21].

    SPTIMA PREGUNTA

    Hay sin embargo estudios, como el muy conocido del profesor Otto Nussbaum,en los cuales se ha demostrado cientficamente, que desde los tiempos msremotos, hubo celebraciones cara al pueblo, y que estas celebraciones eranhasta ms antiguas

    En su estudio de gran amplitud Der Standort des Liturgen am christlichen Altar (ElLugar del celebrante en el altar cristiano), publicado en 1965, Nussbaum escribe:"Cuando aparecieron los edificios dedicados al culto propiamente dicho, no habaninguna regla estricta que fijara de qu lado del altar deba colocarse el celebrante.Poda situarse bien delante del altar o detrs" (P.408). El piensa que la celebracincara al pueblo fue la preferida hasta el siglo VI.

    No obstante Nussbaum no distingue suficientemente entre las iglesias que tienen elbside al este con las que lo tienen al oeste, y por consiguiente la entrada al este. Son

    casi exclusivamente las baslicas del siglo IV las que presentan esta ltimaorientacin, y especialmente aquellas que fueron construidas por el emperadorConstantino y Elena, su madre, como por ejemplo la iglesia de San Pedro de Roma.

    Pero desde el comienzo del siglo V, San Paulino de Nola indica que lo habitual(usitatior) es el bside al este [22]. De hecho, hay baslicas que tienen su entrada aleste, sobre todo en Roma y en Africa del Norte, mientras que en Oriente sonrelativamente raras (en Tiro y en Antioqua).

    La entrada hacia el Oriente (baslicas constantinianas) imitaban la disposicin delTemplo de Jerusalem (Cf. Ez. 8,16) as como algunos templos de la antigedad,cuyas puertas abiertas dejaban penetrar la luz del sol naciente, que hacaresplandecer en el interior la estatua del dios.

    En las baslicas cristianas que tenan su entrada al este, el celebrante estabaobligado, normalmente, a colocarse delante de la cara "posterior" del altar a fin deestar vuelto hacia el Oriente en el momento de la ofrenda del Santo Sacrificio,mientras que, en las iglesias que tenan el bside al este, se colocaba "delante" delaltar(ante apare) dando por consiguiente la espalda a la asamblea.

    Del hecho de que en algunas de estas ltimas baslicas hubiera sitio detrs del altarpara el celebrante, a veces se ha deducido que ste se colocaba en ese lugar y quepor consiguiente estaba vuelto hacia el pueblo, sobre todo cuando exista adems en

    el fondo del bside un banco para los sacerdotes, con un sitial para el obispo.

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    Ahora bien, esta es una conclusin manifiestamente errnea -que Nussbaum, por otraparte, ha adoptado-, como se puede demostrar de manera irrefutable con la ayuda delos resultados de las excavaciones arqueolgicas [23]. Si no por qu se habranconstruido estas iglesias exactamente en direccin del Este?

    OCTAVA PREGUNTA

    Cuando el sacerdote se colocaba "detrs" del altar en las iglesias, que tienen subside en direccin al occidente, como San Pedro de Roma, no tena lugar unacelebracin "cara al pueblo"?

    No! En efecto, durante la plegaria eucarstica (canon misae), no slo el celebrantesino tambin los fieles se volvan hacia el Oriente. Como lo hizo observar San JuanCrisostomo [24] en los primeros tiempos los fieles extendan sus manos para rezar ala vez que el sacerdote (Cf. fig. 9).

    Todos miraban en direccin a las puertas abiertas de la iglesia, por donde penetrabala luz del sol naciente, smbolo de Cristo resucitado, que vuelve. A parte de laveneracin particular que el constructor de estas Baslicas, el emperador Constantino,tena por el Sol naciente, un pasaje del profeta Ezequiel (43, 1) influy tambin demanera especial: "El me ha conducido al prtico oriental; y he aqu que la gloria delDios de Israel llega del Oriente". As estando abiertas las puertas de la Baslica haciael oriente, se esperaba que Cristo viniese a participar en la celebracin de laEucarista, de la misma manera que despus de su resurreccin l se apareci variasveces a sus discpulos mientras coman (Luc. 24, 36-49; In. 21; Act. 1,4).

    Originariamente los fieles, separadas las mujeres de los hombres, permanecan no en

    la nave central, sino en las naves laterales (Esta afirmacin, que corre el riesgo desorprender al lector no avisado, sin embargo est totalmente fundada. A ttulo deejemplo reproducimos un croquis de la iglesia de San Clemente de Roma. El espaciocentral ante el altar estaba ocupado por la schola cantorum (recinto reservado a loschantres o cantores), los fieles se colocaban en las naves laterales. Esta disposicinest atestiguada por numerosos documentos. Notemos sin embargo, una hiptesisdiferente debida al profesor Cyrile Vogel, que en el caso de una baslica, en la que losfieles estuvieran de hecho en la nave central, piensa que "en Roma, hacia la mitad delsiglo V, la conversio ad orientem (volverse hacia el oriente) implicaba una aversio amensa (dar la espalda al altar), no era o dejo de ser costumbre entre los fieles". ("LaOrientacin hacia el este del celebrante y de los fieles, durante la celebracineucarstica" publicado en L'Orient syrien, vol. IX, 1964, pg. 29).; que en las grandes

    baslicas podan ser hasta seis (las de San Juan de Letrn y San Pedro de Roma slotienen cuatro). La colocacin en las naves laterales corresponde a la costumbre desentarse a lo largo de los muros laterales en las iglesias pequeas de la cristiandadprimitiva. Esta costumbre pervive an en las iglesias de Oriente; la nave o el espaciocentral bajo la cpula queda libre para las funciones del culto. Los fieles de ms edadse situaban en los asientos (stasidien) a lo largo de los muros de la Iglesia; y en lasnaves laterales, el resto de los asistentes al oficio, de pie. En Oriente, la posicin depie y no de rodillas, como antes entre nosotros, es la actitud corporal ms convenientea la participacin litrgica, actitud que adems exige una gran disciplina fsica, sobretodo durante los largos oficios religiosos.

    Como lo muestran ciertas excavaciones y las representaciones en las baslicasconstantinianas y norteafricanas el altar estaba cerca del centro de la nave. Se lerodeaba por los cuatro costados con una verja y, por regla general, se le cubra con

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    un baldaquino que se han encontrado en ellas, (Segn el diccionario de arqueologa yliturgia cristiana, de Dom Cabrol y Dom Leclercq, IV, 2, p. entre col. 2232-2233,artculo iglesia). El altar est en medio de la nave).

    El coro (schola cantorum) se colocaba cara al celebrante. En las iglesias de Rvena,todas ellas orientadas en direccin al este, se conserv durante mucho tiempo esta

    posicin del altar y de la schola en medio de la nave central y de ello existentestimonios hasta el siglo VIII [25]. (Siempre a ttulo de ejemplo, reproducimos el planode la iglesia de Sabratha, en Libia. El celebrante, vuelto hacia el este, se coloca deespaldas al bside y de cara a las puertas de la iglesia. Los fieles no estn colocadosdelante del sacerdote (se ve que tampoco tenan sitio), sino ms bien en las naveslaterales. Ellos, al igual que el celebrante, no tienen dificultad en volverse hacia eleste).

    En la iglesia constantiniana de San Pedro de Roma el altar no se encontraba encimade la tumba del Apstol, en contra de lo que se pudiera creer, sino un poco ms alcentro de la nave. Sobre el lugar en que estaba enterrado el Prncipe de losApstoles, haba una "memoria" sin altar, un baldaquino sostenido por columnas,

    como lo muestra la antiqusima representacin del cofrecillo de marfil de Pola. Lasuposicin con frecuencia aducida que habra habido en otro tiempo un altar mayoramovible all por donde entraban y salan los peregrinos que visitaban la tumba delApstol no ha podido ser probada.

    Puesto que en las baslicas, que tenan su bside en direccin al Occidente y el altaren medio de la nave, los fieles, como hemos visto, se colocaban en las naveslaterales (entre las columnas de las cuales colgaban tapices, que se abran durante lamisa), no volvan la espalda al altar. Cosa en todo caso impensable, por el respetoque se tena a la santidad del altar. Sin embargo, podan volverse sin dificultad haciael Oriente (en direccin a la entrada) con una ligera rotacin del cuerpo.

    An en el caso inverosmil de que, durante la plegaria eucarstica, los fieles nohubiesen mirando hacia la entrada sino hacia el altar, no hubiese existido sin embargoun cara a cara con el sacerdote, pues el altar, como hemos dicho, estaba en laantigedad oculto por las cortinas, durante este perodo de la misma.

    A partir de la edad media, el altar de estas baslicas fue desplazado hacia el bside.En la iglesia de San Pedro esto se hizo, como se sabe hacia el 600, bajo el Papa SanGregorio el Grande, quien al mismo tiempo emprendi importantes modificaciones enel coro e instal una cripta circular, con objeto de que los peregrinos pudiesen llegarlibremente a la tumba del Apstol, sin tener que penetrar en el presbiterio.

    Ms adelante, poco a poco, el pueblo se coloc en la nave central. En una poca(imposible hoy de determinar) cuando en las baslicas constantinianas, los asistentesdejaron de volverse hacia Oriente, para permanecer vueltos hacia el altar, se lleg auna especie de celebracin "cara al pueblo".

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    NOVENA PREGUNTA

    Cul era la posicin del sacerdote y de los fieles en las iglesias en las que elbside estaba en direccin a Oriente, iglesias que como se sabe constituan la

    mayora de los antiguos santuarios?

    En las baslicas que tenan varias naves laterales y con el bside en direccin aloriente, los asistentes a la misa se situaban al principio en las naves laterales, ascomo en la parte trasera de la nave central. Formaban una especie de semicrculoabierto hacia Oriente y en el punto de convergencia se colocaba el celebrante (en elcentro del crculo entero virtual).

    En cambio, en las baslicas que tenan el bside en direccin al occidente, elsacerdote, as como los clrigos y cantores que le rodeaban, se colocaban en el puntocentral de este semicrculo.

    Cuando posteriormente, los fieles empezaron a ocupar la nave central y se colocaronas dispuestos como en una especie de columna militar, algo dinmico apareci queasemejaba a la columna del pueblo de Dios en marcha a travs del desierto hacia latierra prometida. Su posicin hacia el este, indicaba el objetivo de la columna, elParaso perdido que siempre se buscaba hacia Oriente (Cf. Gen. 2,8) El celebrante ysus asistentes formaban la cabeza de esta columna.

    La disposicin inicial, que consista en un semicrculo abierto, resultaba al contrario deun principio esttico: la espera del Seor, que haba subido a los cielos hacia el este(cf. Ps. 67,34; Zac. 14,4)

    y de all regresara (cf. Mat. 24,27, Ac. l,ll). Cuando se espera a una personalidadimportante, se rompen las filas para formar un semicrculo, a fin de acoger al huspedde honor en su centro. San Juan Damasceno escribe: "En su Ascensin, se elevhacia el Oriente y de esta forma fue adorado por sus Apstoles, y as regresar, de lamisma manera que le vieron subir al cielo, como el mismo Seor lo ha dicho: "como elrelmpago que salta del oriente y brilla hasta el occidente, as ser la venida del Hijodel hombre (Mat. 24,27). Porque le esperamos, le adoramos vueltos hacia el oriente".He aqu una tradicin no escrita de los apstoles" [26].

    A partir de esta idea se ha representado en numerosas iglesias, desdeaproximadamente el siglo VI -pinsese en las pinturas de esta poca en Bawit

    (Egipto)- la Ascensin del Seor bajo la bveda principal del Abside: en la partesuperior de la imagen, Cristo glorioso llevado por ngeles; en la parte inferior Mararepresentando a la Iglesia, en actitud orante con las manos extendidas hacia el cielo ya su izquierda y a su derecha, los Apstoles. Esta pintura representaba a la vez laGlorificacin de Jess en el cielo y su segunda parusia segn la palabra de losngeles a los apstoles cuando la ascensin: " ... Ese Jess que ha sido llevado deentre vosotros al cielo vendr as como le habis visto ir al cielo" (Hec. 1,11) [27].

    Ms tarde, en las pinturas de bsides occidentales, Cristo en su trono fue sacado deesta composicin y se convirti en Majestas Domini rodeado de los smbolos de loscuatro evangelistas, en la pintura del bside tpico del arte romnico. En el Orientebizantino o se ha pintado al Seor en su gloria como Pantocrator bajo la bveda

    principal del bside o se ha colocado el conjunto de la Ascensin, bajo la cpulasuperior del altar. En casi todos los casos, se prescinde de la Madre de Dios en estascomposiciones, reservndola para la ornamentacin del bside (cf. fig. 2, pg. 19).

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    Un pasaje del Apocalipsis debi influir para determinar el lugar central del bside, quese le asigna a Mara: "El templo de Dios se abri en el cielo, y dejose ver en su interiorel Arca de la alianza (destinada como hemos visto a guardar la eucarista sobre elaltar) ... y enseguida apareci en el cielo una seal grande: una mujer vestida del sol,con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas" (Ap.11,19-12, l).

    Ntese aqu la relacin entre Mara-Iglesia y Arca de la Alianza; pero tambin el hechode que el velo del templo -es decir, del santuario que ste recubre- slo se abra endeterminadas circunstancias. El misterio, el tremendum, exige -algo que hoy se olvidafcilmente- estar oculto, de donde naca el deseo de verlo descubrirse.

    El apstol San Pablo escribe: "Ahora vemos por un espejo y obscuramente, entoncesveremos cara a cara" (1 Cor. 13,12). Mirar hacia el este, no slo significaba mirarhacia el Seor transfigurado en los cielos y regresando al fin de los tiempos, sinotambin el deseo de la ltima manifestacin, de la revelacin de la gloria futura.

    DCIMA PREGUNTA

    El hecho de que en las baslicas romanas ms antiguas, el altar y el bside sepueden encontrar prcticamente orientados en todas las direcciones, no esten contradiccin con la afirmacin de que en los comienzos se rezaba siemprehacia oriente y en consecuencia, las iglesias se hacan con el bside y el altarmirando al oriente? Cmo explicarlo?

    Se trata de iglesias edificadas sobre materiales de construcciones que ya existan enla antigedad; o las que debido a las condiciones locales no permitan una exacta

    orientacin este-oeste. Lo cual no impeda que tanto el sacerdote como los fieles sevolvieran al Oriente para la oracin y el sacrificio, como era costumbre habitual entrelos cristianos.

    As, por ejemplo, la clebre iglesia de San Clemente de Roma, que fue edificadasobre antiguas construcciones, tiene la entrada al sudeste. Esta es la razn por la queel celebrante tiene su sitio detrs del altar. Adems, celebrar delante de l no seraposible debido a la disposicin de los espacios. Para mirar hacia el Oriente durante elSanto Sacrificio es suficiente que el sacerdote gire ligeramente el cuerpo en esadireccin. Ocurre lo mismo para los fieles situados en los laterales. En San Clementese utiliza la nave para la "schola", en ella se pueden ver dos ambones para la lecturade la epstola, el gradual y el evangelio.

    En su libro "El rito y el hombre", Louis Bouyer escribe: "La idea de que la baslicaromana era la forma ideal de una iglesia cristiana, porque permita una celebracindonde sacerdotes y fieles estuviesen cara a cara, es un completo contrasentido. Seralo ltimo en que hubiesen pensado nuestros antepasados". (pg. 241).

    De cualquier manera, como hemos visto, la estricta orientacin de las iglesias,tal como se encuentra a partir de los siglos IV y V, no hubiera tenido sentido, sino hubiera estado en correlacin con la orientacin de la plegaria.

    Para corroborar la opinin segn la cual el altar propiamente dicho (y la cruz que est

    sobre l) sera el punto de referencia hacia el que se volveran los fieles y al que deforma ideal, deberan rodear; se cita a manera de ejemplo, la expresin del mementode vivos del canon de la misa: "et omnium circumstantium " (yde todos los que nos

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    rodean). Es preciso aclarar, en lo que respecta a la significacin filolgica de estaexpresin, que circunstantes designa globalmente "las personas presentes" y nosolamente "aquellos que forman un crculo alrededor de algo"; y de hecho, en losescritos de la poca, no se conoce ningn ejemplo en que los fieles hiciesen uncrculo alrededor del altar durante la celebracin de la misa. De cualquier forma no sehubiera podido hacer, ya que en aquella poca, como hoy da entre los orientales, los

    laicos no tenan derecho a entrar en el santuario.

    El respeto no se desarrolla sino donde est animado por actitudes externas y si esnecesario por prohibiciones destinadas a evitar profanaciones. Por ejemplo, si unsacristn puede apoyar sin escrpulos sobre el altar una silla o una escalerilla paracolocar en alto detrs del altar, candelabros o flores, la santidad del altar se profanagroseramente. Estas actitudes son inimaginables en las iglesias de Oriente.

    Por el contrario, la expresin "et omnium circumstantium " puede inducir a los fieles atomar una actitud respetuosa durante la ofrenda del Santo Sacrificio: a saber, de pie,llenos de respeto. Pero hoy en da estas personas "presentes" se transformanfcilmente en "personas sedentes" (confortablemente) sobre sus asientos, a lo que

    contribuye la actual presencia de simples sillas en las iglesias, que incitan a ponernoscmodos. Ciertamente cambiar la manera moderna de ver este aspecto, no ser fcil.Pero no se olvide que la actitud de pie, es la actitud litrgica por excelencia, queadems favorece el espritu comunitario.

    UNDCIMA PREGUNTA

    Todo esto es muy hermoso, pero no hay que contar con el hecho de que elhombre moderno es incapaz de comprender, que sea necesario volverse al

    oriente para rezar? El sol naciente no tiene para el hombre actual la fuerzasimblica que tena para el hombre de la antigedad y que an hoy da tienepara los mediterrneos, que perciben el sol con ms intensidad que los"hombres del norte". Para los cristianos de hoy lo que prima es la comunidad dela mesa eucarstica.

    Si el hombre moderno no presta gran atencin a la direccin exacta en la que reza -loque continan los musulmanes que se vuelven hacia la Meca, y los judos que seorientan hacia Jerusalem- debera sin embargo comprender la significacin quereviste el hecho de que el sacerdote y la asamblea recen juntamente en la mismadireccin. De cualquier forma, la costumbre de que todos los presentes estnorientados, todos juntos, "hacia el Seor", es intemporal y tiene todava hoy todo su

    sentido.

    Junto al aspecto teolgico del cara a cara del sacerdote y la asamblea durante lacelebracin del sacrificio eucarstico, conviene evocar aqu igualmente los problemasde orden sociolgico, que se han puesto en evidencia en la "comunidad de la mesaeucarstica ".

    El profesor W. Sieble, en un opsculo titulado "Liturgie als Angebot" (La liturgia asubasta) piensa que al sacerdote cara al pueblo se le puede considerar como "elsmbolo ms perfecto del nuevo espritu de la liturgia". Y aade: "la costumbre en usohasta hace poco haca aparecer al sacerdote como jefe y representante de la comuni-

    dad, que habla a Dios en nombre de ella, como Moiss en el Sina: la comunidaddirige a Dios un mensaje (oracin, adoracin, sacrificio) y el sacerdote, como jefe,trasmite este mensaje y Dios lo recibe".

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    Con la prctica moderna, continua Siebel, el sacerdote mirando al pueblo"prcticamente ya no aparece como representante de la comunidad, sino ms biencomo un actor que, -en todo caso en la parte central de la misa- representa el papelde Dios, un poco como en Oberammergau u otras representaciones de la Pasin. Yconcluye: "Pero si en esta nueva manera, el sacerdote se convierte en un actor,encargado de interpretar a Cristo en el escenario, entonces Cristo y el sacerdote

    parecen, a causa de esta restitucin teatral de la cena, identificarse el uno con el otrode manera por momentos inaceptable".

    Sibel explica as la buena voluntad con la que casi todos los sacerdotes han adoptadola celebracin "versus populum ": "La desorientacin considerable y la soledad de lossacerdotes les ha hecho buscar nuevos motivos donde apoyar su comportamiento.Entre estos el soporte emocional, que procura al sacerdote la comunidad reunidadelante de l. Pero inmediatamente brota de ah una nueva dependencia: la del actorvis a vis de su pblico".

    Lo mismo, K. G. Rey en su estudio "Puberttserscheinungen in der katholischenKirche"[105] declara: "hasta ahora el sacerdote ofreca el sacrifico como intermediario

    annimo, como cabeza de la comunidad, vuelto hacia Dios y no hacia el pueblo, ennombre de todos y con todos; las oraciones que recitaba le estaban prescritas, ... hoyda este sacerdote viene a nuestro encuentro como un hombre, con susparticularidades humanas, su estilo de vida personal y la mirada vuelta a nosotros.Para muchos sacerdotes es una tentacin, contra la cual no son capaces de luchar ode vender cara su personalidad. Algunos saben, con mayor o menor astucia, explotarla situacin en su provecho. Sus actitudes, su mmica, sus gestos, todo sucomportamiento atrae las miradas sobre ellos por sus repetidas observaciones,directivas y tambin por sus palabras de acogida o de despedida ... El xito que asconsiguen constituye para ellos la medida de sus poderes y en consecuencia, lanorma de su seguridad".

    En su obra "Liturgie als Angebot" [106], Siebel declara todava, a propsito del deseode Klauser citado ms arriba, de ver "ms claramente expresada la comunidad de lamesa eucarstica" por la celebracin "versus populum": "La reunin de la asambleaalrededor de la mesa de la Cena, deseada (por Klauser) apenas puede contribuir areforzar la conciencia comunitaria. En efecto, slo el sacerdote se encuentra ante lamesa y adems de pie. Los otros participantes al gape estn sentados ms o menoslejos en la sala del espectculo".

    Ms an, segn Siebel: "Como regla general, la mesa est colocada lejos de losfieles, sobre un estrado; de manera que no es posible hacer revivir los estrechos lazosque existan en la sala donde se desarroll la Cena. El sacerdote que interpreta su

    papel vuelto al pueblo, difcilmente puede evitar dar la impresin de representar unpersonaje que, con toda cortesa, tuviera algo que proponeros. Para disminuir estaimpresin se ha tratado de colocar el altar en medio de la asamblea. Entonces no setiene necesidad de ver slo al sacerdote, pues as se pueden ver a los asistentessentados a sus lados o frente a l. Pero al colocar el altar en medio de los fielesdesaparece la distancia entre el espacio sagrado y la asamblea. El recogimiento queantes naca de la presencia de Dios en la iglesia se transforma en un plidosentimiento que en nada se diferencia de lo cotidiano".

    Colocndose detrs del altar, la mirada vuelta hacia el pueblo, el sacerdote seconvierte, desde el punto de vista sociolgico, en un actor, que depende totalmente desu pblico y en un vendedor que tiene algo que vender.

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    En su libro ya citado, Das Konzil der Buchhalter,Alfred Lorenzer evoca todava otrospuntos de vista, particularmente de orden esttico: "El micrfono no slo revela cadarespiracin, cada ruido inadvertido, sino que la escena empieza a parecerse ms a losrecetarios de cocina de televisin, que a formas litrgicas de las Iglesias Reformadas.Si estas ltimas han marginado la accin sagrada -a ms simplicidad y brevedad en lareforma litrgica esta accin permanece: se la despoja de sus gestos ornamentales,

    pero conservada minuciosamente en toda la complejidad de su desarrollo, y desdeahora presentada a los ojos de todos en una pseudo-transparencia que confunde lapercepcin sensible de las manipulaciones con la transparencia del mito,manipulaciones ejecutadas de una manera que exhibe en todo caso indiscretamentecada detalle de este ritual alimentario. Se ve a un hombre romper con dificultad unahostia, que se resiste y cmo la introduce en su boca. Nos convertimos en testigos delas costumbres personales de masticar, no siempre muy estticas, de las de tragar elpan seco y de la tcnica utilizada para hacer girar el cliz para purificarlo y la manerams o menos hbil de limpiarlo" (pg. 192).

    Esto en relacin con el aspecto sociolgico de la posicin del celebrante cara a laasamblea. Otra cosa es cuando se trata de proclamar la palabra de Dios. Esta accin

    supone un cara a cara del sacerdote y del pueblo; lo mismo que el predicador sevolva al pueblo, y el dicono cuando cantaba el evangelio.

    Pero como lo hemos dicho ya, las cosas son totalmente de otra manera en lacelebracin del sacrificio eucarstico propiamente dicho. Aqu la liturgia no es una"oferta" como en la liturgia de la Palabra; es un acontecimiento sagrado, en el cursodel cual el cielo y la tierra se unen y donde el Dios de bondad se inclina hacianosotros. Slo en el momento de la distribucin de la comunin, del banquetepropiamente dicho, se llega a un cara a cara entre el sacerdote y los comulgantes.

    Precisamente, estos cambios en la posicin del sacerdote en el altar durante la misa,

    tienen una significacin simblica y sociolgica cierta. Cuando el celebrante reza ysacrifica tienen, igual que los fieles, los ojos fijos en Dios, mientras que cuandopredica o distribuye la comunin, se vuelve al pueblo.

    Como hemos visto, el volverse hacia el este es tan antiguo como la Iglesia yconstituye por ello una costumbre que no puede modificarse. "Se busca"constantemente "con los ojos el lugar donde se encuentra el seor" (J. Kunstmann) ocomo dice Orgenes en su libro sobre la oracin (c.32), hay aqu "un smbolo, el delalma mirando cmo se eleva la verdadera luz", "atenta a la bienaventurada esperanzay a la gloriosa manifestacin de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tit. 2,13).

    DUODCIMA PREGUNTA

    Por qu el carcter sacrificial de la misa, se manifiesta menos claramente si,como se afirma, el sacerdote est vuelto cara al pueblo?

    Cuestin inversa: Si entre los especialistas se sabe perfectamente que al preconizar"el altar cara al pueblo" no se puede apelar a una prctica de la iglesia primitiva porqu no se saca la consecuencia que se impone? por qu no se suprimen "las mesaspara un banquete", erigidas con sorprendente unanimidad en el mundo entero?

    Muy probablemente porque este tipo de mesas responden ms a la nueva concepcinde la misa y de la eucarista, que a la prctica antigua.

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    Bien claro est que se querra evitar hoy dar la impresin de que la "santa mesa"(como se denomina en Oriente al altar) pueda ser un altar del sacrificio. Sin duda estambin la razn por la que casi en todas partes slo se pone en el altar un solo ramode flores, como si fuese la mesa de una comida de familia, as como dos o tres velas,que generalmente se colocan al lado izquierdo de la mesa, mientras que el jarro conflores se pone al otro lado.

    Se busca la ausencia de simetra, y ya no es necesario tener un punto central dereferencia, como el que exista hasta hace poco en la cruz con los candelabroscolocados a derecha e izquierda de ella; slo se quiere una mesa para la comida y noun altar.

    El sacerdote se coloca delante del altar del sacrificio, no detrs. Lo mismo hacia elsacerdote, entre los paganos. En el santuario, su mirada se diriga hacia larepresentacin de la divinidad, a quien se ofreca el sacrificio. Lo mismo en el Templode Jerusalem, donde el sacerdote encargado de ofrecer la vctima se colocabadelante de "la mesa del Seor" (cf. Mal 1,12), como se llamaba al gran altar de losHolocaustos situado en el centro del Templo, cara al templo interior, que guardaba el

    arca de la alianza en el Santo de los Santos, lugar donde habita el Altsimo (cf. Ps.16,15).

    Una comida se desarrolla bajo la presidencia del padre de familia en medio del crculofamiliar; en cambio en todas las religiones existe una liturgia determinada para llevar acabo el sacrificio, que se desarrolla en o delante de un santuario (que puede sertambin un rbol sagrado). El oficiante est separado de la muchedumbre y se ponedelante de sta, ante el altar y vuelto hacia la divinidad. De siempre, las personas queofrecen un sacrificio estn vueltas hacia aquel a quien se destina el sacrificio y, enabsoluto, hacia los que participan en la ceremonia.

    En su comentario del libro de los Nmeros (10,2), Orgenes se hace interprete de laconcepcin de la Iglesia primitiva: "El que est delante del altar muestra por estehecho que es l quien cumple las funciones sacerdotales. Ahora bien, la misin delsacerdote consiste en interceder por los pecados del pueblo". En nuestros das, enque el sentido del pecado desaparece poco a poco, es una idea que pareceampliamente perdida.

    Como sabemos, Lutero neg el carcter sacrifical de la misa: no vea en ella ms quela proclamacin de la palabra de Dios, a la que segua la celebracin de la Cena. Deaqu su exigencia, ya mencionada, de que el celebrante estuviera vuelto hacia laasamblea.

    Ciertos modernos telogos catlicos no niegan directamente el carcter sacrifical de lamisa, pero les gustara hacerlo pasar a un segundo plano a fin de poder resaltar mejorel carcter de cena de la celebracin. La mayora de las veces por consideracionesecumnicas en favor de los protestantes; pero descuidando en su ecumenismo a lasIglesias orientales ortodoxas para las que el carcter sacrifical de la divina liturgia esun hecho indiscutible.

    Slo la eliminacin de "mesa de comida" y la vuelta a la celebracin en el "altarmayor" podrn llevarnos a cambios en la concepcin de la misa y de la eucarista, esdecir , a la misa entendida como acto de adoracin y de veneracin a Dios, como actode accin de gracias por sus beneficios, por nuestra salvacin y nuestra vocacin alreino de los cielos, y como representacin mstica del sacrificio de la cruz del Seor.

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    No obstante, como ya hemos visto, esto no excluye que la liturgia de la palabra secelebre no en el altar sino en la sede o ambn, como anteriormente se hacia en lamisa episcopal. Pero las oraciones deben decirse todas hacia el oriente, es decir,hacia la imagen de Cristo en el bside y hacia la cruz en el altar.

    Dado que durante nuestra peregrinacin en la tierra no nos es posible contemplar

    toda la grandeza del misterio celebrado y menos an al propio Cristo, ni la "asambleaceleste", no basta hablar continuamente de todo lo que el sacrificio de la misa tiene desublime; es necesario ms bien hacer todo lo posible para poner en evidencia a losojos de los hombres la grandeza de este sacrificio a travs de la misma celebracin, atravs de una artstica disposicin de la casa del Seor y especialmente del altar.

    Se puede aplicar tanto al desarrollo litrgico como a las imgenes lo que de los "velossagrados" dice el PseudoDionisio el Aeropagta en su libro Sobre los nombressagrados (1,4): esos velos "que (an ahora) esconden lo espiritual en el universosensible, y lo supra-terrestre en lo terrestre, que confieren forma e imagen a lo que notiene forma ni imagen .... Pero llegar un da en que habindonos convertidos enimperecederos e inmortales, y alcanzando la paz bienaventurada junto a Cristo

    estaremos, como dice la Escritura, cerca del Seor (cf. Tess 4,17) colmados de lacontemplacin de su presencia visible".

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    CONCLUSIN

    Esperamos haber claramente establecido que antes de Martn Lutero, en parte algunase encuentra la idea del sacerdote vuelto hacia la asamblea durante la celebracin dela Santa Misa, ni tampoco a favor de esta manera de ver se puede invocar ningndescubrimiento arqueolgico.

    El trmino especfico versus populum (hacia el pueblo) aparece por primera vez en elRitus servandus in celebratione Missae (Rito a observar en la celebracin de la misa)del Missale Romanum redactado en 1570 por el Papa San Po V a peticin delConcilio de Trento. En la seccin V, 3, especficamente se trata el caso en que "elaltar est orientado al este [no hacia el bside sino] hacia el pueblo" (altare sit adorientem versus populum), lo que se aplica a algunas antiguas iglesias de Roma.

    Pero el acento se pone aqu en ad Orientem (lo que voluntariamente se omite),mientras que el versus populum no es ms que una aadidura en vistas a laindicacin que sigue inmediatamente, a saber que al Dominus vobiscum el celebrante

    no tiene que volverse hacia el pueblo al que tiene que saludar diciendo Dominusvobiscum. Esta posicin del sacerdote "detrs del altar" en algunas baslicas romanashizo nacer, como hemos visto en las Jugendbewegung de los aos veinte, la errneaconcepcin segn la cual en Roma se haba conservado as una costumbre de laprimitiva igles