Vocación y Responsabilidad Del Filósofo - Vattimo, Gianni

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Filosofía

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  • Vocacin y responsabi l idad del f i lsofo

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  • PENSAMIENTO HERDERDirigida por Manuel Cruz

    Ttulos publicados en esta coleccin

    Fina Biruls Una herencia sin testamento: Hannah ArendtClaude Lefort El arte de escribir y lo polticoHelena Bjar Identidades inciertas: Zygmunt BaumanJavier Echeverra Ciencia del bien y el malAntonio Valdecantos La moral como anomalaAntonio Campillo El concepto de lo poltico en la sociedad globalSimona Forti El totalitarismo: trayectoria de una idea lmiteNancy Fraser Escalas de justiciaRoberto Esposito Comunidad, inmunidad y biopolticaFernando Broncano La melancola del ciborgCarlos Pereda Sobre la confi anzaRichard Bernstein Filosofa y democracia: John DeweyAmelia Valcrcel La memoria y el perdnJudith Shklar Los rostros de la injusticiaVictoria Camps El gobierno de las emocionesJacques Rancire El tiempo de la igualdad

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  • Gianni Vattimo

    Vocacin y responsabilidaddel fi lsofo

    Introduccin deFranca DAgostini

    Traduccin deAntoni Martnez Riu

    Herder

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  • Ttulo original: Vocazione e responsabilit del losofoDiseo de la cubierta: Stefano VugaTraduccin: Antoni Martnez Riu

    2000, Il Melangolo, Gnova 2012, Herder Editorial, S. L., Barcelona

    ISBN: 978-84-254-3054-1

    La reproduccin total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright est prohibida al amparo de la legislacin vigente.

    Imprenta: ReinbookDepsito legal: B-6724-2012Printed in Spain - Impreso en Espaa

    Herderwww.herdereditorial.com

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  • ndice

    Prlogo ...................................................................... 9

    INTRODUCCIN DE F. DAGOSTINI

    Dialctica, diferencia, hermenutica, nihilismo: las razones fuertes del pensamiento dbil ......... 15 1. Dbil .............................................................. 17 2. Nihilismo francs; nihilismo italiano ................ 21 3. Nihilismo y diferencia .................................... 26 4. Diferencia y dialctica ..................................... 31 5. Nihilismo, hermenutica y posmodernidad ..... 38 6. Verwindung ...................................................... 41 7. Argumentacin y proveniencia ........................ 44 8. Este libro ........................................................ 48

    VOCACIN Y RESPONSABILIDAD DEL FILSOFO

    Filosofa y ciencia .................................................. 55 1. Despus de Kant, despus de Hegel ................ 55 2. El relampaguear del Ereignis ............................ 59 3. Historia de una coma ..................................... 63 4. La ciencia y el ser-no-ente .............................. 66 5. Edifi cacin de la humanidad ........................... 69 6. Saberes acumulativos ....................................... 71

    Filosofa, historia, literatura ................................. 75 1. Verdad, retrica, historia .................................. 75

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  • 2. Hay incompatibilidad entre historia y ontologa? ............................. 77 3. Fabulizacin del mundo ............................... 79 4. Fugas .............................................................. 81 5. Ciencias de la naturaleza y ciencias del espritu? ................................... 82

    La lgica en filosofa ............................................ 87 1. La lgica y las lgicas ...................................... 87 2. Lgica e historia del ser .................................. 90 3. Filosofa de la lgica y lgica de la fi losofa ..... 93 4. Lgica y ontologa .......................................... 95

    Decir la verdad ....................................................... 99 1. Redemisti nos Domine Deus veritatis ............. 99 2. El convite eterno ............................................ 100 3. Existen los vampiros? ..................................... 102

    Vocacin a la filosofa y responsabilidad de la filosofa ........................ 105 1. Escribir en los peridicos ................................ 105 2. Escribir en primera persona ............................ 106 3. Cado en la poltica ........................................ 108 4. Poltica de fi lsofo .......................................... 111 5. Perder el alma ................................................. 114 6. Llenar los vacos ............................................. 116 7. La construccin de la universalidad es poltica ....................................................... 118

    Bibliografa ............................................................... 121

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  • 9Prlogo

    Esta ciencia de la que hablo no es como las otras: no es posible comunicarla en modo alguno, sino que, igual como la llama que brota de una chispa, brota repentinamente en el alma tras un largo perodo de tiempo hablando de estos temas y una vida vivida en comn; luego crece espontneamente (Platn, Cartas, vii, 341). Eso piensa Platn de la fi losofa: una ciencia de un gnero particular, que se adquiere de una forma por lo menos incierta, un tipo de competencia confi ada a las circunstancias fortuitas, al encuentro, a la vida vivida en comn, al imprevi-sible y repentino encenderse un fuego en el alma.

    Pasados dos mil cuatrocientos aos la situacin no parece haber cambiado mucho. No sabemos todava a ciencia cierta si realmente es posible comunicar o ensear fi losofa dentro de las formas normales de la didctica o de la comunicacin; no sabemos si existe o no un misterioso encuentro que garantice la adquisicin de una competencia fi losfi ca y si todo depende o no de una cierta llama que se enciende de improviso en el alma. Tampoco sabemos todava con certeza qu es o qu debe ser la fi losofa, si an tiene sentido utilizar este trmino, si existe todava de alguna forma o en algn sentido lo que dicho trmino designa. Y en el supuesto de que estas pre-guntas hayan tenido una respuesta positiva no sabemos si la

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    Vocacin y responsabilidad del fi lsofo

    fi losofa debe colocarse entre las disciplinas humansticas o entre las cientfi cas, o en una tierra de nadie especfi camente fi losfi ca. Y tampoco sabemos, por ltimo, si en realidad tiene sentido hablar de fi losofa aplicada, o si nos es til una especie de vaga preparacin fi losfi ca preliminar en la prctica de cada uno de los saberes.

    Aun admitiendo (como quieren muchos fi lsofos analticos) que la fi losofa debe ser una simple y no problemtica prctica de problem solving, orientada a la solucin de cuestiones sustantivas o normativas, queda todava la pregunta de en qu sentido es realmente posible una profesionalizacin de esta prctica. Acaso una persona dotada de cierta inteligencia, sutileza argumentativa y espritu crtico no podra llevar a cabo esta tarea sin ser o sin decirse fi lsofo? Adems, y sobre todo, no es verdad que la fi losofa, tal como se ensea en las universidades europeas, por lo general no sirve para desarrollar el espritu crtico y la sutileza ar-gumentativa, sino ms bien para crear o simular subordinaciones culturales y acadmicas, mientras que la fi losofa enseada segn el sistema angloamericano corre el riesgo de producir sbditos (no siempre inconscientes) de un aparato econmico-cultural fundamentalmente imperialista, cuyos criterios fi losfi cos de fondo son las oscilaciones del mercado de la ciencia?

    Plantendolo de un modo realista, el problema que ahora se presenta es: cmo comportarse todava con la indeterminacin del trabajo fi losfi co? La cuestin nos parece hoy particular-mente signifi cativa. Desde muchos puntos de vista, la edad con-tempornea, la llamada era de la globalizacin y de la realidad virtual, es una poca especfi ca y profundamente fi losfi ca. Nos hallamos en un mundo en el que el hiperurano platnico, el es-pritu absoluto hegeliano y otros elementos semejantes tpicos de la tradicin fi losfi ca occidental parecen haber encontrado una adecuada efectuacin histrica. Heidegger pensaba que con esto la fi losofa haba agotado su tarea, pero no parece que en realidad

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    Prlogo

    sea as. Dada por fenecida y superada un nmero considerable de veces, la fi losofa se ensea todava en las universidades y se la interpela para resolver grandes y fundamentales problemas de la humanidad (lmites de la ciencia, condiciones de la guerra, gestin y valoracin de las sociedades multiculturales); el arte mismo, la literatura, la msica, peridicamente en busca de su propia teora, mantienen una relacin discontinua, pero todava de intensa confrontacin, con el discurso fi losfi co.

    Muchos signos, por tanto, nos dicen que la fi losofa es an importante en la cultura contempornea, pero muchos signos nos dicen tambin que su ambigedad de ciencia-llama se encuentra lejos de estar superada. Con el comienzo del nuevo milenio pretendemos poner en marcha una refl exin sobre todo ese cuadro problemtico con algunos pensadores contempor-neos. El objetivo que se quiere conseguir no es solo un plantea-miento general sobre el sentido de hacer fi losofa, sino tambin la creacin de breves textos introductorios al pensamiento de los fi lsofos de hoy, porque casi siempre la idea que cada pensador cultiva de la prctica fi losfi ca contiene ya en algunos rasgos preliminares las soluciones especfi cas que l mismo propone para cada uno de los problemas.

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  • Introduccin

    de F. DAgostini

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    Dialctica, diferencia, hermenutica, nihilismo:las razones fuertes del pensamiento dbil

    Existen pensadores y vienen a la mente sobre todo Kierke-gaard y Hannah Arendt que son defensores de lo contradic-torio y/o de lo indeterminado y de lo antiterico, pero por razones tericamente muy determinadas y para nada vagas y contradictorias. Este me parece que es tambin, mutatis mutandis, el caso de Vattimo, y uno de los objetivos de lo que sigue es hacer afl orar a la superfi cie las razones fuertes, o mejor necesitantes y coactivas, de la decisin terica de Vattimo, que, como es sabido, marcha en direccin a un pensamiento dbil, o bien hacia una atenuacin, un aligeramiento, de las estructuras del discurso fi losfi co tradicional.1

    1. Que haya ms bien razones metatoricas que fuertes del pensamiento dbil es un dato ya admitido: cf. A. Magris, 1996, que subraya la impostacin fundamentalmente hegeliana del discurso de Vattimo (un aspecto sobre el que volveremos y que se confi rma aqu en las pgs. 64-66); cf. tambin Antiseri, 1993, Basti-Perrone, 1992, y la til sntesis de Anne Staquet, 1996. Los textos de Vattimo a los que se refi ere esta Introduccin son sobre todo: Le avventure della diff erenza (1980), Il pensiero debole (con P. A. Rovatti, 1983), La fi ne della modernit (1985), Oltre linterpretazione (1994). En las pginas que siguen las citas con autor y ao de edicin o ttulo y ao de edicin se refi eren a los ttulos incluidos en la bibliografa al fi nal del volumen, mientras que las citas de los ttulos no incluidos estn en forma extensa.

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    Vocacin y responsabilidad del fi lsofo

    Atenuacin, aligeramiento, en contextos de este tipo son categoras por lo menos equvocas. Aligerar o atenuar ciertos presupuestos tericos signifi ca las ms de las veces reforzar la teora (como observaron inmediatamente agudos crticos de las posturas vattimianas, en particular Carlo A. Viano y Enrico Berti). De hecho, cuando se lanz la frmula tena un sentido ms asociativo que argumentativo. La expresin pensamiento d-bil era claramente una palabra clave para recoger, pero tambin para dar ms sentido histrico a los resultados no carentes de l en un clima desagradablemente ligero y cruel que se haba creado en fi losofa y en el pensamiento poltico.

    El agudo esfuerzo de inteligencia de pensadores como De-leuze y Foucault (ltimos aos de los setenta) se traduca en una mezcla explosiva (como se deca) en la que un fundamental esteticismo barato y desenfadado se emparejaba con una cierta facilidad para tomar las armas o retorizar sobre la lucha armada. Qu era todo aquello y cul era su signifi cado fi losfi co? La respuesta de Vattimo fue radical a la vez que razonable, porque a esta combinacin de esteticismo y terrorismo Vattimo dio, siguiendo a Heidegger y a Nietzsche, el nombre de nihilismo (incompleto) y el pensamiento dbil se present como la res-puesta de la fi losofa (la nica respuesta que pareca entonces posible) a ese estado de cosas.

    El pensamiento dbil es la manera correcta de hacer fi losofa en la poca (y en las circunstancias) del nihilismo. Pensamiento dbil y nihilismo son las dos primeras categoras con las que es preciso familiarizarse para comprender la postura fi losfi ca de Vattimo. Pero se observar de inmediato que algo chirra entre ambos trminos, y aqu se juega, creo, todo el sentido de la es-pecfi ca combinacin de pensamiento propuesta por Vattimo. El humor nihilista, bien mirado, es apasionadamente fro, desapasio-nado por toda ntima pasin, mientras que el pensamiento dbil parece ser la mrbida pero calculada negacin de toda pasin,

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    Introduccin

    aunque tambin de toda frialdad. El acercamiento de ambas categoras, por simple ley dialctica, puede ser recprocamente correctivo o puede generar una exaltacin de la una o de la otra. Pero se tiene una visin exacta de esta confi guracin terica dotada quiz de una excesiva elasticidad,2 pero en absoluto arbitraria e irresponsable en su raz volviendo de nuevo al sentido del aligeramiento y en particular preguntndonos: qu signifi ca debilitar no esta o aquella teora (con lo que se incurre en la justa objecin de Viano y Berti), sino debilitar aquel vasto y vago horizonte metaterico al que la tradicin da el nombre de fi losofa? O mejor: qu signifi ca decir que hay una especfi ca debilidad de la fi losofa en la poca del nihilismo realizado, y que esta debilidad se ampara en necesitantes (si no ya fuertes) razones metafi losfi cas?

    1. Dbil

    Por dbil Vattimo parece entender esencialmente dos cosas: pluralstico e incompleto.3 Se trata de dos ejes crticos funda-mentales del discurso terico, dos posibles lneas de disolucin de la teora, tambin defi nibles (respectivamente) en trminos de sincronicidad (muchas tesis, muchas verdades, muchas interpre-taciones, son simultneamente legtimas) y diacronicidad (ninguna tesis, ninguna verdad puede decirse defi nitiva y concluyente), correspondientes por tanto a dos clsicas formas de relativismo, respectivamente: epistemolgico e histrico.

    2. Es la crtica que se puede leer al trasluz en las ltimas pginas del ensayo de L. Pareyson, La fi losofi a e il problema del male, en Annuario fi losofi co, 2, 1986.

    3. Cf. esencialmente los siguientes textos: Dialettica, diff erenza, pensiero debole, en Vattimo-Rovatti, 2003; Oltre linterpretazione, 1994; Le deboli certezze, 1984; Perch debole, 1986.

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    Pero el discurso no se detiene aqu. El pensamiento dbil no consiste en una cierta forma de relativismo combinado, de amplio alcance, sino, al contrario, en un juego combinado entre los relativismos que lleva ms all del relativismo, a un terreno distinto. Naturalmente, es el sentido de este ms all lo que, a travs de Nietzsche y Heidegger, Vattimo pone en cuestin. Y la teora (transterica) que de ah deriva debe leerse ante todo y precisamente como una interpretacin especfi ca del ms all, o sea del juego de la superacin fi losfi ca, del modo en que toda superacin rigurosa en fi losofa no es nunca la conquista de un tercer o cuarto nivel, sino que recae en lo superado. O mejor: en fi losofa, en cuanto se llega a un segundo nivel, todo intento ulterior de superacin tiende a recaer en el primero, de modo que el matematismo fi losfi co debera consistir estrictamente en no ms de tres trminos, de los que el tercero es ya de nuevo un primero.4 Es una dialctica basilar, que constituye el leitmotiv de todo el trabajo de Vattimo, y que l identifi ca y reconoce en cualquier aspecto del pensamiento fi losfi co contemporneo (cf. en particular, aqu, en pgs. 81s).

    En efecto, lo que hace especfi camente dbil, en el sentido de Vattimo, el discurso fi losfi co no es tanto la doble verifi -

    4. Esto equivale a decir que la serie de los nmeros ideales, o bien de la numeracin fi losfi ca, llega solamente al tres, y esto lo confi rma el carcter insuperable de la dialctica de Hegel, que quiz por vez primera consigui contar hasta tres (cosa a la que no lleg Platn, prisionero del dualismo entre uno y dada indeterminada) sin recaer de inmediato (como hizo Aristteles) del dos al uno. A diferencia de Vattimo, pienso que existe una objetividad de ciertos (buenos o malos) descubrimientos fi losfi cos, como la dialctica: creo que en este contexto, o sea, en cuanto a la tendencia del tercer nivel fi losfi co a recaer en el primero, la dialctica hegeliana constituye una ad-quisicin objetiva (ciertamente, si cambian los trminos de referencia, o sea, si no se habla de matematismo fi losfi co sino por ejemplo de existencialidad, las cosas cambian). Aqu, en pg. 73, Vattimo se aproxima a admitir que la dialctica tiene cierta objetividad, aunque subordinada a ciertas premisas histrico-lingsticas.

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    Introduccin

    cacin de la pluralidad y la incompletud de la verdad, sino la verifi cacin de la incompletud y la pluralidad tambin de esta misma verifi cacin: el pensamiento dbil es en este sentido una descripcin de tercer nivel, que se puede sintetizar perfectamente remitindonos al aforismo de Ms all del bien y del mal (y de ello habla precisamente Vattimo en estas pginas), en el que Nietzsche sostiene: todo es interpretacin (todo sigue esta regla) y si se me objetara que tambin esta es una interpretacin, no tendra nada que alegar, sino que dira: bien... tanto mejor!

    Resumiendo, tenemos que vrnoslas con tres tesis dispuestas segn grados refl exivos:

    V0 = todo es interpretacin

    seguida de inmediato de:

    V1 = tambin V

    0 es una interpretacin

    y luego por la admisin, tpico punto de inicio del pensamiento dbil:

    V2 = no podemos no pensar este juego autorrefutativo.

    El nihilismo incompleto segn Nietzsche es aquel que se detiene en la primea tesis; el nihilista completo es aquel que se atreve a admitir tambin la segunda; la tpica entonacin del nihilismo hermenutico, en la variante teorizada por Vattimo, est deter-minada por la tercera tesis, que como se ve desplaza el plano del discurso ms all de la simple descripcin de hechos:

    V0 nos dice, en efecto, algo sobre la estructura de la realidad,

    si bien lo que nos dice es ms bien descorazonador para cualquier empresa que busque la descripcin de la realidad;

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    Vocacin y responsabilidad del fi lsofo

    pero ms all tambin de la descripcin de descripciones:

    el nivel crtico-trascendental, aqu identifi cado por V1, nos

    dice, en defi nitiva, algo sobre el modo en que describimos la realidad, si bien lo que nos dice es particularmente descorazo-nador para toda empresa de descripcin trascendental.

    V2, en efecto, es de nuevo una descripcin de hechos, del tipo de

    V0 (en este

    sentido se puede decir que hemos recado en el

    primer nivel), pero los hechos de que se trata no son ya los sim-ples hechos del conocimiento y de la experiencia, sino eventos histrico-lingsticos: lo que la hermenutica de Gadamer y de Dilthey individualiza en el espritu objetivo hegeliano. V

    2 nos

    dice: el nihilismo, o bien el juego de la superacin (solo hay interpretaciones y tambin esto no es ms que una interpreta-cin, bien... tanto mejor!) est incluido como una intrnseca necesidad en todo intento riguroso y completo (o, segn el trmino usado por Nietzsche, realizado) de decir los modos de nuestra experiencia de la realidad, del mundo y del ser.

    Se observar el giro o mejor la transvaloracin que se opera con V

    2: no podemos no pensar signifi ca no podemos hacer

    ms que o estamos obligados a reconocer que, signifi ca por consiguiente: hay una necesidad terica, fi losfi ca, que hay que afrontar, aunque se trata de una necesidad del todo particular (con toda razn surgida coherentemente de la ubicuidad de la interpretacin, o sea, de la tesis V

    0). Creo que este es el punto

    en que el anti-fundacionalismo de Vattimo diverge profunda-mente de otras formas de anti-fundacionalismo posmoderno y deconstruccionista;5 en este punto, y contra toda expectativa,

    5. Por ejemplo, el de Stanley Fish, que es todava quizs el defensor ms radical de la tesis todo es interpretacin (o de otras anlogas): cf. el reciente The Trouble with Principle, Cambridge (MA), Harvard University Press, 1999.

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    Introduccin

    el pensamiento dbil se acerca ms bien al kierkegaardismo de Pareyson, que siempre fue lo opuesto de un pensador dbil (en el sentido, podemos decir ahora, prefi losfi co del trmino).6 Aqu se encuentran las razones fuertes del pensamiento dbil y los momentos ms sugerentes del trabajo fi losfi co de Vattimo.

    2. Nihilismo francs; nihilismo italiano

    Vattimo es uno de los mejores candidatos a responder a la pre-gunta sobre el destino de la fi losofa en el 2000, no solo porque la autocomprensin de la fi losofa ha sido siempre uno de sus temas favoritos sino tambin porque su refl exin sobre este tema ha sido particularmente sugerente y positiva, en cierta medida estimulante.

    Creo, en efecto, que proponer la fuga casi autorrefutan-te que hemos esquematizado con V

    0, V

    1, V

    2 como punto de

    partida de la fi losofa (o de una cierta, si no nueva, segura-mente especfi ca prctica fi losfi ca) y no del fi nal de la fi losofa o sea, como condicin preliminar de un fi losofar serio y responsable en el mundo de la tcnica (que parece desmen-tir toda seriedad y descorazonar toda responsabilidad de la fi losofa) es una muestra valiente y al mismo tiempo sutil, dotada de una especfi ca sutileza dialctica. No sorprende que Vattimo se sienta particularmente atrado desde un punto de vista fi losfi co por el cristianismo: en cierto modo, las reglas del amor a los enemigos y del dejar crecer la mala hierba encuen-

    6. Claudio Ciancio, en Il paradosso della verit, Turn, Rosenberg & Sellier, 1999, ha explicado con gran claridad este triple nivel del discurso, mostrando que el punto de vista de la ontologa hermenutica (que cons-tituye el fondo del pensamiento de Pareyson y del mismo Vattimo) no es (y no puede ser) la simple negacin de toda objetividad, sino en todo caso la verifi cacin de que la objetividad se ha situado en un nivel distinto, en un metadiscurso de un gnero del todo particular.

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    Vocacin y responsabilidad del fi lsofo

    tran aqu, aunque sumamente descontextualizadas, una buena aplicacin.7

    En este sentido, el proyecto fi losfi co de Vattimo, por la extrema equivocidad del trmino dbil de la que hemos ha-blado, y por otras razones contingentes, ha corrido a menudo el riesgo de ser mal interpretado precisamente en lo que tiene de mejor. Si de todo esto surgiera, en efecto, solo una genrica atenuacin del discurso terico, entonces quiere decir que hay un gran despliegue de fuerzas para muy escasos resultados. Y, no obstante, a partir de 1983, ao de la publicacin de la famosa coleccin titulada Il pensiero debole [El pensamiento dbil, 1988 (52006)], puede decirse que Vattimo no ha hecho otra cosa que precisar su punto de vista, distinguindolo de la idea de una genrica atenuacin de la teora.

    El primer captulo de Oltre linterpretazione (1994) [citado aqu segn Ms all de la interpretacin, 1995], con el ttulo La vocacin nihilista de la hermenutica, es en este sentido un texto ms bien importante porque muestra con una cierta claridad cun poco dbil o bien, pluralista e indetermina-do es el horizonte dentro del cual se justifi ca la eleccin del pensamiento dbil. En la obra Vattimo se esfuerza en mostrar la irreductibilidad de la hermenutica a una vaga fi losofa de la cultura, y lo hace inopinadamente no subrayando el kantismo de las races fi losfi cas de la hermenutica (normalmente referir a los neokantianos a Kant signifi ca referir las fi losofas de la vida, de la historia y de la cultura a sus buenas races trascendenta-les, esto es, propiamente y rigurosamente fi losfi cas), sino, al contrario, mostrando que no es posible entenderla en los trmi-nos de un sentido kantiano o neokantiano de objetividad.

    7. Vattimo puede defi nirse (con alguna precisin que saldr a la luz en las pginas siguientes) como un tpico fi lsofo ironista segn la des-cripcin de R. Rorty, Contingencia, irona y solidaridad (1989), Barcelona, Paids, 1991.

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    Introduccin

    Lo que reduce la hermenutica a genrica fi losofa de la cultura escribe es la (a menudo implcita, no reconocida) pretensin, totalmente metafsica, de presentarse como una des-cripcin fi nalmente verdadera de la (permanente) estructura interpretativa de la existencia humana. Es necesario tomarse en serio el carcter contradictorio de esta pretensin, desarrollando a partir de ella una refl exin rigurosa sobre la historicidad de la hermenutica, tambin en el sentido subjetivo del genitivo. La hermenutica no es solo una teora de la historicidad (de los horizontes) de la verdad; ella misma es una verdad radical-mente histrica (pg. 43). Por consiguiente, como vemos, de la comprobacin de la estructura interpretativa de la existencia humana, asumida no como una comprobacin descriptiva, sino a su vez como una interpretacin, emergen las condiciones de una refl exin rigurosa. El nihilismo completo es un nihi-lismo doble, que no se detiene en la naturaleza nihilista de la metateora, sino que avanza hasta admitir la naturaleza nihilista de la metateora. De aqu no surge en absoluto una disolucin del discurso terico, sino, al contrario y de forma explcita, el rigor del pensamiento dbil.

    La necesidad de no admitir una descripcin metafsica (para Vattimo, como para Strawson y otros muchos pensadores vincu-lados ms o menos crticamente al kantismo, metafsica y descriptibilidad coinciden) de las estructuras estables de la existencia y el conocimiento humanos (aunque sean uno y otra a su vez interpretaciones o descripciones) lleva a la necesidad de la contradiccin, pero se trata de una necesidad que, eliminando toda necesidad del discurso terico, lo pone necesariamente en el fi lo peligroso de la interpretacin. Es, podramos decir, esa fuerza mayor que impone la tesis del debilitamiento.

    Esta relevancia por as decir metodolgica del concepto de nihilismo no aparece de inmediato en el camino fi losfi co de Vattimo, y en su confrontacin con Nietzsche: una confron-

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    tacin que lo lleva, jovencsimo, al congreso de Cerisy-la-Salle en donde se institucionaliza, por as decir, el renacimiento nietzscheano europeo de mediados del siglo xx. En ese mismo congreso emerge, quiz por vez primera con claridad, la co-rriente de pensamiento luego denominada neoestructuralismo o posestructuralismo que se impondra en Europa y luego en Amrica, infl uyendo no poco en las vicisitudes tericas y po-lticas del marxismo de aquellos aos, y determinando de un modo profundo las modalidades de lo que, justamente a fi nales de los aos setenta, comenzar a aparecer como una divergencia o un contraste entre estilos fi losfi cos: el estilo denominado continental y el analtico.8 Precisamente la especfi ca concien-cia del sentido del nihilismo (en Nietzsche y en Heidegger) es lo que diferencia cada vez ms claramente el punto de vista de Vattimo del de los tericos posestructuralistas, ante todo preservndolo de cualquier riesgo de esteticismo en fi losofa; y este riesgo es lo que, adjudicando un esprit del todo particu-lar a las obras de pensadores en defi nitiva importantes, como Deleuze y Derrida, confi ere a esas obras tambin el empaa-miento de una coqueterie propia de una poca y geogrfi camente delimitada.9

    8. Se deben ciertamente al impacto del neoestructuralismo en la cul-tura fi losfi ca americana tanto la vague posmodernista como la suerte del deconstruccionismo derridiano: dos tendencias fi losfi cas (y culturales) que sin duda contribuyeron a difi cultar las relaciones entre fi losofa analtica y fi losofa continental, determinando en una cierta fase el paso de una tranquila indiferencia a la polmica.

    9. Creo que la mejor de las crticas del neoestructuralismo o posestructu-ralismo es la de Pascal Engel, The Decline and Fall of French Nietzscheo-structuralism, en B. Smith (dir.), French Philosophy and the American Academy, Open Court, La Salle (IL), The Monist Philosophical Library, 1994, que en parte desarrolla este tema lamentndose de las ocasiones perdidas en el recorrido del pensamiento de Deleuze. Vattimo hace brevemente frente a un planteamiento anlogo en la introduccin a la reedicin italiana de Lcriture et la diff rence de Derrida (1990).

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    Igual que Deleuze, Vattimo se orienta desde el principio a una revalorizacin afi rmativa del discurso nietzscheano sobre el nihilismo. Solo Vattimo y Deleuze pueden ser defi nidos como pensadores positivamente nihilistas (con todo el peso de con-tradicciones que esto obviamente implica), pero con una dife-rencia importante. Deleuze (a partir de Nietzsche et la philosophie, 1962) se pone en la contradiccin de una crtica afi rmativa de la cultura que debe al fi nal manifestarse como cultura, a saber, en una reconstruccin enciclopdica (emprendida en Mille Pla-teaux, 1980), tropezando por tanto en la acusacin de impostura intelectual (que le dirigen, como es sabido, Sokal y Bricmont). Vattimo parece asumir la sugerencia deleuziana (y lyotardiana) a favor de la afi rmatividad, esto es, de la interpretacin afi rmativa de Nietzsche, en un sentido no vitalista ni naturalista: cmo decir s a los logoi, al lenguaje, y a su capacidad de decir el ser, ms que decir s a la vida (nocin que en este marco parece por lo menos tan abstracta como aquello de lo que quiere dis-tinguirse). Esta impostacin fundamentalmente hegeliana y gadameriana libera a Vattimo de una contradiccin vagamente suicida que es tpica de todas las posturas anti-intelectualistas, y que ciertas pginas de Nietzsche no evitan; nos preguntamos, en efecto: a qu viene tanto esfuerzo de entendimiento, lenguaje y logos para destruir el logos y desvalorizar el entendimiento?10

    De modo que la interpretacin y el uso que Vattimo hace del nihilismo (y en general de Nietzsche) se precisa respecto de los franceses y en su confrontacin con los franceses, ante todo perfeccionando la interpretacin en el sentido de una mayor coherencia terico-fi losfi ca.11

    10. Quiz la nica postura coherente en este tipo de polmicas es la de personajes como Antonin Artaud, que en defi nitiva vivieron temerariamente y en persona contradicciones de este gnero.

    11. Es un punto que subraya Berti, 1987, pgs. 176-178.

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    3. Nihilismo y diferencia

    Un primer paso esencial lo constituyen los ensayos Le avventure della diff erenza (1980) [citado aqu segn Las aventuras de la dife-rencia, 1986 (1998)]. Aqu Vattimo (cf. en particular Nietzsche y la diferencia) especifi ca un cierto desarrollo de la nocin de diferencia en Heidegger: de un plano que se dira metafsico a un plano que no es atrevido defi nir como lgico o metodolgico o, con mayor precisin, funcional.12 Vattimo recuerda que en Sein und Zeit (1927) y en el ensayo que sigue poco despus sobre La esencia del fundamento (1929), Heidegger defi ne la diferen-cia esencialmente como eclosin de la bifurcacin de ntico y ontolgico, o bien: la diferencia es ante todo la divergencia entre ser y ente, por lo que la verdad del ente est en su no-ser-escondido (de manera elemental: el ser no se da en los entes como tales), pero de este dato estructural elemental (esto es, dire-mos metafsico) se sigue evidentemente la distincin entre dos modos de darse la verdad, el ntico y el ontolgico. As como en todo el procedimiento heideggeriano, entre ontologa y metodologa se genera una vinculacin esencial, a partir de la cual una y otra se redefi nen radicalmente.

    Vattimo interpreta a la luz de esta conexin entre ontologa y mtodo la relacin entre Heidegger y los franceses, mostrando cul es el error de la fi losofa francesa de la diferencia en la inter-pretacin y en el uso de Heidegger (y de Nietzsche). Escribe: La diferencia de la que habla Heidegger aqu [en el ensayo sobre la Esencia del fundamento] es la que se da siempre entre lo que apare-ce en un cierto horizonte y el horizonte mismo como apertura abierta que hace posible el aparecer del ente mismo (pg. 65). Se trata, por tanto, manifi estamente de un principio metafsico, es

    12. Sobre la problemtica de la diferencia entre ontologa, teologa y lgica, cf. el volumen dirigido por Virgilio Melchiore (ed.), La diff erenza e lorigine, Miln, Vita e Pensiero, 1987.

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    decir, como ya hemos visto, descriptivamente determinado, aunque se trata de un tipo de descriptividad trascendental (para entender-nos, correspondiente al nivel V

    1); aqu, en efecto, la diferencia se

    instituye entre el ente y no otro ente, al que daremos el nombre de ser, sino entre el ente y el ser como trascendental del ente, o sea, la apertura abierta que hace posible el aparecer del ente: Vattimo est atento, por tanto, a medirse tambin con el neokan-tismo de Heidegger, mientras que este aspecto escapa quizs a la atencin de los franceses, con las consecuencias que veremos.

    En Heidegger la nocin de diferencia no se desarrolla en esta direccin, sino que ms bien, la misma diferencia es pues-ta en primer plano y problematizada como tal; y es lo que se ve en el prrafo conclusivo de Sein und Zeit, donde se pone el problema de por qu se olvida la diferencia. El problema de la diferencia ontolgica no es aqu pensado con referencia a lo que ella distingue y a los porqus y a las modalidades de la distincin; sino que, ms bien, se puede traducir en la pregunta Qu su-cede con la diferencia? [] el problema de la diferencia es el problema que concierne a la diferencia misma, no el problema de cules son sus trminos y por qu (ibid.). Como vemos, Vattimo desvincula abiertamente el discurso heideggeriano de todo eventual malentendido onticizante y esto signifi ca que ante todo orienta la cuestin hacia una dimensin que ya no es propiamente ontolgica sino tambin, como ya hemos dicho, en sentido amplio funcional: lo que cuenta en la diferencia es el diferir, no las eventuales instancias que puedan ponerse de un lado al otro del diferir mismo. Pero atencin: los franceses (y de diferente manera tanto Deleuze como Derrida)13 reprochan

    13. Para Deleuze, cf. en particular Diff rence et rptition, 1968 [Diferencia y repeticin, trad. de A. Cardn, Madrid, Jucar, 1988] y Critique et clinique, 1993 [Crtica y clnica, trad. de Th. Kauf, Barcelona, Anagrama, 1996]: donde Deleuze muestra no querer captar la particular dimensin poskantiana en que se sita la propuesta ontolgica de Heidegger. Cf. la crtica de Vattimo al ontologismo

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    a Heidegger precisamente la rigidez ontolgica del diferir, y sobre todo la afi cin por as decir edpica por la diferencia nica, la vigente entre ser y entes, all donde una mayor atencin a la diferencia en s, como diferir, habra dejado ver inmediata-mente la multiplicidad de las diferencias, o bien la diferencia como principio de multiplicidad, de pluralizacin. Respecto a ello Vattimo asume una postura muy distinta: su referencia a la ltima parte de Sein und Zeit y a la cuestin de por qu la diferencia es y no debe ser olvidada desplaza de hecho notablemente el discurso.

    Puede decirse que, a travs de la crtica a los franceses, Vatti-mo llega no a resolver pero s a resituar la cuestin de la diferencia. En efecto, desde su punto de vista, no se trata ya de una reme-moracin meramente descriptiva de la existencia de una diferen-cia de hecho (o bien: recordemos que entre entes y ser hay una exclusin), ni tampoco del eventual modo correcto de si-tuarse respecto de esa diferencia (por ejemplo, como sugiere Severino,14 tomando resueltamente partido a favor del ser: pero cmo podemos tener la certeza de que aquello por lo que tomamos as partido es realmente el ser?), sino que ni siquiera se trata de la asuncin de la diferencia como principio metodo-lgico y metafsico (como en cambio sucede en Deleuze, el cual no solamente se orienta a travs de Nietzsche a una metafsica leibniziana de las singularidades sino que defi ende tambin la

    de Deleuze en Ms all del sujeto, 1989, pgs. 38s. Sobre la problemtica de la diferencia en la fi losofa francesa contempornea, cf. M. Ferraris, Diff erenze: la fi losofi a francese dopo lo strutturalismo, Miln, Albo Versorio, 2007; C. Sini, Identit e diff erenza nella fi losofi a francese contemporanea, en Melchiore (ed.), La diff erenza e lorigine, op. cit.; F. Borutti, Il nichilismo ontologico di Deleuze, ibid.

    14. Los textos ms importantes de E. Severino sobre este tema son, en nuestra opinin: Gli habitanti del tempo. Cristianesimo, marxismo, tecnica, Roma, Armando, 1978; La struttura originaria, Miln, Adelphi, 1981 (1. ed. 1972); Essenza del nihilismo, Miln, Adelphi, 1982 (1. ed. 1972).

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    diferencia como adecuado principio metodolgico alternativo a la dialctica).

    El paso siguiente que da Vattimo es este: Aquello a lo que hemos convenido en llamar pensamiento de la diferencia, y que fundado en la meditacin heideggeriana tiene hoy su mxima difusin en una cierta rea de la cultura francesa, tiende a encubrir y olvidar los diversos modos posibles de pro-blematizar la diferencia; en general, se puede decir, no tiene en cuenta la sugerencia del ltimo prrafo de Sein una Zeit ni en su sentido literal restringido (por qu se olvida la diferencia?), ni en su sentido metdico general (qu sucede con la diferencia como tal?); sino que prefi ere partir del hecho del olvido de la diferencia, oponindole un pensamiento que, por el contrario, se esfuerza en recordarla, la encuentra y se la hace presente de diversas maneras, y considera que as se coloca, de algn modo, ms all de la metafsica (pg. 66).

    Nos damos cuenta as de que al distanciarse de los franceses Vattimo est indicando tambin lo que no deja de ser una sutil ambigedad del discurso ontolgico heideggeriano y consti-tuye el punto cardinal de su interpretacin de Heidegger: es un hecho el olvido de la diferencia? En qu sentido lo es y en qu sentido no lo es, o bien en qu sentido se distingue del mundo de los hechos nticamente dispuestos? Es, pues, legtimo pensar que la ontologa heideggeriana debera completarse con alguna forma de hegelismo, y ms precisamente con aquella for-ma de hegelismo repensado en sentido lingstico que es segn Vattimo la hermenutica.15 Pero es signifi cativo que Vattimo

    15. Cf. sobre todo Lontologia ermeneutica nella fi losofa contempo-ranea, ensayo introductorio a la trad. italiana de H. Gadamer, Verit e metodo, Miln, Fabbri, 1972; adems Razn hermenutica y razn dialctica, en Las aventuras de la diferencia, 1986 (1998), y Dialctica y diferencia, en ibid.; Postilla a la reedicin italiana de Verit e metodo, Miln, Bompiani, 1983. Hay que destacar la evolucin del punto de vista de Vattimo sobre este tema, desde una situacin diramos de simpata latente y no latente por el hegelismo a

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    delinee esta peculiaridad del recordar en el ltimo ensayo de la coleccin, Dialctica y diferencia, donde la actualidad de Heidegger (cf. pg. 149) se mide subrayando la diversidad entre recordar como Er-innerung en Hegel y la rememoracin como An-denken en Heidegger: lo primero es un acto de apropiacin-interiorizacin, mientras que lo segundo (aunque fundado tambin en un nexo para-dialctico de rememoracin y olvido: cf. pg. 154) se confi gura en el interior de un evento que es la muerte de Dios, y por consiguiente no puede ser apropiacin, por la simple razn de que no hay objeto estable ni dato mnemnico que (re)apropiarse. Aqu se traza tambin todava un distanciamiento claro respecto de los franceses: no podemos hablar de la diferencia, comenzar a superar la metaf-sica, ms que describiendo las condiciones en las que se verifi ca el hecho de que su apelacin nos llama de modo perentorio (pgs. 155s).

    Como puede verse, la cuestin se plantea ahora en sus tr-minos esenciales: cmo hablar de la diferencia? Lo cual signifi ca: cmo hablar de una transformacin posible, o sea, de la emanci-pacin del hombre respecto de su propio humanismo pervertido y de la fi losofa de la metafsica? Los franceses, que conciben la superacin de la metafsica como superacin no solo del sujeto (en direccin al superhombre) sino tambin de la historicidad, acaban hablando de ella olvidando el olvido. En efecto, la dife-rencia no es (solo) la distincin esttica y estructural entre ser y ente, sino tambin y sobre todo la diferencia como dilacin, como espacio de tiempo (pg. 164). En este sentido no puede pensarse una diferencia que no sea rememoracin: no solo

    un preciso distanciamiento (coincidente quiz con el ms estrecho contacto con los franceses) hasta un cada vez ms pronunciado acercamiento a Hegel. Sobre el tono profundamente hegeliano del pensamiento dbil en la variante de Vattimo, cf. el ya citado texto de Aldo Magris, 1996; pero cf. tambin Oltre linterpretazione, 1994.

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    porque la diferencia es, de hecho, olvidada por el pensamien-to metafsico, sino tambin porque la diferencia es ante todo dilacin, es, en defi nitiva, la misma articulacin temporal de la experiencia que tiene que ver, esencialmente, con el hecho de nuestra mortalidad (pg. 164).

    Pero es evidente que no es la historicidad subjetiva adonde nos remite el sentido heideggeriano de la relacin entre memoria y olvido en lo que se refi ere a la diferencia. De modo que, para evitar la doble desmemoria de los franceses es esencial com-prender que la historia de la que hablamos cuando sugerimos recordar la diferencia es historia de mensajes, o sea, de interpe-laciones y llamadas, pero tal que la respuesta no agota jams la apelacin (pg. 157). De aqu el paso a la hermenutica, o sea, en este caso a la dialogizacin de la ontologa y de la historia. Sin embargo, advierte Vattimo (y es a todas luces una declaracin programtica), todas las implicaciones de esta modelizacin her-menutica de la historia [...] no han sido an esclarecidas, ni por Heidegger ni por sus intrpretes y seguidores (ibid.).

    4. Diferencia y dialctica

    Con este marco y con estas premisas se origina la opcin a favor del pensamiento dbil. Hay que destacar que todos los ensayos de la coleccin de 1983, con el ttulo de Il pensiero debole [citado aqu segn El pensamiento dbil, 1988 (52006)], pensada y dirigida por Vattimo y Pier Aldo Rovatti, aluden o hacen frente al pro-blema del destino de la dialctica, las temticas de la diferencia y/o de la dialctica. Podemos aceptar esto, creo yo, como signo de que el problema en cuestin se desarrolla en un mbito complejo, que abarca epistemologa, teora del conocimiento, esttica, tica, poltica y metafi losofa, pero designa tambin y ms profundamente como indica sobre todo la intervencin

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    de Vattimo una toma de posicin en amplio sentido lgica y metaterica, un intento de responder a la pregunta: qu tipo de orientacin se da al pensamiento despus de y a partir de las grandes opciones de la metafsica realizada?

    En la Advertencia preliminar fi rmada por los dos editores de la coleccin se traza una breve historia de la fi losofa dialctica y posdialctica del siglo xx, con un cierto desarrollo del estado de la cuestin. La bsqueda de una nueva fundamentacin, alter-nativa a la de la metafsica, se aborda en los aos sesenta, segn ambos editores, en dos tentativas de alguna manera opuestas: a) la bsqueda de estructuras carentes de centro y de fi nalidad (desprovistas de sujeto); b) la bsqueda de una subjetividad no sustancialista, ms fl uida, en continuo devenir. (No es difcil reconocer aqu los dos recorridos del estructuralismo y de la fenomenologa.) En los aos setenta se producira en cambio la aparicin de una nueva negatividad: las teoras estructuralistas y las fi losofas de la nueva subjetividad se habran revelado ya fundamentalmente totalizadoras. El debate cambia de tono; irrumpe en l, aunque no todos los acepten con agrado, un elemento trgico o irracional (pg. 12). De aqu las teoras reactivas o nostlgicas de la crisis de la razn, o las epistemo-logas deconstructivas y anrquicas de sello francs.

    El libro parte claramente de esta situacin (que puede fcil-mente describirse tambin en los trminos de la teora nietzscheana del nihilismo reactivo-activo). Pero qu quiere decirse propia-mente con la adopcin del trmino dbil? Segn Rovatti,16 por lo que parece, la prescripcin o indicacin contenida en la fr-mula remite sobre todo a estar en el lmite, que es lo propio de un cierto nmero de experiencias lgico-polticas y cognoscitivas bastante comunes, que por as decir, se trascoloran unas en otras: El sujeto mengua, mientras que crece la experiencia. Desapa-

    16. Las diferencias y afi nidades en la acepcin del trmino dbil en Vattimo y en Rovatti las expone perfectamente A. Staquet, 1996.

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    rece el sujeto? O ms bien se torna tan pequeo que puede fi nalmente reconocerse en su propia experiencia? Por su parte, la experiencia se multiplica, se confunde, deviene ilegible? O ms bien ha sido en tal modo colmada de sonidos que puede al fi n ser escuchada? (pg. 73). Al parecer, Rovatti llega a defi nir el pensamiento dbil como una dialctica sin sntesis, un pensar en el discrimen entre dos vas, sin caer nunca defi nitivamente ni en la una ni en la otra.17 Muy otro es el punto de vista de Eco, que plantea ms bien la cuestin en un plano semntico y epistemolgico, y afi rma una idea de dbil como pluralista, cientfi camente perspectivista. Eco identifi ca como ncleo constitu-tivo de una epistemologa dbil un modelo semntico basado en la fi gura del laberinto en sus diversas formulaciones, pero de un modo especial en la variante enciclopdica. El pensamien-to del laberinto, y el de la enciclopedia, es dbil en cuanto se compone de conjeturas y atiende al contexto; pero es razonable, pues consiente un control intersubjetivo, y no desemboca ni en la renuncia ni en el solipsismo (pg. 113).

    Otros autores (cf. en particular la intervencin de Carchia), trasladan correctamente todo el problema a la cuestin hegeliana de la mediacin. Si en Hegel el Zusammengehen de sujeto y pre-dicado en la cpula escribe Carchia se afi rma precisamente como una nueva forma de mediacin, que evita aquella remocin de la fi nitud en que se resolva la fi losofa de la refl exin, el paso que da Heidegger consiste en afi rmar la irreductibilidad del ser a la cpula, en reconocer el plus, el inconsciente que opera entre sujeto y objeto, y en esto Heidegger sigue la indicacin kantiana, y es el Kant de la teora del juicio, segn Carchia, quien ofrece la va de una resistencia al esquema dialctico, o sea, las premisas de un pensar no judicativo, lgicamente dbil (pg. 126).

    17. En otra parte Rovatti dar una versin ms estrictamente tico-esttica del tema: cf. P. A. Rovatti y A. Dal Lago, Elogio del pudore. Per un pensiero debole, Miln, Feltrinelli, 1989.

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    Pero qu signifi ca esta insistencia en lo lgico que apa-rece ms o menos explcitamente en todos los ensayos de la coleccin? Creo que la cuestin es bastante interesante, porque puede decirse sin ms que el pensamiento dbil es y ha sido sobre todo una respuesta una de tantas, pero quiz la ms consciente de sus propios presupuestos histrico-culturales a los grandes resultados limitativos de la lgica fi losfi ca despus de Kant y entre Kant y Hegel (aqu sita Vattimo la cuestin desde las primeras pginas, afrontando el problema del nexo Kant-Hegel). Ahora bien, el tenor de tales resultados limitativos puede decirse tambin especfi camente lgico, visto que los conocidos resultados de Gdel y Tarski (contradiccin entre completud y consistencia, necesi-dad de la distincin entre lenguaje y metalenguaje) en realidad fueron anticipados en trminos preformales precisamente por Kant y Hegel. Kant evidentemente descubre en la Crtica de la razn pura la incompletud de la razn terica; Hegel intenta poner re-medio a este descubrimiento, o mejor hace de l el inicio de otro modo de proceder en los contextos tericos (exactamente como los llamados pioneros de la recursividad). En este sentido Hegel fi gura como el equivalente en sede fi losfi ca o preformal de Gdel y de los recursivistas.18

    Creo efectivamente que el aspecto ms interesante de la hiptesis propuesta del pensamiento dbil, tal como aparece formulada en el ensayo de Vattimo incluido en la coleccin, con el ttulo Dialctica, diferencia y pensamiento dbil, est en el hecho de que se defi na a partir de las categoras de totalidad y adecuacin, caracterizando ambas en trminos que las hacen del

    18. Sobre el hegelismo de Gdel y el nexo dialctica-recursividad, cf. M. Kosok, La formalizzazione della lgica dialettica hegeliana, en D. Marconi (dir.), La formalizzazione della dialettica. Hegel, Marx e la logica contemporanea, Turn, Rosenberg & Sellier, 1979; P. Yourgrau, The Disappearance of Time. Kurt Gdel and the Idealistic tradition of Philosophy, Cambridge, Cambridge University Press, 1991; H. Wang, A Logical Journey. From Gdel to Philosophy, Cambridge (MA), MIT Press, 1996.

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    todo equiparables con los conceptos gdelianos de completud y coherencia.

    Ante todo debe decirse que en la intervencin de Vattimo la cuestin se presenta en un contexto abiertamente metafi lo-sfi co y lgico-poltico: el pensamiento dbil no ha dejado sencillamente tras de s a la dialctica y al pensamiento de la diferencia, sino que estos representan para l un pasado en el sentido del Gewesen heideggeriano, que tanto tiene que ver con la proyeccin hacia el futuro y con el destino (pg. 18). Dos nociones principales, recuerda Vattimo comentando la Crtica de la razn dialctica de Sartre, caracterizan a la dialctica: la de tota-lidad y la de reapropiacin. Ambas en su caracterizacin aparecen como metforas o buen ejemplo, respectivamente, de completud y conformidad, o adecuacin descriptiva, pero habida cuenta de que el mbito en el que se mueve Vattimo es el mbito del ser-tiempo-lenguaje, por tanto, un mbito continuo, que no supone un referente externo, la segunda vale como equivalente onto-lgico de la nocin de coherencia (en un mbito inmanentstico, coherencia y conformidad son la misma cosa).

    Es interesante ver cmo Vattimo deduce la debilitacin de ambos principios a partir del fracaso del programa dialctico. En cuanto a la ambicin de totalidad (exhaustividad y completud), el mtodo dialctico vacila ante todo en Sartre, el cual muestra el carcter mitolgico de la solucin lukacsiana al problema de la totalidad, o sea, la asignacin de una visin total al proleta-riado, y precisamente a sus vanguardias intelectuales y al partido. En Adorno, Benjamin, Bloch, la idea de totalidad revela toda su dimensin de violencia ideolgica y falsedad. La importancia y el atractivo fascinante de pensadores como Benjamin, Adorno o Bloch no radica solo en el hecho de haber replanteado la dialcti-ca incorporando a ella las exigencias crticas de la microloga, sino en mantener la vigencia de esas exigencias, incluso en contra de la dialctica y de la coherencia y unidad del propio pensamiento.

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    Los que acabamos de citar no son pensadores de la dialctica, sino de su disolucin (pg. 25). La naturaleza violenta y dogmtica del pensamiento de la totalidad, siguiendo a Benjamin, debe verse sobre todo en el hecho de que con l calla todo lo que poda ser y no ha sido, lo que no ha producido verdaderos y vistosos efectos histricos: la historiografa es eminentemente burguesa, y el efectualismo dialctico (real = racional) es un claro sntoma de ello. Solo desde el punto de vista del derecho elemental de los vivientes puede afi rmarse, con Adorno, que la falsedad es el todo (ibid.; en un cierto sentido sale a la superfi cie hasta qu punto, en Benjamin y en Adorno, el Lukcs revolucionario es utilizado en contra del Lukcs defensor de la totalidad).

    No obstante, observa Vattimo, la instancia microlgica debe ceder el paso frente al segundo problema, a la cuestin de la reapropiacin y de lo propio (coherencia consistencia). En efecto, no hay ninguna garanta sobre la decibilidad de la part maudite, de lo que ha sido excluido por la cultura de los do-minadores: nada nos asegura que en el decirse, en el llegar a la efectualidad, lo inefectivo no se haga tambin voz de dominio e imposicin. En este momento emerge el pensamiento de la diferencia, cuya analoga con el pensamiento negativo y (pos)dialctico frankfurtiano se ha sealado explcitamente. Desde el punto de vista de la fi losofa de la diferencia, pero en particular de la desarrollada por Heidegger, a la crtica de la totalidad se aade la crtica de la apropiacin (lase: de la adaequatio, pero tambin: de la descriptividad y descriptibilidad). No solo la pretensin totalizadora de la lgica metafsica, y de la misma dialctica, es a) falsa y b) portadora de represin y violencia, sino que tambin la crtica de esa pretensin debe tener en cuenta la insostenibilidad de la relacin adecuativa y descriptiva que se pretende establecer entre lenguaje-pensamiento y ser.

    A la crtica de la pretensin de totalidad se aade, en otros trminos, la crtica a la pretensin confi rmativa-adecuativa de

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    decir el ser y fi jarlo en trminos de la presencia de lo que hay: y esta combinacin desalienta tambin la pretensin adecuativa del pensamiento crtico-negativo, la intencin de proponerse como versin ms justa de la dialctica. Vattimo parece leer aqu la sugerencia heideggeriana acerca de una temporalizacin de los a priori, y la misma refl exin sobre la relacin ser-lenguaje que es decisiva en Heidegger a partir de los aos treinta, como respuesta a la necesidad de abrir la lgica como ontologa (la cuestin del decirse del ser) en el plano de lo propio, de la adecuacin cosa-discurso.

    Ahora bien, es este el aspecto que determina la diferencia decisiva entre el pensamiento dbil (en esta variante) y cual-quier debilitamiento lgico de procedimientos y principios (todo descubrimiento de paradojas y limitaciones en el mbito lgico se traduce o se puede traducir efectivamente en alguna forma de debilitamiento del lenguaje). La diferencia entre el de-bilitamiento ontolgico (en el sentido heideggeriano que, como hemos dicho, une objeto y mtodo en una perspectiva transme-tdica y anti-objetivista) y cualquier otro debilitamiento lgico puede formularse de la siguiente manera: 1) El pensamiento dbil no busca evitar la paradoja (lo cual lo asimilara a una forma de mediacin hegeliana) pero cae dentro del mbito de lo paradjico;19 2) El pensamiento dbil es tambin idea de un destino suprapersonal del logos, que invalida toda decisin lgica. El segundo aspecto es particularmente discriminante: si una tesis semejante es vlida, con rigor no se podra ni siquiera decidir a favor de lo paradjico, y esto es lo que distingue defi nitivamente el pensamiento dbil de toda lgica, aunque sea paraconsistente o en general no clsica.

    Adems, como la cuestin en juego se refi ere a las moda-lidades de discurso y de pensamiento, es evidente que la tesis

    19. Cf. sobre la evolucin de la antinomia racional como alternativa a Hegel el libro ya citado de Ciancio, Il paradosso della verit.

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    heideggeriana retroacta sobre s misma, y se presenta como una propuesta de superacin de la metafsica y de la dialctica, que es tambin la propuesta de una nueva manera de enten-der la nocin misma de superacin, o sea sobre la base de una forma de diagonalizacin que se reproduce a menudo en el pensamiento y en el estilo terico de los autores vinculados al segundo Heidegger, la idea sobre todo de una superacin de la superacin metafsico/dialctica.

    5. Nihilismo, hermenutica y posmodernidad

    El problema del ber-, la superacin de la metafsica y el pensa-miento de la diferencia, o mejor, el problema del decirse de estas eventualidades aparentemente abstrusas e inmotivadas, y que no obstante parecen ser de una extraa y apremiante actualidad, es el motivo dominante del pensamiento de Vattimo en su con-frontacin con Nietzsche, Heidegger, los franceses y la tradicin dialctica, tal como se desarrolla en los aos setenta y hasta los primeros ochenta. Pero fue en el transcurso de estos aos cuando la solucin, por otro lado ya lograda en poca anterior, se vuelve abiertamente clara y comprensible en todos sus detalles.

    Ante todo, en los escritos del volumen La fi ne della modernit (1985) [citado aqu segn El fi n de la modernidad,1985 (2007)] resulta del todo claro en qu sentido la superacin de la meta-fsica (y del sujeto) es asumida por Vattimo, como sostuvo Berti, con mayor coherencia que los franceses. Y esta coherencia eleva el pensamiento dbil hasta aquella particular dialctica asinttica (lgica vertiginosa, como escribe) que constituye el ncleo fuerte o fundamental del trabajo de Vattimo. En el primer ensayo, Apologa del nihilismo, se expone el impasse del pensamiento del siglo xx con relacin al nihilismo: fe-nomenologa y existencialismo primero escribe Vattimo,

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    pero tambin el marxismo humanstico y las teorizaciones de las ciencias del espritu, son manifestaciones de un hilo conduc-tor y unifi cador de un amplio sector de la cultura europea que podramos hasta identifi car como caracterizado por el pathos de la autenticidad, es decir, en trminos nietzscheanos, de la resistencia a la realizacin del nihilismo (pg. 26). Del pathos de la autenticidad no se escapa ni siquiera lo que Vattimo llama lo mstico wittgensteiniano, que muy en particular ve expresado en la teora de la verdades locales.

    As y hay ejemplos por todas partes se reacciona a la desvalorizacin de los valores supremos, a la muerte de Dios, solo con la reivindicacin pattica, metafsica de otros valores ms verdaderos (por ejemplo, los valores de las cultu-ras marginales, de las culturas populares, opuestos a los valores de las culturas dominantes; la destruccin de los cnones li-terarios, artsticos, etctera (pg. 28). Como puede verse, el diferencialismo francs es asimilado a cualquier otra reaccin antinihilista; porque en el mundo de la tcnica, que Vattimo lee justamente como mundo del nihilismo, de los mensajes que se transmiten-envan a cualquier parte, y del ser que se ha transformado enteramente en valor (de cambio), no hay teoras o tesis fi losfi cas por ejemplo, el diferencialismo, o la metafsica de la singularidad y del simulacro, etctera que consigan justifi car ms autnticamente la experiencia, porque la autenticidad lo propio, la reapropiacin ha perecido ella misma con la muerte de Dios (pg. 29).

    La nocin heideggeriana de Verwindung, como ya se anun-ciaba en el ensayo de El pensamiento dbil, se convierte en la palabra clave de toda la teora de la superacin, e indicacin preliminar para una prctica contempornea de la fi losofa que consiga actuar en la condicin de la prdida de lo propio y de la totalidad. Pero es la teora de la posmodernidad, en especial en la formulacin lyotardiana (quiz, junto a la de Hassan, la de

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    Lyotard ha sido la formulacin ms fi losfi camente signifi cativa de lo posmoderno), la que ahora ofrece a Vattimo un terreno ideal para enmarcar su discurso sobre diferencia, nihilismo, dia-lctica (y pensamiento dbil), y valorizar defi nitivamente esta idea de una diferencia dbil (en el sentido de verwinden) como buena alternativa a la dialctica.

    Como es sabido, Lyotard20 defi ne la posmodernidad en trminos que no se alejan mucho de los que Vattimo esboza en su ensayo de El pensamiento dbil, o sea, como cada de los grands rcits (discursos totales), pero tambin de los principios locales de conformidad y adecuacin. En la posmodernidad todo cuenta y acontece en trminos de performatividad: exactamente como en el mundo del nihilismo, en el que el ser se ha reducido a valor de cambio. Se comprende as que la teora poda adaptarse perfectamente a las tesis que Vattimo haba formulado y formu-laba en aquellos aos.21 En una primera sntesis, si moderno es la fundacin cartesiana, posmoderno es el nihilismo, en el sentido del hombre que cae del centro hacia los extremos de la X, pero tambin el pensamiento rememorador de Heidegger, que advierte la diferencia ms all de las pretendidas objetiva-ciones y decisiones del sujeto (esta conexin es, entre otras, una de las razones por las que Vattimo halla una cierta consonancia entre el nihilismo y el pensamiento del ltimo Heidegger, es decir, descubre en este ltimo un tono nihilista). Si moderno equivale a metafsico, y ms precisamente al ltimo nombre, a la ltima versin de la metafsica, entonces posmoderno equi-vale a posmetafsico, pero segn aquella forma de superacin que en realidad es, como dice Heidegger, no eliminacin sino repeticin de la metafsica. Si moderno es el pensamiento

    20. La condicin postmoderna: informe sobre el saber, trad. de M. Antoln Rato, Madrid, Ctedra, 1994 (2008).

    21. Sobre lo posmoderno en fi losofa y la postura de Vattimo al respecto, cf. especialmente Fornero, 1996.

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    objetivador, que pretende describir estructuras estables del ser, posmoderno es eminentemente el pensamiento que no tiene ya esta pretensin.

    Pero atencin: por aquel mismo principio de consistencia (o de coherencia, o de radicalidad) por el que, como dice Nietz-sche, tambin todo es interpretacin es una interpretacin, la superacin que indica el prefi jo post constituye en el plano metaterico el mismo fenmeno que en el plano por as decir terico desarrolla la cuestin de la diferencia. O sea, como es-cribe Vattimo, en el ltimo ensayo de El fi n de la modernidad, con el ttulo de El nihilismo y lo posmoderno en fi losofa: no tiene nada de la Aufhebung dialctica ni del dejar atrs que caracteriza la relacin con un pasado que ya no tiene nada que decirnos [...] la diferencia entre Verwindung y berwindung es lo que puede ayudarnos a defi nir el post de lo posmoderno en trminos fi lo-sfi cos (pg. 145).

    6. Verwindung

    Hay que recordar que el llamado problema de la diferencia, lo mismo que el problema de la dialctica, es en defi nitiva el problema del pasaje: del distanciamiento crtico del pasado, de la superacin de una poca y de una lgica de impasse, pero tambin de la distincin lgico-terica y ontolgica (del diferir entre ser y entes, y del diferir en general). Pero explica Vattimo que este problema lo resolvi Nietzsche anticipando el sentido de la Verwindung heideggeriana y del post de lo posmoderno. En Humano, demasiado humano, el problema del salir de la enfermedad histrica, o con mayor precisin, del salir de la modernidad, se plantea de un modo nuevo: Humano, demasiado humano presenta una verdadera y propia disolucin de la modernidad mediante la radicalizacin de las mismas tendencias que la constituyen (pg.

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    146). Estamos, pues, frente a un procedimiento irnico, secunda-dor, a una disolucin-superacin que es ante todo radicalizacin: es la lgica irnica del Evangelio a que hemos aludido.

    Cmo se justifi ca esto? Con sufi ciente claridad, por el hecho de que la modernidad es ella misma y sobre todo poca de la superacin, por lo que superarla signifi ca ponerla en acto, confi rmarla en el plano performativo. La modernidad es poca de la novedad que envejece, de las novedades por tanto que se superan vertiginosamente, en un movimiento que desalienta toda creatividad al mismo tiempo que la exige y la impone como nica forma de vida (pg. 146). Por tanto, evidentemente, no se podr salir de la modernidad pensando en superarla, hay que encontrar un camino diferente.

    Este camino distinto lo seala una peculiar declinacin en clave nietzscheana del concepto de Verwindung. Es evidente que Verwindung es un principio semntico y pragmtico:22 indica el modo en que se interpretan y emplean las categoras de la metaf-sica clsica. Y al mismo tiempo es tambin un principio tico-prctico y metodolgico, en el sentido de que indica el contenido terico que hay que asumir frente al declinar de la metafsica. Se trata adems de una nocin con apariencia dialctica, pero con algunas diferencias relevantes. Se caracteriza a partir de dos trminos: abandonarse a (rimettersi a-) en el sentido de confi ar-se, y reponerse de (rimettersi da-), en el sentido de recuperarse de una enfermedad; es decir, como declinacin-deformacin, superacin-distorsin, repeticin-profundizacin, etctera.

    Escribe Vattimo en Dialctica, diferencia y pensamiento dbil [en El pensamiento dbil, 1988 (52006)]: el modo en que Heidegger rebasa la metafsica posee todas las apariencias de una superacin dialctica y, sin embargo, hay que conside-rarlo de otro modo, justamente cuando se lo advierte como

    22. Puesto de relieve sobre todo por Antiseri, 1993; cf. tambin For-nero, 1996.

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    Verwindung; pero, tambin en cuanto tal, contina todava algo que es propio de la dialctica (pgs. 31s). Se ve entonces actuando el especfi co efecto especulativo de la nocin de Verwindung: esta nocin expresa la prosecucin-distorsin de la metafsica y de la dialctica, y a la vez pone por obra aquello que dice y describe. Por lo que no solo la nocin de Verwindung es una crtica al carcter descriptivo de la metafsica, sino que exhibe tambin una forma alternativa de descripcin. Verwindung descri-be el movimiento del ser como berlieferung y Ge-schick, y es al mismo tiempo el modo como el pensamiento piensa la verdad del ser, entendido como berlieferung y Ge-schick (pg. 32).

    Esto determina una variacin estructural tambin en el tipo de dualidad que caracteriza la semntica de la categora del Verwindung respecto de la dualidad semntica de las nociones dialcticas: porque aqu lo doble, lo que est simultneamente implicado junto con el primer signifi cado, no es simplemente lo opuesto sino lo diferente en el doble sentido temporal y espacial (o estructural). De aqu la relacin oblicua que se establece entre los trminos en juego: distorsin no es ciertamente lo opuesto a prosecucin, sino que ms bien indica una modalidad del proseguir; el abandonarse a (rimettersi a-) indica a su vez una modalidad del reponerse de (rimettersi da-): reponerse de una enfermedad, pero con actitud de abandono y no de contraposicin violenta, sin intentar detener el transcurso del mal oponindose, y as sucesivamente. En este sentido puede decirse que Verwindung es una reinterpretacin de Aufhebung, pero corregida en el sentido de la empira histrica que la hermenutica ha sacado a la luz.

    En Ms all de la interpretacin, la impostacin o el tono ni-hilista que da Vattimo a la hermenutica asume una caracters-tica naturaleza circular, refl exiva y ms propiamente especulativa, sobre todo en cuanto la circularidad desarrolla aqu un papel metodolgico, adems de temtico. El punto de partida es una tesis histrico-epocal, pero que pronto se descubre superada

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    por un tratamiento metaterico. Nihilismo es la situacin de la ontologa occidental, el recorrido de progresivo aligeramiento-vaciado de las categoras fi losfi cas tradicionales, y de progresivo debilitamiento de la nocin aristotlico-platnica de ser. El comportamiento consecuente a este carcter fctico (cuya con-formacin se considera desde el comienzo una conformacin histrico-interpretativa) es ese nihilismo secundador que defi ne la asimilacin entre la Verwindung y el post del posmodernis-mo. Hay, por tanto, un de hecho, que procede de la progresiva consumacin del ser (segn la expresin de Vattimo), hay un comportamiento consecuente, y es el aligeramiento de las cate-goras tradicionales, el devenir dbil del pensamiento. Pero es preciso observar que el segundo aspecto es refl exivo y retroactivo, esto es, aporta signifi cativas variaciones de sentido al primero. De hecho la debilitacin del discurso terico es tambin y sobre todo, como se ha visto, una atenuacin del nexo descriptivo entre lenguaje fi losfi co y estados de cosas, por lo que las premisas descriptivas de las que parte el discurso:

    no son confi gurables como si fueran premisas en el sentido prehegeliano del trmino;

    no pueden evaluarse como si fueran una teora o una Weltanschauung, una toma de posicin, un punto de vista sobre la estructura del mundo.

    7. Argumentacin y proveniencia

    En qu medida sea determinante, y en absoluto disolutivo, este tipo de solucin (o aceptacin) de la antinomia racional se revela en el intento de delinear los principios de la argumentacin hermenutica que Vattimo expone brevemente en un ensayo de 1993: Diritto allargomentazione (en Filosofi a 92). Aqu aparecen dos datos esenciales: el derecho de la fi losofa a ser

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    todava, aunque bajo otras condiciones, discurso sobre (el) todo, y el vnculo entre argumentacin y proveniencia.

    El derecho que proclama la fi losofa por lo que se refi ere a la totalidad, escribe Vattimo, no puede confi gurarse como un derecho a la expresin de una Weltanschauung (pg. 63), ni puede proponerse como creacin arbitraria (pg. 64). Debe no obstante nacer en una relacin de fi delidad o consecuen-cialidad respecto de algo: y, en efecto, ninguna fi losofa primera es realmente tal, porque todo planteamiento de un problema o formulacin de una pregunta es el fruto de las respuestas recibidas, heredadas, ya disponibles (pg. 62), y por la misma razn ninguna fi losofa puede (como en ciertos casos la ciencia) truncar de forma decisiva (con el experimento) la disputa (ibid.; lo cual signifi ca: no hay un principio absoluto ni un fi nal absoluto del discurso).

    En cuanto intento de respuesta a preguntas recibidas, here-dadas, ya disponibles, toda teora, toda empresa argumentativa se basa en presupuestos ampliamente heterogneos, y es por ello constitutivamente impura (pg. 60). Muchas preguntas y respuestas provienen del pasado, y la interpretacin, como individuacin selectiva de las preguntas a las que responder, es tambin ordinativa y constitutiva: la tarea de la interpretacin, en defi nitiva, consiste en ordenar y hacer dialogar (o dialogar con) los datos de la tradicin (pg. 66). Pero desde el momento que aquello de que se dispone es (la) proveniencia, tambin la forma de los a priori de que nos servimos es proveniente, y por tanto no podr fi jarse de una vez por todas ni ser posible confi gurarla en trminos descriptivos (los a priori estn ins-critos en el lenguaje natural profundamente marcado por la historicidad al que est siempre arrojado el Dasein, pg. 68). Por consiguiente, aunque es verdad que los datos de la experien-cia no son en absoluto fi losfi camente ordenables, es tambin verdad que no hay tampoco un orden dado de los a priori que

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    podamos utilizar para poner orden en la experiencia; el ejerci-cio peculiar de la fi losofa, para mantenerse fi el al devenir de la tradicin, no es por consiguiente la objetivacin, sino el acceso a las condiciones eventuales que anticipan la objetivacin, y abren la condicin de la verdad (pg. 67). En fi n: tanto la forma como el contenido de este acceso son el fruto de un trabajo participativo y dialgico; los criterios de la deconstruccin y del reordenamiento del pasado los encontramos en los trminos participativos y dialgicos.

    Como puede verse, la relacin entre argumentatividad de la fi losofa y proveniencia nace a partir de lo que Gadamer llama una conciencia hermenuticamente educada: no podemos argumentar si no tenemos en cuenta las vas histricamente ya frecuentadas por las cuales ya no hay que avanzar ms; no podemos argumentar si no es reconociendo la pertenencia de la argumentacin a un tejido de opiniones y convenciones incluso inconscientemente activas, y tampoco podemos argumentar ms que preguntndonos qu necesita la poca (o evitando ofre-cerle lo que esta ya tiene en exceso); y, fi nalmente, no podemos argumentar solo a partir de la pretensin de nuestros gustos o de las evidencias subjetivas (de aqu la naturaleza extrametdica y a la vez electiva de este punto de vista).

    No obstante, el aspecto singular de todo el planteamiento es que a esta aparente urbanizacin atenuante de la ontologa heideggeriana se la considera como un producto lgicamente e histricamente necesario. La apertura del discurso fi losfi co a las transacciones sociales, polticas, histrico-pragmticas es (aparece aqu como) la respuesta a una demanda implcita en la misma apertura de la ontologa tradicional buscada sobre todo por Heidegger: la pregunta sobre el todo deviene aqu, de manera inevitable, la atencin al todo.

    Para Hegel, el todo preliminar, el universo de referencia de la fi losofa, es la totalidad contradictoria, que incluye ser y no

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    ser (el mundo booleano, fi jado por el principio X y no-X juntas agotan el universo); para Heidegger o Jaspers es el hori-zonte omnicomprensivo del ser, que incluye la vida humana y su especfi ca estructura paradjica. Para este tipo de ontologa hermenutica el todo al que la fi losofa se refi ere es un mbito abierto no predescriptible en el que la historia, y el lenguaje, y las diversas contaminaciones culturales de uno y otra, constituyen lo que hay que pensar. El universo de referencia no es ya solo la conmixtin de ser y pensamiento, ideal y real, afi rmacin y negacin, etctera, ni es solo la estructura de la existencia en la forma paradjica descrita por Kierkegaard y heredada por el existencialismo, sino una entidad heterognea, un todo multi-forme y fundamentalmente discreto, que Vattimo identifi ca con el ser-historia-lenguaje de la efectividad hermenutica.

    Las dos cuestiones que, llegados a este punto, previsiblemente se plantean se refi eren a la normatividad y a la identifi cabilidad de la proveniencia. En qu sentido se podr actuar selectivamente sobre la proveniencia? O bien: qu voces de la tradicin de-bern ser escuchadas y qu otras descartadas? Adems: quin podr distinguir la autenticidad de la respuesta a la tradicin de cualquier pretensin expresiva o constructiva? Frente a estas preguntas, la solucin hermenutico-heideggeriana con-siste, como es sabido, en proponer la respuesta en trminos extra-metdicos (en trminos de abandono o de escucha). Ms radicalmente parece que pueda decirse que es la misma teora de la proveniencia la que implica el asunto hermenutico del nunca perfecto dominio del teorizante sobre aquello de que se ocupa temtica y metdicamente. En otros trminos, el mbito de las decisiones metatericas y metodolgicas se transfi ere al objeto: es, en efecto, la dimensin temtica la que decide la naturaleza de la opcin metodolgica, es la opcin del ser la que determina la heterogeneidad e impureza del fundamento histrico-exis-tencial, y la particular dialctica sin sntesis en que se desarrolla

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    el pensamiento dbil. As como la idea del mundo del espritu como totalidad bivalente (la idea de totalidad como sntesis con-creta de afi rmacin y negacin, subjetivo y objetivo, fi nito e infi nito, etctera) era la que determinaba en Hegel la opcin por la dialctica como metodologa de pensamiento, as tambin la opcin temtica del ser como totalidad heterognea determina la metodologa de la proveniencia y de la participacin.

    8. Este libro

    Vattimo es ciertamente uno de los fi lsofos de la tcnica, in-cluyendo en esta expresin a los pensadores que han intentado comprender la contemporaneidad en sus desarrollos tcnico-cientfi cos sin condenarla ni condenando tampoco los resulta-dos de estos mismos desarrollos, sino usando sus palabras escuchando la llamada. Su trabajo en este sentido puede hoy decirse completo con Oltre linterpretazione (1994) [Ms all de la interpretacin, 1995], que es el ltimo libro decidida e inequvo-camente fi losfi co escrito por l. Posteriormente, con Credere di credere (1996) [Creer que se cree, 1996], Vattimo inici una va del todo nueva, que lo llev a una forma de militancia fi losfi ca profundamente diversa. Su misma escritura se simplifi c notable-mente, perdiendo muchos vnculos con tecnicismos y referencias a la tradicin fi losfi ca que antes le caracterizaban.

    Es importante subrayar y el texto que presentamos aqu lo confi rma que no se ha tratado de una forma de com-pensacin reactiva, o de un alejamiento de la fi losofa, sino del cumplimiento de un cierto proceso: en mi opinin, del cumplimiento natural de un proceso tpico de un cierto tipo de fi losofa como es la que practica Vattimo, y que es legtimo llamar, con un nombre que evoca el tiempo en que fl oreca el marxismo, teora concreta.

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    Pasando a la poltica (o cayendo en la poltica, como aqu dice irnicamente), Vattimo no ha hecho ms que desarrollar uno de los lados o aspectos de ese carcter especulativo (re-fl exin o mezcla de interpretacin y praxis) que es propio de las categoras de su pensamiento, y que constituye en l una original reinterpretacin tanto de la dialctica hegeliana como de la especulacin posdialctica del pensamiento del segundo Heidegger (empeado, y quizs a veces enredado, desde los Beitrge, en una serie de crculos, recurrencias e iteraciones). Hay, por tanto, una necesidad o un hecho fi losfi co (tal como dice Vattimo, hay una lgica en las transiciones semnticas y en las fugas a las que el nihilismo somete las categoras de la metafsica clsica) que se expresa en este aparente pasaje a lo ntico, y creo que las pginas que siguen dan muchas pistas para comprender esta necesidad.

    El discurso se desarrolla en tres tiempos. Ante todo Vattimo explica los motivos por los que su visin de la prctica fi losfi ca, aunque se distancia de la ciencia (la fi losofa que quiere defi nirse como ciencia se ve siempre obligada al mismo tiempo a rede-fi nir la ciencia, como bien lo demuestra el caso de Husserl), no persigue en absoluto parecerse a la literatura, a la sociologa, a la ciencia de la cultura, o a cierta forma de pretensin artstico-literaria. Lo que creo ha sido importante en el trabajo de Vatti-mo es esta clara visin de la fi losofa como algo distinto de las ciencias (exactas o de la naturaleza) y de las humanities o del arte: pero distinto propiamente en cuanto profundamente com-prometido e implicado en las problemticas de fondo de todo esto, y ligado por mil vnculos de afi nidad y participacin a cada prctica cultural.

    En segundo lugar, Vattimo especifi ca aqu su interpreta-cin del concepto de verdad. Es evidente que en la alternativa aristotlica verdad-amistad se presenta una mocin a favor de la amistad, pero en cuanto teora fi losfi ca la verdad no puede

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    Vocacin y responsabilidad del fi lsofo

    olvidarse de la polis, que es el terreno de donde ha surgido y al que est destinada. Ms que de verdad como adecuacin des-criptiva se habla de fi delidad a un ser que es ante todo evento, y a un sujeto que es ante todo dilogo (como hemos dicho: participacin).

    Esto no implica para nada un distanciamiento de la lgica y un acercamiento a la retrica; ni se trata de una eleccin irres-ponsable en sus motivaciones histricas y tericas. En un texto reciente, cuyo ttulo es Les raisons que la raison ne connat pas,23 Vattimo ha desarrollado bien la cuestin, demostrando (una vez ms) que la defensa de las razones del corazn se sostiene bien gracias a una diligente labor del entendimiento. Sobre un relativo dominio de la amistad, o bien de la pietas, so-bre la verdad, o bien sobre la presunta adecuacin cosa-discurso (como quiere el cristianismo, en una lectura dostoievskiana), concuerdan en realidad muchos pensadores europeos contem-porneos: Levinas insistiendo en el respeto al otro, Habermas insistiendo en la doctrina juvenil hegeliana del amor, y en las prcticas comunicativas del mundo de la vida. Pero solo una precisa opcin ontolgica en opinin de Vattimo es capaz de evitar que estos puntos de vista caigan en alguna forma de disi-mulado dogmatismo terico (por ejemplo, en el caso de Levinas, transformando oblicuamente al otro en el Otro trascendental; o en el caso de Habermas reafi rmando oblicuamente una razn absoluta a travs del imperativo de la absoluta transparencia co-municativa). Esta opcin ontolgica, se ha dicho ya, va y debe ir a favor de un ser como evento, a favor de la eventualidad del ser. Y es evidente entonces que, como se confi rma en estas pginas, Vattimo piensa en la amistad (en la participacin, en el metkein al que Gadamer asigna la tarea fundante de la teora) propiamente como mbito en el que las paradojas de la verdad encuentran

    23. Ledo en el simposio sobre Deux-mille ans: aprs quoi?, en Pars, diciembre de 1999 (cf.).

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    Introduccin

    siempre de nuevo, constantemente, realizacin y solucin. Una sutil pero decisiva variacin respecto al primado de la razn prctica: primado de una razn participativa.24

    En fi n, la ltima seccin del texto, sobre responsabilidad, vocacin y destino en fi losofa, nos suministra una clave para entender hasta qu punto las tensiones de la prctica fi losfi ca contempornea entre histricos y tericos, entre fi lsofos-perio-distas y fi lsofos-profesores, entre la especializacin fi losfi ca y la misin del fi lsofo como funcionario de la humanidad son en opinin de Vattimo comprensibles e intensamente vividas, sobre todo por un pensamiento que se haga cargo de su propia fi nitud, y la elabore en clave poltica (emancipacin) y religiosa (redencin). Las pginas del texto concluyen con lo que podra defi nirse (si la irona del pensamiento dbil lo permitiera) como una teora de lo sublime histrico-poltico-religioso. O bien: de la desproporcin y a la vez la familiaridad que siempre el punto de vista de la polis impone al pensamiento. Parece que no podamos ser del todo fi lsofos, segn Vattimo, si no es ponindonos continuamente frente a la visin no de la totalidad (entindase esta en sentido ontolgico o bien lgico, en sentido