VNM_41_Editorial

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EDITORIAL L o que ha sucedido en Río de Janeiro, Brasil, durante la 28ª Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) simplemente es inabar- cable porque, a pesar de haber sellado con una clausura para la memoria –tres millones de participantes en la Misa con- clusiva en la playa de Copaca- bana–, lo acontecido parece que apenas está dando inicio. Francisco salió al encuentro de los jóvenes católicos para celebrarlos, para festejarlos, pero también para conmocio- narlos con la actitud abierta, sin la rigidez que estila el cle- ricalismo y las falsas poses jerárquicas; son jóvenes que han crecido con el catolicismo como tradición y que se han dado cuenta de lo ‘enjaulado’ que se está allí mientras tantas necesidades cuestionan y con- frontan. Los jóvenes han visto que las respuestas del mundo contemporáneo conforman pero no confortan; permiten pero no promueven; solventan pero no acompañan; y Francis- co ha reconocido que él no tiene las respuestas a estas cuestio- nes sino en su personalísima opción cristiana. Una opción que ha sembrado con gestos y actitudes; y que ha reforzado con sencillas palabras. La juventud fue revindicada por el Pontífice porque no les dijo qué puede ser, sino por lo que ya es hoy; Francisco ha dicho que los jóvenes son el futuro, tanto como los ancia- nos lo son, pero los convidó a la audacia, a reconocer que si “son la ventana por la que el futuro entra al mundo”, de ellos depende que entre luz y aire fresco a una Iglesia enve- nenada de vivir encerrada, con- finada en un ambiente donde se creía cómoda y segura. Francisco ha cambiado la ecuación: inexorable, el futuro entra en el mundo. Y ha dicho que los jóvenes son la fronte- ra de ese acontecimiento. De su mirada depende si deciden filtrar la luz a la esperanza o le permiten iluminar su inte- rior ensombrecido. Lo doloroso sería que, siendo vanguardia, los jóvenes se refugiaran tras los frágiles cristales de la co- modidad, del temor o la indi- ferencia: “Prefiero una Iglesia que sale y se accidenta que una Iglesia enferma, encerrada en sí misma”, ha insistido Bergo- glio de diversas formas. El mensaje ha sido captado y, como misioneros de la nue- va evangelización, los parti- cipantes de la JMJ saldrán a dialogar, a encontrarse con esa otra infinidad de jóvenes que atestiguan vanamente un horizonte incierto o que deses- timan un porvenir que aún les parece azar en lontananza. La respuesta ha sido positiva. Si Francisco ha iniciado en medio de dificultades mayúsculas, no hay motivos para no hacerlo en la propia condición. Motivación, propuesta y au- dacia están en el honesto pro- pósito de salir a buscar en lugar de quedarse a esperar; ha sido un encuentro verdadero, lleno de autenticidad que provocó, movió muchas preconcepciones sobre lo que significa ser Iglesia llamada a transformar la reali- dad. El ‘estilo Francisco’ ayudó; no fue a decirles fórmulas: fue a decirles que la primera opción es la del encuentro auténtico, y sus rutas son salir, dialogar, vivir en la extraordinaria ale- gría de ser normal. Eu fui abençoado (Yo fui ben- decido) decían las playeras que portaban los jóvenes en la Jor- nada. Los jóvenes ya han dicho presente. Esto quedó demos- trado en las millones de almas presentes para la Vigilia y la Misa de clausura de la JMJ. Está claro que ellos ya han dicho sí a la alegría, al encuentro y a la fraternidad. Han manifestado su interés por ser protagonistas en sus realidades concretas. Francisco, el Papa que ha hecho de la misericordia la primera pastoral, los ha animado a que ese “sí” se prolongue en com- promiso en el servicio. El llamamiento de Francisco al compromiso intuye fideli- dad, pero una fidelidad que se arriesga a ser vulnerada porque traspasa las fronteras conceptuales. No se propone el camino de ser fiel a algo, al qué o al porqué, si de antemano no hay un compromiso con una persona concreta. Esta ha sido una JMJ que, como las anteriores, queda en la historia por la indómita voluntad de la juventud para vencer las barreras del lenguaje y de la cultura; pero también como parte de la gestación de una ‘generación Francisco’ que prefiere no disfrazar el silencio en sabia prudencia. Al propio Bergoglio no le importaba que- dar bien con los millones de jó- venes que colmaban Copacaba- na, no subestimó su inquietud, sacrificio ni su inteligencia; nada condenó porque “ellos ya saben lo que la Iglesia opina”. La renovación de la Iglesia está en marcha. Lo que se vivió en Río de Janeiro es una instan- tánea de un proceso que no de- pende exclusivamente de una fracción, que solo sucede en el interior del ministerio petrino de Francisco o que únicamente ha sido previsto por círculos teológicos propositivos. La renovación va porque se está saliendo hacia ella. Allí está la “revolución de la fe”; hacia ese horizonte va ese “lío” que Bergoglio ha propuesto. 5 Francisco en la JMJ: la imparable revolución Los jóvenes han captado el mensaje del Papa y saldrán a dialogar

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Francisco en la JMJ: la imparable revolución. Editorial de la revista Vida Nueva México en el número especial sobre la Jornada Mundial de la Juventud 2013 en Río de Janeiro.

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Lo que ha sucedido en Río de Janeiro, Brasil, durante la 28ª Jornada Mundial de la Juventud

(JMJ) simplemente es inabar-cable porque, a pesar de haber sellado con una clausura para la memoria –tres millones de participantes en la Misa con-clusiva en la playa de Copaca-bana–, lo acontecido parece que apenas está dando inicio.

Francisco salió al encuentro de los jóvenes católicos para celebrarlos, para festejarlos, pero también para conmocio-narlos con la actitud abierta, sin la rigidez que estila el cle-ricalismo y las falsas poses jerárquicas; son jóvenes que han crecido con el catolicismo como tradición y que se han dado cuenta de lo ‘enjaulado’ que se está allí mientras tantas necesidades cuestionan y con-frontan. Los jóvenes han visto que las respuestas del mundo contemporáneo conforman pero no confortan; permiten pero no promueven; solventan pero no acompañan; y Francis-co ha reconocido que él no tiene las respuestas a estas cuestio-nes sino en su personalísima opción cristiana. Una opción que ha sembrado con gestos y actitudes; y que ha reforzado con sencillas palabras.

La juventud fue revindicada por el Pontífice porque no les dijo qué puede ser, sino por lo que ya es hoy; Francisco ha dicho que los jóvenes son el futuro, tanto como los ancia-

nos lo son, pero los convidó a la audacia, a reconocer que si “son la ventana por la que el futuro entra al mundo”, de ellos depende que entre luz y aire fresco a una Iglesia enve-nenada de vivir encerrada, con-finada en un ambiente donde se creía cómoda y segura.

Francisco ha cambiado la ecuación: inexorable, el futuro entra en el mundo. Y ha dicho que los jóvenes son la fronte-ra de ese acontecimiento. De su mirada depende si deciden filtrar la luz a la esperanza o le permiten iluminar su inte-rior ensombrecido. Lo doloroso sería que, siendo vanguardia, los jóvenes se refugiaran tras los frágiles cristales de la co-modidad, del temor o la indi-ferencia: “Prefiero una Iglesia que sale y se accidenta que una Iglesia enferma, encerrada en sí misma”, ha insistido Bergo-glio de diversas formas.

El mensaje ha sido captado y, como misioneros de la nue-va evangelización, los parti-cipantes de la JMJ saldrán a dialogar, a encontrarse con esa otra infinidad de jóvenes que atestiguan vanamente un horizonte incierto o que deses-timan un porvenir que aún les parece azar en lontananza. La respuesta ha sido positiva. Si Francisco ha iniciado en medio de dificultades mayúsculas, no hay motivos para no hacerlo en la propia condición.

Motivación, propuesta y au-dacia están en el honesto pro-

pósito de salir a buscar en lugar de quedarse a esperar; ha sido un encuentro verdadero, lleno de autenticidad que provocó, movió muchas preconcepciones sobre lo que significa ser Iglesia llamada a transformar la reali-dad. El ‘estilo Francisco’ ayudó; no fue a decirles fórmulas: fue a decirles que la primera opción es la del encuentro auténtico, y sus rutas son salir, dialogar, vivir en la extraordinaria ale-gría de ser normal.

Eu fui abençoado (Yo fui ben-decido) decían las playeras que portaban los jóvenes en la Jor-nada. Los jóvenes ya han dicho presente. Esto quedó demos-trado en las millones de almas presentes para la Vigilia y la Misa de clausura de la JMJ. Está claro que ellos ya han dicho sí a la alegría, al encuentro y a la fraternidad. Han manifestado su interés por ser protagonistas en sus realidades concretas. Francisco, el Papa que ha hecho de la misericordia la primera pastoral, los ha animado a que

ese “sí” se prolongue en com-promiso en el servicio.

El llamamiento de Francisco al compromiso intuye fideli-dad, pero una fidelidad que se arriesga a ser vulnerada porque traspasa las fronteras conceptuales. No se propone el camino de ser fiel a algo, al qué o al porqué, si de antemano no hay un compromiso con una persona concreta.

Esta ha sido una JMJ que, como las anteriores, queda en la historia por la indómita voluntad de la juventud para vencer las barreras del lenguaje y de la cultura; pero también como parte de la gestación de una ‘generación Francisco’ que prefiere no disfrazar el silencio en sabia prudencia. Al propio Bergoglio no le importaba que-dar bien con los millones de jó-venes que colmaban Copacaba-na, no subestimó su inquietud, sacrificio ni su inteligencia; nada condenó porque “ellos ya saben lo que la Iglesia opina”.

La renovación de la Iglesia está en marcha. Lo que se vivió en Río de Janeiro es una instan-tánea de un proceso que no de-pende exclusivamente de una fracción, que solo sucede en el interior del ministerio petrino de Francisco o que únicamente ha sido previsto por círculos teológicos propositivos. La renovación va porque se está saliendo hacia ella. Allí está la “revolución de la fe”; hacia ese horizonte va ese “lío” que Bergoglio ha propuesto.

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Francisco en la JMJ: la imparable revolución

Los jóvenes han captado el mensaje del Papa y saldrán a dialogar