Vivir La Propia Muerte

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Título de la edición original:

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© 1974, Center Press, Berkeley

Traducción: Carme11

Gloria Loredo

Revisión Técnica:

Jaime Guillén de E11ríquez

Diseño de Colección: Luis

Alonso

©EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A. 1998

HENAO, 6- 48009 BILBAO

www.desclee.editores-euskadi.com

Printed in Spain

ISBN: 84-330-1293-2

Depósito Legal: BI-838-98

Impresión: Grafo, S.A. - Bilbao

Para

Gail que me

dio

a Lealz

quien marcó

hilo

en

mi vida.

Y

para

mi

amigo y

editor

Don

Gerrnrd

sin

cuya ayuda

y

conocimientos

11 habría sido

posible

este libro.

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ÍNDICE

Prólogo a la edición española

por Jumz

anuel

G Llagostera . . . . . . . . . . . . . . . 13

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

VIVENCIAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

l . Formas de

morir

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

2 Momentos cruc iale s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

31

3 La excitación: Excitarse, despertar. . . . . . . . . . . . . . . 37

4 La emoción: Emigrar, alejarse . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

5

Los sa crifi cios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

6 La pérdida

y su duelo.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

49

7

Los puntos finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

8

Morir

con Ed . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

59

MITIFICAR. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

9 Un fundamento para el Mito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69

10 Imágenes sociales y propias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73

11 La importancia

de

la experiencia personal:

Hacerse

alguien.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79

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12. La amenaza de no exi sti r . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85

13. Afrontar lo

desconocido

. . . . . . . . . . . . . . . . . 89

14. Me digo yo a mí mismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95

15. El tiempo

biológico

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

16. La

sexualidad

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

17. Diálogos con uno mismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

18.

Desarrollar diálogos con

uno

mismo

. . . . . . . . . . . . 117

19. Cambiar percepciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

20. El instinto

de morir

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127

21. Fundirse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135

El Centro de Estudio Energéticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137

Cuenta una vieja lzistoria que un amigo pidió a

Platón, en su lecho

de

muerte, que

le

resumiese la gran

obra de

su

vida, Los Diálogos, en una frase. Platón,

saliendo de una wsollación, miró a

il

amigo y dijo

Ejercita tu propia muerte .

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PRÓLOGO

L EDICIÓN

ESP ÑOL

por uan

anuel G

Llagostera

Keleman explica cómo el cuerpo

posee una

plasticidad de

la

que quizá no nos habíamos apercibido. Todos sabemos

que a lo largo

de su vida

el

ser

humano

sufre

una

serie

de

transformaciones físicas. Observamos continuamente

cómo

las personas que hemos ido conociendo van modificando su

aspecto exterior pero, a menudo creemos que se trata de

un

proceso

que

sucede totalmente al azar. Keleman, artista plás

tico que esculpe, que dibuja, que hace poesía -otra manera de

transformar nuestro espíritu-, nos

enseña

que es posible,

conscientemente, modificar

nuestra

configuración. Todo

cambio de ideas, de sensaciones, de sentimientos, se refleja

rán

en

cambios en

nuestra

estructura corporal.

¿Vivimos conscientemente nuestras vidas? ¿Cómo nos

utilizamos a nosotros mismos?

En esta época de modelos a imitar, sean profesionales de

la pasarela, ejecutivos de altos ingresos, inversores con pin-

gües beneficios en bolsa, cantantes de moda etc., Keleman

nos habla de que nosotros podemos tener, vivir, crear nues-

tros propios mitos y

no

los

que

la sociedad, Jos medios

de

comunicación, etc., se encargan de mostrarnos.

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

Cotidianamente, experimentamos

pequeñas

muertes,

pequeños finales. En cada eta pa

de

nuestra vida, la infancia,

la adolescencia, la etapa adulta, la vejez, ocurren momentos

decisivos, puntos

de

inflexión. Tal vez sobrevino la

muerte de

algún

ser

querido, la

pérdida

de

nuestro trabajo habitual o

una

situación emocional que nos desborda tras

una

separa

ción. Keleman, enamorado

de

la forma,

de

modelar,

de

orga

nizar y desorganizar estructuras, dice

que

es justamente

en

esos períodos cruciales

que

nos present a la existencia

cuando

podemos

aprender a alterar la forma o el patrón somático

que

empleábamos hasta · entonces

para

manejar nuestras

vidas,

por

otro nuevo, otro

modo de vivimos en

armonía,

integrando

todas nuestras partes.

Este tema, tan recurrente en la experiencia y la obra

de

Stanley Keleman, alcanza

en

Vivir la propia

muerte no

sólo

a nuestro vivir cotidiano sino, lo que es

más

importante, a

nuestro proceso

de

morir.

Keleman expresa su convencimiento

de

que cada ser

humano

puede,

y

de

hecho lo hace, construir

su

propia forma

de

morir.

Si

vivimos la vida, las

pequeñas

muertes, tal

como

nos marcan las pautas

de

nuestra cultura, si seguimos ruti

nariamente los modelos, las concepciones del morir que tiene

nuestra sociedad actual, -desde considerar el

morir como

algo

de

lo que

no

se

ha de

hablar o c omo algo exclusivamen

te terrible, inútil o a lo que

hay

que resignarse-, efectiva

mente tendremos

una de

esas formas

de

morir

que

el

mundo

ha diseñado para nosotros. En cambio, si fabricamos nuestro

propio mito,

nuestra

propia creencia, si vivimos la vida

de

acuerdo

con nuestra

propia experiencia, tendremos

una

manera de

morir que podría denominarse o asemejarse al

orgasmo,

una

sensación

de

fusión con la

unidad,

de

dejarnos

ir

de

soltar amarras,

de

éxtasis.

En estos momentos en que la eutanasia es

un

tema tan

candente, tan

debatido

y a

menudo,

enfocado

de

forma

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PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

simplificada, creo que

en

este libro, escrito ya hace más

de

dos décadas, y

que

ahora podemos leer en nuestra lengua, se

aporta una visión

profunda

y nueva que nos puede hacer

reflexionar serenamente.

Si

también el nacer podría estar hoy amenazado

por

inte

reses científicos, comerciales o manipuladores, pienso que

Vivir la propia

muerte

nos lleva a una concepción profun

damente humanista al mostrarnos que podemos vivir nues

tra

vida

con plenitud y llegar a experimentar nuestro proce

so del

morir

incluso

de

forma placentera.

No

puedo, ya

que

soy médico

de

profesión desde hace

veintitantos años y

he

visto, compartido y reflexionado sobre

el hecho del vivir y el morir, dejar

de apuntar

algo que creo

sucede

en nuestros días. Por un lado, muchas personas ter

minan actualmente sus vidas

en una

cama

de

hospital,

en

una

unidad de

vigilancia intensiva o en

un

centro

de

enfer

mos terminales, lugares

donde

el individuo, a

menudo

alie

nado

o embotado

por

analgésicos potentes vive

su

proceso

de morir

de

una

manera muy

diferente a la

de un pasado

no

muy

lejano en que la mayoría

de

los seres humanos moría en

su propio hogar, rodeado

de

los suyos, con tiempo

para

dic

tar sus últimas voluntades, despedirse

de

sus seres queridos

y

por

fin, dejando sus tareas concluidas dejarse llevar dulce

mente hacia

una

fusión con el Todo.

Stanley Keleman dice con impresionante claridad que o

bien participamos en nuestro propio flujo

de

la vida o nos

negamos a vivirlo conscientemente. Nos anima a construir

nuestra existencia mediante el ejercicio del libre albedrío,

siguiendo las pautas que, voluntariamente, consideremos

más adecuadas sin estructurarla

de

la forma que quieran

fijarnos la cultura, los medios

de

comunicación predomina n

tes en cada

momento

o los poderes externos.

Aún

más

sorprendentemente, escribe que: no podemos

morir hasta que todas las partes que constituyen nuestro ser

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

estén dispuestas para partir". Keleman cree que es posible

que

una parte de nuestro ser, del cuerpo, escoja la muerte,

decida morir, pero otra porción, otra parcela del ser, no elija

aún esa opción. Es una experiencia que se observa en la ago

nía

de

muchos pacientes, o bien la persona decide, como tal,

no luchar más y abandonarse, a pesar que su corazón, sus

órganos vitales, funcionen todavía con relativa eficacia o

en

otros casos, permanece

una voluntad

de seguir viviendo, de

seguir luchando sin que, científicamente, se pueda explicar

cómo esa persona continúa

aún

viva. De la misma forma

que

hay un momento

en

que se elige nacer, en que el feto inicia su

andadura -aunque hoy en día se altere este proceso

por

la

inducción o provocación artificial del parto, criticada por

algunos pediatras que explican o justifican determinadas

patologías que se observan

actualmente

en los lactantes-,

también habría

un

instante en que la totalidad de nuestro ser

consideraría más adecuado o aceptado para retornar a la

Unidad.

Personalmente creo, como médico y como ser humano,

que la vida no es algo fortuito, azaroso, sino un aconteci

miento

que

debemos

asumir plenamente

y en este tema, el

más crucial de la persona, este libro de Stanley Keleman, y

toda su obra en general, nos ofrece un enorme potencial de

reflexión.

Dr Juan

Manuel

G Llagostera

nstituto

de Psicoterapia

Corporal

Energética

i

INTRODU IÓN

Estamos ante

un

libro que trata sobre la experiencia de

morir.

Aunque

no está dirigido a moribundos, sino a todos,

que algún día moriremos. Nos brinda la oportunidad para

estar más conectados con nuestro

cuerpo

y experimentar

cómo muere. Trata de explicar la experiencia de morir.

Lo

que

intento decir es que morir no debe ser necesaria

mente temible ni doloroso, social o psicológicamente. Mi

intención es decir también que

no

hay relación entre la

idea

que tenemos y la experiwcia

real

de morir; entre la observación

de la muerte de alguien y la sensación de morir. En nuestra

cultura, estas dos comparaciones significan

que hay un

gran desconocimiento sobre el hecho de morir.

Vivimos en

una

época

que

rechaza la

muerte

y

deforma

la experiencia de morir conservando mitos tradicionales. Lo

que necesitamos es

un

comienzo inédito,

un

mito distinto,

una visión diferente de visión y longevidad. No somos víc

timas del morir, la muerte no nos hace víctimas; pero sí lo

somos

de actitudes distorsionadas y superficiales hacia el

morir, que concebimos cómo algo trágico

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

Una

manera de

contemplar la

muerte

se basa en la com-

prensión del proceso biológico: a saber, nuestra

vida

corporal

y psicológica es la misma. A lo largo

de

veinte años

de

expe-

riencia practicando terapia, trabajando con personas, com-

partiendo

sus vidas, comprobando

dónde

se estancaron,

cómo

pararon su

flujo, siendo testigo

de

sus intentos

de

libe-

rarse; he

aprendido

que

el cuerpo pulsa como

un

océano,

que

la

vida

del cuerpo se vive aparte

de

papeles sociales, y que el

dolor inhibido refrena este flujo y esta pulsación.

que

hay

wza

vida

del

werpo que se vive junto la vida social la vida

personal Creo que en esta

vida

puede encontrarse

una

nueva

mitificación

de

la muerte.

La mayoría

de

las personas viven

su muerte

como han

vivido

su

vida. Quienes rara vez expresan sus emociones o

viven

la

vida

con infortunio y derrota, tienen propensión a

morir

de

ese modo. Las personas cuyas vidas

son

ricas

en

expresión personal tienden a morir del mismo modo; pero

no

tenemos que

morir

igual que vivimos, como mártires,

cobardes o héroes. No tenemos porqué esconder nuestro

ser

más profundo

ni la conciencia

de

quién desearíamos ser.

La naturaleza nos enseña a

morir

con el ejemplo y la

experiencia. Somos testigos

de

la

muerte

en la televisión, lee-

mos sobre ella

en

los periódicos,

la

vemos

en

las calles. Todos

reaccionamos

de manera

diferente a estas experiencias pero

nuestra idea del

morir

proviene

de

ahí.

Se

dice que Goethe

rechazaba oír hablar

de

la muerte

de

sus amigos y se escon-

día cuando

pasaban

cortejos fúnebres. Prohibía mencionar

la palabra

muerte en su

presencia e intentaba suprimirla

por

completo

de su

existencia.

Cuando hablo

de

la experiencia

de

morir, lo

hago

a dos

niveles.

Hay

el

morir fin l y el morir cotidiano

Estamos siempre

perdiendo

y encontrando cosas, siempre rompiendo con lo

viejo y estableciendo lo nuevo. Éste es el morir cotidiano. Mi

experiencia y mi mito es que el morir final es parecido al

morir cotidiano, al menos

en

lo

que

respecta al proceso y al

INTRODUCCIÓN

sentimiento. Nuestro

morir

cotidiano

pretende

enseñarnos

cómo será nuestro

morir

final.

Vivenciar

la primera

parte de

este libro, trata

de

apren-

der a hablar

de

lo

que

evoca

en

nosotros el

morir

cotidiano.

Mitificar

la

segunda

parte, trata

de

reemplazar las ideas

sociales del

morir

con nuestra vivencia, creando así

una

visión

para

nuestras vidas. Estamos

más

familiarizados

con

la muerte

de

lo que sospechamos. Nuestros cuerpos son

conocedores

de

la

muerte

y

en un

momento

determinado

de

nuestras

vidas

están irrefutable, absoluta y completamente

comprometidos con ella y la afrontan con toda

la

experiencia

vivida del código genético. El

cuerpo

sabe cómo morir.

Nacemos sabiendo que moriremos. Se ha dicho que el

hom-

bre sufrió

un

shock al descubrir que la muerte,

en lugar de

deberse a un hecho accidental o a aviesos designios, era un

acontecimiento rutinario

de

la vida. Se moría. Ese shock

no

nos resulta menos severo hoy en día.

Hay pues dos

grandes

acontecimientos en la vida. Uno es el nacimiento y el otro la

muerte.

En muchas ocasiones,

cuando pido

a alguien

que me

rela-

te sus temores sobre la muerte,

me

dicen que

no

los tienen.

Les

pregunto

si les preocupa morir y

su

respuesta es negati-

va. El hecho

de

que una persona inhiba sus sentimientos

de

este

modo

se

denomina negación o síndrome del avestruz.

Aquellos que insisten en su negación

de

la

muerte

están

más

lejos del camino del propio descubrimiento que quienes

vivencian direc tamente sus miedos. Vivenciar es la clave

de

la conexión con

uno

mismo, la formación del

yo

y la expre-

sión personal.

Morir y

muerte no

son sinónimos.

No

se sabe casi

nada

sobre la

muerte

aparte

de

la parapsicología y la fe. Mientras

que sobre el morir se

puede

saber

mucho

desde

el

momento

en que cada persona en su tiempo

de

vida tiene

una

forma

de

morir. Vivir el

morir

es el vivir y el morir del cuerpo. Es la

condición humana.

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orir

es

aprender a renunciar a lo

que hemos

incorporado. Estar

vivo es estar

encamado

en

el

werpo físico. orir es abandonar la

forma

estar en

el

werpo y fuera de él atado y desatado.

Vivimos

en estos

dos

mundos. Esta primera parte

propone

un

lenguaje para comprender mejor nuestra experiencia.

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FORMAS

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MORIR

En este mundo todo tiene una pulsación. Donde quiera

que mire, todo lo que experimento, a través del microscopio

o del telescopio, incluida

mi

expresión corporal,

veo

la

mani-

festación de la excitación Todo lo

que

está en movimiento está

activo. Existe un

patrón

de resonancia, de armonía. Lo que

está vivo sube y baja, entra y sale.

La excitación, característica fundamental de la vida, es

un

proceso que tiene dos fases: expmzsión

y

contracción Como

expansión, la excitación se extiende, es expresiva. La expan-

sión continuada es autoexpansión sobrepasando los límites

físicos hacia el mundo

de

la interacción social. Como con

tracción, la excitación integra el yo haciéndolo sereno y

receptivo.

A estas

dos

características las

denomino

autoexpansión

y

azztorretracción Son fundamentales para la vida

humana.

Expandiéndose desde el nivel bioquímico hacia la actividad

celular, la fuerza vital se organiza

en

sistemas y ocasional

mente en organismos complejos. Al crecer y centrarse en la

individualidad, esta agitación

de

la expansión y la contrac

ción se hace pulsación , lo que parece característico de cual-

 

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

quier vida, es el alfa y el omega del sentimiento y la acción.

Esta actividad, esta organización

de

la excitación, crea una

nueva vida

en

el niño.

La

excitación

aumenta

tras el naci

miento; se vuelve autoexpresión

cuando establece límites

físicos, psicológicos y sociales en la frontera

de

la interacción

del niño con el

mundo.

A

medida

que el niño crece, estos

límites se expanden; la excitación rebasa la autoexpresión

superando los límites biológicos normales , conectando pro

fundamente dentro del mundo de la interacción social. En

este

punto

la autoexpresión se ha hecho

expresión

social y se

han formado nue vos límites. De este modo la vida biológica

y la sociológica se funden. Morir

puede ser un

evento que

ocurra en el transcurso del

continuum

del proceso

de

la

expansión como un estado natural

de

la excitación

en

curso.

Este tipo

de muerte

es

eruptiv

o dispersiva, el organismo

contenido explota, con una ruptura

de

sus límites dentro del

mundo.

Los infartos cerebrales y los ataques al corazón

son

ejemplos comunes de

muerte

eruptiva. Este hecho es gene

ralmente repentino y es una forma de morir, una forma de

terminar del organismo.

La otra forma es la contraria. En un

momento

determina

do

en el curso de la autoexpresión, la excitación se autoinhi

be. El cuerpo es capaz

de

prohibirse una expansión continua.

Pensemos en el corazón que se llena

de

sangre y se contrae

o el estómago

que

hace lo mismo al llenarse

de

comida. El

cuerpo se repliega, se recoge, se retira del mundo social. En

este caso la muerte ocurre como una serie de acontecimientos

que debilitan e incitan al aislamiento,

un

shock, un

profundo

abandono que se acerca a la inhibición completa. Este tipo

de

muerte

se caracteriza sobre todo

por

una serie

de

enferme

dades, con frecuencia prolongadas y cada una de ellas

requiere la

rendición de partes de uno mismo. A esta forma

de

morir la denomino

congelante

En la forma congelante

de

morir, al igual que en la erup-

tiva, hay aún aprendizaje y unas vivencias que revelan nue-

i

FORMAS DE MORIR

percepciones e in tuiciones profundas. Los ancianos, per

maduras,

no

deben concebirse necesariamente como

sujetos en d ~ c l i v e sino como personas en un medio de

vida

socialmente mexplorado

En todo proceso formativo aparecen estos dos ciclos:

eruptivo y congelante o expansivo y sólido. Una persona en

la fase expansiva dispersa

su

vivencia

por

el exterior, mien

tras que la persona en la fase sólida la recoge para sí. El

empuje de

la

excitación que se llama vida ·se expande y se

contrae, pulsa y en

un momento

dado,

rompe

los límites o

bien disminuye a otros

más

reducidos. Morir

de

cualquiera

de estas formas o en cualquiera

de

los ciclos,

no

es una inte

rrupción de la

vida

sino una continuación

de

ella.

La

vida

de dos hombres famosos, Lyndon Johnson y

Harry Truman,

muestran

claramente las características

de

autoexpansión y autorrecogimiento que les distinguieron.

Lyndon Johnson vivió y se movió en un mundo de poder

personal en constante expansión (su carrera política incor

pora con exactitud

m

metáfora

de

persona autoextensiva).

Su influencia parecía estar en alza continua. Empezó su

carrera en Texas de maestro

de

escuela y acabó siendo presi

dente teniendo influencia a nivel mundial. Su muerte, pro

ducida

por

un ataque al corazón, tipifica el

morir de

modo

eruptivo.

Harry Truman,

un

hombre tranquilo, comenzó a darse a

conocer al pasar

de

ser

dependiente de

una tienda

de

Missouri a tomar parte en una serie de acontecimientos polí

ticos poco corrientes que le condujeron a

su

categoría

de

pre

sidente. Pero luego su

vida

cambió, con avances y retrocesos.

De

regreso a Missouri

abandonó

los roles sociales,

pues

ya

no

era presidente,

ni

político, ni financiero;

se

volvió

más

tran

quilo,

disminuyendo

paulatinamente sus actividades socia

les amante, padre, esposo. Su entusiasmo, su vida fue

moviéndose hacia un nivel organísmico sencillo en el que

seguía viviendo, pero con un impacto social o psicológico

~

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VIVIR L PROPIA MUERTE

disminuido sobre

su

entorno. Morir era

un

proceso de dismi-

nución prolongado. La vida de Truman es un ejemplo de

morirse del modo congelante.

Cada

una de

estas formas tiene muchas

variantes

y es

una continuidad natural de un estilo general de expresión de

vida. La autoextensión se

encamina

hacia la muerte y el

autorrecogimiento se retira

de

ella.

Ambas

formas son

una

expresión directa de las dos partes del patrón de excitación

que pulsa fundamental

para el

organismo

y en todo proce-

so vital.

Hay pautas generales de actividad biológica que se

observan

en la mayoría de los casos y que reflejan elementos

indicativos de una u otra forma de morir. Por ejemplo, a

algunas personas les cuesta irse a la cama y a otras levantar-

se. A

unas

les cuesta conciliar el

sueño

por la noche y a otras

despertarse

por

las mañanas. Llamo a las del primer grupo

expansivas,

siempre

en

movimiento

hacia el

mundo

social.

Parecen

adquirir

experiencia al relacionarse con la

gente

mejor que de cualquier

otra

forma. Los del segundo grupo

los retraídos, parecen tener siempre más contacto con ellos

mismos que con el mundo. Parecen preferir la privacidad.

Quieren estar

en profundo contacto consigo

mismos

y gene-

ralmente solos. Estas personas no parecen estar familiariza-

das

con experiencias

nuevas

como los autoexpansivos. Ellos

pueden ver este libro como una afirmación, mientras que los

autoexpansivos lo verán como un territorio nuevo.

Los mitos religiosos de todas las culturas

intentan garan-

tizar una muerte con un significado. Intentan abrir un cami-

no al proceso

de

morir,

de manera que

no

caigamos en la

desesperación

de

la sinrazón.

Para

aquellos que lo encuen-

tran significativo, los mitos ofrecen una forma social de morir

y

un

camino para quienes no pueden o no atisban la posibi-

lidad de morir de una manera propia. De esta manera, el

mito

intenta

proporcionar

a cada individuo la participación

en

su

final.

FORMAS DE MORIR

Para nosotros, muerte y morir se hallan detrás de actitu-

des

retrógradas

que sensibilizan el proceso. Son

una

forma

sutil de negación. Algunas de estas mitologías y sus formas

de morir son:

Ln

mu rt

del

/zéroe La persona muere con valentía y

nobleza,

envuelta en

imágenes

de

violencia. La

muerte

es

un

enemigo a combatir. Al final es mejor entre gar la propia vida

que ser víctima de la muerte. Una muerte vistosa.

Ln

mu rt

del sabio

Es la

muerte

del resignado. Nadie

puede hacer nada sobre la muerte, excepto aceptarla como

un hecho inevitable. La muerte es un sueño, una bendición,

un regreso a la naturaleza o el final de la tarea terrenal. Una

muerte sumisa.

La

mu rt

del

loco En

realidad

no me estoy

muriendo.

La

muerte es

una

especie de broma cósmica; regresaré, puesto

que en realidad no hay muerte sino reencarnación. Ésta es la

muerte indolora, intranscendente.

Ln mu rt del mártir Dar la vida es algo noble; significa

sacrificarse por amor o

por

una causa pública o para expre-

sar la

estupidez de

la vida. Permitiré

que

me maten. Mi muer-

te será importante para la sociedad. Una muerte martirizada.

Ln mu rt

nzorbosn

La muerte es una segadora parca, su

proximidad es aterradora, temible, dolorosamente

despiada-

da. La muerte es el verdugo el hombre la víctima; evitarla y

negarla son los únicos remedios.

Una

muerte extraña.

Cada uno de nosotros tiene

sus

variantes sobre estas

mitologías

de

la

muerte

que se

expresan

en

momentos

cru-

ciales de nuestras vidas abierta o implícitamente.

Normalmente escasean los mitos para la muerte del cuer-

po. Tampoco hay lugar para su vida. En la mitología actual

tratamos al cuerpo como una herramienta, un esclavo,

un

Instrumento, un criado inútil, algo que se debe superar.

Forzamos el cuerpo a llevar la vida que la mente quiere, y a

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

morir por los mismos ideales. No es sorprendente tener

miedo y terror a enfrentarse a nuestro s últimos días. La

mente

está presa de terror

no

sólo

porque

teme enfrentarse

al

vacío

de

la extinción, sino tamb ién

porque

su fuente

de

vida está a

punto

de

abandonarla.

El

cuerpo que ha alimentado, alberga

do y transportado la mente, se prepara

para

partir de esta

vida

y el espíritu quiere sobrevivir a la mente del cuerpo.

La

mente aborda

la muerte enfre ntándose a ella o evitán

dola. Somos testigos activos de ello a través de nuestras vidas

y de las

de

nuestra familia y amigos. Y ¿cuál es

nuestra per-

cepción; qué experimentamos? Vidas insatisfechas, exan

gües, parcialmente realizadas; cuerpos inéditos, estresados,

deteriorados, envejecidos prematuramente; culpabilidad, ira,

temor y negación.

Nuestras

actitudes sociales negativas hacia el cuerpo y

su

derecho a una vida plena nos niegan el derecho a morir a

nuestra manera. Vivimos la

vida

que nos marca la sociedad

sin darnos cuenta que también morimos

su

muerte.

Recuerdo cuando mi abuelo sufrió

un

grave derrame

cerebral en casa y el médico le envió al hospital donde murió

al poco tiempo. Mi abuela se indi gnó y se culpabilizó por

no

haberle dejado morir en casa, rodeado

de

la familia, sosega

do, vigilado y protegido en sus últimas horas, en lugar

de

morir

en

tierra de extraños. No tuvo una muerte judía.

uando mi abuela murió, no ocurrió en el hospital, sino

en

casa de mi tía. Había aprendido a morir como quería.

En mi trabajo, extraigo las metáforas básicas a partir

de

las imágenes y d el lenguaje corporal. Ser consciente del pro

pio cuerpo es experimentar el cuerpo y la mente como

un

todo: una persona, un cuerpo. La metáfora corporal permite

el desarrollo de

una nueva

actitud hacia la muerte. He desa

rrollado esta metáfora más ampliamente en

M y Body is Alive

and More.•

,.. Simon Schuster, 1975;

FORMAS DE MORIR

Vivimos la vida y la muerte, consciente e inconsciente

mente,

voluntaria

e involuntariamente. Participamos en

nuestra vida o la negamos. Y hasta cierto punto,

podemos

reconstruirla a partir

de

nuestra conciencia, experimentarla

de nuevo y hacer cambios en ella. Este libro también trata de

ello. He aquí lo que el poeta Rilke dijo sobre la muerte, en

1910:

"Desear

una

muerte a la manera de uno resulta cada

vez

más raro. Dentro

de

muy poco será tan raro como vivir a

nuesh·a maner a. ¡Cielos , ahí está todo: reunirnos aquí y

encontrarnos una vida dispuesta

para

nosotros; sólo nos la

hemos de

poner

y marcharnos

cuando

así lo deseamos o

cuando nos vemos obligados a ello. Pero ante todo, sin nin

gún

esfuerzo.

Voilii

votre mort monsieur.

Morimos lo mejor

que podemos. Morimos la muerte propia de la enfermedad

que sufrimos .. En los hospitales, donde

mucha

gente muere

tan esforzadamente y con tanta gratitud hacia los médicos y

las enfermeras, se

numeran

cada

una

de

las muertes que se

asignan a la institución; cosa qu e suele estar muy bien consi

derada .*

' The Notcbook o Malte l.Jmrids Brigge Rainer Maria Rilke, trad. John

Linton, The Hogarth Press, Lo ndres 1959.

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MOMENTOS CRUCI LES

Hay momentos

en

la vida de cada

uno en

que determina-

dos acontecimientos señalan nuevos rumbos a seguir. Estos

momentos cruciales indican

que ha transcurrido una

forma

de vivir y que está emergiendo otra nueva; son ritos de paso

en la vida. Son momentos que marcan un hito. Pensemos en

el primer

día de escuela; el comienzo

de

la adolescencia; el

primer trabajo; el primer encuentro sexual; la pérdida de un

familiar; el nacimiento de un hijo; el comienzo de la mens-

truación.

Los

momentos

cruciales son viajes emocionales . Son bro-

tes de vida. Son intersecciones e intensificaciones de encuen-

tros, imágenes e impulsos nuevos, que catalizan, enriquecen

Y lenan el entorno. Son las raíces

de nuevas

direcciones y

de la

propia

formación. Son las

que

dan

forma a

nuestros

cuerpos.

En

una

ocasión, un grito me despertó. "¡No quiero morir

así " Era mi padre. Su dolor era atroz, para él,

para

mí,

para la familia. La enfermedad de mi padre siempre iba

acompañada por el

miedo

(el

miedo

a

que pudiera morir

con dolor).

Yo,

nosotros, estaríamos, estamos desamparados.

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

Miedo, resentimiento, desamparo, culpabilidad, tristeza,

confusión. ¿Morir, cómo? ¿Con dolor? ¿Antes de tiempo? Sin

haber

vivido.

Me había

preguntado

cómo

morían

los ancianos o las

personas que eran asesinadas, pero éste fue mi primer

encuentro serio con la muerte. Y se repetiría

de

muchas

maneras en años

sucesivos.

Esta experiencia fue un gran acontecimiento, un momen-

to decisivo,

un paso

en mi vida

que me

sacó

de

la infancia

trasladándome a la edad adulta. Acababa de empezar a

hacerme mayor, más viejo, más sabio. Mi fragilidad, la de los

que

me rodeaban, y nuestra finitud había nacido. Sabía algo

nuevo. Pensaba de forma diferente. Sentía de forma diferen

te. Tenía

que

realinearme con el mundo

que

acababa

de

conocer porque el otro ya no existía. Me volví serio. Entró en

mi vida

una

pizca de melancolía.

Años

más

tarde,

mi padre tuvo

un

ataque

al corazón.

Yo

estaba a su lado. Me pidió que le tomase la mano. Este fue

otro momento decisivo para

mí.

Capté al instante su silencio

que

suplicaba: No quiero morir así .

Comprendí que

mi padre no había vivido su vida, que estaba enfermo y

muriendo

como expresión

de

sus posibilidades inéditas,

de

su desamparo y como una declarada intención de cambiar

su

vida.

Descubrir

nuestra

muerte es

un momento

decisivo. Morir

es como el primer día en la escuela. Morir suena a desampa-

ro, a lo inesperado, a retar lo conocido. La

muerte

establece

nuevas direcciones al ganar poderes nuevos y

perder

los vie

jos. Abandonar pautas de acción y de pensamiento, sentirse

seguro, entusiasmado, saber que algo está surgiendo sin

saber a dónde va. Morir, como cualquier momento clave, es

un

lugar de

transición, un encuentro con lo desconocido y la

complejidad emergente de nuevas formas de ser. Nuevas

acciones, pensamientos, emociones.

Cada

encrucijada es la

resolución de

una

pérdida y un encuentro con lo desconoci-

 

MOMENTOS CRUCIALES

do. Lo desconocido es lo que no reconocemos o no hemos

podido predecir y también nuestro sentimiento de impoten-

cia al enfrentarnos a ello.

Con

cada

nuevo cambio tendemos a repetir y

abundar en

la forma en que manejamos los anteriores. Por ejemplo, lo

que

aprendemos

el

primer

día

én

la escuela, establece una

base

para

determinadas

pautas

sociales que se repiten y

refuerzan en los momentos claves sucesivos. De este modo

las pautas, sean de acción o

de

inactividad,

de

pensamiento y

fantasías, de sentimientos expresados o retenidos, llegan a

hacerse repetitivas, regularizadas y fijas. De este

modo cada

persona llega a ser quien se sabe ser. La persona llega a acos

tumbrarse al cambio o a la crisis con su respuesta propia, con

sus miedos, sus sentimientos no expresados,

sus

movimien

tos corporales, sus tensiones y sus pequeñas huidas.

Estas pautas no se desarrollan de manera fortuita. Se

construyen con cada interpretación individual y cada res

puesta a los mi tos sociales

predominantes.

Los

dos

mitos

que

más

dominan

en

nuestra

cultura se forman a

partir de

con

ductas sexuales. La mayoría de los varones desarrolla

pautas

sobre el mito heroico: imágenes de fuerza, conflicto, lucha

contra algo amenazante o maligno. San Jorge destruye al dra-

gón. El varón es fuerte, agresivo, no muestra sus sentimien

tos, continúa el linaje familiar y está dispuesto a morir (con

valor, sin quejar se) por su causa. Se espera

que

la mujer desa

rrolle pautas sobre el mito del mártir: imágen es de servicio y

sacrificio, de dar la vida para

ayudar

a su compañero y a

sus

hijos a conseguir sus metas, apoyando siempre a los demás,

expresando con facilidad sentimientos

de amor

y

de

pérdi

da, permitiendo anular su voluntad por esta causa, esperan

do siempre ser rescatada por un varón, siendo siempre el pre-

mio del vencedor.

Cuando primero se aprenden estas pautas es antes de la

edad escolar. Los niños juegan a soldados; las niñas con

muñecas. A medida que crecemos, se producen cambios. La

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

persona afortunada vive el mito del hombre sabio. La vida es

como debe ser. La

muerte

es un sueño. Una resignación.

Hay

que aceptarla. La persona fr ustrada vive el mito del loco o del

mórbido, el mito del der rotado. La

vida

es una mala pasada,

una trampa. Hay que rechazarla, desafiada. La muerte es un

sin sentido; es el último insulto.

Cada

persona

vive sus momentos decisivos y los maneja

a su manera. Los mitos y las fantasías personales se constru-

yen sobre los mitos populares y sociales. El

mito proporciona

una estructura para la vida

de

cada uno

en

estos niveles suti-

les, sin obstáculo, una estructura para la expresión

de

la ener-

gía

humana

a través

de

acciones, pensamientos, sentimien-

tos, sensaciones y actitudes corporales. Y los momentos deci-

sivos se asocian a expresiones

de

ira, dolor, emoción, pérdi-

da, sacrificio, pesar y otras. El descubrimiento

de

la

propia

vivencia y del morir día a día es lo que conduce a descubrir

cómo se manejan los momentos cruciales. Vivir el morir es

aprender de

la transformación que surge

en

los momentos

decisivos.

Este

diagrama

es el lazo formativo que trazo para repre-

sentar la excitación y los momentos decisivos. Representa

cómo terminan

unos

límites y se forman otros nuevos.

nuevo limite form do

l

MOMENTOS CRUCIALES

La

parte descendente del lazo es donde se produce la pér-

dida, donde se crea un

nuevo

espacio y donde se experimen-

tan las reacciones emocionales a la pérdida y al espacio. La

parte ascendente es

donde

se siente la nueva emoción,

se

organizan

nuevas

posibilidades y se forman nuevos límites;

en la

parte

descendente se abandonan los viejos pensamien-

tos, las ideas, las

pautas

de

acción y las relaciones. En la

parte

ascendente los pensamientos nuevos, las intuiciones y los

sentimientos se transfor man en

pautas de

acción y se hacen

relaciones nuevas. Este ciclo es el proceso energético a

partir

del cual los estilos

de morir

se convierten en

pautas

conduc-

tuales al establecerse

nuevas

relaciones.

La

vida

se puede describir como una migración a través

de muchos lazos formativos, muchas situaciones

de morir

día a día.

El

crecimiento, el cambio y la madurez tienen lugar

al deformar lo viejo y formar lo nuevo.

A

través de estas

pequeñas muertes podemos

aprender

a vivir nuestra

muerte

final.

Los momentos decisivos son el caldo

de

cultivo

de

nues-

tras vidas, las encrucijadas

de

nuestros renaceres, de nuestros

cambios personales.

No

hay momentos decisivos que

no

estén acompañados de sentimientos

de

muerte; ningún cam-

bio ocurre sin un final ni pérdida.

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LA EXCITACIÓN

EXCITARSE

DESPERTAR

La

excitación es el aglutinante que nos une a la vida.

Cuando

se

produce la pérdida, la emoción se desorganiza.

Esta pérdida de conexión produce desorientación y miedo,

pero proporciona tambié n la energía necesaria para la forma-

ción

de

nuevas relaciones. Morir genera emoción, falta

de

forma, desconexión, desconocimiento.

Hay un

dato

curioso sobre la

muerte

(por una

parte

está

el querer saber; por otra está el temor) que es tener miedo a

saber.

No podemos

admitir que queremos saber, se supone

que

no

debemos admitirlo. Vivimos en un estado de ambiva-

lencia,

una mezcla de placer y de miedo. Está el miedo a lo

desconocido y el miedo a conocer.

Tanto el sexo como la

muerte

están conectados por la

fuerza

de

la excitación; esto es algo que todos sentimos.

ada

acto sexual es como

una

muerte; su contrario debería y tam-

bién

podría

ser cierto. El misterio

de

la

vida

radica en cómo

se expresa

esta

excitación surgiendo y retrocediendo.

Decimos que el sexo es placentero; la muerte temible. Pero

ambas

son

expresiones de la vida: expansivas, extensivas,

traspasan límites y van más allá de nosotros mismos, nos

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

cambian,

entran

en lo desconocido,

son

desconocidas.

Se

con-

traen o

se

sueltan, establecen separaciones, van a las profun-

didades

de nuestro cosmos personal.

La preocupación excesiva

por

la violencia tiene una estre-

cha relación con la sexualidad. Las imágenes

de

asesinatos

son imágenes orgásticas masculinas en las que el cuerpo está

dispuesto, abierto al

mundo

del

que

algo sale, algo aparece,

algo cambia, la pistola te

apunta

y se produc e la

gran

explo-

sión. Es

de

observar que

no

tenemos imágenes sexuales

femeninas

de

violencia. Para mí todas las imágenes violentas

son orgásticas; son la excitación que sale al mundo con fuer-

za. Están llenas

de

símbolos sexuales,

por

supuesto, pero

aparte de eso, y lo que es más importante, están llenas

de

la

excitación que a spira a la

unidad

el anhelo

de

fundirse que

es básico a la esencia

de la

vida.

Las personas que creen que morir es algo mórbido, con-

movedor, triste o trágico, ven sólo la imagen colectiva. Hay

quienes se enfrentan a la

muerte

en

profesiones

de

alto ries-

go, que se arriesgan a pesar del miedo, que quieren vivir en

este estado

de

constante intensificación.

El

misterio

de

morir

no

es algo temible para todos.

No

todo el mundo se enoja

ante

la

oscuridad,

ni

se resigna

mansamente

a ella.

La actividad sexual tiene dos caras,

de

atracción y repulsa,

de dureza y suavidad,

de

amor y agresión, personal e imper-

sonal. Con la

muerte

existe esta misma dualidad. ¿Acaso la

negación no incrementa el sentimiento y la curiosidad? ¿Hay

alguien que no experimente una

profunda

curiosidad sobre lo

que la muerte será para él? ¿Hay alguien a quién

no le

gusta-

ría que

su

muerte estuviese llena

de

excitación?

Wilhem Reich señalaba que la culminación

de

la excita-

ción sexual que se alcanzaba en el orgasmo es una forma

de

salir fuera de nosotros mismos hacia el universo.

El

orgasmo

nos lleva

desde

el mundo

de

lo conocido al

de

lo desconoci-

do, haciéndonos experimentar nuest ra falta

de

límites duran-

te

un

breve período

de

tiempo

dándonos

una referencia

de

LA EXCITACI 6N: EXCITARSE, DESPERTAR

cómo

puede

ser nuestra muerte. Cuando tenemos experien-

cias orgásti cas decimos: Me dejo

ir,

doy, arriesgo, muero,

me

fundo,

me

hago uno, voy

al

cosmos,

me

entrego a lo desco-

nocido durante

unos

pocos momentos . Tenemos miedo al

decir Te quie ro y Ojalá me muera ahora . O Siento este

amor como una fusión con el universo, como una muerte o

Ahora entrego

mi

vida

entera . Pero hemos

aprendido

a

no

decir esto, a

no

sentirlo.

Una mujer

me

dijo que su gran deseo,

cuando

tenía un

orgasmo y sentía que empezaba a fundirse, era simplemente

que

pudiese

continuar. Me dijo que quería fundirse en el cos-

mos y no regresar. Hay muchas formas

de

estar en el mundo.

Hay muchas formas

de

dejarlo.

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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EMOCIÓN: EMIGRAR

LEJ RSE

Vivimos constantemente con sentimientos de pérdida,

sentimientos

de

desamparo, sentimientos

de

dolor, senti-

mientos

de

ira y

de

miedo que surgen en

torno a los

momen-

tos decisivos. Cuando estarnos liberados, cuando la excita-

ción es libre,

surgen

los sentimientos. Algunos nos asedian y

nos atormentan por las noches.

La inesperada noticia de la muerte de mi amiga me dejó

paralizado: muerta ¡En aquel hermoso día El impacto de la

incredulidad ahogó mi llanto;

pero

yo sentía

que

debía llo-

rar. Debía mostrar tristeza, dolor, pero la incredulidad y la

ira surgieron antes. Grité ¿Qué estás diciendo? ¿Qué ocu-

rrió?"

Me

culpé a mí, a otros, a ella. Al día siguiente,

de

forma compulsiva y sin tregua, tenía

que

averiguar lo

que

había

ocurrido, todos

los detalles sobre

su

muerte. Mi

pena

era la falta de sentido, el absoluto sinsentido ¿Por qué tenía

que haber ocurrido esto con sólo treinta y siete años? La

rabia acusadora acalló mi tristeza en un intento de llenar el

Vacío que sentía

en mi

vida.

En el funeral,

cuando

se fueron los demás, lloré más pro-

fundamente que nunca en mi vida. Lloré por lo que no había

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

dicho ni vivido y el dolor

de

la separación se hizo real. Me

invadió la tristeza y desapareció el sentimiento

de

haber sido

engañado,

de

estar solo,

de

que la muerte había sobrevenido

inesperadamente, sin mí. Todo lo que tenía era un final ima-

ginado. De lo vivo y lo vital a la nada. Ahora un vacío.

Regresé a casa con mís recuerdos, mís sensaciones,

un

diálo-

go diferente.

Este momento clave alteró mi

vida

y mís sentimíentos,

profundizando

mi conocimíento sobre el precio a

pagar por

no

entregarse,

por

mitigar la propia entrega

de

uno a sus

sentimíentos. A partir del torrente

de

sentimientos y la

confusión sobre su muerte, surgió el comienzo

de

una excita-

ción que

me permitió encontrar nuevas relaciones. Llevé a mi

vida actual lo que había comparti do con ella en el pasado y

aún más cosas.

Sentí que el duelo

podía

expresarse con el llanto, el cánti-

co, el sollozo y la catarsis, o

por

el contrario con alejamiento,

retiro, aislamiento, con templac ión y oración. A veces mis sen-

timíentos se

producían de

repente, otras

de

forma meditada.

Gritaba de dolor o

me

volvía más rígido. El dolor

me

sacaba

fuera

de

sí o me encogía haciéndome

un

ovillo.

Abandonarse es el deseo

de

experimentar incondicional-

mente

pero eso sólo es posible cuando alguien muere.

Abandonarse significa violar la regla

de

nunca entregar el

cuerpo. Abandonarse moviliza sentimíentos

de

desamparo.

Estamos perplej os sin saber qué hacer.

El

dolor de la pér-

dida intensifica este desamparo.

Paradójicamente, no todas las

pérdidas

movilizan estos

sentimíentos. Algunas las identificamos como algo de lo que

nos hemos librado y damos las gracias al cielo

por

ello.

Obsérvese como prosperan algunas personas cuando su cón-

yuge muere

Durante

todos mís años

de

práctica terapéutica, he com-

probado que el temor a estar solo surge como uno de los más

persistentes entre la gente. Este temor es tan fuerte que evita

~

LA EMOCIÓN EMIGRAR, ALEJARSE

que las personas rompan con relaciones negativas. Para

muchas personas es preferible una relación negativa o des-

trUctiva

que

estar solas. Hay quienes harán todo tipo

de

sacrificios para no exponerse al sentimíento de su vacío.

Otras personas expresan este temor como

un

sentimíento

de

abrumarse con sensaciones.

Temor y enojo,

son

la reacciones

de

defensa básica en la

vida. El temor es

una

respuesta

de

apartamíent o y el enojo

de

expansión. Temor y enojo: retirada y ataque. Se usa cualquie-

ra

de estas reacciones para intentar mantener juntos los límí-

tes y evitar el cambio o la pérdida.

Mi

mundo

se fragmentó

de

repente con una

muerte

cer-

cana.

Puedo

sentirme disgustado porque me dejan o por el

miedo que

me produce quedarme

solo. Mi respuesta es

un

intento de llenar los espacios vacíos o actuar como un puen-

te

para crear

un

espacio nuevo.

Cuando

AJan Watts murió

repentinamente a finales

de

1983, mi pr imer a reacción fue de

ira. Dios mío, ¿Por qué

me

hiciste

una

cosa así ahora? Watts

me había dejado, defraudándome con respecto a las expecta-

tivas que yo tenía de él. Lo necesitaba, pero se había ido.

Ira y miedo, expansión y contracción

son

respuestas

per-

fectamente naturales aunque

no

siempre corresponden a la

idea social de tristeza o duelo a nte la muerte de alguien, sino

lo que es

más

importante,

son

respuestas necesarias para la

persona que actúan para conservar su totalidad, su integri-

dad, y evitar o corregir el límite abandonado.

Del

mismo

modo

puedo

odiar o

amar

a alguien,

de

mane-

ra

que una

parte

de mí desee que ese alguien

muera

y la otra

no. Una

parte de

es compasiva y la otra endiabladamente

resentida. Una

parte

de mí se aflige cuando alguien

muere

y

otra

puede

caer en la cuenta

de

que su

muerte

es

un

regalo.

De manera que la muerte

de

esa persona

me

hace

más

libre,

o más vacío, o

me

reta con nuevas posibilidades.

La ira es una emoción poderosa

para

resolver el

propio

final. Conocí una mujer que se moría

de

cáncer. Me contó que

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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VIVIR LA

PROPIA MUERTE

veía a su difunto

marido pidiendo

ayuda en un sueño. Le

rechazó airadamente. Su hija se sorprendió ante su ira impla-

cable y la negación hacia su padre. La respuesta de la mujer

fue que de esta forma, por primera vez, era capaz de expre-

sar

el resentimiento por el martirio

de

toda su vida. Murió

con su protesta; no cedió.

El

desamparo

es el sufrimiento básico

de

la existencia.

Es una herida que provoca lo que reconocemos como dolor

(una perturbación de la integridad corporal) y que envía el

mensaje:

haz

algo .

Cuanto mayor

es la perturbación

más

fuerte es el mensaje. Cuando

no

podemos hacer nada,

ni

podemos reaccionar

para

aliviar el dolor, llegamos a

un

esta-

do

que agota todos los recursos

de

supervivencia.

Ni

siquie-

ra un

niño está tan indefenso. Has ta el

punto que

nos encon-

tramos incapaces

de

reaccionar, el dolor escala y

nos

arrolla

o amenaza con hacerlo. El dolor

más

auténtico es el desam-

paro.

Nina

Bull*

me

contó una historia interesante sobre su des-

cubrimiento de la relación entre conciencia y dolor. Al ir al

dentista se

dio

cuenta que intentaba evitar el dolor agarro-

tándose. Lo que hacía simplemente consistía en localizar el

dolor en la boca y relajarse

por

completo. Y el precio que

pagaba por localizar el dolor era que tenía que disminuir o

desvincular el resto

de

si misma. Creo que todos cometemos

este error al manejar nuestro dolor.

El relato

de Nina me

enseñó que agarrotar, contraer, loca-

lizar lo que

nos

ocurre

puede ser

contraproducente. Su relato

me hizo pensar

en

aquella penetrante observación de

Sigmund

Freud de que

en

nuestra vida

psicológica cada

negación es una afirmación.

Autora de: Tlle ttitude Theon ofEmotion The Body and its

Mind

OS SACRIFICIOS

Los sacrificios

son

expresiones corporales silenciosas de

momentos cruciales. Son tratos o pactos

por

los que intenta-

mos obtener el derecho a vivir o a hacer

de

nuestras

vidas

algo demasiado valioso para quitárnoslas. Son arreglos que

se

dan

entre diferentes partes

de

nosotros mismos, o con

otros, que exigen el recorte o la rendición

de

uno mismo. Los

sacrificios son los tratos que hacemos en situaciones críticas,

forzando la promesa

de

inhibirnos. Pero en un sacrificio

hay

involucrado algo

más

que supervivencia. De hecho, estamos

cambiando de forma al hacer el pacto. Sin sacrificios no

podemos llegar a ser alguien. El sacrificio es

una

característi-

ca del proceso formativo

de

toda persona.

Todo sacrificio tiene dos partes. A cambio

de

la modifica-

ción o bloqueo de nuestros mi edos acordamos vivir

parte

del

estilo

de vida de

alguien e incorporar esa actitud en nuestra

musculatura. El pacto se establece entre los roles que

pode-

mos

y

no podemos vivir, entre los sentimientos o pensa-

mientos

que

podemos o

no

permitirnos que existan. La deci-

sión consiste en comprometernos a ser de una

determinada

manera, para lo cual acordamos hacer algo.

Con

tal que

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

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sona,

no me

amenaces con herirme , lo que se

podría

inter-

pretar

como No

me

amenaces con matarme, o

no me

ame-

naces con el vacío . El sacrificio se

podría

explicar como

Haré

lo que quieras si

no me

rechazas . Entonces, al hacer

lo

que

ellos quieren se manifiesta como

una

contracción

muscular, algo

que

se llama rigidez crónica del cuello o cre-

encia infantil. El pacto

que

se hace tiene

su

reflejo

en

cómo

se

elige el

no

actuar.

El sacrificio implica una promesa

de no

fracasar y

de

vivir

de

acuerdo a los fines

de

alguien:

una

madre,

una

familia,

una cultura. Este concepto implícito

de

negación del fracaso

es

un

aspecto

profundo

del pacto. Se hace la promesa,

no

importa cómo,

de no perder

el control,

de no

traicionar la

parte

del trato. Esto lleva al

mayor miedo

a la muerte,

que

brota del conocimiento secreto

de que

al

mantener

el trato

no

hemos expresado nuestros verda deros deseos.

Hacer

un

sacrificio también significa proyectarse

en

algún

tiempo futuro.

No daré

rienda suelta a mis impulsos ahora

No

tendré

mucha

actividad sexual ahora, sólo cuando

me

case .

No

haré

(en realidad) lo

que

quiero ahora. Lo

haré

cuando

haya cumplido

mis aspiraciones . Ésta es la parte del

trato que lleva consigo la limitación o insatisfacción.

En la

edad

temprana

hacemos los tratos con otro

mundo

(el

mundo

que está fuera

de

nosotros), normalmente con

nuestros padres. No tendré rabietas , No lloraré , No te

voy a preocupar , Prometo escuchar y cosas así.

Cuando

los niños empiezan a ir al colegio, tienen que

aprender

a

abandonar

partes

de

ellos mismos

para

obtener

aceptación o aprobación.

Puede

que tengan

que

rendir o inhi-

bir su

espontaneidad

para

ganar

la aprobación del profesor.

Puede

que tengan que aplazar la gratificación. Puede que

tengan que arreglárselas sin sus madres.

Puede

que tengan

que sacrificar

un mundo en

el

que

eran el centro

de

atención

para

ser parte de

su

nuevo

grupo. El sacrificio consiste

en

el

LOS SACRIFICIOS

aprendizaje del ni ño

para

hacer estas cosas,

en

las cosas a las

que tiene que renunciar, en lo que tiene que dejar

de

hacer,

ese es el sacrificio.

Posteriormente, el trato viene

dado

desde dentro. Nos pro-

meteremos realizar buenas acciones, nos prometeremos

no

hacer lo

que daña

a otras personas, nos propondremos hacer

con los demás lo que quisiéramos que hiciesen con nosotros.

Comenzamos a hacer toda

una

serie

de

pactos con nosotros

mismos acerca

de

nuestra conducta

en el mundo

social.

El sacrificio clásico se expresa como Si soy

un buen

chico

o una

buena chica algo

de

lo que temo

no me

ocurrirá . Se

pueden

dar

varian tes del tipo de: Si

soy una

persona carita-

tiva

no

me sobrevendrá la pobreza . Si soy

una

buena

madre, viviré más tiempo . Si soy

un

líder sabio y generoso,

no me matarán . Si le gusto al profesor

no

ocurrirá lo que

temo . Si trabajo mucho,

papá

me querrá

y

no me

abando-

nará . Esta conducta intenta evitar cualquier situación, ima-

gen o sentimiento

que una

persona piensa que

puede

provo-

car

la

posibilidad

de su

muerte, mitigándola así

un

poco.

El incumplimiento

de

nuestro sacrificio nos enfrenta

de

repente

con

los espectros

de

culpa y castigo, o

de

lo descono-

cido, que forma

parte de

nuestro miedo. Retar al sacrificio es

enfrentarse a las mismas fuerzas emocionales que nos lleva-

ron a ponerlo

en

primer

lugar. Este dilema crea

una nueva

realidad

para

nosotros,

un

dilema, en el que el sacrificio en sí

se

convierte

en una

defensa contra sentimientos e imágenes

de muerte y sus consecuencias.

Traicionar a

un

sacrificio es ponernos en situación

de

desamparo y a nuestras ideas y sentimientos

en

lo que será la

· muerte. En cualquier situación peligrosa nuestro mecanismo

de reacción intenta parar el peligro o eliminarlo. El cerebro

ordena

una

acción muscular,

una

contracción. Aparente-

mente, esa contracción muscular crónica nos aleja, nos dis-

tancia

de

morir pero también disminuye y condensa nuestros

procesos vitales.

Nuestra

percepción es Me he salvado .

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

Me percibo bajo una amenaza de muerte. Me entra el

pánico. Luego observo

que

con una contracción muscular he

producido una alteración y me he salvado. He imaginado

una

alternativa.

No

puedo seguir adelante; tengo

que

dar

marcha atrás . No puedo hacerlo así; lo haré de esta otra

forma .

No

me llevo

bien

con esta persona; tengo

que bus-

car a otra .

Cualquier

alternativa

que ideamos

proviene

de

la

vida imaginativa. El precio de este sentimiento de autopre-

servación es una disminución de nuestro ser y la aceptación

de una existencia idealizada, tal como Así viviré más . La

contracción crónica nos inhibe de movernos dentro del

mundo.

He aquí la conexión entre el peligro psíquico y el vivir

como

una

actitud vital básica la alternativa idealizada. Al

aprender lo que hay que evitar y cómo evitarlo, creamos pau-

tas de acción, cuyas consecuencias se perciben como auténti-

cas limitaciones y libertades. No puedo vivir siendo quien

soy

en

realidad . La fantasía

que

se crea se asocia

profunda-

mente con el sentimiento de morir

que

la ha creado. Nuestro

entorno social se crea a partir de este tipo de contradicción,

parte de la cual llevamos dentro de nosotros a lo largo de

nuestras vidas.

Experimenté

por

primera vez algunos de mis sacrificios,

intentando

aprender

cómo se expresaban a través

de

mis ges-

tos, pensamientos y sentimientos. ¿Quién es este personaje

en quien me he

convertido? ¿Qué papeles

desempeño en

esta

vida que considero mios? ¿Qué contracciones musculares me

amoldan a esos papeles como un traje que no

puedo

quitar-

me? ¿Cómo

he aprendido

a sonreír

de

continuo, fruncir el

ceño, a ser tan enérgico o tan tímido? Estas actitudes son

parte del lenguaje corporal y de cómo me comporto social-

mente.

LA

PÉRDIDA

Y

SU

DUELO

El duelo está relacionado con el abandono y la pérdida.

Son las consecuencias naturales de la

pérdida de

vínculos.

Todo

pesar

y

su

expresión se enlaza

con una

severa falta

de

conexión que se traduce en cómo abordamos o no los finales.

El desconsuelo es el sentimiento

de pérdida en

la relación

rota o interrumpida, y el duelo es el proceso de incorporar

esa pérdida en nuestras vidas. El desconsuelo comienza

generalmente con lo inesperado, y es la expresión emocional

bien de este espacio creado repentinamente, o de una rela-

ción que se termina. El duelo es el proceso de trabajar con ese

desconsuelo.

Hay mucha

semejanza entre el desconsuelo

que

sentimos

ante la muerte de alguien y la de uno mismo, o entre llorar

la

pérdida

de un

amigo

y la

pérdida

de

uno

mismo.

Puede

que sean lo mismo. En ambos casos el proceso de

duelo

sigue generalmente la misma pauta: conmoción inicial.

Brote

de

sentimiento y expresión emocional. Trabajo con la

finitud. Encontrar nuevas formas de relacionarse con uno

mismo y con los otros. En ambos casos el objeto del descon-

suelo y del

duelo es

uno mismo,

pero

en

un

caso

uno

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

superviviente

y

en

el otro no. Una

persona

a

partir de

sus

experiencias

de pérdida

y

duelo por

los

demás puede ser

capaz

de

aprender a afligirse y a hacer el

duelo

por su pro-

pia pérdida.

Casi siempre es cierto que con el impacto emocional

de

la

muerte

inminente

de

alguien sentimos que esa muerte es

· algo trágico. Tenemos la idea

de que

la

muerte de

una

perso-

na es

una

interrupción

de su

vida,

no

es lo que se suponía

que tenía que ocurrirle. Sin embargo, los sentimientos trági-

cos y temerosos

no

son una

respuesta universal.

No

es ésa la

única forma

de

ver la

muerte de

alguien. En realidad, es

una

noción cultural característica, la ide a

de

que esa muerte ocu-

rre

más

bien a un observador imparcial, a alguien al margen

de

la cadena

de

acontecimientos organísmicos que ha vivido

la persona que está muriendo. Este concepto (que la muerte

de

alguien

no

tiene

por

qué ser

un

hecho desgraciado, ni

trágico, ni la interrupción

de su existencia organísmica, sino

la

terminación

natural

de

su

proceso) proporciona

un

senti-

miento y una imagen completamente diferente

de

la

muerte

de

alguien y

de

la

de

uno

mismo. La muerte

de

alguien se

puede

percibir como algo trágico socialmente en tanto en

cuanto esa

muerte

se produjo antes

de

cumplir

una

misión

clara y

esperada

un buen

ejemplo es John F Kennedy). Pero

está claro que el organismo

no

concede la mayor prior idad a

las realidades sociales.

También se

da

la situación contraria, ya que la expresión

de

duelo

no

tiene porque significar tristeza ni pérdida.

Cuando

alguien

muere

esto se

puede

percibir como

un

alivio,

o incluso como algo a celebrar,

una

nueva libertad. Me refie-

ro a las noticias que mencionaban el estado

de

éxtasis que se

produjo

cuando

Stalin murió. En realidad, la

muerte de

la

misma persona puede provocar reacciones muy diferentes,

que

van

desde

el dolor a la alegría. Pero en cualqu ier caso,

no

importa

de

que emoción se trate siempre, hay una expresión

de

duelo.

LA PÉRDIDA Y SU DUELO

El

duelo

es la libertad para expresar los sentimientos que

no se

podían

expresar

en

circunstancias normales. La expre-

sión

de duelo por

la muerte

de

otros es

una manera de

ensa-

yar nuestra muerte, pero el duelo

no

es solamente esto. Es

también un ritual

para

la expresión

de

algunos

de

los

más

profundos e íntimos sentimientos de

nuestra

existencia.

Si

se inhibe la exteriorización del dolor

uno puede

enfer-

mar. Se

puede empezar

a expresar esto con depresión cróni-

ca, comportamiento ansioso, conducta repetitiva y ritualista

(como tics o lavarse continuamen te las manos) o

una

ira exce-

siva e incontrolable. El desconsuelo

no

vivenciado

puede

causar dolor, depresión, temor y conducta extraña, como

continuar un diálogo con el difunto creando la fantasía

de

que

aún

estuviese vivo,

intentando

mantener la viejas rela-

ciones sin reconocer la necesidad

de una

nueva.

Cada

uno de

nosotros tiene

miedo de

expresar ira y tristeza, teme llorar y

expresar dolor

por

la

pérdida

de

aquellas partes

de

las

que

hemos tenido

que

renunciar en diferentes momentos

de

nuestras vidas.

Cada

uno

de

nosotros teme perder el control

sobre sí mismo al actua r

de

esta manera. Pero

cuando

el sen-

timiento

de pérdida no

puede ser expresado

de manera

ade-

cuada,

surgirán como parte

de

nuestras vidas

no

realizadas

nuestras fantasías y nuestros miedos.

Una joven que conocí expresaba dramática mente las emo-

ciones con las que había vivido

desde

la

muerte de su

padre.

El

hecho ocurrió

en

un curso sobre el

morir

y la muerte. Esta

mujer llegó con unas veinte personas. Los integrantes del

grupo se

pusieron

en

círculo y se presentaron

unos

a otros,

hasta llegar el

turno

a esta mujer,

que

pareció casi incapaz

de

hablar. Era

una

persona atractiva,

de

poco

más de

veinte

años, y estaba

profundamente

abatida. Tenía la cabeza echa-

da hacia un lado y parecía tener dificultad para hablar. Tan

pronto como dijo

su

nombre, nos reveló

que

su

padre

había

muerto

de

cáncer hacía dos semanas. A intervalos

durante

los

dos días del seminario salió toda la historia. Estaba abatida

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

porque

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sentía

nada

hacia

su

novio y

porque su padre

había muerto. Estaba muy enojada

por

el hecho

de

que

su

padre parecía haberse sometido de

manera

tan surrtisa a

su

destino en manos

de

los médicos, y la había dejado.

Se

sentía

molesta con

su

madre, pues creía que

no

amaba realmente a

su

pobre

padre

ni

valoraba

su

sufrimiento. Quería el

amor de

su

padre, estaba enojada y frustrada

porque

lo había

perdido

primero a causa

de

su madre y luego con la muerte.

Durante

su funeral había colocado secretamente una rosa en

su

ataúd.

Lo

que

quiero hacer ver son dos aspectos. En

primer

lugar, la complejidad

de

sentimientos que esta mujer expre

saba hacia

su

padre y hacia sí rrtisma es común a todos, pero

con frecuencia se esconden

por temor

y vergüenza. En segun

do

lugar, a

medida

que expresaba

sus

sentirrtientos

durante

el seminario, esta mujer reducía sus ansiedades y tensiones

visiblemente,

en

ocasiones recuperando

su

voz habitual.

No

sé si estará bajo tratamiento

de

algún profesional, nunca la

volví a ver, pero esta parte

de

su

vida

demuestra

un

dilema

común a

mucha

gente. La

pérdida

que

no

se expresa emerge

rá como

una

perturbación emocional o social.

Parte

de

la experiencia constatable

en

el caso

de

esta

mujer y en la

de cada

uno, es que

no

existe una expresión

social del duelo. La mayoría

de

la gente

no

habla entre sí

sobre la

muerte

(la suya o la

de

otros)

porque

nadie asume la

necesidad

de

hacer tal función. Pocos sacerdotes, médicos o

encargados

de

honras fúnebres quieren involucrarse

en

los

procesos emocionales del morir. Pero

no

se

pueden

negar las

experiencias personales. Todos tenemos imágenes

de

enveje

cirrtiento, aislamiento, enfermedad, dolor, muerte,

el

más

allá.

Normalmente

uno

mantiene estas imágenes y sus mie

dos correspondientes en

su

interior hasta que estallan

por

el

dolor y la pérdida.

La forma en

que

hablamos

de

la

pérdida de

otra persona

tiene relación con nu'estra propia muerte. Cómo reacciona-

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LA

PÉRDIDA Y SU DUELO

mos ante la

muerte de

otra persona nos indica como reaccio

naremos a la nuestra . Todos sentimos pena. Todos sentimos

pena, a lo largo

de

nuestra

vida, tanto

por

la

pérdida

de

los

arrtigos como

de

etapas

de

nuestra

vida

como

son

la infancia

y

la

adolescencia. Estas experiencias nos

pueden

instruir

en

nuestro proceso

de

duelo. A partir

de

ellas

podemos

apren

der a expresar nuestros duelos y llorar

por

nosotros.

Parte del proceso

de

nuestro propio

duelo

es que lloremos

la

muerte

de

nuestro cuerpos, y

de

nuestras vidas sociales.

Nos lamentamos

por

la pérdida

de

profundidad

de

las rela

ciones que nuestros cue rpos y nuestro

ser

social

han

mante

nido. Es necesario que trabajemos con ello. Es normal cons

ternarse

por

la muerte del cuerpo como tal. En la

muerte

de

los demás veo el reflejo

de rrti

muerte.

Cuando

me

siento al

lado del lecho

de muerte de

alguien y tomo

su

mano,

medito

sobre la mía propia.

Recuerdo que,

cuando

hace

algunos

años

murió mi

novia, la lloré

durante

bastante tiempo. Y

mi

duelo

iba

de

la

profunda

tristeza a la ira. Me parecía

que

su

muerte no

tenía

justificación (murió

en

un accidente) y

me

enojaba

porque su

estupidez la condujo a la muerte. Mis emociones eran

de

profunda tristeza, llanto, añoranza e ira.

Un

día se

me

apa-

reció en sueños. Me dijo que

rrti problema

era que estaba

intentando evitar lo inevitable. Entonces

entendí

que

parte

del motivo

de

mi disgusto era

causado por no

aceptar ese

hecho. Cualquier muerte es inevitable. Sigo repiti endo una y

otra vez, sin cesar, todas las cosas

que

se

podían

haber

hecho

para mantenerla viva y también las que pudo

haber

hecho

ella. De esa manera,

en

el sueño,

me

recordó que estaba

intentando lo imposible. Ese

sueño

fue

una

lección

de humil-

dad

para

mi ego. Pero

aún

sentía rabia. Luego

tuve otro

sueño, y esta vez mi novia

me

dijo: ¿Por

qué no me

dejas

irme? Me estás torturando al aferrarte a mí . Más

tarde

pude

explicar este

sueño

como

si

alguien vivo viniese a

y

me

dijese

Me

estás

torturando

al aferrarte a mí con todos esos

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

sentimientos

negativos

y también con

los

de amor .

Comprendí que el duelo había transcurrido

y

que tenía que

desprenderme

de

su imagen. Se había ido.

Ahora

había una

nueva relación, la de alguien que había sido parte de mí y

se

había ido.

De

esta manera concluí al fin con mi duelo.

LOS

PUNTOS

FIN LES

Los

momentos

cruciales marcan el final de lo anterior

y

el comienzo de lo nuevo. Recuerdan como pusimos fin a los

sucesos

de

entonces, cómo prohibimos o participamos

en

los

finales. Tememos los puntos finales, preferiríamos dejar los

acontecimientos rele gados al olvido.

Los

puntos finales ocurre n de varias maneras. Pensemos

en

un

huevo roto, que se desparrama fuera

de

su espacio. O

en el huevo cocido que

se

solidifica

y

se vuelve rígido, se

encapsula como

una pelota en el espacio sin tener conexión

con el mundo.

Podemos

percibir nuestro espacio como vacío

o denso, sin llenar o

demasiado

lleno.

Los puntos finales nos enfrentan cara a cara con lo des

conocido.

Nos

fuerzan a contraer

nuevas

relaciones, o al

menos nos ofrecen esa

oportunidad.

El

duelo

sería la conse

cuencia de renunciar a la oportunidad y

de poner

punto

final. Se

puede

decir que los finales

son

la cornucopia

de

un

momento decisivo. Mucha gente dirá "Esa persona es irrem

plazable". Lo cierto del asunto es que poner un final

nos

fuerza a

ser

más confiados, o cuanto menos nos brinda esa

oportunidad.

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

Pero las personas tendemos a evitar los finales. Los senti

mientos son demasiado permanentes. Nos

dan

miedo los fina

les y la infinitud. En

su

lugar

hay

huida, retirada y racionali

zación. Mantener intacta la habitación

de

la persona que

ha

muerto. Actuar como si

nada

hubiese cambiado. Toda la ropa,

los cuadros, los objetos personales permanecen en

su

sitio

como si se fueran a usar. Mantener los sentimientos al mismo

nivel intacto. Evitar la soledad. Es un

no poner

fin. Hacerse

estoico, realista. O,

por

otra parte, pretender

que

la persona

que ha muerto no ha

existido jamás y se niega cualquier espa

cio

que

haya ocupado.

Un

fin tajante. La primera situación

extiende el

pasado para

siempre, la

segunda rompe

el contac

to

para

siempre. En cualquier caso, se evita

que

ocurra lo ines

perado. Lo cual incluye todas las cosas

por

las

que

nos senti

mos

culpables, las

que

desearíamos cambiar, o

que

nunca

hubiesen ocurrido, las

que

nos hacen sentimos incómodos,

avergonzados, resentidos, temerosos, tristes; es decir todos los

desengaños

que

representan las posibilidades no realizadas

de un

mejor contacto o

de

una

maduración

emocional.

Para

poder

dejar a la

persona que muere

o a la

parte de

nosotros

que

muere, debemos

poner

fin a los asuntos inaca

bados. Esto es cierto incluso

cuando

se trata

de

una persona

que ha muerto

físicamente hace

muchos

años. Llevamos a

esa

persona dentro de

nosotros, incapaces

de desprendernos

de

ella, sin est ar dispuestos a aceptar el espacio vacío, a com

pletar el circulo. Es como si

pudiésemos

prolongar

nuestra

propia

vida, o la

vida de

otra persona, al rechazar cambiar la

relación emocional.

La

terminación es

una parte importante

del proceso

de

expresión del duelo.

El

trabajo con nuestros finales nos per

mite redefinir

nuestras

relaciones, entregar lo

que

está muer

to y aceptar lo

que

está vivo, y estar

en

el mundo

más

plena

mente para

afrontar la

nueva

situación. De igual

modo

que el

duelo es un

período de

libertad emocional, los finales pre

sentan

las posibilidades

para

expresar esa libertad.

1

LOS

PUNTOS

FINALES

El no poner

fin se da

cuando

hablamos de relaciones con

padres o amigos

de

quienes estamos

separados por

el distan-

. ciamiento

de

la

muerte

y respecto a las cosas

que

quisimos

decir o hacer, o no quisimos decir ni hacer.

Por

ejemplo:

No

puedo

decir adiós a mi padre. Siempre quise decirle te

odio , o Me habría

gustado que

él supiese

que

yo estaba al

corriente

de su

problema .

El

no poner

fin incluye expresio

nes fallidas

en

las

que

la consecuencia

de

la expresión

te

odio

ha quedado

pendiente

al

quedar

rota

la

conexión.

Nos

resistimos a dejar

una

relación y emprenderla

de

nuevo

porque

se parece

bastante

a

ser

abandonados. La inti

midad ocupa un lugar tan poco importante que al final

de

la

vida sólo

hemos intimado

con

un puñado de

personas. Todos

practicamos un pacto no verbal

de

mutuo acuerdo

para man-

tener

una

cierta distancia,

cuando

se

cruza

esa línea

surgen

sentimientos

de

ansiedad. Pensamos

que vamos

a

perder

el

control, o el poder.

La

separación, el final, se asemejan a

una

pérdida

de

orientación o

de

control.

Nos

vemos como

una

partícula

diminuta en

un

universo infinito.

La intimidad

se

puede

usar

como un

puerto

seguro.

El

decir adiós (perder intimidad)

trae consigo la misma desorientación

que una

invasión de la

intimidad

desde

fuera. Tememos liberar, ir a la deriva

en

el

espacio infinito,

no

tener un propósito

fijo en

la sociedad,

perder el contacto, flotar

en

el cosmos social.

El

temor es

una

pérdida

de

contacto. Tememos

no

ser capaces

de intimar en

una nueva situación

Poner fin refuerza la idea

de que

la

vida

es

un

vínculo

temporal y directo, y

que romper

el vínculo, el contacto,

es

perder la vida. En el proceso dejar-tomar tememos llegar al

final

de nuestra

existencia temporal. Existe

una pérdida de

nuestro yo en esta vida, y eso es todo.

En realidad los finales establecen

nuevas

relaciones. La

gente teme los finales

porque

implica entregar

su

poder

en

el

mundo. Pero el otro aspecto

de

los finales es el

paso

al

nuevo

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

poder y a nuevas relaciones, a una nueva forma de estar en el

mundo. Morir es una forma

de

estar en el

mundo.

El final

establece una relación entre nosotros y lo desconocido.

Tuve un cliente nacido en Alemania y que se había criado

en Europa. Después

de

la Segunda Guerra Mundial fue a ver

a C G Jung para consultarle un problema. Pero Jung le dijo:

.

No

te

puedo

atender

como paciente, ya

no

llevo pacientes,

me

estoy preparando para morir . Esto ocurrió aproximada-

mente un año antes

de

que Jung muriese. A

partir

de este

hecho reconozco que Jung conocía bien

su

vida. Necesitaba

tiempo para dejar que su proceso llegase al final. Sabía cómo

llevar su vida. Sabía cómo

poner punto

final y vivió ese final

en su plenitud.

MORIR ONED

Recuerdo la

muerte de

un amigo cuando ambos teníamos

diecisiete años. Murió

de

cáncer. Recuerdo cómo el grupo

de

amigos

nos

juntábamos para ir

de

forma masiva al hospital

como si esto pudiera afectar favorablemente a su curación.

Recuerdo las horas

de

visita obligada y la

estúpida

conducta

encorsetada en la que le pusieron a él y que nos

pusimos

nosotros. Todos sabíamos que iba a morir. Pero le forzaban a

comer la comida del hospital,

cuando lo

único que quería

era

un

bocadillo caliente de pastrami que nosotros le

pasábamos

a escondidas. También le recuerdo

fumando

a hurtadillas

porque

no

se lo permitían. El morir,

para

él, fue la

misma

rebelión contra la prisión de impotencia que le acorraló

desde su infancia.

Sólo capté

la

muerte

de

Ed y mi implicación

en

ella

muchos años

más

tarde, cuando traté a

una

paciente que

tenía cáncer. Cuando trabajé con esta mujer,

me

habló de los

sentimientos y pensamientos, los resentimientos y odios

que

tenía y que había tenido a lo largo

de toda su

vida. El resen-

timiento que tenía por haber sido

engañada

por la vida, por

tener

varias

madres ,

por

ser embarcada

de

una familia a

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VIVIR

LA

PROPIA MUERTE

otra. Las experiencias

que me

contó eran como si tuviese

una lata

de

gusanos negros

en

el pecho. Cuando miré

su

pecho, ví deflación y derrota. Lentamente, a

medida

que

comenzó a respirar con más facilidad,

me

dijo que se sentía

derrotada porque

nunca

podía

conseguir lo que quería. Un

suspiro

profundo que me

asustó, apareció

en

sus ojos y me

. dijo: Quier o lo

que tú

tienes . Me estrechó contra

su

pecho,

me

apretó fuertemente, con miedo. Me dijo que nunca se

habían preocupado

de

ella,

que

nunca pudo conseguir este

tipo de calor que requería. Comprendí cuál

era

su estilo

de

morir, el

de

retirarse ante

la

derrota y la desesperanza. Su

muerte

era una protesta por la falta de amor que tenía en

su

mundo Sus tres matrimonios, que acabaron todos en fraca

so, marcaron

un

hito. Ahora, literalmente estaba deseando

no vivir

Recordé entonces que Ed había

perdido

a su padre, al que

estaba estrechamente unido, dos años antes

de

que ocurriese

su

propia muerte.

Nunca

hizo el

duelo

a

su

padre. Lo que sí

hizo fue delinquir, dejar la escuela y frecuentar salas de

juego. A nadie se le ocurrió

pensar

que la forma

de

morir

de

Ed comprimiéndose y retirándose, sin expresar su resenti

miento al sentirse sin padre, se manifestaba

en

forma

de

vale

roso estoicismo. Y así murió.

Me acuerdo de todos nosotros (sus amigos, su hermano, su

madre) viviendo con valor su pretendida mejoría. Recuerdo

las bromas que hacíamos para animarle. La consabida actitud·

de humor atrevido. Luego nos angustiaríamos al salir de su

habitación. Compartíamos el terror

de su

destino pero no

podíamos

expresar nuestros miedos.

Con

frecuencia, me he

preguntado

si mi amigo

se

murió pensando si él verdadera

mente

no

nos importaba o si carecíamos

de

sentimientos.

Incluso al contarlo ahora empiezo a sentirme triste

por no

haber

compartido su miedo con él y también el mío. Quizá

ahora estoy

rompiendo

con algo que ha permanecido inaca

bado durante

25 años.

Nos

importaba Ed. Sí que nos impor-

MORIR CON ED

taba, pero teníamos miedo.

Te

echamos

de

menos. Teníamos

rniedo y estábamos indignados. En mi caso, sigue existiendo

un espacio vacío.

Recientemente leí

en un

periódico la noticia

de

la

muerte

por cáncer

de

una notable poetisa. El

dato

curioso es que

su

rnuerte se notificó como algo que ocurrió entre la una y las

dos .

Nadie

lo precisó. Su marido se sentó a

su

lado a con

tarle y leerle sus

poemas

preferidos. Sus hijos fueron a la

escuela. La familia había afrontado

su

muerte inminente

desde hacía varias semanas. La mujer murió en

su

casa,

en

silencio, sin gestos heroicos.

Ojalá hubiéramos podido cantar con Ed. Ojalá hubiéra

rnos podido compartir

su muerte

en vez de

pretender

fanta

sear. No sé qué aspecto tenías cuando falleciste, Ed,

ni

qué

tenías que decir. Ninguno

de

nosotros lo supo. Estábamos

todos separados

de

ti mediante fórmulas preestablecidas.

Nos sentíamos impotentes con nuestro miedo.

tenías

dolor físico; nosotros, emocional.

Te

sentías

engañado

por

perder la vida tan joven; y nosotros por perderte, y porque

algo moría

en

nosotros también. Pero

nada de

esto se dijo, ni

una palabra. Teníamos demasiado miedo. Vimos tu

muerte

y

conocíamos nuestro destino. Actuamos

de

forma superficial.

Nunca compartimos los momentos

de

emoción. Enmasca

ramos

nuestra

ira,

nuestra

indefensión, nuestro miedo, nues

tro dolor.

La mayoría de nosotros descansó cuando al fin Ed murió.

La

carga

de

su sufrimiento se había ido y nuestra carga tam

bién. Hubo sentimientos silenciados

de

emoción en nuestro

grupo

de

amigos.

Pudimos

volver a contactar con la vida.

Durante el proceso

de

la agonía de Ed, percibimos nuestros

sentimientos de una

manera

mucho más intensa q ue como lo

habíamos hecho durante mucho tiempo. Sentimos, principal

mente nuestros cuerpos y nuestr a fragilidad.

¡Que momento tan crucial para mi Se me pedía sacrificar

mi inocencia y mi ignorancia. Estaba impresionado

porque

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

un

joven pudiese morir y por que la muerte estuviese tan

cerca

de

mí. Nuest ros papeles habían quedado por completo

al descubierto (su familia, Ed, yo) cómo los habíamos desem

peñado hasta el

amargo

final.

No

ocurrió así

en

el caso

de

la

poetisa, cuyo

marido

le leyó y le cantó, y cuya familia parti

cipó

de su

muerte. E n muchas ocasiones,

en

la Europa medie-

. val la

muerte

tenía

un

sentido público. Los amigos

y

vian

dantes

se aglomeraban junto a la habitación del moribundo.

Pero cuando en el transcurso del funeral de Ed llegó el

momento de

transportar el ataúd al coche fúnebre,

nos

pidie

ron

a los amigos que lo hiciésemos. Estábamos todos senta

dos en la fila delantera.

No pude

levantarme y hacerlo, aun

que otros amigos sí lo hicieron.

No

fui al cementerio. Me fui

a casa caminando, con un amigo, haciéndonos la idea

de

cómo era la

muerte

y el morirse. Hablamos

de

lo escalofrian

te que

era

estar cerca

de

la muerte,

de

la nada

después

de la

muerte;

de

cómo la muerte era un enemigo que atacaba

por

sorpresa y uno tenía

que

estar siempre

en

guardia. La mayo

ría

de

las

muertes

eran como ejecuciones; la gente simple

mente

estaba esperando. Estos pensamientos nos moviliza

ron contra el proceso

de

envejecimiento y maldijimos el

morir entre extraños; y confiamos en que nuestras muertes

fuesen

rápidas

y

sin

darnos cuenta. Empezamos a

dar

a Ed

por

perdido,

en

el olvido. Olvidé decirte adiós, Ed.

El morir cotidiano tiene que ver

con

la muerte final. La

muerte

de Ed deshizo el grupo.

Nos

forzó a meternos en

nosotros mismos para siempre. La muerte de Ed fue

un

ali

vio, un alivio

de

la intensidad

de

aquellas situaciones emo

cionales, pero

no

un

alivio

de

lo inacabado que ha continua

do

en mí hasta hoy. Ed fue una conexión rota

en

mi

vida

hasta el

momento

de escribir esto.

Ed tenía dolor físico y dolor por perder su vida. Podíamos

verlo en

su

cara y aquello aterrorizaba. Sufríamos

por

él y

teníamos el miedo secreto de sufr ir como él. La

muerte

evocó

en mí el miedo al dolor y yo le respondía

desde

ese miedo.

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MOR RCONED

Todo esto formó parte de una silenciosa conversación

en

la

habitación del hospital. En una ocasión Ed se comunicó con

nosotros hablándonos

de

la intensidad

de su

dolor. A partir

de entonces, evitamos que lo hiciese. Hubo cosas que

tuve

que descubrir sobre el dolor y

su

conexión con la impotencia.

Creo que principalmente el miedo al dolor es el

miedo

a

ser

abatido

por

él. A estar desamparado.

Desamparado

de

toda

humanidad.

La madre

de

Ed

no

paraba

de gemir

fuera

de

la habitación

del hospital, gemía por

abandonar

una relación que en reali

dad ya había dejado

de

existir. Todavía era incapaz

de

conce

bir la

vida

sin Ed. A su vez Ed

no

estaba preparado para asu

mir la pérdida de sí

mismo

(su larga estancia en el hospital,

en la cama, tampoco le ayudaban). En

cuanto

le diagnostica

ron y le internar on en aquella habitación

se

identificó

con

el

procedimiento establecido de

ser

otro moribundo más. Tuvo

que afrontar lo que cualquier otra persona en esa situación

(una situación en la

que su

rutina diaria se interrumpe, con

vertida en la actividad

de

morir, transformando

su

vida a

partir de entonces). Ed

no

fue nunca

capaz de

aceptar la pér

dida

de

su vida. Nadie habla

de

esto pero muchas

de

estas

personas terminales acaban por morir antes

de

que mueran

realmente. Alienados, aislados de la realidad social. Son

nuestros muertos vivientes.

Desde la muerte

de

Ed y la

de

otras

personas

con quie

nes

me

había relacionado, he

permitido

que emergiese de

mí lo

que no

había expresado antes. Me siento

cada

vez

más a mí mismo: mi terror, mi

sentido de pérdida,

mi emo

ción y curiosidad, mi impotencia, mi ira,

mi

dolor, y la inten

sidad de mi contacto. He accedido a aprender de estas expe

riencias. La

muerte

sí es

una

referencia

para nuestra

forma

de morir. Toda muerte es un aprendizaje emocional. La

naturaleza

nos instruye

sobre

nuestro

morir a través de la

empatía y el ejemplo. Todos nacemos

muriendo".

Antes,

el

morir

se consideraba

más

un acontecimiento familiar y

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

tribal

que

ahora, un

acontecimiento

en el que los

misterios

de

esta experiencia

primaria

enriquecían la

vida de las

per-

sonas.

La mayoría

de

nosotros

tiene

una

muerte sumisa, sin

dejar

rastro

de nuestra concepción de la vida o de la muerte.

Pero recuerdo el caso de

un

amigo que murió

de

leucemia.

.

No

pudo

reconciliarse

con

su

muerte. Destrozó

la

habitación

del

hospital en

un

par

de ocasiones. Ni

siquiera

un trip de

ácido (LSD) le sirvió. Todo el

mundo

dijo que era un infantil.

Pero esta

fue la

única

forma en

que

él pudo

encontrar

algo de

paz. Se dio cuenta que

no

tenía que morir en silencio; por eso

murió

protestando. Conmocionó

a aquel

hospital

en Salt

Lake

City por no

comportarse adecuadamente . No se

resignaba. Como escribió

Dylan

Thomas: No

entres

dócil-

mente en

el

adiós

de

la

noche. Protesta,

protesta

furiosamen-

te contra la

caída

de la

luz .

Para algunas personas quejarse, gritar y enfurecerse es

una

forma

de experimentar su propia

muerte. Para

otras,

Jo

es hablar abiertamente sobre sus miedos, sus ideas o sus per-

cepciones y

permanecer formando

parte de la

estructura

familiar. Conocí a

un

hombre que vino a mí

muy

afligido

por

la muerte de

su

esposa.

Había

querido mantener el contacto

con ella hasta el final. Pero sintió cómo derivaba hasta que

su discurso pareció perder el sentido por completo. Justo

antes

de

morir

empezó a pedir monedas para poder

tomar

el

autobús. Seguía pidiendo monedas a

su

marido. Él se quedó

sin

habla

y

sin saber

qué hacer.

A esto se le

llama

delirio, o se dice

que

es

debido

al efec-

to de

la

medicación, pero yo

creo

que

el

cuerpo en esa situa-

ción cercana a la muerte

sigue

viviendo su proceso

sin

sentirse especialmente amenazado,

aunque

los médicos y Jos

amigos

lo estén.

Quizá

la petición de la

mujer era

simbólica.

Quizá

las

monedas para tomar el autobús era su petición para poner

fin,

su

petición de permiso para morir. ¿Qué había ocurrido

MORIRCONED

si el marido

hubiese

intentado entrar en el mundo de su

esposa dándole las monedas, verbalmente, con gestos, o

de

cualquier

otro

modo?

En una ocasión estaba

trabajando con

un

amigo

en un

taller. Me miró de frente y me dijo que le parecía que iba a

desmayarse. Dijo sencillamente: Me

parece

que me voy a

desmayar .

Le dije:

Adelante .

Y así lo hizo. Se

desmayó

allí

mismo. No hubo señales

previas

de palidez ni debilidad. Dijo

que

se

sentía

desfallecer,

así que le

di

permiso.

Un amigo mío que

se

dedica a la

investigación con

pacientes

comatosos

en un hospital de funcionarios me dijo

que

los pacientes en

estado

de

coma

solían ser

tratados como

si estuviesen muertos. Todo a

su

alrededor estaba en silencio

y

era

estéril. Esta creencia de que los

pacientes

comatosos

están muertos, ya no

puede

darse como cierta. La indicación

terapéutica en la actualidad es más bien la de poner a esas

personas

en

los pasillos

donde

a quienes

pasan se

les anima

a tocarles o a

ponerles

la

radio.

Este

cambio de actitud supo-

ne un reconocimiento de

que

la

persona comatosa

está

viva

y

receptiva a los otros y al medio que la rodea.

Normalmente se afirma que nuestro cuerpo es

una

espe-

cie de

animal

mudo o bestia

del

que la persona tiene que

estar protegida. Como si el cuerpo

no

pudiese responder.

Como si la inteligencia,

la

consciencia y el entendimiento no

fueran también de su propiedad. Como si

fuera una

pieza de

carne. El cuerpo tiene el derecho de

extinguirse

haciéndolo

con su propia inteligencia. Ni más ni menos.

Privamos a nuestra

cultura,

al arte

de morir

y a nosotros

mismos

de

experiencias

que nos pueden ilustrar ampliamen-

te sobre

cómo

termina la

vida,

sobre la

naturaleza

de la expe-

riencia

humana

en esta parte del proceso vital, sobre posibles

roles sociales, sobre visiones y conflictos internos, sobre el

proceso

de autoformación, sobre

como disminuye la autoa-

firmación o

continúa

al morir y sobre la naturaleza de nues-

tro

universo

desde la

perspectiva

del momento

de

la

muerte.

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

En efecto, nos hemos desconectado

de

morir y

nos

hemos

asustado hasta quedarnos sin la esperanza

de

un mito y sin

el conocimiento

de

la verdad.

Cuando

le

preguntaron

a Sócrates lo que quería el último

día

de

su

vida, contestó: Ya que descuidé

al

artista que hay

en mi me

gustaría vivir este último día como tal .

Hubo

un

enfermo

de

color

en

el hospital del condado que

presenció la

muerte

de

una tal

Mary

Young que moría de

neumonía.

El médico la conocía. Éste sólo llevaba

una

semana en

Midland City.

Ni

siquiera era

ciudadano

americano, aunque

había obtenido

su

título

de

medicina

en

Harvard. Era

un

Indaro. Era nigeriano. Se llamaba Cyprian Ukwende. Nada le

acercaba a Mary ni a

ningún

americano

de

color.

Se

sentía

próximo a los Indaros. Al morir, Mary estaba sola

en

el pla-

neta corno

Dwayne

Hoover

y Kilgore Trout.

No

había tenido

descendencia.

No

había amigos ni familiares

que

la acompa-

ñasen

al

morir. Así

que

dijo sus últimas palabras

en

esta tie-

rra a

Cyprian

Ukwende.

No

le

quedaba

aliento suficiente

para hacer que sus cuerdas vocales sonasen, Sólo

pudo

mover sus labios silenciosamente.

Esto es todo lo que dijo sobre la muerte: Dios

mio

Dios

mío .*

... Breakfast

of

Champions Kurt

Vonnegut Dial Press/S eymo ur Lawrence

1973, p. 64.

MITIFIC R

El

mito es

1ma conceptualización que el hombre

hace

del caudal inagotable de la experiencia humana

Mitificar

es

construir una historia para obtener

un

significado de ciertas experiencias Es

contar

historias

Nuestros mitos son las historias partiwlares que nos

contamos sobre

algo

que nos

ha sucedido

En este capí-

tulo

exploro

cómo

mitificamos nuestra

peque11a

muer-

te cotidiana Exploro el proceso

de

cómo nos desorga-

nizamos cómo rompemos nuestros límites y cómo

nuestra peque11a muerte cotidiana permite que surja lo

desconocido

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UN

FUND MENTO

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MITO

La experiencia está conectada con el mito. Estar inmerso

en la

propia

experiencia es vivir el propio mito, la propia his-

toria.

Cada

vez que reflexionamos sobre lo que hemos expe-

rimentado estamos creando

una

historia

para

explicar esa

experiencia o bien aceptando la explicación de los demás:

nuestros padres, profesores, el jefe,

nuestra

pareja, la cultura.

Esta historia o explicación que se ha creado condiciona nues-

tra reacción ante situaciones similares

en

el futuro, cómo

vivir nuestras vidas y cómo otras personas

aprenden

de

nosotros. La creación

de

la historia o explicación nos revela

nuestra forma

de

entregar

una

nueva experiencia a nosotros

y

a los

que

nos rodean. En este libro hablo

de

cómo crear

una

nueva historia o mito sobre el morir, cómo llegar a estar

inmersos en la experiencia de forma que cada uno pueda

crear

su

propia historia sobre el morir. En cada momento cru-

cial tenemos la oportunidad de crear un nuevo mito o de

seguir con el viejo. l abrirse a la propia experiencia permite

la alternativa

de

lo nuevo.

Cuando

lloramos

una

pena,

cuando

soñamos o pintamos

un cuadro o componemos un poema, estamos participando

en un diálogo interno, un proceso en el que la conciencia

te

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

social habitual se ha limitado o entregado en favor de otra

conciencia. Podemos decidir asistir a la muerte,

pintar

o

escribir, pero la expresión del duelo, sueño o inspiración

artística resultante

no

está ni controlada

por

la conciencia

ordinaria ni

derivada de

ella. Brota de otros aspectos del ser.

La

decisión

de

soñar,

por

ejemplo

no

se hace a

partir de

la

conciencia ordinaria; la decisión

de dormir

sí. El

dormir es

una

situación

que

establece

unas

condiciones o delimitacio-

nes dentro

de

las cuales puede producirse el autodiálogo lla-

mado sueño.

El

dormir puede hacer el

sueño

posible como

un

acontecimiento corporal, pero

no

determina

cuándo

ni

qué se sueña.

Un

proceso es el curso continuo de nuestras vidas que

se manifiesta como movimiento, experiencia, conocimiento.

Podemos identificar un proceso en el funcionamiento en acti-

vidades rítmicas, como inspirar y espirar, dormirse y desper-

tarse, sentir

hambre

y sentirse satisfecho, cansarse y descan-

sar

o un deseo sexual en aumento que lleva al orgasmo.

Visto como proceso, el morir es una continuación del

vivir. Se

puede

decir que tenemos un

plan

o

programa

para

morir tan cierto como hemos tenido un

programa

para nacer.

El

morir

es la condición previa

por

la cual se

nos brinda

el

nacimiento. El nacimiento es una manifestación

de

la muerte

de la

vida

uterina. Todas las etapas del crecimiento, todos los

hitos,

son un

morir.

Sin embargo, el

programa

para morir, como los progra-

mas para dolerse, soñar, cansarse, expresarse artísticamente,

dormir, tener hambre, la sexualidad y tantos otros,

no

se

encuentra al alcance inmediato de nuestra conciencia habi-

tual. Estos programas, estos guiones

no

están subordinados

al control social, pero

son

análogos a él e influencian su fun-

cionamiento. No se pueden producir ni evocar a propósito.

Dada la dificultad que entraña, el acercamiento debe hacerse

a través de su propio idioma, mediante el descubrimiento de

su

expresión como lenguaje

no

verbal en la vida cotidiana

UN FUNDAMENTO PARA

EL

MITO

En otras palabras,

no podemos

ejercitar el morir haciendo

ejercicios sobre ello. Los ejercicios, mentales o físicos, son

constructos deliberados destinados a cumplir un fin o resol-

ver un problema.

mponen

sus propias demandas dentro del

proceso corporal.

La

técnica Gestalt, el psicodrama y la bioe-

nergética,

por

ejemplo, pueden resultar muy útiles a la hora

de resolver conflictos sobre roles sociales o definiciones per-

sonales del yo. Pero el problema va

más

allá

de

la resolución

de conflictos.

El

problema es lograr que los propios procesos

reviertan en nuestra experiencia cotidiana.

El hecho

de

vivir

nos brinda

la oportunidad

de

familiari-

zarnos con nuestras formas de morir.

El

significado de nues-

tra

muerte

está relacionado con el desarrollo

de

la vida que

estamos creando. A medida que

nuestra

conexión con la

vida

se profundiza,

aprendemos

que es la experiencia la que nos

enseña. Y la experiencia

no

se puede programar. Somos nues-

tros propios creadores

de

mitos, lo

sepamos

o no.

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IMÁGENES SOCI LES

Y

PROPI S

Nuestras visualizaciones, las imágenes que vemos con los

ojos de nuestra mente, se

pueden

dividir en externas, que tie-

nen

su

base

en

la mitología social,

y

privadas, imágenes

generadas

por

uno

mismo,

que

son experiencias

de

nuestra

vida somática. Puesto

que

el respirar está asociado con la

propia actividad, lo utilizo para asociar imágenes y senti-

mientos. De

modo que

concebí la idea de respirar

por

partes.

Cuando hago este experimento, realizo una serie de cinco

respiraciones secuenciadas

y

con cada inhalación

reduzco

el

aire que inhalo a la mitad de la cantidad anterior necesaria

para la siguiente respiración. Hago

una

pausa breve al final

de cada exhalación e inhibo el deseo de inhalar.

Después de la quinta respiración intento un bostezo y

dejo que mi respiración vuelva a la normalidad, tratando de

experimentar las sensaciones

que

siento. Descubro que

hay

varios niveles en esta experiencia. Una parte de mí me dice:

"¡Respira ¡Respira ¡Respira ¡Manténlo así o te

vas

a morir "

Pero también hay una especie de oscuridad llena de emoción

localizada

en

mi torso, otra parte simultánea

de

conciencia

tiempo. Es bastante diferente a m mensaje de ansiedad. Una

parte de mí tiene

miedo

a morir mientras

que

la otra está

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

llena

de

emoción. A

medida

que practico

un

poco

más

este

experimento, empiezo a

notar un mar de

sensaciones que

trae consigo recuerdos e imágenes.

Me

doy

cuenta que el mensaje

de

angustia es mi meca

nismo

de

supervivencia. "¡Respira ¡Respira ¡Toma más

aire ". Pero la sensación

de

oscuridad emocionante lleva

·consigo

un

mensaje: "¡No te pares ".

El

sentido que

doy

a esta

aparente contradicción es que no todo en mí tiene miedo a

morir. Una

parte de

mí está angustiada pero otra entusias

mada.

Ir

más

allá

de

la conciencia racional es como morir, es

aproximarse a otro nivel

de

experiencia.

Hay una parte de mí

que dice que tengo miedo a morir pero ¿qué parte es? Otra

parte

de

mí está excitada y siente placer

si

inicio la amenaza

de

morir.

Las imágenes pueden ser estampas o bien conceptos enca

minados a transmitir

pautas de

sensación y sentimientos.

Nuestros conceptos culturales radican

en

nosotros, diciéndo

nos quiénes somos. Parecen provenir

de

dentro, como si fue

sen nuestros. También recibimos muchas imágenes morbosas

y horribles sobre la

muerte

a través de los medios

de

comuni

cación o

de

rumores, y son éstas las primeras

en

aparecer

cuando

nos encontramos con sentimientos

de

angustia o

miedo.

En otro sentido los sentimientos y las emociones se pue

den

describir como imágenes espontáneas bastante dife

rentes

de

las sociales. Tales imágenes genuinas son expresio

nes biológicas y

pueden

carecer

de una

orientación visual

determinada;

por

ejemplo, sentimientos

de

belleza, gracia,

timidez, torpeza.

Basándose en sus ideas previas, la gente dice: "Morir es

doloroso" y "La

muerte

es mala,

hay

que evitarla a toda

costa". Pero mi experimento respiratorio

me

convence de que

puedo tener algunas experiencias al iniciar mi

programa

de

morir

que no son negativas.

i

IMÁGENES SOCIALES Y PROPIAS

Los cambios en la química corporal pueden alterar las

imágenes o ideas previas. En mi experimento respiratorio

aumenté la cantidad

de

dióxido

de

carbono en mi corriente

sanguínea, y desencadené inmediatamente angustia e imáge

nes

de

morir. Todos los contextos emocionales y bioquímicos

tienen sus imágenes y sentimientos concomitantes. Por ejem

plo, la tristeza

puede

desencadenar sensaciones

de

ahogo, y

una imagen

de

sofoco o

de

rabia

puede

desencadenar sensa

ciones e imágenes

de

aniquilación.

El

morir plantea el peligro

de

perder

la

propia

vida, como

yo mismo he llegado a saber. Pero he

aprendido

a preguntar

me, ¿qué parte

de

está sintiendo la pérdida?

¿Es

el yo

orgánico? ¿Es mi ego, mi

ser

consciente? ¿Es mi yo social que

tiene

miedo

y dice: Ya

no

estaré

más

aquí"? ¿Qué

parte de

mí está

asustada

por

mis imágenes

de

muerte?

Después

de haber

escuchado a

muchas

personas hablar

me sobre sus visiones

de

la muerte, empecé a ver que los mie

dos se dividen

en

dos categorías: social o personal. Como se

vive se muere.

Cuanto

más se elige vivir la

vida

fuera

de

las

imágenes sociales,

más

se morirá fuera

de

esas imágenes. Al

preguntarme "¿Cómo

me

asusto ante la muerte?", tuve las

imágenes propias

dentro

de la categoría social, del

programa

cultural y

eran

imágenes violentas.

No

quiero ser atropella

do

por

un camión".

No

quiero morir

de un

tiro". No quie

ro

morir

en

una

operación" y así sucesivamente.

Las imágenes del morir tienden a confundirse con los sen

timientos del morir. Cuando nos detenemos a

pensar de

qué

formas tememos

morir

pueden

venir imágenes que causan

intensa ansiedad.

El

mensaje

de

la

ansiedad es

de

peligro,

uno

puede

morir. En ese momento, el temor y el sentimiento

del

morir

están entrelazados, son lo mismo. Sin embargo,

no

es el sentimiento del morir lo que ha causado la ansiedad;

sino la imagen

Si uno

tiene

miedo

a

morir

asfixiado, se

puede

asociar a

una imagen

de

ahogarse o a ser ahorcado. Todo acontecí-

 

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

miento que desencadena imágenes

de muerte

desencadena

rá automáticamente angustia

de

morir. En ese

momento

te

sentirás morir. De ese

modo

llegas a asociar la angustia que

sientes con lo que será el morir. Te dices a ti mismo

que

morir

será así. "Estoy

angustiado

y tengo miedo. Morir me

da

angustia y miedo. Así es morir; es lo

que

estoy sintiendo

·

ahora mismo .

Con

el experimento respiratorio descubrí que puedo

vivir angusti a y excitación ante

un mismo

hecho,

porque

hay

diferentes niveles en mí

respondiendo

al

mismo

tiempo

de

formas diferentes. También es cierto

que

nuestros pensa

mientos sobre el

morir pueden ser

diferentes de nuestros

sentimientos. Los sentimientos

pueden

ser

placenteros y los

pensamientos aternorizantes.

No

quiero ser simplista en

el

terna

de

los pensamientos ni los sentimientos sobre la muer

te,

porque hay muchas

otras cosas a tener

en

cuenta, pero sí

quiero

dar

a entender que es bastante común experimentar

una

contradicción entre pensamientos y sentimientos de

muerte.

Cuando me pregunto:

¿Cómo terno morir?", intento aso

ciar mis imágenes

de

morir y de la muerte, bien a través del

experimento respiratorio bien a través

de

mi imaginación.

Luego separo los sentimientos que tienen estas imágenes de

las imágenes

en

sí.

Puedo

mantenerlas

en

mi consciencia,

recordarlas, dibujarlas o escribirlas para verlas sin tanto páni

co ni reacciones estereotipadas. Contemplo mis reacciones y

respuestas. La mayoría

de

estas imágenes

son de

muertes

violentas, del tipo

de

las que aparecen a diario en los perió

dicos y la televisión. Las miro y

me

digo:

Puede que

morir

o

sea así",

porque

sé cómo

me

estoy imaginando las imáge

nes culturales del morir. Casi todo lo que vernos asoci.ado con

la

muerte

tiene un carácter violento. Este mismo proceso ocu

rre en mis sueños.

Nuestra

cultura,

en

general, favorece el

morir de

forma

eruptiva, pero también 'es posible morir

de

forma "congelan-

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IMÁGENES SOCIALES Y PROPIAS

te". Harry Trurnan lo hizo. Todas las sociedades controlan las

formas

de

morir

poniendo un

acento positivo en ciertos

pro-

gramas, incluso muchos que

pueden

ser personalmente

negativos. Por ejemplo, nuestra sociedad

no

desvaloriza la

muerte

por

asesinato.

Aunque no

se demuestra abiertamente,

de forma solapada se valora n mucho ciertas formas

de

muer

te violenta. Nuestra sociedad parece

programar

a sus miem

bros para morir rápido,

de

repente, a manos

de

otro. Tiene la

ventaja

de

ser

muy

rápido. Orgásrnica, explosiva, sin más, sin

un

desamparo prolongado, sin problemas para que

cuiden de

uno, sin costos,

sin

dependencia, sin remordimiento, nada.

Sencillamente,

la

vida

se interrumpe

de

golpe, ¡zas Esta

muerte rápida obvia la necesidad

de

un

programa

geriátrico

o

de

una

ayuda

social, y acaba con los muchos problemas

de

una convalecencia prolongada. Las personas apoyarían los

programas

de

muerte rápida

porque

suprimen

problemas

personales

de

remordimiento y mini mizan el duelo.

Todos vi vimos

de

acuerdo con nuestra cultura y

no

me

refiero a ello de manera despectiva. No

nos

darnos cuenta y

vivimos

un

programa

de muerte

que es ajeno al nuestro.

No

nos damos cuenta

de

que también podernos estar llevando a

cabo

sus

programas de

vida.

Aun

creyendo ejercer

una

elección libre, infaliblemente elegirnos el

programa

social.

Creernos

que

sólo podernos elegir

de

ahí. Por eso acabarnos

sin vivir nuestra propia vida, y luego nos morirnos protago

nizando una

muerte

ajena.

¿Qué

muerte

resulta natural a la gente? Nadie lo sabe,

pero todos tenernos imágenes

de

ella y todos tenernos,

en

parte, miedo a morir

de manera no

natural. A los efectos

de

esta obra, la

muerte

natural es la que

uno

vive corno

una

con

tinuación

de

su

propia

vida, una

muerte

que no es una inte

rrupción sino

una

continuación

de

la vida.

Las personas que

han

empleado

su

energía comiendo

adecuadamente, ejercitando el cuerpo y la mente con yoga,

terapias corporales, prácticas espirituales y relaciones diver-

tJj

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VIVIR

LA PROPIA MUERTE

sificadas,

han

elegido

de

hecho otra forma

de

vivir y de

morir. Parece que desean evitar las muertes convencionales:

el cáncer o las enfermedades coronarias. Asimismo la gente

que

se

automargina

de

su cultura

debido

a su

edad

también

tiene una oportunidad

de

crear un nuevo estilo de vida y

un

nuevo

estilo

de

morir.

Los miembros

de

familias que

han

mantenido

sus

lazos

emocionales

unidos

han

tomado

la decisión de

no

morir

en solitario. Los que se separan con facilidad o

no

tienen

lazos emocionales establecen entre sus miembros la angustia

de morir en

soledad. El morir es un proceso personal, pero

también familiar y tribal.

L

IMPORT NCI

DE

L EXPERIENCI

PERSONAL: H CERSE ALGUIEN

Las personas no nos acordamos de nuestro nacimiento.

Sólo sabemos que estamos vivos, parecería que siempre lo

hemos estado, y que el

mundo

ha sido siempre como es ahora.

¿Qué se imagina usted que es la muerte? ¿Cómo acepta el

hecho

de

morir? ¿La evita, la admite? Conectar con senti

mientos propios sobre la

muerte

supone un

paso en

la

ruptu-

ra

de

la imágenes tradicionales y en la construcción

de una

nueva mitología personal.

Yo me pregunto: ¿Comparto mi

morir

con otras perso

nas? ¿Hablo

de

ello o

mantengo

silencio? ¿Soy reacio, estoy

en guardia,

me

siento a disgusto? ¿Qué clase de diálogo

mantengo conmigo

mismo

sobre la muerte? ¿Me escribo car

tas? ¿Me

paso

notas

por

debajo

de

la mesa? ¿Me envío men

sajes que

no

puedo descifrar, escritos con tinta invisible?

¿Experimento estos pensamientos y estos sentimientos o los

inhibo, pospongo, distorsiono y rechazo? ¿Se unen mis pen

samientos, sentimientos, imágenes y recuerdos crea ndo una

conexión interna?

En una ocasión

un

hombre

me

contó que

unos

años antes

había tenido una hemorragia,

por

lo que le llevaron al hospi-

Ol

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

LA IMPORTANCIA DE LA EXPE UENCIA PERSONAL' HACERSE ALGUIEN

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tal, donde le dijeron: Amigo, tiene usted muchas posibilida

des de morir". Cuando se dio cuenta de

su

grave situación,

su confusión disminuyó. Mi amigo dijo

que

de repente se sin

tió libre. Dijo que su cuerpo se había inundado de excitación

y se sintió pletórico. Paradójicamente se sentía como loco.

Dijo que por primera vez en la vida se sintió libre de encon-

. trarse

perdido,

sin reglas, y la

idea

le entusiasmaba. Dijo

que

era la primera vez

que

podía disfrutar de la vida sin respon

sabilidades.

Le

sugerí que quizá por eso se había puesto bien.

Por primera

vez

se comprometió con lo quería

en lugar de

hacerlo con las pretens iones sociales.

Una vez estaba en un avión de hélice cuando fallaron los

cuatro

motores.

Antes de aterrizar tuve tiempo

suficiente

para prepararme

a morir.

No

había mucho tiempo, pero fue

suficiente. Y me ocurrieron

una

serie de cosas increíbles.

La

primera

fue

que me

volví transparente a mí mismo, al

inundarme

de impresión. El hecho me hizo crecerme, me

hizo

más profundo

y

de

repente se abrió un espacio. Sentí

un pánico total

en

la cabeza. Lo sentí

en

el cerebro, los

ojos y la cara. Pero no había pánico

por

debajo de mi cuello.

Estaba rebosante, había adrenalina, pero me sentía

tan

tran

quilo.

No recuerdo la secuencia, aunque he vuelto a ella cientos

de veces, pero estaba

inundado

por la sensación

de

saber

quién era.

No

puedo explicarlo, salvo decir que estaba lleno

de

una especie

de

conocimiento interno. Estaba repleto

de

dentro hacia· afuera con una

dulzura

y ligereza irresistibles,

aunque no fuera una luz visible. Estaba lleno de aceptación y

amor

hacia

mismo. Tenía el gusto de estar lleno

de

mi,

de

haberme llenado con mi propia excitación. Estaba inmerso en

mismo, y desbordante,

todo

estaba bien. Desde entonces,

volví a orientar toda mi vida. Entonces tenía treinta y un

años, y recuerdo la experiencia como otro ejemplo de las con

tradicciones

que

pueden existir

cuando

se hacen conexiones

con el morir.

i

Vivimos en una época en la que todos queremos cada vez

más

responsabilidad

en

todos los aspectos de

nuestra

vida.

¿Por qué no llevar esta responsabilidad al hecho de morir?

No se muere hasta que el ser en su totalidad no lo decide. Se

está íntimamente implicado

en

el proceso

de

decidir sobre la

propia vida y por consiguiente sobre la propia muerte. Esta

responsabilidad

no

se manifiesta solamente a

un

nivel cogni

tivo, ni siquiera primariamente.

Cuando tratamos de controlar la vida y la muerte desde

un nivel cognitivo acabamos por

negar

ambas, la

vida

y

la muerte, viviendo a la orilla de la vida, no

en

ella.

Nadie

dice esto, pero la mayoría de la gente no está inmersa en la

vida y lo sabe. Se contraen, aceptan los roles sociales como la

realidad y tratan de vivir satisfactoriamente dentro de esta

limitación.

El carácter de nuestra

vida

es el carácter de nuestra muer-

te; los dos forman parte de un proceso. Mucha gente se reti

ra

de

la

vida pero no

quiere morir.

No quieren

participar

en

el proceso de morir más de lo que quieren participar en el

proceso de vivir.

En

nuestra

cultura la

vida

está desequilibr ada. El cerebro

se mantiene vivo y el cuerpo ignorado. Se valora la vida del

cerebro, la del cuerpo se menosprecia. Sólo vivimos una

parte de nuestra identidad, una parte de nuestros cuerpos,

una parte de nuestros sentimientos, una parte de nuestra

existencia. Tenemos

que

reflexionar sobre nosotros mismos,

haciendo de nuestra vida el punto de partida, haciendo que

nuestra experiencia cuente. Al hacerlo así, nos convertimos

somáticamente en alguien.

En el proceso de hacerse físicamente alguien se desvela

la base del misterio

de

la existencia, la experiencia

que nadie

nos

puede

enseñar. Cada persona descubre los términos de

su propio vivir y su propio morir. Mucha gente acepta morir

al percibir que

hay una

gran diferencia en tre las imágenes y

pensamientos acerca de la muerte y sus sentimientos sobre la

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

LA IMPORTANCIA DE LA EXPERIENCIA PERSONAL: HACERSE ALGUIEN

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misma. Ampararse

en

las propias imágenes puede perpetuar

el miedo. Aferrarse a los pensamientos puede hacerlos mor

bosos y derrotistas o desagradables Reflexionar sobre noso

tros mismos nos empuja directamen te a la vida y a una nueva

realidad

de

nuestro propio morir.

Vivimos dos vidas diferentes. Una social y otra personal,

.una pública y otra privad a. La

vida

social engloba las imáge

nes

e impresiones de las pautas sociales

programadas.

Otorga roles y aceptaciones. Sin embargo, la identidad priva

da resulta de los procesos e impresiones corporales. Uno

de

los dos domina en la mayoría de nosotros. Generalmente, la

propia

identidad

y el sentido

continuado de

la

propia

reali

zación se forman públicamente. Es difícil para la mayoría de

las personas madurar

en

nuestra sociedad con

una

visión

propia

y bien formada. Paulatinamente, he llegado a com

prender que la mayoría de la gente no tiene miedo a morir

sino a que la maten. La

pregunta más

seria, sin contestar,

sobre la muerte, es la sensación

de

impotencia,

de

ser mata

do.

Veo

que, a la larga, cualquier m iedo a ser castigado, con

denado al ostracismo, alienado o desaprobado, lleva en últi

mo

término al miedo a que le maten a uno. ¿Qué quieres

decir con que

tu madre

no te querrá, qué ocurrirá? . Estaré

solo, nadie me cuidará . Bueno, entonces ¿qué ocurrirá? .

Tendré hambre,

no

tendré qué comer . Así que, ¿qué ocu

rrirá entonces? . Estaré

desamparado

y

abandonado

a la

muerte . ¿No son todas estas formas de disciplina,

una

ame

naza al

fundamento de

la vida? Y ¿qué es la angustia, sino el

terror a que algo ocurra, a que nos hagan algo, a que nos

maten? Lo que atemoriza es esta actitud

de

víctima.

Remontémonos a la infancia, cuando éramos pequeños.

Justo al principio de la memoria. ¿Acaso no era este desam

paro el que provocaba los sentimientos

de

terror?

Decidir conectar con sentimientos sobre la muerte es

hacer un compromiso con lo desconocido. El valor que se

necesita puede ser sencillamente el de revisar las ideas pre-

 

concebidas sobre la

muerte

o ser capaz de crear el propio

mito. Esto puede

dar

como resultado experiencias

de

las que

nadie nos ha hablado.

De todas las experiencias recogidas de gente que estuvo

cercana a la muerte, ya sea aho gándose, en accidentes aéreos,

en caídas violentas o de otro tipo, pero que sobrevivieron, el

rasgo

más

consistente ha sido que su experiencia fue com

pletamente diferente a lo que esperaban y totalmente al mar

gen

de

las imágenes habituales sobre la muerte.

Vivir el morir es vivir la vida, confian do en las experien

cias. Hacerse somáticamente alguien es diferente de no ser

somáticamente nadie.

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2

LA

AMENAZA

DE

NO

EXISTIR

La mayoría

de

nosotros tiende a proyectar los roles socia-

les hacia el futuro en la esperanza de mantenerlo estable. Son

estos roles sociales los que tememos perder

porque

los iden-

tificamos con la existencia. La pérdida

de

nuestros roles

implica un

miedo

a perder la continuidad. Proyectar hacia el

futuro forma

parte de

la vida.

Nuestra

proyección hacia el

futuro extiende la existencia y garantiza la continuida d

de

la

pervivencia. Generalmente todo lo que inhibe nuestra ten-

dencia hacia el futuro causa miedo.

No

podemos imaginar un

espacio en el que ya no

haya

una

identidad

personal.

Tememos el no existir conozcámoslo o no sencillamente no

tenemos un marco

de

referencia para ello.

El

morir puede implicar la renuncia o la imposibilidad

para integrar

nuevas

experiencia y

una

nueva forma, el cese

de

la expansión y la contracción. La

vida

biológica, que en mi

opinión incluye la existencia psicológica, tiene tres grandes

motivos. Uno es mantenerse, otro expandirse y el tercero

reproducirse. Todo lo

que

amenace a cualquiera

de

ellos ame-

naza la continuidad de la existencia y causa angustia.

Lo

que

amenaza con

romper

el hilo

de

la continuidad es como el

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

LA AMENAZA

DE

NO

EXISTIR

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miedo a

no

existir. Equivale al miedo a que nos maten.

Tenemos la impresión que la discontinuidad nos matará.

La

mayor

parte

de

la gente responde a una

pérdida de

continui

dad con temor a morir.

La

vida,

no

obstante, es discontinua.

Por razones

de seguridad

y

de

mantenimiento

de

roles socia

les todos tratamos

de

ignorar los sentimientos

de

disconti

nuidad

Incluso

cuando

cada noche nos

vamos

a dormir, afir

mamos nuestra identidad

al

mantener

nuestras formas habi

tuales de ideación,

repasando

el día que hemos tenido o pro

yectando un problema significativo

que

resolver mañana.

Lo primero en que pensamos cuando nos levantamos

por

la mañana es en un determinado problema, o en desayunar o

en estar

atractivos, o

en

toda una serie

de

acciones y pensa

mientos que organizan nuestra

identidad

y

nuestra

referen

cia respecto al mundo

De

esta manera no permitimos la pér

dida de seguridad ni de

referencia que se produce a través

del sueño.

Me acuesto diciéndome que

soy

un

escritor y

me

levanto

pensando en escribir libros. La memoria

de

nuestras vida s es

un intento

de

mantener, sin romper, un torrente

de

sensacio

nes, pensamientos y acciones en marcha. Queremos creer son

completamente continuas. No

nos

acordamos demasiado

de

los espacios vacíos. Pensamos

que

somos despistados u olvi

dadizos

cuando damos con espacios vacíos.

Un momento de

discontinuidad es como la pérdida, con todas sus respuestas

emocionales, que se

pueden comparar

con el morir.

Imagínese solo en una habitación a oscuras. De repente

alguien ha encendido la luz

donde

antes

no

se veía nada.

No

sabe

donde

está. Alguien abre la puerta. Alguien a quien

no

ha

visto jamás. Le llaman por un nombre equivocado e insisten

que es el suyo. Insisten

en

decir que está en

un

lugar del que

no

ha oído hablar nunca, ni ha estado nunca. ¿Qué sentiría?

¿Qué ocurre cuando

no

se acuerda

de

algo? ¿Qué ha ocu

rrido? ¿Ha

perdido

su sentido

de

la continuidad? De repen

te, experimenta una duda lacerante

de

que falte un

puente

o

i

conexión en su conciencia. La sensación

de

contacto se ha

roto. Está en un lugar que

no

recuerda, haciendo que no

recuerda.

Puede

que empiece a

dudar

quién es usted real

mente, o dónde está. Su entera existencia está amena zada.

Esta

pérdida de

continuidad imaginada es en realidad

una pérdida de orientación social, una de las pérdidas bási

cas que

más

nos aterran. Esta continuidad es el aglutinante

que mantiene unido nuestro

entramado

social. Este contrato

de roles aceptados se mantiene gracias a los sentimientos, y

de

no ser

posible así, a través del pensamiento, la acción e

incluso la sensación. Cualquier amenaza a

una de

estas cone

xiones

nos

causa sufrimiento y nos lleva a retirarnos o por el

contrario a reforzar las formas que sabemos pueden

perma-

necer conectadas.

Toda experiencia adquirida fuera

de

las normas cultura

les habituales es normalmente inaceptable, o nos hace sentir

nos extraños cuando se la contamos a los demás. Esto llega a

ser igual que estar loco, desconectado, sin contacto con nues

tra cultura,

en

definitiva muerto. Muchas películas

de

ciencia

ficción

muestran

este aspecto

cuando

la gente cree que el

héroe va a ser pres a del insecto monstruoso. La discontinui

dad es la sensación

de

estar desconectado, ajeno al cuerpo

cultural. Es la amenaza

de no

existir,

de

estar muerto.

Cada uno

de

nosotros tiene la habilidad de acabar la pro

pia existencia, social o corporalmente. Al renunciar a la iden

tidad social y a la continuidad, quizá entremos en una nueva

experiencia

de

existencia.

¿Hasta

dónde

se extiende el espacio vital? Vivo en

Berkeley. Siento que mi espacio vital llega a mi casa, mi ofici

na. Más allá

de

la casa, se extiende a edificios cercanos

donde

imparto cursillos o hablo con regularidad. Como también

estoy asociado al Centro Esalen en San Francisco, mi espacio

vital se extiende hasta allí, frecuentemente a través del telé

fono. También imparto cursillos en Chicago, Toronto, Boston

Y San Diego. A través

de

la memoria, la experiencia, las rela-

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VIVIR

LA

PROPIA MUERTE

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dones

personales y el teléfono, estoy constantemente

en

con-

tacto con un auténtico sentido

de

extensión

de

mi espacio

vital, que de hecho abarca todo el continente.

Morir es la pérdida o el cambio de esos límites. Morir es

la entrega de valores y formas que constituyen nuestro

mundo

El proceso

de

morir

no

tiene

por

qué frenar, retroce-

. der,

comprender

ni aceptar un contacto reducido, sino que

seguramente es un

mundo

que opera en coordenadas dife-

rentes. Hay que estar

preparado

para un mundo completa-

mente

diferente,

para

nuevas posibilidades.

Permitir que nuestros límites cambien es parecido a estar

solo. Estar sin los antiguos modos. Estar solo es afrontar lo

desconocido

para

la mayoría

de

la gente. Estar solo es sole-

dad, pero

no

necesariamente aislamiento. Estar solo puede

llevarnos a establecer una nueva relación con nosotros mis-

mos. A través

de

la contracción crónica

de

nuestros cuerpos

o de

nuestra

imaginación, muchos

de

nosotros

no

nos per-

mitimos nunca

un

nuevo sentido

de

la existencia. Usamos

nuestras contracciones para

endurecer

nuestros límites, para

intentar garantizar una existencia continuada. Pero morir

es la ruptura de límites que nos conduce a una nueva exis-

tencia.

3

AFRONTAR

LO

DESCONOCIDO

Hay

imágenes procedentes

de

nuestras observaciones

y recuerdos que

nos

parecen dolorosas y terribles. Son en

su mayoría sentimientos que nos r esultan in usuales o

poco

familiares. ¿A

qué

se parece la sensación

de

morir?

Recuerdo que, al principio de mi trabajo, cuando la gente

de

un grupo

se abría a espacios psicológicos dolorosos, y sus

cuerpos se agitaban, yo pasaba miedo. Hubo uno que se des-

plomó en el suelo delante de mí: retorciéndose, gritando y

llorando

de

forma incoherente. Pensé que

su

dolor era tre-

mendo. Tal era mi miedo. Estuve a punto

de

interrumpir su

experiencia. Más tarde me aseguró que no era tan doloroso.

Aprendí

de

esta experiencia y

de

otras sucesivas que lo que

yo

imaginaba de su dolor era algo mío.

La gente dice que tiene

una

sensación respecto a morir,

pero yo pienso que lo que tienen es una sensación que atri-

buyen a

no

existir. Experimentan un sentimiento desconoci-

do o que les produce

miedo

y que asocian con la posibilidad

.de no

existir. La imagen de morir, al menos en nuestra cultu-

ra, está tan sobrecargada

de

terror y pánico que es difícil lle-

gar a lo que el puro sentimiento

de

morir o el proceso

de

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

AFRONTAR LO DESCONOCIDO

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muerte puedan

realmente ser. Cuando hablarnos del miedo a

morir

sólo podernos decir que a las personas que están bien

(no en el proceso muerte) les aterra.

En una ocasión, en uno

de

mis grupos,

un

hombre joven

me describió su terror más absoluto

cuando

en

mitad de

la

noche se despertó con la imagen

de

un hombre en su habita

. ción. Esta imagen, esta aparición,

en

apariencia era fantasma

górica y corno

de

película. El joven dijo

que

sabía

que

esta

imagen

no

era real, sino una proyección

de su

propia mente

pero al mismo tiempo le tenía terror. Si en esa situación,

hubiese tolerado esta imagen

de

terror en vez

de

ser la vícti

ma de

ella, habría hecho un descubrimiento

de

los

más

tras

cendentes que

puede

hacer el hombre: que él tiene el

poder

de

resistir el

no

ser. Todos tenernos ciertamente esa capacidad.

Recientemente hablaba con una mujer que trabajaba con

pacientes geriátricos. Me dijo que muchos

de

ellos saben que

se están muriendo. ''Tienen unas fantasías tan bellas sobre lo

que

va

a ser

su

mundo ,

decía. Le pregunté: "¿Qué quieres

decir con fantasías? Describen un lugar, un sentimiento, una

determinada clase

de

realidad.

¡Y

lo llamas fantasía

Lo

que

estás diciendo en realidad es que su descripción

no

se ajusta a

tu percepción del

mundo.

Lo que has hecho es poner al mori

bundo

fuera

de tu

marco

de

referencia, y decir que su mundo

no

existe. ¡Interpretas su percepción corno una alucinación ".

Esta

postura

es aterradora para cualquiera, pero especial

mente para un

moribundo, ya que le enseña a rechazar sus

propias percepciones. La personas que se están muriendo

hablan del lugar que está n percibiendo o hacia el que sienten

que van.

Puede

que se encuentren en un cierto estado psí

quico, pero entonces es ese estado el que produce su desco

nexión

de

lo social. El resultado es una

pérdida de

estabilidad

interna que

infunde

temor.

Me hallaba sentado en una silla con los ojos entreabiertos,

dejando apenas entrar la luz,

cuando

comencé a imaginar

un punto u objeto minúsculo que, desde cierta distancia,

i

empezaba a moverse hacia mi, acercándose cada vez más.

Dejé que aumentase

su

tamaño hasta hacerse

mucho mayor

a

medida

que se aproximaba. Quería ver qué reacciones ten

dría.

Cuando

se hizo enorme, sentí

que me

arrollaba. Si con

cibo la muerte corno algo que

me

llega así,

me

aterro. Pero la

muerte no viene a por mí. Yo soy ella. Mientras estuve senta

do

durante

este juego el pánico que sentí estaba relacionado

con mi concepto del morir, pero

no

con

su

proceso. El pánico

surgía de mis imágenes.

Nacer puede ser un hecho doloroso que

madre

e hijo

registran y recuerdan. Pienso que si la

madre

tiene inhibicio

nes profundas repecto a experimentar placer y terne

por

el

nacimiento

de

su hijo, aunque lo desee y lo quiera, el niño se

movilizará contra la resistencia que existe

en

el útero. Pienso,

en efecto, que

mucha

gente arrastra grabaciones corporales

de su nacimiento que provocan angustia respecto a la muer

te. Un

niño

que

tiene

que

impulsarse a sí mismo a través

de

una abertura contraída tiene recuerdos

de

esta lucha implan

tados celularrnente. O puede ser que una pelvis pequeña,

normalmente tensa, presente dificultades dolorosas y trau

máticas al niño. También que una experiencia previa

de

la

madre en que

haya

tenido dificultad la predisponga a temer

la presión del nacimiento y a contraerse.

Esto crea un efecto vinculante en el

cuerpo

que inhibe la

expansión. Hay temor a

no

vivir y a una especie

de

impoten

cia. De esta

manera

nacer y morir

son

acontecimientos orga

nísmicarnente parecidos.

Sin embargo, en

orden

a una mayor claridad,

no

tenernos

por

qué

morir

en

la impotencia,

de

igual

modo que

el niño

no

queda afectado conscientemente por el paso estrecho que

tuvo que atravesar. Estaba

demasiado

implicado en el pro

ceso para que así fuera. Sin embargo, eso

no impide

al orga

nismo percibir y registrar el acontecimiento de manera que

se cree

un

miedo profundo a él. Los efectos corporales

de

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

AFRONTAR LO DESCONOCIDO

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parto difícil pueden actuar como

un

factor inhibidor

durante la vida.

Creo que, cuando nace un niño, la

parte

externa del cuer

po de la madre se convierte en una ampliación del útero. Las

pautas

rítmicas y pulsatorias del útero continúan,

aunque

modificadas, en la superficie del cuerpo de la madre.

·Cuando

a un niño se le separa

de

la

madre

y se le

pone

en

una

incubadora

se crean

pautas

respiratorias

de

estrés y el

niño se siente desvinculado. Esta acción promueve angustia

en el

nuevo cuerpo

y se crea un miedo

profundo

a partir de

este punto. Luego, cuando el organismo empieza a morir, ese

miedo regresa,

pues

el organismo tiende a morir como ha

nacido o a actuar de tal

manera

que intente evitar la expe

riencia dolorosa del nacimiento. l

moribundo

experimenta

rá el temor

de estar

otra vez contraído, desvinculado e impo

tente.

Con esta sensación de pérdida de vínculos, de constric

ción,

de

deterioro,

de

rendición

de

roles hacia el proceso de

morir, puede que los sentimientos que emerjan sean negati

vos, hostiles, resentidos, sádicos. l

moribundo

altera la ima

gen

de sí mismo. Uno tiene la

imagen de

ser una buena per

sona que nunca se enfada. De repente la iray el odio se movi

lizan

dentro de

uno, sin

razón

aparente. No

se

los

puede

manejar. Por eso intentamos bloquearlos, volver a ponerlos

donde estaban, y eso causa dolor. O bien queremos gritar

como cuando éramos pequeños y

no

nos dejaban hacerlo.

"¡No me dejes solo ¡No me abandones ¡No me dejéis sin

contacto, que

me

da miedo ". Pero

pensamos

que

no

se debe

hacer eso; se supone que debemos ser valientes, autosufi

cientes. wemos qll morir en silencio, sin

dar

ningún proble

ma

a nadie, sencillamente

de

la

misma

forma que hemos

vivido. Y

de

esta

manera

uno vuelve a vivir todos sus miedos

infantiles y a

no

protestar nunca.

Estas cosas tienen que salir, se sitúan en la base de todos

nuestros miedos a morir: tenemos

que

afrontar

de nuevo

las

¡

angustias no resueltas y nuestros primeros miedos. Pero

nuestras instituciones intentan forzarnos a resolver estos

sentimientos

de

la misma manera que tuvimos que resolver

los en

nuestra

infancia. ''Tienes que aprender a estar solo. Y

a

morir

solo. A

morir sin

amigos y a

morir

por ti mismo".

Que es precisamente lo

que

hemos estado temiendo

toda

la

vida.

Morir es tener que afrontar lo desconocido en un

mundo

tan sumamente controlado que lo desconocido es una simple

experiencia

de

temor.

Nuestra

sociedad es el resultado per

manente de una historia de duro esfuerzo por controlar lo

desconocido. En

una

generación se

dan

pasos gigantescos

hacia ese control.

Sin embargo, lo Desconocido, con D mayúscula, es el

hecho central

de

la vida. Cualquiera que

sean

las

cualidades

y actividades

por

las cuales hacemos que la

vida

parezca

una continuidad de la actividad consciente, se trata sólo

de controles por los que intentamos eliminar lo Desco

nocido. Vivir el

morir

es afrontar lo Desconocido. Hay un

conflicto entre la realidad objetiva que queremos establecer

y vivir hacia afuera y la realidad subjetiva que nos motiva.

La realidad objetiva nace de l consenso social sobre la reali

dad interior. Estamos

de

acuerdo en que tal o cual cosa es

algo que todos hemos experimentado, y por lo tanto es real.

La

ciencia se basa

en

esta lógica, así

como

la realidad cul

tural.

Una gran

parte

de lo que llamamos desconocido son sim

plemente acontecimientos

de

una experiencia más profunda.

Fuera

de

esto hay que reconocer que la vida se revela a su

propia manera, una

manera

bastante extraña para el proceso

lógico que organiza y controla la realidad objetiva.

¿Qué significa perder el control?

Nuestra

educación aca

paradora y posesiva nos hace rechazar toda pérdida. Tienen

que forzarnos para

abandonar

algo. Esta mental idad acapa

radora está

profundamente

enraizada

en

todas nuestras acti-

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vidades. Una consecuencia es el miedo secreto a que dejarse

ir

en

última instancia, signifique la

pérdida de

control

de

la

vejiga y el intestino. El temor a esta posibilidad, la vergüen

za que

produce

este "accidente" se

debe

a la condena que tal

delito trae inmediatamente a la cabeza

de

cualquier mayor

de 3 ó 4 años. Es un ejemplo de sensaciones y experiencias

·que se evitan o controlan a lo largo

de

la vida. El temor a

una eliminación

inoportuna

es un

poderoso

ejemplo

de

toda

una serie de miedos escondidos que se temen afrontar. Otros

ejemplos son: el miedo a gritar; a no ser valientes llegado el

caso, a

no

saber actuar correctamente, a

no agradar

a la

autoridad. Todos los miedos

surgen de

aplicaciones familia

res e individuales

de

las reglas culturales y pueden hacer

que la persona agonizante sufra la muerte

de

otro

en

lugar

de

la propia.

NormanO Brown ha dicho que sólo una persona que no

haya

vivido

su

vida tiene miedo a morir. Una persona que

siente que ha

vivido

la vida, de la forma que quería,

no

tiene

miedo a morir. El miedo a morir se vincula con las metas de

quién uno cree que tiene que ser

en

vez

de quién uno

es.

Parte del

miedo

a morir, y a perder el entusiasmo de vivir,

surgen al conceptualizar el futuro y quedar sujetos a decep

ciones y catástrofes. El miedo a morir puede provenir de la

pérdida

de expectativas que teníamos para nuestro futuro.

Una

parte

del vivir consiste

en

aprender a corregir algo de

nuestras imágenes equivocadas a

medida

que crecemos.

Abandonar

lo que ya

no

necesitamos

podría

también incluir

algunos

de

nuestros futuribles.

En las etapas últimas del

morir

hay sensación. No hay

ideales,

no hay

conceptos, hay simplemente el estado de ese

proceso. Y al decir esto

no

creo que

pudiera

utilizar estas

palabras a no ser por ciertos momentos en los que fui tan yo

mismo, que

perdí

la sensación

de

mi cuerpo. Una vez alcan

zado ese espacio estaba vivo y en blanco, sin imágenes. Viví

con el

más

fuerte sentido de ser yo mismo.

4

ME

IGO

YO

A

MISMO

Hay

muchas

formas de describir el camino hacia la muer

te. Está la muerte aceptada, la

no

aceptada, la natural, la

no

natural, la repentina, la que llega

por

sorpresa, la muerte

pasiva, el suicidio, la

muerte

prematura, la

muerte por

enfer

medad, la autodestrucción y la lista

podría

seguir intermina

blemente. Puesto que las diferentes denominaciones se pue-

den referir a formas

de

morir parecidas, todos estos términos

reflejan serios intentos

de

hablar y entender cómo y porqué

muere la gente y

de

qué

manera

la

muerte

se relaciona con la

vida que la ha precedido.

Cada

estilo distinto de morir es algo realmente progra

mado.

Es

decir, es

parte de un

modelo o cliché enraizado en

los comienzos de la historia personal. De igual modo que

cada personalidad es única, existe

una

infinita

variedad de

estilos de morir, pero parecen ajustarse a ciertas característi

cas generales.

Ya

he descrito los dos estilos

de

morir básicos,

el congelante y el eruptivo, que son una consecuencia directa

del proceso energético de contracción-expansión. Con cada

estilo se puede distinguir si una persona sufre su

propia

y

única muerte, la expresada por su persona, o si sufre la de

otro o la

de

la cultura.

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tado,

me

sentía frustrado y

no

sabía cómo manejar la situa-

ción

en

la que

me

encontraba. Y se

me

pasó por la

mente

que

en

aquel

momento

la autodestrucción

era

una alternativa

viable.

Estoy tratando de hacer ver que esos modos de morir

son

manifestaciones

de programas

específicos que pueden,

·al menos,

entenderse

en parte. La muerte repentina, por

ejemplo, puede

ser

el resultado

de no

escuchar los propios

mensajes sutiles, asociados con el hecho

de

que en determi-

nada situación, morir es una alternativa viable.

Para

mí esto

quiere

decir

que

aquella

parte de

la

persona que

ignora la

advertencia del mensaje, realmente quiere morir. Quizá

porque la

persona

tenga

miedo de estar

en excesivo contac-

to consigo misma, o

por

el hecho

de

pensar en morir como

una mera posibilidad,

no ve

el verdadero significado.

Seguramente

que muchas muertes

repentinas

no sean

tales,

sino suicidios sutiles. Pensamos que son hechos accidenta-

les. Pero cuando una persona tiene un accidente , tal como

cortarse un

dedo

al abrir una lata, nos damos cuenta que el

accidente es el resultado

de

que la persona

no

está prestan-

do

atención y está fuera

de

contacto consigo misma.

De

alguna manera el organismo no ha salvado las diferencias

entre el nivel de coordinación normal y el intento de la

acción

Por

supuesto

también ignoramos

de

qué modo una per-

sona está preparando su programa para morir, qué clase de

muerte

quiere esa persona. Puede que la

muerte

repentina,

aparentement e accidental, sea precisamente lo que busca esa

persona. Esta

no

es una frase morbosa. La

muerte

es una res-

puesta

perfectamente válida para ciertas situaciones.

Balzac, en

La

búsqueda de lo

absoluto ,

habla

de

una mujer

atrapada en un conflicto entre sus hijos y su marido. Se des-

garra entre el amor y la fidelidad incapaz

de

saber qué hacer.

Finalmente, llama a su hija y traslada a ella la responsabili-

dad

por

su

marido. Se hace claro que la esposa está eligiendo

i

morir como medio

de

solución a

su

conflicto. Es sorprenden-

te ya que Balzac describe esto como

un

acto voluntario.

Terminar con la

propia

vida voluntariamente llega a hacerse

una a lternativa viable.

Puede

existir la intención

de

morir, la

voluntad de

quitar-

se

de

encima la vida. Ser víctima de nuestro proceso de

muerte. Por ejemplo,

puede

que sintamos que nos

han

hecho

una gran injusticia y decidamos acelerar nuestra muerte.

La intención

de morir

está relacionada con la

de

vivir la

vida

y entenderla en sus propios términos. O

por

el contrario

puede

que

haya

voluntad de resistirse a ella. Tener la necesi-

dad

de

protestar, aliarse con la muerte, instigada, per o luego

protestar.

La

voluntad

significa interacción, cooperación

de

todas

las partes

de

nosotros. Significa tomar una decisión para con-

tactar con cualquie r

parte

que se resista.

La

identidad

instin-

tiva, la psicológica, la social y la biológica comienzan a enta-

blar

un

diálogo. La

identidad

sensorial habla con la racional,

o la

identidad

activa responde a la imaginativa; la parte que

muere habla con la

parte

que vive, la social habla con la cor-

poral. A resultas

de

esta interacción podemos llegar a una

nueva comprensión

de

nuestro

programa de

morir tal como

lo practicamos en la vida.

Si

se

asume, como yo suelo hacer, que todos tenemos

algún control sobre

nuestra propia

muerte, es posible lograr

cierta familiaridad con ella y aprender a obtener una direc-

ción más consciente a través del diálogo con nuestro yo

menos exterior o social y del aprendizaje

de

nuestros mensa-

jes más internos

Cuando un médico encuentra la evidencia de un cáncer

. durante un examen médico nunca le dice a un paciente Hay

¡

__ en usted que quiere morir, algo que está en contra de su

-- social o a favor

de

su

ser

mortal . Sin embargo, esa es la

Verdad. Hay

mucha

gente que ha alterado sus programas

de

morir y

han

seguido viviendo vidas diferentes. Y hay

mucha

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

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gente que elige constantemente ignorar aspectos importantes

de sí mismos. Tiendo a poner en esta categoría al ejecutivo

que se desploma en el almuerzo con un ataque al corazón y

al

repartidor

que sale

de detrás de

su camión y es atropella

do por un vehículo. Estas personas no están

en

armonía con

sigo mismas. No están donde deberían estar, ya sea psicoló

. gicamente, fisiológicamente o físicamente. La persona no está

plenamente

en contacto consigo misma.

No

está

en

el pre

sente, esta desconectada, en otro sitio.

Mucha

gente no tiene

idea que existen cosas tales como mensajes profundos que

los sentimientos y las sensaciones son una parte integral de la

experiencia del ser. Mucha gente cree que los sueños, fantasí

as, imágenes, percepciones internas y otros acontecimientos

espontáneos de la

vida

interior no tienen finalidad, significa

do ni utilidad alguna para ellos. Tales creencias impiden que

la

persona

utilice los instrumentos, los conceptos y la com

prensión necesaria que le permitan elegir libremente vivir de

manera independiente

de

los dictados de la cultura, para ser

así libre

de

expresar la

persona que

quiere ser.

Pero lo cierto del morir es algo propio de todos nosotros:

morimos nos terminamos.

Nadie tiene que enseñarnos

cómo; lo sabemos. En este sentido toda muerte es como un

suicidio. Este puede ser nuestro gran secreto. Saber que sabe

mos acerca de la muerte,

su

cómo y quizás el cuándo y

el

deseo de vivirlo, tener la oportunidad de ejercer nuestra pro

pia libertad.

5

L

TIEMPO IOLÓGICO

1, 2 3, 4, 5, 6 .. El mundo está dividido en

un

infinito

número de

puntos

de partículas que

pueden medirse hasta

el infinito. 23, 24, 25, 26, 27, y así sucesivamente. Este proce

so de contar, esta

unidad

continua

de

unidades iguales, divi

de el tiempo y el espacio. Lo damos por sentado. Lo llama

mos espacio-tiempo. Pe ro la cultura necesita conceptos linea

les. Es un instrumento básico en los negocios y en el mundo

científico.

Se supone que esta manera de ver el espacio-tiempo

(midiéndolo

en

partes iguales) comenzó

en

el Renacimiento.

McLuhan dice que la introducción del tiempo lineal discurre

paralelo a la muerte del lenguaje poético y a la introducción

de la prosa en nuestra cultura. En esa época se demandaba

una precisión nueva y se establecieron el espacio y el

tiempo

como entidades separadas

Con esta visión del

mundo

vemos la medición de nuestra

vidas. Vemos

un

principio y un final. Los hechos tienen

que

seguir cierto curso sea finito o infinito. Estamos entonces

atrapados en una forma de pensar absolutamente limitada

que podríamos llamar tiempo estimado En este sistema, nues

tro calendario es rígido; nuestra vida se mide en dosis

igua-

 

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VIVIR

LA

PROPIA MUERTE

EL TIEMPO BIOLÓGICO

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les y se mueve implacablemente hacia una conclusión deter-

minada. No puede haber pausa ni retorno.

Sin embargo, existe

otra

perspectiva que podemos man-

tener. Podemos concebir nuestra vida como algo rico en

experiencias. Podemos llegar a formar parte del curso de la

vida en función de las cosas que ocurran, de los hechos y su

expresión. Los hechos ocurren sin comienz o ni final y pueden

transportarnos

por

completo a otro nivel

de

existencia. Aqu í

y ahora puedo hablar de éste y aquél acontecimiento de mi

vida, y

puedo

empezar a hablar de finalizar mi existencia

corpórea como de un período de

mi

vida. Mi personalidad

está íntimamente ligada a la continuidad. Expander o con-

traer mi

personalidad

es alterar esta continuidad.

El

concep-

to de eventualidad nos permite abandonar la idea cultural de

tiempo y ganar nuestro

propio

tiempo espacial, un contexto

en

el

que

vivir nuestro proceso.

La estimación del tiempo es algo impuesto en nuestra

dimensión de seres sociales, mientras que el tiempo espacial

fluye en el organismo.

La

estimación del tiempo se basa en

una máquina de precisión.

El

tiempo espacial es biológico,

en él la

vida

se experimenta como

un

proceso. Se puede deno-

minar tiempo espacial a los ritmos corporales, que todos

conocemos pero pocos consideramos importantes. Permítan-

me señalar que

en

el tiempo espacial no se habla de la muer-

te del cuerpo, sólo desde el punto de vista del observador. Eso

es

un

fenómeno completamente diferente

que

invita a esca-

parse de la cultura vivi endo el proceso y la propia experien-

cia desde adentro. Yo observo su muerte. Puede que usted

observe la mía. Pero la experiencia del proceso de

morir no

tiene

nada que

ver

con

lo

que

uste

está

observando.

Si

basam os la infor-

mación sobre la

muerte

en nuestras observaciones puede que

no hayamos descubierto nada sobre cómo es morir.

Cuando

imparto cursos a profesionales, tengo que recor-

dar

a los

terapeutas

una y otra

vez que

se centren en el pro-

ceso; que olviden el resultado. Estamos todos tan pendientes

de la estimación del tiempo y del espacio cultural

que

igno-

ramos nuestro proceso más profundo de vivir. La cultura

valora lo material

por

encima de la energía. La tarea consiste

en invertir esta actitud en la vida.

El

tiempo vital es el que se tarda en llegar a ser. Se puede

plantear

como el tiempo

de

todos los eventos que ocurren en

nuestra vida. En realidad no lleva nueve meses gestar un

bebé.

Como

mínimo

el tiempo espacial

debe

incluir el

lapso

de existencia que va desde el mero pensamiento, al deseo, a

la

preparación del útero, y a la ampliación o extensión del

espacio

por

parte

de

las

personas

que crean

un

nuevo ser.

Nuestra vida es nuestro tiempo vital.

Otra diferenciación consiste en distinguir entre el tiempo

social y el tiempo de morir.

El tiempo

social es cerebral, tiem-

po estimado.

El

tiempo cerebral es más lento que el hormo-

nal en el sentido de que

un

impulso nervioso

va

más rápido

de lo

que

el cerebro puede pensar.

El

tiempo cerebral es más

rápido que el hormonal en el sentido de que un pensamien-

to

transcurre más deprisa que

un

sentimiento

desarrollado

plenamente.

El

tiempo molecular es muy rápido cientos de

veces más rápido que el

tiempo

cerebral. Sin embargo, en lo

que a nivel organizacional se refiere, tienen

que

haber

millones

de

acontecimientos moleculares para producir uno

corporal.

Si se piensa

en

las funciones corporales

en

términos de

valor progresivo para el conjunto, entonces vemos la función

cerebral como algo más importante

que

la hormonal o la

molecular. Así, en

un

orden evolutivo desde la simple célula

hasta el

hombre

como se

nos ha enseñado

en la escuela ele-

mental.

Se

decide

que

el

pensamiento

es

más importante que

el sentimiento. Semejante sistema de valores tiene una orien-

tación paralela a los conceptos de tiempo estimado, punto

final y producto terminado.

Pero si se conciben las funciones del organismo como

puros acontecimientos, entonces puede verse la vida del

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

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organismo como algo ocupado en una continua autoexpre

sión entre sus

muchos

niveles.

Puede

ser interesante descri

bir los tiempos espaciales cerebrales y moleculares como algo

de

igual importancia. Puesto que

no

podemos morir hasta

que

así lo decida todo lo que

hay

en nosotros, el precio de

morir es un diálogo o monólogo que compagina el tiempo

·estimado y el

tiempo

corporal.

¿Quién

puede

decir lo larga

que

es una vida? ¿Quién

puede decir cuánto dura el tiempo de morir y qué llega a ser

del

mundo

espacio-temporal

que

todos

hemos

coincidido en

aceptar? ¿Y finalmente por qué es el mundo espacio-tempo

ral del moribundo toda una vida en segundos algo que se ha

hecho irreal?

6

L

SEXU LID D

La sexualidad es casi un entrenamiento para morir, una

intensificación del proceso de morir y un ensayo del acto de

morir.

El

estado orgásmico

que produce

sensaciones de éxta

sis es

una entrega

a lo involuntario y a lo desconocido.

El

orgasmo requiere rendirse a lo que nos está ocurriendo.

Nuestra

conciencia mundana habitual tiene que permitir esta

entrega. El estado orgásmico también produce sentimientos

de morir, suscita temor a morir, porque la conciencia social

puede

ser

amenazada

por lo involuntario.

El

crecimiento de

la excitación, la intensificación del movimien to invo luntario,

la conciencia social que se rinde cada vez más al dominio

de

lo involuntario, luego la cumbre, luego la

pérdida

de cons

ciencia

que

Wilhem Reich describe como una sensación de

estar en el cosmos sin límites, sin contención; y entonces la

lenta recuperación

para

mucha

gente viene

acompañada

de

miedo a morir o del deseo parcial de evitar la experiencia.

Todas las descripciones

que he

leído u oído del estado orgás

mico citan sensaciones de desvanecerse, de estar

en

armonía

con uno mismo, de no saber dónde se está en cierto momen-

to

Estos informes junto con la obra de Reich y mi propia

 

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

LA SEXUALIDAD

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experiencia me han dado la clave de que morir debe ser

orgásmico.

Puede haber una

relación entre la

muerte

y el

orgasmo, el morir y la sexualidad. Cómo permitimos e inhi-

bimos nuestra experiencias orgásmicas

puede

estar profun-

damente

relacionado con nuestra muerte.

El modelo orgásmico presupone una acumulación de

·energía hasta alcanzar

una

cumbre, una descarga en la cum-

bre y luego una disminución

de

energía. Este modelo se con-

sigue en el cuerpo, a través de la combinación de varios rit-

mos coordinados armoniosamente: el nivel respiratorio se

dispara; la coordinación muscular aumenta; el nivel de ener-

gía crece; los sentimientos y las sensaciones se perciben más

intensamente. Todos estos ritmos se

vuelven

más armoniosos

a medida que aumentan en intensidad. Tienden a influirse

unos a otros creando un conjunto. Los ritmos corporales

comienzan a encontrar su camino dentro del patrón general

de excitación. Finalmente puede haber una expresión unita-

ria del organismo,

una

completa participación involuntaria

en un

suceso

que conduce

a la descarga.

El acontecimiento de morir es también la unión de varios

ritmos. Pero es un tipo

de unión

a la inversa. El organismo

está en un continuo estado de excitación, pero la cantidad de

carga empieza a nivelarse. La expansión y contracción, la

inhalación y exhalación, la excitación y dismin ución, el abrir

y cerrar, iluminando el mundo y luego retirándose para asi-

milarlo:

todas

estas pautas biológicas

van

decayendo

haciéndose cada vez menos unificadas. Muchos de los movi-

mientos involuntarios

en

el

momento de

morir como la defe-

cación, la erección, la contracción corporal, la lengua que

cuelga, los ojos

que

giran

son intentos de

liberar energía, de

abandonar

la excitación, de descargar y permitir a los ritmos

vitales encontrar un continuum de expresión. Estos ritmos

parecen arrítmicos, inconexos,

no

coinciden. Su

pauta

es la

orgásmica. Su perfil se

puede

ver incluso en las muertes

repentinas.

Estas etapas son visibles

en

todo proceso vital: la excita-

ción, el punto culminante, la descarga en la expresión, la asi-

milación, la unión. Por ejemplo el terror es

una

situación

de

energía culminante, que fiel al patrón, quiere concluir su rea-

lización. Por tanto, los miedos

no

se explican, sino que sin más

se experimentan, se integran, y se llevan hasta el final. Del

mismo

modo el dolor, la angustia y otros estados energéticos

pueden

encontrar

su

resolución. La energía se

emplea con

la

experiencia, la fusión y la realización. Puede que estemos tan

anclados en papeles psicológicos o sociales que queramos

inhibirlos

para

que lleguen a un final, de e ste modo el estado

de

energía culminante dolor, terror, angustia o similar) se

perpetúa. Desde este

punto

de vista las pautas de energía

vital)

podemos comprender

la necesidad

de un

final.

Observando

este proceso

desde

otro punto

de

vista,

veo

que una mujer que está embarazada está siempre está invo-

luntariamente preparándose para el nacimiento. El organis-

mo

entiende profundamente lo que debe hacer. Todo el cuer -

po

está

programado para

facilitar el embarazo,

para

el creci-

miento del feto y

para

la llegada eventual del niño. Se

prepa-

ran las pautas de respiración, se inician las pautas de estira-

miento, cambian las respuestas sensoriales. Todo el organis-

mo se prepara para el acontecimiento.

Creo que esto mismo ocurre en la muerte. El organismo

sabe cómo morir. Podemos inhibir o facilitar el proceso. Una

de las cosas interesantes es que el organismo tiene un meca-

nismo de

vuelta

atrás para la autocorrección.

Podemos

aprender a escribir otro mito. Podemos jugar un papel

en

la

creación o evolución de nuestras vidas. Ese es el sentido

de

nuestro

cerebro,

de nuestro

destino,

de

ser capaces

de

aplicar

nuestro conocimiento para cambiar el mundo. Podemos con-

tribuir a regular nuestros procesos. Podemos crear nuestras

vidas.

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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7

DIÁLOGOS ON UNO MISMO

El acontecimiento de la muerte es un momento especial

en

el

que comenzamos

a resolver lo inacabado. Los aspectos

de

la persona que

no han

sido expresados ni vividos pueden

ser

ahora

libres

de

expresar.

Puede que

estas múltiples nece-

sidades no se configuren en palabras ni en imágenes. La cir-

cunstancia de morir se

puede

destacar como

una

experiencia

de sensaciones, humor, sentimientos, pulsación, vibraciones

y otras percepciones que

no

forman parte

de nuestra

con-

ciencia

mundanal.

Se

podría

decir

que una

muerte larga, retardada, tiende a

darse en personas que rechazan el deseo de expresar aspec-

tos de ellas mismas o

que

intentan insistir

en que uno

o

varios de esos aspectos se mantengan a toda costa. También

puede darse el caso de que una persona experimente el hecho

de morir

de

forma placentera

intentando

alargarlo. Se

puede

decir que la duración del proceso de morir de cada uno está

relacionada con la velocidad de la resolución interna entre

todos los aspectos

de uno

mismo que

no han

sido expresa-

dos. Y podría pensarse que el sufrimiento en la muerte resul-

ta de la resistencia al intento de expresar algún aspecto.

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

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DIÁLOGOS CON UNO MISMO

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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Me si sólo se

puede

morir

cuando

todos los

aspectos del ser están en armonía con la muerte. O la posibi

lidad contraria: se

muere

repentinamente como

una

expre

sión del desajuste

de

un aspecto sobreseído o ignorado res

pecto a los demás. En ambos casos, intuyo que al guien

puede

acceder al significado

de su programa

de

morir

en

tanto que

puede

establecer y

mantener

contacto con los aspectos no

verbales

de

sí mismo y permitir que esos aspectos tengan una

expresión en su vida.

Los diálogos con

uno

mismo

dan

ocasión

de

expresarse a

las

muchas

dimensiones del ser.

El

dialogar con

uno

mismo

anima al aspecto social a entregar

su

posición

de

dominio

sobre los otros aspectos.

El

diálogo con

uno

mismo

da

valor

al qué y al cómo

de

nuestros finales,

un

camino a lo

no

vivi

do

o

no

asociado; hace obsoleto el

no

sentir, es un camino

para

revelar los propios programas,

una

forma

de

leer los

propios mensajes secretos y un

medio por

el

que

la persona

que está muriendo

puede

obtener significado y sentido a su

muerte.

Los diálogos con

uno

mismo son simplement e cómo nos

hablamos con nosotros

de

nosotros mismos, y cómo se expre

sa esta charla a través

de

recuerdos, sentimientos, sensacio

nes, imágenes y roles

de

carácter. Los diálogos con uno

mismo

son

también el

modo en

que creamos nue stra mitolo

gía, cómo nos enseñamos, cómo

mantenemos

o rompemos

nuestros límites, cómo mantenemos o rompemos nuestro

sentido

de

continuidad, y cómo descubrimos e incorporamos

o negamos lo inesperado. Los diálogos con uno mismo son

patrones,

programas

y guiones que sentimos positivos, deter

minan

nuestra

unicidad y conforman nuestros juicios. Estas

pautas se

enmarcan

en dos categorías:

programas

sociales,

que incluyen reglas sobre el contacto con nosotros mismos y

con los otros, cómo nos

han

enseñado a comportarnos y Jos

papeles que nos

han

enseñado a desempeñar; y programas

biológicos, que incluyen todas esas

pautas de

comporta-

i

miento

que

nos

han

sido

dadas

o que se

han

construido

en

el

organismo: respirar, comer, digerir y eliminar; dormir, la

sexualidad, el nacimiento, la

muerte

y las funciones del siste

ma

nervioso autónomo.

La mayoría

de

la

gente

se encuentra inesperadamente

ante

su muerte porque

ha

evitado tener contacto con ella, o

no

sabía mantener o desarrollar un contacto con sus guiones

biológicos. Por ejemplo, el aspecto visceral

puede

haber

esta

do

diciendo

al

aspecto neural: Estoy

preparado

para morir

ahora ; o el aspecto neural

puede

estar asustado

porque

teme

por

su

vida, o

puede

haber

ignorado el aspecto visceral

hasta

el

punto

de

no

reconocerlo. Y,

de

repente, la persona se

encuentra en el hospital con un cuerpo muy debilitado pre

guntándose

qué ocurre y

con

la creencia

de

que la

muerte

la

ha derribado

de

repente y despiadadamente. Y

por supuesto

esta actitud se

ve

reforzada

por

la

familia y

por

los médicos,

ya que

ninguna de

estas personas

puede

darse cuenta real

mente

de

lo que está ocurriendo en el mito

de

la persona que

está muriendo. En este sentido, el cuerpo debilitado del mori

bundo es sólo

la

punta

de

su iceberg.

O puede que el cerebro empezase a decir al yo social: Vas

a morir,

de

modo

que dile a

tu

estómago que empiece a

hacerlo , como ocurre

en

la persona que tiene una pistola

apuntando

a

su propia

cabeza. Y entonces uno de ellos, el

cerebral o el visceral, se desmarca y dice:

No

estoy prepara

do .

Así pues, el

morir

puede ser como una señal

lanzada

desde

un

aspecto a otro del propio ser.

Cuando

algunos

de

los aspectos

no

recibe la señal

puede

angustiarse

mucho por

ello mientras que el otro

no

lo

hará

así.

La

mayoría

de

las personas intenta resolver sus proble

mas a base

de pensar mucho

las cosas, ima¡;inando alternati

vas o poniéndose

en

la piel

de

los otros. Este

puede

ser

un

camino para alcanzar el diálogo con uno mismo, pero que

puede

dejar insatisfecho. Normalmente quiere decir

que una

parte

de

nosotros

cumple su

función aislando nuestras nece-

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

sidades o las protestas de otros aspectos del yo, sea juzgan-

DIÁLOGOS CON UNO MISMO

instinto de reproducción y de orgasmo, y mi aspecto univer-

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do, siendo razonable o por la propia intimidación. Se alcanza

un solución pero uno se encuentra ligeramente insatisfecho

porque el aspecto opresor no tuvo oportunidad de réplica ni

de defensa.

Desarrollar un diálogo interno es aprender a llegar a solu-

ciones

dejando

que se manifieste cada aspecto, de manera

que

la solución sea

una verdadera

resolución

de

los guiones

más profundos de uno mismo. Identificar todas las índoles

internas, ver lo

que cada uno

tiene

que

decir, cuales

son

sus

diferencias y si puede darse una conversación en tre ellas, es

crear una nueva síntesis en la

comprensión

de uno mismo y

nuevas posibilidades

para

la expresión vital.

Pienso en mi persona como en una entidad dirigida por

una junta directiva, sin

un

presidente fijo. Todos los caracte-

res reconocibles tienen un lugar y los nuevos son siempre

bien recibidos. Al mirar a mis directores veo al discutidor, al

razonable, al sensato, al justificador, al castigador, al amante,

al religioso, al la

madre

y al padre.

En

un

día

podría

desem-

peñar unos

cuantos

de estos papeles, o aún más.

Identifico también mis sentimientos, que se comunican a

través de la emoción, y mis sensaciones, que se comunican en

cualquier punto de

mi cuerpo

mediante cambios de tempe-

ratura, pequeños movimientos, cambios de presión, de peso,

etc. Entonces puedo identificar mis ideas que se expresan a

través de imágenes y visiones, y mis sueños que se comunican

con palabras, imágenes, sentimientos, sensaciones y recuer-

dos

cuando

duermo.

Está también

mi

memoria, que usa

palabras, imágenes, sentimientos y sensaciones para recordar

acontecimientos sociales y personales. Viene entonces mi

director de lo biológico, que controla todas las funciones

corporales involuntarias y define mis límites físicos en el

mundo

y se comunica con

pautas de

movimiento y con la

imitación o adopción por mi parte de las voces y gestos de

otras personas. Tengo también en

cuenta mi parte

sexual, el

sal, esa parte de mi relacionada con todas las personas que

han vivido o viven ahora; y con la energía universal

que

puede encontrar su expresión a través de la sabiduría del

código genético y de la manifestación de guías

en

los niveles

más profundos de mi ser.

Estos son los

miembros

habituales, pero tal como quiero

resaltar,

hay muchas

sillas

alrededor para que

miembros

nue-

vos o poco habituales puedan a parecer en determinadas cir-

cunstancias.

Puede que

aparezcan sólo

una

vez o

puede

que

su aparición indique todo un nuevo ciclo de acontecimientos.

Tampoco se intenta que este elenco de personajes sea defini-

tivo;

en

realidad es deliberadamente incompleto para no

catalogar ni restringir la

experiencia

sólo estimularla.

Obsérvese que sólo los dos primeros miembros de esta

junta

directiva se comunican con palabras. Eso significa que la

mayoría de los aspectos de mí mismo son no verbales.

Principalmente

uno

funciona fuera del marco de la actividad

mundana

que nuestra

sociedad define

como

distintivo

de

la

existencia.

En otras palabras, mi organismo tiene

su

propia lógica,

su

propia inteligencia,

un

modo de razonar basado en la con-

ciencia. La afirmación

de

mi vida como proceso se expresa a

través de todos los miembros de la junta cuando me identifi-

co con todos ellos. Es el despliegue de su interacción a lo que

yo llamo mitología. Igual que

en

algunas ocasiones un miem-

bro

será el presidente de la junta y en otras lo será otro, así me

sentiré a veces identificado con el aspecto

de

mi ego o con

determinado rol social (tal como el de padre) y en otras oca-

siones

me

sentiré identificado

con mi

aspecto sentimental o

soñador o sexual.

Para el que está muriendo vivir su mito significa darse

cuenta

de

que ellos son

su

propia muerte la

han

elegido, y ellos

que deben terminar al morir son algo más que "consciencia",

o cuerpo, o roles sociales.

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

El aspecto del ego dice "Yo" y de ese modo reivindica a

DIÁLOGOS CON UNO MISMO

una

locura, es malo o

da

miedo. Pero este juicio sólo se hace

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todo el organismo. El aspecto social apoya esa

demanda

del

ego. Estos dos aspectos verbales intentan invalidar al resto

de

los miembros

de

la junta y negar

su

proceso organísmico. La

naturaleza

de

la socialización es tal que

interrumpe

y anula

el funcionamiento regular

de

los guiones internos. Pero este

funcionamiento es el ritual propio

de

la existencia del orga-

nismo. Ejemplos sencillos

de

esto son: dormir se

por

la noche

y levantarse

por

la mañana, inspirar y espirar, tener hambre

y satisfacerla, cansarse y descansar, excitarse sexualmente y

descargarse con el orgasmo.

Cuando uno empieza a permitir

que estos acontecimientos incidan

en

uno, comienza el pro-

ceso

de

alterar la programación social.

El proceso se revela a sí mismo

por

medio

de

los aconte-

cimientos

de

la vida, algunos

de

los cuales

son

ritualistas y

recurrentes, otros, los llamados espontáneos

no

lo son.

Incrementar la experiencia del proceso aparta la atención del

aspecto del

ego

y del aspecto social. Se empieza a distinguir

la

propia

vida

del cuerpo

de

los roles

de

la sociedad.

Por ejemplo, el cansancio es

un

mensaje que reclama des-

canso

desde

el aspecto visceral que irrumpe en la consciencia

cuando

el yo social está reteniendo la atención. En ese

momento

se

puede

estar en medio

de una animada

conver-

sación, o concentrado en un aspecto del trabajo, o condu-

ciendo

en

medio del tráfico.

El

cansancio es

un

mensaje con-

tundente

que si se ignora conduce a la enfermedad.

El mensaje del cansancio empieza prime ro como un diá-

logo entre el

yo

visceral y el social. Crece a

partir

del

yo

social

ignorando, hacie ndo caso omiso o

anulando

este diálogo. El

cansancio es

por

lo tanto

una puerta

a

una

parte del propio

ser por

la que se

puede

entrar concentrándose en los senti-

mientos.

La sociedad considera

vida normal

los negocios, la acti-

vidad

científica y otras pautas sociales establecidas. Esto

puede

hacer creer que lo que

no

se ajusta a este esque ma es

i

desde

la crítica social introyectada. Este juicio es

uno de

los

dominadores

o tiranos

en

las reuniones

de

la

junta

directiva.

Conocer esto es

empezar

a alterar el condicionamiento

social.

Cada

miembro

de

la

junta es

un

eufemismo para muchos

procesos complejos. De la misma

manera

que el ego o yo

social se expresa

de

una

miríada

de

formas, también el yo sen-

timental tiene

un

amplio espectro

de

sentimientos y recuer-

dos. En realidad, cada miembro

de

la junta tiene una

variedad

natural

de

sentimientos y acciones. Se

puede

saber

un

día del

aspecto sentimental mediante la tristeza y

de

la ira al día

siguiente. Se

puede

experimentar

al

soñador

(en uno)

mediante una pesadilla. O se puede encontrar el yo activo

mediante tensión en los hombros. Todos nosotros tenemos

estos muchos yoes y

aun

más.

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

Desarrollar un diálogo

con uno

mismo es una forma de

DESARROLLAR DIÁLOGOS CON UNO MISMO

ver pautas que surgen de este rico territorio. Al menos, una

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conectar con aspectos de la experiencia

que

no se verbalizan,

no se configuran en imágenes ni se categorizan. Estos aspec-

tos parecen ser

un

conocimiento directo o experimentación.

Hay experiencias que vivimos pero no podemos explicar.

Comparadas con

una obra

teatral, la introducción de cada

personaje

en

el desarrollo de la obra sería como la introduc-

ción

de todo

deseo

no hablado,

sentimiento y necesidad.

Estas interacciones entre los perso najes se reflejan en el esce-

nario de nuestra imaginación, en el mundo de nuestros sue-

ños

y en

nuestras

experiencias.

Desarrollar diálogos con uno

mismo

es mantener

una

conversación con los miembros de nuestra junta, una conver-

sación sin palabras, una conversación en la que el silencio o

las partes desconocidas de nosotros mismos empiezan a

hablar.

Los aspectos del

ego

se muestran como

metas

y pautas de

autorreconocimiento. Esta es la

parte que

parece crear duali-

dad

siempre,

que mide

las cosas,

compara, evalúa

los acon-

tecimientos como

buenos

o malos y crea o borra los límites.

Este aspecto puede revelarse en los sueños de una forma con-

sistente, realizando

siempre

la misma actividad o siendo el

yo que está siempre detrás de los ojos que ven el sueño.

El aspecto social es esa parte que interioriza y representa

papeles

sociales

como

si fuesen creados desde dentro. Este

aspecto tiene que ver con el comportamiento socialmente

adecuado . Las técnicas terapéuticas

de

bioenergética y ges-

talt han señalado con éxito como

uno

representa a la madre o

al padre, al protector y al castigador, al discutidor, al mártir,

al rebelde y así sucesivamente.

El soñador que

hay

en nosotros es un conducto directo a

la vida de nuestras identidades profundas. Los sueños son

muy complejos y se

prestan

a muchas interpretaciones posi-

bles. Las personas con la paciencia suficiente para llevar un

diario de

sus

sueños durante unos

cuantos

años

empiezan

a

;

cultura, los Senoi en el Pacífico Sur,

son

famosos por cons-

truir su sociedad a partir de lo que ocurre en el mundo de sus

sueños. La

estructura

de la terapia de Jung es un análisis sis-

temático de los sueños y su interpretación, un proceso muy

intenso durante un período de tiempo. Así pues, busque

pau-

tas en sus sueños. Para ello

puede

servir de ayuda el descri-

birlos

con regularidad

a

un

amigo.

¿Cómo se queda

dormido?

¿En qué medida es diferente

su forma de quedarse dormido de su estado habitual de vigi-

lia? Observe hasta cuando puede seguir con el proceso antes

de que le sobrevenga el sueño. Perciba

sus

actitudes y sensa-

ciones. ¿Existe una pauta para quedarse dormido? ¿Tiene un

ritual especial que usa o un espacio en el que entra?

Si

es así,

observe

qué puede

averiguar sobre estos hábitos sin alterar-

los ni evaluarlos.

Cuando está tumbado en el suelo y luego se levanta ¿qué

es lo que hace que no vuelva a caer de nuevo? ¿Sus músculos

y huesos? ¿Su decisión

de permanecer de

pie?

Cuando

se

levanta, ¿cuántos músculos de su

cuerpo

puede relajar sin

caerse? Muchas personas intentan prevenir la ansiedad

mediante contracciones musculares. La pautas de estas con-

tracciones relacionadas con estar de pie se pueden

aprender

e incluso transmitir de padres a hijos. Estas contracciones son

actitudes

que forman

parte de

nuestra

personalidad.

Si usted

se da cuenta o puede llegar a darse cuenta de un gesto o de

una expresión

de

la cara que hace

automáticamente igual

que

mamá

o como lo hacía papá , habrá descubierto un

ejemplo

de

diálogo interno y estará aprendiendo como crear

sus propias

actitudes corporales.

La medicina occidental ha asumido siempre que las per-

sonas

no tienen influencia sobre sistemas involuntarios o

autónomos del cuerpo tales como los latidos del corazón, la

temperatura y la presión sanguínea. Los estudio s recientes

sobre el estrés y el desarrollo de prácticas de biofeedb ck han

1

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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VIVIR

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PROPIA MUERTE

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8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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ciado y científico de convertir este mundo en objetos de cono-

cimiento. El sentido

de

nuestra evolución es

por

el contrario

de una

mayor

participación en él.

En una ocasión descubrí que muchos de mis miedos

sobre la

muerte

estaban relacionados con observaciones pro-

gramadas. Empecé a establecer la conexión con que el

mundo

socializado

nos

enseña a percibir la

vida

de una

manera

determinada.

Se

nos predispone a estar de acuerdo, a

actuar como si tal cosa fuese verdad. Luego

nos

resistimos

a que nos alteren esta imagen civilizada del mundo; teme-

mos enloquecer. No estamos

preparados

para una

vida

en la

que las percepciones y las experiencias cambian. Cualquier

desvío es amenazante. Por eso ten demos a rechazar las expe-

riencias in usuales, a rebajar y

devaluar

lo inusual como algo

no

fiable, como algo que

no

presenta una imagen auténtica.

Pocos

de

nosotros hemos deseado

ser

diferentes.

Morir es entrar en

otro orden

de

percepciones,

un

campo

que

está con nosotros

de

continuo, per o

que

se niega normal-

mente. Nuestro sentido

de

espacio, tiempo, emoción y rela-

ciones

puede

verse alterado. Morir

puede

ser emocionante

si

se valora el hecho

de

ir hacia lo desconocido.

En cierta ocasión viajaba en automóvil cuando otro

me

golpeó lateralmente. Repentinamente todo se magnificó y

cobró un increíble e ilimita do sentido del detalle.

El

tiempo

discurrió en un

primer

plano enfocado a cámara lenta, sur-

giendo

un panorama

de

color y

sonido

vibrantes. Todo lo

cotidiano había desaparecido. Estaba totalmente inmerso y

al

tanto

de

estos acontecimientos inmediatos que

podían

haber sido los últimos

momentos de

mi vida.

No

tenía

miedo, estaba envuelto

por

las percepciones. Debo decir que

era bello.

Una vieja película

de

Alfred Hitchcock con Gregory Peck

termina

cuando

éste es abatido. Le vemos caer, después la

cámara se

mueve

rápidamente para centrarse y profundizar

acaba de bajar comienza a girar en vertical y desaparecer. El

efecto que crea la imagen al girar, caer y reducirse, intenta

por

todos los medios captar la inmediatez

de

la muerte

de

una

forma similar a mi experiencia en el accidente

de

automóvil.

La mayoría

de

las personas réconoce

su

vida íntegramen-

te en un mundo de símbolos: palabras, pensamientos y otros

conceptos

no

verbales. Pero todos, reconozcámoslo o no,

vivimos envueltos por una pátina

de

patrones sensoriales,

imágenes, fantasías y configuraciones varias de sentimientos

que

no son

verbales. Conectar con esta existencia no verbal

supone un reto a

nuestra

forma institucionalizada de ver el

mundo.

Con

estas sensaciones y sentimientos nuevos tememos

perder el mundo. Rechazamos sentirnos inundados. En oca-

siones,

cuando

mis amigos

me

relatan

una nueva

experiencia

y el temor a que les resulte

abrumadora

les pido que

me

digan

a qué lugar temen

no

ser capaces

de

regresar. ¿Dónde

se encuentran ahora

para

pensar

que

éste es

un

lugar

que

vale la pena conservar? ¿Cómo es el tránsito entre lo conoci-

do

y lo desconocido?

Cuando dirijo a un grupo

de

personas casi siempre hay

alguien que

me

dice que

no

siente nada. Le recuerdo que

nada también es una experiencia. ¿En qué consiste esta per-

cepción

de

nada, es como anestesia? Dejémosla hablar.

No

experimentar nada, al igual que cualquier otra percepción

no

habitual, puede ser un puente, una herramienta

adecuada

para una mayor conexión con el ser. No sentir nada puede ser

una declaración

de dónde

desearíamos estar o

de

lo que

nos

infunde

temor. Algo

puede

crecer

de

esa nada.

Puede

que

esas percepciones sean o

no

el reflejo

de

lo que será la muer-

te, pero también pueden

aportar

algún indicio de lo desco-

nocido y como

lo

aceptamos o rechazamos.

Vivir el

morir

es ser

capaz de

aceptar el cambio

de per-

cepciones como una auténtica

parte

de la

propia

experiencia.

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VIVIR

LA

PROPIA MUERTE

Aceptar una experiencia poco habitual sin temor a la crítica

CAMBIAR PERCEPCIONES

El cambio de las percepciones no significa que esté enfermo

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puede significar ir en contra del mundo cultural,

pero

nos

permite afirmar lo que es en lugar de lo que debería ser.

Algunos montañeros que han tenido caídas al vacío rela-

taron después que toda su vida se reflejó como

una

instantá-

nea ante ellos, con gran detalle,

durante

la caída. El año pasa-

.do en California, un joven paracaidista de 17 años saltó de un

avión

para

realizar caída libre,

ninguno de sus dos

paracaí-

das se abrió debidamente. Se precipitó sobre la pista de asfal-

to y sobrevivió rompiéndose sólo la nariz. También advirtió

la misma experiencia "alucinatoria" de ver su vida resumida

pasar en

un destello.

En una ocasión, un matemático

que

consultó conmigo,

estaba

tumbado cuando

de repente pareció que dejaba de

respirar. Parecía sin vida, como en trance. Le llamé. Al fin se

despertó. Me dijo

que

estaba

disfrutando de una

sensación

bastante placentera. Sabía que yo estaba al tanto, se daba

cuenta de

mí,

pero

deseaba la ensoñación

que

había descu-

bierto.

Pensando

sobre esto,

intenté

la

siguiente

experiencia:

me imaginé que la habitación se estaba desplazando como si

estuviese al final

de

un túnel. Los

sonidos

parecían propa-

garse en la distancia antes de alcanzar mis oídos. Los ruidos

parecían tener eco y giraban

dentro

de mí.

El

túnel era un

torbellino que me distanciaba del

mundo.

Estaba menguan-

do, disminuía de tamaño, giraba y giraba como si me desli-

zase por el

desagüe

de

una

tubería.

Notaba

que el mundo se

desvanecía. Me volví pequeño, tenía diez años, siete, luego

tres, seguía

disminuyendo.

Era

un

punto en el espacio,

un

ser no nacido. Había un desfile de luz que surgía a través de

la

oscuridad.

Vacío. Luego

un

destello;

de repente

crecí.

Rápidamente me volví cada vez mayor. Mayor que la habi-

tación. Mayor que la casa. Mayor que una manzana de

casas

El cambio de experiencias constituye un proceso que

expande el mundo o lo mengua y rompe el contacto con él.

-J

ni loco. Si estoy

perdiendo

la razón no

tendré nada cuando

la haya perdido. Pero seguramente lo

que

yo sea

puede que

no encaje dentro

de

la definición cultural de normal o habi-

tual.

Nuestra cultura nos induce a que acoplemos nuestras

vidas al recuerdo y a la proyección. De este modo, nos afe-

rramos

al

pasado

o al futuro y lo

comparamos

con el presen-

te. La experiencia me dice que la vida es proceso. Mis per-

cepciones cambiantes,

en

desarrollo, me

ayudan

a

separar

el

mito social de la

muerte

y a cultivar mi propia experiencia y

mi mitología personal.

Imagine

un

torrente, o un arroyo,

un

chorro

de agua que

se mueve

en

su interior, no importa que empiece

en

el vien-

tre o en la cabeza. Este torrente de agua o lluvia o sol o elec-

tricidad se

mueve

a través

de usted

como

una

corriente de

excitación, de luz incandescente. A medida que lo imagina

moviéndose,

haga

la diferenciación

en su cuerpo entre

ima-

ginárselo y experimentarlo.

Ahora

lo imagino, veo

una

imagen, lo que sea. También lo siento, lo

puedo

localizar

dentro

de mí". ¿Hay una separación entre esta imaginación

y usted? Separe el pensar en ello del experimentarlo. ¿Puede

separar

lo

que

está

ocurriendo de

las

imágenes

y las concep-

ciones que usted tiene? ¿Puede aceptar este tipo de expe-

riencia?

Si puede,

conviértase ahora

en

esta corriente

de

excita-

ción. ¿Qué se dice a sí mismo?

Cuando

yo lo realicé averig üé

que mi excitación poseía una intensidad elevada o baja,

aguda

o débil. Se iba y venía. Estaba por completo sobre mí,

resonando en

la cabeza y

en

el cuerpo. En este

punto

no

tenía

imágenes, ni pensamientos, ni concepciones. Yo era

un

inmenso mar, una rotunda pauta de excitación, pulsante,

vibrante. Este era

mi

espacio cuando estaba s in límites.

De

la

misma manera, quizá morir

pueda

ser la voluntad de estar

vivo sin imágenes ni límites de lo que pueda ser la muerte.

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EL NST NTO

E MOR R

El ansia

de

vivir. Nacemos para querer, nacemos con

una

sensación de vida, con el deseo

de

gozar. El

ímpetu

que nos

mueve, la violencia con que afirmamos nuestras necesidades,

el

puño

que cerramos para sufrir sin rendirnos,

son

testimo

nios de nuestro ansia

de

vivir, vivir sin fin.

Mi padre

me

contó que

después de

haber superado una

operación quirúrgica, estuvo a

punto de

morir debido a cier

tas complicaciones. Le

pregunté

en broma "¿Por qué

no

lo

hiciste?". Me contestó estupefacto: "Tenía miedo. Me gusta

vivir. Me encanta vivir .

D e

elegido nacer y elegiré morir. ¡Que alivio La carga

de

ser una víctima, abatida por la muerte, desaparece. ay

aspectos

de

m que están deseando finalizar en cualquier

momento

y otros que

no

lo están. Llevo a cabo muchos fina

les a lo largo

de

mi vida. La decisión

de morir

se toma

para

evitar morir mecánicamente, rutinariamente, simplemente

otra

muerte

más,

no

mi muerte. Quiero un final como mi

vida, donde

no

sea sencillamente transporta do por la corrien

te como si de un río se tratase. Pienso en la enseñanza caba

lística que enseña que

un

hombre tiene que

aprender

a

nadar

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

contracorriente, de lo contrario nunca sabrá quién es. La

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EL INSTINTO DE MORIR

Denver sin capacidad

para

trabajar ni dinero, fue determi-

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capacidad de decir no, de inhibir el flujo de excitación, el

flujo

de

la vida, garantiza la individualidad. El deseo

de

morir es la buena disposición a vivir mi vida y mi muerte. En

este sentido, mi fin es un suicidio.

Pero esta forma

de

pensar se considera tabú. A este acto

se le denomina asesinarse a uno mismo. Por tanto estoy de

acuerdo en

dejar

que

otros

me maten

o

en

fingir

que me

dejo

morir. Todos nosotros s abemos más sobre la muerte de lo que

parece preocuparnos o queremos admitir. El extremo de esta

actitud es

que

nos matamos voluntariamente.

Ya

sea nuestra

cultura la que me mata o yo quien me pongo fin.

Este instinto de morir está en todos y aparece en cada uno

de nosotros

tarde

o temprano. Surge del organismo con una

fuerza viva. Es una pasión saludable, natural, semejante al

deseo sexual. Crece

dentro

de nosotros, la heredamos.

Nuestro código genético sabe de la muerte; sabe cómo termi-

nar e incluso bajo qué circunstancias debe ponerlo en marcha.

La cuestión respecto al suicidio se reduce

a

"¿Debo

admitir

ante mi mismo que quiero morir antes que ser un suicida?".

Limitamos la responsabilidad que quisiéramos tomar

sobre nuestras

vidas

a

un

estrecho margen de decisiones.

Sólo son culpables los actos que violan estos estrechos lími-

tes. Así, permitimos la

denominada muerte natural pero

no la

dirigida por uno mismo. Admitimos que nos morimos, pero

no que nos terminamos.

Podemos permitir

a los otros que

tomen nuestras vidas, pero nos prohibimos terminar con

nosotros mismo abiertamente.

Un

amigo psiquiatra

me

contó

que una

mujer de color,

que

vivía

en

la

más

absoluta

pobreza en

Georgia, padecía

tuberculosis. De algún modo fue internada en

un

famoso

hospital

para

enfermos pulmonares en Colorado,

donde

se

recuperó muy favorablemente. Sin embargo, cuanto mejor se

sentía

mayor

era su angustia. La

amenaza de

volver a su esti-

lo de vida anterior y su imposibilidad de permanecer en

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1

1

nante para ella. No cesaba de decir una y otra vez Mabel va

a morir". Murió al cabo

de dos

semanas. La autopsia

demos-

tró que no había causa patológica que justificase su muerte.

Se podía decir que Mabel murió de desesperación. No

había

alternativas con las que poder seguir.

No

podía estar enfer-

ma, ni seguir bien. Obtuvo el amor y cuidado que necesita-

ba,

pero ya no

lo volvería a tener.

No

sabía como obtenerlo.

En este momento crucial, de pérdida de atención, sus senti-

mientos de indefensión y

su

auténtica indefensión crearon

un estado de desesperanza que su cerebro debió haber reco-

nocido como

una

situación que reclamaba la muerte. No

podía

prolongarse y

no

lo hizo. Eligió

una muerte

conge-

lante". Estaba desamparada. Predijo con certeza su propia

muerte. Actuó sobre el instinto de morir. No permaneció

pasiva. Fue

una

suicida,

una

activadora de su muerte, de su

final.

El

mito

es: que la muerte es

un

problema que hay que

superar,

que

te

atrapa tarde

o

temprano,

y

que

es intrínseca-

mente mala. En ningún caso se aboga abiertamente por la

muerte

violenta como la forma preferida

de

morir. Las

per-

sonas que viven esta mitología

en

sus muertes reciben las

recompensas que su cultura les propicia.

Murieron

"con

valentía , heroicamente , tras una prolongada lucha ,

"significativamente" y así sucesivamente obtuvieron sus

"placas de bronce".

En una cultura que ofrece tantas recompensas positivas

por sobrellevar el estrés, tales como reconocimiento social,

elevados sueldos, estilos

de

vida sofisticados y poder, se

puede sostener

que las

muertes derivadas

del estrés (tensión

alta, enfermedades coronarias y otras enfermedades específi-

cas) son muertes culturales. Quizá el suicidio, el deseo de

morir, se condene porque niega los mitos correlativos de la

productividad humana

y el avance cultural. Necesitamos

trabajadores compulsivos, orientados a la consecución de

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VIVIR

L

PROPIA MUERTE

logros para mantener las metas colectivas. La decisión

de

morir golpea el corazón mismo

de

esta necesidad. Suele

EL INSTINTO DE MORIR

en The Wheel o Death , relata

muchas

historias verídicas de

estos suicidios voluntarios.

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decirse que las personas que adoptan los valores sociales y

triunfan en su

vida

en esas condiciones están viviendo la

vida de

nuestra cultura. También

tendrán

que vivir la muer-

te

de

ese tipo

de

vida. Los periódicos están llenos de casos

· como estos.

La decisión

de

vivir la propia

muerte

es la

de

reservarse

el derecho a termina r por uno mismo. Es la decisión

de

acep-

tar la responsabilidad

de

vivir y morir. La decisión

de

hacer

contacto con la

vida

y la muerte.

En otros tiempos y culturas encontramos precedentes sig-

nificativos para tomar la

vida en

nuestras manos. Citando la

Swmna eológica

de

Santo Tomás: Si leéis el Evangel io, éste

dice que 'Jesucristo gritó con fuerza, inclinó la cabeza y

murió '.

Santo Tomás está diciendo que Cristo eligió el

momento de Su muerte. El creó su propia muerte.

No

se

mantuvo pasivo

de

cara a la muerte. La

muerte no

vino a

atraparle. Cristo desafió el mito

de

que la muerte viene a

cada uno. Eligió este martirio sabiendo lo que sería.

Hay

muchas

declaraciones en la Biblia que

muestran

que Cristo

emprendió su estilo de morir y así lo vivió.

Cristo se dió la

orden de

liberar Su espíritu,

de

entregar

su

existencia humana, o cualquiera que fuese el lenguaje que

El utilizara. Es como darme la orden de desintegrarme.

Como

darme

la orden

de dormirme

y morir. De terminar.

En otro tiempo, los esquimales vivían en un medio

ambiente controlado, en el que el suministro de comida era

estrictamente limitado. l llegar a cierta

edad

todos se entre-

gaban a la nieve

para

congelarse. Aquí tenemos a gente que

aprobaba el suicidio sin morbidez alguna.

Hay

muchos ejemplos

de

budistas que mueren

durante

la

meditación, ejemplos que prueban con toda claridad que

ellos eligen su estilo

de

muerte, y con frecuencia también

ocurre con la elección del momento

de

morir. Philip Kapleau,

;

1;

En mi opinión

una

persona está preparada para morir, o

le llega el

momento

al proceso

de

morir, cuando sabe que sus

experiencias

han

llegado a un

punto

en el que

no pueden

expanderse,

ni

se

pueden

asimilar a modo alguno

de

acción.

Podemos estar preparados para morir porque hemos vivido

nuestra

vida, agotado nuestra existencia.

Hemos

llenado

nuestro espacio y a hora salimos de él.

El deseo

de

vivir mi propia

muerte

es mi

voluntad

firme

de

controlarla al

margen de

las instituciones: médicos, abo-

gados, empleados

de pompas fúnebres. También significa el

deseo

de ser

consciente

de

los

programas

sociales

de muerte

que estoy viviendo y evitarlos o anularlos. Y quiere decir

también la

voluntad de

saber que la

muerte

es

parte de

mí y

que tengo mi propio

programa

para ella.

El suicidio

no

tiene que significar saltar por las ventanas

sino algo que tiene un carácter voluntario. Pero el suicidio

puede

ser

también la afirmación última

de

la libertad

huma-

na. Y

puede

ser

una

forma

de

proyectar

una muerte

a la que

se teme y una forma

de

afirmar la libertad

de

elección. El sui-

cidio puede ser

un

acto profundamente religioso.

Conocí a dos personas que habían vivido mucho tiempo

una relación muy creativa, con muchas dependencias mutuas

y que tuvieron que enfrentarse

de

repente con un terrible dile-

ma. La mujer desarrolló una grave enfermedad que hizo que

su dolor e impotencia fuesen en aumento. Tenía entonces

setenta y tantos años. Al enfrentarse

de

pronto con

un

futuro

limitado asumió arreglar sus papeles y asuntos para poder

terminar

su

vida

con dignidad. Tenía esperanza

de

evitar la

muerte

que dictaba su cultura, medicada en un hospital. Por

eso eligió la forma de

morir

que consistió en recobrar la calma

y evitar una retirada prolongada del mundo.

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de

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

Su marido, un

hombre

creativo y

con

buena salud, deci-

dió que moriría con ella en lugar de seguir viviendo.

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EL

INSTINTO DE MORIR

partes se rompen. La estructura se derrumba. En el

mundo

vegetal los ciclos de crecimiento llevan a la floración y al mar-

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Deseaba mantener su vínculo con ella.

No

quería

soportar

el

dolor ni la soledad que le produciría su

pérdida

ni las difi-

cultades que

entrañaba

el formar nuevas relaciones. También

él eligió su estilo de morir.

Juntos terminaron tra nquilamente sus asuntos pendientes,

se vistieron para la ocasión e ingirieron somníferos. Su muer-

te fue una sorpresa para la familia y los amigos, pero ellos

la habían preparado a fondo y ocurrió sin morbidez alguna.

Pudieron morir

de

acuerdo a

su

forma

de

vivir,

su muerte

fue

como su vida. En el caso ya relatado de Mabel ella nunca

supo

que podía organizar su propia muerte, nunca supo que

podía

encontrar formas

de

estar viva

durante su

muerte.

Participar y no participar son las diferencias entre el mundo

animal y el humano. Sumisión o participación. Nosotros

podemos

alterar nuestras circunstancias; los animales no.

Hay un mundo y hay muchos. Vivimos en un

mundo.

Podemos

vivir

en

muchos.

No

hay

un

cuerpo, hay muchos.

No

nos morimos en un mundo sino en muchos. El (los)

mundo(s) en el que vivimos es el (los) mundo(s)

en

el que

morimos. Al meno s conozco cuatro; cada uno tiene

una

iden-

tidad, un cuerpo. Existe un mundo mecánico

de

estructura

bioquímica y anatómica.

Un mundo

vegetal parecido al sis-

tema sanguíneo y nervioso que puede tener un árbol.

Un

mundo

animal, emocional. Por último, el

mundo humano

con los valores y relaciones creados. Vivimos en todos estos

mundos. Los tres primeros nos son dados; en el humano

somos iniciadores y creadores. Todos nos hacemos humanos

y más o menos desarrollamos nuestra

humanidad.

Cada uno de estos mundos tiene su propia forma

de

morir

con su propia imaginería, ya

determinada

o suscepti-

ble de

ser

creada. Lo que digo es que en los tres primeros

mundos

la

muerte

ya viene dada, es un acontecimiento pre-

determinado

e ineludible. En el entramado del mundo las

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chitamiento. En el

mundo

animal, el

mundo de

las emociones

y del instinto, el

morir

se teme o se acepta. Los animales mue-

ren

cumpliendo

su destino, pero ellos

no

lo organizan. En el

mundo humano tenemos la posibilidad

de

desarrollar nues-

tro destino y

de terminarlo.

La

mente

cerebral funciona

por

duplicación, evidencia y

prueba. Pero en el ámbito

de

la experiencia íntima existe el

conocimiento sin necesidad de prueba. Tenemos la posibili-

dad de

elegir vivir uno solo

de

estos campos, o los dos.

Tomando seriamente nuestra experiencia, en cualquiera

de

los dos ámbitos, lo que resulta es que

podemos

vivir nuestra

vida

y nuestra muerte.

Al despertarse y dormir, el campo

de

la volición es una

línea fina. Tomo la decisión

de

dormirme todas las noches;

de

no

hacerlo así el agotamiento se apoderaría

de

mí. Pienso en

la oración

de

la infancia: Al acostarme entrego mi alma al

Señor

para

que la

guarde

y si me muero mientras

duermo que

el Señor se la lleve .

El

sueño es una tarea, una entrega volun-

taria a lo desconocido. Dormir es

un

pequeño morir,

un

final.

La

decisión

de

integrar nuestro estilo

de

morir,

de no

temer a la

muerte

como alternativa viable, refuerza

nuestra

vida. La vida crece

en

riqueza, no en morbidez. La

muerte

puede resultar morbosa o como una forma

de

derrota para

mucha gente. Esto es resignación. Quien

ama

la vida,

quien

participa en su muerte, puede arriesgar el vivir

de

manera

creativa y morir de igual modo.

El conocimiento sobre la muerte es

una

expresión

de

vida,

de

mente

saludable, que

va

con nuestro proceso

de

integra-

ción y expansión. La

vida

es experiencia. Hay innumerables

formas

de

vivir. El descubrimiento

de

que nos terminamos

deja la puerta abierta a vivir nuestras

vidas

y a crear lo cono-

cido a

partir de

lo desconocido. Incluso a vivir como una

muerte

diseñada por nosotros.

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ENTRO DE

ESTUDIOS

ENERGÉTI OS

El Centro de Estudios Energéticos, bajo la dirección de

Stanley Keleman, pretende construir un moderno método

contemplativo

de

autoconocimiento y

vida en

el que el pro-

pio proceso personal subjetivo da origen a una serie de valo-

res

que guían

el conjunto

de

la

propia

vida. Los valores

actuales están cada

vez

más separados de nuestros procesos

más profundos y la experiencia corporal se ha estado malin-

terpretando y relegando a un segundo lugar.

La

realidad

somática es una

realidad

emocional mucho

más amplia que las propias pautas genéticas de comporta-

miento. La realidad emocional y el terreno biológico son lo

mismo

y no

pueden de ninguna

manera separarse ni dife-

renciarse. El terreno biológico significa también el género, es

decir, las respuestas masculina y femenina connaturales con

la

vida humana

la

identidad

sexual con la

que

nacemos. La

realidad

somática está

en

el

mismo

núcleo

de

la existencia,

y es la fuente de nuestros más profundos sentimientos reli-

giosos y percepciones psicológicas.

Las clases y los

programas en

el Centro ofrecen una

pra-

xis psicofísica

que

con las formas básicas de aprendizaje de

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VIVIR LA PROPIA MUERTE

una

persona. La clave es omo nos usamos, aprender el len-

guaje de cómo las vísceras y el cerebro usan los músculos

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para crear los comportamientos. Estas clases enseñan el

aspecto somático esencial

de

todos estos roles y actúan en

las posibilidades de acción para profundizar

en

el sentido

de conexión de los

muchos

mundos en los que todos noso-

tros participamos.

Para

más

información escribir a

Center for Energetic Studies

2045 Francisco Street

Berkeley, California 94709

s r náipivr

Dirigida por Carlos Alemany

1

Relatos para el crecimiento personal

CAReos AcEMANv Eo.)

PRÓLOGO

DE

JOSÉ LUIS PINLLLOS. CARLOS

ALEMANY,

RAMIRO

ÁLVAREZ,

JOSÉ

VICENTE 80NET,

lOSU

CABODEVLLLA, EDUARDO CHAMORRO, CARLOS 00MINGUEZ,

JOSÉ ANTONIO GARC(A-MONGE, ANA GIMENO·BAYÓN,

MAllE

MELENDO,

ALEJANDRO

ROCAMORA. 4ª edición)

2.

La asertividad: expresión de una sana autoestima

ÜLGA CASTANYER.

(71

edición)

3. Comprendiendo cómo somos Dimensiones de la

personalidad ANA

GIMENO·BAvóN Cosos.

(2

edición)

4. Aprend iendo a vivir Manual contra el aburrimiento

y la prisa ESPERANZA

BORÚS.

(3

edición)

5. ¿Qué es el narcisismo? JosÉ

Lu1s

TRECHERA. (2' edición)

6.

Manual práctico de P N L Programación neurolingüística

RAMIRO J. ÁLVAREZ.

(2

edición)

7.

El cuerpo vivencia do y analizado

CARLOS ALEMANY Y VíCTOR GARCÍA (EDS.)

8.

Manual de Terapia Infantil Gestáltica

LORETTA ZAIRA CORNEJO PAROLINI. edición)

9. Viajes hacia uno mismo Diario de un psicoterapeuta en la

pOSfmodernidad FERNANDO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ·PINZÓN.

1

O Cuerpo y Psicoanálisis Por un psicoanálisis más activo

JEAN SARKISSOFF.

11. Dinámica de grupos Cincuenta años después

12.

13.

14.

LUIS LóPEZ·YAATO EUZALOE. edición)

El eneagrama de nuestras relaciones

MAAIA·ANNE GALLEN • HANS NEIDHAROT. edición)

¿Por qué me culpabilizo tanto? Un análisis psicológico

de

los

sentimientos de culpa Lu1s ZAeALEGul. (2' edición)

a relación de ayuda: De Rogers a Carkhuff

BRUNO G ORDANI. PRÓLOGO

DE

M.

MARROQUÍN.

15. a

fantasía como terapia de

la

personalidad

FERNANDO JIMÉNEZ HEANÁNDEZ-PINZÓN.

16. La homosexualidad: un debate abierto JAVIER GAFo Eo.). JAVIER

GAFO, CARLOS 00MÍNGUEZ , JUAN-RAMÓN

LACADENA,

ANA GIMENO BAYÓN, JoSÉ LUIS

117.

TAECHERA. 2ª

edición)

Diario de

un

asombro ANTONIO GAAciA Rusto. edición)

PRóLOGO DE J. MARTiN VELASCO.

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Page 70: Vivir La Propia Muerte

8/10/2019 Vivir La Propia Muerte

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