Vitko Novi - 170 Horas Con Los Extraterrestres

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Dedicatoria:A Vctor Arls Baffa, excelente hombre y amigo.

Vitko Novi.A veces acontecen realidades mucho ms difciles de admitir que cualquier fantasa.Vtko Novi.

La amistad es lo ms bello de la vida humana,

PRACTIQUEMOSLA!

Vitko Novi

Donde no se practican la solidaridad, el estudio y el trabajo colectivo, la miseria es el maestro y el dinero la autoridad.

Vitko Novi.PROLOGO

"170 Horas con Extraterrestres" es un libro singular, su autor Vitko Novi, un escritor serio, que relata sus experiencias vividas en Los Andes peruanos, exactamente en la Central Hidroelctrica de Huallanca, a orillas del ro Santa, en el bello Callejn de Huaylas. Vitko Novi expone en esta obra, con detalles, sus sorprendentes encuentros y entrevistas con los nativos del Planeta Apu: apunianos". Consigna sus dilogos y expone las ideas que se constituyen en significativo mensaje para la humanidad.

Expone el autor con valenta su testimonio, dejando al lector la plena libertad de creer o no en sus relatos. El mismo dice que "sus revelaciones sorprendern" como antes sorprendieron los anuncios de los grandes inventos y progresos cientficos. Pues a principios de nuestro Siglo, se crea un sueo imposible el viaje a la Luna, el trasplante del corazn o el nio incubado en probeta. Hoy es una realidad.

De igual manera, lo que Novi consigna en su libro hoy, maana ser palpable realidad, porque el hombre avanza a pasos agigantados hacia la perfeccin. Lo que nos atrasa son el desorden, el ocio y el dinero que prcticamente son los que provocan guerras y tragedias.

Vitko Novi habla del minius" elemento del tomo al que el hombre no ha llegado todava en su descubrimiento cientfico porque es millones de veces ms pequeo que el elemento Protn. Este minius" dice, es el origen de la vida, el elemento que existe entre la nada y la materia.

Revela sobre las mquinas voladoras de los "apunianos" que alcanzan velocidades sobre los "cientos millones de kilmetros por segundo" y que estn equipadas con un aparato en proa que desintegra y otro en popa que integra a todos los cuerpos que haya en su trayectoria de recorrido. Estas mquinas dominan la desgravitacin y no dejan huellas donde se posan, adems tienen pantallas del tiempo, iluminacin positiva y otros complementos indispensables para viajes intergalcticos perfectos.

Vitko Novi habla de la pantalla del tiempo donde se puede ver el pasado, el presente y el futuro. En esa pantalla afirma haber visto la tragedia del Callejn de Huaylas en el ao 1960, mucho antes que suceda en la realidad. Entonces lo creyeron enfermo mental. Afirma sobre el peligro latente que hoy existe all y explica la forma de prevenirlo. Convendra tomar en cuenta la sugerencia de Novi.

Tambin, en la misma forma, hace la sensacional revelacin de que actualmente en nuestro planeta Tierra - entre bosques y praderas" existe gigantesco arsenal en donde estn fabricando "platillos voladores" que son muy inferiores a los 'apunianos" pero que estn en camino de ser perfeccionados gracias al avance cientfico de nuestra poca.Con el tiempo el hombre podr vivir indefinidamente. Lun un personaje descrito en este libro dice tener novecientos ochenta y cinco aos y Zay, un milln trece mil doce aos. Todas estas maravillas significan singular aliento para la humanidad, una esperanza que puede materializarse si el hombre decide practicar la paz y la unin fraternal, para dedicarse por completo al estudio y al trabajo.

Me parece sinceramente que este libro es maravilloso. Que todos debemos leerlo con sumo cuidado y especial detenimiento, extraer de su contenido inspiracin que nos lleve por el camino del bien, la verdad, la justicia, hacia la paz y la fraternidad, eliminando para siempre de nuestras mentes y conciencias el egosmo, el odio, la envidia, la traicin y la deslealtad que son en suma, la causa fatal de nuestra mortalidad y tragedia de nuestros males y sufrimientos. Vitko Novi, con esta obra, se convierte en nueva figura del panorama mundial de la literatura contempornea. Fidedignamente con valenta y sin egosmo nos relata sus experiencias para que de ellas saquemos inspiracin que nos motive la bsqueda de la perfeccin hacia una vida mejor.

Miguel Castillo DurandACLARACIONEl autor de este libro Vitko Novi, ha publicado tres en los aos 1975-1976 en los que nos relata sus experiencias con los Extraterrestres, estos libros son:

"APU UN MUNDO SIN DINERO" Y "MISERIA DEL DINERO" (Tomos 1 Y 2)

.

En ellos el autor detalla los adelantos Apunianos, la vida de estos en Apu y en la tierra, su organizacin, trabajo, formacin de las Galaxias, poblacin de la tierra y otros sucesos espaciales, que no se han repetido a detallar en este libro.

Los Editores.

INTRODUCCION

Amigo lector:

Anticipadamente s, de sobra, que el contenido de este libro te sorprender. Tal vez, de manera semejante, se habran sorprendido los Siete Sabios de Grecia si hubiramos intentado explicarles la existencia de la corriente elctrica y sus mltiples aplicaciones; el descenso del hombre en la superficie de la Luna o si se les hubiese presentado un hombre que est viviendo con un corazn ajeno, un nio incubado en probeta, u otro de tantos adelantos reales hoy, pero que habran sido considerados utpicos e inslitos dos mil aos atrs.

Me agradara, amigo lector, si pudieras comprender, tan slo por un instante, qu incmodo se siente uno escribiendo libros sobre experiencias extraas, desacostumbradas y asombrosas, sabiendo que cada palabra te originar descontento, dudas, mofas, o simplemente una sonrisa desdeosa, de burla.

No es mi intencin convencerte que a mis relatos, difciles de creer en nuestra poca, los consideres verosmiles, porque con eso subestimara la labor de la infatigable inteligencia humana, nuestro criterio, nuestras costumbres y nuestro derecho de ser como somos.Por esta razn escrib anteriormente el libro "Apu, un Mundo sin Dinero", en el cual detall parte de las "170 Horas con los Extraterrestres" en forma novelada y en tercera persona, a pesar que yo haba conversado sobre todo este contenido con Zay e Ivanka, personajes de ambos libros; lo hice as por dos motivos: el primero, para que el lector opinara y determinara el carcter del libro, segn su razonamiento lgico, sin ninguna clase de persuasin; y el segundo, porque en el planeta Apu, no existe el egosmo ni sus derivados, ni tampoco existen giros ni trminos idiomticos para expresarlos.

No es, pues, mi propsito convertirme en predicador, ni buscar fieles para preparar la bienvenida a unos nuevos "dioses" que descendern del espacio trayendo paquetes de regalos para los terrcolas, cartas credenciales o propuestas para formar una alianza poltica, porque los problemas de la vida terrestre slo incumbe resolverlos a nosotros los habitantes de la Tierra, con nuestra inteligencia, nuestro estudio y trabajo, formando una sociedad altruista. Tampoco pretendo postular a premios u otro tipo de reconocimientos por relatar mis encuentros casuales con los "extraos". El azar puede determinar que cualquier habitante terrestre, al encontrarse con ellos, asuma una actitud seria, para as aportar datos mucho ms importantes que los que traje yo, y que explicaran los misterios que nos rodean.

Sea cual fuera tu opinin acerca de este libro, ser digna de aprecio porque es el producto de tu pensamiento, de tu ser, lo cual acredita tu sagrado derecho a existir, pensar, decidir y manifestar; esto no hace dao a nadie. Mientras existan tomos y movimiento, el universo seguir siendo una vastedad infinita que crea y transforma y sus habitantes seguirn viajando por el espacio, penetrando en sus interminables y misteriosas entraas.

Lo nico que me preocupa es la pronta solidaridad de los hombres, porque la vida de la humanidad est asentada sobre un volcn de guerra que amenaza su destruccin. Las fbricas de armamento siguen consumiendo la mayor parte del trabajo humano; los arsenales estn llenndose de instrumentos blicos; los caones no cesan de destrozar los cuerpos del prjimo; las bombas atmicas, de hidrgeno y neutrnicas, prenden sobre nuestras cabezas amenazando la existencia de la vida terrestre, y, mientras tanto, las enfermedades "invencibles" y las otras an desconocidas, asociadas con el hambre y la miseria, continan matando incontrolablemente a los humanos.

Urge, pues, sin demora, el sincero entendimiento entre los hombres para que se unan en el trabajo y en el estudio, que son los nicos factores capaces de garantizar que la humanidad siga existiendo.

Esta es la causa por la cual estoy relatando, en parte, los desarrollos cientficos y tecnolgicos de la sociedad apuniana, y tambin el ayer, hoy y maana de la vida terrestre, que vi por las pantallas del tiempo en sus naves, all en los Andes peruanos. ..

Invoco a los cientficos, trabajadores, maestros y alumnos, soldados y gobernantes, a los creyentes y a los ateos, a hombres y mujeres en general, a que embellezcan la historia humana proscribiendo para siempre, la fabricacin de armas, las agresiones, las guerras, y que contribuyan con sinceridad y buena fe, a la realizacin de una sociedad de amigos en la cual todas las personas sean consideradas iguales y as, unidas, en paz, irradien en el universo una enseanza altruista que corrija los fenmenos de la vida terrestre y del espacio. Unmonos, pues, para trabajar por la felicidad humana, y cambiemos las hazaas de la guerra por el herosmo de la paz.

Hombre: El egosmo esta convirtiendo los inventos de tu poderosa mente, en arma para destruir la vida terrestre, SALVEMOSLA!

Todo por los dems.

Vitko Novi

Estas figuras talladas en oro, se encuentran en el Museo del Oro, del Banco de la Repblica de Colombia en Santaf de Bogot. Los nmeros 1, 2 y 3 son idnticos en formas a las naves extraterrestres que Vitko Novi ha visto durante los encuentros detallados en este libro.

JUEVES 10 DE MARZO DE 1960

Terminaba el da jueves diez de marzo de mil novecientos sesenta. En la Central Hidroelctrica de Huallanca que se encuentra en el tnel hecho por los maestros de la ingeniera moderna, en las escarpadas rocas de los Andes Peruanos, a la orilla derecha del ro Santa, Callejn de Huaylas, todas las mquinas funcionaban armoniosamente. Pens que mi turno de trabajo de esa noche, como jefe de Operaciones Mecnicas, lo pasara sin problemas ni apagones, los que de vez en cuando ocurran a causa de las lluvias y los fuertes vientos que azotan los altos picos de la Cordillera Negra por donde atraviesa la lnea de alta tensin que transporta la energa elctrica desde Huallanca hasta la planta siderrgica de la ciudad de Chimbote, distante cientos de kilmetros. De pronto, un gaviln vol por encima de los generadores y fue a posarse sobre un fierro sobresaliente en la parte alta de la pared. Volteaba su cabeza agitadamente, de un lado a otro. Me sorprend por la actitud del ave, pues a pesar que el interior de los tneles y la Casa de Fuerza estaban bien iluminados, debi haber venido zigzagueando entre los alambres, tubos y otras instalaciones, a lo largo del tnel de entrada que empieza en el puente del ro Santa y conduce hasta la sala de mquinas: una distancia de ciento catorce metros roca adentro. Los murcilagos, golondrinas y otras aves pequeas, nos visitaban frecuentemente por el tnel secundario por donde pasan los cables de energa hasta los bancos de transformadores, y por el cual solamente pasaban los tcnicos, una vez cada dos das, cuando revisaban el funcionamiento de las instalaciones elctricas. Observando al gaviln, por su intranquilidad deduje que aquella era su primera visita a la Sala de Mquinas y que por eso no se acostumbraba al ruido que producan los generadores. Mientras me acercaba al telfono de servicio interno para dar noticia al operador del tablero de control, sobre el visitante inesperado, la corriente se interrumpi y la Casa de Fuerza qued a oscuras. Comprend que una sobrecarga extraa haba originado la disyuncin en el patio de llaves. Me apresur para asegurar la refrigeracin de los transformadores de alta tensin, conectando la corriente de la planta auxiliar que en casos de emergencia alimentaba el alumbrado interno y el motor de la bomba de agua destinada al enfriamiento de esas mquinas. Tom la linterna de mano que utilizbamos cuando ocurran apagones, y corr hacia el patio de transformadores ubicado a la entrada, para confirmar que las mquinas reciban la refrigeracin adecuada. Cuando sal del tnel me encontr con una sorpresa. A pesar que la corriente estaba interrumpida por lo que esperaba encontrarme con la oscuridad nocturna de un cielo nubloso, vi que los alrededores, en un crculo de quinientos metros de dimetro, estaban iluminados como si fuera de da.

Como el sitio de entrada a la Central est casi encerrado por rocosos y elevados cerros, no pude descubrir, en un primer instante, de donde provena aquella luz tan extraa. Avanc entonces hacia la mitad del puente desde donde poda observar el paraje, ro abajo, ms abierto por la separacin de los cerros. Mientras caminaba mir involuntariamente hacia el horizonte. All, en la lejana, una estrella fugaz atraves la pequea parte de cielo despejado que acababa de aclararse y en mi mente surgi la idea de que aquel resplandor incomprensible podra provenir de un meteorito cado por casualidad en el lugar, ocasionando as la disyuncin de la Central. Cuando llegu ms o menos al centro del puente, me di cuenta que la luz provena de un objeto ovalado, parecido a una gigantesca lenteja, posado en una pequea planicie ubicada entre la unin del ro Ktaraqsa con el Santa.

Aquella planicie moldeada por los cauces de los dos ros durante siglos, tena la forma de un tringulo de lados desiguales. Era parte de una llanura que al iniciarse las obras de construccin de la Central, los tneles, la Casa de Fuerza y el patio de transformadores, haba servido de campamento y almacn de materiales, hasta que casi todo eso fue arrastrado por un aluvin, en la dcada del cincuenta.

El aparato luminoso no me caus demasiada sorpresa, puesto que la ciencia del hombre est avanzando aceleradamente y mquinas nuevas de formas diferentes, estn apareciendo cada da. Mas el color y la intensidad de la luz que desprenda eran sorprendentes.

A pesar de mirar fijamente aquel luminoso objeto, mis retinas no sufrieron ninguna molestia; por el contrario, experiment una sensacin agradable y el deseo de seguir observndolo. Por un instante, mi mente se confundi. Quin, cundo y para qu haba trado esa mquina tan rara para instalar en un lugar a mi parecer insignificante? Me imagin que el ejrcito, con fines de investigacin cientfica, haba encerrado en alguna esfera de vidrio de color, un reflector de potencia extraordinaria. Apagu mi linterna (lo que haba olvidado hacer por la sorpresa) y me dirig hacia el luminoso objeto. En el trayecto revis la bomba de refrigeracin de los transformadores, me asegur de su correcto funcionamiento y luego prosegu. . .

Al final del patio me encontr con el guardin de turno, apellidado Quiroz, que vigilaba la Maestranza. Le vi tan tranquilo como si a nuestro alrededor no sucediese nada anormal. Por la tranquilidad del guardin dud de mi estado psquico. Pens que mi mente sufra algn desequilibrio y que por eso vea cosas irreales. Eso me asust.

-Hola, Quiroz!, yo crea que estabas en la oscuridad- le dije con tono suave para que no se diera cuenta de mi alteracin.

-Ah, seor, ya ve usted, estoy ms alumbrado que si estuviera en la plaza San Martn de Lima- respondi l, sonriente.

-Sabes t qu est sucediendo ac?- le interrogu de nuevo dando algunos pasos hacia el objeto luminoso. Quiroz agarr mi brazo izquierdo y nerviosamente me dijo:

-Seor, si siente temor, no vaya all; otra vez acaban de bajar sos con su platillo volador; son seres buenos, no hacen dao a nadie. Usted no se imagina cmo son de bondadosos, pero por favor, djelos tranquilos, posiblemente se irn pronto-.Por la informacin de Quiroz hice dos deducciones muy importantes para m. La primera, que l tambin vea lo que yo imaginaba estar viendo; y la segunda, que la presencia de aquel aparato inexplicable y raro, le era lo suficientemente familiar, pues slo as poda asegurarme que sus tripulantes no hacan dao a nadie.

-Oiga usted, Quiroz, por favor, explquese mejor. Quines han bajado y de dnde?, qu buscan aqu?- le dije ya molesto.

-No grite, seor, hable en voz baja, no se moleste conmigo. Ellos dicen que son habitantes de otro mundo muy lejano. Arriba, por las alturas, donde hay pastores, estn apareciendo frecuentemente-.

Las explicaciones de Quiroz me hicieron creer que l y yo estbamos sufriendo un momentneo desequilibrio mental, producto quin sabe de qu, pero lo bastante fuerte como para ver platillos voladores. Me alarm, mas a pesar de todo, segu adelante.

Los horrores, torturas, espantos y destrucciones de la Segunda Guerra Mundial -en la cual particip desde el comienzo hasta el fin-, haban corrodo tanto mi opinin sobre el altruismo humano, que no poda creer en la existencia de ningn otro ser ms astuto que el hombre para agredir. Como yo haba aprendido "el ataque y defensa", me encamin sin miedo hacia la gigantesca y luminosa lenteja. Quiroz se qued parado, suplicndome a toda voz que no me acercara a la extraa mquina. Unos cien metros ms all del patio de los transformadores, y tal vez a doscientos del objeto, me encontr con dos hombres. Eran altos, de cuerpos proporcionados y hombros cados. Vestan traje de malla finsima, muy pegado al cuerpo y de un color raro, que a primera vista pareca la lustrosa piel de una foca. El que se encontraba a mi lado izquierdo me salud en mi dialecto natal. Por no darle importancia le contest en espaol y enseguida le pregunt:

-Quines son ustedes y qu estn haciendo aqu?

-No te alarmes, amigo, por favor -prosigui en mi idioma-. Somos extraterrestres, del planeta Apu, viajamos por el espacio y cuando pasamos por esta galaxia, visitamos la Tierra, fraternalmente. Te rogamos que nos disculpes, pues nos vamos enseguida.

-Vyanse al diablo y cuenten eso de los "extraterrestres" a sus abuelas, y traten que ellas les crean que ustedes las van a volver quinceaeras, pero jams regresen porque con su mquina de brujos han provocado el disyunte y han hecho un fuerte dao a la Siderrgica de Chimbote al interrumpir la corriente elctrica-.

Les habl as porque con decirme que no eran terrestres y que venan de otros mundos a visitar un lugar tan apartado como es Huallanca, no di crdito a ninguna de sus palabras. Cre que eran espas de alguna nacin tecnificada y que se burlaban de m, hacindose pasar por extraterrestres.

-Dinos todo lo que quieras, pero la interrupcin de la corriente no la hemos originado nosotros; tu Central ya tiene Luz. Amigo, te rogamos que no nos juzgues mal, perdnanos, nosotros no lo olvidaremos. Todo por los dems- dijeron casi en conjunto y regresaron a la nave.

Observ la mquina y vi que estaba posada sobre tres gigantescos resortes de haces de luz. Cada uno de ellos terminaba en grandes cojines circulares, de la misma luminosidad. Una escalera que tena terminales iguales a los resortes, una el centro de la parte inferior de la mquina con la superficie. Los desconocidos subieron por la escalera, y sta, retrayndose los llev al interior. Enseguida, los haces de luz que soportaban la mquina, tambin se retrajeron. Se escuch un soplo apenas perceptible, parecido al viento, v el aparato se elev verticalmente primero y luego zigzague y se perdi entre las nubes.

-De qu nacionalidad crees que son esos hombres?- pregunt a Quiroz mientras regresbamos al patio de los transformadores.

-Esos hombres no son de ningn pas, seor, son extraterrestres tal como se lo han dicho. Arriba, por los lugares de Champara y Milwakocha, los pastores y aldea nos los estn viendo siempre. Eso no es truco ni novedad, seor- me contest enfticamente.

-Qu te pasa, Quiroz? Acaso de verdad puedes creer que esos son extraterrestres? Te das cuenta de lo que ests diciendo?- le interrogu con tono fuerte.

-Perdone, seor, no dir nada ms, pero por favor no hable a nadie de ellos. Son buenos. Delatados sera un pecado- respondi mostrndose ofendido por - mi comportamiento.

La forma en que replic Quiroz me dio a entender que se empeaba en ocultar la presencia de los extraos; esto me dio risa, mas no le dije nada. Al despedirme de l me acord de la frase "Todo por los dems" que pronunciaron los desconocidos cuando se fueron, me pareci graciosa y solt una carcajada a toda voz. Medit sobre aquel inesperado encuentro y me convenc que los desconocidos espiaban algn asunto a favor de una poderosa organizacin que posea en secreto las mquinas voladoras, construidas en forma de platos, y que haban convertido a Quiroz en su cmplice; por eso intentaba hacerlos pasar por extraterrestres para desviar mis sospechas. Fuesen terrestres o extraterrestres, su presencia era inexplicable. "Contarlo sera caer en el ridculo", me dije, y decid no hablar del asunto con nadie. Al entrar en la Casa de Fuerza, el tcnico de maniobras elctricas me comunic que la disyuncin la haba ocasionado un buitre, al hacer corto circuito cuando intentaba posarse sobre un poste que soportaba cables de alta tensin, cerca de la Siderrgica de Chimbote. ..MARTES 12 DE ABRIL DE 1960

Aquel da amaneci con cielo despejado, de un color azul singular. Los altos picos de las montaas ancashinas, la mayora an no exploradas por el hombre, se imponan majestuosamente mostrando sus escarpadas faldas. Era una maana esplndida que anunciaba un da apropiado para efectuar mis excursiones acostumbradas, por las alturas y alrededores. Me comuniqu con un joven llamado Adrin Prez, aficionado a la caza, que perteneca al grupo de los trabajadores de mantenimiento y que conoca todos los caminos de las montaas. Nos reunimos en su casa y acordamos explorar la quebrada de Los Cedros, ubicada a la salida del Can del Pato, yendo de Huallanca hacia Caraz, porque -contaban los pastores- en esa zona haban visto osos y guanacos, animales silvestres que rara vez se vean en la regin del Callejn de Huaylas. Nos alistamos. .. y partimos. Tomamos la ruta por la orilla izquierda del riachuelo que lleva el nombre de la quebrada. Habamos caminado casi desde el amanecer, subiendo hacia la cumbre de la montaa que pareca tocar el cielo. Al medioda nos encontrbamos al inicio de una planicie, a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, y decidirnos descansar unos minutos para tomar algn alimento. Durante esa pausa nos pusimos de acuerdo para avanzar hasta el fin de la planicie y luego regresar al campamento. Despus de recuperar las fuerzas proseguimos caminando. Las rocas y peascos abundaban por el lugar, de tal manera que estbamos obligados a dejar seales por donde pasbamos, para poder regresar por el mismo camino y no perdernos.

De pronto, Adrin se detuvo sorprendido, se qued unos instantes inmvil y luego me hizo una seal con la mano para que me acercara. Avanc algunos pasos y cuando llegu a su lado, mir hacia donde l sealaba y descubr que al centro de una pequea pampa sin rocas, estaba la misma mquina de forma de plato, que haba visto un mes antes frente a la Central Hidroelctrica de Huallanca. Haban pasado ya varias semanas desde aquella noche y como crea firmemente que los desconocidos eran espas, ese suceso ya no me vena a la mente, pero cuando vi el platillo, lo record y tuve la reiterada certeza que los extraos se dedicaban al espionaje o a algn otro trabajo ilegal. Alrededor del platillo haba un rebao de cabras y algunas ovejas. A un costado de la pampita se vean varias personas, hombres, mujeres y nios, haciendo una fogata. Descubr que eran pastores con sus familias y decid acercarme a ellos para conocer algo de sus costumbres y enterarme cmo vivan en un lugar tan apartado, a una altura de cuatro mil metros, cerca de los picos cubiertos por la nieve perpetua. Comuniqu mi proyecto a Prez, l lo acept y partimos. En el camino, Prez empez a contarme que por esa zona acostumbraban descender del espacio unos platillos voladores piloteados por extraterrestres, gente buena que ayudaba en muchas formas a los pastores. Compar las explicaciones de Prez con las de Quiroz, y pens que los dos, de algn modo, eran cmplices de los desconocidos. No le dije nada de lo que pensaba; tampoco prest atencin a lo que me deca y prosegu caminando sin hablar, Unos minutos despus llegamos al lugar. Alrededor de una pequea hoguera se encontraban sentados cuatro hombres, tres mujeres, cuatro nios y los dos desconocidos que yo ya haba visto aquella noche en Huallanca, cuando se origin la disyuncin, un mes antes. Los extraos sonrieron al verme, pero los lugareos se mostraron molestos por nuestra presencia. Un hombre de bigotes se par y mirndome agresivamente, me dijo:

-Qu buscas por ac?!

-Nada, amigo. Somos cazadores de pumas y pasamos por este lugar casualmente, eso es todo- le respond.

Uno de los extraos me tendi la mano; yo le correspond. Luego hizo igual con Prez y eso calm al campesino que se opona a nuestra visita. Nos sentamos alrededor de la hoguera.

La protesta del pastor que me haba hecho preguntas, y las agresivas miradas de los campesinos, confirmaron mis anteriores pensamientos: que toda aquella gente estaba, de algn modo "comprada" por los extraos y por eso tenan miedo que los descubrisemos. Como era de da y no tena apuro, me puse a observar a los extraos con ms atencin, para poder descubrir su nacionalidad. Eran altos. Por su estatura no se les poda distinguir de una u otra raza terrestre. Lo nico que resaltaba eran sus hombros cados y su talle bien proporcionado, mas -tratndose de otras caractersticas raciales- se podra asegurar que estaban formados por una mezcla de todos los pueblos de la Tierra. La forma de sus rostros semejaba la de los rabes; los ojos se parecan a los de la raza monglica; la nariz a los de la nrdica; la barbilla daba la impresin de ser de procedencia hind, y el color de su piel era rosado claro. Despus de observarlos llegu a la conclusin de que el mayor porcentaje de sus facciones se parecan a las de la raza monglica. Irradiaban una simpata personal, muy agradable y eso me indujo a pensar que sta podra ser una de las razones que atraa a los campesinos. Por unos instantes nadie habl. Un pastor se acerc y en voz baja me dijo algo. No entend nada porque hablaba en su idioma nativo, el quechua. Prez comprenda el idioma y disimulando me dijo:

-Dice que debemos irnos ahora, porque no nos quieren ac.

Pens levantarme para partir, pero uno de los extraos se acerc y se sent a mi lado dicindome:

-Qudate, amigo; si te gusta conversaremos. Tal vez aclararas algunas de tus dudas respecto a nosotros-.

-Mi nica incgnita relacionada con ustedes es: Por qu estn ac y que es lo que persiguen? El extrao sonri. Por su sonrisa constat que mi brusco comportamiento no le haba ocasionado ninguna molestia. Cogi un palito y observndolo dijo:

-Sabemos que t no creers lo que te vamos a explicar; ese comportamiento hacia nosotros es natural, porque las clulas de tu ser lo estn rechazando. Pero nos agradara que pudieras estar algunos minutos ms con nosotros para conversar. Adems, no debes tener miedo, t ests armado, nosotros no. Mientras el extrao hablaba, me di cuenta que su traje era una malla hecha de un hilo finsimo, parecido al nylon. En la parte de la malla que cubra su pecho, haba quince botones alineados en cinco filas de tres. Alrededor de la cintura, de los tobillos y puos, haba unas bolsitas sin aberturas, pegadas a la tela como bolsillos, unas al lado de otras, y sus zapatos eran simplemente el terminal de una malla. Tenan la cabeza cubierta con una capucha bien ajustada que era parte de la malla, dejando libre el rostro desde la frente hasta el cuello.

-Veo que a sus amigos no les agrada mi presencia respond, refirindome a los pastores que me miraban con odio.

-No te preocupes por ellos, no te harn dao, son egostas, o como ustedes dicen, "celosos", pero no agresivos-.

-Nosotros!, y ustedes cmo lo dicen?- pregunt burlndome.

-En nuestro idioma no hay palabra que exprese el egosmo ni sus derivados; por ejemplo, "yo", "mo", "para m.

-Ya lo s, va usted a decirme que vienen de otros mundos donde no hay el yo prepotente, el ''mo", el "tuyo", el "para m"; que all la gente "vuela'', las mujeres "no paren", las plantas "hablan" y tantas cosas cosas de brujos- respond con impaciencia.

-Puedo pedirte un favor?- me dijo el extrao respetuosamente.

-De que se trata?

-En mis tiempos libres acostumbro practicar ciertos ejercicios gimnsticos; los que me han visto hacerlo dicen que les ha gustado. Quisiera saber tu opinin-.

-Esta bien, pero no demore mucho; estoy cansado y tengo que regresar. Adems, puede llover-.

-No lo olvidar- respondi el extrao y aadi mirndome: Tratndose del "yo", en el idioma de nuestro planeta existe esta palabra, pero slo como pronombre y no tiene otro uso que pudiera tener un significado egostico. T ests pensando que nosotros somos espas terrestres, no importa, sigue sosteniendo ese pensamiento hasta que tus clulas comprueben lo contrario, es tu derecho.

Se puso de pie. Con una capucha de material delgado y transparente, se cubri la cabeza, rostro y cuello. Not que de la parte que cubra las orejas, sobresalan dos pequeas puntas de un material brillante y que no pasaban de dos centmetros de largo. Por primera vez vi que los extraos cubran su rostro con una malla tan transparente que no alteraba en nada su forma ni color, y eso me sorprendi. El extrao que estaba sentado a mi lado, me mir y sonriendo me dijo:

-Este aparato y los guantes los utilizamos slo cuando hacemos vuelos individuales, sin mquinas voladoras, para protegernos el rostro y las manos- explic.

No le contest nada. Tampoco le hice ninguna pregunta. Mir de nuevo al extrao que se preparaba para volar, y vi que acababa de ponerse unos guantes blancos como la nieve. Enseguida se alej algunos metros y apret uno de los botones de su pechera. De pronto not que los adminculos que tena alrededor de la cintura, de los tobillos y puos, empezaron a inflarse tomando forma de un cono truncado. Se escuch un soplo de viento sumamente leve, y el extrao se elev a gran velocidad, desapareciendo entre las nubes. Pens que para elevarse tan velozmente, haba utilizado los adminculos que le proporcionaban, en alguna forma, la propulsin necesaria, y que regresara cayendo, valindose de un paracadas, pero no sucedi as. Mientras yo esperaba que el extrao volador cayera verticalmente, tal como se elev, Prez, que se encontraba conversando con el otro y con los campesinos, se me acerc y entusiasmado me dijo:

-Mire hacia all, seor!

Mir en la direccin que me estaba indicando y vi que el forastero regresaba planeando sobre los rboles y peascos, volando horizontalmente a una altura de doscientos metros, igual que un ave, Me sorprend por tan extraa demostracin. Nunca haba ledo ni escuchado hasta entonces, que los cientficos hubieran descubierto algn medio para que las personas pudieran volar individualmente como las aves, sin valerse de maquinas. La actuacin del extrao origin en m una gran sorpresa, pero eso no cambi mi opinin sobre la existencia de los extraterrestres, y mucho menos que estuvieran visitando nuestro planeta. El forastero descendi como un guila, sin hacer ruido, y se pos a mi lado. Me mir, y sonriente me dijo:

-Dime, amigo, lo que acabas de ver, lo pueden hacer los terrestres?

-Cmo lo hiciste?- pregunt.

-Estos aparatos que tengo alrededor de mi cintura, tobillos y muecas, se llenan de iones positivos y cuando empiezan a funcionar nos desgravitamos. Eso nos permite obtener la velocidad deseada y la posibilidad de realizar vuelos verticales, horizontales, zigzaguear, elevarnos y descender. En Apu todos hacemos vuelos individuales. Este es uno de los procedimientos que empleamos para movilizarnos en el planeta, desde hace billones de aos-.

-No conozco qu es un ion. Tampoco s hasta dnde ha llegado el conocimiento cientfico del hombre en este sentido; pero lo que me mostraste no es suficiente para que yo cambie mi opinin de que ustedes estn utilizando inventos secretos para con esto sorprender a todos los que les vieren y as lograr sus fines-.

El extrao call por un instante, luego sonri y me dijo:

-Venimos del planeta llamado Apu, ubicado fuera de la galaxia Lctea. Somos protectores de la clula y la vida, por eso estamos viajando por el espacio para ayudar de modos diferentes a los dems seres, pero no para presionar con el fin de que crean en nuestra existencia y "poderes extraordinarios". Continuando con su narracin, me cont acerca de la explosin de Apu, de la formacin de las galaxias, del poblamiento de la Tierra y de otros planetas, as como muchas otras cosas desconocidas e imposibles de creer racionalmente. Los relatos del extrao originaron en m, sentimientos de burla y simpata a la vez-.

Era ya de tarde. Haba pasado varas horas escuchando explicaciones inconcebibles, de modo que me par, llam a Prez y dije adis a los campesinos. Cuando me desped del extrao que se encontraba a mi lado, ste me mir fijamente a los ojos, apret mi mano con emocin y dijo "Todo por los dems"; luego se acerc el otro e hizo lo mismo con igual entusiasmo. De la misma manera se despidieron de Prez y partimos de regreso.

En el camino me puse a pensar sobre lo que habamos experimentado ese da. La demostracin que hizo el forastero, volando horizontalmente, me haba impresionado, mas no tanto que me convenciere que hubiera seres humanos en algn otro lugar del espacio, y que algunos de ellos hubieran venido para positivar a los pastores de los Andes peruanos. Pens de nuevo que el hombre ya haba inventado aparatos para volar individualmente y stos los utilizaban los extraos para impresionar. Por un momento me imagin que haban utilizado el hipnotismo para hacerme ver cosas irrealizables, y con el fin de examinar la situacin, decid conversar con Prez sobre el asunto.

-Amigo Prez -le dije detenindome-, cuntame todo lo que has visto mientras estuvimos con los extraos, puede ser que yo no me haya dado cuenta de los detalles. .

-Seor, cmo puede ser eso de no darse cuenta de cosas tan bonitas? Ac no es raro ver a los que vienen de otros mundos. Desde hace algunos aos estn viniendo casi seguido. Primero llegaban esas mquinas redondas como las que hemos visto ahora, luego empezaron a venir las otras parecidas a los aviones-.

-Entonces, tambin los extraos vienen en otros tipos de mquinas?- pregunt interrumpindole.

-Si, seor, y esas otras mquinas son mucho ms veloces. A los platillos, cuando se elevan, se les puede ver por algunos instantes, hasta que se alejan; pero esas que se parecen a los aviones desaparecen en un instante sin que uno se de cuenta cmo. Ellos los llaman "viento" y tienen razn, porque desaparecen corno el viento; a veces, cuando aterrizan, se les puede ver, pero en la mayora de los casos lo hacen imperceptiblemente. En el momento menos pensado, all est el avioncito, como si hubiera brotado del suelo-.

-Quieres decir que esas otras mquinas no son tan grandes como los platillos?-.

-As es, seor. Efectivamente, son pequeas. Son ms chicas que esos aviones que transportan pasajeros. Unas tienen alas muy raras, las estiran y las encogen cuando quieren, como las aves; otras son como las mariposas y algunas parecen cigarros. Tambin las hay semejantes a la hoja del trbol, pero todas, cuando se elevan, pliegan sus alas al cuerpo. Son rpidas, eso s; desaparecen sin que se les vea cundo ni cmo. En un principio la gente que las vea pensaba que eran mquinas de un ejrcito terrestre, porque se parecen mucho a las avionetas, pero cuando nos dimos cuenta que eran de alas plegables y los visitantes empezaron a volar como las aves, curar a los enfermos de una manera muy rara, hacer que lloviera con cielo sin nubes y otros "milagros", cremos que eran ngeles del cielo. Ellos dicen que estn viniendo de un planeta lejano, Apu; quin sabe, a lo mejor son los mismos ngeles. Lo nico que le puedo asegurar es que son gente buena, prestan ayuda a todos y no hacen dao a nadie, pero quines son y qu hacen ac, no lo s con certeza-.

-T tambin, Prez, Los has visto antes?- pregunt sorprendido.

-S, seor. El ao pasado fui donde un familiar que vive por el ro Kitaraqsa y l me llev a ver uno de esos avioncitos que estaba all de paso. Pero la gente no habla de ellos a nadie. La mayora de los lugareos dice que esa gente viene del cielo; temen que si las autoridades se dan cuenta de su presencia, el ejrcito podra venir para detenerlos; los campesinos no quieren que eso ocurra termin enfticamente-.

La conversacin con Prez me confirm una vez ms, que los pastores tienen creencias mitolgicas y sostienen que los platillos voladores provienen del cielo y que por eso sus tripulantes son bondadosos, les prestan ayuda y tienen poderes sobrehumanos. Regres a la casa antes del anochecer. No le cont a mi esposa nada de lo sucedido para no originarle el presentimiento de que yo estaba sufriendo algn desequilibrio mental. Para no intranquilizar mi vida familiar, decid no hablar con nadie del asunto.

Unos das despus, Prez me trajo recortes de diarios de aos pasados, en los cuales las grandes potencias se atribuan indirectamente la paternidad de los platillos voladores. Eso y los relatos de Prez sobre los avioncitos, confirmaron an ms mi opinin de que los forasteros eran espas de alguna nacin terrestre, y para evitar ser considerado cmplice de un posible delito, decid interrumpir por unas semanas mi aficin de explorar cerros. Mas, segn pasaba el tiempo, cada maana me venan ganas de practicar mi deporte preferido; entonces decid recorrer los cerros por la orilla derecha del ro Kitaraqsa, lugares muy alejados de aquellos donde me haba encontrado con los extraos en ocasiones anteriores. En aquellos das, Prez se encontraba de viaje y no pude contar con su compaa; eso me preocupaba. Un da antes, en el trabajo, un joven apellidado Quispe me cont que l conoca los caminos de la regin que yo haba elegido para mis prximas exploraciones, y me pidi le permitiera acompaarme. Acept su oferta y acordamos efectuar el paseo el prximo domingo.

DOMINGO 15 DE MAYO DE 1960

Aquella maana amaneci con el cielo nublado, despus de algunos das de Sol radiante. Pens que si llova, sera difcil caminar por los cerros y ante esa posible inconveniencia, estuve a punto de postergar la caminata de aquel da. Mientras yo me lamentaba por el desfavorable estado climtico, Quispe toc a mi puerta. Le abr. Al verlo tan entusiasmado por el pasen, cambi de opinin; en pocos minutos me alist y partimos.

Cruzamos el ro Kitaraqsa y empezamos a subir los altos cerros que se originan desde su orilla derecha. Durante el camino recordaba escenas de los encuentros que haba tenido con los extraos en das anteriores. Por ratos acuda a mi mente el pensamiento de que ellos se, empeaban en involucrarme en sus "fines"; eso turbaba mi tranquilidad y por eso me alegraba de haber cambiado de zona para mis paseos de ese da, y as evitar un nuevo encuentro.

Pero lo que ms me inquietaba era saber quines eran aquellos hombres y qu estaban buscando en las abruptas y despobladas faldas de los Andes peruanos, en la regin de Ancash. Mientras trataba de encontrar la explicacin a esa incomprensible incgnita, not que mi acompaante caminaba sobre las piedras con destreza y rapidez. Pens que con l recorrera en un da, muchos ms cerros de los que anteriormente haba recorrido con Prez y eso me alegr. Me di cuenta que Quispe posea prctica y agilidad para trepar cerros, por lo cual decid conversar con l de sus experiencias. Como habamos caminado ya varias horas, le propuse un pequeo descanso con la intencin de hablarle con tranquilidad.

-Descansaremos unos minutos, qu te parece?- le pregunt mientras haca un esfuerzo para vencer la fatiga

-Pienso que es muy temprano, recin hemos empezado a subir, pero si usted quiere paramos un rato respondi Quispe, mostrndose sorprendido por mi sugerencia.

-Avanzaremos hasta esa piedra grande, all arriba, creo que es un lugar dominante para observar los alrededores, qu opinas?-.

-Est bien, seor, vamos- respondi l, emparejando su paso con el mo.

Cuando llegamos junto a la piedra, l subi primero y se qued de pie observando a su alrededor con mucha atencin, como si buscase algo perdido entre los peascos; yo sub tambin y me sent,

-Qu ests observando con tanto empeo? Acaso tratas de descubrir algo?- le dije con expresin de burla. Quispe sonri y call por unos instantes. Pareca que estaba tomando nimo para confirmar algo muy importante y luego me habl:

-La verdad es, seor, que me da miedo y vergenza decir lo que estoy buscando, En estas regiones a veces suceden cosas raras y cuando uno las cuenta, le dicen que est loco, que lo ha soado al quedarse dormido por el cansancio, o que se est convirtiendo en brujo-.

-De qu estas hablando, Quispe?- pregunt y luego, para darle confianza, agregu: dmelo de una vez. Ten la seguridad de que no te considerar loco. Si no confiara en ti, no aceptara que me acompaaras en este paseo- le dije persuasivamente.

-Verdad que no se burlar de m si le cuento un secreto?

-Oh no, amigo mo, yo jams me burlo de nadie. En mi concepto, todas las personas tienen derecho a pensar, opinar, preguntar y sugerir acerca de cualquier cosa que compone la vida que nos rodea, y de la cual nosotros tambin somos una partcula-.

-Habla Ud. en serio, seor?

-As es, amigo; para m, las opiniones, sucesos y problemas relacionados con la vida, son motivo de respeto y no de burla-.

-Gracias; seor- respondi con un tono de voz que expresaba alivio; se sent a mi lado y mirndome dijo: Por estos lugares estn viviendo constantemente, unas personas raras y extraas que dicen venir de un mundo lejano-.

-Ya lo s, Quispe, dicen que son habitantes de un planeta llamado Apu; viajan por el espacio en unas naves que tienen forma de platillos, aviones, troncos, peras, cigarros y otros modelos diferentes-.

-Seor, cmo sabe, Ud. todo eso? Quin se lo ha contado?

-Nadie me lo ha contado, Quispe, yo los he visto-.

-Verdad, seor!?- exclam l ponindose de pie y sonriendo de alegra.

-As es, amigo. Si quieres ser sincero conmigo, sintate y cuntame todo lo que sabes sobre esos visitantes- le dije mientras en mi mente surga otra confirmacin ms de que los forasteros utilizaban argucias, hacindose pasar por extraterrestres para engaar a los campesinos, aprovechar su ignorancia y utilizarlos para sus fines.

-Gracias, seor, muchas gracias, y sepa que le contar la pura verdad- subray y empez a referir caso por caso sus encuentros, tratando de no omitir ni el ms mnimo detalle.

Mientras Quispe narraba sus experiencias, mir hacia los picos de la Cordillera Blanca, que eslabonados unos tras otros, forman un majestuoso collar blanco que la naturaleza cre para adornar el Continente Americano.De pronto vi que un cndor cruzaba el espacio acosado por un cerncalo, dirigindose veloz hacia las escarpadas montaas de la orilla izquierda del ro Kitaraqsa. Por primera vez en mi vida observaba que una gigantesca ave, cuya envergadura sobrepasaba los dos metros, hua despavorida de un pajarillo del tamao de una paloma. "Un gigante huyendo de una avecilla pens. Me pareci ridculo y solt una fuerte carcajada.-Se est burlando de m, seor? - me dijo Quispe sorprendido, interrumpiendo su narracin.

-No, amigo, por favor, no me estoy burlando, vi al cndor huyendo de un cerncalo y me pareci ridculo, por eso me re-.

-Tiene Ud. razn, seor, el cerncalo es muy pequeo y por eso el cndor no lo puede atrapar. A veces los grandes" se crean problemas por abusar demasiado de "los pequeos". Pero cuando stos se rebelan, aqullos se alteran y hasta cometen errores graves- recalc sonriente mi compaero. Comprend la expresin de Quispe, que a pesar de su ingenuidad acababa de tocar el problema ms negativo de la sociedad humana; "Vendr el da en que los hombres reemplacen la palabra 'discriminacin' por la de 'fraternidad'?, pens, y confiado en la pronta realizacin de ese anhelo de la humanidad, me puse de pie.

-A caminar, amigo! - dije a Quispe.

-As se habla, seor!, nos falta todava mucho. .. Qu hora marca su reloj?

-Son las diez y cinco minutos- respond.

-A las doce estaremos en la cima, si caminamos parejo, pero si nos ponemos a descansar cada doscientos metros, no llegaremos a la cumbre ni en todo el da- afirm Quispe refirindose al tiempo que habamos perdido en descansar.

-Me portar bien desde ahora, y no descansaremos hasta que t lo ordenes, te nombro jefe de la expedicin le dije.

El sonri y aceler el paso. Habamos subido a la cumbre de un escarpado cerro ubicado frente al nevado de Champara. Nos encontrbamos, pues, a ms de cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar, y el viento fro nos agotaba. Nos detuvimos unos instantes para recoger el rumbo a tomar y acordamos avanzar hasta la pequea loma ubicada frente a nosotros, y all encender una fogata para calentarnos las manos. Casi al llegar a ese lugar nos encontramos con un par de cabras.

-Se han separado de su rebao- me dijo Quispe mientras observaba a una de ellas que tena un solo cacho y cojeaba de una pata delantera.

-As lo creo; ojala que encontremos al dueo para que nos recomiende algn lugar interesante que podamos visitar-.

-Seguro lo encontraremos, seor, por ac viven bastantes pastores. -Desde aquella loma principia una Ilanura extensa y pedregosa, pero con abundante pasto para los animales. Cuando estemos arriba lo va a comprobar- asegur Quispe.

Avanzamos animosamente. Minutos despus nos encontrbamos ya en la cumbre de la loma. Frente a nosotros apareci, efectivamente, una llanura parcialmente atravesada por profundas zanjas formadas por algn remoto huayco, lo que contrastaba con los bosques y arbustos que crecan en algunas reas. Nos apuramos en subir sobre un peasco elevado para darnos cuenta de los pormenores del lugar. De pronto, a poca distancia de nosotros vimos un claro de regular extensin donde pastaban vacas, ovejas, cabras y algunos caballos, que casi cubran el rea total. Al final de la planicie destacaba una cabaa construida con palos sin labrar. Por su techo de paja a dos aguas, sala un humo blanco que se esparca por el espacio empujado por el viento. Frente a la choza arda una fogata. Alrededor se vean varias personas sentadas en el suelo.

-Dijiste la verdad, Quispe, all estn los pastores esperando para invitarnos al desayuno- dije bromeando.-Siempre los hay por ac, les avisaremos de sus cabras perdidas- sugiri.

-No se molestarn por nuestra visita?

-No creo, algunos de los que viven all arriba se molestan cuando un forastero se acerca a sus cabaas, pero stos son buena gente, no se amargarn, estoy seguro de ello-.

-Entonces, vamos donde ellos- le dije, y partimos. Al poco rato llegamos a la cabaa. Dos perros salieron a nuestro encuentro. Uno de los pastores se levant, calm a los perros y se aproxim a nosotros. Le salud; l me extendi la mano sin hablar.

-Este no entiende castellano, habla quechua no ms- me comunic Quispe apuradamente.-Dile que estamos buscando pumas y que por eso hemos venido a preguntar para que nos oriente; he odo decir que por esta regin estn matando al ganado-.El campesino comprendi algunas de mis palabras y se puso alegre. Habl con Quispe, en quechua, y estrech m mano con entusiasmo. El sbito cambio de nimo del campesino me hizo comprender que los pumas le causaban daos y que nuestro propsito le agradaba. Esa fue una manera muy positiva de lograr la comunicacin. El campesino nos hizo acercar a la fogata y nos invit a que nos sentramos con ellos. Haba tres mujeres, varios hombres y dos nios que se escondan tras sus madres, pues tenan miedo de nosotros. Eso me incomod y pens cmo encontrar la solucin a este inconveniente. Me acord que tena caramelos en el bolsillo, de modo que sequ dos e invit a los pequeos. El hombre que nos recibi hablo a los nios pero ellos no le hicieron caso. Una de las mujeres tom los caramelos se los entreg a los chiquillos. Me agradeci. Enseguida arrug la frente, se puso triste y una lgrima rod sobre su rostro curtido por el fro de los Andes. Eso me preocup y supliqu a Quispe que le preguntara cul era el motivo de su desasosiego. Uno de los hombres comprendi mi preocupacin, se acerc a mi lado y en voz baja me dijo:-Seor, gracias por la pena que siente; ella est llorando porque tiene un hijo enfermo. Hace ya nueve das el nio fue a ese cerro, subi sobre una piedra, resbal y al caer se quebr el brazo derecho y varias costillas-.El hombre hablaba un espaol mal pronunciado, pero yo le entend y le ped que me llevara donde el pequeo para verlo. El acept y sin hablar con la mujer, me invito a pasar a la cabaa. Entramos el campesino, Quispe y yo. La escena, desagradable, me horroriz. En el suelo, sobre un colchn de heno, cubierto con una frazada de lana tejida a mano, yaca el nio. Tendra, tal vez, diez aos de edad. Su rostro, hinchado, haba adquirido un color azulado Por la infeccin: sus ojos cerrados a medias: la boca entreabierta, con la lengua y los labios tumefactos, mostraba una apariencia horrible. Me arrodill a su lado y toqu la parte de su mueca que sirve para examinar el pulso. Me alarm an ms. No s si fue por mi desesperacin, poca experiencia o algn otro fenmeno para m desconocido, pero yo no sent el latido intermitente de las arterias. Deduje por esto que el pequeo se encontraba en estado agnico.

A pesar que el hospital de Huallanca se encontraba a varios kilmetros del lugar, decid hacer el intento de trasladar al nio lo ms pronto posible, para que los mdicos lo auxiliaran. Comuniqu a Quispe mi decisin y le ped que explicara a la madre del nio nuestro propsito. Mientras planeaba cmo lograr el traslado del enfermo hasta el hospital, el campesino ya haba avisado a la madre del pequeo acerca de mi determinacin. Esta se enfureci, entr en la cabaa desesperadamente y grit a Quispe amenazndole con los puos; a m me agarr del brazo y me ech afuera con una fuerza inexplicable. Ca al suelo. Me par de sbito y pens que con mi intento haba ofendido alguna costumbre de aquella gente. Sent miedo. "Tal vez me atacarn", recapacit, y llam a Quispe para que nos furamos del lugar. En eso, la madre del nio sali de la cabaa. Lleg a mi lado y empez a gritar y a gesticular, poniendo sus manos en mi cara. Las nicas palabras que pude retener sin saber su significado, fueron- ",manan, taita! . . imanan! . . . taita Dios. . !Quispe se acerc y me dijo:

-No tema, seor, la madre del nio dice que los dioses del cielo vendrn para curar a su hijo y que no lo toque ms-.

Eso calm un poco mis nervios y cre que se trataba de algn brujo que vendra a curar al pequeo, utilizando rituales con fuego, humo y otros objetos. ..

-Nos quedaremos para conocer a los dioses?- pregunt a Quispe que estaba esperando mi decisin.

-Si, seor, por favor, qudese, va usted a ver algo muy interesante, le aseguro que le va gustar- sugiri con entusiasmo.

-Est bien, Quispe, nos quedaremos para presenciar la llegada de esos "dioses" - dije con expresin de burla.

Un perro se me acerc con las orejas cadas, moviendo la cola en seal de amistad. Lo acarici; el lami mi mano. Nos hicimos amigos. Siguiendo al perro, un nio lleg y se sent a mi lado. Me hablaba con emocin, en quechua; yo no le entenda, pero me pareca que me explicaba algo sobre su perro. Me interesaba iniciar conversacin con el pequeo. A pesar que no nos conocamos, la pureza de la niez le originaba un sincero deseo de amistad. "Es la nica poca de la vida de los humanos en que actuamos con nuestros sentimientos incorruptos", pens en aquel instante. Acarici al nio y al perro y llam a Quispe para que me ayudara como intrprete. Al poco rato se nos acerc el otro nio y nos pusimos a conversar sobre la lluvia, el viento, los bosques, el cielo y la Luna. Mientras tanto, haban transcurrido decenas de minutos sin que nos diramos cuenta. El cielo despej un poco y los negros nubarrones se convirtieron en nubes aborregadas. No obstante que yo no comprenda el idioma de los pequeos ni ellos el mo, la conversacin se desarrollaba en la ms perfecta armona. Ellos me hablaban de campos, aves, animales y flores, y yo les explicaba para que sirve la carabina, cmo se maneja y de qu est construida. Uno de ellos me mir seriamente y dijo:

-Amigo, por qu hay que matar a los animales?, es la orden del patrn?

Mientras me concentraba para hallar la respuesta adecuada que pudiera explicar al nio la razn de quitar la vida a un ser para comer su carne, los perros ladraron y corrieron hacia el extremo de la pampilla por donde pastaba el ganado.

Quispe me agarr del hombro bruscamente.

-Mire para all, seor!- grit con desesperacin. Volte la cabeza hacia la direccin sealada y vi que un aparato parecido a una avioneta descenda verticalmente desde las nubes. Se pos entre las cabras y ovejas sin hacer ningn ruido. Era de color diferente al de los platillos que haba visto anteriormente. Pens que se trataba de alguna maniobra militar y esperaba que desembarcaran los soldados para conversar con ellos. Al poco rato, del interior de la nave sali uno de los extraos. Vesta la malla, para m ya familiar, pero su talla difera de los que haba visto antes. Este tena hombros como los nuestros, cadera pronunciada y era de menor estatura. Se dirigi hacia nosotros sin pisar la hierba, desplazndose en el aire a unos centmetros del suelo.

-Por qu anda de esa manera?- pregunt a Quispe, confundido.

-Dicen que para no torturar a las clulas del csped, pisndolas- respondi ste con tono serio. Yo sonre.

Los perros corrieron hacia el extrao; l los acarici. Los canes se pusieron contentos, pareca que estaban familiarizados con l.

Mientras el extrao se acercaba hacia nosotros, me di cuenta que Quispe y todos los campesinos estaban arrodillados con las palmas juntas frente a la cara e inclinados hasta el suelo. Parecan estar en una ceremonia religiosa. Eso me sorprendi, pero tambin aclar la incgnita sobre la llegada de los "dioses" que la madre del nio me haba anunciado una hora antes. Mientras tanto, el extrao ya estaba entre nosotros. Enseguida not que era de raza blanca y esto confirm mis sospechas de que eran espas. Al observar con atencin, me di cuenta que el visitante era mujer porque sus senos as la identificaban. Ella hizo una seal a los campesinos para que se levantaran, y stos obedecieron sin demora. La visitante se dirigi hacia la cabaa sin hablar con nadie, entr y luego sali cargando al nio en brazos; lo llev a la nave sin demora. Todos los presentes permanecamos en silencio, pero en los rostros de los pastores se notaba una expresin alegre.

-Qu es lo que est pasando?- pregunt a Quispe en voz baja, interrumpiendo el silencio. No me contest. Eso aument an ms mi intranquilidad y pens que mi acompaante se unira a los campesinos para hacerme algn dao. Disimuladamente cargu mi carabina, puse el seguro y permanec alerta. Los minutos transcurran y el silencio dominaba el lugar. Slo los perros se movan a m alrededor y una oveja bal de repente; esas fueron todas las manifestaciones que quebraron la tensin. Por un instante pens que los extraos tenan en sus naves, salas de ciruga y otros recursos necesarios para auxiliar a los enfermos y accidentados, y que aprovechaban eso para atraer a los inocentes campesinos, presentndoseles como dioses. Mientras yo esperaba que la desconocida devolviera al nio vendado e inconsciente, frente a mis ojos apareci una escena inconcebible, ilgica e inslita. De pronto vi que el nio bajaba solo por la escalerita de la nave y al llegar al suelo corri hacia nosotros, agachndose de vez en cuando para coger las piedras, mostrando as su perfecto estado de salud. Por haberlo visto cuando estaba hinchado, no lo reconoca y pens que ste era otro nio, miembro de la tripulacin. Entonces esper la reaccin de la madre del pequeo. An el chiquito no haba recorrido la mitad de la distancia entre la nave y nosotros, cuando la madre corri hacia l gritando de emocin. Los presentes abrazaban y daban gritos de alegra.

Quispe, con los perros, tambin corri hacia la madre y el hijo, dando saltos de alegra. Cuando todo estuvo calmado, supliqu a la madre del nio que me permitiera examinarlo. Quispe actu como intrprete y la mujer acept. Me acerqu al pequeo, ahora con el rostro sonriente y de color natural, deshinchado, y empec a revisarle costilla por costilla. A pesar que estos casos inslitos alteraban mi paciencia, procur conservar la serenidad lo ms posible, para tener seguridad de lo que estaba examinando. Quin sabe cmo hicieron esa curacin, mas yo no pude descubrir en su brazo vendas ni cicatrices. El nio no mostraba ninguna anormalidad en su organismo y eso lo demostraba con su sonrisa, su agilidad y la exigencia a su madre para que le d de comer. Mientras yo estaba examinando al "paciente resucitado" y me asombraba de lo que acababa de suceder, la extraa mdica, con un compaero suyo, ya estaba entre nosotros. Sonrientes y con miradas que expresaban respeto y amabilidad, trataban de explicar a los campesinos que los buenos hechos deben ser memorizados para imitarlos. .. y por eso no precisaban de agradecimientos, pagos, elogios ni zalameras. Hablaban, a mi parecer, en idioma quechua, porque, de vez en cuando, hacan rer a los campesinos hasta hacerlos lagrimear, pero a la vez, yo tambin escuchaba la conversacin mas en mi idioma materno, como si una mquina tradujera las palabras, en un mismo momento, a varios idiomas. Quise asegurarme de eso y habl a Quispe.

-S, comprendo claramente- respondi.

-En qu idioma estn hablando? No les oigo bien interrogu a Quispe de nuevo, para asegurarme de que estaban hablando lo que verdaderamente yo perciba.

-Ellos hablan, en su propio idioma y tambin en todos al mismo tiempo- respondi l con gesto de afirmacin.-Cmo es eso, Quispe?-, explcamelo. Tienen alguna mquina que traduce simultneamente su idioma a otros?

-No conozco eso, seor, slo s que una vez nos contaron que unos iones positivos hacen que todos los seres vivientes que traten con ellos, entiendan sus palabras simultneamente.

En eso, la extraa "mdica" se me acerc.

-Mi nombre es Ivanka, amigo. Cul es el tuyo? habl en voz suave y en mi dialecto. Le dije mi nombre descortsmente. Ella sonri: El nombre de la extraa trajo a mi mente la idea que ella era ciudadana de algn pas europeo a cuyo servicio estaba, y empec a tomar inters para descubrir su origen.

-Su nombre parece ser de origen eslavo, suena bonito. ..De qu pas es usted?- le pregunt en tono corts.

-No pertenezco a ningn pas. Mi patria es el universo, soy ciudadana de todos los pases y hermana de todos los seres que en l existen-.

-Me gustara lo que est diciendo, no s si ciertamente piensa as, pero por los menos sus palabras encierran en s sabidura. Tampoco comprendo qu es lo que pretenden, mas lo que acaban de hacer con el nio es una obra compasiva que merece agradecimiento-.

-Amigo, te pido por favor que me trates de t, puedes? me pidi la extraa sbitamente-.

-Por qu?

-Nosotros acostumbramos tratarnos de esa manera; si no te es posible hacerlo, prosigue segn te agrade-.

-De acuerdo- respond afirmativamente, y luego continu- Dime, lvanka, cmo han curado al nio con tanta perfeccin y en tan poco tiempo, o tal vez lo hipnotizaron a l y a todos nosotros?

-Amigo, an no he respondido a tus dudas sobre mi identificacin; lo har ahora. Te dije que soy ciudadana de todos los pases del universo y hermana de todos los seres que en l existen. Soy ciudadana de Apu. El deber innato de todo apuniano es proteger la vida celular y ayudar a los seres en cualquier lugar donde nos encontrarnos. Nosotros no conocemos preferencias, privilegios, cobros, favoritismos ni el ventajismo. Nuestro cario, amor y sabidura, son para todos los seres por igual, por que somos parte de todo lo existente en el universo-.

Me sent atolondrado por tanta filosofa que la extraa acababa de verter sobre m en pocos momentos. Call algunos instantes y al reaccionar le dije:

-Pero an no me respondiste cmo han curado al nio -.

-Perdname- contest lvanka. Nosotros tenemos varias formas de curar; una de las ms positivas es la desintegracin e integracin.

-La desintegracin e integracin!?- Qu forma de curar es esa?

-Desintegramos las clulas del cuerpo del paciente hasta sus ms pequeas partculas, y luego integramos un cuerpo perfectamente sano, con clulas nuevas- me respondi.

-O sea que tambin pueden crear clulas?

-S, amigo. Hace billones de aos, desde que los apunianos descompusieron el tomo a su mnima partcula. Con ese trabajo obtuvieron los ms altos poderes, tales como la inmortalidad, el dominio sobre los iones positivos y muchos otros ms-.

-Cmo se llama esa partcula mnima del tomo? Pregunt en tono jocoso.

-Se llama Minius (*), segn la traduccin del idioma apuniano- respondi Ivanka enfticamente.

Escuchar una explicacin tan inslita en aquel entonces, alterara la serenidad de cualquiera. Pero como yo ya conoca las cantaletas de los extraterrestres, slo pens que estaban intentando convencerme, valindose del hipnotismo, para que creyera en sus "superpoderes de otro mundo".

-Escucha, Ivanka- le dije, podras hacer una demostracin que me permita captar, al instante, qu es la desintegracin e integracin?

-S, amigo, lo har con mucho agrado. Mira aquellas ovejas y cabras que estn pastando all en la pampa-.

-Espera un momento- le suger, pues mi intencin era llamar a Quispe para que presenciara el espectculo y ver si a los dos nos hipnotizaba con la misma fuerza. En eso Quispe lleg donde nosotros sin que yo lo llamara. Le expliqu de lo que se trataba. El sonri y al darse cuenta de mi duda sugiri:

-Tranquilcese, seor, y preste, por favor, un poco de seria atencin; ellos pueden hacer muchas cosas para nosotros increbles; se va a sorprender- me asegur. ..

Un perro ladr persiguiendo a los cucules que junto con las gallinas rebuscaban comida en un basural. Las aves volaron al ras del suelo hacia el rebao, y todos miramos al inquieto perro que intentaba alcanzarlas en pleno vuelo. De pronto las ovejas y cabras desaparecieron y en su lugar aparecieron arbustos con flores diversas: all estaba toda la variedad que existe en nuestro planeta. La mayor parte era desconocida para nosotros. Los campesinos se arrodillaron y se inclinaron como si estuvieran en misa. Quispe se acerc a m, me code y en voz baja sugiri.

-Arrodllese, seor, no se quede parado- No le hice caso. El se arrodill.

En la pampa, en aquel instante, el perro era el nico animal pedestre que se mova porque persegua a las cucules. Un ttrico silencio dominaba el lugar y mientras tanto, yo intentaba descubrir el cmo y el por qu de aquel inslito suceso.

-Qu es lo que ests viendo en la pampa, amigo? me pregunt Ivanka con tono amable.

-Veo lo que t quieres que vea: un perro persiguiendo a varias aves y cantidades de flores que t acabas de "sembrar" para nosotros, hipnotizndonos. Quispe levant la cabeza y me mir de soslayo, con enojo. En ese instante vi al compaero de Ivanka, ahora jugando con el perro que haba dejado de perseguir a las cucules. El extrao se mostraba indiferente a las escenas que estaban sucediendo en el campo, como si aquellas flores hubieran sido sembradas muchos aos antes-.

-Quieres que volvamos a convertir las flores en cabras y ovejas?- me pregunt Ivanka, esta vez con ms naturalidad.-Convirtelas en palomas- respond burlonamente como para desquitarme de sus, para m, fechoras hipnotizantes a las que nos sometan.

Ella se puso de pie, me mir y sonri con amabilidad. Extendi sus manos horizontalmente, con los dedos hacia las flores, y de pronto la pampa se llen de palomas grandes y pequeas. Los perros ladraron y corrieron tras de ellas persiguindolas. Estas volaban a unos metros del suelo, se alejaban y se posaban otra vez, picoteando la yerba. Me sorprend. Pens que los extraos podran hipnotizar y sugestionar a las personas para que vieran con diferentes apariencias a las cosas y a los seres, sin que stos cambiaran sus formas verdaderas; pero hipnotizar y sugestionar a los perros para que ellos vean, en lugar de ovejas, palomas, y que las correteen por el campo, me asombr. Sent miedo. Ivanka comprendi mi alteracin, extendi sus manos de nuevo y las cabras y ovejas aparecieron pastando como unos minutos antes. Los perros regresaron. Quispe se persign, se levant, vino a mi lado y en voz baja me dijo:

-Se ha asustado usted, seor?

-Aqu no hubo nada que me asustara- le respond, tratando de recuperar la serenidad.

Los campesinos se levantaban persignndose y empezaban a comentar el acontecimiento. Mientras yo estaba recuperando la tranquilidad, un nio me habl algo en quechua. No le comprend.

-Quiere que vuelvan las palomas otra vez- me tradujo Quispe. Sonre. Eso alivi en algo mi nerviosismo. Al pequeo le haba impresionado la enorme bandada y segua pidiendo que regresaran.

-Diga al nio que pida eso a la seorita Ivanka, ella es la nica que puede hacer que vuelvan las palomas- suger a Quispe. En eso, una cucul vol desde el bosque; no s si por orden de la mdica o casualmente, lleg hasta nosotros y se pos sobre el hombro izquierdo del pequeo. Este la acarici y grit lleno de alegra, llamando a su mam para mostrarle el ave cariosa que permaneca sobre su hombro.

Ivanka se acerc a Quispe, le tom del brazo y sonriente le dijo:

-Amigo, puedes explicarnos por qu te arrodillaste?

-S, seorita, acaba usted de hacer un milagro- respondi l respetuosamente.

-Ests equivocado, amigo, lo que acabo de hacer fue un trabajo que cualquiera de ustedes lo podra haber hecho, si se hubiera preparado para eso. Por favor, amigo, explica a los dems que nosotros nunca hacemos milagros. Todo lo conseguimos por nuestro trabajo, utilizando el tomo y sus componentes-.

Quispe inclin la cabeza y fue a hablar con los campesinos; mientras tanto, el compaero de Ivanka se nos acerc.

-Este es mi compaero de viaje, su nombre es Pedro. Desde hace muchos aos viajamos juntos por el espacio- dijo Ivanka.

Le extend la mano; l hizo lo mismo pronunciando las palabras "no lo olvidar". No comprend el significado de las palabras y pens que no haba escuchado bien su pronunciacin.

-Significa agradecimiento en el habla apuniana- me explic Ivanka comprendiendo mi confusin. El extrao sonri. En mi mente se sum una incgnita ms. Permanec en silencio. Ivanka, Pedro, ovejas y cabras convertidas en flores, stas convertidas en palomas y stas en ovejas y cabras; apunianos, platillos voladores, avioncitos y tantas otras manifestaciones inslitas y extravagantes, recargaban mi mente de tanta confusin que no saba si mejor sera huir para no soportar aquella impresin, o permanecer esperando el final del espectculo.

-Si deseas, vamos a la nave, vers ms cosas desconocidas, o tienes miedo?- me dijo Ivanka sonriente.

-No tengo miedo- respond despus de haber concentrado todo mi coraje para decirlo. Mir a Quispe y l aprob con un movimiento de cabeza. Su actitud atenu mi alteracin y acept la invitacin de Ivanka.

-Vamos- dije a Ivanka y partimos-.

Aquella vez no se elevaban sobre el pasto, caminaban como nosotros y eso me llam la atencin; observ con cuidado y me di cuenta que los extraos daban pasos, igual que Quispe y yo, pero las yerbas no se doblaban bajo sus pies.

Cuando llegamos a la nave, vi que esta se mantena en el aire, a unos sesenta centmetros de altura sobre la superficie. Comprend que aquella extraa forma de posarla se haca con el propsito de no daar las clulas del pasto y no hice preguntas. Tambin descubr que aquel aparato, por la forma de sus alas, era una avioneta aunque de modelo raro, pues su cuerpo era corto pero grueso, como de un avin de pasajeros.

-Es de alas plegables y supera la velocidad de millones de kilmetros por minutos- me dijo Ivanka refirindose a fa nave.

No senta ganas para la conversacin y me hice el que no comprenda de qu me hablaba.

Las puertas, que estaban ubicadas entre las alas y la cola, se abrieron retrayndose en las paredes cuando nos hallbamos a un metro de distancia. Desde adentro asom un forastero semejante a los que ya conoca, pero a ste no lo haba visto antes, pens que la nave se tambaleara por nuestro peso al subir y me puse a observar lo que ocurra cuando suba Pedro. El pis la nica escalinata que sali del interior al abrirse la puerta, y su pisada no provoc el menor movimiento en la "avioneta". Subimos Quispe, Ivanka con un perro y yo. Adentro, una habitacin ovalada, sin ngulos rectos, bastante extensa y amoblada con varios sillones. En las paredes se vean varias pantallas empotradas, semejantes a las de los televisores, pero de un color agradable.

-Este es nuestro amigo Alif- me dijo Ivanka presentndome al forastero que encontramos en la nave. Le extend la mano y le dije mi nombre. El me invit a sentarme sealndome uno de los sillones ms cercanos. En aquel instante sent una agradable e inexplicable sensacin. Me asust; Alif me mir.

-Estas desgravitado, amigo, tu peso ahora es de ochenta gramos- me dijo sonriente.

Mir a Quispe por curiosidad, pero l pareca sentirse tan normal como si se encontrara sentado en una taberna. Me di cuenta que l haba subido a esas naves anteriormente y que ya se haba acostumbrado al estado de ingravidez. Ivanka sonri y se sent en un silln, a mi lado.

-Todo esto te parece muy extrao, verdad?- me pregunt de repente.

-Sinceramente, s- contest.

-Es lgico. No es de esperar otra cosa. Yo tambin me sent muy extraa cuando sub por primera vez a una nave apuniana.

-Cmo es eso, Ivanka? Acaso t no eres de ese planeta, Apu?- pregunt con inquietud pensando que aquellos forasteros se haban propuesto divertirse conmigo, burlndose de mi ignorancia.

-Hermano mo, clmate por favor. Tienes derecho a opinar sobre nosotros segn la inspiracin celular de tu mente. Pero te aseguro que no hacemos dao a ningn ser- me dijo Ivanka suplicante, Decid, entonces, hacer un esfuerzo para soportar hasta lo mximo.

-Hace cuarenta y siete aos que soy ciudadana de Apu. All la gente es positiva, no existe dao, egosmo, ambiciones ni odios, creme, y si tomas las cosas con calma, t solo te convencers que es as-.

-O sea. ..T no has nacido en Apu?- pregunt rindome descortsmente al pensar que la extraa intentaba dominarme con engaos y que posiblemente, hasta pretendera hacerme creer que era mi paisana.

-No, amigo, soy terrcola- contest con finura. -Dnde has nacido, entonces?

-En la ciudad de Dubrovnik, en la orilla yugoslava del Mar Adritico- respondi ella mirndome sonriente (*). Me d cuenta de que haba adivinado el propsito de la extraa y solt una carcajada. Ella sonri tambin. De pronto empec a sentir alivio, no s si fue por la mirada femenina o por alguna otra razn desconocida.

-Eso significa que somos paisanos-, no es as?-Efectivamente, es cierto. Pas mi infausta niez a orillas del Adritico- respondi mientras observaba a Pedro y Alif que estaban examinando en la pantalla los nevados de Champara por donde pretendan volar individualmente durante los prximos minutos.

-Dijiste que has pasado una niez difcil-. Por qu?

Ella acarici al perro que se encontraba sentado a su lado. En la pantalla vimos una brizma presionada por una piedrita. Ivanka la desintegr y la yerba se enderez. Luego me dirigi una mirada como para observar mi opinin sobre su trabajo, y dijo:

-Qu alegre se siente uno cuando hace el bien a los dems y les alivia su sufrimiento!

-Es generoso prestar ayuda a los que la necesitan respond. Ivanka call por un momento: luego habl:

-Durante mi infancia soport todas las miserias que el egosmo y el dinero originan, y que estn manchando y torturando la vida en la tierra. Por eso s de sobra lo suprema que es la labor en favor de los dems, eso lo aprend en Apu y aqu en la Tierra lo sufr personalmente. He dedicado bastante tiempo para determinar cuales son los fenmenos que hacen tan desagradable y difcil la vida terrestre. Descubr que los hay de dos tipos: unos creados por el horrible y otros por la naturaleza; pero el ms negativo de todos es el dinero, porque casi siempre es el origen del sufrimiento. Es el creador de la guerra, del egosmo y de la explotacin! Esto retarda todos los adelantos, descubrimientos e investigaciones que el hombre pudiera desarrollar para corregir los fenmenos naturales que son sumamente dainos para la vida celular. El hombre tambin conoce los daos que origina el dinero, pero est dominado por el egosmo y se niega a hacer un sincero intento de extirpar o simplificar el sistema monetario de la vida terrestre. Al contrario, pretende justificar los sacrificios, los sufrimientos, las destrucciones y todo lo negativo que origina el dinero, atribuyndolas al destino, a la mala suerte o al castigo prescrito por la omnipotencia, por un hecho cometido quin sabe por quin durante la formacin del mundo. La vida terrestre pudiera ser tan bella como la de Apu o cualquier otra galaxia del universo, si los terrcolas se organizaran de manera positiva, fraternal, sin dinero, guerras ni explotacin, formando una sola familia: la terrestre. Los habitantes de la Tierra sufrirn sacrificios, miserias y torturas por causa de fenmenos naturales, hasta que eliminen sus creaciones negativas y se den cuenta, por completo, que el destino de la humanidad lo tiene en sus manos el hombre mismo, y que slo l debe y puede solucionar sus propios problemas, a base de la unin, la paz, el estudio, el trabajo colectivo y una firme confianza en s mismo y en su esfuerzo. Slo entonces tendr tiempo y fuerza para corregir los fenmenos creados por la naturaleza, tales como las enfermedades, la muerte, la negatividad del Sol y otros. Hasta ahora conozco un milln diecinueve mil catorce civilizaciones en el universo, mas no he visto ninguna que haya podido subsistir sin su propio esfuerzo planeado positivamente. La evolucin y adelantos de cada una de ellas, es exactamente proporcional a la unin, el trabajo y el estudio que practican.

-Y qu te parecen los adelantos terrestres, logrados hasta ahora?- pregunt irnicamente.-Con el principio de este siglo ha empezado un desarrollo considerable de la vida terrestre, pero no se lograr por completo hasta que no se unan fraternalmente, lo que les permitir organizar su trabajo, su estudio y un modo de vida sin discriminacin. Mientras los terrestres sigan interrumpiendo las labores durante las dos terceras partes de cada da, encontrndose sin ocupacin casi la mitad de las personas aptas para trabajar y la mayor parte de lo trabajado lo estn asignando para la guerra, la sociedad humana organizar en la miseria- afirm Ivanka mostrando en su rostro la preocupacin. Luego prosigui y narr episodios de su lucha para sobrevivir en la Tierra, desde que fue abandonada por sus padres antes de cumplir diez aos de vida.

Quispe hizo un movimiento con su mano derecha sobre el silln. En la pared de enfrente funcion una pantalla y en ella empezaron a desfilar todas las escenas segn las contaba Ivanka. Pens otra vez en hipnotismo o alguna otra forma de sugestionar a las personas para que vieran en la pantalla lo que pensaban.

Pedro se acerc y me dijo sonriente:

-Amigo, no es lo que ests pensando. Estas pantallas funcionan por orden del pensamiento, es cierto, pero las escenas son reales, tal como sucedieron. Los iones positivos no mienten. Una vez que la pantalla ha recibido la orden de mostrar un tema cualquiera, trabaja independientemente de todo pensamiento. Tu sorpresa y alteracin son manifestaciones de tus clulas an no positivadas. Para que se familiaricen se necesita algn tiempo-.

-Sabes?- me dijo Ivanka-, ordena a la pantalla que reproduzca tu vida, vers si hay algo de cierto en eso-.

Obedeca la extraa y pens en mi nacimiento. Las escenas empezaron a desfilar, pero en una dimensin extraa, como si el campo, las personas, los bosques y los animales, se hubieran reducido de tamao conservando su forma y mostrando las acciones y temas hasta en el ms mnimo detalle. Me pareca que poda tocar todo lo que vea. Vi mi nacimiento, mi niez y luego mi juventud, en detalle y con escenas ntimas que nadie hubiera podido filmar para mostrrmelas. Tambin desentra muchas incgnitas y por qu sobre lo que haba sucedido durante la Segunda Guerra Mundial y lo que yo ignoraba. Vi los destinos de mis amigos desaparecidos, los lugares y las escenas de cmo murieron mis compaeros, muertes detalladas de los soldados y tantos otros sucesos que antes desconoca cmo pudieron haber ocurrido. Empec a meditar sobre lo que vea y por razonamiento lgico de los casos, llegu a la conclusin de que cada uno pudiera haber sucedido segn lo vea en la pantalla.

La solucin econmica y del desarrollo de la sociedad humana organizando el trabajo ininterrumpido, por turnos, y que Ivanka acaba de explicarme, aseguraba -a mi modo de pensar- la solucin, en gran parte, de los problemas actuales de nuestra sociedad, tales como la desocupacin, la escasez de lo necesario y la carencia de tiempo para el estudio. No saba de dnde provenan las ideas de la forastera, sospechaba de su origen y de sus intenciones, mas sus conceptos de cmo acelerar el desarrollo de la sociedad y combatir sus problemas principales, me parecieron tan sencillos, tiles y fciles de realizar, que me sorprendieron. Las consider adaptables a la sociedad actual. Pens que se requeran pocos estudios para su realizacin.

Pedro y Alif salieron de la nave. Ivanka hizo funcionar una pantalla ms cercana a nosotros. En ella aparecieron los dos, parados a poca distancia de la puerta. De pronto se elevaron como lo hizo el apuniano cuando me mostr sus adelantos para volar individualmente, durante el encuentro anterior. Volaban a la velocidad normal de una avioneta, y a unos cien metros de la superficie, zigzagueando entre los peascos, la nieve amontonada, subiendo y bajando como las aves. Pero lo que ms impresionaba era la forma, la claridad o la dimensin en la cual se perciban sus vuelos. Por donde pasaban, todo se vea como si uno estuviera all, presente entre las cosas para tocarlas a cada una. La claridad de los colores asombraba. Daba la impresin de que todas las cosas y lugares haban sido retocados con un esmalte que agradaba y que los estbamos observando por medio de algn aparato ptico sumamente poderoso.

-Este aparato grada los colores segn el agrado de las clulas que componen el rgano ptico del observador -me dijo Ivanka interrumpiendo la observacin en la pantalla, de los sitios por donde pasaban volando sus compaeros.

En eso mir hacia Quispe y vi que estaba viendo en una de las pantallas, a Elena de Troya con toda su comitiva con tranquilidad tan profunda como si estuviera mirando un programa de televisin en su propia casa. Me sorprendi la personalidad de la princesa griega que con su belleza haba provocado una guerra sangrienta entre troyanos y griegos, haca miles de aos. Vi, pues, la gente de aquellas pocas de las cuales la historia slo hace una mencin oscura, alejada de la realidad. Su fsico, su vestidura, su trato, su forma de vivir y su cultura, fueron olvidados. Nadie se ocup de ellos en aquellas pocas, para dejar constancia real de cmo eran. Me enter en aquel momento, que el hombre actual desconoca por completo los detalles y la verdad de aquella civilizacin, eso me origin curiosidad para seguir observando. A pesar que no estaba seguro de si lo que vea era una sugestin hipntica, un sueo provocado artificialmente, una pelcula o una realidad, aquella extraa dimensin que utilizaban me agrad. Las cosas, animales y personas que estaba mirando en la pantalla se vean tan explcitas y tan agradablemente como si me encontrara entre ellos. Cualesquiera de las cosas que perciban mis ojos: los campos, personas o animales, si no me eran conocidos en detalle, tras su figura vena una minuciosa explicacin de sus orgenes, usos, duracin y aspectos positivos o negativos. Acept, pues, seguir viendo aquellos reyes y prncipes de los cuales tanto haba escuchado durante mi infancia.

-El hombre ignora muchas cosas todava- interrumpi Ivanka. Pero l no tiene la culpa de todo. Hubo tantas destrucciones y guerras, que se ha borrado hasta la ltima huella de muchos hechos, de tal manera que ignoramos incluso nuestro origen. Mira en esta pantalla, me dijo sealndome una que funcionaba a su lado derecho. Volte la cabeza y vi a Pedro y Alif en una quebrada de los nevados de Champara, posados sobre una pared hecha de bloques gigantescos de piedras de ms de diez metros de alto y de un ancho similar cada uno. Montaas de hielo se levantaban sobre ellos, como si se hubieran propuesto ocultar para siempre aquella obra de los primeros trabajadores que la Tierra tuvo en su superficie.

-Qu es eso?- pregunt sorprendido a Ivanka.

-Estos son restos de una ciudad apuniana, construida antes que Apu explosionara, hace billones de aos-.

-De qu explosin me hablas?- pregunt confundido por no comprender de qu se trataba.-Me refer a la explosin de Apu, cuando nacieron el Sol y muchas galaxias- me dijo y prosigui explicndome sobre lo ocurrido.

-Son grandes esas ruinas?- pregunt por curiosidad.

-S, son restos de una ciudad que fue la ms grande de Apu en esa poca, pero la explosin la destruy y su mayor parte se dispers por el espacio; el resto fue sepultado. Lo nico que qued de ella en la superficie, es aquella pared que vimos en la pantalla. Mira all. Obsrvala cmo era cuando viva gente en ella.Mir en la pantalla y vi una ciudad de calles anchas, casas no mas altas de dos picos, construidas con bloques de piedras tan gigantescos, que en muchos casos uno solo compona la pared ntegra de la casa.

-Cual era el nombre de la ciudad?- pregunt a Ivanka.

-Simi, en apuniano- respondi ella con un acento raro.

-Cmo han podido cargar tan enormes piedras? Tuvieron mquinas especiales para ese trabajo?- pregunt asombrado.

-No, amigo. Los apunianos han desarrollado sus facultades al mximo; uno de los resultados es el dominio de la desgravitacin. A esas piedras les quitaban su peso especfico y luego las trasladaban sin dificultad a los lugares deseados. Tambin se pueden transportar por medio de la desintegracin e integracin, mas ese sistema se usa slo en casos especiales. El desgravitar es ms conveniente. Observa- sugiri. Y mientras yo estaba viendo en la pantalla cmo montaas de piedra desgravitadas volaban por el aire de un lugar a otro como empujadas por el viento, mi compaero Quispe me inform que el fin de aquel da, 10 de julio, se estaba acercando. Mir mi reloj y vi que eran las dieciocho horas con catorce minutos. Me acord que mi casa distaba ms de diez kilmetros y para caminarlos, en la oscuridad de una noche con cielo nublado, tendra que enfrentarme a muchas dificultades. Decid entonces observar la pantalla hasta ver la historia completa de aquella ciudad apuniana y luego partir de regreso. Al final llam a Quispe para avisarle la hora, y vi que ste haba puesto toda su atencin en la pantalla, mirando, esta vez, la conquista de Egipto por Alejandro Magno. Sent pena de interrumpirle la ocasin de poder ver famosos episodios de la historia del hombre, ya que tal vez nunca ms tendra esa oportunidad. Decid esperar algunos minutos y prosegu conversando con Ivanka. En eso, Pedro y Alif entraron en la habitacin, se nos acercaron y dijeron "Todo por los dems". No escuch bien lo que decan y pens que se trataba de algunas palabras claves acordadas entre ellos e Ivanka; no hice preguntas.

-Es nuestro saludo, que ya conoces- me dijo Pedro con tono suave; se sent en un silln cercano y empez a conversar con Ivanka sobre las ruinas de la ciudad de Simi y el viaje que haban realizado por los nevados de Champara. Mientras tanto, afuera oscureca.

-Vmonos!- dije a Quispe en voz baja.

-Esperemos unos minutos ms, por favor, quisiera ver cmo termin la existencia de Alejandro Magno; acept. En eso empez a llover. Con la lluvia, nuestro regreso se complicaba muchsimo. Yo tena que empezar mi turno de trabajo en las primeras horas de la madrugada y tema no llegar a tiempo.

El interior de la nave qued alumbrado por una luz diurna y uno no poda darse cuenta si se encontraba en el campo en un da de Sol, bajo la sombra de un rbol, bajo una carpa en la playa, o en la nave de los extraos. Cuando Quispe termin de ver el final de la vida de Alejandro Magno, se puso de pie para salir; yo lo segu. Afuera llova a cntaros. Era muy difcil caminar en la oscuridad, bajo la lluvia, por las abruptas faldas de los cerros de Champara, no teniendo ms camino que un sendero hecho por las pisadas de cabras y ovejas. Quispe se desesper y empez a sugerirme que nos quedramos en la nave de los forasteros hasta el da siguiente. No pude aceptar aquella sugerencia porque mi trabajo era complicado y adems no tenamos hombres en reserva. Cuando salimos de la nave, Pedro se me acerc.

-Si t aceptas, te ofrezco mi ayuda para acompaarlos hasta Huallanca-.

Eso me sorprendi. Pens que los extraos estaban intentando divertirse con nosotros. Unos campesinos se encontraban cerca de la nave gozando de la misteriosa luz que irradiaba. No poda arriesgar en nada mi responsabilidad del trabajo y acept la proposicin de Pedro. Este apret uno de los botones de su chaleco. Inmediatamente a un metro de sus lados y de su cabeza- se form un arco en forma de herradura, que alumbraba decenas de metros con luz diurna. Nos despedimos de Alif e Ivanka y... partimos.

El aguacero prosegua con toda fuerza, pero sobre ninguno de nosotros caan las gotas de lluvia. Eso me asombr sobremanera. Pregunt a Quispe si las gotas estaban cayendo sobre l, para asegurarme del misterio.

-No, seor, a mi la lluvia me est respetando- respondi irnicamente.

-Clmate, amigo- sugiri Pedro que caminaba entre Quispe y yo para alumbrar el camino con perfeccin-. Nosotros estamos protegidos por una capa de iones positivos; por favor, intenta calmar tus clulas- insinu. Obedec y proseguimos.

Durante el camino no habl con ninguno de mis acompaantes. Las rarezas que estaba experimentando producan en mi mente una sensacin inexplicable que no saba cmo calmar. Era imposible para m, convencerme que los habitantes de otros mundos -si los hubiera- viniesen a visitar la Tierra para alojarse en las desoladas montaas de los Andes peruanos, como si ese lugar fuese un centro desde donde se observara el universo. Entonces me preguntaba qu nacin de la Tierra haba desarrollado sus adelantos tcnicos de tal manera que las personas pudieran volar individualmente, tener conocimientos tan maravillosos como el uso de la mnima partcula existente, desintegrar e integrar la materia, quitar y devolver el peso especfico y la atraccin a las cosas, andar bajo la lluvia sin mojarse, generar un halo de luz diurna alrededor de su cuerpo, tener pantallas del tiempo por las cuales se puedan ver el pasado, el presente y el futuro. Estas y otras incgnitas bombardeaban mi mente originndome molestias. Por unos instantes no pensaba en nada. Luego me sugestionaba y reflexionaba en que, a pesar de todo, los forasteros eran espas de alguna nacin terrestre. Pero, qu estaban buscando entre los pastores, en los cerros de Ancash?

Pedro y Quispe conversaban continuamente. Por su conversacin comprend que se haban visto en oportunidades anteriores y que Quispe conoca el porqu y el cmo de varios sucesos que haban acontecido en la sociedad humana durante nuestra poca y tambin algunos de los que sucederan en el futuro. Con la incomprensible luz del halo de Pedro, pudimos caminar tan rpido como si fuera de da. Cuando nos acercbamos a la ciudad de Huallanca, not que Pedro se haba cambiado de ropa sin detenerse un instante. En lugar de su vestimenta caracterstica, ahora estaba vistiendo prendas de confeccin campesina y calzaba abarcas de jebe, igual que los pastores del lugar.

-Cmo te cambiaste de vestido sin detenerte?- le pregunt.

-Desintegr mi malla y la integr en forma de vestido campesino- respondi con naturalidad.

-Por qu hiciste eso?--Para confundir m presencia con la de los lugareos y no llamar la atencin con mi ropa-.

-Quin nos va a ver ahora, de noche y con lluvia, cuando todos estn, necesariamente, en sus casas?

-Todos, menos aquel que est sentado all- me dijo sealando con su mano. Mir y efectivamente era cierto. Un campesino que cargaba varias cosas compradas en la ciudad, estaba descansando a unos cientos de metros de su choza.

-Yo creo que hubiera sido ms fcil convertir en polvo al campesino y quitarlo de nuestro camino, que cambiarte de ropa- opin dirigindome a Pedro. El se sorprendi; se detuvo de repente como si algo terrible sucediera.

-No debes pensar as, amigo; para los apunianos los dems estn siempre en primer orden; me estoy refiriendo a las personas, plantas y animales. Nunca intentamos forzar de ningn modo a las clulas ajenas por nuestro propio inters, lo hacemos slo cuando eso es positivo para el prjimo. Lo innato de los apunianos es sacrificarse siempre por los dems- subray.

Pasarnos el ro Kitaraqsa y cuando llegamos cerca de la maestranza, Pedro se detuvo.

-Amigos, "Todo por los dems". Ya estn casi en la ciudad, yo tengo que regresar-. -Me extendi la