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VIRGEN V* V/1 (acudir a la V) He considerado que si deseamos que nuestra acción de gracias se concrete en una realidad de más entrega a Dios, que no se quede en un gesto superficial o en buenas palabras, habremos de acudir cada jornada con más intensidad a la Santísima Virgen, Mater boni consilii (P-A; c/ene78, 8). V/2 (docilidad; acrecentar fe) Nuestra Señora es maestra de fe. Su prima santa Isabel, movida por Dios, lo percibe enseguida, y la aclama precisamente por su fe: Beata, qui credidisti (Lc.1,45); bienaventurada, tú, que has creido todo lo que se te ha dicho de parte de Dios. La fe plena de Santa María empuja a nuestra Madre a aceptar con diligencia todo lo que el Señor le propone, y a ponerse enteramente a su disposición. Esta es la primera obra de la fe viva: una absoluta disponibilidad y una obediencia rendida a la voluntad del Altísimo. Hijas e hijos míos: ¡fe! ¡fe viva! La necesitamos, para cumplir nuestra misión sobrenatural. Una fe gigante que nos conduzca, concretamente, a dedicar al servivio de Dios todo lo que uno tiene, todo lo que cada uno hace y todo lo que cada uno es. Si algo nos impide esta total disponibilidad, arranquémoslo sin miedo, porque supone un estorbo serio apra nuestra santificación. ¿Cómo se acrecentará nuestra fe? La acrecienta el mismo Cristo, cuando vuelca en nosotros su gracia con los sacramentos, y cuando respondemos lealmente a lo que El nos pide. Acordaos precisasmente de aquel consejo de Nuestra Señora -su Buen Consejo-: Haced lo que El os diga (Io.2,6); y entonces, como comentaba nuestro Padre, el agua de Caná -la tarea más corriente, ofrecida al Señor- se convierte en el mejor de los vinos: en gracia de Dios, en aumento de virtudes sobrenaturales. Hijos míos, repitamos con nuestro Fundador haciéndole eco con nuestra oración y con nuestra conducta: ¡Creo, quiero creer como el que más! Señor, por la intercesión de tu Madre Santísima, ¡auméntanos la fe!: una fe que se manifieste en obras de lucha personal, de servicio diligente a los demás, de cabal entendimiento del valor apostólico inmenso que encierra una mortificación, un vencimiento, una sonrisa, un nuevo esfuerzo perseverante para terminar mejor el trabajo (P-A; c/feb79, 25 y 26). V/3 (Virgen y Cruz) Con la atenta contemplación de María junto a la Cruz, tocamos el nervio de nuestra vocación cristiana -aprender a dar la vida con Cristo, para que todos se salven- y comprendemos cuál es la garantía única de nuestra eficacia apostólica (P-A; c/feb79, 12b). V/4 (María al pie de la Cruz) Fijaos: qué buen temple el de nuestra Madre, que sabe amar, y que sabe servir. Por esto la encontramos al pie de la Cruz; por esto, será Ella el refugio y el consuelo de los que huyeron, ante el desconcierto de aquel Viernes de muerte. ¿No os enamora esta firmeza? Bueno es que meditemos: ¿y yo, alcanzaré esta fortaleza y esta santa osadía? ¿Yo, tan débil, que me desanimo enseguida frente a dificultades de poca monta? ¿Yo, que me quejo cuando me corrigen? ¿Yo, tan pronto, a veces, para abandonar una tarea cuando surge el primer contratiempo? Pues sí, tú puedes, si confías tu debilidad a tu Madre y Señora (P-A; c/ene78, 14 fin). V/5 (maestra del sacrificio escondido) Detened la mirada en la Santísima Virgen, Maestra del sacrificio escondido y silencioso (Cam.509). Contempladla en aquellas tareas de Nazareth, verdaderamenmte escondidas, silenciosas. Allí, el amor grande de la Madre a su Hijo se alimenta del trato continuo con El y cuaja en continuas obras de servicio. Ya sabe Ella que una espada de dolor atravesará su alma (Lc.2,35), y este dolor acrisola todavía más su amor. Escondida está María, pero precisamente por ese recogimiento suyo de Amor participa plenamente en toda la trama de la Vida y Muerte de su Hijo. Desde la fidelidad en ese lugar -desde su sitio-, colabora como nadie en la obra de la Redención. Firme y fuerte será su Amor hasta el fin. Está junto a la Cruz con el Corazón traspasado, pero con toda la misma modestia y sencillez, con la misma sobrenatural naturalidad, con que la encontramos en Nazareth, en 1

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VIRGEN V*V/1 (acudir a la V)

He considerado que si deseamos que nuestra acción de gracias se concrete en una realidad de más entrega a Dios, que no se quede en un gesto superficial o en buenas palabras, habremos de acudir cada jornada con más intensidad a la Santísima Virgen, Mater boni consilii (P-A; c/ene78, 8).V/2 (docilidad; acrecentar fe)

Nuestra Señora es maestra de fe. Su prima santa Isabel, movida por Dios, lo percibe enseguida, y la aclama precisamente por su fe: Beata, qui credidisti (Lc.1,45); bienaventurada, tú, que has creido todo lo que se te ha dicho de parte de Dios.

La fe plena de Santa María empuja a nuestra Madre a aceptar con diligencia todo lo que el Señor le propone, y a ponerse enteramente a su disposición. Esta es la primera obra de la fe viva: una absoluta disponibilidad y una obediencia rendida a la voluntad del Altísimo.

Hijas e hijos míos: ¡fe! ¡fe viva! La necesitamos, para cumplir nuestra misión sobrenatural. Una fe gigante que nos conduzca, concretamente, a dedicar al servivio de Dios todo lo que uno tiene, todo lo que cada uno hace y todo lo que cada uno es. Si algo nos impide esta total disponibilidad, arranquémoslo sin miedo, porque supone un estorbo serio apra nuestra santificación.

¿Cómo se acrecentará nuestra fe? La acrecienta el mismo Cristo, cuando vuelca en nosotros su gracia con los sacramentos, y cuando respondemos lealmente a lo que El nos pide. Acordaos precisasmente de aquel consejo de Nuestra Señora -su Buen Consejo-: Haced lo que El os diga (Io.2,6); y entonces, como comentaba nuestro Padre, el agua de Caná -la tarea más corriente, ofrecida al Señor- se convierte en el mejor de los vinos: en gracia de Dios, en aumento de virtudes sobrenaturales.

Hijos míos, repitamos con nuestro Fundador haciéndole eco con nuestra oración y con nuestra conducta: ¡Creo, quiero creer como el que más! Señor, por la intercesión de tu Madre Santísima, ¡auméntanos la fe!: una fe que se manifieste en obras de lucha personal, de servicio diligente a los demás, de cabal entendimiento del valor apostólico inmenso que encierra una mortificación, un vencimiento, una sonrisa, un nuevo esfuerzo perseverante para terminar mejor el trabajo (P-A; c/feb79, 25 y 26).V/3 (Virgen y Cruz)

Con la atenta contemplación de María junto a la Cruz, tocamos el nervio de nuestra vocación cristiana -aprender a dar la vida con Cristo, para que todos se salven- y comprendemos cuál es la garantía única de nuestra eficacia apostólica (P-A; c/feb79, 12b).V/4 (María al pie de la Cruz)

Fijaos: qué buen temple el de nuestra Madre, que sabe amar, y que sabe servir. Por esto la encontramos al pie de la Cruz; por esto, será Ella el refugio y el consuelo de los que huyeron, ante el desconcierto de aquel Viernes de muerte. ¿No os enamora esta firmeza? Bueno es que meditemos: ¿y yo, alcanzaré esta fortaleza y esta santa osadía? ¿Yo, tan débil, que me desanimo enseguida frente a dificultades de poca monta? ¿Yo, que me quejo cuando me corrigen? ¿Yo, tan pronto, a veces, para abandonar una tarea cuando surge el primer contratiempo? Pues sí, tú puedes, si confías tu debilidad a tu Madre y Señora (P-A; c/ene78, 14 fin).V/5 (maestra del sacrificio escondido)

Detened la mirada en la Santísima Virgen, Maestra del sacrificio escondido y silencioso (Cam.509). Contempladla en aquellas tareas de Nazareth, verdaderamenmte escondidas, silenciosas. Allí, el amor grande de la Madre a su Hijo se alimenta del trato continuo con El y cuaja en continuas obras de servicio. Ya sabe Ella que una espada de dolor atravesará su alma (Lc.2,35), y este dolor acrisola todavía más su amor. Escondida está María, pero precisamente por ese recogimiento suyo de Amor participa plenamente en toda la trama de la Vida y Muerte de su Hijo. Desde la fidelidad en ese lugar -desde su sitio-, colabora como nadie en la obra de la Redención. Firme y fuerte será su Amor hasta el fin. Está junto a la Cruz con el Corazón traspasado, pero con toda la misma modestia y sencillez, con la misma sobrenatural naturalidad, con que la encontramos en Nazareth, en Belén, en su largo caminar hasta Egipto, o en la vuelta a la tierra que ha visto nacer a su Hijo (P-A; c/feb79,30).V/6 (V, Spes nostra)

Sancta Maria, Spes nostra! Santa María, Esperanza nuestra: así la invocamos a diario tantas veces, y con un profundo convencimiento de esta maravillosa verdad hemos de dirigirnos a Ella. Tenemos una buena experiencia de esta gozosa realidad. María aumenta nuestra esperanza, sencillamente por esto: porque es Madre de Dios y Madre nuestra, y porque de su mano vamos y volvemos a Jesús. Con razón, pues, la Iglesia aplica a la Santísima Virgen las palabras de la Sagrada Escritura y la llama Madre de la santa esperanza (Eccli.24,24). Dios escucha siempre a su Madre -omnipotencia suplicante, repite nuestro Fundador con la Tradición cristiana- y, como Madre nuestra, la Santísima Virgen recoge con dulzura nuestros ruegos y deseos, y los presenta ante Dios (P-A; c/feb79, 27a).V/7 Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, invoca a María. Si eres agitado por las olas de la soberbia, de la detracción, de la ambición, de la envidia, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira o la avaricia o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si turbado por el recuerdo de la enormidad de tus culpas, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado ante la idea de horror del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las dudas, piensa en María, invoca a María (S.Bernardo *1090-1153).V/8 (difundir el rosario)

Nos hemos de empeñar en hablar mucho con la Virgen y en hablar mucho de la Virgen. Y, naturalmente, en nuestro apostolado debe ocupar un lugar preponderante el tema de nuestra Madre: enseñar a tratarla, a quererla, a confiarse a Ella. Para lograrlo, difundiremos sin cesar, con santa desvergüenza, la devoción mariana por excelencia: el rezo del Santo Rosario, con celo por la salvación de todas las almas y por la santidad de la Iglesia toda.

Hijos míos, yo quiero -y al Señor le agrada este deseo- que nadie nos gane en este apostolado mariano. Poned, y enseñad a poner, al gastar las cuentas del Rosario, intenciones santamente ambiciosas, convencidos de que los más generosos sueños de servicio a Cristo se vuelven realidad, si rezamos bien cada decena. Y hoy, estamos muy necesitados de grandes y de pequeñas aventuras de santidad (P-A; c/ene78, 21bc).V/9 (que la V reavive ansias sant entre crist.)

Encomendad a Nuestra Señora que reavive en las criaturas las ansias de fidelidad a Jesucristo, Cabeza de este Cuerpo Místico, mediante una conversión profunda al sentido sobrenatural de la vocación cristiana, que les conduzca a la práctica de los

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Sacramentos, a la vida interior de unión con Dios, a la caridad fraterna, a las dócil obedien cia a los Pastores, a la fortaleza para custodiar y propagar la fe y la buena doctrina, sin aceptar desleales compromisos. Pidamos, todavía con más confianza, a la Virgen Santísima, Mater Ecclesiae, que ponga fin al tiempo de la prueba; que suene ya la hora por la que nuestro Padre se ofreció sin condiciones; que surja el alba de una floración de santidad en los hijos todos de la Iglesia (P-A; c/ene78,13).V/10 (hermanos de Jto;Madre de D y nuestra)

El plan de Dios en Cristo era hacernos conformes a la imagen de su Hijo, para que El fuera "el primogénito entre muchos hermanos" <Rom.8,29>. Cristo vino al mundo "para que recibiéramos la adopción" <Gal.4,5>, para otorgarnos el "poder llegar a ser hijos de Dios" <Io.1,12>. Por la gracia somos hijos de Dios y, apoyados en el testimonio del Espíritu, podemos clamar "Abba", ¡Padre! <cfr.Rom.8,15 ss.; Gal.4,6 ss.>. Jesús ha hecho, por su muerte y resurrección, que su Padre sea nuestro Padre <cfr.Io.20,17>.

Y para que nuestra fraternidad con El fuera completa, quiso ulteriormente que su Madre Santísima fuera nuestra Madre espiritual. Esta maternidad, para que no quedara reducida a un mero título jurídico, se realizó, por voluntad de Cristo, a través de una colaboración de María en la obra salvadora de Jesús; es decir, "en la restauración de la vida sobrenatural de las almas" <LG,6>.

Un padre y una madre acompañan a sus hijos con solicitud. Se esfuerzan en una constante acción educativa. A esa luz cobran su pleno sentido las voces concordes del Padre y de María: Escuchad a Jesús, haced lo que El os diga. Es el consejo que cada uno de nosotros debe tratar de asimilar y del que desde el comienzo de mi pontificado quise hacerme eco : "No temáis; abrid de par en par las puertas a Cristo".

María, por su parte, es un ejemplo supremo de esta actitud. Al anuncio del ángel responde con un sí incondicionado: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" <Lc.1,38>. Ella se abre a la palabra eterna y personal de Dios, que en sus entrañas tomará carne humana. Precisamente esta acogida la hace fecunda: Madre de Dios y Madre nuestra, porque es entonces cuando comienza su cooperación a la obra salvadora.

Esa fecundidad de María es signo de la fecundidad de la Iglesia <LG,63 ss.>. Abriéndonos a la palabra de Cristo, acogiéndole a El y a su Evangelio, cada miembro de la Iglesia será también fecundo en su vida cristiana (JPII en España; Zaragoza 061182).v/11 (ser piadosos en unión con la V)

Sé que tenéis buena voluntad, hijos míos; pero sé también que la buena voluntad sola, no basta. Los tibios, los que nos se esfuerzan por mejorar en su vida interior, nos enfrían y entorpecen: nos estorban. Con el amor tierno a la Virgen, la tibieza se convierte en fuego.

Sed piadosos, hijos de mi alma. Ya desde que os levantáis por la mañana, decid a Nuestra Señora con amor las oraciones que seguramente os enseñaron vuestras madres; yo las rezo despacio: "Bendita se tu pureza..."; "¡Oh, Señora mía!, ¡Oh, Madre mía!...". Son unas plegarias encantadoras. Repetidlas mientras os arregláis, hasta que llegue el momento de recibir al Señor, a Jesucristo, prisionero de amor en el Sagrario; prisionero, sencillamente, porque nos quiere.

Amando a la Virgen aprenderéis a ser contemplativos, a hacer las cosas con naturalidad y sencillez, sin rarezas. Sed piadosos, y todo marchará bien en vuestra vida (nP; md 071253; en 1MED,n.18)v/12 (María conduce a Jto)

María es siempre camino que conduce a Jesucristo. Todo encuetro con Ella no puede menos de terminar en un encuentro con Jesucristo mismo. ¿Y qué otra cosa significa el continuo recurso a María sino en buscar entre sus brazos, en Ella, por Ella y con Ella a Cristo Nuestro Salvador, a quien los hombres en los desalientos y peligros de aquí abajo, tienen el deber y experimentan sin cesar la necesidad de dirigirse como a puerto de salvación y fuente trascendente de la vida? (Pablo VI- Enc. Mense Maio).v/13 (María y José a la escucha de Dios)Pensemos en María y en José, las dos criaturas a quienes primero se reveló el gran misterio de la condescendencia y v/16 Al final de la cotidiana liturgia de las Horas, se eleva, entre otras, esta invocación de la Iglesia a María: "Salve, Madre soberana del Redentor, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar; socorre al pueblo que sucumbe y lucha por levantarse, Tú que para asombro de la naturaleza has dado el ser humano a tu Creador" (JPII; Redemptoris Mater, 51a - FMC 442).

v/17 "Para asombro de la naturaleza". Estas palabras de la antífona expresan aquel asombro de la fe, que acompaña el misterio de la maternidad divina de María. Lo acompaña, en cierto sentido, en el corazón de todo lo creado y, directamente, en el corazón de todo el Pueblo de Dios, en el corazón de la Iglesia. Cuán admirablemente lejos ha ido Dios, Creador y Señor de todas las cosas, en la "revelación de sí mismo" al hombre. Cuán claramente ha superado todos los espacios de la la misericordia divinas. Eran, sí, unas criaturas excelsas, llenas de todas las gracias que les convenían para el cumplimiento de su misión, pero criaturas al fin. A los ojos de sus conciudadanos eran una mujer y un hombre corrientes. Pero estaban siempre la expectativa de los que Dios les pidiera. No abrigaban otra ambición que la de cumplir perfectamente, con todas las veras del alma, la Voluntad divina. Con ellos, mediante tareas distintas y de modos diversos, dio comienzo en el tiempo la obra de la Redención (P-J; cdf dic96,g)v/14 Parece como si el Padre quisiera fijar en nuestras almas aquellas palabras que, sin ruido, el Espíritu Santo grabó en la suya un 23 de agosto <1971>, el día después de haber celebrado la fiesta del Dulcísimo Corazón de María: Adeamus cum fiducia ad thronum gloriae, ut misericordiam consequamur! (P-A; c/090178, 6b).v/15 Vayamos, a través del Corazón Dulcísimo de María, al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús, a pedirle que, por su misericordia, manifieste su poder en la Iglesia y nos llene de fortaleza para seguir adelante en nuestro camino, atrayendo a El muchas almas.Adeamus cum fiducia ad thronum gloriae, ut misericordiam consequamur (cfr. Hbr. 4,16). Que lo tengáis muy en cuenta en estos momentos y también después. Yo diría que es un querer de Dios: que metamos nuestra vida interior personal dentro de esas palabras que os acabo de decir (nP; tertulia 090971; en cdf 240).infinita "distancia" que separa al Creador de la criatura. Si en sí mismo permanece inefable e inescrutable, más aún es inefable e inescrutable en la realidad de la Encarnación del Verbo, que se hizo hombre por medio de la Virgen de Nazaret.

(...) Todo lo creado, y más directamente el hombre, no puede menos de quedar asombrado ante este don, del que ha llegado a ser partícipe en el Espíritu Santo: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único" (Io.3, 16) (JPII; Redemptor Mater, 51bc - FMC 442).

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v/18 En el centro de este misterio, en lo más vivo de este asombro de la CE, se halla María, Madre soberana del Redentor, que ha sido la primera en experimentar: "tú que para asombro de la naturaleza has dado el ser humano a tu Creador" (JPII ; Redemptor Mater, 51d - FMC 442).v/19 (la Virgen y la Obra)

Con el Señor, también su Madre -¡Ella nunca se separa de su Hijo!- se ocupaba amorosamente de la Obra, para madurar frutos de santidad y sostenemos con su mano por el camino. Ella se mostraba a nuestro Padre como el thronum gloriae al que deberíamos acudir con plena y filial confianza -adeamus cum fiducia, para conseguir misericordia de la Trinidad ut misericordiam consequamur-, de manera que nuestras propias insuficiencias individuales no constituyeran un obstáculo para andar, en santidad de vida, el sendero que el Señor nos marcaba.

Con nuestra Madre, ¡qué dulce es todo! Qué paz y qué seguridad comprobar que la misericordia del Señor es más poderosa que la violencia destructora de nuestros pecados! Con esta misericordia divina, que nos llegaba a través de la mirada y brazos tan maternales, nuestro Padre sentía bien firme y podía afirmar con elocuente sencillez: ¿cómo se ha hecho el Opus Dei? Lo has Tú, Señor, con cuatro chisgarabís [nP; md “Consumados...”; 270375] (P-A; c/281182, 12).v/20 (Natividad de la Virgen)

Hacía falta que la venida de todo un Dios, a los que debía ser tan manifiesta y evidente, tuviera también un gozo especial que nos fuera preparando para el gran don de la salvación. Y esto es lo que hace que la fiesta de hoy. Comienza con el nacimiento de la Madre de Dios. Terminará en la unión de la Palabra con la carne de la Madre de Dios. Terminará en la unión de la Palabra con la carne que se ha ido disponiendo para él. Porque está reciente el nacimiento y la lactancia y el desarrollo de la Virgen. Así se va preparando una madre para Dios, el Rey y de los siglos.

Por eso toda la creación debe cantar y saltar de gozo y dar a este día un carácter de fiesta y de alegría. El día de hoy lo tienen que celebrar de común acuerdo la Iglesia triunfante y la militante. Y han de hacer fiesta común cuántos pueden unirse en el mundo y por encima del mundo. Porque hoy se ha construido el santuario creado del Creador de todo, y el seno de una criatura está dispuesto para hospedar de modo nuevo y digno a su Creador (S. Andrés de Creta - lectura del Breviario).v/21 (arrepentirnos acudiendo a la V)

Al examinarme -la oración ha de ser ahora personal, íntima: verdadero roce con Dios que arranque chispas, como el pedernal al chocar con otro pedernal; chispas que alumbren nuevos caminos-, descubro que si he seguido manchándome en las mismas miserias, que si he persevera-do en el mal, ha sido porque he descuidado el recurso a María. Debo, pues, a imitación de aquéllos que miraron su rostro de carne, intensificar mi trato con Ella, aumentar más en mí su presencia, para que en todas mis caídas me devuelva enseguida el gozo de la reconciliación con Dios (nP; cpa 150837).v/22 Por eso, hijos, saquemos el deseo y la realidad de estar siempre junto a Santa María, al pie de la Cruz. Y de consolarla, y de leer en ese libro que es Cristo crucificado: para llenarnos de paz, de alegría y de deseos de santidad. (Cuadernos 6, p. 69; md, 150970).v/23 Para mí, la primera devoción mariana -me gusta verlo así- es la Santa Misa. En la fiesta de la Maternidad, la Iglesia ha recogido esta oración: “oh, Dios, que en la fecunda virginidad de María Santísima has dado a los hombres los tesoros de la salvación eterna, concédenos que experimentemos la intercesión de Aquella por la que hemos sido hechos dignos de acoger al Autor de la vida, Jesucristo”.

Cada día, al bajar Cristo a las manos del sacerdote, se renueva su presencia real entre nosotros con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad: el mismo Cuerpo y la misma Sangre que tomó de las entrañas de María. En el Sacrificio del Altar, la participación de Nuestra Señora nos evoca el silencioso recato con que acompañó la vida de su Hijo, cuando andaba por la tierra de Palestina. La Santa Misa es una acción de la Trinidad: por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, el Hijo se ofrece en oblación redentora. En ese insondable misterio, se advierte, como entre velos, el rostro purísimo de María: Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo (nP; LA VIRGEN DEL PILAR; Artículo publicado en Libro de Aragón, por la Caja de Ahorros Municipal de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1976).v/24 (la Obra y la Virgen)

¿Y cómo ha correspondido la Obra? Esto sí que lo pronunció a boca llena: ¡Bien, muy bien! Tres amores han brillado en el Opus De desde sus comienzos, amores que son alegría y paz de los que la componen, y que alientan sin cesar su espíritu sobrenatural: el amor a Cristo, a la Virgen y al Papa. ¡La Obra ha correspondido muy bien! Ahí están nuestras Normas y Costumbres, con tantos detalles que prueban la devoción a nuestra Madre (nP; cpa, 244; 150837).v/25 La súplica a nuestra Madre (...) que está en cuerpo y alma en los cielos, que nos oye desde allí con sus oídos de carne y que nos ven con sus ojos de carne también: Madre, te pedimos por los hijos tuyos de la Obra, para que todos correspondamos a tus favores, especialmente al más grande, al de nuestra específica vocación cristiana; para que nos socorras en todos los peligros morales y físicos (nP; cpa, 244; 150837).v/26 Al final de la cotidiana liturgia de las Horas, se eleva, entre otras, esta invocación de la Iglesia a María: "Salve, Madre soberana del Redentor, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar; socorre al pueblo que sucumbe y lucha por levantarse, Tú que para asombro de la naturaleza has dado el ser humano a tu Creador" (JPII; Redemptoris Mater, 51a - FMC 442).v/27 Si en algo quiero que me imitéis es en amor que tengo a la Virgen (nP; cn, ene54).v/28 No hay tempestad que pueda hacer naufragar el corazón de la Virgen. Cada uno siente también las tempestades. Pero si lucháis, si os metéis en ese refugio firme que es María, podéis estar seguros (nP; cn, abr61, p. 41).

VIRGEN MARÍA

Porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava; por eso me llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1,48). Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron (Lc 11,27). Un antiguo aforismo dice: De María, nunquam. satis: De María, nunca diremos bastante; siempre superará la realidad a cuanto queramos decir de la Madre de Dios.

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«¿Cómo nos habríamos comportado si hubiésemos podido escoger la madre nuestra? Pienso que hubiésemos elegido a la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Cristo: siendo Omnipotente, Sapientísimo y el mismo amor, su poder realizó todo su querer» (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, 171). Dios se ha «volcado» con Ella. Concebida sin pecado y llena de gracia. Todas las barreras se saltan si se trata de la Madre del Señor. Virgen y Madre. Corredentora de la humanidad. Mediadora de todas las gracias. Reina del Universo, por ser Madre del Rey. Madre espiritual de todos los llamados a recibir la vida de la gracia y la vida eterna de Cristo. Es nuestra Madre. Si queremos honrarla, imitemos a Jesús en el amor a Ella. Y de todas las devociones marianas, preferiremos el Santo Rosario, la oración tan querida de Ella y tan bendecida por la Iglesia. 660 ¿Cómo es la Virgen? Nadie mejor que nuestro Señor Jesucristo podría satisfacer un deseo legítimo en todo cristiano: conocer a Santa María. En uno de los cuentos más populares de Castilla se toca este tema. Lo puso por escrito con maestría José M.' Sánchez Silva, y llevado al cine fue un verdadero éxito. Se trata de Marcelino, Pan y Vino.

No hace falta recordar al lector toda la historia. Un niño recién nacido es abandonado a la puerta de un monasterio. Los buenos religiosos se encariñan con la criatura y acaban por quedarse con ella. Marcelino, así será llamado, va creciendo en aquel lugar. Cuando apenas tiene cinco años, sube un día al desván. Allí, entre cachivaches y trastos, hay un Cristo crucificado de tamaño natural. Marcelino habla al Señor, y Este le responde. Comienza el niño por contarle su historia. No ha conocido a su madre. -¿Tú tienes madre, verdad? -Sí -repuso Aquél. -¿Y dónde está? -preguntó Marcelino. -Con la tuya -dijo Jesús. -¿Y cómo son las madres? -interrogó el niño -. Yo siempre he pensado en la mía y lo que más me gustaría de todo sería verla aunque fuera un momento.

Entonces el Señor le explicó cómo eran las madres. Y le dijo cómo eran de dulces y de bellas. Y cómo querían a sus hijos siempre, y de que se quitaban las cosas de comer y de beber y de abrigar para dárselas a ellos.661 Elegir Un sacerdote preguntaba en clase a un grupo de chavales cómo habrían querido que fuese su madre si hubieran tenido la oportunidad de escogerla a su gusto.

-¡Que fuera guapa! -gritó uno. -Que no castigara -añadió otro.-Que no tuviera pecado --dijo un tercero, con cierta timidez. -Que no muriera... -insinuó uno que probablemente se había

quedado muy triste al ver cómo se llevaban el cuerpo de la madre de un amigo suyo del barrio y al pensar que la suya se le podía morir también. Dios sí podía dar a su Madre todo lo que quiso para Ella. Cfr. I. Segarra, Anécdotas marianas para hacer oración662 Los ojos de la Virgen El Fundador del Opus Dei, Mons. Escrivá de Balaguer, relata en una de sus homilías (Es Cristo que pasa, 139) cómo hizo en 1935 una romería a una conocida ermita de la Virgen de las cercanías de Ávila. Era un acto íntimo: iban sólo tres personas, para ofrecer su cariño a María Santísima. «En aquella romería a Sonsoles conocí el origen de esta advocación de la Virgen. Un detalle sin mucha importancia, pero que es una manifestación filial de la gente de aquella tierra. La imagen de Nuestra Señora que se venera en aquel lugar estuvo escondida durante algún tiempo, en la época de las luchas entre cristianos y musulmanes en España. Al cabo de algunos años, la estatua fue encontrada por unos pastores que -según cuenta la tradición- al verla comentaron: ¡Qué ojos tan hermosos! ¡Son soles!663 Corazón de madre Un corazón de madre, de muchas de ellas, es un abismo de bondad. ¿Cómo será, entonces, el de Santa María? «El corazón de María -dice el Santo Cura de Ars - es tan tierno para con nosotros, que los de todas las madres reunidas no son sino un pedazo de hielo al lado del suyo.» En el Cielo continúa siendo Medianera. La tarea de la madre no termina mientras queden hijos suyos en la tierra. Afirma también este santo sacerdote: «Yo creo que al fin del mundo estará muy tranquila la Santísima Virgen; pero mientras dura el mundo, se la requiere por todas partes. Se parece a una madre que tiene muchos hijos: está constantemente ocupada en ir del uno al otro». Cfr. M. Arami, Vive tu vida664 Fulton Sheen y su amor a la Virgen Quizás dirá alguno que «exageramos» en nuestro cariño y devoción hacia la Madre de Dios, o que ese amor puede resultar un obstáculo entre el Señor y nosotros. Un obispo que gozó de gran popularidad en Estados Unidos, sobre todo por sus charlas religiosas en la radio, decía en una de esas intervenciones a propósito de la crítica que los protestantes hacían de nuestro amor mariano: «Si la única acusación que nuestro Señor me hiciera el día del juicio fuese que había amado demasiado a su Madre, me sentiría entonces plenamente feliz».665 Delicadeza de mujer andaluza Refería un sacerdote a un amigo suyo lo que le acababa de suceder. Había recibido una carta de un matrimonio andaluz, amigo suyo. La mujer, un alma delicada y buena, le ponía unas palabras: -Un abrazo cariñoso para su madre.

-Ésta --comentaba el sacerdote - me manda el abrazo a mí; pero para que llegue por el camino mejor, me lo envía a través de mi madre; ¡las mujeres andaluzas son así!

Algo nos recuerda esto a aquella delicadeza de la mujer de Palestina: Dichoso el vientre que te llevó... (Lc 11,27-28); una alabanza para el Hijo... a través de la Madre. Y un piropo a la Madre. Cfr. I. Segarra, Anécdotas marianas para hacer oración666 Dos heridas en la cara Los polacos han proclamado Regina Poloniae, Reina de Polonia, a la Virgen de Jasna Góra. Este nombre proviene de una colina cercana a Czestochowa, donde se construyó el santuario, y significa: «Monteclaro».

Esta Virgen tiene dos heridas en la cara. Una partida de bandoleros causaron, en 1430, daños a la tabla sobre la que está pintada la imagen, e incluso dieron dos sablazos a la mejilla derecha de nuestra Madre. Durante el mes de agosto, en caminatas de hasta doscientos cincuenta kilómetros, más de veinte mil jóvenes van de la zona de Varsovia a Czestochowa. Les da lo mismo que haga calor o que la noche sea muy fría. A todo lo largo del camino, los labriegos salen y festejan a los caminantes, les ofrecen pan y leche, frutos y tocino. Después del largo viaje, los peregrinos dan una vuelta a la plaza de la basílica -una buena explanada -, rezando el Vía Crucis en memoria de lo mucho que Cristo y su Madre sufrieron por nosotros. Luego entran a saludar a su Reina. Juan Pablo 11, en una homilía con motivo de su visita al santuario en 1979, nos confió que él solía limitarse a repetir en un susurro: Totus Tuus -«soy todo tuyo»-; la frase que incorporó a su escudo episcopal y que todo el mundo conoce. Cfr. I. Segarra, Anécdotas marianas para hacer oración667 La rosa más bella Escribe Garrigou-Lagrange (La vida eterna y la profundidad del alma) la siguiente anécdota mariana relacionada con la perseverancia final.

El Santo Cura de Ars, San Juan M.. Vianney, se dirigió un día, iluminado por Dios, a una viuda que entraba por vez primera en su iglesia parroquial y que rezaba sollozante:

-Vuestra plegaria, señora, ha sido oída. Vuestro marido se ha salvado.

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Y como aquella señora no dijera nada, de lo llena de asombro que estaba, el Santo Cura continuó: -Acordaos de que un mes antes de morir cogió de su jardín la rosa más bella y os dijo: «Llévala al altar de la Santísima Virgen ... » Ella no lo ha olvidado.668 Poder de una lágrima Lo cuenta el escritor clásico Plutarco. Antípatro escribe a Alejandro Magno, su emperador, una carta en la que acusa gravemente a Olimpia, la madre de éste. Alejandro lee la carta y luego dice a sus cortesanos sin inmutarse: -Pero ¿ignora Antípatro que una lágrima de mi madre puede borrar mil cartas de acusación como ésta? Podemos considerar el valor de una palabra de la Virgen María ante su Hijo. Ella es «Abogada nuestra». Cfr. I. Segarra, Anécdotas marianas para hacer oración669 Veturia y Coriolano Cayo Marcio Coriolano, romano desterrado por los tribunos, se puso al servicio de los volscos, enemigos del pueblo de Roma. Cuando avanzó hacia la ciudad al frente de un poderoso ejército, los romanos, aterrados, le enviaron muchas embajadas; pero Coriolano se mostró inflexible. Iba a tomar la ciudad, cuando fue a su encuentro su madre, Veturia, seguida de su nuera y de otras mujeres. Conmovido Coriolano por las lágrimas de su madre, la abrazó. Luego se alejó de Roma. Concluimos igual que la anterior anécdota de Alejandro. Cfr. V. Muzzatti, Enciclopedia catequística de símiles y analogías670 Un niño que confiaba en la Virgen Una madre lleva a su hijo de diez años, paralítico, a Lourdes. Por el camino le repite muchas veces que todo lo que se pide a Jesús por mediación de su Madre nunca es negado. Llegan a Lourdes y asisten por la tarde a la Bendición de los enfermos con el Santísimo Sacramento. Al pasar el sacerdote impartiendo la bendición, el niño dice a Jesús: -Si no me curas, se lo diré a tu Madre. Estas palabras conmueven al sacerdote, el cual, cuando ha terminado la bendición, vuelve a pasar por delante de¡ niño y le da otra vez la bendición con el Santísimo, y de nuevo el niño dice a Jesús en voz alta: -Si no me curas, se lo diré a tu Madre.Al instante queda curado el chico. Cfr. I. Segarra, Anécdotas marianas para hacer oración671 Oraciones de reserva He aquí el testimonio de un escritor conocido sobre la confianza en la Virgen María. Charles Péguy escribía en 1909: «Nuestra Señora me ha salvado de la desesperación. Éste es el mayor peligro. La gente como nosotros tiene bastante fe y bastante caridad. Es la esperanza la que puede faltarnos... Figúrate que, durante dieciocho meses, no pude rezar el Padrenuestro... Yo no podía decir: Hágase tu voluntad. No podía decirlo. ¿Comprendes lo que es esto? No podía rezar a Dios, porque no podía aceptar su voluntad. Es horrible. No se trata de rezar oraciones de boquilla. Se trata de decir verdaderamente lo que se dice. Y yo no podía decir verdaderamente hágase tu voluntad. Entonces recé a María. Las oraciones dirigidas a María son las oraciones de reserva. No hay ni una en toda la Liturgia, ni una ¿entiendes?, ni una que el más miserable pecador no pueda decir verdaderamente. En el mecanismo de la salvación, el Ave María es el último socorro. Con él no se puede estar perdido». Cfr. A. Orozco, La Virgen Inmaculada672 Convertido por la Virgen María Alfonso Ratisbona era un acaudalado comerciante judío de Estrasburgo. A la edad de veintiocho años hizo un providencial viaje a Roma (1842). Visitó a un amigo que se había convertido al catolicismo. A la hora de despedirse, el católico le regaló una medalla de oro de la Santísima Virgen. Ratisbona sonrió con algo de escepticismo, pero la aceptó para no desairarle. Continuó unos días más visitando la Ciudad Eterna, y en su ir y venir turístico acabó por entrar en la iglesia de San Andrés. Se acercó al tabernáculo, y le pareció. como si un resplandor aclarase la penumbra del interior de la nave. En medio de aquella luminosidad vio claramente la imagen de la medalla. Nuestra Señora se aparecía sonriente y amigable, y hacía señal al judío como de invitarle a acogerse bajo su manto.

Atónito y confuso, cayó de rodillas. Sentía que aquella luz le traspasaba el alma. Permaneció así, de rodillas, largo tiempo. Es notable que la Virgen le ilustró de tal manera en las verdades de la fe, que no necesitó ulteriores estudios para conocer a fondo las principales verdades de la fe cristiana. A los pocos días recibió el Bautismo en una iglesia romana. Fundó con el paso del tiempo 1a orden de religiosas de las «Hermanas de Sión», con el fin de trabajar por acercar a los judíos a la Iglesia. Cfr. F. Spirago , Catecismo en ejemplos673 Leyenda bretona Según una antigua leyenda bretona, un joven se enamoró perdidamente de una mujer caprichosa y despiadada, la cual exigió al amante, como prueba de un amor rendido, nada menos que el corazón de su propia madre.

El joven mató a la madre y le arrancó el corazón. Yendo de camino con él en la mano, tropezó con una piedra y cayó. El corazón rodó por el suelo. Al agacharse para cogerlo, el hijo oyó una pregunta solícita que provenía de aquel corazón chorreando sangre:

-Hijo, ¿te has hecho daño?La leyenda habla del amor de la madre. Uno se imagina el de la Madre del Cielo por cada uno de sus hijos... Cfr. C.

Montserrat, Ejemplario Catequístico674 No todo está perdido Se cuenta de una de las representaciones más famosas de la Pasión que se hacen en el mundo: la de Oberammergau. Ocurrió el hecho durante la escena del remordimiento y desesperación de Judas. Miles de personas asistían al espectáculo, que se desarrollaba al aire libre. Judas sentía amargamente su traición, pero el sumo sacerdote se burlaba de él. Entonces el traidor empieza a considerar la posibilidad del suicidio. Se lamenta: -¿Adónde podré ir? ¡Todo está perdido! El auditorio observa en sobrecogido silencio la marcha de Judas, que se aleja desesperado. De pronto, se oye la vocecilla de una niña: -Mamá, ¿por qué no va a ver a la Virgen? Cfr. F. H. Drinkwater, Historietas catequísticas675 Nuestra Señora recomienda el Santo Rosario Tiene, sin duda, inmenso valor que los Papas y los obispos hayan recomendado insistentemente el rezo del Rosario durante siglos. ¿Qué decir del hecho de que haya sido la propia Madre de Dios quien nos lo ha encarecido?

La Virgen se presenta en Fátima a los tres pastorcillos cuando éstos acaban de rezar devotamente el Rosario. Ella sostiene en su mano derecha un magnífico Rosario. Pero, sobre todo, no deja de recomendar esta oración a sus pequeños amigos.

Ya en su primera aparición promete la salvación eterna a Francisco, recordándole que debe rezar el Rosario. En esta visita y en las siguientes, la Señora recomienda, sin desmayo, a los niños este rezo cotidiano, y ellos se esfuerzan por introducir en sus casas esta costumbre y propagarla «por el mundo entero». Todas las veces que Lucia elevaba a la Visión las súplicas de gracia pedidas por los asistentes, la respuesta era siempre la misma: que la gracia sería concedida si la persona interesada rezaba bien el Rosario. Cfr. C. Barthas, La Virgen de Fátirna

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676 Una idea de Juan XXIII sobre el Rosario Un comentario de este Papa a propósito de quienes se excusan de practicar la devoción mariana por excelencia ---el Santo Rosario -, en base a que con facilidad puede entrar la monotonía: «el peor Rosario es el que no se reza».

Y una explicación de interés: «Pero en el Rosario... ¡decimos siempre lo mismo! ¿Siempre lo mismo? ¿Y no se dicen siempre lo mismo los que se aman?... ¿Acaso no habrá monotonía en tu Rosario, porque en lugar de pronunciar palabras como hombre, emites sonidos como animal, estando tu pensamiento muy lejos de Dios?» (J. Escrivá de Balaguer, Santo Rosario).677 Piropos a Santa María ¿Qué son las letanías del Rosario, sino piropos encendidos a la Madre de Dios? (Cfr. J. Escrivá de Balaguer, Santo Rosario). Piropos espontáneos pueden salir de nuestros labios continuamente hacia Ella, exclamaciones de admiración como la de aquella mujer sencilla del Evangelio (Cfr. Lc 11,27). No se puede negar espontaneidad y ganas de agradar a Santa María en la anécdota que ahora se referirá. Era un chavalín de unos diez años, al que acababan de explicar justamente la materia de que estamos tratando. Se encontraba en el colegio. Al salir, ni corto ni perezoso, se fue directamente en busca de una imagen de la Señora sita en medio del jardín. Hacía calor. Sobre la imagen caía el fuerte sol del mediodía. Y al pequeño no se le ocurrió nada mejor que una frase que había escuchado en otra ocasión, dicha ahora con mucho cariño: -¡Guapa! Ponte a la sombra, que al sol los bombones se derriten. Cfr. A. Orozco, La Virgen Inmaculada678 A la conversión por el Rosario El 10 de marzo de 1615 subía al cadalso, en Glasgow, un sacerdote llamado Padre Ogilvie. Iba a pagar a la horca el crimen de predicar el Evangelio.

En esa hora suprema, puesto en pie sobre el estrado, desde donde dominaba varios miles de espectadores, queriendo dejarles un recuerdo y una prenda de aquella fe por la que moría gustoso, cogió el último objeto que le quedaba, el Rosario, y lo arrojó con mano fuerte en medio de la inmensa multitud. Vino a dar en el pecho de un joven húngaro, calvinista, llamado Juan de Heckersdorff, que viajaba en plan de recreo y se hallaba allí por casualidad. Fue vivísima su emoción. El recuerdo del Rosario le persiguió por todas partes, hasta que un día. abjuró en Roma, a los pies del Sumo Pontífice, de su herejía. Solía repetir que atribuía al Rosario su conversión. Cfr. M. Arami, Vive tu vida679 Un salvavidas Ha dicho el obispo James Walsh, encarcelado en la China comunista desde 1961 a 1973, sobre el Santo Rosario: «Suficientemente sencillo incluso para un niño, y además suficientemente rico para remediar cualquier necesidad. Me ha sostenido toda la vida, y también cuando no había otros medios. Encontré en el Rosario un salvavidas que nunca falla; mi gran sustento durante los doce años de prisión fue el Rosario. No tenía lecturas religiosas ni posibilidad de obtenerlas; me fue imposible celebrar la Misa o recitar el breviario. ¿Qué hacer en estas circunstancias? La respuesta fue pronta y automática: el Rosario se puede rezar con los diez dedos al igual que sí se usan las cuentas. Durante años había rezado a diario las tres partes del Rosario. En la prisión siempre pude rezar seis, casi siempre doce, y a veces hasta dieciocho Rosarios». Cfr. «Palabra», n.º 186680 Un relato sobre el Escapulario del Carmen El Cardenal Enrique y Tarancón, cuando era obispo de Solsona, publicó una pastoral sobre el Escapulario en la que da fe de lo siguiente.

«En 1938, en plena guerra civil, le tocó asistir espiritualmente a unos hombres que iban a ser ejecutados. Había uno, culto, con una formación cristiana poco corriente, que no quería saber nada de confesarse. Después de haberle dedicado media hora, el hombre dijo: -Mire, Padre, yo le agradezco muy sinceramente lo que usted está haciendo por mí. Comprendo que usted está pasando una noche mala por mi causa, ya que usted no ha de sacar ningún provecho de que yo me confíese. Yo le estoy sumamente agradecido, pero le suplico que no insista; desde ahora le puedo asegurar que no he de confesarme. Yo fui, educado cristianamente, pero he perdido la fe. Quedé aturdido de momento; casi sin saber qué decir. Pero inspirado, sin duda, por la Santísima Virgen, me atreví a proponerle: -¿Me haría usted un favor? -El que usted quiera -me contestó -, con tal que no me pida que me confiese. -¿Me permitiría que le impusiera el Santo Escapulario?

-No tengo ningún inconveniente. A mí no me dicen nada estas cosas; pero si con ello he de complacerle, puede hacerlo. Le impuse acto seguido el Santo Escapulario del Carmen y me retiré enseguida a orar por él a la Santísima Virgen. Él fue a sentarse en un rincón, al extremo de uno de los bancos que había en aquella sala. Aún no habían pasado cinco minutos, cuando oí como una especie de rugido y unos sollozos fuertes y entrecortados, que me alarmaron. Entré de nuevo en la habitación y vi a aquel hombre que se me echaba encima llorando inconsolablemente y que me decía, en medio de sus lágrimas: -Quiero confesarme, quiero confesarme. No me merezco esta gracia de Dios. La Virgen me ha salvado. Poco antes de la ejecución le abrazó y le besó, mientras decía: -Gracias, padre; gracias por el bien inmenso que me ha hecho. En el Cielo rogaré por usted. Gracias y hasta el Cielo. » Cfr. I. Segarra, Anécdotas marianas para hacer oración

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VIRGEN SANTISIMA [Volver al INDICE]

Citas de la Sagrada Escritura

1. Santa María Virgen

El Señor mismo os dará por eso la señal: He aquí que la virgen grávida da a luz, y le llama Emmanuel. !s 7, 14.

Eres jardín cercado, hermana mía, esposa, eres jardín cercado, fuente sellada. Cant 4, 12.

2. Madre del amor

Yo soy la madre del amor hermoso, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza. Venid a mi cuantos me deseáis, y saciaos de mis frutos. Porque recordarme es más dulce que la miel, y poseerme, más rico que el panal de miel. Eclo 24-26.

Amo a los que me aman, y el que me busca me hallará. Prov 8, 17

Y cantarán saltando de júbilo: «En ti están mis fuentes todas». Sal 86, 7.

3. Veneración a María

Tú, orgullo de Jerusalén; tú, gloria de Israel; tú, honra de nuestra nación; por tu mano has hecho todo esto, tú has realizado esta hazaña en favor de Israel. Que se complazca Dios en ella. Bendita seas tú del Señor omnipotente por siempre jamás. Amén. Jdt 15,10.

Muchos hijos han hecho proezas, pero tú a todas sobrepasas. Prov 31, 29.

¿Quién es ésta que se levanta como la aurora, hermosa cual la luna, resplandeciente como el Sol, terrible como un ejército en orden de batalla? Cant 6, 10.

4. Peticiones a través de María

Bienaventurado quien me escucha y vela a mi puerta cada día, guardando las jambas de mis puertas. Prov 8, 34.

Y una tienda como sombras de dia contra el calor, y como refugio y abrigo contra el turbión y el aguacero. Is 4, 6.

Entonces el creador de todas las cosas me dio una orden, y el que me creó reposó en mi tienda, y me dijo: Pon tu tienda en Jacob, y sea tu heredad en Israel. Eclo 24, 12.

Es tu cuello cual la torre de David, adornada de troleos, de la que penden mil escudos. Cant. 4, 4.

S. inmaculada

(Pondré enemistad) [...J entre tu linaje y el suyo; Este te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el calcañal. Gen 3, 15.

Eres del todo hermosa, amiga mía, no hay lacha en ti. Cant 4, 7.

Antes que los abismos fui engendrada yo, antes que fuesen las fuentes de abundantes aguas. Prov. 8, 24.

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Tus testimonios son verídicos en grado sumo, conviene a tu casa la santidad. ¡Oh Yavé!, por el transcurso de los días. Sal 92, S.

SELECCIÓN DE TEXTOS

El nombre de María5375 El nombre hebreo de María se traduce por Domina en latín; el Angel le da, por tanto, el título de

Señora (SAN PEDRO CRISÓLOGO, Sermón sobre la Anunciación de la B. Virgen María, 142).

5376 Estas palabras, el Señor es contigo, son las más excelsas que se le podían haber dicho. Con razón, pues, el Angel reverencía a la Virgen, por ser Madre del Señor, y Señora por tanto. Y le es muy propio el nombre de María, que en siríaco quiere decir «Señora» (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 183).

5377 Y el nombre de la Virgen era María. Digamos también acerca de este nombre, que significa «estrella del mar» y se adapta a la Virgen Madre con la mayor proporción (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).

5378 Porque sólo Ella conjuró la maldición, trajo la bendición y abrió la puerta del paraíso. Por este motivo le va el nombre de «María», que significa «estrella del mar»; como la estrella del mar orienta a puerto a los navegantes, María dirige a los cristianos a la gloria (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 185).

5379 Con razón se la llama «María», que quiere decir «iluminada»: El Señor llenará tu alma de resplandores (Is 58, 11), y significa además «iluminadora de otros», por referencia al mundo entero; y se la compara a la luna y al sol (SANTO ToMAS, Sobre el Avemaría, 1. c., 182).

5380 La palabra María significa en hebreo estrella del mar, y en siríaco Señora. Y con razón, porque mereció llevar en sus entrañas al Señor del mundo y a la luz perenne de los siglos (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. V, p. 36).

«Su dignidad es casi infinita»

5381 La bienaventurada Virgen María, por el hecho de ser Madre de Dios, tiene una especie de dignidad infinita a causa del bien infinito que es Dios. Y en esa línea no puede imaginarse una dignidad mayor, como no puede imaginarse cosa mayor que Dios (SANTO TOMÁs, Suma Teológica, 1, q. 25, a. 6).

5382 A la majestad de Dios convenía que no naciese sino de la Virgen, y a la Virgen convenía que no diera a luz a otro que a Dios (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).

5383 Como el océano recibe todas las aguas, así María recibe todas las gracias. Como todos los ríos se precipitan en el mar, así las gracias que tuvieron los ángeles, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, los confesores y las vírgenes se reunieron en María (SAN BUENAvENTURA, Speculi, 2).

5384 Quita este cuerpo solar que ilumina al mundo, ¿cómo podna haber día? Quita a María, esta estrella del mar (...), ¿qué quedará, sino oscuridad que todo lo ofusque, sombra de muerte y densisímas tinieblas? (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 6).

5385 Sí se veneran todos los justos, ¿quién es el que no alabará a la fuente de la Justicia y al tesoro de la santidad? Ni la lengua de los hombres, ni la mente de los ángeles, que es lo más sublime del mundo, pueden dignamente ensalzaría (SAN JUAN DAMASCENO, Homilía en la Dormición de la Virgen, 1).

5386 Dios dio el nombre de mar a la reunión de las aguas, y a la reunión de todas las gracias se llama María (SAN BERNARDO, Hom. super Missus est).

5387 Mujer, eres tan grande y tanto vales, que quien quiere una gracia y no recurre a ti, pretende volar ~n alas (LEÓN XIII, Enc. A ugustissimae Virginis Maríae).

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Predestinación de María

5388 Eligió y señaló (Dios) desde el principio y antes de los tiempos, una Madre para que su unigénito Hijo, hecho carne de ella, naciera en la dichosa plenitud de los tiempos; y en tanto grado la amó por encima de todas las criaturas, que en sólo ella se complació con señaladísima benevolencia (Pto IX, Bula Inefflabilis Deus, 8-XII-1854).

5389 La Virgen bienaventurada, predestinada desde la eternidad como Madre de Dios, junto con la encarnación del Verbo Divino, por consejo de la Providencia divina se constituyó en esta vida como Madre santa del Redentor divino, como asociada generosa y excepcional, y como humilde esclava del Señor (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentiuln, 61).

5390 Fue enviado el ángel, dice el Evangelio, a la Virgen. Virgen en su cuerpo, virgen en su alma, virgen por su decisión, virgen, finalmente, santa en el cuerpo y en el alma; no hallada recientemente y por casualidad, sino elegida desde la eternidad, predestinada y preparada por el Mtísímo para El mismo, guardada por los ángeles, designada anticipadamente por los padres antiguos, prometida por los profetas (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).

Concepción Inmaculada

5391 Declaramos, pronunciamos y definimos, que la doctrina que sostiene que la beatisíma Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y debe ser, por tanto, firme y constantemente creída por todos los fieles (Pto IX, Bula Ineffabilis Deus, 8-XII-1854).

5392 Se da a entender que la Madre de Dios fue la sede de todas 5392 las gracias divinas y que fue adornada con todos los carismas del Espíritu Santo, hasta el punto de no haber estado nunca bajo el poder del mal y de merecer oír, participando a una con su Hijo de una bendición perpetua, aquellas palabras que Isabel pronunció movida por el Espíritu Santo:

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8-XII-1854).

5393 En tanto grado la amó (Dios> por encima de todas las criaturas, que en sólo ella se complació con señaladísima benevolencia. Por lo cual, tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos los celestiales carismas, sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que ella, libre siempre absolutamente de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios (Pb IX, Bula Ineffabilis Deus, 8-XII-1854).

Plenitud de gracia y exención de todo pecado

5394 Dios te salve, llena de gracia. Y en verdad que es llena de gracia, porque a los demás se da con medida, pero en María se derramó al mismo tiempo toda la plenitud de la gracia. Verdaderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatura fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo (SAN JERÓNIMO, Sermón sobre la Asunción de la Virgen).

5395 No temas, María, porque hallaste gracia a los ojos de Dios. ¿Cuánta gracia? Una gracia llena, una gracia singular [...]. Es tan singular como general, pues tú sola recibes más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por cuanto tú sola hallaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud reciben todos (SAN BERNARDO, Hom. en la Anunciación, 3).

5396 María fue llena de gracia en cuanto a la dimanación de ésta a todos los hombres. Ya es grande para un santo tener tanta gracia que baste para la salvación de muchos, y lo más grande sería tenerla suficiente

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para salvar a todos los hombres del mundo; esto último ocurre en Cristo, y en la Santísima Virgen (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 182).

5397 El Sol de justicia, tomando un cuerpo purísimo de las entrañas de la Virgen, no sólo no se manchó, sino que, por el contrarío, santificó más a la Madre (SAN JUAN CRIsÓsTOMO, en Catena Aurea, vol. V, p. 42).

5398 Con razón, pues, se nos presenta a María vestida del sol, por cuanto penetró el abismo profundísímo de la divina sabiduría más allá de lo que se puede pensar, de suerte que, en cuanto lo permite la condición de simple criatura, sin llegar a la unión personal, parece estar sumergida totalmente en aquella inaccesible luz, en aquel fuego que purificó los labios del profeta Isaías, y en el cual se abrasan los serafines [...]. Muy blanco es en verdad y también muy cálido el vestido de esta mujer, por quien todas las cosas se ven tan excelentemente iluminadas, que no es lícito sospechar en ella nada, no digo tenebroso, pero ni siquiera en modo alguno oscuro o menos lúcido, ni tampoco algo que ~ea tibio o no lleno de fervor (SAN BERNARDO, Hom. en la octava de la Asunción, 4).

Virginidad perpetua

5399 La virginidad de María tiene tanto más valor y belleza cuanto que Cristo no sólo se la reservó celosamente después de haber sido concebido en ella, sino que eligió por madre a una virgen que previamente estaba consagrada a Dios (SAN AGUSTíN, Sobre la santa virginidad, 4-5).

5400 Si alguno no confiesa, de conformidad con los Santos Padres, que la Santa Madre de Dios y siempre virgen e inmaculada María, propiamente y según la verdad, concibió del Espíritu Santo, sin cooperación viril, al mismo Verbo de Dios, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo indisoluble su virginidad incluso después del parto, sea condenado (CONC. DE LETRÁN, año 649, Contra los monoteletas, c. 3; Dz 503).

5401 Virgen antes del parto, en el parto y por siempre después del parto (PAULC IV, Const. Cum quorumdam, 7-VIII-1555).

5402 La Iglesia, extendida por toda la tierra hasta los confines del orbe, recibió de los Apóstoles y de los discípulos esa fe que cree en un solo Dios y en un solo Jesucristo [...] y en aquella generación que procede de una virgen (SAN IRENEO DE LYON, Trat. contra las herejías).

5403 [...] Una virgen desposada con un varón que se llamaba José [...]. Quiso más bien el Señor que algunos dudasen de su nacimiento que de la pureza de su Madre. Sabia que el honor de una Virgen es delicado, y la reputación del pudor, frágil; y no estimó conveniente que la fe de su nacimiento se demostrase con posibles injurias de su Madre. Y así como la Virgen fue íntegra por su pudor, así su virginidad debió ser inviolable en la opinión (SAN ANIBROSIO, en Catena Aurea, vol. V, p. 35).

5404 La dignididad virginal comenzó con la Madre de Dios (SAN AGUST!N, Sermón 51).

5405 Así engalanada con las joyas de estas virtudes, resplandeciente con la doble hermosura de su alma y de su cuerpo, conocida en los cielos por su belleza y atractivo, la Virgen regia atrajo sobre sí las miradas de los que allí habitan, hasta el punto de enamorar al mismo Rey y de hacer venir al mensajero celestial. (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).

5406 Debemos profesar una ferviente devoción a la Santísima Virgen, si queremos conservar esta hermosa virtud; de lo cual no nos ha de caber duda alguna, sí consideramos que ella es la reina, el modelo y la patrona de las vírgenes [...]. San Ambrosio llama a la Santísima Virgen señora de la castidad; San Epifanio la llama princesa de la castidad; y San Gregorio, reina de la castidad'[..] (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la pureza).

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5407 Esta hermosa virtud, dice San Bernardo, fue la causa de que el Padre Eterno mirase a la Santísima Virgen con complacencia; y si la virginidad atrajo las miradas divinas, su humildad fue la causa de que concibiese en su seno al Hijo de Dios. Si la Santísima Virgen es la Reina de las Vírgenes, es también la Reina de los humildes (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la humildad).

Madre de Dios y Madre nues~ra

Si alguno no confiesa que Dios es, según verdad, el Emma- 5408 nuel y que, por eso, la Santa Virgen es Madre de Dios (pues engendró carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema (CONC. DE EEESO, Sobre la unión de las naturalezas en Cristo, Dz 113).

Por el hecho mismo de haber dado a luz al Redentor del 5409 género humano es también Madre benignísima de todos nosotros, a quienes Cristo Nuestro Señor quiso tener por hermanos (Rom 8, 29) (Pío XI, Enc. Lux veritatis, 25-XII-1931).

Tal nos la proclamó (Cristo) desde la cruz cuando en el 5410 discípulo Juan encomendó a su cuidado y amparo a todo el género humano (Jn 19, 26-27); tal, finalmente, se dio ella misma cuando, al abrazar generosamente aquella herencia de inmenso trabajo que su Hijo moribundo le deja ba, empezó inmediatamente a cumplir para todos sus oficios de Madre (LEÓN XIII, Enc. Octobri mense, 22-IX-1891).

Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, 5411 presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 61).

Me extraña en gran manera que haya alguien que tenga 5412 duda alguna de si la Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. En efecto, si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿por qué razón la Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que nos transmitieron los discípulos del Señor, aunque no emplearan esta misma expresión. Así nos lo han enseñado también los Santos Padres (SAN CIRILO DE ALEJANDRíA, Carta 1, 27-30).

5413 Acuérdome que cuando murió mi madre, quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Señora y suplicaba fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a Ella y, en fin, me ha tornado a si (SANTA TERESA, Vida, 1, 7).

5414 Nadie, pues, intente jamás privar a María Santísima del privilegio de esta gracia divina y de una gloria tan especial. Por el querer determinado del Señor, Dios nuestro e Hijo suyo, debemos proclamarla con toda verdad y acierto Theotokos, Madre de Dios (SAN VICENTE DE LERIN5, Conmonitorio, n. 15).

5415 Por María, la misma Vida fue introducida en el mundo, de manera que al dar a luz al Viviente es Madre de los vivientes (SAN EPIEANIO, Contra las herejías, 78).

5416 Cuando la Virgen respondió que sí, libremente, a aquellos designios que el Creador le revelaba, el Verbo divino asumió la naturaleza humana: el alma racional y el cuerpo formado en el seno purísimo de María. La naturaleza divina y la humana se unían en una única Persona: Jesucristo, verdadero Dios y, desde entonces, verdadero Hombre; Unigénito eterno del Padre y, a partir de aquel momento, como Hombre, hijo verdadero de María; por eso Nuestra Señora es Madre del Verbo encarnado, de la segunda Persona de la Santísima Trinidad que ha unido a sí para siempre -sin confusión- la naturaleza humana. Podemos decir bien alto a la Virgen Santa, como la mejor alabanza, esas palabras que expresan su más alta dignidad: Madre de Dios (J. ESCRIvÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 274).

5417 El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto el Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual El sabía que había de serle conveniente y agradable (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).

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María es verdaderamente la Madre de la Vida que hace vi- 5418 vir a todos los hombres; al engendrar a esa Vida, de alguna manera ha regenerado a todos los que iban a vivir con ella [...]

La Madre de Cristo, que sabe que también lo es de los cristianos por razón de este misterio, se muestra madre de ellos por el cuidado y afecto que les tiene [...]. Sus entrañas, fecundadas una sola vez, pero no agotadas, no dejan de engendrar el fruto de la bondad (BEATO GUERRIC, Sermón J para la Asunción, 2-4; PL 185, 187-189).

El que no cabe en todo el mundo, se encerró en las entra- 5419 ñas de una Virgen (SAN JUAN CRIsÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 437).

Confianza y trato filial

5420 En mise encuentra toda gracia de doctrina y de verdad, toda esperanza de vida y de virtud (Eclo 24, 25). ¡ Con cuánta sabiduría la Iglesia ha puesto esas palabras en boca de nuestra Madre, para que los cristianos no las olvidemos! Ella es la seguridad, el Amor que nunca abandona, el refugio constantemente abierto, la mano que acaricia y consuela siempre (J. ESCRIvA DE BALAGUER, Amigos de Dios, 279).

5421 En todas nuestras penas, sean del alma, sean del cuerpo, después de Dios, hemos de concebir una gran confianza en la Virgen María (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la esperanza).

5422 Nada hay en ella austero, nada terrible; todo es suave. Mira con cuidado los Evangelios, y si acaso encuentras algo de dureza o de reprensión desabrida o alguna señal de indignación, aunque leve, en María, tenía en adelante por sospechosa y recela el llegarte a ella. Pero si más bien (como es así en verdad) encuentras las cosas que pertenecen a ella llenas de piedad y de misericordia, llenas de mansedumbre y de gracia, da las gracias a aquel Señor que con una benignisima misericordia proveyó para ti tal mediadora que nada puede haber en ella que infunda temor. Ella se hizo toda para todos; a los sabios y a los ignorantes, con una copiosísima caridad, se hizo deudora. A todos abre el seno de la misericordia, para que todos reciban de su plenitud:

redención el cautivo, curación el enfermo, consuelo el afligido, perdón el pecador [...];en fin, toda la Trinidad gloriosa, y la misma persona del Hijo recibe de ella la sustancia de la carne humana, a fin de que no haya quien se esconda de su calor (SAN BERNARDO, Hom. en la octava de la Asunción, 2).

5423 Honra, reverencia y respeta con especial amor a la sagrada y gloriosa Virgen María, porque es Madre de nuestro Padre soberano y, por consiguiente, nuestra gran Madre. Recurramos, pues, a ella, y como hijuelos suyos echémonos en su regazo en todo tiempo y ocurrencia, con firmisima confianza; invoquemos a esta dulce Madre, imploremos su amor maternal, procuremos imitar sus virtudes y tengamos un afecto verdaderamente filial con esta Señora (SAN FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, II, 16).

Omnipotencia suplicante

5424 Con su poder delante de Dios, nos alcanzará lo que le pedimos; como Madre quiere concedérnoslo. Y también como Madre entiende y comprende nuestras flaquezas, alienta, excusa, facilita el camino, tiene siempre preparado el remedio, aun cuando parezca que ya nada es posible (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 292).

5425 María es, al mismo tiempo, una madre de misericordia y de ternura, a la qúe nadie ha recurrido en vano; abandónate lleno de confianza en su seno materno, pídele que te alcance esta virtud (de la humildad) que Ella tanto apreció; no tengas miedo de no ser atendido. María la pedirá para ti a ese Dios que ensalza a los humildes y reduce a la nada a los soberbios; y como María es omnipotente cerca de su Hijo, será con toda seguridad oída. Recurre a Ella en todas tus cruces, en todas tus necesidades, en todas las tentaciones. Sea María tu sostén, sea María tu consuelo (J. PECCI -León XIII-, Práctica de la humildad, 56).

5426 Felix culpa, canta la Iglesia, (Vigilia Pascual, Praeconium), feliz culpa, porque ha alcanzado tener tal y tan grande Redentor. Feliz culpa, podemos añadir también, que nos ha merecido recibir por Madre a

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Santa María. Ya estamos seguros, ya nada debe preocuparnos: porque Nuestra Señora, coronada Reina de cielos y tierra, es la omnipotencia suplicante delante de Dios. Jesús no puede negar nada a María, ni tampoco a nosotros, hijos de su misma Madre

(J. ESCRIvA DE BALAGUER, Amigos de Dios, 288).

5427 Cese de ensalzar tu misericordia, oh bienaventurada Virgen María, quienquiera que, habiéndote invocado en sus necesidades, se acuerde de que no le hayas socorrido (SAN BERNARDO, Sermón sobre la Asunción de la Virgen, 4).

5428 Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la estrella, llama a María. Site agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María. Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; site protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás sí es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara (SAN BERNARDO. Hom. sobre la Virgen Madre, 2).

5429 A ti, María, el Hijo de Dios y a la vez Hijo tuyo, desde lo alto de la cruz indicó a un hombre y dijo: «He ahí a tu hijo» (Jn 19, 26). Y en aquel hombre te ha confiado a cada hombre. Te ha confiado a todos. Y Tú, que en el momento de la Anunciación, en estas sencillas palabras: «He aquí la sierva del Señor; hágase en mi según tu palabra» (Lc 1, 38), has concentrado todo el programa de tu vida, abrazas a todos, te acercas a todos, buscas maternalmente a todos. De esta manera se cumple lo que el último Concilio ha declarado acerca de tu presencia en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Perseveras de manera admirable en el misterio de Cristo, tu Hijo unigénito, porque estás siempre dondequiera están los hombres sus hermanos, dondequiera está la Iglesia. (JUAN PABLO II, Hom. en Guadalupe (México), 27-1-1979).

Madre de la Iglesia

5430 Así pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores, que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratisimo título (PABLO VI, Discurso en el Conc. Vat. IL, 21-XI-1964).

5431 Jesús, viendo a su Madre y al discipulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: mujer, he ahí a tu hijo (Jn 19, 26). Así, de un modo nuevo, ha legado su propia Madre al hombre: al hombre, a quien ha transmitido el Evangelio. La ha legado a todo hombre. La ha legado a la Iglesia en el día de su nacimiento histórico, el día de Pentecostés. Desde aquel día toda la Iglesia la tiene como Madre. Y todos los hombres la tienen como Madre. Entienden como dirigidas a cada uno las palabras pronunciadas desde la Cruz. Madre de todos los hombres. La maternidad espiritual no conoce límites. Se extiende en el tiempo y en el espacio. ¡Alcanza tantos corazones humanos! Alcanza a las naciones enteras (JUAN PABLO II, Aud. gen. 10-1-1979).

5432 María edifica continuamente la Iglesia, la aúna, la mantiene compacta. Es difícil tener una auténtica devoción a la Virgen, y no sentirse más vinculados a los demás miembros del Cuerpo Místico, más unidos también a su cabeza visible, el Papa (J. ESCRIvÁ DE BALAGUER, Es Cristo quepa-sa, 139).

5433 En las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la Virgen María; y lo que se entiende de modo especial de María, virgen y madre, se entiende de modo general de la Iglesia, virgen y madre. Y cuando los textos hablan de una u otra, dichos textos pueden aplícarse indiferentemente a las dos (BEATO ISAAC, Sermón 51).

Habitaré en la heredad del Señor. La heredad del Señor en 5434 su significado universal es la Iglesia, en su significado especial es la Virgen María y en su significado individual es también cada alma fiel. Cristo

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permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos (BEATO ISAAC, Sermón 51).

Corredentora del mundo

5435 Con razón piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, obedeciendo se convirtió en causa de salvación para si misma y para todo el género humano. Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que «el nudo de desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María mediante su fe»; y, comparándola con Eva, llaman a María «madre de los vivientes», afirmando aún con mayor frecuencia que «la muerte vino por Eva, la vida por María» (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 56).

5436 (María), obedeciendo, se hizo la causa de su propia salvación y de la de todo el género humano (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 3).

Toda la naturaleza ha sido creada por Dios, y Dios ha na- 5437 cído de María. Dios lo creó todo, y María engendró a Dios; Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo de María; y de este modo rehizo todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada, una vez profanadas, no quiso rehacerlas sin María.

Dios, por tanto, es padre de las cosas creadas y María es madre de las cosas recreadas. Dios es padre de toda la creación, María es madre de la universal restauración.

Porque Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho, y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual nada en absoluto existiría, y María dio a luz a aquel sin el cual nada seria bueno (SAN ANSELMO, Sermón 52).

5438 Llegóse a Eva, la madre de todos los vivientes. Ella es la viña cuya cerca había abierto la muerte. Desde entonces Eva, la madre de todos los vivientes, se convirtió en causa de muerte para todos los vivientes.

Floreció luego María, nueva viña en sustitución de la antigua, y en ella habitó Cristo, la nueva vida; para que, al acercarse confiadamente la muerte en su continua costumbre de devorar, encontrara escondida allí, en un fruto mortal, a la vida destructora de la muerte (SAN EFREN, Sermón sobre Nuestro Señor, 3-4).

5439 (...] Nuestra Señora nos enseña a tratar a Jesús, a reconocerle y a encontrarle en las diversas circunstancias del día, y de modo especial, en ese instante supremo -el tiempo se une con la eternidad- del Santo Sacrificio de la Misa: Jesús, con gesto de sacerdote eterno, atrae hacia si todas las cosas, para colocarlas, divino afflante Spiritu, con el soplo del Espíritu Santo, en la presencia de Dios Padre (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 94).

5440 ¿Cómo podríamos tomar parte en el sacrificio, sin recordar e invocar a la Madre del Soberano Sacerdote y de la Víctima? Nuestra Señora ha participado muy íntimamente en el sacerdocio de su Hijo durante su vida terrestre para que no esté ligada para siempre al ejercicio de su sacerdocio. Como estaba presente en el Calvario, está presente en la Misa, que es una prolongación del Calvario. En la Cruz asistía a su Hijo ofreciéndose al Padre; en el altar, asiste a la Iglesia que se ofrece a sí misma con su Cabeza, cuyo sacrificio renueva. Ofrezcamos a Jesús por medio de Nuestra Señora (P. BERNADOT, La Virgen en mi vida, p. 233).

5441 Las tres Personas divinas, viviendo y actuando en perfecta unidad [...], al hacer la obra maestra de su poder y de su bondad, quieren asociar la Virgen a sí mismas, en la mayor de sus obras [...]: han querido compartir la gloria de

esta obra entre la Virgen y ellas. Escogiéndola entre todas las criaturas, la han hecho capaz y digna de dar con ellas esta nueva naturaleza, y de ser la Madre del Verbo encarnado, llevando una persona humana a tal poder y calidad, y dándole tanta parte en un misterio tan grande (PEDRO DE BERULLE; Les mystéres de Marie, PP. 199-200).

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5442 El martirio de la Virgen está sugerido tanto en la profecía 5442 de Simeón como en el relato mismo de la Pasión del Señor.

Este, decía el anciano hablando del niño Jesús, está puesto para ser señal de contradicción, y a ti misma, añadió, dirigiéndose a María, una espada te atravesará el alma (Lc 2, 34-35) [...]. De hecho, cuando tu Jesús -que es de todos, pero especialmente tuyo- rindió su espíritu, la lanza cruel no alcanzó su alma. Si le abrió el costado, sin perdonarle, estando ya muerto, sin embargo no le pudo causar dolor. Pero sí atravesó tu alma; en aquel momento la suya no estaba allí, pero la tuya no podía en absoluto separarse de él (SAN BERNARDO Sermón para el domingo de la octava de la Asunción, 14).

Mediadora universal

5443 Uno solo es nuestro Mediador, según las palabras del Apóstol [...] (1 Tim 2, 5-6). Sin embargo, la misión materna de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo; antes bien, sirve para demostrar su poder. Pues todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes en Cristo, la fomenta. (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 60).

5444 Asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora (CONC. VAT. II, Const. Lumen gen tium, 62).

5445 María es nuestra mediadora, por ella recibimos, ¡oh Dios mío! tu misericordia, por ella recibimos al Señor Jesús en nuestras casas. Porque cada uno de nosotros tiene su casa y su castillo, y la Sabiduría llama a las puertas de cada uno; si alguna la abre, entrará y cenará con él (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 2, 2).

5446 ¿Quién podrá investigar, pues, ¡oh Virgen bendita!, la longitud y latitud, la sublimidad y profundidad de tu misericordia? Porque su longitud alcanza hasta su última hora a los que la invocan. Su latitud llena el orbe de la tierra para que toda la tierra esté llena de su misericordia. En cuanto a su sublimidad, fue tan excelsa que alcanzó la restauración de la ciudad celestial, y su profundidad fue tan honda que obtuvo la redención para los que estaban sentados en las tinieblas y sombras de la muerte (...), de suerte que tu potentísima y piadosísima caridad está llena de afecto para compadecerse y de eficacia para socorrer a los necesitados; en ambas cosas es igualmente rica y exuberante. A esta fuente generosa, pues, corra sedienta nuestra alma; a este cúmulo de misericordia recurra con toda solí&itud nuestra miseria (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 4, 8-9).

5447 Aquello poco que desees ofrecer, procura depositarlo en manos de María, graciosísimas y dignisimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al Señor, sin sufrir de El respulsa (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 18).

5448 Ya no parecerá estar de más la mujer bendita entre todas las mujeres, pues se ve claramente el papel que desempeña en la obra de nuestra reconciliación, porque necesitamos un mediador cerca de este Mediador, y nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio como María (SAN BERNARDO, Hom. para el domingo infraoctava de la Asunción, 2).

Dispensadora universal de todas las gracias

5449 La consecuencia de esta comunidad de sentimientos y dolores entre María y Jesús es que María mereció ser reparadora dignisima del orbe perdido y, por tanto, la dispensadora de todos los tesoros que Jesús nos conquistó con su muerte y con su sangre (SAN Pio X, Enc. Ad diem illum, 2-11-1904).

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5450 Asociada como Madre y Ministra al Rey de los mártires en la obra inefable de la humana redención, le queda para siempre asociada, con un poder casi inmenso, en la distribución de las gracias que se derivan de la redención (Pío XII, Radio,~¡ensaje «Bendito sea el Señor», 13-V-1946).

5451 [María es] puerto de los que naufragan, consuelo del mundo, rescate de los cautivos, alegría de los enfermos (SAN ALFONSO M.~ DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 2).

5452 Siempre que tengamos que pedir una gracia a Dios, dirijámonos a la Virgen Santa, y con seguridad seremos escuchados (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la pureza).

5453 Con todo lo íntimo de nuestra alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es su voluntad para bien nuestro. Mirando en todo y siempre al bien de los necesitados, consuela nuestro temor, excita nuestra fe, fortalece nuestra esperanza, disipa nuestra desconfianza y anima nuestra pusilanimidad. (S. BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 7).

5454 Nuestra Señora es descanso para los que trabajan, consuelo de los que lloran, medicina para los enfermos, puerto para los que maltrata la tempestad, perdón para los pecadores, dulce alivio de los tristes, socorro de los que rezan (SAN JUAN DAMAsCENO, Hom. en la Dormición de la B. Virgen María).

5455 No le faltaba a Dios, ciertamente, poder para infundirnos la gracia sin valerse de este acueducto, sí El hubiera querido, pero quiso proveerse de ella por este conducto (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 18).

5456 [María es el] acueducto que, recibiendo la plenitud de la misma fuente del corazón del Padre, nos la franqueó a nosotros [...J; con todo lo íntimo, pues, de nuestra alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos por María (SAN BERNARDO Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 4-7).

5457 No apartes los ojos del resplandor de esta estrella si quieres no ser destruido por las borrascas (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).

5458 María es el tesoro de Dios y la tesorera de todas las misericordias que nos quiere dispensar (SAN ALEONSO M.~ DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 25).

5459 Este hilo de agua celestial ha descendido a nosotros por un acueducto que nos distribuye el agua de la fuente, no toda de una vez, sino que hace caer la gracia gota a gota sobre nuestros corazones resecos, a unos más, a otros menos. El acueducto está lleno, de suerte que todos reciben de su plenitud, sin recibir la plenitud que él contiene.

Si no me engaño, ya habéis adivinado cuál es este acueducto que, recibiendo la plenitud de la fuente que brota en el corazón del Padre, nos distribuye en seguida a nosotros lo que somos capaces de recibir. Sabéis, en efecto, a quién se dirigían estas palabras: Dios te salve, llena de gracia [...] (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 3-5).

5460 Las madres no contabilizan los detalles de cariño que sus hijos les demuestran; no pesan ni miden con criterios mezquinos. Una pequeña muestra de amor la saborean como miel, y se vuelcan concediendo mucho más de lo que reciben. Si así reaccionan las madres buenas de la tierra, imaginaos lo que podremos esperar de nuestra Madre Santa María (J. ESCRIvA DE BALAGUER, Amigos de Dios, 280).

5461 Para todos abre el seno de su misericordia, a fin de que todos reciban de su plenitud; el cautivo la libertad, el enfermo la curación, el afligido el consuelo, el pecador el perdón, el justo la gracia, el ángel la alegría, en fin, la Trinidad entera la gloria, y el Hijo su carne humana. No hQy nada que escape a su calor (Sal 18, 7) (SAN BERNARDO Hom. para el domingo infraoctava de la Asunción, 1-2).

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Asunción ea cuerpo y alma al cielo

5462 Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divina-mente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial (Pio XII, Const. Apost. Munificentissimus Deus, l-XI-1950).

5463 En la economía de la gracia perdura sin cesar el momento del asentimiento que prestó fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la Cruz hasta la consumación perpetua de todos los elegidos. Pues, asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 62).

5464 Subió al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 1).

5465 Un precioso regalo envió al cielo nuestra tierra hoy [...~. Subiendo a lo alto, la Virgen bienaventurada otorgará copiosos dones a los hombres. ¿Y cómo no dará? Ni le falta poder ni voluntad. Reina de los cielos es, misericordiosa es; finalmente, Madre es del Unigénito de Dios (SAN BER NARDO, Hoin. en la Asunción de la B. Virgen María, 1).

Reina y Señora de cielos y tierra

5466 La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (Apoc 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 59).

5467 Pero, ¿y quién será capaz de pensar siquiera cuán gloriosa iría hoy la reina del mundo y con cuánto afecto y devoción saldría toda la multitud de los ejércitos celestiales a su encuentro? ¿Con qué cánticos sería acompañada hasta el trono de la gloria, con qué semblante tan plácido, con qué rostro tan sereno, con qué alegres abrazos seria recibida del Hijo y ensalzada sobre toda criatura con aquel honor que Madre tan grande merecía, con aquella gloria que era digna de tan gran Hijo? (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 1, 4).

Devociones a Santa María Ver nn. 1673-1689; 1690-1699.

5468 ¡Templo vivo de la santísima divinidad del Hijo único! ¡Madre de Dios! Lo repito con acción de gracias: tu asunción de ninguna manera te ha alejado de los cristianos. Tú vives incorruptible y sin embargo no moras lejos de este mundo de corrupción; al contrario, estás cerca de los que te invocan, y los que te buscan con fe te encuentran (SAN GERMAN DE CONSTANTINOPLA, Hom. 1 para la Dormición de la Madre de Dios).

5469 Todas las generaciones me llamarán dichosa (Lc 1, 48), dijo María en su cántico profético; «Bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús». Le responden a eco, a lo largo de los tiempos, pueblos de todas las latitudes, razas y lenguas. Unos más esclarecidos, otros menos, los fieles cristianos no cesan de recurrir a Nuestra Señora, la Santa Madre de Dios: en momentos de alegría, invocándola «Causa de nuestra alegría»; en momento de aflicción, llamándola «Consoladora de los afligidos»; y en momentos de desvarío, implorándola «Refugio de los pecadores» [...J (JUAN PABLO II, Hom. 8-VII-1980).

5470 Los que consideran superadas las devociones a la Virgen Santísima, dan señales de que han perdido el hondo sentido cristiano que encierran, de que han olvidado la fuente

de donde nacen: la fe en la voluntad salvadora de Dios Padre, el amor a Dios Hijo que se h20 realmente hombre y nació de una mujer, la conñ'anz~ ~n Dios Espíritu Santo que nos santifica con su gracia. E~ I)ios quien nos ha dado a María, y no tenemos derecho ar~chazarla, sino que hemos de acudir a Ella con amor y coti alegría de hijos (J. Es-CRIVA DE BALAGUER, Es Cristo qu~ pasa, 142).

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Así como los grandes del mundo tienen a grande honra y gloria el que otros hombres llev~ su librea, así también María Santísima se complace en c¡~e sus devotos y fieles servidores vistan su escapulario, para dar testimonio de que están consagrados a su servio'o y que pertenecen a la familia de la Madre de Dios. Los ~~rejes modernos se ríen maliciosamente de esta devoción; pero la Santa Iglesia la ha aprobado por muchas Bulas, yl~ ha enriquecido con el tesoro de las indulgencias. (SAN ~FON5O M? DE LIGORIO Las glorias de María, l.c., p. 601).

María, ejemplo de todos los cristianos

Y esta práctica (del pudor y de la modestia) será una lección viva y atrayente enseñanza, qLi~ arrastre las almas hacia la santidad. Pero habéis de ha(crlo con la humildad de María, que oye a todos como discíp~la y aprendiz de virtudes, aunque era doctora consumada en la difícil ciencia de ellas (SAN AMBROSIO, Trat. sobre ¡a~ vfrgenes, 2).

María fue purificada para dar ejemplo de obediencia y de humildad (SANTO TOMÁs, Suma TEOLOGICA, 1-2, q. 1, a. 2).

En el recogimiento llevaba la mejor defensa, decoro y modestia, la cual resplandecía en sus movimientos y palabras con tal arte, que se granjeaba el respeto y veneración de cuantos la veían, alejada de las vanidades y entregada por entero a la virtud. De donde aprenderán las vírgenes a ser vigilantes de si mismas y guardadoras de su recato, si desean que las gentes las respeten (S\N ~MBROSIO, Trat. sobre las vfrgenes, 2).

Haberse turbado fue pudor virgiral; no haberse perturbado, fortaleza; haber callado y pensado, prudencia (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 3).

5476 Sí quieres que Dios te conceda más fácilmente la humildad, toma por abogada y protectora a la Santisíma Virgen. San Bernardo dice que María se ha humillado como ninguna otra criatura, y siendo la más grande de todas, se ha hecho la más pequeña en el abismo profundísímo de su humildad (J. PECCI -León XIII-, Práctica de la humildad, 56).

5477 He aquí, dice, la esclava del Señor. ¿Qué humildad es ésta tan alta que no se deja vencer de las honras ni se engrandece en la gloria? Es escogida por Madre de Dios y se da el nombre de esclava (...]. No es cosa grande ser humilde en el abatimiento, pero es muy grande y muy rara ser humilde en el honor (SAN BERNARDO Hoin. sobre la Virgen Madre,

4).

5478 Sírvanos la vida de María de modelo de virginidad, cual imagen que se hubiera trasladado a un lienzo; en ella, como en espejo, brilla la hermosura de la castidad y la belleza de toda virtud. Virgen no sólo en la carne, sino también en su alma, sin que la menor doblez de malicia corrompiese la pureza de sus afectos; humilde en su corazón, prudente en las palabras, madura en el consejo, parca en su conversación 1...]~ solícita en sus labores. A nadie hizo mal, quiso bien a todos, respetó a los mayores, fue amable para con los iguales [...J. He aquí la imagen de la verdadera virginidad. Esta fue María, cuya vida pasó a ser norma para todas las vírgenes (SAN A~1BROsIO, Trat. sobre las virgenes, 2).

5479 Al querer hablar de las virtudes de esta augusta Reina, si bien es cierto que los Evangelios nos suministran muy pocos datos, sin embargo, cuando nos dicen que estuvo llena de gracia, nos dicen, de callada, que estuvo adornada de todas las virtudes, y que las tuvo todas en grado heroico. «De tal suerte que, mientras los demás Santos -como dice Santo Tomás- sobresalieron cada cual en una virtud particular, la bienaventurada Virgen María se aventajó en todas las virtudes, y en todas y en cada una de ellas puede ser nuestro ejemplar y modelo. (SAN ALFONSO M? DE LIGORIO, Las virtudes de María Santísima, l.c., p. 545).

5480 María proclama que la llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1, 48). Humanamente hablando, ¿en qué motivos se apoyaba esa esperanza? ¿Quién era Ella, para ~s hombres y mujeres de entonces? Las grandes heroínas del Viejo Testamento -Judit, Ester, Débora- consiguieron ya en la tierra una

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gloria humana, fueron aclamadas por el pueblo, ensalzadas. El trono de María, como el de su Hijo, es la Cruz. Y durante el resto de su existencia, hasta que subió en cuerpo y alma a los Cielos, es su callada presencia la que nos impresiona. San Lucas, que la conocía bien, anota que está junto a los primeros discípulos, en oración. Así termina sus días terrenos, la que habría de ser alabada por las criaturas hasta la eternidad. (J. ESCRIVA [)E BALAGUER, Amigos de Dios, 286).

5481 Aun con haber merecido alumbrar al Hijo del Altísimo, 5481 era ella humildísima, y al nombrarse no se antepone a su esposo, diciendo: «Yo y tu padre», sino: Tu padre y yo. No tuvo en cuenta la dignidad de su seno, sino la jerarquía conyugal. La humildad de Cristo, en efecto, no había de ser para su Madre una escuela de soberbia. (S. A(U~rIN, Ser¡nón 51).

Ved la humildad de la Virgen, ved su devoción: Ydtjo ~Ia- 5482 ría: He aquí la esclava del Señor. Se llama esclava la que es elegida como Madre, y no se llena de orgullo por una promesa tan sorprendente: porque la que había de dar a luz al manso y humilde, debió manifestar ante todo su humildad; llamándose a si misma esclava, no sc apropió la prerrogativa de una gracia tan especial, porque hacia lo que le mandaban (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. V, p. 50).

Nuestra Señora es, en términos positivos, el buen instrumento que se identífíca por completo con la misión recibida. Una vez conocidos los planes de Dios, Santa María los hace cosa propia; no son algo ajeno para Ella. En el cabal desempeño de tales proyectos compromete por entero su entendimiento, su voluntad y sus energías. En ningún momento se nos muestra la Santísima Virgen como una especie de marioneta inerte: ni cuando emprende, vivaz, el víaje a las montañas de Judea para visitar a Isabel; ni cuando, ejerciendo de verdad su papel de Madre, busca y encuentra a Jesús Niño en el templo de Jerusalén; ni cuando provoca el primer milagro del Señor; ni cuando aparece -sin necesidad de ser convocada- al pie de la Cruz en que muere su Hijo... Es Ella quien libremente, como al decir Hágase, pone en juego su personalidad entera para el cumplimiento de la tarea recibida: una tarea que de ningún modo le resulta extraña: los de Dios son los intereses personales de Santa María. No es ya sólo que ninguna mira privada suya dificultase los planes del Señor: es que, además, aquellas miras propias eran exactamente estos planes. (J.M. PERO SANz La hora sexta, p. 292).

5484 Como flores en alegre jardín brillan en el alma de María las virtudes: en su pudor muéstrase el recato; en su fe, la firmeza y el valor; en su devoción, el amor obsequioso. Como virgen, ama el retiro de su casa y no sale de ella sin compañía; como madre, acude al templo a ofrecer a su Hijo a Dios (SAN AMBROSIO, Trat. sobre las vírgenes, 2).

5485 Es virgen en el cuerpo y virgen en el alma, limpia de desordenados afectos. Humilde de corazón, prudente en el juicio, grave y mesurada en el hablar, recatada en el trato, amiga del trabajo [...]. A nadie ofende, a todos sirve; es respetuosa con los mayores y afable con los iguales.

Enemiga de honras mundanas, regula sus acciones con el dictado de la razón, moviéndose sólo por el amor a la virtud.

Jamás dio enojo a sus padres ni con un leve gesto. Jamás afligió al humilde, ni menospreció al débil, ni volvió la espalda al necesitado, ni tuvo trato con hombres, fuera del que pedía la misericordia y toleraba el pudor. Sus ojos no conocieron el fuego de la lujuría, ni en sus palabras sonaron acentos de procacidad, ni en su continente faltó nunca la decencia.

Ni movimiento indecoroso, ni andar descompuesto, ni voz presumida vióse jamás en ella, reflejando en cambio en su compostura la interior pureza del alma (SAN AMBROSIO, Trat. sobre las vfrgenes, 2).

Hoarar a María es alabar a Dios

Todo el que vive sincera y profundamente la devoción ma- 5486 nana siéntese ciertamente inclinado a vigilar, a orar, a acercarse al tribunal de la Penitencia y a la Eucaristía (Pío XlI, Enc. Sacra virginitas, 25-3-1954).

Retírense, pues, esos vanidosos que tienen miedo de que 5487 hagamos demasiado honor a la Virgen. Ella es digna de todo el honor que pertenece a la pura criatura, tanto espiritual como corporal. Los que no son abortos del cristianismo, sino que pertenecen a la verdadera generación de Jesucristo, aman a esta Señora, la

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honran y la alaban en todo y por todo: Todas las generaciones inc llamarán bienaventurada (SAN FRANCISCo DE SALES, Sermón de Pentecostés).

Si buscáis a María, encontraréis a Jesús. Y aprenderéis a 5488 entender un poco lo que hay en ese corazón de Dios que se anonada ~...]. (J. ESCRIvA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 144).

No hay duda de que cuantas alabanzas dirigimos a la Virgen Madre pertenecen al Hijo; y que, igualmente, cuando honramos al Hijo no nos apartamos de la gloría de la Madre (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 4).

El camino para penetrar en los sufrimientos del Hijo es penetrar en los sufrimientos de la Madre (CARD. J. H. NEWMAN Sermón para el Dom. III de Cuaresma.' Ntra. Sra. en el Evangelio).

Fue enviado el ángel Gabriel por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret. ¿Te admiras de que la pequeña ciudad de Nazaret sea agraciada con un embajador de tan gran Rey y con una embajada de tanta importancia? En esta ciudad se oculta un tesoro riquísimo, se oculta a los hombres, no a Dios. ¿Por ventura no es María el tesoro de Dios? En cualquier parte que ella esté, está el corazón de Dios. Sus ojos están puestos en ella; en todas partes mira la humildad de su Sierva (SAN BERNARDO, Hom. en la Anunciación, 3).

Amor a la Virgen

5492 El amor a la Señora es prueba de buen espíritu, en las obras y en las personas singulares. Desconfía de la empresa que no tenga esa señal (J. ESCRIvA DE BALAGUER, Camino, n. 505).

5493 Que nuestra alma sedienta acuda a esta fuente, y que nuestra miseria recurra a este tesoro de compasión [...J. Virgen bendita, que tu bondad haga conocer en adelante al mundo la gracia que tú has hallado junto a Dios: consigue con tus oraciones el perdón de los culpables, la salud de los enfermos, el consuelo de los afligidos, ayuda y libertad para los que están en peligro (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 1, 7-8).

5494 Recordare, Virgo Mater Dei, dum steteris in conspectu Do-mini, ut lo quaris pro nobis bona. Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés delante del Señor, de decirle cosas buenas de mí. (Oración sobre ofrendas, de la Misa de Santa María Medianera de todas

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