Violencia y Mito Revolucionario en George Sorel

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Violencia y mito revolucionario en George Sorel

Escrito por IF...Sábado, 27 de Diciembre de 2008 20:03 - Actualizado Sábado, 27 de Diciembre de 2008 20:11

Tan poco tiempo hace desde que George Sorel publicó su obra “Reflexiones sobre la violencia”y tan grande es la distancia ideológica que nos separa de él que uno, al leerlo, no puede evitarpensar que está leyendo a un náufrago de la historia, a un perdedor del pensamiento cuyonombre está pronto a extinguirse, a desaparecer, un quijote de la libertad cuya alma vagará enbreve en el Hades de la erudición extinguiéndose su memoria para siempre. Luchando contraeste irresistible destino me propongo comentar algo de su obra.

Mientras la burguesía compasiva europea ponía paños calientes sobre las heridas de losobreros Sorel se preguntaba si era posible la revolución. La decadencia moral de la burguesíaera para Sorel un hecho, precisamente la mentalidad claudicante, cobarde y negociadora de laburguesía mostraba hasta que extremo la ideología capitalista carecía de un fuste moral sobreel que sostenerse ¿qué hacer antes de hundirnos en el abismo de los mercaderes del templo,de los filisteos y de los usureros de postín? ¿quién nos librará del mal ya que hasta los diosesparecen muertos? Para Sorel la respuesta sólo puede ser una: el proletario; y de estarespuesta se infiere el carácter marcadamente moral que tiene la revolución social para Sorel.

La revolución no pretende la regeneración del capitalismo ni las concesiones que los“socialistas parlamentarios” prodigan a sus siervos votantes. No. La revolución desea ir muchomás allá y destruir una sociedad de amos y esclavos para construir un mañana en donde elobrero sea un trabajador y un artista, un creador. No importa la longitud de la cadena, mientrassiga la estructura de división capitalista del trabajo toda relación de trabajo será una sumisióndel trabajador al capital. El obrero, según Sorel, no busca ni debe buscar nuevas concesiones,no debe anhelar sentarse en la mesa en donde se reparte el pastel, su deber es destruir unsistema que es per se corrupto y alienante, todo regateo material entrañará una pérdida moral.

¿Cómo movilizar a las masas para conseguir la derrota del capitalismo? Construyendo un mitorevolucionario. Los eslóganes de los intelectuales o las utopías de los burócratas de las ideascarecen de fuerza para movilizar a las masas de obreros. Toda utopía, toda “construcciónpolítica” de la intelectualidad se convierte rápidamente en un proyecto reformista pero norevolucionario. Mientras que los mínimos de la utopía son asimilables para el sistema el mitorevolucionario no lo es ya que es una realidad total que no admite modificaciones al carecer deuna estructura lógica coherente ideológicamente jerarquizada. El mito revolucionario tiene, porlo tanto, esa doble ventaja: no es asimilable por el sistema estatal y es capaz de movilizar a lasmasas. Sorel propone el mito de la huelga general total para movilizar a la población obreracontra los intereses de la burguesía y de sus lacayos, los intelectuales socialistas; una huelgafinal en la que las estructuras de opresión del Estado quedarán destruidas por el ímpetu de lasmasas exaltadas.

Sorel no propone el uso bestial de la violencia para conseguir estos objetivos. Contrapone laviolencia revolucionaria del mito al resentimiento jacobino del Reinado del Terror. El utopista, elintelectual social que espera un mundo mejor y perfecto en el inmediato mañana desconoce lanaturaleza humana y cuando esta naturaleza no entra dentro de su Sistema Feliz introduce alpueblo en un lecho de Procusto para amoldarlo a la medida de su sociedad perfecta. El gulagruso, el totalitarismo fascista, el Terror de la Francia revolucionaria o los excesos de las

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teocracias islamistas son ejemplos de como la utopía feliz se convierte en pesadilla aldesconocer el alma humana y al pretender centralizar la fuerza y la vitalidad del mito en unaestructura jerarquizada y anquilosante, el Estado.

    Sorel no es ningún exaltado que proclame una mística sangrienta y brutal, sino queúnicamente constataba a principios del siglo XX lo que es hoy una cruda realidad: para lasfuerzas estatalistas, para las fuerzas capitalistas del primer mundo todo es admisible menos laviolencia. Podríamos pensar que esto es un gran avance en nuestra civilización pero desdeque tenemos constancia del hecho político ninguna forma de opresión ha tolerado el uso de laviolencia impropia, el uso de la violencia que escapa del control del propio estado. ¿Algúntirano ha dejado de considerar la violencia que se ejercía contra su opresión como violenciamala, subversiva o terrorista? Hoy los regímenes democráticos que tan pomposamenterechazan la violencia y su uso se embarcan, sin rubor, en guerras ilegales (Irak es la másreciente) o en el uso injustificado de la fuerza contra civiles (antidisturbios, agresiones encomisarías, etc.). El rechazo de las clases dominantes a la violencia es una hipocresía y en eserechazo unánime e hipócrita ve Sorel un digno objeto de reflexión: ¿por qué tanta unanimidad?

    Distingue Sorel entre fuerza y violencia. La fuerza es la coacción ejercida por las estructurasde poder jerarquizadas, sobretodo el estado, para mantener en una situación de sumisión a lasmasas desfavorecidas en el reparto del poder. Hoy en día no es necesario que el señor feudalllame a nuestra puerta para solicitar el diezmo, el banco toma lo que le debemos de nuestrascuentas bancarias o el estado nos extorsiona el IRPF directamente de nuestras nóminas. Lapolicía y el ejército cumplen su función disuasoria sin necesidad de usar la fuerza bruta, bastahacer alarde de fuerzas para mantener el control sobre la población. Las hordas policiales notienen que venir a desalojarnos de nuestras casas si nos negamos a admitir la extorsión de losbancos y del estado, nosotros mismos, concientes de nuestra impotencia, abandonamosnuestra propiedad para regocijo de los acreedores. Esta es la fuerza que día a día en todaestructura opresiva se ejerce sobre la masa desconcertada.

    La violencia, sin embargo, es aquella potencia indomable con la que el pueblo se sacude elyugo impuesto sobre su cerviz. La violencia tiene un cariz revolucionario, la fuerzaconservador. El terror de la burguesía de principios del XX por la violencia era natural segúnSorel: la violencia es el único medio para arrebatar el poder a la minoría, es el único camino porel que el proletario podría salir de la opresión. El mito revolucionario de la huelga general sóloes efectuable mediante el uso de la violencia.

    “la fuerza tiene como objeto imponer la organización de determinado orden social en el cualgobierna una minoría, mientras que la violencia tiende a la destrucción de ese orden. Laburguesía ha empleado la fuerza desde el comienzo de los tiempos modernos, mientras que elproletariado reacciona ahora contra ella y contra el Estado mediante la violencia.”

George Sorel; Reflexiones sobre la violencia; Alianza Editorial ed. cit. cap. 5. IV

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    Alguien que haya leído hasta aquí podría haber pensado que Sorel propone el más chuscoterrorismo o pistolerismo pero no es así; Sorel, de hecho, ataca profundamente la concepciónde la violencia como un medio para satisfacer las “bajas pasiones” de la venganza y delresentimiento. Como buen seguidor de Nietzsche considera que la venganza es un sentimientode débiles resentidos; el fuerte devuelve el golpe, ataca, vence o pierde pero acepta el carácteragónico de la violencia, tras la lucha no cabe rencor, si acaso queda esperar la siguientebatalla. Sorel muestra como las revoluciones burguesas han llevado aparejadas grandes dosisde resentimiento: los burgueses anhelantes de las posiciones privilegiadas de la noblezamuestran su rencor envidioso con su presteza en celebrar juicios sumarios, su rapidez enhonrar a la guillotina, al gulag o a los pelotones de fusilamiento. Una vez haya triunfado laviolencia proletaria, una vez se hayan roto las cadenas de la opresión, si la libertad conquistadano cae en manos de las estructuras de poder jerárquicas el pueblo liberado desterrará de sualma el deseo de venganza y lo sustituirá por la dicha de la justicia.

   “Nunca he tenido por el “odio creador” la admiración que Jaurès le profesa; no experimentopor los guillotinadores  las mismas indulgencias que él; y me horroriza cualquier medida queaflige al vencido bajo un disfraz judicial. La guerra hecha a plena luz, sin ninguna atenuaciónhipócrita, con miras a aplastar a un enemigo irreconciliable, excluye todas las abominacionesque han deshonrado a la revolución burguesa del siglo XVIII”

ed. cit. “Apéndice II: Apología de la violencia”

    Pero ¿cómo evitarlo? ¿cómo conseguir que las fuerzas estatalistas no se apropien delímpetu revolucionario y torne sus ansias de justicia en apetitos vengativos? Sorel no daninguna respuesta a esto mientras que la historia nos muestra como a lo largo de tantos ytantos levantamientos populares las estructuras jerárquicas de poder se han adueñado de esafuerza liberadora del pueblo y la ha transformado en purgas y persecuciones. Sorel dice que elmito de la huelga revolucionaria purificará el alma del pueblo y la liberará de los bajos instintosvindicativos; mientras que los “socialistas parlamentarios” intentan engatusar a los obrerosalimentando su envidia y rencor hacia los ricos el mito revolucionario alimenta los anhelos dejusticia y libertad pero, cabe preguntarse ¿bastaría con esto para evitar los desmanes de losmetarelatos totalitarios del siglo XX que todos conocemos?

    Sea como sea el pensamiento de Sorel por su radicalidad es tristemente lejano alpensamiento político fáctico de hoy en día pero también, irónicamente, profundamente actualdesde una perspectiva más profunda que analice los usos y los abusos de la fuerza sobre lapoblación y los medios de esta para defenderse.

¿Es posible el mito revolucionario de Sorel hoy? A mi juicio no. La situación económica enOccidente es demasiado boyante para que las masas sean arrastradas por un mito redentor,hay demasiado que perder y siempre echan un buen programa por la tele. Mucho me temo quelos mitos no tienen hoy un papel social más allá de celebrar éxitos de la selección de fútbol o

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de indignarse contra el último asesino o/y abusador de niños; mitos sociales que proveen a lasmasas de descargas emocionales catárticas y socializadoras pero que carecen de podersubversivo alguno. Sorel se enfrentó a los inicios de la demagogia sistemática en el casoDreyfus pero no fue capaz de imaginar el poder que adquirirían los medios de información paramanipular la conciencia de las masas y romper cualquier posibilidad de construir un mito socialcon poder subversivo. Mucho me temo que hoy en día la praxis de las teorías sorelianas nosllevaría a un quijotesco predicar en el desierto o al más sórdido terrorismo.

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