George sand

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George Sand,escritora francesa

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(Aurore Dupin, baronesa Dudevant; París, 1804-Nohant, 1876) Escritora francesa. Se educó con su abuela paterna en la propiedad de Nohant. Contrajo matrimonio con el barón Casimir Dudevant (1822), de quien tuvo dos hijos y de quien se separó en 1830. En 1831 se instaló en París. Fue amante del novelista J. Sandeau, con quien escribió, bajo el seudónimo común de Jules Sand, la novela Rose y Blanche (1831).

En 1832, ya con el seudónimo de George Sand, publicó Indiana y Valentine y al año siguiente obtuvo un gran éxito con la novela Lélia. Tras la ruptura con Sandeau, inició sus relaciones con A. de Musset (1833-1834). A este período corresponden sus novelas Jacques (1834), André (1835) y Mauprat (1837). De regreso a Nohant, Michel de Bourges le hizo interesarse por la política; trató a Liszt y a Lamennais y se hizo discípula entusiasta del socialista P. Leroux.

En 1838 inició su larga relación con Chopin, uno de cuyos episodios es la estancia en la cartuja de Valldemosa (1838-1839), que la escritora evoca en Un invierno en Mallorca (1842). A esta época, marcada por sus ideales sociales y humanitarios, pertenecen sus novelas Spiridion (1839), El «compagnon» de la vuelta a Francia (1841) -la primera novela francesa que tiene por protagonista a un obrero-, Horace (1842), Consuelo (1843), La condesa de Rudolstadt (1844), El molinero de Angibault (1845) y El pecado de Monsieur

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Luego de abandonar a su esposo, Aurore comenzó a preferir el uso de vestimentas masculinas, aunque continuaba vistiéndose con prendas femeninas en reuniones sociales. Este "disfraz" masculino le permitió circular más libremente en París, y obtuvo de esta forma, un acceso a lugares que de otra manera hubieran estado negados para una mujer de su condición social. Esta era una práctica excepcional para el siglo XIX, donde los códigos sociales, especialmente de las clases altas, eran de una gran importancia. Como consecuencia, ella perdió una parte de los privilegios que obtuvo al convertirse en una baronesa

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Había en ella una mujer que escribía como una locomotora todas las noches, una socialista comprometida con los obreros en las turbulentas barricadas de

las revoluciones que azotaron el París decimonónico, una incansable defensora de los perseguidos políticos, una fiel amiga de seres excepcionales como

Flaubert, Liszt, Delacroix, Balzac, Turgueniev y muchos otros artistas, intelectuales y políticos progresistas, (amigos que entrecruzaron tantas cartas con ella que la correspondencia de Sand alcanza los veinticinco volúmenes).

Había también en George Sand una mujer hiperactiva que escribía columnas en periódicos, que ganaba un dinerillo pintando cigarreras de madera, que realizaba traducciones, que reflexionaba en múltiples escritos sobre la

literatura, la institución matrimonial y la situación de la mujer, que cocinaba kilos y kilos de mermeladas, que cosía, que era una experta jardinera, que

pagaba bien a los campesinos, que cabalgaba por los campos vestida de rústico varón y que se bañaba en el río Indre desde niña hasta la vejez.

Escribió cerca de cien libros, pero a diferencia de tantas escritoras, no tuvo que realizar la trágica elección “hijos o libros”. Pese a las idas y venidas de su maternidad, no sólo educó a sus hijos sino también a sus nietos. Y hasta

amamantó a sus bebés en una época en que su clase social daba los recién nacidos a nodrizas. Jugaba y contaba cuentos a los niños de su familia con una

magia incomparable.

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Sand discutía constantemente sobre el hecho de escribir con sus colegas. Las conversaciones con Balzac eran eternas , interminables. Las cartas que se cruzó con Flaubert están llenas de ideas, cuestionamientos y consejos. Sus interlocutores son la pléyade de escritores número uno de su tiempo: además de los mencionados, dialogó con Dostoievsky, Turgueniev, Dumas, Elizabeth Barret, Víctor Hugo, Baudelaire, Teófilo Gautier y muchos otros. Fue una autora increíblemente prolífica. Algunos de sus libros, como la propia Indiana, resultan hoy difíciles de recepcionar para el lector contemporáneo, porque las concesiones a la moda del Romanticismo interceptan la historia con un lenguaje saturado de descripción de emociones. Pero Sand fue longeva y su vida muy plástica: siempre estuvo investigando y probando nuevos caminos. Varias de sus novelas permanecen vivas y son un ejemplo redondo de narrativa realista, como la breve y magistral La charca del diablo. La obra de Sand aún es profundamente perturbadora: su interés por los amores desiguales, por los cruces de clases sociales y las diferencias de edad, por la violencia entre los sexos, por el ahondamiento en las relaciones incestuosas y por la exposición de los intercambios de roles y de expectativas de género, la hacen una lectura fundamental para comprender el nacimiento de la novela moderna.  

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Sand y los pantalones. La idea de vestirse de hombre para andar libremente por París se la sugirió a Sand su propia madre: “Cuando yo era joven a tu padre se le ocurrió que me vistiera como un muchacho. Mi hermana hizo lo mismo, y así íbamos a todos lados a pie, con nuestros maridos, al

teatro. Significó una gran economía en nuestros hogares”.“La idea al principio me pareció divertida y después muy inteligente. Como ya había estado vestida de varón en mi infancia y había salido a cazar

con blusa y polainas no me resultó nada difícil volver a una vestimenta que no era nueva para mí. En ese entonces la moda ayudaba bastante. Los hombres vestían unas largas chaquetas

rectas, que caían hasta los talones.(...) De modo que me hice hacer una chaqueta de grueso paño gris, con el pantalón y el chaleco

iguales. Con un sombrero gris y una gruesa corbata de lana parecía un estudiante de primer año. No puedo expresar el placer que me produjeron mis botas, hubiera querido dormir con ellas (...). Con

esos pequeños tacos herrados me sentía firme sobre el piso. Recorría París de punta a punta. Me veía capaz de dar la vuelta al

mundo. Salía con cualquier tiempo, volvía a cualquier hora, iba a la platea a los teatros. Nadie me miraba ni desconfiaba de mi disfraz. (...) Pese a que en este extraño modo de vida no había nada de lo que yo pudiera avergonzarme, lo adopté teniendo clara conciencia

de las consecuencias que podía tener sobre mi reputación y las condiciones de mi vida.(...) Sin embargo, parecía que el destino me empujaba. Lo sentía imbatible y estaba decidida a que así fuese; no un grandioso porvenir, era demasiado independiente en medio de mi fantasía para alimentar cualquier tipo de aspiración, sino tan sólo un destino de libertad espiritual y aislamiento poético, en una sociedad

a la que no pedía más que olvido y condescendencia para que me permitiera ganar mi pan cotidiano sin esclavitud.” (Tomado de

George Sand: Historia de mi vida, Parsifal, Barcelona,1990

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Al producirse la revolución de 1848, acudió a París y participó de forma activa en los acontecimientos; sin embargo, tras imponerse la reacción del mes de

junio, regresó a Nohant, donde residió casi de forma permanente hasta su muerte y desde donde

protegió a escritores jóvenes, como G. Flaubert. Completó una serie de novelas sobre la vida

campesina, que había iniciado con El pantano del diablo (1846): François le Champi (1848), La

pequeña Fadette (1849) y Los maestros campaneros (1853).

Ya en el umbral de su vejez publicó una serie de relatos idílicos: Los apuestos caballeros de Bois-

Doré (1857), El marqués de Villemer (1861), Mademoiselle La Quintinie (1863) y Laura (1864). Es autora también de libros de memorias (Historia

de mi vida, 1855; Ensueños y recuerdos, 1871-1872; Impresiones y recuerdos, 1873-1876), y tras

su muerte se publicaron su copiosa correspondencia y su Diario íntimo (1926

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