Vigilia Inmaculada 2020...María, Madre de la Iglesia que cree, que celebra, que vive y que ora....

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Vigilia Inmaculada 2020 delegación diocesana de liturgia Toledo 1 Vigilia de la Inmaculada MARÍA INMACULADA, MADRE DE LA IGLESIA 7 de diciembre de 2020

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    Vigilia de la Inmaculada

    MARÍA INMACULADA, MADRE DE LA IGLESIA 7 de diciembre de 2020

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    PRIMERA PARTE MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA QUE CREE

    Antes de iniciar la vigilia, se congregan todos fuera del templo y encienden sus velas. El que preside dice: Saludo inicial En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. R. Amén. El Señor Jesús, que se encarnó en las entrañas de la Virgen Inmaculada, esté con todos vosotros. R. Y con tu espíritu. Monición inicial Querida Virgen María, Reina y Madre nuestra: En esta noche, en plena novena en honor de tu Inmaculada Concepción: nuestra parroquia te dedica esta vigilia como un humilde y cariñoso obsequio espiritual para preparamos a la gran fiesta del próximo martes 8 de diciembre unidos a toda la Iglesia universal. ¡María, Madre de Dios y Madre nuestra! Queremos celebrar en esta noche que tú eres: “María, Madre de la Iglesia”. Este lema nos recuerda que los cristianos somos hijos de Dios, hijos de la Virgen e hijos de la Iglesia. La Iglesia es de Jesús, pero también es de María. La Iglesia entonces es cristiana, pero también mariana. En esta hora de oración y alabanza nos detendremos en estos cuatro pasos: María, Madre de la Iglesia que cree, que celebra, que vive y que ora. ¡María! Te proclamamos Santa, Inmaculada y Madre de la Iglesia. Madre nuestra. Atrae sobre nosotros el don del Espíritu Santo.

    El que preside indica ahora que se eleven un poco las velas para proceder a su bendición

    Oración de bendición de las velas Oh Dios, Padre nuestro: Tú eres la luz verdadera. Cuando tú hablas, la oscuridad da paso a la luz del día, el mundo refleja tu resplandor, y podemos vivir en la luz de tu amor.

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    Date a conocer a nosotros mientras portamos en nuestras manos estas velas +, y haz nuestros rostros resplandecientes con tu gloria. Haznos hijos de la luz, y por intercesión de la Inmaculada Virgen María cuya memoria celebramos, líbranos de la oscuridad del pecado y llévanos a tu luz eterna por medio de Aquel, que es nuestro camino, nuestra verdad, nuestra vida y la luz del mundo, Jesucristo, nuestro Señor. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

    A continuación el que preside dice: Salgamos ahora al encuentro del Señor, que constituyó a la Virgen María en Madre de toda la Iglesia al pie de la cruz, y la dotó de todas las gracias necesarias para cuidar a los primeros discípulos que recibirían la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. Cantemos a María, Madre de la Iglesia.

    Comienza el canto a la Virgen y la procesión para entrar en el templo, que estará iluminado con poca luz. Se inciensa. Justo en este momento termina el canto mariano. Todos permanecen de pie con las velas encendidas y el que lleva el turiferario junto a la Inmaculada. Canto mariano para la procesión: Con Ella se puede Con ella se puede llegar hasta el fondo del mar, volar hasta el cielo; con ella se puede reír en lugar de llorar y hacerte pequeño, saber esperar que hará realidad nuestros sueños. Con Ella se puede lograr, con Ella se puede lograr, con Ella se puede volver a empezar, con Ella se puede llegar. Con Ella se puede pasar a través del cristal, detrás del espejo; con Ella se puede nacer para la eternidad aun siendo ya viejo tu Madre será porque Ella dio a luz la Verdad. Con Ella se puede lograr, con Ella se puede lograr, con Ella se puede jugar a ganar, con Ella se puede llegar. Con Ella se puede vivir sin mirar para atrás perdiendo ya el miedo; con Ella se puede comer hasta hartarse de pan y hacer vino añejo del agua normal porque Ella de Dios es reflejo. Con Ella se puede lograr, con Ella se puede lograr, con Ella se puede, ven y lo verás con Ella se puede llegar, con Ella se puede llegar.

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    Canto mariano para las Aclamaciones de la Inmaculada: María la Madre Buena Tantas cosas en la vida nos ofrecen plenitud, y no son más que mentiras que desgastan la inquietud. Tú has llenado mi existencia al quererme de verdad. Yo quisiera Madre Buena amarte más. En silencio escuchabas la Palabra de Jesús, y la hacías pan de vida meditando en tu interior. La semilla que ha caído ya germina, ya está en flor. Con el corazón en fiesta cantaré. Ave María, ave María. Ave María, ave María. Aclamaciones a la Inmaculada Virgen Santa e Inmaculada, Madre de la Iglesia que cree, a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo y el amparo maternal de nuestra ciudad, nos acogemos con confianza y amor. Eres toda belleza, María. En Ti no hay mancha de pecado. Ave María, ave María. Ave María, ave María. Virgen Santa e Inmaculada, Madre de la Iglesia que celebra, Renueva en nosotros el deseo de ser santos: que en nuestras palabras resplandezca la verdad, que nuestras obras sean un canto a la caridad, que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón brillen la pureza y la castidad, que en nuestra vida se refleje el esplendor del Evangelio Eres toda belleza, María. En Ti se hizo carne la Palabra de Dios. Ave María, ave María. Ave María, ave María. Virgen Santa e Inmaculada, Madre de la Iglesia que vive, Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor: que no seamos sordos al grito de los pobres, que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos, que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen indiferentes, que amemos y respetemos siempre la vida humana. Eres toda belleza, María. En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios. Ave María, ave María. Ave María, ave María.

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    Virgen Santa e Inmaculada, Madre de la Iglesia que ora, Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo: que la luz de la fe ilumine nuestra vida, que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos, que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón, que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría. Eres toda belleza, María. Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica: que el amor misericordioso de Dios en Jesús nos seduzca, que la belleza divina nos salve, a nosotros, a nuestra ciudad y al mundo entero. Amén. Ave María, ave María. Ave María, ave María. Monición para la ofrenda de las velas encendidas a la Virgen María es la Madre de la Iglesia que cree: Dice el Papa Francisco: “¿Cómo ha vivido María esta fe? La vivió en la sencillez de las miles de ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada madre, en cómo ofrecer los alimentos, la ropa, la atención en el hogar… Esta misma existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desarrolla una relación singular y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su hijo. El “sí” de María, ya perfecto al principio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí, su maternidad se ha extendido abrazando a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiarnos a su Hijo. María siempre ha vivido inmersa en el misterio del Dios hecho hombre, como su primera y perfecta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la voluntad de Dios. Podemos hacernos una pregunta: ¿nos dejamos iluminar por la fe de María, que es Madre nuestra? ¿O la creemos lejana, muy diferente a nosotros? En tiempos de dificultad, de prueba, de oscuridad, la vemos a ella como un modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y solamente nuestro bien? Pensemos en ello, ¡tal vez nos hará bien reencontrar a María como modelo y figura de la Iglesia por esta fe que ella tenía!” Dejamos las velas encendidas junto a la Inmaculada. Canto mariano para la entrega de velas a la Virgen: Madre de la luz Madre de la luz, sonrisa del Padre, sí confiado a su voluntad. Madre de la luz, estrella que guía mi noche oscura, hacia el sol de Dios. Madre, intercede ante el Señor por el perdón de mis pecados. Madre, mírame a los ojos y transfórmalos en un reflejo de Dios (bis), de su amor. Madre de la luz, ternura infinita lugar en que Dios ha querido nacer. Madre de la luz, intercesora, ruega por los que aún no saben amar.

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    SEGUNDA PARTE MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA QUE CELEBRA

    Del libro del Apocalipsis 12, 1-17

    Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser alimentada mil doscientos sesenta días. Y cuando vio el dragón que había sido precipitado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y le fueron dadas a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volara al desierto, a su lugar, donde es alimentada un tiempo, y dos tiempos y medio tiempo, lejos de la presencia de la serpiente. Y vomitó la serpiente de su boca, detrás de la mujer, agua como un río para hacer que el río la arrastrara. Y la tierra ayudó a la mujer, y abrió la tierra su boca y se tragó el río que había arrojado el dragón de su boca. Y se llenó de ira el dragón contra la mujer, y se fue a hacer la guerra al resto de su descendencia, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. Palabra de Dios. Canto: Maria, Regina mundi, Maria, Mater Ecclesiae, Tibi assumus. Tui memores. Vigilamus! ¡Salve, Señora, Santa Reina, Santa Madre de Dios, María, virgen hecha iglesia, elegida por el santísimo Padre del cielo, consagrada por él con su santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo Defensor, en ti estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien! Canto: Maria, Regina mundi, Maria, Mater Ecclesiae, Tibi assumus. Tui memores. Vigilamus! ¡Salve, palacio de Dios! ¡Salve, tabernáculo suyo! ¡Salve casa suya! ¡Salve vestidura suya! ¡Salve esclava suya! ¡Salve, Madre suya! Y ¡salve todas vosotras, santas virtudes, que, por la gracia e iluminación del Espíritu Santo, sois infundidas en los corazones de los fieles para hacernos, de infieles, fieles a Dios!

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    Canto: Maria, Regina mundi, Maria, Mater Ecclesiae, Tibi assumus. Tui memores. Vigilamus! Del Decreto para la fiesta litúrgica de la Virgen Madre de la Iglesia el lunes después de Pentecostés: María, solícita guía de la Iglesia naciente, inició la propia misión materna ya en el cenáculo, orando con los Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo. Con este sentimiento, la piedad cristiana ha honrado a María, en el curso de los siglos, con los títulos, de alguna manera equivalentes, de Madre de los discípulos, de los fieles, de los creyentes, de todos los que renacen en Cristo y también «Madre de la Iglesia», como aparece en textos de algunos autores espirituales e incluso en el magisterio de Benedicto XIV y León XIII. De todo esto resulta claro en qué se fundamentó San Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, como conclusión de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, para declarar a la bienaventurada Virgen María «Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa», y estableció que «de ahora en adelante la Madre de Dios sea honrada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título». Esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos. El que preside trae el Evangeliario en procesión con el paño de hombros desde el fondo del templo acompañado por dos cirios y el incensario. Todos de pie. Canto de aclamación al Evangelio: Laudate Dominum! + Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1, 39-45 En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». Palabra del Señor. Testimonio de algún joven, matrimonio, miembro de Caritas apoyándose en el elogio de Isabel a la Virgen. Se trata de animar a todos a vivir como María y para ello cuidar el trato con Ella.

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    Oración de San Pablo VI a la Virgen María, Madre de la Iglesia Virgen María, Madre de la Iglesia, te recomendamos toda la Iglesia. “Socorro de los obispos”, protege y asiste a los obispos en su misión apostólica, y a todos aquellos, sacerdotes, religiosos y seglares, que con ellos colaboran en su arduo trabajo. Tú, que por tu mismo divino Hijo, en el momento de su muerte redentora, fuiste presentada como Madre al discípulo predilecto, acuérdate del pueblo cristiano, que en Ti confía. Acuérdate de todos tus hijos; avala sus preces ante Dios; conserva sólida su fe; fortifica su esperanza; aumenta su caridad. Acuérdate de aquellos que viven en la tribulación, en las necesidades, en los peligros, especialmente de aquellos que sufren persecución y se encuentran en la cárcel por la fe. Para ellos, Virgen Santísima, solicita la fortaleza y acelera el ansiado día de su justa libertad. Mira con ojos benignos a nuestros hermanos separados, y dígnate unirnos, Tú que has engendrado a Cristo, fuente de unión entre Dios y los hombres. Templo de la luz sin sombra y sin mancha, intercede ante tu Hijo Unigénito, Mediador de nuestra reconciliación con el Padre, para que sea misericordioso con nuestras faltas y aleje de nosotros la desidia, dando a nuestros ánimos la alegría de amar. Finalmente, encomendamos a Tu Corazón Inmaculado todo el género humano; condúcelo al conocimiento del único y verdadero Salvador, Cristo Jesús; aleja de él el flagelo del pecado, concede a todo el mundo la paz en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor. Y haz que toda la Iglesia, pueda elevar al Dios de las misericordias un majestuoso himno de alabanza y agradecimiento, un himno de gozo y alegrías, pues grandes cosas ha obrado el Señor por medio tuyo, clemente, piadosa y dulce Virgen María.

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    TERCERA PARTE MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA QUE VIVE

    Monición María, Madre de la Iglesia que vive: dice el Papa Francisco: “Nuestra Señora quiere traernos a todos el gran regalo que es Jesús; y con Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así, la Iglesia es como María, la Iglesia no es un negocio, no es un organismo humanitario, la Iglesia no es una ONG, la Iglesia tiene que llevar a todos hacia Cristo y su evangelio; no se ofrece a sí misma –así sea pequeña, grande, fuerte o débil- la Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué llevaba María? A Jesús. La Iglesia lleva a Jesús: ¡este el centro de la Iglesia, llevar a Jesús! Si hipotéticamente, alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, ¡esta sería una Iglesia muerta! Hemos hablado de María, de Jesús. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Con nosotros que somos la Iglesia? ¿Cuál es el amor que llevamos a los demás? Es el amor de Jesús que comparte, que perdona, que acompaña, ¿o es un amor aguado, como se alarga al vino que parece agua? ¿Es un amor fuerte, o débil, al punto que busca las simpatías, que quiere una contrapartida, un amor interesado? Otra pregunta: ¿a Jesús le gusta el amor interesado? No, no le gusta, porque el amor debe ser gratuito, como el suyo. ¿Cómo son las relaciones en nuestras parroquias, en nuestras comunidades? ¿Nos tratamos unos a otros como hermanos y hermanas? ¿O nos juzgamos, hablamos mal de los demás, cuidamos cada uno nuestro “patio trasero”? ¿O nos cuidamos unos a otros? ¡Estas son preguntas de la caridad!” Te alabamos, María, diciendo: Tú eres, María, la Sonrisa del Señor V/. Porque amaste sin ser amada. R/. V/. Porque fuiste coronada como Reina de Cielos y Tierra. R/. V/. Porque eres nuestra Madre y Protectora. R/. V/. Porque nunca nos abandonas. R/. V/. Porque sufres los que sufren y gozas con los que gozan. R/. V/. Porque en ti ponemos nuestra confianza. R/. V/. Porque sin ti flaquea nuestra esperanza de paz. R/. V/. Porque sin ti falta la alegría. R/. V/. Porque sin Ti falta la fortaleza. R/. El que preside explica que en este momento cuatro voluntarios escribirán una petición para depositarla a los pies de la Virgen. Una vez que se hayan escrito, de uno en uno se llevarán a este lugar. En cada petición que se deja, un joven leerá un pensamiento mariano. Entre unos y otros se repite un canto a la Virgen.

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    Canto: Inmaculada Virgen y eco musical entre moniciones Inmaculada Virgen, en el Cielo celebran hoy tu santa concepción. Inmaculada Reina, desde el suelo levantamos las voces hasta Dios. Inmaculada Madre, mi consuelo, desde la tierra canto esta canción. Lo que tu Hijo divino hoy te deseo, en su Espíritu elevo hoy mi oración. ERES LA TODA SANTA, LA MADRE DEL SEÑOR, ERES LA INMACULADA CONCEPCIÓN. TÚ LA LLENA DE GRACIA, ANTE EL TRONO DE DIOS, EJERCES PODEROSA INTERCESIÓN.. Un primer joven: San Pedro Crisólogo decía: “¿Pudo Dios preservar a ciertos ángeles de toda mancha de pecado, y no podía preservar a su propia Madre? ¿Pudo Dios crear a Eva sin mancha de pecado y no iba a poder crear el alma de María sin esa mancha? Y si pudo hacerlo y le convenía hacerlo, ¿por qué no iba a hacerlo?”. Canto del estribillo: “Eres la Toda Santa…” Un segundo joven: San Ignacio de Loyola decía: “Por mucho que ames a María Santísima. Ella te amará siempre mucho más de lo que la amas tú”. Canto del estribillo: “Eres la Toda Santa…” Un tercer joven: San Juan María Vianney decía: Claro que Dios podría hacer un mundo más bello que éste; pero no sería más bello si en él faltara María. Canto del estribillo: “Eres la Toda Santa…” Un cuarto joven: San Luis de Monfort decía: María es el camino más seguro, el más corto y el más perfecto para ir a Jesús. Canto del estribillo: “Eres la Toda Santa…”

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    CUARTA PARTE MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA QUE ORA

    Canto de exposición del Santísimo Sacramento: Yo quiero ser tu servidor Con lo que soy vengo ante ti mi vida está en tus manos, tómala. Tú sabes bien, Señor que soy obstáculo en tu obra sin méritos ni fuerzas. Pero tú me has querido asociar por amor a tu labor, y tenerme siempre junto a ti, siempre juntos tú y yo, Señor. Yo quiero ser tu servidor, yo quiero ser tu servidor, esclavo que no sabe lo que hacer sin su señor. Yo quiero ser tu servidor, vivir tan sólo de tu amor sentir la sed de almas que me infunden tu calor. Ahora se apaga todo y solo se quedan encendidas la luz de la Custodia y de la Inmaculada. Se expone el Santísimo y se hace la estación, y a continuación se hace SILENCIO.

    Preces Pedimos ahora a Jesucristo Eucaristía por intercesión de la Inmaculada y uniéndonos al jubileo de Nuestra Señora de Guadalupe, por nosotros y por las vocaciones sacerdotales: Para que la Santa Misa sea ofrecida continuamente por la vida y necesidades del mundo. Para que el Santísimo sea accesible y adorado. Para que el Evangelio sea proclamado fielmente y sin descanso. Para que en la absolución sacramental encontremos nuestra paz y felicidad. Para que la unión en la oración traiga la unión entre todos los cristianos. Oremos: María Inmaculada, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros. Para que nuestras Iglesias locales y sus pastores sean siempre fieles al Santo Padre. Para que toda vida humana sea protegida y defendida como sagrada. Para que la misericordia de Dios se extienda a los pecadores, moribundos y difuntos. Para que la juventud tenga ayuda para crecer libre de todo vicio. Para que los encarcelados, los ancianos y los sin techo encuentren la fe y la esperanza en Cristo. Oremos: María Inmaculada, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros. Para que el amor de Cristo sane a los enfermos y desamparados y a los pobres. Para que Cristo sea la meta y el gozo de los jóvenes y los fuertes. Para que los que han oído la llamada de Dios la sigan con docilidad. Oremos: María Inmaculada, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros. Canto antes de la Bendición con el Santísimo: En presencia de mi Santo Dios

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    Canto final a la Virgen: Madre Inmaculada

    1.- Madre Inmaculada, a tu dulce corazón consagro hoy mi vida, Oh, Buena Madre, a ti te ofrezco mi amor. Para servirte mis manos, oh, Buena Madre, a ti te ofrezco mi amor.

    NO PUEDO MÁS, NO QUIERO MÁS, QUE SER COMO TÚ, NO PUEDO MÁS NO QUIERO MÁS, SI ME GUARDAS TÚ. SER TODO DE DIOS, VIVIR DE TU AMOR.

    3.- Madre Inmaculada, a tu dulce Corazón consagro hoy mi vida, oh, Buena Madre, a ti te ofrezco mi amor. 4.- Mi trabajo y mi descanso, mi alegría y mi dolor, mi vida entera y mi muerte, oh, Buena Madre, a ti te ofrezco mi amor. Final: Madre Inmaculada a tu dulce Corazón.

    AVE MARÍA, PURÍSIMA