Vida y obra de personas que estuvierón dedicadas al deporte

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Cuarenta años después del primer título, Alemania volvió a ganar el mundial de handball. Lo consiguió en 1978; Uno de los pilares del joven equipo alemán fue Joachim Deckarm, que confirmó ser el mejor jugador del momento. Tenía 24 años, el futuro era muy prometedor pero sin embargo un grave accidente le cortó la carrera demasiado temprano. Luego de destacarse en el pentatlón moderno (obtuvo el campeonato nacional juvenil) y en la gimnasia, se inclinó por el handball. En 1973 con 19 años debutó en el VfL Gummersbach y pese a la corta edad se convirtió en un personaje central de la etapa dorada del club. En ese periodo consiguió en 3 ocasiones la poderosa Bundesliga (1974, 1975 y 1976), 1 Recopa europea (1978) y, sin dudas, el momento culmine fue la Copa de Europa de 1974. Joachim Deckarm

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Cuarenta años después del primer título, Alemania volvió a ganar el mundial de handball. Lo consiguió en 1978; Uno de los pilares del joven equipo alemán fue Joachim Deckarm, que confirmó ser el mejor jugador del momento. Tenía 24 años, el futuro era muy prometedor pero sin embargo un grave accidente le cortó la carrera demasiado temprano. Luego de destacarse en el pentatlón moderno (obtuvo el campeonato nacional juvenil) y en la gimnasia, se inclinó por el handball. En 1973 con 19 años debutó en el VfL Gummersbach y pese a la corta edad se convirtió en un personaje central de la etapa dorada del club. En ese periodo consiguió en 3 ocasiones la poderosa Bundesliga (1974, 1975 y 1976), 1 Recopa europea (1978) y, sin dudas, el momento culmine fue la Copa de Europa de 1974.

Joachim Deckarm

Con Deckarm como líder, el 30 de marzo de 1979 VfL Gummersbach visitó al Tatabánya Bányász húngaro en la semifinal de vuelta de la Recopa después de haber ganado en la ida 18-10. A los 23 minutos del primer tiempo se produjo la jugada fatídica.

La acción sucedió en pocos segundos. El arquero local puso en juego la pelota rápidamente para salir de contragolpe, pero el pase lo interceptó un jugador visitante. Este asistió a Deckarm y en plena carrera chocó con el defensor Lajos Pánovics. Por culpa del golpe se desmayó en el aire e inconsciente impactó violentamente la cabeza contra el suelo de concreto y quedó inmóvil.

Lo trasladaron 60 kilómetros a un hospital en Budapest, en donde permaneció hasta que semanas más tarde lo derivaron al Hospital Universitario de Colonia. Los resultados de los estudios mostraron que tenía un traumatismo craneoencefálico grave que a los 25 años lo dejó postrado en una cama.

Deckarm estuvo 131 días en coma. Lo operaron de un coagulo en la cabeza y tras la intervención los cirujanos consideraron que tenía un 50 por ciento de chances de sobrevivir. Cuando se despertó se encontraba en estado vegetativo. No podía moverse, tenía una importante deficiencia mental, había perdido el habla y la capacidad de razonamiento. En el medio, y para darle aún más dramatismo a la historia, su padre sufrió un infarto.

En el periodo de rehabilitación que duró 1 año y medio, Jo debió aprender nuevamente a hablar, leer y escribir. Su ex entrenador Werner Hurter le diseñó un programa especial de entrenamiento para que recuperara la movilidad. “Quiero, puedo y debo dominar mi destino”, era el lema que Hunter le había pegado en el techo de la habitación a Deckarm. Además de la familia, al lado suyo tuvo a los compañeros del VfL Gummersbach y la selección alemana.

Amado por Benito Mussolini, extremadamente católico, integrante de una red secreta que ayudó a judíos a escapar de la persecución nazi, protagonista involuntario en calmar una crisis interna en Italia y de uno de los duelos más famosos del deporte italiano. Así se resume la vida de Gino Bartali, también reconocido como uno de los grandes ciclistas de la historia.

En una Europa cada vez más convulsionada el nacido en Florencia con 22 años se convirtió en el inesperado ganador del Giro de Italia 1936.

El deporte en la Italia de post guerra tenía 2 protagonistas: Bartali y Coppi. En torno a la creciente disputa se sostenía un Giro con un rol relevante en la recuperación de una nación devastada porque por los pueblos en donde pasaba requerían nuevos caminos y construcciones.

Ya sin ser compañeros, en 1946 Bartali y Coppi llevaron a la ruta la rivalidad trunca por la Gran Guerra y que tenía vilo a los tiffosi. En Italia las discusiones ya no eran más Norte-Sur o comunistas-fascistas, sino coppistas o bartalistas.

Gino Bartali

Mientras tanto la disputa con Coppi iba en aumento y llegó al punto de máxima ebullición en el Tour de 1952. En ese momento los ciclistas se nucleaban según la nacionalidad y por eso los grandes contrincantes estuvieron forzados a compartir equipo. En condición de campeón del Giro y como nueva estrella, Coppi exigió que Bartali sea degradado a gregario.

Herido en el orgullo, Bartali se negó y el clima interno se enrareció al punto que la organización intimó a los italianos a que solucionen las disputas porque de lo contrario serían excluidos. Finalmente, Bartali aceptó a regañadientes un rol indigno para un corredor de su estirpe. De todos modos, terminó en un respetable quinto lugar, aunque lejos de Coppi, que obtuvo un triunfo que lo consagró definitivamente.

Aquel Tour es recordado por dos razones: fue el último Bartali-Coppi y porque entregó la imagen más polémica y famosa de la rivalidad. Sucedió en la etapa 11 cuando se encontraban juntos realizando un exigente tramo de ascenso en medio de un calor abrazador. En un instante se intercambiaron una cantimplora con agua fresca. No queda claro si es Coppi que se la da a Bartali o viceversa. Lo cierto es que ese gesto que parece insignificante, por muchos fue tomado como una evidente muestra de debilidad para con el archirrival.

Bartali se retiró en 1953 luego de ganar el Giro de Toscana. Coppi siguió compitiendo algunas temporadas más, pero sin su álter ego no fue lo mismo. Pese a las rispideces que hubo entre ambos, fuera de las pistas había respeto muto. Por eso cuando Coppi, que falleció de una malaria que lo afectó durante un safari en Alto Volta (Burkina Faso), se incorporó al nuevo equipo San Pelegrino una de las exigencias fue que Bartali sea el director.

En la estación de trenes de Saint Andrews, Escocia, se esperaba con ansiedad el arribo de Young Tom Morris. El héroe local había conseguido algo inédito: ganar 3 veces consecutivas el Abierto Británico de golf. Ninguno de los que llevaron en andas al campeón para celebrar la conquista imaginó que la próxima gran convocatoria en torno suyo iba a ser para su funeral.

Tommy fue un genio precoz que a mediados del Siglo XIX revolucionó un deporte que todavía se encontraba en un proceso de organización y asentamiento. A los 12 años acompañó a su papá Old Tom Morris, destacado golfista de la época, al Perth Open Tournament. No le permitieron jugar, pero gracias a su talento opacó a los profesionales.

Al no tomar parte de la competencia participó en una exhibición con William Greig, jugador de la casa señalado como el proyecto más importante del momento. Las variantes que mostró y el talento del pequeño Morris sorprendieron a los especialistas.

El dominio de Young Morris comenzó en 1868 cuando se adjudicó por primera vez el campeonato de golf más añejo del mundo (existe desde 1860). Finalizó con un score de 154 golpes y quebró la marca histórica del certamen. Detrás de él se ubicó su progenitor y es la única ocasión que padre e hijo se repartieron el primer y segundo puesto.

Tom Morris

Mientras cosechaba triunfos, Morris se puso en pareja con Margaret Drinnen, nacida en el seno de una familia de mineros inglesa que en 1871 había llegado a Saint Andrews para trabajar como empleada doméstica. Drinnen era 10 años mayor que el golfista y había dado a luz un hijo ilegitimo que murió 8 semanas más tarde. Para poder casarse la pareja escondió el último dato a la iglesia. Al parecer todos estos factores atentaron para que la familia de Morris no aprobara la unión. De hecho no asistió al casamiento.

La vida Young Morris se empezó a desmoronar el sábado 4 de septiembre de 1875. Aquel día junto con su padre fueron a jugar contra los hermanos Willie y Mungo Park. Cuando finalizaron llegó un telegrama avisando que Margaret estaba muy enferma y que se requería con urgencia de la presencia de su marido. Un lugareño se ofreció llevar a los Morris en yate hasta Saint Andrews, pero ya era demasiado tarde. Cuando acababan de zarpar llegó un segundo mensaje que informaba del fallecimiento de Margaret, que no sobrevivió al parto de un bebé muerto.

Morris no se recuperó de semejante golpe y cayó en un pozo del que nunca pudo salir. Abandonó el golf competitivo y debieron convencerlo para que volviera a jugar de manera informal. Sin embargo, en las esporádicas salidas a las canchas era evidente que había perdido el entusiasmo y que la actitud ya no era la misma.

Un deprimido Morris se volcó a la bebida y la salud empeoraba rápidamente. En la Navidad de 1875 el gran campeón del Abierto Británico murió a los 24 años. Al parecer un inconveniente cardiovascular fue la causa del deceso, aunque no hay que descartar que la profunda tristeza que sentía haya sido la razón de fondo.

En el cementerio de Saint Andrews, ciudad considerada la cuna del golf, una estatua sobre la lápida recuerda al mítico golfista de una gloriosa y trágica vida.

Aquel 24 de marzo de 1975 el flamante estadio Coliseum de Richfield, Ohio, estaba preparado para recibir a un Mohamed Ali que se encontraba en el pináculo de la popularidad tras la memorable victoria en Zaire ante George Foreman en la que reconquistó el título de los pesos pesados que le fue arrebatado por negarse a ir a la Guerra de Vietnam. Todo el espectáculo estaba montado para que se luciera el campeón, pero en el medio apareció un personaje impensado.

El retador que Don King eligió para Ali, que ponía en juego los cetros del Consejo Mundial y de la Asociación Mundial, era un tal Chuck Wepner, un oscuro boxeador de 36 años nacido en Bayonne, New Jersey, que se ganaba el pan en festivales de poca monta celebrados mayormente en los alrededores de su ciudad natal. Wepner, apodado Bayonne Bleeder (El Sangrador de Bayonne), ya había sentido el poder de los puños de Foreman y Sonny Liston, otra de las estrellas del momento. Con ambos perdió antes del límite: con el primero en  el Madison Square Garden cayó en el tercer round, con el segundo aguantó hasta el décimo cuando el doctor decidió detener la pelea por los cortes en la cara.

Arriba del ring nada de lo que se presagiaba sucedió. Wepner, que se enteró que iba a pelear con Ali por un llamado de su madre, aguantó estoico un duro castigo durante casi 15 asaltos. En el noveno round hubo un instante que paralizó al estadio. Fueron 8 segundos de gloria para el Bayonne Bleeder porque pudo tirar a la lona a uno de los grandes campeones de la historia del boxeo, algo que hasta ese momento sólo había logrado Joe Frazer. Ali, herido en su orgullo, siempre dijo que la caída se produjo por un pisotón fortuito y no por el golpe que recibió.

Chuck Wepner: Rocky de carne y hueso

Entre los espectadores que siguieron el combate por televisión se encontraba Sylvester Stallone, que quedó impresionado con Wepner, al que tuvieron que aplicarle 23 puntos de sutura, y cuya figura le sirvió de motivación para crear al mítico Rocky Balboa. Dos semanas después tenía escrito el guión de la primera versión de la saga de Rocky, en la cual Wepner aportó consejos y sus experiencias.

La pelea con Ali y codearse con el séptimo arte significó un quiebre para el boxeador que además era dueño de una licorería. Cuando la película se estrenó Wepner, que se retiró con un récord de 35 victorias (17 knock out), 14 derrotas y 2 empates, fue a verla a un cine de Manhattan. “Después de noquear a Apollo el público comenzó a burlarse de él y a felicitarme a mí. La gente se me acercaba y me abrazaba”, contó Wepner.

Mientras la figura de Rocky crecía en la taquilla, Wepner siguió peleando hasta 1978.

En este aspecto la temporada 1945 de la Major League Baseball (MLB) registra un antecedente importante porque ese año contó con la presencia de Peter Gray y Bert Shepard, quienes pudieron jugar en la liga pese a que carecían de alguna extremidad.

Gray, quien perdió el brazo derecho a los 6 años en un accidente, debutó como profesional a los 23 años en la Quebec Provincial League de Canadá. Ese fue el inicio de un peregrinar por distintas competencias de segundo orden, teniendo como punto más alto el premio al jugador más valioso de la temporada 1944 en la Southerm Association. Ese reconocimiento le valió la atención de una MLB dañada por la ausencia de muchos jugadores que se habían marchado a la Segunda Guerra Mundial. Gray se incorporó a Saint Louis Rams y su llegada significó un fuerte golpe de efecto en los medios y el público.

Seguramente cuando conocieron la noticia muchos historiadores recordaron a Hugh Daily, inmigrante irlandés que pasó por el béisbol estadounidense entre 1882 y 1887 y al que apodaban “One Armed” (Un Brazo) porque, precisamente, también le faltaba esa extremidad. Este polémico personaje famoso por sus peleas con los dirigentes, había perdido el brazo izquierdo por culpa de un disparo.

Los meses que Gray pasó en la MLB no fueron sencillos. Recibía demasiada atención por el inconveniente físico y no por las actuaciones en la cancha. Esto hacía que tuviera una actitud esquiva. “Peter no socializaba con nadie. Había algunos chicos que trataban de acercársele, pero él solía rechazarlos. Había veces que tenía ataques de furia”, recordó Al LaMacchia, quien compartió vestuario con Gray.

Peter Gray

Muchos historiadores del tenis no dudan en calificar a Bill Tilden como la primera gran estrella del ex deporte blanco. Con un saque y una derecha muy potentes, dominó buena parte de la década del 20 entre los amateurs y también se hizo notar como profesional a principios de los 30. La foja de servicio es admirable: 7 veces ganador del US Open, 3 de Wimbledon y cumplió un papel protagónico para que Estados Unidos ganará la Copa Davis de forma consecutiva entre 1920 y 1926. Así como en las canchas por momentos resultó invencible, fuera de ellas terminó siendo un perdedor.

Tilden, que provenía de una familia con lejanos ancestros en la realeza británica, fue una pesadilla para sus rivales. “Nunca pude derrotar a ese hijo de perra”, expresó en una ocasión William Johnston, que perdió 5 veces, 4 de ellas al hilo, la final del Abierto de Estados Unidos con Big Bill. “No hay dudas que Tilden dominó su era tanto o más que ningún otro, excepto por Roger Federer”, expresó Frank Deford, periodista y autor de la biografía Big Bill: The Triumphs and the Tragedy.

No sólo sobresalía como un jugador excepcional no muy adepto a subir a la red, sino que también se destacaba por prestarle especial atención a la vestimenta que utilizaba para jugar. 

Bill Tilden