Vida -muerte y trascendencia

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Sexólogo y Tanatólogo: Jorge Gilberto Bonavidez Palacios. Febrero del 2006.  Vida y muerte, metafísica y trascendencia: Siempre que reflexionamos sob re la vida, nos percatamos que está ligada y hermanada co n el suceso de la muerte. Visto así la vida es un proceso por el que todos los seres pasamos, pero cuyo fin es la vivencia personal de nuestro acontecimiento de muerte. La muerte es un suceso general no deseado e inesperado, es un evento cotidiano, universal e inevitable, pero singular y personal. Además de ser un evento atemporal puesto que no existe un tiempo definido para que se nos presente y solitaria pues a pesar de haber acompañamiento nuestra partida será solamente nuestra. La muerte es un suceso socio-biológico del cual estamos conscientes y de ahí nuestro miedo y dolor generado por este acontecimiento. Es por ello que considero que los seres humanos deberíamos capacitarnos para enfrentar a nuestra propia muerte. Por esta razón es que me resulta incongruente que al ser entidades existenciales conscientes de nuestra fragilidad, y que reconozcamos que somos seres mortales y perecederos, hagamos todo lo posible para ocultar de nuestra cotidianidad este suceso. Es necesario entonces aceptar que desde la concepción y aun antes del nacimiento mismo puede acontecernos la muerte. Es así que el objeto formal de la Tanatología, lo constituye el proceso del trabajo de muerte y la muerte misma. La tanatología entonces tiene como finalidad el proporcionar al ser humano que muere una muerte digna. Para ello trata de conducir a los seres humanos al entendimiento y aceptación de que su vida es finita, es decir temporal y que por ello requiere comprender que el aferrarse a cualquier objeto, bien material o persona, lo conduce a rigidizar su estancia y sus acciones en presente, y por tanto no le permiten contemplarse, aceptarse, y entenderse así mismo como la unidad existencial que es solo perteneciente a sí mismo. Con lo que se aleja de su sabiduría organísmica dejando de lado sus sensaciones, sentimientos y necesidades auténticas. Lo que finalmente lo conduce a un estado anímico de malestar e incomodidad que si no es atendido culmina en pautas crónicas de conducta destructivas y disfuncionales, que llegan a culminar con procesos de enfermedades crónico degenerativas y aceleran su decaimiento de salud. En todo proceso de vida es necesario dejar morir el pasado, para flexibilizar nuestro actuar en presente e innovarnos para resignificar día a día nuestra vida. Así entonces cobra relevancia tanto en los procesos de psicoterapia como logoterapéuticos la siguiente máxima de la metafísica: El ayer ya murió, el mañana no ha nacido aún, por tanto solo puedes contar con tu presente para innovarte y darle sentido a tu vida. Recuerda entonces que mirando siempre hacia atrás no se es consciente del todo de lo que te acontece en presente y puedes perderte con ello de las oportunidades del aquí y ahora por estarte lamentando de tu pasado. En lo personal considero que la gran meta de todo ser humano es el llegar a comprender que nació para potenciar sus habilidades creativas y que ello le conlleva el liberarse de todas aquellas ataduras que lo rigidizan y no le permiten llegar a ser una entidad trascendente. Es por ello necesario que nos quitemos las mascaras del aferramiento y de los introyectos destructivos socialmente adquiridos, y pasemos a respetarnos, amarnos y aceptarnos a sí mismos. Y al mismo tiempo aprender a respetar a los otros como si fuésemos nosotros mismos. Lo que implica aceptar y empatizar con el dolor u alegría del otro. También conlleva el saber auxiliar al

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Sexólogo y Tanatólogo: Jorge Gilberto Bonavidez Palacios. Febrero del 2006. 

Vida y muerte, metafísica y trascendencia:

Siempre que reflexionamos sobre la vida, nos percatamos que está ligada y hermanada con el

suceso de la muerte. Visto así la vida es un proceso por el que todos los seres pasamos, pero cuyo

fin es la vivencia personal de nuestro acontecimiento de muerte.

La muerte es un suceso general no deseado e inesperado, es un evento cotidiano, universal e

inevitable, pero singular y personal. Además de ser un evento atemporal puesto que no existe un

tiempo definido para que se nos presente y solitaria pues a pesar de haber acompañamiento

nuestra partida será solamente nuestra.

La muerte es un suceso socio-biológico del cual estamos conscientes y de ahí nuestro miedo y

dolor generado por este acontecimiento. Es por ello que considero que los seres humanos

deberíamos capacitarnos para enfrentar a nuestra propia muerte. Por esta razón es que me

resulta incongruente que al ser entidades existenciales conscientes de nuestra fragilidad, y que

reconozcamos que somos seres mortales y perecederos, hagamos todo lo posible para ocultar denuestra cotidianidad este suceso. Es necesario entonces aceptar que desde la concepción y aun

antes del nacimiento mismo puede acontecernos la muerte.

Es así que el objeto formal de la Tanatología, lo constituye el proceso del trabajo de muerte y la

muerte misma. La tanatología entonces tiene como finalidad el proporcionar al ser humano que

muere una muerte digna. Para ello trata de conducir a los seres humanos al entendimiento y

aceptación de que su vida es finita, es decir temporal y que por ello requiere comprender que el

aferrarse a cualquier objeto, bien material o persona, lo conduce a rigidizar su estancia y sus

acciones en presente, y por tanto no le permiten contemplarse, aceptarse, y entenderse así mismo

como la unidad existencial que es solo perteneciente a sí mismo. Con lo que se aleja de su

sabiduría organísmica dejando de lado sus sensaciones, sentimientos y necesidades auténticas. Lo

que finalmente lo conduce a un estado anímico de malestar e incomodidad que si no es atendidoculmina en pautas crónicas de conducta destructivas y disfuncionales, que llegan a culminar con

procesos de enfermedades crónico degenerativas y aceleran su decaimiento de salud.

En todo proceso de vida es necesario dejar morir el pasado, para flexibilizar nuestro actuar en

presente e innovarnos para resignificar día a día nuestra vida. Así entonces cobra relevancia tanto

en los procesos de psicoterapia como logoterapéuticos la siguiente máxima de la metafísica: El 

ayer ya murió, el mañana no ha nacido aún, por tanto solo puedes contar con tu presente para

innovarte y darle sentido a tu vida. Recuerda entonces que mirando siempre hacia atrás no se es

consciente del todo de lo que te acontece en presente y puedes perderte con ello de las

oportunidades del aquí y ahora por estarte lamentando de tu pasado.

En lo personal considero que la gran meta de todo ser humano es el llegar a comprender quenació para potenciar sus habilidades creativas y que ello le conlleva el liberarse de todas aquellas

ataduras que lo rigidizan y no le permiten llegar a ser una entidad trascendente.

Es por ello necesario que nos quitemos las mascaras del aferramiento y de los introyectos

destructivos socialmente adquiridos, y pasemos a respetarnos, amarnos y aceptarnos a sí mismos.

Y al mismo tiempo aprender a respetar a los otros como si fuésemos nosotros mismos. Lo que

implica aceptar y empatizar con el dolor u alegría del otro. También conlleva el saber auxiliar al

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moribundo a trascender con la mayor comodidad y tranquilidad su viaje sin retorno y al mismo

tiempo contribuir a sanar sus viejas ataduras para que su trabajo de muerte le sea lo más

llevadero posible.

En nuestro presente los esfuerzos de la medicina por prolongar la vida y pretender minimizar la

cotidianidad de la misma, tienden a generar severos daños emocionales en los seres humanos que

se ven involucrados en ello. Pues lejos de contemplar a la muerte como un fenómeno natural, lahan distorsionado y la han trasformado en el enemigo a vencer. Con ello se ha dado lugar al

aislamiento de la unidad existencial que está enferma de sus parientes y de sus lazos de afecto y

confianza, alejándolo de su seno familiar para internarlo en un centro hospitalario dentro del cual

se le aísla y se le trata como objeto de estudio más que como persona.

Razón por la cual en particular, aquellos seres humanos que se acercan al final de sus días se les

priva entonces de poner en orden sus asuntos pendientes, su despida de sus seres amados, así 

como el otorgar y otorgarse perdón por loa agravios realizados o recibidos durante sus vidas,

quedándose así sin solución diversos asuntos que generaran más dolor por no haber sido

cerrados. Junto a ello está el suceso del aferramiento de los dolientes por la posible pérdida de su

pariente, pues al no aceptar la probabilidad de muerte de sus ser amado, lejos de facilitarle su

partida la entorpecen y tienden por ello al encarnizamiento terapéutico del enfermo, sin

considerar la realidad que él vive y que consiste en su trabajo de muerte, quedándose por tanto el

enfermo más aislado y más dolido por esta acción promovida por el médico y sus parientes, ya que

se ve nulificado y trasformado con ello en un objeto carente de dignidad.

Es importante comprender que cuando negamos la muerte, negamos la verdadera naturaleza de

los seres vivos, pues este proceso es una consecuencia natural de la vida misma y de esta no existe

entidad orgánica que pueda escaparse, por tanto se trasforma en una experiencia que habremos

de conocer y explorar y será la más personal de nuestras experiencias.

Para aquellos que hemos pasado por una experiencia de pérdida de un ser amado, el luto o duelo

es un proceso y experiencia vivencial que nos permite aceptar lentamente el proceso de dichaseparación. Donde el rito del velatorio y el sepelio se constituye en un ambiente de cordialidad y

empatía seguro y propicio para que aquellos que se encontraban más cercanos a la persona

fallecida expresen sus sentimientos y reciban el respaldo emocional de los otros, por ello es

apropiado el propiciar la libre expresión de estos sentimientos de dolor. Y al mismo tiempo nos

permite reconocer y honrar públicamente al ser querido y reconciliarnos y confrontar al mismo

tiempo la realidad de la muerte y la probabilidad de nuestra propia muerte. Desde ahí considero

importante el involucrar a los niños en este evento, para con ello contribuir a generarles

consciencia de la naturaleza y cotidianidad de la misma en nuestra vida.

La comunidad socio-biológica, existencial y humana de la cual formamos parte, necesita que la

muerte acontezca bajo un preámbulo de trascendencia hacia algo mejor y más confortable para el

ser humano que ha fallecido.

La vivencia del duelo es para cada ser humano una experiencia personal y excluyente, pues solo él

en sí mismo reconoce la significancia de este dolor. Luego entonces no hay gradación alguna para

ello, pues cada doliente lo vive acorde a su particularidad.

Las fases y características del duelo normal son las siguientes:

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Primero: se presenta la ruptura de hábitos, lo cual acontece desde el fallecimiento hasta cerca de

ocho a diez semanas después. Durante el cual se presenta constantemente una tendencia a la

negación de lo acontecido, junto a un aletargamiento y confusión emocional pues se tiene la

certeza de dicha separación obligada y definitiva, que cambio profundamente nuestra vida. En

algunos casos se presenta fingimiento, es decir se pretende que la persona continua viva y que

todo continúa igual que antes.

Hay enojo en general y en particular cuando los demás pretenden conducirnos a reflexionar sobre

nuestro futuro y nos sentimos sin aliciente para proyectar esto. A medida que disminuye nuestro

dolor disminuirá nuestro enojo. Durante las dos primeras semanas son persistentes sentimientos

de pánico e impotencia y pareciese que no tenemos capacidad para continuar con nuestra vida.

Razones por las cuales nuestros hábitos alimenticios, de sueño y de labores cotidianas se ven

profundamente afectados y se presentan frecuentemente eventos de lágrimas y tristeza profunda,

pues cualquier detalle nos recuerda al ser amado. Es necesaria entonces que nosotros los

sobrevivientes nos permitamos expresar estos sentimientos de aflicción, ya que solo así es posible

la reconciliación con nosotros mismos.

Es común y normal entonces el estar preocupados y obsesionados con la persona muerta y es

posible por ello sentirse desleal si no se tiene presente al difunto constantemente en nuestros

pensamientos. Por todas estas razones es necesario que el doliente aprenda a pedir auxilio y

colaboración de su entorno para poder sobrellevar más apropiadamente y su dolor, pues el dolor

compartido es dolor disminuido, ya que nos sabemos atendidos, comprendidos y acompañados.

Es importante el auxiliar al doliente a tomar un proceso de psicoterapia tendiente a encontrarse

así mismo y perdonar y cerrar cualquier asunto pendiente con el fallecido o con las condiciones

bajo las cuales se presento el deceso del mismo.

Segundo: La reconstrucción de nuestra vida, esta acontece de la decima semana a un año después

de la muerte. El sobreviviente tiende a estar más en compañía consigo mismo y a vivir más su

cotidianidad. La recuperación se inicia poco a poco de manera casi inconsciente y el doliente semuestra más inmerso en su vida personal que en el dolor de la perdida. Aunque su sueño y sus

hábitos alimenticios pudieran continuar alterados.

Si no existió un adecuado proceso de trabajo del dolor de la perdida, por una negación a expresar

los sentimientos de dolor y enojo generados por la misma, puede presentarse disfuncionalidad

emocional y ejecutiva en el sobreviviente pues se quedo abierto y sin concluir su duelo, con lo cual

pueden mostrarse conductas de auto castigó y auto recriminación que emocionalmente y

operativamente afectan tanto al doliente como a su entorno, y puede entonces llegarse a requerir

una intervención de naturaleza psiquiátrica y/o psicológica tendiente a la expresión de estos

sentimientos que se negó en su momento a manifestar para poderlos superar.

Tercero: Interiorización del sí mismo y generación de nuevos objetivos. Comprende desde los docehasta los veinticuatro meses después del fallecimiento. Se caracteriza por que nuestras actividades

cotidianas han retornado casi a su normalidad, por que el dolor de la pérdida es menos agudo y al

no estar constantemente en nuestro pensamiento el ser amado, tendemos a aceptar su ausencia y

a vivir más confortada mente nuestra cotidianidad. Por ello nuestros hábitos retornan a su

normalidad, vivimos más saludablemente, nos es posible establecer y fortalecer nuevas relaciones,

dándonos cuenta y aceptando que nuestra vida continua.

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C uarto: dos años después aproximadamente del fallecimiento, el doliente se sabe y se percibe

fuerte, reconoce que sobrevivió a la pérdida y que es capaz de sobrevivir a otro evento de esta

naturaleza, aunque no la desea. Ya no se aferra a su pasado, ni pretende destruir parte de su vida,

acepta y se da cuenta que cambio con su duelo y que su vida continua en el aquí y ahora.

Yo considero entonces en el presente prioritario, el educar y auxiliar al ser humano a reconocer

que todo proceso de vida siempre está acompañado de la muerte, y que por tantonecesariamente todo proceso de duelo debe vivirse y aceptarse ya que no podemos evitar el

acontecimiento de la muerte. Es importante entonces el proveer a la comunidad humana de los

recursos necesarios para que exprese su dolor y se dé cuenta que estos acontecimientos requieren

de tiempo para ser superados y saneados.