Viaje Ramón Cárdenas

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Sirvan estos recuerdos como un testimonio de gratitud á los beneficios recibidos, y á las emociones sentidas á la vista de una naturaleza poblada de misterios. Ramón Cárdenas Estimados todos: Esta es la transcripción del viaje a Europa realizado en el siglo XIX por nuestro tatarabuelo Ramón Cárdenas, abuelo de Ma de los Angeles Ulibarri Cárdenas, nuestra querida abuelita Angélica. El documento es histórico para nuestra familia ya que es un escrito a mano en un antiguo cuaderno francés que aún conservamos y espero escaneemos algún día, pero también lo es porque describe un mundo que no existe más. Un mundo donde la única manera de llegar a otro continente era en barco, donde no había electricidad ni teléfonos, donde la energía provenía del carbón y las aguas del lago aún existían en el Anáhuac. Nuestro tatarabuelo llegó a Europa justo para poder atestiguar el despertar de la Revolución Industrial en Inglaterra y la exposición mundial en Paris, que maravilló al mundo de la

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Transcripción del viaje del abuelo Ramón Cárdenas, abuelo de nuestra abuelita Angélica, escrito a mano y que relata su viaje de México a Europa en 1889.

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Sirvan estos recuerdos como un testimonio de gratitud á los beneficios recibidos, y á las emociones sentidas á la vista de una naturaleza poblada de misterios.

Ramón Cárdenas

Estimados todos:

Esta es la transcripción del viaje a Europa realizado en el siglo XIX por nuestro tatarabuelo Ramón Cárdenas, abuelo de Ma de los Angeles Ulibarri Cárdenas, nuestra querida abuelita Angélica.

El documento es histórico para nuestra familia ya que es un escrito a mano en un antiguo cuaderno francés que aún conservamos y espero escaneemos algún día, pero también lo es porque describe un mundo que no existe más. Un mundo donde la única manera de llegar a otro continente era en barco, donde no había electricidad ni teléfonos, donde la energía provenía del carbón y las aguas del lago aún existían en el Anáhuac.

Nuestro tatarabuelo llegó a Europa justo para poder atestiguar el despertar de la Revolución Industrial en Inglaterra y la exposición mundial en Paris, que maravilló al mundo de la época tal y como lo hace en 2010 la exposición mundial de Shanghi, pues es antecesora de esta.

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En esa ocasión Francia conmemoraba 100 años de su revolución y mostraba al mundo una maravilla de su arquitectura que el abuelo quería visitar y así lo hizo: la Torre Eiffel.

Comparto con ustedes este documento con la sola advertencia que respetamos en todo caso la ortografía original, la cual es impecable pero antigua en algunas palabras, y fueron agregadas algunas notas explicativas.

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APUNTES DE UN VIAJE

RAMÓN CÁRDENAS, 1889

Partida.

Si todo en este mundo placer fuera,el placer en este mundo no existiera.

Confirmé la verdad de este pensamiento cuando al partir de la Ciudad de México una mañana de junio y a pesar de que comenzaba a ver realizada una de las mas bellas ilusiones de una vida, visitar Europa, sentí una impresión de tristeza desconocida al separarnos de un grupo de amigos muy queridos que tuvieron la amabilidad de ir a despedirnos a la Estación de Buena Vista.

Mas de una lágrima tembló sobre unos párpados entristecidos por el pesar de una separación temporal, pero no por eso exenta de amarguras para nosotros.

Ante los destinos de la humanidad, aquello era casi necesario.

En efecto, si la vida se deslizara siempre entre infinitos goces, acariciada siempre por el aliento de una felicidad eterna, no podríamos apreciar la dulzura de esos goces porque no existiría un término de comparación que hiciera perceptibles impresiones antes desconocidas y sin nombre.

Sin los crespones que la noche tiende sobre las montañas, cuelga de los campanarios y despedaza en todas partes, no podríamos dar valor a ese manto de luz en que el sol se envuelve al dormirse tras lejanas cordilleras en tarde caprichosa del Estío, ni a las bellezas de un crepúsculo matinal que penetrando a través de los cristales de entreabierta ventana, sorprende en nuestros labios la última sonrisa de un sueño color de rosa.

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La tristeza interándose siempre a las horas de placer.

Así es el mundo.

La salud aconsejaba el viaje, y los grandes deseos de realizarlo, no retrocedieron ante los naturales obstáculos para conseguirlo.

Llegó la hora; el silbato de la locomotora anunció el instante de la partida; el tren se puso en movimiento; los pañuelos se agitaron en señal de cariñoso adiós y poco tiempo después la Capital quedó envuelta en las transparentes brumas de la mañana que se levantaban de la serena superficie de los lagos.

Entonces inclinamos la frente con tristeza ante la idea de un viaje largo y peligroso, y la imaginación fluctuaba entre el cariño de la patria y la esperanza de visitar un mundo nuevo para nosotros.

¿Volveríamos á ver á nuestros parientes á nuestros amigos á nuestra querida México? El corazón respondía que sí, y sin embargo, este pensamiento tenía mucho de amargura.

El tren avanzaba con rapidez atravesando las áridas llanuras de Apan y de Soltepec, las peladas lomas de la Estación de Apizaco1 y unas horas después se presentó a nuestra derecha la tradicional montaña de Malintzin cuya cima desprovista de vegetación y cruzada por delgados hilos de plata, dibuja sus perfiles sobre un magnífico cielo azul.

Mas adelante, túneles y precipicios; los pintorescos panoramas de los desfiladeros de Maltrata; los elevados puentes de fierro suspendidos sobre el abismo; Córdoba y Orizaba envueltas en su manto de flores y verdura, y por término de esos triunfos del trabajo y de la ciencia y esas 1 Los dos primeros poblados se encuentran actualmente ubicados en el Estado de Hidalgo, en el centro de México. Mientras que Apizaco está en el Estado de Tlaxcala.

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caprichosas manifestaciones de una naturaleza llena de encantos, el mar visto a la luz de los focos eléctricos de la Ciudad de Veracruz2.

Tal fue el prólogo de nuestro viaje.

A un lado del Castillo de San Juan de Ulúa3 y al frente de otros buques y fragatas, el “Alfonso XIII” con sus elevados mástiles, sus negras chimeneas y sus recogidas velas, se mecía imperceptiblemente sobre el tranquilo mar. Sus escotillas iluminadas por la luz eléctrica interior, semejaban larga procesión fantástica en la media claridad de la callada noche

Ese magnífico Vapor debía ser nuestra habitación flotante para cruzar, entregados a merced de los elementos un tanto dominados por la ciencia, el Golfo de México con sus caprichos, el mar de las Antillas con la vista de sus islas y el Océano Atlántico con su majestad sublime, con sus agitadas olas y sus frecuentes tempestades.

El día ocho a las nueve de una mañana, risueña como nuestras esperanzas, subíamos la dorada escala del buque y penetrábamos á su elegante cámara.

El Alfonso XIII.

Este barco es uno de los mejores de la Compañía Trasatlántica Española; tiene una extensión de 410 pies de, 50 de manga y 36 de altura, sin contar con la Cámara que se eleva sobre cubierta, encima de la cual está el observatorio y pieza del Capitán; 170 personas de tripulación y mas de 5,000 toneladas de porte.

2 Cordoba y Orizaba son las primeras ciudades del Estado de Veracruz que uno encuentra viajando desde la Ciudad de México, las temidas Cumbres de Maltrata fueron durante largo tiempo el obstáculo natural entre Veracruz y el altiplano mexicano, actualmente se puede ver esta formación montañosa entre túneles que la atraviesan y por donde continúa la autopista.3 Esta construcción es una antiguo fuerte militar español que guardaba la entrada al puerto de Veracruz, pero también se utilizó como prisión, actualmente es museo.

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Construido en uno de los astilleros de Escocia é ideado sin duda por una imaginación soñadora, fue botado al agua en Enero del presente año de 1889.

¿Conocéis los tesoros de esa bellísima arquitectura que entre arabescos, grecas y afiligranados arcos guarda en la Alambra de Granada los recuerdos de la dominación de los árabes?

Con los secretos de esa arquitectura se ha construido el hermoso salón de recreo.

Sostiene el dorado artesón y extenso tragaluz los labrados cristales, una serie de esbeltas columnas sobre cuyos esmaltados capitales descansan unos airosos arcos formados por tres o más curvas que se enlazan en sus extremidades y constituyen la originalidad del estilo.

Las columnas se levantan sobre ligeros pedestales unidos entre si por gracioso barandal de pequeños arcos y forman á un lado del salón, un paralelogramo de corredores desde donde se domina el hermoso comedor que se extiende precisamente debajo de este piso.

En el otro extremo, se halla la escalera fraccionándose en dos amplios ramales hacia uno y otro lado, y entre esta y los corredores, hay un regular espacio en uno de cuyos extremos y recargado sobre el barandal de la escalera se encuentra colocado un piano vertical á cuyos lados tiene hermosos jarrones lacre oscuro que ostentan grandes grupos de flores artificiales.

En todo el derredor del salón están los asientos tapizados de peluche oro viejo y azul pálido, que ofrecen cómodo lugar para el descanso y el recreo.

El oro, el azul de cielo, el crema y el blanco, son los colores que entrelazándose caprichosamente en toda la extensión de la Cámara, forman hermoso conjunto que recibe

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la luz á través de los cristales oro y rojo de una serie de ventanillas que permiten la vista del mar en todas direcciones.

Para amortiguar la luz, hay otras tantas cortinillas de lana y seda listadas de oro viejo y azul que abriéndose por el centro, se recogen en ligeros pliegues por medio de cordones y borlas de igual color.

Tres grandes lámparas de brillante metal blanco sostienen entre azucenas de opalino cristal, un grupo de bombillas de Edison, y por todas partes, adheridas al artesón, se ven repartidos muchos globos apagados para la iluminación eléctrica.

El comedor de la primera clase, es extenso y con elegantes sillones giratorios, mesas de nogal y cómodos divanes, de igual tapicería á los del salón, colocados bajo las circulares escotillas que dan paso a la luz. Mas de trescientas personas se pueden sentar con toda comodidad á aquellas mesas de fina porcelana y jardineras de plata cubiertas de flores y plantas tropicales.

Al fondo se ven los estantes encierran la pequeña biblioteca recreativa de que pueden hacer uso los pasajeros, previa la entrega de un recibo de la obra que elijan.

Los camarotes, cada uno de los cuales puede contener hasta cuatro literas, si no pueden llamarse lujosas, si son demasiado cómodas é iluminadas también con la luz eléctrica que se enciende ó se apaga á voluntad del pasajero y que permanece en actividad toda la noche.

Frente a la alfombrada escala que dá acceso de los pasillos de los camarotes al comedor, hay una capilla dedicada á la virgen del Carmen, preciosa escultura en madera, y en honor de la cual se celebra allí todos los días el sacrificio de la Misa.

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La cubierta del barco es extensa bien pavimentada, y entoldada con grises lienzos de lona, permite pasear con la comodidad que place a los balances y respirar á todas horas las saludables brisas marinas.

Casi en el centro del buque y en el punto que separa la primera de la segunda clase, está el salón de fumar con varias mesas para los juegos permitidos, cómodos sillones y divanes acojinados, iluminado también con luz eléctrica. Lugar de agradables reuniones para la gente seria, que algunas veces, con toda seriedad, se desplumaba mutuamente.

El ronco estallido del cañón cuyo eco prolongado se perdió en el espacio, anunció que se levaba el ancla; se repitieron los adioses, los suspiros, las lágrimas; y las personas que habían ido a despedir á sus parientes y amigos descendieron para colocarse en sus pequeñas lanchas, y comenzó a sentirse el movimiento oscilatorio del barco que se ponía en marcha a las once de la mañana.

El viaje era al fin una realidad.

Poco a poco fueron haciéndose pequeñas las oficinas del muelle y los edificios de la heroica Veracruz, hasta perderse a nuestra vista ocultos por las brumas y la distancia; el movimiento se aumentó; el ruido de la maquinaria se hizo mas perceptible; las olas se estrellaban con mas fuerza contra los costados del barco y pocas horas después de perdían a lo lejos las playas mexicanas.

Pasadas las primeras impresiones para quien por primera vez se siente abandonado en aquella inmensidad azul que lleva impresa con caracteres de gasa sobre el cielo y de armiño sobre el agua la idea sublime de la grandeza de Dios, pudimos admirar el magnífico espectáculo de nuestra navegación.

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Cielo y mar únicamente abarcaban nuestros ojos; de México no quedaba ya mas que el rumbo señalado por blanca estela sobre azules ondas; pero en recuerdo su imagen iba en el fondo de nuestra alma.

Tomaron pasaje en la misma embarcación algunas familias mexicanas á quienes conocíamos nada mas de vista; pero la intimidad natural del viaje hizo nacer unas relaciones de amistad que se estrechaban cada día mas. Primero fueron los cumplidos, después las conversaciones sobre el punto objetivo de nuestro viaje, mas tarde éramos ya casi una familia.

Tres chiquitines de una de ellas, tenían en constante alboroto aquel salón; pero alguna vez nos divertían las travesuras propias de su edad y las piruetas y equilibrios á que el balance obligaba.

El resto del día se pasó con los quehaceres de la instalación y las primeras distribuciones de ordenanza, todas al toque de sonora campana ó de ronco tambor de cobre que hacia crispar los nervios.

Llegó la noche, mas negra y mas imponente, pero mas solemne y llena de misterios que las noches de la tierra; las estrellas diseminadas sobre un cielo oscuro, parecían lucir con mas viveza pero con un fulgor negro y brillante como si estuvieran en lucha con las tinieblas que se levantaban de la inquieta superficie de las aguas. A su dudosa claridad, solo podía distinguirse que el color del horizonte se había confundido con el sombrío azul del mar, y que el barco, semejante a un palacio ricamente iluminado, flotaba en medio de aquel insondable cáos.

El majestuoso silencio de la noche era interrumpido por el monótono ruido de la máquina de vapor y el sordo rumor de las olas que la quilla colosal del buque separaba en su rápida carrera.

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Desde la barandilla de cubierta se distinguían á cierta distancia las brillantes fosforescencias de las olas que se estrellaban unas contra otras, semejando fantásticos fuegos fatuos persiguiéndose en rápido movimiento sobre la oscura superficie. Y en medio de aquel maravilloso conjunto de sublimes manifestaciones de una naturaleza majestuosa, la idea de Dios siempre fija en la mente como la dulce esperanza de feliz arribo.

Cuando por las noches se iluminaba instantáneamente aquella lujosa Cámara y la luz eléctrica se quebraba en argentados rayos al pasar a través de los cristales de colores revistiéndose de mil cambiantes, cuando se reflejaba en aquellos delicados arcos y labrados artesones, y salía por las ventanas y las escotillas para irse a perderse entre las sombras que parecían surgir del seno de las aguas; cuando las armonías del piano, sentidas unas veces como los suspiros de amor de las esclava etíope soñada por Verdi; juguetonas otras como las inspiraciones voluptuosas de Bizet, apagaban el rumor de las olas que se desbarataban en armiñada espuma, preciso era olvidarse de que cruzábamos aquella inmensidad sublime, entregados a los caprichos del destino.

A causa de las fatigas y emociones del primer día y del sofocante calor de los camarotes, apenas podíamos conciliar el sueño, suavemente mecidos por el ligero balance de nuestra inmensa nave.

A las primeras horas de la mañana del día siguiente, estábamos ya sobre cubierta con el anhelo de presenciar la salida del sol; pero una plomiza nube se levantaba por el Oriente y cuando se disipó, ya el astro iba muy alto sobre un cielo azul purísimo; todavía el cielo querido de la patria.

Serían las cuatro de la tarde cuando se presentaron a lo lejos las costas de la península de Yucatán y poco tiempo después el barco se detenía a larga distancia de la rada de Progreso, porque el fondo del mar no permitía acercarnos mas.

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Varias lanchas cargadas unas con henequén, conduciendo otras algunos pasajeros, se vieron desprenderse de la playa, y suavemente mecidas por el viento que inflaba sus pequeñas velas, tomaban mayores proporciones á medida que se aproximaban a nosotros.

Cuando los últimos fardos de ese filamento se elevaban por los aires con extraordinaria facilidad por las poderosas grúas de vapor para depositarse en las bodegas, se dio la señal de partida; algunos momentos después, á la indecisa claridad de las postreras horas de la tarde, nos poníamos de nuevo en marcha con una velocidad de diez y seis millas por hora.

La Habana

A las ocho de una mañana nublada y calurosa, penetrábamos á la bahía de la Habana pasando frente al pintoresco castillo del Morro, y atracaba el buque hasta rozar sus costados on uno de los muelles de madera que se prolonga sobre el agua.

La bahía es extensa, de gran fondo y resguardada de los vientos casi por todos lados, ofrece abrigo seguro á los buques que están allí en constante movimiento; las colinas que la circundan, cubiertas por grupos de palmeras, extensos cafetales y verdes cementeras, y salpicadas de edificios, presentan agradable perspectiva desde el muelle.

Tres días permanecimos anclados presenciando el curioso mecanismo de pequeños vagones automáticos que para descargar el carbón de piedra , se agitan en un ir y venir constante sobre delgados rieles colocados a determinada altura á manera de puentes colgantes. Recibe el vagoncito una carga de carbón, camina por los rieles hasta el punto de descarga, se detiene y abre sus puertas para dejar caer el carbón, á manera de colosal insecto que abres sus

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alas para emprender el vuelo, retrocede a recibir de nuevo la carga y en este constante trabajo, dirigido por un solo hombre, permanece largas horas y practica así en la descarga con extraordinaria facilidad y prontitud.

La introducción de este material de los lanchones á los buques, la hace una columna de harapientos chinos que llevan en su semblante las huellas de una salud combatida por los narcóticos y en sus pesados movimientos los signos de la indolencia tan generalizada en personas de su raza.

Sentados en la cubierta de las lanchas, toman su alimento que consiste regularmente en pescado frito, garbanzos y arroz que hacen pasar del plato á la boca de una manera original por medio de unos palillos delgados. Después del almuerzo, se tienden sobre aquellos negros tablones sin darse por entendidos de los abrasadores rayos de un sol tropical que parece calcinar aquellos ambulantes y tiznados esqueletos.

A causa del natural temor por causa de los avanzado de la Estación, no pudimos visitar con detenimiento la Ciudad y solamente al caer la tarde y cuando las primeras brisas de la noche comenzaban á refrescar la temperatura, íbamos a recorrer algo de los mas importante que hay en ella.

El parque central en medio del que, sobre elevado pedestal de mármol blanco se levanta una bella estatua de la Reina Isabel, también de mármol, es el mejor de los paseos de la perla de Cuba; multitud de bancas y sillas de fierro imitando bejuco repartidas en las calles del jardín, ofrecen agradable descanso á la concurrencia que por las noches gusta de ir a respirar el aire fresco y a oír la serenata al fulgor de apacible luna ó de brillantes focos de luz eléctrica.

Aunque escaso de vegetación, es un lugar simpático y centro de reunión de la sociedad cubana que con trajes de colores claros y recargadas las señoras de brillantes, circula por aquellas callecillas hasta horas avanzadas de la noche.

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Lo circundan algunos portales, bonitos edificios, el pórtico del famoso Teatro del Facón y varios cafés lujosos profusamente iluminados, que dejan resonar en sus bóvedas ó dorados cielo-razos, la tremenda algazara de los concurrentes; bullicio que alegra, pero que también aturde y es propio de las gentes de Cuba.

Una de esas noches se presentaba Mille Nitouche en el Facón y esto nos proporcionó la ocasión de conocerlo.

Es hermoso, de una extensión como nuestro Nacional; número igual de pisos y poco mas o menos la misma altura; pero preciosamente iluminado por magnífica lámpara de centro cuajada de globos de cristal apagado que envían sus fulgores sobre aquel conjunto ricamente decorado de oro y blanco.

Las plateas están todas fraccionadas con divisiones á la altura de los asientos, que permiten á la concurrencia mayor lucimiento. El muro divisorio del salón con el pasillo que rodea aquella extensa herradura, tiene unas ventanas con cristales y rejas de metal para proporcionar mayor ventilación cuando la temperatura lo reclame.

El vestíbulo sostenido por columnas de cantería, cubierto con elevado tragaluz y pavimentado de mármol gris y blanco, es elegante; pero en nuestro concepto inferior y mas pequeño que el del Nacional; hay ahí un café y billares en los corredores altos desde donde perfectamente se contempla salir aquella concurrencia casi toda vestida de blanco, recargada de adornos y cuyos trajes vaporosos se hacen mas notables en la gente de color.

La víspera de partir olvidamos el temor y en carruaje recorrimos las calles. La parte nueva ó reformada de la Ciudad está formada de bonitos edificios, confortables hoteles y buenas casas de comercio; pero la antigua es estrecha, descascada y escasa e luz y de atractivos.

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Allí sufrió nuestro barco una verdadera invasión; cerca de trescientos pasajeros embarcaron para diversos puntos de España; la primera clase quedó completamente llena y la calma que disfrutábamos, terminó ante la algazara de un enjambre de muchachos de todas edades y todos genios; traviesos, llorones, pleitistas; todo en fin lo que se puede encontrar en esos bulliciosos retoños de la humanidad.

Tampoco faltaron los títulos de nobleza, embarcaron también los marqueses de X; personas estimables y de fina educación, pero con el orgullo que ellos creían inherente á una nobleza que en nuestro concepto la moderna civilización no admite.

Al despedirse un lacayo de color de la Sra. marquesa, se dignó esta tenderle una mano que aquel, satisfecho de tanta preferencia, besó con cariñoso respeto.

Iba también el conde de Z, alto, robusto, color rosado, pelo chino, en buena edad y cuyo vestido distaba mucho de corresponder al dueño de grandes posesiones en Cuba, según diría la crónica viajera. Su carácter serio lo hacía huir del trato de los pasajeros y refugiarse en su camarote de preferencia.

La hija, la condesita, como de quince años de edad, pasados muchos de ellos sin duda en la reclusión de un Colegio, a juzgar por sus constitución enfermiza, parecía una flor delicada á quien falta el aire perfumado de los vergeles y el calor vivificante de una atmósfera libre para desarrollar sus tallos escaso de color y de vida.

Extremadamente pálida, ligeramente rubia, descuidada en el adorno de su persona, era sin embargo simpática; entregada á la lectura en compañía de una aya inglesa en el mas solitario lugar del barco, no tomaba parte en la sociedad formada por los pasajeros, acaso por que le habían inspirado

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la idea de que sus títulos exigían aquel aislamiento, al menos entre nosotros los republicanos.

Participaba del orgullo de su padre al grado de haber rehusado el brazo que, al descender la escalera del salón y en los momentos de fuerte balance, le ofreciera un joven, con toda la urbanidad de un caballero, para evitarle una caída.

Aquel desaire que molestó naturalmente al joven habanero, ocasionó con el padre de la Condesa serio disgusto en el buque y que terminó con un duelo en forma verificado en Santander, cuyos resultados ignoramos.

Nosotros veíamos con indiferencia aquellas demostraciones de despotismo, acaso por que siempre hemos creído que la nobleza de sentimientos es lo que verdaderamente eleva sobre los demás hombres.

Mal tiempo

A las últimas luces de una tarde nebulosa y humedecida por una menuda lluvia, que presagiaba algún próximo temporal, salimos de la Habana entre los saludos entusiastas de todos los vapores y fragatas allí anclados, y al resplandor de los cohetes de bengala que se elevaban por el aire, reflejándose en la superficie de las aguas como brillantes cintas de movediza luz. Eran aquellas manifestaciones de afecto, porque el Capitán del Puerto salía con nosotros en el Alfonso XIII.

Dos horas mas tarde el cielo se cubrió de nubes, la lluvia se desató con fuerza y el viento soplaba de una manera terrible en la misma dirección que llevábamos haciendo caminar al buque con mayor velocidad, pero imprimiendo un movimiento de babor a estribor que no permitía permanecer en pie.

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Creció a tal grado la oscuridad de la noche, que fue preciso aumentar los focos de luz de las farolas de proa y que el ronco bramido del vapor se dejara escuchar á cada instante toda la noche para anunciar nuestra rápida marcha, y evitar así un choque no difícil en aquellas circunstancias.

Para aprovechar la fuerza del viento, se desplegaron algunas velas en cuyos toscos pliegues silbaba con siniestro rumor, pero el balance aumentó de tal manera que las piezas de la vajilla y demás objetos del servicio que no estaban colocadas en sus rejillas ó con la seguridad necesaria, rodaban produciendo gran ruido al estrellarse con el pavimento; las agitadas olas se azotaban contra los cristales de las escotillas y bañaban la cubierta del buque, salpicando de espuma las vidrieras de las ventanillas de la Cámara, que era lo mas alto de la nave.

La tripulación se ocupaba toda en las maniobras que la situación reclamaba, y esos cantos tristes de los marineros en sus faenas, especie de gemidos de amargura, mezclados á los demás ruidos de aquella noche tempestuosa, aumentaban las naturales inquietudes de los pasajeros, a pesar de las seguridades que el Capitán ofrecía con inalterable tranquilidad, confiado en las magníficas condiciones de su barco.

No fue posible dormir ni permanecer en los camarotes, así es que pasamos la noche reclinados en los asientos del comedor, pensando que si la vida de mar tiene sus atractivos, también cuenta sus situaciones difíciles y fundados temores, que están en mayoría.

El día siguiente amaneció nublado y lluvioso, y el viento soplaba casi con la misma velocidad; era que, según supimos después, se levantó un ciclón cerca del Golfo de México y nos alcanzó al salir de la Habana, continuando el temporal por espacio de cinco días muy molesto y lluvioso, pero el cielo un poco mas claro y el viento un poco menos fuerte.

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Pasados aquellos días fastidiosos, continuaron las tertulias, los bailes, los juegos de prendas, para interrumpir la monotonía del viaje.

En toda reunión numerosa, en cada viaje prolongado por mar, se necesita un tipo que proporcione motivos de distracción á los demás y casi siempre la reunión lo elige por unanimidad ó mejor dicho, el mismo se da á conocer, y de aquí viene esa popularidad.

Tocó en turno en esta vez á un joven que embarcó en Veracruz en pos de un tío rico que tenía en España. Estatura regular, delgado, nariz irregular, porque excedía en dimensiones á las reglas de la estética, ojos idem porque eran mas pequeños de lo que el arte prescribe, cutis extremadamente áspero, y todo este conjunto desprovisto del mejor adorno de una cabeza, el pelo, por que en Veracruz se puso en manos de una rapista que le dejó la parte superior del cráneo como la palma de la mano y esto le daba un aspecto verdaderamente raro. Por lo demás, era un muchacho de buen ver y que soportó con heroísmo su papel, de finas maneras y buena educación.

En el juego a él tocaba perder, en la cantina pagar, en las reuniones divertir; pero todo lo hacía con gusto, al menos aparente, por que comprendió sin duda que en su situación no tenía otro recurso. Desembarcó en Santander y no sabemos si encontró al tío rico, ó se botó al mar, como diría.

En alta mar

Sublime inmensidad; en tu grandezahay algo del mortal desconocido;hay algo en tu bellezaque nunca al contemplarte he comprendido;y al mecerme en tus olaslejos muy lejos de la patria amadarendido a melancólicas tristezas,ni puedo conocer donde acabas,ni puedo distinguir donde empiezas.

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¡Dios! murmurarán tus olas sosegadascuando de fresca brisahúmedos besos por mi frente siento;¡Dios! Repiten tus olas encrespadasal deshacerse en armiñada espuma, y Dios, proclama en su furor el vientocuando en pesada brumaenvuelve su color el firmamento.

Sublime en todo en tu extensión inmensa,y el hombre que te admirabañando el mundo desde polo á polo,en el Dios infinito solo piensa,en el Dios infinito cree tan solo.

¿A dónde llevas tus inquietas olas,una tras otra en rápidas carreras,sin rumbo, sin camino,hasta remotas playas extranjeras?

Confíame tu destinohoy que a tu vista de inquietudes llenosorprendido te admiro.

Dime que guarda tu profundo seno;¿qué significa tu rizada espumay que se esconde en tu impalpable bruma?

¿Por qué inquieto unas veceste elevas en montañas azuladas,y en tu abismo sepultaslas velas de los barcos destrozadas, y te unes al furor de la tormentaque sobre ti se agitay tu bramido el pánico aumenta?

¿Por qué a veces tus serenas ondasretratan en su espejo

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del cielo azul las tintas primorosas,o el último reflejodel sol que envuelto en nubes purpurinasva a dormirse en tus aguas cristalinas?

Mas ¡ay! ya lo adivino;todo en ti se asemeja a nuestra vida,porque es un mar también nuestra existencia;tranquila algunas vecesal dulce halago de la ilusión queridaque acaricia la mente,cuando á mirar n el cenit se alcanzala estrella que nos muestra sonrienteel ángel bienhechor de la esperanza.

Inquieta en ocasionessi al corazón agobia la amargura,al alma la destrozan las pasionesy entre recuerdos muerenpostreras ilusionesque nuestra vida halagan,y el dolor y el hastíola luz de nuestra fe crueles apagan.

Es tu abismo reflejo misteriosodel corazón humanoque nomás el conoce lo que guarda;las dudas que acibraran la existencia,son los crespones e tu sombra parda ofuscando el fulgor de la conciencia;y los copos de espumaque coronan la frente de tus olasal beso silencioso de la brisa,del corazón que sufreson la falsa sonrisacon que cubre la hiel de sus dolores,para que el mundo neciono insulte sus continuos sinsabores.Hay naufragios también allá en la tierra,

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cuando ha perdido el hombrela fe y la paz que el corazón encierra.

¡Inmensidad sublime!Cada ola que se rompe bulliciosaContra la quilla del Alfonso Trece,con su rumor siniestroel gemido de un monstruo me parecey la tristeza entre el placer nos deja;que si un paso a la Europa nos avanza,un paso de la patria nos aleja.

Prosigue en tu continuo movimiento,y en tus tranquilas olasque avanzan hacia tierras muy lejanasmecidas por el viento,conduce hasta las playas mexicanasde mi cariño patrio un pensamiento.

A bordo del Alfonso XIII

¡Tierra!

Con que satisfacción contemplamos surgir el sol de las azules ondas entre purpurinas ráfagas de luz, cuando después del temporal cesó la lluvia, se aplacó el viento y el cielo destrozó sus oscuros crespones para enseñarnos su purísimo fondo azul, como la imagen cariñosa de anhelado bien, tras de prolongadas horas de amargura.

Cuan cierto es que tras de la tempestad viene la calma.

El tiempo siguió muy bueno y nosotros continuamos nuestra marcha sin contemplar otra cosa que espacio y agua confundidos.

Nunca se presentó a mi imaginación con toda la sublimidad de su grandeza el gigantesco pensamiento de Colón, como en aquellos días en que a pesar de los inmensos adelantos de la ciencia y la seguridad de rumbo cierto, nos veíamos acosados por los elementos en medio del Océano,

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inconmensurable en aquellos momentos; infinito a nuestra vista que se perdía entre olas y entre nubes.

Aquella seguridad científica del ilustrado genovés en empresa maravillosa; aquella grandeza del alma para desafiar los peligros de incierta navegación en busca de un mundo dibujado en sus ensueños; aquel valor para abandonarse á los mares sin mas faro que la luz de sus meditaciones, sin mas guía que su vacilante brújula y en aquellas embarcaciones entregadas á la voluntad de los vientos, se presentaron á mi imaginación con todo el esplendor de su importancia, y no pude menos que consagrar un pensamiento de admiración á aquel héroe de la ciencia á quien tantos desengaños debían amargar los recuerdos de su gloriosa navegación, después que vino á colocar una preciada joya en la Corona de Castilla.

Un tiempo magnífico nos permitió después disfrutar de los hermosos cuadros que mar y cielo presentaban a nuestras miradas.

Los peces voladores asustados por la proximidad de la nave, se levantaban de la serena superficie de las aguas para ir a sumergirse en una ola más distante, y en su pausado vuelo brillaban á la luz del sol, como si estuvieran modelados en bruñida plata.

Los oscuros delfines se elevaban sobre las azules ondas, se hundían y volvían a salir mas adelante, y en esa carrera de ondulaciones, se perseguían unos á los otros hasta perderse allá á lo lejos.

Alguna ballena asomaba su enorme cabeza sobre las olas y arrojaba sus curiosos chorros de agua, semejando á larga distancia gemelas fuentes brotantes.

Una infinidad de peces de diversas dimensiones huían precipitadamente cuando la quilla del barco rompía las ondas dividiéndolas en inmensos copos de espuma, y otros seguían

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la prolongada estela con la esperanza de un festín formado de los desperdicios de la masa arrojados al mar.

Por la noche, cuando la luna se levantaba sobre un cielo despejado y reflejaba su luz en las calladas olas, era una colosal esfera de fundida plata bañándose en aquellas aguas bordadas de armiño, é inundándolo todo con una claridad apacible como las ideas que su contemplación inspiraba,

Y aquellos crepúsculos inundados de poesía al caer la tarde; aquellos horizontes matinales bañados de luz al nacer el día; aquel manto azul recamado de estrellas; aquella extensión oscura tapizada de espuma, todo descubría á nuestras miradas la grandeza de los caprichos, la belleza de las sonrisas de una naturaleza llena de misterios. Pero todo ello no ahogaba en el alma los ardientes deseos de arribar á puerto.

Serían las cinco de la tarde del 26 de junio cuando cruzando por los aires unas, y otras meciéndose tranquilamente sobre las cansadas ondas, descubrimos un grupo de gaviotas grises y blancas, como la inequívoca señal de que no estábamos ya lejos de las playas europeas.

Con que regocijo fueron saludadas aquellas cariñosas anunciadoras de que pronto veríamos realizados nuestros deseos.

En efecto, al confín del horizonte hacia nuestra derecha, se distinguió una línea mas oscura y la palabra tierra, se escapó de los labios de los marineros que dirigían á aquel rumbo sus miradas.

Lo que el atrevido geógrafo sintiera al escuchar esta expresión sublime en los momentos en que vacilaba la fé de sus pilotos, en aquellos instantes en que, sí sus ligeras naves bogaban tranquilas sobre el líquido elemento, sus ilusiones parecían hundirse en el mar de las decepciones, pudimos comprenderlo a través del entusiasmo que causó en nosotros.

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Las barandillas de sobrecubierta se coronaron de gente y en todos los semblantes se adivinaba el regocijo.

Poco a poco fue haciéndose más perceptible aquella línea hasta que distinguimos perfectamente el Cabo de Finisterre que doblábamos rumbo a La Coruña; horas después estábamos frente a la ciudad lánguidamente reclinada á la orilla del mar de su nombre, reproduciendo en él sus blancos edificios, sus torres y jardines, y las fértiles colinas que la cercan.

Por falta de agua en aquellos momentos, no pudo el buque acercarse al presto y quedamos anclados un poco distantes á la vista de aquellos de declives manchados vegetación y cuyas faldas iban á sumergirse en las azules ondas.

La noche tendió sus oscuros cortinajes y lentamente fueron brotando las luces del alumbrado de la ciudad, que a lo lejos parecían un enjambre de luminosos insectos escondiéndose entre los edificios y en el ramaje de las calzadas del parque próximo a la playa.

Como no pudimos bajar á tierra por falta de tiempo, nos retiramos á dormir anclado aún el barco. Al día siguiente, cuando al subir sobre cubierta buscábamos aquel pintoresco paisaje para admirarlo a la luz de un sol rojo que parecía brotar del fondo del mar, el panorama había cambiado. La Coruña, a la manera de un sueño desvanecido, desapareció de nuestra vista como por encanto, porque el Alfonso se puso en marcha á la media noche.

Mar y cielo otra vez formaba nuestro mundo.

Paréntesis.A mi hija Lola.

Estamos sobre la nave,y las olas avanzando,

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va una tras otra marcandosu blanca huella al pasar,y observamos á su paso,más pequeña la siguiente,hasta morir lentamentesobre la extensión del mar.

Así son las ilusiones;Sí alguna muere otra nacey cuando esta se deshace están otras por llegar.Mas cuando avanzan los añosnuestra frente encaneciendo,una a una van muriendocomo esas olas del mar.

Y ya que así fueran todas;las olas cuando se alejan,ninguna señal nos dejandibujada sobre el mar.Pero hay ciertas ilusionesque nos destrozan el alma;roban la paz y la calmaen nuestra vida al pasar.

Mas tú que á vivir empiezasentre goces y esperanza,avanza feliz, avanza,sin que te abrume el pesar,y que del mundo las penasno lacren tu alma bella,y pasen sin dejar huellacomo las olas del mar.

Santander.

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Cuando las primeras luces de un crepúsculo matinal bellísimo se extendieron sobre el cielo de España y el sol anunció con su vanguardia de encendidas nubes su próxima aparición sobre un mar en calma, llegábamos frente al puerto de Santander. Era el 28 de junio.

A causa de la baja marea, no pudimos efectuar el desembarque sino hasta después del almuerzo.

En los momentos en que este finalizaba y los tapones de champaña al artesonado del comedor produciendo un ruido sui generis que tanto anima los últimos instantes de una mesa, y el espumoso licor se desbordaba en opalinas ondas sobre el cristal de las copas, y retozaba en los sonrientes labios de los pasajeros , penetrábamos a la pintoresca bahía, saludándola con el natural entusiasmo de aquel momento.

Pisábamos al fin la tierra de la Europa.

La tarde sumergió en el fondo del mar sus primeros cortinajes de luz y dejó sobre el horizonte una claridad azul rosa que se reproducía en el sereno Golfo de Gazcuña; el tiempo era magnífico.

Desde lo más alto de las lomas en cuyos declives toma asiento la ciudad de Santander hasta bañar sus plantas en las ondas del mar, el panorama era muy hermoso.

A la derecha, las pintorescas habitaciones de Peña Castillo sobresaliendo de frondosos bosquecillos y jardines, las verdes sementeras que descienden suavemente de la colina hasta confundirse con las arenosas playas, el camino de Burgos que entre bosques y sembrados serpentea hasta perderse á lo lejos.

Al frente, el Golfo dormido en aquella hora, salpicado de pequeñas embarcaciones y barcas de pescadores de sardinas y más allá el negro casco del Alfonso en cuyo elevado mástil

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ondeaba la bandera azul y blanca, distintivo de la compañía española.

A nuestros pies, la ciudad con sus altos edificios, sus estrechas calles y sus campanarios, descansando en las ondulaciones de la colina y retratándose en las ondas que van a parar casi al pedestal de la estatua de Velarde en la plaza del muelle.

Sobre la parte más elevada se levanta como sereno centinela, cuadrangular atalaya que con su bandera desplegada sirve de señal á las embarcaciones que llegan aquel puerto, y en la espaciosa calzada que conduce á ella, se derrama entre bosques de madreselva y murallas de enredadera rosa y blanca, una serie de preciosas casas de campo, sin orden, sin alineamiento y ostentando encima del ramaje de los árboles, los vivos colores de sus muros y de sus persianas, los labrados cristales de sus ventanas y miradores, los delicados balcones de fierro y agudos techos de pizarra gris, algunos de los cuales rematan en pararrayos y veletas. Y todo ese conjunto del arte y la naturaleza teñido por los tintes de rosado crepúsculo; embellecido por los atractivos de incesante cultivo; envuelto en la atmósfera de los jardines; y al frente de un mar azul sosegado, era el paisaje que se presentaba á nuestros ojos; el primer cuadro con que nos recibía la Europa.

Del otro lado de las colinas, se encuentra el Sardinero; pintoresco lugar de baños de mar con elegantes casas, lujosos hoteles y restaurants rodeados de jardines, enlazados por calzadas de castaños y á la orilla de espeso bosque de verdinegros pinos adonde nunca el sol perturba una sombra perfumada y deliciosa.

Al pie de la falda y á la orilla del mar que forma en aquel punto extenso semicírculo resguardado de los vientos por fértiles colinas, está el establecimiento. Balneario construido sobre la arenosa playa en prolongada galería que tiene en el

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interior doble serie de cuartos para los baños en tina y cuyo amplio corredor mira hacia el mar.

La vista desde allí es bellísima; ese anfiteatro formado por pintorescos edificios, bosques y jardines, pardas y caprichosas rocas y laderas tapizadas de verde pasto, tiene por escenario una superficie azul que espera en sonrientes olas sobre límpidas arenas regadas de microscópicos caracoles y conchillas.

Varias casetas con su abovedado techo y laterales de genero4 listado azul y blanco y colocadas sobre la indispensable tarima rodada que permite aproximarlas con facilidad hacia el mar, se hallan esparcidas sobre la arena esperando a las bañadoras que en caprichosos trajes se ocultan ahí, para entregarse después a las tranquilas ondas que juegan con ellas, como con las perlas y corales que brotan en el fondo del océano.

En la estación de los calores hay un ferro-carril de vapor que hace viajes cada media hora, con el mayor precio de 35 céntimos por persona. Se puede ir también en carruaje por la pintoresca calzada del Alta

Volvamos a la ciudad.En el centro de la plaza del Muelle cuyas banquetas casi

besan las aguas del golfo y sobre elegante pedestal de piedra gris, hay una estatua en bronce oxidado representando al héroe del 2 de mayo.

El general Velarde al lado de una pieza de artillería de montaña, está de pie en actitud de alentar á los soldados al combate, con la mano izquierda elevada á lo alto, sosteniendo la espada en la derecha y descubriendo en su semblante el ardor bélico de su alma.

Al frente del pedestal se lee: “Velarde. 2 de mayo de 1808.” En el otro lado: “A la gloria del héroe. 1880” Y en los

4 Al parecer por genero se refiere a tela tal y como todavía se utiliza la misma palabra en Chile.

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costados se ven bajo-relieves en bronce representando la fama que pregona las victorias y la España que corona a sus defensores.5

Circundada la plaza por doble hilera de frondosas acacias á cuya sombra se encuentran asientos de piedra, es un lugar de agradable reunión cuando en el verano se anhelan respirar las frescas brisas marinas.

Santander es una Ciudad pequeña, de estrechas y torcidas calles, de no grande movimiento mercantil, pero alegre, simpática y sobre todo, con hermosísimos alrededores.

El carácter de sus pobladores es afable; la vida es cómoda; la sardina fresca, excelente y tan barata que llega a venderse á diez centavos el ciento; la fruta abundante, en especialidad los chabacanos que son riquísimos y del tamaño de nuestros duraznos. Algunas personas suelen llamarles mata-gallegos, sin duda porque alguna vez produjeron molesta enfermedad á los habitantes de la Coruña.

Por las tardes, cuando han cesado para todos las horas de trabajo, las jóvenes con la cabeza descubierta, la sonrisa en los labios, los chinos6sobre las mejillas y con el inseparable abanico en movimiento, circulan por las calles y el muelle en alegres grupos sin más ocupación que el paseo.

La mujer del pueblo comparte allí, como en otras partes de Europa, los trabajos del hombre: Se la ve guiando el arado en las labores del campo, conduciendo en los caminos á los animales de carga y transportando por las calles grandes bultos sobre la cabeza.

5 Se refiere a Pedro Velarde, del cual dice el Larousse: ... militar español (Muriedes 1779 – Madrid 1808). Planeo con Daoíz un levantamiento militar contra la invasión francesa y fue muerto en los hechos del 2 de mayo de 1808.6 ¿Rizos?

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A nuestro desembarque, un grupo de mugeres se disputaba la conducción de nuestras maletas y al fin una muger robusta y boruquienta fue quién las transportó.

Sin costumbre de mirarla así, justamente llamó nuestra atención considerarla en estas labores ajeas a la debilidad de su sexo.

Quién sabe hasta ahora que punto sea conveniente á la sociedad, distraerla de las atenciones de la familia en el santuario del hogar.

El Faro de San Jorge.

La noche era obscura y tempestuosa; cargado estaba el cielo de negras nubes; cubierto estaba el mar de agitadas olas, y el bramido del viento y el rumor de las aguas y los ecos de electricidad lejana, aumentaban las siniestras tintas de aquella escena destinada á ser el fondo de tristísima tragedia.

A la luz de rápido relámpago que se desprendió de fantástico nubarrón, pudo distinguirse a lo lejos una barca de pescadores que ansiaba ganar en aquellos terribles momentos, las costas de la Inglaterra. Había recogido sus destrozadas velas para libertarse de la velocidad del viento; pero juguete de embravecidas olas, no le era posible encontrar un rumbo cierto y se entregaba con heroicidad en abierta lucha con el furor de los elementos.

En tanto que el bravo marino que la guiaba, con serenidad jamás perdida en iguales ocasiones, luchaba con el encrespado mar sin más recursos que su valor y sus conocimientos, no lejos de la playa, en abrigada habitación y á la rojiza luz de encendida chimenea, una familia elevaba entre sollozos sus plegarias de cielo, ante el amargo recuerdo de los peligros de aquella noche de tempestad.

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Negro presentimiento hacía latir el corazón de la afligida esposa, al pensar en el regreso del atrevido pescador, que debía verificarse aquella misma noche.

Ya se distinguían a ala luz de los relámpagos las anheladas costas, aumentándose así los peligros en aquellos angustiosos instantes, cuando se escuchó un sordo rumor en la barca seguido de terrible sacudimiento.

La débil embarcación había chocado contra ignoradas rocas y hecha pedazos se hundía para siempre en el abismo.

Al día siguiente, de la barca solo quedaban los fragmentos de madera arrojados a la playa por las olas; de Jorge el marino, el recuerdo de un valor entre sus compañeros y la amrgura de su muerte en el alma de su esposa.

Esta, algún tiempo después, hizo construir el referido faro en aquel sitio, para evitar nuevos accidentes con aquellas rocas que le arrebataran su felicidad.

Tal es, poco más ó poco menos, la historia que os referirá algún marinero á la vista del solitario centinela que se levanta sobre pequeños peñascos negros, inmortalizando un recuerdo de cariño y un rasgo de caridad.

El faro con su color amarillento oscuro, sosteniendo por remate gran farola de cristal y surgiendo de las rocas á donde el mar rompe sus ondas, presentaba una vista agradable y melancólica por las reminiscencias de su origen.

Al pie de la cilíndrica torre, sobre las desiguales crestas que sobresalen de la superficie del mar y apoyada en los húmedo muros, se ve un pequeño garitón de poderosa solidéz para poder resistir el choque de las olas; allí está el vigilante encargado de encender la luz desde los primeros anuncios de la noche.

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Era latarde del 1° de julio cuando penetrábamos al canal que lleva el mismo nombre del faro, A nuestra derecha y veladas por las vespertinas brumas, distinguíamos las costas de la península de Gales y á la izquierda, allá á lo lejos, las de Irlanda.

La marea baja, otra vez mas, no nos permitió llegar ese día a Liverpool y permanecimos toda la noche á larga distancia de la Ciudad que entre la niebla apenas distinguíamos.

Al amanecer del día siguiente continuamos nuestra marcha encontrando á cada paso vapores y fragatas cruzando en todas direcciones, varios faros flotantes llamados Chatas y un movimiento de embarcaciones que hasta entonces no habíamos presenciado.

Las brumas que aumentaban gradualmente, pero no tan espesas que impidieran distinguir las costas, nos indicaron que muy pronto nos encontraríamos en la nebulosa Albion.7

Poco tiempo después, en efecto se hizo visible á nuestra vista la Ciudad de Liverpool coloreada en el suave declive de una forma que termina en prolongada serie de diques en cuyos macizos muros se estrellaban constantemente las olas.

Después del almuerzo bajamos a tierra y teniendo noticia de que nuestro barco permanecería en puerto más de doce días, determinamos marchar a Londres en compañía de una de las familias mexicanas, única con quien habíamos hecho el viaje desde Santander.

Atravesamos al otro lado de la Ciudad en ligero y precioso vaporcito, y á las seis de la tarde penetrábamos a aquella soberbia Estación cuyo movimiento admira, y tomábamos un tren rápido que nos transportó á la gran Ciudad de las nieblas, de la industria, del comercio y del Spleen.8

7 Albión, primer nombre conocido de Gran Bretaña.8 Stress.

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Una distancia como de 75 leguas, se hace en cuatro horas y media con una velocidad vertiginosa, febril, imposible; sin más detención que unos cuantos minutos en la estación de Greeve, para el cambio de tren, que se hace con una velocidad inglesa, y á la hora que señalan las manecillas de grandes relojes de esqueleto colocados cerca de la via por donde aquel debe partir.

Causa verdadera admiración ver que con todo el camino recorrido, no hay un solo sitio por pequeño que sea que no esté cultivado. Las poblaciones, fabriles en su mayor parte, como lo demuestran sus multiplicadas dimensiones; los extensos sembrados de avena y de trigo bordados de florecillas rojas y blancas; los bosques de un verde oscuro por entre cuyo espeso ramaje se ve asomar pintoresca Quinta ó las esbelta torre de escondida Iglesia; las Estaciones con sus caprichosas oficinas, sus grandes acopio de materiales y sus depósitos de Wagones; todo se sucede á cada instante formando bellísimo, pero rápido panorama que solo á cierta distancia es dado contemplar, porque de cerca los objetos á causa de la extraordinaria rapidez no pueden distinguirse.

Serían cerca de las once de una noche clara como no siempre se ven en Londres, cuando entrábamos á la Ciudad mas populosa del mundo y nos alojábamos en el Royal Hotel Black-Friar y que dibuja sus seis elevados pisos en las serenas aguas del caudaloso Támesis.

Instantes después, sin esperar en nuestro anhelo al día siguiente, recorríamos las calles, próximas al alojamiento, encontrándolas tan concurridas y animadas como si no hubiera noche para aquellos incansables habitantes; como si no hubiese reposo para aquellos inmensos almacenes.

LONDRES.

Es tan soberbia la Ciudad, tan grandiosa y admirable, como indescriptible.

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Los suntuosos edificios de piedra y mármol que aglomeran sus siete pisos en hermosa y sólida construcción; altos puentes de fierro por los que á cada instante se ven cruzar rápidos trenes que dejan sobre los techos de pizarra oscura sus regueros de humo transparente; calles interminables a la vista, llenas de carruajes de todas clases y gentes de á pie casi atropellándose en peligrosa confusión para poder seguir cada uno su camino; el Támesis que arrastra su caprichosa corriente bajo aquellos magníficos puentes de piedra y de fierro, cruzado a toda hora por lanchas de todas dimensiones y pequeños vapores que ceremoniosamente inclinan sus altas chimeneas al pasas por aquellas macizas bóvedas; el humo de las innumerables fábricas; formando constantemente plomizo diesel á un gigantesco templo de la industria; la cenicienta niebla que acaricia con sus húmedos besos los agudos techos y los remates de las Iglesias y envuelve en sus crespones la cúpula de la Catedral de San Pablo y las atrevidas agujas de la Abadía de Westminster; el Parlamento con sus torres cuadrangulares que dibuja en los cristales del rio su triple serie de góticas ventanas;hermoos jardines diseminados en la Ciudad , desde el Victoria Park con su fuente de granito, hasta el aristocrático Hyde Park cerca del maravilloso monumento del Príncipe Alberto; trenes sobre las azoteas, trenes por las calles, trenes debajo de la tierra un incansable ir y venir. Todo, todo, forma un conjunto que extasía, una grandeza que encanta, una fiebre de vida y un movimiento de 4,700,000 habitantes que nos e suspende ni en las altas horas de la noche. Y sin embargo no hay ruido relativamente; parece que todo se hace allí en silencio; hasta el rodar de los carruajes sobre aquellos tersos pavimentos; hasta el rumor de la industria parece participar de esa aparente frialdad del pueblo inglés.

Había llegado a Londres en aquellos días el Sha de Persia y por consiguiente se aumentaba el bullicio cuando este Soberano en compañía del Príncipe de Gales salía a recorrer las principales calles de la Ciudad,

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Tropas formando prolongada calle; ricos carruajes conduciendo ä grandes personajes de la política inglesa; las lujosas carretelas descubiertas de la familia real y de los visitantes, y aquella soberbia guardia imperial que formaba escolta al heredero de la corona de Inglaterra, provocaban mayor animación, si es posible darla, á la mas populosa Ciudad del mundo.

El ejército inglés está elegantemente uniformado pero con especialidad la referida guardia.

Casco de acero con dorado remate del que brota hacía atrás largo mechón que ondea sobre la espalda; casaca de paño negro con charreteras y bordados de oro; cubierto el pecho con brillante coraza en la que se reflejan los dorados cordones que circundan el brazo derecho; ajustado pantalón blanco con galones de oro; bota alta de charol negro; espada pendiente del talí azul bordado; guante blanco y está figura, un magnífico frisón negro que cubre su albardón9 con una piel natural de oso: he aquí el soldado de esa guardia cuyo conjunto en movimiento ofrecía una vista verdaderamente admirable.

Nosotros veíamos aquella desigualdad social con tristeza y aquel ceremonial en la Corte como una ostentación de la riqueza y el poder. Pero a pesar de todo esto, se disfruta en Londres una verdadera libertad; el extranjero al menos, no siente el peso de la monarquía; en las Aduanas en las Estaciones, en los hoteles, el viajero no se apercibe de esa escrupulosidad de inspección de la policía tan indispensable en esos grandes centros. A la llegada al hotel se inquieren losd atos necesarios, pero sin aparato, sin exigencia, y aquellos sirve de punto de partida, porque no es una mera fórmula esa inquisición.

9 Aparejo más alto y hueco que la albarda, que se pone a las caballerías para montar en ellas.

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La policía en Londres, uniformada con elegancia, goza de gran prestigio t se le respeta por todos. En las calles de gran movimiento en que la circulación de los coches no se interrumpe ni un instante, se hace necesaria su intervención para que la gente de á pie pueda pasar de una acera á la otra; el agente hace entonces una ligera señal y todos los carruajes se detienen para dejar libre el paso.

En el centro de las principales calles, de trecho en trecho, hay en derredor de la columna de fierro que sostiene elegante farola, una banqueta circular rodeada de postes que sirve de refugio a los transeúntes; verdaderos islotes en aquel inquieto mar de carruajes.

La vida en Londres es mas cara que en cualquiera otra parte de Europa, pero se vive bien; en los hoteles el servicio y el aseo son esmerados, a pesar de sus siete pisos y de sus trescientos o cuatrocientos cuartos, porque para los elevadores no hay alturas, ni para la actividad importa el número de habitantes; no hay bullicio relativamente á la concurrencia, porque las piezas alfombradas y el pasillo del alta lana en los corredores y escaleras, apaga el rumor de las pisadas; los criados visten constantemente de etiqueta y sin duda cambian la camisa todos los días, á juzgar por su limpieza.

En el extenso comedor que adorna sus bóvedas con pinturas alusivas, sus muros con espejos, sus vidrieras con cortinas y sus mesas con flores, se cree asistir á un banquete diario en donde sola falta la familiaridad en los comensales, porque en efecto, si no hay compañeros ó personas de igual nacionalidad al menos, no hay siquiera el cambio de un saludo.

Y sin embargo de todos esos motivos de comodidad, fuera de aquellas cosas que tienen por movil el dinero, se nota mucho egoísmo que deja ver cuánto sufrirá el extranjero que llega a Londres con escacés de recursos.

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Esto explica sin duda porque hay tanta miseria, allí donde hay tanta grandeza.

Una tarde que recorriamos la calle Cornhill, nos detuvo el sonido destemplado de un violín; un muchacho como de doce años de edad, pálido, enfermizo y cuyo traje pregonaba honda miseria, estaba de pie en el extremo de una tabla que en la otra extremidad tenía un pequeño barrote perpendicular; de este a la rodilla había una cuerda tirante á la que estaban atados algunos mal forjados muñecos de genero y madera, cuyos pies tocaban á la superficie de la tabla. Al compás de la música movía el muchacho la pierna y los muñecos, disque bailaban.

Era aquella una manera original y triste de pedir una limosna; pero aquella sociedad no oía.

Ni una moneda de cobre; ni una mirada compasiva obtenía siquiera aquel desheredado de la fortuna, al frente mismo del palacio de la Bolsa por cuyo soberbio pórtico de columnas corintias entraban y salían ricos personajes; al lado del palacio de la Banca en cuyas oficinas de pago, el sonido del oro apagaba las notas de aquel instrumento suplicante.

Crueles constantes en los destinos de la humanidad.

Describir lo que admiramos; explicar, lo que sentimos, no es posible.

Pequeños cuadros entresacados de mi recuerdos, es lo que consigo como impresiones de un viaje, pero sin olvidar por ellas los atractivos de la patria.

* * *

Desde el Hotel Real que fue nuestra habitación, e hace un bonito paseo á pie siguiendo las pintorescas márgenes del Támesis formadas de elegantes edificios con jardines exteriores que en suave declive llevan sus bosquesillos y

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rosales hasta las rejas de fierro o pretil de piedra que los limitan.

Siguen después, la Escuela de la Ciudad, de hermosa fachada con sus tres esbeltas torrecillas que elevan á gran altura sus remates de fierro; las extensas construcciones y jardines del templo; el magnífico puente de Waterloo bajo cuyos arcos atraviesa la calle á que nos referimos y cuya altura llega el primer piso de los edificios; la aguja de Cleopatra que con sus jeroglíficos y esfinges egipcias descansa sobre macizo pedestal de sillería gris brotando de las aguas; el elevado puente de fierro que soporta sus cuatro series de rieles para que los trenes, salvando la calle, penetren hasta la estación de Charing Cross, y por término de la jornada, el célebre Parlamento; pero todo esto hermoseado con la calzada de árboles que alternándose con las farolas bordan la orilla del río; los vapores que en ir y venir constante surcan las ondas, y la perspectiva que ofrecen los edificios y parques de la ribera opuesta.

Formando un ángulo con la prolongación del puente de Westminster y los bordes del Támesis, se levanta con toda la arrogancia de su objeto, con toda la riqueza de su arquitectura gótica, el soberbio Parlamento construido sobre los calcinados cimientos del anterior que destruyó un incendio y ocupando una superficie de treinta mil metros cuadrados.

Torres cuadrangulares que lo vigilan, esbeltas agujas que lo coronan, estatuas que lo embellecen y elegantes ventanas que lo iluminan, hacen de ese maravilloso edificio una de las estrellas que brillan en el horizonte artístico de la Inglaterra.

Desde que en 1885 intentó su destrucción la dinamita arrojada allí por un puñado de criminales, la visita al interior es sumamente difícil y hay que conformarse con admirarlo dibujando sobre plomizo horizonte sus delicados perfiles y

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reflejando en los claros del río las bellezas de su arquitectura.

* * *

Como dos colosos frente á frente desafiando el furor de las tempestades, están ahí el Parlamento y la Abadía de Westminster, que con sus muros seculares no tienen el paso de los siglos, ni con la belleza de su estilo los prodigios de la ciencia moderna.

El primero, como el fénix de la mitología, ha brotado de sus mismas cenizas en 1840 á impulsos del espíritu creador de Barry, y la segunda se ha levantado del no ser á la poderosa voz de Enrique III en 1220.

Sin embargo de esa notable diferencia de edades, yo no sé que afinidad secreta existe entre dos maravillosos monumentos que parece que se atraen; que parece que se completan en ese desarrollo de ideas que eslabona las evoluciones del humano espíritu.

Esa similitud de formas en una arquitectura que se ha transmitido á través de los siglos son toda su pureza, se me figura que inspira cierta sociabilidad en el objeto de su institución actual.

Penetrando á los salones del Parlamento recamados de oro, son su elegante sillería de tapiz rojo y el trono de la Reina Victoria al lado de la desierta silla del Príncipe Alberto, es casi necesario pensar en Licurgo10. Al sentir el aire frío que penetra por las góticas ventanas de la Abadía, que acaricia aquellos arcos gigantescos y parece murmurar un gemido al girar entre las tumbas, viene á la imaginación el recuerdo de Calvino.

10 Aparecen dos en el diccionario enciclopédico más ignoro siquiera si se refiere a alguno de estos: Licurgo, legislador mítico de Esparta, a quien se atribuyen las severas instituciones espartanas (¿s. IX ac.?). Licurgo, orador y político ateniense (c. 390-c. 324 a. J.C.) aliado de Demóstenes contra Filipo II de Macedonia.

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El uno impone sus leyes á la Gran Bretaña entre discursos elocuentes y acaloradas discusiones; la otra difunde sus doctrinas en todas las clases sociales entre los cánticos y las ceremonias de su culto.

Si el pueblo necesita leyes para gobernarse en lo civil, también necesita creencias para instruirse en lo moral.

Ideas como estas vagaban por mi imaginación una tarde nebulosa de Julio que sentado en una de las bancas de fierro de frente a Santa Margarita, contemplaba los esbeltos minaretes y agudos remates de la majestuosa Abadía.

Miraba entrar y salir heterogénea concurrencia al acercarse la hora de las ceremonias, pero yo descubría no sé que de frialdad o indiferencia en el semblante.

Escuchaba desde allí el órgano que acompañaba el canto melancólico cual un lamento, tan triste como una elegía.

Tal vez la fé cristiana en su acalorado misticismo, se sublevaba inconsciente al presenciar la propaganda de un culto extraño.

Al abrigo de mi carácter de tourista, penetré a la Abadía. Que majestad en sus arcos, que grandeza en sus naves, que hermosura en su conjunto; pero triste, desprovista de adornos; severa como un monasterio, fría como un panteón, sin duda porque en realidad en el sarcófago inmenso de celebridades británicas; la urna colosal depositaria de históricos recuerdos.

Al centro de la capilla de Enrique VII, se ostenta la suntuosa tumba de este monarca y de su esposa y esparcidos á los lados, los monumentos sepulcrales de los duques de Buckingan, Monpensier, Condesa de Richmond, la urna que guarda las cenizas de los infortunados hijos de Eduardo IV

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mandados asesinar por orden de Ricardo III, en los delirios de su ambición y otros más.

Maria Stuart que fue decapitada por mandato de la reina Isabel, está allí frente á frente á la estatua de esta soberana, como para significar las reconciliaciones de ultratumba.

En las demás capillas se admiran los melancólicos grupos de Tror, el ilustre hombre de estado expirando en los brazos de la libertad; Montagu coronado por el genio de la victoria; Lord Holland entre las ciencias y las artes y el ángel de la muerte; el celebre orador William Pitt al lado de la historia; el marino Corneval con, sus laureles de la batalla Foulon; Newton, Shakespeare, Milton, Spencer y los Enriques, y los Eduardos. Y reinas, principes, guerreros, poétas, literatos; todos despertados por el arte á la vida de la historia, en mármoles y en bronces.

Westminster muestra al viajero que la visite, estatuas en sus altares, túmulos bajo sus arcos, pasajes bíblicos en su cátedra, severidad en sus ceremonias.

En una de las capillas hay que visitar como notable, la gran silla que sirve para la coronación de los reyes de Inglaterra, resguardada por leones de bronce, coronada por arabescos de roca, y teniendo á un lado el escudo y colosal espada de S.Eduardo el Confesor, que se emplea en las regias ceremonias..

Es un objeto que despierta verdadera curiosidad ante la idea de que los seres predilectos á quienes la raza ó la fortuna lleva allí se levantan del tosco sillon revestidos de un poder que, para sus súbditos, los hace casi seres sobrenaturales.

Más de cincuenta años de polvo empañan ahora aquellos célebres trofeos, que se sacudirá en las exequias de la reina Victoria.

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* * *

Subiendo por la puerta principal, se presenta al frente la columna de Westminster levantada en memoria de los alumnos de la Abadía muertos en la guerra de Crimea. Y dirigiéndose hacia la derecha hasta encontrar la calle prolongación del puente de Westminster, á poco andar se llega a St. Jame’s Park, extenso jardín circundado de palacios y a atravesado en toda su extensión por cristalino lago, cuyas riberas bordan aromados bosques y tapetes de flores, y cuyas ondas cruzan multitud de cisnes y anátiles*** de todas clases.

En el centro del lago para comunicar el uno con el otro lado del jardín, existe un pintoresco puente rústico en cuyos barandales se entrelazan las enredaderas y cuelgan sus matizadas guías que el agua sonriente retrata en sus cristales.

Se atraviesa diagonalmente hacia el norte y al salir de aquellas frondosas avenidas, la vista se detiene en la fachada del Palacio de Buckingan, residencia de la soberana de Inglaterra cuando abandona su magnífico castillo de Windsor, que habita en el Estío.

Una extensa reja de hierro circunda el frente de aquel Palacio, á cuya entrada dos lujosos guardias á caballo anuncian la presencia de la reina.

De allí se retrocede tomando la orilla del jardín y siguiendo la curva prolongación de las calles que le siguen, se llega á la hermosa plaza de Trafalgar, circundada de elegantes edificios, adornada con dos preciosas fuentes y la columna corintia que sostiene la estatua de Nelson terminando la célebre victoria contra las escuadras española y francesa en 1805. Cuatro leones en mármol descansan á los cuatro ángulos de la escalinata que le sirve de base é históricos bajo relieves adornan el pedestal cuadrado sobre el que se alza la arrogante columna.

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Descansamos de esta expedición por la noche, en el próximo teatro de la Alambra; precioso remedo de histórico edificio cuyos cimientos bañan el Darro y el Genil**90. Está primorosamente decorado y la luz de las bujías quebrándose en aquellos delicados arcos y arabescos de azul, oro y rojo que caracterizan el estilo, le imprimen una belleza idial que despierta en el alma las románticas reminiscencias de una época llena de tradiciones, de amor y de poesía.

Tiene cómodos asientos, bonitas decoraciones, alegre orquesta y en la galería de tertulia, una bien provista cantina cuyo consumo aumenta el entusiasmo cansado por aquellas representaciones creadas al calor de una imaginación ardiente y soñadora.

Presenciamos aquella noche, uno de esos fantásticos bailes que hacen recordar los relatos orientales que han arrullado las veladas de nuestra infancia, dejando en la memoria ese bello conjunto de imágenes vaporosas que á medida que los años avanzan, van desvaneciéndose á la manera de un ensueño juvenil.

Era aquello un enjambre de 500 humanas mariposas girando al compás de voluptuosa orquesta, aprisionadas en festones***91 de rosas y y volantes de gasa, y envueltas en ondas diáfanas de luz incandescente.

* * *

Corría el año 1675.

Cristóbal Wren dibujaba sus trazos sobre el plano ligeramente inclinado de Ludgate Hill; cavaba profundos cimientos bajo la forma de extensa cruz griega; aglomeraba inmensos blocs de piedra gris; levantaba soberbios muros sobre los ennegrecidos cimientos de un templo católico; modelaba cornisas, estatuas, capiteles, barandales; colocaba columnas cobre columnas; abría ventanas sobre ventanas;

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derramaba escalinatas de mármol; arrancaba de los arcanos de las ciencia atrevidos arcos; descansaba sobre ellos majestuosas bóvedas; coronaba ese conjuntos con magnífico cimborrio circundado de esbeltas columnas corintias, rematado por una tosca cruz, y presentaba al sucesor de Carlos II°, la majestuosa Catedral de San Pablo.

Treinta y cinco años dilató en su construcción.

Es hermosa, y la ausencia de imágenes que en ella se observa , trae a la mente las reminiscencias de un culto iconoclasta.

Tiene una extensión longitudinal de cuatrocientos diez y ocho pies, por trescientos doce de ancho, que da una superficie de 43,472 varas cuadradas.

Sirve de entrada elegante pórtico que se alza sobre extensa escalinata, formado por doce columnas que se estrechan de dos en dos y soportan otras ocho de las misma forma en la que descansa triangular frontispicio que abriga en bajo relieve la conversión del apóstol Gentil al Cristianismo.

Como la Abadía, guarda bajo sus bóvedas monumentos sepulcrales de ilustres guerreros y marinos, entre los que llaman la atención la marmórea tumba del Almirante Nelson, cuyo ataúd fue construido con el palo mayor del navío francés “L’ Orient” que hizo explosión en la batalla de Abonkir, y la de Welington formada de un solo bloc de pórfido colcada sobre precioso pedestal de granito y todo esto bajo una especie de arcada triunfal adornada de barorelieves alegóricos y descansando en ocho airosas columnas de mármol.

Otros varios sepulcros adornan las naves del templo y le dan un aspecto de melancólica severidad.

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Los domingos asiste á los oficios del culto, numerosa concurrencia.

A propósito de domingo, ese día cambia por completo la decoración en Londres; parece increíble que aquellos millones de habitantes se ocultan de tal manera que es raro encontrar algunos transeúntes vagando por aquellas calles, la víspera tan animadas, materialmente henchidas de gente.

No hay una casa de comercio abierta; no hay un restaurant donde comer; no hay un carruaje que ocupa; la industria suspende sus latidos; los vapores su movimiento; hasta los aduaneros sus registros que reservan para el día siguiente. A ratos parece una ciudad abandonada; una necrópolis inmensa que los viajeros recorren sorprendidos de aquella variación de vida que solo explican la costumbre y la s creencias de ese pueblo esencialmente práctico.

Los extranjeros que en su alojamiento no cuentan con alimentación, necesitan prepararse de antemano para no verse en peligro de pasarla muy mal el día festivo que se figuraban ser el mejor.

Cuando el primer Domingo pasado en Londres salimos á la calle ignorando el rigor de esas costumbre recibimos una verdadera sorpresa ante aquella soledad imponente envolviendo en su silencio calles y palacios, fábricas y almacenes, puentes y jardines.

Preciso es salir aá los bellísimos alrededores en busca de distracción. La mayoría de la gente se encierra en sus habitaciones en sus prácticas religiosas.

* * *

Los dorados reflejos que se distinguen sobre la arboledas de Kensington Park, denuncian á lo lejos el soberbio monumento del Príncipe Alberto, á donde entre

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mármoles, pórfidos** y bronces el pueblo inglés ha inmortalizado el nombre del esposo de la Reina Victoria.

Sobre cuatro extensísimas graderías de mármol y granito separadas entre sí por planos tapizados de musgo, se destaca el airoso monumento, abrigando bajo el pabellón que forman sus cuatro arcos góticos terminados en esbeltas agujas, la grande estatua del Príncipe en bronce dorado, sentada sobre rico pedestal de granito rojo.

Adornan los cuatro ángulos de la primera gradería otros tantos grupos también de mármol representando Europa, Asia, África y América que se apoyan en cuadrados pedestales del mismo material.

El basamento que descansa en la última gradería y encima del que se levantan los cuatro grupos de hermosas columnas que sostienen los arcos, tiene por artístico adorno ciento ochenta y dos figuras en bajo relieve esculpidas en mármol: Admirable revista de poetas, literatos, pintores, músicos, escultores y demás artistas de todas las naciones, que el genio ha hecho brotar del corazón de las rocas para enriquecer las páginas del arte.

En los cuatro ángulos de esta gradería, se admiran también otros cuatro grupos alegóricos sobre las artes, la industria, el comerci9o, la agricultura; era preciso reunir allí todos esos emblemas del progreso humano, para dar más realce a la perpetuidad de un recuerdo.

Las cuatro faces de los delicados arcos, sostienen precioso frontispicios de mosaico que adornan cornisas y arabescos de metal, y la afiligranada pirámide cuadrangular que se destaca del centro, lleva á un altura de cincuenta y tres metros los finísimos adornos que bordan sus aristas, los grupos de ángeles que embellecen su conjunto y la dorada cruz que le sirve de final remate.

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Sin admirar esa grandeza del genio, esa ostentación de la riqueza y ese alarde del poder; no es posible formarse idea completa de tan grandioso monumento.

El Palacio de cristal con sus parques y sus maravillas; la Torre de Londres con sus valiosas joyas y sus recuerdos de sangre; el Museo Fousand con la resurrección de sus personajes y la sala de los tormentos en donde con tristeza se ve la ensangrentada cuchilla que entre otras mil segó la cabeza de María Antonieta; el Ferrocarril Metropolitano que circunda la Ciudad en prolongado tunel sin temor al enorme peso de los edificios11; el tubo de fierro que con una circunferencia de diez metros permite el paso de un lado á otro por debajo de las aguas del Támesis; las innumerables fábricas, los museos, los teatros,. Los almacenes, loas jardines; tanta grandeza en fin, no es posible explicara, ni en tan poco tiempo comprenderla.

Una semana en Londres, a pesar de que no teníamos más ocupación que el paseo, apenas fue bastante para admirar como en magnífico panorama algo de la opulenta Capital del mundo mercantil.

Con no poca tristeza dejamos á Londres y regresamos a Liverpool, donde nos esperaba el Alfonso XIII detenido allí a causa de una reforma que se le hizo en la Cámara.

LIVERPOOL

Este es a mi juicio uno de los primeros puertos del mundo. Las sólidas construcciones de piedra enegrecidas acaso por el humo se sus fábricas, le da un aspecto de seriedad imponente y majestuosa; sus muchos establecimientos fabriles cuyas chimeneas tienden sobre la Ciudad un velo de oscuras nubes, señalan con su ruido las pulsaciones de una vida industrial y mercantil increíbles; sus multiplicados diques á cuyo abrigo llegan á toda hora multitud de barcos en busca de alguna reforme o reparación 11 Pudiera ser que el Tatarabuelo ya se refiere aquí a los comienzos del metro londinense, cuya estructura tubular está vigente hasta nuestros días donde se le conoce como “The Tube”.

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necesaria, forma incomprensible panorama de cascos, mástiles y velas retratándose en las movedizas aguas de mar que tiene á la Ciudad dividida en dos fracciones. A un lado la parte comercial y activa con sus astilleros, almacenes y arterias llenas de gente; al otro la recreativa y de quietud con sus quintas rodeadas de frondosos bosquecillos y diseminadas en los descensos de poco elevada colina desde donde la vista del mar y de los docks es admirable.

Aquella infinidad de mástiles de los buques en reposo medio velados por los crespones de la bruma y lijeramente mecidos por el oleaje, semeja yá á lo lejos ejercitos de gigantescos danzeros. Los blancos mechones del vapor que se desvanecen sobre los agudos techos de pizarra de sus edificios parece el fatigoso aliento de la industria.

Para pasar de una parte á otra, constantemente se ven cruzar pequeños, pero lujosos vapores para trasporte de pasajeros y mercancias, con una celeridad y exactitud admirables.

Sin tiempo para mas, visitamos algo de lo mas notable en los dias q’ allí permanecimos.

En la plaza de San Jorge, colocada en la parte mas alta de la ciudad, y casi frente á la Estacion Central, se eleva una esbelta columna de oscura piedra que inmortaliza los recuerdos de Waterloo; al otro extremo y sobre poco pedestales de canteria se hallen dos estatuas ecuestres en bronce oxidado, representando á la Reina Victoria y el Principe Alberto.

Forma uno de los lados de esta plaza, magnífico edificio cuyas hermosas columnas, que se levantan sobre estensa escalinata, sostienen apoyada en ricos capiteles, ancha cornisa que corona aquella soberbia construcción.

Bajo el volado cornisamento del frontispicio, se abriga un grupo en bajo relieve de mármol descansando en doce

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columnas iguales á las anteriores, que soportan ancho arquitrave12 en el que con letras esculpidas en la piedra, se lee esta inscripción latina: Artibus, legibus, consillis.

El color plomo oscuro de la piedra empleada en la construcción, la sombra de las gruesas columnas que se proyecta en los muros y en las colosales ventanas, y el inclinado techo de pizarra que alguna vez se enconde13 entre la niebla, derraman sobre aquel conjunto un carácter de majestuosa serenidad.

Era un domingo por la tarde; el comercio estaba todo cerrado; pocos transeuntes se miraban por la calle porque, como en Londres, estos dias parece que la gente se ausenta á se entrega á la lectura de la Biblia y á las prácticas religiosas en el interior de sus casas ó en los Templos.14

Recorriamos la plaza admirando el edificio, cuando llamó nuestra atención un canto de muger, tristísimo. Al pie de una de las estatuas ecuestres, pues de rodillas y acompañándose en melancólico organillo, una muger, joven aun, dejaba oir su voz impregnada de suspiros descubriendo en sus cadencias la hiel de oculto sentimiento; concretaban aquel cuadro conmovedor, dos niños de corta edad cuyos raídos trajes revelaban pobreza suma; uno de ellos, el mas pequeño, sostenia en sus manos un platillo vacio y el otro se reclinaba con tristeza en el hombro izquierdo de la joven.

Que amargo contraste formaba aquel grupo interesante destacándose en el fondo oscuro del pedestal de la estatua de la Reina; aquella figura en bronce, era la elocuente significación de la grandeza y el poder; aquellos tres seres desvalidos, personificaban la dolorosa imagen de la miseria.

Era una madre privada de la vista á causa de las amarguras de la viudez, que imploraba de manera tan

12 Parte inferior de un entablamento.13 Léase esconde.14 La ausencia casi total de gente en la calle y actividad comercial los domingos sigue siendo una tradición en ciudades pequeñas de Inglaterra, no así las prácticas religiosas.

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sentimental la caridad cristiana á la vista de un grupo de espectadores indiferentes á la desgracia.

Depositamos una moneda en el vacio platillo y proseguimos nuestro paseo.

En el ángulo opuesto del edificio, se representaba otra escena de diversa naturaleza. Colocados sobre los peldaños de la escalinata, se veia un gran grupo de hombres que por su traje y sus maneras parecian pertenecer en su mayor parte á la clase obrera; en el centro y en escalón mas elevado, uno de ellos en altavoz hacia entusiastas predicaciones sobre sus creéncias religioas antes aquel concurso que lo escuchaba con mareada atención.

Es este un medio de propaganda religiosa que se emplea alli con frecuencia, según nos informaron.

Cuadros como los anteriores, dejaban entrever algo de las costumbres de aquel pueblo, activo, laborioso por educación; pero frio, excéntrico por naturaleza.

Las calles de la Ciudad son amplias y en lijero declive en que se encuentran, aumenta su original belleza; el comercio es magnífico y de una actividad admirable á causa de su situación respecto del mar de Irlanda y de la infinidad de buques que llegan á sus extensos muelles; sus fábricas surten de géneros especialmente de algodón y de lana, á muchas partes del mundo; tienen muchos y magníficos astilleros en incesante movímiento; sus edificios son hermosos y de solidísima construcción, entre los cuales merecen mencionarse aquellos que circundan la plaza donde están las oficinas postales, admirándose en el centro un colosal grupo en mármol que embellece mas aún el conjunto.

La vida es un poco menos cara que en Londres. Entre las frutas, llama la atención la fresa que es esquisita y de un gran támaño, y colocada entre las demas en gracioso canastillos de bejuco, presenta una vista verdaderamente incitante.

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Nosotros teniamos por hotel nuestro barco y á toda hora bajábamos á visitar la Ciudad hasta donde lo permitieron los pocos dias que allí permanecimos.

Crepúsculo

Poco á poco fue desapareciendo á nuestra vista la Ciudad velada por las neblinas de una mañana melancólica y sin sol. Era el 12 de Julio.

Pero á medida que nos alejábamos de las costas británicas el horizonte se aclaraba paulatinamente, hasta que un sol tibio envío sus fulgores sobre nuestra embarcación, que de regreso cruzaba otra vez el Canal de San Jorge.

Caminábamos con gran velocidad favorecidos por un tiempo magnífico, de manera que ocho horas después, estábamos ya muy lejos de la Inglaterra.

Llegó la tarde; pero una tarde hermosísima; con sus caprichos de celajes15 teñidos de púrpura, son sus grupos de nubes de armiño orladas de oro, con sus ráfagas de luz hundiéndose en un mar tranquilo y que hiriendo oblicuamente la superficie de las dormidas olas, parecían finísimos hilos e metal disolviéndose en el eter16.

Las gaviotas, acariciadas por la luz crepuscular, pintaban sus alas de color de rosa al elevarse por los aires en sosegado vuelo, ó al mecerse suavemente en las serenas ondas, porque caminábamos no muy distantes de la costa.

Los vapores que á lo lejos se veían, dejaban sobre el diáfano horizonte larga cabellera de humo oscuro que á causa de la calma de la naturaleza se convertía en sosegadas nubes, y estas semejaban, ya un ave gigantesca de extendidas alas, ya azules montañas bañándose en fluido de

15 Aspecto del cielo cuando lo cubre nubes tenues y de varios matices (Suele usarse en plural).16 Fluido hipotético, imponderable y elástico que era considerado como el agente de transmisión de la luz.

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oro, ya las almenadas torres de lejano castillo feudal destacándose en un fondo de rojizas garzas.

Poco despues el horizonte tomaba un color de ópalo17

que iba desvaneciéndose en rojo, hácia un grupo de oscuras nubes tras de las que descendian los últimos reflejos del día deshechos en dorado polvo que retrataba cariñoso el mas sosegado mar que pueda imaginarse.

La cámara del Alfonso XIII envuelta en el vaporoso manto de tan caprichoso crepúsculo, nos transportaba á la Alhambra de Granada18 para admirar en miniatura sus arcos de filigrana, sus arabescos, sus cornisas y sus dorados artesones inundados en la luz de una tarde que movía tras los peñascos de la pintoresca Sierra Nevada, reflejándose en las cansadas ondas del Darro.

El mar cambió su color y poco á poco fue tomando un azul lijeramente sombreado de reflejos de oro, y el cielo pasó á un violeta pálido sobre el que morian las postreras ráfagas del sol que iluminaban la tumba de occidente.

La noche se acercaba; las nubes se volvían diáfanas; las velas de los lejanos barcos se perdían entre la bruma; las olas seguian durmiendo y el sol convertido en incandescente globo, desaparecia de nuestra vista.

Mar y cielo tomaron entonces una tinta naranjada que se descomponia en verde pálido, á medida que se alejaba del dorado lecho donde acababa de dormirse el astro rey.

Largo tiempo duro todavía un caprichoso cambiante de luces, hasta que se estinguío el último fulgor en lucha con la claridad eléctrica que instantaneamente brotó de los apagados globos de la Cámara del barco, y que hizo mas 17 Piedra semipreciosa, variedad de sílice hidratada, con reflejos cambiantes irisados (tonos blancos, rosados, rojos, azules y verdosos).18 Palacio nazarí (dinastía musulmana que reinó en Granada entre 1231 y 1492, hasta ser conquistados por los Reyes Católicos), construido en los ss. XIII-XIV. Destaca por la finura de su decoración de mármol, estuco y azulejo. En 1526 se construyó anexo el palacio de Carlos Quinto. Fue declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO (1984).

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sensible aquella media claridad simpática de tan espléndida puesta de sol contemplada en alta mar.

El color marcaba las nueve y media cuando terminaba aquel maravilloso cuadro de la mas completa variación de tintas que soñara el capricho de un artista en sus horas de inspiración. Parecia que la noche no tenia valor de acercarse hácia el rumbo por donde el sol habia escondido su belleza.

A la suave opacidad de tan clara y sosegada noche, el mar bañó su fatigada superficie de un color azul oscuro con melancólicos reflejos de plata.

En estos instantes y como fondo de tan poético paisage, las armonias del piano recordaban los mejores pasages de Donizetti en Lucia de Lamermoor19 á quien entre la atmósfera de nuestros recuerdos mirábamos, ya tierna y amorosa revelando en cristalinas notas el fuego de una pasion pura y sublime por su idolatrado Edgardo; ya triste y melancólica sufriendo ante la ferrea voluntad de un hermano que la entregaba sin amor á otro hombre; ya en fin llorando de dolor en el estravío de su razon arrebatada por el mas infortunado de los amores.

Allá á lo lejos sobre negras rocas el castillo donde acababa de morir Lucia iluminado aun; al pie de la colina, los sepulcros de la familia de Rooenswod al frente de los cuales espéraba Edgardo entre las sentidas notas de esa aria final llena de ternura, impregnada de lágrimas, como el último adios de una alma enamorada en los dinteles de la eternidad.

Cuando las últimas armonias del piano se desvanecieron en suaves ondulaciones sobre aquellas soñolientas olas; cuando la luz eléctrica se mezcló á los crespones de aquella noche de misteriosos encantos, pasamos de la realidad al sueño casi sin sentirlo, arrullados por el balance del barco q’ con gran velocidad penetraba al canal de la Mancha rumbo á las playas francesas.19 Donizetti, compositor italiano (1797-1848), autor de conocidas obras líricas, una de estas es Lucia de Lammermoor, escrita en 1835.

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Al otro dia, á las 9½ de la tarde, no de la noche, porque en aquellas latitudes y en aquella época se oscurece cerca de las diez, descubrimos distintamente las costas del Havre20, sobre cuyas montañas lucian, uno cerca del otro, dos brillantes faros como los ardientes ojos del genio de la libertad que vela por los destinos de la Francia.

Fiesta Nacional.

Á las margenes del Sena, precisamente en el punto en que este rio va á confundir su corriente con el canal de la Mancha, toma su asiento la Ciudad del Havre.

Las dos radas que forman el Puerto, tienen excelente fondeadero que ofrece asilo seguro á las embarcaciones que con mucha frecuencia llegan de todas partes, porque es el centro de un gran comercio.

Los aduaneros nos esperaban con marcadas señales de ansiedad parar registrar nuestro equipage, en busca principalmente del tabaco de la América ó de la Habana y de los perfumes de la Florida. Una cajetilla de cigarros de uso particular de una apreciable compañera de viage encontrada en una maleta, fue motivo para que pretendieran llevar el bulto á las oficinas de la Aduana, de cuya pretensión costó no poco trabajo disuadirlos.

Instalados en Omnibus de grandes dimensiones las dos familias, y llevando mas de una docena de bultos en el techo, penetrábamos á las calles, henchidas de gente en aquel dia.

La Ciudad es de las mas populosas é importantes de Francia ny con el movimiento mercantil natural á un Puerto próximo á las costas de Inglaterra.

Tiene bonitos edificios, fábricas, jardines y una hermosa plaza en uno de cuyos lados se encuentra el palacio del 20 Ciudad de Francia en la desembocadura del Sena. Fundada en 1517, fue reconstruida tras la segunda guerra mundial.

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Municipio aumentando con su fachada las bellezas del conjunto. Su situación á la orilla del mar bordada de elegantes casas, le da un aspecto pintoresco y agradable.

Los balcones se adornaban ese dia21 con banderolas tricolores y coronas de rosas; los buques y fragatas anclados en los muelles, se empavesaban con sus trapos de diversos colores que duplicaba el cristal de las aguas; sobre los edificios consulares ondeaban pabellones de diversas nacionalidades distinguiéndose el color rojo verde y blanco del nuestro á quien con gusto contemplamos como un tributo de cariño á la Patria; las torres formaban hímno con la ronca voz de sus campanas; varias músicas recorrían las calles á la cabeza de agrupaciones de habitantes y algunas asociaciones con estandartes recamados de oro y multitud de banderolas, completaba la justa animación á que se entregaba el pueblo frances ante uno de sus recuerdo patrios, el 14 de julio; cien años de la destrucción de la Bastilla.

Nos alojamos en el Hotel del Louvre situado á la orilla de uno de los muelles. Al frente y brotando del seno de las aguas, con sus oscuras almenas sus negros cañones y sus terraplenes tapizados de verde musgo, se descubria prolongada fortaleza como el severo guarda-costas de la Ciudad; á la derecha, el mar azul salpicado de pequeñas embarcaciones que con velas desplegadas se aproximaban atraidas por los ecos de la fiesta: bajo nuestros balcones, el ir y venir de grupos de gente que abandonaba sus quehaceres ordinarios para entregarse á los placeres de aquella festividad excepcional.

Poco despues nosotros tambien tomábamos parte en el regocijo universal y recorriamos las calles mirando los bien surtidos almacenes, los vistosos aparadores, el adorno de las casas y los festones de rosas con que se engalanaba la plaza principal.

21 14 de julio, aniversario de la revolución francesa que ese año, 1889 justo conmemoraba su primer centenario.

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En el centro de esta y en amplio kiosco adornado caprichosamente, una música militar, entre los entusiastas vivas de la concurrencia, dejaba oir las alegres notas de la Marsellesa; de ese canto bélico entonado por el pueblo de Paris á la rojiza luz del incendio y el estruendo de la fusilería, en los momentos en q’ caian desmoronados los muros de la Bastilla; de ese himno de libertad que á través de un siglo conserva aun las reminicencias de un tiempo no solo para la Francia sino para el mundo republicano que lo escucha aun con regocijo.

Llegó la noche; la luz brotó en festones de globos encendidos; se dejó ver en estrellas de brillantes colores; recorrío las cornisas de los edificios; se entrelazó á los remates de los balcones; subío á las bóvedas de los templos y á la cima de los campanarios; se confundío entre el ramaje de las acacias, y fue á acariciar las corolas de las flores en los jardines.

En la extremidad del muelle que penetra al mar, subian infinidad de cintas de luz dibujando inmensa curva sobre el horizonte, remataban en instantaneos grupos de estrellas de colores que reproducia el cristal de las ondas.

Unas veces el cielo se cubria de movedizos ramilletes de flores que al nacer se marchitaban; de blancos luceros que al brillar morian; de doradas espirales que descendian lentamente perdiéndose en el espacio como rápidas exhalaciones.

Otras, menuda lluvia de oro formaba sobre nuestras cabezas y encima de los piendos techos de las casas, cortinajes de tul recamadas en fina pedreria, que en su descenso algunas veces iba á sumergirse entre las olas.

De improviso se iluminó una fortaleza que se elevaba al estremo del terraplen dela muralla y que durante el dia no habiamos visto a causa de su violenta improvisación; sus puertas y ventanas circundadas de múltiples colores,

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vomitaban a intervalos, lenguas de fuego; de las almenas se desbordaba la luz en dorados chorros; los soldados y el pueblo se aproximaban y huian envueltos en una claridad deslumbradora; tachonada de azul y rojo, y las inquietas aguas de la Mancha parecian sonreir al retratar el simulacro de un recuerdo que entre luces, músicas y flores, á perpetuado á través de los años su belleza.

Despues de aquellos juegos de luz, gran serenata atraía á la plaza elegante concurrencia que se perdia en las avenidas del parque, ó descansaba en villas y bancas de fierro bajo los bosquesillos de castaños y de tilos.

Por todas partes músicas recorriendo las calles; aquí, os juegos de la fortuna recorrian en derredor compacta multitud en pos de la ganancia; mas allá, un enjambre de niños tomaba por asalto sus caballos de madera para emprender un viage sin término; por otra parte los saltimbanquis22 divertian al pueblo con sus piruetas, y los bufones le hacian reir con sus agudos chiste.

Una sola expresión, alegria, era el programa de tan simpática fiesta.

Á las siete de la mañana del dia siguiente, caminábamos en cómodo wagon de un tren rápido, á la capital de Francia. Sus horas de ansiedad y treinta francos de pasage nos separaban nada mas de la Ciudad del Sena, si no detenia nuestra marcha algun accidente ferroviario.

Paris.

¿No será, decíamos, un sueño inspirado por un deseo irresistible?

Entonces no lo era; pero mañana figurará tan solo entre las mas agradables recuerdos de nuestra existencia, con todas las formas de un sueño color de rosa.

22 Titiritero.

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Esta es la vida.

Soñar despiertos, en la niñez con los juegos infantiles, en la infancia con las mariposas, en la juventud con el amor, en la virilidad con el himeneo, después con los proyectos, mas tarde con la ambición y al fin de la jornada con la virtud y los recuerdos.

Pero en ese encadenamiento de locuras inocentes, diversiones sin formas, encantos dolorosos, amarguras que consuelan, deseos no satisfechos, creéncias evaporadas é imágenes que van desvaneciéndose á medida que el invierno de la vida se aproxima, el hombre, ese gigante de la nada que se titula rey de la Creación y se aniquila; ese pigmeo de la grandeza que de su pequeñez se eleva á lo infinito, no ha hecho más que recorrer una serie de imprecisiones, más o menso agradables ó congojosas según su sensibilidad nerviosa y calor de temperamento, que cuando han pasado no dejan en su imaginación mas que las perfumadas brumas del recuerdo.

A impulsos de un deseo que entonces juzgaba irresistible, ¡cuantas veces en el aislamiento de mis delirios juveniles, he recorrido las calles de París que la fantasía me había forjado; he asistido á sus placeres; me he internado en sus jardines; he encontrado la algazara de sus fiestas, y he soñado, en fin, con la seducción de sus encantos¡

Por esto es que, cuando un día miraba realizado ese deseo, me parecia que continuaba aun bajo la imposición de un lisonjero ensueño…..

Hundiendo casi sus plantas en las corrientes del Sena; escondiendo entre nubes de gasa el observatorio que le sirve de remate, la Tour Eiffel como el gigantesco guardian de la ciencia, la industria y el trabajo, se dibujó en un cielo azul menos espléndido que el nuestro

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Estábamos ya en París; aquel era el mas elocuente aviso que recibiera una imaginación ansiosa de emociones.

No intento si quiera una descripción de la Capital del mundo social; bosquejo nada mas mis impresiones, tal como las recibiera; sin método en su relato, sin pretensión en su interés.

París en sus dias sin noches, sus placeres sin fin, sus bosques sin término; sus preciosos boulevards que son como las grandes arterias por las que circula aquella vida llena de encantos que marca las febriles pulsaciones de una sociedad en constante diversión. Sus magníficos edificios y monumentos en cuyas bellezas la historia ha entrelazado sus recuerdos, el genio sus producciones, el arte sus maravillas.

Paris que en sus festones de castaños, de flores y de luces lleva en suave pendiente susu Campos Elíseos desde la plaza de la Concordia envanecida con su Obelisco egipcio, hasta el Arco de Triunfo ensoberbecido con sus gloriosas fechas. Que al fondo de los rosados horizontes de la fantasia ostenta las revelaciones de la industria, los prodigios del comercio, los triunfos del trabajo, los beneficios de la libertad, los caprichos de la moda. Que rie y goza y seduce á sus admiradores con la alegria en sus teatros, el arte en sus Museos, la ciencia en sus planteles, el lujo en sus almacenes, el progreso en sus fábricas, la poesía en sus jardines, los episodios en sus presentes, la gracia en sus mugeres. Parias que en la marmórea cripta que se abriga bajo la dorada cúpula de los Inválidos guarda los restos del martir de Santa Elena, cuyas cenizas condensan la historia de un pasado de gloriosas reminicencias. Que en el Palacio de las Tullerias encierra los recuerdos de Catalina de Médicis cual fragmentos de una época de opresión y de sangre, así como en el monumento de mármol que para contraste se alza al frente de las galería del mismo Palacio, la memoria de Gambeta23 como una página de libertad y de gloria. Que en el

23 Louis Gambetta, político francés (Cathors 1838-Vill-d’Avray 1882). Republicano radical, proclamó la república en 1870. Ministro de Guerra, organizó la defensa nacional durante la guerra franco-prusiana. Fue presidente del gobierno (1881-1882).

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magnífico Hotel de Ville entre las bellezas de rica arquitectura y la multitud de estatuas de parisienses célebres muestra al viagero, sostenidas por genios y aprisionados con rosas, las armas de la Francia, como un triunfo de admiración patria. Paris con su delicioso Bosque de Bolonia á donde el amor ha formado misteriosas avenidas de madreselvas y de lilas, la vanidad lujosos y confortables restaurants, la molicie cristalinos lagos y frondosas islas y la fantasia en centro de reunión a todas las clases sociales que circulan por aquellas larguísimas calles de árboles y flores en cuyas umbrías24 el ambiente toma sus perfumes y el sol templa susu flugores. Con su soberbio Hipódromo de la Calle de Marceau que anuncia su existencia con lenguas de fuego y en una superficie de quince mil metros puede contener en sus extensas graderias hasta ocho mil espectadores. Con su Campo de Marte convertido ahora en Templo de Minerva y que ha sustituido á sus revistas y ejercicios militares, las prodigiosas victorias que el genio universal ha arrancado á los arcanos de la ciencia.

Paris, era la realización de nuestras esperanzas y llegamos á él cuando engalanaba aún con luces y con flores uno de sus más grandes recuerdos patrios.

Toconos en suerte ocupar un departamento en el número diez del Boulevard de los Italianos, que es sin disputa uno de los mejores de la gran Ciudad.

* * *

¿Quereis otros cuadros de la vida en Paris?

Recorred al entrar la noche esos preciosos boulevards que desde la soberbia columnata del templo griego de la Magdalena, se extienden hasta la plaza de la República.

Los almacenes envuelven en ráfagas de luz eléctrica, los caprichosos primores que exhiben tras de venecianos

24 Lugar que por su orientación está siempre en sombra.

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cristales; los restaurants desbordan sobre las amplias banquetas elegante concurrencia que no pueden contener sus estirados salones; bajo la doble hilera de poco elevados castaños ó de tilos, descansan en sillas de férreo bejuco damas y caballeros presenciando aquel ir y venir de la gente que invade principalmente los de la Magdalena Capuchinos, Italianos y Montmartre. Por distintos puntos en elevados panoramas leís el aviso en que Mr Bandet os ofrece sus Magníficos pianos ó Madame Pelletier sus bellas confecciones y contemplais algun pasaje de la Saboya ó asistís á un episodio de las conquistas de Napoleon primero; los avisos de toda especie, alternados con las vistas, se suceden con una variedad increíble que os permite conocer de tan agradable manera, los mas recientes adelantos de la industria y del comercio. En el centro de las avenidas y sobre muy limpio piso adoquinado, multitud de coches y elevados ómnibus cruzan en todas direcciones casi sin ruido, pero ofreciendo constante peligro a los transeuntes. Aquí mediante un franco entraís á las montañas rusas en donde entre el bullicio de prolongada kermés contemplaís aquellas plataformas llenas de gente que desde lo más elevado del salon descienden hasta el piso por delgados rieles con una velocidad que asombra, para elevarse á igual altura en el estremo opuesto, descender de nuevo con la misma velocidad así volver al punto de partida; pero todo esto en quince segundos de tiempo y con una rapidez que casi no permite la libre respiración. Mas allá y próximo al pasaje Jouffroy, os atrae el Museo de figuras de cera de Mr Grevin, á oir melencólica orquesta ejecutada por un grupo de risueños jóvenes húngaros en traje de su pais, y á confundiros en aquellos salones ya con alegres bailarinas que entre bastidores calzan la zapatilla de razo y arreglan la indiscreta falda de tul para salir á la escena; ya con los hombres de 93 cuya presencia ós despierta los recuerdos de un siglo que terminó entre lágrimas y sangre, ya en fin con personajes de la actualidad que os miran de una manera indiferente y fria y ni la mas lijera muestra de urbanidad os prodigan al pasar; podeis asistir tambien desde alli, con los ojos cerrados, á las representaciones del Café-concierto Eldorado y escuchar los

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cantos de la bulliciosa Luisa Théo, merced a las producciones de Edisson que á roto las distancias á la voz. Por varias parte sen letreros de estrellas de luz, se os invita á asistir á esos maravillosos bailes del Teatro del Eden; á las reuniones del gran mundo en el de Nouveantés; á las ignoradas sorpresas del de Varietés y del café-cantante Folies-Bergére, ó a las serias funciones de la Grande Opera que en frente de vosotros abre sus admirables escaleras de mármol y envuelve entre olas de luz su hermosa fachada, á cuya belleza ha contribuido el genio de Carpeaux.

Mas delante de Poissioniere que sigue de Montmartre os deteneis ante los arcos de Saint Denis y de Saint Martin, levantados en recuerdo de Luis XIV, adornados con bajo-relieves é inscripciones alusivas, y penetrais al fin de esta primera serie de boulevards á la Plaza de la República.

Preciso es detenerse unos instantes frente al monumento que la adorna.

La colosal estatua en bronce del escultor Morice representando á la República, descanza sobre elevado pedestal cilíndrico de piedra gris en torno del cual y como sirviéndole de firme apoyo, se ven los tres genios tutelares de la democracia, Liberta, Igualdad, Fraternidad, En la base, también cilíndrica de este pedestal, se admiran doce bajo-relieves en todo el rededor con escenas de la época de la revolución y de la historia de la República. Al pie y sobe los circulares peldaños que sirvan de base al monumento se halla la Urna del sufragio libre resguardada por enorme leon de rizada melena, altivo y amenazador, como para significar que para los pueblos verdaderamente libres, esa urna debe ser un depósito sagrado.

El monumento es artístico en sus detalles, soberbio en sus dimensiones. Grandioso en su conjunto; la arrogante matrona que simboliza el ideal republicano, cubierta con el gorro frigio y sosteniendo en su mano izquierda los pliegues de su ropaje, eleva su frente a una altura de 45 varas y

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presenta en su extendida diestra el ramo de oliva que forma el lazo de union entre los partidos.

Al lado de esta plaza, que en otro tiempo llevaba el nombre de Chateau d’vau, abre sus puertas el teatro Folies Dramatiques, que ofrece a mil quinientos espectadores, sus divertidas operetas y vaudevilles, todas las noches.

Avanzando en prolongada curva hácia la derecha, continuan los boulevards en uno de los cuales, Filles du Calvaire, se descubren los singulares muros y la fachada del Circo de Invierno en el que hay diariamente ejercicios ecuestres por muy buenas compañias y al fin de ellos se encuentre la Plaza de la Bastilla.

En el centro se levanta las esbelta columna de julio construida sobre los cimientos mismos de la histórica Fortaleza, ostentando á gran altura por remate en dorado bronce, el genio de la Libertad que en un pie se apoya sobre la linternilla y extiende sus alas en actitud de vuelo.

La Columna mide 50 metros y la rodean fechas, inscripciones y nombres de los combatientes de 1789, cuyos restos guarda la base del monumento.

Converge á esta plaza, la calle de San Antonio, célebre en las páginas rojas de la revolución y se entronca con la hermosa de Rívoli que lleva sus palacios, sus almacenes, sus jardines y sus elegantes arcadas, hasta la gran plaza de la Concordia.

* * *

Napoleón Iº deseaba un Templo á la Gloria, y se fijó en la Magdalena cuya construcción había interrumpido la desastrosa guerra que á principios de siglo actual tuvo que sostener la Francia contra diversas potencias aliadas; se reorganizaron los trabajos; se modificaron los planos primitivos, pero no llegó a realizarse el pensamiento del

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conquistador. Mucho se adelantó sin embargo, y acaso á la idea que guió estos trabajos, se debe el que el interior , severo como es, se asemeje al Templo de Júpiter en Atenas.

Despues, bajo el reinado de Luis XVIII que anhelaba terminar en monumento é inscripciones la memoria de su infortunado hermano y de Maria Antonieta, pretendíose hacer de ese edificio una Iglesia expiatoria, y tampoco se cumplieron sus deseos. Pero entretanto la obra habia seguido, hasta que en el año de 1822 se presentaba al mundo católico el hermoso templo que hoy existe, consagrado á la Magdalena y cuyo conjunto recuerda la imponente serenídad de la arquitectura romana.

Una serie de cuarenta y ocho hermosas columnas corintias de diez y seis metros de altura separadas de los muros, circunda todo el edificio y se levantan sobre un basamento de siete metros al que se asciende por extensa escalinata; los capiteles reciben ancho arquitrave cerrado por cornisas del mismo estilo y en ellas se apoya el oscuro techo derramándose en suave declive hácia uno y otro lado. En la fachada, las columnas sostienen elevado frontispicio cuya triangular superficie adorna curioso bajo-relieve con escenas del juicio final.

El interior está formado de una sola nave con varias capillas laterales, sin recargo de adornos, sin aglomeración de altares y de Santos, pero con una elegancia magestuosa que inspira grande veneración y respeto. En el altar mayor se levanta un grupo de mármol representando la apoteosis de la Magdalena, cuya blanca figura se dibuja con simpáticas tintas sobre oscuro fondo. A los lados de la nave, á semejanza de palcos, se ven amplias tribunas á las que concurren personas distinguidas cuando se celebran grandes festividades religiosas.

El pavimento, como en casi todas las Iglesias de Paris, se halla cubierto de sillas en perfecto orden, á manera de las

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butacas de un teatro y la ocupación cuesta diez centésimos por persona.

La misa de once los domingos es allí un verdadero atractivo , por la orquesta que ejecuta escogidas piezas y la elegante concurrencia que llena los asientos; pero llama la atención que a pesar de la devoción y recogimiento de los asistentes, no se arrodillan ni en los momentos mas solemnes de la misa, si no tienen al frente un reclinatorio donde descanzar. A cierta hora hora se reparte a los concurrentes un panecillo de buen gusto que desde luego se comen como recuerdo de la consagración de la hostia y después se recoge la limosna del asiento en lujosas bolsillas de terciopelo y seda, precedido el colector de personaje elegantemente vestido con calzón corto, chinela con hebilla, media negra, larga casaca azul bordada de oro, sombrero a la Napoleon y llevando en la mano derecha gran bastón con dorado puño.

La gente que asiste es elegante, la que se ve por las calles, toda está bien vestida, porque la baratura de los generos permite a todos llevar buen traje y el hábito de usarle les inspira el interés por el aseo.

Descendiendo la escalera que se extiende frente á la fachada y pasando la reja de fierro que rodea el templo, se penetra á la Calle Real trazada en sus dos aceras por hermosos edificios, restaurants, elegantes casas de comercio y que desemboca á la plaza principal de Paris, la Concordia, llamada en otro tiempo de la Revolución y marcada con la sangre de Luis XVI, Maria Antonieta, Carlota Corday, los Girondinos y otra multitud de víctimas que el calor de los partidos designaba para calmar las iras del pueblo enfurecido.

En ambas esquinas de esta calle, dos palacios de roca gris enteramente iguales en sus hermosas fachadas, forman un lado de la plaza; al frente de este, los bordos del Sena; al Poniente los extensos jardines de las Tullerias y al Oriente las pintorescas avenidas de castaños de los Campos Elíseos.

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Circundan la plaza ocho pabellones de canteria coronados por grandes estatuas que figuran las Ciudades mas importantes de Francia, cada una con los atributos que la distinguen.

Al centro, dos grandes fuentes adornadas con Tritones negros y otras figuras alegóricas, elevan á gran altura sus mecheros cristalinos para dejarlos caer de taza en taza en infinidad de hilos de perlas, y entre estas dos fuentes se alza sobre sólido pedestal, el Obelisco de Luqsor25; soberbia aguja de un solo trozo de granito rosa revestido de geroglíficos, traido de Egipto y que tiene una longitud de veintidos metros, ochenta centímetros, con un peso de 250,000 kilos.

Esta plaza en su conjunto y en las bellezas que la rodean, es la mas hermosa de Paris, y presenta por donde quiera que se le admira, preciosas perspectivas.

Entrando á las amplisimas calzadas Elíseas, os sorprende á la izquierda el palacio de la Industria con su precioso pabellón central sostenido por grupos de columnas corintias y rematado por la arrogante figura de la Francia que ofrece coronas de laurel al trabaji y á las artes. A la derecha Guignol reune en torno de sí parvadas de niños vestidos de vistosos colores que rien y se divierten todos los dias bajo la sombra de los tilos, como grupos de mariposas que revolotean entre los rosales.

Por la tarde, en cómodo asiento que os cuesta diez céntimos, vais a presenciar el prolongado desfile de la sociedad parisiense que se encamina al Bosque de Bolonia, y cuando la noche cuelgue sus crespones y la luz incandecente desate su fulgor, penetrad al café-cantante de l’Horloge incrustado en las espesura de los jardines, envuelto en el incienso de los heliotropos y bañado en las ondas de luz de esféricas bombillas.

25 Luxor o Luqsor (en árabe al-Aqsur ). Ciudad de Egipto a orillas del Nilo. El templo de Amón, construido por Amenofis III y ampliado por Ramses II, quien hizo erigir dos obeliscos, uno de los cuales se encuentra en la plaza de la Concordia de París desde 1836.

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A costa de un franco o dos según la calidad del asiento,

podeis tomar un helado ó cualquier otro refresco, presenciando los engaños de un mago que de agradable manera se bula de vosotros, las rápidas evoluciones de una bailarina, ó los festivos cantos de Valentina Valti que descubre su risueño semblante entre las nubes de gaza y flores de su sombrero de inmensa falda.

Del otro lado, os llaman al Alzazar de Estio las alegres carcajadas de Marius, á escuchar entre sorbo y sorbo de espumante grosella ó de pálido jerez, las divertidas canciones de Paulus y á reiros con la multitud de variedad. Pero todo esto en cómodo asiento en frente del que, y adherido al respaldo de la butaca delantera, teneis pequeña repisa de madera para colocar las copas; aspirando el fresco ambiente de la noche saturado con el aliento de las vegonias y envueltos en la atmósfera de luz de mas de cien globos de cristal apagado que forman caprichosos arcos, se esconden en el ramaje de los árboles, suben por las estriadas pilastras, é iluminan profusamente aquel escenario que descorre ante vosotros una serie de pintorescos cuadros, hasta mas allá de la media noche.

***

Retrocedamos veinte años en la historia de luto de una Francia que si un día avanzó sus legiones al otro lado del Atlántico para levantar en América un trono á un miembro de la familia de Hapsburgo, es hoy una República hermana que se engrandece á la sombra de una paz inalterable, de esa Francia en cuyos anales si un destino irrevocable quiso escribir con sangre el nombre de Sedán, el genio de la libertad la ha guiado para levantarse siempre grande y poderosa apesar de sus desastres; de esa Francia que ha devorado en el silencio de sus noches de infortunio, el recuerdo cruel de la Alsacia y la Lorena, dibujándose cariñoso con el horizonte de sus esperanzas.

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Vamos á asistir á algunos de los sangrientos episodios de ese gigantesco duelo con la Prusia que comenzó en la batalla de Wisemburgo para terminar con la entrada del ejercito sitiador á Paris por el Arco del Triunfo de la Estrella, pero sin dar un paso más allá de la Plaza de la Concordia.

Uno de los barrios de la Ciudad se mira bombardeado por la artilleria prusiana; casas desmoronadas al choque de las balas cónicas; palacios incendiados al estruendo de las metrallas; fortificaciones destruidas, y la muerte diezmando las filas francesas envueltas entre la humareda del combate, es el doloroso cuadro que se presenta á la vista con todos los horrores de una terrible realidad.

Un poco mas distante, se descubre rodeado de formidables parapetos y de fozos, el Fuerte de Yosy que fue el que mas sufrío los horrores del ataque, pues en veinte dias recibió en sus muros mas de sesenta mil bombas, y á la izquierda se ven los de Vauves, Montronge y Bizetre, todos en una actividad desastrosa é iluminados por la rojiza luz del incendio.

De cerca, el interior de las fortificaciones francesas con sus soberbias baterias, veladas unas entre la niebla de la fusileria y otras en los monumentos en que la oficialidad dirige sus anteojos de campaña sobre las fuerzas enemigas; y los soldados en sus puestos, sin temor á la muerte, aguardan con serenidad la voz de mando.

A lo lejos y casi perdiéndose á causa de la distancia y entre el humo de la artilleria, las tropas sitiadoras forman un imponente cerco á la Ciudad del Sena próxima á sucumbir despues de cuatro meses de continuada lucha.

Tales son las escenas que admirais al penetrar al Panorama del sitio de Parus, que eleva su cónica techumbre sobre el follaje de los Campos Elíseos. Aquella combinación de luces que se derraman sobre las pinturas en lienzo que rodea, sin principio ni fin, el pequeño espacio en cuyo centro

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se levanta la tribuna de los espectadores, imprime á aquellos cuadros tal naturalidad, que hace confundir esas figuras con las de bulto que forman el primer término.

Las distancias se agrandan, los horizontes se alejan, el sol mancha algunos puntos del paisaje, la roja luz de la artilleria en blancas espirales. Pero todo ese conjunto con una verdad artística al, que á ratos parece dar movimiento á aquellos soldados que con el entusiasmo en el semblante se ocupan de las maniobras de la guerra ó caen heridos de muerte en la ensangrentada arena, ó en los brazos de sus compañeros.

El de Jerusalem que se encuentra en el otro lado de la misma avenida, os lleva á los melancólicos alrededores de la Ciudad Deicida restaurados por Pichot, para recorrer aquellas campiñas cubiertas de frondosa vegetación, pero salpicadas de ruinas en cuya soledad parecen levantarse aun las sombras de los ejercitos de Vaspaciano; solitarios, tristes, como sin en las partiduras de las rocas, en el declive de los barrancos y en las prolongadas llanuras, estuviesen marcados todavia los recuerdos de aquella época de lágrimas y sangre, de redención y de vida.

Allá á lo lejos, á la izquierda, las agrupaciones de los espesos bosques de Samaria desvaneciendo su color verde oscuro con las impalpables gasas que aglomera la distancia. Por otra parte y un poco mas lejanos, los cedros del Libano dibujando las siluetas de sus piramidales formas, sobre el azul manchado de un horizonte pálido y triste. De cerca, las ventanas ojivales, los derruidos arcos, las columnas rotas de vetusto edificio en cuyas profundas grietas brotan las ortigas cuelgan las silvestres enredaderas sus racimos de diminutas flores. Más allá, pequeño manantial deja escapar de su taza irregular de céspedes, perezoso arroyuelo que serpentea por la pradera para precipitarse en seguida al fondo de un barranco. Despues, las faldas áridas en unas partes, floridas en otras del Monte de la Calavera que van ascendiendo suavemente entre peñascos y matorrales; y allá en la cumbre,

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la representación del sublime drama de la redención de la humanidad, que entre los trastornos de la naturaleza, inicio al mundo una era de verdadera igualdad social que los hombres no han podido comprender.

La figura del salvador se dibuja entre el oscuro fondo de la noche á la mitad del dia, como la cariñosa imagen de la felicidad y la esperanza.

Al fin, se distinguen las últimas casas de Jerusalem escondiéndose tras las postreras ondulaciones de la Colina; pero todo este magnífico paisaje, embellecido con la mística poesia de sus reminiscencias inmortales.

En el panorama de Austerlitz, asistir al asalto de la Bastilla y á los episodios de horror de la calle de San Antonio que invade el pueblo enfurecido con el calor del combate del combate y el desenfreno de la libertad.

En el recientemente construido en el hermoso parque de las Tullerías pasais revista a muchas de las celebridades francesas de estos últimos tiempos, desde Camilo Desmoulins que en los jardines del Palacio Real predicaba contra la tirania en 1789 sobre una mesa por tribuna y un pueblo embravecido por auditorio, hasta el último de los Girondinos que subió al cadalzo; desde Napoleón Iº que sombreó sus ejercitos al pie de las pirámides de Egipto, hasta Sadi Carnot que ha rebustecido los cimientos de la libertad con los prodigios de la industria y el trabajo, de la ciencia y el comercio.

Pero todo esto con tal exactitud y belleza, que la ilusion es completa y solo falta el movimiento de aquellas figuras, y el calor en aquellos horizontes.

* * *

Imposible es en lijeros apuntes de viaje bosquejar imperfecta idea siquiera de ese colosal Certamen al que se

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han dado cita tosas las naciones del mundo científico, llevando en competencia las mas ricas producciones de un suelo y los mas recientes adelantos de su industria.26

Unas cuantas frases nadamas escribo, como un verdadero tributo de admiración á tanta maravilla.

La Tour Eiffel como la orgullosa ostentación del atrevimiento humano, rompe la gasa de las nubes con su gran foco de luz eléctrica que pasea en derredor de Paris sus inmensas ráfagas de tul, acaricia las arboledas del dilatado Bosque de Bolonia, se quiebra en las doradas aristas de la Cúpula de los Inválidos y se refleja hasta los palacios que se alzan en la plaza de la Concordia.

Los soberbios salones de las industrias diversas, reunen bajo los aparadores de su multitud de grupos, cuanto la ciencia, el lujo y la comodidad han podido descubrir para embellecer los instantes de la vida y contentar los reclamos de la vanidad.

El departamento de Bellas Artes aglomera en extensas graderias y pedestales de tapiz rojo, las maravillosas creaciones del genio arrancadas de las entrañas de las rocas y vivificadas en susu formas de mármol por los cinceles del arte, y tapiza los prolongados muros de sus salas con las bellezas desprendidas de los encantos de la naturaleza en sus variadas manifestaciones, y trasladadas al lienzo con una verdad increíble.

La extensísima y admirable galería de las máquinas, cuyo conjunto de rumores en sus diversos maravillosos movimientos forma como el himno arrobador que se entona a la Industria entre los aplausos de la multitud, descubre cuanto puede el ingenio del hombre en esa lucha constante con los secretos de la ciencia, y ha inmortalizado en su

26 Se refiere aquí a la exposición universal llevada a cabo en París en 1889. La torre Eiffel fue construida para tal efecto por consecuencia inaugurada en ese año del centenario de la revolución.

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incomprensible construcción, el ilustre nombre de Mr. Dutert27.

La hermosa Cúpula Central que bajo sus cristalinas bóvedas y circulares corredores abre sus puertas al Templo del trabajo, remata sus atrevidos círculos de fierro con el angel del progreso que lleva en sus manos extendidas, palmas y coronas para tapizar los caminos que conducen a la Gloria.

La fuente luminosa alza sus chorros de líquido cristal y merced a la ingeniosa combinación subterranea, los eleva á gran altura en finísimos mecheros de luz; los hace brotar de las figuras que forman el grupo que se levanta en el centro, para desbordarse en pequeñas cascadas á la rizada superficie del estanque; los reviste á cada momento de bellísimos colores en todos los maravillosos cambiantes del iris, y forma con ellos una de esas creaciones imposibles ayer, que mas de una vez hemos oido relatar en las vigilias de la infancia.

Las Repúblicas de la América del Sur dándose la mano á traves del follaje de los jardines que las circundan, enseñan en sus elegantes pabellones lo mas rico que han encontrado en sus reinos naturales y de mas útil ha producido el ingenio de sus hijos.

¡Con cuánto placer penetramos, primero que á cualquiera otra parte, al edificio de México, que por decoración mural ostentaba, en grandes tableros hundidos, figuras alegóricas en bajo relieve, una extensa escalinata sobre la que descansaban las oscuras cariátides que soportaban el resalte principal de la fachada, y coronando el Pabellón, un cornisamento cuyas rectangulares grecas y colgantes ondas, nos recordaron la hermosa serenidad de la arquitectura azteca. En el interior, que hubieramos deseado mas lujoso, mas de un amigo querido contemplamos entre las fotografias; mas de un objeto nacional despertó en nuestra

27 Sin referencia encontrada en ningún idioma de www.wikipedia.org

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alma sentimientos que las impresiones de un largo viaje habían amortiguado!

Casi á las márgenes del Sena y á uno y otro lado del puente d’Iéna, se extiende con todo el interés y los atractivos de la novedad, la historia de la habitación humana descubriendo en su elocuente mutismo, el progreso en las comodidades de la vida y en las variaciones de la arquitectura, desde las cavernas abiertas en el corazón de las rocas, hasta las chozas de los salvajes de Africa cuyos cómicos techos de paja se ven sostenidos por una serie circular de troncos de árbol; desde las cuevas de los lapones cubiertas de eternas nieves, hasta las macisas construcciones de los Incas; desde el estilo puro romano con sus fachadas de tosca silleria, hasta el renacimiento con sus agudos techos de pizarra y sus bolados miradores velados por persianas; desde la elegante sencillez de la Edad Media, hasta los palacios recargados de adornos de la época actual que ha tomado de todos los estilos para formar un conjunto de mera fantasia.

Y en toda esa admirable variación de formas y edades, el progreso; siempre el progreso buscando en sus arcanos, los mayores elementos para el bienestar del hombre.

La fuente de Saint-Vidal bajo los inmensos arcos de la Torre, ostenta por remate en su grupo central, la figura de una hermosa matrona reclinada sobre colosal esfera que sostienen grupos de nubes, como la imagen de la humanidad cuyas formas descubre el genio de la luz, levantando en una mano su luminosa antorcha.

El palacio de Trocadero guarda en sus semicirculares galerias un mundo de curiosos objetos, corona su fachada con bellísimas estatuas y adorna su ascendente entrada con su extensa cascada derramando sus aguas de escalon en escalon sobre ocultos focos de luz eléctrica, que por la noche las convierte en movedizos mantos de cristal rizado. En prolongadas praderas, bosques y jardines, enseña las variadas producciones de la horticultura y una inmensa

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colección de flores, y en su acuario subterraneo hace ver el fondo del Océano con la diversidad de sus peces, la belleza de sus corales, lo admirable de sus rocas y la rareza de su vegetación submarina.

La fortaleza de la Bastilla restaurada con notable exactitud histórica en todos sus detalles, sus oscuras almenas, sus pesadas rejas, sus profundos fosos, sus puentes levadisos, y en su conjunto ese aspecto sombrío que le han impreso los recuerdos de su pasado, llama la atención del viajero que se detiene a contemplarla sorprendido, y por las noches, á presenciar los frecuentes simulacros de la toma, con el estruendo de los cañones y la fusileria, los alaridos del pueblo y el ay de los moribundos, iluminado todo el edificio a la claridad rojiza del incendio. No falta alli la calle de San Antonio con sus casuchas reducidas, los habitantes con sus trajes de aquella época, sus sibilas28 descubriendo el porvenir por las señales de la mano, y sus escenas que hacen retroceder un siglo en la historia de acontecimientos que tanta significación tubieron en los destinos de la Francia.

Estatuas de mármol por doquiera destacándose sobre macizos pedestales ó entre los claros de vigorosa vegetación; afelpados tapices de musgo esmeralda recamados de flores; pintorescos kioscos para la música, por todas partes, incrustados en cortinajes de madreselva y oscuros bosquesillos.

Aquí, el restaurant francés reflejando en los cristales del lago que lo rodea, sus hermosos miradores engalanados con caprichosas colgaduras para sombrearlos y grupos de flores naturales para embellecerlos. Allá, el lujoso Café Maure á donde al son de especial orquesta presencias las danzas de aquellas moriscas de tez morena, cubierto el cuello de cuentas, los ojos de languidez, la cabeza de crespones, los labios de sonrisas, la cintura de ancha faja y las formas de vaporosas gazas que desde los bordes de corta chaquetilla azul y oro, descienden en prolongados pliegues para cerrarse

28 En la antigüedad, mujer que transmitía los oráculos de los dioses.

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á la garganta de un pie calzado con zapatilla, azul también, de aguda punta.

A la derecha, los edificios de salientes balcones ocultos entre finísimos calados de madera á modo de persianas, las puertas formadas por tres curvas que se enlazan en sus extremidades y los altos minaretes que se levantan sobre las cornisas, os llevan á recorrer con ilusión completa, una de las calles del Cairo en donde admirais tiendas de comercio al estilo egipcio y los trajes del pais en los vendedores; sin que falten los blancos asnos para hacer en ellos un paseo, recordando aquella ciudad que se alza á las melancólicas riberas del Nilo.

Mas adelante, los mercados de los chinos que con su mirada oblicua, sus largos bigotes colgantes y su dilatada trenza, os ofrecen en mal pronunciado frances sus chucherias de marfil, sus mascadas de seda y sus abanicos de pluma. Después, una joven turca de ojos oscuros como los rizos de su cabellera, de tez blanca como la flotante vestidura que la cubre, de labios rojos como el cinturón que oprime su talle y coronada la frente por pequeños dijes de metal dorado, os ofrece, con una gracia verdaderamente parisiense que os hace dudar de su nacionalidad, un cartucho de dulces al estilo de su pais.

Por otra parte, ene. Interior de grande tienda de campaña, un grupo de argelinos de oscuro rostro y cubiertos de los pies á la cabeza con su traje talar blanco sujeto sobre la frente, por una faja de color, descansa con tal languidez, como si les faltara el aliento patrio. Luego, un grupo de soldados indígenas de uniforme azul oscuro ó gris ribeteado de rojo y con su raro ribete cómico truncado, se sombrea al pie de las palmeras que crecen al frente del edificio de las Colonias.

Teatros donde presenciar representaciones de diversas nacionalidades; pabellones donde adquirir toda clase de comestibles, cantinas, panaderias, restaurants, cremerias,

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jardines, lagos, puentes, millares de sillas de fierro para descansar; carritos de mano para los fatigados; tipos de todas partes del mundo; y todo esto, escuchando las músicas militares y las orquestas cuyos ecos se confunden con ese rumor sordo que produce el ir y venir constante de mas de doscientos mil visitantes que todos los dias concurrian al Campo de Marte.

La vista desde la parte mas elevada de la Torre, era hermosísima, todo Paris en miniatura; el Sena retorciéndose entre los edificios, y los alrededores desvaneciéndose entre los diáfanos crespones de la distancia.

Una de las maravillas de ese soberbio monumento del orgullo humano, eran los ascensores que con una facilidad increíble y calma inalterable, elevaban á cincuenta personas en cómodas butacas y en unos cuantos minutos. Se comprendia el ascenso, nadamas porque los edificios se empequeñecian y la cabeza sentía vértigos; pero el movimiento era insensible.

Cuando por las noches se anunciaba iluminación especial, era preciso concurrir a admirar aquel ensueño parisiense. Surgian del fondo del estanque y se desbordaban de las blancas figuras del colosal grupo de la fuente, los mecheros de finísimo cristal cambiando á cada momento de colores; millares de bombillas incandescentes bordaban la cúpula centra,; trepaban á las fachadas de todos los edificios; dibujaban entre el verde musgo de aquellos tapetes, las caprichosas figuras de los prados; se reproducían en el espejo de los lagos y servian de semilla á las flores de los jardines y de luciérnagas á la sombra de los bosques.

Por las aristas de la inmensa Torre,, cuyos arcos perfilaban centenares de luces de gas como las incrustaciones de brillantes estrellas, subian las rojas llamas de su especial iluminación, se extendian por las cornisas de sus tres pisos y la envolvian en colosales lenguas de fuego y espirales de humo transparente, figurando con admirable

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exactitud devorador incendio que amenazaba reducirla á cenizas. Las brisas de la noche jugaban con aquellas gigantescas llamas imprimiéndoles un movimiento verdaderamente fantástico, y la gran farola que la corona extendia sobre el luminoso templo de la Industria, sus rectos girones de plateada gasa.

* * *

Penetremos un momento á la Cité; á esa Cité tan llena de lágrimas y de miseria, como impregnada de recuerdos; ella fue la primera parte habitada de Paris, por las tribus fenicias que en aquella isla levantaron las primeras habitaciones de una ciudad que con el trancurso de los años debia ser la admiración del mundo.

Poco despues del puente de las Artes, el Sena divide su corriente en dos brazos que van á reunirse en el de Sully, formando una isla grande donde se elevan majestuosos el Palacio de Justicia, la Santa Capilla y la Catedral de Nuestra Señora, y otra pequeña llamada de San Luis.

Lo mas notable de estas islas es la Catedral que comenzó a construirse á mediados del siglo doce, durando muchos años para terminarse y sufriendo muchos cambios y reformas, hasta ser en la actualidad uno de los mas hermosos templos de Europa.

Los terroristas del 93, instigados por la teorias de Danton, Robespierre, Saint Just y Conthon que desde la tribuna libre atisaban con sus ideas de exterminio la hoguera revolucionara, quisieron un templo para colocar a la diosa Razon, y en aquellos terribles momentos en que la guillotina segaba las cabezas de los girondinos y el libertinaje, equivocado con la libertad, habia llegado al punto de permitir el saqueo de las Iglesias, se fijaron en la Catedral para erigir en ella un altar a su diosa.

Representada por una muger de lijero traje, coronada de laurel y sugetando en la mano un fierro, colocada en andas

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cubiertas de flores, la pasearon por las calles entre los gritos del populacho que ostentaba como distintivo de libertad ramas arrancadas de los árboles del Palacio Real y la colocaron en el altar destinado en el interior del templo.

Poco tiempo duró sinembargo esta delirante sustitucion de cultos, porque el mismo año se expidío un decreto ordenando la destrucción del edificio; decreto que por fortuna no llego a ejecutarse y derogado, la Iglesia fue devuelta al Catolicismo, con cuyo culto existe aún sirviendo de Sede metropolitana.

Tiene una longitud de 133 metros, por 48 de ancho, 35 de altura en las naves y 69 en las torres.

La fachada formada de tres facciones superpuestas es bellísima. La primera abres su tres colosales puertas ojivales cuyos arcos escéntricos tallados artísticamente en todo el espesor del muro de piedra gris se extienden hácia el esterior á manera de bóvedas y dan mayor grandeza y hermosura al conjunto. La otra, separada de la anterior por hermosísima cornisa compuesta de larga serie de estatuas de muchos de los reyes católicos de Francia dividida una de otra por pequeñas columnas, enseña otras dos grandes puertas ojivales, y en el centro un hermoso rosetón hundido, calado en la piedra; y la tercera se compone de una preciosa galeria de esbeltas columnas sobre cuyas delicadas ojivas descansa la cornisa y desde la cual se destacan las dos torres truncas que coronan el edificio. Su estilo gótico puro, a servido de modelo en la construccion de varias Iglesias de Europa.

El interior, compuesto de cinco naves sotenidas por arcos, ojivales tambien, y que reciben la luz por colosales vidrieras que son una verdadera maravilla en el arte decorativo en este genero, presenta un aspecto majestuoso á cuya elegante severidad contribuye la escacés en el recargo de adornos.

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Las ceremonias religiosas son tanto ó mas solemnes que las de la Magdalena y las extensa tribunas separadas por una serie de mas de cien columnas delgadas de una sola piedra, reune en las grandes festividades del catolicismo, lo mas selecto de la sociedad parisiense.

Como en casi todos los templos de Europa, existen allí muchos y hermosos monumentos sepulcrales, estatuas en mármol, é inscripciones que recuerdan hechos y personas célebres en la historia; en los salones de la sacristia se guarda el tesoro de la catedral, consistente en ricos ornamentos, cálices, cruces, y otras mil curiosidades, asi como multitud de reliquias importantes.

Tarea dificil y dilatada seria hacer mención de todas las Iglesias, edificios y monumentos notables que existen en Paris. La Santa Capilla como primorosa miniatura del arte gótico. San Agustin que en el vértice de un ángulo formado por dos magníficos boulevards, avanza su hermosa fachada con sus cuatro torrecillas y gran cúpula central. La Sorbona que guarda tantos recuerdos y el soberbio mausoleo en mármol del Cardenal Richelieu; Santa Clotilde escondiendo las bellezas de la arquitectura gótica entre el follaje de su jardin, sobre cuyas arboledas se elevan las afiligranadas agujas con que rematan sus torres; La Trinidad con sus estatuas de mármol, fuentes, escalinatas y jardines que engalanan su precioso atrio y dan mas realce á su fachada coronada por una sola torre central. Santa Genoveva convertida ahora en magnífico Panteon consagrado á los grandes hombres de la Patria, y otra multitud de Iglesisas.

El Louvre con la riqueza de sus museos; el Palacio de Luxemburgo, donde tiene su asiento el Senado, con sus jardines, sus fuentes y sus salones convertidos en preciosos museos; el cuerpo Legistlativo con su elegante columnata haciendo frente, á traves de la Plaza de la Concordia, al Templo de la Magdalena; la columna de Vandôme de 45 metros de altura, rematada por la estatua de Napoleon I° en traje de emperador romano y formada con el material de mil

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cañones quitados por el ejercito frances en diversas campañas; la torre de Saint Jacques levantándose airosa sobre los edificios como la depositaria de los secretos de la arquitectura gótica y cuya campana anunció el principio de las terribles matanzas de San Bartolomé que unen su recuerdo al de Catalina de Médicis y del duque de Guisa; el Jardin zoologico en el Bosque de Bolonia con su estanque de focas, hace, su casa para monos, sus cercados para elefantes, camellos, girafas, búfalos, zebras, avestruces y una multitud de animales de todas las especies; sus lagos para los acuátiles, pajareras diversas; el acuario con muchos peces. Los hipódromos de Long Champs, Chantilly, Auteuil, Vincenes y otros reuniendo en sus elegantes tribunas y extensas graderias numerosa concurrencia con el atractivo de gran premio por valor de cien mil francos, y en donde la elegancia parisiense halla pretexto para generalizar las transformaciones de la moda. Hermosas fábricas; museos científicas. Imposible es para mi continuar esta enumeración.

VERSALLES

Ahí está, á poco menos de una hora de vapor de Paris, ese mudo testigo de las dispendiosas fiestas de la corte de Luis XIV, en cuyos salones, cerca de cien años despues debia escribirse el epílogo de la desastroza guerra con la Prusia y celebrarse en la Galería de los Espejos la coronación de Guillermo I. como Emperador de Alemania.

Página arrancada a los anales del siglo XVII para perpetuar en salones, cámaras, estatuas, cuadros, fuentes, bosques y jardines, los recuerdos de la Pompadour29, la Maintenon30 y la Valliere31, y en las estucadas galerias del

29 Madame de Pompadour, cuyo nombre era Jeanne-Antoinette Poisson nació en 1721 en Paris. Poisson llamó la atención del Rey Louis XV in 1745, hasta convertirse en damisela del Rey el cual la instaló en Versalles. El le compró la residencia Pompadour, la primera de seis residencias. Posteriormente la convirtió en marquesa.30 Françoise d'Aubigné, marquesa de Maintenon, dama francesa (Niort 1635-Saint-Cir 1719). De educación Calvinista se convirtió al catolicismo. Viuda del poeta Scarron, casó con Luis XIV (1683), sobre el que influyó notablemente.31 Louise Françoise de La Baume Le Blanc, duquesa de de la Vallière (1644 – 1710) cortesana francesa, damisela de Louis XIV de1661 a 1667.

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Triannon32, las representaciones de Maria Antonieta, acplaudidas en cuanto que el pueblo de Paris invadía el cuartel de los Inválidos como preludio de una revolución que llevaba en sus elementos de exterminio el cadalso que debía recibir el último suspiro de la infortunada reina.

En la actualidad, Versalles es una ciudad de 40,000 habitantes, alegre, simpática y con todas las comodidades que le proporciona su cercanía á Paris. En el mismo sitio donde hoy se haya el Palacio, al comenzar el siglo XVII habia un lugar destinado al descanso de los cazadores; pero su situación topográfica, su fertilidad, y los hermosos paisajes que lo rodean, inspiraron al monarca la idea de construir allí su residencia oficial, y desde entonces constituye uno de los mas pintorescos lugares que circundan la Capital de Francia.

Pasada la reja de fierro que separa el Castillo de la plaza de armas, se penetra al patio de honor formado por el Pabellon central y dos salas laterales, y adornado con grandes estatuas en piedra gris, entre la que figura la de Cardenal Richelieu ye en el centro la ecuestre de Luis XIV.

El Palacio ó Castillo, pues de los dos modos se le llama, es extenso de hermosa y solidísima construcción al estilo de su época. Guarda en sus salones gran museo histórico de pinturas, estatuas en mármol, muebles y objetos de arte, conservándose en perfecto estado y en sus mismos sitios, los muebles que fueron del uso particular de los reyes que lo habitaron.

Allí está el patio de los naranjos cuyos vetustos árboles que producen todavia anémico fruto, parecen inclinarse encorvados al peso de los años. Las extensas escalinatas de cien peldaños que dan paso de las terrazas del Palacio á los jardines; las preciosas fuentes de Apolo, Neptuno, Latona, y muchas mas repartidas e el dilatado parque, con susu estatuas alegóricas en bronce y mármol amarillento por el transcurso de los años y el paso de las lluvias. Los juegos de

32 (Gran y pequeño), nombre de dos palacios construidos en el parque de Versalles,

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agua con que se engalanan el primer domingo de cada mes y que forma un espectáculo digno de admirarse. El célebre tapete verde cuyo aterciopelado cesped recorria Luisa de La Valierre con los ojos vendados pretendiendo atravesarlo de un estremo a otro en linea recta, cuando sus delirios juveniles la hacian olvidarse de la verdadera senda. La glorieta de los bailes con su semicircular graderia adornada de rocallas33 y surtidores de agua y confundian sus rumores con los acentos de la orquesta cuando la corte se entregaba a las seducciones de aquellos campestres festines; la gruta de Apolo abierta entre oscuras rocas al pie de las cuales se extiende cristalino lago, que reproduce el precioso grupo en mármol representando el dios en los momentos de tomar un baño rodeado de seductoras ninfas. El extenso canal bordando sus riberas con prados de finísimo pasto recamados de violetas y begonias, y con dilatadas calzadas de castaños y sauces; el gran Triannon como la urna depositaria de las melancólicas reminiscencias de la reina austriaca, como la llamaba el pueblo cuando en el desenfreno revolucionario arrojaba un dia por los balcones de las Tullerias el piano importado para ella de las fabricas de la Austria. El pequeño Triannon con su solitario templo del amor lebantado en un claro de los jardines, sus dormidos lagos, sus casas rústicas y misteriosos bosquecillos, estrenado por la Dubarri, y que por los caprichos de un destino incomprensible debia servir mas tarde para el Tribunal donde fué juzgado y sentenciado el Mariscal Bazain en 1873; el oscuro bosque de la reina destinado a las cacerias de la Corte y cuyas soledades debieron haber presenciado tantos episodios de amor entrelazados con los placeres de la caza; tantas intrigas palaciegas ocultas en los silenciosos recodos de la dilatada selva.

Aquel admirable conjunto de bellezas del arte y encantos de la naturaleza, podria estimarse como un poema cuyos cantos estuviesen impregnados de amor, de placeres,

33 3b.art. Elemento decorativo de carácter asimétrico que imita formas naturales como conchas, rocas, vegetales, etc, cuyos orígenes parecen hallarse en las grutas de los jardines renacentistas y que alcanzó gran difusión a lo largo del siglo XVIII especialmente en Francia. (Destaca la acertadísima y docta aplicación de la palabra por parte del abuelo en esta descripción).

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de lágrimas, de celos, de política, de temores; velado todo por las vaporosas gasas que los años tienden como queriendo ocultar un pasado cuyos recuerdos eternizan la historia de un pueblo, de una familia, de un individuo.

Como se agolparon á mí imaginación las ideas, las impresiones, los recuerdos, cuando sentado al pie de la estatua de un fauno de satírica sonrisa y el vacilante fulgor de un crepúsculo de Estío34, paseaba mis miradas por aquel prolongado tapete, aún a pesar del transcurso de un siglo, pensando que debio acaso servir para escalar las gradas de un trono a la favorita de un rey, que mas tarde salvaria los escaños de un claustro como la sierva de un dios.

Con que profundo respeto penetraba en aquellos salones estucados en donde se habian desarrollado tantos y tan notables acontecimientos, y cuyas pinturas descorrian a mi vista fatigada, tantos personajes y hechos históricos, como fragmentos elocuentes desprendidos del gran libro de los tiempos y trasladados a las telas.

Que desconocidas sensaciones esperimenté al contemplar en sus diversas alcobas, colocados en sus mismos sitios, bajos los mismos artesones, y rodeados de los mismos muebles, aquellos antiguos y elegantes lechos en donde Luis XIV soñaba con sus festines, María Antonieta con sus placeres, Napoleon I° con sus conquistas.

Con que melancolia aspiraba el aroma de aquellas flores escuchaba los sollosos de aquellas fuentes y sentia en mi oido el rumor de aquellas brisas que iban a dormirse en el silencio de las arboledas, por que mi imaginación soñadora fingia yo que me hablaban de aquella época; que me traian los ecos de aquellos festines, los gritos de aquellas cacerias, los suspiros de aquellos corazones, y venian a referirme la historia que en otro tiempo habia leido con el natural interés de una juventud impresionable.

34 Poét. Verano.

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A todo esto contribuia la circunstancia buscada de que aquel dia, doce de agosto era mi cumpleaños, pasado entre tantas reminiscencias y tantos atractivos, pero tan lejos del suelo que escuchó mi primer solloso.

La capilla del Palacio es bellísima; doble arcada de preciosas pilastras de mármol blanco adornadas de bajo-relieves, parte desde la puerta de entrada hasta el altar mayor sosteniendo pequeño friso del mismo material y sobre este, formando un segundo y elevado cuerpo, se vé una hilera de columnas estriadas, tambien de mármol, que circunda todo el templo y en cuyos afiligranados capiteles descansa la hermosa corniza de donde arranca la nave principal. De columna á columna hay un barandal de mármol, y constituye todo este cuerpo, las elegantes tribunas a donde la corte de Luis XIV asistia a las ceremonias religiosas; en el lugar del coro, está la gran tribuna que ocupaban los reyes, comunicada con lujosa galería con las habitaciones del Palacio.

Las bóvedas se adornan con magníficos frescos sobre asuntos religiosos, y el pavimento con caprichosas figuras de mármol blanco y negro.

Los años mismos no se han atrevido a deslustrar aquella obra de arte, que parece de reciente construcción.

* * *

Rodaba con gran velocidad el ferrocarril de Paris-Lyon-Mediterraneo alejandose de los hermosos alrededorres de la capital de Francia; los edificios se desvanecian lentamente; la Tour Eiffel se iba velando entre los vapores de una espléndida mañana de agosto, y Paris se perdia poco a poco a la manera de un sueño evaporado que acariciava nuestra mente.

Las estaciones se sucedian con extraordinaria rapidéz, Fontaine Blue pasó ante nosotros con su hermosísima

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floresta, y retratando su magnífico Castillo en los cristales de sus sereno lago, pero sin permitirnos distinguir siquiera el histórico gabinete donde Napoleon I° firmara su abdicación al trono, ni la preciosa galería donde Enrique II°35 se entregaba a sus festines dispuesto en honor de la célebre Diana de Poitiers36.

Despues, se atravieza el acueducto Changis37cuyos treinta elevados arcos se destacan sobre el verde oscuro del valle. Montargis38 con sus fábricas de tegidos, sus molinos y su Estación a donde espera apetitoso almuerzo.

Saucerre situada sobre los declives de pequeña colina a las pintorescas riberas del Loire.

Nevers39en cuyo seno se meció la cuna de Mirabeau40.

Moulins41 que vío nacer al Mariscal Villars.42

Saint Germain Des-Kossés43 donde se disloca el ramal para Lyon y al pie de un camino que en siete horas recorre trescientos sesenta y cinco kilómetros, el tren se detiene en alegre Estación rodeada de árboles y unida a la Ciudad por 35 Enrique II (1519-1559) rey de Francia (1547 y 1559), hijos de Franciso I . Casó con Catalina de Medicis (1533). Defendió el catolicismo, aunque se alió con los turcos y los protestantes alemanes contra Carlos V. Fue vencido por Felipe II, pero derrotó a los ingleses en Calais en 1558.36 Diane de Poitiers retornó a la corte después de convertirse en viuda en 1534, y, a la edad de 35 años, se convirtió en la dama de Henri d'Orléans, de quince años entonces, que después se convertiría en el rey Enrique II. A pesar de que el rey había cumplido su deber real casándose con Catherine de' Medici, Diane de Poitiers se mantuvo por los siguientes 25 años como la influencia mas importante en su vida. Ella era el cerebro detrás del trono, llegando a firmar las cartas de manera conjunta “HenriDiane”.

Fue proscrita en la corte cuando el rey murió al haber sido herido en una justa en 1559.37 Es probable que se refiera a Changy, comuna francesa situada en el departamento de Loire.38 Montargis es una comuna francesa, situada en el departamento de Loiret en la región central.39 Nevers es una comuna francesa, situada en el departamento de la Nièvre en la región de Bourgogne.40 Honoré Gabriel Riqueti, conde de Mirabeau, político francés (1749,1791) hijo del marqués de Mirabeau. En 1789 fue elegido representante del III estado de AIX a pesar de ser noble. Orador de prestigio abogó en vano por una monarquía constitucional, lo que suscitó el recelo de los diputados, pero no logró el apoyo del rey, al que indujo a la contra revolución.41 Moulins es una comuna francesa, situada en el departamento de l'Aisne en la región Picardie.42 Claude Louis Hector. Militar y diplomático francés (1653-1734). En las guerras de Sucesión de España obtuvo las victorias de Friedlingen que le valió el título de mariscal, de Hochstadt y de Denain. Plenipotenciario en la firma del tratado de Rastadt, fue ministro de estado y defendió la política de acercamiento a España.43 Saint-Germain-des-Fossés es una comuna francesa, situada en el departamento de l'Allier en la región Auvergne.

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frondosas calzadas de castaños; aquello es, la cabecera del Departamento del Allier.

VICHY

Como una Odalisca cuyos ojos presagian lo insondable de un abismo; su labios el tormento de una sonrisa; sus mejillas el martirio de una rosa; las palpitaciones de su seno el magnetismo de un suspiro, y su conjunto entre flotantes gazas los encantos de la juventud, y que languidamente se reclina en mullido cesped á la sombra de profundos bosquesillos y á los márgenes de cristalino arroyo, asi Vichy descansa como embriagada de aromas á la entrada de fértil cañada formada por las últimas ondulaciones del Fórez y á orillas del sozegado Allier.

Figuraos un plano lijeramente inclinado que va á morir en la prolongada curva que forman las riberas del rio; trazad en todo él, extensas calzadas de elevados álamos, de verdes tilos, de hojosos castaños que se enlazan, y en algunos puntos confunden su ramaje formando misteriosas bóvedas; diseminad en ellas bonitos edificios de diversas construcciones y para todas las fortunas, escondiéndose unos en la espesura de los árboles y otros formando rectas avenidas; dibujad en el centro un hermoso parque con díez y seis calzadas de castaños y de tilos, prados recamados de flores, pintorescos pabellones para las orquestas, el Establecimiento termal á un extremo y al otro los jardines y la elegante fachada del Casino mandado construir por orden de Napoleon III°; cubrid los lados de ese parque con almacenes y casas de comercio que responden á todos los reclamos del lujo, y con hoteles en los que no extrañais las comodidades y ni el confort de la vida de Paris; abríd todas las noches el Salon-teatro del Casino para las representaciones de la Ópera, y el Eden para las variedades, escuchando en el primero los trinos de la Panseron y presenciando en el segundo fantásticos bailes y operetas; haced brotar ocho ó diez manantiales de aguas minerales de

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diversas temperaturas y sabores á donde afluye numerosa concurrencia en busca de la salud que le presagia ese admirable liquido; cercad esas fuentes brotantes con ligeras rejas de fierro adornadas con multitud de vasitos de cristal de distintas formas y colores; colocad tras de esas circulares rejas á las jóvenes repartidoras del agua con su traje especial de azul y blanco á listas y con su toca de crespon encarrujado; rodead los establecímientos y los pasages con toda clace de mercancías, pieles de oso y de tigres del Africa, aves de la Australia, cuadrumanos de Abisinia, corales de Nápoles, sedas de la China, blondas de España, porcelana de Sevres, cristal de Bohemia, esculturas en madera de Suiza, mármoles de Italia; formad con las cristalisaciones de las aguas minerales la gruta que sombrea la fuente de los Celestinos sostenida por tres elevados arcos de piedra y rodeada de asomados bosquesillos; sembrad á lo largo de las riberas del rio un hermoso parque con dormidos lagos, oscuros bosques, sombras de madreselva, prados de verde muzgo, grupos de begonias, heliotropos y violetas, rústicos senadores escondidos entre cortinajes de enredaderas, asientos á la sombra de los álamos y todos los encantos en fin, de una naturaleza que parece comunicar al alma su vigor y su juventud; repartid por todas partes una concurrencia de todas nacionalidades, de todos trajes, de todos idiomas, paseando por las avenidas, invadiendo los manantiales, luciendo las jóvenes en el parque las inspiraciones de la moda parisiense, y todo esto al vivificante calor de la primavera que todo lo embellece, respirando las brisas que bajan de los Montes Negros cargadas de perfumes al rumor de las fuentes que mezclan sus gemidos con los sollozos de magníficas orquestas, é iluminad este cuadro con la luz de la esperanza del alivio que se deja ya sentir en vuestro ser, y tendréis una ligera idea de ese brícaro44 precioso que los romanos llamaron Vichy y los franceses han hermoseado con las creaciones de su fantasia.

Circundan las avenidas del parque central, lujosos carruajes descubiertos con toldos de seda gris orlados de

44 Palabra ilegible.

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largo fleco á manera de cuadrangular quitasol, que os permiten disfrutar de hermosos panoramas, respirando el ambiente saturado del olor de los vergeles.

Por otra parte mirais los típicos carruajes para los niños, tirados por dos troncos de robustas cabras y que se componen de una plataforma en cuyo centro hay dos asientos en forma de carretela elegantemente acoginados, dos caballos de madera al frente y uno en la parte posterior, ocupando los asientos las niñas y los caballos los niños y asi cruzan las calzadas del parque.

Recorriendo las calles mas concurridas, os llama la atencion el sonido melancolico de la cornamusa que toca alegremente algun pifferaro de los Abruzos, vendiendo sus curiosos instrumentos en traje que hace recordar á los aldeanos de aquellas pintorescas montañas.

Aqui, un prestidigitador improvisado, con el atractivo de sus escamoteos, reune en torno de si gran concurrencia para ofrecer despues sus bagatelas heterogéneas que constituye su comercio ambulante.

En alguna esquina desahogada de una calle, extiende su tapete rojo un émulo de Hércules de vigorosa musculación que con grandes pesos de fierro o balas de cañon, demuestra su fortaleza á la vista de un público libre que despues de la diversion, arroja espontaneamente sobre la alfombra algunas monedas de cobre, que el fatigado artista callejero recoge para trasladarze á otro lugar y repetir alli sus habilidades.

A la sombra de un castaño ó bajo el alero de un edificio otro personaje sentado en pequeño banquillo, ofrece la ilusion de ver bailar por si solos pequeños titeres de ligero carton, sin mas que la poderosa magia de invisibles hilos de seda negra que trata de ocultar entre reiteradas protestas de que nada existe que sostenga sus figurillas de goznes.

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En el Boulevard nacional, hermosa calzada de elevados y frondosos alamos que rodea gran parte de la Ciudad y la separa del parque nuevo, multitud de volocipedistas recorren toda la extencion con increíble velocidad, bajo el prolongado dosel de perfumado ramaje; no solo niños y señores, sino tambien las jóvenes que en su veloz carrera se pierden por las avenidas del parque, cuyas aromadas brisas juegan con las plumas de su sombrero, y en la velocidad hacen flotar indiscretas los pliegues de la vaporosa falda.

Las galerías del Establecimiento termal bajo cuyas bóvedas están los manantiales de la Grande Grille, Chomel y Mesdames; la rotonda de la fuente del Hospital con su cristalina techumbre; el jardin de los Celestinos al pie del fértil colina; las fuentes de Lardy, Larbaud, Lucás, du Parc, invadidos todos á toda hora del dia por numerosa concurrencia que por prescripción médica va á tomar las aguas que su enfermedad reclama.

El pabellon que habitó la Marquesa de Sevigné45 y que lleva su mismo nombre, cubre sus vetustos muros y denegridos techos, entre el ramaje de elevadas acacias que con sus delicadas hojas acarician las oscuras celocias de las pequeñas ventanas.

El Casino es un elegante centro de reunión de la mejor sociedad de Vichy, encontrándose en el toda clase de diversiones y juegos permitidos; un espléndido Salon para conciertos y en el que tienen lugar los bailes que se dan cada ocho dias; magnífica orquesta todos los días en la baranda y en un pequeño, pero primoroso teatro que abre sus puertas todas las noches á la ópera.

El edificio ocupa una superficie de 2,500 metros cuadrados y aislado de todas las otras construcciones á la 45 Marie de Rabutin-Chantal, marquesa de Sévigné (París; 5 de febrero de 1626 – Grignan; 17 de abril de 1696); escritora francesa. Las cartas de Madame de Sévigné fueron editadas, clandestinamente, en 1725, la edición contenía 28 cartas o extractos de las mismas. Citas curiosas: "Cuán feliz era yo cuando era una infeliz. "Las infidelidades se perdonan, pero no se olvidan jamás.""Si los hombres han nacido con dos ojos, dos orejas y una sola lengua es porque se debe escuchar y mirar dos veces antes de hablar." http://es.wikipedia.org/wiki/Madame_de_S%C3%A9vign%C3%A9

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extremidad Sur del Parque Central, presenta cuatro fachadas que hacen de él el mejor monumento de la ciudad; tiene al frente de la principal, un pequeño y precioso jardin rodeado por una reja semi circular de fierro, en armonia con la baranda que en la misma forma sirve para las orquestas.

La Ciudad moderna presenta hermosas avenidas trasadas á cordel; lujosos hoteles montados con todas las comodidades de Paris; Villas escondiéndose entre bosques y entre flores, Chalets circundados de jardines; en sus almacenes, todo lo que los enfermos puedan apetecer en bien de su salud, y los touristas desear a favor de su placeres, y elevándose sobre aquel conjunto de casas y verdura, las agudas flechas que coronan las torres de la Iglesia romana de San Luis.

En la actualidad Vichy es una Ciudad de nueve mil habitantes de temperatura excelente, rica vegetacion y con recursos de subsistencia para todas las fortunas. En la estacion de baños, de 15 de mayo á 1° de Ovré, recibe una poblacion flotante de mas de cuarenta mil almas.

Los millares de visitantes que anualmente llegan de diversas partes del mundo en pos del alivio de sus diversas enfermedades; esa multitud engalanada con diversos trajes, hablando distintos idiomas que circula por las calzadas de los parques algun tanto melancólica al principio y que á la tercera semana de tratamiento comiensa á sonreir satisfecha como preludio de una curación casi segura; esa asombrosa remisión de sales, pastillas y agua pasa por todos los puntos del globo, como los cariñosos mensajeros de anhelada salud, son las mejoras pruebas de los efectos curativos de esos manantiales con que la naturaleza quiso enriquecerlo y que tan poeticamente se suministran en ese precioso recinto de luz, agua, flores, aire, paisajes y perfumes.

Sus alrededores son bellísimos. Lusset con sus manantiales, prodigiosos tambien, y sus antiguas casas de agudos techos; la montaña verde con sus bosquesillos

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perfumados, sus calzadas de acacias, su restaurant entre flores, sus dilatados panoramas y su afluencia de escursionistas; la fuente intermitente de Vesse que cercada de jardines y cubierta de elevada reja en forma de pabellon de ligeras barillas de fierro, presenta el raro fenómeno de arrojar á considerable altura sus aguas azufrosas solamente cada seis horas durante una; el pintoresco hipodromo á orillas del Sichon que adorna sus riberas con calzadas de sauces y prados de verde musgo; Chateleon, la Palisse, Tires; montañas que llevan sus declives hasta las márgenes del Allier; bosques que avanzan sus arboledas hasta la cima de las colinas y en fin, diversos castillos dibujando sus oscuros perfiles sobre un horizonte rosado y conservando entre sus almenas y torresnes enegrecidos por el aliento de los siglos, las amargas reminiscencias de la época del feudalismo.

Entre estos merece especial mención el de Veanu, que levanta su bellísima construcción sobre una masa de negras rocas y cuyo escabroso camino serpentea entre las partiduras de las peñas y las sombras de los bosques, presentando majestuoso conjunto en la parte mas elevada del semicírculo de colinas que lo rodea.

* * *

Cuando percibo ahora el aroma de los heliotropos, de la madreselva y de la rosa-té46 como se avivan todavia los recuerdos de mi permanencia en una ciudad tan simpática para mi.

¿No os ha sucedido muchas veces al visitar un sitio pintoresco, al respirar el perfume de una flor ó al escuchar las armonias de un piano, que los sentimientos de vuestro corazon se avivan y se ensanchan como sí hubieseis encontrado un ser que los comprendiere?

Y cuando despues de algun tiempo visitais aquel lugar, sentis aquel perfume y ois de nuevo las mismas armonias, ¿no 46 Rosa de té: La de color amarillo o algo anaranjado cuyo olor se parece al del té (Diccionario de la Real Academia Española http://buscon.rae.es/draeI/).

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es verdad que se despiertan en el fondo del corazon, con todos sus detalles, con toda su ternura las misma impresiones que esperimentasteis la primera vez?

No parece sino que la naturaleza graben sus encantos, de una manera indeleble, nuestros recuerdos, nuestras ideas, nuestros sentimientos y hasta nuestros dolores y el arte perpetua en sus bellezas sublimes el estado del espíritu, para reproducirlo mas tarde con toda la sensibilidad de sus emociones.

Y en esa identificación de la naturaleza muda con la naturaleza humana, hay un encanto seductor para las almas sensibles, que eternizan á través de los años sus mas alhagadoras reminiscencias, sus mas delicadas impresiones.

Es que la brisa que duerme en el ramaje de los árboles y juega con el aliento de las flores; el misterioso rumor de los arroyos; el impalpable aroma de los lirios; las cadenciosas notas de la música; todo tiene un secreto lenguaje que sabe traducir los sentimientos del alma, bajo la forma de un recuerdo perdurable recuerdo que se dibuja entre las caprichosas gasas del crepúsculo; que gira en el aire al mecer las rosas en sus tallos; que se mezcla al tiernísimo gemir de los arroyos y se envuelve en desvanecidas ondas de armonia, para inmortalizarze al contacto de tantas maravillas.

Vichy con la majestuosa frondosidad de sus parques; el murmullo que producen las aguas de sus manantaliales; la orquesta matinal escuchada á la sombra de sus castaños y sus tilos; las variadas distracciones de su elegante casino y el Allier que arrastra á un lado sus dormidas ondas formando á la Ciudad cariñosa muralla que la defiende de las cresientes que ruedan sobre las prolongadas lomas de los Bosques Negros, llegó á ser para mi un sitio verdaderamente delicioso.

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Todas las impresiones de melancolia y de gozo de mi viage tan dilatado y peligroso, pero tan lleno de atractivos; todos esos recuerdos de la patria que tan lejos habia quedado como depositaria de los encantos de nuestra niñez, de los ensueños de nuestra juventud, de las satisfacciones de la amistad y de la familia; todas esas ideas del pasado que el tiempo en su indeclinable marcha va velando con la bruma de los años para ser menos dolorosa la existencia, se despertaron en toda su viveza á la vista de una naturaleza poblada de misterios; inundada de poesía.

Tras prolongada cuanto dificil peregrinacion por mar y tierra, llegaba á este lugar privilegiado en busca de una salud pronosticada por los facultativos; pero que á causa de la naturaleza de la misma enfermedad el espíritu reclamaba tambien su parte en el tratamiento ¿y que mejor que los paisajes radiantes de color y de luz de una vegetación exuberante y rica y el confort parisiense trasladado alli con todas sus seducciones, unido á la proverbial eficacia de las aguas termales?

A medida que el corazon se alijeraba de los males físicos, todos aquellos sitios e revestian de mayores encantos, como si estos comunicaran á mis impresiones su belleza.

Con cuanto placer me perdia en las oscuras avenidas del parque formado a las riberas del rio con una tranquilidad tiempo ha no sentida, respirando el ambiente puro que descendia de las montañas cargado de perfumes, y mirando retratarse en el cristal de los lagos los claros de cielo azul que permitian el follage de los árboles.

Que bienhechora colina sentia al admirar entre cortinajes de gasa los magníficos panoramas del crepúsculo, dibujando á lo lejos sobre opalino fondo las distantes ondulaciones del umbroso Magdalena ó la fantástica silueta de lejano castillo feudal velada por los vapores de la distancia.

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Que consolador rocio se infiltraba por todo mi ser cuando me envolvia en la aromada atmósfera de los bosquesillos de madreselva y de vegonias y algún pájaro errante dejaba oír su voz salvaje oculto en la espesa copa del mas elevado encino.

Aquellos horizontes de luz al despertar el dia; aquella soledad encantadora al caer la tarde; aquella naturaleza llena de seducciones á toda hora, se adunaron47á mis propios sentímientos para formar en el fondo del alma un mundo de recuerdos; página color de rosa en la historia de mi vida que ha llegado á ser y será de eterna duración.

Oculto senador48 rústico á la sombra de quejumbrosos cipreses y revestido por frondosas guias de rosa-té que por todas partes colgaban sus racimos de blancas flores perfumando el ambiente de aquel reducido recinto de misteriosa calma, era el lugar predilecto para descanzar de mis paseos por el parque, á la caida de la tarde. Por un lado, la Ciudad encendiendo sus focos de luz entre el bullicio de los habitantes; por el otro, el sosegado Allier recogiendo sus rumores en el silencio de la tarde; mas lejos el horizonte desvaneciendo sus gazas lijeramente rosadas en la lucha por las primeras sombras de la noche, y en derredor de mi una vegetacion vigorosa que me hablaba de ternura en el aroma de sus flores elevándose al cielo como tiernísima plegaria; de recuerdos, en el apagado rumor de las brisas gimiendo al esconderse en el delicado follaje de las acacias, y hasta de dolores, en el murmullo impregnado en lágrimas de los lagos encadenando sus pequeñas ondas para ir á confundirlas en el silencioso rio.

Cuantas veces las mal dormidas reminiscencias de otra edad lejana, vinieron á mi tranquila imaginación al sentir el perfume suave y melancólico de la rosa blanca, en aquella hora de consuelos y esperanzas en que esa armonia incomprensible de la naturaleza se levanta al infinito en

47 Unir, juntar, congregar (Diccionario de la Real Academia Española http://buscon.rae.es/draeI/).48 Refiriéndose a cenador.

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ondas de moribunda luz como el mudo reclamo de consoladora promesa de Dios á la humanidad que sufre.

Como, apesar de los años, despertaba mi alma á las impresiones y ensueños juveniles, cuando los rayos de blanca luna abriéndose paso á travéz del fino ramaje de corpulenta acacia penetraban al interior de mi habitación dejándome sentir esa calma tantas veces anhelada, y cuando el incienso de los heliotropos y jóvenes tilos que alcanzaban hasta los balcones y persianas, como un idioma sin frases, me llevaban sus emanaciones el recuerdo de un alivio que se habia convertido en una realidad.

Sirvan estos recuerdos como un testimonio de gratitud á los beneficios recibidos, y á las emociones sentidas á la vista de una naturaleza poblada de misterios.