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VIAJE A LA COMPLEJIDAD

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EL PSIQUISMO. UN PROCESO HIPERCOMPLEJO

Nivel de integración psíquico

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VIAJE A LA COMPLEJIDAD

Nicolás Caparrós y Rafael Cruz Roche (Dirs.)

3

EL PSIQUISMO. UN PROCESO HIPERCOMPLEJO

Nivel de integración psíquico

Nicolás Caparrós y Rafael Cruz Roche (Coords.)

BIBLIOTECA NUEVA

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Viaje a la complejidad / Nicolás Caparrós y Rafael Cruz Roche (dirs.) . - Madrid : Biblioteca Nueva, 2013

4 vol. ; 24 cmISBN: 978-84-9940-652-73: El psiquismo: un proceso hipercomplejo / Nicolás Caparrós y Rafael Cruz

Roche (coords.) .- 480 p.1. Psicoanálisis 2. Epistemología 3. Filosofía 4. Ciencia I. Caparrós, Nicolás , dir.

II. Cruz Roche, Rafael, dir.16 HPK159.9 JM001 GTR

Ilustración de cubierta: Isabel Sanfeliu

© Los autores, 2013© Editorial Biblioteca Nueva, S.L., Madrid, 2013

Almagro, 3828010 [email protected]

ISBN: 978-84-9940-652-7Déposito Legal: M-11.228-2013

Impreso en Cofás, S. A.Impreso en España – Printed in Spain

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu-ción, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los ti-tulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográfi cos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

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ÍNDICE

COLABORAN EN ESTE VOLUMEN. ..................................................................... 13  

INTRODUCCIÓN LAS MIL CARAS DE LA COMPLEJIDAD. Rafael Cruz Roche ............................... 15 LOS ALBORES DEL PSIQUISMO DESDE LA PERSPECTIVA DEL PSICOANÁLISIS.

Nicolás Caparrós .......................................................................................... 18 COMPLEJIDAD Y PSIQUISMO. Elisardo César Merea ......................................... 22

Psicoanálisis desde la Complejidad ........................................................ 31 CAUSALIDAD PSÍQUICA. UN ENIGMA QUE NO CESA. Nicolás Caparrós ............ 37 EPISTEMOLOGÍA PSICOANALÍTICA. André Green .............................................. 44

Pensar la epistemología de la práctica. La cuestión de la creatividad .... 44 MAPA DEL TERCER VIAJE. Isabel Sanfeliu ........................................................ 52

CAPÍTULO 1: LO NO-LINEAL

Teoría de las Catástrofes. La Complejidad en el Proceso del Psiquismo

LA AVENTURA COMIENZA: PSICOANÁLISIS Y SISTEMAS COMPLEJOS. Nicolás Caparrós ................................................................................................... 55

Interludio ................................................................................................. 55 Primeras incursiones del psicoanálisis a la luz de lo complejo .............. 56 Los textos de referencia básica ............................................................... 57 Los Textos Psicoanalíticos desde la complejidad ................................... 61 Teoría de las Catástrofes: primer contacto con la Complejidad ............. 61

ESTRUCTURAS DISIPATIVAS Y CAOS EN PSICOANÁLISIS. Nicolás Caparrós .... 64 Caos, Negatividad, Sinsentido: del Big Bang al Agujero Negro ............ 68

ESTRUCTURAS DISIPATIVAS COMO MODELO DEL APARATO PSÍQUICO. Rafael Cruz Roche ....................................................................................... 75

El modelo espacial .................................................................................. 76 Las estructuras disipativas ...................................................................... 77

EL CAOS, UN NUEVO ESPACIO PARA LA PSICODINÁMICA. Nicolás Caparrós .... 84 El Caos .................................................................................................... 84 El espacio-tiempo del orden y el caos .................................................... 89 El concepto del tiempo ........................................................................... 90 Las apoyaturas matemáticas ................................................................... 92 El lenguaje de lo caótico. Lo matemático y lo físico .............................. 94

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8 Viaje a la Complejidad 3: El psiquismo. Un proceso hipercomplejo

Las estructuras disipativas ...................................................................... 99 CAOS Y PSICOANÁLISIS. J. M. Quinodoz ........................................................ 103

Atractores extraños y funcionamiento de sistemas dinámicos ............. 103 Dos «estados» diferentes dentro de la realidad psíquica ...................... 106 Posición esquizo-paranoide, posición depresiva y transición entre los

estados psíquicos ................................................................................ 110 Alcance y límites de estos paralelos. ¿Modelos o metáforas? .............. 112

CAPÍTULO 2: NUEVAS ¿METÁFORAS?

CONSTRUCCIONES EN PSICOANÁLISIS

UN SIGLO DESPUÉS DEL «PROYECTO»: ¿NUEVAS METÁFORAS? METÁFORAS DE LO NUEVO. Georges Pragier y Silvie Faure-Pragier ........ 117

¿Emergencia de lo nuevo en psicoanálisis? .......................................... 118 LA EPISTEMOLOGÍA. Nicolas Caparrós ................................................................. 120

Los primeros pasos ............................................................................... 120 La controvertida y eterna verdad .......................................................... 122 Repetición, compulsión a la repetición: una ventana a la complejidad 124 El Estrés: un sistema complejo de nuestro tiempo ............................... 125

EMERGENTE, EMERGENCIA. R. Galatzer-Levy ............................................... 126 Un fenómeno es emergente cuando posee aspectos significativos

que son más que la suma de sus partes .............................................. 127 Naturaleza de la emergencia ................................................................. 129 Emergencia y Evolución ....................................................................... 132 La emergencia y la técnica psicoanalítica ............................................. 133

PSICOANÁLISIS Y COMPLEJIDAD. Michael Rustin .......................................... 135 Teoría de la Complejidad ...................................................................... 137 Teoría de la complejidad y psicoanálisis .............................................. 139

LA COMPLEJIDAD EN KLEIN: POSICIONES E IDENTIFICACIÓN PROYECTIVA. Robert Hinshelwood .................................................................................. 145

Jean-Michel Quinodoz .......................................................................... 146 Michel Rustin ........................................................................................ 147 Representación del Self e Identificación proyectiva ............................. 150 Crítica ................................................................................................... 152 Conclusiones ......................................................................................... 153

EMERGENCIA DE LO NUEVO Y AUTOORGANIZACIÓN. Georges Pragier y Silvie Faure-Pragier ..................................................... 154

El concepto de autoorganización .......................................................... 154 El ruido ................................................................................................. 155 Efectos del ruido: papel de la redundancia y de la fiabilidad ............... 156 La crisis autoorganizadora .................................................................... 156 Situación analítica y autoorganización ................................................. 159

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Índice 9

CAPÍTULO 3: CONCEPTOS METAPSICOLÓGICOS QUE ENTRAÑAN COMPLEJIDAD

BOSQUEJAR LO METAPSICOLÓGICO. Rafael Cruz Roche ................................ 163 METAPSICOLOGÍA, MOMENTOS HISTÓRICOS. Luiz Prado ............................... 165

Epistemología del recorrido de la metapsicología ................................ 166 La revolución en psicoanálisis .............................................................. 169 Abandono y regresión; la teoría que de ello resulta ............................. 170 La revolución de Ferenczi .................................................................... 171

APOYO. APOYO MÚLTIPLE. René Kaës ........................................................... 172 El concepto de apoyo en la obra de Freud ............................................ 172 Apoyo y estructuración del psiquismo ................................................. 178 Conclusión ............................................................................................ 181

BI-LÓGICA. Nicolás Caparrós ......................................................................... 181 Las Lógicas y el Psicoanálisis ............................................................. 181 Generalidades lógicas ........................................................................... 184

INCONSCIENTE. DESDE EL CONTINUO A LO DISCRETO. Nicolás Caparrós ...... 191 Los sistemas del Consciente y del Inconsciente ................................... 191 Un primer encuentro entre el Inconsciente y el Tiempo ....................... 196 Matte Blanco y la lógica de lo Inconsciente ......................................... 197 La lógica y lo inconsciente ................................................................... 198 Los cinco estratos de la bi-lógica .......................................................... 208

CAPÍTULO 4: LA CURA, LA ETERNA CURA,

LA INSISTENTE CURA EL PROCESO PSICOANALÍTICO. Thierry Simonelli .......................................... 211

Definiciones, problemas y soluciones .................................................. 211 Un origen o muchos: conceptuando el proceso .................................... 213 Una afluencia escondida: de la definición a la analogía ....................... 214 Las fuentes del proceso: el desafío de los subprocesos ........................ 215

LA CURA COMO FENÓMENO DE LA COMPLEJIDAD. Nicolás Caparrós ............ 216 Presentación del Problema .................................................................... 216 Proceso y cambio .................................................................................. 217 La cura en la primera tópica ................................................................. 219 La cura en la segunda tópica ................................................................. 222 Unas reflexiones extraídas de la clínica ................................................ 227 Consideraciones finales ........................................................................ 229

EL CAMINO HACIA LA CURA. CONSIDERACIONES EPISTEMOLÓGICAS. Rafael Cruz Roche ..................................................................................... 229

FORMACIONES Y PROCESOS INTERMEDIARIOS. René Kaës ............................ 241

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10 Viaje a la Complejidad 3: El psiquismo. Un proceso hipercomplejo

La categoría de lo intermediario en Freud ............................................ 242 Primeros proyectos: la problemática de base ........................................ 242 La categoría de lo intermediario en la segunda tópica .......................... 246 D. W. Winnicott: objeto, área y fenómenos transicionales .................. 247 R. Kaës: transicionalidad y análisis transicional .................................. 248 D. Anzieu, el Yo-piel y los envoltorios psíquicos ................................ 249

CAPÍTULO 5: PULSIÓN/AFECTO/REPRESENTACIÓN

LAS CUALIDADES DE LA EMOCIÓN. Nicolás Caparrós .................................... 251 Excitación prepulsional y pulsión ......................................................... 251

LA TEORIA DE LA PULSIÓN. Antonio García de la Hoz .................................. 254 Primer momento. Primera teoría ........................................................... 254 Segundo momento. Periodo de transición ............................................ 255 Tercer momento. Segunda teoría .......................................................... 256

METAPSICOLOGÍA DE LA PULSIÓN DE VIDA. Rafael Cruz Roche ................... 258 Excitación de vida. Excitación de muerte ............................................. 258

PULSIÓN DE AGRESIÓN. Rafael Cruz Roche .................................................... 268 PULSIÓN DE MUERTE. Rafael Cruz Roche ...................................................... 272

Argumentos clásicos ............................................................................. 276 Dificultades clínicas .............................................................................. 281 Dificultades teóricas ............................................................................. 281 El modelo entrópico .............................................................................. 285

FIGURAS Y MODALIDADES DE LO NEGATIVO. René Kaës ............................... 291 Concepciones de lo negativo ................................................................ 291 Tres modalidades de lo Negativo ......................................................... 292

EL AFECTO. ENTRE EL PSICOANÁLISIS Y LA BIOLOGÍA. Claude Smajda ......... 297 EMOCIÓN, AFECTO: DESDE LAS NEUROCIENCIAS AL PSICOANÁLISIS.

Nicolás Caparrós ........................................................................................ 301 EL ASCO. DE DARWIN A FREUD. Javier Romero ............................................ 307

La evolución ......................................................................................... 307 Asco y Psicopatología ........................................................................... 311 Freud ..................................................................................................... 312

CAPÍTULO 6: HACIA EL SUJETO EL DISCURSO DE LA SUBJETIVIDAD

LA CREATIVIDAD EN WINNICOTT. Carmen Acedo ......................................... 315 Una visión de conjunto ......................................................................... 315 Símbolo y Creatividad .......................................................................... 318

PSICOANÁLISIS INFANTIL Y COMPLEJIDAD. Michael Rustin ........................... 326 INFANCIA, EL NIÑO. Xavier Audouard ............................................................ 331

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Índice 11

El principal desplazamiento epistemológico ........................................ 331 Un nuevo universo que no deja de ser nuevo ....................................... 332 ¿Sobre qué se abre un desplazamiento semejante? ............................... 333 Infans: ¿cómo habla? ............................................................................ 334 El universo como desquiciada alegoría ................................................ 337

SIMBOLIZACIÓN. Carmen Acedo ..................................................................... 339 Origen intrapsíquico del Símbolo ......................................................... 340

CAPÍTULO 7: NARCISISMO⇔OBJETALIDAD POR FIN EL VÍNCULO

EL MITO DE NARCISO. Isabel Sanfeliu ............................................................ 355 La concepción ....................................................................................... 357 La negación ........................................................................................... 358 Cautividad ............................................................................................. 359

INTRODUCCIÓN GENERAL AL NARCISISMO. Nicolás Caparrós ....................... 360 DEL NARCISISMO PRIMARIO A LA COMPLEJIDAD. Nicolás Caparrós ............... 369

Narcisismo y simetría ........................................................................... 372 ESTADIO DEL ESPEJO. FORMADOR DE LA FUNCIÓN DEL «JE» (YO) TAL Y COMO

LA REVELA LA EXPERIENCIA DEL PSICOANÁLISIS. Ignacio Gárate ............ 374 … Y EL OBJETO. Isabel Sanfeliu ..................................................................... 383

El Objeto en filosofía: un breve bosquejo ............................................ 385 El Objeto en psicoanálisis ..................................................................... 385 Apuntes sobre el Objeto en Freud ........................................................ 386 Karl Abraham: origen de la Teoría de las relaciones objetales ............ 393 El objeto en M. Klein ............................................................................ 395 Para terminar ......................................................................................... 397

LA SÍNTESIS QUE REPRESENTA EL VÍNCULO. EL VÍNCULO MADRE-BEBÉ Y SU POSIBLE PATOLOGÍA. Claude Boukobza ............................................... 397

Las alteraciones del vínculo madre-bebé .............................................. 400 Las rupturas del vínculo ........................................................................ 403

CAPÍTULO 8: LA PSICOPATOLOGÍA: FRACASO DEL SISTEMA COMPLEJO ADAPTATIVO

DOS CASOS EJEMPLARES: LA ESQUIZOFRENIA Y LAS PERSONALIDADES BORDERLINE. ESQUIZOFRENIA. (NOTA PARA IRREVERENTES). Antonio Colodrón ...................................................................................... 405

TRASTORNOS LÍMITE (BORDERLINE). Nicolás Caparrós y Jesús Varona ....... 412 Personalidad Límite y Caos .................................................................. 412

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12 Viaje a la Complejidad 3: El psiquismo. Un proceso hipercomplejo

CAPÍTULO 9: EL GRUPO ESPACIOS DE LA REALIDAD PSÍQUICA. René Käes ......................................... 417

El espacio psíquico del grupo: una concepción holística ..................... 417 Los otros dos espacios psíquicos .......................................................... 420 El espacio del vínculo ........................................................................... 421 El espacio del sujeto singular ............................................................... 422 Tópicas de lo inconsciente .................................................................... 423

MIRRORING EN PSICOANÁLISIS Y ANÁLISIS GRUPAL. Victor Schermer ........ 423 El Cerebro como Espejo y Túnel .......................................................... 426

CREATIVIDAD Y GRUPO TERAPÉUTICO. Eduardo Pavlovsky .......................... 429 GRUPO-ANALISIS Y COMPLEJIDAD. María Cañete y Arturo Ezquerro ............ 434

El concepto de emergencia y las Ciencias de la Complejidad .............. 436 ALIANZA INCONSCIENTE. René Käes .............................................................. 441

Las alianzas inconscientes en los grupos .............................................. 442 Otra óptica de lo inconsciente: por una tercera tópica .......................... 443

APARATO PSÍQUICO GRUPAL, UN MODELO COMPLEJO. René Kaës ................ 445 Características del Modelo del aparato psíquico grupal ....................... 446 La complejidad en el Modelo del aparato psíquico grupal ................... 451

SUPUESTO BÁSICO. Claudio Neri .................................................................... 453 GRUPO INTERNO Y GRUPALIDAD PSÍQUICA. René Kaës .................................. 459

La idea de un grupo interno .................................................................. 459 BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................. 465

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Índice 13

COLABORAN EN ESTE VOLUMEN

CARMEN ACEDO. Física, Informática, Psicoanalista. XAVIER AUDOUARD. Psicoanalista miembro de Espace Analytique. Analista de

la Escuela freudiana de Paris, fundada por Jaques Lacan. († 2004) CLAUDE BOUKOBZA. Psicoanalista. Presidente de la asociación Espace Analy-

tique. Cofundadora de la unidad de acogida de madres-hijos del Hospital Saint Denis. Encargada de curso en la Universidad de París 7. († 2012).

MARÍA CAÑETE. Psiquiatra y Grupo-analista. Directora del programa de Psico-terapia de grupo para psicóticos, en el distrito de Tower Hamlets, Londres.

NICOLÁS CAPARRÓS. M.D. Ph. D. Psiquiatra, Psicoanalista, Grupoanalista. Miembro de Espace Analityque (París). Presidente de Honor de SEGPA. Ex jefe de Serv. del H. Psiquiátrico de Leganés. Funda el Grupo Quipú de Psic.

ANTONIO COLODRÓN. M.D. Ph. D. Psiquiatra. Reconocido clínico e investiga-dor de la esquizofrenia. Expresidente de la Sociedad Española de medicina psicosomática y psicoterapia. Madrid.

RAFAEL CRUZ ROCHE. M.D. Psiquiatra, Psicoanalista. Didacta de la Asocia-ción Psicoanalítica Madrileña, de la que fue presidente. Fue Jefe de Servicio del Hospital Psiquiátrico de Leganés, Madrid. Ex vicepresidente de la IPA.

ARTURO EZQUERRO. M.D. Psiquiatra y Grupo-Analista. Director de los servi-cios médicos de psicoterapia en el distrito de Brent, Londres.

SYLVIE FAURE-PRAGIER. Psicoanalista de la Sociedad psicoanalítica de París. Exdirectora del Instituto Psicoanalítico de París.

ROBERT GALATZER-LEVY. Psiquiatra, Psicoanalista supervisor del Ito. Psicoa-nalítico de Chicago. Member, Ad Hoc Com. on Int. Psychoanalytical Asso-ciation 1997. Member Cons. Panel 2003 Washington Psychoanalytic Found.

IGNACIO GÁRATE. Ph. D. Escritor y Psicoanalista, Miembro de Espace Analy-tique (París), Catedrático asociado de la Universidad de Burdeos.

ANTONIO GARCÍA DE LA HOZ. Ph. D. Psicólogo. Psicoanalista. Prof. Titular de Psicología Univ. Salamanca. Miembro del Ito. Quipú de Psicoterapia.

ANDRÉ GREEN. Psiquiatra, Psicoanalista, Expresidente de la Sociedad psi-coanalítica de París. Vicepresidente de la Asociación Psicoanalítica Interna-cional. Profesor del Colegio de la Universidad de Londres. († 2012).

ROBERT HINSHELWOOD. Psiquiatra, Psicoanalista. Profesor de estudios Psicoa-nalíticos en la Universidad de Essex, Inglaterra. Miembro de la Sociedad psicoanalítica británica.

RENÉ KAËS. PH.D. Psicoanalista. Ex Profesor de Psicología en la Universidad Lumiére- Lyon 2 y de la Univ. De Aix-en-Provence. Tesis doctoral dirigida por D. Anzieu y S. Moscovici.

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14 Viaje a la Complejidad 3: El psiquismo. Un proceso hipercomplejo

CÉSAR ELISARDO MEREA. M.D. Ph.D. Psiquiatra, Psicoanalista. B. Aires Fue Secretario General del Ateneo Psiquiátrico de Buenos Aires. Profesor del Ito. de psicoanálisis de B.A. Expresidente de la ADEP.

CLAUDIO NERI. Psiquiatra, Grupoanalista. Profesor de Psicología en la Univer-sidad La Sapienza (Roma). Profesor visit. de la Univ. Lumière Lyon 2 y de la Descartes París 5. Miembro del Instituto de Grupoanálisis Londres.

EDUARDO PAVLOVSKY. M.D. Psiquiatra, Psicoanalista. Autor y actor teatral. Buenos Aires. Iniciador del Psicodrama en Argentina.

LUIZ EDUARDO PRADO DE OLIVEIRA. M.D. Ph. D. París. Brasil. Prof. de la Univ. européenne de Bretagne-Brest; École doctorale «Recherches en psychanalyse et psychopathologie», Université de Paris 7.

GEORGES PRAGIER. Psicoanalista de la Sociedad Psicoanalítica de París. Secre-tario científico del Congreso de Psicoanalistas de lengua francesa.

JEAN-MICHEL QUINODOZ. Psiquiatra, Psicoanalista. Ginebra. Miembro didacta de la Sociedad Suiza de Psicoanálisis.

JAVIER ROMERO. M.D. Psiquiatra de Tesela, Antequera (Málaga). Psicoanalista en práctica privada. Didacta de SEGPA.

MICHAEL RUSTIN. Psicoanalista. Miembro de la Ac. of Learned Societies in the Social Sciences, Miembro de British Psychoanalytical Society. Premio Gra-diva (2002) del Nat. As. for Advancement of Psychoanalysis (New York).

ISABEL SANFELIU. Ph D. Psicóloga. Psicoanalista. Miembro titular de Espace Analytique (París). Expresidenta de SEGPA. Redactora de Clínica y Análi-sis Grupal (1984-2011). Miembro de la Soc. española de neuropsiquiatría.

VICTOR SCHERMER. Miembro titular de la Asociación Americana de Psicotera-pia de Grupo. Director del Psychoanalitic Study Group. USA.

THIERRY SIMONELLI. Ph. D. en psicología (Univ. européenne de Bretagne) y filosofía (Univ. París 4; Sorbonne). Psicoanalista. Profesor en universidades de París, Reims, Metz y Luxemburgo.

CLAUDE SMAJDA. Psicoanalista, Médico jefe del Instituto de Medicina psico-somática de Paris. Presidente de la Asociación Internacional de Psicosomá-tica Pierre Marty. Miembro fundador de la Asociación Psicoanalítica París.

JESÚS VARONA. Psiquiatra, Psicoanalista. Práctica privada junto con desempe-ño clínico en el Ayuntamiento de Zaragoza.

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INTRODUCCIÓN

LAS MIL CARAS DE LA COMPLEJIDAD

Rafael Cruz Roche Para muchos, entre los que me encuentro, ha sido el problema de la inabar-

cabilidad del psiquismo -objeto de estudio desde nuestro propio psiquismo en cuanto es también instrumento de conocimiento- lo que nos ha acercado a la teoría de la complejidad, la cual si bien no nos ha ofrecido soluciones inmedia-tas y definitivas, sí permite una metodología de acercamiento a los problemas que se nos plantean. Desde la inabarcabilidad del acercamiento clínico, teórico y/o personal al aparato psíquico del prójimo o al nuestro propio -ambos inevi-tablemente entrelazados-, nos hemos visto siempre fascinados y limitados por lo imposible de nuestra tarea.

Determinados problemas en la aprehensión de la realidad, tales que discon-tinuidades, irregularidades, la inestabilidad, el cambio continuo, la no lineali-dad, pluricausalidad, etc., que hasta aquí parecían imperfecciones o limitacio-nes que dejaban fuera del alcance de las ciencias duras a disciplinas para noso-tros tan importantes como la biología o la psicología comprensiva, vienen a ser recogidos desde el nuevo paradigma de la complejidad, dándoles toda legitimi-dad científica e incluso un tratamiento matemático. Ello no solamente ofrece una eficaz herramienta de comprensión de nuevos campos como la teoría de los sistemas dinámicos e hipercomplejos, la teoría de las catástrofes, del caos de-terminista, redes, fractales, etc., sino que además ofrece una visión de la reali-dad como un todo intrínsecamente continuo, y por tanto a un monismo ontoló-gico totalmente justificado y pertinente, no en tanto como una opción filosófica sino desde una consideración empírica.

El estudio del ser humano como ente biológico en el que emerge el sentido y la intencionalidad, desde una actitud libre de prejuicios, inevitablemente se muestra incompatible con el dualismo ontológico separador radical de mente y

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16 Viaje a la Complejidad 3: El Psiquismo: un proceso hipercomplejo

materia. Ya había sido señalado antes como irrazonable, habida cuenta el he-cho de que no hay propiedades mentales independientes de los organismos materiales. Es pues en esta articulación, o momento de emergencia donde las aportaciones de la teoría de la complejidad se despliegan con una posibilidad, si no de intelección evidente, al menos de una cierta intuición del misterio filo-sófico de la capacidad de lo psíquico (la representación y la motivación) de actuar sobre lo físico material, y viceversa.

El descubrimiento por parte de los teóricos de la complejidad de la ubicua tendencia de los sistemas complejos -desde el ámbito cosmológico hasta el social (sobre los que versan los cuatro tomos de esta obra)- a seguir organizán-dose en sistemas de complejidad creciente, es toda una fuente de inspiración a la hora de abordar la comprensión del funcionamiento mental.

El segundo principio de la termodinámica, hoy considerado válido en cual-quier parcela de la realidad, postula la ineludible tendencia a la desorganización y pérdida de gradientes energéticos, que al final conduce a un universo absolu-tamente frío y desorganizado. Pero a su lado se ha podido establecer desde la observación cosmológica, biológica y social, la existencia de una tendencia general de toda la realidad a establecerse en niveles de organización y estructu-ras de complejidad creciente, cuya establecida formulación matemática parece de importancia trascendental en cuanto formalización de dicha tendencia. Or-ganizaciones de complejidad creciente establecidas a partir de determinados accidentes congelados que, utilizando las diferencias de gradientes energéticos que la realidad posee, se establecen como islotes neguentrópicos sobre los que se han ido creando sistemas cada vez más complejos que tienden a seguir dicha dirección de complejización de un modo que se ha definido como autoorgani-zado, que explora y actualiza lo adyacente posible. Ya Lamarck en el siglo XIX con su profunda capacidad de observación empírica se refería a «la tendencia de la naturaleza a complicar cada vez más la organización».

Pensamos que el psiquismo humano, como expresión del sistema de mayor complejidad conocido hasta el momento, mantiene esa tendencia de autoorga-nización hacia funcionamientos cada vez más complicados a lo largo de toda su vida, apuntalándose y recibiendo energía representativa de su entorno interper-sonal. Ya el correlato físico del aparato psíquico, el encéfalo, es en el homo sapiens de una complejidad difícilmente aprehensible: neuronas, sinapsis, con una posibilidad casi inimaginable de circuitos posibles alternativos y cofuncio-nales (léase redundantes). Desde la ingenua comparación con los sistemas computacionales artificiales, esta riqueza de la circuitería cerebral es ya de una complejidad extraordinaria, pero a ello hemos de añadir que dicha circuitería neurológica está matizada y regida por un sistema biológico, inmunohormonal donde las conexiones sinápticas son estructuras vivas capaces de modificarse, enriquecerse y desaparecer en función de los estímulos externos y la propia definición estructural genética. La hipercomplejidad es evidente.

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Introducción 17

Pero aún hay algo más, a efectos expresivos y normativos hemos de tener en cuenta la emergencia que en este sistema de tan intensa complejidad permite y causa; emergencia de posibilidades de sentido, de intencionalidad y finalmente de autoconocimiento y autoconciencia, todo en el ámbito interrelacional vs. social, en el que como sabemos surge individualmente la emergencia de lo mental, a través de la fundamental internalización en el psiquismo individual de lo interrelacional. La inabarcabilidad de nuestro objeto de estudio está servida, y la teoría de la complejidad aporta una serie de instrumentos teóricos para orientarnos y esbozar una forma de acercamiento a este tal vez inalcanzable reto de aprehender el psiquismo, en tanto que organismo estructural natural.

Los dos principios rectores de toda la realidad: la tendencia a la desorgani-zación energética postulado por el segundo principio de la termodinámica, y la tendencia de la realidad a complejizar las estructuras, fueron establecidos en el psiquismo por la genial intuición freudiana en su última teoría pulsional. En ella postula la pulsión de muerte como tendencia a desunir y, a la vez, aunque más olvidada por las teorizaciones posteriores, una tendencia de la libido a formar «unidades cada vez mayores». Una mezcla pulsional, una colaboración entre Eros y Thanatos, entre una tendencia a la formación de unidades cada vez mayores (más complejas) que promueven el desarrollo vital y la desorganiza-ción entrópica que, si en principio tiende a la desorganización y con ella a la muerte, en el seno de la tendencia de Eros a la unión le pone límites y separa-ciones que son las que diferencian un magma confusional nada eficaz, respecto a una estructura con sus límites y soluciones de continuidad.

Principios organizadores de la realidad ubicuos, continuos y que jamás ac-túan solos desmezclados, diría Freud. Una pulsión de vida, una tendencia auto-organizadora que puede tender a absorber indiscriminadamente cualquier forma o energía en su proximidad, que sin la presencia de la tendencia separadora entrópica daría lugar a un magma desorganizado, una formación cancerosa incompatible con un desarrollo vital.

Esta importantísima tendencia de la realidad al aumento de la complejidad, cualidad que poseen los sistemas hipercomplejos de autoorganización mediante la exploración y apropiación de lo adyacente posible, la consideración de inter-relación íntima y recursiva (concordante, complementaria y contradictoria) de los diversos estratos de complejidad de un organismo, la interrelación de la totalidad con los componentes estructurales (principio hologramático), por no citar más que los aspectos más fundamentales y definitorios de ese movimiento intelectual de acercamiento a la realidad que se ha dado en llamar teoría de la complejidad, nos están advirtiendo de cuán rico y sugerente es este movimien-to, y cuánto nos puede aportar al acercamiento a la realidad en general y, muy especialmente, al psiquismo al que dedicamos este tercer volumen de este Viaje a la Complejidad.

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18 Viaje a la Complejidad 3: El Psiquismo: un proceso hipercomplejo

LOS ALBORES DEL PSIQUISMO DESDE LA PERSPECTIVA DEL PSICOANÁLISIS

Nicolás Caparrós Conciencia, Inconsciente, Conducta. Todo tan próximo y a la vez tan miste-

rioso. En los orígenes, Freud concibió el Psicoanálisis como una forma de psi-cología que estudia cierto tipo de procesos psíquicos: lo inconsciente, la teoría general de las neurosis, la sexualidad infantil… Hizo falta un cierto tiempo para que todo ello se articulase en un corpus coherente.

Se alinea así con la noción de psicología científica, en auge en el siglo XIX como ciencia de la naturaleza. Pero el Psicoanálisis, además, introduce una indispensable referencia al sujeto alejado del cientificismo imperante de la psicología experimental que pretendía excluirlo como objeto de estudio.

El estatuto de la ciencia al uso reposa ante todo en el experimento y el Psi-coanálisis debe, por consecuencia, ser despojado de su pretendida naturaleza científica al no cumplir el requisito requerido por lo experimental. Un objeto harto complicado. Esta disciplina queda entonces reducida a la observación (Beobadtung) y se convierte, todo lo más, en una ciencia fenoménica cuyo material es clínico y como tal singular.

El Psicoanálisis se ocupa en primer lugar de un tipo especial de procesos psíquicos llamados inconscientes. Por su parte, en un desarrollo paralelo, el conductismo imprime una profunda transformación a la psicología. A este res-pecto Freud se expresa así en Compendio del psicoanálisis: «Se sabe por propia experiencia lo que se entiende por esta versión extrema llamada Conductismo, nacida en América, que cree poder construir una psicología que hace abstrac-ción de este hecho fundamental, lo psíquico.»

El conductismo es rechazado más que como teoría psicológica, por lo que representa de despsicologización, en lo que significa de negación de los dere-chos de lo psíquico en cuanto a tal. El conductismo aparece como negación de la conciencia reducida a una secuencia comportamental observable desde el exte-rior. (P. L. Assoun 1997, p. 51).

El término psicología profunda, que nace en 1913, permitirá a Freud separar al psicoanálisis de la psicología clásica y conservar a la vez la filiación con respecto a ésta. Los procesos inconscientes serán su espacio privilegiado. Al tiempo, alberga la ambición de ser de algún modo una psicología científica. Una ciencia con un método distinto al que hasta ahora define a las ciencias.

Estas características peculiares permiten integrarla en el ámbito de la com-plejidad cuyos métodos y perspectivas difieren sensiblemente de los que aporta el neopositivismo.

La ambición científica de Freud le lleva a considerar al Psicoanálisis desde una doble vertiente: como Episteme –es decir, en lo que representa como saber-

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y como Techné –praxis–; ante todo ciencia de lo inconsciente que rebasa los límites iniciales que la anunciaban como una terapéutica. Esa ciencia de los procesos inconscientes creará una Metapsicología.

El Psicoanálisis se inscribe, por las circunstancias históricas de su origen, dentro de las Ciencias de la Naturaleza (Naturwissenschaften), ciencias que comprenden desde la física a la biología. Este propósito ha sido fuente de mu-chos mal entendidos. Incluir al Psicoanálisis entre las Ciencias de la Naturaleza parece implicar la adopción de los métodos reduccionistas que han caracteriza-do y aún caracterizan a buena parte de los procedimientos científicos al uso. Explicar el psiquismo reduciéndolo a lo biológico y pretender más tarde some-terlo a lo físico: esa vieja ambición laplaciana se ha convertido de manera más o menos encubierta en el desiderátum positivista.

Empleando una terminología más coloquial, las ciencias duras lo son en la medida que respetan estas restricciones. Explicar (erklären) es lo que sigue a comprender (verstehen). Es un proceso cognoscitivo en el que se analizan y revelan sentidos; un proceso de génesis, causas y leyes que subyacen a la mera descripción. El psicoanálisis pretende tratar el psiquismo mediante el concurso de una explicación genética no causal, una explicación que incluye al proceso y que no persigue la identificación de los elementos simples que, mediante combinaciones adecuadas, vayan a constituir la estructura del psiquismo.

La explicación psicoanalítica incluye desde siempre la noción de emergente, ajena por entero a la clásica causalidad. Lo emergente no se reduce a sus fun-damentos y, tanto en el terreno de lo biológico como de lo psicosocial, el curso que conduce al emergente no es reversible. La emergencia en biología y en psicoanálisis incluye la flecha del tiempo.

El Psicoanálisis alberga en su base conceptos fundamentales sui generis. En primer lugar, la Pulsión (Trieb), un proceso que surge en la transición de fase entre lo biológico y lo psíquico. Otros como Narcisismo, Objeto y Representa-ción, van apareciendo a lo largo de su desarrollo como exigencias de éste.

El Psicoanálisis rechaza las «visiones del mundo» (Weltanschauung), esa construcción intelectual que resuelve de manera homogénea todos los proble-mas de nuestra existencia, que clausura y que no deja grietas, ni ofrece perspec-tivas asestadas a otra cosa. Algo determinista apunta en toda cosmovisión.

Como señala P. L. Assoun, «La ciencia es la institución racional del duelo por la totalidad». La ciencia psicoanalítica huye de la totalidad apriorística encuentra su sentido y significado a posteriori. Proceder insólito para un posi-tivista, donde la hipótesis deviene en tesis y el sentido precede a la indagación.

En los comienzos de la práctica psicoanalítica, la problemática que enfrenta se antoja un magma casi indiferenciado: conflictos, déficits, bucles comporta-mentales, etc. Todo ello pleno de polisemia y de significaciones metafóricas donde diversos signos diferentes equivalen, donde existen significaciones com-partidas que se definen de manera vaga. Ello supone que su interdependencia

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es grande y su operatividad aislada escasa. Cuando el proceso evoluciona, la ambigüedad y la indefinición disminuyen, la formalización aumenta y lo sim-bólico adquiere una mayor precisión. A cada símbolo le corresponde un signi-ficado concreto. Las borrosas significaciones iniciales adoptan aspectos meta-fóricos en tanto en cuanto la experiencia de las metáforas que construimos co-mo adultos, dependen de nuestra capacidad de efectuar la distinción entre estas y lo original de donde proceden.

El empleo de la negación, que anuncia la posibilidad de designar cosas que no existen pero que son posibles, es indisociable de la percepción de lo simple y de lo complejo. Percibir lo complejo, dirá Wittgenstein en el Tractatus, signi-fica captar que sus partes constituyentes se vinculen entre sí.

Atlan mantuvo a este respecto en el coloquio de Cerisy (1984) que una de las formas posibles de distinguir entre sentido y significado es considerar que los objetos simples son portadores de significado, mientras que los complejos entrañan sentido. El aparato psíquico, tal y como es concebido por Freud, es portador de sentido, le cumple ser un sistema complejo. «Solo los hechos pue-den expresar un sentido».

Las teorías de la complejidad consiguen articular los distintos niveles de in-tegración; es más, esta posibilidad constituye algo esencial en ellas. Desde ese punto de vista, los diferentes conceptos límite, que aparecen muy a menudo en Psicoanálisis, reciben una atención más cabal con el paradigma de la compleji-dad que desde el modelo científico-positivo.

Contrariamente a la opinión positivista de que los hechos se ofrecen sin me-diación a la aprehensión sensorial, estos aparecen desde sus orígenes impreg-nados de teoría. Así como en los conceptos límite intervienen dos niveles de integración contiguos, físico-biológico, bio-psíquico, psico-social, existen otros, a los que llamaremos compuestos, integrados por series con genética diferente y que en la práctica confluyen dando por resultado el citado compues-to. En el espacio psicoanalítico su presencia es muy frecuente. Es el caso del pensamiento y el afecto, que se entremezclan aunque un hábito muy extendido los pretende separados; puede existir un afecto puro, como es el caso de la an-gustia, pero no existe un pensamiento sin un afecto acompañante o, si se quiere, sin investimiento afectivo. La composición es un resultado de la complejidad. La psicología tradicional se encontró siempre incómoda en este terreno, prefi-rió aislar con definiciones abstractas los conceptos objeto de estudio, creando así un orden y un estatismo artificiales.

Por ejemplo, la asociación libre es un método que apela radicalmente a esta noción de compósitum a la que venimos aludiendo.

La asociación libre tiende a suprimir la selección voluntaria, que se rige por unas reglas lógicas determinadas. En ella, un ruido interfiere el curso aseado y seguro del pensamiento, falla entonces la deducción -de lo general a lo particu-lar- y la inducción -de lo concreto a lo general-, ambas se sustituyen por «un

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proceso saltígrado» que aparece como cuerpo extraño en el campo de la con-ciencia. Ese ruido perturbador es el afecto, que recubre con su propia peculiari-dad el discurso de lo que canónicamente consideramos pensar.

La asociación libre se distingue de las experiencias de la escuela de Zurich, popularizadas por Jung, en que se nutre del mismo proceso analítico, sin refe-rentes externos, como pueden ser las palabras estímulo.

En la asociación libre el hilo conductor resulta ser la cadena de experiencias emocionales que la censura -entre preconsciente e inconsciente- había velado bajo el fantasma del pensamiento puro. La cuestión que plantea la noción de complejidad en el nivel psíquico consiste, de un lado, en articular las estructu-ras-proceso del psiquismo y de otro en hacerlo con los actos del protosujeto.

El sujeto adquiere la propiedad de la reflexividad que recibe un abordaje distinto en la psicología cognitiva y en el psicoanálisis: en la primera, la cues-tión de las estructuras mentales y de la intencionalidad ha sido detenidamente analizada por la fenomenología transcendental de Husserl.

Más recientemente Benny Shanon ha puesto en duda la tesis cognitivista dominante según la cual el pensamiento consiste en un cálculo de las represen-taciones mentales dotadas de contenido semántico. Apoyándose en una serie de conceptos provenientes de la psicología genética, del psicoanálisis y de la fe-nomenología existencial ha mostrado, siguiendo a S. Langer, que junto a las representaciones simbólicas conviene añadir las presentaciones icónicas, de naturaleza más arcaica, que se distinguen por la ausencia de significado y su indiferenciación. La complejidad incluye entonces un vaivén dialéctico entre estos dos modos simbólico e icónico. En lo que respecta al Psicoanálisis, la elaboración del narcisismo y el paso de la primera a la segunda tópica se cons-tituyen en el espacio de esta problemática.

Podemos señalar a un tiempo la afinidad entre icónico y orden de lo imagi-nario. El cognitivismo precisa, sin duda, de la reintroducción de este último.

La articulación entre las complejidades biológica y psíquica produce un in-teresante resultado: afectividad, intencionalidad y conciencia de sí hacen de la unidad dual cerebro-psique una estructura peculiar que, en lugar de experimen-tar de manera pasiva las perturbaciones aleatorias del exterior, deparan noveda-des al actuar sobre el mundo. Esta característica se acentúa en la epigénesis socio-cultural que inscribe en su interior un conflicto inherente a su naturaleza.

La aprehensión del psiquismo como subjetividad acontece para A. Bour-guignon en los escritos metapsicológicos de 1915, a través del hallazgo concep-tual que representa el narcisismo. Pero será el carácter esencialmente repetitivo del inconsciente, tal y como aparece en la primera tópica, lo que revela su natu-raleza destructora y creadora a un tiempo como será puesto de manifiesto a través de la pulsión de muerte. La Escuela de París, por medio de los conceptos organización, desorganización y reorganización funcional, A. Green con sus nociones función objetalizante y desobjetalizante, Bion y yo mismo con las

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términos vínculo y antivínculo, abordan desde lugares diversos la complejidad que consiste en el establecimiento de vínculos -y las consiguientes redes- den-tro de un mismo nivel de organización.

Lo negativo y la complejidad es otra de las cuestiones de gran importancia que será analizada en diversas partes de este texto. Atlan se refiere al carácter contradictorio de la pulsión de muerte, siendo así que una pulsión ha de estar al servicio de la vida. El principio de la complejidad inducido por el ruido permite ver que la pulsión de muerte es a un tiempo de vida y de muerte, a condición de postular la presencia de una redundancia inicial, que ya fue señalada por los Pragier en 1991. La noción de tensión cede su lugar a la de señal.

El trabajo de Bela Konh –Atlan (1987) «Le négatif de la complexité»–, dis-tingue tres tipos de ruido que se corresponden, respectivamente, con la consti-tución del inconsciente arcaico, con las fases pre-edípica y edípica y, final-mente, con la actividad de un aparato constituido.

COMPLEJIDAD Y PSIQUISMO Elisardo César Merea

La presencia del Big Bang en el psiquismo humano, en términos evolutivos,

determina (y permite entender) el carácter y la definición de la complejidad, así como su origen. A pesar de la magnitud aparente del salto conceptual que ha-bría entre esas expresiones, Big Bang y Psiquismo, resulta natural -y hasta fá-cil- unirlas en una serie de acontecimientos, lo que implica teorizar sobre cómo se desarrollaron los hechos. La teoría del Big Bang es actualmente aceptada para explicar el origen del universo conocido y no carece de argumentos en el plano de las evidencias empíricas. Según ella, hace aproximadamente 14.000 millones de años, se habría producido una explosión de energía cuyo estado anterior podría conjeturarse que era exclusivamente tiempo, como afirma, por ejemplo, Ilya Prigogine1, pero cuya expansión produjo materia, es decir espa-cio, que pasó a constituir los cuerpos (galaxias, estrellas, planetas, etc.) que conforman el universo conocido. Hasta donde se sabe, todo este avatar está detalladamente expuesto por las personas versadas en dicha teoría2.

Ya forma parte de nuestros conocimientos más corrientes que una de las de-rivas de esa expansión produjo un sistema que llamamos Solar, una de cuyas partes, la Tierra, pertenece a él. Por razones de la gravedad y distancia entre el Sol y la Tierra, que se tradujeron en determinadas temperaturas (dialéctica en-tre la gravitación y la termodinámica, al decir de Prigogine), los componentes de esta, primeramente aparecidos como inorgánicos, fueron dando lugar a la

1 Prigogine, I. El nacimiento del tiempo. Buenos Aires. Tusquets. 1991.

2 Véase el volumen 1 de esta obra.

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aparición de compuestos orgánicos, mediante lentos, repetidos y sostenidos movimientos que implicaron una creciente complejidad y especificación de la materia. Y con esos nuevos elementos aparecieron los seres que denominamos vivos, entre ellos la especie humana que sobrevive hasta la actualidad y posee posibilidades cognoscitivas de entender, en principio, su propia evolución y las características de su naturaleza.

Dichas formas vivas, de progresiva complejidad, han debido producir ajus-tes permanentes para sobrevivir. Esos ajustes han sido a la vez acciones de esas formas vivientes para adaptarse al medio y acciones para adaptar el medio a sí mismas, es el sistema complejo adaptativo. Los seres vivos cuentan para ello con un «sistema nervioso» y un «aparato muscular» que, por más rudimentario que sea en los individuos más primitivos, permite recibir y producir estímulos y reacciones a los mismos, entre el individuo, su «medio», y viceversa.

La complejidad y especialización cada vez mayor de esos sistemas se debió, en parte, a cambios y desarrollos internos de sus órganos; es decir, a mutacio-nes de esa materia, lo que llamamos genética, y en parte a la obra de una selec-ción entre los individuos y su medio, que dio lugar a grupos o especies de seres vivos de características «superiores», cada vez más autónomos en su cometido. El dominio de todas esas reacciones, que vinculan al sujeto con el medio desde su sistema nervioso, constituye su «mente».

También es lugar común decir que en el conjunto de las formas vivas que surgen por la evolución de la materia destaca el hombre, pero no por una pre-sunta (y siempre auto-atribuida) cualidad superior (que, en general, se hace depender de una especial creación), sino por tres características que lo trans-forman en sujeto cognoscente de la propia historia de la que forma parte y de la que es actor: sus inicios en la vida en un estado de inmadurez, su psiquismo, que es psicosexual, (que quiere decir producto de vínculos; que quiere decir auto-organizado), y su lenguaje. En el orden que estamos describiendo, el ser humano forma parte del grupo de especies que se originan por reproducción sexual; es decir, con el concurso de dos sexos -dos cuerpos- en los que se ha-llan distribuidas las células sexuales, imprescindibles para su concepción.

Si bien este es un rasgo común que comparte con muchas especies, debido a la especificidad de sus órganos componentes, sobre todo del enorme crecimien-to de su sistema nervioso, su nacimiento se lleva a cabo antes de su total madu-ración, lo que hace que para sobrevivir requiera el auxilio (la crianza) de los sujetos que le dieron origen, o de sus sustitutos. No es tan generalizado decir, en cambio, que en este hecho, que representa una enorme vulnerabilidad de la especie, ha sido visto el motivo por el cual, en esa crianza, debe aparecer un psiquismo, que constituye también el punto más fuerte de su naturaleza.

El psiquismo es fundamentalmente un conjunto de identificaciones y repre-sentaciones, producto de su crecimiento en un medio inter-humano, intersubje-tivo, en tanto producto de las subjetividades de todos los individuos en juego.

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En su conformación figura la aparición en el origen de la especie y, luego, la trasmisión a cada nuevo sujeto, de un lenguaje -tercer elemento característico- que le posibilita una comunicación simbólica con sus semejantes, hecho único en la evolución conocida, aunque existan otras formas más primarias entre seres vivos, que no parecen alcanzar la entidad de esa adquisición.

Hasta aquí he descrito al sujeto como compuesto, en orden a su funciona-miento más característico, mediante tres elementos, diferentes entre sí, pero inseparables: cerebro, mente y psiquismo. Aparte, desde luego, de sus caracte-rísticas viscerales de incorporación y excreción de sustancias para el manteni-miento físico. El cerebro, sistema nervioso, es un órgano producto de la evolu-ción de la materia. Lo mental, en cambio, es el conjunto de las reacciones de ese órgano en la relación con su medio, ya sea físico, biológico o social. Y lo psíquico como el modo de funcionamiento resultado de su constitución en el medio intersubjetivo, interhumano. Es decir, un producto cultural.

Mencionaré la energía que circula en todos esos procesos, siempre teniendo en cuenta que los mismos suceden en la simultaneidad, pero su descripción nos obliga a la sucesividad. La energía es el elemento central de esa expansión desde el inicio del Big Bang. Presentada por Einstein, su fórmula, E=mv2, con-tiene los dos elementos constitutivos de la misma: energía, igual a masa (mate-ria, espacio), por el cuadrado de la velocidad de la luz (tiempo)3. Y no puede concebirse que no esté presente en todos y cada uno de los desencadenamientos que desde el Big Bang se suceden, aun los más alejados y aparentemente pe-queños. En los seres vivos de nuestro sistema, esa energía adopta la forma de una fuerza instintiva que en sus manifestaciones sostiene la vida hasta su ago-tamiento en tiempos variables para cada especie, que es la muerte.

En el hombre, ese instinto es alterado por la intervención de los padres, en un movimiento que traslada las pautas culturales a las que cada nuevo sujeto debe adecuarse y pasamos a denominarlo pulsión. Este término es conveniente, pues muestra la pérdida del carácter prácticamente fijo del instinto y su cambio hacia un movimiento que ya refleja los deseos e inhibiciones obtenidos a través de esa intervención parental, y por ende cultural, sobre el sujeto.

He trasmitido hasta aquí una mirada a vuelo de pájaro sobre vicisitudes que, a pesar de la linealidad de la exposición, dan cuenta de la descomunal comple-jidad de todas estas transformaciones desde los inicios. Lo he hecho con el objetivo de desplegar luego los problemas de la complejidad en el ámbito del sujeto y en la producción de sus conocimientos, lo que implica tomar en cuenta la naturaleza de su psiquismo. Corresponde decir que la complejidad del psi-quismo es la complejidad del Big Bang y que esa es su esencia.

Seguimos inmersos en esa complejidad, lo que es la causa de nuestras carac-terísticas en el procesamiento del tiempo/espacio.

3 Véase en el Volumen 1 de esta obra lo concerniente a la energía.

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Pero, por otra parte, esa complejidad tiende a ser reducida, rehuida, por cada sujeto. No solo por la entropía, que la acompaña como su sombra, sino porque de lo contrario sería imposible sostenerse en la vida, dada la condición traumá-tica que, aunque ya lo sea en una medida infinitesimalmente pequeña -un leja-nísimo eco-, esa inmensidad, al mismo tiempo, todavía le acarrea como fondo.

Tenemos entonces al tiempo como actor protagónico de todos los sucesos que le subsiguen mediante un despliegue energético. Por tanto, el psiquismo es la complejidad del tiempo, o la contiene de un modo sustancial («El tiempo es la sustancia de que estoy hecho»4). El despliegue energético (en el espacio) representa al tiempo, que prosigue bajo forma de pulsión. La pulsión investiga su medio, interno y externo; pensamos que lo hace por esa tenacidad de super-vivencia que calificaremos simbólicamente de narcisista y que no es manifesta-ción de ninguna voluntad, sino condición ínsita en la continuidad del Big Bang.

Desde esa complejidad, el psiquismo pasa a observar el universo y a expe-rimentar con él, tanto hacia el exterior, como hacia el interior de sí mismo. Se puede admitir entonces que la complejidad procede ordenando un caos (cada caos, pequeño o grande) produciendo en su lugar un cosmos (cada cosmos, equivocado o cierto). Eso supone detener, en cierto modo, el tiempo. Obsérvese que, después de todo, la idea, pensada desde un camino natural, está también presente en el inicio mismo del mito fundante bíblico, como si sus autores hu-bieran tenido esa intuición.

En esa operación el psiquismo gana comprensión y supervivencia, pero pa-rece perder complejidad. Sin embargo, la complejidad no se pierde. Subsiste en cada cosmos ordenado, por pequeño que sea, en cada nueva complejidad logra-da. Pero en cierto momento-modo, se ha perdido una relación de continuidad entre el tiempo explosivo del Big Bang y un tiempo discreto de la consciencia, quedando la diferencia albergada en una cápsula, encerrada en lo inconsciente.

Algo del Big Bang original resta en lo inconsciente. De ahí que la atribución que le hacemos de intemporalidad deba ser corregida o por lo menos entendida en términos de que no atiende a la temporalidad de la conciencia y desea (aun-que tengamos que expresarlo mediante una atribución antropomórfica) seguir el curso del Big Bang. Y por supuesto, no atemporalidad, palabra que no existe en el diccionario, pues nada puede existir fuera del tiempo -salvo como metáfo-ra o neologismo. La crítica de los nuevos paradigmas señala que, con el tiempo y a fuerza de fragmentación, se pierde la noción global de los conocimientos. Por mi parte agregaré que no solo de los conocimientos, sino también del modo de entenderlos.

Pero, tal como estoy tratando de trasmitir, algo reduce la complejidad origi-nal y originaria del psiquismo. Puedo pensar, para explicármelo, en dos ele-mentos: en primer lugar, en la disipación de esa energía (segundo principio de

4 Borges. Nueva refutación del tiempo. Esta expresión borgeana no es la única al respecto.

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la termodinámica). Pero particularmente, en la necesidad, para sobrevivir, (ne-cesidad-deseo impuesta por el narcisismo, que antes llamé tenacidad de lo vivo, del instinto-tiempo-espacio para perpetuarse) de atemperar la fuerza traumática del universo operando en nosotros, aunque lo esté -como también dije ya- en dosis infinitamente pequeñas. Esto depende en mucho de las condiciones de crianza del psiquismo. Sería entonces una forma de lo que llamamos narcisis-mo (tenacidad de vida de la estructura surgida, frente a lo irreversible de su destrucción) lo que lleva al enlentecimiento del tiempo -la repetición- como modo de detener su irreversibilidad.

En los términos que vengo desarrollando, si se desconoce al inconsciente, y a su papel conflictivo frente a la consciencia y si solo se toman en cuenta los datos de ésta última, surge necesariamente la polaridad entre complejidad y reduccionismo. Se puede entender que el paradigma de la complejidad siempre nos esté presentando sus reclamos, pero no se entenderá porque la complejidad se nos escapa o la rehuimos (esa será nuestra depresión o melancolía creativa).

Daré ahora un giro o salto hasta los conocimientos producidos por el hom-bre en la modernidad, para abordar el problema de la complejidad en términos actuales. En el presente, la complejidad parece tener dos definiciones. Una, como siempre, figura en el diccionario y describe lo que ese adjetivo significa: la cualidad de complejo (aunque una de las acepciones del D.R.A.E., ya inclu-ye la complejidad que viene «de la subconsciencia»). La otra nace en la epis-temología y corresponde a una reacción de las ciencias humanas contra la para-dójica simplificación en que habrían caído las ciencias «duras» que, al ir des-cubriendo la complejidad (en el primer sentido) de sus objetos de conocimien-to, se fueron especializando y adquiriendo, por tanto, una visión reduccionista (y elitista, pues solo podrían participar de ella los sabios) del mundo.

Contra ese reduccionismo se ha erigido la defensa de una complejidad, que se sustantiva ahora como pensamiento de lo complejo. Pero también cabe pen-sar que la mirada de los hombres, ya entre los primitivos, ya en el mundo ani-mista, fue simbolizante y compleja desde el comienzo. Es más: hasta podría-mos decir que su animismo es una prueba de ello, un intento por captar unita-riamente toda la complejidad, asimilándola con la que sentían en sus propias vidas anímicas, al mismo tiempo que, lógicamente, ese movimiento la reducía.

Y por lo tanto, desde la perspectiva de lo que luego llamamos los conoci-mientos científicos, también podemos pensar en la misma complejidad de ori-gen. Podemos ubicar esos comienzos occidentales en la Grecia Antigua, aun-que sin duda tiene una transcripción, anterior y distinta quizá, en Oriente.

Los hombres vieron al mundo de manera compleja y en su complejidad. La mirada era compleja, pues estaba plagada por sus necesidades, curiosidades, temores, desconocimientos. No tenía guías, y sí perplejidad. Y el mundo era complejo: una multitud de objetos y ritmos de la naturaleza requería insisten-temente su atención. Pero también «esa» complejidad se fue perdiendo desde el

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comienzo de la revolución científica, sobre fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, hasta promediar el siglo XX, en que sucede la reacción frente al reduccionismo científico (aunque tal vez sin demasiado éxito, por el momento).

Si se sitúan los orígenes en 500-400 a. C., como casi todo el mundo hace, pasarán unos 2000 años antes de que se inicie la ciencia moderna, entre los años 1500 y 1600, aproximadamente. Copérnico y Vesalio, el mismo año (!), en 1543, publicaron De revolutionibus orbium coelestium y De Humani corpo-ris fabrica, respectivamente. Harvey, el descubridor de la circulación de la sangre, vivió entre 1578 y 1657. En medio de estas épocas, la búsqueda de lo complejo había atravesado incluso la Edad Media, entre subrepticios ardores y esfuerzos por saber, pero también entre juicios de la Inquisición, que trató de anular la complejidad del mundo mediante la simplicidad teológica y la expli-cación simple de Dios, en una reacción corporativa de reduccionismo.

Pero una vez que se impuso el aumento de los conocimientos, la ciencia fue imparable y nos llevó hasta la Modernidad (y por supuesto también a Hiroshi-ma.). Pero fue tanta la fragmentación y la clasificación-compartimentación que impuso, y también tanto el éxito de sus avances, que llevó a pensar en la idea de un progreso indefinido, como tantas veces se señaló -y atacó, desproporcio-nadamente- después. Algunos espíritus libres, sin embargo, realizaron una crí-tica tan temprana como la de Voltaire, en su Cándido, o después la sátira de Flaubert en Bouvard y Pécuchet. Por mencionar solo dos puntos salientes de una tradición crítica que, hay que decirlo, siempre estuvo presente. Así como también hubo, en toda época, científicos que sostenían una mirada compleja, totalizadora y no especializada (es decir, no segmentada), sobre los objetos de conocimiento y el mundo de la existencia.

Pero, en general, nuestra mente y nuestro psiquismo -y tal vez hasta nuestro cerebro-, en los últimos 300 ó 400 años, son formados en esa clasificación. La revuelta contra el mundo especializado provino de varios lados; desde hace décadas, cerca de 1950, muchas voces la reclaman. Entre ellas, cabe mencionar primero una unión de culturas técnicas y literarias diferentes (Snow5, Daven-port6) como solución a la realidad compartimentada a que nos llevo la ciencia. Después vinieron los intentos de la Teoría de los Sistemas, de L. von Bertalan-ffy7, precedidos por el ignorado Bogdanov. Luego la aparición del nuevo para-digma de la complejidad propuesto, entre otros, por E. Morin, H. Atlan, S. Kauffman, I. Prigogine. Sin embargo, es claro que cuando se reclama comple-jidad es porque todo lo complejo que hay -y se ha ido haciendo hasta hoy- nos resulta poco complejo en algún otro sentido. Esto es raro.

5 Snow, C. P. Las dos culturas y un segundo enfoque. Madrid: Alianza, 1977.

6 Davenport, W. H. Una sola cultura. Barcelona: Ed. Gustavo Gili, 1979.

7 Bertalanffy. Teoría general de los sistemas. Buenos Aires: F. Cultura Económica, 1984. Perspectivas en la teoría general de los sistemas. Buenos Aires: F. C. E., 1982. Tendencias en la teoría general de sistemas. Madrid: Alianza, 1987.

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28 Viaje a la Complejidad 3: El Psiquismo: un proceso hipercomplejo

Estas críticas aciertan en general en el diagnóstico del problema, pero han resultado ingenuas en sus planteamientos de solución, quizá porque no han reparado, o han negado, la complejidad psicoanalítica del psiquismo, o del yo-sujeto psíquico del hombre. Ha habido, además, otros «ismos», menores, o más enfocados a una disciplina, en el intento de presentar bajo nueva luz los pro-blemas del conocimiento. Después del estructuralismo, y a veces en oposición a él, en ámbitos tan diversos como lingüística, cibernética, literatura, comuni-cación social, arquitectura, etc., surgen el deconstruccionismo, el constructi-vismo, la deconstrucción del espacio, el constructivismo social, etc.8

Hoy, cuando resulta casi impensable la vida sin la tecnología de finales del siglo XX y de lo que va del XXI, lo que habla de un mundo hipercomplejo, ¿cómo pasamos de la definición de Complejidad del diccionario a una doble adjetivación de esta? El aumento de conocimientos de la ciencia no hizo más que mostrar lo complejo, pero la incomprensión de algo, convirtió esa comple-jidad en complicación. En rigor, sin embargo -aunque diciéndolo de un modo provocativo-, la complejidad de los objetos no existe. Los objetos «son así». Una vez comprendidos, aún de un modo parcial o en progresión, hasta podría decirse que son simples, aún en la intrincación de las causas y efectos –estructura, procesos y emergentes- de sus movimientos internos y externos. Es cierto que puede maravillarnos la complejidad y hasta la belleza de sus meca-nismos, pero no dejan de ser solo hechos del mundo natural.

El psiquismo, en cambio, por sus características de origen, puede otorgarles un aura sobrenatural, especialmente a través del pensamiento religioso, herede-ro del animismo. Es esa visión lo que le añade otro tipo de complejidad al mundo. Pues agrega y, en cierto modo, obliga a un pensamiento metafísico que se torna especioso muy fácilmente. Para evitar ese problema, William James, si bien dentro de su pragmatismo, pide aplicar ese tipo de pensamiento solo a los intereses más naturales del hombre: es decir, al tiempo, a la realidad del mundo exterior y al modo de obtener conocimientos.

Pero no solo son las cosmovisiones del hombre las que han influido con su imagen del mundo a través de las épocas, sino también la complejidad del psi-quismo (en el primer sentido) ni siquiera es tan fija como puede serlo, even-tualmente, la de otros objetos naturales, una vez descubierta. Pues el psiquis-mo, al crear una cultura en movimiento que a su vez lo construye a él mismo a lo largo del tiempo, nunca queda del todo sujeto a «leyes inmutables» como las que dijo descubrir «la ciencia» en los objetos naturales y también desmentidas más tarde por los conocimientos sobre lo indeterminado.

Aunque deba decirse, por otra parte, que el acceso al conocimiento de los objetos naturales también puede ser inacabable, no solo porque nuevos objetos

8 Puede verse al respecto: Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Dora Fried Schnitman

(Comp.) Buenos Aires: Paidós, 1994. También otros textos de Prigogine y Morin.

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Introducción 29

son agregados también por la ciencia a la cultura -que en tal caso también cam-bian al psiquismo-, sino porque siempre pueden cambiar los grados de observa-ción y los niveles de profundidad de análisis de dicho acceso.

Pero el psiquismo tiene una singularidad que debe ser expuesta, para enten-der la complejidad que se abre -en nuestra reflexión- a partir de las frases ante-riores. ¿Qué problemática se crea entonces entre la complejidad del psiquismo y la de las otras cosas del mundo, si él mismo es también un objeto natural? El psiquismo es una entidad natural que, al tiempo que forma parte inextricable de un conjunto con la mente y el cerebro, debe ser diferenciada de ellos. Esta con-cepción es antiquísima; puede remontarse a los indo-arios y a los griegos. Pero, por diversos motivos esa diferencia es siempre olvidada o reprimida.

Recientemente ha sido descartada por la presión de las neurociencias, en su versión cientificista reduccionista, que conciben al psiquismo (aunque ni men-cionen esa palabra) como una mera excreción del cerebro. Y un poco antes lo fue por el auge de la idea de «mente», entendida como una superioridad, dentro del ambiguo concepto de «lo humano», y con una visión parcializada en la conciencia en el ámbito de la filosofía de la mente. Hoy, el concepto de sujeto, aun en su polisemia, permite definir mejor las cosas9.

Para seguir con la complejidad lo aclaramos rápidamente: el cerebro es tra-tado acá como un órgano material, producto de la evolución de la materia. La mente es el conjunto de reacciones entre cerebro y medio ambiente, destinadas a dominar dicho medio. El psiquismo es, específicamente, el resultado de la constitución de los sujetos en el mundo intersubjetivo humano. Pero la cons-trucción del psiquismo supone una mora con respecto a los tiempos de la pul-sión, que son inmediatos. La pulsión (el instinto) pura, actuando desde el cuer-po a la mente, solo desea comer al otro, poseer sexualmente al otro, o hacer desaparecer al otro (matarlo). Exclusivamente. Y, por supuesto, con el consi-guiente peligro de reciprocidad de todas estas acciones por parte del otro.

El psiquismo, en cambio, para asegurar la sobrevivencia del sujeto (y de sus objetos, si es el caso), requiere de métodos y procedimientos indirectos para su abordaje, ya sean estos objetos de necesidad, de amor o de conocimiento. Estas apreciaciones me permiten retomar el problema del tiempo y de sus diversas manifestaciones en el psiquismo, dado que estoy tratando de erigirlo en eje de los problemas disciplinarios que afectan la complejidad, en sus dos sentidos.

La necesidad de esas postergaciones del instinto -instinto que conserva el valor del tiempo objetivo del Big Bang-, llevaría a un desdoblamiento que da lugar a un tiempo subjetivo (el del narcisismo y sus vicisitudes). Una vez insta-lado desconoce (salvo tal vez en algunas personas y por algunos momentos) al

9 La inclusión decidida de sujeto, en lugar, de la más aséptica de individuo es una constante

en este volumen. Aparte de mí mismo, citaremos a Kaës, Cruz Roche, Caparrós y otros que hacen énfasis en las propiedades del sujeto, sistema hipercomplejo en sí, más allá de ese amorfo elemento que llamamos individuo. Individuo es a la especie lo que sujeto es al psiquismo.

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tiempo objetivo, que es irreversible, un tiempo de vértigo. Mientras que el sub-jetivo es el tiempo de la lentitud que, a través de la repetición, puede parecer reversible o hasta infinito.

Aquí nos enfrentamos a un verdadero obstáculo epistemológico, pues creo que no conocemos los mecanismos íntimos de ese cambio interno. Tal vez, sin embargo, pueda ser sencillo imaginarlo o entenderlo: el sujeto es sometido, por el orden natural e inevitablemente, a postergaciones de sus deseos que lo obli-gan a aceptar cambios en los ritmos que serían los propios del Big Bang, por otros más lentos, necesarios para su subjetividad, y para su sobrevivencia, in-cluso. Es decir, lo que he llamado tiempo del narcisismo.

Lo que acabo de exponer intenta reforzar la idea de que el sujeto psíquico no es -como ya dije- un observador de la complejidad del mundo (en el primer sentido, adjetivo) sino que es la expresión de esa complejidad en su ámbito, y desde allí produce complejidad (en el segundo sentido, sustantivo o psíquico) o bien reduccionismo, según estados y fenómenos diversos, en su abordaje de sus (por otra parte) diversos mundos. En cualquier caso, es necesario establecer aquí la salvedad de que también existen dos categorías de reducción: una meto-dológica o instrumental, por la necesidad de abordar los objetos del mundo, probablemente imprescindible para la actividad científica y otra es la reducción proveniente de la imperfección del psiquismo que lleva a un reduccionismo, que, como el sufijo «ismo» señala, es puramente ideológica, o no natural.

¿Cabría suponer la posibilidad de que un psiquismo complejo (extenso) pu-diera pensar desde esa complejidad sus diversos universos, sin reducirlos de entrada mediante una clasificación que le dicta una lógica posterior?

El mundo surgió, cronológicamente, así: fue primero físico, luego biológico, luego psicosocial; pero eso solo en la retrospectiva histórica que hacemos con-ceptualmente, no en la aproximación del «actual» psiquismo; es decir, de cada psiquismo actual de cualquier época o momento, una vez (cada vez) constituido.

Para el psiquismo en cualquier circunstancia, muy primitiva, el mundo es primero psico-social, después biológico y por último físico. Y así es pensado. Hasta que la reducción lo fragmenta y especializa, lo re-categoriza, desde una observación no participante, e invierte el orden.

Por lo pronto, en el caso de que sea posible, habría que girar el orden de los fenómenos: el primer nivel de complejidad es el del psiquismo cognoscente, y desde él, pero con él adentro, no desde afuera, se verá todo lo demás. Eso es el núcleo de lo que llamaría complejidad, ínsita y natural.

El eje de la complejidad es, entonces, el pensamiento atravesado por -y que atraviesa a- todas las disciplinas del conocimiento. Casi como un manteni-miento de la característica del tiempo mismo. Una complejidad así, hoy por hoy, me parece que pocos psiquismos podrían lograrla, sin enloquecer o entrar en una melancolía creativa frente a la empresa. Salvo que, cada tanto, algunos sujetos la expresaran, sin necesidad de ser especialistas (pero con conocimien-

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Introducción 31

tos), o lo lograran creando nuevas síntesis (orden), que abrieran nuevos análisis (en las fronteras del caos), pero con otra nueva cualidad u otro nuevo grado.

Pero en ese caso, nuestra única expectativa de mantener la complejidad siempre viva, reposaría en que hubiera, cada tanto, sujetos así que, como en una suerte de lo que hemos llamado Renacimiento, pudieran hacer eso.

En la práctica, sin embargo, sería más frecuente y más posible si se tuvieran en cuenta propuestas de abordajes interdisciplinarios que se van extendiendo10. Tales mayores y mejores encuentros (o publicaciones como ésta, que muestran lo acuciante del problema) no solo redundan a favor del conocimiento, sino que, principalmente, reflejan otra imagen del hombre para el hombre.

Tarea y actitud imprescindibles probablemente, pues tal vez estemos asis-tiendo a los comienzos de un cambio psíquico igualmente impresionante, o imprevisible, que podría llevar a la modificación de la tópica psíquica, con los avances de la comunicación en el ciberespacio.

Esto está reabriendo el debate entre ciencia y sociedad, que ya es clásico. Ese debate fue muy actual y quizá no casualmente, en época anterior a la

aparición del paradigma de la complejidad, como reacción a los peligros en que la ciencia parecía ponernos, a raíz de los desarrollos de la era atómica, y de una guerra nuclear.

Creo que nadie puede decir todavía cómo será ese cambio, pero va pare-ciendo evidente que, por ejemplo, las luchas alrededor del dominio de Internet, la nueva estructuración del espacio público y del espacio privado de nuestras vidas debida a esa Red, están en la línea de enfrentar el dilema de la participa-ción, o bien restringida o bien irrestricta, de los conocimientos y por ende de su uso, en tantas formas o dimensiones como psiquismos existan. Lo que sería una epifanía de la complejidad que acaso encontrará también su reduccionismo.

PSICOANÁLISIS DESDE LA COMPLEJIDAD

Debo recordar que la complejidad está -ya desde el nombre- en el centro mismo del primer concepto que el psicoanálisis propone, en el orden de lo in-tersubjetivo y, por lo tanto, en la constitución del psiquismo humano que es el Complejo de Edipo.

Freud ofrece tres pilares básicos que sustentan al psicoanálisis como disci-plina científica, en cuanto a sus contenidos: la existencia de procesos anímicos inconscientes, la teoría de la resistencia-represión con respecto a esos conteni-dos y la concepción de la psicosexualidad infantil, con el ya mencionado com-plejo de Edipo. Estos tres elementos están unidos inextricablemente, de manera que tal vez no importe el orden en que se mencionan en una construcción del concepto psicoanalítico de sujeto. Lo cual ya es un desafío a la complejidad.

10 Un ejemplo podría ser el que propone Umberto Eco: La investigación interdisciplinar, en

La definición del arte. Barcelona: Ed. Martínez Roca, 1988.

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Pero deben mencionarse otros tres requisitos -esta vez en el orden metodo-lógico- que lo definen: procedimiento para indagar procesos anímicos; método de tratamiento fundado en esa indagación, y conjunto teórico ganado por ese camino. Es probable, eso sí, que el concepto de narcisismo, en cierta forma implícito en los otros, pueda ser elevado a la categoría de pilar, teniendo en cuenta la magnitud de su importancia en las relaciones intersubjetivas y socio-político-ideológico-religioso-económicas, en las que está siempre presente. Términos como autoerotismo, amor propio, autoestima y otros vulgarizados como egocentrismo y egolatría, están comprendidos en él y forman parte de las dificultades prácticamente insalvables de intercambio entre las personas y en la trasmisión de la experiencia, la memoria y la historia entre generaciones.

El complejo de Edipo ofrece una buena oportunidad para ilustrar acerca de cómo una complejidad conceptual que a pesar de su amplitud no cae en la am-bigüedad (y por tanto sostiene y mantiene la complejidad) puede, sin embargo, ser reducida, en una muestra de lo que me gustaría llamar entropía psíquica, similar a la que antes planteé acerca del tiempo. Pues en su aspecto más formal, ha quedado definido y vulgarizado, como «la inclinación del niño por el proge-nitor del sexo opuesto» (al menos en su versión directa), cuando contextualiza-do como situación triangular básica, es un concepto que articula complejidades tales como la regulación del pasaje de la naturaleza a la cultura -con la inclu-sión de la cultura en la naturaleza del infante-, el paso de la endogamia a la exogamia, del narcisismo a las relaciones con los objetos externos, de la indife-renciación o simbiosis a la diferenciación o individuación del sujeto, de la in-temporalidad a la temporalidad.11 No solo eso. En su seno quedan incluidos, en parte dentro de esas funciones señaladas, el enfrentamiento con las polaridades afectivas básicas (amor, odio, indiferencia), o el de las diferencias estructuran-tes del sujeto (yo-no yo; de sexos; vida-muerte; generacional, etc.).

Otro concepto fundacional, la existencia del inconsciente y la teoría de la resistencia-represión a los contenidos del mismo, ya aporta una complejidad inherente al hecho de tratarse de elementos en pugna, cuyos significados no se perciben en forma directa, en un sentido positivista del término, pero que pue-den deducirse (y por ello postular su existencia) por sus efectos «clínicos», en el más amplio sentido de la palabra. Es evidente que hay un mundo de hechos que están al alcance de la mirada, en lo que podríamos llamar un mundo me-soscópico. Pero también hay otro que otorga base a ese, de cosas que no se ven a simple vista. Por ejemplo, sucede con las partículas y ondas en la física, los elementos en la química, o las reacciones moleculares biológicas. De ellos se debe dar cuenta mediante una mirada que podemos entender como microscópi-ca, lo que generalmente implica una observación instrumental. (Como escribe

11 E. C. Merea, A. M. Picollo y E. Zimmerman, en: Parejas y Familias. Psiquismo extenso y

psicoanálisis intersubjetivo. Capítulo IV. Buenos Aires: Lugar Editorial, 2003.

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Introducción 33

Eugenio Montale en su poema Gotterdammerung: Los comienzos son siempre incognoscibles; / si alguna cosa se comprueba, antes ha sido / agujereada por un alfiler). A su vez, sus resultados deben inscribirse en una visión del mundo cuya comprensión podríamos reputar de macroscópica. En eso consiste quizá una complejidad lograda. Como se ve, también implica una complejidad dife-rente en cada uno de esos niveles de análisis.

Los «hechos» y la «clínica» a los que me refiero en este caso son: síntomas psíquicos de todo tipo, sueños, fantasías, delirios, enfermedades orgánicas, lapsus, angustia, depresión, melancolía, sufrimiento neurótico o masoquista, compulsiones, psicosis y locuras, sadismo, obsesiones, fobias, impotencias y anorgasmias sexuales, comportamientos sociales, asociales o antisociales y un larguísimo etcétera. Esos son todos hechos tangibles y la teoría es una abstrac-ción que intenta explicarlos.

La complejidad del inconsciente puede advertirse también en el hecho de que, dentro del psicoanálisis mismo, el concepto tiene diferentes transcripcio-nes teóricas. A pesar de ser un concepto muy fuerte. Ocurre que esas diversas versiones (ninguna de las cuales desdice su carácter fundamental) se refieren a que se lo puede -y debe- articular con su procedencia en la realidad de su suelo biológico, elemento traumático, y/o con el mundo que el sujeto imagina desde el inconsciente, y/o con el contenido simbólico que le otorga al mismo el len-guaje. Esos distintos énfasis dan lugar a diversas orientaciones que, sin embar-go, no son necesariamente contradictorias entre sí.

Otra fuente de complejidad insoslayable radica en sus relaciones conflicti-vas con la consciencia, pues el inconsciente siempre pugna por expresarse y la consciencia siempre trata de impedirlo (salvo en condiciones de salud), de don-de devienen los conceptos de «conflicto» y «defensa» como centrales en el sujeto y por ende en la disciplina que de él se ocupa. Lo conflictivo es sinónimo de complejidad. Y lo defensivo -frente al temor que provocan contenidos trau-máticos imaginarios y simbólicos- se hace sinónimo de reduccionismo.

Todo este panorama se refleja con amplitud en la teorización psicoanalítica, que por ir más allá del campo de la consciencia, se denomina, precisamente, «metapsicología».

Pero no solo «alude» a esos hechos que están fuera de ese campo, sino que además sus explicaciones deben adoptar al menos un cuádruple registro:

1.- Se manifiestan en «sistemas» de funcionamientos diferentes según sea su cualidad de «hecho» consciente, preconsciente o inconsciente.

2.- Se producen en «instancias» psíquicas que son un topos virtual del psi-quismo, inicialmente el Yo, el Superyó, el Ello.

3.- Deben contar con que el yo es una instancia escindida, pues debe expre-sar distintas tendencias encontradas. Y ha de contar también con que la realidad externa -por ajena y exterior que parezca- es una instancia más que debe ser contemplada en su propia complejidad por ese psiquismo.

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4.- Se debe tener en cuenta, además, que los hechos se producen en un me-dio intersubjetivo, lo que implica que el psiquismo de cada sujeto interactúa de modo complejo con los otros psiquismos, tejiéndose una red de entrecruza-mientos que desmiente en la práctica la noción de individualidad.

Los dos primeros registros mencionados pertenecen al bagaje inicial del psi-coanálisis. Los dos siguientes han dado lugar a otras postulaciones, aunque no muchas, sobre la complejidad del psiquismo. Y quizá en un posible futuro ha-brá que hablar de las complejidades que, en un quinto registro, podrían surgir eventualmente del mundo del ciberespacio en el psiquismo, y del psiquismo en él. Lo que podría configurar una quinta tópica, aun más extensa, de la que ya surge del tercer y cuarto registro. Pero de eso solo tenemos atisbos.

En cuanto a la transcripción teórica de estas complejidades para la metapsi-cología, implica observar los hechos desde tres puntos de vista inexcusables: explicar los lugares psíquicos en los que ocurren, es decir su «tópica» (inicial-mente, repito, Yo; Superyó; Ello) los conflictos «dinámicos» entre esos lugares (conflictos, defensas, crisis) y los cambios «económicos» que producen en su sostén físico, el organismo (su base anímica afectiva corporal).

Todo lo dicho muestra, según creo, la particular complejidad de este campo. Hasta el punto en que podría afirmarse que el psicoanálisis es la disciplina de la complejidad «por excelencia». (Si no fuera porque las demás disciplinas, así tomadas en sus respectivas complejidades, también podrían aspirar a ese título).

Pero otros hechos psíquicos capitales lo sustentan aún más. Por ejemplo, la identificación, el narcisismo, el ideal y la culpa. Las identificaciones son las acciones mediante las cuales cada infante en su desarrollo se apropia de, o es tomado por, las características de sus padres o sustitutos. Es el ejercicio de una mimesis, incluye intrincados procesos de proyección e introyección y abarca desde visibles pautas de conducta, hasta complejas modalidades de pensamien-to, incluso ideologías enteras, que funcionan como tradiciones heredadas.

Las identificaciones se prolongan en rasgos de carácter que, de no ser en-tendidos en su «propiedad» por cada sujeto (es decir: de donde proviene cada cosa que a uno lo compone), pesan cada vez más en nuestras vidas, hasta la vejez y la muerte, manteniendo la repetición. Por lo tanto, es evidente que las identificaciones son inherentes a nuestra constitución como sujetos humanos, y en ese sentido, imprescriptibles pero, al mismo tiempo, nos alienan, en sentido estricto, dando lugar a una lucha con la «otredad» dentro del mismo sujeto. Complejidad, sí la hay.

En toda vida individual hay momentos en que el sujeto se revuelve contra esa alienación, y varias crisis vitales evolutivas contienen esa dramática. Sin embargo, esa lucha no es garantía para que el sujeto se desprenda de esa repeti-ción. Resulta obvio entonces, que esa agonística entre un «querer ser» y un «no querer ser», conmueve el núcleo más central del sujeto; es decir, sus bases nar-cisistas. Narcisismo que involucra la agresión, para defenderlo a toda costa.

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Toda nuestra vida anímica, íntima o social, ya sea cotidiana o en aconteci-mientos especiales, reposa en los distintos grados de fluctuación o fijeza de la relación entre el egocentrismo y la consideración del otro. Al primero lo lla-mamos técnicamente narcisismo (aunque esta denominación no fuera un tecni-cismo en 1914, cuando Freud la propuso, sino que la tomó de la mitología grie-ga) y la segunda depende de una de las capacidades de que nos dota la identifi-cación, que es la de poder situarnos en el lugar del otro.

El narcisismo es una creencia siempre equivocada sobre la imagen de nues-tro yo por parte de nosotros mismos, que proviene (en su origen infantil) de la imposición de la mirada parental u otras equivalentes y sucesivas y que parece resultarnos connatural a nosotros mismos, debido a ese origen. Se comprenderá fácilmente, por tanto, que -desde esta perspectiva- se trata de una posición re-duccionista, en relación a la complejidad que supone poner en marcha los me-canismos de identificación, para comprender la otreidad.

Por la mirada del otro parental (y por las palabras, se entiende) penetra, co-mo dijimos, el narcisismo, pero también el ideal y el Superyó, y junto con ellos la culpa por el no cumplimiento de los mandatos que ellos vehiculizan.

El primero es un derivado del complejo de Edipo. La condición de su repre-sión, dice Freud. Nadie renuncia al narcisismo primario del complejo de Edipo -esa intrincación de múltiples sentidos con los padres- sin crear un ideal en su lugar, que es como decir que nadie renuncia a su infancia para encarar la adul-tez, si no es con la creación de un ideal que -en cierta forma- la replica. El Su-peryó es diferente, es una instancia impositiva de diversos «grados», que pro-viene de las «prohibiciones» del complejo de Edipo, no de sus «posibilidades».

Pero, de nuevo, la realidad le impone límites al ideal, lo que hace que, en cierto modo (grado), siempre sea incumplible. Esos límites también pueden provenir de una conflictiva interna del sujeto o de la desmesura del ideal. Sin embargo, tanto el cumplimiento como el incumplimiento de éste, pueden pro-ducir, paradójicamente, culpa, aunque de diversos tipos (grados). Su incumpli-miento depara una culpa que arrastra a la melancolía, pues lleva a la caída más irreversible del ideal, con la consiguiente depresión. Pero su cumplimiento -aunque en general sea parcial- también puede producir culpa. En este último caso quizá se deba a los niveles económicos de satisfacción libidinal nunca del todo alcanzados. También consecuencia de otra manifestación de la melancolía (ya no como «enfermedad»), en tanto es un estado universal ligado a la creati-vidad, nunca del todo posible.

La magnitud de sufrimientos que acarrea esta dinámica, es una de las razo-nes por las que resulta tan difícil mantener los estados de complejidad, y por las que se apela tan velozmente al reduccionismo en el sujeto, la sociedad o en la cultura. El ideal y la culpa impelen a los mayores grados de complejidad.

En cuanto a las postulaciones que surgen del tercer y cuarto registro de complejidad del psiquismo, mencionaré la formulación de un psiquismo exten-

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so, que enfatiza las características relacionales del psiquismo en el mundo in-tersubjetivo12. Esto implica considerarlo no en términos de su individualidad o su interioridad, lo que supone un aislamiento que no coincide ni con sus condi-ciones de origen en el triángulo madre-padre-niño, ni con las relaciones inter-subjetivas de la vida real adulta. El psiquismo (ya no «aparato psíquico» que tiene reminiscencias de sistemas corporales) está conformado -desde esa pers-pectiva- por más instancias que las descriptas clásicamente.

El yo-sujeto psíquico define el carácter escindido del Yo, a diferencia de sus fallidos intentos sintetizadores. Al Ello y al Superyó debemos añadirle ideal y realidad externa, incluso material, abarcando al cuerpo, en carácter de instan-cias y no como un mero «medio». Por último, el otro semejante, y el tiempo espacio, también se conciben en esta extensión como otras instancias psíquicas.

Esta extensión implica, naturalmente, amenguar, hasta cierto punto, el con-cepto de representación (por ejemplo: la representación del otro o de la realidad en el psiquismo) y considerar en cambio la re-presentación permanente de esas instancias, como conformadoras del psiquismo real en cada momento o situa-ción. En otras palabras: el psiquismo no está en el interior del cada sujeto sino en el «entre» de todas sus relaciones. Es dable pensar que esta idea agrega una gran complejidad al psiquismo. Creo que hasta es difícil imaginarla y sin duda muchos pueden considerarla extraña. La idea de un psiquismo extenso, inextri-cablemente unido en todas las instancias mencionadas, refleja, sin embargo, la condición en la que el hombre realmente vive. La noción de un psiquismo inte-rior, cerrado, es reduccionista, casi podríamos decir inexistente.

Esta mirada debe, eso sí, ser expuesta en la dimensión metapsicológica para ser justificada, lo que requiere la adecuación a los puntos de vista señalados más arriba: La perspectiva tópica implica, en este caso, un lugar de trabajo psíquico ubicado entre un sujeto con un yo escindido, la realidad exterior y esa pieza-objeto principalísima de la realidad exterior que es el otro, con su propio aparato extenso, también escindido, dirigido también como sujeto hacia el otro como objeto. Todo ello en un ámbito de tiempo-espacio que los abarca, com-prende y conforma.

El punto de vista dinámico incluye al conflicto intrayoico, el de un Yo es-cindido por constitución, pero también por referirse a una realidad exterior por definición inabarcable y ella misma fragmentada y fragmentadora del aparato psíquico extenso. Cuando se integra con el de los otros semejantes -su condi-ción natural-, el conflicto pasa de lo intrapsíquico a lo intersubjetivo y además a contener toda la historia transgeneracional. Y puede llegar a la inter-objetividad por consideración al otro y por la consideración del otro.

12 Merea, E. C. (2003) Parejas y familias. Psiquismo extenso y psicoanálisis intersubjetivo.

Capítulo I. Buenos Aires: Lugar Editorial. También en: Familia, Psicoanálisis y Sociedad. El Sujeto y la Cultura. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica 2005.

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Lo económico define los movimientos de carga y descarga de cantidades energéticas afectivas, de economía libidinal, ya no en relación al interior del aparato (por ejemplo: sensaciones), sino de la ligazón afectiva con el objeto: las relaciones de amor-odio y de Eros-Thanatos con los semejantes. Esto involucra al cuerpo (lo psicosomático muestra acá su carácter de paradigma universal, más que el de un tipo particular de patología). A lo que se agrega la economía que requiere el trabajo del Yo para transformar la realidad tanto entre subjetivi-dades (conseguir una inter-objetividad posible), como material. Con todo, es cierto que cualquier científico de cualquier disciplina puede mostrar la comple-jidad de la suya como modelo hasta cierto punto excluyente, o al menos, tener razones para decir por qué sus temas son más importantes que otros. Una com-binatoria entre el narcisismo de los autores y sus objetos amados, que reduce su espectro de visión. Después de todo, esa cierta cerrazón de cada autor en su tema, es frecuente en la práctica y es una de las problemáticas inherentes a la falta o falla de la complejidad, que se nos requiere recuperar o reparar.

A lo lejos Aristóteles, quien comienza así su tratado Acerca del alma: Partiendo del supuesto de que el saber es una de las cosas más valiosas y

dignas de estima y que ciertos saberes son superiores a otros bien por su rigor bien por ocuparse de objetos mejores y más admirables, por uno y otro motivo deberíamos con justicia colocar entre las primeras la investigación en torno del alma (psychè, psiquis). Más aún, parece que el conocimiento de ésta contribuye notablemente al conjunto del saber y muy especialmente al que se refiere a la Naturaleza: el alma (psiquis) es en efecto, como el principio de los animales.

CAUSALIDAD PSÍQUICA. UN ENIGMA QUE NO CESA Nicolás Caparrós

Título engañoso por cuanto envía a lo lineal. Mejor sería decir emergencia

de lo psíquico. La especificidad de este espacio se constituye en un movimiento que introduce nuevos grados de libertad en un mundo organizado por meca-nismos de orden biológico. Entre psíquico y biológico opera una ruptura, una auténtica falla. El mundo biológico produce el cuerpo biológico; el mundo psíquico da lugar a la corporalidad, al cuerpo vivenciado. La vivencia, esa di-mensión que atrapa de manera cabal la fenomenología. Körper y Leiblichkeit en el lenguaje de esa escuela filosófica.

El problema se enuncia ante todo con el interrogante de si existe una articu-lación posible entre psique y soma y por ende si la podemos encontrar entre el psicoanálisis y la biología. Nunca se insistirá bastante sobre la peculiaridad de esta disciplina. Es tradicionalmente conocida la diferencia entre las ciencias de la naturaleza y las del espíritu –Naturwissenschaft y Geisteswissenschaft-. Pero el psicoanálisis se adapta mal a esta estricta división.

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38 Viaje a la Complejidad 3: El Psiquismo: un proceso hipercomplejo

Si recuperamos el proceso evolutivo que atraviesa los diferentes niveles de integración, se ve de inmediato que existen ciencias que coinciden en toda su extensión con un nivel determinado. Así ocurre con la física y el nivel del mismo nombre; la sociología se superpone con el nivel social y otro tanto le sucede a la psicología –aunque en este último caso con ciertas reservas- en relación con el nivel de lo psíquico. Pero el psicoanálisis es una disciplina que discurre por tres niveles diferentes: el biológico, el psíquico y el social. Este borroso estatuto le confiere al mismo tiempo un lugar de privilegio a la hora de analizar las relaciones inter-nivel, en cada uno de los cuales se utilizan concep-tos y categorías que les son propios y que no pueden ser trasladados a otros sin incurrir en generalizaciones y reduccionismos inadecuados. Psicoanálisis y Biología no son dos disciplinas disjuntas. El Psicoanálisis implica la existencia de la Biología, pero no se confunde con ésta, ni tampoco surge de ella.

Atendiendo ahora a la complejidad del proceso psicosomático, tal y como lo revela el psicoanálisis, y a la habitual tendencia de entenderlo ya fuera desde el dualismo o el monismo, pronto advertimos que estos dos modos de aprehensión son radicalmente insuficientes. Lo psico-somático se desliza por la grieta de lo social, dejando entrever una realidad mucho más compleja en la que el curso lineal cae en bancarrota, donde las propiedades emergentes, producto de la progresiva organización, se enfrentan a la deconstrucción y a la desorganiza-ción, en la que en cada caso participan los tres niveles, formando una estructura de inimaginable complejidad. Lo psico-somático revela una tensión cuyo dra-ma se desarrolla en un individuo que, por serlo, se instala en lo social.

La pulsión -la mitología de lo pulsional-, noción plenamente psicoanalítica que trata de los límites psicobiológicos, pero que como tal se sitúa sin reservas en el psicoanálisis, permite mantener siempre a la vista la tierra firme de la biología. El afecto, la representación, el pensamiento –consciente o inconscien-te- nos anclan en lo psíquico; para terminar, el sistema madre-bebé, al principio y más tarde el deseo, el otro, apuntan a lo social desde los mismos orígenes.

Tres registros de la pulsión: Orden de lo vivo, orden de lo psíquico, orden de lo social, sin que ninguno esté subordinado al otro. Con el descubrimiento de que su interacción rebasa el dominio concreto de cada uno de ellos pero que, al mismo tiempo, contribuye a su mejor comprensión.

El psicoanálisis permite pensar lo no-psíquico, también aislar lo intrapsíqui-co como una realidad contrapuesta a lo intersubjetivo, todo ello sin salirse de las líneas maestras que lo definen.

Ch. Dejours (1994) refiere que lo esencial consiste en establecer cómo se efectúa la separación entre ambos espacios, la «diabolización» -dispersión- de lo psíquico en relación a lo somático. La psique es una especie de protesta ante el imperio del soma, dirá este autor invocando a Sulloway (1979).

Aparece en este campo equívoco una cuestión de conceptos y de pseudo-conceptos. La relación psique/soma –y no olvidemos que tras ella está, inclu-

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yéndola, la relación psique/soma/medio- se ofrece de manera diferente según la perspectiva adoptada. Por un lado, las relaciones cerebro/pensamiento, que en psicoanálisis se remontan a ese libro repudiado por Freud y que, sin embargo, recubre tan expresivamente sus ideas, el Proyecto (1895); por otro, la perspec-tiva que contrapone al aparato psíquico no solo el cerebro sino la totalidad del cuerpo. Tal es el punto de vista psicosomático. Esta segunda oposición sitúa al afecto en primera línea y desde ese punto de vista se refleja ante todo en el psicoanálisis de la Primera tópica.

La perspectiva cognitiva es más restringida que las anteriores, afronta fun-ción cognitiva y cerebro; las neurociencias intentan establecer articulaciones entre funcionamiento neuronal y pensamiento, aunque recientemente también procuran tender puentes entre el funcionamiento neuronal y los afectos.

Todas estas aproximaciones parecen buenas a condición de que ninguna de ellas tenga la pretensión de erigirse en hegemónica frente a sus pretendidas adversarias. A los seres humanos no nos resulta accesible el plano de lo real, precisamos de mediadores cuya presencia modifica lo que idealmente sería un contacto directo. Es esta una limitación intrínseca del campo epistémico que solo una posición ingenua se atrevería hoy a poner en duda. Kant insiste.

El debate entre cognición y funcionamiento neuronal, sin restarle un ápice de importancia, pertenece a un territorio más concreto y diferente al que atañe a las relaciones psicoanálisis/biología/sociología. Lo que interesa al psicoanálisis no es ni la cognición, ni el cerebro sensu estricto; el campo psicoanalítico se apropia de lo psicoafectivo y lo sexual, en el sentido en que el término queda definido por éste. Bien entendido que ello no implica que éste haya de sumirse en el dorado aislamiento al que se ha entregado durante una buena parte de su existencia. Aunque parezca una utopía, buscamos totalizaciones cada vez más amplias, pero sin perder de vista la especificidad de cada disciplina.

Acotando las áreas de investigación podremos intentar un diálogo interdis-ciplinario, si bien para ello será preciso acuñar nuevos conceptos, delimitar epistemes comunes, huir de tentadoras simplificaciones y de metáforas sugesti-vas por lo superficiales.

El respeto a los diversos campos de donde se extrae el conocimiento, pasa por tener nociones claras de cuáles son los cometidos de las diversas ramas del saber, en qué se ocupan y qué las definen.

El debate cognición/cerebro caracteriza al cognitivismo. Las relaciones en-tre funcionamiento neuronal y pensamiento son el campo de la neurobiología.

El sistema inmunitario, que entiende al cuerpo como entidad total en su re-lación con el aparato psíquico, es un hacedor de espacios, delimita un adentro y un afuera y señala los límites de lo propio ante lo ajeno. Como señala G. Ga-chelin (2003) con cautela, parece prematuro referirnos con entera propiedad a una ciencia tal que la psico-neuro-inmunología y añade: la neuro-inmunología, sin psico, podría ser, tal vez, una ciencia de lo arcaico.

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40 Viaje a la Complejidad 3: El Psiquismo: un proceso hipercomplejo

El término psiconeuroinmunología fue introducido por R. Ader en 1980 en su conferencia inaugural como presidente de la Sociedad Americana de Psico-somática (se puede ver un análisis de su estado actual en J. H. Daruna, 2004).

Por su parte, el psicoanálisis, preocupado por lo psicoafectivo, pretende es-tablecer un puente entre afectivo y somático. También podemos beneficiarnos de las amplias perspectivas que posee por su triple origen bio/psico/social.

En lo que respecta a las relaciones cognición/cerebro las ciencias cognitivas registran tres corrientes que mantienen profundas diferencias: el cognitivismo, el conexionismo y el accionalismo. Las diferencias con el psicoanálisis son profundas pero no antagónicas, en la medida en que difieren objetos de cono-cimiento e incluso los mismos conceptos en cada disciplina tienen dominios bien diferentes. Por ejemplo, para los especialistas de las ciencias cognitivas el sentido apunta a la racionalidad instrumental; para el analista «sentido» lleva a consideraciones afectivas, es decir a la racionalidad expresiva o subjetiva.

¿Cómo se llega al sentido afectivo de un pensamiento? ¿Cómo construir subjetivamente este sentido que llamamos afectivo? El sentido es siempre el resultado de una interpretación hecha por el destinatario. En suma es un asunto entre dos. El desempeño de las ciencias cognitivas está alejado del quehacer psicoanalítico. La práctica del psicoanálisis no se acoge al monismo nomológi-co, a mi juicio teoría harto mecánica que fue propuesta en 1970 por el filósofo D. Davidson para intentar resolver el problema que nos ocupa: las relaciones mente/cuerpo. Davidson pretende situarse de un materialismo riguroso, sin que con ello reduzca completamente la psicología y la mente al plano de la física: toda ocurrencia de un suceso mental es idéntica a un suceso físico, pero no implica que exista un procedimiento que permita describir las identidades men-tales en términos físicos. Esta clase de monismo deriva de tres principios:

1.- Principio de la interacción causal. Los sucesos físicos pueden causar acontecimientos mentales y viceversa.

2.- Principio del carácter nomológico de la causalidad. Toda causa es ejemplo de una ley física universal.

3.- Principio de la anomalía mental. No existen leyes psico-físicas universa-les que puedan prever un hecho mental a partir de uno físico y viceversa.

Nuevo dualismo: imagen científica y saber manifiesto. La unidad racional del cielo y de la tierra, de la naturaleza, fue lograda a

costa de la exclusión de los valores, significaciones e intenciones propias de los fenómenos culturales y subjetivos (cf. la reconstrucción histórica de A. Koyré y lógica de L. Wittgenstein en su Tractatus).

Las teorías físicas aprehenden a la estructura que subyace a la realidad fe-noménica. El conocimiento social debería hacer lo propio. He aquí un dualismo de nuevo cuño: imagen científica, objetiva, vs. imagen manifiesta del hombre en el mundo, subjetiva. La unidad de la ciencia, tal como sostiene el Círculo de Viena, se complementa en el escepticismo valorativo.

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Introducción 41

Historia de la física como historia de la des-socialización de las ideas sobre la naturaleza. ¿Sería acaso la Historia de las ciencias sociales el relato de la deshumanización de las ideas sobre la sociedad?

Los párrafos anteriores muestran que las relaciones cognitivo/afectivo son problemáticas. Ch. Dejours plantea, consciente de todas estas complicaciones, una serie compleja de relaciones entre cuerpo y pensamiento:

. Relaciones entre actividad cognitiva y actividad neuronal.

. Relaciones entre actividad cognitiva y actividad afectiva.

. Relaciones entre actividad cognitiva y actividad visceral.

. Y, para terminar: Relaciones entre actividad afectiva y actividad visceral. El problema de las relaciones entre «cognitivo» y «afectivo», tal y como

suele ser planteado hoy por las neurociencias, no recubre la cuestión planteada en su momento por Freud en lo tocante a la crucial ligazón entre representa-ción-afecto.

El debate se ha trasladado al posible desplazamiento existente entre el sen-tido de un enunciado en el registro cognitivo instrumental y su sentido en el registro afectivo-identitario.

El psicoanalista está solo con su problema básico. F. Varela ha intentado establecer un puente entre las ciencias cognitivas y el

psicoanálisis que a todas luces hoy resulta muy escaso. A Varela el psicoanáli-sis le interesa más como fenomenología del espíritu que como clínica.

Las ciencias cognitivas representan un dominio científico nuevo que a su vez se despliega en tendencias a menudo opuestas. Existen cinco disciplinas tradicionales que contribuyen a formar el dominio de las ciencias cognitivas:

1) La Inteligencia artificial (IA). 2) Las Neurociencias, en las que el estudio del cerebro constituye la base

para analizar los mecanismos que conducen al conocimiento. 3) Un cierto número de tradiciones lingüísticas, ante todo la Lingüística em-

pírica y experimental. 4) La Psicología cognitiva. 5) La Epistemología, en el sentido sajón del término. Psicología y biología mantienen en común (estructuras invariantes) el con-

cepto de niveles de integración y la noción de emergencia. Los niveles de inte-gración son inconmensurables y no existe una articulación precisa entre ellos.

H. Atlan (1986) establece que las condiciones para establecer un engranaje entre dos niveles son muy específicos. En primer lugar, es preciso que sean adyacentes, de manera que sea posible especificar las relaciones interactivas entre entidades que pertenezcan al nivel inferior (n-1), lo que es necesario y suficiente para que se produzca la emergencia de otra entidad perteneciente al nivel superior (n). Este tipo de relación es recursiva, es decir, que dos entidades del nivel (n) pueden interactuar y dar lugar a fenómenos emergentes en el nivel (n+1). Hay que subrayar ahora un aspecto importante: estas relaciones no son

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transitivas. El hecho de disponer de explicaciones que permitan pasar del nivel (n+1) al nivel (n) y del nivel (n) al (n-1), no implica que podamos ir directa-mente del nivel (n+1) al nivel (n-1). La razón estriba en que para explicar la emergencia de una entidad del nivel (n+1) es necesario especificar relaciones entre entidades del nivel (n); pero éstas no existen en el nivel (n-1). Por tanto las reducciones deben hacerse paso a paso, sin saltos (Reduccionismo débil, en la terminología de Atlan).

Como corolario, una entidad pertenece a un nivel y solo a uno. Las relacio-nes causales solo se producen en el interior de cada nivel. Para pasar de un nivel físico-químico a uno biológico, dice Atlan, es preciso transcurrir por ni-veles intermedios. Tocamos problemas esenciales que iremos desglosando.

La serie fisiológica tiene un valor dominante, determinante y causal; es evo-lutivamente anterior a la psíquica, que debe ser concebida como un desarrollo de aquella. La serie somática atañe a lo basal, su expresión aunque eventual-mente pueda ser psíquica es, en todo caso, una traducción contingente.

El determinismo se encuentra ligado a lo biológico-profundo. ¿Monismo o dualismo? Monismo sí, pero con ciertas matizaciones. Un mo-

nismo que ha de tener en cuenta el problema de los niveles de integración. Queremos señalar que el monismo material, en última instancia, se desarrolló en un proceso que adquiere, según discurre la evolución, propiedades diferen-tes. Eso lleva a lo que Green (1994) nomina dualismo estructural que, partien-do del monismo, alcanza según los niveles surgen, el dualismo soma/psique.

En este territorio hemos de señalar una diferencia capital entre dos concep-tos que a menudo se confunden. En primer lugar citemos a la inscripción. Todo acontecimiento que sucede en el organismo humano implica un registro cere-bral. Registro que será permanente o transitorio, eso no hace ahora al caso. Junto a la noción anterior, habremos de considerar también a la causalidad.

La causalidad comprende una serie de reacciones que desembocan en una meta llamada efecto. La inscripción remite al registro de lo cerebral, la causali-dad es un proceso y si se habla de causalidad de lo psíquico este proceso abarca varios niveles y discurre por caminos alejados de lo lineal.

Hablar de causalidad mecánico-determinista a propósito de lo vivo es más que formulación reduccionista, simplemente un error. Las relaciones causales en sentido estricto solo existen en el seno de un nivel de integración concreto. En la mayoría de los casos las causalidades que registramos en la patología son producto final de diversas y complejas causalidades que parten de estados de incertidumbre que atraviesan a su vez diferentes niveles a lo largo del tiempo. La llamada causalidad biológica es resultado de la historia de interacciones únicas y singulares que afectan al tiempo a diversos sistemas orgánicos y a las relaciones que traban entre sí.

La causalidad biológica está impregnada de incertidumbre. Solo podemos hablar de determinismo a posteriori.

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Este recurso a lo retroactivo (Nachträglichkeit freudiano) aparece también en el psicoanálisis. Freud afirma que experiencias y huellas mnémicas son mo-dificadas ulteriormente por nuevas experiencias o por el acceso a un nuevo grado de desarrollo, con ello Freud huye del determinismo lineal.

¿Qué caracteriza a lo psíquico? ¿Acaso ese mismo rótulo no arrastra consi-go elementos ajenos a la cuestión? Me refiero a componentes ideológicos.

La ideología procede por asociación libre, cautiva por la historia de los au-tores que la producen, acaso sin saberlo.

Lo psíquico es una forma hipercompleja de lo vivo. E. Morin (1996) describe un sistema hipercomplejo como aquel que:

... disminuye las coacciones al aumentar sus aptitudes organizativas en especial su capacidad para el cambio. En consecuencia, respecto a un sistema de menor complejidad, está más débilmente jerarquizado y especializado, menos centralizado; pero por el contrario, está dominado por las competencias estratégicas y heurísticas, depende más rígidamente de las intercomunicaciones y, a consecuencia de todos es-tos rasgos, está más sometido al desorden, al ruido, al error. Surge ahora una cuestión apasionante en la que una solución maniquea qui-

zá dé al traste con la tensión epistemológica. Lo psíquico precisa de lo social. En otros textos he definido el nivel de integración biológico como el resultado de la interacción de los niveles biológico y social. Ni lo social tiene un poder taumatúrgico, ni lo genético es la única respuesta.

¿Cómo se transmuta socios/grupo en individuo/sujeto? Cabe apuntar que: 1.- Lo psíquico no sucede a lo somático 2.- Lo somático se desarrolla y transciende en «psíquico». 3.- El salto del Dasein al mit Sein se efectúa en la inmersión social. 4.- Bíos y Socios son dos niveles altamente disjuntos y en esa característica

residen gran parte de los errores al acometer la articulación entre ambos. 5.- La aprehensión de lo psíquico se efectúa, ante todo, a través de la con-

ciencia, en ese sentido el espacio que interesa al psicoanálisis es diferente. Conciencia no es idéntico a psiquismo.

Se bosqueja la trama que discurre entre fenomenología y psicoanálisis, entre experiencia y esa forma obscura que es el inconsciente, que se concreta por medio del enunciado: ¿qué ata conciencia e inconsciente? Sin duda el sentido; sentido que conviene no confundir con intencionalidad, atributo de ciertos ac-tos conscientes. ¿Cuál es, entonces, el soporte del sentido? La representación, aquello que transciende el ser. Puede usarse también como equivalente a signi-ficado y para designar alguna tendencia o dirección que sigue una cosa o pro-ceso. Sentido y Ser son dos términos de conceptos límite que sirven de polos ontológicos para caracterizar y situar (J. Ferrater Mora).

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EPISTEMOLOGÍA PSICOANALÍTICA13 André Green

PENSAR LA EPISTEMOLOGIA DE LA PRÁCTICA LA CUESTIÓN DE LA CREATIVIDAD

El principio de incertidumbre psicoanalítica me parece fundamental. Como dijo Georges Pragier14 retomando a Widlöcher, a Freud no le intere-

saba la cuestión del cambio, sino la de la verdad material. Hoy, después de todas las discusiones a que dio lugar, sabemos hasta qué punto este concepto nos deja en suspenso. Se plantea en la obra de Freud desde el comienzo, como interrogación concerniente a la realidad a través del problema de las relaciones entre representaciones y percepciones, con una consecuencia: la aparición de ese fenómeno perturbador que es la alucinación. Dicho de otra manera, Freud se inscribe en una tradición filosófica antigua porque, aun teniendo presente todo el continente del mundo interior por él descubierto, la cuestión fundamen-tal no cambia de sentido: se trata, de la adecuación del sujeto a lo real.  

Pero, ¿dónde está la diferencia entre la concepción del vínculo del sujeto con lo real de la tradición filosófica y la de la brecha epistemológica del psicoanáli-sis? ¿En la introducción del «sujeto del inconsciente» como dijo Lacan? Hoy parece que la respuesta en este sentido es harto insuficiente. La diferencia está anunciada ya en el psicoanálisis y procede de otra perspectiva. A partir de Winnicott, el cambio de paradigma concierne no solo a la adecuación del sujeto a lo real, sino que conecta con la dimensión de la creatividad.

Dicho en otras palabras, las concepciones modernas del sujeto ya no insisten en que su aparato psíquico tenga la posibilidad de reproducir la realidad o de percibirla tal como es, sino que se interesan en concebir este aparato psíquico como perpetuamente creador; creador de su sentido y creador de la novedad. De esto trata el principio de incertidumbre psicoanalítica, porque si solo se toma en consideración el papel de la creatividad, abandonando el de la fiabili-dad de nuestro juicio o de la fidelidad a la estructura de lo real, se corre un riesgo de derrape total y nada impedirá tener al delirio por una simple forma de autoorganización de lo nuevo: cosa que es así aunque no solo es eso. Y uno se inclina entonces hacia el otro polo, el de la búsqueda de la fiabilidad y de la adecuación del sujeto a lo real. Pero si se considera este aspecto, sin tener en cuenta la creatividad permanente, estaremos frente a un sujeto coagulado, está-tico, que no corresponde en nada a la imagen que proporcionan de él tanto el proceso psicoanalítico, como la observación de la vida o el examen de las obras

13 Intervención en el L Congrés des Psychanalystes de Langue Française, 1990. 14 Un siècle aprés l´«Esquisse»: nuevelle métaphores? Métaphores du nouveau, 1990. Un

resumen de este trabajo se encuentra en este mismo volumen.

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científicas o literarias; en síntesis, todo el trabajo del espíritu que demuestra su creatividad. Esto se comprueba tanto en sus esfuerzos por acercarse a la estruc-tura de lo real como por construir un mundo distinto ofrecido a nosotros como alternativa a la realidad del mundo físico.

Por lo tanto, o se tiene lo uno o se tiene lo otro: esto es lo que designa el principio de incertidumbre. Solo a partir de esta posición abordaremos algunas de las cuestiones capitales sobre el problema de la verdad o, en la interpreta-ción de los fenómenos clínicos de un paciente, sobre la parte de su auto-teorización. Y, por último, de la teorización del analista; su auto-teorización también. Decir que existe aquí una auto-organización de dos no suprimirá estos interrogantes centrales: ¿qué se hace de la verdad material, de la que Freud habla?; ¿qué se hace de ese sujeto auto-teorizante que la transforma para poder vivir en lo real, a su manera, en vínculos compatibles? Y el análisis, la forma en que el analista lo vive, lo piensa y lo hace, eso también está ahí. Hoy en día, si nos hemos vuelto sensibles a la problemática de los fundamentos del saber, esta hace cada vez más necesaria la articulación de la especificidad del nivel considerado, con la manera en que este ultimo puede o debe ser puesto en rela-ción con otros niveles. La especificidad de cada uno de ellos es reconocida como diferente, pero se hace cada vez más indispensable comprender las moda-lidades por las que proporcionamos una representación, si no de la totalidad o del conjunto que comprendería a los otros niveles, por lo menos de la figura que permita captar las relaciones de la perspectiva de lo local (que sigue siendo preponderante) con una perspectiva más regional, a falta de poder ser global.

Hace unos años, tomar el «Proyecto» como base de un relato habría sido considerado como una provocación. No habrían faltado objetores que recorda-sen que este escrito fue formalmente desaprobado por Freud, quien se opuso a su publicación, que esta representa una violación y que no se puede olvidar que el «Proyecto» pertenece a un período pre-psicoanalítico.

Ahora bien, el texto de los Pragier parte de lo que podríamos llamar lo re-primido de Freud; reprimido en todos los sentidos del término, reprimido deli-beradamente, intencionalmente y activamente mantenido, porque sabemos que no basta proceder al acto de represión para suprimir los efectos de lo que se intenta reprimir. En lo que a mí atañe, el «Proyecto» me hace pensar en la co-nocida frase: «si tuviese la mano llena de verdades, no la abriría para dárselas al mundo». Pienso que hubo algo de esto en Freud, independiente del uso de sus metáforas biológicas. Comprendió demasiado, percibió demasiado y orga-nizó demasiado su visión, un tanto prematura con respecto a su experiencia.

Existe una forma de considerar la obra freudiana imaginando que represen-tará el «cambio en billetes chicos» de ese conjunto de descubrimientos hechos en un espacio de tres meses y con un fulgor pasmoso. No veo ninguna razón para concluir que esos comentarios minimizan la revolución significada inequívocamente por La interpretación de los sueños, justamente reconocida

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como tal en comparación con aquel tiempo previo. No obstante, si se considera el itinerario de la obra de Freud hasta su final, me parece que su motor episte-mológico se sitúa probablemente entre la Interpretación de los sueños y la con-cepción oculta del «Proyecto».

Dicho esto, ese reprimido concierne al vínculo de Freud con lo biológico y lo real. Esta preocupación no deja de acosarlo nunca: insertar lo psi en el bios y en el mundo, es lo que retoman los Pragier. Podríamos decir que la latencia del «Proyecto» se percibe hasta en el Esquema. Encontramos en las primeras frases una alusión a los temas abordados por Sylvie y Georges Pragier. Freud recuer-da que, por un lado, está el cerebro y por otro la conciencia. Después, como sobre lo que hay entre ambos no se sabía mucho, se inserta allí su pensamiento.

El problema de lo nuevo, me parece, es justamente que la metáfora de lo nuevo es nueva y a esto no se le presta suficiente atención. Los modelos clási-cos, pertenecientes a la física o a la biología, no se ocupaban de la importancia o la génesis de lo nuevo. Entonces se trataba sobre todo de explicar la realidad y aplicarla al hombre en su cerebro, pero no se tomaba en consideración el hecho de que el hombre se caracteriza fundamentalmente por su capacidad de innovar soluciones. Freud no aplicaba soluciones, las inventaba. De esta inspi-ración, por supuesto, ha nacido el pensamiento de Henri Atlan, autor hiper-complejo porque, del lado del cristal, sacamos de él lo mejor con el texto ya citado; desde el costado de humo, los autores fueron más circunspectos15.

El problema que se plantea desde el inicio es saber qué es una metáfora. Es evidente que el sentido en que los autores utilizan el término no es lingüístico, o en todo caso no es una aplicación directa de éste. Es un hecho que he pensado en la metáfora paterna de Lacan, concepto absolutamente central que marca la entrada de la metáfora en el campo teórico del psicoanálisis. Diría hoy que la metáfora salió del uso regulado y consentido, es decir, voluntariamente acep-tado, de la distancia teórico-práctica. La metáfora teórica se instala en la dis-tancia clínico-teórica: cuando intentamos teorizar lo que nuestra práctica ense-ña, o teorizar los presupuestos de nuestra actividad práctica -también aquí ad-quiere el a posteriori cierto valor tras el paso de la experiencia clínica-, está claro que tenemos necesidad de metáforas. Freud no hizo otra cosa, no solo con el «Proyecto» sino a lo largo de toda su obra, y por eso justamente recordaba que el papel de la teoría no es parecerse a la clínica, sino pensarla.

Todas las teorías descriptivas son paráfrasis redundantes y no tienen, en mi opinión, ningún valor explicativo. Instalémonos, pues, en el «salto» clínico-teórico -hago aquí una alusión al salto del psiquismo en lo somático- pero con conocimiento de causa para producir analógicamente (por lo tanto, también lógicamente) la figurabilidad del pensamiento. Esto es muy importante, sobre todo cuando se abordan las situaciones o elaboraciones en las que el pensa-

15 Alusión de A. Green a la conocida obra de H. Atlan Entre le cristal et la fumée.

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miento se torna no figurable. El pensamiento es no figurable, como la forma del atractor extraño. Desde luego, este esquema no tiene estrictamente nada que ver con la realidad. Si la teoría figura, es en el sentido en que la palabra repre-senta a la cosa; pero la palabra no se parece a la cosa... Un lenguaje que se pa-reciera a la realidad sería un lenguaje cerrado, limitado y sin interés, aun te-niendo en cuenta su extrema riqueza. La arbitrariedad del signo es un elemento esencial del desarrollo del pensamiento. Nicos Nicolaïdis ha insistido en las relaciones de las escrituras ideogramática y silábica. Cuando tenemos frente a nosotros un sistema cercano al ideograma, estamos en un pensamiento ideográ-fico (Bion) o pictográfico (Piera Aulagnier), evocador del que se encuentra en la psicosis. Es a todas luces un problema capital -ya abordado, si no desarrolla-do en todos sus aspectos, por Freud- comprender cómo el tránsito de un sistema de representaciones fundado en las impresiones de los sentidos (que es él mis-mo una distancia respecto de dichas impresiones), puede adquirir una eficacia formidable convirtiéndose en un sistema de relaciones y de relaciones de rela-ciones, apoyado en el sistema precedente, pero desprendiéndose de algunas de sus constricciones para obedecer a otras.

Durante mucho tiempo, la ciencia fue antagónica del estilo de funciona-miento teórico de los psicoanalistas. En 1990, la interpretación retroactiva de los conceptos científicos los muestra en rigor mucho mas próximos de lo que se pensaba a la concepción de la realidad psíquica defendida por Freud. Las con-cepciones actuales de la ciencia están más cerca de la teorización analítica de lo que se admite y ello explica las perspectivas trazadas en el informe.

Subsiste un problema: si partimos de la conciencia, podemos desplegar las cosas bien sea del lado de lo inconsciente en la diferencia inconsciente y cons-ciente, bien del costado de la conciencia y de la realidad. Freud, en el Esquema, no deja de decir que «el inconsciente es incognoscible», pero afirma también que «la realidad es incognoscible». Ahora bien, la cuestión que se plantea des-de el punto de vista epistemológico es la siguiente: cuando estamos frente a un sujeto en análisis, las referencias que hacemos a la realidad en lo que le atañe, se basan en su concepción de la realidad según el modo del conocimiento inge-nuo. No pensamos en la manera en que funcionan entre sí los atractores extra-ños. Pensamos en la forma en que estos pacientes se sitúan frente a nuestro sentido común de la realidad. ¿Qué relación existe entre este conocimiento consciente e ingenuo de la realidad y la manera en que sabemos funciona ésta a partir de los modelos científicos? He aquí un auténtico problema para el psi-coanálisis, que forzaría a pensar el vínculo consciente-inconsciente enmarcado por dos modelizaciones: una, la de lo inconsciente y la otra, la de la ciencia respecto de la realidad. ¿Acaso se juntan estas dos modelizaciones en el vínculo de la complejidad y lo aleatorio?

Finalmente, parece que con Atlan y su concepto de la auto-organización hemos hallado un espacio teórico apropiado. Advertí, hace ya mucho tiempo,

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48 Viaje a la Complejidad 3: El Psiquismo: un proceso hipercomplejo

las aperturas que posibilita. Me permito la autocita: La angustia es el ruido que rompe el continuo silencioso del sentimiento de

existir en el intercambio de informaciones con uno mismo o con el otro. Este ruido es una información perteneciente a un código que conviene traducir al có-digo regido por los vínculos del lenguaje y del pensamiento en su relación con el deseo, a fin de aumentar la información de este último sistema que, como to-do sistema, tiene funciones y por lo tanto, límites. Así pues, la angustia pone en primer plano el problema del límite entre los códigos de un mismo sujeto o entre dos sujetos. (A. Green 1979)16.

Comencé ya entonces a pensar en estas cosas, pero no poseía elementos su-ficientes para llevar la idea hasta el final, y no cabe la menor duda de que los escritos posteriores de Atlan, con sus desarrollos y esclarecimientos, facilitaron un mejor empleo de la noción de ruido en la conceptualización psicoanalítica.

La concepción propuesta por Atlan tiene en cuenta una estratificación de niveles: arranca del nivel atómico y culmina en el nivel psíquico y social. Atlan establece los modos de articulación de los diferentes niveles en base a una pro-posición que me parece del máximo interés por tocar directamente al pensa-miento psicoanalítico. Se pregunta cómo hablar de aquello para lo cual aún no tenemos lenguaje adecuado. Entonces, dice, desde la teoría de la información se trata del problema de las creaciones de significado; desde el punto de vista del postulado del determinismo, atañe al problema de la emergencia de lo nue-vo; desde el punto de vista del postulado de objetividad, del papel del observa-dor y de la existencia de los objetos objetivos, de los objetos que analizamos. Pero en lo que atañe a estos niveles, dice sobre todo que el paso de un nivel a otro consiste en una transformación de lo que es distinción y separación en un nivel elemental, la unificación y reunión en un nivel más elevado.

Ahora bien, por lo que se refiere al nivel psi, se trata del nivel humano y del lugar que ocupa en éste el lenguaje, lugar absolutamente considerable, teoriza-do en psicoanálisis por Lacan, pero lugar igualmente desconocido por éste. Lo fecundo del pensamiento de Atlan reside en que divide al lenguaje en dos as-pectos. En un primer nivel que concierne a las relaciones cerebro-lenguaje (Freud partió de la afasia, no lo olvidemos), en rigor puede incluir también a los pares de opuestos fonemáticos de Jakobson; es decir, a la creación de una significación sin sentido, la base de la lingüística que no podemos ignorar.

En un segundo nivel, debemos tomar en consideración los vínculos lengua-je-pensamiento. Al considerar a estos dos niveles, se advierte de qué modo lo que sucede en uno de ellos como separación es un problema superado en el nivel superior. Así, el sujeto hablante no se preocupa por los pares de opuestos fonológicos, el hablante habla. Solo que, cuando habla en análisis, encontramos un sistema de oposición fonológica. Tomemos el ejemplo de un paciente: tras

16 L´angoisse et le narcissisme, (1979).

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Introducción 49

haberle interpretado un coito de un sueño como coito anal, quiso decirme: «Se-ñor, el coito vaginal lo ejerzo (Je l'excerce) normalmente». Sin embargo, me dijo: «Señor, el coito vaginal lo execro (Je/l'execre) normalmente». He aquí cómo la permutación de una letra muestra que estos mecanismos fonológicos pueden seguir estando presentes, pero evidentemente sería equivocado reducir el análisis a esto, considerar que eso es la esencia del análisis. Lo interesante sería poner en relación esta modalidad de trabajo del inconsciente con otras en las que el lenguaje ocupa un lugar más oculto y hasta dudoso, no para unificar como hizo Lacan, sino para construir el modelo que permite poner en relación los diferentes tipos de funcionamiento en la asimilación abusiva de la psique al lenguaje -así fuese el de una lengua, o de una «lalengua»- que no obedecen a las categorías lingüísticas, lo cual es una jugada de malabarismo teórico.

Entiendo que estamos ante dos opciones fundamentales correspondientes a dos situaciones históricas. La primera consiste en decir que el psicoanálisis es la cura analítica y nada más y que toda la teoría analítica debe partir del mode-lo de su práctica. La segunda considera -esta era la posición de Freud- que el psicoanálisis es ante todo un método cuya aplicación a la cura es un caso par-ticular. Hoy por hoy, seguimos apresados entre estas dos opciones, pero las que no se han extraído de la clínica han cambiado. Pienso en las observaciones del bebé fundadas en un método empírico, y se sabe filosóficamente que no hay nada como el empirismo para posibilitar una orgía desenfrenada de especula-ciones. Cuanto más empíricos somos, más especulamos. Pero dejemos al bebé; si se busca el punto de partida freudiano, el punto de partida fuera de la cura, es bastante razonable situarlo del lado del sueño. La interpretación del sueño es la vía regia, etc. Pero, pienso que tenemos la misma legitimidad para comportar-nos de un modo distinto del de Freud y valorar más el modelo surgido de la cura misma. Es decir, que no hemos pensado bastante la epistemología de la práctica en tanto fuente de conocimiento psicoanalítico.

Con El discurso viviente había propuesto un esquema que podía considerar-se premonitorio del atractor extraño. Se apoderó de mí un sentimiento de extra-ñeza, no sabía que fui una especie de visionario del atractor extraño. Me digo: tanto mejor. Confieso que tengo cierta dificultad en entender lo que es el atrac-tor extraño. Cruz Roche ha centrado las cosas mostrando los problemas que plantea en términos de lo aleatorio y lo complejo. Después he propuesto otros modelos.

Considero «con razón o sin ella»17 que hay un modelo absolutamente fun-damental que comienzo a tratar de teorizar y que es el del doble límite. Surgió del trabajo de Freud sobre la negación. Muestra que cuando se produce un lími-te entre un adentro y un afuera, la expulsión hacia el afuera ocasiona una repli-cación del límite en el interior del adentro. Es decir, el vínculo realidad interna-

17 Alusión a la obra de H. Atlan, A tort et à raison.