VERON La Semiosis Social

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VERÓN, Eliseo: La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad España, Gedisa, 1996. II. El tercer término (1976-1980) 2. Terceridades. P. 100. (En el texto saussureano) ...Como el modelo del signo sólo comporta dos términos, el pensamiento sobre el sentido permaneció condenado al binarismo: dos órdenes puestos en relación, dos caras de una misma moneda. La consecuencia fue la evacuación de una cuestión fundamental: la de la construcción de lo “real”, de la puesta en forma de sistemas de representaciones. Desbloquear la situación creada por esta doble pérdida sólo se puede hacer desde fuera de la herencia saussureana. Ahora bien, antes del surgimiento de la lingüística (o independientemente de ésta), se habían propuesto principios que permitían abordar la cuestión del sentido de una manera muy diferente. Borrados por la consolidación y el éxito de la lingüística, estos principios fueron, más que olvidados, simplemente ignorados. En Europa se los redescubrió en los años setenta, lo que no es ajeno a la “crisis de la noción del signo.” En relación con estos principios y desde un punto de vista histórico, dos nombres me parecen más significativos: Frege y Peirce. En un caso como en el otro, es un modelo ternario y no binario el propuesto para comprender de lo que se trata cuando surge la cuestión del sentido. Hay que retomar el núcleo de este modelo ternario, hay que elaborar lo esencial de las hipótesis sobre las cuales descansa: inmediatamente, el sujeto reencuentra su mundo y su cuerpo, y el sentido su naturaleza social, de la que la lingüística, en el momento de su nacimiento, hizo una proclamación sin consecuencias. (p.103) (Peirce)

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Semiotica de la imagen

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VERÓN, Eliseo: La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad España, Gedisa, 1996.

II. El tercer término (1976-1980)

2. Terceridades.P. 100. (En el texto saussureano) ...Como el modelo del signo sólo comporta dos términos, el pensamiento sobre el sentido permaneció condenado al binarismo: dos órdenes puestos en relación, dos caras de una misma moneda. La consecuencia fue la evacuación de una cuestión fundamental: la de la construcción de lo “real”, de la puesta en forma de sistemas de representaciones.

Desbloquear la situación creada por esta doble pérdida sólo se puede hacer desde fuera de la herencia saussureana. Ahora bien, antes del surgimiento de la lingüística (o independientemente de ésta), se habían propuesto principios que permitían abordar la cuestión del sentido de una manera muy diferente. Borrados por la consolidación y el éxito de la lingüística, estos principios fueron, más que olvidados, simplemente ignorados. En Europa se los redescubrió en los años setenta, lo que no es ajeno a la “crisis de la noción del signo.”

En relación con estos principios y desde un punto de vista histórico, dos nombres me parecen más significativos: Frege y Peirce. En un caso como en el otro, es un modelo ternario y no binario el propuesto para comprender de lo que se trata cuando surge la cuestión del sentido. Hay que retomar el núcleo de este modelo ternario, hay que elaborar lo esencial de las hipótesis sobre las cuales descansa: inmediatamente, el sujeto reencuentra su mundo y su cuerpo, y el sentido su naturaleza social, de la que la lingüística, en el momento de su nacimiento, hizo una proclamación sin consecuencias.

(p.103) (Peirce)La importancia de la naturaleza ternaria del modelo del sentido es subrayada por Peirce de manera categórica:“...por semiosis entiendo (...) una acción o influencia que es o implica la cooperación de tres sujetos (subjects), un signo, su objeto y su interpretante, esta influencia trirrelativa (tri-relative influence), no siendo en manera alguna reductible a acciones entre pares.” (Collected Papers, 5.484)

(p.104) La semiosis supone una relación entre tres sujetos. Este concepto de “sujeto” se aplica indiferentemente a los tres términos: hay pues que interpretar este término inglés de subject como soporte, y no

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como “sujeto” en el sentido psicológico de la palabra. El objeto, el signo, el intérprete, no son otra cosa que los soportes del proceso semiótico.

El problema que nos interesa pertenece por completo al dominio de la semiótica de Peirce (o lógica), ciencia que se ocupa de los signos, es decir, de la Terceridad.

3. La clausura semiótica.(p.111) El pensamiento de Peirce es un pensamiento analítico disfrazado de taxonomía. No se trata, pese a las apariencias, de ir a buscar instancias que correspondan a cada uno de los “tipos” de signos. Cada clase define, no un “tipo”, sino un modo de funcionamiento.

(p. 117). El signo (...) remite a su objeto, lo representa. Pero lo hace siempre de una manera determinada. “(El signo) reemplaza algo: su objeto. Lo reemplaza, no desde todos los puntos de vista, sino con referencia a una especie de idea que he llamado fundamento del representamen (2.228). Esta manera define la relación del signo con su objeto y es la que, al operar el signo como mediación, debe ser producida como relación del interpretante con el mismo objeto. Siguiendo a Pierce, llamamos al modo de representación del objeto en el signo, el objeto inmediato. Pero el signo no sólo representa su objeto de una cierta manera; también presenta su propia relación con el objeto: contiene, de alguna manera, una representación de segundo grado, una representación de la relación entre la representación y el objeto. (...) del hecho de que el signo representa siempre su objeto de una cierta manera, se sigue que el objeto desborda el signo: un signo dado, o un conjunto cualquiera de signos, no puede representar “el todo” del objeto. Con Peirce, llamamos a este desbordamiento del signo por el objeto, desbordamiento que también debe estar representado en el signo, el objeto dinámico.

(p.119) ... hay signos que representan sus objetos como simplemente posibles; hay otros que representan sus objetos como existentes actuales; hay otros que representan sus objetos como leyes.

(p.120) Peirce fundó la semiótica y, a la vez, definió su problemática teórica fundamental: la de las relaciones entre la producción del sentido, la construcción de lo real y el funcionamiento de la sociedad.

4. Discursos sociales.

(p.121) En los años sesenta, cuando la lingüística encarnaba un período de transformación profunda bajo el golpe de la teoría chomskyana, la herencia saussureana dio vida, con cincuenta años de retraso, a la primera semiología. Esta, que parecía finalmente dispuesta a tomar a

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su cargo las preocupaciones sociológicas del saussurismo (bajo el impulso, paralelo pero no despreciable, del estructuralismo en antropología), era prisionera del modelo binario del signo y, en consecuencia, permanecía ajena a toda noción de productividad del sentido. La teoría generativo – transformacional, por el contrario, introducía la idea de una productividad asociada al funcionamiento del lenguaje (bajo la forma, entre otros, del tema chomskyano de la creatividad); pero expulsó de la lingüística, de un modo aparentemente radical y definitivo, toda preocupación “sociológica”.

En los años setenta hizo su aparición un recién llegado: el concepto de “discurso”. (...) Al generalizarse, la reflexión acerca del concepto de discurso produjo una gran discusión y dio lugar a numerosos malentendidos: si bien se creyó (erróneamente) que podía tomar forma como prolongación de la lingüística, tuvo la ventaja de situarse en desfasaje con respecto a la semiología. (p.122) Ante todo, el concepto de “discurso” abre la posibilidad de un desarrollo conceptual que está en ruptura con la lingüística (...) Una teoría de los discursos sociales se sitúa necesariamente en un plano que no es el de la lengua. (...) Simultáneamente y a la luz de esta ruptura ente la problemática sobre la lengua y la problemática sobre el discurso, se pueden formular correctamente las relaciones entre las dos, y en particular (lo que sólo es paradójico en apariencia), el hecho de que el saber lingüístico es indispensable para una teoría de los discursos sociales. La ruptura de esta última frente a la lingüística no podrá tener el mismo sentido que la hecha con anterioridad por la semiología: bajo pretexto de “autonomía”, la semiología simplemente ignoró lo que pasaba en lingüística; el resultado fue que la semiología generalmente se inspiró en una lingüística ya superada.

En segundo lugar, el concepto de “discurso” abre la posibilidad de una reformulación conceptual, con una condición: hacer estallar el modelo binario del signo y tomar a su cargo lo que yo llamo “pensamiento ternario sobre la significación”, sepultado bajo cincuenta años de lingüística estructuralista.

(p.123) En tercer lugar, (...) permitirá que la teoría de los discursos recupere problemas olvidados: aquellos que la lingüística rechazó en su historia y que la semiología, a continuación, ignoró sistemáticamente. Ya señalé los dos que me parecen más importantes: la materialidad del sentido y la construcción de lo real en la red de la semiosis. Recuperando estos problemas, la teoría de los discursos funda su vocación translingüística.

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Yo digo: estos dos problemas que señala Verón como posibles de retomar por la teoría del discurso al separarse de la tradición lingüística e incorporar el pensamiento ternario, son fundamentales a la hora de tratar la imagen. Por qué: porque la materialidad significante es una de las claves que define a la imagen como tal, y porque la construcción de lo real está presente en todos los modos de funcionamiento semiótico vinculados con la imagen. La pregunta por lo real, la problemática del verosímil, nos afecta siempre que contemplamos una imagen. Necesitamos por lo tanto un modelo de semiosis que no excluya ni ignore esta problemática, sino que la trate como parte integrante de su razón de ser.

5. El sentido como producción discursiva.

(p.125). La teoría de los discursos sociales es un conjunto de hipótesis sobre los modos de funcionamiento de la semiosis social. Por semiosis social entiendo la dimensión significante de los fenómenos sociales: el estudio de la semiosis es el estudio de los fenómenos sociales en tanto procesos de producción de sentido.Una teoría de los discursos sociales reposa sobre una doble hipótesis que, pese a su trivialidad aparente, hay que tomar en serio:

a) Toda producción de sentido es necesariamente social: no se puede describir ni explicar satisfactoriamente un proceso significante, sin explicar sus condiciones sociales productivas.

b) Todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido, cualquiera que fuere el nivel del análisis (más o menos micro o macrosociológico).

(...) no se trata de caer en el reduccionismo semiótico, de reducir los fenómenos sociales a fenómenos significantes. (...) todo funcionamiento social tiene una dimensión significante consitutiva. Pero la hipótesis inversa es igualmente importante: toda producción de sentido está insertada en lo social.

(p. 126) Así ocurre con la lingüística respecto del lenguaje: si se rehúsa a trasponer las fronteras de la frase, resulta evidente que se podrá hacer análisis lingüístico sin ocuparse del problema de los fundamentos sociales de la actividad del lenguaje. Lo mismo ocurre con una ciencia semiótica que se define como “ciencia de los sistemas de signos”. Por lo tanto, sólo en el nivel de la discursividad el sentido manifiesta sus determinaciones sociales y los fenómenos sociales develan su dimensión significante. Es por ello que una sociosemiótica sólo puede ser una teoría de la producción de los discursos sociales.

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... es en la semiosis donde se construye la realidad de lo social. (...) El análisis de los discursos sociales abre camino, de esa manera, al estudio de la construcción social de lo real.

Toda producción de sentido, en efecto, tiene una manifestación material. Esta materialidad del sentido define la condición esencial, el punto de partida necesario de todo estudio empírico de la producción de sentido. Siempre partimos de “paquetes” de materias sensibles investidas de sentido que son productos; con otras palabras, partimos siempre de figuraciones de sentido identificadas con un soporte material (texto lingüístico, imagen, sistema de acción cuyo soporte es el cuerpo, etcétera) que son fragmentos de la semiosis. Cualquiera que fuere el soporte material, lo que llamamos un discurso o un conjunto discursivo no es otra cosa que una configuración espacio-temporal de sentido.

(p. 127) Las condiciones productivas de los discursos sociales tienen que ver, ya sea con las determinaciones que dan cuenta de las restricciones de generación de un discurso o de un tipo de discurso, ya sea con las determinaciones que definen las restricciones de su recepción. Llamamos a las primeras condiciones de producción y, a las segundas, condiciones de reconocimiento. Generados bajo condiciones determinadas, que producen sus efectos bajo condiciones también determinadas, es entre estos dos conjuntos de condiciones que circulan los discursos sociales.

...el análisis discursivo no puede reclamar “inmanencia” alguna. La primera condición para poder hacer un análisis discursivo es la puesta en relación de un conjunto significante con aspectos determinados de esas condiciones productivas. El análisis de los discursos, ya sean las de su generación o las que dan cuenta de sus “efectos”.Esta perspectiva permite superar la vieja querella entre el análisis “interno” y el análisis “externo” (ya se trate de textos o de otros tipos de objetos significantes). Ella opuso de diversas maneras a quienes sostenían un “inmanentismo” del análisis y quienes se proponían relacionar los objetos analizados con la sociedad, la historia, etc (por ejemplo, una cosa sería hacer semiótica literaria y otra completamente distinta hacer sociología de la literatura...). Desde el punto de vista del análisis discursivo, esta polémica es falso debate: el análisis de los discursos no es “externo” ni “interno”. No es “externo” porque para postular que una cosa es una condición productiva de un conjunto discursivo dado, hay que demostrar que dejó huellas en el objeto significante, en forma de propiedades discursivas. Inversamente, el análisis discursivo no es ni puede ser “interno”, porque ni siquiera podemos identificar lo que hay que describir en una superficie discursiva, sin tener hipótesis sobre las condiciones productivas. Debe quedar en claro que este doble rechazo no es, para nosotros, el rechazo

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de dos posiciones antagónicas posibles: decimos, por el contrario, que la oposición misma de estos dos puntos de vista reposa en un malentendido.A los “inmanentistas” les decimos que el análisis interno es una ilusión: cuando analizan un texto, están necesariamente poniéndolo en relación con algo que no está en el texto, aunque este “algo” no se formule; ello deriva de la naturaleza heterogénea, fragmentada, de todo texto (...). (p. 128) Un objeto significante, en sí mismo, admite una multiplicidad de análisis y lecturas; por sí mismo, no autoriza una lectura antes que otra. Sólo deviene legible en relación con criterios que se deben explicitar y que movilizan siempre, de una manera u otra, elementos que tienen que ver con las condiciones productivas del objeto significante analizado (sea en producción o en reconocimiento).A los partidarios del análisis puramente “externo” (por más que esta expresión sea de hecho una acusación lanzada por los “inmanentistas” antes que una autoidentificación), les decimos que si los objetos significantes analizados son verdaderamente tratados como significantes, ningún análisis puede ser, en rigor, puramente “externo”. Los análisis externos son consecuentemente inseparables de una concepción mecánica de las relaciones entre los discursos y su contexto; tratan a los objetos significantes como si no lo fueran.Los “objetos” que interesan al análisis de los discursos no están, en resumen, “en” los discursos; tampoco están “fuera” de ellos, en alguna parte de la “realidad social objetiva”. Son sistemas de relaciones: sistemas de relaciones que todo producto significante mantiene con sus condiciones de generación por una parte, y con sus efectos por la otra.

(p.129) las relaciones de los discursos con sus condiciones de producción por una parte, y con sus condiciones de reconocimiento por la otra, deben poder representarse en forma sistemática; debemos tener en cuenta reglas de generación y reglas de lectura: en el primer caso hablamos de gramáticas de producción y en el segundo, de gramáticas de reconocimiento. (Nota a pie: gramática en el sentido amplio del término, como conjunto de reglas de un arte).

Digo yo: relacionar con la perspectiva analítica y la sintética de la percepción. En La imagen, de Aumont, pág. 101. Si necesitamos una gramática de producción y una de reconocimiento, las reglas de la percepción enfocadas desde estas dos teorías pueden funcionar como complementarias para un planteo que necesita comprender ambos procesos de la semiosis. Así, algunos aspectos de las teorías sintéticas nos darán elementos para abordar el fenómeno de la percepción de imágenes, y algunos aspectos de la teoría analítica, nos servirán para poner en funcionamiento procesos eficaces de producción.

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No hay, por el contrario, propiamente hablando, huellas de circulación: el aspecto “circulación” sólo puede hacerse visible en el análisis como diferencia, precisamente, entre los dos conjuntos de huellas, de la producción y del reconocimiento. El concepto de circulación sólo es, de hecho, el nombre de esa diferencia.